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Ficha – “Textos políticos”, Edmund Burke. México, FCE, 1996.

En esta ficha rescataremos ideas importantes de algunos discursos de Burke, con el único
objetivo de pensar la relación entre estética y política. Por eso se analizan solo dos.

“Discurso a los electores de Bristol” (1774)

Este discurso es un clásico sobre el problema de la representación política. Dos ideas sobre
esta intervención son importantes. La primera, refiere a que los representantes no están
obligados a mandatos imperativos de sus elegidos. Ellos solo eligen un diputado para que este
actúe con conciencia y criterio sobre los asuntos de afectación común. En segundo lugar, la
idea de que el diputado no representa a su distrito, por ejemplo Burke fue elegido por el
distrito de Bristol, sino que representa a toda la nación. La asamblea parlamentaria no es un
conglomerado de embajadores que tratan de imponer el interés de su localidad, sino un
conjunto de individuos escogidos en una determinada circunscripción geográfica para
intervenir sobre los asuntos concernientes a toda la nación.

“Discurso sobre la conciliación con América” (1775)

Este importante discurso reporta una defensa de las colonias americanas en el contexto del
conflicto con Inglaterra. El discurso fue pronunciado el 22 de marzo de 1775. Unos meses
antes, del 5 de septiembre al 26 de octubre de 1774, se constituye en América el primer
Congreso Continental. Y un año antes, el 16 de diciembre de 1773, acontece el “motín del té”,
una protesta en la colonia por la subida de los impuestos a la importancia decidida por
Inglaterra

Luego del discurso de Burke, el 10 de mayo de 1775 y hasta 1781, funciona el segundo
congreso continental. Finalmente, el 19 de abril de 1775, sucede lo que Burke quería evitar con
esta intervención: la primera batalla por la independencia. }

En este discurso Burke intenta hallar la mejor manera de solucionar el conflicto con América,
tratando de evitar la guerra. En el medio, realiza algunas afirmación que son de nuestro
interés.

Burke desea la paz, y para lograrla hacen falta concesiones, no solo de América sino también
de Inglaterra. Esto no sería deshonroso para Inglaterra: “una fuerza grande y reconocida no
sufre en su eficacia ni en su fama, por falta de disposición para emplearse. El poder superior
puede ofrecer la paz con honor y seguridad. Esa oferta, procedente de tal poder será
atribuida a magnanimidad. Pero las concesiones del débil son las concesiones del miedo.
Cuando un poder débil esta desarmado y totalmente a merced de su superior, pierde para
siempre la ocasión y las posibilidades que, como ocurre a todos los hombres, son la fuerza y
los recursos de todo poder inferior” (319)

(La cita reviste interés porque se replica esta asociación del poder con el miedo. Y el miedo es
una de las fuentes de lo sublime. Ahora bien, precisamente Inglaterra no debería recurrir
principalmente al miedo para lograr su objetivo, sino que debería tender puentes amistosos
con América, en pos de mantener la obediencia. Ello, lejos de reducir el poder del superior (el
colonizador) aumentaría la obediencia pues sería un gesto de “magnanimidad”, de grandeza,
también fuente de lo sublime, con lo cual nada se perdería. En la guerra, dirá después, hay
mucho para perder, de ambos bandos)

Y, posteriormente, recuerda que el ejercicio directo de la fuerza es mucho más débil que la
legitimidad otorgada por la obediencia: “considero que la fuerza es un medio no solo odioso,
sino débil para mantener a un pueblo tan numeroso, activo, expansivo y tan lleno de espíritu
como es éste [el pueblo norteamericano], en una conexión estrecha y subordinada para
nosotros…el uso de la fuerza no es sino temporal” (319)

Inmediatamente, prosigue con la idea, en un párrafo que nos interesa más todavía: “El efecto
de la fuerza no es siempre el terror, ni el armamento es por sí la victoria…El poder y la
autoridad se compran a veces con la amabilidad, pero no pueden nunca mendigarse como
limosna por una violencia empobrecida y derrotada” (320)

(Esta es la cita más importante. La legitimidad es una conquista que no puede realizarse por la
mera fuerza. Este anti-hobbesianismo en Burke, pone en primer plano su teoría de las pasiones
expuesta en la “Indagación”, el gobierno no solo debe evocar las ideas de lo sublime sino
también provocar ideas de lo bello en los ciudadanos, para legitimar su gobierno, o más bien,
para obtener el consentimiento inmediato.)

Porque, además: “Es la obediencia lo que hace al gobierno, no los nombres con que se le
denomina” (326)

Hay que comprender cómo son los norteamericanos. Las causas de su desobediencia se deben
a su idea de la libertad, a su espíritu libre. Ligado a esto esta su religión, la protestante, hija de
una cierta vocación por la libertad. Su educación en torno al derecho (acá hay una valorización
de los abogados que se halla totalmente ausente en la consideración sobre Francia) y, por
supuesto, su distancia geográfica con Inglaterra, que facilita la desobediencia dado la
imposibilidad de ejercer un control más directo:

“seis fuentes capitales [de la desobediencia norteamericana] que son la descendencia, la


forma de gobierno, la religión en las provincias del norte, las costumbres en las del sur, la
educación y la lejanía del primer motor de gobierno – por todas estas causas se ha
desarrollado un fiero espíritu de libertad” (325)

De los medios posibles para solucionar el conflicto, solo sirve uno. No se puede cambiar el
espíritu de los norteamericanos, no se los puede perseguir como criminal y encarar una lucha
militar difícil y que podría destruir una colonia que Inglaterra necesita prospera. Se deben
realizar concesiones, tal y como Inglaterra ya ha hecho en otros casos (Irlanda, Gales, Chester,
Durham), incorporándolos a la constitución. Pero no a la representación del parlamento, que
es imposible de practicar, sobre todo por la distancia geográfica. Detalla una serie de medidas
que no nos importan.

Esta política con América debe ser en consecuencia más amistosa: “El lazo con las colonias en
el que creo, reside en el intimo afecto que surge de la comunidad de nombres, del parentesco
de la sangre, de la participación en privilegios similares y de una igual protección” (347).
(Solo el afecto consolida social y políticamente. No es el núcleo, que es el miedo, o sea lo
sublime, pero permite solidificar esa cohesión, permite mejorar la calidad de la vida civil y la
libertad publica)

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