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GRADO UNDÉCIMO

Competencia: : Analiza críticamente textos literarios de diversos géneros temática y origen; los relaciona y contrasta con
la vida real; evidenciándolo a través del diálogo y la argumentación ( escrita) para superar enfrentamientos y posiciones antagónicas.
Comprensión: Realiza interpretaciones al identificar opiniones, punto de vista e ideología; detectar recursos narrativos (analepsis,
prolepsis) ambigüedad; formular inferencias, construir representaciones y valorarlas.
Tema: Literatura griega y latina (características y dioses), Textos literarios clásicos.

TEXTOS ANEXOS

Lee cada uno de los textos sugeridos (sobre la mitología griega) y luego soluciona las preguntas que a continuación
se te formulan.
MITO (griego) DE LA MANZANA DE LA DISCORDIA
En la inmensa y regia morada del Olimpo, el gran festín llegaba a su término. Recostados en dorados lechos, los
inmortales bebían el néctar, fúlgido licor de la juventud, que los coperos divinos, Hebe y Ganímedes, vertían
como ríos.
Estaban todos: desde los poderosos señores de la tierra y de las aguas hasta las divinidades menores, desde los
pequeños faunos de los torrentes hasta las ninfas de los bosques.
Todos eran felices porque su vida transcurría en un continuo e inalterable júbilo y porque el mundo, a sus pies,
estaba en paz.
La fiesta se celebraba en honor de la diosa Tetis, desposada con Peleo, de cuyo matrimonio nació luego
Aquiles.
Zeus se hallaba en el centro del gran convite, rodeado por los hermanos Hades y Poseidón; las hermanas Hera,
Hestia y Demetria; los hijos de Hera: Ares y Héfaistos; Apolo y Artemis, hijos de Latona; Atenea, nacida de su
cerebro; Hermes, Afrodita, Dionisio y numerosos sátiros y ninfas, que danzaban y cantaban para deleite de
todos los presentes.
Estos dioses, como los mortales, tenían necesidad de alimento y de sueño. Su alimento era exclusivamente la
ambrosia y su bebida el néctar. En el aspecto físico se diferenciaban de los hombres sólo por la estatura, la
belleza y el don de eterna juventud.
Pero poseían también todas las pasiones de los hombres: el amor y el odio, la ira y la envidia; eran a veces
crueles y a veces magnánimos. Sus días transcurrían alegremente, pero todos estaban sometidos a un poder
superior: el Destino, hijo del Caos y de la Noche, a quien ni Zeus podía oponerse.
De repente en el salón se hizo el silencio. Todas las miradas se fijaron en una extravagante figura que había
aparecido en el umbral: Eris, la única diosa que no había sido invitada. “Es demasiado intrigante —habían
convenido los anfitriones—.
¿Es capaz de echar a perder la fiesta con sus maledicencias? Y ahora se hallaba en medio de los convidados.
Cuando estuvo cerca del triclinio donde se hallaban sentados los dioses mayores, la maléfica diosa extrajo de
entre los pliegues de su túnica una manzana de oro y la arrojó sobre la mesa, exclamando: “He aquí mi regalo.
Es para la más bella de las diosas.” Dicho esto, la diosa de la discordia se retiró.
Después de un instante de sorpresa, las tres diosas que se hallaban sentadas alrededor de la mesa: Palas, Hera y
Afrodita, alargaron la mano hacia la reluciente manzana; pero se detuvieron sorprendidas y se miraron unas a
otras. Zeus, el señor de los dioses, que observaba la escena, sonrió, e interviniendo dijo: “El único medio para
conocer cuál de vosotras es la más bella, y establecer, por consiguiente, a quién corresponde la manzana de la
discordia, es recurrir a un arbitraje. Escoged entre los mortales un juez de vuestro agrado y acatad su decisión.”
Como siempre, Zeus había sentenciado sabiamente. Después de reflexionar, las tres rivales decidieron confiar la
suerte al más hermoso de los mortales, al joven vástago de Príamo, el príncipe Paris Alejandro, que vivía desde
su nacimiento, entre los pastores del monte Ida. Un oráculo había pronosticado que sería la ruina de Troya, por
lo que su madre lo ocultó en la montaña, desobedeciendo las órdenes del esposo, quien, en vista de tan funesto
agüero, había decidido eliminar al hijo. Una mañana, mientras cuidaba su rebaño en un valle solitario, Paris vio
aparecer ante sí tres maravillosas doncellas. Le entregaron la manzana, le explicaron lo que esperaban de él y,
secretamente, cada una le hizo una promesa.
Palas le prometió la sabiduría; Hera, el poder; Afrodita, la pequeña diosa nacida de la espuma del mar, le
prometió la más linda mujer del mundo. Luego, las tres concurrentes se colocaron frente a Paris. Éste titubeó un
instante, y por fin entregó la manzana a Afrodita, quien la tomó con alegría, mientras las otras se alejaban
furiosas.
Instruido por Afrodita, Paris descendió hacia los valles y salió a buscar a la mujer más bonita del mundo y llegó
a Esparta y tocó en la puerta del palacio de Menelao, que era el rey de allá, y esposo de Helena, precisamente la
mujer más bonita del mundo.
Helena era hija de Zeus con Leda y melliza de Pólux, hermana de los también mellizos Cástor y Clitemnestra,
estos dos últimos hijos de Tíndaro (marido de Leda). En Esparta recibieron muy bien a Paris. En cierta ocasión
salió Menelao de urgencia para una guerra. Helena y Paris se enamoraron, y se escaparon para Troya.
Cuando volvió Menelao de su guerra se enteró de lo que había pasado. Llamó a los otros jefes griegos,
compañeros de él a que fueran a Troya a recobrar a Helena y a castigar a Paris.
Esto enfureció a Menelao y éste convocó a los reyes aqueos como Agamenón, su hermano, que fue nombrado
comandante en jefe; Odiseo, que, inspirado por Atenea, fue el que ideó el caballo de madera con el que la
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expedición aquea pudo por fin tomar Troya y Aquiles, entre muchos otros, para ir a recuperar a Helena y así
empezó la famosa historia de la Guerra de Troya.

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ARGUMENTO COMPLETO DE EDIPO REY
Esta obra nos traslada a la época griega, a la ciudad de Cadmo, un reino muy productivo en todo tipo de condiciones, en
esos tiempos gobernaban Layo y Yocasta a quienes un día recibieron la visita de los siervos del dios Apolo, con un mensaje
profético que no tardaría en cumplirse, esta predicción los alarmó de tal manera que para cuando se cumpliera harían lo
posible para que no les afectara.
La profecía anunciaba el nacimiento de un hijo entre Layo y Yocasta, les advirtieron sobre el niño quien al crecer se
volvería asesino de su padre y se convertiría en esposo de su madre y ella le daría hijos, horrorizados no quisieron darle
total credibilidad al mensaje, pero sólo con saber que el mensaje venia del dios Apolo se resignaron a buscar alguna
solución.
Después de un largo tiempo la profecía dio su primer paso cuando los reyes de Cadmo tuvieron un hijo, Layo con el temor
que le dejó el mensaje de los siervos de Apolo, no tardó en mandar a uno de sus guardias para que mataran al niño, dado
que así se sentiría triunfante y seguro en lo que le restaba de vida sin el temor de tener a su asesino vivo y rondando por
los lugares.
Tres días después del nacimiento del hijo de Layo y Yocasta, le perforaron los pies con un garfio de hierro para luego así
ser llevado a lo más alto de la montaña de Citerón desde esa altura tirarlo proporcionándole la muerte segura, pero Layo
sin saber que el corazón del guardia que llevaría al niño a la muerte, era noble y piadoso sumergido en muy buenos
sentimientos, sin deseos de crueldad y con el mayor temor que esta labor le ocasionaba al guardia, cambió el rumbo de la
historia que llevaría el niño, no cumplió la orden que le dio su rey y llevó al niño a Corintio, se lo dio a uno de los
trabajadores de los reyes de Corintio que al cabo de un momento llevó al niño al palacio, entregándoselo a los reyes Pólipo
y Merope, quienes terminaron adoptando al niño.
Lo nombraron Edipo, en términos griegos significa “el de los pies hinchados”, durante el crecimiento del niño fue
desarrollando aptitudes para ser un excelente guerrero, hecho ya un hombre Edipo estaba en un festejo que siempre se
realizaba, de repente se topó con un hombre ebrio que vagaba por los lugares y que no conocía, este le habló sobre su
verdadero propósito para esta vida.
Le confeso que los reyes de Corintio Pólipo y Merope no eran sus verdaderos padres, más bien lo habían adoptado, le
comentó sobre la profecía que le daba el propósito en su vida, le dijo que mataría a su verdadero padre y que se haría
esposo de su madre, Edipo rey temeroso, lleno de dudas y pensamientos se fue al reino a confirmar con sus padres sobre lo
que aquel hombre le había dicho.
Al encontrarse con los que él creía sus padres, no tardó en confesar lo que le había sucedido, preguntándoles que tanta
verdad había en aquellas palabras, Pólipo temeroso, pero transmitiéndole calma a Edipo le negó todo con apoyo de Merope,
ambos nuevamente dieron seguridad de ser sus padres, confirmado esto Edipo rey se aseguró de no salir ni en cometer
alguna airosidad.
Pero como era de esperarse Edipo rey salió del reino, vagaba por una intercepción por donde por cosa de su destino pasaba
una caravana de varios hombres que custodiaban una carreta, el guardia delantero que manejaba la carreta lo empujó y
Edipo se defendió haciendo que entraran en una trifulca saliendo Edipo rey triunfante dándole muerte a todos menos a
uno solo que logró escapar
Siguiendo su camino, entre sus dudas y pensamientos, llegó a Tiresias un ciego adivino, consultando sobre su verdadero
destino en esta vida, y este corroboró lo dicho por aquel hombre ebrio, confirmando lo que había dicho sobre la profecía, y
que los reyes de Corintio no eran sus verdaderos padres, Tiresias le ordenó que no volviese más a aquel lugar, Edipo
destrozado no dudó en obedecerlo.
Emprendió un largo camino a Tebas, de pronto se le apareció La Esfinge, una extraña criatura con cabeza, manos y cara
de mujer, el cuerpo de un perro, alas de ave, garras de león, cola de serpiente y su voz era la de un hombre, se colocó en
guardia para atacar, pero La Esfinge lo detuvo con decirle el acertijo que le revelaba a todo aquel que pasara cerca de ella.
Con la condición de que, si no contestaba correctamente, La Esfinge le daría muerte, Edipo rey se preparó para recibir el
acertijo, era tratar de adivinar sobre un ¿animal que en la mañana tiene cuatro pies, a mitad del día tiene dos y al llegar la
tarde tiene tres? Edipo sin problema le respondió que era el hombre, por cuando nace andaba sobre sus manos y pies,
cuando crece esta solo sobre sus pies, y al envejecer usa un bastón como tercer pie para sostenerse
Junto a Yocasta gobernaron el reino de Tebas, en su lecho de amor y admirable unión dieron vida a sus cuatro hijos dos
varones y dos hembras, pasados los años llego una terrible peste sobre toda la población de Tebas, atacaba desde los más
niños hasta lo más ancianos, matando a su paso personas importantes en el reino, el pueblo clama a su rey Edipo.

Esto lo hace para que les ayude y los haga salvos de esta enferma situación. Edipo rey, sin saber cómo lograr combatir
aquella peste que azotaba en su reino, manda a Creonte a consultar al dios Apolo, para así saber qué hacer para salvar a su
pueblo, al regreso de Creonte, Edipo rey estaba en reunión con varios viejos del reino, le dio las buenas nuevas que Apolo
había dado como respuesta.
El dios Apolo dejó dicho que la peste terminaría al momento que se resolviera un delito que fue cometido hace mucho
tiempo atrás, de manera que La Esfinge no tiene nada que ver, por medio que el asesinato del rey anterior a Edipo llamado
Layo, tenía que ser resuelto para así ser liberados de la peste que consumía hasta la muerte a toda Tebas.

Recibido el mensaje, Edipo rey toma cartas sobre el asunto mandando a todos sus servidores y fieles a buscar el asesino del
antiguo rey, haciendo acusaciones severas sobre quien fuese aquel hombre, buscando la forma de resolver el crimen, todo lo
que se supo de ello es que el rey Layo fue cruelmente asesinado por unos malhechores sin piedad alguna y con muchos
deseos de muerte.

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Lleno de ira, impotencia ya quedando sin paciencia, se le presenta nuevamente Tiresias, le advierte que cuide de todas
aquellas acusaciones que le da aquel hombre que cometió aquel asesinato, ya que no sabría si estas podrían ser utilizadas
en su contra, Edipo con todo lo que sentía en aquel momento corrió a Tiresias sin hacerle caso a su advertencia.

Tiresias le insinuó a Edipo que él era el hombre que todos buscaban, pero Edipo se defendió y lo acuso de que entre él y
Creonte estaban conspirando para sacarlo de su trono aprovechando la oportunidad de esta tragedia que acontecía, y así
Creonte quedar como el único rey de Tebas, al escuchar la respuesta de Edipo, ofendido sin más que decirle Tiresias decide
marcharse.
En su cabeza rondaba todas las palabras dichas por Tiresias, fue directamente a hablar con Creonte para aclarar todas sus
suposiciones, Edipo no dio credibilidad a ninguna de las explicaciones que le daba Creonte, la idea sobre Tiresias y
Creonte en unión para sacarlo del trono, seguía plasmada desde el fondo de sus pensamientos más profundos.

Luego Edipo fue a hablar con su esposa Yocasta, ella le aconsejó a su esposo que se calmara asegurando que no todo lo que
decía Tiresias podría ser cierto, logrando así que la calma dominara y despejara los pensamientos de Edipo, pasado un
tiempo, nuevamente Edipo sostiene una conversación reveladora con su esposa Yocasta
Ella confiesa que hace mucho tiempo ella fue esposa del rey Layo, le contó que los dos tuvieron un hijo al que el dios Apolo
no tardó en predecirle el futuro que le acontecería junto a ese niño causante de la profecía en la que el niño ya hombre
mataría a su padre, se casaría con su madre y junto a ella tendría hijos, convirtiéndose en el esposo de ella y el padre de
sus hermanos.
Continuó narrando sobre lo que aconteció para ese tiempo, le habló sobre lo que hicieron Layo y ella con el niño al nacer,
sin perder la oportunidad de decirle que confirmaba sobre un solo hombre que mató a su esposo Layo junto a todos sus
guardias menos uno que logró escapar, sin decirle el paradero de este ya que cuando vio a Edipo llegar al reino, se llenó de
gran temor y pidió trabajar lejos del rey.
Edipo consiguiente a toda esta revelación, mandó llamar a aquel guardia, pero fue interrumpida su espera por medio de un
mensajero que llego con la noticia de que su supuesto padre Pólipo había fallecido y que Edipo se convertía en su heredero
de trono y riquezas, por lo tanto, tenía el deber de ir a reclamar su corona más el reino de Corintio

Después de recibir el mensaje, Edipo armó el rompecabezas, recordó aquel hombre ebrio que le habló sobre la profecía muy
similar de la que le había confesado su esposa Yocasta junto lo que en aquel momento le consultó a Tiresias y este le
confirmó sugiriendo marcharse de aquel lugar, durante su partida se topó con los guardias que custodiaban el carruaje,
dándoles muerte menos a uno.
Aun así, en el fondo quería seguir creyendo en su inocencia sobre todo esto que le sucedía, pero reconocía que era culpable
de todo, sintiendo temor por todo lo que sentenció a aquel hombre que asesinó al rey Layo sin saber que era él mismo,
después de toda esta confusión que le ocasionaba su mente, llegó al reino un guardia que solicitó hablar con Edipo.

Al hablar con él, escuchar la historia sobre una orden que le fue dada hace mucho tiempo sobre un niño de tres días de
nacido, fue entregado a él para llevarlo lejos de la ciudad de Cadmo y darle muerte a lo alto de las montañas de Citerón, le
dijo que no cumplió la orden, llevando al niño a un trabajador del reino de Corintio que se encargó de dárselos a una
buena familia y eso era todo lo que él sabía.
Ya Edipo cansado de resistirse a las verdades, se proclamó culpable de todo ante todos, Yocasta siendo su madre y buena
esposa no resistió a la revelación de Edipo por medio de la cual su hijo la desposó, aceptó como esposo y le dio cuatro hijos,
llena de dolor, agonía y locura se quitó la vida, dejando a sus cinco hijos huérfanos de madre.

Una vez más al tope de todo, Edipo consumido en su más grande ira por la desdicha que todo esto le ocasionaba en su
interior, se arrancó sus dos ojos, de inmediato solicitó la presencia de Creonte volviéndolo testigo de la profecía ya
cumplida más pidió que él mismo se encargara de darle castigo por toda la culpabilidad que llevaba en todo esto.
Creonte como mayor castigo, desterró a Edipo quien antes de su partida se despidió de sus cuatro hijos, dejando a cargo a
Creonte sobre su cuidado, ya que él no podrá continuar su labor de padre con ellos, y así con su destierro, Creonte vuelve
a ser el rey de Tebas y un padre protector de sus sobrinos, la culpa quedó eterna en Edipo, asesino de su padre, esposo de
su madre, padre de sus hermanos, sin saberlo.

ARGUMENTO DE ANTÍGONA.
En la mitología griega, Antígona es hija de Edipo y Yocasta y es hermana de Ismene, Eteocles y Polinices.
Acompañó a su padre Edipo (rey de Tebas) al exilio y, a su muerte, regresó a la ciudad.
En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran constantemente combatiendo por el trono de
Tebas, debido a una maldición que su padre había lanzado contra ellos. Se suponía que Eteocles y Polinices se
iban a turnar el trono periódicamente, pero, en algún momento, Eteocles decide quedarse en el poder después
de cumplido su período, con lo que se desencadena una guerra, que concluye con la muerte de los dos
hermanos en batalla, cada uno a manos del otro, como decía la profecía. Creonte, entonces, se convierte en rey
de Tebas y dictamina que, por haber traicionado a su patria, Polinices no será enterrado dignamente y se
dejará a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros. (Este mito es contado en la tragedia Los
siete contra Tebas de Esquilo.)
En la obra de Sófocles, Antígona cuenta a su hermana Ismene que Creonte, impone la prohibición de hacer
ritos fúnebres al cuerpo de Polinices, como castigo ejemplar por traición a su patria. Antígona pide a Ismene

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que le ayude a honrar el cadáver de su hermano, pese a la prohibición de Creonte. Ésta se niega por temor a las
consecuencias de quebrantar la ley. Antígona reprocha a su hermana su actitud y decide seguir con su plan.
Posteriormente, un guardián anuncia que Polinices ha sido enterrado, sin que ningún guardián supiera quién
ha realizado esa acción. El coro de ancianos cree que los dioses han intervenido para resolver el conflicto de
leyes, pero Creonte ordena que el cuerpo de Polinices sea desenterrado. Pronto se descubre que Antígona era
quien había enterrado al cuerpo, pues intenta una vez más enterrarlo y realizar los ritos funerarios, pero es
capturada por los centinelas. Antígona es llevada ante Creonte y explica que ha desobedecido porque las leyes
humanas no pueden prevalecer sobre las divinas.

Además, se muestra orgullosa de ello y no teme las consecuencias. Antígona es condenada a muerte. Será
encerrada viva en una tumba excavada en roca.

El hijo de Creonte, Hemón, se ve perjudicado por la decisión de su padre, ya que Antígona es su prometida.
Señala a su padre que el pueblo tebano no cree que Antígona merezca la condena a muerte y pide que la
perdone. Creonte se niega a ello. Antígona va camino a su muerte y, si bien no se arrepiente de su acción, ha
perdido la altivez y resolución que mostraba antes, al dar muestras de temor ante su muer te. La humanización
de Antígona resalta el dramatismo del momento.

El adivino y ciego Tiresias interviene para señalar a Creonte que los cuervos y los perros arrancan trozos del
cadáver de Polinices y los dejan en los altares y los hogares, prueba de que los dioses muestran señales de
cólera. Acusa a Creonte de imprudente y vaticina que alguien de la sangre de Creonte pagará sus errores con
su muerte.

Creonte, ante las profecías de Tiresias, cede y se dispone a rectificar sus faltas. Decide, junto con los
guardianes, ir a liberar a Antígona del sepulcro donde había sido encerrada, pero ésta se ha quitado la vida
ahorcándose. A su lado, Hemón se había suicidado clavándose una espada tras encontrar a su prometida
muerta. Creonte aún tiene que soportar otra desgracia más, pues al volver a palacio con su hijo muerto en
brazos, recibe la noticia de que su esposa Eurídice también se ha suicidado al conocer las noticias.

El coro finaliza con un llamado a obrar con prudencia y respetar las leyes divinas.
Los honores fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba
condenada a vagar por la tierra eternamente. Por tal razón, Antígona decidió enterrar a su hermano y realizar sobre su
cuerpo los correspondientes ritos, aunque con ello se rebelaba contra Creonte.

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