Escuchaba a Peter Kruse decirnos que podremos desarrollar
instrumentos cada vez más precisos para visualizar los datos o para procesarlos, pero lo verdaderamente importante es establecer las conexiones entre los datos. Y pensaba en esa pregunta sobre la gestión de registros como futuro profesional para archivistas y bibliotecarios. De pronto me di cuenta que la pregunta se basa en una concepción de información que ha perdido vigencia. Porque nuestro modelo informativo partía de la premisa de que lo importante no eran los datos sino la información, y en la punta de esa pirámide que hemos usado está el conocimiento. Sin embargo, mucha gente se dedica ahora a los datos (“data people” les llaman, o “data scientists”) y poca importancia le dan a esos esquemas que bibliotecarios y archivistas hemos empleado antes. Estos son los profesionales del futuro a quienes no les preocupa saber todo acerca de los datos, sino entender la relación que hay entre ellos, crear patrones con esos datos. Piensan que es posible reducir la complejidad, para que la gente pueda decidir. Kruse nos dice que el cerebro es el mejor sistema para detectar patrones en el mundo exterior, pero hay que presentar los datos en una forma que esa máquina –el cerebro- pueda visualizar esos patrones. ¿Cuáles datos se recogen? Los cuestionarios están llenos de preguntas dirigidas al hemisferio izquierdo (HI) del cerebro, lo cual limita las posibilidades de que esa información tenga significado. ¿Cómo presentar entonces las preguntas de tal forma que reduzcan la complejidad? Propone hacer que lo subconsciente se torne consciente, introduciendo los sistemas de valores de los grupos, su cultura. Y con la ayuda de la semántica, dejando que la gente cuente sus historias, usando su propio lenguaje. Los bibliotecarios y archivistas que gestionamos registros (“record managers”) no hemos puesto atención al impacto (Kruse lo llama resonancia) que tienen nuestras acciones, a conocer si lo que decimos, la información que ofrecemos realmente impulsa a la acción. Hubo un tiempo cuando era importante que dotáramos de bibliotecas y archivos a la comunidad, y que estuviéramos en la web. Luego siguió el tiempo en que lo importante era ser visibles, que nos pusieran atención, cuántas visitas, cuántos préstamos, cuántos registros… Pero en este momento es esa resonancia lo que importa: si nuestras actividades conducen a la acción, no importa si se trata de archivos o bibliotecas. Cuando detectamos esa “viralidad” en la red (o en la comunidad), hemos llegado al punto de resonancia. No es sólo crear registros con los mejores sistemas, hay que contextualizar, agregar valor, insertar los datos dentro de los sistemas de valores de los grupos a los cuales se sirve. Saber cómo y por qué cambian los conceptos de trabajo, salud, información, educación… no sólo dependerá de la web semántica, de mejores ontologías o vocabularios controlados, sino de conocer cómo cambia el sistema de valores de la sociedad en que nos movemos. Analizar los datos y establecer relaciones. De eso se trata. Y a ese nuevo profesional archivista o bibliotecario lo llamaría curador de contenidos, Intermediario crítico del conocimiento (content curator).
En un posteo anterior comentamos el libro de Daniel H. Pink, A whole
new mind (Everhead Books, 2006) que trata sobre creatividad y básicamente para las empresas, pero su propuesta coincide con otras búsquedas que se realizan en los campos de la política, las TICs (tecnologías de información y comunicación) y en las ciencias sociales en general. Es así como las reflexiones de Luis Razeto, sobre la pérdida de significación de los partidos políticos, ante la irrupción de las TICs, los comentarios de Dolors Reig, sobre la importancia de los amateurs en la construcción de un pensamiento novedoso, y la propuesta de Daniel H. Pink sobre el cambio que se da en sociedades primer mundistas, enfrentadas a la abundancia, la automatización y el mercado asiático, coinciden. El análisis de Pink parte de esos conceptos que se manejaron, hasta hace poco, acerca de la importancia de las funciones que realizamos con el hemisferio izquierdo (HI) del cerebro, a cargo del pensamiento analítico y lógico. Nos hemos entrenado, por así decirlo, utilizando una escritura lineal, dirigida desde la izquierda hacia la derecha. El pensamiento y la cultura de Occidente, se basan en esa linealidad: cultura libresca, lógica, filosófica y también teológica. Este mundo, que en el campo empresarial privilegia una formación académica de trabajo intelectual abstracto y lógico, está cediendo el paso a otra, en donde adquieren preponderancia las funciones olvidadas del hemisferio derecho (HD) del cerebro: la capacidad artística, emotiva, compasiva, e intuitiva, y de búsqueda de significado y trascendencia. Pink parte para su análisis de lo que ocurre en sociedades opulentas en donde la abundancia de bienes deja un vacío e impulsa a la gente hacia la búsqueda de objetos que den mayor sentido a sus vidas, como el arte, y los movimientos espirituales, que intentan trascender esa abundancia de bienes materiales. En el campo de las TICs, la automati-zación ha impactado la fuerza laboral que, hasta hace una década, se centraba en el conocimiento informatizado, para lanzarla a la búsqueda de, en palabras de Pink, una era conceptual, más necesitada de una visión más total y “sinfónica”, que de procesos desmenuzados. Me parece que esta era conceptual tiene mucho que ver con esta contextualización de que nos habla Kruse. O como lo diría Hilary Mason, no se trata de crear más y mejores sistemas para el manejo de esos trillones de datos que ingresan a la red, sino de construir cosas a partir de ellos.