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El Diálogo Con La Increencia y El Ateísmo
El Diálogo Con La Increencia y El Ateísmo
INCREENCIA Y EL
ATEÍSMO
Puntos clave del magisterio posconciliar
2. El Concilio Vaticano II
La mirada que el Concilio Vaticano II arroja sobre este fenómeno supone un
avance con respecto a la que había tenido en el siglo anterior cuando había
comenzado a extenderse de la mano de las filosofías existencialistas y materialistas. El
Concilio partirá desde la consideración del ateísmo desde el punto de vista existencial
y no como una cuestión teórica2. Los tres números que dedica al tema GS se
distribuyen así:
- N. 19: Examen de las formas y raíces más generales del ateísmo
- N. 20: Análisis del ateísmo sistemático
- N. 21: Actitud de la Iglesia frente al ateísmo.
El n. 19 es el más descriptivo y señala hasta siete posturas ateas distintas: 1. Los
que niegan a Dios expresamente (en base a datos positivos o principios metafísicos, es
el ateísmo sistemático del que se hablará en el n. 20). 2. Los que afirman que no se
puede decir nada acerca de Dios (se trata de un agnosticismo que postula que no hay
datos suficientes para afrontar la cuestión de Dios). 3. «Los hay que someten la
cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el propio
planteamiento de la cuestión» (la idea de Dios es carente de sentido desde el plano
lógico). 4. Los que recurren a la ciencia para explicarlo todo y rechazan toda verdad
absoluta (el ateísmo cientificista). 5. Los que exaltan tanto al hombre que les parece
necesario negar a Dios (el ateísmo humanista. La negación de Dios es requisito
necesario para la libertad humana y la autorrealización del hombre). 6. Los que tienen
una imagen pervertida de Dios (que nada tiene que ver con el Evangelio, que no tiene
en cuenta su trascendencia o le consideran un ser lejano y caprichoso). 7. Los que ni
siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios (el fenómeno del
indiferentismo religioso de los que no se plantean el problema de Dios ni siquiera en el
plano psicológico o vivencial).
Estos ateísmos los remite a tres raíces: el escándalo del mal en el mundo, la
sustitución de Dios y de las religiones por sucedáneos como bienes personales (dinero,
placer, poder) o realidades sociales (ciencia, raza, nación, partido, etc.) y la influencia
negativa que ejerce la excesiva y desordenada estima de los bienes sobre la apertura
del hombre hacia Dios3.
1
GS 19
2
J. ALONSO, “Ateísmo e increencia según el Concilio Vaticano II”: Scripta Theologica 45 (2013) 402-403
3
J. ALONSO, “Ateísmo e increencia según el Concilio Vaticano II”: Scripta Theologica 45 (2013) 404
1
El número 19 además hace cierta valoración moral del ateísmo y la increencia
que recae por un lado sobre el no creyente y por otro sobre el creyente. En cuanto al
no creyente, el concilio considera que la culpabilidad del ateo vendría del acto
voluntario por el cual, desoyendo su propia conciencia, se aparta de Dios. En cuanto a
los creyentes, también el concilio quiere hacer que caigan en la cuenta de su
responsabilidad: porque tanto el descuido de la educación religiosa, la exposición
inadecuada de la doctrina o los defectos de su vida religiosa, moral y social, pueden ser
motivo de que algunos no creyentes no den el paso a creer y que otros creyentes, los
den atrás. De alguna manera en este número los padres hacen examen de conciencia y
exponen también una autocrítica propia de quien está revisando su propia forma de
llevar a cabo la misión.
El n. 21 marcará las líneas fundamentales del diálogo. Por un lado, será
importante el testimonio de vida de los cristianos, que profesen y transmitan una
doctrina y una vida coherentes con el Evangelio, y por otro, que ese diálogo tenga
como objetivo la edificación de un mundo mejor: para eso se hace necesario el respeto
a la ley natural, en que están arraigados los derechos fundamentales de la persona, así
como una apertura sin prejuicios de los no creyentes para que todos puedan practicar
sin trabas su religión.
Durante estos años después del concilio y tomando pie del n. 21, la Iglesia ha
ido buscando la actitud más adecuada para acercarse a los increyentes. Uno de los
principales frutos del Concilio en este sentido fue la creación del Secretariado para los
no-creyentes que en 1988 se transforma en el Consejo Pontificio para el Diálogo con
los no creyentes, con dos objetivos: estudiar el fenómeno del ateísmo para
comprenderle sus razones profundas e instaurar y desarrollar el diálogo con los no
creyentes y que se fusionará con el Consejo Pontificio de la Cultura en 1993.
2
fondo una falta de aspiración a lo trascendente. 5. Aparición del fenómeno “creer sin
pertenecer”. 6. Una búsqueda más espiritual que religiosa.
Dice el documento que no es posible atribuir el fenómeno de la increencia a
una sola causa, y analiza las que considera más importantes, pero además atribuye un
peso muy importante a los comportamientos de grupo, y reconoce que un buen
análisis es necesario para encontrar un remedio eficaz.
El cientificismo se enuncia en primer lugar, reconociendo que están en revisión
las relaciones entre una verdadera ciencia y la fe. La exaltación del “yo” por encima de
todo, convirtiendo el subjetivismo en una profesión de fe que conduce al relativismo
práctico. El escándalo del mal es una de las causas clásicas de la increencia, como lo es
también el pecado de los cristianos, que el documento no tiene reparos en detallar 4.
Junto a estos factores, se apunta también la falta de continuidad en la transmisión de
la fe en la familia y en la escuela católica, la globalización del materialismo y el
relativismo ayudados por los medios de comunicación social y la proliferación de
sectas beligerantes y contrarias a la Iglesia católica.
Aparece la realidad de los creyentes secularizados, en los cuales su fe ya no
fecunda su vida y su comportamiento, y junto a ellos, aquellos que no quieren
vincularse a un dios con rostro, los que ensalzan su yo por encima de ninguna otra cosa
y los que han dejado de buscar la verdad arrastrados por el relativismo.
En la segunda parte, el documento hace propuestas concretas para poder llevar
a cabo un diálogo adecuado y certero con el mundo de la incultura, de la increencia y
del ateísmo, teniendo en cuenta el mandato misionero del Señor (Mc 16,15; Mt 28,20),
y teniendo en cuenta también, que el diálogo se da siempre entre personas, no entre
fenómenos o instituciones sin más.
4. Un verdadero diálogo
Bajo mi punto de vista, aunque en la sociedad actual el verdadero diálogo es
cada
vez más complicado, la Iglesia no ha abandonado esta noble tarea de acercar
posiciones con todos los hombres, que, para ella, están llamados a recibir la salvación
de Cristo. La base del diálogo es, por supuesto, la aceptación por ambas partes de la
existencia de una verdad objetiva y alcanzable.
Nada más acabar el concilio, puesto en marcha el Secretariado para los no
creyentes, emite un documento (“El diálogo con los no creyentes”) en el que consigna
la idea concreta que tiene de lo que sería un sano diálogo con los no creyentes y a qué
puede aspirar: el diálogo no es confrontación ni discusión y tiene distintos niveles,
desde el mero encuentro humano para hacer desaparecer recelos, pasando por el
diálogo en busca de una mejor comprensión de la verdad hasta llegar a tomar
decisiones que impliquen una actuación conjunta.
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Entre las causas de escándalo hay que enumerar en primer lugar, en razón de su importancia objetiva,
los abusos sexuales contra menores, pero también la superficialidad de la vida espiritual y la búsqueda
exagerada de bienes materiales, especialmente en regiones donde la mayoría de la población se
enfrenta a condiciones de extrema pobreza. Para muchos cristianos, la vivencia de la fe está
estrechamente vinculada a los principios morales subyacentes; de ahí que ciertos comportamientos
escandalosos por parte de los sacerdotes tengan efectos devastadores y provoquen una profunda crisis
en su vida de fe.
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Estas directrices se tienen en cuenta a la hora de reconocer las propuestas
concretas que hace el documento “¿Dónde está tu Dios?”.
Llama la atención, que lo primero que nos propone para afrontar el diálogo con
la increencia es la oración de intercesión. Esto nace de la profunda conciencia que
tiene la Iglesia de que es el Espíritu el que mueve los corazones y los conduce hacia la
verdad. El que comienza a dialogar con la increencia debe adquirir una posición
humilde, no solo ante Dios, sino también ante aquel con el que dialoga, acompañando
su sed de verdad pero sin hacerse protagonista.
Debemos saber que siempre hay y habrá temas en común cuya reflexión no
podemos abandonar, porque es necesario plantear soluciones hondamente cristianas
a las grandes cuestiones existenciales y los grandes temas sociales. En esas preguntas
que todos se hacen no puede faltar la luz del Evangelio, que es una luz atractiva y
poderosa.
Lejos de abandonar la batalla por la presencia pública, la Iglesia ha renovado
sus esfuerzos, para seguir entrando en contacto con un mundo que, a primera vista,
parece despreciarla e intentar reducirla a lo insignificante. Los grandes eventos
juveniles, como las Jornadas Mundiales de la Juventud 5, los movimientos y
asociaciones cristianas activas en la vida pública 6, la colaboración con organizaciones
de no creyentes7, así como un intento de transmitir una imagen de la Iglesia más
verdadera y cercana a todos los hombres a través de los grandes medios de
comunicación social8, son algunos de las concreciones de esta lucha por seguir
hablando un lenguaje que todos los hombres entiendan y que al mismo tiempo sea un
lenguaje de fe, que haga comprensible el Evangelio pero sin rebajarlo.
Pero no es solo el ámbito público el lugar en que se da el diálogo, y desde
luego, ese diálogo público conoce un lugar de gestación en el ámbito privado, sobre
todo el de la familia y la escuela. La increencia puede darse también en ambientes en
que, a priori, se está viviendo la fe, y es vivida, con frecuencia, como dramática,
cuando se da en el seno de una familia que ha tratado de transmitir la fe. Los padres
no pueden quedarse solos en esta tarea y la Iglesia debe prepararles para afrontar esta
5
El testimonio público ofrecido por los jóvenes que participan en las jornadas Mundiales de la juventud
(JMJ) es un acontecimiento sorprendente, y atrae la atención hasta el punto de interpelar a jóvenes
carentes de referencias o motivaciones religiosas. El compromiso de los diversos movimientos eclesiales
que implican a los jóvenes es fundamental. Las JMJ ayudan a cambiar una falsa imagen de Iglesia
considerada como institución opresora, vieja y decadente.
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Los movimientos y asociaciones cristianos activos en la vida pública, en los medios de comunicación
social y ante los gobiernos, contribuyen a crear una cultura diferente de la cultura dominante, no sólo en
el nivel intelectual, sino sobre todo en la vida práctica. Vivir en plenitud el misterio de Cristo y proponer
maneras de vivir inspiradas en el Evangelio, según el espíritu de la Carta a Diogneto, constituye la forma
de testimonio propia del cristiano en medio del mundo.
7
La colaboración de los cristianos con organizaciones de no creyentes con vistas a realizar acciones que
en sí mismas son buenas o al menos indiferentes, permite compartir momentos de diálogo. Según las
directivas pastorales de Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris, «Si los católicos, por motivos
puramente externos, establecen relaciones con quienes o no creen en Cristo o creen en Él de forma
equivocada, porque viven en el error, pueden ofrecerles una ocasión o un estímulo para alcanzar la
verdad»
8
Los medios de comunicación social desempeñan en la cultura actual un papel fundamental. La imagen,
la palabra, los gestos, la presencia son elementos que no se pueden descuidar en un proceso de
evangelización que se inserta en la cultura de las comunidades y de los pueblos, aun cuando se haya de
estar atento a no privilegiar la imagen en detrimento de la realidad y del contenido objetivo de la fe.
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tarea, pero también debe colaborar con ellos. Las instituciones educativas de la Iglesia
tienen una gran importancia a este respecto9.
El diálogo sigue siendo necesario sobre todo en personal. Hay que ser capaces
de detectar los “fenómenos simultáneos de vacío interior y de vagabundeo espiritual”
propios de las culturas secularizadas, que dejan al hombre perdido en su propia
inmanencia, carente de sentido en tantas ocasiones, cercenado en su deseo de algo
que trascienda su propia vida y les abra a nuevas posibilidades interpretación de su
existencia.
Aquí la tarea pastoral es urgente y el empuje misionero fundamental para
acometerla.
5. Caminos a recorrer
El diálogo conoce distintos caminos y el magisterio ha recorrido algunos de
ellos, expresando con sencillez y profundidad el interés de la Iglesia por dialogar con el
mundo contemporáneo de la increencia o de la creencia más light.
En el número 257 de Evangelii Gaudium, el Papa Francisco expresa la cercanía
con los que buscan sinceramente la verdad, la bondad y la belleza que defienden la
dignidad humana y trabajan por la convivencia pacífica entre los pueblos y en la
custodia de lo creado, aunque no pertenezcan a ninguna religión.
Habla de los nuevos areópagos como el “Atrio de los Gentiles”, donde
“creyentes y no creyentes pueden dialogar sobre los temas fundamentales de la ética,
del arte y de la ciencia, y sobre la búsqueda de la trascendencia”.
Encontramos tres areópagos para este diálogo que pide Francisco:
9
El papel de los profesores y los maestros, que tienen que ser además testigos, es esencial. Siempre es
buen momento para enseñar, como lo muestran los Evangelios, que presentan a Jesús dedicado a
hacerlo durante la mayor parte de su vida pública
10
CONCILIO VATICANO II, “Mensaje a los artistas (8-12-1965)”: AAS 54 (1966), 13.
5
tener lugar en este sentido: con el mundo de la ciencia 11, con los artistas12, desde el
ámbito del turismo13…
En general, todo diálogo en orden a suscitar la fe o comprenderla mejor debe
estar impregnado de belleza, de orden, de decoro. La Verdad que se comunica y se
busca no puede encontrarse por medio de un camino distinto, que no sea bello en sí
mismo.
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Por ello, es de la máxima importancia suscitar en todos los niveles, —instituciones escolares, institutos
de formación, universidades, centros culturales católicos, etc.— ocasiones de encuentro y diálogo entre
hombres de ciencia y de fe. En este marco, el Jubileo del Mundo de la Investigación y la Ciencia,
celebrado durante el Gran Jubileo del 2000, ha hecho nacer nuevas iniciativas culturales destinadas a
renovar el diálogo entre ciencia y fe.
12
Diálogo con artistas, pintores, escultores, arquitectos de iglesias, restauradores, músicos, poetas
dramaturgos, etc., para que puedan, a partir de la fe, alimentar su universo simbólico, permaneciendo al
mismo tiempo profundamente radicados en las diversas culturas, para permitir nuevas relaciones entre
lo que la Iglesia comisiona y la producción de los artistas
13
Formar guías turísticos informados acerca de lo específico del arte de inspiración cristiana; crear
grupos especializados en la valorización de las obras y de centros culturales que comparten estos
mismos fines.
6
c. El testimonio de la caridad.
El testimonio de la caridad es el argumento más convincente que los cristianos
presentan como prueba de la existencia del Dios del amor; es el «camino mejor», del
que habla san Pablo (cfr. 1 Cor 13).
La Iglesia, denostada en el ámbito científico e intelectual, criticada en su
estructura jerárquica y planteamientos morales, sale victoriosa siempre en el plano de
la caridad. Numerosas instituciones a lo largo y ancho del planeta, incluso poco afines
a los planteamientos eclesiales, han reconocido con sus galardones a hombres y
mujeres de Iglesia y a congregaciones religiosas, como fue el caso del Nobel de la paz
concedido a la Madre Teresa de Calcuta en 1979 o el premio Príncipe de Asturias de la
Concordia a las Hijas de la Caridad en 2005.
El discurso escatológico de Mt 25 ha suscitado en la conciencia de los cristianos
que lo han escuchado con fe y abiertos a la voluntad de Dios, el deseo de responder
concretamente a esta palabra del Señor. Ellos han situado a la Iglesia a la cabeza de la
asistencia de millones y millones de seres humanos necesitados de lo más básico en lo
material y en lo espiritual.
El mundo de la increencia también reconoce esta real aportación de la Iglesia,
que puede dar pie a una pregunta y a un diálogo sobre las motivaciones profundas que
llevan a hombres y mujeres a gastar su vida por el Evangelio en países de misión, con
los enfermos o con los ancianos de cualquier lugar del mundo.
Donde el diálogo teórico puede encontrarse con muros, la caridad encuentra el
camino para alcanzar los corazones. El testimonio de la verdadera caridad rinde las
voluntades, que muchas veces son las que se oponen a seguir adelante en un diálogo
teórico que llegue a ser verdaderamente fructífero.
6. CONCLUSIONES
El documento “¿Dónde está tu Dios?” concluye con una referencia a Lc 5, 1-11,
cuando Pedro no ha pescado nada y echa la red en nombre de Jesús para pescar. Esta
escena se repetirá tras la resurrección de Jesús en Jn 21, 1-11. Ser pescador de
hombres había sido la misión que Cristo había puesto en sus manos en los primeros
momentos de su llamada. Ahora, después de la muerte del maestro, sus redes están
vacías. Quizá debía comprender que no eran sus fuerzas las que conseguían llenarlas.
Solo la palabra del Resucitado cambia la suerte del pobre pescador galileo.
El diálogo con la increencia puede resultar árido, en ocasiones. Podemos
constatar la amargura de una falta de respuesta proporcionada a nuestros esfuerzos.
Tendremos que mantener la tensión de buscar siempre nuevos métodos, nuevos
lenguajes, nuevos ámbitos de diálogo. Pero sabes que es el mismo Señor el que nos
envía. El amor por Él y por los hermanos nos hará volver a echar la red ante su Palabra
y nos alentará en las noches más oscuras de desconcierto.
El magisterio reciente nos señala una Iglesia en salida, preocupada por el
destino de la humanidad y de la historia, que busca leer los signos de los tiempos y dar
respuesta al deseo más profundo del corazón del hombre: su sed de infinito no es una
sed estéril y sorda, sino que tiene Nombre y Rostro.
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