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o 2, 129-154 129
Resumen Abstract
Este artículo presenta una revisión de múl- This article presents a review of the empiri-
tiples investigaciones empíricas, al tiempo que cal literature examining several topics related
se examinan diferentes aspectos relacionados to the intimate partner abuse against the wo-
con las mujeres maltratadas por su pareja: a) men: a) numerous factors associated with the
diversos factores asociados a la permanencia de stay of the battered woman with her aggressor,
la víctima en convivencia con el maltratador, the explanatory main theories of this subject
las principales teorías explicativas de este fenó- (theories focused on the decision process ma-
meno (teorías centradas en el proceso de toma king and theories based on emotional depen-
de decisiones y teorías referidas a la dependen- dency and psychopathological consequences of
cia emocional y a las repercusiones psicopato- the domestic violence), and these theories are
lógicas de la violencia doméstica), y estas teorías integrated according to the longitudinal course
son integradas según el curso longitudinal de of domestic violence and the emotional diffe-
la violencia doméstica y las diferentes respues- rent responses in the victims; b) the physical
tas emocionales en las víctimas; b) las conse- and psychopathological consequences of do-
cuencias físicas y psicopatológicas del maltrato mestic violence on the woman; and c) the psy-
doméstico en la mujer; y c) la gravedad psico- chopathological severity according to the type
patológica en función del tipo y circunstancias and circumstances of abuse. Implications of this
del maltrato. Se comentan las implicaciones de study for clinical practice and future research in
este estudio para la práctica clínica y para las in- this field are commented upon..
vestigaciones futuras.
Características contextuales
Variables • Dependencia económica.
sociodemográficas • Aislamiento familiar y social.
• Hijos pequeños a su cargo.
• Aceptación de los consejos de personas significativas sobre la conveniencia de
aguantar al agresor.
Acceso a recursos • Ausencia de alternativas reales en cuanto al alojamiento, empleo, servicios sociales
comunitarios y psicológicos de ayuda.
• Desconocimiento de los recursos existentes.
Gravedad de las • Moderada frecuencia e intensidad del maltrato.
conductas violentas • Elevada gravedad del maltrato.
Características de las mujeres maltratadas
Aspectos cognitivos • Enamoramiento intenso (p. ej., la mujer sólo quiere que la violencia cese).
y emocionales • Dependencia emocional (p. ej., está contrariada emocionalmente, siente que no puede
vivir sin él, etc.).
• Creencias y errores atribucionales (p. ej., tiene la convicción de que sola no podrá
sacar adelante a los hijos, piensa que hace algo que puede provocar la violencia de su
marido, etc.).
• Creencias culturales, religiosas, etc., que la alientan a mantener a la familia unida a
toda costa.
• Miedo extremo a abandonarle.
Características de • Sentimientos de baja autoestima.
personalidad • Sentimientos de culpa por la existencia de la violencia.
• Bajo nivel de asertividad.
Repercusiones • Sentimientos de indefensión y de desesperanza.
psicológicas en • Ansiedad excesiva (miedo, terror, tensión, etc.).
la víctima • Elevado grado de afectación del maltrato en su vida cotidiana.
Características de los agresores
Características • Dependencia emocional (p. ej., dice que no puede vivir sin ella, que la necesita, etc.).
de personalidad • Características antisociales de personalidad.
y tipo de maltratador • Agresor de alto riesgo (p. ej., provoca niveles de violencia extremadamente graves,
profiere amenazas de muerte, posee historial delictivo).
Conductas específicas • Pide perdón y jura que no volverá a maltratarla.
de manipulación • Se presenta con un estado de ánimo deprimido y amenaza con suicidarse si es
y maltrato abandonado.
• Amenaza a la víctima con graves consecuencias si es abandonado (p. ej., la matará,
se quedará con la custodia de los hijos, etc.).
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TABLA 2. Principales teorías explicativas sobre la permanencia de la mujer maltratada en la relación de maltrato
como referencia la teoría de la inversión (Rus- zamiento positivo. Es decir, después de haber
bult y Martz, 1995; Truman-Schram, Cann, Cal- finalizado el episodio de maltrato, y una vez que
houn y Van Wallendael, 2000; Rhatigan y Street, el maltratador dice arrepentirse de su compor-
2005). Por otra parte, la teoría de la trampa psi- tamiento ante la víctima, ésta ya no es maltra-
cológica también tiene componentes relaciona- tada (refuerzo negativo), sino que recibe com-
dos con las teorías de la dependencia psicológi- portamientos de ternura por parte del
ca. Específicamente, la víctima de maltrato tiene maltratador, que representan un potente refuer-
la vana esperanza de que cese el maltrato si in- zo positivo para la víctima. Finalmente, el mal-
vierte más dentro de la relación de pareja. trato (castigo) aumenta en la mujer la necesidad
de búsqueda de amor y de afecto, que paradóji-
ca y circularmente encuentra en su pareja, de-
Teorías referidas a la dependencia bido al aislamiento en el que se encuentra.
emocional y a las repercusiones
psicopatológicas del maltrato Por otra parte, la teoría de la indefensión
aprendida (Seligman, 1975; Walker, 1979, 1984)
Este grupo de teorías tratan de explicar por -junto con otras teorías que se centran en las
qué una mujer permanece en convivencia con repercusiones psicopatológicas que tiene ser ob-
una persona que la maltrata. En este sentido, las jeto de violencia (teoría de los dos factores de
teorías de la unión traumática (Dutton y Painter, Mowrer, 1960; teoría del procesamiento de la
1981), del castigo paradójico (Long y McNama- información de Foa y Kozak, 1986, por ejem-
ra, 1989) y de la intermitencia (Dutton y Painter, plo)- ayuda a comprender por qué una mujer
1993) tienen en común que en la relación de maltratada permanece dentro de la relación de
pareja hay una intermitencia entre el buen y el pareja. En este caso, la víctima más que decidir
mal trato. voluntariamente si permanecer o no con el agre-
sor, se mantiene inmóvil dentro de la relación,
La teoría de la unión traumática (Dutton y sin la esperanza de que la violencia acabe, y sin
Painter, 1981) y el modelo de intermitencia (Dut- ver otras alternativas a su alcance.
ton y Painter, 1993) enfatizan también la asi-
metría de poder entre el hombre (agresor) y la
mujer (víctima). Lo que explica el mayor apego
entre la víctima y el agresor es el carácter extre- Fases en el maltrato doméstico y
mo del buen y el mal trato, así como la yuxta- respuestas emocionales en la víctima
posición temporal de ambos extremos. Además,
cuanto más maltrato sufre la mujer, más mina- La violencia familiar es, habitualmente, un
da se ve su autoestima. Este hecho puede hacer estilo de conducta crónico que tiende a aumen-
que sienta una mayor necesidad del maltratador, tar en frecuencia e intensidad con el paso del
convirtiéndose finalmente en interdependencia. tiempo. Por ello, la mayoría de las mujeres que
sufren violencia doméstica intentan activamente
El modelo del castigo paradójico (Long y Mc- superar su situación. De hecho, una buena parte
Namara, 1989), que va más allá de la teoría del de ellas -ya sea al comienzo de los malos tratos o
ciclo de la violencia de Walker (1979, 1984), se- tras años de sufrimiento- acaban por separarse
ñala que la mujer permanece en la situación de del agresor o, al menos, buscan alternativas fue-
maltrato debido a las contingencias de reforza- ra de la relación. En cambio, hay un porcentaje
miento que se establecen en función de un pa- significativo de mujeres –el 44% de aquellas que
trón cíclico de interacción que está consolidado acuden a tratamiento psicológico (Amor, Eche-
en el tiempo. Este patrón de relación consta de burúa, Corral, Zubizarreta y Sarasua, 2002)– que
cinco fases: formación de la tensión, descarga permanecen en convivencia con el agresor.
de la tensión por parte del maltratador, escape
de la víctima, arrepentimiento por parte del Por otra parte, con el transcurso del tiempo,
agresor y, finalmente, vuelta de la víctima a la la respuesta emocional de la víctima ante el mal-
relación. En este sentido, el incidente de mal- trato doméstico puede evolucionar de distinta
trato -estímulo aversivo- puede convertirse en manera (Echeburúa et al., 2002) (figura 1). En
un estímulo discriminativo del posterior refor- una primera fase, al comienzo de la relación, si
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Acostumbramiento
progresivo al maltrato
Inicio y reiteración
del maltrato Esperanza y deseo
de que cese
el maltrato
Búsqueda de alternativas
el buen
fuera de la relación
y el mal trato Síntomas psicopatológicos
Mantenimiento Desesperanza
del maltrato
intermitente Resignación y lealtad adaptativa
durante años hacia el maltratador
el maltrato surge de una forma sutil e incluso trato es el aspecto central de la teoría de la
imperceptible para la víctima (gestos aislados trampa psicológica (Brockner y Rubin, 1985;
de desprecio, desvalorizaciones frecuentes, con- Strube, 1988), así como un componente im-
ductas de control excesivo, etc.), cabe la posibi- prescindible tanto en el modelo de la inversión
lidad, sobre todo si la víctima está enamorada, (Rusbult, 1983) como en el del proceso de toma
de un acostumbramiento progresivo a la violen- de decisiones de Choice y Lamke (1997). En es-
cia, que se considera hasta cierto punto como tas circunstancias la mujer suele atender selec-
algo intrínseco a la vida en pareja. Este fenóme- tivamente a los aspectos positivos de su pareja,
no ha sido denominado síndrome de acomoda- justificar su comportamiento violento, e incluso
ción al maltrato (Barudy, 1998; Perrone y Mar- a considerarse ella, en cierto modo, culpable de
tine, 1998). Desde una perspectiva cognitiva, la la violencia de la que es objeto (p. ej., “aparte de
mujer tiende a negar o minimizar tanto los ma- sus enfados, es un gran hombre”, “¡seguramente
los tratos que sufre como su victimización (“te- debería ser mejor esposa!”, etc.).
nemos nuestros más y nuestros menos”, “en to-
das las parejas hay roces”, etc.). En una segunda fase, una vez establecida la
violencia crónica como pauta frecuente de rela-
Ahora bien, si la violencia se plantea de for- ción, entremezclada habitualmente con perío-
ma explícita y descarnada ya desde el princi- dos de arrepentimiento y de ternura, puede pro-
pio, uno de los factores que puede contribuir a ducirse en la víctima una situación de
que la mujer siga en convivencia con el agresor dependencia emocional, también denominada
es la esperanza de que, si se sacrifica y esfuerza apego paradójico (Saltijeral, Ramos y Caballero,
lo suficiente, logrará una relación armoniosa 1998). En este caso, el énfasis en la intermitencia
con su pareja. Esta vana esperanza de conse- entre el buen y el mal trato es el denominador
guir que su pareja cambie y de que, por tanto, común de las diversas teorías psicológicas. En
cese la violencia puede contribuir a que la vícti- este contexto muchas mujeres consideran que
ma soporte la convivencia con el maltratador deben seguir luchando para que su pareja cam-
durante meses e incluso años. Este esfuerzo ino- bie y pueden sobrevalorar las posibilidades de
perante que realizan algunas víctimas de mal- cambio de él (“con el tiempo cambiará”, “hay
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que darle tiempo”, etc.). Asimismo, es en esta miento de múltiples problemas de salud (físi-
fase cuando la mujer, al no explicarse el porqué cos, psíquicos y sociales). Asimismo, sufrir mal-
de la violencia, puede seguir culpándose a sí mis- trato durante mucho tiempo supone un factor
ma de provocarla o de no saber tratar adecuada- de riesgo más para la salud, en la medida en
mente a su pareja. Finalmente, esta situación, que puede llevar a muchas víctimas a utilizar es-
claramente insana, genera en la víctima diversos trategias de afrontamiento inadecuadas (por
síntomas psicopatológicos o estrategias de afron- ejemplo, fumar en exceso, abusar del alcohol,
tamiento defectuosas (p. ej., abuso de fármacos, consumir otras drogas, alimentarse mal, etc.).
consumo de drogas, dependencia del alcohol,
mayor aislamiento social y familiar, etc.).
Por último, en una tercera fase, cuando la Consecuencias físicas
víctima se siente muy mal y se percata de que la
violencia continúa e incluso aumenta en inten- Los efectos físicos de la violencia doméstica
sidad, la percibe ya como incontrolable. En este van más allá de las mujeres maltratadas que re-
caso ya ha perdido la esperanza en el cambio y quieren asistencia médica de urgencia por las
desconfía incluso de su capacidad para aban- heridas y traumatismos sufridos. Muchos pro-
donar la relación. Es decir, la víctima -ante su blemas de salud de las víctimas aparecen como
desamparo y desesperanza- entra en una especie respuesta física al estrés que han soportado du-
de vía muerta, que la conduce a una mayor gra- rante meses o años. Igualmente, aunque la vio-
vedad psicopatológica (sintomatología depresiva lencia doméstica haya finalizado, sus conse-
y baja autoestima, trastorno de estrés postrau- cuencias pueden permanecer durante mucho
mático, ideas o intentos de suicidio, etc.). En tiempo (Campbell, 2002).
esta fase se pueden integrar aquellas teorías que En términos generales se puede hablar de
explican la aparición de múltiples trastornos tres grupos de consecuencias físicas (Sepúlveda,
psicopatológicos, tales como la teoría de la inde- 2000): a) inmediatas, que serían aquellas pro-
fensión aprendida (Seligman, 1975; Walker, ducidas tras la agresión, tales como lesiones fí-
1979, 1984). sicas de diferente índole y la multitud de sínto-
No obstante, algunas mujeres pueden ate- mas derivados como respuesta física ante el
nuar su sintomatología psicopatológica, aun a estrés soportado (p. ej., dolores de cabeza, pro-
pesar de convivir con el agresor, resignándose y blemas gastrointestinales, caída de las defensas
haciendo propio el sistema atribucional del mal- del sistema inmunitario, sensación de fatiga cró-
tratador. De esta forma, la conducta violenta nica, etc.); b) a largo plazo, derivadas de la vio-
puede ser atribuida a factores externos (el estrés lencia crónica, y que pueden subdividirse en en-
laboral, el consumo de alcohol, las dificultades fermedades médicas o psicosomáticas (p. ej.,
con la educación de los hijos, etc.) o internos del trastornos cardiovasculares, respiratorios, in-
sujeto (el mal carácter, los prontos, etc.). A su munológicos, endocrinológicos, gastrointesti-
vez, la víctima presta una atención selectiva a nales, dermatológicos, ginecológicos, etc.) y en
los aspectos positivos de la situación (contar secuelas físicas (anatómicas, funcionales o esté-
con un hogar, tener una estabilidad económica, ticas); y c) muerte de la víctima, que puede ocu-
disfrutar de los períodos sin violencia, etc.), lo rrir tanto de forma inmediata (p. ej., episodio de
que constituye una variante del síndrome de Es- maltrato, homicidio premeditado, etc.) como
tocolmo (Montero, 2000). tardía (muerte natural derivada de las secuelas
producidas por el maltrato).
res que han sufrido cualquier tipo de maltrato y tario y hacerlo más vulnerable ante las infec-
que les lleva a tener importantes problemas de ciones. Por otra parte, una situación de estrés
salud física y emocional (Rodríguez, 1989; Fo- crónico facilita, a su vez, la automedicación y la
llingstad, Brennan, Hause, Polek et al., 1991; Rat- dependencia de analgésicos y ansiolíticos, que a
ner, 1993, 1995; Eby, Campbell, Sullivan y Da- largo plazo suponen un intento fallido de hacer
vidson, 1995; Campbell, 2002). En conjunto, las frente al malestar generado por el maltrato.
víctimas de maltrato muestran menos salud ge-
neral (cfr. Campbell, 2002) que la población ge- Por último, las mujeres maltratadas requie-
neral, lo que se manifiesta en un mayor número ren asistencia sanitaria en mayor medida que el
de síntomas físicos (McCauley, Kern, Kolodner, resto de mujeres (Ratner, 1993; 1995). Concre-
Dill, et al., 1995), así como en una elevada fre- tamente, acuden con más frecuencia a servicios
cuencia de quejas médicas inespecíficas y de de urgencias (McCauley et al., 1995), buscan
problemas crónicos (Walling, Reiter, O’Hara, más a menudo asistencia psiquiátrica (Bergman
Milburn et al., 1994; Plichta y Abraham, 1996). et al., 1987) y muestran una mayor probabilidad
de ser hospitalizadas o intervenidas quirúrgica-
Más específicamente, suelen presentar dolo- mente (Drossman et al., 1990).
res que habitualmente están cronificados y que
se extienden por diferentes partes del cuerpo
(Bergman, Larsson, Brismar y Klang, 1987): do- Consecuencias físicas del maltrato sexual
lores de cabeza y migrañas (Follingstad et al.,
1991; Eby et al., 1995; Ratner, 1995; cfr.Camp- Los problemas físicos más frecuentes en las
bell, 2002), dolores de espalda y de cuello (Ro- víctimas de maltrato sexual son los ginecoló-
dríguez, 1989; Follingstad, et al., 1991; Ratner, gicos (Campbell, 2002). Estos trastornos son los
1995; cfr. Campbell, 2002), dolores pélvicos y en más duraderos y se dan en una proporción tres
el área genital (cfr. Campbell, 2002), dolores to- veces mayor que en las mujeres no maltratadas
rácicos (Eby et al., 1995), dolores en las extre- (McCauley et al., 1995). En la tabla 3 se indican
midades (Follingstad, et al., 1991), etc. Esto ex- los principales problemas físicos relacionados
plica por qué muchas víctimas de maltrato con el maltrato sexual (Campbell, 1995; Plichta,
suelen ser tratadas en clínicas de dolor crónico 1996; Plichta y Abraham, 1996; Jones y Horan,
(Haber, 1985). 1997; Salber y Taliaferro, 2000; cfr. Campbell,
2002).
Por otra parte, son característicos otros tras-
tornos asociados al estrés: problemas estoma- Los síntomas más prevalentes son el dolor
cales e intestinales, tales como úlceras, náuseas, pélvico crónico y la dispareunia (Eby et al.,
problemas digestivos, diarrea, etc. (Rodríguez, 1995). Además, son característicos el trastorno
1989; Drossman et al., 1990; Follingstad et al., inflamatorio pélvico, los dolores abdominales y
1991; cfr. Campbell, 2002), problemas de sueño gastrointestinales, así como frecuentes proble-
(Eby et al., 1995) y elevados niveles de presión mas genitourinarios (infecciones, hemorragias
sanguínea (Rodríguez, 1989). vaginales, etc.). Algunas víctimas de maltrato
sexual también presentan enfermedades de trans-
En definitiva, la situación de violencia fami- misión sexual (incluyendo el HIV y el SIDA),
liar representa un estresor crónico para la mujer derivadas fundamentalmente del mantenimien-
maltratada que trae consigo consecuencias muy to de relaciones íntimas sin protección (Eby et
negativas para su salud. La víctima, al verse des- al., 1995). En estos casos, el contagio no provie-
bordada por la violencia, sufre cambios neuro- ne del comportamiento de la mujer (p. ej., del
fisiológicos (p. ej., en los niveles de cortisol) que posible consumo de drogas por vía intravenosa,
están relacionados con múltiples síntomas (do- etc.), sino del maltratador, que, además de tener
lores de cabeza, problemas gastrointestinales, contactos sexuales con otras personas, puede
caída de las defensas del sistema inmunitario, forzar a su pareja a mantener relaciones sexua-
sensación de fatiga crónica, etc.). Asimismo, el les sin protección.
estrés crónico, al suprimir la respuesta inmu-
nológica en proporción directa a la intensidad Por otra parte, las víctimas de maltrato físico
del estresor, puede debilitar el sistema inmuni- que también son agredidas sexualmente por su
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pareja –aproximadamente entre el 35% y el 45% (Sternmac, Del Bove y Addison, 2001). A su vez,
de las víctimas de maltrato físico (Campbell y los menos empleados son el uso de drogas o ar-
Alford, 1989; ; Weingourt, 1990; Eby et al, mas y la agresión a la víctima mientras duerme.
1995)– tienen un mayor riesgo de sufrir proble-
mas de salud que aquellas que sufren exclusiva-
mente violencia física (cfr. Campbell, 2002). Consecuencias físicas del maltrato
durante el embarazo
Existen síntomas y comportamientos pro-
blemáticos -manifestaciones somáticas de la an- El embarazo de una mujer, lejos de consti-
siedad, problemas asociados al estrés, consumo tuir un revulsivo contra la violencia, puede su-
abusivo de alcohol y drogas, etc.- que aparecen poner un periodo potencial de incremento del
tanto en víctimas de maltrato sexual como en riesgo de ser maltratada (Lipsky, Holt, Easter-
mujeres maltratadas física o psicológicamente. ling y Critchlow, 2005).
Este aspecto sugiere que, además de ser intere-
sante analizar las consecuencias físicas en fun- Aproximadamente entre el 1% y el 20% de
ción del tipo de maltrato, se deben considerar las mujeres embarazadas sufren violencia do-
diferencialmente otro tipo de factores, tales méstica por parte de su pareja, aunque la ma-
como la intensidad de los malos tratos y su ex- yoría de las investigaciones han encontrado una
tensión en el tiempo, el método de coacción uti- prevalencia que se sitúa entre el 4% y el 8%
lizado para agredir sexualmente a la pareja, el (Gazmararian, Lazorick, Spitz, Ballard et al.,
grado de vulnerabilidad de la víctima a pade- 1996). También alrededor del 43% de las vícti-
cer diferentes problemas de salud, etc. mas de maltrato doméstico que acuden a trata-
miento psicológico han sido maltratadas duran-
Finalmente, el maltratador sexual ejerce este te el embarazo (Amor et al., 2002).
tipo de violencia a través de diferentes métodos
coactivos. Los más utilizados son las amenazas El maltrato físico durante el embarazo su-
verbales, la violencia físicas y el abuso de alcohol pone un factor de riesgo de muerte para la ma-
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dre, el feto o ambos (Chambliss, 1997; Camp- (Echeburúa et al., 1997; Golding, 1999; Amor et
bell, 2002) e incluso de homicidio intraconyugal al., 2002). El resultado, en último término, es
(Campbell, 1986). A su vez, la violencia física una inadaptación a la vida diaria y una interfe-
durante este periodo puede provocar diversos rencia grave en el funcionamiento cotidiano.
problemas, tales como infecciones del tracto
urinario, lesiones y secuelas físicas en la mujer y
en el feto, abortos espontáneos e inducidos, ini- Trastorno de estrés postraumático
cio tardío de los cuidados prenatales, pobre ga-
nancia de peso en la mujer, dolores en la finali- La tasa de prevalencia del TEPT es muy ele-
zación del embarazo, parto prematuro, poco vada en mujeres maltratadas. Por ejemplo, Gol-
peso del recién nacido, etc. ding (1999) –a partir de un meta-análisis basa-
Dentro de este contexto existen dos aspectos do en 11 investigaciones– encontró una
que han sido objeto de numerosas investigacio- prevalencia media de este cuadro clínico del
nes. Por una parte, hay una moderada relación 63,8% (con un rango que osciló entre el 31% y
entre la violencia durante el embarazo y el bajo el 84,4%). Otras investigaciones –no incluidas
peso del recién nacido (Murphy, Schei, Myhr y en este meta-análisis– ofrecieron tasas de pre-
Du Mont, 2001). Y por otra, las mujeres mal- valencia similarmente elevadas (Herman, 1992;
tratadas durante el embarazo, fuman y consu- Vitanza, Vogel y Marshall, 1995; Perrin, Van
men alcohol y otras drogas con mayor frecuen- Hasselt y Hersen, 1997; Echeburúa et al., 1997;
cia que las mujeres embarazadas que no son Amor et al., 2002). Esta prevalencia media es
maltratadas (Amaro, Fried, Cabral y Zucker- muy parecida a la que sufren las víctimas de
man, 1990; Chambliss, 1997; Lipsky et al., 2005). agresiones sexuales (70%) (Amor, Echeburúa,
El consumo de estas sustancias durante el em- Corral, Zubizarreta y Sarasua, 2001a) y signifi-
barazo, a pesar de los riesgos que entraña para cativamente superior a la existente en la pobla-
la víctima y la criatura en gestación, puede su- ción general de mujeres (entre el 1,3% y el
poner una estrategia de afrontamiento para ali- 12,3%) (cfr. Golding, 1999).
viar los efectos de la violencia sufrida. De hecho,
Asimismo un considerable porcentaje de
este consumo tiende a incrementarse después
mujeres maltratadas se ven afectadas por el de-
de un episodio violento (Kilpatrick, Acierno,
nominado por Hickling y Blanchard (1992) sub-
Resnick, Saunders y Best, 1997).
síndrome de estrés postraumático (es decir, la
Finalmente, otro factor que puede tener con- presencia de dos de los tres criterios diagnósti-
secuencias graves para la salud de la madre y cos, siendo uno el de reexperimentación y otro
del feto es el aislamiento al que pueden verse so- el de evitación o el de hiperactivación). Concre-
metidas las mujeres maltratadas, que les difi- tamente, un estudio reciente (Amor, et al.,
culta la búsqueda de atención prenatal. 2001a), a partir de una muestra de 212 mujeres
víctimas de maltrato en el hogar, obtuvo una
prevalencia del TEPT del 46% y del subsíndro-
Repercusiones psicopatológicas me de este cuadro clínico del 16%. Por tanto,
aproximadamente tan sólo una de cada tres víc-
A nivel psicológico, las consecuencias del timas de maltrato que acude a tratamiento
maltrato crónico pueden resultar devastadoras psicológico no presenta sintomatología clínica-
para la estabilidad emocional de la víctima. En mente relevante de este trastorno.
general, no se trata de limitaciones de la perso-
nalidad de la víctima, sino de la reacción psico- Por otra parte, la violencia repetida e inter-
lógica a la violencia crónica. mitente, entremezclada con períodos de arre-
pentimiento y ternura, suscita en la mujer una
Un elevado porcentaje de víctimas de vio- ansiedad extrema y unas respuestas de alerta y
lencia familiar presenta un perfil psicopatológi- de sobresalto permanentes, que guardan mu-
co caracterizado por el trastorno de estrés pos- cha relación con el TEPT. No en vano muchas
traumático (TEPT) y por otras alteraciones mujeres maltratadas sienten una amenaza in-
clínicas (depresión, ansiedad patológica, etc.) controlable a su vida y a su seguridad personal.
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En estas circunstancias el frecuente consu- cultades para viajar solas en transportes públi-
mo abusivo de alcohol, medicamentos o drogas cos o salir solas lejos de casa (síntomas agora-
tiene diversas explicaciones. Por una parte, la fóbicos), como estrategia protectora de los com-
automedicación puede bloquear los síntomas portamientos celotípicos o controladores del
del estrés postraumático, así como de otro tipo maltratador (Saunders, 1994).
de respuestas psicopatológicas (Walker, 1994); y,
por otra, la cantidad de consumo de estas sus- Estos datos sugieren que gran parte de los
tancias guarda relación con la gravedad de la síntomas de ansiedad excesiva que sufren las
violencia sufrida y con el grado de amenaza per- mujeres maltratadas se deben a su victimiza-
cibido. Por ejemplo, a mayor gravedad de la vio- ción. Quizá sea más adecuado considerar las
lencia sufrida, mayor es el consumo de alcohol respuestas al estrés extremo dentro de un conti-
(Clark y Foy, 2000). Por otra parte, las víctimas nuo más que como un único trastorno (Her-
que han logrado salir de una relación violenta man, 1992).
tienden a reducir su consumo de alcohol, inclu-
so sin ayuda terapéutica (Eberle, 1982; Walker, Sintomatología depresiva
1984).
Uno de los cuadros clínicos más frecuente-
Ansiedad excesiva mente relacionados con los efectos de la violen-
cia familiar es la depresión (Rosewater, 1988;
Sato y Heiby, 1992; Cascardi y O’Leary, 1992;
Aunque el TEPT es un cuadro clínico que Campbell, Sullivan y Davidson, 1995). La tasa
engloba, en gran medida, la sintomatología de de prevalencia de la depresión en víctimas de
ansiedad extrema que sufren las mujeres mal- maltrato es más bien heterogénea y puede osci-
tratadas, pueden darse otros trastornos de an- lar entre el 15% y el 83%. Según Golding (1999),
siedad. Así, las víctimas de maltrato presentan la tasa de prevalencia media de este cuadro clí-
significativamente más trastornos de ansiedad nico en mujeres maltratadas es del 47,6%. En
–fobia específica, agorafobia, trastorno de páni- definitiva, este valor es claramente superior al
co, trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno encontrado en la población general de mujeres,
de ansiedad generalizada– y de depresión que la que se sitúa entre el 10,2% (Weissman, Bruce,
población general (Gleason, 1993; McCauley et Leaf, Florio y Holzer, 1991) y el 21,3% (Kessler,
al., 1995; Tang, 1997). Sin embargo, en varios McGonagle, Zhao, Nelson et al., 1994).
estudios no se encontraron diferencias estadís-
ticamente significativas en la tasa de prevalencia Asimismo, desde una perspectiva dimensio-
de los trastornos de pánico y de ansiedad gene- nal, las mujeres víctimas de maltrato presentan
ralizada entre mujeres maltratadas y no mal- puntuaciones significativamente más altas que
tratadas (Cascardi, O’Leary, Lawrence y Schlee, las mujeres no maltratadas en sintomatología
1995; Saarijärvi, Niemi, Lehto, Ahola y Salo- depresiva (Gellen, Hoffman, Jones y Stone,
kangas, 1996). En cualquier caso, alrededor del 1984; Jaffe, Wolfe, Wilson y Zak, 1986; Ratner,
83% de las víctimas de maltrato doméstico 1993). Por otra parte, las víctimas de maltrato
muestran elevados niveles de ansiedad (Amor, que sufren una mayor gravedad, frecuencia o
Echeburúa, Corral, Sarasua y Zubizarreta, duración de la violencia presentan con más pro-
2001b). babilidad depresión o mayor gravedad de sinto-
matología en este trastorno (Mitchell y Hodson,
Por otra parte, se ha relacionado la alta tasa 1983; Gelles y Harrop, 1989; Kemp, Rawlings y
de prevalencia de problemas de ansiedad en víc- Green, 1991; Cascardi y O’Leary, 1992; Orava,
timas de maltrato con diversas estrategias de McLeod y Sharpe, 1996; Campbell y Lewan-
afrontamiento de las víctimas. Concretamente, dowski, 1997).
las víctimas de maltrato pueden realizar diver-
sas actividades compulsivas para defenderse de Por otra parte, se ha observado que aque-
la elevada ansiedad que sufren y de la percep- llas víctimas de maltrato que llevan seis meses o
ción negativa que tienen de sí mismas (Glea- más sin sufrir violencia doméstica presentan
son, 1993). En otros casos pueden mostrar difi- una significativa disminución de la sintomato-
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logía depresiva (Walker y Browne, 1985; Fo- modo de instrumento de screening, los cuatro
llingstad et al., 1991; Campbell et al., 1995; Sur- ítems del BDI-II que muestran una mayor capa-
tees, 1995; Orava et al., 1996; Campbell y Soe- cidad predictiva del riesgo de intentos de suici-
ken, 1999). Por tanto, cuando el maltrato –que dio (tristeza, autodesagrado, ideas de suicidio
supone la principal fuente de estrés para la víc- y sentimientos de desprecio contra uno mismo).
tima de violencia doméstica– desaparece, los
síntomas depresivos descienden notablemente.
Baja autoestima
Tendencias suicidas El maltrato doméstico, además de estar aso-
ciado a sintomatología depresiva, está relacio-
Sufrir violencia doméstica es un factor de nado con baja autoestima en la mujer (McCauley
riesgo para la aparición de ideas o intentos de et al. 1995; Plichta, 1996; Campbell y Soeken,
suicidio en las víctimas. El sufrimiento experi- 1999; Amor et al., 2002). Por ello, las mujeres
mentado, el desamparo y la desesperanza vivi- maltratadas presentan niveles de autoestima más
dos, así como la percepción de ausencia de sali- bajos que las mujeres no maltratadas (Mitchell y
das (el temor a mayores daños si continúa la Hodson, 1983; Aguilar y Nightingale, 1994; Mc-
convivencia y el miedo al acoso o a las agresio- Cauley et al., 1995; Orava et al.,1996). Por otra
nes si se consuma la separación), llevan a mu- parte, la baja autoestima supone un factor de
chas víctimas a sentirse atrapadas en la relación. vulnerabilidad para el desarrollo de la sintoma-
tología depresiva (Cascardi y O’Leary, 1992) y
Por otra parte, existe una fuerte asociación una dificultad adicional para salir de la relación
entre los síntomas depresivos y las tendencia de maltrato (Aguilar y Nightingale, 1994).
suicidas. Así, se ha observado recientemente que
las víctimas de maltrato con intentos de suicidio Existen discrepancias acerca de los efectos
puntúan significativamente más alto en todos que tiene el tipo de maltrato sufrido sobre la
los ítems del inventario de depresión de Beck autoestima. Según Cascardi y O’Leary (1992),
(BDI-II) (Beck, Steer y Brown, 1996) que aque- el maltrato físico repetido y continuo produce un
llas mujeres maltratadas sin intentos de suicidio efecto más dramático y duradero en la autoesti-
(Houry, Kaslow y Thompson, 2005). Por ello, ma de las mujeres maltratadas que en la sinto-
no es extraño que una de cada cuatro mujeres matología depresiva, aunque, según Tuel y Rus-
que lleva a cabo un intento de suicidio sea -o sell (1998), el maltrato físico predice la
haya sido- víctima de maltrato (Stark y Flitcraft, sintomatología depresiva. A su vez, Campbell
1988). Asimismo, de todas las mujeres que acu- (1989) indica que el maltrato sexual está rela-
den a urgencias, aquellas que son maltratadas cionado significativamente con bajos niveles de
presentan una probabilidad cinco veces mayor autoestima, y en especial con el componente de
de intentos de suicidio que las que no lo son la imagen corporal. También se ha encontrado
(Rhodes, Lauderdale, He y Howes, 2002). una elevada relación entre el maltrato emocional
y niveles bajos de autoestima (Aguilar y Nigh-
Aunque la tasa de prevalencia de las tenden- tingale, 1994; Tuel y Russell, 1998). Es más, el
cias suicidas es heterogénea de unas investiga- maltrato que implica control sobre la mujer mal-
ciones a otras (con un rango que oscila entre el tratada -el maltratador dice lo que la víctima
4,6% y el 77% de las víctimas), la tasa de preva- puede hacer, decir, ver, la impide ir a trabajar,
lencia media se sitúa en el 17,9% de las mujeres etc.- es el único tipo de maltrato que estaba aso-
afectadas (es decir, una de cada seis), que está ciado a bajos niveles de autoestima (Aguilar y
muy por encima de la media de la población Nightingale, 1994).
normativa. En ésta la tasa de ideación suicida
oscila entre el 0,8% y el 15,9%, mientras que Por otra parte, otro aspecto asociado a la
los intentos de suicidio fluctúan entre el 0,1% y autoestima y al estado de ánimo es el locus de
el 4,3% (Moscicki, 1989). control de la víctima. En general, las víctimas de
maltrato tienen un locus de control externo con
Por último, Houry et al. (2005) recomiendan más probabilidad que las mujeres no maltrata-
que en los ámbitos de urgencia se apliquen, a das (Orava et al., 1996). Asimismo las mujeres
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que sufren maltrato físico perciben que su vida tores (Byrne, Arias y Lyons, 1993; Kubany y
está más controlada por factores externos que Manke, 1995; Echeburúa y Corral, 1998; Eche-
las mujeres no maltratadas (Pagelow, 1984; burúa, Corral y Amor, 2001), tales como las per-
Browne, 1986; Finn, 1986). Aun así, aquellas cepciones que tienen sobre sí mismas, algunos
mujeres que son maltratadas, y que perciben comportamientos realizados, los sentimientos
más apoyo por parte de su pareja y se sienten que tienen con respecto al maltratador, el arre-
más eficaces en su relación -locus de control in- pentimiento por algunas de las decisiones im-
terno-, experimentan más síntomas de depre- portantes que han tomado en su vida, la creen-
sión que las mujeres que se sienten menos efi- cia de los comentarios culpabilizadores que
caces o que perciben menos apoyo (Arias, Lyons pueden provenir del maltratador, de los fami-
y Street, 1997). Una posible explicación es que liares o de la sociedad, etc. En la tabla 4 se se-
las víctimas que tienen un locus de control in- ñalan algunas de las atribuciones relacionadas
terno se sienten más responsables del maltrato con la culpa en víctimas de violencia doméstica.
que sufren y, por tanto, pueden culparse por
ello y estar anímicamente más bajas que aque- Estos factores, además de contribuir a que la
llas con un locus de control externo. víctima se sienta responsable de su victimiza-
ción, favorecen la creencia de que ellas deben
cambiar para que cese el maltrato del que son
Sentimientos de culpa objeto. En ellas también pueden darse cambios
cognitivos, tales como mostrar lealtad paradóji-
Las víctimas de violencia doméstica, aunque ca hacia el maltratador o hacer atribuciones
resulte sorprendente, muestran sentimientos de causales que incrementan sus sentimientos de
culpa en mayor medida que las mujeres no mal- culpa y de recelo generalizado (Saunders, 1994).
tratadas (Barnett, Martínez, y Keyson, 1996). Asimismo estos factores, considerados en su
Ahora bien, se han encontrado tasas de preva- conjunto, dificultan la búsqueda de ayuda ex-
lencia de estos sentimientos muy dispares de terna (acudir a centros asistenciales, denunciar
unos estudios a otros. Mientras que Cascardi y a la policía, etc.). Por ello, el conjunto de creen-
O’Leary (1992) observaron que tan sólo el 12,5% cias erróneas asociadas a sus sentimientos de
de las víctimas de maltrato se culpaban a sí mis- culpa debe convertirse en un objetivo terapéuti-
mas de haber causado la violencia de la que ha- co prioritario (Kubany y Manke, 1995).
bían sido objeto y el 18% se culpaban por la
aparición del primer episodio de maltrato, Ku- Desde otra perspectiva, las mujeres maltra-
bany, Haynes, Abueg, Manke et al. (1996) halla- tadas no siempre se culpan por el maltrato su-
ron que sólo el 3,6% no se sentían culpables del frido (Frieze, 1979). De hecho, a medida que se
maltrato sufrido, casi la mitad presentaban un incrementa la gravedad de la violencia, la mujer
nivel moderado de sentimientos de culpa y el tiende a culpar con más probabilidad al mal-
24% se sentían extremadamente culpables. tratador. Pero en aquellos casos en que la vícti-
ma sigue culpándose, es más probable la pre-
Por otra parte, los sentimientos de culpa no sencia de síntomas depresivos (Walker, 1979).
son exclusivos de las víctimas de maltrato do- Por otra parte, las mujeres que disculpan a los
méstico. También existen en víctimas de acci- hombres violentos tienden a hacerlo únicamen-
dentes y de incendios graves, en ex combatien- te mientras dura la relación; una vez liberadas
tes, supervivientes de catástrofes, e incluso en de las presiones sociales, son, por lo general,
familiares de víctimas de homicidio, suicidio, capaces de ver con claridad quién es el verdade-
accidentes y enfermedades repentinas (cfr. Ku- ro culpable.
bany et al., 1996). Además, esta culpa es dife-
rente y más grave que la evocada por sucesos or-
dinarios, debido a que los sucesos traumáticos Gravedad psicopatológica en función
causan más dolor y estrés que los sucesos de la del tipo y circunstancias del maltrato
vida cotidiana (Kubany y Manke, 1995).
Las víctimas de violencia doméstica pueden El maltrato doméstico es un suceso traumá-
sentirse culpables en función de diferentes fac- tico que produce unas graves consecuencias fí-
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Atribuciones a su personalidad
• Considerarse estúpidas.
• Verse poco atractivas.
• Sentirse sin valía o inferiores a las demás.
Atribuciones a su conducta
• Creerse provocadoras de la violencia sufrida.
• Mantener sentimientos ambivalentes hacia su pareja.
• Haber cedido a los “chantajes” o a las amenazas del agresor.
• Haber tenido contactos sexuales a su pesar.
• Ocultar su problema –o encubrir al maltratador– ante otras personas (familiares, amigas, etc.) o ante diversos pro-
fesionales (médico, asistente social, abogado, etc.).
• Haber denunciado al maltratador.
• Sentirse responsable de las medidas legales tomadas contra el agresor.
• Haberse casado “voluntariamente” con el agresor, en contra de los consejos de algunos familiares o amigos.
• Sentirse responsables del maltrato infligido por su marido a los hijos.
Atribuciones a la transgresión de normas autoimpuestas
• Considerarse responsable de haber “roto” a la familia o de que los hijos carezcan de recursos por la separación
de la pareja.
• Pensar que los problemas del hogar no deben salir al exterior.
• Haber destruido el “principio” de que la pareja debe permanecer unida, de que casarse es para siempre o de que
el “amor debe ser eterno”.
sicas y psicológicas en las víctimas que lo su- entre las víctimas de maltrato físico y las de
fren. Asimismo existen una serie de factores maltrato psicológico (Echeburúa et al., 1997;
que, con relativa independencia de las diferen- Amor et al., 2001b). Concretamente, ambos gru-
cias individuales (p. ej., la fortaleza física y psi- pos de víctimas -maltrato físico (n1=137) y mal-
cológica de cada persona, los recursos psicoló- trato psicológico (n2=75)- puntuaron parecido,
gicos propios, la edad, etc.), pueden agravar aún tanto en la tasa de prevalencia y gravedad del
más el malestar de las víctimas. A continuación TEPT como en otros síntomas de malestar emo-
se revisan algunos de estos factores. cional (ansiedad excesiva, sintomatología de-
presiva, autoestima e inadaptación global)
(Amor et al., 2001b). En esta investigación re-
Maltrato físico y psicológico sulta llamativo que el perfil psicopatológico sea
similar cuando las circunstancias de maltrato
El maltrato psicológico tiene un impacto tan de las mujeres maltratadas físicamente eran ob-
grande en las víctimas como la violencia física jetivamente peores tanto en la gravedad del mal-
(O’Leary, 1999). Según Follingstad, Rutledge, trato (comienzo anterior del maltrato, violencia
Serg, House y Ploek (1990), las humillaciones de más larga evolución y que con más frecuen-
continuas producen un impacto sobre la estabi- cia se extendía a los hijos) como en la intensidad
lidad emocional de las víctimas similar al pro- (p. ej., mayor probabilidad de sufrir relaciones
ducido por las agresiones físicas. Igualmente, sexuales forzadas, maltrato durante los emba-
estudios más recientes no han encontrado dife- razos, presentación de denuncias, necesidad de
rencias significativas en el perfil psicopatológico salir del hogar, etc.).
P. AMOR, I. A. BOHÓRQUEZ Y E. ECHEBURÚA / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 129-154 145
Por otra parte, hay incluso investigaciones en Desde otra perspectiva, se han comparado
que el maltrato psicológico, aunque no cause he- a víctimas de maltrato (con presencia o ausen-
ridas físicas, puede producir un impacto más per- cia de relaciones sexuales forzadas) con vícti-
judicial y duradero que el maltrato físico (Gold- mas (recientes y no recientes) de agresión se-
berg y Tomlanovich, 1984; Walker, 1994). Este xual extraconyugal en los síntomas del TEPT
aspecto puede relacionarse con el intenso miedo, (tabla 5). Aunque todos los grupos mostraron
la culpa y el daño que ocasiona el maltrato psico- elevadas puntuaciones en la sintomatología del
lógico sobre la autoestima de las víctimas. Otra TEPT, fueron las víctimas recientes de agresión
característica del maltrato psicológico es que en sexual extraconyugal las que obtuvieron pun-
algunos casos es el primer peldaño de la violencia tuaciones mucho más elevadas que el resto de
física (sin que desaparezca la psicológica). En los grupos.
este sentido el maltrato psicológico que se da en
los primeros 18 meses de matrimonio predice la Sin embargo, las mujeres maltratadas se-
violencia física en el matrimonio al año siguiente xualmente y las víctimas de agresión sexual ex-
(O’Leary, Malone y Tyree, 1994). traconyugal no reciente presentaban niveles si-
milares de gravedad en este cuadro clínico
Por último, es posible que en el futuro se (Amor et al., 2001a). Estos resultados indican
encuentre que el maltrato psicológico y el aban- que el maltrato sexual causado por la pareja tie-
dono emocional son particularmente devasta- ne unas consecuencias similares a las agresiones
dores para las víctimas (niños o adultos), al in- sexuales cometidas por un desconocido. Es más,
terferir con el desarrollo de la autoestima, la según Mahoney (1999), las mujeres agredidas
autoaceptación y la regulación emocional sexualmente en su matrimonio presentan una
(Langhinrichsen-Rohling, 2005). probabilidad 10 veces mayor de sufrir múltiples
episodios de maltrato sexual que las mujeres
violadas por un extraño o conocido.
Relaciones sexuales forzadas Según Woods (2005), los diferentes núcleos
de síntomas del TEPT están relacionados dife-
Las víctimas que sufren relaciones sexuales rencialmente con la salud física de las víctimas.
forzadas por parte de su pareja, además de mal- Concretamente, los síntomas de hiperactivación
trato físico o psicológico, presentan una mayor eran los síntomas que mejor predecían la salud
tasa de prevalencia del TEPT que aquellas que física en mujeres maltratadas y en mujeres ex
no son forzadas sexualmente (tasas de preva- combatientes; en cambio, los síntomas de reex-
lencia del 53,8% y el 41,8%, respectivamente) perimentación eran los que estaban más rela-
(Amor et al., 2001a). Es decir, el maltrato sexual cionados con la salud física de las víctimas de
es un predictor específico del TEPT (Kemp, Gre- violación. Esto se podría explicar en parte por la
en, Hovanitz y Rawlings, 1995), pero no tanto diferencia entre ser victimizada una vez (agre-
de otros síntomas de malestar emocional (an- sión sexual) o sufrir múltiples episodios trau-
siedad excesiva, sintomatología depresiva, au- máticos a largo plazo (en el caso de las vícti-
toestima e inadaptación global) (Amor, 2000; mas de maltrato o ex combatientes).
Amor et al., 2001a).
Por otra parte, el maltrato sexual puede te-
ner peores consecuencias en aquellas mujeres Otras circunstancias del maltrato
que al revelar su victimización son cuestionadas
o incluso culpadas por ello (Marx, 2005). A su Además del tipo de violencia soportada (fí-
vez, las víctimas que sufren maltrato físico y se- sica, psicológica o sexual), existen otras cir-
xual, a diferencia de aquellas que exclusiva- cunstancias del maltrato relacionadas con la
mente son maltratadas físicamente, tienen un psicopatología que sufren las mujeres maltra-
mayor riesgo de suicidio y de consumo abusivo tadas. Específicamente, según Amor et al.
de alcohol (Wingwood, DiClemente y Raj, 2000), (2002), las víctimas que carecen de apoyo social
e incluso de ser asesinadas por el agresor o familiar y siguen en convivencia con el agre-
(Campbell y Soeken, 1999). sor, o recientemente se han separado de él,
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TABLA 5. Comparaciones intergrupales en función del trastorno de estrés postraumático (Amor et al., 2001)
23,64 • •
Reexperimen-
tación 5,55 (2,88) 6,82 (3,16) 9,94 (3,64) 7,76 (3,68)
Grs. 3>1,2,4
(Rango: 0-15)
4,2>1
5,32 •
Evitación
6,51 (3,79) 7,27 (3,91) 9,00 (4,73) 8,41 (2,25)
(Rango: 0-21) Grs. 3>1,2
4>1
10,33 • •
Hiperactivación
6,93 (4,02) 8,55 (4,58) 10,45 (3,85) 6,98 (3,85)
(Rango: 0-15) Grs. 3>1,2,4
2>1,4
muestran una mayor intensidad del TEPT, así durante los tres años y medio de la investigación
como de malestar emocional (ansiedad excesi- presentaban una salud más pobre, unos niveles
va, sintomatología de depresión, baja autoesti- más altos de depresión y de estrés, una autoes-
ma, etc.). Al mismo tiempo, cuanto más recien- tima más baja y una menor capacidad para au-
te sea el último episodio de maltrato, mayor es tocuidarse, que aquellas mujeres que definiti-
la intensidad del TEPT. Además, soportar más vamente dejaron de ser maltratadas en algún
años de maltrato y presentar antecedentes de momento a lo largo de este tiempo. Estos re-
violencia en la familia de origen están asocia- sultados coinciden básicamente con los de Fo-
dos a un mayor grado de inadaptación a la vida llingstad et al. (1991). Por tanto, cuanto más
cotidiana. alejado esté el último episodio de maltrato en el
tiempo, menor será la sintomatología depresiva
Diferentes investigaciones están en conso-
de las mujeres maltratadas.
nancia con estos resultados. Por ejemplo, la de-
saparición del maltrato, junto con el paso del Por otra parte, cuando la mujer permanece
tiempo, predicen un descenso en la sintomato- durante más años sufriendo malos tratos, está
logía depresiva de las víctimas (Walker y Brow- sometida a un estresor crónico, que supone un
ne, 1985; Follingstad et al., 1991; Campbell, elevado riesgo para su salud física y psicológica.
1995; Surtees, 1995; Campbell y Soeken, 1999). Además se puede encontrar aislada socialmente
Más específicamente, según el estudio longitu- y tratar de ocultar la violencia de la que es obje-
dinal de Campbell y Soeken (1999), aquellas víc- to. Esto lleva a una mayor dependencia del agre-
timas que con regularidad fueron maltratadas sor, quien, a su vez, experimenta un aumento
P. AMOR, I. A. BOHÓRQUEZ Y E. ECHEBURÚA / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 129-154 147
del dominio a medida que se percata de la ma- mujeres maltratadas que permanecen en con-
yor soledad de la víctima. vivencia prolongada con el agresor. Y por otra,
se han analizado los principales daños físicos y
Otros factores que predicen la gravedad del psicopatológicos que tienen que ver con una vic-
TEPT y el malestar emocional en las víctimas de timización prolongada, así como los aspectos
maltrato son los siguientes: a) el grado de ame- del maltrato que son susceptibles de generar
naza -real o percibido- que representa el mal- una mayor gravedad psicopatológica en las víc-
trato para la vida de la víctima (Gallers, Foy, timas.
Donahoue y Goldfarb, 1988; Houskamp y Foy,
1991; Resnick, Kilpatrick, Dansky, Saunders y El abandono de una relación de pareja vio-
Best, 1993), sobre todo cuando el agresor recu- lenta supone una decisión extremadamente
rre a amenazas de muerte (Perrin, Van Hasselt, compleja y difícil de tomar. En cada caso existen
Basilio y Hersen, 1996); b) la intensidad y la fre- unas circunstancias particulares –contextuales
cuencia de la exposición a la violencia (Hous- (dependencia económica, aislamiento familiar y
kamp y Foy, 1991; Kemp et al., 1991; Astin, Law- social, presiones familiares o sociales, dificul-
rence y Foy, 1993; Saunders, 1994; Kemp et al., tades para acceder a recursos comunitarios,
1995); y c) la falta de apoyo social (Green, Grace, etc.), personales (p. ej., creencias, sentimientos
Lindy y Gleser, 1990; Perrin et al., 1996). Por el de baja autoestima, malestar emocional, miedo
contrario, la red de apoyo social es beneficiosa extremo al agresor, etc.) y vinculadas a los mal-
para las víctimas, al ayudarlas a reducir el im- tratadores (p. ej., presencia de características
pacto estresante de la violencia experimentada y antisociales, dependencia emocional con res-
ofrecerles una salida a su situación (Tan, Basta, pecto a la víctima, “arrepentimientos” intermi-
Sullivan y Davidson, 1995). Asimismo, la dispo- tentes por su comportamiento violento, amena-
nibilidad del apoyo social correlaciona negati- zas de suicidio o de muerte a su mujer e hijos si
vamente con los síntomas de estrés (Dutton, es abandonado, etc.)- que dificultan enor-
Saunders, Starzomski y Bartholomew, 1994) y memente el abandono de la relación (Rhodes y
con la intensidad del TEPT (Astin et al., 1993). Baranoff, 1998; Amor, 2000; Salber y Taliaferro,
2000; Echeburúa et al., 2002).
Finalmente, aquellas víctimas que han sufri-
do algún suceso traumático con anterioridad al En este contexto se han expuesto diversas
maltrato (abusos sexuales en la infancia, agre- teorías que tratan de explicar la permanencia
siones sexuales, violencia comunitaria, etc.) de una mujer maltratada en convivencia pro-
muestran una mayor vulnerabilidad a padecer el longada con el agresor. Éstas se pueden dividir
TEPT y síntomas de malestar emocional (Res- en dos grandes grupos. Por un lado, están las
nick et al., 1993; Koss, Goodman, Browne, Fit- teorías que se centran en los principales factores
gerald et al., 1994; Astin, Ogland-Hand, Coleman que influyen en el proceso de toma de decisiones,
y Foy, 1995; Brown, Hill y Lambert, 2005; Mc- en el que las víctimas realizan múltiples análisis
Guigan y Middlemiss, 2005;). Según Resnick, (p. ej., de los costes y beneficios de seguir o
Kilpatrick, Best y Kramer (1992), las mujeres abandonar la relación, del grado de compromi-
que previamente han sufrido agresiones sexuales so que tienen dentro de la relación de pareja, de
muestran una probabilidad tres veces mayor de su capacidad percibida para salir con éxito de la
desarrollar el TEPT que las mujeres que han sido relación de maltrato, etc.). Y, por otro, están las
agredidas sexualmente por primera vez. teorías referidas a la dependencia emocional de
las víctimas y a las repercusiones psicopatológi-
cas del maltrato, que dan gran importancia, en-
Conclusiones tre otros factores más específicos de cada teoría,
a la intermitencia entre el buen y el mal trato
(Dutton y Painter, 1981, 1993; Long y McNama-
En este trabajo se han revisado múltiples in- ra, 1989).
vestigaciones centradas en diversos aspectos re-
lacionados con las víctimas de violencia domés- Por otra parte, la respuesta emocional de las
tica. Por una parte, se han resumido las teorías víctimas y su sistema de creencias pueden cam-
más significativas que explican por qué existen biar durante la convivencia con el agresor
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(Echeburúa et al., 2002). Así, no es lo mismo impacto tan grande en las víctimas como la vio-
que la mujer albergue la esperanza de que el lencia física (Goldberg y Tomlanovich, 1984;
maltrato puede acabar si ella se esfuerza más Walker, 1994; O’Leary, 1999; Amor et al., 2001b).
para lograr que la relación sea armoniosa En segundo lugar, el maltrato sexual conlleva
(Brockner y Rubin, 1985; Strube, 1988) que unas consecuencias psicopatológicas similares a
cuando la víctima ha perdido la esperanza en el las víctimas de agresión sexual extraconyugal
cambio, e incluso desconfía de su capacidad (Amor et al., 2001a), así como una mayor grave-
para abandonar al agresor. En el primer caso dad de síntomas del trastorno de estrés pos-
la mujer puede sufrir una excesiva ansiedad y traumático, un mayor riesgo de suicidio (Wing-
sentimientos de culpa por lo que le ocurre; en el wood et al., 2000), e incluso de ser asesinadas
segundo caso, la víctima puede presentar con por el agresor (Campbell y Soeken, 1999), que
más probabilidad sintomatología depresiva, baja otros tipos de maltrato (físico o psicológico). Y
autoestima, ideas o tentativas de suicidio, tras- en tercer lugar, la falta de apoyo social y fami-
torno de estrés postraumático, inadaptación en liar, la extensión en el tiempo de los malos tra-
diferentes áreas de su vida, etc. (Seligman, 1975; tos, su intensidad y frecuencia, la cercanía tem-
Walker, 1979, 1984). poral al último episodio de maltrato y el
sufrimiento con anterioridad de otros sucesos
El maltrato doméstico representa un claro traumáticos pueden incrementar la gravedad
factor de riesgo para la salud física y psicológi- psicopatológica en las víctimas.
ca. Desde el punto de vista físico, las víctimas de
maltrato muestran menos salud general que el Por último, sería conveniente investigar múl-
resto de mujeres, lo que se traduce en molestias tiples aspectos, entre ellos el curso longitudinal
y dolores diversos, en trastornos asociados al de los síntomas (físicos y psicopatológicos) en
estrés y en una mayor debilidad del sistema in- mujeres maltratadas que conviven con su pareja
munitario, que les hace más vulnerables ante agresora en comparación con aquellas que
infecciones y otros problemas de salud (cfr. abandonan la relación, así como delimitar los
Campbell, 2002). factores que predicen el abandono de una rela-
ción violenta. También sería conveniente anali-
Desde una perspectiva psicopatológica, los zar por qué un agresor permanece tantos años
cuadros clínicos más frecuentemente relaciona- conviviendo y maltratando sistemáticamente a
dos con los efectos de la violencia familiar son la su pareja sin abandonar la relación.
depresión (Rosewater, 1988; Cascardi y O’Leary,
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