Recién empieza la década de los 90 y Colombia se encuentra sumergida en una oleada
violenta que trae de la mano múltiples secuestros, -principalmente a personalidades influyentes de la élite colombiana entre los que se destacaban políticos y periodistas-; y una jornada terrorista enmarcada por atentados en su mayoría con carros bomba. Los protagonistas, autores materiales e intelectuales de una de las épocas más violenta del país son un grupo de narcotraficantes conocidos como “los extraditables” encabezados por el jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria. El plan estaba claro, exigir al Gobierno Colombiano en representación del entonces presidente Julio Cesar Turbay Ayala, que declarara ilegal el tratado en el que se acordaba por primera vez la extradición de nacionales para pagar sus delitos en otros países. La noche del 7 de noviembre de 1990, Maruja Pachón, directora de Focine y Beatiz Villamizar, su cuñada y asistente personal son secuestradas y llevadas a un cuarto pequeño y oscuro dentro de una casa en la ciudad de Bogotá, allí ya se encontraba retenida otra mujer, Marina Montoya, hermana del Secretario General de la Presidencia. Al mismo tiempo, pero en distintos lugares, eran tenidos en contra de su voluntad otros siete periodistas entre los que se encontraban Diana Turbay, hija del expresidente Turbay y Francisco Santos, jefe de redacción de El Tiempo; un total de 10 personas secuestradas por los extraditables. Fueron meses de tensión, en los que Alberto Villamizar, esposo de Maruja y hermano de Beatriz buscaba desesperadamente negociar con el gobierno del presidente Gaviria y eventualmente con el narcotraficante Pablo Escobar la liberación de sus familiares y el resto de secuestrados; negociaciones que en un principio parecían infructuosas, ya que, en este tiempo y de forma desafortunada son asesinadas Marina Montoya y Diana Turbay. Luego de diálogos tensos y constantes, los 8 secuestrados sobrevivientes van siendo liberados hasta finales de abril cuando Francisco Santos y Maruja Pachón, son los últimos en conseguir la tan anhelada libertad. En el mismo escenario, Pablo Escobar junto con algunos de sus aliados aceptan entregarse a la justicia con la condición de ser retenidos en una finca que ellos mismos han acondicionado y que con el paso del tiempo se convierte en un hotel de lujo desde el cual seguían controlando el negocio del narcotráfico; situación que es descubierta por el gobierno y que desencadena una desesperada fuga por parte del cartel que termina en la localización y asesinato del más grande narcotraficante del país y líder del Cartel de Medellín. Para el año 1993, Maruja Pachón y su esposo, Alberto Villamizar contactan al periodista y escritor Gabriel García Márquez para que retrate la dolorosa historia vivida dos años atrás. Márquez acepta y empieza una serie de entrevistas con el matrimonio, con el fin de obtener la mayor información posible y en paralelo iniciar una investigación con la ayuda de la periodista Luz Ángela Arteaga, quien en medio del proceso descubre una serie de secuestros ocurridos durante la misma época en que fueron retenidas Maruja y Beatriz. Es así como los planes de Gabo tienen que ser cambiados para obtener más testimonios e incluir todas las historias, y pasar de un tiempo estimado inicial de un año a dos. Finalmente, el libro es publicado en 1996, convirtiéndose en uno de los relatos más conmovedores e impresionantes de la violencia en Colombia durante los años 90, ofreciendo al lector una experiencia vívida de los momentos de angustia y tristeza que vivieron los 10 secuestrados, el transcurrir de sus días, sus nuevas rutinas, la relación con los captores y la incansable batalla que se vivía afuera por obtener su liberación. Personalmente, encuentro noticia de un secuestro como una muestra del escritor y periodista tan polifacético que podía ser Gabo, la increíble capacidad que tenía para dejar su huella literaria en todo lo que escribía, y es que bien decía, -cuando le preguntaban si se consideraba más de una profesión que de la otra-, que sus libros siempre tenían algo del periodismo, bien fuese en la forma de escribirlo, la investigación que realizaba para conocer a fondo las historias y retratarlas o en aspectos simples como el nombre; ejemplo de ello, -solo por nombrar unos cuantos-, tenemos: “noticia de un secuestro”, “relato de un náufrago”, “crónicas de una muerte anunciada”, entre otros.