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BOSQUE SUBANDINO

(1.000-2.400 m.s.n.m)

Los cafetales tradicionales de sombrío han respetado un elevado número de especies de la


flora y de la fauna en una maravillosa integración de hombre y naturaleza, conservando
sólo durante un tiempo, parte de lo que fueron estas prodigiosas selvas de montaña.

Los límites altitudinales muestran notable variación, los inferiores se sitúan hacia los 800-
1.500 m.s.n.m y los superiores hacia los 2.200-2.800 m.s.n.m, e inclusive en algunas
regiones hasta 3.300 o más. La neblina y el rocío desempeñan un papel definitivo como
generadores de aumento en el volumen de aguas de precipitación y escorrentías que
influyen en su vegetación.
Las raíces tubulares son escasas y los zancos pueden aparecer esporádicamente. El
arbolado posee un estrato emergente discontinuo y disperso, con copas variables y uno o
dos estratos más subordinados. Se presentan normalmente los yarumos con hojas megáfilas
a orillas de los ríos, se destacan los cedros, los nogales y los robles. Los estratos arbustivo y
herbáceo son variables, van desde muy densos por la cobertura de musgos y helechos, hasta
muy abiertos como en los robledales.
El dosel alcanza desde 20 hasta 35-40 metros, es bastante heterogéneo pero en los
robledales puede haber una especie dominante que cubre el 90% de la biomasa arbórea.
Abundan las palmeras -inclusive pueden llegar a ser dominantes o codominantes-, de porte
muy variado y aunque algunas son pequeñas, otras alcanzan el nivel del dosel o lo
sobrepasan como ocurre con la palma de cera. Son abundantes las epífitas en los lugares
más húmedos, las trepadoras en su mayoría leñosas, las orquídeas, los musgos, los helechos
arborescentes, las hepáticas, los líquenes, y las epífilas que le dan un aspecto opaco a las
hojas. Las especies parásitas de raíces son frecuentes, lo mismo que los injertos. En las
cañadas hasta unos 2.000 msnm pueden aparecer grandes agrupaciones de bambúes de 15
metros o más y hacia los 2.000 msnm otras bambúseas como los chusques.
Este bioma corresponde a la vegetación natural de la mayor parte del clima templado y
cafetero antes que el hombre la talara, distribuyéndose en las vertientes E y W de las tres
cordilleras, la Serranía de Baudó-Los Saltos y la Serranía del Darién, el macizo de la Sierra
Nevada de Santa Marta, la Serranía de la Macarena, y probablemente en algunos de los
cerros más altos de la Amazonia. Es un cinturón continuo, excepto en valles profundos
áridos o semiáridos con mecanismos de sombra de lluvia. La frecuencia de las nieblas
tiende a elevar la humedad ambiental y a decrecer la evapotranspiración. En el momento
queda menos del 5% de los bosques de cordilleras originales ya que desde la colonia mucho
del areal ocupado por este bioma ha sido incorporado a la agricultura y ganadería.
Lograr una diferenciación de la selva andina o bosque de niebla con la selva subandina ha
presentado científicamente dificultades en su clasificación, debido a que sus límites varían
localmente y pueden descender hasta 800 msnm o ascender hasta 3.000-4.000 msnm en
límites con el páramo. Además su vegetación original difícilmente presenta rasgos lo
suficientemente típicos que permitan su distinción, ya que varían mucho local y
regionalmente restándole validez a su aplicación general. Cuatrecasas introdujo el concepto
de "selva subandina" para los bosques húmedos situados entre 1.000 y 2.400 msnm y selva
andina para los que van desde 2.400 hasta los límites con el bosque. Las superficies de las
hojas son en un principio un excelente criterio para separar estos dos biomas, ya que las
superficies foliares de la selva andina poseen más vellosidades que les ayuda a soportar la
intensa neblina que las cubre la mayor parte del tiempo. Sin embargo, a pesar de otras
diferenciaciones que se podrían hacer, hay algunas excepciones que vuelven a dificultar la
separación de éstos.
Sólo con muy buenos datos de investigación podría llegarse a una diferenciación mayor
entre estos dos biomas que nos permitiera comenzar buenos proyectos de conservación y
educación. Nos queda entonces respetar toda la vegetación que se encuentra alrededor de
nuestras ciudades, ya que hace parte de un bioma que ha sufrido cambios notables y
decisivos, y cualquier nueva alteración puede seguir repercutiendo y haciendole perder sus
rasgos originales. Al introducir especies foráneas en estos terrenos como ha ocurrido desde
hace muchos años con el pino y los eucaliptos, estamos cambiando y deteriorando un
bioma que lleva miles de años intentando vivir en armonía con el hombre.

 Hasta hace 120 millones de años Suramérica era parte de un supercontinente plano, sin
montañas. Cuando ésta comenzó a separarse de Africa, se inició el levantamiento de un
sistema montañoso complejo, que a partir de unos pocos kilómetros alcanzaba las nieves
perpetuas. La cordillera de los Andes comenzó a interrumpir la monotonía de las cálidas
planicies, separó las tierras bajas en una franja al oriente y otra al occidente, alteró la
circulación de los vientos, -surcando el territorio con barreras naturales, vertientes, valles
secos y húmedos, climas, microclimas, cuencas y microcuencas-, trayendo consigo la
aparición de diferentes hábitat, aislando la fauna y la flora que hasta entonces habían
evolucionado en los ambientes húmedos y calientes. Desde ese momento las especies a
ambos lados coevolucionaron adaptándose más a las tierras templadas que a las montañas
altas, e independientemente interactuaron con componentes abióticos que originaron las
distintas zonas de vida del mundo. Un largo proceso que le concedió al trópico la magia de
poseer todos los climas del planeta.

Cuando Suramérica quedó como una isla enorme hace cuatro y medio millones de años,
ésta comenzó a unirse a Centroamérica por el itsmo de Panamá, permitiendo un maravilloso
intercambio de fauna y flora entre ambos continentes, donde muchas especies del norte
entraron por Colombia, específicamente por el Chocó la región con la mayor fuente de
especies de todo este proceso. Hace apenas 10.000 años terminó el período Pleistoceno con
una serie de largas edades de hielo que alteraron toda la cobertura vegetal de las selvas,
dejando algunas islas que conservaron siempre la vegetación de selva húmeda llamados
refugios pleistocénicos.

Toda esta compleja historia biogeográfica, la diversidad de ecosistemas, la ubicación


sobre dos océanos, la variedad de suelos y la abundancia de islas ecológicas de
características únicas han determinado la inmensa diversidad biológica y étnica de
Colombia, un territorio prodigioso que desde el fondo marino se levanta sobre manglares
pasando por selvas húmedas, sabanas, terrenos secos, bosques subandinos y de niebla hasta
alcanzar los páramos y las nieves perpetuas en un acoplamiento con todas las especies que
lo habitan.

Comprender la ubicación de Colombia, conocer todos los ecosistemas y sus


interrelaciones tanto florística como faunísticamente, involucrándonos de nuevo dentro de
nuestras zonas de vida y cumpliendo con nuestra función ecológica específica, es valorar el
privilegio de estar en la zona tropical aceptando la responsabilidad de convivir con el
mayor número de especies del planeta, que nos llevara a reencontrarnos con los instintos
naturales de conservación que garanticen nuestra permanencia en este planeta azul.

Trabajos científicos enmarcan muy específicamente las zonas de vida o formaciones


vegetales colombianas bajo parámetros de temperatura, precipitación pluvial y
evapotranspiración. Esta es una compilación muy simplificada con datos e información
escrita por varios autores que han entregado su conocimiento a futuras generaciones. Cabe
anotar que dentro de los ecosistemas que menos información se encontró están la zona seca
y la subandina, coincidiendo con ser las más habitadas y destruidas del país.

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