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A lo largo de los años, durante distintas épocas,

el sexo ha sido considerado tabú, y se ha procurado que las


mujeres lleguen vírgenes al altar. El fomentar en que las
mujeres conserven su virginidad el mayor tiempo posible,
proviene de las civilizaciones antiguas, ya que era a las
mujeres vírgenes las que ofrecían a
los Dioses para sacrificio.

La sexualidad la debe elegir libremente cada persona, se


trata de su cuerpo, por lo que nadie debería obligarla a
tener relaciones sexuales. La decisión es de manera
equitativa, entre las personas que participan. Muchas
personas por su religión o tradiciones familiares, elijen
tener relaciones sexuales después del matrimonio e
inclusive se privan de ciertos placeres en el sexo debido a
sus creencias religiosas.
Actualmente, en el mundo vivimos una crisis de amor. Aun
cuando la palabra “sexo”, ha sido remplazada por
el eufemismo “Hacer el amor”, es lo que menos se busca en
una relación. La mayoría de los jóvenes, y ya no tan
jóvenes, buscan sólo satisfacer el placer físico, sin
involucrar el corazón, los sentimientos, el alma. Solo cuerpo
con cuerpo, nada más. 

Aun cuando tenemos la enorme capacidad de


tener sexo por elección, involucrando todos los sentidos,
partes del cuerpo, emociones y sentimientos, entregar
el alma hasta fundirse dos personas en un solo cuerpo, en
un solo ser. Creando una energía armoniosa, creando vida,
aunque no se busque concebir un hijo. Se trata del
mayor acto de amor al que dos personas que se aman
pueden hacer.

Algunas religiones, como el Budismo, Taoísmo y QiGong,


fomentan el sexo espiritual, enseñándolo como un acto más
allá de la procreación, convirtiéndose en una actividad
capaz de iluminar, haciéndolo así espiritual. También el
Hinduismo lo considera una práctica sagrada, que permite a
los individuos a llegar a la iluminación, naciendo así el sexo
tántrico. Del otro lado de la moneda, hay religiones como la
musulmana, que a las mujeres les cortan el clítoris para
evitar que sientan placer durante el acto sexual.

Debido a la crisis que vive el mundo, se ahonda en el tema


del sexo espiritual, porque es el que permite nutrir el alma,
ayuda a encontrarse y liberarse, provoca que las relaciones
se consoliden, y que los seres que participan conecten con
su propia esencia y la esencia del otro.

El sexo espiritual debe ser guiado por una energía sexual,


acercando a las personas, logrando una intimidad total,
alimentando la conexión entre sus almas y cuerpos. Se
puede saber que el acto sexual es espiritual cuando se
convierte en una experiencia trascendental, que
consecuentemente lleve a ambos a la iluminación, se debe
sentir una energía creador.

El sexo espiritual debe ser consensuado, para que la


experiencia sea plena y total para los dos. Empezando por
reconocer el concepto que tienen de sexo, procurando
percibirlo como un acto puro, de entrega, sin pecado,
evitando sentir culpa o tachándolo de malo.

Al ser un acto puro de creación, de entrega total, toda la


atención debe centrarse en la realización del mismo. Es por
eso que se recomienda que en ese momento se
desconecten del mundo, creando una atmósfera única para
los que participan y transformando el acto en un ritual al que
se tiene que respetar y evitar interrumpir.

Ese mismo respeto se debe tener por la persona con la que


se va a realizar el acto de amor, si lo que se quiere es lograr
sexo espiritual, debe ver a la pareja que ha elegido como un
ser único, por el que siente amor, bondad, respeto,
honestidad. Y lo debe tratar como una persona, no como un
objeto, es un ser con el que decide fundirse, por lo que debe
haber una conexión previa y una confianza mutua para
permitirse conocerse y entregarse, desde el cuerpo, los
sentimientos hasta el alma.
Es importante mencionar, que en el sexo espiritual el
orgasmo no es la prioridad, se trata de conectarse con la
pareja, en cuerpo, mente y alma.

“No importa si estás buscando la sabiduría o el placer en la


fuerza del sexo; siempre será una experiencia total. Porque
es la única actividad del hombre que afecta o debería
afectar a los cinco sentidos de manera simultánea. Todos
los canales con el prójimo quedan conectados. En el
momento del orgasmo, los cinco sentidos desaparecen, y
penetramos en el mundo de la magia; ya no somos capaces
de ver, de escuchar, de sentir el sabor, el tacto, el olor.
Durante aquellos largos segundos todo desaparece, un
éxtasis ocupa su lugar. Un éxtasis absolutamente igual al
que los místicos alcanzan tras años de renuncia y
disciplina”.

as religiones y los sistemas organizados de control han


propiciado históricamente en el hombre una separación
entre cuerpo y alma, entre la materia y el espíritu. Desde
este punto de vista sexualidad y espiritualidad parecen ser
dos aspectos totalmente separados. Sin embargo, existe
una conexión profunda entre ambos.

En el plano espiritual se produce también una unión


energética entre las almas. Esa unión es posible solamente
gracias a la energía del amor. El resultado de esa activación
en que ambas manifestaciones energéticas se funden
haciendo desaparecer las individualidades y produciéndose
una mayor activación espiritual. De alguna manera, nos
acerca a Dios.
Al hablar de espiritualidad, frecuentemente hablamos de
amor y nos perdemos en la búsqueda y la expansión de eso
que es en sí mismo mucho más que un sentimiento El amor
está dentro de nosotros, somos amor. Es necesario
reconocer y despertar la conciencia de ese amor que todos
llevamos dentro, ese amor que es y se manifiesta en una
múltiple variedad de posibilidades que van desde el tan
amplio y genérico amor incondicional hasta el encuentro
físico. En todos los casos se trata de conectar con el amor,
con nuestra necesidad y nuestras ganas de amar y
ofrecerlas al mundo, al universo, a la vida, sin aferrarse,
permitiendo que todo se manifieste y se muestre como es.

“El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe.


El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se
sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque
multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la
humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor
revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es
Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la


vida” —Carta de Albert Einstein a su hija Lieserl.

El sexo es espíritu y vida, su finalidad última, mas allá de la


función física puramente reproductiva es contribuir a la
felicidad y a la armonía del universo. Esto implica un alto
grado de responsabilidad.

Hacer el amor es algo más que la unión de dos cuerpos


para encontrar placer. Es también, sin duda, la unión de dos
almas, de dos energías, de dos frecuencias vibracionales
que se encuentran en un punto para ir, si así lo desean, en
una misma dirección. Nada más grande y cuando no se
trata de una simple necesidad de satisfacer.
El cuerpo vibra a determinadas frecuencias, la vida es
vibración y cualquier pulsión que nos lleve a desear tener
sexo de una u otra forma no es negativa y no debe ser vista
como un obstáculo en nuestro camino espiritual. Pero
debemos tener en cuenta que no es lo mismo, para nada,
hacer el amor vibrando en una misma frecuencia, enviando
esa energía a la infinita luz blanca, para que, con esa
liberación energética de amor, de pureza y de unión,
puedan darse y manifestarse todas las cosas buenas que el
universo tiene para ofrecer.

Un aspecto que llama la atención es que en muchos textos


espirituales se tache el hacer el amor como falta de
espiritualidad, como un deseo o instinto de bajo nivel,
puramente carnal que algunos maestros o guías de
espiritualidad aprenden a controlar hasta llegar
supuestamente suprimirlo mientras que otros no, y se
muestran como seres incluso en ocasiones con tendencias
sexuales exageradas. ¿Dónde situamos la espiritualidad? A
nuestro entender el sexo por el sexo, no tiene otro sentido
más que satisfacer esa necesidad corporal, puramente
física. No tiene ninguna implicación espiritual. Hay que tener
en cuenta en todo caso con quien se comparte esa sagrada
energía que queramos o no, se libera cada vez que
realizamos este acto. En todos los casos el hombre y la
mujer comparten su luz. Si esta acción se realiza de una
manera mecánica, puramente instintiva o con emociones
como miedo, agresividad o frustración, emociones todas de
bajo nivel, esas emociones y esa vibración se comparten y
expresan en la otra persona pudiendo afectar incluso a su
estado de ánimo. A partir de ahí, las consecuencias quedan
en el universo.
Hacer el amor desde el amor, con el amor, vibrando al
unísono con la misma persona que eres tú y el otro a la vez,
es un acto sagrado es un acto de agrado a la divinidad y es
un acto de pureza. Nada que ver con los pensamientos
libidinosos, con la culpa o con el pecado. Disfrutar con el
amor, por el amor, es una bendición. La luz de uno se
expande y acrecienta la del otro. Es una bendición para
quien lo da, para quien lo recibe, para quien lo entrega, para
el universo en general. El amor con conciencia es la unión
de dos cuerpos, de dos auras, de dos almas…

No es fácil distinguir cuando un alma vibra en nuestra


misma frecuencia. No son solamente esas mariposas que
se nos ponen en el estómago o nos nublan la cabeza
cuando creemos o pensamos que estamos enamorados. Es
algo que va mucho más allá, es algo que se siente, se nota,
se piensa, se añora…, que se consigue con solo pensar en
la otra persona, con imaginar un abrazo, compartirlo
virtualmente si hay distancia, con juntar las manos y flotar y
ver todas las luces, todos los colores del universo y sentir
palpitar el corazón de esa manera tan grande. Es algo que
se siente y que se sabe. Quien tiene la suerte de vivir una
experiencia así, debe saber que está viviendo una
experiencia fuera de lo común en la mayoría de los que
estamos encarnados. Fuera de lo común no significa que
esa persona sea mejor ni peor, sino que ha tenido en esta
vida la oportunidad de vivir esta experiencia y eso le da
también una responsabilidad, la responsabilidad de saber
amar de saber dar y compartir, de saber entregar. De saber
entender que es lo que tiene en las manos, que es lo que
tiene en el cuerpo, que es lo que tiene en el alma y qué
hacer con ello en su camino espiritual.
Hacer el amor es un acto de entrega, de entrega del
máximo amor al universo. Dos cuerpos y dos almas que
vibran al unísono, una energía esplendida que si se invoca y
se eleva al universo puede utilizarse para los más altos
fines para las más bellas causas, para expandir el amor
universal. Seamos conscientes. No estamos hablando de
que no haya que satisfacer en ocasiones alguna necesidad.
Todos los cuerpos las tienen, todos los humanos las tienen
incluso los más altos y santos. En realidad, si observamos
bien, si estudiamos, pensamos y sentimos vemos como los
místicos no hacían otra cosa que conseguir un éxtasis
espiritual que tiene parangón con el orgasmo físico. Esa
liberación de energía máxima desde el amor y por el amor.
Ahí expandían toda su grandeza. Ese es el significado
profundo de hacer el amor con conciencia.

En todo caso, quien necesita satisfacer sus necesidades


sexuales y no lo hace, las reprime, se frustra. De una u otra
manera tendrá que buscar una forma de expulsar esa
energía estancada que ya no es positiva, que ya no tiene
nada de bueno, pero que tiene que salir porque no puede
contaminar un cuerpo y expandirse en el pues no le sirve.
Poluciones nocturnas, inconscientes serán como son al
principio en los adolescentes, la manera de intentar negar
eso que pasa, pero de dejar que el cuerpo exprese esa
necesidad de descarga a todos los niveles.
Autocomplacencia o masturbación, pueden ser también en
algunos casos una manera de sacar ese excedente de
energía sexual que es en realidad la energía creadora
máxima, la energía que engendra todo, de la que todo sale
y a la que todo vuelve. También es posible intentar liberar
esa energía a través de la creatividad, del arte, de la
escritura, de la música … y cierto es que una parte, tal vez
la más espiritual de esa energía puede liberarse a través de
estos procesos. Pero somos cuerpo, somos materia, hay
una parte física que en todos los casos habrá que liberar.
Hagámoslo con conciencia. No se trata de juntar nuestro
cuerpo, nuestra alma, nuestra energía con cualquiera. No
se trata de la autocomplacencia por la autocomplacencia,
del placer por el placer, aunque si, el placer es necesario,
no es vergonzoso y es bello.

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