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Los coronavirus comprenden una gran familia de virus y son una causa frecuente del
resfriado común. Algunos causan enfermedades menos graves, pero en ocasiones provocan
enfermedades graves como se observa con los brotes del síndrome respiratorio agudo grave
(SARS, severe acute respiratory syndrome) de 2002 y del síndrome respiratorio del Medio
Oriente (MERS, Middle East respiratory syndrome) de 2012. La epidemia de SARS de 2002,
que se originó en China, causó 8 300 enfermos y 785 óbitos. Se ha reportado un total de 1
879 casos de MERS con una tasa de mortalidad de 39%.
Etiopatogenia
Los coronavirus (CoV) constituyen un amplio grupo de virus que se encuadran
taxonómicamente en la subfamilia Orthocoronavirinae dentro de la familia Coronaviridae
(order Nidovirales); se designan bajo el término coronavirus todas las especies pertenecientes
a cuatro géneros: Alphacoronavirus, Betacoronavirus, Gammacoronavirus y
Deltacoronavirus. Se trata de virus esféricos (de 100-160 nm de diámetro) y con envuelta,
cuyo genoma está formado por una única cadena de ARN con polaridad positiva (+ssRNA,
del inglés singlestranded positive-sense RNA) y de aproximadamente 30.000 pares de bases
(entre 26 y 32 kilobases); presenta una capucha metilada en el extremo 5’ y una cola
poliadenilada (poli-A) en el extremo 3’ que le aporta un gran parecido al ARN mensajero del
hospedador. En líneas generales, los coronavirus inician su replicación con la entrada de los
viriones – forma infecciosa del virus– cuando pierden su envoltura y depositan su ARN viral
en el citoplasma de la célula eucariota, donde el parecido con el ARNm del hospedador le
permite adherirse directamente a los ribosomas para su traducción. Allí, se emplea como
plantilla para traducirse directamente en la poliproteína 1a/1ab, en la cual están unidas todas
las proteínas que formarán el complejo de replicación-transcripción en vesículas de doble
membrana. A partir de dicho complejo, se sintetizan diversos ARN subgenómicos
codificantes para los polipéptidos y proteínas (estructurales y no estructurales) que
determinan la biología del virus y la simetría helicoidal de su nucleocápsida. Por microscopía
electrónica, los viriones se reconocen por una
pequeña “corona” que presentan a su
alrededor y que justifica su nombre. El nuevo
coronavirus SARS-CoV-2 (provisionalmente
denominado 2019-nCoV), patógeno causante
de la COVID-19, pertenece al género de los
beta-coronavirus y guarda parentesco
filogenético (homología del 79%) y
estructural con el citado SARS-CoV. Si bien
no está del todo claro su origen, los estudios
filogenéticos realizados apuntan a que muy
probablemente provenga de murciélagos, y que desde allí haya pasado al ser humano a través
de mutaciones o recombinaciones sufridas en un hospedador intermediario, probablemente
algún animal vivo del mercado de Wuhan. Se planteó que este animal pudiera ser el pangolín,
sin que se haya llegado a una conclusión definitiva.
Epidemiologia
El “salto” del SARS-CoV-2 de animales a humanos se dio presumiblemente por el
contacto directo con animales infectados o bien con sus secreciones respiratorias y/o material
procedente del aparato digestivo. La transmisión de persona a persona ha quedado
sobradamente contrastada en los posteriores meses de epidemia y pandemia. La vía de
transmisión entre humanos se considera similar a la descrita para otros coronavirus, esto es,
mayoritaria a través del contacto directo con secreciones respiratorias de personas infectadas,
principalmente con gotículas respiratorias de más de 5 micras emitidas con la tos o
estornudos (capaces de transmitirse a distancias de hasta 2 metros) y con las manos o los
fómites5 contaminados con estas secreciones seguido del contacto con la mucosa de la boca,
nariz u ojos. Adicionalmente, se han notificado casos de infecciones animales que permiten
concluir que los hurones, los felinos (gatos, tigres y leones), los visones y los hámsters son
susceptibles a la infección por contagio desde humanos y pueden desarrollar la enfermedad;
también los perros, pero en mucha menor medida. Aún hay muy pocos casos descritos de
transmisión en sentido contrario, desde estos animales a los humanos, por lo que no parece
que la enfermedad en animales tenga una gran contribución en la pandemia. 5 Estudios de
laboratorio han descrito que la permanencia de SARS-CoV-2 viable en superficies de cobre,
cartón, acero inoxidable y plástico ronda las 4, 24, 48 y 72 horas, respectivamente, a 21-23ºC
y con 40% de humedad relativa. Asimismo, a 22ºC y 60% de humedad, el virus permanecía
durante 3 h en una El SARS-CoV-2 se ha detectado en secreciones nasofaríngeas, incluyendo
la saliva, y por ahora hay cierta controversia de la posibilidad de transmisión a grandes
distancias (> 2 m) a través del aire o de su viabilidad en aerosoles de partículas de menos de 5
micras. Tampoco hay evidencia sólida, hasta la fecha, de la transmisión a través de heces de
personas infectadas, por secreciones sexuales o mediante la lactancia materna.
› Fiebre o historia reciente de fiebre (su tasa de incidencia oscila en los distintos estudios
entre el 47% y el 90% de los pacientes);
› Astenia (6-38%);
› Escalofríos (11-27%);
En los casos más severos, la infección puede causar bronquitis o neumonía (bien
neumonía viral directa o neumonía bacteriana secundaria), hipoxia, síndrome respiratorio
agudo severo, fallo o insuficiencia renal e incluso la muerte. Según las principales series de
casos descritas a nivel nacional e internacional, los síntomas más frecuentes (> 40%) en el
momento del ingreso hospitalario suelen ser: fiebre, astenia y tos. La aparición de infiltrados
alveolares bilaterales en radiografía de tórax es también un singo muy común al ingreso (52-
64%).
Diagnostico Diferencial
Los síntomas de la infección por COVID-19 son similares a los de otros virus del
resfriado y la gripe. La gravedad del padecimiento varía desde una afección leve, en la
mayoría de los casos, hasta una enfermedad grave que se observa en alrededor de 16% de los
individuos contagiados. Los síntomas se desarrollan cerca de 2–14 días después de la
exposición viral y típicamente incluyen fiebre, tos y dificultad para respirar. Como tales
síntomas son muy similares a otros virus del resfriado y la gripe, los pacientes deben ser
examinados para detectar COVID-19 si se encuentran modificadores adicionales, que
incluyen viajes recientes o exposición a un individuo infectado con el COVID-19.
Un artículo encontró que hasta 28% de los casos de sospecha de COVID-19 eran infecciones
de influenza, lo que indica que los pacientes deben someterse a un examen con un panel
rápido de agentes patógenos respiratorios.
Tratamiento:
La COVID-19 provoca una profunda “tormenta de citocinas” que conduce a un estado
hiperinflamatorio. También se sospecha un componente de desregulación inmunitaria, y el
virus tiene el potencial de atacar de manera específica a los linfocitos T. En los casos más
graves, la situación anterior progresa a síndrome de dificultad respiratoria aguda
(ARDS, acute respiratory distress syndrome) fulminante, insuficiencia de múltiples sistemas
orgánicos y arritmias fatales. Si bien hay mucho que aprender sobre esta enfermedad, la
interleucina 6 (IL-6) es al menos uno de los mediadores de la disfunción orgánica relacionada
con la tormenta de citocinas. Las manifestaciones clínicas adicionales relacionadas incluyen
el síndrome de fuga capilar, hipotensión, enfermedad renal, miocarditis con insuficiencia
cardiaca e insuficiencia renal. Una ferritina sérica muy elevada es un marcador temprano de
la tormenta de citocinas y cabe señalar que la miocarditis y la insuficiencia cardiaca
relacionadas con esta última son la causa de al menos parte de la mortalidad provocada por
COVID-19.
Las pautas de la Society of Critical Care Medicine (SCCM) recomiendan que se use una
cánula nasal de alto flujo (HFNC, high flow nasal cannula) sobre la terapia
de oxígeno convencional para el tratamiento de la hipoxia en pacientes con COVID-19.
Algunos datos sugieren que los pacientes quizá sean menos propensos a requerir intubación
en comparación con quienes son atendidos con la oxigenoterapia tradicional. La Society of
Critical Care Medicine informa que faltan datos para descartar la preocupación de que la
cánula nasal de alto flujo aumenta el riesgo de aerosolización de COVID-19; además,
recomienda que se use la cánula nasal de alto flujo sobre la ventilación de presión positiva no
invasiva (NIPPV, non-invasive positive pressure ventilation) para el tratamiento de la
insuficiencia respiratoria hipóxica en pacientes con COVID-19 ya que la ventilación de
presión positiva no invasiva muestra una alta tasa de falla en esta enfermedad y también un
riesgo mucho mayor de transmitir el virus a los proveedores de atención médica debido a la
aerosolización de partículas. Las pautas de la Society of Critical Care Medicine señalan
ciertas situaciones en las que la ventilación de presión positiva no invasiva puede ser
benéfica, y también destacan que los pacientes con cánula nasal de alto flujo o ventilación de
presión positiva no invasiva deben vigilarse con mucho cuidado ya que corren el riesgo de
experimentar un rápido empeoramiento, ante el cual se debe considerar la intubación
temprana.
Pruebas De Laboratorio Que se ven
alteradas por Covid-19
Hemograma
La Covid-19, enfermedad causada por el virus SARS-CoV2 (nuevo coronavirus)
puede evolucionar hasta neumonías de diferentes grados. Esta neumonía puede llegar a ser
grave, lo que requeriría de un ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Pruebas de Coagulación
Las pruebas de coagulación realizadas al ingreso en la cohorte total demostraron valores
normales de TP y APTT. En contraste, los niveles plasmáticos de dímero D aumentaron
significativamente (mediana 732; rango 200 a 10.000 ng/mL). Los niveles de dímero D
estaban por encima del intervalo normal en el 67% de la cohorte total al ingreso. Los niveles
de fibrinógeno aumentaron significativamente (mediana de 4,7; rango de 3,0 a 9,9 g/L) al
ingreso, y los niveles permanecieron persistentemente elevados durante la hospitalización. El
equipo observó que habían descubierto que la coagulación sanguínea anormal en pacientes
irlandeses con infección grave por COVID-19, causaba microcoágulos en los pulmones.
También encontraron que los pacientes irlandeses con niveles más altos de actividad de
coagulación sanguínea tenían un pronóstico significativamente peor y eran más propensos a
requerir la admisión a la UCI.