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E. Valdearcos, “La escultura contemporánea”, Clío 34, 2008. http://clio.rediris.es.

ISSN 1139-6237

LA ESCULTURA CONTEMPORÁNEA
1 La renovación escultórica del siglo XIX: Rodìn

El Impresionismo era un movimiento fundamentalmente pictórico, pero ejerció en las décadas


finales de siglo una influencia profunda en la música, la literatura y la escultura. En principio no
parecía la escultura el procedimiento idóneo para representar
los cambios constantes de luz en la naturaleza. No obstante
algunos maestros supieron introducir juegos lumínicos en
sus esculturas mediante una renovación de sus técnicas y de
entre todos ellos sobresale Augusto Rodin.

La personalidad de Rodin desborda los límites del


impresionismo. Su obra fue rechazada por sus contemporáneos a excepción del Beso que disfrutó de
aceptación popular. Fue en un viaje que realizó a Bruselas en 1871
cuando descubre los efectos del Barroco Flamenco, la vida que bulle en
las obras de Rubens. En 1875 viajó a Italia y quedó seducido por el
sentimiento de "terribilitá" de Miguel Ángel.

A partir de entonces su arte rompió con todos los cánones


académicos. Gozó del favor de los críticos e incluso del arte oficial ya
que realizó varios encargos para el Estado, sin embargo, el gran público
no entendió su arte y se burlaban de sus obras. En esta segunda fase se
incluyen obras como El beso y El pensador,
donde el deterioro de las anatomías anuncia las deformaciones del
Expresionismo.

El principal componente en la escultura de Rodín es el movimiento


y después la luz. En él se funde una técnica impresionista que, con la
rugosidad de las superficies y la multiplicación de planos causada por el
movimiento, obtiene efectos de luz cambiante. En El pensador se refleja
notablemente su influencia Miguelangelesca.

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2 La escultura del siglo XX

2.1 La primera mitad del siglo XIX.

La escultura contemporánea es el arte que experimenta una revolución más radical en el siglo
XX. Sus tendencias evolucionan siguiendo un camino paralelo al de la pintura y en bastantes casos los
pintores cultivan también la escultura.

El Cubismo supone la ruptura definitiva con la tradición. La


figura humana pierde su omnipresencia para dejar paso a las formas
geométricas. Pero, además de esta, la otra gran característica de la
escultura contemporánea es una cierta propensión al patetismo y que
convierte al lenguaje escultórico en otro medio de expresión de la
angustia del hombre actual. Estas dos líneas, la geometrización, la
abstracción y la inclusión de espacios por un lado y el expresionismo y
la trascendentalización de las formas por otro, son las dos grandes líneas de la escultura, al igual que
pasó en la pintura.
Brancusi es el más grande de los innovadores del lenguaje escultórico. En sus obras hasta 1910
se acerca al Cubismo. Pero poco a poco va
uniendo formas cubistas con enfoques
expresionistas, creando obras como el Beso,
donde insufla un aliento espiritual, un ritmo
dinámico, vertical. De momento Brancusi no
acepta el arte no figurativo y el punto de
partida es siempre algo real, así como tampoco
acepta la escultura abierta y sus volúmenes
son siempre cerrados.
El expresionismo es, lo mismo que en
pintura, una constante del lenguaje escultórico,
los artistas descubren pronto la intensidad expresiva de las deformaciones y el
vitalismo de los gestos crispados. La tragedia de la Segunda Guerra Mundial
provoca una vuelta al expresionismo. Los escultores insisten en las
deformaciones y en los gestos de angustia, o en las formas geométricas
gesticulantes. Alberto Giacometti investiga en las metamorfosis expresionistas,
como en su Figura Alta

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En esos años adquiere gran difusión la obra de una figura


cumbre, el inglés Henry Moore. Influido por todas las vanguardias, su
obra alcanza madurez a partir de 1935. Su humanismo se concreta en
una serie de temas recurrentes: grupo familiar, la maternidad, el
guerrero herido, personas echadas. La figura es tratada como si fuera
arquitectura, adquiere un aire monumental, incluso cuando es de
pequeño tamaño. Su arte se mueve entre la abstracción, la figuración y
la semifiguración. Es un artista original, difícilmente encajable, aislado
de cualquier escuela. Una de las obras más conocidas de Moore, junto
con La familia, es esta Figura Reclinada, donde se
observa una evolución hacia formas cada vez más
abstractas. Las deformaciones de los miembros y la
potencia sugestiva de los espacios vacíos que separan
las figuras anticipa los huecos o espacios internos de
la escultura posterior.

2.2 La escultura reciente hasta nuestros días.

La evolución escultórica actual pasa por la abstracción y, dentro de ella, la escuela denominada
Constructivismo busca la forma al margen de la masa, prefiriendo un desarrollo de las superficies en el
espacio, como si la obra creciera sobre sí misma encerrando espacios. Por eso se prefieren formas
ahuecadas antes que los volúmenes cerrados.

La otra gran incorporación a la escultura contemporánea es el movimiento. La escultura


tradicional había reflejado el movimiento fijo, como en una instantánea. Al principio de siglo los
escultores futuristas superponen láminas o deshacen las superficies rugosas para presentar posiciones
sucesivas de una figura. El siguiente paso es incorporar espacio en el interior de la escultura, el
volumen abierto produce formas de continuidad en el espacio, posiciones sucesivas en las que la figura
“conquista” fragmentos de espacio. Pero el último paso lo da
la escultura cinética, inspiradora de obras que se sostienen de
manera inestable sobre un precario punto de apoyo, que giran
con el viento o que se mueven de forma continua por un
sistema descompensado de pesos. Así surgen, por ejemplo, los
Móviles de Calder.

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2.3 La renovación escultórica contemporánea en España.

En España no existe una línea continuada que siga la evolución lógica que se va produciendo
en Europa. Entre las condiciones especiales de los sucesivos regímenes políticos y la constante
emigración de los intelectuales en busca de horizontes más amplios, la línea evolutiva se quiebra,
dando la impresión de que se avanza a trompicones. El primer paso se da en los primeros años del
siglo XX.
Es Pablo Gargallo (1881-1934) el que da los primeros pasos fructíferos en el origen y
desarrollo de una escultura española de vanguardia. Proveniente del
Modernismo, pronto lo abandona para aproximarse a la tradición
realista cuando trabaja con materiales tradicionales, piedra o
mármol. Pero durante su estancia en París toma contacto con el
Cubismo y en particular con Picasso
y comienza a emplear nuevos
materiales como el hierro, el plomo o
el cobre. Sus primeras obras en metal
datan de 1913. Su inclusión de la
forma abierta y el vacío, así como la
introducción de la línea en escultura
le sitúan entre los creadores europeos de un nuevo lenguaje escultórico.
Su obra más famosa es El Profeta donde el hierro le permite combinar
la lámina plana, el tubo ondulado y el hueco, creando multiplicidad de
planos en el más puro estilo cubista pero introduciendo espacio interno y líneas de canto vivo.

Existe una evidente relación entre la obra


de Gargallo y la de Julio González (1876 y 1942).
La producción de éste último será, sin embargo, de
realización tardía, pus su labor escultórica no da
comienzo hasta 1925. Es junto con Gargallo el
gran innovador de la escultura en hierro. Julio
González parte de planteamientos cubistas pero
llega a la abstracción pura, modelando poliedros
abruptos, formas contrapuestas y líneas y espacios
puntiagudos, como en su obra Mujer sentada y Mujer peinándose

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El siguiente empujón se da después de la postguerra española con el grupo El Paso. Este grupo,
formado a finales de los años cincuenta, estaba formado por Manolo Millares, Antonio Saura,
Rafael Canogar, Juana Francés, Pablo Serrano, Luis Feito, Manuel Rivera y Antonio Suárez, a
los que posteriormente se une Manuel Viola, todos ellos informalistas de diversas tendencias y de
diferentes artes plásticas. Su asociación constituyó el movimiento artístico español más importante de
finales de la década de los cincuenta, movimiento que, casi hasta nuestros días, ha representado la
corriente principal de las artes plásticas españolas en el exterior.

Pablo Serrano abandonó el


grupo poco después de su fundación
pero pasó a ser uno de los integrantes
de la Escuela de Madrid. El turolense
Pablo Serrano, nacido en 1910,
fluctúa entre lo tradicional y lo
vanguardista. En su obra La Máscara
de Greta Garbo representa una
elementos humanos bidimensionales
que, partiendo de formas cubistas, enlaza con la iconografía
surrealista.

Pero los dos escultores más importantes de los años sesenta y hasta nuestros días son Eduardo
Chillida y Jorge Oteiza. A Chillida lo podemos considerar una continuidad de Gargallo y González.
Apuesta por la abstracción aunque con distintos planteamientos
estéticos. La escultura de Chillida, en la que el espacio interior dará
lugar al aspecto formal,
enlaza con la vena
expresionista del arte
español. Él representa el
último paso hacia la
abstracción plena,
esculpiendo bloques de
hierro o madera donde aparece una mezcla de arquitectura y escultura,
como en su El peine de los vientos.

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Jorge Oteiza ya había elaborado todo un programa sobre la


escultura abstracta. Radical hasta sus últimas consecuencias, Oteiza
parte de los constructivistas soviéticos e influye notablemente en el Arte
Normativo español que, opuesto al subjetivismo de los informalistas,
habrá de preconizar la experimentación y el análisis objetivo. Sus obras,
como en la Escultura, adquieren dimensiones arquitectónicas en las que
se funden la geometría, el espacio interno y la abstracción racional.

Estos escultores representan las dos grandes tendencias de la


abstracción pictórica y escultórica: la lírica, expresionista, subjetiva e
informalista y la geométrica, constructivista y objetiva

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