Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Valencia A S.F. Psicologia Social Contemporanea
Valencia A S.F. Psicologia Social Contemporanea
1. La externalización.
2. La Objetivación.
3. La Internalización
Para este autor, sólo es posible a partir de los otros tener noticia inaugural de
quiénes somos. De esta forma, la realidad de nuestra identidad personal no es
nuestro cuerpo, en el que obviamente tiene que apoyarse, sino las relaciones
específicas con que hemos estado respecto de los otros. Podemos concluir que
desde esta perspectiva que plantea el módulo, la individualidad personal y su
identidad son una construcción social, una realidad social.
Una segunda característica que marca los inicios de la Psicología Social es que, y
ello parece inevitable, quienes comienzan a desarrollar una práctica psicosocial
sistemática en muchos casos se habían formado en centros académicos
estadounidenses y europeos, o bien debían su entrenamiento básico a ciencias
afines: Sociología, Antropología, Filosofía, incluso Medicina. Esto supone por una
parte la importación, a veces acrítica (hay algunas excepciones) de modelos,
teorías, métodos y áreas de interés, y, por otra parte, sesgos provenientes de esas
disciplinas de origen, que si bien aportaban enfoques de interés, en lugar de
complementar, durante algún tiempo ocuparon el puesto que debía corresponder a
tendencias y perspectivas surgidas dentro de la propia Psicología Social.
Pero como ya he dicho, algunas excepciones hay a esta configuración ajena del
objeto de estudio. Las investigaciones relativas a autoimágenes y heteroimágenes
de los miembros de la propia cultura, así como de otras; los estudios sobre
estereotipos nacionales, que luego darán lugar a trabajos sobre los aspectos
psicosociales del nacionalismo y la identidad social y nacional en particular; que si
bien se inician marcados por el uso de modelos teóricos y metodológicos
provenientes de otros ámbitos, pasarán más tarde a desarrollar sus propios
modelos y a un uso crítico y selectivo de teorías y métodos.
Que sea esa línea de investigación la que primero adquiera una definición y
configuración propias no es casual. En efecto, si se toma en cuenta la cantidad de
obras relativas a la definición identificatoria del «carácter nacional», de la
«Psicología de los pueblos americanos», es comprensible este desarrollo. Una
vasta literatura de carácter sociopolítico y antropológico sirve de marco a este tipo
de estudios. Muchas de esas obras fueron los textos que para bien o para mal
orientaron la educación básica en nuestros países. Desde México hasta Argentina
puede decirse que cada país latinoamericano ha tenido en algún momento de su
existencia como nación uno o varios momentos de reflexión sobre esa
problemática, con la consiguiente producción de tratados al respecto.
Esta fase se caracteriza por la producción de una Psicología Social que, siguiendo
la clasificación de Stryker (1983), es eminentemente psicológica, ya que surge en
el campo de la Psicología, predomina en ella la perspectiva psicológica por encima
de la social y tiene como paradigma metodológico el método experimental; si bien
no sea ésta la estrategia de investigación predominante. Su duración cubre desde
mediados de los años 60 hasta mediados de la década del 70.
Y decimos que hay una relación entre denuncias y producción de textos, porque
esta última exige una revisión del campo de estudio, que aún en los casos menos
críticos, supone la contrastación con la realidad a fin de ejemplificar los principios y
conceptos que en ella se contienen. Pero más aún, como coautora de uno de esos
libros, producido en 1976, puedo decir que la motivación que nos impulsaba en
aquel momento era la de producir nuestro propio libro de Psicología Social, ya que
los que hasta cierto punto representaban «el estado del arte» en la materia para
su lugar de origen, no nos permitían explicar la realidad en que vivíamos, no se
referían a nada parecido a ella y nos parecía absurdo (¡también a nuestros
alumnos!) hacer mención de casos ocurridos en Middletown o en Chattanooga o
en Neverland y no a lo que sucedía a nuestro alrededor.
La especificidad de la cultura, las peculiaridades de la sociedad concreta
escapaban y, al mismo tiempo, la investigación psicosocial se hallaba en un
callejón sin salida, que en el mejor de los casos sólo permitía llegar a
aproximaciones exploratorio descriptivas, muchas veces deformadas por el
enfoque teórico subyacente, a menudo descontextualizadas y parceladas. No
necesariamente esos textos subsanaron tales vicios, pero sí abrieron la puerta a
nuevos temas, a nuevas perspectivas y coincidieron con el inicio de una nueva
praxis marcada por la derivación cada vez más perceptible hacia una Psicología
Social sociológica, más cercana -a teorías y puntos de vista provenientes de las
ciencias sociales, pero sin sacrificar a ellas su nivel de análisis y de explicación y
marcada también por la búsqueda de nuevos enfoques metodológicos.
Situar cronológicamente esta fase es difícil, pues todavía hoy en día hay
manifestaciones de ella, pero su momento de erupción comienza alrededor de
1976 (coincidiendo con la crisis denunciada también en otros ámbitos) y produce
la mayor parte de sus manifestaciones hasta principios de los años 80.
Lo que caracteriza a esta fase quizá pueda resumiese por ese elemento crítico. La
Psicología Social que se está produciendo puede tipificarse por su ubicación en la
línea sociológica antes mencionada, marcada por esta perspectiva (no toda
Psicología Social sociológica es crítica, ni toda Psicología Social psicológica es
acrítica). Es una Psicología Social que se revisa a sí misma, a sus objetivos, a sus
fundamentos y a sus efectos, tanto desde la perspectiva marxiana cuanto desde
perspectivas que pueden seguir otras corrientes filosóficas. Esa base social es
muy clara en los trabajos producidos en los años 80: Durkheim, Marx, la teoría de
la dependencia, Freire, Fals Borda, Habermas, Parsons, entre otros autores le
suministran un marco teórico, pero siempre sometida a análisis y a la prueba de su
capacidad para suministrar elementos capaces de interpretar y explicar
fenómenos psicosociales. De hecho muchos autores prefieren hablar de una
psicosociología y aún, más recientemente, del rescate y reconstrucción de una
Psicología Colectiva (cf. Arciga Bernal, 1989 y Fernández Christlieb, 1989).
Asimismo, una Psicología Sociológica de base marxiana se hace claramente
presente en algunos países del continente (México, Brasil, Venezuela, Colombia),
la cual presenta expresiones tanto críticas como acríticas. A su lado coexiste la
Psicología Social marxista cubana.
Pero además es ésta una Psicología Social que busca un nuevo paradigma, y de
hecho se inserta en él (Montero, 1989, 1991) ante la creciente incapacidad del que
hasta entonces dominaba, para dar respuesta a los problemas que ahora enfrenta.
Así, es una Psicología que reconoce el carácter histórico de los fenómenos que
estudia (Montero, 1978; Martín-Baró, 1983; Jurema, 1985); que plantea una
apertura metodológíca, en el sentido de aceptar métodos alternativos y una
diferente relación entre quien investiga y su objeto de investigación (Montero,
1984), y rechaza el dominio absoluto del modelo de producción de conocimiento
generado en el campo de las ciencias naturales, privilegiando la investigación en
ambientes naturales sobre la de laboratorio (Marín, 1978); que reconoce el
carácter activo de los sujetos de investigación, productores de conocimiento; que
reconoce igualmente el carácter dinámico y dialéctico de la realidad social, y por
ende de la condición relativa, temporal y, especialmente, del conocimiento
producido; que amplía su objeto de estudio, incluyendo el nivel psicológico de
fenómenos tales como la ideología y la alienación (en 1977, Salazar decía ya que
la Psicología Social estudia la conducta y la ideología); que admite el carácter
simbólico de la realidad expresado a través del lenguaje (Fernández Christlieb,
1986) y que asume explícitamente su compromiso político y social (Martín-Baró,
1986; 1987).
Hay también quien mira las manifestaciones de cambio con escándalo y aún
temor, pero ante los resultados, ante el conocimiento producido y su aplicabilidad,
no se puede explícitamente negar su relevancia social y su capacidad de dar
alguna respuesta a los álgidos problemas que afectan a nuestra América. De
hecho, la principal crítica a esta posición, dirigida a la posibilidad de introducir
sesgos valorativos establecidos por el compromiso (Rodríguez, 1989) no parece
hallar fundamento hasta ahora, por cuanto la adopción de un nuevo paradigma no
ha significado el desligarse de la producción científica en general, ni mucho menos
establecer un corte que sería ahistórico. Lo que busca esta Psicología Social es
ocupar un lugar per se en la producción de conocimiento, aún a costa de
abandonar el «privilegiado» lugar en la cola del león (no exenta de pulgas).
Por otra parte, en muchos países de América Latina, desde fines de la década del
70, profesionales de la Psicología Social empiezan a ocupar cargos relevantes en
equipos de planificación, públicos y privados. ¿Ha generado alguna diferencia la
presencia de psicólogos en cargos ejecutivos? ¿Ha sido socialmente relevante
esa presencia? Nuestra información no permite hacer generalizaciones para toda
América Latina, pero si nos permite señalar, por ejemplo, que en el caso
venezolano, por ejemplo, una ministra de Estado, psicóloga, logró importantes
reformas legales en el sentido de reconocer igualdad de derechos civiles a la
mujer.
Al mismo tiempo, la existencia de esta Psicología está marcada por una intensa
producción, desarrollada casi totalmente a partir de los años 70, así como una
marcada participación en eventos científicos. Si se observa bien el panorama, se
constata que muchos nombres se repiten una y otra vez en publicaciones y en
programas de congresos, a la vez en publicaciones y en programas de congresos,
a la vez que los mismos nombres están en el inicio de algunas de las principales
líneas de investigación. Y más aún, en la organización de muchas publicaciones.
Y esto revela un hecho evidente: no son tantos los psicólogos sociales en América
latina, pero si puede decirse que son muy activos y que hacen sentir su voz y
conocer sus puntos de vista y resultados de investigación.
Los psicólogos sociales comienzan a sentir un intenso malestar en relación con las
condiciones en que realizan su trabajo, en relación con las orientaciones que lo
inspiran y, sobre todo, en relación con su utilidad y efectos. Comienzan a
preguntarse a quién sirve y para qué sirve su quehacer, y han acumulado ya
suficiente experiencia como para haber constatado que ciertas explicaciones
teóricas asumidas como el modo apropiado de comprender y aprehender la
realidad no producen respuestas, o bien las que dan son irrelevantes, o
simplemente no funcionan, no sirven. (Montero, 1994a)
Sin embargo, el camino seguido por la PSL ha sido distinto al de los países centro,
en los cuales el campo académico se ha asentado en una coexistencia,
ampliamente pacífica, entre construccionistas sociales y empiricistas, con un
impacto pequeño en la psicología aplicada, mucho del esfuerzo crítico ha quedado
dentro de la comunidad académica en un nivel sumamente teórico (Burton, 2004;
Burton y Kagan, 2003). Aunque discutible, la PSL puede actuar como un correctivo
a la parálisis y los juegos intelectuales posmodernistas de la psicología crítica (al
menos en la versión vigente en Bretaña), al asumir una orientación clara de la
acción que no sólo hace las denuncias del uso de la psicología para oprimir sino
además propone una praxis alternativa.
En el contexto global
Los psicólogos que trabajan con una orientación liberadora se ven como parte de
un movimiento más amplio para la justicia social y económica. Areas claves que la
PSL problematiza incluyen el compromiso, la ideología, la subjetividad y la
identidad. Estas son fundamentales para cualquier acción colectiva que movilice a
personas, especialmente, la que enfatiza la unidad en la diversidad. La reciente
movilización masiva de personas contra la coalición e intervención de Bretaña en
las guerras de los neoconservadores estadounidenses y la lucha progresiva por la
protección de los servicios públicos, constituyen dos aspectos de la resistencia a
la expansión capitalista en su fase globalizada neoliberal, donde las herramientas
de la PSL puedan ser recursos útiles.
Su contexto
Ideas centrales
Es bastante difícil caracterizar todo el trabajo psicológico que tiene una orientación
libertaria en América Latina. No todos los que trabajan más o menos dentro de
esta tradición están interesados en emplear dicho título, incluso, es poco probable
que alguien reclame ser un “psicólogo de la liberación”, tal denominación sonaría
pomposa e implicaría una forma de auto evaluación antes de los resultados e
implicaciones de un trabajo. Un problema adicional (Comunicación personal,
Flores, 2003) es que mucho de lo realizado en esta área es inédito, más aún,
donde no hay una articulación fuerte con las Universidades. Por consiguiente, en
el trabajo publicado hay una tendencia hacia las contribuciones más teóricas y una
falta de documentación de mucho de la práctica innovadora en el campo. Además,
no es fácil obtener la literatura publicada en América Latina, por ejemplo, mucha
aparece en libros de poca circulación y no en revistas (Gastaldo, Mercado-
Martínez, Ramasco-Gutiérrez, Lizardi-Gómez y Gil-Nebot, 2002). Sin embargo,
varios temas unen el trabajo que realizan quienes se han organizado bajo esta
bandera (hasta ahora los seis congresos internacionales de psicología social de la
liberación que se han organizado anualmente desde 1998 al 2003, son un
ejemplo), o algunos trabajos que pueden ubicarse en este paradigma.
Por otra parte, parece que el término psicología de la liberación fue utilizado por
primera vez por Caparrós y Caparrós (1976), aunque en un sentido más cercano
al trabajo de Lucien Sevé (1972) de construir una metateoría de la psicología no
individualista. No obstante el término fue formulado y difundido por dos autores
primordiales, Ignacio Martín-Baró y Maritza Montero. Martín-Baró, sacerdote
jesuita y académico sobresaliente en la Universidad Centroamericana José
Simeón Cañas en San Salvador, fue un autor y pensador clave para la PSL: utilizó
el término psicología de la liberación por primera vez en 1986 (Martín-Baró, 1986),
aunque sus escritos y prácticas, antes y después de esta fecha, constituyen una
aportación de la Psicología Social desde la realidad latinoamericana
(concretamente de la centroamericana), con un énfasis explícitamente libertario.
Martín-Baró fue uno de los seis jesuitas asesinado en 1989, por una brigada élite
del ejército salvadoreño financiada y entrenada por los Estados Unidos (Galeano,
1998; Toomey, 2001), en gran parte debido a su compromiso con la realidad que
sufría la sociedad salvadoreña en el contexto del levantamiento y la guerra civil
revolucionarias (de la Corte Ibáñez, 1998; Sobrino, 1990). Por su parte, Maritza
Montero, psicóloga social venezolana, utilizó el término a partir de 1991, aunque
había trabajado con una perspectiva explícitamente libertaria desde antes,
principalmente, en el ámbito de la psicología política. En un texto publicado en
inglés, Hollander (1997) utilizó el término formulado por Martín-Baró para
caracterizar el trabajo, en gran parte psicoanalítico, realizado con las víctimas de
las dictaduras militares de los países del Cono Sur, aunque es necesario señalar
que éste no es el uso generalmente aceptado. En el 2003 fue publicada una
edición especial de la revista estadounidense American Journal of Community
Psychology, en ella se incluyeron principalmente trabajos realizados fuera de
América Latina que tenían una intención liberadora (Watts y Serrano-García,
2003).
Freire tenía cuidado de no proporcionar recetas para este proceso, porque cada
situación es diferente, y el riesgo es que el trabajador cometa el error de utilizar un
modelo concreto desde un contexto a otro, mientras que las particularidades son
diferentes en cada caso.
Dussel (1998) en un trabajo panorámico, citado con frecuencia por los que
trabajan en la perspectiva de la PSL, ha resumido lo anterior, así como los
modelos y experiencias relacionados en términos más generales. Dussel postula
“una llamada” (o interpelación) por parte de las víctimas (que conscientes de su
opresión dentro de un sistema o excluidas de éste), hacen a los otros, quienes
dentro del sistema mismo, tienen una conciencia ética (los intelectuales orgánicos
en el sentido gramsciano). Ambos sectores trabajan juntos denunciando lo que es
injusto y construyendo una realidad social alternativa -es decir, colaboran en un
proyecto compartido de liberación. Como Martín-Baró y Montero han enfatizado,
esto finalmente implicaría la liberación de los opresores.
Montero (1991) sugiere que esta psicología social comunitaria proporciona una
base metodológica y empírica para la psicología de la liberación, mientras que la
investigación acción participativa, la teoría de la dependencia y la educación
popular junto con la revisión crítica de la psicología tradicional, proporcionan el
soporte teórico.