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La Corte Constitucional define el abuso del derecho como “una figura propia del
derecho privado que básicamente, exige la buena fe en las relaciones entre
particulares.”1
También señaló de forma más amplia al respecto 2:
“(…) los derechos deben ejercerse en consonancia con los fines que
les son propios, fines que están determinados por la función específica
que cumplen en la convivencia humana, y en virtud de los cuales el
derecho objetivo los regula y tutela. Mas, en cuanto postulado esencial del
derecho, carácter que muy pocos se atreven a disputarle, trasciende del
ámbito meramente extracontractual al cual se quiso restringir, para orientar,
por el contrario, toda actividad humana amparada por el ordenamiento
jurídico, de modo que, inclusive, el artículo 95 de la Constitución Política
Colombiana lo considera uno de los deberes “de la persona y del
ciudadano”, amén que manifestaciones del mismo pueden percibirse en el
derecho público en la medida en que éste reprime el ejercicio arbitrario del
poder o su desviación.
Así, pues, es preciso destacar que aquellas actividades protegidas por
el derecho que se ejecuten anómala o disfuncionalmente, motivadas
por intereses inconfesables, ilegítimos o injustos que se aparten de
los fines económicos-sociales que les son propios, deben
considerarse como abusivas y, subsecuentemente, generadoras de la
obligación indemnizatoria, como igualmente lo son aquellas que
comportan el ejercicio malintencionado e inútil del derecho subjetivo”
1
Corte Constitucional. Sentencia T – 280 de 2017. MP.
2
Corte Constitucional. Sentencia C – 258 de 2013. MP. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub
La Corte crea así una regla para determinar cuándo se está ante un abuso del
derecho:
(i) Se obtuvo el derecho de forma legítima, pero lo utiliza para fines
contrarios al ordenamiento jurídico; (ii) se aprovecha de la interpretación de
las normas o las reglas, con el fin de obtener resultados no previstos por el
ordenamiento jurídico; (iii) hace un uso inadecuado e irrazonable del
derecho, contrario a su contenido esencial y a sus fines; y (iv) invoca las
normas de una forma excesiva y desproporcionada desvirtuando el objetivo
jurídico que persiguen.
3
Superintendencia de Sociedades. Oficio 220-089106 del 18 de mayo de 2016
“Para que prospere una acción de desestimación, el demandante debe
demostrar, con suficientes méritos, que se han desbordado los fines para
los cuales fueron concebidas las formas asociativas. Por tratarse de una
medida verdaderamente excepcional, al demandante que propone la
desestimación le corresponde una altísima carga probatoria. Y no podría
ser de otra forma, por cuanto la sanción estudiada puede conducir a la
derogatoria temporal del beneficio de limitación de responsabilidad, una de
las prerrogativas de mayor entidad en el ámbito del derecho societario” 4
Entendido el concepto de desestimación de la personalidad jurídica, es necesario
recalcar que esta no es la única opción que se presenta para los casos de abuso
del derecho en materia societaria. Al respecto, existe la figura de la inoponibilidad
de la personalidad jurídica, que en palabras de la Superintendencia de Sociedades
es:
“procedente cuando se utiliza a la sociedad para eximirse del cumplimiento
de alguna restricción legal o para acceder a prerrogativas que le estarían
vedadas a una persona natural. La inoponibilidad está prevista entonces
para desconocer temporalmente el atributo dela personalidad jurídica
independiente”5
Por último, la parte legitimada para promover demanda de levantamiento del velo
corporativo es aquella que tenga un interés valido, concreto y actual en el asunto,
en este tipo de procesos no es suficiente invocar la defensa del interés público.
Sobre esto ha señalado la Superintendencia de Sociedades invocando la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, sentencia 2006-00403 del 31 de
agosto de 2012:
“esa Corporación ha sido enfática en rechazarla posibilidad de que la
legitimación de un individuo para presentar una demanda encuentre
fundamento, exclusivamente, en la necesidad de proteger el orden
público. Esta postura ha sido presentada reiteradamente en el contexto de
demandas en las que se pretende la nulidad absoluta de un negocio
jurídico. Si bien el artículo 1742 del Código Civil permite que la precitada
nulidad sea reclamada en juicio ‘por todo el que tenga interés en ello’, la
Corte Suprema ha aclarado que los terceros que se propongan invocar
esa sanción ante las instancias judiciales deben acreditar un interés
específico en los actos cuestionados. Para la Corte, el interés analizado
‘debe ser serio, concreto, actual y ostentar una determinada relación
sustancial de la que aquél haga parte, e igualmente que en tal nexo tenga
incidencia tanto el contrato cuestionado como la sentencia que deba
4
Superintendencia de Sociedades. Sentencia 801-00015 de 2013
5
Superintendencia de Sociedades. Proceso N° 2018-800-00094. Sentencia 15 de octubre de 2019
emitirse en el juicio de invalidez’. Es por ello que, para el caso de la nulidad
absoluta, ‘los terceros extraños al contrato no podrán asumir la tarea
que la ley confió al Ministerio Público—y cuando hay proceso al juez
—ya que no es cierto que los particulares puedan andar por ahí [...]
demandando la nulidad absoluta de cualquier acto en que nada tienen que
ver, pues de ese modo irrumpirían en el territorio reservado a las partes, al
juez, a los terceros con interés y al Ministerio Público” 6
6
Superintendencia de Sociedades. Auto 2015-800-23