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Escritores y poetas venezolanos

1. Introducción
2. Historia de la Literatura Venezolana
3. Biografías de algunos escritores y poetas venezolanos
4. Conclusión
5. Bibliografía

Introducción
Trabajo de investigación para conocer la historia de la Literatura venezolana, es de
importancia valorizar toda una gama de cambios desde la época de la colonia hasta la
actualidad.
La literatura venezolana logro de muchos escritores, poetas, etc. Los cuales con sus
sentimientos, llenaron a todos sus lectores de conocimientos, sentimientos, en todos los
sentidos.
En este trabajo se escribe algunas biografías de ilustres personajes de nuestra literatura
Venezolana.
2. Historia de la Literatura Venezolana
La Época Colonial
Los primeros escritores venezolanos de la literatura colonial fueron los cronistas de Indias,
entre ellos Juan de Castellanos, fray Pedro de Aguado y fray Pedro Simón. Podemos
también mencionar a José Oviedo y Baños, quien residió en Caracas desde los 14 años de
edad, como el primer escritor criollo. Oviedo y Baños con un estilo clásico y realista
contaron la conquista y población de la Provincia de Venezuela.
Durante la revolución de la Independencia, Simón Bolívar también usó su pluma para
defender y divulgar los principios republicanos, y a veces para expresar sus emociones y
vivencias personales. Las creaciones literarias que marcarán pauta pertenecerán a los
géneros de la prosa y la poesía de sabor neoclásico de Andrés Bello. A su lado, destaca
la escritura genial de ruptura y parodia de Simón Rodríguez.
Neoclasicismo y Romanticismo
En los inicios de la era republicana figuran cuatro grandes nombres de las letras
venezolanas: Andrés Bello, Fermín Toro, Rafael María Baralt y Juan Vicente González. El
más destacado poeta, de clara autenticidad romántica, se llama Juan Antonio Pérez
Bonalde.
Entre los costumbristas venezolanos están Daniel Mendoza, Francisco de Sales Pérez,
Nicanor Bolet Peraza, Francisco Tosta García, Rafael Bolívar Alvarez, Rafael Bolívar
Coronado y Miguel Mármol. Dos escritores de carácter señalan la transición hacia nuevas
posiciones intelectuales y creadoras: Cecilio Acosta y Arístides Rojas.
Positivismo, Modernismo y Literatura Venezolana
Fue después de 1880 cuando se perfiló en Venezuela un movimiento literario de más
ambiciosa inspiración. En el género narrativo, el descubrimiento del naturalismo inspiró a
Tomás Michelena una novela: Débora (1884) y a Manuel Vicente Romero García, su obra
Peonía (1890), primera tentativa de novela criolla integral. Otros autores dentro de la
tendencia serían Gonzalo Picón Febres (El sargento Felipe, 1899), y Miguel Eduardo Pardo
(Todo un pueblo).
Manuel Díaz Rodríguez, prosista y narrador de refinado lenguaje, se destaca como la figura
más importante que el modernismo produjo en Venezuela. Le suceden Luis Urbaneja
Achepohl, Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra y Rómulo
Gallegos.
Con la obra portentosa de Rómulo Gallegos, donde se destaca la inmortal novela Doña
Bárbara, culmina toda una etapa de la narrativa venezolana, aquella sometida a las
influencias del nativismo, del costumbrismo, del realismo, del lirismo descriptivo que
alcanza tonos épicos cuando contempla las luchas del hombre con la naturaleza.
Es importante mencionar a Arturo Uslar Pietri (Las lanzas Coloradas, 1931), quien se
afirmó como la mayor promesa narrativa novelesca; a Enrique Bernardo Nuñez, a Julio
Garmendia, a Antonio Arraiz, a Ramón Díaz Sánchez, a Guillermo Meneses, a Miguel Otero
Silva. Del grupo "Contrapunto", entre 1946 y 1949, surgen narradores destacados (Andrés
Mariño Palacio, Ramón González Paredes, Héctor Mujica y otros), dueños de
una información literaria más actual que los anteriores, y cuyas creaciones pretenden
liberar la narrativa de los resabios del costumbrismo, del criollismo, de la temática rural,
del mensaje edificante, del modo de contar lineal. Más tarde, aparece Salvador Garmendia,
quien desarrolla su temática hasta consecuencias de hiperrealismo anonadante, y aborda
otros espacios, entre ellos el fantástico.
También se destaca la narrativa paródica y densa de Luis Britto García, pasando por la
importante obra de José Balza, un experimentador incansable, y por la de Oswaldo Trejo,
atrevidamente textual. Se impone citar a Humberto Rivas Mijares y a Gustavo Díaz Solis, a
Pedro Berroeta, a Oscar Guaramato, a Antonio Márquez Salas, a Alfredo Armas Alfonzo,
Manuel Trujillo, Orlando Araujo y a Adriano González León, la gran promesa del grupo
Sardio y de la generación de 1960.

También están presentes Argenis Rodríguez, José Vicente Abreu, Laura Antillano,
Francisco Massiani, Denzil Romero, Ednodio Quintero, Alberto Jiménez Ure, Gabriel
Jiménez Emán, Armando José Sequera y Antonia Palacios, autora de la más importante
obra narrativa de pluma femenina después de Teresa de la Parra.
La Poesía

A pesar de que la poesía venezolana tardó mucho en alcanzar la modernidad, un poeta que


debe ser leído y valorado como el único gran poeta modernista que tuvo Venezuela, es
Alfredo Arvelo Larriva, virtuoso de la rima y del soneto. Otros poetas dignos de ser
recordados son Andrés Mata, Sergio Medina, Ismael Urdaneta y Andrés Eloy Blanco, el
poeta más popular de Venezuela, situado entre lo tradicional y la vanguardia.
Vale mencionar también a Fernando Paz Castillo, a Luis Barrios Cruz, a Jacinto Fombona
Pachano, a Rodolfo Moleiro, a Enrique Planchart, a Luisa del Valle Silva, a Enriqueta
Arvelo Larriva, a Héctor Cuenca, a Julio Morales Lara y a Luis Enrique Mármol. Mención
aparte merece José Antonio Ramos Sucre, maestro del poema en prosa, erudito, simbólico y
misterioso.
Entre tanto, tanto los poetas de 1918 como Antonio Arraiz, cada cual por su lado, dieron al
traste con las formas y el lenguaje poético atrapados en las lecciones de versificación y
rimado. La vanguardia produce sólo dos poetas: Pablo Rojas Guardia y Luis Castro. A cierta
distancia de estos poetas, despuntó en el movimiento vanguardista Carlos Augusto León.
El grupo Viernes, que se impuso entre 1938 y 1941, estuvo compuesto por Rafael Olivares
Figueroa, Ángel Miguel Queremel, José Ramón Heredia, Luis Fernando Álvarez, Pablo
Rojas Guardia, Pascual Venegas Filardo, Oscar Rojas Jiménez, Otto De Sola, y Vicente
Gerbasi, aceptado hoy día como una de las voces líricas más intensas de Venezuela y
de América. Entre los poetas que no siguieron las pautas viernistas destaca Juan Beroes, la
figura que aupó el grupo "Suma", quien regresó a las formas poéticas clásicas y
renacentistas. Luego surge Juan Liscano.
Dentro del contexto de "españolistas" hay que situar la obra de Ida Gramcko, Ana
Enriqueta Terán y Luz Machado. Estas mujeres poetas ocupan un sitio de privilegio en las
décadas de 1940 y 1950. En la actualidad destacan la poesía muy personal de Yolanda
Pantin, Margara Russoto, Edda Armas, Cecilia Ortiz y Lourdes Sifontes.
José Ramón Medina es uno de los valores poéticos más firmes del posviernismo y el
posespañolismo; sus compañeros Luis Pastori y Aquiles Nazoa no cambiaron los rasgos
iniciales de su escritura neoclásica o neomodernista. Los poetas Dionisio Aymará y Carlos
Gottberg, entre otros, se adentraron en la condición del hombre cotidiano.
De la llamada "Generación del Sesenta" surgen poetas excepcionales: Rafael Cadenas,
Francisco Pérez Perdomo, Juan Calzadilla, Arnaldo Acosta Bello, Ramón Palomares,
Caupolicán Ovalles, Hesnor Rivera. Entre este grupo de poetas y el pasado hay que situar a
Juan Sánchez Peláez, cuya obra reducida pero de intensa virtud visionaria y metafórica, de
desgarrones existenciales y lirismo atormentado, reconoce como fuente la generación del
sesenta. La breve experiencia de la revista Cantaclaro (1950), reveló a tres poetas: Rafael
José Muñoz, Jesús Sanoja Hernández y Miguel García Mackle. Alfredo Silva Estrada se
concretó a crear una obra que se cuenta entre las más coherentes de la poética venezolana.
Otros poetas de ese período son Luis García Morales, Luis Guillermo Sucre, Víctor Salazar,
Gustavo Pereira, Ludovico Silva, Ramón Querales, Luis Camilo Guevara, Víctor Valera
Mora, Eleazar León, Elí Galindo y Julio Miranda. En Valencia, los poetas Eugenio Montejo,
Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero, Reynaldo Pérez Só, en la revista Poesía de
la Universidad de Carabobo, descartan las actitudes polémicas y crean un espacio propio.
El poema breve encuentra en Luis Alberto Crespo a un cultivador original. De la generación
de los ochenta, se encuentran voces como Enrique Mujica, Miguel y Vasco Szinetar, Willian
Osuna, Armando Rojas Guardia, Igor Barreto, Salvador Tenreiro, Alberto y Miguel
Márquez, Alejandro Salas, Luis Pérez Oramas, Nelson Rivera y Armando Coll Martínez.
De la prosa y sus aplicaciones
El ensayo como subgénero vendría siendo una toma de conciencia de la propia escritura;
desde este punto de vista Simón Rodríguez sería un ensayista. Ensayistas venezolanos de
comienzos de siglo son Gonzalo Picón Febres, Luis López Méndez y Jesús Semprum.
Es importante la obra de Julio Planchart, Luis Correa, César Zumeta, José Gil Fortoul,
Pedro Emilio Coll y Arturo Uslar Pietri, quien ha cultivado esporádicamente el
ensayo literario. La enseñanza, la bibliografía, la compilación, la investigación deben mucho
a humanistas extranjeros nacionalizados o integrados a la vida del país hace años, como
Pedro Grases, Manuel Pérez Vila, Segundo Serrano Poncela, Juan David García Bacca, y
otros muchos fallecidos, como Federico Riu, Agustín Millares Carlo, Edoardo Crema, Juan
Nuño y Ángel Rosenblat.
Igualmente, sobresalen los trabajos de Eduardo Arroyo Lameda, Mario Briceño
Iragorry, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya y Augusto Mijares. Entre los
escritores de los sesenta sobresalen José Francisco Sucre y Ludovico Silva. Guillermo Sucre
y Francisco Rivera pueden ser distinguidos como los mejores ensayistas actuales
sobre literatura.
3. Biografías de algunos escritores y poetas venezolanos
Aquiles Nazoa

Este periodista, poeta y humorista nació el 17 de mayo de 1920 en la barriada caraqueña de


El Guarataro, en una familia muy humilde. Sus padres fueron Rafael Nazoa, quien era
jardinero, y Micaela González. Sus primeros estudios los llevó a cabo en el Colegio "El Buen
Consejo", bajo la guía del padre Julián Fuentes Figueroa.
Nazca se vio obligado a comenzar a trabajar a los 12 años para ayudar a su familia, por lo
que completó su formación de manera autodidacta. Así se desempeñó primero como
carpintero, telefonista y botones del hotel Majestic de Caracas. Tres años después ingresó al
diario caraqueño El Universal, donde trabajó como empaquetador, archivista de clisés y,
posteriormente, como tipógrafo y corrector de pruebas.
Paralelamente en 1938, logró obtener un puesto como guía en el Museo de Bellas Artes,
gracias a que aprendió a leer francés e inglés. Fue corresponsal en Puerto Cabello de El
Universal, y un artículo suyo en el que criticaba la actuación de las autoridades en la
erradicación de la malaria, le valió una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello
por difamación e injuria, y un período en prisión en 1940.
Tras recuperar su libertad, volvió a la capital venezolana. Allí empezó su camino en la
radio en la emisora Radio Tropical, y continuó con una columna en El Universal titulada
Por la misma calle. En esa misma época, pasó también a formar parte del equipo del diario
Últimas Noticias como corrector de pruebas y reportero telefónico, y surgió su célebre
seudónimo Lancero, con una sección llamada A punta de lanza dedicada a
sus poemas humorísticos.
Igualmente, resaltó sus capacidades humorísticas en el semanario satírico El Morrocoy
Azul, bajo el seudónimo Jacinto Ven a Veinte, y publicó Aniversario
del color, poesías y Método práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales con
acompañamiento de gotas de agua, que consistía en una serie de poemas infantiles en
prosa.
En 1943 se inició como colaborador del diario El Nacional, y de las revistas Élite y
Fantoches.
Viajó a Colombia en 1944, donde pudo participar en la revista Sábado con cierta
regularidad, y luego se trasladó a Cuba. A su regreso a Venezuela publicó el libro El
transeúnte sonreído, que incluyó dos de sus poemas más recordados Balada pesimista y
Anotaciones de un aburrido. A finales de la década de los ‘40 ganó el Premio Nacional
de Periodismo en la especialidad de escritores humorísticos y costumbristas.
Se dice que en esos años se inscribió en el Partido Comunista.
En 1950, salieron dos libros suyos El Ruiseñor de Catuche y Marcos Manaure, idea para una
película venezolana, el cual contó con el prólogo de Juan Liscano. Cuando El Morrocoy Azul
fue controlado por el gobierno, Nazoa y los demás periodistas pasaron a trabajar en la
revista humorística El Tocador de las señoras. No obstante, la situación política se hizo cada
vez más difícil, y no tuvo otra opción que exiliarse.
Al caer la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, retornó a Venezuela y comenzó a participar
en la revista Dominguito, fundada en febrero de 1958 por Gabriel Bracho Montiel. Un año
después, desarrolló con su hermano Aníbal Una señora en apuros, que fue una interesante
publicación humorística de poca vida. Lo mismo sucedió con El Fósforo, del cual fue editor.
Durante esos años, produjo una gran cantidad de obras como Caperucita criolla, Diez
poetas venezolanos contemporáneos, Cuentos contemporáneos hispanoamericanos, Poesía
para colorear, El burro flautista, Los dibujos de Leo y Caballo de manteca.
Aparte de su labor poética, Nazoa escribió una serie de libros entre los que se cuentan el
ensayo Cuba, de Martí a Fidel Castro de 1961; Caracas, física y espiritual; y Humorismo
gráfico en Venezuela.
Para 1970 salió Humor y amor de Aquiles Nazoa, una compilación de sus mejores obras, y
Retrato hablado de matapalo. En los años siguientes la literatura venezolana se nutrió con
trabajos como Venezuela suya, Los sin cuenta usos de la electricidad, Gusto y regusto de la
cocina venezolana, Vida privada de las muñecas de trapo, Raúl Santana con un pueblo en el
bolsillo, Genial e ingenioso: La obra literaria y gráfica del gran artista caraqueño Leoncio
Martínez y, finalmente, Aquiles y la Navidad.
En esos años, se dedicó a dictar charlas y conferencias, y tuvo
un programa de televisión titulado Las cosas más sencillas. Además, llevó al teatro varias
obras humorísticas con gran éxito.
Aquiles Nazoa falleció en un accidente de tránsito en la autopista Caracas-Valencia el 25 de
abril de 1976. Con la iniciativa de Pedro león Zapata, se creó en marzo de 1980 en la
Universidad Central de Venezuela, la cátedra libre de humorismo Aquiles Nazoa.
Andrés Eloy Blanco
Nació en Cumaná (Edo. Sucre) el 1 de agosto de 1896 y murió en Ciudad de México el 21 de
mayo de 1955.
Andrés Eloy Blanco fue poeta, ensayista, dramaturgo, orador y político. Pasó sus años
de infancia en Margarita; luego estudió en el Colegio Nacional de Caracas, para ingresar
luego a la Universidad Central de Venezuela donde obtuvo, en 1918, el título de abogado.
Blanco formó parte de los hechos de la semana del estudiante de 1928 contra el gobierno
de Juan Vicente Gómez, lo cual le mereció la cárcel: primero La Rotunda, en Caracas; luego
el Castillo Libertador de Puerto Cabello, períodos que utilizó para desarrollar su labor como
escritor (1928-1934). En 1935 es confinado a Valera, por razones de salud.
Después de la prisión, el poeta venezolano traía bajo su brazo varios libros escritos con una
nueva forma de tratar la realidad, que denominó colombismo. Decía: "…no es una
nueva escuela. Es un estado del alma. Se trata de una actitud descubridora del poeta en
contacto con la realidad americana".
Después de la muerte de Gómez en 1935, Andrés Eloy Blanco militó en las filas del Partido
Democrático Nacional (PDN) y resultó electo presidente del Concejo Municipal del Distrito
Federal. Fue fundador del partido Acción Democrática en 1941.
Blanco participó también en la fundación del semanario satírico El Morrocoy Azul (1941).
En 1945, Blanco formó parte de la Comisión Redactora de un Código Electoral. Ese mismo
año se desempeñó como Diputado por el Distrito Federal y presidió la Asamblea
Constituyente desde 1946 hasta 1947.
Durante el gobierno de Rómulo Gallegos (1947-48), Andrés Eloy Blanco fue Ministro de
Relaciones Exteriores. Cuando este fue derrocado, Blanco pasó al destierro, primero a
Cuba, luego a México, donde murió en un accidente automovilístico.
Andrés Eloy Blanco poseía un registro verbal que iba del romancero y los poetas del Siglo
de Oro español, hasta los acentos del folklore, la leyenda y el habla del común, combinados
por un artista que conocía todos los resortes del idioma.
La obra de Blanco cosechó éxitos desde horas tempranas de su creación: el poema La espiga
y el arado recibió el premio de los Juegos Florales de Ciudad Bolívar en 1916; en 1923,
recibe el primer premio en un concurso promovido por la Real Academia Española de
la Lengua, por su Canto a España, lo cual le da notoriedad internacional.
En 1921, Blanco publica su primer libro Tierras que me oyeron. Andrés Eloy Blanco nos
dejó como legado una extensa obra: Barco de piedra, Malvina recobrada, Abigaíl, Baedeker
2000, El huerto de la Epopeya, Navegación de Altura, La Aeroplana Clueca, Poda, Carta a
Juan Bimba, Giraluna, Vargas, Albacea de la Angustia, etc.
Los restos de Andrés Eloy Blanco reposan en el Panteón Nacional desde el 2 de julio de
1981.
Rómulo Gallegos
Nació en Caracas el 2 de noviembre de 1884 y murió en la misma ciudad el 7 de abril de
1969. Sus padres fueron Rómulo Gallegos Osío y Rita Freire Guruceaga.
Rómulo Gallegos llega a ser uno de los más prolíferos escritores venezolanos. Su vida,
dedicada a la creación literaria, cuenta unas cuantas incursiones en la política, actividad en
la que, desempeña los más altos cargos durante los períodos más breves.
En 1903, Gallegos comienza a trabajar en la redacción del semanario Arco Iris y, en 1909,
participa en la fundación de la revista La Alborada. Sus escritos también aparecen en las
páginas de El Cojo Ilustrado.
La dictadura del General Juan Vicente Gómez obligó al caraqueño a refugiarse en España
hasta 1936, año en el que regresó a Venezuela para iniciar su actividad de hombre público al
ser designado Ministro de Instrucción Pública.
En 1937, Rómulo Gallegos es electo diputado al Congreso Nacional y, entre 1940 y 1941,
ejerce la presidencia del Concejo Municipal del Distrito Federal. En 1947, Acción
Democrática lo postula como candidato a la Presidencia de la República y es electo
Presidente Constitucional hasta que, tras diez meses en el cargo, un golpe de Estado le
condujo al exilio en México.
Gallegos debutó como narrador con Los aventureros (1913), colección de cuentos breves de
tono realista, pero es La trepadora (1925) la obra con la que se inicia la madurez artística
del autor.
En 1929 Gallegos publicó su obra maestra, Doña Barbara, una de las novelas más
representativas de la literatura hispanoamericana. Esta obra es un potente fresco realista en
el que describe con eficacia la vasta sabana venezolana y la vida primitiva que en ella
palpita.
A Doña Bárbara le siguió Cantaclaro (1934), novela de tono lírico y sentimental, en la que se
narran las peripecias de un cantor ambulante a través de la llanura venezolana. Canaima
(1935) cierra la trilogía de las obras en las que Gallegos alcanza su mayor vigor creativo.
En años posteriores, el escritor intenta apartarse de la lucha entre la civilización y la
barbarie --tema característico de sus grandes creaciones-- para desarrollar, entre ficciones y
formas literarias, aspectos dramáticos de la realidad venezolana.
Con Pobre Negro (1937) y Sobre la Misma Tierra (1943), Gallegos da a su obra tonos
históricos y sociológicos, al sumergir a sus personajes en ambientes bañados por radicales
transformaciones políticas, sociales y morales provocadas por acontecimientos tan variados
como la Guerra Federal o el inicio de la explotación petrolera.
En 1957, Rómulo Gallegos obtiene el Premio Nacional de Literatura y, en 1958, es elegido,
por unanimidad, individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua.
Como reconocimiento a la labor literaria de este hombre de las letras americanas, se crea el
Premio Internacional de la Novela Rómulo Gallegos (1965) y, en 1972, se funda en Caracas,
el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG).
Otras de sus obras publicadas son: El Último Solar, Los Inmigrantes, La Rebelión, El
Forastero, La Doncella y el Último Patriota, Tierra bajo los pies.
Rufino Blanco Fombona

Este gran escritor, ensayista, historiador y político nació en Caracas el 17 de junio de 1874
del matrimonio entre Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona.
Sus primeros estudios los realizó en los colegios Santa María y San Agustín de la capital
venezolana. En 1889, se graduó de bachiller e ingresó a la Universidad Central de Venezuela
para estudiar derecho y filosofía; carreras que abandonó dos años después con el fin de
iniciarse en la academia militar.
Participó en la Revolución Legalista en 1892, y después viajó a Estados Unidos como cónsul
de Venezuela en Filadelfia.
A su regreso, se incorporó como colaborador al equipo de El Cojo Ilustrado, y publicó el
poema "Patria", que constituyó su primer escrito.
En 1896 se trasladó a Holanda como agregado de la Legación Venezolana, donde
permaneció durante dos años. Poco después de volver a la patria, sacó a la luz su primer
libro "Trovadores y trovas".
Posteriormente, Cipriano Castro, actuando como presidente de la República, lo nombró
secretario general del estado Zulia.
Fue cónsul de Venezuela en Ámsterdam entre 1901 y 1904, y luego ejerció el cargo de
gobernador del Territorio Federal Amazonas.
En ese tiempo, estuvo en contra del monopolio del caucho que se hacía en la región, por lo
que fue encarcelado. Estando preso en Ciudad Bolívar escribió una de sus novelas más
famosas, "El hombre de hierro".
Apenas recuperó su libertad viajó a Europa. Cuando cayó Cipriano Castro, y Juan Vicente
Gómez asumió el poder Blanco Fombona fue miembro de la Secretaría de la Cámara de
Diputados. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a criticar duramente al gobierno, por lo
que fue confinado a La Rotunda por un año, y después desterrado hasta el fin de la
dictadura.
Francia y España fueron su hogar durante los años que permaneció exiliado.
En Madrid fundó la Editorial América, y para esa época fue propuesto para el Premio Nóbel
de Literatura y asumió el cargo de Gobernador de la provincia de Almería y posteriormente
hizo lo propio en Navarra.
Durante su estadía en la península ibérica continuó escribiendo. Así, publicó "Camino de
imperfección", "El modernismo y los poetas modernistas", dos tomos de "La novela de dos
años" y "La lámpara de Aladino". Cabe destacar que el panfleto antigomecista
"Judas capitolino", de su autoría, data también de ese período.
Al retornar a América, estuvo poco tiempo en Venezuela pues rápidamente se trasladó
a Uruguay como embajador de Venezuela.
Sus últimos años de vida los dedicó a escribir sobre Simón Bolívar. Algunos de las obras de
ese tiempo son "Bolívar y la guerra a muerte", "El espíritu de Bolívar" y "Mocedades de
Bolívar".
Murió en Buenos Aires, Argentina, el 16 de octubre de 1944. Sus restos reposan en el
Panteón Nacional desde el 23 de junio de 1975.
Teresa de la Parra
Ana Teresa Parra Sanojo nació en París un 5 de octubre de 1889 para convertirse en una de
las más destacadas creadoras de la literatura venezolana. Incursionó en el mundo de las
letras de la mano del periodismo y escribió dos novelas que la inmortalizaron en toda
América: "Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca"
Rafael Parra Hernaiz y Isabel Sanojo de Parra, ambos venezolanos y residenciados en París,
trajeron al mundo a una niña a quien pondrían el nombre de Ana Teresa y que años mas
tarde se convertiría en escritora bajo el seudónimo de Teresa de la Parra.
Cuando Ana Teresa apenas tenía dos años de edad, fue traída a Venezuela donde disfrutó de
su infancia en la tranquila hacienda "El Tazón", propiedad de la familia ubicada entre
Tumerito y Piedra Azul.
En 1906, a los ocho años de edad, muere el padre de Ana Teresa y su Madre decide regresar
a Europa. Isabel Sanojo de Parra se establece en España con sus seis hijos y Ana Teresa
ingresa al Colegio "Sacrè Coeur" de la ciudad de Valencia, donde entra en contacto con las
obras de escritores como Guy Muapassant, Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes
ejercerían gran influencia en su formación literaria.
Al finalizar sus estudios en el colegio, en 1915, Ana Teresa viaja a París, donde permanece
un tiempo antes de volver a Caracas. Para este momento ya había escrito varios cuentos
bajo el seudónimo de "Fru-Fru".
Su regreso a Venezuela, en plena dictadura Gomecista, le permite recoger vivencias que
significarían una gran influencia en el desarrollo de su narrativa. Desde su llegada al país
Ana Teresa comienza a revelarse como escritora gracias a varios artículos publicados en
diferentes diarios capitalinos.
El éxito de sus cuentos y artículos, publicados en los periódicos caraqueños, la impulsa a
escribir su primera novela, el "Diario de una Señorita", título que cambiaría momentos
antes de su publicación por el de "Ifigenia". En 1924, esta obra, editada bajo el seudónimo
de Teresa de la Parra, obtuvo el primer premio en un concurso literario de la Ciudad de
París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa.
En 1927, Ana Teresa viaja a Cuba para representar a Venezuela en
la Conferencia Interamericana de Periodistas. En la reunión dio un discurso sobre "La
Influencia Oculta de las Mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar". De la isla
pasa a Colombia para dictar en Bogotá tres Conferencias sobre "La Importancia de la
Mujer en la Colonia y la Independencia".
Ana Teresa viaja nuevamente a Europa, donde inicia su segunda Novela "Memorias de
Mamá Blanca", la cual publica en París en 1929. Ese mismo año regresa a Venezuela pero su
permanencia en el país fue corta debido a que contrae Tuberculosis y regresa a Europa,
donde se interna en un sanatorio en Suiza.
Poco antes de su muerte, Ana Teresa se traslada a Madrid para morir en paz. Fallece en la
capital española el 23 de abril de 1936.
Conclusión

Este trabajo de investigación se realizó con el fin de conocer la historia de la Literatura


Venezolana, tan extensa e interesante, así como también conocer a los ilustres
representantes de todas las tendencias existentes de la literatura: como la poesía, la
escritura, las novelas, etc.
Se espera que que la investigación cumpla con lo exigido.
Bibliografías
www.google.com
www.altavista.com
www.monografias.com
http://www.logoscorp.com/oci/cultura8.htm

Literatura de Venezuela
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Monumento a Doña Bárbara, personaje principal de la novela homónima del escritor y


político Rómulo Gallegos, considerado el más universal de los narradores venezolanos

Literatura de Venezuela se refiere a la obra literaria realizada en este país


desde el período de la conquista y colonización hasta el presente.

Índice

 1Literatura de la conquista y colonial


 2Literatura republicana
 3La novela
o 3.1Las primeras novelas
o 3.2La novela venezolana a principios del Siglo XX
o 3.3Los nuevos clásicos venezolanos
o 3.4Precursores de la novela contemporánea
o 3.5De la violencia a la interioridad
o 3.6Novela contemporánea
 4El cuento
o 4.1El modernismo y la generación del 28
o 4.2El cuento vanguardista
o 4.3El cuento contemporáneo
 5El ensayo
o 5.1El ensayo en el Siglo XIX y principios del XX
o 5.2Vanguardia, modernidad y posmodernidad
 6Poesía
o 6.1Poesía en el Siglo XIX
o 6.2Entre el modernismo y la vanguardia en la poesía venezolana: La
Generación del 18
 7Grupos literarios, revistas y poesía contemporánea
 8Véase también
 9Referencias
 10Bibliografía
 11Enlaces externos

Literatura de la conquista y colonial[editar]

Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela, por José de Oviedo y Baños

La primera referencia europea escrita que se posee con respecto a Venezuela


es la relación del tercer viaje de Cristóbal Colón en 1498, durante el cual
descubrió Venezuela. En esa epístola (31 de agosto de 1498) se denomina al
país como la «Tierra de gracia». Pero poco a poco aparecen escritores más
literarios, desde los días de las rancherías en la Isla de Cubagua. De ellos ha
llegado el nombre y el poema de Jorge de Herrera y las Elegías (1589) de Juan
de Castellanos.
Durante los tres siglos coloniales la actividad literaria será constante, pero los
textos que se conservan en la actualidad son escasos, debido a la tardía
instalación de la imprenta en el país (1808), lo cual impidió a muchos escritores
editar sus obras. Pese a ello, de 1723 es la Historia de José de Oviedo y
Baños, con un estilo clásico y realista cuenta la conquista y población de la
Provincia de Venezuela. De las últimas décadas del siglo XVIII procede el
Diario (1771-1792) de Francisco de Miranda, la mayor obra en prosa del
periodo colonial.
De fines del mismo siglo es la obra poética de la primera mujer escritora del
país de la que se tiene noticia: sor María de los Ángeles (1765-¿1818?), toda
ella cruzada por un intenso sentimiento místico inspirado en Santa Teresa de
Jesús. Pese a que se puede nombrar a varios escritores de este periodo, los
rasgos más notables de la cultura colonial hay que buscarlos más que en la
literatura en las humanidades, en especial en el campo de la filosofía y de la
oratoria sagrada y profana, en las intervenciones académicas y en el intento
llevado a cabo por fray Juan Antonio Navarrete (1749-1814) en su Teatro
enciclopédico.
Literatura republicana[editar]

Andrés Bello

La literatura de inicios del siglo XIX no es muy abundante, los intelectuales y


políticos estaban ocupados en las guerras libertarias. Sin embargo, surge la
oratoria como forma alternativa para propagar las ideas independentistas y
cuya belleza retórica y estilística hace que se le ubique dentro del espectro
literario. En este período sobresale también la producción poética de Andrés
Bello, primer poeta en proponer la creación de una expresión lírica americana.

Rafael María Baralt, primer hispanoamericano en la Real Academia Española

Su poesía es considerada como precursora de la temática latinoamericana en


la lírica continental, tal como se puede observar en Alocución a la
poesía (1823) y en Silva a la agricultura de la Zona Tórrida (1826). En vísperas
de la independencia, llega la primera imprenta a Caracas (1808) y con ella
surgen importantes periódicos, entre los que destaca El Correo del Orinoco, a
través de los cuales se difunden las ideas libertarias. Sin embargo, antes de la
aparición de los primeros periódicos, estas ideas eran principalmente
difundidas a través de la oratoria, pues las imprentas españolas difícilmente
acceden a la publicación de ideas que atenten en contra de su hegemonía.
Simón Bolívar

Sin embargo, entre los avatares de la revolución fue que el germen de una
identidad propia ensayó sus fueros humanísticos. La copiosa correspondencia
de Simón Bolívar así como los documentos oficiales de sus atribuciones
republicanas, dilucidan no solo el mosaico colosal de su genio político, sino
también la prolijidad de una pluma tan exquisita como intensa. De gran belleza
y profunda preocupación filosófica es Mi delirio sobre el Chimborazo; una
especie singular que le distingue de las contradicciones de su tiempo, y en la
que por etérea proporción discurre desde la clarividencia de un tribuno hasta la
humildad de un profeta señalado para un mundo naciente y por lo mismo
promisorio.
Es también en Simón Rodríguez, filósofo y pedagogo caraqueño, cuando
genuinamente se ensayan fórmulas americanas muy bien meditadas para las
incipientes repúblicas; su obra, aunque dispersa por los giros de su singular
vida, compila no solo su preocupación sociológica, sino también la urgencia de
un código intelectual. Por auspicio de su célebre pupilo (Simón Bolívar) alcanza
parcialmente a aplicar algunas de sus ideas, muchas de las cuales fueron
difundidas después y ampliadas en un castellano auténtico y a veces irónico
como Voltaire. Además de sus peculiares publicaciones y de su
correspondencia, es célebre su defensa que hace de la gesta bolivariana,
construida con un rigor lógico.
La novela[editar]
Las primeras novelas[editar]

Fermín Toro publicó en 1842 Los mártires, considerada la primera novela venezolana

Muchos autores coinciden al afirmar que la novela venezolana surge a


mediados del Siglo XIX, tras la publicación de Los mártires, de Fermín
Toro en 1842. Las primeras novelas venezolanas siguen los postulados de las
corrientes literarias que para la época prevalecían en el ámbito mundial. A
excepción de las inscritas en el marco del modernismo, movimiento literario de
origen latinoamericano.
En el tardío romanticismo venezolano, tuvieron gran aceptación las novelas de
carácter histórico que se adaptaban al espíritu romántico, como Blanca de
Torrestella (1868), de Julio Calcaño. Bajo estas influencias románticas se
escribieron muchas novelas de tono sentimental, así como también novelas de
denuncia: Zárate (1882) de Eduardo Blanco y Peonía (1890) de Manuel Vicente
Romero García. En la mayoría de los casos, las primeras novelas venezolanas
funcionan como tribunas para denunciar las injusticias sociales, o como
instrumentos pedagógicos o de construcción de la identidad nacional.
A partir de los inicios del siglo XX, estas preocupaciones se irán relajando: el
valor literario y estético cobrará mayor importancia, sobre todo tras el
surgimiento del modernismo, en el que prevalecía el cuidadoso lenguaje y el
adorno retórico. Son piezas claves para comprender la producción de este
período las novelas de Manuel Díaz Rodríguez quien publica en 1901 su
primera novela: Ídolos rotos, sátira política y social de la sociedad de la época,
evidenciando una problemática lucha entre lo nacional y lo mundial. A través de
esta novela y del resto de su producción, Sangre patricia (1902)
y Peregrina (1922), percibimos una fina sensibilidad que idealiza la naturaleza
venezolana, cruzada por tipos y costumbres; sensibilidad plasmada en las
páginas a través de un lenguaje cuidado y extremadamente culto.
La novela venezolana a principios del Siglo XX[editar]

Rómulo Gallegos

Teresa de la Parra

Arturo Uslar Pietri

El año de 1910 se toma como punto de partida de nuevas experiencias


estéticas que reaccionan en contra del modernismo e intentan escribir acerca
de la vida común. De manera que se perfila una nueva expresión literaria de
carácter realista, en la que reaparecen viejas esencias del costumbrismo. En
este momento de la trayectoria de la novela venezolana son relevantes los
nombres de José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra y Rómulo Gallegos,
entre otros. Política feminista, es la primera novela publicada por Pocaterra,
cuya obra ha sido enmarcada dentro del realismo. En La casa de los
Abila (1946) este autor logra reflejar con extrema agudeza la decadencia y
descomposición social y política de la realidad que lo circunda.
Un punto de referencia dentro de la novelística nacional lo constituye Rómulo
Gallegos, quien publicó diez novelas ambientadas en distintos espacios de la
geografía venezolana, conectadas con las concepciones positivistas y de un
profundo realismo social. Reinaldo Solar (1920), fue su primera novela, a la que
siguieron La trepadora (1925), Doña
Bárbara (1929), Cantaclaro (1934), Canaima (1935), Pobre negro (1937), El
forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943), La brizna de paja en el
viento (1952) y Tierra bajo los pies (1971).
Características comunes de estas obras serían su alto sentido pedagógico, la
lucha entre civilización y barbarie como temática recurrente, además de la
interpretación de aspectos controversiales de la sociedad. Algunos autores
afirman que Gallegos, quien llegó a ser Presidente de la República, trazó su
ideología política a través de la escritura de sus novelas. Ifigenia publicada
en París en 1924, fue la primera novela de Ana Teresa Parra Sanojo, mejor
conocida por su seudónimo Teresa de la Parra. Esta novela, que relata las
preocupaciones de una mujer moderna, ganó en París el «Concurso de
novelistas americanos» el mismo año de su publicación. Memorias de Mamá
Blanca, publicada también en París en 1929, representa el criollismo
universalizado.
Los nuevos clásicos venezolanos[editar]

Los escritores Miguel Otero Silva, Ramón Díaz Sánchez y Mariano Picón Salas.

Con una abundante producción literaria, no solo dentro del plano de la novela
sino también en otras categorías genéricas, destaca la labor de Arturo Uslar
Pietri y Miguel Otero Silva. Estos autores se consideran como pertenecientes al
canon literario venezolano y se constituyen en autores clásicos del Siglo XX.
Arturo Uslar Pietri, quien ganó el Premio Príncipe de Asturias en España (1990)
y el Premio Rómulo Gallegos (1991) en Venezuela con su novela La visita en
el tiempo, se ha constituido en un punto de referencia dentro de la producción
novelística nacional. Es uno de los autores de mayor difusión dentro y fuera del
país e incursionó en diversos géneros, siempre de manera destacada.
Sus novelas se caracterizan por una estructura anecdótica de marcada
influencia vanguardista y por una recurrente temática histórica, que algunos
estudiosos de su obra han visto como señal de una búsqueda de las raíces de
la venezolanidad, desde una perspectiva universal, no obstante, enfocada
también hacia la búsqueda de lectores ajenos a la idiosincrasia nacional.
Debido a su abundante producción de alta calidad literaria, Uslar es un autor
indispensable para el estudio de las letras venezolanas. De igual manera
ocurre con Miguel Otero Silva, quien tras una ardua labor periodística en
Venezuela, se dedica a la creación literaria. Fundador del diario El Nacional,
este importante novelista se vale de una visión aguda y crítica para abordar la
realidad del país a través de sus obras. Tal como sucede en Casas
Muertas (1955) o en Cuando quiero llorar no lloro (1970).
Precursores de la novela contemporánea[editar]

Antonio Arráiz

Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses proponen otras maneras de


abordar la novela al elaborarlas desde perspectivas novedosas en las que la
realidad se ve asediada por la interioridad de los personajes y por elementos
imaginativos y fantásticos. Aunque diferentes entre sí, la obra de estos autores
constituye un precedente importante en la evolución de la novela
contemporánea. Otra manera de abordar la realidad, en la que se observa una
mayor riqueza imaginativa, se hace patente en las novelas de Bernardo Núñez,
quien a pesar de centrar su atención en lo histórico, problematiza las nociones
de verdad y ficción al hacer «historias noveladas». Su primera novela Sol
interior (1918) aborda esta temática, pero es en Cubagua (1932), considerada
su obra capital, en la que logra superar a todas sus novelas anteriores.
Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses han sido considerados como
unos de los precedente fundamentales de la novela venezolana
contemporánea. En la obra de Guillermo Meneses se tejen temáticas
complejas con estructuras discursivas finamente elaboradas. Siendo la cúspide
de su producción novelesca El falso cuaderno de Narciso Espejo (1952),
novela profunda de grandes ambiciones, en la que se observa el cruce de
simbologías y la representación de las zonas interiores de los personajes.
La misa de Arlequín (1962), la última novela de Meneses ha sido considerada
como una continuación de la temática y los logros discursivos alcanzados por
su novela anterior. Otros autores a tener en cuenta serían Antonia
Palacios, Pedro Berroeta, Mario Briceño Iragorry, con su única novela Los
Ribera (1957), Gloria Stolk, Antonio Arraíz, Lucila Palacios o Ramón Díaz
Sánchez, este último con Mene (1936), novela referida a la explotación
petrolera en Venezuela, tema que sería tratado por primera vez en la
novelística venezolana por Miguel Toro Ramírez con Señor Rasvel (1934).
De la violencia a la interioridad[editar]

Salvador Garmendia

A partir de 1958 hasta ahora muchos cambios históricos, culturales y sociales


se han sucedido afectando de manera significativa la producción literaria en
Venezuela. Dos temáticas fundamentales prevalecen en este período
permitiendo la aparición de nuevos tipos de novelas: novela de la violencia y la
novela de la interioridad. En este año es derrocada la dictadura de Marcos
Pérez Jiménez, y se instaura un régimen democrático, que va a estar asediado
por grupos de oposición con claras vinculaciones marxistas e influenciados por
la revolución cubana liderizada por Fidel Castro.

Adriano González León en los años 50

Se trata de grupos armados de oposición al régimen político prevaleciente, la


llamada «guerrilla», la cual va a ser fuente de anécdotas para los escritores de
entonces, muchos de los cuales militaron dentro de sus filas. De manera que la
literatura de esta época está caracterizada por un fuerte compromiso político.
Como novelas de la violencia ha sido estudiada la producción de José Vicente
Abreu, Se llamaba SN (1964) es un caso paradigmático.

Carlos Noguera, autor de la novela Historias de la calle Lincoln (1971)


A finales de los sesenta y principio de los setenta la novela de la guerrilla define
sus postulados a través de obras fundamentales como Historias de la calle
Lincoln (1971) de Carlos Noguera y País Portátil (Premio Biblioteca Breve
1968) de Adriano González León, quien abordó las preocupaciones sociales y
políticas que vivía Venezuela en esa época, pero supo rebasar el esquema
testimonial para dar una dimensión más profunda y literaria al tema de la
guerrilla urbana. También destacan en este período la llamada «novela de la
interioridad», cuyo precursor sería Salvador Garmendia con su novela Los
pequeños seres (1959) en la que prevalece la introspección de los personajes.
El humor, aunque no muy abundante en la creación literaria de este momento,
encuentra su máximo exponente en Renato Rodríguez, con Al sur del
Ecuanil (1963). La novela que experimenta con nuevas estructuras narrativas y
lenguaje lúdico se hace presente a través de la obra de José Balza, Oswaldo
Trejo y Luis Britto García. Un tema poco usual como lo es el de los avatares de
la juventud atraviesa las páginas de Piedra de mar (1968) de Francisco
Massiani.
Novela contemporánea[editar]

José Balza, narrador y ensayista. Premio Nacional de Literatura 1991

Alberto Barrera Tyszka resultó ganador del Premio Herralde de Novela 2006 por su obra La
enfermedad

Al lirismo y la disolución, tanto argumental como estructural, que prevaleció en


los años setenta, siguió a mediados de los ochenta una vuelta a la anécdota.
Esta fue potenciada por la obra de Francisco Herrera Luque y posteriormente,
por la de Denzil Romero. El panorama literario parecía escindirse entre los
autores cuyo proyecto estético se centraba en una recuperación del hilo
anecdótico de lo narrado, y otros a quienes les preocupaba más la
experimentación con el lenguaje y las maneras de abordar la historia.
En los años noventa esta escisión queda de lado. Muchos autores consiguieron
mezclar estas dos tendencias opuestas en sus obras logrando así una
recreación poética de la realidad sin caer en los extremos de la incomprensión
y una recuperación de la anécdota sin descuidar lo estético y lo literario. Estos
escritores reconocen una línea directa de influencias de Salvador Garmendia,
Adriano González León, Alfredo Armas Alfonzo y las propuestas del grupo EN
HAA.
A partir de entonces han prevalecido como ejes temáticos lo rural: En virtud de
los favores recibidos (1987) de Orlando Chirinos; las sagas familiares: El exilio
del tiempo (1991), de Ana Teresa Torres; las memorias y la narrativa de los
cambios petroleros, en Milagros Mata Gil; la mirada sobre el mundo de la
violencia y la marginalidad: Calletania (1992), de Israel Centeno y Caracas
Cruzada (2006), de Vicente Ulive-Schnell; la revisión de la guerrilla desde una
mirada contemporánea: Juana la roja y Octavio el sabrio (1991), de Ricardo
Azuaje; el conjunto de historias que atraviesa un mismo personaje en La
Danza del Jaguar (1991), de Ednodio Quintero; las relaciones con
la música popular: Si yo fuera Pedro Infante (1989) de Eduardo Liendo; las
nuevas novelas históricas: La tragedia del generalísimo (1983), de Denzil
Romero; la mirada sobre el amor y la diáspora, El libro de Esther (1999)
o Arena negra (2013), de Juan Carlos Méndez Guédez; la exploración del viaje
hacia un norte simbólico, El niño malo cuenta hasta cien y se retira (2004),
de Juan Carlos Chirinos; la revisión de la memoria del país: Falke (2005),
de Federico Vegas; Qué bien suena este llanto de Margarita
Belandria (premio honorífico en el I Concurso de Narrativa Antonio Márquez
Salas, convocado por la Asociación de Escritores de Mérida, 2004); la
exploración en el miedo contemporáneo al dolor, La enfermedad (Premio
Herralde de Novela 2006), de Alberto Barrera Tyszka; la indagación paulatina
en el fragor urbano contemporáneo, Latidos de Caracas (2007) , de Gisela
Kozak; la reconstrucción de la infancia, El abrazo del Tamarindo (2008),
de Milagros Socorro; la historia contemporánea con conexión a la
actualidad, El pasajero de Truman (2008), de Francisco Suniaga; la búsqueda
del padre en el subsuelo caraqueño, Bajo Tierra (2008), de Gustavo Valle; y el
exilio autoimpuesto, Blue label/Etiqueta Azul (2010), de Eduardo Sánchez
Rugeles, entre otros.
Gustavo Valle, ganó la III Bienal Adriano González León (2008) y el Premio de la Crítica (2009)
con Bajo tierra

Muchos de estos escritores han evolucionado, tanto en la temática como en la


expresión narrativa. Tal es el caso de Ana Teresa Torres, que ha explorado la
novela erótica y la novela policial, género que, aun cuando no es el más
visitado en la narrativa venezolana (el tópico de la violencia política ha
prevalecido por encima de los tópicos del género negro), tiene en su haber
títulos relevantes como Los platos del diablo, de Eduardo Liendo, Seguro está
el infierno y No disparen contra la sirena, de José Manuel Peláez y Tomás
Onaindía, Cuatro crímenes cuatro poderes (que también se inscribe en la
literatura negra y de violencia política), de Fermín Mármol León, Colt Comando
5.56, de Marcos Tarre, El discreto enemigo, de Rubi Guerra e, incluso, novelas
policiales en clave de comedia como El caso de la araña de las cinco patas, de
Otrova Gomas, seudónimo del humorista y escritor Jaime Ballesta.
Hay que señalar, además, que la narrativa breve ha incursionado en el género
también con resultados destacables. Milagros Mata Gil consigue en la
autobiografía ficcionada y la novela histórica el tono necesario para María de
Majdala: otra versión del anathema, en la cual mezcla profundos conocimientos
teológicos y un lenguaje lírico, con la intención de rescatar la vida femenina en
el siglo I de nuestra era.

Eduardo Liendo durante la presentación de su libro En torno al oficio de escritor. Librería El Buscón,


Caracas
El cuento[editar]
El modernismo y la generación del 28[editar]

Busto de Andrés Eloy Blanco, Parque del Retiro, Madrid, España

En los comienzos de la cuentística venezolana, las revistas como El Cojo


Ilustrado juegan un papel fundamental para la difusión de las obras de los
escritores dedicados a este género. El modernismo y el realismo dominan el
panorama literario del país. Las mismas corrientes literarias que marcaron las
pautas literarias de la novela influyen en las narraciones cortas. Muchos
autores se dedican a ambos géneros, tal es el caso de Manuel Díaz Rodríguez,
quien escribió cuentos modernistas; Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, quien
creó cuentos de corte costumbrista y fundó la corriente denominada
«Criollismo».
Cuentos grotescos de José Rafael Pocaterra es una obra capital para
comprender la evolución de la narración corta venezolana de esta época. Con
la llamada Generación del 18 el realismo se ve robustecido con el contenido
social de las nuevas tendencias, sin desdeñar el criollismo. Aunque la
Generación del 18 fue una generación fundamentalmente de poetas, tuvo
proyección en el campo de la cuentística. Estuvo influenciada por movimientos
europeos, en especial por el cuento ruso.
Fuera de grupos literarios y de movimientos definidos, Julio Garmendia escribió
cuentos con un particular estilo, que le ha consagrado como uno de los
principales cuentistas venezolanos. Entre su obra cabe destacar La Tienda de
Muñecos y La Tuna de Oro. Obras que se anticipan a la temática fantástica que
tendrá lugar después.
El cuento vanguardista[editar]
En 1928 surge la generación de vanguardia caracterizada por su rebeldía y por
un extremado gusto por la metáfora y el lenguaje barroco. En el marco de los
postulados de la vanguardia y a partir de la década del cincuenta son
significativos los nombres de Guillermo Meneses y Gustavo Díaz Solís.
El premio de cuentos del diario El Nacional se constituye en una institución
legitimizante de la labor de los jóvenes cuentistas. Uno de los cuentos más
celebrados e influyentes dentro de la narrativa venezolana a partir de su
publicación hasta nuestros días es La mano junto al muro (1952) de Meneses.
Relato cuya trama está dominada por lo psicológico, la interioridad de los
personajes y la ambigüedad de una estructura anecdótica circular.
Meneses es uno de los escritores que más ha influenciado a las nuevas
generaciones, junto con Gustavo Díaz Solís, quien se dio a conocer al ganar el
premio literario de la revista Fantoches, con su cuento Llueve sobre el mar en
1943. Muy importante para generaciones posteriores es su cuento Arco
Secreto, en el que la anécdota está tejida por un discurso de resonancias
contemporáneas.
En los años sesenta y setenta las experimentaciones formales que atravesaron
la novela también influyeron en los cuentos. La experimentación lúdica
exacerbada con el lenguaje es una de las características fundamentales de la
obra de Oswaldo Trejo. La experimentación formal y genérica se hace presente
en la obra de Alfredo Armas Alfonzo, especialmente en El Osario de Dios, libro
conformado por cuentos cortos de anécdotas que se conectan, apelando a un
género intermedio entre el cuento y la novela.
En realidad, casi toda la obra literaria de Armas Alfonzo conforma un corpus
que algunos críticos han planteado como una gran novela fragmentaria, como
la realidad. Como William Faulkner, escribió muy específicamente sobre una
región geográfica, la Cuenca del Unare, a la que conformó según sus
recuerdos, nombrando la fauna y la flora con las palabras regionales. Milagros
Mata Gil, quien ha estudiado a fondo su obra, lo considera «un demiurgo» de la
Cuenca del Unare, cuyo eje es Clarines.
El cuento contemporáneo[editar]

Francisco Massiani

A partir de los años ochenta, la cuentística nacional retoma la anécdota, que se


hallaba diluida en medio de los juegos con el lenguaje y el extremado
experimentalismo, para de esta manera recuperar a los lectores comunes que
en los años setenta se habían alejado del género. A finales de los ochenta
prevalecen los relatos que se centran en temáticas como la música popular, el
cine y la cultura de masas.
También se retoman los relatos de aventuras, el policial (de particular
relevancia son los cuentos La mujer de espaldas, de José Balza, y Boquerón,
de Humberto Mata) y la ciencia-ficción. Algunas veces se nota un descuido
discursivo producto del afán de contar, pero en los años noventa, los
cuentistas, al igual que los novelistas, han logrado contar una historia
interesante sin descuidar los aspectos formales del texto, manteniendo así un
alto nivel literario y estético.
Tal es el caso de las generaciones de cuentistas entre los que se
destacan: Silda Cordoliani, Ricardo Azuaje, Antonio López Ortega, Ángel
Gustavo Infante, Juan Carlos Méndez Guédez, Rubi Guerra, Israel
Centeno, Juan Carlos Chirinos, Luis Felipe Castillo, Milagros Socorro, Slavko
Zupcic, Roberto Echeto, Rodrigo Blanco Calderón, Fedosy Santaella, Mario
Morenza, Salvador Fleján, Enza García Arreaza, y Jesús Miguel Soto.

El ensayo[editar]

«El llanero domador». Dibujo de Celestino Martínez, litografiado por Celestino y Jerónimo Martínez


aparecido en la portada del primer número de El Cojo Ilustrado

El ensayo en el Siglo XIX y principios del XX[editar]


Diversos autores coinciden en señalar que el origen del ensayo venezolano se
remonta a finales del siglo XIX. En este período los ensayistas se dedicaron a
reflexionar en torno a la identidad nacional. Sin embargo, este género tiene su
precursor en Fermín Toro quien, con sus Reflexiones sobre la Ley del 10 de
abril de 1834, se adentra en el análisis de la realidad socio-económica de su
época. El objetivo principal de los inicios de este género en Venezuela fue el de
elaborar las bases ideológicas para fundar la nación recientemente
independizada. En el modernismo esta temática se amplía al incluir también lo
estético y lo literario. En el primer número de la revista Cosmópolis, el 1ro de
mayo de 1894, aparecen los ensayos Sobre Literatura Nacional y Más sobre
Literatura Nacional de Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, manifiesto donde
señala los lineamientos del Criollismo, estilo en el cual plasmaría imágenes de
las formas de vida, problemas, tradiciones y costumbres de la gente y el
ambiente rural, en pequeños poemas en prosa denominados “acuarelas”.
Vanguardia, modernidad y posmodernidad[editar]
El ensayo de vanguardia surge con la Generación del 18 y la del 28,
especialmente con la producción de Julio Planchart, Enrique Bernardo
Núñez, Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, quienes abordaron en
sus páginas los problemas sociohistóricos y culturales venezolanos. Luis
Manuel Urbaneja Achelpohl gana un concurso de ensayo y es premiado con la
publicación por la revista Elite de mil ejemplares de su escrito El Gaucho y el
Llanero (1926). El ensayo compara la idiosincrasia y medio político, social y
económico de dos emblemáticos caracteres de considerable protagonismo
histórico hasta la época.
A partir de los años sesenta los ensayistas se ven influenciados por el
pensamiento teórico posmoderno. Tras el cuestionamiento de las grandes
ideologías de la modernidad, los ensayistas toman un tono más escéptico,
emparentado con los planteamientos filosóficos mundiales de finales del Siglo
XX. Los ensayistas de la posmodernidad abordan temas tales como
la globalización, los medios de comunicación masiva, la
identidad venezolana y latinoamericana, el debate de las ideologías o la
relatividad de la noción de verdad.
Luis Britto García, Víctor Bravo, Elisa Lerner, Guillermo Sucre, Rafael Castillo
Zapata, Ludovico Silva, Rafael Caldera, Teodoro Petkoff, Luis Castro
Leiva, Carlos Rangel, Gustavo Guerrero, Juan Carlos Chirinos o Alfredo Toro
Hardy, entre otros, han producido ensayos de gran valor.

Poesía[editar]

Juan Vicente González

Poesía en el Siglo XIX[editar]


A principios del Siglo XIX Andrés Bello despunta como uno de los poetas más
significativos del momento con una obra que se inscribe primero dentro del
neoclasicismo y luego dentro del romanticismo. Estos movimientos literarios de
origen europeo, al igual que el parnasianismo, tuvieron gran repercusión en los
primeros poetas venezolanos. Andrés Bello escribió sus famosas silvas entre
1823 y 1826 en un estilo emparentado con el movimiento neoclásico que
dictaba las pautas en la literatura de esos días. Más tarde, mientras se
encontraba en Londres, descubrió el romanticismo, con el que nutrió sus
siguientes poemas.
En ese período, el romanticismo era acogido por otros poetas venezolanos,
como Fermín Toro, Juan Vicente González y Cecilio Acosta. Sobresale dentro
de este periodo la obra de Juan Antonio Pérez Bonalde, quien se inició como
polemista y humorista en revistas y periódicos a partir de 1865. Según algunos
autores, Pérez Bonalde es el máximo representante del romanticismo en
Venezuela, para otros fue el precursor del modernismo.
Sus poemas Vuelta a la patria y Niágara están considerados como los más
representativos de la obra del autor y de la poesía nacional, en ellos se
observan todas las búsquedas del romanticismo aunado a elementos
fuertemente biográficos. El parnasianismo reaccionó en contra de los excesos
del romanticismo. Proponía una literatura de inspiración clásica, economía de
recursos estilísticos y sobriedad de las formas. Se inscriben dentro de estos
postulados las obras líricas de Manuel Fombona Palacios, Jacinto Gutiérrez
Coll, Andrés Mata, entre otros.
Entre el modernismo y la vanguardia en la poesía
venezolana: La Generación del 18[editar]

Francisco Lazo Martí

Las revistas El Cojo Ilustrado y Cosmópolis funcionaron como órganos de


difusión de la obra de autores modernistas, quienes tomaron la escena literaria
con la fuerza que le imprimía este movimiento de raíces absolutamente
latinoamericanas. Más tarde, aparece la Generación del 18 como fuerte
reacción en contra de la estética modernista. El movimiento modernista se
caracterizaba por el uso de patrones rítmicos tradicionales y una temática en la
que prevalecía el cosmopolitismo cultural, esto es la presencia dentro de sus
poemas de múltiples referentes a realidades pertenecientes a otros ámbitos
mundiales, así como elementos mitológicos. Dentro de estos postulados es
relevante la obra de poetas como Alfredo Arvelo Larriva, José Arreaza
Calatrava y Cruz Salmerón Acosta. Francisco Lazo Martí, Udón Pérez y Sergio
Medina pertenecen al nativismo, movimiento que se adhiere a los postulados
del modernismo, pero que toma como temática principal al paisaje y la realidad
venezolanos. También está el caso del barinés Alberto Arvelo Torrealba, quien
toma el canto tradicional llanero como base para toda su obra poética. Uno de
sus poemas más conocidas es Florentino y el diablo, adaptación de una
leyenda del folklore, que con el paso del tiempo se ha convertido en referente
de la cultura nacional y ha sido llevada al cine, teatro y televisión.
José Antonio Ramos Sucre

Con la aparición de la llamada Generación del 18 se inicia una etapa de


transición en el desarrollo de la poesía venezolana entre el modernismo y el
vanguardismo. Los poetas de esta generación se caracterizan por reaccionar
contra el modernismo retornando a las formas y temas del romanticismo. Esta
generación de transición es ecléctica y presenta influencias
del simbolismo, post-modernismo y parnasianismo con tendencias
vanguardistas, como es el caso de Humberto Tejera, Pio Tamayo y Héctor
Cuenca. Uno de los representantes más conocido de la Generación del 18
es Andrés Eloy Blanco, quien utiliza los aspectos formales característicos del
modernismo, combinándolos con temas nacionales y folklóricos. Considerado
el poeta popular de Venezuela, incursiona brevemente en la temática
vanguardista, con su libro Baedeker 2000. José Antonio Ramos Sucre es
tratado como el primer poeta de la Generación del 18. Su obra no tiene
antecedentes dentro de la literatura nacional, pero si muchos seguidores, y
está caracterizada por el uso de la prosa poética, atravesada por imágenes y
símbolos provenientes de las mitologías griegas, orientales y celtas. Su
producción lírica consta de tres libros: La torre de Timón (1925), El cielo de
esmalte (1929) y Las formas del fuego (1929). Fernando Paz Castillo, Enrique
Planchart y Luis Enrique Mármol son otros exponentes importantes de esta
generación. La Generación del 18 se entrelaza con la Generación del 28, esta
última vanguardista del todo. Hay quienes consideran que son una y la misma
generación si se toma en cuenta el interés que algunos poetas muestran en
sus obras por la política.12

Grupos literarios, revistas y poesía contemporánea[editar]


José Ramón Medina durante el III Congreso de Escritores Latinoamericanos, celebrado en
Venezuela (1970).

Hanni Ossott.
El poeta Vicente Gerbasi.

Rafael Cadenas.

La aparición de grupos literarios a partir de 1935 se constituye en un fenómeno


relevante para comprender la trayectoria de la lírica nacional. Es importante
reconocer, sin embargo, que la tradición de grupos literarios empieza en 1894
con la formación de Cosmópolis por los escritores Luis Manuel Urbaneja
Achelpohl, Pedro César Dominici y Pedro Emilio Coll. Rómulo Gallegos, por su
parte, fundó el grupo La Alborada en 1909 para promover una estética
puramente latinoamericana. Después de los años treinta, el primer grupo que
pasó a formar parte de la historia literaria venezolana fue el grupo Válvula,
compuesto por autores como Arturo Uslar Pietri, Antonio Arraiz y Miguel Otero
Silva. Este grupo ocupa un lugar privilegiado por ser el primero en oponerse
directamente al gobierno.
Después de Válvula apareció el llamado Grupo Viernes, al que siguieron
muchos otros. Pascual Venegas Filardo fue el fundador del grupo Viernes. A
esta agrupación, relacionada con la estética surrealista, perteneció Vicente
Gerbasi. Sus poemas enfrentan la temática de la niñez y la búsqueda de la
identidad. Su obra más representativa es el largo poema Mi padre el
inmigrante (1945). A raíz de la aparición de Viernes, proliferan las agrupaciones
literarias en el país. Así, el grupo Presente, el grupo Suma y la Generación del
42, surgen como reacción antiviernista y se adhirieron a la temática
hispanizante. Más tarde, en 1947 y 1948, aparece en la escena literaria el
grupo Contrapunto, cuyo fundador fue Héctor Mujica. Con un mensaje más
político que estético, el grupo Cantaclaro editó una revista que llevó el mismo
nombre, y se opuso a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. A partir de 1955
son relevantes las propuestas estéticas de grupos como Sardio y Tabla
Redonda. A este último grupo perteneció Rafael Cadenas, uno de los poetas
más importantes de las letras nacionales. En 1960, Cadenas
publica Cuadernos del destierro, libro compuesto por poemas cuya temática
fundamental es la búsqueda de la identidad y del sentido de la existencia. En
1963 este autor publica su poema Derrota.
Los años sesentas estuvieron signados por el estallido de la Revolución
Cubana y la llegada de la democracia a Venezuela con Rómulo Betancourt.
Fueron años muy convulsos y El Techo de la Ballena encarnó la necesidad de
una nueva estética para la nueva realidad que se estaba viviendo, Carlos
Contramaestre, Caupolicán Ovalles y Adriano González León, junto con
muchos otros que venían de Sardio también, fueron miembros de esta
agrupación. Sol cuello cortado estuvo dirigido más hacia la nueva poesía que
otro género. La pandilla de Lautrémont conformada como grupo abierto termina
derivando en la mítica La República del Este, cuyo eterno presidente que
resistió todos los golpes a su estado fue Caupolicán Ovalles. Otros grupos que
reunieron propuestas estéticas y políticas radicales fueron En Haa, Trópico
uno, 40° a la sombra.
En los años ochenta, los grupos Tráfico y Guaire conducen a la lírica nacional
por nuevos senderos, una vez agotados los códigos literarios de las décadas
anteriores. Eugenio Montejo fue uno de los poetas más importantes de finales
del Siglo XX y comienzos del XXI. En el interior de Venezuela existe una gran
vitalidad en las últimas décadas del siglo XX en la poesía venezolana
contemporánea con nombres como Ana Enriqueta Terán, Ángel Alvarado, José
Antonio Yepes Azparren que generalmente son figuras emblemáticas de sus
regiones con gran influencia sobre los creadores locales. Otros poetas
contemporáneos incluyen: Elizabeth Schön, Ida Gramcko, Juan Sánchez
Peláez, Luis García Morales, Ramón Palomares, Víctor Valera Mora, Gustavo
Pereira, Luis Alberto Crespo, Hanni Ossott, Ígor Barreto y Alfredo Chacón.

Véase también[editar]

 Literatura
 Música de Venezuela
 Cultura de Venezuela
 Biblioteca Ayacucho
 Premio Nacional de Literatura de Venezuela

Referencias[editar]

1. ↑ «Poesía Venezolana: Caminos, Tendencias y Perspectivas por Gabriel Jiménez


Emán». actaliteraria.blogspot.se. Consultado el 20 de mayo de 2017.
2. ↑ 1945, Miranda, Julio E., (2001). Antología histórica de la poesía venezolana del
siglo XX, 1907-1996. Editorial de la Universidad de Puerto
Rico. ISBN 9780847701216. OCLC 45636927.

Bibliografía[editar]

 Bravo, Víctor. 2013. Diccionario general de la literatura venezolana. Monte


Ávila Editores Latinoamericana. Caracas. 663 p. ISBN 978-980-01-1873-3
 Díaz Seijas, Pedro. 1966. La Antigua y Moderna Literatura Venezolana.
Ediciones Armitano. 782 p. ISBN 9802652342
 Garmendia, Salvador. La novela en Venezuela. Oficina Centra de Información.
Caracas. 24 p.
 Jiménez Emán, Gabriel. «Poesía Venezolana: Caminos, Tendencías y
Perspectiva». Analecta Literaria (El Timonel editor). Consultado el 20 de mayo de
2017.
 Liscano, Juan. 1995. Panorama de la literatura venezolana actual. Alfadil
Ediciones. Caracas. 356 p. ISBN 9806273958
 Medina, José Ramón. 1992. Noventa años de literatura venezolana (1900-
1990). Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas. 634 p. ISBN 9800104755
 Miranda, Julio E., (2001). Antología histórica de la poesía venezolana del siglo
XX, 1907-1996. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. ISBN 9780847701216.
OCLC 45636927
 Oropeza, José Napoleón. 1984. Para fijar un rostro. Valencia: Vadell
Hermanos. 571 p.
 Picón Febres, Gonzalo. 1972. La literatura venezolana en el siglo XIX.
Presidencia de Venezuela. 447 p.
 Picón Salas, Mariano. 1984. Formación y proceso de la literatura venezolana.
Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas. 348 p.
 Rivas Dugarte, Rafael Ángel y García Riera, Gladys. 2004. Quienes escriben
en Venezuela (1900-2003). CONAC. Caracas. 419 p.
 Sandoval, Carlos. 2000. La variedad: El Caos. Monte Ávila Editores
Latinoamericana. Caracas. 146 p. ISBN 9800111174
 Urbaneja Achelpohl, Luis Manuel. 1945. El Criollismo en Venezuela en Cuentos
y Prédicas. Editorial Venezuela. Caracas. [1]
 Urbaneja Achelpohl, Luis Manuel. 1926. El Gaucho y el Llanero. Edición
especial de Elite. Litografía y Tipografía Vargas. Caracas. [2]
 Valladares Ruiz, Patricia. Narrativas del descalabro: La novela venezolana en
tiempos de revolución. Suffolk, UK: Tamesis Books, 2018. ISBN: 9781855663312.

Enlaces externos[editar]

 Ficción Breve venezolana - Biografías, análisis y extractos de obras


venezolanas
 Qué leer Venezuela - Página para el encuentro literario en general
 Prodavinci - Revista cultural venezolana
 Círculo de Escritores de Venezuela
 Celarg - Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos
 Monte Ávila Editores Latinoamericana - Editorial estatal venezolana
 Portal Nacional Venezuela en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Rómulo Gallegos
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Para otros usos de este término, véase Rómulo Gallegos (desambiguación).

Rómulo Gallegos
35.º Presidente de los Estados Unidos de Venezuela

17 de febrero-24 de noviembre de 1948

Gabinete Gabinete de Rómulo Gallegos

Predecesor Rómulo Betancourt

Sucesor Carlos Delgado Chalbaud

Ministro de Instrucción Pública/Ministro de Educación Nacional

26 de marzo de 1936-7 de julio de 1936

Presidente Eleazar López Contreras

Predecesor Caracciolo Parra Pérez

Sucesor Alberto Smith

1.º Presidente y Comisionado de la Comisión Interamericana de


Derechos Humanos
1960-1963

Predecesor Cargo creado

Sucesor Reynaldo Galindo Pohl

Información personal

Nombre en
Rómulo Gallegos Freira 
español

Nacimiento 2 de agosto de 1884
Caracas, Estados Unidos de Venezuela

Fallecimiento 5 de abril de 1969 (84 años)


Caracas, Venezuela

Sepultura Panteón Nacional de Venezuela 

Nacionalidad Venezolana

Religión Católico

Partido
Acción Democrática
político

Familia

Cónyuge Teotiste Arocha Egui (1895-1950)

Hijos Sonia Gallegos Arocha y Alexis Gallegos Arocha

Educación

Educado en Universidad Central de Venezuela 

Información profesional

Ocupación escritor, político

Género Novela 

Miembro de Academia Venezolana de la Lengua 

Distinciones Doctorado honoris causa por la


Universidad Nacional Autónoma de México
Premio Nacional de Literatura de
Venezuela 
Firma

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Rómulo Ángel del Monte Carmelo Gallegos Freire (Caracas, 2 de


agosto de 1884 - Ib., 5 de abril de 1969), fue un novelista y político venezolano.
Se le ha considerado como el novelista venezolano más relevante del siglo XX,
y uno de los más grandes literatos latinoamericanos de todos los tiempos.
Algunas de sus novelas, como Doña Bárbara o Barracuda, han pasado a
convertirse en clásicos de la literatura hispanoamericana.
Ejerce el cargo de Presidente de Venezuela en 1948 por escasos nueve
meses, convirtiéndose en el primer mandatario presidencial del siglo XX 1
elegido de manera directa, secreta y universal por el pueblo venezolano, y ha
sido el presidente de la República que ha obtenido el mayor porcentaje de
votos a su favor en elecciones celebradas en el país en todos los tiempos, con
más del 80% de la totalidad de los votos. Sin embargo, su separación del poder
se debió al Golpe de Estado de 1948, liderado por Carlos Delgado Chalbaud.
En 1960 fue elegido como comisionado y como el primer presidente de la
recién creada Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cargo que
ejerció hasta 1963. Desde entonces vivió en Caracas hasta el día de su
muerte.

Jesús Israel Acevedo


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Jesús Israel Acevedo

Información personal

Nombre de
Jesús Israel Acevedo Torrealba 
nacimiento

Nacimiento 1947 
Aragua de Maturín (Venezuela) 

Residencia Municipio Vargas 

Nacionalidad Venezolana

Información profesional
Ocupación Escritor 

[editar datos en Wikidata]

Jesús Israel Acevedo es un escritor venezolano monaguense.


Creador de la revista literaria Caracola (1980) y autor de varios textos, entre
ellos los ensayos: Diccionario chayma-español, Los chaimas, Conflicto
educativo en Venezuela, la libertad de enseñanza (1940), y La ciénaga(novela).
Su más reciente publicación se titula Toponimia indígena del municipio Vargas,
editado en 2005.

Ricardo Acosta (dramaturgo)


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Ricardo Acosta

Información personal

Nombre de
Miguel Ricardo Acosta Quintero
nacimiento

Nacimiento 11 de marzo de 1934


La Grita, estado Táchira, Venezuela
Fallecimiento Noviembre de 1987
Caracas, Venezuela

Causa de la
Cáncer
muerte

Nacionalidad Venezolana

Información profesional

Ocupación Dramaturgo, director de teatro, docente y actor 

[editar datos en Wikidata]

Miguel Ricardo Acosta Quintero (La Grita, estado


Táchira, Venezuela, 1934 - Caracas, Venezuela, 1987) fue un escritor, actor y
director de teatro venezolano además de activista político de izquierda

Harry Almela
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Harry Almela

Harry Almela en 2015

Información personal

Nombre de
Harry Altahir Almela Sánchez
nacimiento
Nacimiento 22 de septiembre de 1953
 Caracas, Venezuela

Fallecimiento 24 de octubre de 2017 (64 años)


 Mariara, Venezuela

Causa de la muerte Infarto al corazón

Nacionalidad Venezolana

Educación

Educado en Universidad de Carabobo

Información profesional

Ocupación Escritor y poeta 

Movimiento Movimiento Poético de Maracaibo

Lengua de
producción Español
literaria

Géneros Poesía, ensayo y narrativa

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Harry Altahir Almela Sánchez (n. Caracas, Venezuela, 22 de


septiembre de 1953 - f. Mariara, Carabobo,1 24 de octubre de 2017) fue un
ensayista, escritor, poeta, editor y narrador venezolano. 2 Fue una de las voces
de la generación de los 80 en Venezuela.

Lisandro Alvarado
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Lisandro Alvarado
Retrato del médico, naturalista, historiador, etnólogo y lingüista
venezolano Lisandro Alvarado

Información personal

Nacimiento 19 de septiembre de 1858
El Tocuyo, Venezuela

Fallecimiento 10 de abril de 1929
Valencia, Venezuela

Nacionalidad Venezolana

Información profesional

Ocupación Médico, escritor e historiador 

Miembro de Academia Venezolana de la Lengua 

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Lisandro Alvarado (El Tocuyo, Venezuela, 19 de


septiembre de 1858 - Valencia, Venezuela, 10 de abril de 1929)1 fue un
médico, naturalista, historiador, etnólogo y lingüista venezolano.
Antonio Patricio de Alcalá Centeno
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Antonio de Alcalá

Información personal

Nombre de
Antonio Patricio de Alcalá Centeno
nacimiento

Nacimiento 1722
Cumaná, Venezuela

Fallecimiento 6 de agosto de 1811
Caracas, Venezuela

Nacionalidad Venezolano

Religión Iglesia católica 

Familia

Padres Juan Antonio de Alcalá y Luisa Centeno

Información profesional

Ocupación Arcediano de la Catedral de Caracas

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Antonio Patricio de Alcalá


Centeno (Cumaná, Venezuela, 1722 - Caracas, Venezuela, 6 de
agosto de 1811) fue un sacerdote y escritor venezolano que dedicó gran parte
de su vida al servicio de la Iglesia católica.

Vida[editar]
Fue hijo de Juan Antonio de Alcalá y de Luisa Centeno. En 1750, se ordenó
como sacerdote, fue asignado capellán de la guarnición del castillo de Araya y
cura en el pueblo de Río Caribe. En enero de 1759, es asignado como párroco
de la iglesia parroquial de Cumaná. En el año de 1765, el obispo Mariano Martí
lo nombra vicario superintendente de los anexos ultramarinos de aquel
obispado, esto convierte a Alcalá como la primera autoridad eclesiástica en
todo el oriente de Venezuela, hasta que en 1977 al haber desagradado al
obispo de Puerto Rico, Manuel Jiménez Pérez, cesa en las funciones de
vicario.

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