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Cuentistica de Horacio Quiroga

Horacio Quiroga fue un escritor uruguayo que nació en el Salto, autor de obras como Arrecifes
de Coral, Cuentos de la Selva, Almohadón de Plumas, La Gallina Degollada, entre otras. Su obra
recibe la influencia de autores como:

Edgard Allan Poe del cual toma el perfeccionamiento del cuento fantástico, aprende a especular
con el horror y la crueldad, creando personajes de psicología enfermiza.

Guy de Maupassant con el que adquiere la habilidad para provocar la expectativa y tensión en el
lector

KIippling la habilidad para inspirarse en temas de la selva, se diferencian en que para Kippling la
selva es solo un artificio, mientras que para Quiroga es un asunto personal.

También recibió influencia de Balzac y Dostoiewsky.

Los temas de las obras de Quiroga van desde el amor en sus primeros relatos, hasta el horror la
crueldad y la muerte muy frecuente en sus historias. Aun así este autor también trata la
problemática social presentando la lucha del hombre contra la sociedad como un drama.

El ambiente se divide en dos: La ciudad cuyos paisajes tienen una importancia secundaria, pues lo
importante es el mundo psicológico y la Selva paisaje que influye directamente en el personaje.

Son personajes de Quiroga aquellos que sufren trastornos mentales, alucinaciones, angustias,
conductas desviadas, así mismo personajes de la selva quienes luchan con su destino el cual está
marcado por la fatalidad.

Quiroga usa como técnica la brevedad y concentración, la sencillez, estilo directo personal e
impecable

Biografía de Horacio Quiroga


(Salto, 1878 - Buenos Aires, 1937) Narrador uruguayo radicado en Argentina, considerado uno de
los mayores cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos, cuya obra se sitúa entre la
declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias. Las tragedias marcaron la vida del
escritor: su padre murió en un accidente de caza, y su padrastro y posteriormente su primera
esposa se suicidaron; además, Quiroga mató accidentalmente de un disparo a su amigo Federico
Ferrando.

Estudió en Montevideo y pronto comenzó a interesarse por la literatura. Inspirado en su primera


novia escribió Una estación de amor (1898) y fundó en su ciudad natal la Revista de Salto (1899).
Marchó luego a Europa, donde conoció a Rubén Darío, y resumió sus recuerdos de esta
experiencia en Diario de viaje a París (1900). A su regreso fundó el Consistorio del Gay Saber,
cenáculo modernista que pese a su corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo y las
polémicas con el grupo de Julio Herrera y Reissig.

Ya instalado en Buenos Aires publicó Los arrecifes de coral (1901) poemas, cuentos y prosas líricas
de gusto modernista, seguidos de los relatos de El crimen del otro (1904), la novela breve Los
perseguidos (1905), producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera hasta la
frontera con Brasil, y la más extensa Historia de un amor turbio (1908). En 1909 se radicó
precisamente en la provincia de Misiones, donde se desempeñó como juez de paz en San Ignacio,
localidad famosa por sus ruinas de las misiones jesuíticas, a la par que cultivaba yerba mate y
naranjas.

Nuevamente en Buenos Aires, trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la prensa las colecciones
de relatos breves Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), Cuentos de la selva (1918) y El
salvaje (1920), y la obra teatral Las sacrificadas (1920). Le siguieron nuevas recopilaciones de
cuentos, como Anaconda (1921), El desierto (1924), La gallina degollada y otros cuentos (1925) y el
que es quizá su mejor libro de relatos, Los desterrados (1926). Colaboró en diferentes periódicos y
revistas: Caras y Caretas, Fray Mocho, La Novela Semanal y La Nación, entre otros.

CARACTERÍSTICAS DE ESTILO DE QUIROGA

Influido por Edgar Allan Poe, Rudyard Kipling y Guy de Maupassant, Horacio Quiroga destiló una
notoria precisión de estilo, que le permitió narrar magistralmente la violencia y el horror que se
esconden detrás de la aparente apacibilidad de la naturaleza. Muchos de sus relatos tienen por
escenario la selva de Misiones, en el norte argentino, lugar donde Quiroga residió largos años y del
que extrajo situaciones y personajes para sus narraciones.

Sus personajes suelen ser víctimas propiciatorias de la hostilidad y la desmesura de un mundo


bárbaro e irracional, que se manifiesta en inundaciones, lluvias torrenciales y la presencia de
animales feroces. Claramente influido por Rubén Darío y los modernistas, poco a poco el
modernismo del oriental comienza a volverse decadente, describiendo a la naturaleza con
minuciosa precisión pero dejando en claro que la relación de ella con el hombre siempre
representa un conflicto. Extravíos, lesiones, miseria, fracasos, hambre, muerte, ataques de
animales, todo en Quiroga plantea el enfrentamiento entre naturaleza y hombre tal como lo
hacían los griegos entre Hombre y Destino. La naturaleza hostil, por supuesto, casi siempre vence
en su narrativa.

La morbosa obsesión de Quiroga por el tormento y la muerte es aceptada mucho más fácilmente
por los personajes que por el lector: la técnica narrativa del autor presenta personajes que saben
que no deben cometer errores porque la selva no perdona. La naturaleza es ciega pero justa; los
ataques sobre el campesino o el pescador (un enjambre de abejas enfurecidas, un yacaré, un
parásito hematófago, una serpiente, la crecida, lo que fuese) son simplemente lances de un juego
espantoso en el que el hombre intenta arrancar a la naturaleza unos bienes o recursos (como
intentó Quiroga en la vida real) que ella se niega en redondo a soltar; una lucha desigual que suele
terminar con la derrota humana, la demencia, las muertes o, simplemente, con la desilusión.
La escritura en la narrativa de Horacio Quiroga viene regida por un doble principio de economía y
de eficacia. La economía funciona ya en el plano anecdótico en la simplicidad del argumento: no
hay historias complejas, no hay anécdotas inútiles, o episodios gratuitos. Los personajes son
generalmente de rasgos firmes, sobriamente caracterizados, muchas veces aparecen
esquemáticos, construidos en función de la historia a la que pertenecen y del simbolismo que les
incumbe.

Las descripciones son breves, reducidas a los rasgos funcionales: la caracterización se hace
esencialmente a través de la acción. El espacio es a menudo el elemento más desarrollado pero,
sin embargo, las descripciones no son ornamentales: contribuyen a la definición del ambiente,
completan o acentúan el simbolismo de una situación o de un personaje, anuncian o prefiguran un
acontecimiento dramático.

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