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DE “LAS NOT(ICI)AS ROJAS” DE LA

INQUISICIÓN

AL GÉNERO ROJO
ACTUAL
FUENTES BOLAÑO IBARGÜENGOITIA: LES ENFANTS TERRIBLES
ET SUS APOCRIFOS[1]

IV

La crónica policial del periodista-detective:


“Sergio González Rodríguez”

A Juaritos
Raúl Matute

En julio no hubo ninguna muerta. En


agosto tampoco. Por aquellos días el
periódico La Razón, del DF, envió a
Sergio González a hacer un reportaje
sobre el Penitente...se acababa de
divorciar y necesitaba ganar dinero como
fuera. Normalmente no hubiera aceptado el
encargo, pues él no era un periodista de
crónica policial sino de las páginas de
cultura. Hacía reseñas de libros de
filosofía, que por otra parte nadie leía,
ni los libros ni sus reseñas, y de vez en
cuando escribía sobre música y sobre
exposiciones de pintura...Así que en
julio de 1993...viajó en avión hasta
Hermosillo y de allí en autobús a Santa
Teresa...supo que...además del famoso
Penitente, se cometían crímenes contra
mujeres, la mayoría de los cuales
quedaban sin aclarar...Al día
siguiente...Sergio González....tomó el
avión hasta el DF. Dos días después le
entregó al director de la revista
dominical la crónica sobre el Penitente y
acto seguido se olvidó de todo el asunto.
Roberto Bolaño

Cuando salió a la luz pública Los detectives salvajes


(1998), obra acreedora del Premio Herralde de Novela y un año
después del Rómulo Gallegos, Sergio González Rodríguez, quien
desde 1993 es consejero editorial del periódico mexicano

2
Reforma, intentó borrarla del mapamundi lector azteca con una
de sus reseñas de página cultural. La cita de arriba extraída
del texto 2666 -capítulo IV “La parte de los crímenes”- y que
ha sido tan aclamado a nivel mundial por sabedores/as del
nada exiguo talento de letras latinoamericanas, pareciera ser
una respuesta a aquellos juicios ampulosos que el periodista
cultural defeño, aún desconocido para un gran porcentaje de
mexicanos/as interesados/as en leer no sólo “los titulares”
de periódicos, le hiciera a la obra que sigue ocupando los
primeros lugares de investigación en universidades dentro y
fuera de México: El Premio Herralde se explica en parte por
el gusto actual en España por los relatos de costumbrismo
retro o rescate de la memoria. O por la tendencia a la sobre
paginación de los libros y el éxito comercial del
pintoresquismo localista y divertido.[...] ...[...]Mediante
los recursos de la parodia y el pastiche –ni modo: lo
postmoderno se impone aún-, el narrador moldea el no-suspenso
de la novela, porque ésta se funda en la falsa intriga hacia
un desenlace condenado de antemano al fracaso...el camino de
Los detectives salvajes se construye con un avasallador
acopio de ingenio y reiteraciones que terminan por
desbalancear la novela, y la lleva al tránsito del entusiasmo
al sopor que nace ante la verborrea ajena. Lo bueno –o lo
malo- está en que sólo permanece en el lector el brillo de
párrafos, episodios, ocurrencias magníficas. De hecho, la
primera parte, “Mexicanos perdidos en México (1975)”, vale
toda la novela. Ni modo: esto se llama muerte por desmesura.
Sin embargo, en el capítulo cuatro de 2666, relacionado
con los asesinatos de niñas, adolescentes y mujeres del lugar
ficticio Santa Teresa, abundan las descripciones violentas,
formato médico legista, que el narrador chileno imaginó con
maestría a partir de las averiguaciones y artículos del
reportero de “las páginas de cultura” del DF.
Décadas atrás Carlos Fuentes había exteriorizado en un
tono irónico que le gustaba mucho "desayunar[a sus]
críticos...como si fueran pollos" y después arrojar "los
huesos", porque igual que éstos, "Ellos no han sobrevivido,
[pero]yo sí". Antes de que empezara el siglo XXI, González
había publicado una especie de alegato contra este narrador
latinoamericano también muy leído y estudiado por
universitarios/as en diferentes partes del mundo, y que al
paso del tiempo se ha consagrado con varias de sus obras;
sirvan de ejemplos La muerte de Artemio Cruz, La frontera de
cristal, La región más transparente, Gringo viejo y por
supuesto La cabeza de la hidra. En contraste a ello, el
periodista cultural defeño no ha logrado llamar la atención
de lectores con sus subsiguientes libros como sucedió con su

3
escandalosa “crónica del crimen” –que se promocionó en varios
medios, sobre todo las partes- acerca de los júniors
asesinos, “las muertas de Juárez”, las orgías de
narcotraficantes poderosos y los videos snuff;[2] temas de
investigación que según González lo pusieron en peligro por
más de seis años. En el norte y otros puntos cardinales de
México los/las periodistas que arriesgan a diario su vida con
noticias peligrosas no necesitan de artilugios publicitarios
en los medios. El protagonista de Complot mongol(1969), un
asesino a sueldo y agente judicial posrevolucionario,
haciendo alusión al proceder de los hombres de ese tiempo en
el país, suelta a quemarropa una frase que sigue vigente en
los discursos masculinistas: “antes se necesitaban huevos y
ora se necesita título”.
La “crónica del crimen” gonzaliana –habría dicho Fuentes
sin pelos en la lengua-, exhibe desde la portada elementos
característicos del género rojo mexicano[3] como el títitulo
y la imagen de un hombre sin camisa de espaldas al lector y
que sujeta en su cinto una enorme hacha; y en la contraporta
de la edición se encuentran las usuales elucubraciones
mercadotécnicas de que nada de lo contado es "especulativo"
ni "ficticio”. De esta manera el periodista cultural del DF
se suma a la extensa lista de imitadores de los estilos
sangientos conocidos en México de: El Güero Téllez, de la
popular revista Alarma!, del bestseller con más de cien mil
copias vendidas[4] Lo negro del Negro Durazo que escribió un
agente pistolero del corrupto Jefe de la Dirección de Policía
y Tránsito del sexenio lópezportillista; de las recreaciones
periodísticas de antiguos casos de nota roja de Brocca y
Miriam Laurini publicadas a principios de los noventa; y en
especial del estilo de Muerte en Juárez(1996) de Isabel
Arvide a quien el propio editor cultural del DF la considera
"una reportera influyente en altos círculos de poder en
México".[5] Bolaño habrá aprovechado esto último para crear
en “La parte de los crímenes” los dobles de Isabel
Arvide/”Azucena Esquivel Plata” y Sergio González
Rodríguez/”Sergio González Rodríguez” que más adelante se
presentan. Por otro lado, la crónica del crimen gonzaliana
tiene un gran parecido con los trabajos que el narrador-
periodista tijuanense Federico Campbell escribió sobre
Sciascia, y se queda en meros intentos de igualar las
investigaciones relacionadas con el narcotráfico de los años
setenta, ochenta y principios de los noventa que autores/as
mexicanos habían publicado. Con tales imitaciones y demás
aproximaciones al conocido y diverso género rojo azteca,
Huesos en el Desierto(2002) dista incluso de los estilos
narrativos aparentemente facilones de La cabeza de la hidra,

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Los detectives salvajes y Las muertas, entre otras obras
latinoamericanas que siguen acaparado la atención de cientos
de lectores/as a nivel nacional e internacional.
Y mientras los empresarios editores de la crónica del
crimen gonzaliana se dieron la tarea de divulgar las usuales
elucubraciones mercadotécnicas en su contraportada, Monsiváis
y la mayoría de los/las habitantes de México saben de sobra
que no es fácil "conseguir información confiable" en un país
donde la corrupción e impunidad predominan en las altas
esferas del Estado; situación difundida más allá de las
fronteras mexicanas y que pone en entredicho los datos
oficiales citados por González Rodríguez a lo largo de HD, a
lo cual habría que añadir la posibilidad de los métodos de
infiltración periodística usados para manipular y tergiversar
datos que satisfaga los intereses de un determinado grupo de
poder informativo, político u otro. De hecho, los mismos
directivos empresarios del periódico Reforma tienen una
edición parecida a la revista Alarma! y no permiten el libre
acceso a su página WEB,[6] caso diametralmente opuesto a los
directores/a de los conocidos medios impresos mexicanos La
Jornada, El Universal y El Diario de Ciudad Juárez que de
manera estratégica se han puesto a dialogar de tú por tú en
el competitivo mercado de la noticia mundial, pues
actualmente numerosos blogs o bitácoras están desplazando las
estructuras informativas establecidas.
Ahora bien, en el primer capítulo de HD se lee que los
crímenes contra mujeres de Ciudad Juárez son similares a los
de las Poquianchis quienes por diez años acabaron con las
vidas de 80 mujeres. El periodista cultural del DF asegura
haber tomado la información de Los mil y un velorios. Crónica
de la nota roja(1994) en la cual se mencionan otros casos
mexicanos que tuvieron una prolongada difusión en medios
masivos. Acto seguido el defeño relaciona los supuestos
crímenes de las hermanas González con los del mexicano
Gregorio Goyo Cárdenas alias El estrangulador de Tacuba[7] y
con los del ruso Andréi Chikatilo quien asesinó a “52 niños y
jovencitas". Para el periodista cultural de Reforma los tres
hechos son iguales al típico serial killer de filmes y
programas televisivos estadounidenses destinados a subir los
niveles de audiencia, pasando por alto las “diferencias de
género” y que “las” hermanas González alias las Poquianchis,
según lo divulgado en los escandalosos medios informativos
del país, entre ellos Alarma!, habían asesinado a algunas
jóvenes sin recursos prostituidas en sus burdeles por más de
doce años. Pero hasta el día de hoy no se ha podido comprobar
el número exacto de las mujeres que fueron asesinadas o
determinar las causas de sus muertes, contradiciéndose con

5
ello lo ventilado en los medios de comunicación del género
rojo de aquél 1964 cuando autoridades del Estado de
Guanajuato aprehendieron a las Poquianchis. En Las
muertas(1977) del celebrado guanajuatense Jorge
Ibargüengoitia se sugiere que algunas murieron de forma
accidental o por estar enfermas. Tampoco podría dejarse a un
lado que los delitos/crímenes imputados a “las” tres hermanas
González no hubieran sido posibles sin la ayuda de “los”
funcionarios públicos, policías, empleados y “los” amantes de
una de ellas, lo que problematizaría las definiciones del
“asesino en serie” de Earl James y de Robert K. Ressler
citadas en HD. Para el primer investigador estadounidense,
“el” multihomicida: "mata a más de una víctima en un periodo
dado de tiempo, con un lapso entre los asesinatos para
enfriar lo acontecido...El...FBI requiere del asesinato de
tres víctimas en un periodo de tiempo...". El segundo asegura
que: "El asesino en serie mata por matar, no suele tener un
móvil en particular".
El término de serial killer también lleva a preguntar si
coincide con el modus operandi de los llamados antiguamente
pistoleros (en Complot mongol la historia gira en torno de
uno de ellos que define su oficio en el lenguaje de los
hombres con “huevos”: “Aquí está su fabricante de pinches
muertos en serie”), ahora asesinos a sueldo o sicarios que en
México ejecutan a personas en público/privado por órdenes de
poderosos(narcos), porque varios cadáveres que dejan en las
calles de las ciudades aztecas llevan lo que podría ser acaso
"la firma" del o los serial killers? –a diferencia de
aquéllos, los “asesinos en serie” de Estados Unidos no
cobran, sólo “matan por matar”. Además, muchos de los
ultimados en México no son conocidos para los ejecutores
directos pero sí para los jefes de los sicarios. En tales
actos sangrientos, ¿deberían interpretarse exclusivamente las
quizá firmas de los jefes de los pistoleros encontradas, por
lo general, en la boca y los ojos tapados con gruesas cintas
adhesivas industriales, así como en pies y manos amarradas
con el mismo material de los cadáveres “tirados” en las
calles de México. Y en el caso de “las” del “género femenino”
(las hermanas Poquianchis) que hipotéticamente asesinaron a
más de una “prostituta” conocida en sus burdeles, qué término
debería usarse y si tendrían firmas seriales iguales a las de
los serial killers de Primer Mundo? Antes de que en Estados
Unidos se le adjudicara a Ressler la sesuda creación del
término serial killer, en el país azteca ya circulaba el
nativo “fabricante de pinches muertos en serie”[y en serio].
Otro suceso que origina preguntas parecidas en relación
al llamado serial killer estadounidense en el país azteca es

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el de los narcosatánicos del estado de Tamaulipas. Se
difundió en los medios de comunicación mexicanos que el jefe
era el santero cubano Adolfo de Jesús Constanzo ejecutado el
día de su detención en 1989, y su brazo derecho era la
mexicana Sara Aldrete a quien, de acuerdo a información
sacada a la luz pública, no se le ha comprobado la
responsabilidad de los trece crímenes, de entre los cuales
estaban narcotraficantes de bajo rango, expolicías federales
y un joven estadounidense. Al haber muerto el jefe Constanzo,
se le adjudicaron los delitos a la trangresora de la ley y
las buenas costumbres por ende mujer: Sara Aldrete. Los
influyentes policías cómplices del santero nunca fueron
aprehendidos. En respuesta a las imputaciones judiciales y de
medios de comunicación, la tamaulipeca animada por su maestra
la escritora mexicana Josefina Estrada, quien estuvo a cargo
de talleres literarios para las reclusas del Preventivo
Femenil Oriente, da su versión de los hechos y de nuevo se
declara inocente en Me dicen la narcosatánica(2000). De
acuerdo a la narradora Estrada, en la historia penal mexicana
no ha habido un caso en el que a “asesinos” se les haya dado
más de doscientos años de cárcel; al final del juicio, Sara
Aldrete recibe una condena de cincuenta años. A la extensa
lista de los crímenes que siguen impunes en México, en su
mayoría los cometidos por hombres acaudalados e influyentes,
se suman los de sacerdotes pedófilos de la Iglesia católica
hasta ahora exhibida. La periodista mexicana Sanjuana
Martínez des-cubre a estos asesinos de la niñez en Manto
púrpura. Pederastia clerical en tiempos del cardenal Norberto
Rivera Carrera(2006) y Prueba de fe. La red de cardenales y
obispos en la pederastia clerical(2007).
Retomando las preguntas de si los asesinos a sueldo, las
Poquianchis y los narcosatánicos mexicanos reflejan una
conducta análoga a la del serial killer estadounidense, se
tornan aún más complicadas en el momento que el autor de HD,
apoyándose en los argumentos de James, John E. Douglas y
Ressler, deja fuera un análisis feminista a lo Jane Caputi y
Diana Russell, pues en su crónica del crimen traduce al
español una extensa definición de femicide para homologar los
crímenes contra niñas, adolescentes y mujeres de Ciudad
Juárez. La propia Caputi, antes de haber colaborado para la
antología Femicide: The Politics of Woman Killing(1992), se
refiere a “serial sex killer" en su extenso trabajo The Age
of Sex Crime(1987). Sorprende que tales imprecisiones
estadounidenses no se hayan cuestionado en México, donde se
sigue usando de manera apresurada los hoy sabidos femicide y
serial killer que, lejos de aclarar los porqués de los
asesinatos contra mujeres, originan más dudas a la hora de

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situarlos frente a las diferencias más elementales de
“género” y “diversidad sexual”, de religión y etnia, de nivel
económico y educativo.
Por su parte, Campbell llama a Ressler el "especialista
en crímenes de matriz hollywoodense" y no aprueba las
descripciones minuciosas de varios medios impresos que para
él tienen "detalles irreproducibles", dudando incluso que
"los lectores de periódicos lean completas las notas". Y de
igual forma condena lo exhibido sobre los asesinatos pues le
parece que: Cualquier especulación periodística o
criminológica resulta, a estas alturas...ofensiva. No tiene
sentido conjeturar que está en funcionamiento una macabra
forma de encubrimiento, que tal vez el poder policiaco ya no
puede ser controlado por el poder formal del Estado, por los
presidentes municipales o los gobernadores, panistas o
priístas, llegando el narrador tijuanense a la irónica
conclusión de que si el Estado no cumple con su labor de
proteger a la ciudadanía: Lo más prevesible es que van a
cometerse más crímenes.
En el libro del periodista cultural del DF se dan
descripciones acerca de los asesinatos de niñas, jóvenes y
mujeres que no sólo son "irreproducibles" sino
impronunciables porque de nuevo -en toda la extensión de
la(s) palabra(s)- se les VIOL(ENT)A. Lo mismo hizo el
empresario director de la revista Metapolítica, César
Cansino, cuando en el 2003 sacó un número acerca de los
crímenes; la portada tenía la imagen de una joven de pelo
obscuro, desnuda y de espaldas a la lente de la cámara
fotográfica. González Rodríguez estuvo a cargo de esta
edición que costó 150.00 pesos el ejemplar –un poco más de
quince dólares estadounidenses de ese entonces. Llama la
atención que los editores empresariales de HD no hayan puesto
desnudo al individuo de su portada, divulgándose así otra vez
los viejos y disformes discursos misóginos-machistas.
Igualmente González utiliza a lo largo de su crónica del
crimen los populares slogans "las muertas", "las muertas de
Juárez"[8] e insiste de manera atropellada que las mujeres
con y sin recursos de la ciudad vecina de El Paso, Texas
están en peligro, y en el capítulo cuatro de HD no duda en
asignarles a Russell y Caputi la autoría de femicide.
Situación bastante confusa para el autor de HD, porque en el
2001, un año anterior al libro gonzaliano, la misma Russell
aseguró que dicho término se había dado a conocer por primera
vez en A Satirical View of London at the Commencement of the
Nineteenth Century, y en su estudio de 1992 escribió que
aquél provenía de la obra inglesa decimonónica The
Confessions of an Unexecuted Femicide, añadiendo la crítica

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estadounidense que en 1974 supo, a través de una conocida de
la cual no da el nombre, que la escritora Carol Orlock estaba
haciendo una antología sobre femicide que a la larga no llega
a publicar. Dos años después de haberse enterado de la
existencia del término, Russell lo usa para testificar ante
el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres.
Por otro lado, Russell inicia su antología de 1992 con
una breve definición de femicide que universitarias
latinoamericanas copian textualmente para explicar la
“violencia de género” en sus respectivos países, y es la
siguiente: "the killing of women by men because they are
women". En dicho estudio Jill Radford hace ver que hay
"diferentes formas" del término como "homophobic femicide or
lesbicide" y “serial femicide”, lo cual es una contradicción
porque ambas investigadoras prefieren el uso de femicide en
lugar de homicide por derivarse éste del vocablo latino
hom(man) hombre. Quizá González Rodríguez no estuvo al tanto
de los argumentos feministas? de 1992, por eso asegura haber
hecho en un artículo de 1997 unas anotaciones al novedoso
anglicismo femicide y al mismo tiempo se refiere a “los
homicidios contra mujeres”[énfasis nuestro] en México. A este
punto es necesario destacar que Russell junto con Radford
reclama que un gran número de feministas y no feministas de
Estados Unidos, acaso de minorías, se niegan a utilizar sus
términos y definiciones. Desde unas posturas universitarias
de Primer Mundo, las dos críticas intentan homogenizar los
discursos de raza, “diversidad sexual”, situción económica,
entre otros de gran importancia para las que se oponen
terminantemente al uso de femicide. Casi una década después
de omisiones y desaciertos de Russell en su primer libro de
crímenes contra mujeres, la autora trata de corregir en
Femicide in Global Perspective(2001) lo que por descuido dejó
fuera en la de 1992, y admite que la coeditora de la segunda
publicación, Roberta A. Harmes, se encontró en Internet
algunos artículos con el vocablo femicide. En México parece
no importar mucho la falta de seriedad en investigaciones
universitarias ni el uso aventurado de neologismos de Primer
Mundo que aún se discuten en las mesas de investigadoras de
Estados Unidos como el de femicide, gendercide, gynocide, o
se rechaza homicide y después se usa homophobic femicide y
lesbicide, o se recurre a serial femicides para aludir a los
lethal hate crimes, o a estos últimos se les denominan serial
sex killers; cuando es un hecho que en lugar de tales
términos se prefiere citar en Estados Unidos el de hate
crimes(crímenes de odio). Hace décadas la célebre escritora
mexicana de Balún-Canán(1957) alertó a las habitantes del
país azteca sobre una colonización teórica.

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De igual forma no deja de llamar la atención que en el
México de los "femicidios/feminicidios" no se haya usado el
conocido término uxoricidio para los casos de maridos que
asesinan a sus cónyuges, y del posible mujercidio que estuvo
en una de las señales de tránsito de las calles de Ciudad
Juárez, presentándose en el acostumbrado tamaño la palabra
ALTO y debajo de ésta, a menor escala, MUJERCIDIO. De haberse
usado preferentemente en México mujercidio por su inmediatez
con el idioma, en lugar de los complicados y muy
contradictorios términos anglosajones expuestos arriba, quizá
se habría llegado a los esperados niñacidio, jovenacidio,
adolescentacidio entre otros que se sumarían a varios
latinismos conocidos como filicidio e infanticidio. Las
mismas traducciones al antiguo español de female que origina
femicide serían quizá hembra y hembracidio, conllevando éstos
en el país azteca al no menos debatible término de hembrismo.
Pero en México se ha usado mucho más feminicidio y la
traducción al mexicano se le atribuye a Marcela Lagarde, a
pesar de que la latinoamericana Suely Souza de Almeida, entre
otras, había empleado “femicidio” en su trabajo de
invetigación: Femicídio. Algemas (in)visíveis do publico-
privado(1998). Los custionamientos que acarrea éste último
los presenta también “feminicidio” debido a las
construcciones socioculturales asignadas al género femenino y
a la existente “diversidad sexual”. Ello se podría observar
en lesbianas, bisexuales, transgéneros o transexuales del
país azteca que no comulgan con los roles tradicionales de la
esperada Mujer mexicana heterosexual. Por su parte,
catedráticas y sicólogas estadounidenses llaman a una mujer
violentada sexualmente rape survivor(sobreviviente de
violación) y violence survivor(sobreviviente de violencia),
no aceptan el uso de victimización de la mujer en los
acostumbrados reportes policiacos y médicos porque refuerza
algunas de las características asignadas a lo femenino:
débil, indefensa, vulnerable por ende: "víctima". González
Rodríguez alude a lo que él denomina "la victimología de las
muertas de Juárez" y la asocia con lo escrito por John E.
Douglas en Crime Classification Manual de donde toma el
siguiente párrafo: suele tratarse de mujeres jóvenes con poca
fuerza física, solteras, empleadas, que a menudo viven solas.
Representan "víctimas de bajo riesgo", cuyo infortunio se
encuentra en el hecho de que se atraviesan con el asesino
cuando éste busca a quien atacar.
Según los numerosos escritos acerca de los "femicidios/
"feminicidios" en Ciudad Juárez, éstos inician hasta
principios de 1993. Para el periodista cultural del Reforma
tampoco hubo crímenes contra mujeres antes del año

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promocionado a nivel mundial por medios masivos y ONG´s, y en
caso de que se le hubiera escapado uno, deja en puntos
suspensivos los ocurridos antes del 23 de enero de 1993.
Asimismo, asegura en su crónica del crimen que el término
fronterización es de su autoría cuando desde hace mucho
tiempo se usa en Ciudad Juárez para la regularización de los
automóviles estadounidenses a los que se les debe tramitar
las placas de la frontera mexicana. Después de este proceso
oficial los medios de transporte se vuelven de un origen
indefinible: ni de Estados Unidos ni de México. Inclusive hay
varios estudios publicados con el término fronterización
mucho antes del año 2002.
Siglos atrás el multicitado Cervantes se planteó el ser
y el parecer de su época en el Quijote y de manera más breve
en "La española inglesa" en la cual desde el nombre se
enfatiza lo que en su momento antropólogos/as llamaron,
liminalidad geográfica, política, socioeconómica, cultural.
Otro claro ejemplo del ser y no ser es básicamente la
situación de las judías mexicanas o las mexicanas judías que
se han planteado su liminalidad en México como la crítica
Margo Glantz o las narradoras Rosa Nissán y Agelina Muñiz-
Huberman, entre otras. También están los casos de los/las
árabes que llegaron al país azteca a finales del siglo XIX,
según documentan estudiosos. De este grupo migrante –entre
otros que han llegado a México buscando mejores oportunidades
de trabajo- la empresa Televisa S.A. sigue sacando al aire
películas en las cuales se tipifican sus costumbres y modos
de hablar en español. Uno de los mexicanos árabes-libaneses
más conocido internacionalmente es Carlos Slim Helú quien
ocupa los primeros lugares en la lista de los hombres más
acaudalados de Latinoamérica y que su fortuna se vincula con
el narcopoder del expresidente mexicano Carlos Salinas de
Gortari(1988-1994). Son muchos los artículos publicados en
relación a estas y otras alianzas instaladas en las fronteras
de lo “legal” e ilegal que el Poder político mexicano
concede.
Sin embargo, es el propio González Rodríguez el que
asegura haber creado el término fronterización en base a las
originales disertaciones del libro estadounidense
Bordertown(1998) –un trabajo donde se muestra la típica
visión chovinista de anglosajones sobre la violencia, la
pobreza y las "whores" mexicanas de las ciudades fronterizas
con Estados Unidos-;[9] de esta manera el periodista cultural
defeño llega a la conclusión de que México está a punto de
volverse un país "entre algo y la nada", una "fronterización
imprevista" debido a lo que está sucediendo en el norte con
el narcotráfico, las ejecuciones públicas y demás actos

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violentos. Pero desde la nada pacífica “conquista” en México,
se sabe de su situación liminal, de sus brutales mestizajes o
hibridismos, porque hubo más de uno, y que la droga no la
comercializaban los antiguos indígenas. En los años que
siguieron a la Independencia de México hubo una extensa
migración de habitantes de zonas rurales hacia el centro del
país que después se fue incrementando con la explosión
industrial. Gente de otros países también había llegado a la
ciudad capitalina en busca de mejores condiciones de vida.
Con el paso del tiempo estas migraciones, fueran de
judíos/as, árabes, franceses/as, españoles/as, argentinos/as
e indígenas, han demostrando lo complejo que es adaptarse a
otros estilos de vida. Pretender ahora que la fronterización
apenas se está dando en México, sería como negar incluso que
antes de la conquista las liminalidades o hibrideces más
elementales nunca existieron en los diferentes grupos étnicos
documentadas en las reconstrucciones antropológicas,
históricas, lingüísticas y demás disciplinas al servicio de
investigadores/as de México y de otros países.
Por lo que el seguirse creyendo que los asuntos
fronterizos se originan nada más en los lugares cercanos al
Río Bravo del lado mexicano es una visión bastante naïve y
centralista -o chilanga, diría el autor de Entrada libre.
Para nadie es un secreto que el México del narcotráfico
internacional se refortaleció desde el sexenio del otrora
presidente priísta José López Portillo(1976-1982) junto a su
brazo derecho, amigo de años, Arturo El Negro Durazo Moreno,
jefe de la Dirección de Policía y Tránsito del Distrito
Federal. En lugar de la supuesta fronterización del norte
hacia el centro y demás ciudades mexicanas, sería una
duracización del DF hacia varios lugares del país. Los
durazos se multiplicaron a lo largo y ancho del "México lindo
y querido", los bandidos-policías del autor Manuel Payno o
los exmilitares-delincuentes de la revolución filmados por el
director azteca Enrique Rosas en El automóvil gris(1919),[10]
evidentemente habían heredado a sus adeptos más
representativos -en versiones corregidas y aumentadas- el
poder policiaco, por antonomasia, fronterizado. No en balde,
originarios/a de Ciudad Juárez llaman a su comunidad
fronteriza el DF chiquito. O grosso modo se sostiene que
México se colombianizó, lo cual implicaría que la
fronterización del narcotráfico y la violencia habría surgido
desde territorios sudamericanos y en este caso se habría
extendido hasta el centro, sur, este, oeste y norte del país
azteca. Cervates sintetiza muy bien en "Rinconete y
cortadillo"(1613) las formas de corrupción entre delincuentes
y autoridades españolas, la renta de zona y protección para

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éstos y el jefe que los controla. Ahora casi cuatro siglos
después del texto cervantino, en su versión mexicana más
reciente, serían definitivamente los policías y sus
"madrinas" judiciales (agentes clandestinos que en varias
ocasiones actúan por su cuenta y en otras están al servicio
de un policía dentro de la corporación), los asesinos a
sueldo, los "guaruras" armados (guardespaldas, escoltas sin
“los permisos” correspondientes) y -parafraseándose al
exitoso grupo musical "Los Tigres del Norte", se encuentran-
los verdaderos "jefes de jefes" de cárteles aztecas.[11]
Sumado a lo anterior, González Rodríguez se refiere a la
desaparición de Heidi Slauquet Armengol secuestrada el 2 de
noviembre de 1995 del aeropuerto internacional de Ciudad
Juárez; la información proviene de Muerte en Juárez(1996) de
la controversial periodista mexicana Isabel Arvide. Conforme
a una entrevista que éste le hiciera a la autora del libro a
quien considera "una reportera influyente en altos círculos
del poder en México", todavía no se hacía ninguna
investigación sobre el caso de su amiga y que el priísta
Patricio Martínez García(1998-2004), entonces gobernador del
Estado de Chihuahua, no le había dado respuestas
satisfactorias, por lo que termina diciendo que es cómplice
de otros funcionarios estatales que menciona en su edición de
1996. De forma similar, el periodista cultural del DF se
refiere a otro libro capitalino cuya información está basada
en conocidos y quizá muy debatibles trabajos estadounidenses.
Su autor Jorge Fernández tratando de hacerlo un Bestseller en
México imita los lineamientos sensacionalistas anglosajones
de autores del momento al ponerle el título de Narcotráfico y
poder(1999); el contenido del libro no logra aportar nada al
periodismo de investigación relacionado con el crimen
organizado dentro y fuera del territorio mexicano.
Ahora bien, González ha dicho que le gusta mezclar la
ficción y la –supuesta- realidad. Acaso su crónica del crimen
cumple con la fabricación máxima de hechos. Pues en el
epílogo cuenta su golpiza y asalto en un taxi y que quisieron
asesinarlo por las peligrosas calles del DF para impedirle
que publicara más artículos sobre el narcotráfico y "las
muertas de Juárez”. Esto le sucedió al periodista cultural
del DF en un país en el que sin pedírsele permiso a nadie se
ejecutan/asesinan a presidentes, a candidatos a la
presidencia, a gobernadores, a funcionarios públicos de alta
jerarquía, a grandes jefes de cárteles. Dos años después de
haber publicado HD, su autor vuelve a contar el asalto y la
golpiza que dice le dieron en la ciudad de México, a lo mejor
con la finalidad de hacer más espectacular y creíble su
cuento del narco en "La caja negra del comandante Minjárez",

13
y casi al final de relato destaca, en base al asesinato de
este oficial acusado de varios secuestros en el estado de
Chihuahua, "tendríamos que presumir" porque de acuerdo a él
sus artículos anteriores al 2004, algunos usados en su
llamado “complot escritural”, predijeron los cambios de "la
realidad y el futuro" aztecas.[12] Lo sucedido a González
Rodríguez en el DF se parece al caso de uno de los personajes
de El miedo a los animales(1995) que también escribe
artículos contra el presidente del país, pero en este caso
nadie absolutamente nadie los lee, y debido a que tenía
cuentas personales pendientes lo asesinan. Algunos medios
masivos aprovechando la noticia aseguraron que había sido por
sus ataques al gobierno, convirtiéndolo así en un mártir. En
el texto de Enrique Serna –con grandes influencias de Complot
mongol- se van exhibiendo a la par uno a uno los niveles de
la sabida corrupción de la policía y, la más abominable para
el protagonista Evaristo, un exreportero de nota roja y
agente judicial, la de las "mafias literarias” defeñas que
están bajo el cobijo del Gobierno en turno. Sus miembros
seudointelectuales son adictos a las drogas, criminales y/o
promotores culturales de jóvenes atractivos/as que pagan con
favores sexuales la publicación de un libro, becas, empleos,
entre otros beneficios.
En cuanto a los "hechos reales" sobre los crímenes
contra niñas-adolescentes y mujeres sin recursos son
difíciles de aprehender debido a las diversas contradicciones
oficiales y no oficiales, al extravío de expedientes, a
evidencias borradas, a la falta de credibilidad de los
resultados oficiales, a la corrupción policiaca, al aludido
lucro de ONG´s y de directoras de instituciones de mujeres, y
a las frecuentes especulaciones de medios de comunicación
masiva, entre otros actos denunciados. Por ello las diversas
interpretaciones acerca de los crímenes en México tienen las
inevitables y muy convenientes hipótesis. Ejemplo de esto ha
sido el asesinato del candidato a la presidencia de México,
el priísta Luis Donaldo Colosio quien muere durante el
sexenio de Salinas de Gortari el 23 de marzo de 1994. En tal
magnicidio se basó el escritor norteño Élmer Mendoza para
escribir Un asesino solitario(1999).
        Por   otro   lado,   no   es   casual   que   después   de   haberse 
publicado  Muerte   en   Juárez(1996)   de   Isabel   Arvide,   Bolaño 
haya   creado   entre   frecuentes   descripciones(médico   legista) 
relacionadas con los asesinatos contra niñas, adolescentes y 
mujeres   de   Juárez,   a   una   personaje   muy   singular   de   nombre 
Azucena Esquivel Plata, de profesión diputada y periodista, 
afiliada al PRI: "La María Félix de la política mexicana, la  
más­más,   la   Dolores   del   Río   del   PRI,   la   Tongolele   de   la  

14
lascivia   de   algunos   diputados...periodistas,   políticos...  
cercanos a los sesentas". Una madrugada Azucena le llama por 
teléfono al periodista de cultura "Sergio González Rodríguez" 
para decirle que iría por él a su departamento en cuestión de 
minutos porque los dos tenían que hablar, y a pesar de ser 
tarde   la   obedece.   Esquivel   Plata   lo   lleva   a   su   casa   en   un 
lujoso auto Mercedes Benz, al llegar le cuenta "sin quitarse 
las enormes gafas negras" lo sucedido a su muy buena amiga de 
la infancia Luz María Rivera, quien prefería llamarse "Kelly 
Rivera Parker". Le pregunta a “Sergio González” si había oído 
hablar de su amiga, éste le dice que no pero de ella sí. A lo 
que la diputada responde: "Así es este puto país". Le cuenta 
que Kelly tenía estilo, se había ido a vivir a Nueva York con 
su   mamá,   después   regresó   al   DF   donde   trabajaba   en   "los 
circuitos del arte", luego se dedicó a organizar eventos de 
"moda" en el DF y más tarde fiestas en "provincias; pero que 
desafortunadamente   no   era   nada   ahorrativa.   Le   dice   que   de 
jóvenes las dos tenían dinero y disfrutaban de la vida. Luego 
empieza   a   contarle   que   Kelly   desaparece   en   Santa   Teresa 
cuando   se   dirigía   al   aeropuerto   de   la   ciudad,   horas   antes 
había   estado   en   el   "narcorrancho"   de   un   banquero   que   le 
lavaba   dinero   al   "cártel   de   Sonora",   y   critica   la 
indiferencia de las autoridades estatales y federales por la 
desaparición de su amiga. Enfurecida por la actitud de éstos, 
Azucena   se   dice   para   sí:   "no   saben   con   quien   se   han  
metido...se   van   a   mear   en   los   pantalones".   Entonces   la 
periodista   le   pide   a   su   colega   “Sergio   González   Rodríguez” 
que   "escriba   sobre   esto",   diciéndole   en   relación   a   sus 
publicaciones:   "he   leído   sus   artículos.   Son   buenos,   pero   a  
menudo golpea allí donde sólo hay aire", además la diputada 
priísta le asegura que: "Aquí uno publica lo que quiere sin 
problemas". Por eso le insiste al periodista de La Razón que 
empiece a hacer ruido con las investigaciones hechas hasta el 
momento por ella y el detective Miguel Loya, un exempleado de 
la   Procuraduría   General   de   la   República.   Éste   descubre   que 
Kelly estaba en la "prostitución de altas esferas" de 1990 a 
1994. Azucena había acudido a Loya para que "la encontrara", 
pero   durante   las   investigaciones,   el   detective   muere   de 
cáncer por lo que le pide ahora a Sergio González seguir con 
la búsqueda de Kelly, prometiéndole, igual que a Loya, estar 
pendiente de él para lo que necesitara.
Según el autor de Huesos en el desierto, Bolaño le había
dicho que sería uno de sus personajes en la novela que estaba
escribiendo. Pero él no le creyó, pues nada más aspiraba a
que su investigación periodística "se leyera como el pretexto
para 2666". Contrario a esta creencia gonzaliana, nos parece

15
que el narrador de Los detectives salvajes aniquila por
completo a Huesos en el desierto tan sólo con "La parte de
los crímenes" -téngase en cuenta que el novelista chileno
quería publicaciones individuales por cada capítulo, y es su
editor quien decide sacar los cinco en una sola. Para ello
Bolaño se vale de un estilo narrativo aparentemente facilón –
así lo creen los versados recitadores- con el que le da vida
al personaje homónimo "Sergio González Rodríguez”: un
periodista de páginas culturales que nadie lee, pero por
necesitar dinero se vuelve periodista-detective de crónica
policial[13](conforme a los periodistas de esta sección les
llamaban a los de cultura "pulturales" por "putos" y éstos a
los de la "nota roja" "perdedores natos"); es machista, se
acuesta con "putas" jóvenes (incluso una de ellas le aclara
que las asesinadas son "obreras" y no "putas"), obedece sin
protestar los mandatos de la influyente diputada priísta
Azucena Esquivel Plata; dice igual que sus compañeros del DF
no haber oído nada ni estar interesado en escribir notas
sobre las mujeres asesinadas, el que "ve por primera vez a
una muerta", y al que nadie lee excepto la periodista Azucena
quien trata de convencerlo para que investigue y escriba
acerca de lo sucedido a su amiga Kelly:Usted ha publicado una
novela dizque política en donde lo único que hace es repartir
mierda sin ningún fundamento y no le pasó nada, ¿verdad? Ni
se la censuraron ni lo demandaron. Fue mi primera novela,
dijo Sergio, y es muy mala. ¿La leyó? La leí, dijo la
diputada, he leído todo lo que ha escrito. Es muy mala, dijo
Sergio, y luego dijo: aquí ni se censura ni se lee, pero la
prensa es otra cosa. Los periódicos sí que se leen. Al menos
los titulares.
Hace tiempo Monsiváis había dicho, en relación a las
frecuentes divulgaciones mentirosas de medios de
comunicación, que una nota periodística debería tener por lo
menos el nombre “verdadero” del autor. Aquí cabría
preguntarle al doble de “Sergio González Rodríguez” si al
menos Muerte en Juárez se adelantó al título de su llamado
"complot escritural”...

Notas
[1]En esta sección se presentan otros apartados.
[2]Tuvo una segunda edición con páginas extras. No se sabe
cuántos ejemplares se han vendido.
[3]En la Introducción y I “Pero a todo esto, ¿cuáles muertas?
se presenta el género rojo.

16
[4]Eran tiempos en los que los libros y los discos/cd más
vendidos(bestsellers) superaban las cifras de los cientos
miles.
[5]El periodista cultural González copia el estilo y pasajes
de Muerte en Juárez. Esto tal vez lo tuvo presente Bolaño
cuando creó los dobles de los periodistas del DF en “La parte
de los crímenes”.
[6]En algunos fraccionamientos de Ciudad Juárez se regala el
periódico local El Norte que incluye una sección del medio
impreso Reforma. Años atrás su director juarense sostuvo una
pelea pública con el de El Diario de Juárez por las grandes
ventas de este último, entre otras cosas.
[7]De acuerdo a estudios, este asesino de cuatro mujeres se
debió en gran parte a que nunca tuvo éxito con “el sexo
opuesto” por ser muy feo, tener un cuerpo amorfo, huesudo,
ser miope, usar un bigotito, no tener dinero y ser muy
tímido. En el capítulo I: “Pero a todo esto, cuáles muertas?”
se proporciona más información.
[8]En el I y el III se han expuesto los usos desacertados de
“las muertas” y “las muertas de Juárez”.
[9]El estadounidense Barry Gifford participa en este libro y
en el mismo tono sensacionalista escribe Perdita Durango
(1991); en la segunda publicación se muestran las supuestas
costumbres “narcosatánicas” de la gente del norte azteca. Es
necesario destacar que antes de haber sido reelegido George
W. Bush presidente de los Estados Unidos, se controló una
información basada en estudios que arrojaban las cifras de
más de 36 millones de gente viviendo en la pobreza en un país
considerado económicamente poderoso. El gran porcentaje de
esto/as indigentes eran de raza blanca. La violencia tampoco
es exclusiva de los/las latinos/a legales e ilegales en este
país. Según analistas, hay pandillas gangs de jóvenes de raza
blanca y otros/as tantos/as que se prostituyen por ser
adictos/as a las drogas.
[10]Mucho se ha especulado sobre esta película: de si fueron
reales o ficticios los personajes fusilados al final de ésta,
de si existió la banda, si el automóvil que utilizaban era de
color gris, si los asaltantes eran exmilitares, entre otras
dudas.
[11]Después de los conocidos trabajos cervantinos en donde se
exhibe la corrupción y complicidades entre autoridades y
delincuentes de España, en México no podían faltar las
publicaciones acaso posconquistales que también exhibían la
génesis de un país de policías-bandidos. Una muestra de ello
son Los bandidos de Río Frío, Los plateados, El Zarco, entre
otras expuestas en la Introducción.

17
[12]Los reconocidos trabajos de periodistas juarenses han
sido fuentes de información de muchos “investigadores” del DF
y de otros lugares de México y fuera de éste.
[13]En la Introducción y el I se han delineado los/las
periodistas-investigadores/as(detectives) aztecas de textos
“literarios” y del mismo género rojo.

Anotaciones a Cosecha de mujeres de Diana Washington Valdez

A Juaritos
Raúl Matute

Un día la prestigiosa escritora Margaret


Atwood le preguntó a un amigo why men
feel threatened by women, él contestó:
They are afraid women will laugh at them.
Cuando le preguntó a un grupo de mujeres por
qué se sentían “threatened” por los hombres
dijeron: We´re afraid of being killed.
(citada en artículos y foros sobre
“violencia de género”)

Soy un bastardo, gracias a mi mamá y a mi papá


Christian Castro[1]

De acuerdo a la Iglesia Católica y a la sociedad


mexicana tradicional, el joven cantante Christian es el hijo
ilegítimo del comediante Manuel "El Loco" Valdés -mote que
éste ha usado para burlarse de su acostumbrado estado mental-
y de la popular actriz mexicana Verónica Castro. En medios
masivos de comunicación se armó un gran escándalo cuando el
cantante se reconoció públicamente como un bastardo. Pero
para nadie era un secreto que su madre, una mujer digna y
trabajadora que logró ganarse el respeto de su público dentro
y fuera de México, los había sacado adelante a su hermano
menor y a él. A tales declaraciones escandalosas de Christian

18
se sumó la violencia de éste contra su madre. En el sonado
juicio de su divorcio en cortes estadounidenses, el cantante
admitó haberla golpeado y también de haber tenido "juegos
impropios" con su pequeña hija. El comportamiento violento de
Christian podría deberse quizá, como se registra en varios
estudios hechos a niños/as y jóvenes con similares actitudes
agresivas, a que fue viol(ent)ado de niño, usa drogas, es
alcohólico y/o heredó el trastorno mental del que lo procreó.
En México hay madres solteras por elección o porque
según “sus machos" son "putas", "güilas" o de "segunda clase"
-excepto las de su casa. Muchas de estas mujeres han optado
por seguir literalmente detrás de lo que consideran su macho,
sin importarles que las violente física, verbal, psicológica
y sexualmente, al grado de poner en riesgo sus vidas. Alarma
el creciente número de mujeres obsesionadas con individuos
violentos -algunos de ellos con trastornos mentales, según
estudios clínicos- y que además hayan interiorizado, entre
otras cosas, los viejos discursos machistas, de que “las
mujeres no valen nada” si no tienen a un sujeto a su lado,
así sea para agredirlas de formas inimaginables: “pégame mi
rey, pero no me dejes”. Un gran porcentaje de la violencia
mundial contra las mujeres, la perpetúan éstas últimas cuando
se aferran a individuos que ni siquiera las fuerzan a
permanecer en un matrimonio no-deseado -por la simple razón
de que no están casadas con ellos-, y conforme a la
perspectiva del dueño-agresor de “su esposa”, estarán unidos:
“has-ta-que-la-muer-te-los-se-pa-re”, Amen! El caso de la
popular actriz mexicana Verónica Castro quien siendo madre
soltera salió, igual que muchas otras más, adelante con sus
hijos/as, contrasta con la situación de las que siguen en el
círculo vicioso de frecuentes golpes, insultos,
humillaciones, burlas, arriesgando muchas veces sus vidas y
las de sus propios/as hijos/as.
En Ciudad Juárez abundan las historias de mujeres de
escasos recursos[2] con hijos/as fuera del matrimonio
convencional que viven por y para el individuo que las burló,
las golpeó, las humilló; que a los 24, a los 18, a los 16
años "las desvirgó", o en el sabido lenguaje machista y
misógino presume haber sido el primero en “cogérselas”.
Cuántas de ellas, incluso embarazadas, han ido a las cantinas
a buscar al individuo que las violenta, y si lo encuentran
con otras mujeres –hacen lo menos esperado en una situción
similar- agreden a las acompañantes. Ese viejo artilugio de
que el macho mexicano es bien “chingón”, sigue cobrando
fuerza cada vez que mujeres se disputan fieramente a un
agresor con el único propósito de “arrejuntarse” o casarse
con él algún día, porque –en muchos de los casos- “pa´eso lo

19
mantienen”. De acuerdo al poetiso[3] Paz: El “Macho” es el
Gran Chingón. Una palabra resume la agresividad...la
violencia, y demás atributos del “macho”:...el poder
arbitrario...El “macho” hace "chingaderas", es decir, actos
imprevistos y que producen la confusión, el horror, la
destrucción... Por su parte Samuel Ramos ya había escrito a
principios del siglo xx lo siguiente:El falo sugiere al
“pelado” la idea del poder. De aquí ha derivado un concepto
muy empobrecido del hombre. Como él es...un ser sin contenido
substancial, trata de llenar su vacío con el único valor que
está a su alcance: el del macho...Cuando éste se compara con
el hombre civilizado extranjero y resalta su nulidad", se
dice a sí mismo a manera de consuelo: "Un europeo...tiene la
ciencia, el arte, la técnica...aquí no tenemos nada de eso,
pero...somos muy hombres. También “machos” tienden a decirse
esa frase, conveniente para algunos, de que “el hombre entre
más feo, más hermoso”, lo cual es una gran mentira de acuerdo
a declaraciones públicas de un sinnúmero de mujeres y gays
del país azteca. La celebrada canción del autor guanajuatense
José Alfredo Jiménez en donde se enfatiza “no tengo trono ni
reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”,
se ha vuelto la estrofa-consuelo del macho que efectivamente
no tiene nada, que ha perdido todo hasta sus ilusiones con la
mujer amada en silencio. Caso contrario al de varios machos
feos, exitosos y adinerados que están rodeados de mujeres
bellas; el propio Jiménez estuvo casado con una joven guapa.
Otro de los feos mexicanos que llamaron mucho la atención en
la época de Ramos fue el popular veracruzano Agustín Lara,
quien vivió al lado de una mujer atractiva y de gran porte,
según críticos a nivel mundial: la reconocida María Félix.
Hoy en día, para muchas mujeres y gays, los dos autores
aztecas serían la gran antitesis de los aclamados jóvenes
Ricky Martin y Brad Pitt. Tampoco en México es casual que el
machismo se relacione a menudo con los individuos de las
clases sociales más bajas. El famoso personaje del cine
mexicano de los años cincuenta Pepe el Toro, y que fue
protagonizado por el actor-cantante Pedro Infante,
ejemplifica algunas de las típicas facetas del macho
ampliamente identificadas en el país azteca.
Volviendo a las historias de mujeres obsesionadas con
individuos machos –entre otras tantas preocupantes de Ciudad
Juárez- está la de Irma quien nació y creció en uno de los
viejos barrios juarenses, y según su madre, sin muchas
oportunidades para salir adelante por sí sola. Conforme a los
patrones heterosexuales clasistas malinchistas, Irma no es
una mujer atractiva ni blanca ni rubia ni distinguida. No era
una mujer que los hombres siguieran, o que tuviera

20
pretendientes trabajadores. Deseosa de casarse con el llamado
“príncipe azul” -aunque no se pareciera al de las telenovelas
mexicanas-, finalmente encontró un posible candidato en el
lugar donde trabajaba. Éste era su jefe, un ejecutivo de
rango medio, con quien inició relaciones sexuales a los 24
años; tiempo después se embarazó. Al darse cuenta que no
quería casarse con ella, se iba preñada a los bares para
pelearles su macho a las “nuevas hembras” quienes
coincidentemente tampoco eran consideradas atractivas ni
tenían pretendientes trabajadores -un común denominador en
mujeres violentadas. Son incontables las veces que este
individuo la ha humillado, ridiculizado e insultado en frente
de sus presuntas nuevas adquisiciones/conquistas. El caso de
Irma ejemplifica muy bien lo que estudiosas especializadas
han denominado "unión fantasiosa". Las mujeres con el
síndrome de “uniones fantasiosas” se inventan que su macho
las ama, y si las agrede es porque se lo merecen. De esta
manera seguirán disculpando y aceptando los maltratos de sus
agresores debido a que la mayoría han presenciado en su
infancia la violencia intrafamiliar; de ahí su necesidad de
ser queridas a cualquier precio. Irma ha pasado gran parte de
su vida persiguiendo y rogándole a su agresor que no la deje,
pues de acuerdo a él, "las viejas" se “vuelven locas” por ser
“un roro”; pero en este penoso caso, nada más una mujer lo ha
buscado por años. Lo igualmente grave de todo esto, es que en
su mayoría los hijos/as de estas mujeres heredarán -lo que
nos parece más acertado llamar- la adicción a la violencia
del macho agresor y/o sus trastornos mentales, y otros/as
tantos/as más habrán aprendido los patrones agresivos
observados.
En México se sigue hablando mucho acerca de las
adicciones a las drogas y al alcohol, pero los/las
especialistas siguen dejando fuera la también muy peligrosa
adicción a la violencia que padecen muchas mujeres del país.
Según estadísticas, varias de ellas han muerto porque no
quisieron dejar -lo que hemos propuesto como- su gran
adicción al macho agresor. La adicción destructiva, obsesiva
"fantasiosa" de tantas mujeres mexicanas, atrapadas en el
vicio de los maltratos, exhibe una transposición de conductas
anormales con las creídas "normales" establecidas entre el
violentador y la adicta a la violencia. Esto lleva a
preguntar de sobremanera si en verdad las heterosexuales y
las no heterosexuales mexicanas -de distintos niveles
educativos, económicos, edades, estados civiles, religiones,
etnias- se solidarizarían en México con las Irmas, las
Poquianchis, las Heidis,[4] las directoras de ONG's que han
medrado con los crímenes contra mujeres y las de partidos

21
políticos que llaman "putas" a las asesinadas de Juárez -esto
último se observa más adelante. Quizá las respuestas, que
pudieran suscitarse en los diferentes ámbitos socioeconómicos
de las mujeres mexicanas, ayudarían a esclarecer la aludida y
muy enjuiciada indiferencia por parte de "muchas" hacia la
politización y el lucro de los llamados desacertadamente
"femicidios/feminicidios" o "muertas de Juárez".[5] Ya en la
contraportada de Cosecha de mujeres, subtitulada Safari en el
desierto mexicano(2005), de la periodista y catedrática
estadounidense Diana Washignton Valdez se lee: Un sólo
homicidio debiera ser indignante...pero los más de
cuatrocientos asesinatos de mujeres...en una década conforman
uno de los más graves episodios criminales del
país...Agredidas sexualmente, mutiladas y asesinadas...las
víctimas son en su mayoría de extracción social baja..las
teorías y las líneas de investigación abundan (muchas de
ellas con hipétesis absurdas, ridículas y mostrando un
evidente sexismo). El trabajo periodístico de Diana
Washington no deja de ser un obligado dedo en la llaga sobre
los hechos sangrientos de Ciudad Juárez; sin embargo, nos
parece que el libro de la periodista estadounidense llega un
poco tarde a los incansables reclamos de justicia surgidos de
la frecuente “violencia de género” o, la últimamente
denominada, "violencia machista" que se ha vivido dentro y
fuera de hogares mucho antes de que se hubieran puesto al
descubierto los crímenes contra niñas, adolescentes y mujeres
de escasos recursos.
Una parte de lo escrito a manera de denuncia en Cosecha
de mujeres se asemeja a los casos de las asesinadas en San
Diego, California, Estados Unidos que, de acuerdo a
investigaciones extraoficiales, algunos de los crímenes los
cometieron policías. De 1985 a 1992 se acabaron con las vidas
de cuarenta y cinco mujeres jóvenes quienes antes de morir
fueron violentadas física y sexualmente, pero jamás se
hicieron las investigaciones necesarias para encontrar al o
los culpables de los asesinatos, prevaleciendo la impunidad y
la corrupción de quizá algunos funcionarios públicos o
poderosos. Como protesta a la indiferencia de las autoridades
de San Diego, hubo mujeres que denunciaron los crímenes a
través de diversas manifestaciones artísticas. Se desconocen
las razones por las que la periodista Diana Washington dejó
fuera en Cosecha de mujeres los crímenes de San Diego.
Sucesos violentos como estos, donde han prevalecido la
impunidad y la indiferencia por parte de autoridades
estadounidenses, se pueden observar mediante las
reconstrucciones sociohistóricas de dicho país. En la era
decimonónica, el conocido autor a nivel mundial, Edgar Allan

22
Poe exhibió en "The Mystery of Marie Rogêt"(1842) la
ineficacia de la policía y las mentiras de los nacientes
periódicos sensacionalistas sobre el crimen contra una joven
empleada de popular tienda de cigarros; el incidente ocurrió
el 28 de julio de 1841. La historia está basada en la
violencia física, sexual y el asesinato de la joven Mary
Cecilia Rogers que sucedió cerca de la ciudad de Nueva York,
pero el aclamado padre del género policiaco clásico la
escenifica en París. Los diarios escandalosos neoyorkinos de
ese entonces especularon mucho sobre el o los posibles
asesinos; se mencinó a una pandilla, al prometido de la
joven, a un amante desconocido o que había muerto debido a un
aborto mal practicado. Incluso en el siglo pasado se dijo que
el mismo autor del relato podía ser el asesino de Mary
Cecilia, pues la conocía, frecuentaba la tienda y, de acuerdo
al dueño del lugar, la publicación de su cuento era una
prueba irrefutable del crimen. En "The Mystery of Marie
Rogêt" se va narrando la historia mediante las diversas
hipétesis de los periódicos sensacionalistas y la obvia
ineptitud de la corporación policiaca para resolver el
crimen. Al final del cuento el narrador llega a la conclusión
de que un marinero desconocido, tal vez amante de la occisa,
podría haber sido el asesino. En el incidente real, el o los
asesinos de Mary Cecilia Rogers nunca se encontraron como ha
sucedido con muchos otros crímenes en Estados Unidos, sobre
todo los que han sido perpetrados contra los/las de grupos
socioeconómicos menos favorecidos, según lo observado en
estudios y documentales televisivos de ese país.
Ahora bien, el reconocido estadounidense Philip Meyer ha
dicho que el periodismo de precisión debe ser siempre
“comprobable”. Quien lea y, que por cuenta propia, quiera
verificar la información que se menciona en Cosecha de
mujeres no podrá hacerlo porque predominan las confesiones
anónimas. En Estados Unidos son contadas las empresas
periodísticas que tienen lo que se denomina “fact checkers”;
sin embargo, éstos también dicen mentiras como se ha visto en
algunos casos. Por ello al ciudadano común le será muy
difícil comprobar los supuestos datos “confiables”
-especialmente los provenientes de fuentes anónimas- en
investigaciones periodísticas, pues el proceso de
verificación informativa lleva tiempo y cuesta dinero. El que
Diana Washington saque a la luz pública declaraciones
anónimas de funcionarios públicos estadounidenses, crea más
dudas que respuestas en torno a la presunta verdad contada.
La forma secreta de adquirir datos, posiblemente muchos de
éstos surgidos de rumores oficiales, así mismo se presta para
ser asociada con las sabidas infiltraciones de grupos

23
poderosos en el mundo informativo, en este caso, quizá con la
intención de debilitar ante la opinión pública a un grupo
rival. Si este fuera el caso, a cuáles periodistas les
tocaría mostrar al grupo contrincante interesado en regalar
supuestos datos, considerados en los medios masivos de
comunicación, top secret. No sorprende que debido a la sabida
corrupción de las corporaciones policiacas y a la de los
funcionarios gubernamentales mexicanos; asimismo, a los
cuestionamientos publicados sobre la DEA, el FBI y la CIA -de
ésta última el periodista azteca Manuel Buendía criticó
abiertamente su estadía "ilegal" en México (una de las
razones por las que se cree lo asesinaron) y Bob Woodward
exhibió sus corruptelas, entre otras opiniones, tal vez
cercanas a los hechos, que se han divulgado sobre las tres
agencias federales de Estados Unidos-, se pongan en duda las
versiones oficiales de tales instituciones jerárquicas,
principalmente si van acompañadas de declaraciones anónimas
que nada más podrían verificar el invencible James Bond y, si
tiene algo de suerte, el famoso Chapulín Colorado.
Otros puntos que no están muy claros en Cosecha de
mujeres son la mención de "feminicidio" y el asesinato de una
lesbiana por el esposo narcotraficante de su pareja (debería
haberse usado lesbicide contrario a femicide,
“feminicidio”?); igual de confuso es el uso de “las muertas”
a lo largo de la investigación periodística estadounidense.
En el mismo tenor se menciona la diferencia existente entre
las mujeres adineradas y las de extrema pobreza de Juárez
para luego asegurarse que todas están en peligro, o se relata
el encuentro que la activista Judith Galarza y una comitiva
de mujeres contra los “feminicidios” tuvieron con el entonces
Procurador General de Justicia del Estado chihuahuense,
Arturo Chávez Chávez, reunión en la cual una de las
asistentes de conocido partido político mexicano llamó a las
asesinadas: "putas". No se sabe si la periodista Diana
Washington se vio obligada a callar en su libro-denuncia el
nombre de esta militante, a lo mejor, bastante pudiente.
Una de las imprecisiones encontradas en la investigación
de la estadounidense -que en gran parte han sido
responsabilidad de la editorial mexicana Océano-,[6] es
haberse asegurado que, de acuerdo a Muerte en Juárez(1996) de
Isabel Arvide, a Heidi Slaquet Armengol se la llevaron de un
taxi, camino al aeropuerto internacional de la ciudad
mexicana fronteriza, cuando iba a recoger a la misma Arvide.
Para apoyar su investigación, Diana Washington cita Down by
the River: Drugs Money, Murder, and Family(2002) de Charles
Bowden en donde éste dice que la "holandesa" Heidi Slaquet
"al irse de viaje", la secuestran del aeropuerto el 29 y no

24
el 2 de noviembre de 1995 como escribe Arvide en su libro. El
periodista, según críticos estadounidenses, de noticias
sensacionalistas agrega que en los años ochenta un
narcotraficante -no mencionado por Arvide- lleva a Heidi a
vivir al DF donde ella regenteaba una casa de prostitutas
frente a su departamento. En Muerte en Juárez Arvide cuenta
que Heidi, su gran amiga por 17 años, era una huérfana judía,
de nacionalidad desconocida, y que se la llevaron de un taxi
saliendo del aeropuerto después de haber enviado mediante un
pasajero unas invitaciones al DF, y al chofer del taxi se le
encontró ahorcado dentro del auto.
Interpretaciones muy particulares sobre delitos/
asesinatos, hipótesis que aseguran ser las verdaderas y
versiones anónimas es lo que varios/as periodistas escriben
quizá en los límites de esa "relación hoy volátil entre" la
realidad y la ficción de la que hace tiempo habló Monsiváis.
En las investigaciones periodísticas de Diana Washington
(Cosecha de mujeres) y de Segio González (Huesos en el
desierto 2002) se observan numerosas fuentes oficiales
anónimas-no anónimas y, según lo citado en sus libros, se
intercambiaron datos para contar los "hechos reales”. También
han quedado en tela de juicio publicaciones o declaraciones
estadounidenses sobre los asesinatos del mismo presidente de
los Estados Unidos John F. Kennedy, del líder afroamericano
Martin Luther King, y en México las del candidato a la
presidencia de la República Mexicana Luis Donaldo Colosio
asesinado el 23 de marzo de 1994, entre otros casos
desconcertantes y muy sonados en los dos países.
De allí que los datos oficiales imposibles de comparar
con otros confiables en relación a un caso determinado, o de
contraponerlos con el/la informante debido al trabajo y
dinero que cuesta hacerlo, queden automáticamente en
ambigüedades no sólo en el país azteca como se ha querido
hacer creer a nivel nacional e internacional. De esto bien
podría desprenderse que la supuesta verdad contada por un
autor/una autora en cualquier texto que se venda como
periodismo de investigación, siempre estará sujeta a
custionamientos sobre todo si va acompañada de un título y
una portada escandalosas al estilo de inconfundible género
rojo mexicano,[7] así como de los consabidos resúmenes
publicitarios de contraportadas en los que se asegura contar
“la verdad” de los hechos.
Se termina este apartado con lo sucedido en el relato
"The Murders in the Rue Morgue"(1841): se asesina brutalmente
a madre e hija cuando dormían. Las autoridades policiacas de
Francia no logran resolver el caso. Los periódicos
sensacionalistas locales, aprovechando la conmoción

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ciudadana, empiezan a especular sobre los posibles culpables,
divulgan sus hipótesis, dan eco a rumores y pistas falsas,
publican declaraciones contradictorias de supuestos testigos
(un inglés, un holandés, un italiano) que aseguran haber oído
hablar al asesino en un idioma incomprensible, por lo que se
le cree extranjero. Al final del cuento, el criminal resulta
ser un orangután.
Sobra decir que cualquier parecido con “la realidad” es
pura coincidencia.

NOTAS
[1]El cantante tuvo mucho éxito en México. Ahora se habla más
sobre su orientación sexual, posibles adicciones a las drogas
y su violencia contra su madre, hijita, y exesposas.
[2]También en las clases medias-altas y altas se encuentran
sujetos igual de violentos. Uno de los casos en Ciudad Juárez
es el de un tal Rojas, médico clase mediero, fornido y alto
que golpea a la esposa y sus dos hijas. El hijo/hermano de
estas pobres mujeres no ha hecho nada por ellas, pero le
encanta ir a los foros de “violencia de género” para
supuestamente ayudar a otras. En el presente trabajo se hace
referencia a las mujeres sin poder adquisitivo porque se
asocia en parte con la matanza de niñas, adolescentes y
mujeres de Ciudad Juárez.
[3]Si críticos han llamado “poetisas” a las mujeres que
escriben poemas, en un contexto de “equidad de géneros”, de
la no “violencia de género”, los hombres autores de poemas,
sin lugar a dudas, son poetisos.
[4]En el apartado cuatro “La crónica policial del periodista-
detective: “Sergio González Rodríguez” se amplía la
información sobre las Poquianchis y Heidi Slaquet.
[5]En los capítulos uno, tres y cuatro se han expuesto los
porqués del uso desacertado de éstos.
[6]Los editores mexicanos tenían la responsabilidad de
asesorar a Diana Washington. Sergio González llamó a sus
Huesos en el desierto un “complot escritural”, en el caso de
Cosecha de mujeres parece haber sido un deliberado “complot
editorial”, pero en contra de la periodista estadounidense.
[7]En la Introducción y en los capítulos uno y tres del
presente trabajo se detalla información acerca del género
rojo azteca, la llamada “nota roja” mexicana y el
sensacionalismo estadounidense.

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