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FOUCAULT – LA VIDA DE LOS HOMBRES INFAMES

Los magistrados sólo pueden desempeñar su papel si se les proporciona un discurso, que es el
que los acusados dicen sobre sí mismos, el hecho, etc. La intervención de la psiquiatría en la
justicia penal empezó a darse entre 1800 – 1835, cuando aparecieron una serie de graves
crímenes, con extrañas crueldades, cometidos por personas sin historia de locura previa, sin
razón ni motivo aparente, en un ámbito doméstico y con características inter-generacionales.
Estos crímenes presentaron un problema nuevo.

Los grandes asesinatos monstruosos, sin razón ni preliminares es la forma singular y paradójica
en la que se presenta la locura criminal o el crimen patológico. Es paradójica porque lo que
habría, sería un tipo de alienación súbita y limitada al crimen. El responsable jurídico del
crimen, es algo que en el sujeto está fuera de su responsabilidad. Sería una locura que se
oculta en él y que no puede controlar. La psiquiatría del siglo XIX inventó esa identidad
absolutamente ficticia, que es la monomanía homicida.

¿A qué se debe esta cruzada a favor de la patologización del crimen? La psiquiatría necesitaba
mostrarse como un poder, como impulsora de la higiene pública, como una defensa ante los
peligros que enfrentaba la sociedad. Y la monomanía homicida sólo podía ser detectada por un
psiquiatra especializado.

La institución penal se empieza a servir con gusto del saber médico a partir de 1820. Los
códigos de tipo napoleónico, sostienen que el estado de alienación es incompatible con la
responsabilidad. Castigar se había convertido en un conjunto de procedimientos, concertados
para modificar a los infractores. Los reformadores de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX,
establecieron que el castigo recayera, más sobre el criminal, que sobre el crimen. Por ello
importaba conocer lo que convertía en criminal al individuo; sus motivos, móviles, instintos,
etc. Si no hay motivos para el crimen, ¿qué castigo se podrá imponer? No se ve cuál es la razón
por la que habría que castigar y ante eso, se necesita al psiquiatra para que dé sentido.

Se inscribe, tanto en la institución psiquiátrica como en la judicial, el tema del hombre


peligroso. La psiquiatría, en los siglos XIX y XX, se orientará hacia la búsqueda de los estigmas o
indicios patológicos, que marcan a los individuos peligrosos (Lombrosso). La noción de
responsabilidad penal se pasa a estar ligada con la comprensión del acto, basado en la
conducta, carácter y antecedentes del individuo. Cuanto más indeterminado y gratuito sea el
acto, más tendencia se tendrá a eximir de responsabilidad al sujeto.

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, la noción de monomanía se fue abandonando. La
idea de una locura parcial, centrada en un punto, que se desencadena en determinados
momentos, fue sustituida por la idea de una enfermedad mental, que puede afectar los
sentimientos, instintos, comportamientos automáticos y dejar casi intacta la razón. Las
enfermedades mentales evolucionan y hay síntomas que son específicos de un estado de la
enfermedad. La cuestión psiquiátrica se fue generalizando a todo el territorio de la
enfermedad mental.

En este momento surge la Antropología Criminal, que promueve una serie de desplazamientos
que van desde el crimen hacia el criminal; del acto cometido al peligro (virtualmente existente)
en el individuo. Estas proposiciones se vieron rápidamente descalificadas; su relación con una
cierta ingenuidad positivista fue descalificada en el siglo XX. Esta corriente parece haber
desaparecido con el advenimiento del siglo XX, relevada por una psico-sociología de la
delincuencia. Sin embargo, no ha desaparecido tan completamente. El derecho civil hizo
posible la articulación del código y de la ciencia en el derecho penal, alrededor de la noción de
accidente, de riesgo y de responsabilidad.

Con el desarrollo del sistema salarial, surgieron los riesgos que afectaban a un tercero (el
patrón exponía a sus asalariados a accidentes de trabajo, los transportistas exponían a
accidentes no sólo a los pasajeros sino también a otra gente) y estos accidentes podían con
frecuencia estar ligados a una especie de falta, aunque fuera mínima, cometida por alguien
incapaz de soportar la responsabilidad civil y el pago de los desaguisados causados. Esto trajo
algo de despenalización de la responsabilidad civil que va a servir luego de modelo al derecho
penal, a partir de proposiciones formuladas por la antropología criminal.

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