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LO IDEOLÓGICO EN NUESTRO QUEHACER

CIUDADANO Y PEDAGÓGICO

Teoría del Conocimiento y Epistemología – CeRP del Sur “Clemente Estable”

TRABAJO MONOGRÁFICO – SEGUNDO PARCIAL

AGUSTÍN GARCÍA 2º1 – ESP. MATEMÁTICAS CI: 4.966.178-2

3 DE NOVIEMBRE DE 2020

PROF.: JOSÉ STAGNARO


Introducción

Si observamos detenidamente a nuestro alrededor, en la realidad cotidiana en que nos define, los
diversos ámbitos que la caracterizan se encuentran de una u otra manera determinados por ciertas ideas
preconcebidas y aprendidas durante toda la vida. En ese sentido, la ideología aparece como un tema
sumamente complejo que puede ubicarse como fundamento base para dar explicación a aquellas
consideraciones que se orientan alrededor de una noción particular que adjudicamos en nuestro quehacer
diario.
La complejidad de “la ideología” radica de alguna forma en el enfoque analítico que tome, ya que se
puede estudiar desde un sentido negativo, donde la misma estaría ocultando aquellas nociones que
pueden ser develadas únicamente por la ciencia y relacionadas por ende con lo real. No obstante,
también cuenta con un sentido positivo al contemplar esa cierta concepción del mundo que nos rodea y
que nos es común a todas las formas sociales con la posibilidad de compartir el conocimiento;
conocimiento que está supeditado a su vez a la perspectiva que se tenga sobre lo que conocemos.
El corpus conceptual de la ideología genera desde un primer momento una situación paradójica, ya que
cualquier intento de definición contiene algún componente que es ideológico en sí mismo. Es decir,
cuando se busca precisarla bajo una definición, se contrapone esta intención con las propias posiciones
ideológicas en las cuales nos encontramos al hacerlo.
La tarea principal que se pretende llevar a cabo está enfocada en analizar y reflexionar en qué medida el
conocimiento que se transmite en el aula se encuentra cargado de ideología, tras la intencionalidad de
tener un discurso objetivo como docentes, rol que nos involucra ampliamente.
Contemplando la existencia de diferentes niveles de análisis y diversas posibilidades o maneras de
acceder a un abordaje conceptual, se opta para este trabajo la línea de pensamiento que considera a la
ideología como indispensable para vivir, ya que la misma apunta a las prácticas de vida y poder
características de nuestro entorno, y por tanto proliferan o contrastan las relaciones de producción
existentes. De cierta manera se presenta como innegable considerar que toda interpretación conlleva una
intencionalidad, o bien una posición desde lo social y con consecuencias en el mismo contexto.
A partir de lo expuesto anteriormente, varios pensadores como Antonio Gramsci, Louis Althusser o
Pierre Bourdieu nos servirán de un sustento teórico importante para interpretar esta problemática de lo
ideológico, centrando la mirada en el plano de nuestro quehacer diario y en particular en lo pedagógico,
plano que nos compete de manera muy especial en estas primeras incursiones por la carrera docente.

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1. La perspectiva ideológica en la función docente: ¿posibilidad de neutralizarla?

El abordaje de este tema implica un cierto nivel de complejidad a partir de la línea de pensamiento
que se escoja; como se manifestó anteriormente desde nuestra postura la ideología aparece como
algo indispensable en nuestro vivir, actuando sobre las relaciones de producción al momento de
contrastarlas, aunque en general se termina desarrollando una continuidad de las mismas.
Louis Althusser en su obra Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Freud y Lacan (1988) nos
ofrece un primer acercamiento analítico al contexto donde el docente desempeña su labor diaria: la
escuela. Esta lectura previa es importante dado que, a pesar de que el actor educativo docente es el
que nos involucra directamente, hay que analizar donde desempeña su papel, bajo que influencias, y
por qué lo hace de esa manera.
Un concepto que necesitamos precisar detenidamente antes de profundizar en la problemática
marcada es el de aparato ideológico del Estado. El autor explica que estos aparatos comprenden un
“cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones
distintas y especializadas” (Althusser, 1988, pg. 24) y que a su vez funcionan “con la ideología como
forma predominante, pero utilizan secundariamente, y en situaciones límite, una represión muy
atenuada” (Althusser, 1988, pg. 27). Este nivel de represión secundario se puntualiza para distinguir
los aparatos “ideológicos” de aquellos aparatos que el autor coloca como “represivos”, y que
funcionan “mediante la violencia”.
Siguiendo con el pensamiento del autor, el aparato ideológico por excelencia hoy en día es la
escuela, acompañada de la familia, ya que reemplazó en sus funciones al que dominaba en tiempos
anteriores, previo a la imposición burguesa: la Iglesia.
Cabe preguntarnos ¿por qué ubicar a la escuela como aparato ideológico del Estado? ¿somos
conscientes en lo pedagógico de lo que implica esta noción? Por la breve experiencia que se pueda
tener hasta el momento gracias a la práctica docente, sumado a las vivencias como estudiante a lo
largo de muchos años, no es difícil de observar cómo la escuela o cualquier otra institución similar
de enseñanza concentra niños y jóvenes de todas las clases sociales, con historias, costumbres y
valores diferentes. En ese sentido la escuela termina inculcando “habilidades recubiertas por la
ideología dominante (…) o más directamente la ideología dominante en estado puro” (Althusser,
1988, pg. 36).

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La literatura que aprendemos desde pequeños, el idioma, o para quien les habla hasta el cálculo
diferencial matemático, son “habilidades” en palabras del autor que tienen detrás una carga
ideológica importante, pero que se encuentra disfrazada, imperceptible y que a fin de cuentas no
cuestionamos. Ni hablar de aquellas instrucciones que recibimos que están en “estado puro” de
ideología, como lo moral o lo cívico, que tampoco es analizado en profundidad.
En lo personal reflexiono ¿cómo no haberme cuestionado esto antes? Pasamos la niñez y
adolescencia concurriendo horas y más horas durante la semana a la escuela, y más allá de que la
familia o la propia Iglesia que aún permanece latente pueda inculcar ciertas “habilidades”, por la
influencia paulatina y colectiva para tantos individuos, la escuela tiene un rol determinante en
nuestras trayectorias.
Otra pregunta que cabe realizarse, y apuntando a la posibilidad de neutralizar o no esta perspectiva
en la labor docente, es ¿por qué la ideología funciona de esta manera? El filósofo de la escuela
eslovena Slavoj Žižek compila en su obra Ideología un mapa de la cuestión (2003) la historia del
concepto de Ideología desde Marx hasta el presente, y convoca a algunos pensadores que nos
servirán especialmente en nuestra problemática. Uno de ellos es Terry Eagleton, quien toma el papel
protagónico en el capítulo IX de la obra, bajo el nombre La ideología y sus vicisitudes en el
marxismo occidental, y entrevista a su vez a diversos autores, entre ellos al propio Louis Althusser
(1988).
Retomando la pregunta previa, se puede pensar que “la ideología existe para mantener a los hombres
y mujeres en los lugares que les fueron asignados en la sociedad de clases” (Eagleton sobre
Althusser, 2003, pg. 246). Inclusive en una sociedad sin clases, y adoptando una noción positiva del
término según el autor, la ideología de igual manera tendría el rol de adaptarnos a nuestro devenir
social, con las exigencias que conlleva, ofreciéndonos un “mapa imaginario de la totalidad social”
para que cada uno encuentre su camino. Siguiendo esta línea la ideología aparece a consecuencia de
que “la vida social se ha vuelto demasiado compleja como para ser comprendida en su totalidad por
la conciencia cotidiana” (Eagleton sobre Althusser, 2003, pg. 247).
Es preciso destacar que lo que se representa a través de la ideología no es la condición real de
existencia, sino la relación entre el sujeto y sus propias condiciones de existencia. Esto es importante
ya que no se habla de representar las relaciones de producción, sino la relación de corte imaginaria
según Althusser (1988) de los individuos con las propias relaciones de producción. De esta manera
es que cobra sentido desprenderse de la componente política de la ideología y adoptar únicamente la

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sociológica, volviéndola aún indispensable en una sociedad sin lucha de clases, y por lo tanto
“eterna”.
Ante lo expuesto, la posibilidad clara de “neutralizar” lo ideológico en el rol docente se vuelve
inviable, porque hasta el propio educador es parte del aparato ideológico escolar y no puede
desprenderse de él para su labor, labor que aprendió y experimentó en un sistema de enseñanza
similar, generando un bucle interminable. De esta manera a través de la ideología, y como señala
Althusser (1988), la sociedad nos “interpela" o nos “llama", nos hace sentir importantes, distintivos,
pero sobre todo requeridos, con el mundo “orientado hacia nosotros”. En particular lo que me deja
pensando lo anterior es que la ideología aparece de manera inconsciente, no la llevamos con claros
fundamentos, y por tanto como resalta Althusser (1988) no se trata sólo de una cuestión de “ideas”,
hablamos en realidad de una estructura que se nos impone sin necesidad de darse un lugar en nuestra
conciencia.
Adquirir esta noción de donde nos encontramos y cómo actuamos no es tan sencilla, y más allá de
que como docentes o individuos partícipes activos de la comunidad podamos adquirir cierta
formación social al respecto, es complejo “ejercer ese conocimiento en el ajetreo de la vida
cotidiana” (Eagleton sobre Althusser, 2003, pg. 246).
El autor comparte de esta forma con Antonio Gramsci, también citado por Eagleton en el compilado
de Žižek (2003), la perspectiva de que la ideología se trata de un pensamiento más habitual que
consciente, ya que cuando adquirimos alguna “habilidad”, comenzamos a actuarla espontáneamente
y sin cuestionamientos. Como explica Althusser (1988) en varios pasajes, “actuamos por nuestra
cuenta sin necesidad de una constante supervisión coercitiva”, y lo cruel de esto que hacemos
inconscientemente es que en realidad creemos que somos libres en nuestro accionar, volviendo a la
noción de sentirnos “distintivos” o “especiales” ante el mundo y que es él quién nos requiere.
Algunas ideas interesantes de Gramsci que darán pie al próximo punto de análisis son expuestas en
su obra Cuadernos de la prisión (1981) y citadas en el compilado de Žižek (2003) a través de
Eagleton.
Lo que de alguna manera hemos estado viendo en esta sección es la componente positiva de la
ideología, lo “inevitable” que tiene esta perspectiva dentro de la repercusión social necesaria que
conlleva. Para reflexionar me surge la cuestión de que tan “válida” es esa repercusión de las fuerzas
ideológicas para su papel en lo social, si en realidad no se está excediendo tras una búsqueda de
reproducir las relaciones de producción. Para Gramsci (1981) las ideologías son fuerzas de carácter

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organizador, pero lo que resalta sin dudarlo es que además son “psicológicamente válidas”, en su
labor de preparar el contexto para los individuos en el desarrollo social. En su concepción este autor
realiza una transición interesante, conforme a nuestra reflexión de la problemática, de la ideología
hacia la práctica habitual, es decir, hasta lo particular que llevamos en nuestro quehacer diario más
allá del campo de las ideas; esta noción de hábito tendrá un especial análisis con un próximo autor.

2. El componente ético y su influencia en el ejercicio de la laicidad

Durante la sección anterior se dejaron entrever algunas ideas respecto a la reproducción a través de
la ideología de las relaciones de producción propias de un sistema capitalista, la que conforman los
explotadores-explotados en términos de Althusser (1988).
Lo que interesa preguntarse es, por un lado, qué mecanismos lo hacen posible y, por el otro, si somos
conscientes de ellos. De alguna manera, y retomando mi experiencia como estudiante, a la escuela
siempre se la presenta como un sistema neutro que no intenta encuadrarse bajo una ideología, y
donde los actores educativos como los maestros son conscientes de sus prácticas y defensores de la
libertad de los educandos, tras un sistema que se retroalimenta bajo una confianza desde lo familiar
hasta lo educativo, sin cuestionamientos.
Aquí es cuando debemos colocar un punto de análisis y detenernos en todo lo que conlleva este
pensamiento cotidiano. Empezando por lo que Althusser (1988) comenta en varios pasajes de su
obra, ¿realmente la escuela se encuentra “desprovista de ideología por su carácter laico”? Desde la
pedagogía he tenido la oportunidad de ahondar en el tema de la Laicidad, un tanto complejo por la
“naturalidad” con lo que se toma y que en ocasiones es confundido con el Laicismo. En ideas de la
pedagoga uruguaya Reina Reyes (1964) en su obra El derecho a educar y el derecho a la educación ,
en la actualidad una educación laica es la que respeta la individualidad de los alumnos,
permitiéndole pensar, sentir y expresarse libremente. Procura eliminar en lo posible la imposición de
ideas políticas, religiosas; y por el contrario favorece la duda, la observación objetiva de la realidad y
respeta las características intelectuales y afectivas de cada individuo.
En un breve comentario histórico, podemos decir que del término laico derivó la palabra Laicismo,
que denomina a la doctrina que “defiende al hombre y a la sociedad civil de influencias eclesiásticas,

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porque considera a las religiones y a los cultos como fenómenos ajenos al Estado” (Reyes, 1964,
p.46). El término Laicismo surgió en el contexto de la Revolución Francesa de 1789, y su lucha
contra la Iglesia Católica.
Resulta interesante cómo se unen los momentos históricos en el análisis de Althusser (1988), porque
la caída de la Iglesia como aparato ideológico dominante tras la posesión burguesa, y el ascenso de
la escuela tomando ese lugar, se emparenta indudablemente con el tema de la laicidad.
Es posible que en ese afán de una “revolución anticlerical” se dé a entender que no se quiere hacer
influencia alguna desde lo ideológico y que la escuela “laica” servida del Estado se encargaría de esa
labor. ¿Esto es realmente así? ¿Qué tan “libremente” piensan y se expresan los alumnos hoy? Más
allá de que no haya influencia particular o directa desde lo religioso, vimos como existen
“habilidades” inculcadas desde la escuela con cargas importantes de ideología, que van desde la
literatura hasta las ciencias. Hoy en día el Laicismo toma el lugar de la Laicidad bien entendida, y
además bajo un discurso que promete a las personas no ejercer influencia alguna desde la niñez,
cuando en realidad el propio sistema se sostiene de ello para la reproducción de las relaciones de
producción, sintiéndose “amenazado en su existencia por la lucha de clases mundial” (Althusser,
1988, pg. 39). La proliferación de las relaciones de producción se observa con claridad luego del
largo pasaje del sujeto por el sistema, donde “cada grupo está prácticamente provisto de la ideología
que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases” (Althusser, 1988, pg. 37).
Lo interesante del análisis de Althusser (1988) es que se encuentra en una posición media entre una
concepción racionalista y otra positivista de la ideología, según destaca Eagleton en el compilado de
Žižek (2003). Como vimos en la sección anterior, existe una confianza en el sostenimiento de la
ideología más allá de la ruptura de la explotación capitalista, dado que se mantendría en su forma
más “sociológica”, de ahí su carácter como influencia innegable y “eterna”. Para explicarlo de una
mejor manera, se puede decir que dentro del sistema actual la ideología “frustra la comprensión
verdadera dentro del sistema social”; no obstante, en una sociedad futura “la ideología aún será falsa
en cierto sentido, pero su falsedad no estará al servicio de los intereses dominantes” (Eagleton sobre
Althusser, 2003, pg. 247).
Existe un término particular que sorprende y creo conveniente dar un espacio para su análisis,
término que se relaciona a su vez con lo que Gramsci (1981) afirmaba sobre el carácter de práctica
habitual de la ideología. Hablamos del término de habitus, en palabras de Pierre Bourdieu a través de

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su obra Bosquejo de una teoría de la práctica (1977), otro de los entrevistados por Eagleton en el
compilado de Žižek (2003).
En el afán de ver cómo la ideología influye en nuestra vida cotidiana, y más particularmente en
nuestra práctica docente, el concepto de habitus se torna muy pertinente, ya que “tiende a inducir en
los agentes sociales las aspiraciones y acciones que son compatibles con los requerimientos objetivos
de sus circunstancias sociales” (Eagleton sobre Bourdieu, 2003, pg. 249). Se puede decir que cuando
nos manejamos bajo disposiciones estructurales teñidas de ideología, nuestro accionar es armonioso,
compacto y no lo cuestionamos, dado que no somos conscientes de estar obedeciendo alguna regla o
imposición. Lo llamativo de esto, es que bajo la misma conducta espontánea tendemos a reproducir
constantemente dicho accionar, como algo habitual, entremezclando lo mental con lo social en
nuestro quehacer cotidiano.
El propio Bourdieu (1977) ofrece otro concepto, el de “violencia simbólica” que interesa de gran
manera por la trascendencia en la práctica docente y el ejercicio de la laicidad, lo central en esta
sección. Según el autor, En un determinado campo social operan reglas implícitas sobre lo que puede
ser percibido como válido dentro de él; la forma de operar de esas reglas es a través de la “violencia
simbólica”. Se trata de una violencia disfrazada, ya que “como la violencia simbólica es legítima,
generalmente no es reconocida como violencia” (Eagleton sobre Bourdieu, 2003, pg. 250). ¿Por qué
nos compete este concepto de manera tan particular? Pues en el campo de la educación el docente
posee una serie de conocimientos y habilidades propias de un capital cultural que los estudiantes van
a aprender. Relacionando esta idea con la de aparato ideológico del Estado de Althusser (1988), la
escuela contribuye así a “reproducir el orden social dominante, no tanto por los puntos de vista que
alberga, sino por su distribución regulada del capital cultural” (Eagleton sobre Bourdieu, 2003, pg.
251).
Tampoco nos referimos con esto a que el docente instruya “ideológicamente” a los estudiantes, de
manera directa o menos aún consciente, sino que su posición y rol asignado en el campo social lo
coloca como un disparador de capital cultural para sus alumnos.
Todo este entramado tras el cual el educador se maneja, está sin dudas atentando contra el ejercicio
de la laicidad bien entendida, como marcábamos al principio de esta sección, porque la carga ética
propia del “campo social”, en palabras de Bourdieu (1977), influye notoriamente en el accionar de
este actor educativo.

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Conclusiones

Luego de este camino de análisis que se ha desarrollado, en lo personal me queda la reflexión de si los
docentes somos los “nuevos sacerdotes” en este aparato ideológico dominante que es la escuela,
sustituyendo a lo que en su momento fue la Iglesia. Me pregunto si de cierto modo este rol nos coloca
como “profesionales de la ideología”, o en realidad somos un elemento de la propia ideología que nos
mantiene en un rol un tanto cruel al ser reproductores de las relaciones del sistema capitalista.
Confió por otra parte que existen docentes que de cierta manera son conscientes de lo que realizan y de
la carga ideológica que conllevan en su rol, y en la medida de lo posible intentan sostenerse. Pero
también creo que el desconocimiento es el que abunda hoy en día; no hay cuestionamiento alguno de lo
que el sistema obliga a hacer, y se respalda inclusive sus argumentos. En ese sentido, me parece
interesante desde la formación docente tener la posibilidad de reflexionar en estos temas. El encierro en
el pensamiento es el que en lo personal me preocupa, y comparto indudablemente que “contribuyen con
su devoción a mantener la representación ideológica de la escuela, natural e indispensable” (Althusser,
1988, pg. 39).
En relación a la primera sección de este trabajo, se imposibilita el poder “neutralizar” esta perspectiva
ideológica de la propia labor docente, y aunque se trate de una “falsedad” ya que comprende
equivocadamente a la sociedad, la ideología es “indispensable y desempeña una función social esencial
(…) aunque la ideología es falsa, no lo es en un sentido peyorativo” (Eagleton sobre Althusser, 2003,
pg. 248). La respuesta a la problemática que coloca a la ideología como indispensable para vivir a la vez
que la contempla como falsa en su interpretación, pasa por ir a un plano más general y entender esta
perspectiva como perdurable en el tiempo, más allá de la existencia de clases sociales. La carga

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simbólica que hay detrás es más importante que la cognitiva, ya que cuenta con soluciones que todo
sujeto desde una mera indagación teórica no podría adquirir. El desprenderse del papel político y pasar
únicamente al sociológico es lo que vislumbra el propio Althusser (1988) a lo largo de su obra, para
romper con el manejo de los sectores dominantes.
Desde mi perspectiva previa a este trabajo, el propio Estado político lo consideraba como dominante por
excelencia, bajo su régimen democrático y el sistema que lo caracteriza. Sin embargo, esta investigación
teórica me ha abierto un panorama hasta el momento desconocido sobre cómo analizar a las
instituciones de enseñanza, y sobre todo cuál sería la mejor respuesta desde lo educativo al transmitir
conocimientos. Invita a de alguna forma reflexionar sobre nuestro rol y ser consciente de la carga
ideológica en lo que respecta nuestro hacer y pensar.
Referencias bibliográficas

● Althusser, L. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Freud y Lacan. Buenos Aires,
Argentina: Nueva Visión.

● Bourdieu, P. (1977). Bosquejo de una teoría de la práctica. Buenos Aires, Argentina: Prometeo,
2012.

● Gramsci, A. (1981). Cuadernos de la prisión. Compilado de 6 tomos. México, Ciudad de


México: Ediciones Era.

● Reyes, R. (1963). El derecho a educar y el derecho a la educación. Uruguay,


Montevideo: Monteverde.

● Žižek, S. (2003). IDEOLOGÍA. Un mapa de la cuestión. Capítulo IX: La ideología y sus


vicisitudes en el marxismo occidental, cita a Eagleton, T. Fondo de Cultura Económica. Buenos
Aires, Argentina.

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