Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno.
E
milia y su hermana gemela Vittoria son streghe: brujas que
viven en secreto entre los humanos, evitando ser notadas y
perseguidas. Una noche, Vittoria falta al servicio de cena en el 3
famoso restaurante siciliano de la familia. Emilia pronto encuentra el cuerpo
de su amada gemela... profanado más allá de lo creíble. Devastada, Emilia
se propone encontrar al asesino de su hermana y buscar venganza a
cualquier precio, incluso si eso significa usar magia oscura que ha estado
prohibida durante mucho tiempo.
1 Cornicello: Palabra italiana que significa "cuerno pequeño", también llamado corno
portafortuna, “cornetto portafortuna” (cuerno/cuernito portador de fortuna), es un amuleto
usado para proteger contra el mal de ojo.
el cabello canoso que se había recogido del cuello. Si hubiera estado viva,
su propia abuela humana lo habría llamado un presagio y habría pasado la
noche de rodillas en la catedral, con el rosario apretado, rezando a los
santos.
Nonna suspiró.
—Hay siete príncipes demonios, pero solo cuatro que los di Carlo
deberían temer: Ira, Codicia, Envidia y Orgullo. Uno anhelará tu sangre.
Uno capturará tu corazón. Uno te robará el alma. Y uno te quitará la vida.
—Simplemente lo harán.
—Cuando sea mayor, quiero ser una bruja verde —dijo Emilia más
tarde, acunada en el rincón de los brazos de su hermana—. Cultivaré todo
tipo de hierbas. Y tendré mi propia trattoria. Mi menú estará elaborado con
magia y luz de luna. Como Nonna.
Una noche decidieron ser valientes. Había pasado casi un mes desde
su octavo cumpleaños y las terribles advertencias de Nonna Maria parecían
haber pasado hacía una eternidad. Vittoria arrojó su amuleto a su hermana
con expresión decidida.
12
Diez años después
N
onna Maria zumbaba por la cocina como si se hubiera tragado
cada gota de expreso en nuestro restaurante. Su estado de
ánimo era francamente frenético. Mi gemela llegaba tarde al
servicio de la cena y nuestra abuela lo vio como un presagio de fatalidad,
especialmente porque Vittoria estaba fuera la noche anterior a un día
sagrado. La Diosa lo prohíba.
Ahora hacía mucho calor en la cocina, aunque durante los meses más
fríos todavía usaba mi cabello largo recogido debido a las altas temperaturas
creadas por los fuegos de nuestro horno.
No estaba segura de por qué Nonna estaba tan agitada esta noche.
Durante las últimas semanas, comenzando alrededor de nuestro
decimoctavo cumpleaños, mi gemela faltó a algunos servicios de cena y se
había colado mucho después del atardecer, sus mejillas bronceadas
enrojecidas y sus ojos oscuros brillantes. Había algo diferente en ella. Y tenía
la fuerte sospecha de que se debía a un determinado vendedor joven en el
mercado.
—Un día espero que te tomes en serio las señales de las diosas,
bambina.
Tal vez algún día. Pero había escuchado historias sobre príncipes
demoníacos de ojos rojos toda mi vida y todavía no había conocido a
ninguno. No me preocupaba demasiado que las cosas cambiaran
repentinamente ahora. Dondequiera que los Malignos hubieran ido, parecía
ser permanente. Les temía tanto como me preocupaba que los dinosaurios
volvieran repentinamente de la extinción para apoderarse de Palermo. Dejé
a Nonna con las gambas y sonreí mientras la música se filtraba entre los
sonidos de cuchillos picando y cucharas revolviéndose. Era mi tipo de
sinfonía favorita, una que me permitía concentrarme por completo en la
alegría de la creación.
Mar & Vid era mi futuro y prometía estar lleno de amor y luz. 16
Especialmente si ahorraba suficiente dinero para comprar el edificio de al
lado y expandir nuestro negocio familiar. Había estado experimentando con
nuevos sabores de toda Italia y quería crear mi propio menú algún día.
Mi madre le dio a mi abuela una mirada que decía “Tú empezaste esto,
lo terminas” y volvió a darle forma a los dulces. Nonna se sentó en una silla
que mantenía cerca de la ventana, agarrando su vino con fuerza. Una brisa
levantó el agobiante calor. Sus ojos se cerraron revoloteando, como si se
empaparan. Parecía exhausta. Lo que fuera que estaba pasando, era malo.
—Hay historias que afirman que los Malignos regresarán a Sicilia cada
pocas semanas a partir de ahora, en busca de algo que le fue robado al
diablo.
Por su bien, eso esperaba. Fue rápido y fácil, y aunque el pan sabía
mejor untado con aceite de oliva y ligeramente asado a la parrilla, no
requería fuego para hacerlo.
—Grazie. —Levanté la mano y rocé con los dedos una flor. Cuando
éramos más jóvenes, comencé a tejer flores de naranja y plumeria en mi
cabello para separarnos a mi gemela y a mí. Me recordé a mí misma que
Antonio estaba involucrado con el Señor Todopoderoso ahora y no estaba
coqueteando conmigo.
Si había algo que los humanos temían tanto como a los Malvagi, eran
las brujas.
C
uando entramos en el monasterio, no estaba pensando en el
diablo. O los malignos demonios que roban almas que Nonna
juraba que estaban vagando por la tierra de nuevo. Y aunque
era innegable que Antonio era agradable de ver, no me distrajo la ligera
curva de su boca. O el mechón de cabello castaño que caía sobre su frente
cada vez que me miraba y luego rápidamente apartaba la vista.
Nuestra magia era algo peculiar. Si bien solo se transmitía por la línea
matriarcal, no se manifestaba en todas las mujeres. Mi madre, nacida de
bruja, no poseía ninguna habilidad sobrenatural. A menos que se pudiera
contar su cocción, lo cual yo creía plenamente que se podía. Solo alguien
bendecido por la diosa podría elaborar postres como lo hacía mi madre.
Las personas tenían una forma divertida de culpar al diablo por cosas
que no les gustaban. Era extraño que nos llamaran malvados cuando los
humanos eran los que disfrutaban viéndonos arder.
—Eres terrible.
—Ah, sí, los herejes que vinieron aquí desde el distrito de Friuli
después de la Inquisición están contando algunas historias interesantes.
Los poderosos guerreros, cuyos espíritus dejan sus cuerpos en forma
animal, para proteger las cosechas de las fuerzas malévolas, ciertamente
han regresado —resopló—. Al menos esa es la historia que nos contaron en
el pueblo al que me asignaron. Están convencidos de que hay una asamblea
espiritual donde una diosa les está enseñando formas de protegerse del mal.
Es difícil romper las viejas creencias. —Se encontró con mi mirada y un
mundo de problemas se gestaba en sus ojos—. Tu nonna no es la única que
cree que los demonios han llegado.
—Yo…
—Paganos-s-s.
—Vittoria.
Vittoria hizo una mueca ante los trozos de vidrio esparcidos por el
suelo.
—La próxima vez blandiré agua bendita. Para quemar al diablo en ti.
—Hmm. Es posible que debas traer una jarra para que funcione,
especialmente si lo invoco aquí.
—De lo contrario, las cosas terminarán mal para nuestra familia. Dos
chicas fueron asesinadas la semana pasada. Ambas eran brujos. Antonio
dijo que la gente en la última ciudad que visitó hablaba de cambiaformas.
Ahora no es el momento de bromear sobre el diablo. Ya sabes cómo se
vuelven los humanos. Primero son los cambiaformas, luego los demonios, y
luego es solo cuestión de tiempo antes de que las brujas sean atacadas.
—Lo sé. —Vittoria tragó saliva y apartó la mirada. Abrí la boca para
preguntarle qué había estado haciendo en el monasterio, pero cuando se dio
la vuelta, su mirada brillaba con picardía—. Entonces. ¿Has bebido algún
vino o licores especiales últimamente?
Dejé ir mi interrogatorio.
Vittoria sacó los caracoles, Nonna los añadió al aceite y al ajo, los frio
ligeramente y los remató con sal, pimienta y perejil fresco. Susurró una
bendición sobre los platos, agradeciendo a la comida por su nutrición y a
los caracoles por su sacrificio. Era algo pequeño, y no necesariamente
mágico, pero juro que hacía que la comida supiera mejor.
Una vez que mi madre se fue, Nonna nos apuntó con su cuchara de
madera tallada.
—¿Vieron el cielo esta mañana? Estaba tan rojo como la sangre del
diablo. Esta noche no es una noche para salir. Quédense y trabajen en sus
grimorios: cosan milenrama seca dentro de sus faldas. Hay mucho que
hacer en casa. ¿Están usando sus amuletos? —Saqué el mío de debajo de
mi corpiño. Vittoria suspiró e hizo lo mismo—. Bueno. No se los han quitado,
¿verdad?
—No deberías molestar a las diosas que han enviado señales, Vittoria.
Esos amuletos podrían liberar a los príncipes demonios. A menos que
quieras ser responsable de que los Malvagi ingresen a este reino después de
que La Prima los encerró, presta atención a las advertencias.
—Pájaro estúpido. 36
Cuanto más rápido recogiera mis cosas, más rápido podría sacar a
Vittoria del festival y volver a casa. Luego tomaríamos prestada una botella
de vino y nos meteríamos en la cama, bebiendo y riéndonos juntas de las
horribles proclamas de Nonna sobre el diablo, cálidas y cómodas en la
seguridad de nuestra habitación.
—¡Detente!
Miró del cuchillo de cocina que yo sostenía al cuerpo que yacía sobre
la mesa, probablemente debatiendo su próximo movimiento. Por primera
vez, noté la daga en su mano. Una serpiente dorada con ojos lavanda
entrelazada alrededor de su empuñadura, con los colmillos al descubierto.
Era hermosa. Maligna. Mortal.
Abrió la boca a punto de decir, lo que sea que hubiera dicho una
persona después de que la sorprendieron lamiendo la sangre de los muertos,
cuando su mirada se posó en el área cerca de mi pecho. El calor de su
concentración casi me chamuscó el vestido. Había probado sangre y luego
tuvo el descaro de mirarme como si yo fuera otro manjar puesto en esta
tierra solo para su placer. O era eso...
41
La magia es una entidad viviente que respira; prospera con la energía que le das.
Como todas las fuerzas de la naturaleza, no es ni buena ni mala, simplemente se basa en
la intención del usuario. Aliméntala con amor y florecerá y crecerá. Aliméntala con odio y
te devolverá diez veces el odio.
E
l rostro que miraba era un espejo de mí misma. Ojos
marrones, cabello castaño oscuro, piel aceitunada 42
bronceada tanto por el sol como por nuestra ascendencia
compartida. Estiré la mano, apartando tentativamente un mechón de
cabello de la frente de Vittoria, y tiré de mi mano hacia el calor que aún
permanecía.
Si solo hubiera dejado el restaurante antes, tal vez podría haber hecho
algo para salvarla. Quizás esa bestia asesina me hubiera tomado a mí en su
lugar. O tal vez debería haber insistido en que escuchara a Nonna y se
quedara adentro. Podría haberle contado a nuestra abuela sobre los
amuletos. Tenía ante mí un centenar de opciones diferentes y no había
hecho nada. Tal vez sí… cerré los ojos contra la oleada de oscuridad que me
atravesó.
Esta tenía que ser otra fantasía horriblemente vívida que creé, no
había forma de que esto fuera real. Y, sin embargo, cuando volví a abrir los
ojos, no podía negar que Vittoria estaba muerta.
Cerré los ojos y la imagen allí fue aún más terrible. Inhalé respiración
tras respiración, pero no ayudó a aliviar el mareo. Ahora que había visto la
sangre, todo lo que podía oler era la esencia metálica de la muerte. Estaba
en todas partes, impregnando todo. Me puse fría y caliente de forma
intermitente.
Asesinada.
—Lo juro por mi vida, haré que pague quien hizo esto, Vittoria.
La miré por última vez, luego corrí como si el diablo viniera ahora por
mi alma maldita.
45
L
os juerguistas se empujaban contra mí, salpicando copas de
vino en sus túnicas y vestidos, riendo y tratando de hacerme
bailar, y así disfrutar de su alegría. Para celebrar la victoria de
la vida sobre la muerte que su santa bendita les trajo hace tantos años.
Debo haber gritado o hecho algún ruido. Una franja de luz dorada
atravesó la oscuridad antes de desvanecerse con la misma rapidez. Nonna
estaba en la ventana, esperando. Probablemente había estado allí desde que
llegó a casa. Preocupada y angustiada. Sus advertencias de que el diablo
agitaba los mares y que el cielo era del color de su sangre no parecían ahora
una vieja superstición tonta.
Nonna comenzó a negar con la cabeza, con los ojos llorosos, mientras
agarraba su cornicello. No tuve que decir nada. La sangre que manchaba
mis manos decía suficiente.
—No. —Su labio inferior tembló. Nunca antes había visto tanta
desesperación y miedo ondulado en el rostro de Nonna—. No. No puede ser.
—No significa que los Malignos las hayan matado. ¿Qué hay de los
cazadores de brujas? ¿No crees que suena más lógico en lugar de que la
realeza demoníaca esté escapando del infierno? Sabes tan bien como yo
cuánto temen los humanos a las brujas y cuán dispuestos están a cometer
los mismos pecados de los que nos acusan. De hecho, Antonio dijo que un
pueblo no muy lejos de aquí está convencido de que los cambiaformas han
estado divirtiéndose con una diosa. Tal vez alguien así vio a Vittoria susurrar
un hechizo y la mató.
—El diablo agitó los mares e hizo sangrar el cielo. ¿Qué más te
convencerá de que está llamando a nuestra puerta un peligro que no tiene
nada que ver con los mortales? ¿Qué uso tienen los humanos con los
corazones de brujas?
No podía recordar exactamente a qué hora había dejado Mar & Vid.
Ese día había comenzado como cualquier otro: nos levantamos, nos
vestimos, compartimos una comida matutina y nos fuimos a trabajar con
nuestra familia para prepararnos para el ajetreado día del festival.
—No puedo sentarme aquí mientras la persona que la mató anda libre.
Por favor, no me pidas que confíe en una bruja que nunca he conocido, o en
diosas que no estoy segura de que existan realmente. Vittoria merece
justicia.
—Debes dejar esto en paz por tu familia. Nada bueno vendrá de tocar
puertas que es mejor dejar cerradas. Encuentra perdón y aceptación en tu
corazón, o la oscuridad se filtrará y te destruirá.
Cerré los ojos y me concentré lo más que pude, fingiendo que estaba
de nuevo en esa habitación con su cuerpo. Seguí pensando en cómo estaba
vestida. No tenía idea de dónde había sacado el vestido blanco. No lo llevaba
la última vez que la vi. Lo que planteó la pregunta de qué había estado
haciendo esa tarde. ¿Estaba secretamente a punto de casarse con
Domenico? ¿O había planeado algo más?
—Mjm.
—Buenas noches.
Además, una ficha de juego con una rana coronada en un lado y dos
gruesas hojas de pergamino negro atadas con una cuerda a juego. Las sequé
con mi camisón, esperando no haber arruinado esta preciosa pieza de mi
gemela. Mis manos temblaron mientras las desenrollaba. Raíces doradas
rodeaban el borde, la tinta brillante contra la oscuridad de la página de gran
tamaño. Eran hechizos arrancados de un grimorio que nunca había visto.
Escaneé la escritura, pero no pude identificar para qué era usada.
Enumeraba hierbas y velas de colores específicos e instrucciones en latín.
Aparté las hojas a un lado y puse su diario en mi regazo.
Estaba dispuesta a apostar mi propia alma a que esta era la clave para
descubrir lo que ella había estado haciendo —y en quién había confiado
erróneamente— en los días y semanas previos a su muerte.
Pasé mis dedos por el cuero marcado. Sostener su diario me hizo sufrir
por los recuerdos. Por la noche había escrito en él constantemente,
registrando todo, desde cada uno de mis extraños sueños, hasta las sesiones
de adivinación de Claudia, notas sobre sus perfumes, hechizos y encantos,
y recetas de nuevas bebidas. No tenía ninguna duda de que también le contó
a este diario todos los secretos que me había estado ocultando.
Todo lo que tenía que hacer era abrir el lomo y descubriría todo lo que
necesitaba saber.
—¡Signora Grimaldi! —Subí mis faldas y corrí por las calles. La suerte
finalmente estaba de mi lado. Alcancé a Carolina justo antes de que cruzara
la calle hacia el mercado.
—¿A ellos?
Carolina resopló.
—No hay forma de saber con certeza lo que estaba haciendo, pero te
garantizo que esos hechizos son estrictamente para invocar. Dudo que un
demonio la haya ayudado sin algún tipo de trato. No creen en hacer obras
de caridad. Siempre hay alguna ganancia para ellos. —Me miró, su
expresión suavizándose—. Olvida lo que dije, niña. No incursiones en el
reino de los demonios. Lo que sea que estuviera haciendo tu hermana, te
prometo que no querrás participar en ello.
Más tarde, una vez que estuve metida en la cama, volví a sacar las
hojas del grimorio. Examiné la escritura desconocida y sonreí. Era mi
primera sonrisa verdadera en semanas, y era tan oscura y cruel como
habían sido mis pensamientos últimamente.
Poco sabía ella que había estado cultivando esta idea desde anoche.
Había tomado el capullo de un plan y lo atendí, urgiéndolo a florecer. Ahora
estaba completamente desarrollado. Sabía lo que tenía que hacer.
Nonna nos decía que nos escondiéramos de los Malvagi, que dijéramos
nuestros encantamientos y bendijéramos nuestros amuletos con rayos
plateados de luz de luna y agua bendita, que nunca habláramos de los
Malignos cuando la luna estuviera llena y que hiciéramos todas las cosas
que una bruja buena hacía. De lo contrario, ellos robarían nuestras almas.
Me aseguraría de ello.
M
e quedé de pie dentro del borde de la cueva, escuchando 65
cómo el mar se estrellaba contra las rocas de abajo, enojado
e insistente.
Respiré hondo.
En teoría.
Él arqueó una ceja. Su expresión era tan humana que olvidé, por un
segundo, cómo había llegado a esta cueva. No debería existir. Sin embargo,
estaba desafiando todas mis expectativas. Alto, oscuro y silenciosamente
enojado. No podía apartar mi atención de él, preocupada de que fuera un
producto de mi imaginación o una prueba de locura. Había usado las artes
oscuras. Quizás esta ilusión temporal era mi precio.
Era mucho más fácil pensar que eso era cierto, en lugar de aceptar
que había hecho lo imposible: había vinculado a uno de los Malignos a este
reino. Lo cual era muy, muy malo.
La empuñadura estaba tan fría como la rabia helada que ahora corría
por mis venas.
Levanté la vista a tiempo para verlo cerrar los ojos, como si también
estuviera disfrutando de esos sentimientos oscuros. Nonna decía que los
demonios atraían emociones hacia ellos, permitiéndoles revolcarse y
retorcerse alrededor de las suyas. Por la expresión de su rostro, estaba
empezando a pensar que era cierto.
Indignada, dejé de golpearlo y me tomé un momento para recuperar
el aliento y reagruparme. La sangre se deslizaba por mi brazo y goteaba en
el suelo. Sin embargo, no era suya. Era por el corte que había hecho para
invocarlo. No me importaba si me desangraba si lo llevaba al infierno
conmigo.
Bien.
—Tú, bruja de sangre demoníaca. Me marcaste.
Debía ser el costo de la magia oscura que había usado para invocarlo.
Casi me reí. Cuando Carolina me dijo que los hechizos invocarían a un
demonio menor, me había costado bastante creerle. Me preguntaba si
estaba teniendo una pesadilla: no había forma de que realmente hubiera
invocado a un príncipe del Infierno. Se necesitaría más magia de la que
poseía para controlar a una criatura como él durante cualquier buen período
de tiempo.
—Esto es imposible.
—Muy bien. Dado que solo tienes un tiempo mínimo para retenerme
aquí, y ya has malgastado minutos preciosos con tu pobre excusa de un
intento de asesinato, jugaré tu juego. Soy el Príncipe de la Ira, general de
guerra y uno de los temidos Siete.
75
Antes de que pudiera parpadear, pasó un dedo por mi garganta,
deteniéndose en la vena que palpitaba debajo de mi piel. Un pavor sin diluir
me atravesó. Aparté su mano y salí del círculo de invocación. Noté los
huesos esparcidos y me apresuré a ponerlos en su lugar.
76
Un príncipe del Infierno nunca dará su verdadero nombre a sus enemigos. Solo
pueden ser invocados a través de un objeto que les pertenece junto con una emoción
poderosa. Sus poderes están ligados a los pecados que representan. Cuidado, porque son
seres egoístas que desean usarte para su beneficio.
—Nunca.
—No lo hice.
—Por tu hermana.
—¿Por qué estás tan preocupado con la redacción exacta del hechizo?
—Mis hermanos.
—¿Todos los demonios tienen que obedecer estas reglas, o solo los
príncipes del Infierno?
Mi rostro se calentó. Nonna decía que los tratos de los Malvagi casi
siempre implicaban besos, que una vez que habían presionado labios con
alguien, esa persona perdía los sentidos por completo. Siempre anhelando
más, yendo tan lejos como para ofrecer su alma por otra probada del
maligno pecado al que se habían vuelto adictos. No sabía si todo eso era
cierto, pero me negaba a averiguarlo.
82
Nunca hagas un trato con un demonio, pero muy especialmente con un príncipe
del Infierno. Las mentiras de los Malvagi son como el azúcar: dulces, pero mortales
cuando se ingiere demasiado con el tiempo. Atención: se pueden elaborar muy pocos
antídotos para un veneno tan perverso.
M
i corazón se aceleró por su proximidad, el sonido casi tan
fuerte como las olas atacando los acantilados abajo. Se 83
demoró un momento antes de alejarse, como si no solo lo
hubiera escuchado, sino que también disfrutara del ritmo rítmico y
primario. Me pregunté si le recordaría a los tambores de guerra y si de
repente anhelaba la batalla. Ciertamente yo lo hice. Demasiadas emociones
se arremolinaban dentro de mí, lo que hizo que mi decisión fuera
especialmente difícil. El posible trato de mi hermana con su hermano. El
intercambio de sangre de Ira. Toda esta noche extraña e imposible. Apenas
podía entender el hecho de que los Malignos no solo eran reales, sino que
uno estaba parado frente a mí, ofreciendo un trato.
—No te has molestado en explicar por qué lo ofreces, así que no.
—No, no creo que lo haga. Estás atado hasta que te libere, y no planeo
invocar a ningún otro demonio. Por lo tanto, no necesito tu protección.
—Primero, estoy atado a este círculo durante tres días. No hasta que
me sueltes. Tu... hechizo de protección es diferente… eso es,
lamentablemente, para la eternidad ahora. —Giró los hombros, aunque no
pareció deshacer la tensión en ellos—. En segundo lugar, el intercambio de
sangre me permitirá sentir cuando estás en peligro. Sin él, no puedo
garantizar su seguridad. Lo que me pone en violación de las reglas que tú
estableciste cuando hiciste ese hechizo.
—Ah sí. —Mi tono lo acusaba de ser el peor mentiroso que había
conocido—. Nada de eso importa. Cuando se acabe nuestro tiempo, te
devolveré al Infierno, no al distrito comercial.
84
—Sangre de un demonio medio muerto. Este fue tu primer hechizo de
invocación, ¿no? —Me miró con atención. Lo fulminé con la mirada, pero no
dije nada para negarlo. Él suspiró—. Por supuesto que estoy vinculado a
una novata incompetente hasta el fin de los tiempos. Haznos un favor a los
dos y no aceptes mi oferta. Preferiría no ser tu perro faldero de todos modos.
Ladeé la cabeza.
—A menos que te guste beber sangre, mezclar la mía con la tuya será
suficiente.
—¿Y?
—Estás mintiendo.
86
—¿Y tú no lo has hecho?
Sacudió la cabeza.
Quería mucho ser más como mi gemela. Pero no podía evitar ser yo. 88
—No, príncipe Ira. No acepto tu intercambio de sangre.
Una bruja nunca debe entrar en un intercambio de sangre con un príncipe del
Infierno. Al hacerlo, permite que el conjurado tenga un vínculo directo con la bruja. No
está claro cuánto dura el vínculo o si se puede romper. Nunca lo olvides: forjar un vínculo
hecho a partir del amor es tan peligroso como los que se hacen a través del odio.
N
onna miró la daga atada a mi cadera, luego golpeó el pollo
como si estuviera imaginando el cráneo de alguien. Me había 89
apoderado del arma de nuevo antes de dejar la cueva, y ahora
Ira se parecía mucho a Nonna. Si ella estuviera tan desanimada por la daga
del príncipe demonio, no podía imaginar lo molesta que estaría si supiera
sobre el tatuaje mágico que compartíamos.
Y más que un poco ansiosa por las últimas veinticuatro horas. Era
difícil comprender el hecho de que los monstruos de las historias de mi
infancia eran reales. No tenían los ojos rojos, ni los dedos en forma de garras
ni los cuernos. Las criaturas del Infierno eran elegantes, regias, de buenos
modales. Cambió mi idea de cómo se suponía que el mal se presentaba al
mundo. Se suponía que Ira tenía dientes como colmillos y babeaba, no una
maravilla sin camisa que cualquier artista soñaría con pintar.
Sal señaló con la cabeza el puesto al otro lado del callejón. Tenía
razón, pero todos por aquí conocían, y admiraban, a la tía de Claudia,
Carolina, como “la maquinadora”. Sin embargo, solo las personas
adineradas que disfrutaban de un paseo por el concurrido mercado pagaban
sus precios inflados. Me imaginaba que tenía más que ver con el hecho de
92
que había hechizado los artículos para que fueran irresistibles para cierta
clientela. Luché contra la urgencia de mirar hacia su puesto, por si acaso
ella me llamaba para preguntar cómo fue mi invocación de demonios.
—¿Emilia?
Me detuve al final de la calle que finalmente se convertía en el camino
empinado y sinuoso de la caverna abandonada. Quizás me había imaginado
su voz. Cerré los ojos, rezando por haberlo hecho. No estaba lista para esta
reunión e incluso si lo estuviera, me estaba quedando sin luz del día. Las
criaturas malignas salían en la oscuridad, y conocía al menos a una que
quería soltar su correa.
Odiaba haberla dejado sola para que se preocupara por los posibles
significados. Vittoria solía tomar notas y hacer un centenar de preguntas
diferentes. Deseaba desesperadamente que estuviera a mi lado ahora.
—¿Qué viste?
—¿Qué es?
—No lo sé... vi alas negras y una jarra vacía que se llenaba y vaciaba.
Todo fue muy extraño. Creo que se avecina una terrible oscuridad —dijo—.
O ya está aquí.
—Yo…
97
—P onte esto. Nadie debería estar sujeto a eso toda la
noche, demonio.
Apretó la mandíbula.
98
—No.
—Cerdo.
—Ya quisieras.
—Tal vez no. Pero los hechizos de contención, como los hechizos de
invocación, duran tres días. Después de eso, soy libre de dejar este círculo
y hacer lo que quiera. —Finalmente dio un paso atrás y se apoyó contra la
pared de la caverna, mirándome digerir la información—. ¿Has venido a
pelear verbalmente toda la noche, o has cambiado de opinión sobre el
vínculo de sangre?
Sacudió la cabeza.
—Orgullo.
—¿Eso era todo lo que querías saber, bruja? —Ira apareció a la vista,
irrumpiendo en mis pensamientos. Mi hermana me había dicho la verdad y
yo la había decepcionado. No le hice preguntas ni la tomé en serio. Debería
haberlo sabido mejor, ella siempre decía cosas extravagantes a los humanos
y se deleitaba con ellos pensando que estaba mintiendo. Si no hubiera
estado tan molesta con ella por avergonzarme frente a Antonio, habría
prestado más atención. Debería haberle prestado más atención.
—¿Por qué Orgullo quería casarse con ella? —pregunté. La expresión 101
de Ira se volvió imposible de leer. Mi paciencia se agotó—. Sé que mi
hermana accedió a casarse con él. Ella misma me lo dijo.
—Las otras dos víctimas también eran brujas. Lo que significa que les
ofrecieron el mismo trato que a Vittoria —dije principalmente para mí
misma, pensando en la nueva información en voz alta. Ira asintió
cortésmente de todos modos—. ¿Fueron asesinadas antes o después de que
hablaras con ellas? 102
—Después.
—¿Cómo eliges a la bruja? —Ira me lanzó una mirada que decía que
el tiempo de preguntas estaba llegando a su fin—. Al menos responde esto,
demonio. ¿Cuántos otros de tu mundo saben a quién le estás ofreciendo el
trato?
—No.
Consideré mis opciones. Podría enviar notas a las otras doce familias
de Palermo, pero existía la posibilidad de que pudieran ser interceptadas.
Aparecer en sus casas o negocios también era arriesgado en caso de que
estuvieran siendo observadas, así que esa no era una opción. En estos
tiempos extraños, tenía que ser muy cautelosa con cada uno de mis
movimientos. Mis buenas intenciones podrían terminar costándole la vida a
103
alguien. Ojalá las demás estuvieran tomando precauciones después de los
recientes asesinatos.
—Al monasterio.
104
A
dos calles del monasterio, tuve la inconfundible sensación de
ser observada. Fingí no darme cuenta por una cuadra completa
antes de dirigirme casualmente por una calle vacía. Si tenía
que recurrir a la magia, no necesitaba testigos que informaran a la iglesia
de mi supuesta brujería. Cuando éramos mucho más jóvenes, un fratello
llamado Carmine solía buscar a cualquiera con maldad en su alma. Había
oído que la iglesia lo había enviado al norte de Italia, pero pensaba en él de
vez en cuando. Especialmente fuera del monasterio, preparándome para
usar magia.
105
Agarré mi cornicello y entrecerré los ojos hacia el callejón contiguo,
buscando un luccicare puro que indicara que un humano estaba cerca. Al
principio, no vi nada. Y luego...
En lugar de entrar en pánico, catalogué los detalles. Era casi tan alto
como Ira, y era llamativo en vez de clásicamente guapo, pero llamaba más
la atención por ello. Tenía el vello facial bien recortado acentuando los
ángulos duros de su rostro. Mirándolo, casi sentí una punzada de...
—Envidia. —El demonio se las arregló para hacer que una palabra
singular sonara amenazadora y atractiva—. Y tú eres... intrigante.
No podía entender por qué, pero sentía que este príncipe era diferente
a Ira. Había algo en él que parecía letalmente angelical. Pero si alguna vez
tuvo un halo, ahora estaba roto. Quería arrodillarme para suplicar y
106
también gritar por misericordia.
Envidia acechaba al borde del callejón. Justo como había estado Ira
la primera noche que lo encontré, su hermano estaba vestido con ropas
finas. Su traje era negro sólido, pero su camisa y su chaleco eran de varios
tonos de verde arremolinados, atravesados por hilos de plata. También tenía
una daga atada a su costado, pero esta tenía una gema verde gigante alojada
en su empuñadura.
Esta falda no tenía un bolsillo secreto, así que dejé mi tiza bendecida
por la luna en casa. Lo que significaba que no tenía forma de dibujar un
círculo de protección, ni hierbas para ofrecer a la tierra, y tenía la sensación
de que correr solo lo divertiría. Casi me ahogaba en el terror. Estaba a
merced de este diablo.
Mi pánico se transformó abruptamente en otra cosa. Una feroz y
abrumadora sensación de oscuridad revoloteó a mi alrededor como amplias
alas de cuero. Era fría y antigua, sin principio ni fin. Como toda la magia,
simplemente era.
Cerré los ojos, sin querer siquiera pensar en lo que podría haberme 108
obligado a hacerles. Y lo impotente que sería para resistirme a él. Me
pregunté si alguna de nuestras precauciones y hechizos o encantos
funcionaban de verdad, o si solo habían logrado darnos una falsa sensación
de seguridad.
Estos demonios eran peores que las pesadillas. Y ahora estaban aquí.
—No soy única. —Tampoco era una “cosa” o un “regalo” para ser
pasado como una curiosidad en una fiesta.
109
—¿No lo eres, sin embargo? —Sonrió—. Ha pasado mucho tiempo
desde la última vez que vi a una bruja de sombra. Me gustaría mucho que
te unieras a mi Casa.
No sabía qué quería decir con bruja de sombra, y era la menor de mis
preocupaciones. Una imagen de humanos y brujas congelados como
muestras morbosas en un gran tablero de ajedrez cruzó mi mente. Envidia
parecía el tipo de demonio que mostraría con orgullo sus trofeos, esperando
que otros se pusieran celosos de sus codiciadas posesiones.
Tenía pocas dudas de que a Envidia nada le gustaría más que poner
su espada mortal en mi piel y lentamente pelar las capas, descubriendo lo
que me hacía exactamente una bruja de sombra.
Ahora que Envidia se había ido, mi aliento venía fuerte y rápido, casi
igualando el frenético latido de mi corazón. Dieciocho años escondiéndome
de los Malvagi, y acababa de quedar atrapada con uno que había usado sus
poderes en mí. Y sobreviví. Quería reírme o vomitar. Antes de lograrlo, 111
necesitaba convencer a mis rodillas para que dejaran de temblar.
Santa diosa, esa fue la experiencia más angustiosa que había tenido.
Si mi hermana se había involucrado con los Malignos, desentrañar sus
secretos mientras permanecía a salvo se volvería más difícil. No estaba
segura de tener tanta suerte la próxima vez que me encontrara a solas con
un príncipe del Infierno. Alteraban el espacio que los rodeaba. Y no parecía
que se requiriera mucha energía, si es que alguna, para que Envidia hiciera
eso. Eché un vistazo a la calle. Todavía estaba benditamente vacía. Antes de
que Envidia apareciera, yo ya estaba en camino al monasterio. Claudia
mencionó que Domenico estaba allí, y pensé que podría ser el momento de
preguntarle si sabía lo que...
Asentí.
—Grazie.
Arrugué las cejas. Ira dijo que el diablo quería romper una maldición.
Claudia asintió.
—Es extraño que nadie recuerde ciertos detalles. Todo el mundo tiene
un mito o leyenda ligeramente diferente, pero nadie sabe la verdad.
—No me sorprende. Mi tía dijo que las brujas de la luz no creen que
La Prima hiciera un hechizo tan peligroso. Va en contra de su imagen de lo
que significa ser diosa bendecida. ¿Quién sabe? —Claudia levantó un
hombro—. Las historias se tuercen cada vez que se cuentan. Tal vez ahora
todo sea ficción. La única manera de que alguien pueda saber la verdad es
si tuviera el primer libro de hechizos creado por La Prima. Y he escuchado
historias de que los Malignos lo buscan. Puede que haya un hechizo en él
que permita al diablo romper la maldición y viajar entre reinos de nuevo sin
necesidad de una reina bruja.
117
Suspiré. La teoría del cazador de brujas todavía no encajaba del todo, 118
por mucho que trataba de darle sentido. Sin embargo, parecía más probable
que hubiera un vínculo entre los demonios invocados, el trato con el diablo
y los asesinatos que siguieron. Yo había invocado a un príncipe del Infierno,
por lo que era probable que Vittoria también hubiera logrado lo imposible.
Lo que todavía planteaba la pregunta de dónde había obtenido los hechizos
de invocación para empezar. Garabateé otra nota.
—¿Has visto esto antes? —Le mostré la ficha a Salvatore. Puede que
fuera un mediocre vendedor de ropa, pero era una extraordinaria fuente de
conocimiento. Me levanté con el sol y salí corriendo de la casa antes de que
Nonna me interrogara de nuevo sobre el diablo. Podía no perseguirme aun,
pero yo estaba tratando de encontrarlo a él y a sus miserables hermanos.
—Grazie. Pero me voy a quedar con ella por un tiempo. —Puse la ficha
en la parte delantera de mi corpiño—. ¿Sabes cuál es la última ubicación
del antro de juego?
—En algún lugar cerca de la catedral, pero eso fue hace días.
Probablemente ya se haya ido hace mucho tiempo. Si no tienes suerte allí,
pregúntale al viejo Giovanni, que vende granito cerca de la entrada principal.
Le gusta jugar.
L
a puerta se abrió, y bajé unas ruidosas escaleras antes de
entrar en una guarida subterránea. Basándome en la 121
mugrienta entrada sin salida, supuse que el interior de antro
de Avaricia sería oscuro y ruinoso. Lo que era sólo en parte el caso. La
abarrotada habitación tenía paredes de ladrillo oscuro, una reluciente barra
de ébano que se extendía a lo largo de la habitación, y varias mesas de
terciopelo de color burdeos salpicaban el suelo de baldosas.
3 Scopa: Es un juego de cartas italiano, y uno de los dos principales juegos de cartas
nacionales en Italia. El nombre es un sustantivo italiano que significa “escoba”, ya que
tomar una scopa significa “barrer” todas las cartas de la mesa.
La avaricia en sus muchas formas hizo su aparición. Había avaricia
por poder, riqueza, atención… el exceso era el veneno de elección aquí, y los
clientes no parecían poder llenarse. Me preguntaba si sabían qué hora era,
que el sol acababa de salir y les indicaba que salieran, que vivieran. Algunos
estaban demacrados, cansados, como si hubieran estado despiertos durante
días, adictos a cualquier forma de codicia que eligieran. También había un
borde de violencia acechando en la atmósfera, como si un simple deseo
pudiera convertirse en algo mortal en cualquier momento. No era difícil
imaginar a alguien apuñalando a su competencia, y tomando lo que quería
por la fuerza.
—Yo no… soy Emilia, mi hermana está... —El Signore Nucci estaba
obviamente intoxicado y probablemente pensaba que estaba en Mar & Vid,
ordenando la cena. La marinara picante y el pulpo frito eran uno de nuestros
platos más populares para compartir. También explicaba su confusión al 123
llamarme Vittoria. Solía ayudar a nuestro padre y a tío en el comedor a
veces—. Me aseguraré de que alguien traiga su comida pronto.
Hizo un gesto a una de las sillas delante de él, pero yo me quedé cerca
de la puerta. O bien sus poderes estaban muy disminuidos a pesar de la
avaricia de su antro de juego, o los había apisonado para esta reunión. Un
juego demoníaco: fingir debilidad para atraer a la presa, aunque en esta 124
habitación no parecía ocultar quién era o de dónde venía.
—Yo...
—Sé que mi hermana vino aquí antes de ser asesinada. Quiero saber
por qué. ¿Qué quería ella de ti?
—Escuché que era parte de una maldición. Que si una bruja lo usa
tendrá poder sobre el diablo.
Echó los hombros hacia atrás, con las fosas nasales un poco abiertas.
Estaba medio convencida de que estaba a punto de saltar sobre el escritorio
y envolver sus manos alrededor de mi cuello. Pasó un largo momento antes
de que hablara.
—Ambos. Una Viperidae fue invocada a este reino. Su nido está debajo
de la catedral y, bueno, son muy protectores de su espacio. El amuleto se
quedará allí hasta que ella decida renunciar a él.
129
No me molesté en preguntar qué era una Viperidae, o quién la había
invocado. Dudaba que me dijera algo más después de que yo le hubiera
sacado información.
130
L a sangre era la clave para desbloquear la magia de los demonios.
Repasé los eventos de la noche cuando teníamos ocho años. Era muy
probable que ella también hubiera desarrollado alguna habilidad oculta. Yo
lo hice. Aunque creía que era una anomalía porque yo era quien tenía los
dos amuletos. No confié en mi hermana porque no quería que se preocupara
por las repercusiones, o que se culpara a sí misma ya que había sido su
idea.
Pasé rápidamente a la siguiente página, pero no había nada fuera de
lo común. Ninguna pista de su magia. Pasé a otra, y a otra. Llegué a la mitad
de su diario antes de encontrar otro pasaje sobre la extraña y secreta magia.
Lo sabía. Y lo odiaba, pero no era la única di Carlo que tenía que dar
explicaciones. Me dirigí completamente a la cocina y puse la daga de Ira y
luego mi cornicello en la isla.
—¿Es este uno de los cuernos del diablo? —La cara de Nonna
134
palideció—. ¿Hemos estado usando el Cuerno de Hades?
Los niños humanos tenían rimas infantiles, pero nos habían enseñado
sobre los siete príncipes demonio y los cuatro, en particular, a los que los di
Carlo debían temer más. No había olvidado que Ira había sido nombrado.
Tampoco había descubierto si él era el que anhelaría mi sangre, capturaría
mi corazón, robaría mi alma o me quitaría la vida. Honestamente, podía
imaginarlo cumpliendo cualquiera de ellas.
Críptica como siempre. Decidí empezar con los detalles más pequeños,
y trabajar hasta las preguntas más difíciles.
—Sí.
—La Prima lanzó un hechizo que los convirtió en dos amuletos más
pequeños, con la esperanza de esconderlos de todos los que los buscaran.
Tenía sentido por qué Avaricia iba tras él; su pecado estaba
estrechamente ligado al poder. Pero si todos los príncipes del Infierno
anhelaban poder, entonces ¿por qué Ira no intentó arrebatarme mi
cornicello?
136
Algo de lo que dijo Envidia resurgió en medio de mi confusión.
—Por favor. Si esto es por lo que le hice a Avaricia, ella no tiene nada
que ver. Déjala en paz, es inocente.
—Traeré vendas.
—No puedo.
Mi cornicello no estaba.
139
—T
e ves como el infierno, bruja.
—¿Qué es eso?
—¿Está envenenado?
Suspiré.
—Solo cómelo, oh, poderoso guerrero. Es por placer, no por dolor. Los
hice yo misma. Juro que no están envenenados. Esta vez.
—¿Qué?
—Me imagino que estos manjares eran parte de un plan más amplio
para infiltrarte en mis defensas. Hueles a sangre que no es tuya, tu cabello
está enredado como si una criatura salvaje construyó un nido en él e invitó
a sus parientes. Mi daga no está en tu cadera. Y pareces dispuesta a
maldecir al mundo. ¿Qué es lo que deseas saber, bruja? ¿Qué te asustó?
Hice una anotación mental para llevarle postre cada vez que quisiera
información. Era francamente agradable y hablador.
—¿Cómo se ve?
—Nadie debería estar atacando a una Viperidae. Pero, si alguien fuera 143
una bruja tonta con un deseo de muerte, entonces esa bruja podría intentar
lanzar un hechizo para dormir. Podría ser la única forma de esquivarla.
Lo miré fijamente.
—Bien.
El mes pasado, si alguien me hubiera dicho que elegiría vagar sola por
túneles olvidados debajo de la catedral, rastreando a un antiguo demonio
serpiente que guardaba la mitad de una llave sagrada que no solo cerraba
las puertas del infierno, sino que en realidad eran los cuernos del diablo,
hubiera creído que necesitaba atención médica.
—Somnum.
La Viperidae atacó.
Por un momento, sin embargo. El veneno tenía otros planes para mí.
T
odo giraba salvajemente, como las pocas veces que por error
había bebido demasiado vino con Claudia y Vittoria. Me
tambaleé por el túnel y me derrumbé bajo la rejilla por la que
me había escabullido. Escapar estaba tan cerca, pero imposiblemente lejos.
Necesitaba reunir mis fuerzas y levantarme; y juré hacer precisamente eso...
... una vez que mi cabeza dejara de dar vueltas y las náuseas pasaran.
—Detente.
—Mierda.
—Bebe.
Se volvió para irse. Antes de que pudiera, salté del agua y bloqueé su
retirada.
—Si soy tan tonta e imprudente, ¿por qué salvarme? — Levanté una
mano—. Ahórrame la excusa del encantamiento de protección. Tú y yo
sabemos que esa no es toda la verdad. —Abrió la boca y lo interrumpí de
nuevo—. No conozco el hechizo exacto que usaste, pero sé lo suficiente de
ciertos rituales y sus requisitos que tengo una buena suposición. Dime por
qué me salvaste. Ahora.
—Me besaste.
Pero haría todo lo posible para averiguar cuáles eran sus verdaderos
objetivos.
Miré hacia arriba, lista para maldecir a Ira al infierno de nuevo, y noté
un vestido nuevo doblado en una ordenada pila en la esquina donde había
estado parado. Lo levanté, sorprendida por su belleza. Las faldas oscuras 157
tenían colocadas con buen gusto un brillo dorado rociado sobre ellas, no
muy diferente de su luccicare reluciente. Mangas transparentes negras caían
con gracia de una blusa con hombros descubiertos. Y un corsé de oro con
espinas y alas cosidas en la espalda lo remataba. Olvidé que mi ropa se
había roto durante el ataque de la Viperidae. Un sentimiento en el que
preferiría no detenerme tomó forma mientras sostenía el vestido. Lo aparté.
—Nada.
—Si se trata del hechizo que usé, o del vestido...
—¿Te habló?
Asentí.
—¿La primera vez? —Se dio la vuelta para mirarme. No era muy bueno
para mostrar una amplia gama de emociones, probablemente porque era un
inmortal engendrado en el infierno y no un humano, pero estaba claramente
sorprendido por esta noticia—. ¿Exactamente cuántas veces lo has
encontrado?
Vago.
—No puedo.
—Por el momento.
—Suficientemente bueno.
164
Ira y yo nos acomodamos contra el edificio adyacente al monasterio,
viendo cómo las luces se apagaban una por una. Pronto la hermandad
estaría durmiendo en sus dormitorios.
—¿Tienes miedo?
Varios minutos de silencio más tarde, la última luz dorada del interior
se apagó.
165
—Todo bien. Es hora —dijo Ira, enderezándose—. Si prefieres
quedarte aquí, quédate. No mimo.
Según Ira, solo tendríamos unos minutos para que él sintiera rastros
de cualquier magia de invocación. Me advirtió que podría no haber ningún 166
indicio ya que había pasado más de un mes. No había vuelto a esta
habitación desde que encontré por primera vez el cuerpo mutilado de mi
hermana. Si tuviera la opción, nunca volvería a poner un pie en este
monasterio maldito. Sabía que Vittoria no estaba aquí, pero el fantasma de
esa noche me perseguía de todos modos. Cerré los ojos ante el recuerdo de
su carne desgarrada. La absoluta quietud de la muerte. Y la sangre.
Me froté los brazos con las manos, aunque el aire era agradablemente
cálido. Era extraño lo inesperada que podía ser la vida. Hace un mes, nunca
me hubiera imaginado regresar con la misma criatura que había encontrado
lamiendo la sangre de mi hermana, pero aquí estábamos. Trabajando
juntos.
—Para ser claros; te permití salir del círculo de contención esta noche
solo para mi beneficio. No significa que me gustes.
—Y aquí pensé que atarme por toda la eternidad significaba que
éramos buenos amigos.
—No me lo preguntaste.
—Ciertamente lo hice.
Asintió.
—Ella todavía no se había aliado con nadie. Pero eso no significa que
no hubiera interactuado con un príncipe del Infierno.
—Correcto.
Sangre y huesos. Eso significaba que Vittoria podría haber invocado 168
a Avaricia o incluso a Envidia, y, si no había aceptado un intercambio de
sangre, no había forma de rastrear eso.
Consideró eso.
—Me lo imagino.
—Quizás.
Desvió su atención hacia mí y me dio una mirada que decía que, si no 169
lo sabía, él no iba a ser quien me lo dijera. Le lancé una mirada que prometía
una muerte larga y violenta si no empezaba a hablar. Cedió.
—Mi abuela dijo que éramos guardianes entre reinos. Y ese “bruja de
sombra” fue el nombre desagradable que nos dieron los Malignos.
Su atención estaba completamente puesta en mí ahora, y de repente
no quería que supiera nada sobre la historia secreta de mi familia. Asentí
con la cabeza hacia la cera de la vela, cambiando de tema.
—¿Los demonios solo pueden ser invocados usando velas del color
correcto?
—Es imposible saber cuáles eran sus intenciones. Ella muy bien
podría haber querido invocarlo, pero cambió de opinión en el camino. O, si
intentó invocarlo, no lo hizo aquí.
—Me temo que no. —Sacudió la cabeza—. Habría estado aquí la noche
en que fue asesinada. Quien la mató debe haberla tomado cuando se fueron.
Sin embargo, no hay olor aquí que pueda rastrearse. Si es un demonio,
tendré que rastrearlo de otra manera.
—Es posible, pero no creo que fuera un demonio. —Se quedó mirando
el altar donde habían descartado el cuerpo de mi gemela—. Un demonio
172
menor normalmente iría por la garganta, las vísceras, no apuntaría a un
órgano y se iría. Especialmente algo lo suficientemente grande y feroz como
para infligir ese tipo de daño en un cuerpo.
Pensé en las hojas de grimorio que había encontrado. Ira dijo que se
requerían velas y objetos de ciertos colores al invocar a una Casa demoníaca
en particular. El problema era que ninguna de las dos hojas que Vittoria
tenía contenía un hechizo que incluyera velas rosas y grises. La ira se
acumuló dentro de mí de nuevo, necesitando una liberación. O un objetivo.
—Es gracioso. —El aire era cálido, pero la cuchilla que presioné en la
espalda de Ira se sentía como hielo en mis manos. Él dejó de respirar—. No
puedes mentir, y creo que es bastante cierto, pero ¿por qué no puedo
encontrar pruebas que respalden tus afirmaciones de inocencia?
—Si estaba fingiendo, ¿por qué no habría roto tu cuello o usado mi 173
influencia a estas alturas? Ciertamente no es porque disfrute de tu
fascinante compañía.
—Dame una razón por la que no debería atravesar tu corazón con esta
cuchilla. Así es como puedes morir, ¿no? Con tu propia arma. Y solo en ese
lugar.
—Difícilmente.
—Ilumíname.
Ira dijo la palabra “amigo” como si pensara que Antonio era todo lo
contrario. Sin embargo, mi boca colgaba abierta por una razón
completamente diferente. No podía empezar a entender por qué Ira había
dicho “mi Emilia”. Honestamente, no estaba segura de si el demonio
recordaba mi nombre, ya que solo decía “bruja”.
—Tu…
—¿Está bien si nos quedamos unos minutos más para rezar nuestras
oraciones?
—Gracias.
Justo antes de que hiciera ese juramento, juré que parecía interesado
en mantener un romance conmigo. Pasaba por Mar & Vid, se ofrecía a
acompañarme a casa y se quedaba fuera de mi puerta. Unas cuantas veces
estuve convencida de que estaba reuniendo el valor de robar un beso.
Charlaba nerviosamente sobre sus libros favoritos. Vittoria movía las cejas
y entraba, dejándome sola con él, pero él nunca cerró la distancia entre
nosotros.
—Si solo puedes dejar este reino cuando te envíe de regreso, ¿cómo
planeas llevarla al Infierno?
Una chispa de admiración iluminó su mirada.
180
S
aqué el mortero del estante, con el rostro tenso por la
concentración mientras recogía el aceite de oliva, el ajo, las
almendras, la albahaca, el pecorino y los tomates cherry para
el pesto alla Trapanese. En días como este, cuando el sol sofocaba antes del
mediodía y hasta el vestido más fino se pegaba como una segunda piel,
disfrutaba añadiendo menta fresca al pesto de tomate.
Desafortunadamente, no teníamos en este momento.
—Estaba en el monasterio.
—Lo sé.
—¿Cómo?
—Yo…
—Bueno, verás...
—Dar vueltas por lugares oscuros con jóvenes guapos puede distraer
del dolor por un tiempo, pero nunca lo quitará. Necesitas encontrar tu
propia fuerza interior para eso.
—¿Yo… que?
Dulce diosa arriba. Esto era mucho peor que Nonna descubriendo que
había invocado a un demonio. Calor floreció en mi rostro y se deslizó por mi
cuello, y no tenía nada que ver con las altas temperaturas. Mi madre
pensaba que Ira y yo habíamos estado...
No podía creer que alguna vez quise besar a ese tonto entrometido.
Sonreí. Con mucho gusto haría pasta extra y la tiraría por toda la
cabeza del problemático fratello.
—No puedo creer que le dijeras a mi madre que estuve aquí con
alguien anoche —siseé—. Lo que hago y con quién paso mi tiempo no te
concierne.
Mi mente dio vueltas. Ira dijo que era el único príncipe que sabía sobre
las novias potenciales, pero eso no significaba que otros príncipes no 185
tuvieran forma de averiguarlo. Los espías se utilizaban en las cortes reales
humanas, lo mismo probablemente sucedía en el mundo de los demonios.
Pensé en los demonios Umbra invisibles que trabajaban para Avaricia. Si él
había enviado un detrás de mí y atacó a Nonna, era probable que uno de
ellos también le estuviera pasando los nombres de posibles novias.
Sin embargo, todavía no había entendido por qué quería a las brujas
muertas. Tal vez era solo para asegurarse de que el diablo no rompiera la
maldición y nunca abandonara el Infierno.
Sacudió la cabeza.
—Rumores, pero nada que haya sido confirmado. El consenso hasta
ahora es que tenía el pelo oscuro y ojos como las demás. Lo cual no es
mucho, ya que casi todos en esta isla se ajustan a la descripción.
Sin embargo, mis sentidos estaban casi intactos. Sabía que no podía
domesticar a la bestia salvaje, solo las ilusiones de vida doméstica que
arrojaba cuando tenía ganas de jugar con su próxima comida. La ropa fina
y los modales impecables formaban parte de una trampa bien elaborada
para atraer presas, probablemente perfeccionadas eones antes de que el
hombre caminara sobre la tierra. Ira era un depredador de principio a fin.
Tenía la sensación de que, si me permitía olvidar eso incluso por un
segundo, él felizmente hundiría sus dientes en mi garganta y me la
arrancaría.
—No.
Ira señaló con la barbilla hacia la fila de ropa que colgaba detrás del
puesto; las piezas más caras a juzgar por el drapeado de ellas. Sal abrió la
boca, observó el conjunto de los hombros de Ira, luego la cerró y plasmó una
gran sonrisa falsa. Hombre inteligente.
—¡Una ganga en verdad! —Sal se encogió mientras sacaba la camisa
negra de una percha y se la entregaba. Bueno, trató de entregársela. Él la
agarró antes de que Ira finalmente se la arrebatara—. Ésta es una prenda
fina, fina, signore. Es una combinación perfecta para sus pantalones. Que
la vista bien.
Rodé mis ojos hacia el cielo. Sal se rompió bajo la presión del demonio
más rápido que un huevo golpeando el suelo. La próxima vez que quisiera
un buen trato, también tendría que intentar fruncir el ceño e invocar una
amenaza silenciosa.
Una fila de personas que había estado deambulando por los puestos 191
de ropa se detuvo para mirar.
—Así es. Angelo con la ricotta dijo que estaba cerca de su puesto en
el frente. Excelente ubicación. —Sal señaló con la barbilla hacia la derecha—
. La policía todavía está allí, por lo que no se perderán la multitud. Si se dan
prisa, es posible que aún vean el cuerpo.
—Me gustaría tener una mejor vista, pero puedo decir desde aquí que
ninguno de mis hermanos ha estado recientemente en el área.
—No lo sé todavía
—Esa debe ser nuestra próxima prioridad —dije, mirando más allá de
él. La calle estaba tranquila en este barrio—. Una vez que descubras quién
es, tendremos que esconderla en un lugar seguro.
No hacía frío, pero me froté los brazos con las manos de todos modos.
Mi vestido era blanco crema y sin mangas. Perfecto para las cálidas noches
de verano, pero terrible para combatir los escalofríos provocados por el
miedo. Ira siguió el movimiento, su atención se centró en mi antebrazo. Las
flores silvestres se retorcían y enredaban hasta mi codo ahora. No tuve que
ver su brazo para saber que su tatuaje era el mismo. Miré calle abajo,
aliviada de ver a algunos niños jugando. No quería tener miedo de Avaricia
o Envidia acechando en las sombras, pero lo tenía.
194
—E
staba pensando en hacer cassata para el postre de
mañana.
—Grazie, Papà.
Techo
Suspiré interiormente. Este palacio había sido construido de tal
manera que el aire fresco se filtraba a través de él como una caja de hielo,
pero, por supuesto, una criatura del Infierno sería más feliz en el calor
abrasador. Estaba empapada de sudor y jadeando cuando mi pie tocó el
último escalón.
Su expresión era serena, una mirada que no había visto en él. Aunque
su cuerpo estaba relajado, una corriente subterránea de alerta permanecía,
lo que me hizo creer que podía saltar y atacar en menos de un suspiro. Era
como una serpiente, tendida en un parche de sol.
—No.
—Es bueno saber que me encuentras tan atractivo, pero no soy uno
de esos demonios. Mis ojos no son rojos. Y si quieres saber si mi piel es más 198
caliente que el hielo, eso se puede arreglar fácilmente.
—Aún no.
Ira asintió.
—¿Cuál es el plan?
—Se supone que debo encontrarme con el mensajero de Orgullo para
recuperar el siguiente nombre pronto. En cambio, lo interrogaré y, con
suerte, de esa manera descubriré la identidad de la figura encapuchada.
—Esa podría ser la observación más sabia que hayas hecho hasta
ahora, bruja.
No se molestó en responder.
Levanté la vista, lista para espetar ante su rudeza, pero se había ido.
Lo maldije todo el camino a casa, preguntándome por qué me había quedado
atrapada con un demonio tan obsesionado con la ropa.
201
M
iré mi vestido nuevo, finamente confeccionado y fruncí el
ceño ante las capas oscuras.
—Los hombres lobo son como cachorros. Son los sabuesos del infierno
de los que debes tener cuidado. —Ira se rio entre dientes ante mi mirada de
horror—. Nos vamos a encontrar con un mortal que vendió su alma.
Hablando de eso, necesito que me devuelvas la daga de la Casa antes de que
llegue.
Soltó un suspiro.
Me sentí enferma.
—Lo que quieres es que yo diga algo reconfortante. —Su voz era como
el acero cuando me miró—. Mentir y decir que tu hermana no sintió dolor
no te sirve de nada. Me imagino que, sin importar la razón, quienquiera o lo
que sea que tomó su corazón, lo hizo mientras ella estaba muy viva y muy
consciente. Te lo prometo, no hay ningún valor estratégico en perderse en
enredos emocionales. Perfecciona tu ira y tu dolor en armas de uso, o vuelve
a casa y llora hasta que los monstruos vengan por ti. Porque vendrán por ti.
Las lágrimas pincharon mis ojos. No por tristeza, sino por rabia
reprimida.
Y yo lo estaba permitiendo.
—Vender tu... —Negué con la cabeza. Los demonios eran criaturas sin
alma.
Ira abrió los ojos y se volvió hacia mí, sus iris brillaban con un dorado
brillante en la oscuridad. No había nada humano en ellos, y me di cuenta
de que había estado manteniendo esta parte de sí mismo bajo llave. Algunos
afirmaban que los Malignos fueron ángeles antes de que cometieran pecados
imperdonables y fueran echados del cielo. Ahora entendía cómo comenzaron
esas historias: la mirada de Ira ardía con fuego celestial. Él era una justicia
airada: pura, rápida y completamente implacable.
Sentí que la furia de Ira pasaba de calor medio a hervor puro. Pronto,
lo pretendiera o no, mataría a Francesco. Y perderíamos nuestra mayor
oportunidad de descubrir quién asesinó a mi gemela. Escuché las
advertencias de Nonna e Ira cantando en mi cabeza, pero no importaban.
—S-sí.
—Sí.
—No.
—No sé su nombre.
—¿Es humano?
Levantó un hombro.
Tragó saliva.
209
—Sí.
—Sí.
Mi ira estalló.
Miré a Ira para recibir más instrucciones, pero negó con la cabeza. El
hechizo de la verdad estaba casi terminado. La sangre brotó de la nariz del
humano y sus ojos se habían vuelto vidriosos. Si lo empujaba más, moriría.
Miré hacia abajo, notando que todo mi cuerpo temblaba. Ira se acercó a él.
—Si alguna vez vuelves a compartir mis secretos, te cortaré la lengua.
Luego tallaré tu corazón. ¿Lo he dejado claro? —Le dio a Ira el más mínimo
indicio de un asentimiento, con cuidado de no cortarse la garganta. El sudor
humedeció su línea del cabello. Realmente no se veía bien—. La próxima vez
que tengas la tarea de llevar un mensaje para mí, no dejes que la curiosidad
o la codicia se apoderen de ti. Esas condiciones a menudo resultan mortales.
No pude evitar notar el hilo de orina que corría por la pierna del
hombre mientras el demonio dejaba caer su arma. Miró desde Ira hasta mí,
con una profunda arruga formándose en su frente. Parpadeó lentamente
como si despertara de un sueño. O una pesadilla.
—¿Quién ... quién eres tú? ¿Por qué estoy aquí? P-por favor... no me
hagas daño. Si estás buscando dinero, yo no tengo. —Dio la vuelta a sus
bolsillos. No había nada más que pelusa—. ¿Ves?
Francesco se secó una lágrima y negó con la cabeza. Parecía tan frágil
ahora, tan perdido. Y yo le había hecho eso. No algún demonio o criatura
horrible del Infierno. Yo. Había roto la regla más importante de este mundo.
Había tomado su libre albedrío y lo había sometido al mío.
—¿Qué?
—¿Por qué?
Ira levantó a Anir por el cuello, sus pies balanceándose a dos o cinco
centímetros del suelo. Inhalé un respiro silencioso. No parecía que levantar a
un hombre adulto causara tensión en el príncipe demonio en absoluto.
—Él es humano.
—Lo que quise decir es, si tienes a un humano como tu asociado, ¿por
qué no puede ser tu ancla? Si me pasara algo, estarías bien.
Ira abrió la boca y luego la cerró. Arqueé una ceja, esperando.
Ira me dio una mirada que decía “muchas cosas”, pero no se molestó
en responder en voz alta. En cambio, dijo:
—¿Qué?
—La conozco.
—¿Y? —presionó.
Ira lo interrumpió.
—Hora de irse.
Anir dijo que la cicatriz vino más tarde, una vez que se convirtió en el
tipo de joven que otros temían. Ira lo encontró viajando por Sudamérica,
luchando en peleas subterráneas, magullado y ensangrentado. Algunas
batallas eran una pelea a muerte y pagaban generosamente. Anir fue el
campeón invicto durante más de un año cuando le ofrecieron empleo en la
Casa de la Ira.
Escaneé el área.
—¿Qué?
—¿Estás bien?
—¿Emilia?
Me encogí de hombros lejos del toque de Ira.
—Lo supuse.
—¿Cómo?
—Emilia...
—No te atrevas. —Negué con la cabeza—. ¿Me veré obligada a ir allí?
—No.
No podía creer que hubiera sido tan estúpida como para desposarme 221
accidentalmente con Ira, y él no había dejado escapar el secreto antes. Debió
de haberlo odiado completamente. Especialmente con lo que dijo Anir sobre
él odiando a las brujas. Luché contra el impulso de enterrar mi rostro entre
mis manos. Saber que era plenamente consciente de mi error mientras yo
pensaba que yo tenía el control... era humillante. No quería considerar otros
pasos en falso que había tomado y que él había sido demasiado educado
para señalar.
—No te he mentido.
Solté un suspiro.
No pude reunir una pizca de ira o molestia. Una dura hoja de verdad
se enterró en mí; no tenía idea de lo que estaba haciendo. Estaba bastante
segura de que mi hermana había invocado a un demonio, pero no sabía
cuál. Sabía sobre el Cuerno de Hades, pero no sabía cómo llegamos a ser
sus guardianas.
—En casa.
—Sí.
Permití que esa información se asentara con todas las otras historias
que me había convencido de que eran solo historias. La Prima Strega era
antigua: había comenzado la primera línea de brujas. O eso decían las viejas
historias. Supuestamente, era la fuente de nuestro poder y solo le pertenecía
a ella. Sin magia de luz, sin magia oscura. Solo poder crudo ligeramente
diluido de la diosa que la había dado a luz. Era anterior a La Vecchia
Religione humana, y la Antigua Religión era antigua.
Ira vaciló.
—Las brujas creerían eso, ¿no? —se burló Ira—. Orgullo no robó nada.
No tuvo que hacerlo. Su hija eligió voluntariamente casarse con él. Se
enamoraron, a pesar de quiénes eran.
Ira asintió.
—Hace varios años humanos, algo fracturó las puertas del Infierno.
Nos habían dicho que era parte de una profecía. Orgullo, siendo quien es,
se rio. Luego, su amada esposa fue asesinada. Sus poderes se debilitaron.
Estaba atrapado en el Infierno, y los demonios menores comenzaron a
probarnos tratando de colarse por las grietas de las puertas.
227
Aparte de la maldición, no podía creer que el segundo mayor problema
del Infierno fuera una puerta vieja y destartalada. Entrecerré los ojos hacia
Ira. Tenía la sospecha creciente de que no había revelado la peor parte.
—¿Y?
—¿Cómo cuáles?
—¿La Viperidae?
—¿El… qué?
L
a advertencia de Ira llegó un segundo demasiado tarde. Cuando 229
no estuviera concentrada en correr por mi vida, más tarde me
preguntaría si fue intencional de su parte. Subí mis faldas y me
sumergí en las calles de color del crepúsculo, el sonido de persecución
sonando a mi alrededor.
Sangre y huesos.
Me volví y corrí tan rápido como pude, y reboté contra un cuerpo que
estaba helado al tacto. Me caí y caminé como un cangrejo hacia atrás,
arrastrando lentamente mi mirada hacia mi destrucción. Al parecer, me
había equivocado con el glamour. No se había estado escondiendo en
absoluto, simplemente se movía demasiado rápido para que yo lo viera. No
se estaba moviendo ahora. El demonio Aper era todo lo que Ira describió y
peor. Su enorme cabeza se parecía a un jabalí casi a la perfección, excepto
por sus brillantes ojos rojos. Hendiduras de color negro talladas en medio
de los iris, me recordaban a un gato salido del Infierno.
Cerré los ojos con fuerza. Conté hasta diez, luego los volví a abrir. El
demonio estaba realmente allí, y era incluso peor que la primera vez que lo
miré.
Diosa santa.
Apenas podía respirar. Pero eso ya no tenía nada que ver con el terror,
ahora estaba lista para atacar. Y tenía la vista puesta en el príncipe demonio
que se cernía sobre mí. Maniobré hasta quedar sentada y aparté la mano
que me ofrecía.
Eché un vistazo a los globos grises gelatinosos que supuse que solían
ser entrañas del demonio. Ahora yo olía a pantano fétido. Fantastico. Nunca
pensé que añoraría los días en que el olor a ajo y cebolla eran mis mayores
preocupaciones.
Negué con la cabeza. No quería saber cómo lo había deducido del tosco
símbolo de la puerta. Pero hizo que las piezas del rompecabezas se juntaran
en mi mente. Recientemente había visto ese símbolo antes, pero no
recordaba cuándo ni dónde. Posiblemente en algún lugar de la ciudad
mientras estábamos vagando por las calles. ¿O tal vez en el diario de 233
Vittoria? Había habido muchos bocetos y símbolos extraños en los
márgenes. Apenas había dormido y los últimos días habían pasado factura
a mi memoria. Una vez que nos fuéramos de aquí, iría directamente a casa
y tomaría el diario.
—Sí.
—Mentirosa.
E
ntramos en una habitación grande que estaba llena de cajas y
trampas para pescar. Cuerdas colgaban de clavos oxidados en
la pared. Los suelos de madera crujían con cada uno de
nuestros pasos. Normalmente no era propensa a sentirme incómoda sobre
los edificios, pero había algo inquietante en el espacio. Un leve y extraño
zumbido me puso los nervios de punta. Las motas de polvo se arremolinaban
a la luz de la luna.
—¿Crees que fue solo una coincidencia que el demonio Aper me guiara
aquí?
Levantó un hombro.
—Yo…
Nada más que el símbolo que estaba casi segura que mi hermana
había dibujado en su diario. Sacudí la cabeza, queriendo apresurarme a mi
casa para recuperarlo.
—No.
O algo. Ira dijo que los príncipes del Infierno tenían que ser invitados
a la casa de un mortal, pero, como descubrí recientemente, esa regla no se
aplicaba a todos los demonios. Las criaturas del Infierno de las castas
inferiores parecían hacer lo que quisieran. El Umbra se deslizó más allá de
nuestros encantamientos de protección y no se le había enviado ninguna
invitación formal. Ira también mencionó que la magia no funcionaba en ellos
de la misma manera que lo hacía en los seres corpóreos, por lo que
probablemente era más un problema con eso que con nuestros
encantamientos de protección.
Me pregunté acerca de esas noches en las que pensé que había sentido
a alguien mirando mientras me dormía. Era inquietante e invasivo, hacer
que los momentos privados se convirtieran en un espectáculo para miradas
indiscretas. Todas las veces que me vestí o me derrumbé de dolor.
Emociones crudas y desenfrenadas porque pensaba que había estado sola.
Miré por la ventana, preguntándome si había alguien ahí afuera ahora,
viendo cómo se desarrollaba este último horror. 236
Froté mis manos sobre mis brazos, tratando de sacudirme los
escalofríos repentinos. Si mi habitación no estuviera en el segundo piso, y
si no hubiera viajado por el resto de la casa para llegar aquí, pensaría que
todo el lugar había sido saqueado. Aparte de mi dormitorio destrozado, el
resto de nuestra casa estaba intacta. Y también los miembros de mi familia.
De alguna manera, Nonna no debió haber escuchado nada inusual, porque
estaba durmiendo tranquilamente en su dormitorio en el nivel inferior.
Todos los demás estaban en Mar & Vid hasta que terminaran el servicio de
cena. Gracias a la diosa.
Si el demonio Aper era solo una pequeña muestra de lo que estaba por
venir, mi ciudad pasaría muchas noches llorando por los seres queridos
237
robados. Me sentía tan impotente. Tan perdida y sola. ¿Cómo podía detener
a seres tan poderosos? Toda la situación parecía imposiblemente
desesperada. Me había estado engañando a mí misma pensando que tenía
la oportunidad de resolver los asesinatos y salvar otras vidas. Quería
ayudar, pero no era suficiente. Jadeé e hipé hasta que no me quedó nada.
Odiaba lo alterado que se había vuelto este mundo.
—¿Estás bien?
—No estoy segura. Siento una extraña mezcla de emociones. —La voz
de Claudia era tranquila. Nos hizo un gesto para que nos sentáramos en un 238
sofá raído ante el altar del duelo—. Al principio sentí que alguien también
me había arrancado el corazón. Entonces me sentí entumecida. Y ahora…
—Sollozó, sacudió la cabeza. No me miró a los ojos.
—No. Solía pensar que sí, pero ya no. —Giré sobre el cojín y apreté sus
manos—. ¿Tienes un hechizo para hacer una protección que sea lo
suficientemente poderosa como para matar a un demonio si intenta
cruzarlo?
—Eso creo.
—Sí.
—Bien —dije—. Quiero que coloques una protección alrededor de tu
casa de inmediato, y la mía si puedes, también. ¿Necesitas sangre para el
hechizo? —Bajó la mirada de nuevo y asintió. Me lo imaginé. La magia
oscura exigía un pago. Solté sus manos y remangué una de las mangas
transparentes de mi blusa—. Solo necesitaré un cuchillo, dos viales, un poco
de aceite de lavanda y un vendaje.
—Emilia, no puedes...
239
I
ra no pronunció una palabra cuando irrumpí en su palacio robado
y subí las escaleras. Me imaginé que percibía mis furiosas
emociones y fue lo suficientemente cortés como para darme un
amplio margen.
Tenía paredes de color azul hielo con un tapiz del color del sol y una
cama con dosel, justo en el medio, que podía cruzar rodando al menos tres
veces y no caerme. Un cuarto de baño de azulejos con una bañera hundida
y un espejo del largo del piso estaba junto, e incluso con algunas grietas y
astillas, decidí que definitivamente funcionaba.
—¿Estás bien?
—No.
—¿Qué pasó?
—¿Y crees que tuve algo que ver con eso? —Sus ojos me evaluaron—.
No es solo un diario, ¿verdad?
—Sí.
Asintió.
—Isabella Crisci.
—Al anochecer.
—¿Hola?
Era pacífico, pero no tenía por qué detenerme para admirar el mundo
fútil del que ya no formaba parte. No es que alguna vez hubiera pertenecido
realmente. Pero antes de todo esto, al menos podía fingir.
Abrí los ojos y miré la fiesta. Si mi hermana estuviera viva, estaría allí
con ellos, bailando. Casi podía imaginarla allí ahora, balanceándose y
riendo. Sus brazos levantados para alabar la luna llena. Quería tanto que
ella estuviera aquí que me picaban los ojos. Solté su amuleto y respiré
hondo. Vittoria me habría arrastrado hasta allí para bailar, beber y vivir.
C
omenzó inocentemente, como si Placer tomara forma humana
y arrastrara un dedo frío por mi columna vertebral, trazando
pequeños círculos sobre mi piel enrojecida. Levanté los brazos 246
y me arqueé ante la sensación. Felicidad pura, radiante y absorbente me
llenó.
Música y risa sonaban por todos lados. El ritmo era vida. Tentador.
Llamaba a mis instintos de bruja más primarios. Me moví sin pensar,
entregándome por completo a la naturaleza y a mis sentidos. Me alejé de mi
invisible compañero de baile y mis faldas y cabello volaron alrededor.
Moví los dedos de los pies, riendo mientras los granos de arena se
deslizaban entre ellos, haciéndome cosquillas y provocando. Alguien me
entregó una copa de vino y bebí profundamente. Tenía un sabor dulce,
fuerte. Manzanas bañadas en miel y bendecidas por las estrellas. Era una
de las cosas más deliciosas que jamás había probado. A Vittoria le hubiera
encantado. Tragué más, tal vez para olvidar, tal vez porque lo quería.
—¿Por qué?
—Sí.
—¿Y?
Una ráfaga de hielo en mi brazo apagó las llamas del deseo. Luego
regresaron con ganas de vengarse. Dejé de intentar quitarme el vestido y me
concentré en él. Busqué el botón de sus pantalones y él retrocedió
hábilmente. Era una criatura difícil. Puse mis manos sobre su pecho y las
arrastré hacia abajo. El poder vibró bajo mi toque. Me respondió. Fue
embriagador.
Lujuria estaba usando su influencia sobre mí. Y era mucho peor que
Envidia. Me hizo sentir tan bien, tan feliz, que olvidé quién era. Lo que
quería. Y lo que más odiaba. O tal vez no olvidé por completo mi odio, pero
ciertamente no me importaba. Las llamas apasionadas arrasaron mi
pensamiento consciente, y una vez más me atrapó la pura necesidad animal.
Tenía ganas de vivir, de divertirme, de...
—No.
—¿Por qué estás aquí? —La voz de Ira era tranquila, baja. Un
escalofrío se deslizó por mi espalda.
—No vuelvas aquí de nuevo. Me iré a casa cuando esté listo. —Sacó la
daga y se la pasó por los pantalones. Y esperó—. Nos vemos en el Infierno, 252
hermano.
—¿Está muerto?
—No. Ser atravesado con una daga de una Casa solo corta los lazos
con este reino. Está de vuelta en el reino y no podrá usar sus poderes
durante un tiempo.
Una pequeña bendición en medio de la maldición.
—Bien.
—No.
254
“P
ronto” se convirtió en una semana. Apenas notaba el paso
del tiempo. Me quedaba en la cama, bloqueaba la luz del
sol y me negaba a bañarme. Tenía poca energía y menos
motivos para preocuparme. No visité a mi familia ni al restaurante. No
busqué mi amuleto, ni pensé en las puertas del Infierno. Apenas dormía.
Cuando lo hacía, seguí escuchando una voz extraña. Cuando despertaba, el
mensaje urgente era olvidado.
No me preocupaba. No importaba.
—¿Que es esto?
Escuché pasos que se alejaban y esperé hasta que casi se había ido.
—Gracias.
Debe haberme escuchado. No susurré y, incluso con las ventanas
abiertas, no hubo otros ruidos provenientes de las calles. Pero la única
respuesta que ofreció fue el suave clic de la puerta cerrándose detrás de él.
Aspiré el agradable aroma de los azahares y me quedé dormida. Más tarde,
tomaría algunas y las tejería en mi cabello. Mientras me hundía más en el
agua, finalmente entendí por qué había traído las flores. No estaban
destinadas al ritual. eran para mí.
258
—H
ay vencedores y víctimas. Decide quién quieres ser.
O la elección se hará por ti, bruja. Y dudo que te
guste.
—Y sólo una criatura intratable del Infierno se pone así de serio con
un simple juego de cartas.
Cogí otro cannoli del plato que Ira había puesto en mi cama. Cuando
salí del baño envuelta en mi nueva bata de seda, él estaba esperando con el
postre y las cartas. Sutilmente observó cómo devoraba otro, parecía
complacido de haber hecho un trabajo aceptable al recordar el tipo de
comida humana que amaba. Había asumido erróneamente que más
relajación era parte de su plan maestro para restaurarme a una salud y
bienestar óptimos.
—¿Destripados?
—Pinché un pulmón. Tal vez rompí algunas costillas. —Su tono estaba
lleno de decepción—. Me imagino que ya casi ha sanado. —Me miró—. No te
molestará de nuevo.
—Yo y los míos hacemos que los monstruos sean recelosos, bruja. No
tengo miedo, soy miedo. Ramitas, bayas y hierro aprisionan a los débiles.
¿Crees que soy débil? —Negué con la cabeza e Ira enseñó los dientes en una
sonrisa que era francamente petrificante—. ¿Tienes miedo?
Tragué saliva.
—No.
Una vez que mi corazón dejó de latir con fuerza, le lancé una mirada
escéptica.
—Sí.
Me burlé.
Su mirada se endureció.
—¿Como cuál?
L
a luz de la luna se derramaba como sangre plateada por los
tejados y goteaba por las calles. Todavía era lo suficientemente 265
temprano para que bastantes personas estuvieran afuera.
Algunos llevaban paquetes del mercado, otros se apresuraban, parecían
cansados y desgastados por un duro día de trabajo.
Quizás había estado nerviosa, temblorosa. Y tal vez por eso Nonna
había estado señalando todos los signos de las diosas. Sabía que se acercaba
la tormenta. Yo estaba demasiado concentrada en refutar afirmaciones
fantásticas para darme cuenta.
—¿Usar que?
—Claudia, por favor. —Me incliné para colocar mis manos sobre las
de ella, pero ella se giró y siseó como una criatura salvaje, sus ojos vacíos
de reconocimiento. Me aparté—. ¿Qué pasó?
Luchó por escapar, pero la rodeé con los brazos y le aparté el cabello
húmedo de la frente.
Me clavó las uñas en los brazos con tanta fuerza que me hizo
estremecer y susurró:
—Corre.
—N
o debes demorarte; él te está buscando. —Por un
momento, Claudia pareció perfectamente lúcida.
Entonces sus ojos se abrieron lo suficiente como
para lucir el blanco, y los gritos comenzaron de nuevo en serio. Fue horrible;
escalofriante e implacable. Como un animal atrapado en una trampa
cuando un depredador se acerca.
No podía decirle muy bien la verdad: que ella había estado jugando
con fuerzas místicas en los pasillos sagrados del monasterio, posiblemente
había usado los huesos de los muertos en un ritual de adivinación por
razones que aún no había descubierto, y que había pagado un precio
elevado.
—¿La llevarás a mi casa? Creo que debe haber estado expuesta a...
algo. Necesita descanso y té. Dile a Nonna que debería darle algo de la raíz
de palomilla que tiene.
272
Antonio se mordió el labio inferior, luciendo dudoso sobre la
probabilidad de que ese remedio popular funcionara, pero no discutió. Le
ofreció la mano.
Reuní lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora. Si bien 273
me encantaría tenerlo conmigo cuando me enfrentara a Domenico, había
preguntas que necesitaba hacerle de las que él no podía estar al tanto. Y no
solo porque fuera humano. No sería capaz de mencionar las artes oscuras,
o lanzar acusaciones de retozar con príncipes demonios frente a un miembro
de la santa hermandad.
—Ella se quejó de que las hojas de laurel estaban podridas antes. Creo
que las quemó en la sala de preparación.
—¿Ves? —Sonreí—. Estoy segura de que eso es todo. Inhaló moho, o
algo igualmente malo. Esto pasará con un poco de aire fresco y dormir, ya
verás.
Tragué saliva.
—N-no, gracias.
Mar & Vid. Me quedé muy quieta. La sangre rugió en mis oídos.
Envidia sabía de nuestro restaurante. Torturaría a mis padres y... me
obligué a calmarme. Ya no había razón para entrar en pánico. Claudia había
protegido nuestra casa contra los demonios. Era tarde y el restaurante
estaba cerrado. Gracias a la diosa, mi familia ya estaría en casa y estaría
protegida. Una oscura sonrisa tocó las comisuras de mis labios. Me gustaría
mucho que el demonio probara la magia mortal.
—Mi príncipe dijo que debería mencionar que los hechizos, como los
huesos de brujas, se rompen fácilmente. Si se sabe dónde aplicar la presión
correcta. O en este caso, a quién dirigirse.
Me quedé helada.
—Sí.
—Sí.
Así que él había estado detrás del ataque a Nonna, no Avaricia. Pensé
en el mensajero humano y en la misteriosa figura encapuchada a la que le
había vendido secretos. Envidia era el traidor que estábamos buscando.
Apostaría toda mi magia a eso. Ira estaba tan convencido de que Envidia
nunca se levantaría contra ellos, que ni siquiera vio la amenaza. Lo que
abrió una oportunidad para el demonio de los celos. Una que Envidia no
pudo resistirse a tomar.
—Encerrados en la cocina.
—¿Mi abuela?
—¿Qué deseas?
—No me digas que vas a elegir un baño de sangre antes que una copa
de vino y una conversación agradable.
Lo miré con odio. Podría estar indefensa, pero no tenía por qué
parecerlo.
—Me sentaré mientras me prometas perdonar a mis amigos y familia,
y me iré de aquí una vez que hayamos terminado. Y por “aquí” me refiero a
esta ciudad.
—¿Lo estoy? Pensé que lo sabías mejor. ¿Por qué crees que él, el
poderoso demonio de la guerra, se preocupa por escoltar de manera segura
a una bruja al inframundo?
L
a puerta alta y arqueada se cerró con un clic detrás de mí.
Apenas emitió un sonido, pero Ira emergió de la oscuridad del
palacio abandonado, con el rostro medio oculto en las sombras. 285
Se había deshecho de la chaqueta de serpiente y su camisa oscura estaba
desabotonada y desarreglada. Muy parecida a su cabello.
Lo miré sin pestañear. Eso era cierto. No pude hacer nada más que
un leve movimiento de cabeza. Mis ojos ardían con lágrimas no derramadas.
Envidia no había mentido, Ira estaba detrás de un alma. La comprensión
me golpeó como un golpe físico. Me sentí tonta cuando descubrí que nos
había comprometido accidentalmente, pero ¿esto?
Iba a vomitar.
—Emilia, yo…
—No.
—Emilia.
—No puedo…
Quería que estudiara a mis enemigos de cerca, y eso fue lo que hice.
Por una vez, Ira no pareció tener una respuesta. Parecía dispuesto a
devastar el resto del palacio en ruinas. Me sorprendió cuando no lo hizo.
Y ahí estaba.
—No.
Encontré un vestido simple color carbón que sería fácil para correr y 290
lo coloqué sobre la cama. No podía creer que ahora tuviera que elegir mi
guardarropa basándome en si podía huir fácilmente de un demonio, vampiro
u otro asaltante desagradable.
Ira apretó los labios, la única indicación externa de que estaba menos
que complacido, pero no discutió ni hizo un movimiento para venir conmigo
de nuevo. Sintiéndome aliviada, me escabullí por la salida del jardín, me
abrí paso entre una maraña de enredaderas y arbustos descuidados y me
lancé hacia la noche.
291
A
dos puertas de distancia de mi casa, me di cuenta de las
pisadas casi silenciosas detrás de mí. Después de la noche que
había tenido, con la adivinación desde el Infierno de mi mejor
amiga, vampiros sedientos y secuestradores demonios taimados, no estaba
segura de qué esperar.
—Antonio… noche…
—… impío.
—… desaparecido.
—¿Encontraste… signos?
Tal vez fue la rabia latente que había intentado sofocar después de mi
encuentro con Ira, o la visión de mis seres queridos acurrucados en el suelo
de nuestra propia casa, o pura imprudencia, pero había acabado. Marché y
saqué las botas de Envidia de nuestra isla.
—Silentium.
—¡Ahora, Emilia!
—Del tipo que exigirá un pago. Ahora tráeme el vino. —Serví dos vasos
y le di uno a Nonna. Ella tomó un trago profundo y exhaló. Mientras bebía
de nuevo de su vaso, dejé el mío y me eché el cabello hacia atrás. El hechizo
que usamos me había hecho sudar. La atención de Nonna se dirigió a mi
cuello, su color desapareció—. Te han Marcado.
—¿Qué hace?
—¿Negar qué?
—La profecía. Cuando era joven, se me encomendó ser una de las 297
guardianas del Cuerno de Hades.
—Lo harás. Lo harás porque debes hacerlo. Sal de aquí antes de que
regrese el demonio. Encontraremos una manera de detener la profecía, solo
necesitamos algo de tiempo. —Nonna tomó mi rostro con ternura, sus ojos
marrones llorosos—. El amor es la magia más poderosa. Por encima de todo,
recuerda eso. Siempre te guiará a donde necesites ir. —Dejó caer las manos
y dio un paso atrás—. Ahora vete, bambina. Sé valiente. Tu corazón
conquistará la oscuridad. Confía en eso.
299
S
alí de nuestra casa a trompicones, hacia la calle. El amanecer
pintaba rayas rojas y doradas en el cielo. Lo miré, tratando de
orientarme hacia mi nueva realidad. El mundo era el mismo
que siempre había sido, pero se sentía irrevocablemente cambiado. Una
profecía que presagiaba un desastre… Respiré hondo. No podía creer que
nadie nos lo hubiera contado antes. Saber que mi propia existencia podría
indicar el fin de los días de la Tierra era un gran secreto que guardar,
especialmente si no quedaba mucho tiempo antes de que las puertas del
Infierno se destruyeran.
300
Tampoco podía creer que Nonna se había enfrentado a un príncipe del
infierno y había ganado. Y estar Marcada por Ira… Todo estaba sucediendo
demasiado rápido. Apenas podía procesarlo todo. Miré por encima de mi
hombro hacia mi casa y escuché el leve murmullo de voces. Mis padres
estaban completamente despiertos. Gracias a la diosa. Corrí escaleras arriba
y me detuve, con la mano cerniéndose sobre la perilla. Quería más que nada
entrar y abrazar a mis padres, decirles que los amaba, pero no podía. Las
lágrimas escocieron en mis ojos mientras me alejaba apresuradamente. No
quería dejarlos, pero si lo que dijo Nonna sobre la profecía era cierto, todos
estarían más seguros sin mí.
Abrí mis ojos. Me había guiado a la pared del fondo donde los anzuelos
de pesca estaban colgados en ordenadas filas. Recordé haberlo escaneado
el día que Ira y yo nos aventuramos dentro. Entonces me había atraído, pero
no había confiado en mis instintos. Pasé mis dedos por los ganchos. Algunos
brillaban, otros estaban opacos por el uso y el óxido. Llegué al final de la
pared y me detuve. Un anzuelo de aspecto muy común parecía zumbar
cuanto más me acercaba. Retrocedí y el sonido desapareció.
304
U
n viejo tramo de escaleras desmoronándose me recibió. Dudé
en el escalón superior, mirando hacia la oscuridad de abajo.
No había antorchas ni luces para guiarme una vez que
descendiera al abismo. Solo telarañas y la inconfundible urgencia de correr
en dirección contraria. Los susurros eran mucho más fuertes y excitados
aquí y ocultaban otros ruidos. Si alguien o algo me seguía, no lo sabría hasta
que estuvieran casi encima de mí.
—¿Estás completamente…
—Dijiste que tenía que estar de acuerdo con eso… ¿pasa eso cada vez?
—¡Corre, Emilia!
Se dio la vuelta y aterrizó una fuerte patada en lo que solo podía ser
un demonio Umbra. No lo vi volar, pero escuché un sonido extraño. Si era
incorpóreo, no estaba segura de cómo Ira había hecho contacto con él. Atacó
a otro y a otro. Fue solo cuando colapsaron que comprendí la anomalía. La
308
daga demoníaca de Ira les cortó la cabeza. Tal vez sostener el arma también
le permitía golpearlos.
—Sujétenlo.
Chasqueó los dedos una vez y solo distinguí las formas sombrías de
los demonios Umbra mientras pululaban como una colmena de avispas
feroces. Ira luchó, golpeó y logró acabar algunos más, pero fue inútil. Incluso
algo tan poderoso como el demonio de la guerra no podía contener la marea
de cuerpos invisibles que seguían viniendo por él. No a menos que desatara
toda su magia.
—He querido hacer eso por años, hermano. No puedo decirte lo bien
que se siente verte desangrarte. —Me miró, su labio superior curvándose—
. Mira de cerca, mascota. Así es como trato a la familia. Imagina cómo es ser
mi enemiga. No creas que he perdonado lo que tú y tu abuela me hicieron.
—Todo está bien. Todo va a estar bien. Solo tienes que curarte a ti
mismo.
—No. —Ahora más que nunca, tenía que levantarse y ponerse bien.
Lo sacudí un poco. Estaba extrañamente quieto, con las pupilas fijas. Sabía
lo que eso significaba y no podía… él no podía estar muerto. Se suponía que
este demonio estúpido y arrogante era inmortal—. Levántate.
—¿V-viv… v-vivirá?
Ser realista no significaba que fuera derrotista. Tal vez las cosas
mejorarían si dejara de pelear y esperara a ver si el diablo quería
reclamarme.
O tal vez ahora que tenía sus cuernos debería invocarlo, hacer un
trato por mi cuenta y detener una mayor destrucción. Mi atención volvió a
donde había caído Ira. Tuve la sensación de que supo lo que yo haría. Y yo
sabía lo que había elegido Vittoria. Pero todavía no estaba segura de lo que
quería.
U
na hora después me encontré fuera del palacio en ruinas. No
tenía ningún otro lugar a donde ir que fuera seguro, y 313
esperaba que la magia de Ira aún protegiera el edificio de
alguna manera. Llegué al nivel inferior y acababa de cerrar la puerta cuando
una pequeña ráfaga de frialdad rozó mi cuello. Iba a ignorarla cuando
recordé lo que Nonna había dicho sobre ser Marcada por un príncipe del
Infierno.
Corrí escaleras arriba, y saqué los suministros de una bolsa extra que
había empacado días antes. Velas negras, algunos huesos de animales del
restaurante, mi propio grimorio personal que había empezado, y…
No sabía qué hacer con eso, así que desterré esos pensamientos y
quité el corcho, viendo las burbujas borbotear y crujir suavemente mientras 314
llenaba mi vaso. Si el mundo como lo conocía se estaba acabando, merecía
un trago antes de hacer un trato con el diablo. Me llevé el vaso a los labios
y me detuve. Ira había dicho que mirara en la cómoda si estaba aburrida.
No estaba aburrida, pero estaba intrigada.
—Por tierra, sangre y hueso. Yo te invito. Ven, entra en este reino del
hombre. Únete a mí. Atado a este círculo, hasta que te envíe a casa.
—Vamos, demonio.
—Por tierra, sangre y hueso. Yo te invito. Ven, entra en este reino del
hombre. Únete a mí. Atado a este círculo, hasta que te envíe a casa.
315
Una vez más dejé fuera el latín, ya que la última vez terminó en un
compromiso espontáneo no planificado e Ira dijo que no era necesario.
Cuando todo permaneció en silencio, lo intenté una última vez y usé el
mismo encantamiento que nos uniría en un matrimonio impío si Ira
aceptaba.
—Por tierra, sangre y hueso. Yo te invito. Ven, entra en este reino del
hombre. Únete a mí. Atado a este círculo, hasta que te envíe a casa. Aevitas
ligati en aeternus protego.
Apagué las velas de invocación una por una hasta que me quedé
completamente en la oscuridad.
316
C
uando el sol extendió sus primeros rayos sobre el mar, ya
estaba vestida para la batalla. Me paré frente al espejo y
terminé de trenzar la mitad de mi cabello en una corona, y dejé
la otra mitad en ondas sueltas. Aseguré la parte superior con dos grandes
clips de rama de olivo con incrustaciones de diamantes que, con la
excepción de las piedras preciosas, combinaban con mi anillo nuevo. Me
enjugué los labios con una tintura color vino y me pasé kohl por mis
párpados.
Ira dijo que tenía una opción: podía ser una víctima o una vencedora.
Y, por mucho que me resistiera a admitirlo, tenía razón. Otros siempre
estarían ahí afuera, intentando derribarme, decirme quién era o quién
pensaban que debía ser. La gente a menudo convertía palabras en armas,
pero solo tenían poder si las escuchaba en lugar de confiar en mí.
Si mis enemigos querían crear dudas en mí, creería aún más en mis
propias habilidades. Incluso si tenía que fingir hasta que se sintiera real.
—¿Está en problemas?
No estaba segura de cómo responder a eso, así que hice uno de los
trucos favoritos de Ira y lo ignoré.
Sacudió la cabeza.
—Sí. Una noche fue a él con una idea. Estaban trabajando en un plan
con el que ambos se sintieran cómodos.
—Bueno, eso es lo que son los benandanti. No somos ellos, pero han 320
adoptado nuestro símbolo, de modo que nos confunden a menudo. Podemos
cambiar de forma físicamente cuando queramos. Nos llamamos Lobos
Ember. Los benandanti son humanos, nosotros no. Al menos no del todo.
La mayoría diría que somos hombres lobo.
—Hicimos un trato.
Un recuerdo de verlo con pilas de fichas de juego cruzó por mi mente.
Tenía la sospecha de que sabía a dónde iba esto.
Asintió.
—Pensé que era un trato tonto para él. Después, descubrí que para
empezar no era idea suya. Dijo que lo único que quería era que los lobos
luchasen del lado del diablo cuando llegara el momento. No hemos cambiado
en casi dos décadas, así que no pensé que el trato tuviera valor.
Levantó un hombro.
Lo consideró un momento.
—No estoy seguro. Pero ella fue quien le dijo a Avaricia que negociara
conmigo. Cuando se cerró el trato, ella me hizo prometer que cumpliría mi
palabra.
323
U
n grupo de figuras vestidas con túnicas se reunió en el patio.
La tensión era tan densa como el calor del verano entre la
hermandad. Uno de sus miembros estaba desaparecido y
varias mujeres jóvenes habían muerto. No me sorprendía que estuvieran
culpando al diablo. Me escondí cerca del borde del edificio principal y mi
mirada recorrió la multitud, buscando a un miembro que sabía que no
encontraría.
Si no más poderosa.
Tal vez ahora solo era mejor presintiéndola. O tal vez tenía algo que
ver con el juego completo de cuernos que tenía en mi poder. Saqué el
cornicello de mi hermana de donde lo había escondido en mi vestido y lo
levanté. Incluso para una bruja no humana parecía un sacrilegio llevar los
cuernos del diablo en un espacio sagrado. Pero no había forma de que
entrara sin protección. Deslicé su cornicello junto con el que ya llevaba,
sintiendo un cosquilleo de magia en mis venas.
—Muéstrate.
Una puerta cerca del final del pasillo estaba entreabierta como una
invitación. Di los últimos pasos y me detuve a su lado. Bien podría ser una
trampa, pero los susurros ahora se habían vuelto frenéticos.
Necesitaba ver qué había ahí. Me acerqué un poco más, con el pulso
acelerado, y empujé la puerta un poco más. Desde el exterior, la habitación
parecía vacía. A menudo las apariencias engañaban. Antes de entrar, miré
alrededor para asegurarme que no era una trampa. Las motas de polvo se
arremolinaban en círculos. Todo estaba en silencio. Las ilusiones eran
magia engañosamente fácil: a menudo proyectaban lo que esperabas
encontrar.
—Está aquí.
327
—Ha llegado.
—Abre el enlace.
—Libérala.
No era más grande que cualquier otro libro antiguo, pero el poder era
diferente a todo lo que hubiera sentido alguna vez. La cubierta estaba
gastada en lugares donde parecía que hubiera sido abierto y cerrado un
millón de veces.
—Al fin.
—Un ángel de Dios nunca me haría daño. —Sus labios formaron una
sonrisa que estaba lejos de las dulces y tímidas que recordaba—. A
diferencia de ti.
—Tal vez no. Pero si ahora usas magia conmigo, demostrarás que
tengo razón. —Señaló con su barbilla hacia mis amuletos combinados.
Estaban brillando ferozmente—. Todas las brujas nacen malvadas.
—Y-yo no… —Negó con la cabeza—. E-está bien. Una semana antes
de que mi madre muriera, la llevé con una mujer que pensé que solo usaba
magia popular y oración para curar. Resultó que era una bruja. —Su risa
fue hueca. Le di una mirada plana y siguió entrecortado—. Causó la muerte
de mi madre. En ese momento, Prometí hacer las paces con Dios. Prometí
que, si alguna vez conocía a otra bruja, la enviaría directamente a las
mazmorras del Infierno a donde pertenece. Fue entonces cuando mis
oraciones fueron respondidas. 332
—¿Cómo?
—Por supuesto que no, yo… —Cerré mi boca. Cuando éramos niños
usé un hechizo prohibido de la verdad en él. Violé su libre albedrío. Lo que
había hecho estaba mal, pero no le daba derecho a asesinar mujeres en
represalia—. ¿Cómo planeabas evitar que el diablo encontrara una bruja en
una ciudad diferente?
—Al invocarlo.
—¿Cómo…?
—¿Cómo supe que estás usando los verdaderos cuernos del diablo?
—se burló—. Mi ángel de la muerte. Verás, primero destruiríamos a todas
las brujas vivientes. Luego, invocaríamos al diablo y lo atravesaríamos con
una daga.
—No me lo dijo. Pero había algo… poderoso en él. Sabía que no estaba
mintiendo. Solo algo enviado del cielo podría inspirar tanta gloria.
—¿Corazones?
Tal vez ella sabía que Envidia, o algún otro príncipe del Infierno había
estado empujando las manos del destino, y que la única forma de detenerlo
era ayudar a Orgullo a romper la maldición. Lo que explicaría por qué quería
que los hombres lobo y Avaricia se unieran. Cualesquiera que fueran sus
razones, pensó que su mejor curso de acción era ir al inframundo. Antonio
podría ser el instrumento de la muerte, podría haber elegido cometer estos
actos atroces, pero no había actuado solo.
—¡No!
La sola palabra salió con una extraña voz multitonal que era a la vez
mía y completamente ajena. La hoja flotó contra la piel de Antonio, pero no
la atravesó.
Respiré temblorosamente.
—Hecho.
Llevaba un traje acorde con su posición real, con las manos metidas
casualmente en sus bolsillos. Una corona negra con espinas en punta de
rubí descansaba sobre su cabeza. Si la ponía bocabajo, parecería que
escurría sangre. Su ropa era negra carbón y obsidiana con costuras
doradas. Seda y terciopelo. Si no miraba demasiado de cerca, parecía más
un ángel que un príncipe oscuro.
—Demonio.
339
—Bruja.
—Lamento decepcionarte.
—¿Y bien? —Su tono fue tajante. Había victoria en la mirada de este
demonio. Sin frustración, ni destello de deseo, ni respeto ganado con tanto
esfuerzo. Solo era un medio para un fin. Otra potencial reina bruja para
agregar a la lista de las que habían sido asesinadas antes de caminar por el
pasillo. Intenté no pensar en mi propio destino incierto. Incluso si todo se
reducía a vivir con despecho, juré sobrevivir sin importar quién o qué viniera
por mi corazón. Tenía pocas dudas de que mi vida estaba en peligro. Ira me
había dicho que los monstruos vendrían por mí, y le creía. Ahora uno estaba
ante mí—. ¿Has decidido?
—Casi.
Tenía suerte de haber escapado con vida, y era más difícil de matar
que la mayoría. El mundo humano no estaba equipado para lidiar con la
carnicería que traerían las hordas de demonios si se abrían las puertas. Me
imaginé a Nonna con otro collar rojo rubí de sangre, sus ojos lechosos y sin
vida. Vi visiones de mi madre y padre masacrados en nuestro restaurante.
Todos los humanos inocentes de nuestra ciudad… acostados en montones
podridos, apestando bajo el sol abrasador.
—Hablado como una verdadera princesa del Infierno. —Su sonrisa fue
afilada como una navaja. Pareció engreído, como si supiera un secreto—.
¿Estás segura que esto es lo que quieres? ¿Esto es lo que eliges? —Asentí.
Ira me contempló un momento demasiado largo, como si estuviera
intentando incinerarme en el acto—. Hecho.
Se desvanecieron.
Pasé junto a Ira, caminé hasta el borde de la cueva y miré hacia abajo.
Podría ser la última vez que veía este mundo, y quería memorizarlo. Un
oleaje furioso se estrelló contra las rocas, dispersándose en susurros
ásperos. Me quedé mirando las olas de color tinta, intentando calmar mi
pulso acelerado. Parecían espadas plateadas resplandeciendo a la luz de la
luna. Nonna diría que era una señal de cosas traicioneras por venir. Y esta
vez, no podría estar en desacuerdo.
—¿Vendrás conmigo?
—Sí.
Envolví mis dedos alrededor de los suyos antes de que mis emociones
me traicionaran. Hubo un poder crepitante en nuestra conexión. Ráfagas
diminutas chispearon sobre nuestra piel. Y antes de que pudiera pensar en
ello, el humo nos envolvió. Siguió un dolor punzante. Sentí como si todo mi
cuerpo estuviera ardiendo. Me atraganté con un grito. Los dedos de Ira
apretaron los míos. No había tierra, ninguna conexión con el mundo 343
natural, nada tangible excepto mi agarre sobre el príncipe que ahora odiaba
más que el resto juntos.
Diosa arriba, apenas podía respirar. Quise cerrar los ojos con fuerza
para siempre.
Esperaba que el reino de los malignos estuviera listo para una reina
vengativa.
La aventura continúa en el siguiente libro de la saga Kingdom of the
Wicked.
344
K
erri Maniscalco creció en una
pequeña ciudad a las afueras de
Nueva York, donde su amor por las
artes se fomentó desde muy
temprana edad. En su tiempo libre, lee todo lo
que puede conseguir, cocina todo tipo de comida
con su familia y amigos, y bebe demasiado té
mientras discute los mejores puntos de la vida
con sus gatos. Stalking Jack the Ripper es su
primera novela, e incorpora su amor por la
ciencia forense y la historia sin resolver.
Staff de traducción
*CaRiTo* Flochi Naomi Mora
Mari NC
346
Corrección
Mari NC
Recopilación y revisión
Mari NC
Diseño
Tolola
347