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TERCER A SEMANA
"Hasta dar la vida"
“HASTA DAR LA VIDA”
Domingo III
1. DISPONIENDO EL CORAZÓN
• Antes de participar en la Eucaristía con la comunidad cristiana, concédete un momento para
preparar bien la Palabra que hoy será proclamada en la celebración.
• Reza un momento:
“Padre bueno, dame ojos nuevos para descubrir la novedad que nos trae tu
hijo Jesús, la única ley, para poder vivir desde la entrega sin límites a todos
mis hermanos, a ti que vives y reinas…”
2. ATENTOS A LA PALABRA
Ex 20, 1-17; 1 Cor 1, 22-25; Jn 2, 13-25.
• “No tendrás otros dioses frente a mí”. La experiencia del pueblo de la alianza que “olvida” a Dios
y se prostituye a otro dioses “hechura de manos humanas” conduce a la esterilidad, al vacío y a
la muerte. Dios recuerda a Israel que fue Él quien los condujo hacia la liberación y estableció con
Moisés un pacto prometiéndole una tierra en heredad. Israel solo debía seguir los caminos de Dios
y respetar la alianza. El decálogo es un código de conducta. Quien lo sigue encontrará el camino
de la vida: no adorarás a otros dioses, respetarás la vida, no matarás ni robarás, no codiciarás los
bienes de tu hermano ni cometerás adulterio… Hoy puedes preguntarte ¿Hay otros dioses en mi
vida? ¿Mis caminos son los caminos de Dios? ¿Vivo von mirada limpia y con corazón auténtico?
• La experiencia bíblica que acabamos de comentar es “signo” de nuestra propia historia. Como
Pablo recuerda a los cristianos de Corinto, aquello fue solo una “figura” de cuanto debía acontecer.
Para los seguidores de Jesús, su propuesta liberadora es la realización definitiva de cuanto Dios
había prometido a Israel. En Jesús, Dios realiza un nuevo éxodo, la alianza definitiva. En este
tiempo de cuaresma, preparando la pascua, estamos invitados a atravesar el mar Rojo hacia la
tierra que mana leche y miel, el hombre nuevo según Cristo, horizonte de plenitud hacia el que hoy
levantamos nuestra mirada y hacia el que dirigimos nuestros pasos en el esfuerzo cotidiano por dejar
atrás todo aquello que nos ata a los pesados muros de nuestro particular Egipto. El camino es la cruz
de Jesús, signo de salvación para nosotros. El único signo que salva. Solo salva el amor crucificado.
• Cree en el nombre de Jesús. Mira ya hacia la pascua, hacia la muerte y la resurrección de Cristo que ya
el Maestro anuncia en el texto del evangelio de hoy. Seguir a Jesús es pisar allí donde Jesús ha pisado
antes… y sus pasos conducen inexorablemente al Calvario, allí donde se entrega la vida y se entrega
toda. Identifícate con Jesús en este camino de cuaresma y procura también tú entregar la vida en el
servicio incondicional al “templo de Dios” que son tus hermanos, especialmente los más vulnerables,
los más heridos, los más excluídos.
2. ATENTOS A LA PALABRA
2 Re 5, 1-15 a; Lc 4, 24-30.
• Esta tercera semana de cuaresma está profundamente marcada por el signo del agua. Símbolo
que, como bien sabes, hace referencia a nuestro bautismo. El texto de la primera lectura de hoy
pone de relieve, precisamente, cómo en el bautismo renacemos a la vida nueva en Cristo, de forma
que la historia del creyente se ve absolutamente transformada por la fuerza del Espíritu.
• Naamán, el protagonista del texto del libro de los Reyes, experimenta en su vida que Dios “salva”.
Eso significa, precisamente, su nombre. En él, Dios nos da a entender que la salvación salta las
fronteras del pueblo que se siente elegido. Naamán “renace” y cura su enfermedad, descubriéndose
a sí mismo una criatura nueva: “su carne quedó límpia como la de un niño”. El gesto de Dios da un
vuelco al corazón de Naamán: “ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el Dios
de Israel”.
• Pero para acoger la salvación de Dios son necesarios ojos nuevos y un corazón bien dispuesto.
Los paisanos de Jesús no son capaces de descubrir el rostro de Dios en Jesús de Nazaret. La
salvación de Dios pasa a su lado pero “un profeta no es bien mirado en su tierra” (Lc 4, 24-30).
¿Descubres en ti esos ojos nuevos? ¿Hay en ti una mirada transparente que busca las huellas de
Dios a su alrededor? Mira con ojos nuevos y dale un latido diferente a tu corazón. Descubrirás con
sorpresa que la realidad se transforma.
2. ATENTOS A LA PALABRA
• En el bautismo somos “sumergidos” en Cristo por la fuerza del Espíritu Santo y renacemos a vida
nueva. La experiencia de nuestro día a día es que, sin embargo, en tantos momentos no vivimos
la fidelidad al proyecto de felicidad que Dios nos propone; como Daniel, queremos reconocer con
corazón sencillo que necesitamos el perdón de Dios y su mano fuerte que nos sostenga (Dn 3,
25.34-43).
• Quizás pueda ayudarte la oración de Daniel:
• Por otra parte, la vida nueva en el Espíritu que nos propone Jesús nos impulsa a “esculpir” en nuestro
corazón un corazón como el de Dios. Nuestro Dios es un Dios con entrañas de misericordia, capaz
de perdonar siempre y de tender su mano al hombre una y otra vez. Hoy la Palabra nos estimula,
precisamente, a potenciar en nuestra vida la “ancha sonrisa” de Dios. El hombre nuevo es aquel
capaz de perdonar siempre, disculpar siempre, sonreir siempre, amar siempre… (Mt 18, 21-35).
De mi proyecto personal,
quisiera tener en cuenta hoy…
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“Padre, haz que mis ojos vean lo que Tu ves. Haz que mis oídos oigan el
estruendo de tu voz en las ondas de lo creado.
Haz que mi hablar sea un baño de palabras de néctar que se viertan sobre
hombros de amargura.
Haz que mis labios sólo canten los cantos de tu amor y tu alegría.
Padre amado, realiza por medio de mí la obra de la verdad.
Ten mis manos ocupadas en servir a todos los hombres.
Haz que mi voz esparza de continuo semillas de amor para Ti en el terreno
de los hombres que te buscan.
Haz que mis pies avancen siempre por el camino de la justicia.
Guíame de mi ignorancia a tu luz”.
2. ATENTOS A LA PALABRA
Dt 4, 1. 5-9; Mt 5, 20-48.
• El pacto que Dios establece con Israel es un pacto de amor que encierra exigencias para el pueblo
y que se resumen en el decálogo. La fidelidad a la alianza, pasa, necesariamente, por la fidelidad
a Dios.
• La ley en el Antiguo Testamento es llevada a cumplimiento por Jesús que le da todo su sentido y la
reviste de plenitud (Mt 5, 20-48). ¿Te has dado cuenta? ¡Los tiempos viejos han pasado, colega!
Puede ser, sin embargo, que nosotros sigamos revestidos de ropajes “demasiado gastados” y ni
nos enteremos, tan habituados como estamos a “perdonarnos la vida” a nosotros mismos.
• Escribe una oración (no tengas miedo). Podría titularse: “Quiero apuntarme a lo nuevo…” Esta
vez… sin “renglones” ¡a corazón descubierto! Quizás al final del día, antes de dormir, te ayude a
decirle a Dios ¡Buenas noches!
¡QUIERO APUNTARME
A LO NUEVO!
2. ATENTOS A LA PALABRA
Jr 7, 23-28; Lc 11, 14-23.
• “Esto dice el Señor…”. Pues está clarísimo. Si esto es lo que dice el Señor, que callen otras voces;
sobran otras palabras. Lee despacio Jr 7, 23-28. Incluso puedes hacerlo varias veces, tratando
de no “sobrevolar” la lectura sino sintiéndote destinatario de ella ¿Qué crees que Dios te está
diciendo concretamente a ti con estas palabras?
• Llevamos todos estos días reflexionando sobre el “agua viva” que el Señor Jesús nos ofrece. ¿Estas
bebiendo de este agua? El Reino ya está aquí y el que no recoge con Jesús “desparrama” (Lc 11,
23-28). ¿Estás fuertemente unido al Señor? ¿Es el evangelio el auténtico criterio de tu actuar?
2. ATENTOS A LA PALABRA
• Hoy la Palabra nos invita a la esperanza. El pueblo de Israel ha experimentado la dureza del camino
equivocado y quiere enderezar sus pasos hacia el Dios de la vida (Os 14, 2-10). En el retorno, Dios
le sale a su encuentro y les ofrece el perdón y el cariño de un padre. Todos los verbos están en
futuro: “curaré”, “amaré”, “seré rocío”, “florecerá”… y muchos más. Detente un momento en ellos y
cae en la cuenta de que el sujeto es siempre Dios. El verdadero protagonista de nuestro camino de
conversión es el mismo Dios. Aquel que sostiene nuestra mirada esperanzada ¿Quién será el sabio
que comprenda? ¿Quién será el prudente que lo entienda?
• Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón…” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”… Esta es la
única ley (Mc 12, 28-34). Pregúntate como anda tu relación con el Señor, tu Dios ¿Ocupa el centro de
tu vida? ¿Motiva tus acciones? ¿Cuántos “otros dioses” te has creado en tu caminar diario? ¡Atrévete
a desenmascararlos!