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Guion del libro Pedro Paramo

Personajes:
Pedro paramo: Juan Sebastián Pizo Delgado
Padre Rentería: Alex Jhoan Chaguendo González
Tartamudo: Alex Jhoan Chaguendo González
Susana San Juan: Danna Sofía Silva Bolaños
Narrador: Danna Sofía Silva Bolaños

ESCENA: 1

Narrador: Los vientos siguieron soplando todos esos días.


Esos vientos que habían traído la lluvia. La lluvia se había
ido; pero el viento se quedó. Allá en los campos la milpa
oreó sus hojas y se acostó sobre los surcos para
defenderse del viento. de día era pasadero; retorcía las
yedras y hacia crujir las tejas en los tejados; pero de noche
gemía, gemía largamente. Pabellones de nubes pasaban
en silencio por el cielo como si caminaran rozando la
tierra.
Susana san juan oye el golpe del viento contra la ventana
cerrada. Esta acostada con los brazos detrás de la cabeza,
pensando, oyendo los ruidos de la noche; cómo la noche
va y viene arrastrada por el soplo del viento sin quietud.
Luego el seco detenerse.
Han abierto la puerta. Una racha de aire apaga la lámpara.
Ve la oscuridad y entonces deja de pensar. Siente
pequeños susurros. En seguida oye el percutir de su
corazón en palpitaciones desiguales. Al través de sus
párpados cerrados entrevé la llama de la luz.
No abre los ojos. El cabello está derramado sobre su cara.
La luz enciende gotas de sudor en sus labios. Pregunta:

Susana san juan — ¿eres tú, padre? Y

Padre Rentería: soy tu padre, hija mía

Narrador: Entreabre los ojos. Mira como si cruzara sus cabellos una sombra sobre el Techo, con la
cabeza encima de su cara. Y la figura borrosa de aquí enfrente, Detrás de la lluvia de sus pestañas.
Una luz difusa; una luz en el lugar del Corazón, en forma de corazón pequeño que palpita como
llama parpadeante. «Se te está muriendo el corazón —piensa—. Ya sé que vienes a contarme que
Murió Florencio; pero eso ya lo sé. No te aflijas por los demás; no te apures por mí. Yo tengo
guardado mi dolor en un lugar seguro. No dejes que se te apague el corazón»

Enderezó el cuerpo y lo arrastró hasta donde estaba el padre Rentería


Padre Rentería: ¡déjame consolarte con mi desconsuelo !

Narrador: El padre Rentería la dejó acercarse a él; la miró cercar con sus manos la vela encendida
y luego juntar su cara al pabilo inflamado, hasta que el olor a carne chamuscada lo obligó a
sacudirla, apagándola de un soplo. Entonces volvió la oscuridad y ella corrió a refugiarse debajo de
sus sábanas.

El padre Rentería le dijo:

He venido a confortarte, hija

Susana san juan: entonces adiós, padre No vuelvas. No te necesito

Narrador: Y oyó cuando se alejaban los pasos que siempre le dejaban una sensación de frío, de
temblor y miedo.

Susana san juan: -¿para qué vienes a verme, si estás muerto?

Narrador: el padre Rentería cerró la puerta y salió al aire de la noche. El viento seguía soplando

ESCENA: 2
Narrador: un hombre al que le decía tartamudo
llego a la media luna y pregunto por pedro
paramo:

Susana san juan: ¿para qué lo solicitas?

Tartamudo: quiero hablar con el

Susana san juan: No está

Tartamudo: - dile, cucuando regrese, que vengo de parte de don fulgor


Susana san juan: lo iré a buscar; pero aguántate unas cuantas horas

Tartamudo: dile, es cocosa de urgencia

Susana san juan: se lo diré

Narrador: El hombre al que decían el Tartamudo aguardó arriba del caballo. Pasado un rato, Pedro
Páramo, al que nunca había visto, se le puso enfrente:

Pedro paramo: ¿qué se te ofrece?

Tartamudo: necesito hablar directamente cocón el patrón

Pedro paramo: yo soy: ¿Qué quieres?

Tartamudo: Pues, nanada más esto. Mataron a don Fulgor Sesedano.

Pedro páramo: ¿Y qué esperas? ¿Por qué no te mueves? Anda y diles a ésos que aquí Estoy para lo
que se les ofrezca. ¿Qué jaiz de revolucionarios son?

Tartamudo: no lo sé. Ellos así se nombran

Pedro paramo: dile al tilcuate que lo necesito más que deprisa

Tartamudo: así lo hare papatrón

Narrador: Pedro Páramo volvió a encerrarse en su despacho. Se sentía viejo y abrumado. No le


preocupaba Fulgor, que al fin y al cabo ya estaba «más para la otra que para ésta». Había dado de
sí todo lo que tenía que dar; aunque fue muy servicial, lo que sea de cada quien.

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