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Alcaraz, M. La Teoría Del Arte de Arthur Danto
Alcaraz, M. La Teoría Del Arte de Arthur Danto
Tesis doctoral
Dirigida por Francisca Pérez Carreño
Departmento de Filosofía
Universidad de Murcia
2006
AGRADECIMIENTOS
Muchas son las personas e instituciones que han hecho posible la
realización de esta tesis doctoral. Empezando por éstas últimas he de mencionar el
respaldo de las dos becas doctorales de las que he disfrutado: la beca concedida por
la Fundación ICO durante el período 2000-2002, que me permitió realizar los
cursos de doctorado y el trabajo de investigación para la obtención de la suficiencia
investigadora, y la beca del FPI del Ministerio de Educación y Ciencia, 2002-2006,
gracias a la cual he podido realizar esta tesis doctoral. Asimismo, dentro del marco
de ayudas para estancias en otros centros universitarios, he disfrutado de tres
estancias: dos en el departamento de Filosofía de la Universidad de Columbia
(Nueva York, EEUU) y una en el Departamento de Filosofía de la Universidad de
Sheffield (UK). He de destacar la inestimable colaboración de la profesora Lydia
Goerh, de la Universidad de Columbia, y del profesor Robert Hopkins, del
departamento de Sheffield, durante mis estancias en sus respetivos departamentos.
Por supuesto, quisiera también agradecer al Departamento de Filosofía de la
Universidad de Murcia -y en especial, a su secretario, Pedro Guirao- su ayuda y
apoyo en todo momento.
Sin duda el apartado de agradecimientos personales es para mi mucho más
difícil de acotar. Me gustaría, en primer lugar, agradecer al profesor Arthur C.
Danto sus generosos y amistosos comentarios, especialmente teniendo en cuenta
que su teoría del arte es el objeto central de esta tesis doctoral.
Quiero dar las gracias asimismo a mi directora de tesis doctoral, Francisca
Pérez Carreño, por su apoyo y paciencia, pero, sobre todo, por su tenacidad
intelectual.
También a los amigos y colegas que se han prestado a discutir y reflexionar
sobre algunos temas que aquí se tratan. Entre ellos, muchas gracias a Lilian,
Juanma, Diego, Gabri, Esa y Paul.
Finalmente, a mis hermanos, Javi, Inma y Jose Luis, y a mis padres, Pepe y
Fina, por su apoyo siempre incondicional.
ÍNDICE
I. LOS INDISCERNIBLES 25
V. CONCLUSIONES 293
Por lo que respecta a su dedicación al estudio del arte hay que señalar
que sus trabajos muestran claramente una trayectoria dominada por tres
1 Danto, A. C., Narration and Knowledge (Including the Integral Text of Analytical Philosophy of History),
New York, Columbia University Press, 1985.
2 Danto, A. C., Analytical Philosophy of Action, London, Cambridge University Press, 1973.
3 Danto, A. C., Analytical Philosophy of Knowledge, London, Cambridge University Press, 1968.
4 Danto, A. C., Jean-Paul Sartre, edited by Frank Kermode, New York, The Viking Press, 1975.
5 Danto, A. C., Nietzsche as Philosopher, New York, Columbia University Press, 1980.
1
grandes cuestiones: (i) el problema de la definición del arte, (ii) la concepción
filosófica de la historia del arte y (iii) la dedicación a la crítica artística como
colaborador del periódico The Nation desde 1984. Nos encontramos, pues, ante
un autor que, por su producción, variados intereses y relación con el arte a
través de canales teóricos y prácticos, se ha convertido en una de las referencias
ineludibles de la reflexión contemporánea acerca del arte, su naturaleza, su
historia y su valor.
6 Danto, A. C., Connections to the World: The Basic Concepts of Philosophy, San Francisco, Harper and Row,
1989.
7 Danto, A. C., What Philosophy is: a Guide to Elements, London, Harper and Row, 1968.
8 “(T)he world as we experience it remains exactly the same” Danto (1989), p. xxv (Las traducciones de
2
por ejemplo, mostró que era compatible con la totalidad de nuestra experiencia
que no estuviera causada por un mundo externo en absoluto; el conjunto de
nuestra experiencia podría, si en efecto estaba causada por el mundo,
proporcionarnos una representación del mismo; pero, si estamos inmersos en
un sueño del que nunca despertamos, no podemos afirmar que nuestra
experiencia nos proporcione conocimiento en absoluto. La cuestión es que no
hay nada en la experiencia misma que sea un indicio del tipo de relación causal
con el mundo que necesitaríamos para asegurar que la experiencia nos
proporciona –de hecho- conocimiento acerca del mundo exterior. Tanto si
nuestra experiencia esta causada por un mundo externo como si no, ésta
permanece igual; de ahí que la cuestión filosófica sobre si nuestra experiencia
nos proporciona o no un acceso al mundo –y, por tanto, si nuestra experiencia
es una fuente de conocimiento- no puede resolverse simplemente mirando esa
experiencia.
3
términos no conlleva ninguna diferencia con respecto al mundo en el que
vivimos –la filosofía es, por su simplicidad, abstracta y remota”.10
10 “Just because every philosophical position defined in those narrow terms leaves the world as it finds
it since each makes not a single internal difference to the world we are obliged to live in –philosophy,
for all its simplicity, is necessarily abstract and remote.”, Danto, A. C., Connections to the World, p. xxvi.
11 “Es curioso que, aunque no haya habido ninguna cultura sin alguna forma de ciencia, la filosofía solo
haya surgido en dos ocasiones; una vez en la India y otra en Grecia, ambas civilizaciones obsesionadas
con la oposición entre apariencia y realidad”. [“It is a curious fact that though there has been no culture
without some kind of science, philosophy has arisen only twice in the world, once in India and once in
Greece, civilizations both obsessed with a contrast between appearance and reality.”], Danto, A. C., The
Transfiguration of the Commonplace, 1981, p. 79.
12 El escepticismo moderno debe distinguirse del clásico en el siguiente aspecto al menos. Las razones
4
dan lugar a los planteamientos escépticos. Si el escepticismo surge cuando
reconocemos que la distinción entre apariencia y realidad no es dirimible a
través de la experiencia -esto es, que dadas todas nuestras experiencias no
podemos determinar si estas no son más que “ilusiones” o si, por el contrario,
nos abren el mundo real-, entonces la estructura del experimento parece
capturar la estructura misma de los problemas filosóficos.
13 Al inicio de Connections to the World, Danto proporciona algunos ejemplos de la aplicación del método
de los indiscernibles a los problemas filosóficos. Ya hemos visto, por ejemplo, que la tesis cartesiana
sobre la imposibilidad de determinar por el mero contenido de una idea si ésta está causada por el
mundo o no es expresable en estos términos. El problema de Hume de la causalidad es otro conocido
ejemplo; tal y como Hume lo plantea, la descripción de los hechos del mundo es compatible con un
mundo gobernado por la relación de causalidad y con uno en el que todo sucediera azarosamente. De
nuevo, nada interno a los hechos mismos puede ayudarnos a elucidar la estructura causal o azarosa del
mundo. Kant proporciona un tercer ejemplo de problema filosófico expresable en términos de
indiscernibles. Kant acepta que no podemos saber si alguien ha actuado bien porque ha actuado de
acuerdo los principios morales o si ha hecho lo correcto por casualidad; esto es, sin que le guiara el
imperativo categórico. Una vez más, lo que determina el carácter de la acción no es nada interno a la
acción misma, sino su relación con la voluntad del sujeto y con su contemplación de ciertos principios
morales como guía de su acción. Danto proporciona más ejemplos pero quizá estos sean suficientes
para mostrar la pertinencia del experimento para formular los problemas filosóficos.
14 Duchamp, Marcel, (1915) In Advance of the Broken Arm, Readymade: pala quitanieves, hierro
galvanizado y madera. 121.3 cm. Yale Center for British Art, New Haven, CT, USA.
5
corrieron una suerte más mundana no son más que meros objetos comunes,
carentes de significado y valor artístico.
6
2. Danto como filósofo del arte, filósofo de la historia del arte y
crítico del arte
“The role of theory in aesthetics”, Journal of Aesthetics and Art Criticism, 15 (1956), 27-35, (1959) “Art as
an Open Concept: from The Opening Mind”, en Aesthetic. A Critical Anthology, Dickie, G., Sclafani, R. &
Roblin, R., New York, St. Martin Press, second edition, 1989, pp. 152-159.
7
a las propiedades perceptivas de los objetos cuyo status está en cuestión. Los
primeros apelarían al criterio estético –un objeto intencional sería artístico si
produjera cierta experiencia estética- y los segundos a la percepción de “aires de
familia” entre las nuevas obras y las que constituyen la tradición artística.
La respuesta ofrecida por Danto en este primer artículo era que lo que
hacía que un objeto fuera una obra de arte era que estuviera producida y
presentada en un “mundo del arte”:
Ver algo como arte requiere algo que el ojo no puede captar –
una atmósfera de teoría artística, un conocimiento del mundo
del arte: un mundo del arte.18
18 “To see something as art requires something the eye cannot decry –an atmosphere of artistic theory, a
knowledge of the history of art: an artworld.”, Danto (1964), p. 580.
19 “Durante mucho tiempo consideré la teoría institucional como un tipo de desarrollo directo de la
concepción del Danto de mundo del arte. Con la publicación de su “Artworks and Real Things” y
“Transfiguration of the Commonplace”, me di cuenta de que las dos concepciones no estaban tan
íntimamente ligadas como yo había pensado (…) Lo que comparte la teoría de Danto con la teoría
institucional es la tesis de que las obras de arte están engastadas en un marco o contexto de cierto
“grosor”. Ambas teorías especifican contextos muy ricos pero difieren claramente en la naturaleza de
éstos. (…) Lo que es sin duda verdad es que “The Artworld” de Danto inspiró la creación de la teoría
institucional del arte.”. [“For a long time I regarded the institutional theory as a kind of straightforward
development of Danto’s conception of the artworld. With the publication of his “Artworks and Real
things” and “Transfiguration of the Commonplace”, I came to realize that the two views are not as
closely related as I had thought (…) What is common to Danto’s view and the institutional theory is the
contention that works of art are enmeshed in an essential framework or context of some considerable
“thickness”. Both specify rich contexts, but they differ widely as to the nature of the context. (…) What
is certainly true is that Arthur Danto’s “The Artworld” inspired the creation of the institutional theory
of art.”] Dickie, G., The Art Circle. A Theory of Art,, New York, Haven, 1984, pp. 10-11.
8
La Brillo Box de Warhol, al contrario que su contrapartida en los supermercados,
había sido producida bajo una determinada concepción del arte y era esa
vinculación con un elemento teórico la que legitimaba su pertenencia al mundo
del arte. Como Danto mismo señaló: “El arte es del tipo de cosas que depende
de una teoría para existir”20.
Casi quince años después de este primer artículo, aparece su libro The
Transfiguration of the Commonplace22, en el que modera la tesis de la necesidad de
una teoría del arte para identificar el arte y propone su definición en su forma
más o menos definitiva. El libro comienza con un ejemplo de indiscernibles:
una serie de cuadrados rojos de los que dos son meros objetos y el resto obras
20 “Art is the kind of things that depends for its existence upon theories” Danto (1981), p. 135.
21 Mandelbaum, M., “Family resemblances and generalization concerning the arts”, American Philosophical
Quaterly, 2, (1965), pp. 219-28.
22 Danto, (1981).
9
pictóricas de diferentes estilos y valor artístico. El resto de la obra tratará de
proporcionar las condiciones que un objeto como estos, que podría ser
indistinguible de otro normal y corriente, ha de satisfacer para ser arte. La
respuesta de Danto es que una obra de arte, al contrario que un mero objeto, es
“sobre algo”. Así, el primer rasgo que caracteriza al arte es su naturaleza
representacional. Sin embargo, esto no puede ser suficiente para caracterizar el
arte como tal, ya que, en principio, todo tipo de representaciones –artísticas y
no artísticas- satisfarían esta condición. Lo que distingue a las obras de arte de
otras representaciones es el modo en el que las primeras son sobre su objeto.
Danto nos dice que las obras “encarnan” su significado; esto es, satisfarían lo
que él llama la condición de “encarnar su significado”. Una obra de arte es,
pues, algo que encarna aquello que representa.
10
del arte. La historia del arte sería, de hecho, la historia de las teorías filosóficas
del arte.
24 Danto, A. C., The Philosophical Disenfranchisement of Art, New York, Columbia University Press, 1986.
25 Parece haber cierta contradicción en sostener, por un lado, que el arte ha sido lo que las respectivas
teorías del arte han sostenido históricamente y, por otro, defender la necesidad filosófica de una
definición universal del arte, válida para todo arte de toda época. Esta crítica ha sido expresada por
Noël Carroll en su artículo, “Essence, Expression, and History”, Danto and his Critics, Rollins, M., (ed.)
Cambridge, Blackwell, 1993, p. 79-106.
26 Levinson, J., “Refining Art Historically”, The Journal of Aesthetics and Art Criticism, 47, 1, 1989, pp. 21-
33. “Extending Art Historically”, The Journal of Aesthetics and Art Criticism, 51, 3, Philosophy and the Histories
of the Arts, 1993, pp. 411-423; “Defining Art Historically” Aesthetics and the Philosophy of Art. The Analytic
Tradition. An Anthology, Lamarque, P. y Olsen, S. H., (eds.), Oxford, Blackwell Publishing, 2004, pp. 35-
46 y “The irreducible historicality of the concept of art”, British Journal of Aesthetics, 42, 4, 2002, pp. 367-
379.
11
la filosofía ha jugado un papel fundamental en la determinación de la esencia de
lo artístico. ¿Cómo? A través de teorías filosóficas acerca de la naturaleza del
arte; de esta manera, el arte en lugar de dictar su propia esencia en un acto de
autodeterminación, ha sido históricamente des-emancipado por la filosofía.
Ésta a través de sucesivas teorías ha dictaminado la naturaleza del arte y, de este
modo, lo ha privado de su autonomía. Además, estas teorías comparten un
rasgo común: todas categorizan el arte como lo opuesto a lo real. Así, puede
leerse la historia de estas teorías como el proceso mediante el cual la filosofía ha
expulsado al arte del ámbito de lo real y lo ha relegado al ámbito de la
apariencia.
12
considerar que el arte es peligroso –para la educación de la virtud y, por ende,
para la polis. Pero si el arte “makes nothing happen” ¿cómo puede ser entonces
peligroso? Sin embargo, históricamente parece que ambas caracterizaciones han
convivido en el imaginario acerca del arte: por un lado, en tanto que pertenece
al reino de lo ficticio, su vida estaría más allá de los límites de lo real; por otro,
por su carácter persuasivo y emotivo, el arte parece poseer unos extraordinarios
poderes de seducción. De hecho, sólo por la combinación de estas dos ideas se
entiende la condena platónica del arte. No es solo que el arte nos aleja del
verdadero conocimiento, de la realidad –además, doblemente, ya que es
apariencia de la apariencia-, sino que, por su cualidad emotiva, atrae y captura
las mentes de los espectadores de un modo que lo hace especialmente útil y
peligroso como herramienta pedagógica29.
29 Basta recordar los usos propagandísticos del arte para corroborar esta virtud del mismo. Cfr.
Murdoch, I., El fuego y el sol. Por qué Platón expulsó a los poetas. Mexico, FCE, 1982.
30 “warfare between philosophy and art”, Danto (1986), p. 5. Cfr. Platón, La República, Libro X.
31 Kant, I., (1790) La crítica del Juicio, Madrid, Espasa, 1990.
13
filosofía. Como dice Danto, “la historia del arte es la historia de la supresión del
arte”32.
Danto no nos deja, sin embargo, sin un final feliz para esta historia. El
arte recupera su autonomía cuando, en algún sentido, asume la tarea definitoria
que la filosofía había monopolizado. Cuando el arte se vuelve reflexivo y desde
él mismo se plantea la cuestión de su propia naturaleza, comienza también su
liberación de la filosofía. Una vez que la tarea de autodefinición es asumida por
y desde el arte, éste no tiene necesidad de la filosofía y, en algún sentido, la
historia del arte que, como hemos visto, es la historia de la des-emancipación
filosófica del arte, termina.
¿En qué sentido plantea esta obra la cuestión sobre la naturaleza del
arte? Hemos visto anteriormente que, en tanto que problema filosófico, la
pregunta por el arte era expresable en los términos propios del experimento de
los indiscernibles. Y ¿no está justamente la Brillo Box poniendo de manifiesto
que cualesquiera que sean las condiciones que un objeto ha de satisfacer para
ser arte, éstas no son de carácter perceptivo? La Brillo Box, al poner de
manifiesto artísticamente el problema filosófico del arte, inaugura el fin del
dominio del arte por la filosofía. La cuestión que se nos presenta ahora es si,
entonces, el arte para des-emanciparse no ha tenido que convertirse, después de
32 “The history of art is the history of the suppression of art.”, Danto (1986), p. 4.
14
todo, en filosofía33. Esto es, tal vez la libertad del arte ha sido finalmente ganada
a costa de que éste se transforme en filosofía34.
33 “Cuando el arte interioriza su propia historia, cuando llega a ser consciente de su propia historia
como sucede en nuestro tiempo, de tal manera que la conciencia de su historia forma parte de su
naturaleza, entonces parece inevitable que se transforme finalmente en filosofía.”. [“When art
internalises its own history, when it becomes self-conscious of its history as it has come to be in our
time, so that its consciousness of its history forms part of its nature, it is perhaps unavoidable that is
should turn into philosophy at last. And when it does so, well, in an important sense, art comes to an
end.”] Danto (1986), p. 16.
34 “Así que, virtualmente, todo lo que hay al final es teoría; el arte se ha vaporizado finalmente en un
deslumbramiento de pensamiento puro sobre sí mismo y se ha convertido, por así decirlo, únicamente
en el objeto de su propia conciencia teórica.”. [“So virtually all there is at the end is theory, art having
finally become vaporized in a dazzle of pure thought about itself, and remaining, as it were, solely as the
object of its own theoretical consciousness.”] Danto (1986), p. 111.
35 Danto ha citado justamente a Marx a este respecto: “Cada cual puede llegar a realizarse en la rama
que desee, pudiendo hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar por la mañana, pescar a mediodía,
pastorear por la tarde, y hacer crítica de arte tras la cena, sin llegar a ser cazador, pescador, pastor o
crítico”. [“…(E)ach can become accomplished in any branch he wishes, society (making) it possible for
me to do one thing today and another tomorrow, to hunt in the morning, fish in the afternoon, rear
cattle in the evening, criticize after dinner, just as I have in mind, without ever becoming hunter,
fisherman, shepherd or critic.” ] de La Ideología Alemana, citado por Danto en Beyond the Brillo Box. The
Visual Arts in Post-Historical Perspective, Berkeley, University of California Press, 1992, pp. 221-222.
36 “Esta forma de percibir las cosas sugiere otro modelo para la historia del arte completamente distinto,
un modelo que está narrativamente ejemplificado por la Bildungsroman, la novela de educación que
culmina en el reconocimiento del sujeto.”. [“It is this way of looking at things which suggests another
model of art history altogether, a model narratively exemplified by the Bildungsroman, the novel of self-
education which climaxes in the self’s recognition of the self.”], Danto (1986), p. 110.
15
puede seguir definiendo la identidad del esclavo y la suya propia en función de
la de éste, ¿qué tarea puede desempeñar? Resulta paradójico que una
determinada concepción de la filosofía de la historia acabe por volverse contra
la filosofía misma. Esta consecuencia, que no escapa a Danto, puede servirnos,
en parte, para cuestionar la, por otra parte enormemente atractiva, historia tal y
como Danto nos la cuenta.
16
de esos hechos dentro de una narración histórica global. Así, las filosofías
substantivas de la historia se caracterizarían por tratar el futuro como si, en
cierto modo, ya fuera pasado.
Los hechos solo adquieren significado cuando ya han pasado así que,
por definición, los hechos futuros, incluso aquellos que podemos predecir,
carecen de significado. Esta es, según Danto, la lógica propia del discurso y el
conocimiento históricos; una lógica que despoja de coherencia a las filosofías
substantivas de la historia.
38 “[(I)t is a mistake … to suppose that we can write the history of the events before the events
themselves have happened.”], Danto (1985), p. 14.
39 Kundera, Milan, “Nadie se va a reír”, El libro de los amores ridículos, Barcelona, RBA, 1994, p. 9.
40 Es conocido que en su lápida reza “Perdone, señora, que no me levante”.
17
la filosofía de la historia del arte desarrollada por Danto. Pero, entonces, ¿no
debería Danto abandonar su concepción filosófica sobre la historia del arte así
como su tesis acerca del fin de la historia del arte y el comienzo de la era del
arte post-histórico? ¿No está Danto incorporando todos los problemas que él
mismo ha detectado en las filosofías substantivas de la historia en su propia
narración de la historia del arte?
Fin de la Historia es “totalmente errónea”. Sin embargo, continúa, “pero si algo está cerca de
ejemplificarla, el arte lo hace en nuestros días.”. [“But if anything comes close to exemplifying it, art in
our times does.”], Danto (1986), p. 113.
18
marcada por la necesidad del discurso filosófico, el arte es libre para hacer y ser
lo que quiera42.
42 “Cuando una dirección es tan buena como otra, no hay ningún concepto regulador que pueda
aplicarse.”. [“When one direction is as good as another direction, there is no concept of direction any
longer to apply.”], Danto (1986), 115.
43 “How can you say any style is better than another? You ought to be able to be and Abstract
Expressionist next week, or a Pop artist, or a realist, without feeling that you have given up something.”
G. R. Swenson, “What Is Pop Art?: Answers from 8 Painters, Part I” Art News 64 (November 1963), 26
citado en Danto, A. C., After the End of Art. Contemporary Art and the Pale of History, Princeton, Princeton
University Press, 1997, p. 37.
19
Hasta cierto punto, estas consecuencias para el ejercicio de la crítica de
arte tienen su explicación en algunos elementos que ya han sido señalados. La
historia del arte, entendida como sucesión de teorías filosóficas acerca del arte,
incluye asimismo una determinada práctica artística gobernada por los criterios
que, en cada momento, determinan lo que es arte. Por ejemplo, de acuerdo con
la teoría mimética del arte, el arte es imitación y el valor de una obra estará
determinado por su grado de excelencia mimética. Para Danto, esto es elevar el
rasgo propio de una poética concreta a rasgo definitorio del arte. El último
ejemplo de esta confusión vendría de la mano de Clement Greenberg. Su obra
representa, según Danto, el matrimonio entre teoría artística y práctica crítica
que ha caracterizado a la historia del arte. El error de esta alianza es que se eleva
a rasgo definitorio un determinado aspecto que, si bien no carece de valor
dentro de una determinada producción artística, pertenece, por su naturaleza, al
ámbito de las poéticas, no de las definiciones.
44 Quedaría por examinar si la propia propuesta de Danto puede considerarse tan desemancipadora
como las teorías del arte que critica. Jane Forsey ha mostrado que la propia teoría del arte de Danto
puede considerarse como un ejemplo de teoría desemancipadora. Si, como Danto sostiene, la filosofía
ha desemancipado históricamente al arte a través de teorías filosóficas, proporcionándole una identidad
que no es producida autónomamente, su propia teoría filosófica, estaría, una vez más, usurpando al arte
su autonomía e imponiéndole una identidad. Así Forsey afirma: “(S)ea lo que sea lo que Danto se
proponga hacer, los argumentos de “The End of Art” proporcionan la estrategia desemancipadora más
comprehensiva jamás ejercida contra el arte.”. [“Whatever Danto set out to do, the arguments of “The
End of Art” amount to the most comprehensive disenfranchising strategy ever launched against art.”]
Forsey, J., “Philosophical disenfranchisement in Danto’s “The End of Art””, The Journal of Aesthetics and
Art Criticism, 59, 4, 2001, pp. 403-409, en p. 403.
45 De hecho, esta manera de entender la tarea crítica la debe Danto a Hegel de quien toma la idea de que
interpretar las obras de arte exige identificar su significado y el modo en el que ese significado se
presenta en una obra completa. “Tal y como entiendo mi tarea de crítico de arte, ésta es doble:
identificar lo que la obra significa y mostrar cómo ese significado se encarna en la obra.”. [“What I take
my task as a critic to be. The task is twofold: to identify what the work means and then to show how
that meaning is embodied in the work.”], Embodied Meanings, Critical Essays and Aesthetic Meditations, New
20
¿No estaría Danto, pues, cometiendo el mismo error que atribuye a
Clement Greenberg? No; si, como Danto pretende establecer, su teoría del arte
no es de corte normativo –es decir, no nos dice lo que el arte debe ser- sino que
pretende dar cuenta de la estructura que toda obra de arte, sea del estilo que sea
y responda a las demandas de la poética que responda, posee. Greenberg
pensaba que el buen arte es el arte moderno, reflexivo, que trata de producir
una experiencia por medios exclusivamente artísticos, esto es, formales; su
concepción del arte conllevaba un criterio evaluativo según el que obras que no
se ajustan al patrón del arte moderno serían defectuosas, mal arte. Danto, por el
contrario, piensa que el juicio acerca del valor artístico de una obra no puede
elaborarse independientemente de las consideraciones tenidas en cuenta en su
producción concreta. El valor de las obras no es absoluto, sino relativo al
universo teórico en el que se constituyen como tales.
York, Farrar Straus Giroux, 1994, Preface, p. xiii. Cfr. Hegel, Lecciones de Estética, Barcelona, Akal, p. 14:
“Lo que ahora suscitan en nosotros las obras de arte es, además de goce inmediato, también nuestro
juicio, pues lo que sometemos a nuestra consideración pensante es el contenido, los medios de representación de
la obra de arte y la adecuación o inadecuación entre ambos respectos”. La cursiva es mía.
21
Michael Baxandall examina en su Patterns of Intentions46, autor del que Danto se
reconoce deudor en la cuestión que ahora nos preocupa. Para Baxandall,
comprender una obra de arte implica cierto conocimiento acerca de las posibles
intenciones del artista, de la técnica disponible en el momento histórico en el
que se produjo la obra, del conjunto de creencias y asunciones que rodeaban la
práctica artística, etc.
Danto, como veremos a lo largo de este trabajo, cree que uno de los
valores más importantes del arte es el de su capacidad para abrirnos mundos
dentro de nuestro mundo, para ampliar nuestra experiencia y servirnos de
espejo en el que mirarnos y ver lo que de otro modo nos quedaría oculto. Esta
46Baxandall, M., Patterns of Intentions, On the Historical Explanation of Pictures, New Haven and London,
Yale University Press, 1985.
22
creencia se pone de manifiesto en la crítica artística elaborada por Danto quien,
por encima de todo, busca en las obras aquello que éstas pueden mostrarnos.
Parece, pues, que lo que inicialmente era una actividad secundaria para
él, llegó a convertirse en su preocupación central. Así, un día, desmanteló su
estudio y decidió dedicarse a la investigación filosófica. El arte, cuyo lado
práctico le atrajo en un principio, regresó a su vida bajo la forma de un
problema filosófico.
47 “I had the strange idea that philosophy, of all the disciplines I considered, would give me the most
time to paint.”, Danto, A. C., Embodied Meanings, Critical Essays and Aesthetic Meditations, Nueva York,
Farrar Straus Giroux, 1994, p. 5.
23
I. LOS INDISCERNIBLES
25
1. El experimento de los indiscernibles
1 Danto, A. C., The Transfiguration of the Commonplace, Cambridge, Harvard University Press, 1981.
2 “Finalmente, pondré una superficie pintada, aunque no como fondo, de rojo de plomo: un mero
artefacto expuesto como algo cuyo interés filosófico consiste únicamente en el hecho de que no es una
obra de arte,… es simplemente una cosa con pintura encima.”. [“Finally, I shall place a surface painted,
though not grounded, in red lead: a mere artifact I exhibit as something whose philosophical interest
consists solely in the fact that it is not a work of art, … it is just a thing with paint upon it.”] Danto
(1981), pp. 1-2.
26
¿Cómo afecta este hecho a la cuestión sobre la esencia del arte? ¿Cuál
es el papel del experimento, según Danto, en la reflexión acerca de la naturaleza
de lo artístico? La principal conclusión de Danto es que, cualquiera que sea la
diferencia entre una obra de arte y un mero objeto, ésta no es de naturaleza
perceptiva. Si queremos definir el arte en términos que resistan la formulación
del experimento, hemos de buscar propiedades que no sean de carácter
perceptivo. De esto se sigue que, una vez aceptado el experimento, tenemos
razones para rechazar la adecuación de todas aquellas teorías que reposan sobre
una caracterización perceptiva del objeto artístico. En particular, la teoría
estética del arte y las propuestas neo-wittgensteinianas que reviven la noción de
“aire de familia” serían vulnerables a las conclusiones del experimento. Para
Danto, ambas teorías asumen implícitamente que la naturaleza artística de un
objeto puede establecerse simplemente observando el objeto en cuestión, pero
esto es lo que justamente niega el experimento.
27
2. La concepción de Danto de la percepción.
3 Su interés en este tema puede estar motivado, como se ha dicho anteriormente, por la necesidad de
proteger el diseño del experimento de los indiscernibles contra posibles críticas que se relacionan de
manera especial con la cuestión de la percepción.
4 Danto, A. C., “Depiction and the Phenomenology of Perception” en Bryson, N., Holly, M. A., &
Moxey, K., (eds.), Visual Theory, Cambridge, Polity Press, 1991, pp. 201-215.
5 Danto, A. C., “Animals as Art Historians”, Beyond the Brillo Box. The visual Arts in Post-Historical
28
estaría definido por su función y sería relativamente independiente de los demás
en lo que concierne a su funcionamiento; además, un módulo para ser tal debe
de satisfacer una serie de condiciones7. Una definición básica de esta unidad
elemental de la mente sería la siguiente: “un modulo es un componente
relativamente autónomo de la mente –uno que, al interaccionar con otros
procesos o estructuras cognitivas, recibe inputs de y envía outputs a estas
estructuras, a la vez que realiza su función interna de procesamiento de manera
independiente de los demás sistemas externos”8. Un módulo gestionaría, pues,
de manera autónoma los inputs que recibe produciendo outputs –los cuales
pueden, a su vez, ser inputs para otro módulo. Los procesos perceptivos, o los
procesos relacionados con la acción, serían ejemplos de módulos. El rasgo
central que nos interesa aquí es que la percepción se considera un módulo
autónomo y que, aunque puede interactuar con el módulo cognitivo, no está
subordinada a él. El contenido de los estados perceptivos se fija por un
procedimiento independiente de los procesos cognitivos, aunque, normalmente,
ambos convergen.
7 “Siguiendo a Fodor, para que un proceso sea modular ha de satisfacer estas ocho condiciones: (1)
dominio específico; (2) obligatoriedad; (3) encapsulación de la información; (4) velocidad; (5) output
superficial; (6) falta de accesibilidad a las representaciones intermedias de otros procesos; (7)
localización neuronal; (8) susceptibilidad de avería característica.”. [“Following Fodor, for a process to
be modular is for it to satisfy these eight conditions: (1) domain specific; (2) mandatoriness; (3)
informational encapsulation; (4) speed; (5) shallow output; (6) lack of access of other processes to
intermediate representations; (7) neural localization; (8) susceptibility to characteristic breakdown.”] Del
artículo “Modularity” en A companion to Philosophy of Mind, Guttenplan, S. (ed.), Londres, Blackwell,
1994, p. 442.
8 “(A) module is a relatively autonomous component of the mind –one which, while interacts with,
receives input from and sends output to, other cognitive processes or structures, performs its own
internal information processing unperturbed by external systems.” Del artículo “Modularity” en A
Companion to Philosophy of Mind, Guttenplan, S. (ed.), Londres, Blackwell, 1994, p. 442.
29
perceptivos; en estos casos, a pesar de que nuestro cocimiento acerca del hecho
percibido contradice lo que percibimos, el contenido de nuestra percepción no
se altera en absoluto. Así, aunque sabemos que el palo no se quiebra al
introducirlo en un vaso de agua, seguimos viéndolo como si así fuera9 o,
aunque podamos comprobar que los dos segmentos de la ilusión de Müller-
Lyer miden lo mismo, vemos uno mayor que otro. Por tanto, estos fenómenos
parecerían corroborar la idea de que los procesos cognitivo y perceptivo son
módulos y, como tales, funcionan de manera independiente.
mismo sostiene: “Modularidad ofrece numerosos argumentos para lo que, realmente, es la tesis del libro:
aunque la percepción es inteligente como la cognición en tanto que es típicamente inferencial, es, sin
embargo, muda como los reflejos, en tanto que está encapsulada. Quizás el argumento más persuasivo –
y ciertamente el más breve- sea el que advierte la persistencia de las ilusiones perceptivas. La diferencia
de longitud aparente en las figuras Müller Lyer, por ejemplo, no desaparecen cuando uno sabe que las
flechas tienen, de hecho, la misma longitud. Parece seguirse de estos casos que al menos algunos de
nuestros procesos perceptivos son insensibles a al menos algunas de nuestras creencias. Por más que
queramos que la ilusión Müller Lyer se desvanezca, ésta no desaparecerá;”. [“Modularity offers several
kinds of arguments for what is, really, a main thesis of the book: Although perception is smart like
cognition in that it is typically inferential, it is nevertheless dumb like reflexes in that it is typically
encapsulated. Perhaps the most persuasive of these arguments –certainly the shortest- is one that
adverts to the persistence of perceptual illusions. The apparent difference in length of the Müller-Lyer
figures, for example, doesn’t disappear when one learns that the arrows are in fact the same size. It
seems to follow that at least some of one’s perceptual processes are insensitive to at least some of one’s
beliefs. Very much wanting the Müller-Lyer illusion to go away doesn’t make it disappear either;”] En
“Précis of Modularity of Mind” en Fodor, J. A., A theory of Content and Other Essays, Cambridge, MIT Press,
1990, pp. 195-206, en p. 198.
10 Este argumento se ha convertido en un lugar común de la discusión sobre el carácter conceptual o no
30
la relación entre percepción y habilidades conceptuales. Así, el paralelismo con
el caso perceptivo animal nos proporcionaría una razón a favor de la relativa
independencia de los procesos perceptivos con respecto a las habilidades
conceptuales11.
11 Este argumento reaparece en “Animals as Art Historians” donde Danto intenta mostrar las
31
2.2. Las concepciones internista y externista.
12 Danto, A., “Description and the Phenomenology of Perception” en Bryson, N., Holly, M. A., &
Moxey, K., (eds.), Visual Theory, Cambridge, Polity Press, 1991, pp. 201-215.
13 Así, Danto afirma que, según esta concepción, “(N)o podemos separar fácilmente la percepción y la
descripción”. [“(W)e cannot as easily separate perception and description.”, Danto (1991), pp. 204.
14 “(L)anguage in some way shaped reality, or at least our experience of the world.”], Danto, (1991), p.
204.
15 Lafont, C., La Razón como Lenguaje. Una revisión del "giro linguístico" en la filosofía del lenguaje alemana.
32
implica que nuestra identificación de los hechos del mundo no puede separarse
del lenguaje en el que expresamos tales identificaciones. Puesto que el lenguaje
al determinar nuestros contenidos perceptivos estaría también determinando los
contenidos de nuestro conocimiento acerca del mundo, la conclusión del
argumento, por lo que se refiere al asunto que ahora nos preocupa, sería la
siguiente: dos sujetos estarían en estados perceptivos y, por ende, cognitivos
distintos a pesar de hallarse ante el mismo estado de cosas y poseer los mismos
órganos perceptivos. Sus experiencias serían inconmensurables pues no existe
una evidencia común. Entre otras cosas, dentro de un modelo internista no
podríamos explicar, por ejemplo, el papel central que solemos atribuir a la
percepción en la adquisición de conocimiento acerca del mundo, pues solo
percibiríamos aquello que nuestros conceptos podrían subsumir.
16 Kuhn, T., The Structure of Scientific Revolutions, Second Edition, Enlarged, Chicago, University of
Chicago Press, 1970.
17 Hanson, N. H., (1958) Patrones de Descubrimiento, Madrid, Alianza Universidad, 1977; en lenguaje cuasi-
wittgensteiniano, Hanson sostiene: “Dado el mismo mundo podía haber sido concebido de una forma
diferente. Podríamos haber hablado de él de forma diferente, haberlo pensado y percibido de forma
diferente. Quizás los hechos están moldeados de alguna forma por las formas lógicas del lenguaje de
enunciación de hechos. Quizás éstas proporcionan un “molde” según el cual el mundo se configura
para nosotros de determinadas maneras.”, p. 119.
18 “la observación científica es, por tanto, una actividad “cargada de teoría”.”, Hanson (1977), p. 13.
19 “En momentos de revolución, cuando la tradición de ciencia normal cambia, la percepción del
científico de su entorno debe reeducarse –en algunas situaciones familiares debe aprender a ver una
33
antemano determinada por nuestro lenguaje o nuestros conceptos20 y esto,
como hemos señalado, pondría entre paréntesis el papel normalmente atribuido
a la percepción en la configuración de nuestro conocimiento acerca del mundo.
Danto ha señalado estos problemas; en particular, ha subrayado que dentro de
una concepción de este tipo, dos descripciones de un mismo evento
producirían, sin embargo, percepciones distintas y, con ello, identificaciones
distintas del mismo. Así, Danto se pregunta:
nueva Gestalt. Una vez que lo ha logrado el mundo que investigará aparecerá, aquí y allá,
incommensurable con el que había habitado anteriormente.”. [“At times of revolution, when the
normal-scientific tradition changes, the scientist’s perception of his environment must be re-educated –
in some familiar situations he must learn to see a new gestalt. After he has done so the world of his
research will seem, here and there, incommensurable with the one he had inhabited before.”] Kuhn, T.
S., The Structure of Scientific Revolutions, p. 112, y también “En un sentido que no puedo explicar
ulteriormente, los que proponen paradigmas en competencia practican sus investigaciones en mundos
distintos (…) Trabajando en mundos distintos, los dos grupos de científicos ven cosas diferentes
cuando miran al mismo punto y en la misma dirección.”. [“In a sense that I am unable to explicate
further, the proponents of competing paradigms practice their trades in different worlds (…) Practicing
in different worlds, the two groups of scientists see different things when they look from the same
point in the same direction.”], ibid., p. 150. Hanson ha recogido esta idea al comparar a Kepler y Tycho:
“(L)os elementos de sus experiencias son los mismos; pero su organización intelectual es muy diferente.
¿Pueden tener sus campos visuales una organización diferente? Entonces ellos pueden ver cosas
diferentes en el Este al amanecer. Es precisamente el sentido en el que Tycho y Kepler no observan la
misma cosa el que debe tenerse en cuenta cuando se trata de entender los desacuerdos que existen
dentro de la microfísica.”, Hanson (1977), p. 98.
20 “<<El físico y el profano ven la misma cosa –se objeta- pero no infieren la misma cosa a partir de lo
que ven>>. El profano no puede inferir nada. Esto no es solamente una figura del lenguaje. Yo no
puedo inferir nada de la palabra árabe que designa al gato, aunque mi impresión puramente visual puede
ser indistinguible de la del árabe que sí puede. Debo aprender árabe para poder ver lo que él ve. El
profano debe aprender física para poder ver lo que ve el físico.” Hanson, (1977), p. 95. Más adelante:
“(L)a observación de x está moldeada por un conocimiento previo de x. el lenguaje o las notaciones
usados para expresar lo que conocemos, y sin los cuales habría muy poco que podría reconocerse como
conocimiento, ejercen también influencias sobre las observaciones.” Hanson (1977), p. 99.
34
fenomenología de la percepción es neutral con respecto a las
creencias.21
21 “Do we see different things, or the same thing under different descriptions, but the descriptions
themselves are as it were external to what I see? The internalist wants to say we see different things, the
externalists that we see the same thing but against the background of different set of beliefs, so that we
may have different expectations, but the phenomenology of perception is otherwise neutral to the
beliefs.”, Danto (1991), pp. 206-207.
22 En particular, Danto señala el papel que juega la percepción en tanto que fuente putativa del
conocimiento del mundo externo. Pero este papel, entonces, no podría ejercerse con éxito si la
percepción estuviera ya determinada por nuestros conceptos; ya que, entonces, nuestras experiencias
nos dirían más acerca de nuestros aparatos conceptuales que acerca del mundo. Volveremos a este
punto más adelante a lo largo de este capítulo.
35
descripción del objeto; esto es, permanece invariante bajo los
cambios descriptivos.23
23 “(N)o knowledge of an object can make it look different, that an object retains its sensory qualities
unchanged however it is classed and whatever it may be called. To put it in a more contemporary idiom,
one’s sensory experience would not be expected to undergo alteration which changes in the description
of the object; that remains invariant under changes in description.” Danto (1981), p. 98.
24 Excepto, quizá, cuando somos recién nacidos y aún no hemos adquirido habilidades conceptuales.
36
identificar aspectos de la muestra25. Cuanto mayor es mi conocimiento acerca
del tipo de cosas que puedo ver en una muestra, más rica será mi experiencia
perceptiva de la misma.
25 “El niño y el profano pueden ver; no son ciegos. Pero no pueden ver lo que el físico ve; son ciegos
para lo que él ve. Nosotros puede que no apreciemos que un oboe está desafinado, aunque esto será
penosamente obvio para un músico experto.”, Hanson, (1977), p. 96.
26 De hecho, el propio Danto toma prestadas las consideraciones kuhneanas sobre el caso de la
percepción científica y su permeabilidad al contenido de los paradigmas científicos como metáfora para
explicar la percepción artística. Al igual que los hechos científicos no son hecho brutos, sino hechos
“interpretados” dentro de este o aquel paradigma, nuestra experiencia del objeto artístico no es la
experiencia del objeto perceptivo sin más, sino tal y como este se nos presenta bajo una determinada
interpretación artística. Para la comparación entre percepción artística y científica en Danto, véase,
Danto (1981), p. 113 y 124. Para un análisis de la concepción de Danto de la naturaleza de la
interpretación artística véase el siguiente capítulo del presente trabajo.
27 Otro argumento, apenas insinuado anteriormente, que muestra cómo el internismo representa
incorrectamente la relación entre percepción y lenguaje es que los niños que aún no han adquirido el
lenguaje exhiben, sin embargo, comportamiento recognicional.
37
aplicara en momentos distintos redes conceptuales distintas a un mismo evento
fueran, de hecho, experiencias inconmensurables28. De hecho, dado que estos
fenómenos son igualmente acomodables dentro de un marco externista –ya
hemos señalado que Danto no ve inconveniente en reconocer su pertinencia a
la hora de caracterizar la experiencia artística-, sería arbitrario que su uso se
restringiera a la justificación del internismo perceptivo. No obstante, aún no
hemos explicado cómo puede dar cuenta de ellos un externista. Si, según él, la
percepción es independiente del conocimiento, ¿cómo podemos explicar la
fenomenología característica de los ejemplos anteriores?
Pero, entonces, si los fenómenos a los que hemos apelado a favor del
internismo no son suficientes para establecer su validez, ¿qué tipo de evidencia
sería necesaria? Mi intuición es que, más que un tipo particular de fenómenos
perceptivos, lo que podría dar cierto aire de plausibilidad a la tesis internista
28 ¿Por qué? Porque una versión fuerte del internismo está, como hemos visto, caracterizada por su
idealismo; esto es, la idea de que nuestros conceptos determinan nuestra ontología y que, en
consecuencia, un cambio en nuestros conceptos implica un cambio en nuestra ontología.
38
fuerte sería algo así como las consideraciones goodmanianas en Ways of
Worldmaking29. En esta obra, Goodman defiende la tesis de que los procesos
perceptivos y nuestras mallas conceptuales funcionan como un todo y que es
un sinsentido referirnos a una base experiencial no conceptualizada que nos
permitiera acceder al mundo de una manera directa –esto es, no mediada por
nuestros conceptos- que justificara nuestras conceptualizaciones del mismo.
39
2.3. ¿Son los argumentos a favor del externismo
concluyentes?
40
Una vez que hemos visto que el caso de las ilusiones ópticas no nos
permite descartar el internismo, examinaremos el argumento a favor del
externismo basado en las capacidades recognicionales de los animales. Danto
apela a un experimento realizado con palomas en el que, al parecer, se muestra
que éstas son capaces de identificar el contenido de cierto tipo de
representaciones visuales. Así, afirma Danto: “los animales reconocen el
contenido pictórico sin la posibilidad de haber perdido la inocencia ocular, así la
competencia pictórica como la perceptiva es algo que el ojo cultural y
teóricamente inocente posee.”31
31 “Animals are responsive to pictorial content without the possibility of having lost ocular innocence,
then pictorial competence like perceptual competence is something of which the theoretically and
culturally innocent eye is capable.”, Danto, “Animals as Art Historians”, p. 20.
32 Cfr. Hanson, nota 25.
33 Esta idea –que nos lleva de las cuestiones más generales sobre la percepción al terreno de la
percepción pictórica- ha sido defendida y argumentada por numerosos teóricos y científicos interesados
por el modo en el que reconocemos normalmente el contenido de las representaciones pictóricas. Por
ejemplo, el psicólogo de la percepción Julian Hochberg ha tratado de confirmar esta idea a través de
diversos experimentos que muestran, precisamente, el suelo común de ambos tipos de procesos
perceptivos. Como él mismo afirma: “Así pues, si la capacidad para comprender un contorno dibujado
es completamente adquirida (y puede no serlo: puede ser innata), el aprendizaje debe suceder no como
un proceso separado, sino integrado en el curso habitual de cualquier otro aprendizaje que este
involucrado en la percepción de los contornos de los objetos. En los dibujos que representan los
41
Si el reconocimiento del contenido visual de una representación
pictórica involucra procesos similares al reconocimiento del objeto visto cara a
cara y si las palomas son capaces de reconocer los objetos representados en las
imágenes que se les muestran, entonces parece que las capacidades involucradas
en este tipo de reconocimiento no pueden estar constreñidas a priori por
ninguna habilidad conceptual; ya que las palomas –que sepamos- no poseen
tales capacidades. Pero, entonces, parece arbitrario que, para el caso humano
expliquemos este tipo de procesos recognicionales en términos de sus
habilidades conceptuales. Si las palomas reconocen objetos –y hasta
representaciones visuales de esos objetos- pero no poseen conceptos, ¿por qué
hemos nosotros de introducirlos en los casos de reconocimiento humano que
se encuentran al mismo nivel que el del experimento realizado con palomas?
Como el propio Danto expresa:
42
parte de nuestras respuestas pictóricas han de tener lugar antes
del umbral de la interpretación.34
Hay que precisar, sin embargo, que, aunque podemos derivar del
experimento ciertas creencias acerca de las capacidades recognicionales de las
palomas, esto no significa que podamos atribuirles a nuestras colegas
perceptivas capacidades de reconocimiento “pictórico”; ya que, en principio,
dada la evidencia de que disponemos, no estamos legitimados para afirmar que
las palomas reconocen las imágenes qua imágenes, esto es, como
representaciones visuales de las cosas por las que están. Que reconozcan lo
representado no implica que reconozcan las representaciones como tales. Pero,
¿afecta esto el papel que juega este experimento dentro de la argumentación de
Danto? En principio, no. Lo que interesa a Danto es que las palomas exhiban
cierto comportamiento recognicional para cuya explicación no atribuimos en
absoluto capacidades conceptuales. Si esto es así para las palomas, ¿no sería
arbitrario explicar el comportamiento análogo humano apelando al dominio de
capacidades conceptuales?
34 “And given the parities that must be supposed between perception and pictorial perception if we are
to explain the fact that animals categorize and respond cognitively to pictures, neither do cultural and
historical differences penetrate perception. They may penetrate our interpretations of what we perceive.
But a great many of our pictorial responses then must take place beneath the threshold of
interpretation.” Danto (1992), p. 25.
43
sobre el papel que le atribuimos en la formación de nuestro conocimiento
acerca del mundo.
35 “It seems to me that visual perception is too vital to animal survival for the visual system to be deeply
44
2.4. El carácter conceptual de la percepción dentro de una
teoría externista de la percepción.
37 Por lo que sé, la etiqueta de esta concepción se debe a Sellars, W., en su “Empiricism and the
Philosophy of Mind”, en Feigl H. y Scriven, M. (eds.), Minnesota Studies in the Philosophy of Science, vol. 1,
Minneapolis, University of Minnesota Press, 1956, pp. 253-329; Donald Davidson ha ofrecido también
una crítica a esta idea en su artículo “On the Very Idea of Conceptual Scheme” en Inquiries into Truth and
Interpretation, Oxford, Clarendon Press, 1984, pp. 183-198. Finalmente, McDowell ha señalado que esta
concepción de la relación entre experiencia y conocimiento dejaría sin resolver la cuestión de la
justificación racional de nuestras creencias.
45
McDowell, involucran relaciones conceptuales y la noción de experiencia
encarnada en el “mito de lo dado”, de naturaleza no-conceptual, no nos
permitiría dar sentido al supuesto papel justificativo de la experiencia. Sin
embargo, McDowell conservaría la idea de que la experiencia en general es
receptiva, es decir, nos proporciona acceso al mundo:
46
está claro: debemos abandonar el dualismo entre forma conceptual y contenido
perceptivo que genera el problema ulterior de la inconmensurabilidad.
40 Por ejemplo, Kuhn y Hanson mantendrían, como se ha señalado, la idea de que el caos de
47
2.5. La percepción y los indiscernibles
Hemos visto que el internismo fuerte resultaba poco atractivo una vez
que se ponía de manifiesto su carácter idealista. El externismo de Danto, sin
embargo, tampoco ha quedado mejor parado después de las críticas examinadas
al “mito de lo dado” –mito que atribuimos a Danto por su defensa de la
naturaleza no conceptual de la experiencia-. Así que parece que los términos en
los que Danto presentaba el debate acerca de la percepción no son muy
prometedores; sin embargo, se han perfilado otras concepciones que podrían
aportar nuevas perspectivas al problema de la percepción. ¿Podemos formular
el experimento de los indiscernibles dentro de ellas? Creo que sí.
41De hecho, ya hemos señalado anteriormente que Danto reconoce los cambios que se producen en la
experiencia que tenemos de un objeto cuando lo consideramos como arte y no como un mero objeto.
48
3. Las críticas a la indiscernibilidad
42 “Whatever the difference, it could not consists in what the artwork and the indistinguishable real
thing had in common –which could be everything that was material and open to immediate
comparative observations.”, Danto (1981), p. vii.
49
3.1. Las críticas de R. Wollheim
43 Wollheim, R., “Danto’s Gallery of Indiscernibles”, Danto and his Critics, Rollins, M. (ed.), Cambridge,
50
que asumiera la tesis de la plasticidad de le percepción sin los compromisos
ontológicos de un internismo fuerte. La crítica de Wollheim vendría a cubrir
este hueco en el espectro de las teorías que hemos visto.
44“(T)here are two things Danto might mean. Has he has in mind objects that we initially, or after no
more than a cursory examination, find ourselves unable to tell apart, or, does he have in mind objects
that we cannot tell apart, no matter how much we learn about, and look at, them? Is it, or is it not, a
requirement of indiscernibility that two objects should continue to look the same even after we have
found out that, say, one is a work of art and the other isn’t, or both are works of art but they were made
by very different artists, at very different times, with very intentions?”, Wollheim (1993), pp. 34-35.
51
espectador estaría convenientemente impregnada por la información
disponible. Por esto, es importante discernir si Danto mantiene la condición de
indiscernibilidad en el segundo caso tanto como en el primero.
that it is a work of art and in assigning to a work of art a meaning, is completely independent of, an
radically distinct from, perception. We can, in other words, interpret two objects differently without
conceding any visible difference.”, Wollheim (1993), p. 36.
48 Wollheim (1993), p. 36.
52
disolver la indiscernibilidad en el segundo caso, sino que asumiría la
caracterización de Wollheim de la experiencia perceptiva que obtenemos
cuando disponemos de cierta información acerca de la obra. De hecho, ya
hemos visto anteriormente que, al caracterizar la experiencia de las obras de
arte, Danto introduce incluso la analogía con la teoría de los paradigmas de
Kuhn para dar cuentas de las transformaciones de nuestra experiencia
perceptiva.
49 “A chapter back I cited the slogan in the philosophy of science, which holds that there is no
observation without interpretation and that the observation terms in science are, in consequence,
theory-laden to such a degree that to seek after a neutral description in favour of some account of
science as ideally unprejudiced is exactly to forswear the possibility of doing science at all. My analysis
of the works of J and K -…- suggests that something of the same order is true in art. To seek a neutral
description is to see the work as a thing and hence not as an artwork: it is analytical to the concept of an
artwork that there has to be an interpretation. To see an artwork without knowing it is an artwork is
53
Así, la crítica de Wollheim a la noción de indiscernibilidad perdería su
eficacia ya que ésta dependería de una interpretación de Danto que, en mi
opinión, no tiene en cuenta párrafos como el anterior. Esta interpretación
incorrecta de la posición de Danto se relaciona con otra asunción que Wollheim
atribuye a Danto y que, si éste realmente asumiera, serviría a Wollheim para
justificar su crítica. Según Wollheim, Danto estaría mezclando dos cosas
distintas: “Una cosa es pensar que la cuestión de si un objeto es o no una obra
de arte pueda no ser de carácter perceptivo, en el sentido de que tales cosas
pueden bien requerir algo más que la percepción para establecerlas como tales;
pero otra muy distinta es creer que, una vez que ya han sido establecidas, estas
creencias no afectan, no digamos ya que no puedan afectar, a cómo percibimos
los objetos en cuestión”.50 Pero, ¿está Danto realmente identificando estas dos
cuestiones? Creo, en parte por lo ya dicho, que puede dar perfecta cuenta del
alcance lógico de cada una de estas cuestiones por separado, así como de la
relación del experimento de los indiscernibles con la primera de ellas. No hay,
en mi opinión, evidencia en los textos de Danto de que confunda o identifique
ambas cuestiones. Pero, entonces, ¿por qué le atribuye Wollheim esta
confusión? Creo que, para Wollheim, los compromisos externistas de Danto le
llevan a admitir que “solo lo que vemos, por oposición a cómo lo vemos,… es
verdaderamente perceptivo”.51 Pero, como hemos señalado, Danto no niega en
absoluto que las interpretaciones52 tengan cierto impacto en nuestra percepción
de las obras. Lo que niega, una y otra vez, es que podamos identificar las obras
de arte simplemente apelando a nuestra percepción, puesto que sigue siendo
comparable in a way to what one experience of print is, before one learns to read. …. In art, every new
interpretation is a Copernican revolution, in the sense that each interpretation constitutes a new work,
even if the object differently interpreted remains, as the skies, invariant under transformation.” Danto
(1981), pp. 124-5.
50 “(I)t is one thing to think that whether an object is a work of art, or what specific meaning a work of
art has, may not be perceptual matters in that such things may very well require a great deal more than
perception in order to establish them: but it is quite another thing to think, having once been
established, these are matters that do not, let lone cannot, affect how we see the objects in question.”,
Wollheim (1993), p. 36.
51 “(O)nly what we see, as opposed to how we see it, … is truly perceptual.”, Wollheim (1993), p. 36.
52 Como veremos en el siguiente capítulo, las interpretaciones constituyen a las obras de arte como tales.
54
posible que un objeto común y una obra de arte sean perceptivamente
idénticos.
55
sugerido que la hipótesis se sostenga para todos los tipos de procesos
perceptivos: al contrario, es únicamente en conexión con el análisis de los inputs
perceptivos que se muestra convincente, lo cual deja espacio para que la
permeabilidad de la percepción con respecto a las creencias tenga lugar en un
estadio ulterior del proceso”.53
53“First, the hypothesis applies best to comparatively rudimentary cases of perception: the illusions, or
the constancies, being cases in point. Secondly, it has not been suggested that the hypothesis holds the
full length of the perceptual processes: on the contrary it is solely in connection with the analysis of
input that it has been found convincing, which leaves room for the penetration of perception by belief
to occur at a later stage in the process.”, Wollheim (1993), p. 36.
56
Danto asume pero que, finalmente, y como Wollheim mismo reconoce, no
impedirían que el fenómeno que aquí nos interesa pudiera tener lugar.
57
Wollheim necesita justificar su resistencia a universalizar los resultados
del experimento. Para ello, introduce la distinción entre conceptos con
condiciones determinadas de aplicación y conceptos que carecen de estas
condiciones pero que, por el contrario, suelen satisfacer un conjunto más o
menos flexible de asunciones generales. Wollheim considera que el concepto de
“arte” es del segundo tipo, mientras que, por ejemplo, los conceptos de color
pertenecerían al primer grupo. Así, hemos de tener en cuenta qué tipo de
concepto es el concepto de “arte” a la hora de formular un experimento que
arroje alguna luz sobre su naturaleza. Según Wollheim, el concepto de “arte”
sería un concepto del segundo tipo, como también lo son la mayoría de los
conceptos estéticos54. La peculiar lógica de estos conceptos permite que,
incluso en casos en los que alguna de las asunciones generales no se satisfaga,
podamos aplicar el concepto sin problemas; lo que no puede suceder, según
Wollheim, es que tales asunciones generales se omitan en general. Por ello,
aunque en el caso presentado por Danto nos encontramos con una situación
que omite alguna de esas asunciones y aun así aplicaríamos el concepto de
“arte” a algunos de los objetos que componen el experimento, no estaríamos
legitimados en absoluto para generalizar el caso; ya que, de hacerlo, estaríamos
universalizando la omisión de una asunción concreta. En opinión de Wollheim,
si perdemos de vista la importancia de tales asunciones, corremos el riesgo de
distorsionar nuestras prácticas comunes en relación con el arte, su identificación
y valoración.
54
Sibley, F., (1949) “Aesthetic Concepts”, en Aesthetics and the Philosophy of Art. The Analytic Tradition. An
Antology. Lamarque, P. Stein H. O., Oxford, Blackwell, 2004, pp. 127-141.
58
obras de arte que han sido hechas con intenciones específicas
diferentes se distinguirán unas de otras”.55
55 “(F)irst, that it is generally the case that objects that have been made with the broad intention of
being works of art will, as a result, stand out from objects that have not been made with such an
intention; and, secondly, that it is generally the case that works of art that have been made with
different specific intentions will stand out from one another.”, Wollheim (1993), p. 33.
59
sino que de ella no podemos derivar legítimamente conclusiones generales
acerca del arte. Me centraré, por ello, en la segunda crítica.
Entre las asunciones generales acerca del arte que Wollheim señala, se
encuentra una acerca del papel que las intenciones del artista desempeñan en la
determinación del contenido perceptivo de la obra en cuestión. Aquellos que
están familiarizados con la concepción de la pintura expuesta por Wollheim en
su Painting as an Art56, podrán situar con mayor precisión esta tesis. Para situar
mejor su crítica a Danto, expondré brevemente algunos de los puntos centrales
de su postura a este respecto.
60
segunda, aunque trataría de proporcionar criterios públicos de identidad para la
adscripción de estados mentales, acabaría por negar la realidad psicológica de
los mismos. Ni el cartesianismo ni el conductismo satisfarían, para Wollheim,
una intuición doble que tenemos acerca de los estados mentales. Esta intuición
sería que, aunque los estados mentales son en algún sentido eventos internos,
nuestro modo de identificación de los mismos estaría esencialmente ligado al
reconocimiento de sus expresiones en el comportamiento humano. Los estados
mentales serían, dentro de esta concepción, objetos esencialmente
expresables58.
58 Nótese que lo único que descarta esta formulación es que pueda haber un tipo de estado mental que
sea esencialmente inexpresable. Para un desarrollo y crítica a esta idea, véase, Cavell, S., The Claim of
Reason. Wittgenstein, Skepticism, Morality, and Tragedy, Oxford, Oxford University Press, 1979.
59 Wollheim sostiene que las intenciones del artista tiene un papel causal en la apariencia de la pintura y,
por ello, la experiencia pictórica que la obra produce ha de tenerlas en cuenta. Véase Wollheim (1987)
Chapter I: “What the Artist Does”.
61
comprometiéndonos con una concepción de los estados mentales que no
satisfaría el requisito de expresabilidad. Esto es, estaríamos concibiendo las
intenciones a la manera cartesiana, según la que los estados mentales son
entidades internas no necesariamente expresables. De hecho, para el caso del
arte, estaríamos asumiendo que, en general, las intenciones del artista no tienen
ninguna eficacia causal en la determinación del contenido perceptivo de la obra.
62
que el experimento sea de alguna utilidad es que, dada la condición de
indiscernibilidad y careciendo de todo conocimiento acerca del status de los
objetos, seamos capaces de distinguir las obras de arte de los meros objetos. De
otra manera, el experimento simplemente estaría proporcionándonos una
conclusión que estaría ya implícita en su formulación misma. Así, para
Tilghman, no es que derivemos del experimento la conclusión de que objetos
comunes y obras de arte pueden ser perceptivamente indiscernibles, sino que
formaría parte de la formulación misma del experimento esta posibilidad.
¿Estaría, entonces, Danto presuponiendo aquello que quiere demostrar? Si
fuera así, el experimento carecería de valor para la cuestión que pretende
iluminar. Si ha de proporcionarnos alguna conclusión relevante acerca de la
naturaleza del arte, no puede presuponer que ya sabemos cuales de los objetos
que lo constituyen son arte y cuales no. De otra manera, nos dice Tilghman, el
experimento es simplemente circular y su valor nulo.
63
identifica con un análisis de la percepción de corte wittgensteiniano y que esto
afecta al modo como aborda la cuestión de los indiscernibles. De hecho, él
mismo considera su libro But is it Art?60 como un análisis y solución de algunas
de las malinterpretaciones de las tesis wittgensteinianas acerca de la percepción
que se han cometido con mayor frecuencia. Los aspectos wittgensteinianos que
más preocupan a Tilghman son la concepción del lenguaje, la cuestión de la
percepción y la noción de “forma de vida”. Los oponentes de Tilghman son,
por un lado, algunos defensores de la aplicación de la filosofía del segundo
Wittgenstein al problema del arte pero que, en su opinión, no logran capturar
adecuadamente su pensamiento; y, por otro, lo que Tilghman denomina teorías
de corte cartesiano que, al reproducir el dualismo característico del pensador
francés, estarían introduciendo en el debate filosófico sobre el arte los
problemas derivados del dualismo. Dentro de este segundo grupo de teorías,
sitúa Tilghman a Danto. El rasgo común de unos y otros es “negar que las
obras de arte sean esencialmente objetos físicos e identificarlos por contra con
algún tipo de objeto fenoménico o constructo mental.”.61
Las razones por las que algunas teorías han optado por abandonar la
llamada “hipótesis del objeto físico” son principalmente dos y tanto Tilghman
como Wollheim han acertado al identificarlas como las responsables del tipo de
respuesta que estas teorías proponen62. Aunque es cierto que Tilghman se
propiedades estéticas de las obras de arte que percibimos y apreciamos son concebidas como
inconsistentes con el hecho de que sean propiedades de objetos físicos y, en segundo lugar, parece
imposible identificar una obra literaria o musical con un objeto u evento físico particular.”. [“There
have been traditionally two major motives for this kind of ontology: in the first place aesthetic
properties of works of art that we perceive and appreciate are thought to be inconsistent with their
being properties of physical objects and secondly it seems impossible to identify a work of literature or
music with any particular physical object or physical event.”], Ibid., p. 95. Este punto ha sido también
analizado por Wollheim quien, en su Art and its Objects, defiende la tesis de que la obra de arte es un
objeto físico. En su tratamiento de este problema responde a dos argumentos diferentes que han sido
tradicionalmente ofrecidos para justificar que las obras de arte no son idénticas a objetos físicos. El
primer argumento es el mismo al que refiere Tilghman, esto es, el del caso de las artes alográficas, por
usar la terminología de Goodman. El segundo argumento contra la idea de que el objeto artístico es
físico apela a cierto tipo de propiedades que normalmente poseen las obras de arte, tales como
64
percata de las diferencias entre la propuesta de Danto y las teorías que caen bajo
su crítica al dualismo, no por ello lo libera de sospecha. Para él, a pesar de las
diferencias, la teoría de Danto compartiría los presupuestos dualistas que
generan los problemas típicos asociados a aquellas. Para ver cómo se concreta
la crítica de Tilghman a Danto hemos de prestar atención, sin embargo, a
algunas de sus consideraciones sobre el tema de la percepción.
65
un saludo o como un espasmo y puedo alternar entre ambas interpretaciones.64
Sin embargo, cuando veo un objeto rojo, no hay modo en el que pueda verlo-
como, digamos, verde. Más aún, parece que no tiene sentido pedirle a alguien
que siga una instrucción del tipo “ve rojo” o “velo como rojo”. Podemos
pedirle a alguien que vea esta cara como triste o como preocupada, pero no tiene
sentido que alguien vea esta cara como una cara65. Así, según Wittgenstein, el ver-
como estaría entre el “ver” y el “pensar”.
64 El ejemplo clásico para ilustrar el ver-como es la figura del pato-conejo de Jastrow –de hecho, este es
posibilidad de que alguien sea incapaz de ver uno de los aspectos del dibujo. Para un observador que se
mostrara ciego ante, digamos, el aspecto-conejo del dibujo, no tendría sentido que le dijéramos “ve esto
como un conejo figurativo”. Esto también muestra una cuestión general sobre la percepción ordinaria.
Así, Wittgenstein dice: “A la pregunta <<¿Qué ves allí?>> no hubiera respondido: <<Esto lo veo
ahora como un conejo figurativo>>. Sencillamente hubiera descrito la percepción; justamente como si
mis palabras hubieran sido <<Allí veo un círculo rojo>>.-
No obstante, otra persona hubiera podido decir de mí: <<ve la figura como conejo
figurativo>>.
Decir <<Ahora veo esto como…>> hubiera tenido para mi tan poco sentido como decir al
ver un cuchillo y un tenedor: <<Ahora veo esto como un cuchillo y un tenedor>>. Esta manifestación
no se entendería. –Como tampoco ésta: <<Para mí esto es ahora un tenedor>>, o <<Esto también
podría ser un tenedor>>.
(…)
A quien dice <<Ahora esto es para mí un rostro>> se le puede preguntar: <<¿A qué
transformación aludes?>>.” Wittgenstein, L., (1953) Investigaciones Filosóficas, Grijalbo, Barcelona, 1988,
p. 449.
66
proporcionan interpretaciones de las pinturas que nos
permiten verlas de manera diferente. De hecho, no habría
ninguna diferencia si en lugar de dos lienzos hubiera solo uno.
Podríamos verlo ahora como un punto que traza una línea a
través del espacio o bien como dos masas que se equilibraran
mutuamente. Bajos las diferentes interpretaciones los lienzos
tendrían un aspecto bastante diferente; tenemos una
experiencia visual del lienzo bastante distinta, y la tesis de que
son visualmente indiscernibles solo puede resultar de un
prejuicio filosófico que no tiene en cuenta la complejidad del
concepto de ver.66
66 “The titles of Danto’s pair of imaginary paintings, Newton’s first Law and Newton’s Third Law, provide
interpretations of the paintings that enable us to see them differently. Actually it doesn’t make any
difference whether there are two canvases or only one. We can see it now as a point tracing a path
across space or again as two masses impinging upon one another. Under the different interpretations
the canvas(es) looks quite different; we have quite a different visual experience of it, and the contention
that they are visually indiscernible can only appear to be the result of a philosophical prejudice that fails
to take account of the complexity of the concept of seeing.”, Tilghman (1984), p. 135.
67
cuestión –insisto, sólo a un nivel básico que pronto sería superado una vez que
contáramos con cierta información relevante, por ejemplo, acerca de los títulos
de las obras.
67 “The ‘ontological’ question about what distinguishes the two perceptually indiscernible works of art is
now seen to rest on the false assumption that they are perceptually indiscernible. The question,
therefore, is not what distinguishes them, but how it is possible that the same thing can be seen in
different ways and this question is answered by an examination of our language and not by any theory.
Consequently nothing is served by speaking of the two canvases as distinct works of art. It comes to the
same thing to say that there is one work with two aspects; that is why it doesn’t make any difference
whether there is one canvas or two. Ontology … is of no help in the explanation of aspect perception.”
Tilghman (1984), pp. 135-136.
68
Me propongo examinar el argumento de Tilghman para ver si
realmente tiene el alcance que parece tener. En primer lugar, muestra cómo
aplicando la noción de ver aspectual podemos dar cuenta de las diferentes
experiencias que La Primera Ley de Newton y La Tercera Ley de Newton
proporcionan. Que la noción de ver-como puede sernos de utilidad en este
punto es algo que no parece estar en contradicción con nada de lo, hasta ahora,
venimos diciendo de la postura defendida por Danto. Sin embargo, Tilghman
extrae dos conclusiones de este hecho que, en su opinión, pondrían en
entredicho su validez. En primer lugar, la cuestión principal ya no sería una
cuestión ontológica como cree Danto, ya que basta con reconocer las
variedades de la percepción para resolver el puzzle inicial. En segundo lugar,
una vez que hemos introducido la noción de ver-como podemos rechazar la
condición de la indiscernibilidad y explicar las diferencias perceptivas apelando
a la fenomenología distintiva de la percepción aspectual. Veremos cada una de
ellas por separado.
69
objeto en términos de la noción de ver-como no nos dice nada exclusivo acerca
del arte; la experiencia de ver-como está por doquier y no sólo afecta a los casos
de interpretación artística.
70
3.2.2. La tesis de la indiscernibilidad debería rechazarse
71
3.2.3. Tilghman sobre “el impacto de lo nuevo”
69 “Ha llegado a ser evidente que el arte ha dejado de ser evidente; ni su vida interior, ni su relación con
el mundo, ni si quiera su derecho a existir.”. [“It is self-evident that nothing concerning art is self-
evident anymore, not its inner life, not its relation to the world, not even its right to exist.”] Adorno, T.
W., (1970), Aesthetic Theory, Londres, Continuum, 2002, p, 1.
72
Filosóficas es el concepto de “juego”70; Tilghman recupera esta noción para el
arte. Así, el espectador conocedor moderado de la tradición artística puede
discernir el valor y, por ende, el status artístico de una obra si ésta posee algún
rasgo que desencadena una respuesta del tipo que las obras de arte suelen
proporcionarnos; o bien, si percibe en la obra algún aspecto que la pone en
relación, a través de parecidos de familia, con obras anteriores de reconocido
valor.
Tilghman nos recuerda cómo el crítico Roger Fry fue capaz de ver la
obra de los post-impresionistas bajo la luz de Giotto. Podríamos decir, con
Tilghman, que percibió un “aire de familia” entre ambos71. De hecho,
simultáneamente al hecho de “descubrir” la artisticidad de los post-
impresionistas, Fry estaba re-descubriendo un nuevo aspecto de la obra del
maestro italiano, estaba viéndolo bajo una nueva luz. Así, las nuevas formas del
arte alcanzan su status una vez que somos capaces de identificar algún aspecto
de ellas que las vincula a los valores artísticos de la tradición. Cuando no somos
capaces de hallar ningún “aire de familia” que las vincule a las obras de la
tradición, tenemos razones para empezar a dudar de su status artístico.
Tilghman discute numerosos ejemplos72 pero hay uno que nos interesa
especialmente: la Brillo Box de Warhol.
70 Wittgenstein, L., (1953) Philosophical Investigations, Oxford, Basil Blackwell, 1978, pp. 68-75.
71 Véase Fry, Roger, “The Grafton Gallery –I”, The Nation (London, Nov. 19, 1910) pp. 31 y siguientes.
Citado en Tilghman (1984), p. 74.
72 Es interesante, por ejemplo, el análisis de Tilghman del arte conceptual.
73
objeto. Para Tilghman, esta perplejidad es la mejor prueba de su fracaso
artístico.
73“(The viewer) He knows and appreciates a wide range of periods and styles from Lascaux to abstract
expressionism. He enters the gallery and thinks that some construction work is going on. When he is
told that it is art instead, he is puzzled. That piece of information is not enough; he wonders how this
can be art. His puzzlement arises out of his previous understanding of art. He is not put off by any lack
of representation because he knows and enjoys abstract art, but this doesn’t seem to have any of the
characteristic virtues even of abstract art. There is no formal arrangement worthy of being called a
design, there are no interesting colour relationships, there is not texture worthy of attention, nor is it
apparently symbolic of anything and no doubt the artist or critic tout would deny the relevance of all
those things. (…) His situation can profitably be compared to that of someone with a good sense of
humour who does not see the point of some particular joke.”, Tilghman (1984), p. 54.
74
incapacidad para reconocer la artisticidad de esta obra no se debe a que éste
carezca de alguna habilidad relevante. El problema no está en él, sino en la
obra.
74 Véase, Bodenmann-Ritter, C., Cada hombre, un artista, Madrid, Antonio Machado, 2005.
75 Humpty-Dumpty, recuérdese, es el personaje del cuento “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis
Carroll que se caracteriza por dar el significado que él quiere a las palabras. Tilghman estaría diciendo,
entonces, que el arte conceptual sería simplemente arte porque los artistas conceptuales así lo deciden y
no porque compartan algún “aire de familia” con lo que llamamos arte normalmente.
76 “Con la Brillo Box, sin embargo, nos tambaleamos. Nuestra comprensión del arte se deriva de cierta
educación y experiencia. Gracias a esta educación y experiencia nos hemos familiarizado con un
conjunto de características artísticas. (…) Contra este trasfondo de educación y experiencia resulta
evidente que la Brillo Box presenta un problema. Nuestra situación es la del hombre común que se
encuentra el objeto en la galería y del que le dice que es arte. Nos sorprende porque no tiene ninguna de
las propiedades características del arte. Sus cualidades estéticas de forma y color son mínimas y no se
diferencia de las de una mera cosa. No encontramos interés alguno en ese sentido y, como los ready-
mades de Duchamp, su dimensión estética será descartada como irrelevante para el artista y los críticos
que promueven este tipo de obras. (…) no es expresiva ni simbólica, y así podemos seguir eliminando
items de nuestra lista de cualidades artísticas.
Se supone que parte de nuestro desconcierto se ha de disipar una vez que sabemos que la obra
ha de entenderse como una metáfora: la-Caja-Brillo-como-obra-de-arte. Sin embargo, sostengo que esto
no alivia ninguna perplejidad. Ésta surgió precisamente porque la cosa era presentada como arte a pesar
de que no encontrábamos nada característico del arte en ella.”. [“With Brillo Box, however, we stumble.
We have an understanding of art derived from a certain amount of education and experience. This
education and experience has acquainted us with a range of artistic characteristic. (…) Against this
background of education and experience it is clear why Brillo Box presents a problem. Our situation is
now precisely that of our plain gentleman. We encounter the thing in the gallery and are told it is
supposed to be a work of art. We are puzzled because it doesn’t have any of the properties
75
esta singular obra no tiene en cuenta su particular valor artístico que, si no me
equivoco, no está, después de todo, tan distante de la tradición a la que apela
Tilghman. La Brillo Box sería una obra reflexiva que mostraría los límites de lo
artístico en el mundo contemporáneo, así como la relación entre arte elevado y
arte de masas o la identificación entre arte y mercado, por señalar algunas de las
posibles descripciones que se le aplican correctamente. Ciertamente, el valor
artístico de la Brillo Box no parece derivarse de un valor estético apreciable
inmediatamente; y, aunque lo tuviera –como parece que, después de todo,
posee- no parece que su valor artístico esté ligado a su valor estético de una
manera esencial. El valor artístico de la Brillo Box tiene que ver con su
capacidad para hablarnos del arte mismo y de su condición actual. Su potencial
es, más que estético, reflexivo. Este último es también, en mi opinión, un valor
artístico. Es probable que, implícitamente, Tilghman esté identificando valor
artístico con valor estético. Lo estético es importante para el arte y para nuestra
concepción de lo artístico pero no es necesario, no siempre. Así, si no hemos de
“cerrar los ojos” sin más a las formas más características del arte
contemporáneo, no podemos desdeñar otros valores como artísticos.
characteristic of art. Its aesthetic qualities of shape and colour are minimal and are no different from
those of the ‘real thing’. There is nothing of interest in that direction and, like Duchamp’s ready mades,
the aesthetics of the thing would doubtless be discounted as irrelevant by the artist and the critics that
promote this works. (…) it is neither expressive nor symbolic, and we can continue eliminating items
on anyone’s list of typical artistic properties.
We are supposed to be relieved of our puzzlement by learning that it is to be understood as a
metaphor: the Brillo-Box-as-work-of-art. This, I submit, does not relieve the puzzlement. The
puzzlement arose because the thing was represented as art and yet we could find nothing in it
characteristic of art.”] Tilghman, (1984), pp. 101-102.
76
4. Goodman sobre falsificaciones y Danto sobre
indiscernibles.
Aunque parece que el problema tratado por Goodman tuviera que ver
con el valor artístico y estético de las falsificaciones, en realidad, se trata de un
problema más general: la naturaleza de las propiedades estéticas. Que Goodman
lo plantee dentro de este contexto se explica –si estoy en lo cierto- porque la
naturaleza del problema se ejemplifica de manera más evidente dentro de estos
contextos.
77 Goodman, N., Languages of Art, Indianapolis/Cambridge, Hackett Publishing Company, INC., 1976,
77
En primer lugar, si el status artístico de un objeto se determina por su
valor estético, una copia perfecta del objeto en cuestión tendrá, en principio, el
mismo valor estético que el original y, por tanto, heredará el status artístico de
éste. Por tanto, dentro de una comprensión estética del arte, las falsificaciones o
las copias perfectas serían tan artísticas como sus correspondientes originales.
Sin embargo, parece que, intuitivamente, consideramos que el valor artístico –y
el estético- del original son mayores; y que una copia, por perfecta que ésta sea,
no goza del mismo status que un original. Algunos han señalado que esta
intuición no es más que el fruto rancio de un snobismo estético y que si
abandonáramos este tipo de prejuicios elitistas pondríamos los medios para que
los placeres contenidos en el Louvre, la National Gallery o el Prado no fueran
solo accesibles en París, Londres y Madrid respectivamente.
78 “(I)s there any aesthetic difference between the two pictures for x at t, where t is a suitable period f
time, if x cannot tell them apart by merely looking at them at t?.”, Goodman (1976), p. 102.
78
A continuación, Goodman apunta que del hecho de que en el
momento presente nadie sea capaz de discernir ambas obras no se sigue que en
el futuro no sea posible discernirlas. Así, “nótese que no puede decidirse,
simplemente mirando a las pinturas, que nadie podrá nunca distinguirlas
simplemente mirándolas.”.79 Es más -y esta es quizá su tesis más controvertida-
dos obras pueden diferir en sus propiedades estéticas aunque nadie sea capaz de
discernir perceptivamente las obras en cuestión. Que existan, pues, diferencias
estéticas no es incompatible con que nadie las perciba. Aunque nadie las perciba
de hecho, la posibilidad de que alguien las percibiera no está descartada.
79 “(N)otice now that no one can ever ascertain by merely looking at the pictures that no one ever has
been or will be able to tell them apart by merely looking at them.”, Goodman (1976), pp. 101-102.
80 “(T)he better information now at hand makes the discrimination easier.”, Goodman (1976), p. 109.
81 “(W)hat one can distinguish at any given moment by merely looking depends not only upon native
visual acuity but upon practice and training.”, Goodman (1976), p. 103.
79
original y la otra una copia puede hacer que sea capaz de discernirlas en el
futuro. El hecho de saber que son distintas me hará buscar las diferencias que,
aunque me han pasado desapercibidas hasta ahora, podría llegar a identificar82.
82 “Aunque no veo ninguna diferencia ahora entre las dos pinturas en cuestión, puedo aprender a ver
una diferencia entre ellas. No puedo determinar en el presente simplemente mirando a las pinturas, o de
alguna otra manera, que seré capaz de aprender a ver esa diferencia. Pero la información de que son
diferentes, que una es un original y la otra una falsificación, nos permite bloquear cualquier inferencia
hacia la conclusión de que no seré capaz de aprender a verlas como tales. Y el hecho de que podrá ser
capaz de percibir diferencias entre las pinturas que no puedo percibir ahora puede constituir una
diferencia estética entre ellas importante para mí en el presente.
Además, mirar a las pinturas en el presente con el conocimiento de que la de la izquierda es la
original y la otra la falsificación puede ayudarme a desarrollar la habilidad para distinguirlas
posteriormente simplemente observándolas. Así, debido a información que no se deriva de ninguna
observación presenta o pasada de las pinturas, la percepción actual de las pinturas puede tener una
relevancia para futuras observaciones que no tendría de otro modo. El modo en el que las pinturas
difieren de hecho constituye una diferencia estética para mí ahora porque mi conocimiento de que
difieren afecta al papel que la observación presente ejerce sobre el entrenamiento de mi percepción para
discriminar esas pinturas, y discriminarlas de otras.”. [“Although I see no difference now between the
two pictures in question, I may learn to see a difference between them. I cannot determine now by
merely looking at them, or in any other way, that I shall be able to learn. But the information that they
are very different, that one is original and the other the forgery, argues against any inference to the
conclusion that I shall not be able to learn. And the fact that I may later be able to make a perceptual
distinction between the pictures that I cannot make now constitutes an aesthetic difference between
them that is important to me now.
Furthermore, to look at the pictures now with the knowledge that the left one is the original
and the other the forgery may help develop the ability to tell which is which later by merely looking at
them. Thus with information not derived from the present or any past looking at the pictures, the
present looking may have a quite different bearing upon future lookings from what it would otherwise
have. The way the pictures in fact differ constitutes an aesthetic difference for me now because my
knowledge of the way they differ bears upon the role of the present looking in training my perception
to discriminate between these pictures, and between others.”], Goodman, (1976), pp. 103-104.
80
más allá del alcance de lo estrictamente visual se admite como constituyente de
una experiencia estética”.83
83 “For if merely looking can never establish that two pictures are aesthetically the same, something that
is beyond the reach of any given looking is admitted as constituting an aesthetic difference.”, Ibid. p.
102.
84 Para una exposición completa de esta crítica véase el siguiente capítulo del presente trabajo.
85 Hopkins, R., “Aesthetics, Experience, and Discrimination”, The Journal of Aesthetics and Art Criticism,
81
indiscernibilidad inicial, le ha llevado a pensar que el argumento de Goodman
es, de hecho, un argumento en contra de la condición de indiscernibilidad.
86 “Goodman in a curious way rejects one of the conditions of the question, namely the condition of
indiscernibility. And it appears to be his view that indiscernibility is only momentary, that sooner or
later differences will emerge. … Goodman then goes on to argue that no proof can be given that a
perceptual difference may not be found, so things that look alike today may look so different tomorrow
that it will seem retrospectively amazing that confusion ever could have arisen. And he enlists as
evidence the extreme acuity of the eye and ear in registering astonishing differences on the basis of the
minutest changes. So it is almost a problem in psychophysics rather than one in ontology.” Danto
(1981), p. 42.
82
Danto parece entender el problema que preocupa a Goodman –que es,
si no me equivoco, el de la naturaleza estética del arte y su carácter perceptivo-
como una defensa del rechazo de la condición de indiscernibilidad. Sin
embargo, creo que aunque ambos consideran la cuestión de la indiscernibilidad,
lo hacen con propósitos diferentes y para solucionar cuestiones distintas.
Goodman no está interesado en mostrar la naturaleza ontológica del arte, sino
los condicionantes culturales y contextuales en la percepción de las obras y su
relevancia para la identificación de su valor estético. Goodman no está negando
que dos obras pueden ser perceptivamente indiscernibles en un momento dado
y para algunas personas –de hecho, su teoría funcionalista del arte87 daría cabida
perfectamente a esta intuición. Su propósito es mostrar que saber que dos obras
son distintas –que difieren, por ejemplo, en cuanto a su originalidad- puede
ponernos en la pista para percibir esa originalidad.
87Goodman, Nelson, “When is art?” Ways of Worldmaking, Indianapolis, Hackett Publishing Company,
1978, pp. 57-70.
83
5. Consideraciones finales sobre la tesis de la indiscernibilidad
perceptiva.
Hemos visto, por otro lado, que las críticas al experimento diseñado
por Danto no solo proceden de consideraciones teóricas acerca de la
percepción, sino que pueden, como es el caso de la crítica de R. Wollheim y B.
R. Tilghman, cuestionar la pertinencia de su planteamiento para la cuestión del
arte. En primer lugar, parece que el experimento convierte en central un caso
periférico de nuestra relación con el arte, de ahí su irrelevancia a la hora de
resolver qué sea el arte. En segundo lugar, si aceptamos la condición de la
indiscernibilidad estamos implícitamente renunciando a algunas de nuestras
asunciones generales acerca del arte y, por ende, generando una visión
distorsionada del mismo.
84
No obstante, creo que la mayoría de los argumentos que hemos visto
en contra del experimento y de su validez no son determinantes. De hecho, los
que se apoyan en cuestiones perceptivas suelen apelar a hechos que el propio
Danto parece acomodar y que no entran en conflicto con el planteamiento del
experimento. Por otro lado, cuando la cuestión es la relevancia del mismo o su
ejemplaridad, me parece que, aunque no deja de ser cierto que la situación
representada por el experimento no es en absoluto generalizable, esto no debe
en principio restarle su valor filosófico. De hecho, normalmente las teorías
filosóficas trabajan justamente recreando ejemplos o experimentos mentales
que no siempre reproducen situaciones reales pero que nos permiten extraer
conclusiones acerca del alcance de nuestras intuiciones sobre alguna cuestión en
particular.
85
II. EL MUNDO DEL ARTE
1Danto, A. C., “The Artworld”, The Journal of Philosophy, 61 (1964), pp. 571-584.
2Dickie, G., “Defining Art”, The American Philosophical Quaterly, 61, 1969, pp. 253-6; Art and the Aesthetics:
An Institutional Analysis, Ithaca, New York, Cornell University Press, 1974; The Art Circle: A Theory of Art,
New York, Haven, 1984.
87
Por otro lado, la noción de mundo del arte permitía no solo dar cuenta
de las diferencias ontológicas que preocupaban a Danto, sino también explicar
cómo identificamos algo como arte y qué tipo de constreñimientos hemos de
tener en cuenta a la hora de elaborar una interpretación de la obra. Así,
identificamos como arte La Fuente de Duchamp porque podemos relacionarla
con una determinada atmósfera teórica y artística que hizo posible que los ready-
mades se consideraran arte. Además, solo teniendo en cuenta esa atmósfera
teórica podemos interpretar correctamente la obra. Así, la noción de “mundo
del arte” cumpliría dos funciones simultáneamente. De un lado, sería un
requisito ontológico para la existencia del arte y del otro tendría un papel
epistemológico en la identificación e interpretación de las obras de arte.
88
de su conocido artículo “The Artworld”. Una definición del arte tenía que
proporcionarnos un modo de distinguir entre arte y no arte teniendo en cuenta
la naturaleza no perceptiva de esta distinción. Pues bien, según Danto, lo que
permitía distinguir las Brillo Boxes de Warhol de las cajas de estropajos de la
marca “Brillo” era “una atmósfera de teoría artística, un conocimiento de la
historia del arte: un mundo del arte.”3.
3 “(A)n atmosphere of artistic theory, a knowledge of the history of art: an artworld” Danto (1964), p.
580.
4 “It is the role of artistic theories, these days as always, to make the artworld, and art, possible. It
would, I should think, never have occurred to the painters of Lascaux that they were producing ‘art’ on
those walls. Not unless there were Neolithic aestheticians” Danto (1964), p. 581.
89
podamos identificar la atmósfera teórica dentro de la que el objeto en cuestión
haya sido producido.
La tesis de que el mundo del arte es necesario para que haya arte puede
entenderse de dos formas: una fuerte y una débil. Comenzaremos por ésta
última ya que parece ser la manera en la que el propio Danto la ha entendido.
Decir que sólo hay arte si hay un mundo del arte es decir que el arte
tiene una naturaleza teórica. Esto es lo que diferencia a un fresco de Giotto de
una pintura en el interior de la caverna. El primero habría sido concebido y
producido bajo una determinada concepción del arte –en este caso, la
dominante durante el Renacimiento- mientras que el segundo no parece tener
tras su producción ninguna reflexión particular acerca del arte. Parece que,
5 Para una propuesta contraria véase, Aumont, J., La estética hoy, Madrid, Cátedra, 2001.
6 Alternativamente, el antropólogo cultural C. Geertz defiende, en “Juego profundo. Notas sobre la riña
de gallos en Bali” en La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1997, pp. 339-372, que la práctica
de la riña de gallos tal y como se lleva a cabo en Bali puede considerarse como una práctica artística. La
razón por la que Geertz caracteriza esta práctica como artística es fundamentalmente su función
simbólica. Según Geertz, el lugar central de esta práctica en la vida y sociedad balinesas hace de ella una
actividad que va más allá del mero “juego”; la riña de gallos en Bali involucra toda una serie de valores,
procesos de proyección, vocabulario que se extrapola del mundo del gallo a otros ámbitos de la vida
emocional, social, etc. Además, la riña de gallos a pesar de que incorpora una forma de violencia literal –
para con los gallos, obviamente- permite representar simbólicamente la violencia que, a su vez, se
reprime en la vida real.
90
como mucho, el tipo de consideraciones que guiaban la actividad pictórica de
las cavernas eran consideraciones de tipo mágico o religioso.
7 Esto no implica que gran parte de la tradición pictórica ejemplifique, además, este tipo de interés
teórico y que repercuta en la producción pictórica misma. En cualquier caso, este rasgo no es por ello
necesario para la creación de una pintura.
91
exigencia demasiado fuerte? Después de todo, no parece que todo lo que los
libros de historia del arte incluyen en sus páginas haya sido creado satisfaciendo
esta condición. Basta recordar los murales de las cavernas o las pirámides
egipcias ¿cuál es la teoría del arte que hay tras ellas? ¿Si no hay ninguna,
deberíamos considerarlas como no-arte? ¿No estaría Danto sobre-
intelectualizando el arte? Es posible que históricamente el arte haya ido
vinculándose más y más a una reflexión teórica sobre su propia naturaleza a la
que tanto artistas como teóricos han contribuido; pero ¿convierte eso al arte en
una actividad inseparable de una determinada teoría acerca de su naturaleza?
¿Podemos generalizar esta condición que, si bien parece recoger una intuición
clara acerca del carácter del arte moderno, nos llevaría a rechazar como arte
gran parte de las obras que normalmente consideramos como tales?
92
un lienzo9. También, podemos imaginar un caso en el que un programa de
ordenador produjera, también por una yuxtaposición arbitraria de notas, una
melodía indiscernible nota por nota de la V Sinfonía de Beethoven10, sin que
dijéramos que el ordenador ha compuesto una obra maestra. Y, por último,
podemos imaginar a un mono manco tecleando en una máquina de escribir
mientras degusta un delicioso queso manchego y que el resultado fuera
indiscernible de una copia de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha11.
En primer lugar, una definición del arte de este tipo no era necesaria
porque contábamos con mecanismos perfectamente fiables para identificar el
arte sin necesidad de referirnos a una definición o conjunto de criterios. Estos
D. L. 1999.
12 Aunque, como se ha dicho en el capítulo anterior, esto podría no ser más que fruto de un snobismo
Kennick, W., “Does Traditional Aesthetic Rest on a Mistake?” Mind, 67 (1958), 317-34.
93
mecanismos serían los que se aglutinan bajo la noción de “aire de familia”. Esta
noción había sido introducida por Wittgenstein en las Investigaciones Filosóficas14
justamente para dar cuenta de los criterios de identidad de términos para los
que no podemos dar una definición precisa, como, por ejemplo, el concepto de
“juego”.
94
Por esto, primero, no necesitamos de una teoría del arte para identificar
el arte porque podemos perfectamente llevar a cabo esta tarea apelando a los
parecidos de familia que nuevas obras exhiben con respecto a obras anteriores
y, segundo, no deberíamos asumir ninguna teoría particular ya que, al hacerlo,
estaríamos sacrificando la esencial apertura y flexibilidad del concepto de arte.
17 Para ver una exposición completa del contraejemplo, véase Danto (1981), p. 60.
95
relacionadas con la percepción de “aires de familia” no nos permitiría distinguir
el arte del no arte. Por tanto, en este caso, la noción de “aire de familia” sería
inservible.
18Carroll, N., Philosophy of Art. A contemporary Introduction, London, Routledge, 1999, pp. 218-221.
19Aunque no se ha mencionado hasta ahora, creo que debería atribuirse este rasgo del arte a Wölfflin y
su conocida frase “no todo es posible en todo momento”. “Incluso el talento más original no puede
avanzar más allá de ciertos límites que son fijados por el momento en el que vive. No todo es posible en
todo momento, y ciertos pensamientos solo son posibles en ciertos estadios de desarrollo”. [“Even the
most original talent cannot proceed beyond certain limits which are fixed for it by the date of its birth.
Not everything is possible at every time, and certain thoughts can only be thought at certain stages of
the development”] Wölfflin, H., Principles of Art History: the problem of the development of style in late art, trans.
M. D., Hottinger, Dover Publications, New York, ix citado en Danto, A. C., After the End of Art,
Contemporary Art and the Pale of History, Princenton, Princeton University Press, 1997, p. 44.
96
Es cierto que obras que hoy día son consideradas arte no podrían
haberse presentado como tales hace, por ejemplo, 2000 años. Es decir, que el
tipo de consideraciones que entran en juego a la hora de determinar la
artisticidad de un objeto han variado históricamente. Esta es la razón por la que
Weitz caracteriza de “abierto” al concepto de arte. Sin embargo, creo que, al
contrario de lo que Weitz suponía, la noción de mundo del arte de Danto o de
atmósfera teórica necesaria para la producción artística permite dar cuenta
perfectamente de la expansión característica del arte.
97
historiador del arte E. H. Gombrich en un párrafo que podría envidiar el más
wittgensteiniano de los wittgensteinianos nos dice:
20 “There is no such thing as Art. There are only artists. Once these were men who took coloured earth
and roughed out the forms of a bison on the wall of a cave; today they buy their paints, and design
posters for the Underground; they did many things in between. There is no harm in calling all these
activities art as long as we keep in mind that such a word may mean very different things in different
times and places, and as long as we realize that Art with capital A has no existence. For Art with a
capital A has come to be something of a bogey and a fetish. You may crush an artist by telling him that
what he has just done may be quite good in its own way, only it is not ‘Art’. And you may confound
anyone enjoying a picture by declaring that what he liked in it was not the Art but something different.”
E. H. Gombrich, The Story of Art, p. 5, Londres, The Phaidon Press, 1950.
98
los muchos y variados aspectos que, para cada ocasión, entran a formar parte
del juego evaluativo e interpretativo del arte. Como historiador del arte,
Gombrich presta atención, en primer lugar, a las artes tradicionales: la pintura,
la escultura, la música, la literatura, la arquitectura o la danza; pero también
encuentra arte en otras prácticas menores –siempre y cuando nos ofrezcan la
posibilidad de ejercer el gusto y de mostrarnos grados de excelencia. En su
artículo “La historia del arte y las ciencias sociales”21 llega incluso a considerar
la fabricación de la sidra como un arte. Así entendido, el arte no requiere de una
determinada teoría acerca del mismo para ser producido o identificado.
Tampoco ha de satisfacer los criterios estipulados en una definición; además ni
siquiera tiene que estar enmarcado dentro de una de las artes nobles. Una buena
cerámica o una sidra bien elaborada podrían ser tan dignas de ser consideradas
arte como una escultura griega o un Picasso.
Así pues, parece que, sin necesidad de apelar a una concepción teórica
detrás del objeto artístico, podemos dar cuenta de la identificación de obras de
arte, apelando a nuestra capacidad de juzgar la excelencia dentro de un género.
Pero, ¿no sería esta forma de entender el arte también vulnerable al
experimento de los indiscernibles? ¿No estamos, a fin de cuentas, sustentando
la identificación del arte en la facultad del gusto, en la capacidad para
discriminar la excelencia de una obra, respondiendo a ella? ¿Y no es posible que
dos objetos generen una experiencia o respuesta similar pero que uno de ellos
no sea arte?
21 Gombrich, E. H., (1973) “La historia del arte y las ciencias sociales” en Ideales e Ídolos. Ensayos sobre los
valores en la historia y el arte, Madrid, Debate, 1999, pp. 131-166.
99
Gombrich podría respondernos -como, por otra parte, reconocen
todas las versiones de la teoría estética- que consideraremos solo objetos
intencionales, realizados por el hombre dentro de unas determinadas prácticas
que, a su vez, regulan la excelencia dentro de ellas. El Cañón de Colorado nos
fascina pero no es una obra de arte. Además, obras como la 5ª de Beethoven,
El Quijote o el Guernica son obras maestras, pero las experiencias que estas obras
producen tienen poco o nada e común y su excelencia depende en gran medida
del tipo de contribución que cada una supone dentro del género y la tradición a
la que pertenece. La apreciación estética es artística sólo en el seno de
determinadas tradiciones, en las que existe un canon de excelencia y
probablemente una historia. Pero las tradiciones pueden ser de cualquier
práctica: de la pintura, el encaje de bolillos y los toros.
22 “Si el conocimiento de que algo es una obra de arte involucra una diferencia en el tipo de respuesta
estética al objeto -…- entonces habría un problema de circularidad en cualquier definición del arte en la
que se hiciera referencia a la respuesta estética como rasgo definitorio”. [“(I)f knowledge that something
is an artwork makes a difference in the mode of aesthetic response to an object -…- then there would
be a threat of circularity in any definition of art in which some reference to aesthetic response was
intended to play a defining role.”] Danto (1981), p. 91.
100
se trate23. Por ejemplo, el dinamismo de una pintura depende en parte del tipo
de pintura que sea, del estilo al que pertenece, de la obra completa del artista
que la ha producido, etc. Así, dos pinturas perceptivamente indiscernibles
pueden poseer propiedades estéticas diferentes o producir experiencias estéticas
distintas en función de las categorías bajo las que las percibamos.
23 Kendall Walton ha mostrado, creo que convincentemente, este rasgo de las propiedades estéticas en
su artículo (1970) “Categories of Art” en Aesthetics. A Critical Anthology, Dickie, G., Sclafani, R. &
Roblin, R., Nueva York, St Martin Press, 1989, pp. 394-414. La identificación de las propiedades
estéticas en un objeto artístico no puede hacerse nunca in vacuum, sino que éstas serán una función de la
categoría artística a la que pertenezca la obra en cuestión.
24 “(A)esthetic qualities of the work are a function of their own historical identity”, Danto (1981), p.
111.
101
teoría estética no nos puede proporcionar una forma de identificar el arte; ni si
quiera podemos estar seguros de qué propiedades estéticas tiene un objeto, sin
saber primero qué tipo de objeto estamos juzgando.25
25 “Mi teoría es que una obra de arte tiene una gran variedad de cualidades, de hecho posee cualidades
de tipos completamente distintos a los que posee su contrapartida perceptivamente indiscernible pero
que no es una obra de arte. Y algunas de esas cualidades pueden muy bien ser propiedades estéticas o
propiedades que uno puede experimentar estéticamente o hallar “excelentes y valiosas”. Pero entonces
para responder estéticamente a éstas, uno debe primero saber que el objeto es una obra de arte, y de
hecho se presupone que la distinción entre lo que es arte y lo que no ha de estar disponible antes de
que una diferencia en la respuesta a esa diferencia de identidad sea posible”. [“My own view is that a
work of art has a great many qualities, indeed a great many qualities of a different sort altogether, than
the qualities belonging to objects materially indiscernible from them but not themselves artworks. And
some of these qualities may very well be aesthetic ones, or qualities one can experience aesthetically or
find “worthy and valuable”. But then in order to respond aesthetically to these, one must first know
that the object is an artwork, and hence the distinction between what is art and what is not is presumed
available before the difference in response to that difference in identity is possible”] Danto (1981), p.
94.
26
Eaton, M. M., Aesthetics and the good life, Rutherford, Fairleigh Dickinson University Press, 1989.
27 “(T)he particular features pointed to may vary. However, what we do when our experience is
102
De esta manera, la postura de Eaton combina la variación histórica de
los valores estéticos, por un lado, con la idea de que –sean cuales sean esos
valores en un momento dado- lo que hace de un objeto arte es que posea
ciertas propiedades estéticas. Es posible, por ejemplo, que el valor estético de
Les demoiselles D’Avignon fuera completamente impensable como valor artístico
en el arte del Renacimiento, pero lo que haría a esta obra y a un fresco de
Giotto ser arte es que ambas exhiben ciertos valores estéticos.
29 Richard Hopkins ha examinado, en su artículo “Speaking Through Silence. Conceptual Art and
Conversational Implicature”, Conceptual Art, Goldie, P. y Schellekens, E. (eds.), Oxford University Press,
2006, el posible desafío del arte conceptual a la concepción estética del arte.
103
¿debemos excluir esta forma artística del reino del arte? ¿Es posible que haya
arte aún cuando no tenga valor estético? Parece que la respuesta natural dentro
de un marco como el visto es: no.
El arte puede ser muchas cosas, puede exhibir cierta flexibilidad con
respecto al tipo de valores estéticos que en un momento u otro determinan su
valor artístico general, pero llegados a cierto punto –que el arte Pop y el
Conceptual parecen ejemplificar- donde las razones que normalmente cuentan a
favor del valor de una obra se ponen entre paréntesis, nuestra capacidad para
reconocer algo como arte se pone igualmente entre paréntesis.
104
Identificar y apreciar una obra son una y la misma cosa. En esto, nos
dice Tilghman, el arte es como los chistes34 de los que no tiene sentido que
primero los identifiquemos y después captemos su significado. Ambas cosas se
hacen a la vez. De ahí que ninguna teoría pueda suplir la carencia de esa
reacción que toda obra, como un buen chiste, ha de generar.
Creo que esta íntima relación entre “ser una obra de arte” y “poseer
cierto valor artístico”36 puede entenderse mejor trayendo a colación la
caracterización de Marcia Eaton de la identificación de las propiedades
estéticas. Para ella,
105
aprendemos a ver las aguas cristalinas y luego a ver el río como
bello; aprendemos a ver y a deleitarnos en la belleza de las
aguas cristalinas a la vez.37
37 “(W)e do not learn first to see that something is a case of uttering deceptive statements, and then
learn second that it is bad; we learn to see uttering deceptive statements as bad. Something like this
seems to be true also of aesthetics upbringing. We do not learn to see the white water and then to see
the river as beautiful; we learn to see and delight in the beauty of the white water at the same time.”,
Eaton (1989), p. 163.
38 “Bajo la etiqueta de propiedades estéticas podemos incluir cosas tales como el diseño y la
composición, el espacio, la línea, la masa, el color y el tema en las artes visuales; la estructura
argumentativa, el desarrollo de los caracteres, el esquema rítmico, la imaginería y la metáfora en
literatura; la melodía, la armonía y la tonalidad en música, y así para el resto. Todas estas características
son las que Mandelbaum sin duda habría incluido entre las propiedades perceptibles del arte. Hay
también otras propiedades que uno puede llamar estéticas pero de las que podríamos tener dudas a la
hora de calificarlas de “directamente perceptibles”; pienso en propiedades que son el resultado de
ciertas relaciones entre las obras de arte tales como el estilo, la alusión, el pastiche o la parodia. Dónde
exactamente se sitúe la línea entre las propiedades estéticas y las no-estéticas no es una cuestión de gran
relevancia para la cuestión que nos preocupa ahora.”. [“Under the heading of aesthetic qualities we can
include such things as design and composition, space, line, mass, colour, and subject matter in the visual
arts; plot structure, character development, rhyme scheme, imagery, and metaphor in literature; melody,
harmony, and tonality in music, and so on. These are all the things that Mandelbaum would doubtless
include among the exhibited properties of art. There are also other properties that can be called
aesthetic that one may hesitate to describe as ‘directly exhibited’; I am thinking of properties that are the
result of certain relations between works of art such as style, allusion, pastiche, and parody. Exactly
where the line is drawn between the aesthetic and the non-aesthetic properties of art is of no great
matter for the present issue.”] Tilghman, (1984), p. 81.
39 Al caracterizar el arte conceptual, Tilghman sostiene que “se identifica con el slogan de que una obra
de arte es cualquier cosa que el artista diga que es. Es difícil evitar la conclusión de que no es otra cosa
que puro Humpty-Dumptismo, esto es, otro ejemplo de la idea de que las palabras pueden significar
106
capítulo anterior, el espectador de esta obra no puede sino reaccionar con
perplejidad, pues, por más que trate de adivinar el quid de la misma, no consigue
apreciarla. Es como un chiste sin gracia.
Stanley Cavell, por su parte, comparte con Tilghman su interés por las
aplicaciones del pensamiento de Wittgenstein a las cuestiones estéticas y, en este
sentido, considera que ser arte no es algo distinto de poseer cierto valor. De
hecho, en su Must we mean what we say? ,40 ofrece una crítica al arte Pop que nos
recuerda a la queja expresada por Tilghman. Para Cavell, como para Tilghman,
la identificación del arte es una actividad que está inmersa en los modos cómo
hemos aprendido a ver, apreciar y a tratar lo que es el arte. Si algo que se nos
presenta como arte, no satisface ninguna de las expectativas, funciones o
valores a través de los que nos hemos familiarizado con la tradición artística,
entonces no hay nada más allá de esto a lo que podamos apelar para justificar su
status artístico. Así, acerca del arte Pop, Cavell nos dice:
cualquier cosa que uno quiera que signifiquen”. [“(I)t is also one with the slogan that a work of art is
whatever an artist says it is. It is difficult to escape the conclusion that this is nothing but pure Humpty-
Dumptism, another instance of the view that words can mean anything that one wants them to mean”]
Tilghman, (1984), pp. 91-92.
40 Cavell, S., Must we mean what we say? Cambridge, Cambridge University Press, 1976.
41 “This is not painting; and it is not painting not because painting couldn’t look like that, but because
serious painting doesn’t; and it doesn’t, not because serious painting is not forced to change, to explore
its own foundations, even its own look; but because the way it changes –what would count as a relevant
107
Como vemos, también para Cavell la tradición y sus profundas
convenciones hacen de algo artístico y justifican nuestras respuestas. Tanto para
Cavell como para Tilghman, la identificación del arte es inseparable de la
identificación de su valor y éste, también en ambos, suele entenderse como
valor estético.
Que lo estético pertenece al reino del arte y que ambos son de una sola
pieza parece igualmente ser la intuición detrás de la tesis de Eaton acerca de la
apreciación estética de la naturaleza o del no arte. Para ella, las apreciaciones
estética y artística están tan unidas que incluso cuando hablamos de percepción
change- is determined by the commitment to painting as an art, in struggle with the history which
makes it an art, continuing and countering the conventions and intentions and responses which
comprise that history.”, Cavell (1976), p. 222.
42 Otra cosa es que ese valor pueda determinarse única y exclusivamente a través de una experiencia; ya
que, como se ha visto anteriormente, el valor estético de una obra es sensible a cuestiones contextuales.
No obstante, en lo que Tilghman y Cavell parecen tener razón es en que si la obra no produce ningún
tipo de experiencia del tipo que normalmente esperamos del arte, entonces no tenemos razones para
atribuirle valor estético y, por ende, según su visión del arte, valor artístico.
43 “(I)f we are to take the proposal to desaesthetize art seriously, we must be prepared to understand the
concept of an artistic intention that is not an aesthetic intention and I must confess to being at a loss to
know what such an intention might be.”, Tilghman, (1984), p. 87 Algunas páginas después “Se dice que
Wittgenstein preguntó si uno puede jugar al ajedrez sin la reina y, en el mismo sentido, deberíamos
preguntarnos si alguien puede hacer una obra de arte sin lo estético.”. [“Wittgenstein is said to have
asked whether one can play chess without the queen and in the same spirit we should ask whether one
can make a work of art without the aesthetic.”], p. 90.
108
estética de la naturaleza el modelo que sirve a nuestras caracterizaciones
procede de la apreciación artística. Como nos dice: “Si estoy en lo cierto cuando
sostengo que podemos saber si una experiencia es estética examinando si la
terminología que usamos para describirla pertenece al discurso histórico y
crítico, entonces, en un sentido importante, la experiencia estética depende del
arte y no viceversa.”.44
44 “If I am right that we can tell an experience is aesthetic by seeing whether art historical and critical
terminology is used to describe it, then there is an important sense in which the aesthetic depend upon
art and not vice versa.”, Eaton (1989), pp. 121-122.
109
¿Qué sucede, pues, con la tesis de Danto de la necesidad de un mundo
del arte o de una teoría del arte que sirva de lecho para la producción artística?
Por un lado, parece un requisito muy fuerte y sofisticado y parece dejar fuera
toda aquella producción de la que no podemos decir que hubiera una teoría
detrás; por otro, y dada la posibilidad ejemplificada en el experimento de los
indiscernibles, parece proporcionarnos un criterio para distinguir entre arte y no
arte. He tratado de recoger algunas posturas que, contrariamente a lo asumido
por Danto, defendían la dispensabilidad de este componente teórico para
identificar el arte; bien porque no necesitamos un criterio específico alguno –
como los neo-wittgensteinianos- bien porque nuestra identificación del arte sea
inseparable de una determinada respuesta a su valor estético o artístico como
sugieren las posturas de Gombrich, Marcia Eaton y, los también
wittgensteinianos, Cavell y Tilghman.
Es cierto que apelar a una determinada concepción del arte para asignar
a un objeto status artístico no parece ser el procedimiento habitual por el que
identificamos el arte; pero, por otro lado, la propia historia del arte moderno
parece exigirnos un criterio que no sea exclusivamente estético. Es posible que
el arte moderno en su galopante tendencia al auto-descubrimiento haya dejado
atrás el reino de lo estético. Es posible que, como el hombre de Musil45, el arte
moderno sea un arte sin atributos y de ahí la necesidad de definiciones y teorías
que le den un sentido. Danto, al afirmar que la necesidad de una teoría para
distinguir el arte del no-arte está quizá universalizando una necesidad que solo
110
el arte moderno ha convertido en perentoria. De cualquier manera, y si el arte
moderno aún es arte, parece que el punto débil de las teorías que hemos
revisado más arriba es que no serían capaces de acomodar esta nueva condición
del arte que tanta teoría ha requerido. Pero todas ellas reconocen que hay un
contexto (llamémosle un “mundo del arte”) en el que el arte se constituye. Solo
que no es de teorías.
111
Veamos cómo surge el problema con un poco más de detenimiento.
(i) Una teoría del arte es necesaria para que haya arte.
Parece que, para que no surja este problema, hemos de acotar los
elementos de la relación entre teorías y obras de arte por uno de sus lados. O
bien asumimos un conjunto de objetos determinado que constituye la extensión
del término arte –el conjunto de las obras de arte- sobre el que las distintas
teorías ofrecen una caracterización de su naturaleza; o bien asumimos que lo
que hace a una teoría del arte ser tal es que tiene como objeto algo para lo que
ya tenemos una cierta definición. Si aceptamos la primera parte de esta
disyunción, entonces, las teorías del arte dejarían de tener la capacidad de
determinar lo que es el arte en el sentido de determinar la extensión del término
a través de una determinada intensión; ya que la extensión del término estaría
fijada de antemano –por ejemplo, serían todas aquellas cosas que la historia del
arte incluye en su discurso. Si aceptamos la segunda parte, entonces las teorías
del arte, para ser del arte y no de cualquier otra cosa, han de asumir
implícitamente un determinado concepto de arte que sirva como noción puente
entre ellas, pero entonces, de nuevo, su papel como determinante de la
intensión del concepto de “arte” se desvanecería.
112
históricamente conduce a una aporía que solo se resuelve si abandonamos esta
forma de entender la relevancia ontológica de las teorías del arte. Gregory
Currie46 y Stephen Davies47 han identificado esta aporía y han tratado de
mostrar los sin-sentidos que se derivan de su asunción. El primero ha elaborado
un argumento para mostrar que cualquier intento de dar sentido a este papel
determinante de las teorías del arte nos conduce, finalmente, a tener que
reconocer el papel de un concepto general de arte que nos permite conectar
entre sí unas teorías con otras –debilitando, así, la función ontológica de las
mismas-. Davies, por su parte, ha señalado que, si asumimos la relativización de
la naturaleza ontológica del arte a las distintas teorías, entonces no podemos dar
sentido a la idea de que las distintas teorías sean teorías del arte.
46 Currie, G., “A Note on Art and Historical Concepts”, British Journal of Aesthetics, 40, 1, 2000, pp. 186-
190.
47 Davies, S., “Definitions of Art” The Routledge Companion to Aesthetics, Gaut, B., y Lopes, D. M., (eds.),
pp. 169-179.
48 Carrol, N., “Essence, Expression, and History” Danto and his Critics, Rollins, M., (ed.), Cambridge,
113
la caracteriza filosóficamente y se le atribuyen poderes ontológicos a las teorías
del arte surjan los problemas relativistas que hemos apuntado.
***
Una vez que hemos visto los sentidos en los que la tesis de Danto de la
necesidad de un mundo del arte o de una atmósfera teórica puede ser
entendida, así como algunos posibles argumentos en contra de esta necesidad,
vamos a prestar atención al papel de estas teorías en las interpretación de las
obras de arte.
Si hemos visto que una teoría o una determinada concepción del arte
eran necesarias para que hubiera arte, parece que este elemento de la
producción artística tendrá también alguna repercusión en el modo en el que
interpretamos las obras. Por tanto, la noción de mundo del arte también será
relevante para determinar la interpretación correcta de una obra. La
interpretación correcta será aquella que tenga en cuenta con el tipo de
consideraciones teóricas bajo las que una obra fue producida. Danto ha dicho
que su forma de entender los constreñimientos de la interpretación artística es
similar al modo en el que Baxandall caracterizó la explicación histórica de las
obras de arte:
114
como para ser capaces de practicar lo que el historiador del
arte Michael Baxandall ha llamado “crítica de arte inferencial”,
que de hecho no es otra cosa que la explicación histórica de las
obras de arte.50
50 “The kind of interpretation to which I refer here is under the constraint of truth and falsity: to
interpret a work is to be committed to a historical explanation of the work. The theory of artworlds to
which I subscribe is that of a loose affiliation of individuals who know enough by way of theory and
history that they are able to practice what the art historian Michael Baxandall terms “inferential art
criticism”, which in effect simply is historical explanations of works of art.” Danto, A., Beyond the Brillo
Box, The Visual Arts in Post-historical Perspective, New York, Farrar Straus Giroux, 1992, p. 42.
51 “The world has to be ready for certain things, the artworld no less than the real one.” Danto (1964),
p. 581.
52 Danto ha señalado cierta tendencia de los críticos de arte que asumen una determinada teoría del arte,
por ejemplo, la estética, a valoran todas las obras como si la producción de una determinada experiencia
estética fuera la razón de ser de la obra y no otro tipo de consideraciones. En “African Art and
Artifacts” Encounters and Reflections: Art in the Historical Present, New York, Farrar Straus Giroux, 1990, pp.
164-170, Danto sostiene con respecto a objetos rituales que con frecuencia se exhiben como obras de
arte: “Sin embargo, en sus contextos originales, la mayoría de los objetos que clasificamos como arte
primitivo no fue realizado con la intención de que provocara una experiencia estética, incluso si la
excelencia estética era reconocida como un índice de los profundos e importantes poderes que habían
sido capturados.”. [“Still, in their original contexts, most of what we class as primitive art was not
intended to be responded to aesthetically, even if aesthetic excellence was acknowledged as an index
that the deep and important powers had been captured.”], pp. 167-8.
53 Danto, (1981), p. 125.
115
interpretación artística se siguen dos cosas. Primero, que la interpretación es
constitutiva de la naturaleza artística: toda obra es un objeto interpretado de
acuerdo con la atmósfera teórica en la que ha sido producido. Como Danto
mismo se atribuye: “Mi tesis es que las interpretaciones constituyen las obras de
arte, de manera que no puedes tener, como si dijéramos, la obra de arte en un
lado y la interpretación en el otro.”.54 Por ello, las obras de arte solo surgen
cuando el objeto es considerado bajo una interpretación55. En segundo lugar,
que dos interpretaciones del mismo objeto producirán obras de arte diferentes.
Basta recordar el ejemplo de Danto de las obras La Primera Ley de Newton y La
Tercera Ley de Newton para ilustrar esto.
54 “My view is that interpretations constitute works of art, so that you do not, as it were, have the
artwork on one side and the interpretation on the other.”, Danto (1986), p. 24.
55 Ser una obra de arte es ser algo “cuyo esse es interpretari.”. [“whose esse is interpretari.”], Danto (1981),
p. 125.
116
J K
B explica sus obras como sigue: una masa, que presiona hacia
abajo, se encuentra con una masa que presiona hacia arriba: la
masa inferior reacciona con la misma fuerza en la dirección
opuesta a la masa superior. A explica su obra como sigue: la
línea a través del espacio es el recorrido de una partícula
aislada. El recorrido va de un límite a otro para dar la
sensación de que seguiría indefinidamente más allá del
cuadro.56
56 “Two painters are asked to decorate the east and west walls of a science library with frescoes to be
respectively called Newton’s First Law and Newton’s Third Law. These paintings, when finally unveiled,
look, scale apart, as follows: As objects I shall suppose the works to be indiscernible: a black, horizontal
line on a white ground, equally large in each dimension and element. But then, when we pay attention
to the artistic identifications proper to each of them we find very different things to consider: B
explains his works as follows: a mass, pressing downward, is met by a mass pressing upward: the lower
mass reacts equally and oppositely to the upper one. A explains his works as follows: the line through
the space is the path of an isolated particle. The path goes from edge to edge, to give the sense of its
going beyond.” Danto (1964), p. 577.
117
Siguiendo a Danto, una vez que, en parte guiados por los títulos de las
obras, comienza la tarea interpretativa del objeto, nos encontramos con dos
obras totalmente diferentes. Sin embargo, lo que nos interesa aquí no es tanto
que un mismo objeto puede constituir obras diferentes como que las
interpretaciones artísticas que constituyen la obra de arte han de respetar un
criterio de coherencia interna. Los distintos rasgos del objeto que son
considerados en la interpretación han de ser vistos como un todo. Es decir,
interpretar un rasgo de cierta manera, nos compromete con interpretar los
demás rasgos en consonancia con esa interpretación.
57“(H)ow one artistic identification engenders another artistic identification, and how, consistently with
a given identification, we are required to give others and precluded from still others: indeed, a given
identification determines how many elements the work is to contain. These different identifications are
incompatible with one another, or generally so, and each might be said to make a different artwork,
even though each artwork contains the identical real object as part of itself. (…) Finally, notice how
acceptance of one artistic identification rather than another is in effect to exchange one world for
another.” Danto (1964), p. 578.
118
así, el resto del lienzo es visto de acuerdo con una u otra interpretación. Como
dice Danto: “simplemente identificar un elemento impone todo un conjunto de
otras identificaciones pertinentes o que encajan con ella. Todo el conjunto se mueve
a la vez”.58
58 “simply to identify one element imposes a whole set of other identifications which stand or fall with
it. The whole thing moves at once.” Danto (1981), p. 119.
59 “Es analítico al concepto de obra de arte que ha de haber una interpretación.”. [“It is analytical to the
Library.
61 Mozart, Wolfgang Amadeus, The Magic Flute (Die Zauberflöte), Dover Publications, Inc., New York,
1985.
119
arma, una ristra de sonidos con un lugar y a una persona con un carácter
ficticio. Es decir, hemos identificado cosas que literalmente no son idénticas.
Parece que la relación que tenemos aquí podría describirse como una relación
de substitución o de representación. La fotografía está, en algún sentido, por el
hijo; la mano está por la pistola, los sonidos por las puertas de Kiev y el actor
por uno de los personajes de la Flauta Mágica.
una parte física, de un objeto; y, finalmente, es una condición necesaria para que algo sea una obra de
arte que alguna parte o propiedad del objeto sea designable por el sujeto de una oración que emplee este
es especial.”. [“(I)n each case in which (artistic identification) is used, the a stands for some specific
physical property of, or physical part of, an object; and, finally, it is a necessary condition for something
to be an artwork that some part or property of it be designable by the subject of a sentence that
employs this especial is.”] Danto, “The Artworld”, p. 577.
63 Brueghel el Viejo, Pieter, Paisaje con la caída de Ícaro, 1558, Musées Royaux des Beaux Arts, Brussels.
120
laboratorio señala “bola” cuando se le presenta una imagen de
una bola. En los casos autoconscientes implica una
participación en el mundo del arte, una disposición a consentir
la falsedad literal de la identificación.64
64 “The logical fulcrum on which a mere thing is elevated into the Realm of Art is that I have casually
introduced as the act of artistic identification; its linguistic representation is a certain identificatory use
of “is” which I shall merely designate as the “is” of artistic identification: as when one says a dab of
paint that it is Icarus, or of a smudge of blue paint that it is the sky, or –pointing to a certain knock-
kneed actor- that he is Hamlet, or singling out a passage of music and saying it is the rustling of the
leaves. It is a usage mastered (…) when the child pointing to a picture of a cat says that it is a cat, and
perhaps in the animal laboratory where the chimpanzee signs “ball” when presented with a picture of
one. It implies, in self-conscious cases, a participation in the artworld, a readiness to acquiesce in a
literal falsehood.” Danto (1981), p. 126.
65 “Este es un tipo de es que posee una cualidad transfigurativa emparentada con la de la identificación
mágica, como cuando uno dice que un muñeco de madera es su enemigo, (…). Con la identificación
mítica, como cuando decimos que el sol es el carro de Febo (…); con la identificación religiosa, como
cuando decimos que el pan y el vino son cuerpo y sangre; y con la identificación metafórica, como
cuando decimos que Julieta es el sol. (…) Cada una de estas identificaciones es, desde luego, consistente
con su falsedad literal, pero hay una diferencia pragmática entre estos tipos –excepto el de la
identificación metafórica- y la identificación artística, que consiste en el hecho de que el identificador
hace bien en no creer su falsedad literal en los casos no artísticos.”. [“This is an is which is of
transfigurative kin to magical identification, as when one say a wooden doll is one’s enemy, (…). To
mythic identification, as when one says that the sun is Phoebus’s chariot (…); to religious identification, as
when one says that wafer and wine are flesh and blood; and to metaphorical identification, as when one
says that Juliet is the sun. (…) Each of these identifications is, of course, consistent with its literal
falsehood, but there is a pragmatic difference between some of them –I except metaphorical
identification- and artistic identification, consisting in the fact that the identifier had better not believe
in the literal falsehood in the nonartistic cases.”] Danto (1981), p. 126.
66 Nietzsche, Friedrich, (1872) El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo, Madrid, Alianza, 1978.
121
misma estructurada mágicamente en virtud del hecho de que
había cosas especiales, a las que se atribuían poderes especiales,
capaces de múltiples presentaciones, en cosas que contrastaban
con la realidad, que estaban bien fuera de ella o se oponían a
ella, por decirlo de alguna manera, ya que la realidad misma
sufrió una transformación correspondiente tras la que perdió
su aspecto mágico ante los ojos de los hombres.67
67 “All I wish to stress at this point is that we would call statues, gravure, rites, and the like, underwent a
transformation from being simply part of reality, itself magically structured by virtue of the fact that
special things, regarded as possessing special powers, were capable of multiple presentations, into things
that contrasted with reality, standing outside and against it, so to speak, as reality itself underwent a
corresponding transformation in which it lost its magic in men’s eyes.”, Danto (1981), p. 77.
68 “Images … have their use or they would not have been so popular … To me, however, their danger
is more obvious. Images of the Holy easily become holy images, sacrosanct.” Lewis, C. S., A grief
Observed, San Francisco, Harper, 1961, p. 83.
69 “¿No siente todo el mundo que ciertos retratos lo miran? ¿No estamos todos familiarizados con el
guía del castillo o de la casa campestre que muestra a los asombrados visitantes que uno de los retratos
en la pared nos sigue con los ojos? Tanto si lo quieren como si no, le adjudican una vida propia. Los
propagandistas y los diseñadores publicitarios han explotado esta reacción para reforzar nuestra
tendencia natural a dotar a la imagen de presencia.”. [“Do we not all feel that certain portraits look at us?
We are familiar with the guide in a castle or country house who shows the awe-struck visitors that one
of the pictures in the wall will follow them with its eyes? Whether they want it or not, they endow it
122
fotografías de nuestros seres queridos parecen acercárnoslos cuando están lejos,
etc. Además, ofreció una distinción que puede ser pertinente para la cuestión
que ahora tratamos. Gombrich distinguió entre el arte como substituto y el arte
como representación70. Lo que distingue a uno del otro es que la relación entre
lo substituido y la obra está determinada por la capacidad del substituto de
desempeñar alguna función propia de lo substituido, mientras que en el caso del
arte como representación haciéndolo presente71. Por ejemplo, un palo puede
ser un substituto para un caballo en el contexto de un juego de niños, ya que
estos pueden ir a horcajadas sobre el palo. En este caso, no parece que haya
ninguna relación de parecido entre el caballo y el palo – al menos no una
relación que sea anterior al uso mismo del palo como si fuera un caballo.
Aunque la representación produce en ciertos aspectos el mismo efecto que lo
representado, solo causa la ilusión de su presencia, de lo que el espectador es
consciente.
with a life of its own. Propagandists and advertisers have exploited this reaction to reinforce our natural
tendency to endow an image with a ‘presence’.”] Gombrich (1959) Art and Illusion. A study in the
psychology of pictorial representation, Londres, Phaidon, 1996, p. 96.
70 Gombrich, E. H., “Meditations on a hobby horse” en (1963) Meditations on a Hobby Horse and other
essays on the theory of art, London, Phaidon, 1994, pp. 1-11. Traducción al castellano por José María
Valverde en Meditaciones sobre un caballo de juguete y otros ensayos sobre la teoría del arte, Madrid, Debate, 1998,
pp. 1-11.
71 En Art and Illusion, Gombrich desarrolla una teoría mimética la imagen, es decir, el criterio que
123
artística y otros tipos de identificaciones –como la mágica o la religiosa- aunque,
como también pone de manifiesto Danto, existen profundas diferencias:
72 “(C)onsistent with its literal falsehood, but there is a pragmatic difference between some of them –I
except metaphorical identification- and artistic identification, consisting in the fact that the identifier
had better not believe in the literal falsehood in the nonartistic cases.(…) The moment one believes it
false that wafer and wine are flesh and blood, communion becomes a ritual enactment rather than a
mystical participation. (…) But nothing like this is the case with artistic identifications, where if a and b
are artistically identified, this is all alone believed consistent with the failure of literal identity. Literal
identity need not fail.” Danto, (1981), p. 126.
124
toda interpretación sería válida, sino solo aquella que el artista, dado el mundo
del arte en el que trabajaba, podía tener.
125
sin embargo, y como dijo el propio Danto, en principio, aquello son pinturas,
no arte. Por tanto, podemos considerar que este tipo de identificación artística
no está constreñida por un mundo del arte, sino que, más bien, tiene reglas
internas de funcionamiento que veremos en breve y que, solo cuando la obra
pictórica es producida dentro de un mundo del arte, son explotadas
artísticamente.
73 Adopto aquí la noción de ver-en propuesta por R. Wollheim en Art and its Objects, Essay V, “Seeing-as,
Seeing-in, and pictorial representation”, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 205-226,
para caracterizar la experiencia perceptiva de las representaciones visuales, frente a la experiencia
perceptiva común denominada “ver cara a cara”. Aunque no nos detendremos aquí en exponer su
teoría de la percepción pictórica, para Wollheim, las experiencias perceptivas de “ver un caballo cara a
cara” y “ver un caballo en una pintura” poseen lógicas y fenomenologías distintas.
126
capaces de reconocer las representaciones qua representaciones, sino
simplemente que reconocen el contenido representado. Lo que nos dice el
experimento es que las representaciones visuales parecen explotar las facultades
perceptivas involucradas en el reconocimiento cara a cara y que basta con que
esas capacidades funcionen correctamente para que podamos reconocer el
contenido visual de las imágenes –como lo hacen los monos y las palomas, por
otra parte.
Por otro lado, parece que deberíamos ser cautos a la hora de comparar
el comportamiento recognicional animal y humano; pues, si bien es cierto que el
reconocimiento del contenido representado no parece requerir el dominio, por
ejemplo, de un código o de una serie de convenciones que nos permita llegar a
él, la experiencia visual que tenemos ante las representaciones pictóricas no es,
sin más, la de reconocer lo representado como si lo tuviéramos delante74. Como
la mayoría de las teorías sobre la representación pictórica asumen, la experiencia
pictórica se caracteriza por una fenomenología distintiva: el espectador de una
pintura es consciente simultáneamente del contenido visual representado y de
las marcas pictóricas que hacen posible la representación75. El espectador de
una imagen-de-caballo no cree estar simplemente ante un caballo sino que es
consciente de la superficie marcada sobre la que la configuración en la que ve el
caballo tiene lugar. Es decir, vemos las imágenes como representaciones
visuales y, en este sentido, nuestra experiencia es distinta de la de los
chimpancés que, salvo evidencia contraria, solo parecen responder a las
representaciones visuales como responderían ante lo representado por ellas.
74 Quizá algo así era lo que Gombrich tenía en mente cuando caracterizó la experiencia pictórica en
términos de ilusión.
75 Richard Wollheim, por ejemplo, ha denominado a este aspecto de la experiencia pictórica la
condición de la duplicidad, según la que el espectador es consciente del aspecto configuracional –las
marcas sobre la superficie- y el aspecto recognicional –el contenido representado. El rasgo de la
duplicidad permite explicar por qué cuando percibimos una pintura y vemos lo representado en ella no
estamos simplemente ilusionados, sino que sabemos que estamos ante una representación visual. Véase,
Wollheim, R., Art and its Objects, (1989), y Painting as an Art, (1987).
127
Danto da cuenta de esta distinción cuando señala que la capacidad de
reconocer algo como una representación visual es lógicamente distinta de la
capacidad para reconocer lo representado visualmente:
Es decir, para Danto hay una diferencia entre que una pintura “sea de”
algo y que “represente” algo, en el sentido de “estar por”. El niño y el
chimpancé reconocen la paloma, pero esto no implica que dominen el concepto
de representación o “estar por” que está en juego cuando decimos que una
imagen representa su contenido visual. En realidad, aunque son lógicamente
distintas, normalmente podemos decir que una imagen representa aquello de lo
que es.
76“Of course it is not clear that on the basis of this sort of recognitional skill, the child or chimpanzee
that learns to identify pictures as of something learns that they stand for what they are of, since that is a
logically distinct matter. But for just that reason it should be clear that learning when pictures stand for
something has little to do with learning what they are of.” Danto (1981), p. 75.
128
ha tratado de distinguir entre la historia de esas representaciones –que comienza
con Altamira y Lascaux- y la del arte.
129
Veamos las diferencias entre estos tipos de identificaciones dado el
ejemplo imagen-de-paloma. Tenemos un cuadro sobre la paz en el que se
representa pictóricamente a una paloma. En primer lugar, un niño o un
chimpancé verían una paloma y, es posible, que se comportaran como si lo que
estuvieran viendo fuera una paloma real y no una representación-de-paloma. Es
decir, no dominan la noción de representación en general, ni la de
representación visual, en particular. Un espectador del cuadro que no esté
habituado a la simbología asociada al concepto de “paz” identificará
probablemente la paloma; pero, al contrario que el niño, será capaz de
considerar su propia experiencia no como la de una paloma vista cara a cara,
sino como la experiencia de una imagen-de-paloma; así, sabría que la imagen
representa visualmente o está por una paloma. Por último, un espectador
familiarizado con los códigos simbólicos, vería una representación de la paz. Ya
que la imagen-de-paloma representa –en un sentido no-pictórico- la paz. En
este último caso la relación de “estar por” no requiere que haya parecido; puede
darse entre dos objetos simplemente por convención, como sucede con el
lenguaje –en su uso denotativo- y con los símbolos –visuales, lingüísticos,
sonoros, etc.- en general.
130
Así, hemos visto que al menos estos dos tipos de identificaciones
artísticas que Danto recoge en sus ejemplos no parecen tener nada
específicamente artístico. Su presencia puede ser necesaria pero no es suficiente;
así que, a menos que se muestre que su mero uso transforma a un objeto en
arte –y no simplemente en una representación- no parece que estos
mecanismos sean específicamente artísticos.
Hasta ahora, los dos tipos de identificación artística de los que dan
cuentan los ejemplos de Danto no parecen ofrecernos ningún mecanismo
específicamente artístico; esto es, no nos permiten producir obras de arte a
partir de objetos. Como mucho, obtenemos representaciones pero no todas las
representaciones son arte, obviamente.
131
pintor esperaba que su obra no fuera simplemente juzgada por su fidelidad a la
apariencia del retratado sino también por su capacidad para mostrar aspectos
psicológicos del mismo. Igualmente, esperaba que se valoraran aspectos
técnicos de su pintura y como éstos repercutían en las presentación del
contenido representado, etc.
Hasta ahora las identificaciones que hemos visto asignan a partes del
objeto significados, constituyendo, así, a los objetos en representaciones. Danto
nos dice ahora que en ocasiones la identificación artística se aplica no sobre
objetos sino sobre representaciones mismas, como cuando decimos que
Inocencio X es un retrato o que el lenguaje discursivo en una novela es una
descripción. En el primer caso, hay una serie de convenciones propias del
género artístico que exceden la capacidad de la pintura de hacer posible el
reconocimiento del Papa. Danto lo explica en relación a la literatura. Una
descripción literaria se diferencia de una descripción ordinaria en que para la
primera la cuestión de su verdad o falsedad no parece la única relevante para su
identidad. Como Danto dice:
132
la segunda se identifica artísticamente mientras que la primera
se identifica literalmente como descripción.77
Por otro lado, parece que habría que matizar la aparente irrelevancia de
la verdad o la falsedad para la cuestión de la identidad artística. Ya que, al
menos en la producción pictórica de retratos tenemos un ejemplo en el que la
veracidad de la representación es un aspecto relevante para determinar la
calidad del retrato. De hecho, lo mismo podemos decir de muchas obras que
tienen como tema y propósito un hecho real. Incluso, podríamos cuestionarnos
77 “The difference between factual and fictive description is not that the former is true and the latter
false –for something may be after all be meant as factual and be false without thereby being elevated to
the status of fiction, and fictional prose may in literal fact be true- but in the fact that the latter is
artistically identified as description and the former literally identified as that.” Danto (1981), p. 127.
133
si esta demarcación de lo artístico como lo ficticio no sería demasiado
restrictiva; después de todo, algunos ejemplos de la literatura clásica no se
consideran menos artísticos por el hecho de que no puedan caracterizarse como
ficción78.
78 Por ejemplo, parece que el conjunto de obras que componen Las Sagas no tenían una intención
ficcional y, sin embargo, numerosos estudios coinciden en su valor artístico.
79 Danto (1964), p. 582.
134
aplican a un determinado tipo de objetos especificado previamente80. Por
ejemplo, el par de predicados opuestos “soltero/casado” sólo se aplica a los
seres humanos –de momento. Mientras que “alto” y “bajo” son contrarios
porque se aplican a cualquier tipo de objetos.
80 “Un objeto debe primero ser de un tipo antes de que un par de opuestos puedan aplicársele, y
entonces como mínimo y al menos un par de opuestos se le aplicará.”. [“An object must be first of a
certain kind before either of a pair of opposites applies to it, and then at most and at least one of the
opposites must apply to it.”] Danto (1964), p. 582.
81 No obstante, predicados que originalmente se aplican exclusivamente a obras de arte penetran en
otras categorías, como el diseño o la moda, y acaban por formar parte genuina de las caracterizaciones
que se llevan a cabo en territorios extra-artísticos.
135
noción de “matriz estilística”. Una matriz estilística es una estructura de
predicados artísticos que se va enriqueciendo históricamente y que nos
proporciona, para cada obra de arte, una descripción completa de todos los
predicados artísticos que se le aplican. La matriz estilística es una estructura
abierta que va incorporando predicados artísticos conforme el mundo del arte
varía. Por ejemplo, el predicado “literal” no era un predicado artístico hasta que
las obras de arte minimal –en parte, gracias a la caracterización de Michael Fried-
hicieron que ese predicado fuera pertinente artísticamente.
The greater the variety of artistically relevant predicates, the more complex the individual members of
the artworld become; and the more one knows of the entire population of the artworld, the richer one’s
experience with any of its members.” Danto (1964), pp. 583-584.
136
interpretaciones en conflicto con la idea -defendida por el propio Danto- de
que no es legítimo interpretar una obra de acuerdo con categorías bajo las que
la obra en cuestión no ha sido producida ni pudo ser producida? ¿Puede Danto
dar sentido a estas dos tesis a la vez?
84 “No podemos aplicar los predicados de imaginatividad a las obras o sus autores a menos que
sepamos qué aspecto tenía el mundo para ellos.”. [“(W)e cannot apply the predicates of imaginativeness
to works or their authors unless we know what they believed –unless we know what the world looked
like to them.”], Danto (1981), p. 129.
85 “retroactive enrichment of the entities in the artworld”; Danto (1964), p. 58.
137
“entonces, de hecho, tanto H como no-H llegan a ser artísticamente relevantes
para toda la pintura y si ésta es la primera y única pintura que es H, todas las
demás pinturas se convierten en no-H”86.
Aunque parece razonable que lo que una obra de arte significa, expresa,
representa, etc. está parcialmente determinado por lo que puede ser dicho,
hecho y comprendido en un determinado momento de la historia del arte, con
cierta frecuencia encontramos ejemplos de aplicación de predicados que,
estrictamente hablando, no pertenecen al mundo del arte bajo el que una
determinada obra ha sido realizada.
86 “(T)hen, in fact, both H and non-H become artistically relevant for all painting, and if this is the first
and only painting that is H, every other painting in existence becomes non-H.” Danto (1964), p. 583.
87 Estas críticas se encuentran en Carroll, Noël, “Danto, Style, and Intention” The Journal of Aesthetics and
138
Propongo distinguir al menos tres tipos de aplicación extemporánea de
predicados artísticos y defender que, al menos uno de estos casos, no debería
ser rechazado de nuestras prácticas críticas.
139
asumiendo una determinada concepción del arte, tienden a interpretar y evaluar
todas las obras de arte bajo un único prisma están desatendiendo a la
especificidad de las intenciones que pueda haber detrás de cada obra particular.
Por ejemplo, ha criticado contundentemente las exposiciones que tratan de
agrupar obras de distintas tradiciones, naturaleza, intenciones y significado bajo
unos mismos supuestos. En su artículo “African Art and Artifacts”88, por
ejemplo, ha puesto de manifiesto la fatal tendencia a unificar obras de distinta
naturaleza bajo el paradigma estético, forzando así a las obras bajo una
interpretación que es ajena a las intenciones que subyacen.
88 Danto, A., “African Art and Artifacts” Encounters and Reflections: Art in the Historical Present, Farra Straus
Giroux, New York, 1990, pp. 164-170.
89 Con esto no nos estamos comprometiendo con un sentido más controvertido –analizado en el
140
de un rasgo estilístico (que, en general, solo podemos determinar como tal una
vez que disponemos de un corpus relativamente denso de obras) implica
describir la obra inicial de un artista en términos que el artista mismo no pudo
emplear. Por tanto, la naturaleza misma de las adscripciones estilísticas
involucraría la descripción de las obras en términos que no podían formar parte
de las intenciones del artista cuando las realiza.
141
disponibles para el artista. La razón por la que el artista parece estar condenado
a cierto tipo de ignorancia sobre su obra es simple: parte de los hechos que
harán que una determinada descripción sea válida para describir una obra no
son hechos contemporáneos al momento de producción de esa obra, sino
posteriores. La identificación de un rasgo estilístico particular de la obra de
Picasso en uno de sus trabajos tempranos solo puede tener lugar una vez que
disponemos de un hábeas en el que ese rasgo particular muestre cierta
presencia.
142
violar los constreñimientos sobre la interpretación derivados de las intenciones
del artista pero, por otro, son parte indispensable de nuestras caracterizaciones
de la sobras de arte. He tratado de mostrar –recurriendo a algunas de las
consideraciones que el propio Danto introdujo en su reflexión sobre la
naturaleza del discurso histórico- que las adscripciones estilísticas no pueden
sino proporcionar una descripción de la obra que es extemporánea a la obra
misma; esto debe ser entendido, simplemente, como el reconocimiento de que
la noción de estilo es una categoría histórica y que, por tanto, requiere para su
aplicación tomar en consideración un determinado corpus artístico.
143
y filosofía “desemancipadora”? Danto, siguiendo en esto a Hegel, asume que
autodeterminación y libertad son inseparables: solo si el arte determina su
propia naturaleza es libre; mientras la filosofía proporcione teorías acerca del
arte, éste tendrá una vida heterónoma. Únicamente a través de la autoconciencia
o el auto-conocimiento –es decir, de la autodefinición- puede el arte liberarse de
las ataduras que históricamente le ha impuesto la filosofía. Así, vemos que el
papel de las teorías del arte repercute en la concepción misma de la historia del
arte desarrollada por Danto.
93 “The first is the effort to ephemeralize art by treating it as fit only for pleasure, and the second is the
view that art is just philosophy in an alienated form.” Danto (1986), pp. xiv-xv.
94 “It leads us to wonder whether, rather than art being something the philosopher finally deals with in
the name of and for the sake of systematic completeness –a finishing touch to an edifice- art is the
reason philosophy was invented, and philosophical systems are finally penitentiary architectures it is
difficult not to see as labyrinths for keeping monsters in and so protecting us against some deep
metaphysical danger.” Danto, (1986), p. 12.
144
En resumen, para Danto, “la historia del arte es la historia de la
supresión del arte”;95 de manera que esta relación de dominio, que constituye el
motor de la historia del arte, se disuelve una vez que el arte mismo asume la
tarea de su definición. Para Danto, el arte Pop y, en particular, la Brillo Box de
Warhol llevan al arte a su autoconciencia al plantear con medios puramente
artísticos la cuestión de la naturaleza del arte. Una vez que el arte asume la tarea
de su definición, la filosofía pierde su hegemonía con respecto al arte y deja de
dictar su naturaleza. Como los sujetos de una sociedad libre –una sociedad sin
clases-, el arte puede ser lo que quiera y adoptar cualquier apariencia. Es lo que
Danto denomina la etapa del arte post-histórico: una era en la que ninguna
teoría acerca del arte está más justificada que otra, en la que cada artista puede
elegir el tipo de arte que quiere hacer sin que existan criterios de exclusión.
Parece que hubiera cierta contradicción entre, por una lado, su tesis de
la naturaleza teórica del arte –la tesis según la que el arte, para poder existir,
necesita de una teoría que discrimine lo que es arte de lo que no lo es- y la idea
–desarrollada dentro de la filosofía de la historia de Danto- de que el arte ha
estado sometido por la filosofía a través de las teorías filosóficas que ésta ha
proporcionado históricamente.
Si una teoría del arte es necesaria para que haya arte y las teorías del
arte se caracterizan por responder a la cuestión filosófica “¿qué es el arte?”,
entonces ¿cómo podemos entender la necesidad teórica del arte de una manera
que no sea desemancipadora? ¿Es posible que el arte tenga una vida
emancipada de la filosofía?
95 “(T)he history of art is the history of the suppression of art.” Danto (1986), p. 4.
145
Creo que el diagnóstico que Danto ofrece dentro de su reflexión sobre
la historia del arte es sintomático de la aporía que se deriva de la conjunción de
estas dos tesis. Como él mismo nos dice, cuando el arte adquiere autoconciencia
y formula la pregunta por el arte mismo, entonces el arte, en algún sentido, se
transforma él mismo en filosofía. Pero, ¿no es esto, si cabe, una forma aún más
radical de desemancipación? ¿No es esto lo mismo que afirmar que solo
convirtiéndose en el enemigo puede el arte librarse de él?
96 “Una cosa es conectar la definición del arte con la práctica de la crítica artística y otra definir el arte
en términos de lo que dice el crítico de arte. Los críticos, después de todo, están a menudo atrapados en
momentos anteriores de la historia del arte, como el formalismo, por ejemplo, que solo con dificultad se
aplica al arte contemporáneo.”. [“(I)t is one thing to connect the definition of art with the practice of art
criticism, another to define art in terms of what critics happen to say. Critics, after all, are often locked
up in earlier moments of art history, with formalism, for example, which applies with such difficulty to
contemporary art.”] Danto, A. C., Philosophizing Art. Selected Essays, Berkeley, University of California
Press, 1999, p. 9
146
En cualquier caso, parece prudente examinar con detenimiento el cariz
que las teorías del arte adquieren dentro de su filosofía de la historia del arte y
ser cautos a la hora de asumir las conclusiones de Danto en este punto; después
de todo, al hablar de la historia del arte no solo estamos hablando de su
naturaleza, sino también –y aunque no lo parezca porque la historia siempre
parece una cosa del pasado- de su futuro.
6. Conclusiones
147
recientemente, quizá porque su importancia a la hora de determinar qué sea el
arte nunca había sido tan perentoria.
Hemos señalado, por otro lado, que la noción de mundo del arte y los
condicionantes que impone a la interpretación de las obras de arte parecía
entrar en conflicto con la posibilidad de aplicación retrospectiva de predicados
artísticos y con la idea misma de matriz estilística. Ahora bien, parece que este
conflicto se disuelve una vez que situamos el alcance del mundo del arte, las
teorías artísticas y los predicados que hacen posibles tales descripciones en su
justa medida. De hecho, como hemos visto, la naturaleza del predicado
estilístico no solo es compatible con los condicionantes histórico-teóricos de la
interpretación de una obra, sino que justamente ha de entenderse en el marco
de estos condicionantes.
148
III. SER SOBRE ALGO
Sin embargo, este trasfondo no era suficiente para explicar qué es el arte,
ya que no todo objeto producido dentro de un mundo del arte es, solo por esa
razón, arte. Así, en The Transfiguration of the Commonplace, Danto propone una
definición en términos de condiciones necesarias y suficientes; algo es una obra
de arte si satisface dos condiciones: “ser sobre algo” o tener significado –
aboutness- y expresar algo –normalmente un punto de vista- acerca de lo
representado1. La primera sirve para diferenciar las obras de arte de los meros
objetos y la segunda para distinguir entre obras de arte y otro tipo de
representaciones no artísticas. En este capítulo, me propongo, en primer lugar,
clarificar en qué sentido hemos de entender la noción de “ser sobre algo” y, en
1 Aunque en The Transfiguration of the Commonplace, Danto no ha introducido aún la noción de “encarnar
un significado” propiamente hablando, suele considerar que su definición del arte se encuentra de
manera más o menos completa en este libro. De hecho, en obras posteriores Danto suele remitir a esta
obra como aquella en la que su definición en términos de “ser sobre algo” y “encarnar un significado”
estuviera ya expuesta. Véase, por ejemplo, Danto, A. C., Beyond the Brillo Box, The Visual Arts in Post-
historical Perspective, Berkeley, University of California Press, 1992, p. 41 y Danto, A. C., After the End of
Art, Contemporary Art and the Pale of History, Princenton, Princeton University Press, 1997, p. 195.
149
segundo lugar, examinar algunos problemas que se pueden plantear a la tesis de
que toda obra de arte deba satisfacer esa condición.
Es decir, finalmente, parece que, por “ser sobre algo”, Danto entiende
simplemente ser significativo, independientemente de que entendamos esta
condición en términos representacionales o como ser interpretable.
150
La condición de “ser sobre algo”, así entendida, parece dar cuenta de una
gran variedad de relaciones representacionales. Además la idea del arte como
sustituto expresada en el tercer ejemplo, parece recoger la idea nietzscheana –
también recogida en otros términos por Gombrich - de que el origen del arte
está íntimamente ligado a esta función sustitutiva. De hecho, Danto asume en
The Transfiguration of the Commonplace2, la concepción nietzscheana del paso del
rito al drama, de la presencia a la representación, como se ha visto en 3.1. del
anterior capítulo3.
Natural de Plinio el Viejo, 35.151. La leyenda ha sido narrada innumerables veces para ilustrar el origen
de la pintura –y del arte en general- en el deseo de preservar lo amado: “(E)l arte comienza con la
resistencia a la pérdida; al menos para los antiguos. En un capítulo sobre la escultura en su Historia
Natural, Plinio el Viejo relata la leyenda de la sirvienta corintia, Dibutade, quien, al enfrentarse a la
partida de su amado, lo hizo posar a la luz de una vela y trazó su silueta de la sombra que se proyectaba
en la pared. Su padre, el ceramista Boutades, puso barro sobre la silueta para hacer un retrato en relieve,
inaugurando así el género (y arruinando, imaginamos, la delicada sombra del recuerdo del amor de su
hija).”. [“Art begins with the resistance to loss; or so the ancients supposed. In a chapter on sculpture in
his Natural History, Pliny the Elder relates the legend of the Corinthian maid Dibutade who, when
faced with the departure of her beloved, sat him down in candlelight and traced his profile from the
shadow cast against the wall. Her father, the potter Boutades, pressed clay on the outline to make a
portrait relief, thereby inaugurating the genre (and wrecking, one imagines, the delicate shadow-play of
his daughter’s love souvenir)”], extracto de Schama, S., Hangs-up, A Collection of Essays on Art, BBC book,
2004, citado en The Guardian, 6/11/04.
151
Lo propio de la relación de sustitución, sin embargo, no es que el objeto
que sirve de sustituto nos ofrezca una imagen de lo sustituido. Basta con que
desempeñe alguna función del objeto al que sustituye. Este aspecto de la obra
de arte como sustituto ha sido puesto de manifiesto por el historiador del arte
E. H. Gombrich, quien, en numerosas ocasiones, aunque de manera especial en
su artículo “Meditations on a hobby horse”, elabora la idea del arte como
substituto.5 Sin embargo, es en Art & Illusion6 donde nos ofrece un caso
particularmente interesante. Se trata de la historia contada por el esquimal
Nuvivak que, según Gombrich, ilustra el hecho de que la imagen como
sustituto no ha de satisfacer una relación de parecido sino que ha de funcionar
en algún respecto como aquello a lo que sustituye7. Reproduzco aquí la parte de
la narración que escoge Gombrich:
“Érase una vez un hombre cuya abuela era una maga muy poderosa. El
hombre siempre pasaba apuros con su kayak, que se volcaba, y por eso cuando
se le murió la abuela pensó que los poderes mágicos que ella tenía le servirían
para estabilizar el kayak. La despellejó y clavó la piel, con los brazos y las
piernas sueltos, en el fondo del bote, y así fue que nunca volvió a volcar. Pero
lo malo era que el pellejo se pudría y desgarraba, y entonces el piadoso nieto lo
cambió por una imagen que resultó tener el mismo efecto. Y por eso todavía
hoy los kayaks de nuestras regiones van adornados con imágenes que les
guardan el equilibrio”8.
5 Gombrich, E. H., (1951) “Meditations on a hobby horse” in (1963) Meditations on a Hobby Horse and
other essays on the theory of art, Londres, Phaidon, 1994, pp. 1-11.
6 Gombrich, E. H., (1959), Art and Illusion. A study in the psychology of pictorial representation, Londres,
Phaidon, 1996.
7 “The test of the image is not its lifeliness but its efficacy within a context of action.” Gombrich,
(1996), p. 94.
8 “Once there was a man whose grandmother was a powerful magician. The man often had trouble
with his kayak, which kept capsizing, and so when his grandmother died, he had the idea of using the
powers that were in her to stabilize his kayak. He flayed her corpse and fixed the skin with outspread
arms and legs under the boat –and lo, it never capsized again. Unfortunately, however, the skin decayed
and wore off, and so the pious grandson replaced it by an image that turned out to have the same
effect. And to this very day, kayaks in these regions are adorned with schematic images that keep them
in balance.” Gombrich, (1996), p. 94.
152
Esta historia pone de manifiesto un rasgo sin duda importante de algunas
artes visuales y literarias,9 que es su capacidad para ejercer de sustituto; en
nuestro ejemplo, esta relación viene además reforzada por el hecho de que
tanto el pellejo –que sustituye a la abuela y a sus supuestos poderes- como la
imagen –que heredaría transitivamente la función del pellejo- son efectivamente
sustitutos porque funcionan, esto es, mantienen el kayak en equilibrio.
Sin embargo, resulta más difícil ver cual sería la analogía de este fenómeno
para el caso musical o arquitectónico. Si nos preguntamos por qué cosa, idea,
etc. está un edificio parece que no hay una respuesta obvia; incluso la pregunta
misma resulta forzada, como si estuviéramos aplicando una categoría
inadecuada a la arquitectura. Lo mismo parece suceder con la música –antigua y
moderna- ya que salvo que explícitamente la música haya sido compuesta con
una intención representacional, gran parte de la producción clásica no parece
sustituir algún objeto cuya función sonora pudiera cumplir.
9 El propio Gombrich ha mencionado el poder atribuido a algunas palabras en ciertos contextos y que
explican su prohibición tajante. Como él mismo reconoce “Sabemos de tensiones similares causadas
por la fe en la potencia de los símbolos en el dominio del lenguaje y de la escritura. No se deben
pronunciar ciertas palabras porque pudieran arrojar un conjuro, y no hay que escribir los nombres
santos en los textos porque son demasiado sagrados y poderosos para confiarlos al papel.”. [“We know
of similar tensions caused by belief in the potency of symbols in the realms of language and writing.
Certain words must not be uttered because they would cast a spell, and holy names must not be spelled
out in written texts because they are too sacred and potent to be entrusted to paper.”], (1996), pp. 94-
95.
153
Danto ha apelado en varias ocasiones a la analogía entre el arte y el
lenguaje para explicar el carácter representacional del primero. Así, al igual que
el lenguaje está separado antológicamente de la realidad en tanto que ésta es su
objeto o aquello sobre lo que el lenguaje versa, el arte compartiría este status
representacional que hace que los objetos artísticos no sean meros objetos sino
objetos que refieren a algo.
Por ello, tendríamos que determinar qué concepción del lenguaje parece
asumir Danto y cómo modela su visión del arte de acuerdo con éste.
Según Danto,
10 Por ejemplo tal y como se formula la teoría representacional del lenguaje en el Tractatus de L.
Wittgenstein.
11 “(W)orks of art are logically of the right sort to be bracketed with words, even though they have
counterparts that are mere real things, in the respect that the former are about something (or the
question of what they are about may legitimately arise).” Danto (1981), p. 82.
154
para que algo sea una representación no tiene por qué tener una determinada
apariencia y viceversa: algo puede tener la apariencia de lo que normalmente
ejerce una función simbólica pero no serlo en absoluto12. Como bien señaló
Goodman13, cualquier cosa puede estar en lugar de otra en el contexto
adecuado. De hecho, Danto comparte con Goodman la idea de que lo que hace
de algo un símbolo no es una característica intrínseca al vehículo simbólico sino
un determinado uso en un contexto comunicativo. Incluso podemos afirmar
que, por lo que respecta al status artístico de un objeto, la teoría de Goodman
es más radical que la Danto; para Goodman un objeto es artístico solo cuando
es usado o funciona como tal, de manera que lo que ahora es una obra de arte
puede dejar de serlo una vez que su función como obra cese. Incluso un lienzo
de Rembrandt puede no ser arte si, por ejemplo, en lugar de ubicarlo en el
museo para contemplarlo estéticamente, lo empleamos como una manta14.
usa para sustituir a una ventana rota o como una manta.”. [“On the other hand, a Rembrandt painting
may cease to function as a work of art when used to replace a broken window or as a blanket.”]
Goodman, (1978), p. 67.
15 Goodman, N., “When is Art?” Ways of Worldmaking, USA, Hackett Publishing Company, 1978, pp.
57-70.
155
manera más eficaz del papel de ciertas obras. De la misma manera que el
lenguaje nos permite realizar distintos actos de habla16, el arte puede representar
cosas pero también expresar una emoción, pedir algo, alentar una acción e
incluso, como parece ser el caso de las elegías, lamentar la muerte de un ser
querido.
156
En el orden de la arquitectura, algunas interpretaciones semióticas han
explicado de este modo el carácter sintáctico de la arquitectura: los distintos
elementos arquitectónicos están por o representan diferentes acciones en el
sentido de que las sugieren. Por ejemplo, una puerta, el paso, una ventana
mirar-salir, una escalera, subir-bajar20.
20 Véase, Eco, U., La estructura ausente. Introducción a la semiótica, Barcelona, Lumen, 1981.
157
existe entre realidad y arte es el que se da entre realidad y
discurso.21
Fijándonos en este aspecto “ser sobre” algo significa que toda obra de
arte es sobre algo externo a ella misma, es decir, tiene contenido o tema.
21 “(A)rt differs from reality in much the same way that language does when language is used
descriptively (…) This is not at all to say that art is a language, but only that its ontology is of a piece
with that of language, and that the contrast exists between reality and it which exists between reality and
discourse.” Danto (1981), p. 83.
22 Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y, Papa Inocencio X, National Gallery of Art, Washington, 1650.
158
Para Danto, el término “medio” no designa exclusivamente lo que
normalmente se entiende por medio artístico –esto es, pintura, escultura,
música, drama, etc.- sino que designaría todo aquello que hace posible que un
contenido se presente como se presenta. Es decir, lo que comúnmente se
entiende por “forma” de la representación también sería parte del medio tal y
como Danto lo entiende.
Así entendida, parece que la condición de “ser sobre algo” implica que
hemos de ser capaces de distinguir en toda obra de arte el medio o forma del
contenido o tema. O, cuando menos, que esa distinción es pertinente cuando
hablamos del arte mientras que es una distinción que no tiene sentido aplicar a
un mero objeto. En cierto sentido, esta forma de entender la condición de “ser
sobre algo” nos lleva a un aspecto de la concepción del arte de Danto ya
revisada en el capítulo anterior: la noción de identificación artística. Este tipo
particular de identificación nos permitía asignar significados a partes del objeto,
es decir, consistía en transformar a un objeto en medio para un significado.
Aún así, ¿no es posible encontrar casos de obras que no refieran a nada
más allá de ellas mismas? ¿Qué no tengan contenido? ¿No es el arte minimal –
por poner un ejemplo- un tipo de arte que repele este carácter significativo?
159
negación explícita de su carácter representacional. Las obras de arte minimal no
representan nada, no tienen tema, no realizan ningún acto, simplemente están.
¿Qué sucede con estas obras? ¿Son arte o son meros objetos?
160
tuviera ninguno. En el otro caso, carece de él porque es del
tipo de cosas al que lógicamente no se le aplica, ya que es una
mera cosa (aunque también sea un artefacto).23
23 “So Picasso’s tie and Cezanne’s tie have no subject, but the force of saying this is different in the two
cases. In the one case, the work lacks a subject because Picasso willed that it had none. In the other
case, it lacks one because it is logically of the wrong sort to have one, being only a thing (if also an
artefact).” Danto (1981), p. 47.
161
Si, como decimos, la noción de “ser sobre algo” adelgaza hasta coincidir
con la posibilidad de interpretabilidad es necesario examinar qué entiende
Danto por interpretación y qué tipo de factores la condicionan.
arte.”. [“I shall think of interpretations as functions which transform material objects into works of
art.”] Danto (1986), p 39.
25 “Creo que no podemos estar completamente equivocados si suponemos que la interpretación
correcta de un objeto-como-obra-de-arte es una que coincide con lo más posible con la propia
interpretación del artista.”. [“I believe we cannot be deeply wrong if we suppose that the correct
interpretation of object-as-artwork is the one which coincides most closely with the artist’s own
interpretation.”] Danto (1986), p. 44.
162
alguna intención o decisión sobre cómo marcar el lienzo o sobre qué
experiencia producirá en el espectador. Aunque estos lienzos se parecen a las
representaciones visuales que un artista pudiera hacer, no significan nada
porque no podemos atribuir al mono ningún tipo de decisión o elección
significante con respecto al aspecto de su obra. Considerar estas obras como
arte sería igual que considerar que las manchas de humedad de una pared
representan algo –por más que podamos ver en ellas objetos reconocibles26.
Hay dos tipos de errores a los que puede dar lugar el concepto
de arte, uno es filosófico y el otro es meramente crítico. El
primero es el de interpretar algo que no es arte como un
candidato artístico y el segundo consiste en interpretar
erróneamente una cosa que hemos clasificado
adecuadamente.27
26 Según la versión de Wollheim (1987), ampliamente aceptada, de qué es una representación pictórica,
solo cuando lo que se ve en una superficie marcada ha sido producido intencionalmente se trata de una
representación.
27 “There are two shorts of mistakes the concept of art gives rise to, one of which is philosophical and
the other merely critical. The first is to interpret something which is not in candidacy for art, and the
second consists in giving the wrong interpretation of the right sort of thing.”, Danto (1986), p. 40.
163
tipo de objeto al que no pertenece –como cuando interpretamos los cuadros de
monos como obras de arte- y, en segundo lugar, incluso si identificamos
correctamente la categoría a la que pertenece el objeto, podemos errar al
interpretarlo correctamente –por ejemplo, podemos interpretar el Guernica
como una obra alegre.
164
Con respecto al primer tipo de intención, parece que se reconoce como
relevante en general para determinar el status artístico de un objeto y pocos
niegan que sea necesaria algún tipo de intención artística para que efectivamente
haya arte. Otra cuestión es que esa intención sea suficiente para que lo haya. Es
decir, ¿se puede hacer arte solo con la intención de hacer arte?
Otros, como Dickie, parecen sin embargo, admitir que esta intención sea
suficiente para que algo sea arte puesto que, dada su definición institucionalista
del arte, basta con que un objeto producido por un artista sea presentado ante
un público para que haya arte, sin necesidad de que el objeto signifique nada, o
el artista quiera decir, expresar o provocar algo. De acuerdo con su definición:
“Una obra de arte es un artefacto del tipo creado para ser presentado a
un público del mundo del arte.”28
Pero ¿qué sería, entonces, tener la mera intención de hacer una obra de
arte? Veámoslo primero con un ejemplo distinto. Para realizar una escultura es
probable que sea necesaria la intención de realizarla y, así, todos aquellos
objetos tridimensionales producidos por el hombre sin intención escultórica no
son esculturas: pedestales, vallas de madera, cubos y toda clase de figuras
geométricas, etc. Pero, asimismo, hemos de hacer algo más aparte de tener esa
28 “A work of art is an artifact of a kind created to be presented to an artworld public.” Dickie, G., Art
165
intención; hemos de hacer, como mínimo, un objeto tridimensional, como, por
ejemplo, un cubo geométrico de 1,82cm de lado de acero titulado Die, como el
que produjo Tony Smith en 1962. Así, “tener la intención de hacer una
escultura” solo puede entenderse correctamente si hay alguna acción
determinada por esa intención que muestre que efectivamente tal intención se
da. Si ahora trasladamos esto al caso del arte, tenemos que para “hacer una obra
de arte” es necesaria la intención de hacer arte pero, también, ha de haber
alguna acción particular que se lleve a cabo y que no se agote en la mera
expresión de la intención. Para Danto, esa acción es justamente la de producir
una representación que encarne su significado, pero, para Dickie, parece como
si esa intención estuviera vacía de contenido excepto el de producir un
“artefacto”. En principio, para Dickie, solo dos condiciones la de
artefactualidad y la de exhibilidad habrían de ser satisfechas por una acción para
que fuera artística más allá de que la acción se inserte en un marco de
presentación del mundo del arte.
Al igual que no podemos hacer una escultura con sonidos, para Danto,
no podemos hacer arte sin significado. Sin embargo, a la pregunta “¿qué tipo de
objeto es producido de acuerdo una acción artística?” Dickie no tendría una
respuesta o su respuesta sería “cualquier tipo –de artefacto-” siempre y cuando
se inserte en un marco de presentación del mundo del arte.
166
La cuestión del intencionalismo, sobre todo con respecto a la cuestión
del significado y la interpretación de la obra, ha sido ampliamente discutida29.
En particular, existe un debate aún vivo acerca del papel de las intenciones del
artista en la determinación del significado de la obra. Algunos, como Beardsley,
Dickie y Wilson, defienden que, aunque es necesario que para que haya arte, el
artista ha de haber tenido la intención de hacer una obra de arte, en lo que
respecta al significado de la obra no es necesario apelar a las intenciones del
artista. La obra significa lo que significa independientemente de lo que el artista
haya querido decir. Al igual que el significado de un enunciado está, para el anti-
intencionalista, simplemente determinado por las convenciones lingüísticas
pertinentes, el significado de la obra de arte no está determinado por las
intenciones del artista. Es decir, aceptan un intencionalismo con respecto a la
producción de algo como arte pero no con respecto al significado de la obra.
29 Del lado anti-intencionalista del debate, véase: Beardsley, M. y Wimsatt, W. K., “The intencional
fallacy” en Wimsatt, W. K. Jr. The Verbal Icon; Studies in the Meaning of Poetry. Kentucky University Press,
1954; Dickie, G., Wilson, W.K. “The Intentional Fallacy: Defending Beardsley” The Journal of Aesthetics
and Art Criticism, 1995, 53 (3), p. 233-249. Wilson, W.K., “Confession of a Weak Anti-intentionalist:
Exposing myself” The Journal of Aesthetics and Art Criticism, 1997, 55, p. 309-311; Dickie, G., “Reply to
Carroll”, Journal of aesthetics and Art Criticism, vol. 55 (1997), pp. 311-312 y Dickie, G. “Intentions:
Conversations and Art” British Journal of Aesthetics, 46, 1, 2006, pp. 70-81. Del lado intencionalista
encontramos Carroll, N., (1992) “Art, Intentions, and Conversations” en Beyond Aesthetics: Philosophical
Essays, Cambridge, Cambridge University Press, 2001, pp. 157-180; Carroll, N. (1997) “The Intentional
Fallacy: Defending Myself”, en Beyond Aesthetics: Philosophical Essays, Cambridge, Cambridge University
Press, 2001, pp. 190-197; Cavell, S., Must We Mean What We Say? Cambridge, Cambridge University
Press, 1976; Wollheim, R. Painting as an Art, London, Thames and Hudson, 1987, Baxandall, M. Patterns
of Intentions, On the Historical Explanation of Pictures, New Haven and London, Yale University Press, 1985.
167
algo privado, “un plan en la mente del autor”, e inaccesible al oyente o receptor
de una obra30.
No podemos entrar aquí en los argumentos que tanto unos como otros
han esgrimido para defender el anti-intencionalismo y el intencionalismo con
respecto al significado artístico, pero podemos examinar hasta qué punto la
intención artística que hace de algo una obra de arte está ligada a la intención
con respecto al significado de la obra en cuestión.
30 No obstante, Dickie ha defendido recientemente que la noción de intención que Carroll apunta no es
correcta y que, incluso dentro de su defensa del intencionalismo, sería incoherente con el papel
determinante del significado que Carroll le atribuye. Véase, Dickie (2006), p. 74.
31 Pérez Carreño, F., “<<Institución-arte>> e intencionalidad artística”, Enrahonar, 32/33, 2001, 151-
167.
168
intención en la fijación del status artístico de un objeto que tenemos que aceptar
la postura intencionalista con respecto al significado? Parece que no. Incluso si
es cierto que la concepción de Dickie de la intención artística es errónea -por
vacua- no se sigue del reconocimiento de este error que el anti-intencionalismo
con respecto al significado sea falso. Así, aunque es cierto que la intención
artística ha de entenderse no como pura intención de “hacer arte”, sino como
una que determina una acción concreta de producción de un objeto, no se sigue
directamente de esta forma de entender la intención artística que tengamos que
comprometernos con una postura intencionalista con respecto al significado.
Después de todo, es posible defender, con Beardsley, que la intención artística
es la de producir un objeto que provoque una experiencia estética32 y mantener
un anti-intencionalismo con respecto al significado de la obra. Así, a menos que
tengamos razones independientes para sostener el intencionalismo con respecto
al significado, no basta con mostrar que la noción de intención artística ha de
ser más rica de lo que sostiene Dickie.
32 “(U)na obra de arte puede definirse como una disposición intencional de condiciones para producir
experiencias de un carácter manifiestamente estético.”. [“(A)n artwork can be usefully defined as an
intentional arrangement of conditions for affording experiences with marked aesthetics character”]
Beardsley, M., “In Defense of Aesthetic Value” Proceedings and Addresses of the American Philosophical
Association, Newark, 1979, p. 729. citado en Dickie (2001), p. 34.
169
Para rebatir el anti-intencionalismo con respecto al significado hemos de
mostrar que, efectivamente, entender un enunciado o, para el caso, una obra de
arte, es necesario apelar a las intenciones del hablante o artista. Esto es, lo que
necesitamos, más bien, es apuntar alguna razón a favor del intencionalismo con
respecto al significado que sea independiente de nuestro rechazo de la noción
de intención artística de Dickie.
170
máxima intencionalista de identificar el significado de la obra con las
intenciones del artista? ¿Podemos decir que la obra es a la vez racista y anti-
racista? Carroll ha tratado de mostrar que el hecho de que la obra sea racista, a
pesar de la intención anti-racista de su autor, no supone ningún problema para
la tesis intencionalista con respecto al significado. De hecho, es justamente
porque identificamos correctamente la intención de Verne de hacer una
descripción de Neb como un hombre dócil, infantil y naïve por lo que podemos
describir esa caracterización del personaje como racista. Identificar
correctamente las intenciones con las que ha sido producida una obra o ha sido
hecha una acción no implica que toda la descripción de la acción o de la obra se
agote en las intenciones. A veces, el resultado de una acción va más allá de lo
previsto en las intenciones que la causan. Por ejemplo, puedo querer alimentar a
mi galápago con lechuga y zanahoria –por mi creencia de que es una especie
herbívora- y estar matándolo de hambre dada su dieta rica en proteínas; de tal
manera que es justamente mi intención de conseguir x –alimentar a mi
galápago- lo que explica que mi acción sea en realidad y –matarlo de hambre.
En este sentido, el supuesto problema para el intencionalismo que surge del
hecho de que ciertas descripciones verdaderas de una obra no solo no estén
previstas por el autor sino que, incluso, contradigan sus intenciones se
desvanece al mostrar que justamente son verdaderas porque tenemos en cuenta
la intención del autor. Así, la obra de Julio Verne es racista porque tuvo la
intención de retratar al hombre negro como dócil, infantil y naïve.
171
podemos dar cuenta de la aplicación de predicados estilísticos
retrospectivamente. Esto no quiere decir, sin embargo, que cualquier predicado
estilístico -o su contrario- pueda ser aplicado. Pontormo es manierista aunque el
no calificara así su obra porque dadas las intenciones presentes en su
producción -que causan que sus pinturas posean ciertos rasgos que
conjuntamente satisfacen la definición del estilo manierista- tenemos razones
para calificarla así. Ahora bien, imaginemos el dibujo de un niño que, por su
apariencia, parece un cuadro cubista. ¿Podemos decir de ese dibujo que es
realmente cubista? El niño ha marcado la superficie, ha querido pintar un
guitarra, una botella y una partitura y el resultado se aproxima visualmente a los
bodegones cubistas de Juan Gris. Sin embargo, no parece que sea apropiado
describir como cubista su dibujo pues, en principio, para identificar una pintura
como cubista ha de ser posible identificar la intención del artista de producir
una imagen que recoja simultáneamente las apariencias de un objeto desde
ángulos diversos y no parece que esta sea parte de la intención del niño.
34 Al parecer, esta interpretación fue propuesta por J. Hoberman redactor del Village Voice quien,
extrapolando los recursos fílmicos del cine vanguardista postmoderno a las películas de serie B como las
de Ed Wood, considera que en tanto que éstas satisfacen los rasgos característicos de la producción
fílmica postmoderna, podemos considerar las películas de Wood como trasgresoras y, por ello,
vanguardistas.
172
intenciones. Es decir, podemos hacer algo más de lo que en principio
pretendíamos, incluso hacer lo contrario de lo que pretendíamos sin que esto
implique que las intenciones sean irrelevantes para comprender la acción, su
éxito o fracaso. ¿Por qué no es entonces la película de Wood un ejemplo de
cine trasgresor? ¿No podemos, como dijimos en el caso de Verne, reconocer
que la intención de Wood era probablemente conservadora pero que el
resultado es, pace Wood, trasgresor?
35 “Puede, sin embargo, admitirse que la película de Wood es trasgresora porque viola los códigos
cinematográficos de Hollywood. No lo hace intencionalmente. … Contrariamente a lo que sostiene
Carroll, la trasgresión como tal es neutral con respecto a la intención. Puede haber trasgresiones
intencionales, como presumiblemente sucede en el caso de las violaciones del código cinematográfico
de los productores contemporáneos, y puede haber trasgresiones inintencionadas, como supuestamente
eran las de Wood.”. [“It can, however, be granted that Wood’s film is transgressive because it does
violate Hollywood film-making codes. It does not do so intentionally. … Contrary to what Carroll says,
transgression as such is intention-neutral. There may be intentional transgressions, as presumably the
violations of the present-day film-makers are, and there may by unintentional transgressions, as
presumably Wood’s were.”] Dickie, (2006), p. 79.
36 Según Carroll, “…(T)rasgresión es un concepto intencional, y toda la evidencia indica que Edward
Wood no tenía las mismas intenciones de subvertir el estilo de producción hollywoodienses que poseen
los vanguardistas contemporáneos”. [“…(T)ransgression is an intencional concept, and all the evidence
indicates that Edward Wood did not have the same intentions to subvert the Hollywood style of film-
making that contemporary avant-gardists have.”] Carroll, N., “Art, Intention, and Conversation” en
Carroll (2001) p. 176.
173
determinados términos que empleamos para caracterizar las obras son o no
intencionales en el sentido de que solo podemos adscribirlos si el autor
pretendía hacer una obra que satisficiera ese rasgo. Hemos visto en el ejemplo
anterior que es posible describir una obra en términos que no están abarcados
por la intención del artista pero que, en cierta medida, son coherentes con ella;
así, la obra de Verne es racista porque el escritor retrató intencionadamente al
hombre negro desde un punto de vista paternalista. Sin embargo, el caso de
Wood parece distinto, pues la cualidad trasgresora que J. Hoberman –y Dickie
en su artículo- señala no solo no formaba parte de la intención del cineasta sino
que ni siquiera está conectada con alguna de las intenciones presentes en la
producción de la película. En cierto modo, decir de las películas de Wood que
son trasgresoras es como decir del dibujo de un niño que es cubista solo porque
percibamos cierto parecido entre el dibujo y una pintura cubista.
174
Además, si, con Dikie, abandonamos completamente toda referencia a
las intenciones significantes del artista, parece que la cuestión del valor artístico
de una obra de arte quedara completamente desconectada de la intención del
artista y en cierto modo esto nos llevaría a poder decir que algo puede ser una
obra maestra por casualidad. Un artista podría revolucionar el mundo del arte
en el que habita sin pretenderlo, simplemente por producir un objeto que
funcione estéticamente de un modo imprevisto por el artista y para nada
pretendido por él. Sin embargo, parece que nuestra valoración de los grandes
maestros y el papel que éstos juegan en la formación de un canon artístico no
podrían entenderse como, de hecho, se conciben si fuera posible en general
atribuir valor artístico a una obra cuyo éxito o fracaso está, en principio,
desconectado de la acción intencional del artista de producirlo de una
determinada manera. Entiéndase, no de revolucionar el mundo del arte, por
ejemplo, sino de realizar acciones que, causal y necesariamente, supongan dicha
revolución.
175
supuestas virtudes del anti-intencionalismo es que una obra no es mejor solo
porque su autor diga que, a pesar de los efectos de la misma, lo que pretendía
con ella eran resultados muy distintos a los que, de hecho, ha obtenido.
Efectivamente, una obra no mejora solo porque el artista enumere todas las
virtudes con las que ha sido incapaz de dotar a su obra. No siempre que alguien
tiene una intención se satisface completamente, pero esto no quiere decir que la
intención sea irrelevante para determinar qué tipo de objeto ha sido producido
y qué interpretación le es adecuada. Es decir, el anti-intencionalista fundamenta
su rechazo a la apelación a las intenciones como forma de mejorar la valoración
de una obra que no merece más halagos que los que pueden enumerarse de
acuerdo con la experiencia de la obra. Sin embargo, no es en absoluto
incompatible con el intencionalismo el compromiso con esta forma de entender
la valoración de una obra. Un artista puede fracasar a la hora de llevar a cabo su
intención y explicitarla no hará mejor a la obra, seguirá siendo tan pobre o mala
como lo era antes de referirnos a las intenciones. El intencionalismo no
defiende la tesis de que la obra es lo que el artista quiere que sea, puesto que
esto sería una forma de Humpty-dumptismo. Lo que defiende el intencinalismo
es que para comprender adecuadamente una obra hemos de tener en cuenta la
intención con la que fue producida y que solo contra el trasfondo de esa
intención podemos ofrecer una valoración mesurada de su valor. Finalmente,
así como la obra ni mejora ni empeora simplemente apelando a las intenciones
del artista, la diferencia entre la casualidad y el mérito se distinguen por la
intención del artista y por el trabajo que hay tras una obra. El anti-
intencionalismo acierta en rechazar que una obra pueda ser mejor solo porque
el artista exprese ciertas intenciones que no ha logrado materializar en la obra,
pero de esto no se sigue que las intenciones sean completamente irrelevantes
para la interpretación y la apreciación de la obra.
176
1.4.1. Interpretación superficial e interpretación profunda
referencia a la representación que se le supone sobre su propia acción, de manera que el agente se
encuentra en una posición privilegiada con respecto a cuales son sus representaciones. Con respecto a
sus representaciones profundas no tiene ningún privilegio, de hecho no tiene autoridad sobre ellas, y si
ha de llegar a conocerlas lo hará de la misma manera que otros tienen de identificarlas”. [“(S)urface
interpretation undertakes to characterize the external behaviour of an agent with reference to the
internal representation of it presumed to be the agent’s, and the agent is in some privileged position
with regard to what his representations are. Or at least what his surface representations are. With regard
to his deep representations he has no privilege, hence no authority, for he must come to know them in
ways no different from those imposed upon others.”] Danto (1986), p. 51.
177
sospecha. La distinción es válida para las obras de arte pero, en realidad, es más
general y se aplica, si no a toda acción, a un buen número de ellas40.
40 Por ejemplo, es frecuente dentro de la interpretación profunda propia del psicoanálisis interpretar una
determinada acción a, por ejemplo, robar compulsivamente, como el signo de otro deseo, b, por
ejemplo, violar alguna norma social para que los demás se formen una opinión distinta de uno mismo.
41 “(S)o surface interpretation, when successfully achieved, gives us the interpretanda for deep
significar es central para este tipo de interpretación que justamente por esta razón, debe diferenciarse
del tipo de interpretación hermenéutica o interpretación profunda como prefiero designarla, que me
propongo examinar aquí. Es profunda precisamente porque no ha lugar a referir a la autoridad que es
un rasgo conceptual de lo que podemos llamar interpretación superficial.”. [“So understanding what an
author as agent and authority at once could have meant is central to this order of interpretation that for
just this reason, must be distinguished from the sort of interpretation, hermeneutic or what I shall
designate deep interpretation, which I want to examine here. It is deep precisely because there is not
that reference to authority which is a conceptual feature of what we may as well term surface
interpretation.”] Danto (1986), pp. 50-51.
178
de caracterizar la interpretación profunda son evidentes y, de hecho, Danto
enumera algunas instancias paradigmáticas de interpretación profunda como la
interpretación psicoanalítica, la marxista, la estructuralista y la llevada a cabo en
el seno de filosofías substantivas de la historia, como la de Hegel.
43 “Deep interpretation supposes surface interpretation to have done its work, so that we know what
has been done and why. Now we look for the deep determinates of da Vincian action. Appeal to his
intentions only individuates the interpretandum for a deep interpretation, but the interpretatia refer us
to Leonardo’s kinky unconscious, his economic locus, and to the semiotic of embellishment in
Florentine culture -…- and on and on and on.” Danto (1986), p. 66.
179
ciencias humanas del futuro”44 que, como hemos visto, permiten forjar las
interpretaciones profundas de la obra de Leonardo.
44 “Surface interpretation must be scrupulously historical, and refer only to possibilities Leonardo could
have acknowledged without attributing to him knowledge of the humansciences of the future.” Danto
(1986), p. 66.
45 “(W)e cannot so much as identify the work, let alone allow it to speak, save against an assumption of
achieved interpretation. Without surface interpretation, the artworld lapses into so much ruined canvas,
and so many stained walls.” Danto (1986), p. 67.
180
2. Dos críticas a la condición de “ser sobre algo”
46 “La planitud hacia la que la pintura moderna se orienta no puede ser nunca una planitud completa. La
creciente sensibilidad al plano pictórico ya no permite ilusión escultural, o trompe-l’oeil, pero puede y
permite ilusión óptica. La primera marca sobre una superficie destruye su planitud virtual y las
configuraciones de un Mondrian aún sugieren un tipo de ilusión de una tercera dimensión. Solo que
ahora es una tercera dimensión estrictamente pictórica, estrictamente óptica. Donde los antiguos
Maestros crearon una ilusión del espacio en el que uno podía imaginarse a sí mismo caminando, la
ilusión creada por un modernista es una en la que solo se puede mirar, solo se puede recorrer con el
ojo.”. [“The flatness towards which Modernist painting orients itself can never be an utter flatness. The
181
reflexivo al arte moderno que, en su búsqueda de sí mismo y de su naturaleza se
habría ido desprendiendo de todas aquellas funciones que tradicionalmente
había desempeñado pero que suponían un lastre a su autonomía. Así lo
importante en pintura no sería la capacidad de ésta de representar visualmente
la apariencia de las cosas, sino generar experiencias a través de medios
exclusivamente pictóricos –esto es, a través de la línea, el color, la composición,
de la forma, en definitiva. El arte de la pintura alcanza su madurez cuando ésta
trata de explorar con medios exclusivamente pictóricos su propia naturaleza y
se afana en la búsqueda de los límites de lo que se puede producir
pictóricamente. Así, Greenberg entenderá el proyecto moderno como
indisolublemente ligado a la cuestión de la autonomía artística48. Aún así para
heightened sensitivity of the picture plane may no longer permit sculptural illusion, or trompe-l’oeil, but it
does and must permit optical illusion. The first mark made on a surface destroys its virtual flatness, and
the configurations of a Mondrian still suggest a kind of illusion of a kind of third dimension. Only now
it is strictly pictorial, strictly optical third dimension. Where the Old Masters created an illusion of space
into which one could imagine oneself walking, the illusion created by a Modernist is one into which one
can only look, can travel through only with the eye.”] Greenberg, C. (1960-65) “Modernist Painting”, p.
758 en Art in Theory. 1900-1990. An Anthology of Changing Ideas, Harrison, C. y Wood, P., (eds.),
Blackwell, 1992, pp. 754-760.
47 “Lo que está en juego es este conflicto es si las pinturas o los objetos en cuestión han de
experimentarse como pinturas o como objetos, y lo que determina su identidad como pintura es su
manera de enfrentarse a la demanda de ser formas. De otra forma se experimenta simplemente como
objetos. Esto puede resumirse diciendo que la pintura moderna ha llegado a considerar imperativo
suspender su propia objetualidad, y el factor principal de este proyecto es la forma, pero forma que
debe pertenecer a la pintura- debe ser pictórica y no, o no simplemente, literal. Por su parte el arte literal
lo pone todo del lado de la forma en tanto que propiedad dada de los objetos, si no en tanto que
propiedad sin más. Aspira a no suspender su propia objetualidad, mas bien al contrario, busca y trata de
descubrir su propia objetualidad.” [“What is at stake in this conflict is whether the paintings or objects
in question are experienced as paintings or as objects, and what decides their identity as painting is their
confronting of the demand that they hold as shapes. Otherwise they are experienced as nothing more
than objects. This can be summed up by saying that modernist painting has come to find it imperative
that it defeat or suspend its own objecthood, and that the crucial factor in this undertaking is shape, but
shape that must belong to painting –it must be pictorial, not, or not merely, literal. Whereas literalist art
stakes everything on shape as a given property of objects, if not indeed as a kind of object in its own
right. It aspires not to defeat or suspend its own objecthood, but on the contrary to discover and
project objecthood as such.”] Fried, M., (1967) “Art and Objecthood” en Art and Objecthood, Chicago,
The University of Chicago Press, 1998, pp. 148-172.
48 “La esencia del modernismo reside, tal y como yo lo veo, en el uso de métodos característicos de una
disciplina para criticar la disciplina misma.”. [“The essence of Modernism lies, as I see it, in the use of
the characteristic methods of a discipline to criticize the discipline itself.”] Greenberg, C., (1960-65)
“Modernist Painting”, p. 755 en Art in Theory. 1900-1990. An Anthology of Changing Ideas, Harrison, C. y
Wood, P., (eds.), Blackwell, 1992, pp. 754-760; “Pronto llegó a ser evidente que el área de competencia
propia y única de cada arte coincidía con lo que era exclusivo de su medio. La tarea de auto-crítica llegó
a convertirse en eliminar de los efectos de cada arte lo que pudiera considerarse efectos prestados de
otras artes. De esta manera cada arte llegaría a ser “pura”, y en su pureza encontraría la garantía de sus
estándares de calidad así como de su independencia. “Pureza” significó auto-definición.”. [“It quickly
182
ambos, el arte sigue perteneciendo a la categoría de las representaciones, pues la
experiencia que proporcionan se diferencia de la experiencia de las cosas
naturales o físicas. Las obras de arte tienen propiedades intencionales, que
deben su identidad como tales al hecho de haber sido producidas por una
persona.
emerged that the unique and proper area of competence of each art coincided with all that was unique
to the nature of its medium. The task of self-criticism became to eliminate from the effects of each art
any and every effect that might conceivably be borrowed from or by the medium of any other art.
Thereby each art would be rendered ‘pure’, and in its purity find the guarantee of its standards of quality
as well as of its independence. ‘Purity’ meant self-definition.”] Greenberg, p. 755.
49 Rasgo que, para Fried, destruía las condiciones necesarias para la autonomía artística.
50 “Puesto que la apariencia anterior de no-arte ya no estaba disponible para la pintura, una vez que
incluso un lienzo sin pintar podía presentarse como una pintura, el límite entre el arte y el no-arte tenía
que buscarse en lo tri-dimensional, donde estaba la escultura y donde todo lo que era material que no
era arte también se encontraba.”. [“Given that the initial look of non-art was no longer available to
painting, since even an unpainted canvas now stated itself as a picture, the borderline between art and
non-art had to be sought in the three-dimensional, where sculpture was, and where everything material
that was not art also was.”] Greenberg, C., “Recentness of Sculpture” en Minimal Art. A Critical
Anthology, Battcock, G., (ed.), Berkeley, University of California Press, 1995, pp. 180-186, p. 182.
51 Pérez Carreño, F., Arte minimal. Objeto y sentido, Madrid, La Balsa de la Medusa, 2003, p. 104.
183
espectador alguna experiencia de ilusión, así como la negación del carácter
representacional de la obra de arte. En general, el rasgo característico del
minimal es su vocación reduccionista en el sentido de que las propiedades
estético-artísticas son las físicas.
Así, como veremos, tanto las premisas del arte moderno -que sostienen
que la obra no es otra cosa que las líneas y el color de la que está hecha- como
el conjunto de obras minimal –que rechazan toda comprensión del objeto
artístico más allá de su objetualidad- supondrían, en principio, contraejemplos a
la condición de “ser sobre algo”; y esto incluso cuando estas obras se incluyen
dentro de medios artísticos que tradicionalmente se han caracterizado como
artes representacionales.
52 “(L)os artistas “olfativos”, como los despachara Duchamp, refiriéndose a aquellos que estaban
enamorados del olor de la pintura”. [““(O)lfactory” artists, as Duchamp disparaged them, meaning
those who were in love with the smell of paint”] Danto (1981), p. 132. Aunque en The transfiguration of
the Commonplace el término que aparece es “olefactory”, parece que el término usado por Duchamp fue
“olfactory”, “olfativo”; el propio Danto usa este término, de nuevo apelando a Duchamp, en “The
Bride & the Bottle Rack”, artículo publicado en The Nation, 23 de Agosto 1999.
53 “(B)lack and white paint.” Danto (1981), p. 133. Este formalista (o purista, como lo llama Goodman)
no ejemplifica, sin embargo, lo que Greenberg consideraba arte genuino, que era forma, pero siempre
“forma sentida”; sino que, más bien, está cercano al minimalista.
184
figurativa como en la abstracta. Pero, ¿qué se está diciendo exactamente cuando
decimos que una pintura no es más que el color que se ha usado o la forma que
se ha dibujado? Danto ha señalado que puede haber una cierta ambigüedad con
respecto a cómo se entienda el lema del olfativo.
185
hacer enunciados bastante diferentes y que, por tanto, tienen
fuerzas completamente diferentes. “Esto es pintura negra y
blanca” puede ser en sí mismo una interpretación, también en
la boca del hombre común.54
Algo similar sucede con la famosa frase de Frank Stella, “lo que ves es lo
que ves”56, referida a su obra. De hecho esta frase solo tiene sentido si nuestras
expectativas son las de ver algo más de lo que vemos, o si lo que vemos está, por
ejemplo, por otra cosa o tiene significado. La frase de Stella no es una mera
tautología porque su significado se deriva en parte de las asunciones acerca del
arte que operan como trasfondo. En el momento en el que Stella reclamaba esta
54 “When the olfactory artist says of his work that it is black and white paint, and nothing more, that the
painting is the painting, or that it is not about anything, it may seem to the superficial observer that he is
saying what the plain man is saying. But if we have learned to establish differences between optically
indiscernible objects, differences so deep that pairs of these may lie on opposing sides of an ontological
boundary, we ought not to hesitate to apply the same strategies to sentences which as such seem
indiscernible but which may be used to make quite different statements, and to have accordingly very
different forces. “That is black and white paint” can itself be an interpretation, and so in the mouth of
the plain man.” Danto (1981), p. 133.
55 E. H. Gombrich nos recuerda esta anécdota de Matisse: “J’ai répondu à quelqu’un qui disait que je ne
voyais pas less femmes comme je les représentais: Si j’en rencontrais de pareilles dans la rue, je me
sauverais epouvanté. Avant tout, je ne crée pas une femme, je fais un tableau.” ‘Notes d’un peintre sur
son dessin’ Le Point IV, XXI (1939), 14; Citado en Gombrich, Art and Illusion, p. 345.
56 “What you see is what you see.” Glaser, B., “Questions to Stella and Judd” en Minimal Art. A Critical
Anthology, Battcock, G., (ed.), Berkeley, University of California Press, 1995, p. 158.
186
suerte de austeridad visual, los artistas trataban de emanciparse de una tradición
de acuerdo con la que el arte había satisfecho funciones diversas que, como si
dijéramos, lo distraían de su verdadera esencia. El arte no es ficción ni
representación. Es línea y color en pintura, espacio y volumen en escultura,
sonido en música, palabra en literatura, etc.
187
arte y el no-arte, algo que ni para Fried ni para Danto parece posible. Y por el
mismo tipo de razones.
58“(E)s de una “injusticia manifiesta” que concedamos el título de obra de arte a la mayoría de los items
expuestos en mi exposición, pero que se lo neguemos a un objeto que es como ellos en cada uno de sus
aspectos visibles; esto exaspera a un visitante, un joven y hosco artista de compromisos igualitarios, a
quien llamaré J. Enfurecido y con cierta rabia política, J. pinta una obra semejante a mi mero rectángulo
pintado de rojo e, insistiendo en que es una obra de arte, exige que la incluya en mi exposición, a lo que
consiento con agrado. No es una de las obras más esforzadas de J, pero la incluyo de todos modos.”
[“It is what he terms the “rank injustice” in according the classy term work of art to most of the
displayed items in my exhibit, while with-holding it from an object that resembles them in every visible
particular, which outrages a visitor, a sullen young artist with egalitarian attitudes, whom I shall call J.
Seething with a kind of political rage, J. paints up a work that resembles my mere rectangle of red paint
and , insisting that his is a work of art, demands that I include it in my show, which I am happy enough
to do. It is not one of J’s major efforts, but I hang it nevertheless.”] Danto (1981), p. 2.
188
Sin embargo, parece que esta es una razón muy pobre para reconocer que
la obra “es sobre algo”. Más bien parece que si podemos llamar a una obra de
este tipo “sin título” es porque tradicionalmente las obras realizadas dentro de
este medio han tenido título y porque el título indicaba algo sobre el contenido.
Es decir, sería más bien la ausencia de un rasgo lo que “sin título” estaría
indicando. De hecho, obras que pertenecen a otros medios artísticos no solo no
suelen tener título, sino que si alguien preguntara, por ejemplo, por el título de
un edificio nos parecería una pregunta sin sentido.
Si, por ejemplo, entendemos “ser sobre algo” en su sentido más laxo, esto
es, como satisfaciendo la mera condición de interpretabilidad, parece que
podríamos decir que el objeto de J, en tanto que tendemos a considerarlo como
perteneciendo al tipo de cosas que se interpretan, que “son sobre algo” sería
59Danto advierte que hemos de distinguir entre que una obra no sea sobre nada o que sea sobre la
nada. Por ejemplo, El Ser y la Nada de Jean Paul Sartre es sobre la nada, mientras que J reclamaría para
su obra que no es sobre nada.
189
una obra de arte. En cierto sentido, sería como la Cravat de Picasso que, aunque
no parecía ser sobre nada en concreto, pertenecía al tipo de objetos que
interpretamos dada la intención significante con la que ha sido producida. Así,
el hecho de que la pregunta por su contenido sea pertinente es suficiente para
mostrar que pertenece a la clase de cosas interpretables. La Cravat de Picasso y
el cuadrado rojo de J pueden tener contenidos mínimos pero no son meros
objetos.
Así, parece que J estaría probando los límites de una teoría del arte que no
parece conceder demasiado a las apariencias de las cosas. Pero ¿consigue J su
objetivo? ¿Es su cuadrado rojo, en tanto que mero objeto, una obra de arte? La
respuesta de Danto es no: las fronteras que separan los meros objetos de las
obras de arte son nítidas. Es posible que tengamos dudas a la hora de
determinar cuando un objeto es arte, pero una vez que lo determinamos no es
posible que un mismo objeto pertenezca plenamente a los dos mundos. Un
mero objeto que se introduce en el mundo del arte –recuérdese la Fuente60 de
Duchamp- deja de ser un mero objeto.
Así, el propósito de J, esto es, hacer una obra de arte que sea a la vez un
mero objeto, sería como producir un objeto imposible o una contradicción,
algo así como encontrar un soltero casado. O bien J ha producido una obra de
arte y entonces es perfectamente pertinente la pregunta por su contenido –
190
aunque éste sea mínimo-, o bien J simplemente ha producido un mero objeto;
en cualquiera de los casos, sostiene Danto, J deja intactos los límites entre el
arte y el no arte61.
Pero ¿por qué es imposible que un mero objeto sea arte? las actitudes que
tenemos ante el objeto en uno y en otro caso son completamente distintas y,
diría Danto, incompatibles entre sí. Por escuálida que sea una obra, siempre
tendemos a buscar su significado, a preguntarnos por la intención con la que ha
sido concebida, etc.; por otro lado, aunque algunas obras se producen
intencionalmente con “fragmentos de realidad” -como sucede por ejemplo con
la tradición que inaugura el collage y que sobrevive en el arte contemporáneo-
estos fragmentos, de alguna manera pierden su status inicial al ser integrados en
la obra.
Este efecto paréntesis se muestra no solo en los casos más radicales del
arte contemporáneo sino que es un rasgo general del arte. Como el propio
Danto señala con respecto a obras como Ulysses o Lady Chaterley’s Lover, la
cuestión
61 “(U)nbreached the boundaries between them (artworks) and the world of just things.” Danto (1981),
p. 3.
191
(N)o era que las palabras y las frases que aparecían en esas
obras y que levantaban las sospechas del censor no merecieran,
por sí mismas, la censura: realmente eran escatológicas y
ofensivas; los autores no las habrían usado si no lo fueran;
pero puesto que aparecían en lo que los expertos consideraban
obras de arte –obras que de hecho eran grandes ejemplos de la
literatura- no podían permitirse –como si, al ser entendidas
dentro de conjuntos artísticos, las palabras o frases no
pudieran afectar al lector que estaba, solo por este hecho,
inmunizado contra lo que podría ser su toxina si hubieran sido
escritas o enunciadas en un contexto no artístico. Era como si
su ser arte neutralizara el contenido tanto como ser
oficialmente aceptable en otra parte del mundo neutralizara el
arte. Y esto es lo que hace libre al arte. 62
62 “(W)as not that the words and phrases that occurred in these works and which raised the question of
censorship did not, in themselves as such, merit censorship: they really were scatological or offensive;
the authors would not have used them if they were not; but since they occurred integrally in what
experts agreed were works of art –works in fact of high literary art- they could be allowed –as if,
understood as forming parts of artistic wholes, the words or phrases could not affect the reader, who
was, by this fact alone, immunized against what would have been their toxin if written or uttered in a
non-artistic context. It was as if its being art neutralized content much as being officially acceptable in
another part of the world neutralizes art. And it is this that enables art to be free.” Danto (1992), pp.
182-183.
63 Danto, A. C., “Art and Disturbation”, The Philosophical Disenfranchisement of Art, Columbia University
Press, New York, 1986, pp. 117-133 y “Dangerous Art” in Beyond the Brillo Box. The Visual Arts in Post-
Historical Perspective, University of California Press, 1992, pp. 179-196.
64 Aquí Danto parece acercarse a la noción de Bearsdley para quien los actos lingüísticos están
192
Así, si estos argumentos sirven para mostrar que la distinción entre arte y
no arte es nítida y que un objeto no puede a la vez pertenecer a los dos
mundos, entonces el cuadrado de J es arte.
65 Dickie, G., “A Tale of Two Artworlds”, en Arthur Danto and his Critics, Rollins, M., (ed.), Oxford
Blackwell, 1993, 73-78. Brevemente, Dickie sostiene que la pintura no objetiva supondría un
contraejemplo a la condición de “ser sobre algo” de Danto.
66 “(G)ive me an example, and I will deal with it.” Danto, A. C., The Madonna of the Future, Essays in a
193
medios artísticos, como la música o la arquitectura, o de la naturaleza de las
llamadas artes decorativas. El argumento toma como punto de partida ciertos
análisis de la música -en particular, de la llamada música absoluta- para
cuestionar la aparente generalidad de la condición “ser sobre algo”. Para
desarrollar esta posible crítica me apoyaré en los análisis de Eduard Hanslick68,
Roger Scruton69 y Peter Kivy70 sobre el fenómeno musical. Paralelamente,
examinaré el fenómeno de la decoración y la posible inconveniencia de
abordarlo en los términos de representación.
68
Hanslick, E., The Beautiful in Music. A contribution to the revisal of musical aesthetics, Translated from the
seventh edition, enlarged and revised (Leipzig, 1885) New York, Da Capo Press, 1974.
69
Scruton, R., Art and Imagination, A Study in the Philosophy of Mind, Methenen & Co LTD, London, 1974.
70
Kivy, P., Sound Sentiment. An Essay on the Musical Emotions, Temple University Press, Philadelphia,
1989; Kivy, P., The Fine Art of Repetition, Cambridge University Press, 1993; Kivy, P., Philosophies of Arts.
An Essay in Differences, Cambridge University Press, 1997.
71 Algunos autores que defienden el carácter representacional de la música son, por ejemplo, Robinson,
J., “Representation in Music and Painting”, Philosophy, 56, 1981, pp. 408-413, y Kuhns, R., “Music as a
Repesentational Art” British Journal of Aesthetics 18 (1978), 120-125. Del otro lado del debate, tenemos,
por ejemplo, a Scruton, R., “Representation in Music”, Philosophy, 51, (1976), 273-287, y Kivy, P., The
Fine Art of Repetition, Cambridge University Press, 1993.
194
Sin embargo, excepto algunas posturas formalistas extremas72, parece que
la mayoría de los autores coinciden en el carácter expresivo de la música
absoluta. Ahora bien, cómo caractericemos ese aspecto y hasta qué punto nos
permita introducir la cuestión de “ser sobre algo” es algo que hemos de
examinar en detalle.
theory”. Véase Kivy, P., Sound Sentiment. An Essay on the Musical Emotions, Philadelphia, Temple
University Press, 1989.
195
su naturaleza. También las rosas causan ciertos efectos en nosotros cuando
disfrutamos de su aroma pero esto no quiere decir que las rosas tengan como
contenido tales sensaciones. Así como parece claro que las rosas no tienen
contenido a pesar de los efectos que tienen sobre nuestra sensibilidad,
deberíamos trasladar esta obviedad al caso de la música. Debemos, pues,
distinguir entre lo que una pieza musical puede causar en el oyente y el
contenido de ésta, si posee alguno. Que una obra musical despierte ciertas
emociones en el oyente no implica necesariamente que tales emociones sean el
contenido de la obra en cuestión.
75 “(I)n music, substance and form, the subject and its working out, the image and the realised
conception are mysteriously blended in one undecomposable whole.” Hanslick (1885), p. 166.
76 “We cannot acquaint anybody with the “subject” of a theme, except by playing it.”, Hanslick (1885), p.
169.
77 “An inquiry into the “contents” of musical compositions raises in such people’s minds the
conception of an “object” (subject-matter, topic) which latter, being the ideal element, they represent to
themselves as almost antithetical to the “material part” the musical notes. Music has, indeed, no
196
Además, parece que podemos apelar a un rasgo particularmente curioso
en música que apoyaría la tesis de la carencia endógena de contenido musical.
Algunas secuencias musicales podrían acompañar parlamentos asociados a
emociones contrarias y casi incompatibles –como la alegría y la tristeza. ¿Cómo
podemos entonces afirmar que una determinada secuencia posee un cierto
carácter más bien que otro si es posible que acompañe a representaciones y
emociones tan divergentes?79. Esta capacidad de emparejamiento de la música
con contenidos tan diversos se debe, en parte, a lo que, creo, es el argumento
definitivo de Hanslick en contra del carácter representacional de la música que
es, como veremos, el hecho de que la música no tiene una contrapartida sonora
en la naturaleza.
contents as thus understood, no subject in the sense that the subject to be treated is something
extraneous to musical notes.” Hanslick (1885), p. 162.
78 “(F)or music does not only speak by means of sounds, it speaks nothing but sound.”, Hanslick (1885), p.
163.
79 Ha llegado a ser usual apelar al acto III de la obra Orfeo y Eurídice de Gluck como un ejemplo de este
fenómeno. E. Hanslick, por ejemplo, señaló: “Boyé, un contemporáneo de Gluck, observó que
precisamente la misma melodía podría encajar perfectamente bien, si no menor, con palabras que
significaran justamente lo contrario…”. [“Boyé, a contemporary of Gluck, observed that precisely the
same melody would accord equally well, if not better, with words conveying exactly the reverse …”]
Hanslick, The Beautiful in Music, p. 32, citado en Kivy, P., Sound Sentiment. An Essay on the Musical Emotions
(Including the complete text of The Corded Shell), Philadelphia, Temple University Press, 1989, p. 75.
80 “The natural model for the composer would have to be an audible something, as it is visible
something for the painter and a tangible something for the sculptor.” Hanslick, (1885), p. 156.
197
Así pues, la música no depende de un objeto natural externo audible
compuesto de sonidos81 y esa independencia de la música con respecto a un
objeto externo es lo que distingue a la música de la pintura o la escultura –que
representan las cosas visibles. “El compositor” nos recuerda Hanslick “no
puede remodelar nada; tiene que crearlo todo ab initio”.82
81 “La sucesión sistemática de tonos medibles que llamamos melodía no puede hallarse en la Naturaleza,
ni si quiera en su forma más rudimentaria.”. [“The systematic succession of measurable tones which we
call melody is not to be met with in Nature, even in its most rudimentary form.”] Hanslick, (1885), p.
144.
82 “The composer can remodel nothing; he has to create everything ab initio.”, Hanslick, (1885), p. 155.
83 “As music has no prototype in nature, and express no definite conceptions, we are compelled to
speak of it either in dry, technical terms or in the language of poetic fiction.” Hanslick (1885), p. 70.
198
caracterizaciones que empleamos se encuentran polarizadas entre la metáfora y
el tecnicismo.
84 “The case of hearing notes as a melody is unlike the case of seeing a group of coloured patches as a
man, in that we do not have independent access to the concept of a melody. All we know of melodies is
derived from our capacity to have this kind of experience (…) Hearing a sequence as a melody is more
like seeing a group of lines as a pattern or figure than it is like seeing a pattern of lines as a face. Here
the organization of experience cannot be described in terms of some independently specifiable
concept.” Scruton (1974), p. 176.
199
representacional en pintura o escultura. De acuerdo con esto, las posibilidades
de determinar qué sea la representación en música parecen casi nulas y, según
Scruton, no podemos hablar propiamente de propiedades representacionales en
música en la mayoría de los casos.
Solo puede haber un tipo casos en los que sería posible hablar de
representación musical como cuando, por ejemplo, incluimos como parte de la
obra el sonido de una campana que representa el sonido de una campana o, por
recordar el ejemplo de Scruton, el “tintineo de las cucharillas en la Sinfonía
Doméstica de Strauss, y el golpear de los yunques en Rheingold”.85 Incluso en
estos casos, hallamos un rasgo que diferenciaría el fenómeno de la
representación musical de las artes. Para Scruton,
85 “(T)inkling tea-spoons in Strauss’s Domestic Symphony, and the striking of anvils in Rheingold.”
its object. Representation gives way to reproduction, and the musical medium drops out of consideration
altogether as superfluous…” Scruton (1974), p. 210. La cursiva es mía.
87 Los experimentos de Constable con el color pueden mencionarse aquí como un ejemplo
paradigmático del uso de un color para representar uno diferente. Para un análisis de este aspecto de la
técnica de Constable, véase Gombrich, Art & Illusion, Parte Cuarta, “Invención y Descubrimiento”.
200
razón más para concluir, en general, el carácter no-representacional de la
música88.
88 “Raramente se encuentra uno con un ejemplo musical que pueda ser escuchado como algún sonido
sin que lo reproduzca.”. [“Rarely does one have an example of music that can be heard as some sound
while not reproducing it.”], Scruton (1974), p. 210 y más adelante, “Creo que deberíamos considerar la
representación genuina en música como un fenómeno escaso y periférico.”. [“I think that we should
regard genuine representation in music as a rare and peripheral phenomenon.”] (1974), p. 211
201
sido ampliamente aceptada, sería deseable mostrar la inconsistencia de estas dos
actitudes”.89
Según Kivy, la mayoría de las teorías que han tratado de dar cuenta del
carácter expresivo de la música han asumido erróneamente que una pieza
musical es sobre o representa la emoción o la cualidad expresiva que
identificamos en la experiencia que la música proporciona. Sin embargo, como
Kivy trata de mostrar, no solo es innecesario asimilar la expresividad en música
al contenido musical, sino que además es un error cuyas raíces sitúa Kivy en un
determinado prejuicio histórico acerca del arte y su naturaleza que veremos en
breve.
89 “(A)s the representational character of music has been much disputed, while the expressivity of music
has been widely accepted, it would be agreeable to demonstrate the inconsistency of these attitudes.”,
Danto (1981), p. 192.
90 “Puedo evitar tomar una postura con respecto a si la música puede, a veces, ser o no un arte
representacional, tal y como ha sido negado últimamente… Obviamente esto no ha de confundirse con
la cuestión de si la música es principalmente un arte representacional, que, claramente, no es.”. [“I can
thus avoid taking a stand whether or not music can at times be a representational art, as this has been
denied of late. …This is obviously not to be confused with the question whether music is primarily a
representational art, which, pretty clearly, it is not.”] Kivy, P., Sound Sentiment. An Essay on the Musical
Emotions, Philadelphia, Temple University Press, 1989, p. 64.
202
propiedades expresivas- de la música91. Dicho en pocas palabras, la idea de que
cierto fragmento musical es triste no implica que el fragmento sea sobre la
tristeza en absoluto. De hecho, Kivy ha señalado que el error más común a la
hora de caracterizar el fenómeno expresivo ha sido el de reducir expresión a
representación:
91 Propiedades que pueden tener un importante papel en nuestra experiencia musical pero cuya
works of music have expressive properties as part of their structure to the conclusion that these
properties, therefore, make up some emotive, semantical content. My own view is that, like other
“phenomenological” properties of musical works, “turbulence” or “tranquillity” or the like, they are
part of absolute’s music “syntactic” fabric and require no further musical explanation than that.” Kivy,
P., Philosophies of Arts. An Essay in Differences, Cambridge University Press, 1997, p. 165.
93 “Absolute music has no content at all.”, Kivy (1997), p. 86.
203
ejemplo, sobre qué es una bicicleta o un pez”.94 Sin embargo, para Kivy, si
hemos de dar sentido a la idea de que una obra musical “es sobre algo”,
entonces debemos adjudicarle un papel más robusto que el de señalar el mero
carácter interpretable del objeto. Así,
94 “(A)ll the aboutness criterion requires is that it make sense to ask what the work of art is about, not
that it actually be about something, as it wouldn’t, for example, to ask what a bicycle or a fish is about.”
Kivy (1997), p.40.
95 “If we are going to decide the question merely by intuition -…- then many, like myself, will find it as
odd to ask what most pieces of absolute music means as to ask what any piece of decoration or pure
design means or, for that matter, what a bicycle or a fish means.” Kivy (1997), p. 40.
204
tarde y de manera más sofisticada, como mimesis o expresión del Geist o la
Voluntad96.
Este punto nos lleva directamente a una última perspectiva desde la que
me gustaría abordar la cuestión de la música absoluta. Esta perspectiva viene
delimitada por la analogía entre música absoluta y las artes decorativas.
96Schopenhauer, A., (1819) El mundo como voluntad y representación, Madrid, Trotta, 2004.
97 Ha identificado al menos tres modelos que han sido propuestos para explicar el fenómeno de la
repetición musical: el modelo literario, el modelo orgánico y el modelo decorativo o del “papel
pintado”. Véase su The Fine Art of Repetition, Cambridge University Press, 1993.
205
Cuando somos jóvenes, casi todos hemos disfrutado con las
formas y colores continuamente cambiantes de un
calidoscopio. La música es un tipo de calidoscopio, aunque sus
formas pueden ser apreciadas solo a través de una evaluación
mucho más elevada.98
98 “When young, we have probably all been delighted with the ever-changing tints and forms of a
kaleidoscope. Now music is a kind of kaleidoscope, though its forms can be appreciated only by an
infinitely higher ideation.” Hanslick (1885), p. 68.
99 “(T)he fine art of repetition.” Kivy, P., The Fine Art of Repetition, Cambridge University Press, 1993.
100 Gombrich, E. H., The Sense of Order. A study in the Psychology of Decorative Art, Londres, Phaidon Press,
1979.
206
similitudes entre la música y las artes decorativas.101 Con todo, no prestaré
atención tanto al contenido de ese capítulo como a las tesis generales expuestas
por Gombrich sobre las artes decorativas, dando por asumida la paridad entre
música absoluta y decoración.
101 Gombrich no especifica, sin embargo, si se refiere a todo tipo de composición musical o si el tema
es, propiamente hablando, lo que hasta ahora hemos llamado “música absoluta”.
102 “(T)he first … enables us to locate a stimulus in space and time, the second to respond to it in the
207
El papel pintado, el diseño de las cortinas, la voluta en el
marco de la pintura no proporcionan información y por tanto
apenas invita al escrutinio consciente. (…) La pintura, como el
habla, implícitamente demanda atención tanto si la recibe
como si no. la decoración no puede demandarla. Normalmente
su efecto depende de la atención fluctuante que podamos
ahorrar cuando examinamos lo que nos rodea.103
103 “The wallpaper, the pattern in the curtains, the scrolls in the picture frame do not impart
information and therefore rarely invites conscious scrutiny. (…) Painting, like speaking, implicitly
demands attention whether or not it receives it. Decoration cannot make this demand. It normally
depends for its effect on the fluctuating attention we can spare while we scan our surroundings.”
Gombrich (1979), p. 116.
104 “Es momento de recordar que pocos estilos ornamentales están completamente libres de elementos
representacionales, como plantas, animales, humanos o instrumentos.”. [“It is time to remember that
few ornamental styles are entirely free from representational elements, plants, animals, humans or
208
motivos, si en lugar de vegetales y animales, introdujéramos otro tipo de
motivos –bombas, aviones caza o torres en llamas- nos resultaría sorprendente
y nos preguntaríamos por el “significado” de semejante motivo decorativo105.
implements.”] Gombrich (1979), p. 142. Esto también ha sido estudiado por Riegl, A., en su Historical
Gramar of the Visual Arts, 1966.
105 “Visual Expressions of Violence and Symbolic Speech: Gendered Arts of War”, Gary Wheeler
la misma cosa, quiero que sea exactamente la misma cosa. Porque cuanto más miras a la misma cosa,
más se desvanece su significado y más vacío y mejor te sientes.”. [“Warhol says that it is important to sit
and watch the same thing –“I don’t want it to be essentially the same, I want it to be exactly the same.
Because the more you look at the same exact thing, the more the meaning goes away and the better and
emptier you feel.”] Danto, (1986), p. 37.
209
papel de estos elementos metafóricos empleados en la caracterización de un
patrón decorativo107, como cuando, por ejemplo, decimos que una cenefa es
alegre. De la misma manera, el lenguaje propio del sentido del orden penetra a
menudo en nuestra descripción de ciertas representaciones. Es decir, ambos
aspectos no son enteramente independientes; aunque los podemos distinguir
conceptualmente, en la experiencia de una obra determinada ambos sentidos se
complementan. Gombrich estaría mostrando hasta qué punto no es posible que
hablemos de experiencias exclusivamente regidas por uno u otro sentidos. Son
típicos los ejemplos de búsqueda de significado incluso allí donde sabemos no
hay intención significativa alguna –como es el caso del test de Rorschach. Éste
es un ejemplo paradigmático de la tendencia a buscar significados
profundamente arraigada en la percepción humana y que nos lleva, en
ocasiones, a proyectar y ver en las configuraciones visuales cosas que no están
realmente en ellas. Como dice Gombrich, “el orden y el significado parecen
ejercer impulsos contrarios y sus interacciones constituyen la naturaleza misma
de las artes decorativas”.108
210
tampoco llevarnos a desestimar el papel central que tanto la música absoluta
como las artes decorativas parecen desempeñar. Su papel está relacionado con
lo que Gombrich ha llamado el sentido del orden, con la percepción de la
regularidad y su ruptura.
211
En esta sección me propongo examinar si la caracterización
goodmaniana de la expresión puede ser útil a la hora de resolver el debate entre
Danto y Kivy con respecto al carácter expresivo de la música y a la satisfacción
de la condición de “ser sobre algo”.
109
Goodman (1976), p. 53.
110
“(T)he symbolization or reference here runs… in the opposite direction from denotation.”
Goodman (1976), p. 52.
212
Podemos permitir que cualquier cosa denote las cosas rojas, pero no puedo
permitir que algo que no sea rojo ejemplifique la rojez”.111
111 “(The former) seems to be free in a way that sampling is not. I can let anything denote red things,
but I cannot let anything that is not red be a sample of redness.” Goodman (1976), pp. 58-59.
112 “(P)ero puede a menudo ser difícil de especificar exactamente qué propiedades de entre las de un
objeto son ejemplificadas.”. [“(B)ut just which among its properties a thing exemplifies can often be
hard to tell.”] Goodman (1976), p. 66.
113 “Típicamente, los objetos a los que un término metafórico se aplica no son los de la extensión literal
del término.”. [“Typically the objects a term applies to metaphorically are not in the term’s literal
extension.”] Reconceptions in Philosophy and Other Arts and Sciences, Goodman, N., y Elgin, C. Z.,
Indianapolis/Cambridge, Hackett Publishing Company, 1988, p. 108.
213
metafóricas, permitiéndonos reconocer afinidades a través de reinos
distintos”.114 Por tanto, la adscripción metafórica tiene un efecto iluminador
sobre la nueva extensión a la que el término es aplicado.
114 “The metaphorical use of a term effects a likening of the objects in its literal and metaphorical
extensions, enabling us to recognize affinities across realms.” Goodman, N. & Elgin, C. Z., Reconceptions
in Philosophy and Other Arts and Sciences, Indianapolis, Cambridge, Hackett Publishing Company, 1988, p.
16.
115 “La posesión metafórica no es por tanto posesión literal; pero la posesión es real tanto si metafórica
como si es literal. Lo metafórico y lo literal han de ser distinguidos dentro de lo real. Decir que una
pintura es triste o gris son simplemente dos formas de clasificarla.”. [“Metaphorical possession is indeed
not literal possession; but possession is actual whether metaphorical or literal. The metaphorical and the
literal have to be distinguished within the actual. Calling a picture sad and calling it grey are simply
different ways of classifying it.”] Goodman (1976), p. 68.
116 “Esto es, aunque un predicado que se aplica metafóricamente a un objeto no se aplica literalmente,
se aplica de todos modos. Si la aplicación es literal o metafórica depende de algún rasgo tal como su
novedad.”. [“That is, although a predicate that applies to an object metaphorically does not apply
literally, it nevertheless applies. Whether the application is metaphorical or literal depends upon some
such feature as its novelty.”] Goodman (1976), pp. 68-69.
117 “(M)etaphors, like new styles of representation, become more literal as their novelty wanes.”,
214
la ejemplifique, refiera y, de hecho, simbolice φ. De acuerdo con Kivy,
“necesitamos un argumento adicional para concluir que algo ejemplifica φ
además de que sea literal o metafóricamente φ”.118
215
de ellos. Finalmente, para Kivy, la música absoluta es significativa y valiosa para
nosotros precisamente por su carencia de contenido representacional. En
palabras de Kivy: “valoramos y disfrutamos la música absoluta no a pesar de su
carencia de contenido sino por ella; su falta de contenido es un valor para
nosotros, no una falta de valor”119. En definitiva, el arte puede ser significativo
no solo proporcionando significados.
3. Resumen
Hemos examinado los sentidos en los que la condición “ser sobre algo”
puede ser entendida así como valorado las posibles críticas que pueden
plantearse contra esta condición.
119“(W)e value and enjoy absolute music not in spite of its lack of content but because of it; its lack of
content is a value to us, not a disvalue.” Kivy (1997), p 206.
216
El caso planteado por la música y las artes decorativas es, sin embargo,
más difícil de resolver, en principio. Parece claro que una vez que introducimos
la batería conceptual de Goodman podemos dar cuenta simultáneamente de la
intuición de Danto acerca de la necesidad de la condición de “ser sobre algo” y
de la irreductibilidad del fenómeno expresivo al representacional defendida por
Kivy. Podemos quedar satisfechos con esto y admitir que, en tanto que la
expresión es una forma de simbolización, la música pura tiene contenido.
Después de todo, no es puro sonido; los intérpretes, por ejemplo, no solo han
de reproducir las notas, sino el carácter de la obra. Percibir la expresividad de la
música, por otro lado, también exige oír algo más que una sucesión de sonidos.
El propio lenguaje con el que normalmente describimos las piezas musicales:
términos que asignamos al carácter de una pieza, la atención al fraseo, a la
coordinación de las voces, etc. apuntan una y otra vez a algo que no es mera
sucesión de sonidos. Creo, con Kivy, que tratar de asimilar el caso de la música
pura al modelo representacional proporcionado por otras artes es ilegítimo,
pero es posible que esta postura no sea incompatible con el hecho de que la
música absoluta posea cierto contenido, aunque éste no sea contenido
representacional.
217
IV. ENCARNAR UN SIGNIFICADO
221
claramente religiosas y, con frecuencia, se ha usado como sinónimo del
concepto hegeliano de símbolo. Finalmente, y aunque Danto ha expuesto en
numerosas ocasiones su definición del arte en términos de “ser sobre algo” y
“encarnar” un significado, en The Transfiguration of the Commonplace elaboró la
distinción entre arte y no arte apelando a las nociones de expresión, metáfora,
estilo y retórica, mientras que en obras posteriores ha empleado la noción
fregeana de Farbung. Esta proliferación de términos y conceptos, que en sí
mismos parecen requerir una caracterización, hace todavía más difícil la tarea de
determinar el sentido que Danto pretende darle al término.
222
(generalmente una elipsis metafórica), (d) que, a su vez, implica
a la audiencia en completar lo que falta (una operación que
también puede llamarse interpretación) (e) donde la obra en
cuestión y las interpretaciones correspondientes requieren un
contexto histórico-artístico (que normalmente es caracterizado
como un trasfondo de teoría ubicada históricamente).1
1 “X is a work of art if and only if (a) X has a subject (i.e., X is about something) (b) about which X
projects some attitude or point-of-view (this may also be described as a matter of X having a style) (c)
by means of rhetorical ellipsis (generally metaphorical ellipsis), (d) which ellipsis, in turn, engages
audience participation in filling-in what is missing (an operation which can also be called interpretation)
(e) where the works in question and the interpretations thereof require an art-historical context (which
context is generally specified as a background of historically situated theory).” Carroll, Noël, “Essence,
Expression, and History”, Danto and his Critics, Rollins, M., (ed.), Blackwell, Cambridge, 1993, pp. 79-
106, p. 80.
223
El primero es bastante general y puede considerarse un rasgo que poseen
la mayoría de nuestras representaciones –científicas, artísticas, culturales, etc.
Adquirimos conocimiento sobre el mundo representándonoslo, pero ¿cómo se
conoce un sujeto a sí mismo? La teoría del conocimiento moderna ya puso de
manifiesto que la mente o la subjetividad no puede representarse a sí misma
como representa un objeto del mundo: ella misma es la condición de la
representación. Sin embargo, esto no implica que los sujetos deban renunciar al
auto-conocimiento, sino que han de entender este según un modelo diferente.
El sujeto se conoce a sí mismo no como un objeto, sino a través de sus
manifestaciones, de sus acciones, de las representaciones que produce2. El auto-
conocimiento se alcanza, como si dijéramos, oblicuamente. Así, la única manera
de conocer una subjetividad particular es prestando atención a sus productos,
entre ellos el arte.
asumo que esta es una de las posibles formas en las que el auto-conocimiento puede tener lugar.
3 Esta posición puede identificarse con una de las formas contemporáneas más exitosas de entender el
arte; en concreto, parece ser la perspectiva adoptada por los llamados Cultural Studies.
224
conocimiento que pivota sobre la capacidad de las representaciones en general
de mostrar algo más que el mundo que tienen por objeto: esto es, a los sujetos
que hay tras dichas representaciones.
4 Independientemente de que Danto consiga mostrar que esto es verdadero de todas las
representaciones artísticas, parece que este tipo de explicación nos permitiría explicar de manera
bastante convincente el rechazo que sentimos ante obras de arte que explotando ese componente
afectivo parecen presentar un contenido hacia el que experimentamos cierto rechazo. Precisamente
porque en la obra ambos componentes –el cognitivo y el afectivo- no son separables, nos sentimos
manipulados cuando, a través de la explotación de un recurso afectivo, se nos presenta un contenido
que tendemos a rechazar.
5 “To understand the artwork is to grasp the metaphor that is, I think, always, there.” Danto (1981), p.
172.
225
los sujetos que se representan así el mundo y, finalmente, sobre sí mismo que
toma conciencia de su propio mundo en tanto que representación y de su
relación con otros, de su modo de estar concernido por otros.
226
capacidad expresiva y que lo que hemos de enfatizar es en qué sentido esta
cualidad es propia del arte o, al menos, en qué modo se ejemplifica en el arte de
manera especial. Sin embargo, no del todo inconsciente con respecto a la
importancia de este punto, encontramos en Danto una preocupación por
demarcar el tipo de fenómenos que hacen posible la expresión de una actitud en
la obra de arte.
De la misma manera, decimos que una obra está en un cierto estilo –por
ejemplo, que es barroca-, aunque, de nuevo, estar en un cierto estilo no es parte
del contenido representado de la obra. De hecho, tal y como sucede con las
6 Escojo un ejemplo no problemático de representación pictórica para evitar los problemas posibles
227
propiedades expresivas, ejemplificar o estar en cierto estilo es una propiedad de
la representación pero no es una propiedad representacional; dos
representaciones diferentes pueden representar el mismo tema en estilos
diferentes de tal manera que, por lo que respecta al contenido representado, las
representaciones serían sinónimas7, aunque serían representaciones distintas
debido a los distintos estilos que las caracterizan.
7 Goodman, N., “The status of style” Ways of Worldmaking, USA, Hackett Publishing Company, 1978,
pp. 23-40. Publicado originalmente en Critical Inquiry, Volume I, 1975.
8 Danto no está interesado en la naturaleza de las propiedades representacionales y no-
representacionales de las obras de arte como tales. Su teoría presupone la presencia de ambos tipos de
propiedades y se centra en el problema de distinguir entre las representaciones artísticas y las no-
artísticas. En general, una teoría que explique la capacidad representacional, por ejemplo, de una pintura
ha de responder a la cuestión sobre cómo efectivamente puede una pintura ser una representación
visual de aquello que representa. Por otro lado, una teoría que explique la naturaleza de las propiedades
expresivas ha de explicar cómo ciertos rasgos proporcionan contenido expresivo. Sin embargo, ninguna
de estas tareas está directamente requerida por la tarea definitoria del arte que Danto se propone.
228
la obra. Como dice Danto, “una obra de arte expresa algo sobre su contenido”.9
Esto es, una obra de arte expresa una actitud explotando los aspectos no
representacionales de la representación, tales como rasgos expresivos o
estilísticos.
Danto cree que estas diferencias, esto es, las diferencias en el estilo o en
la actitud expresada hacia el tema representado, no solo sirven para distinguir
dos representaciones diferentes, sino que proporcionan justamente el tipo de
diferencia que puede ayudarnos a distinguir entre meras representaciones y
obras de arte11. Sin embargo, parece problemático asumir que solo las obras de
arte tienen esta cualidad expresiva, ya que la mayoría de las representaciones, si
no todas, no solo representan algo sino que lo hacen de cierta manera, esto es,
9 “(A)n artwork expresses something about its content.” Danto (1981), p. 148.
10 Sigo en esta caracterización de la obra de Goya a Valeriano Bozal en su “Categorías estéticas de la
modernidad: Sublime y patético” La Balsa de la Medusa, 3, 1987, 67-86.
11 Danto ha argumentado en The Transfiguration of the Commonplace que la diferencia entre arte y no arte
no puede establecerse en términos del tipo de contenido de unos y otros tipos de representaciones. Para
ver este argumento véase, Danto (1981), pp. 148-9.
229
poseen tanto propiedades representacionales como no representacionales. Así,
necesitamos refinar un poco más lo que entendemos por el aspecto expresivo
de las obras de arte, si hemos de captar plenamente en qué sentido nos permite
caracterizar exclusivamente a las obras de arte.
230
son con respecto a su contenido representacional. ¿Qué es, pues, lo que lo que
las distingue? ¿Qué es lo que hace a una de ellas arte?
Según Danto, de este caso se sigue que la diferencia no puede ser una en
el tipo de contenido ya que estas dos representaciones poseen el mismo13 –esto
es, una determinada obra de Cézanne- y aún así pertenecen a categorías
distintas. Así, en principio, el contenido de una obra de arte puede ser idéntico
al de una mera representación –como muestra el caso Lichtenstein/Loran-, por
tanto la diferencia no puede residir en este aspecto de las representaciones.
Pero, si no en el tipo de contenido, ¿en qué se diferencian estas dos
representaciones?
Así,
13 Incluso si este ejemplo no es convincente por razones relacionadas con la interpretación adecuada a
la obra de Lichtenstein que pueda ofrecerse, es posible encontrar otros ejemplos en los que el contenido
de una obra de arte puede ser el mismo que el de una mera representación. Así, otro ejemplo ofrecido
por Danto es el de la novela A sangre fría de Truman Capote. Es posible, argumenta Danto, imaginar un
informe policial que encaje palabra por palabra con la novela de Capote y que, en consecuencia, no sea
una obra de arte. Para la elaboración de Danto de este ejemplo, véase Danto (1981), pp. 144-5.
231
diagrama. … Lichtenstein usa el lenguaje diagramático
retóricamente.14
14 “The Lichtenstein self-consciously exploits the format of the diagram to make a point, and of course
it itself is not a diagram. To the degree that we can speak at all of diagrammatic styles, Lichtenstein’s
Portrait of Madame Cézzane has none of these: its style consists in the fact that it uses a diagram. …
Here, Lichtenstein uses the diagrammatic idiom rhetorically.” Danto (1981), p. 147.
15 “(L)os lógicos proporcionaron una distinción crucial entre uso y mención de una expresión… la
misma distinción está disponible para la pintura. Usamos una pintura para afirmar algo acerca de lo que
representa la pintura. Pero mencionamos una pintura cuando la usamos para hacer otra pintura que en
de hecho dice “¡Esa pintura tiene tal aspecto!”. Las expresiones mencionadas aparecen de manera
habitual como pinturas dentro de pinturas. … El principal uso de la mención pictórica es en pinturas
sobre pintores, pero también, desde luego, en pinturas de interiores que representan otras pinturas
como objetos de decoración”. [“Logicians draw a crucial distinction between the use and the mention
of an expression … The same distinction is available with pictures. We use a picture to make a
statement about whatever the picture shows. But we mention a picture when we use it to make a
picture of it which in effects says, “That picture looks thus!”. Mentioned expressions typically occur
within quotation marks … Mentioned pictures typically occur as pictures within pictures. … The main
use of pictorial mention is in paintings about painters, but of course also in paintings of interiors in
which paintings hang as objects of interior decoration.”] After the End of Art. Contemporary art and the pale
of history, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1997, p. 205.
232
que está sobre la alfombra. Sin embargo, si digo “la palabra “gato” tiene cuatro
letras”, estoy mencionando la palabra para decir algo de ella.
233
Lichtenstein esté produciendo una metáfora visual mencionando cierta forma
de representación, pero, seguramente, hay otros modos de producir metáforas.
Es decir, una vez que identificamos aquello que representa –en nuestro
caso, una pintura de Cézanne que consiste en un retrato de su mujer- y cómo lo
hace –diagramáticamente-, es decir, una vez que hemos señalado la Bedeutung y
la Sinn de la obra de Lichtenstein, parece que aún no hubiéramos acabado de
decir todo lo que ésta es o transmite. No solo está afirmando algo acerca de
Cézanne y su pintura, sino que provee una cierta experiencia de Cézanne-como-
frío-y-geométrico que no forma parte de nuestra experiencia del diagrama de
Loran. Este aspecto que escapa a la especificación de lo representado
constituye, según Danto, el componente expresivo de la obra de Lichtenstein,
pues es lo que permite al pintor expresar su forma de experimentar a Cézanne
16 “(W)orks of art, in categorical contrast with mere representations use the means of representation in
a way that is not exhaustively specified when one has exhaustively specified what it is being represented.
This is a use that transcends semantic considerations (considerations of Sinn and Bedeutung) Whatever
Lichtenstein work finally represents it expresses something about that content.” Danto (1981), pp. 147-
8.
234
al tiempo que hace posible al espectador reconocer y, en cierto sentido,
experimentar ese punto de vista.
235
Lichtenstein expresa, como se ha dicho, algo acerca de la obra de Cézanne
a través de una representación diagramática de la misma. Asumamos que el
aspecto expresivo forma parte del contenido de la obra. Ahora bien, parece que
no hay nada que impida que haya una representación no artística que sea
indiscernible de la obra de Lichtenstein y que, al igual que ésta, exprese
justamente la actitud expresada por Lichtenstein hacia lo representado. De
nuevo, nos encontramos que en el plano del contenido la distinción entre arte y
meras representaciones quedaría diluida. Así, pues, la diferencia que andamos
buscando no puede hallarse en el plano del contenido de la representación;
pero, entonces ¿dónde hemos de buscarla?
Otra cosa es que Danto necesite establecer una u otra cosa para su
argumentación ulterior. Como se ha visto, basta con proponer otro caso de
indiscernibles en el que el componente representacional y el expresivo sean
idénticos para que no podamos, en términos del contenido de dos
representaciones –una de ellas arte- discernirlas como tales. Por tanto, tanto si
aceptamos la concepción de Danto sobre el aspecto expresivo como si no,
parece claro que las obras de arte no pueden distinguirse de las meras
representaciones en términos del contenido de unas y otras.
236
1.2. La distinción medio-contenido
237
que tengamos una definición independiente de lo que sea el medio artístico,
estamos simplemente ofreciendo una definición circular.
Más bien, con medio Danto designa todo aquello que hace posible que un
contenido sea como es. Es el vehículo de un significado, aquello a través de lo
que un significado se expresa. Sin embargo, Danto no ha caracterizado la
noción de medio de una forma directa, sino a través de analogías. En particular,
ha propuesto tres: en primer lugar, la idea incorporada en la teoría mimética del
arte18 de que el medio es aquello que posibilita la presentación de un contenido
pero que en sí mismo es invisible. En segundo lugar, ha apelado a la
caracterización sartriana de la conciencia19 como una suerte de nada en la que el
mundo es experimentado. Por último, ha retomado algunas de sus
consideraciones acerca de la estructura de los periodos históricos y de cómo sus
habitantes se caracterizan por vivir a través del conjunto de creencias y valores
que caracterizan al periodo en el que viven; es decir, el conjunto de creencias
sería el medio a través del que se constituye una determinada subjetividad
colectiva, una determinada forma de ver el mundo que solo puede revelarse
como tal una vez que el periodo acaba y las creencias que lo constituyen dejan
de tener el papel mediador que han ejercido20.
consciente de ese hecho, uno es capaz de ver la conciencia de un período desde fuera. Es a esta
coloración a la que se vinculan los atributos de estilo y expresión, y es esta coloración la que la teoría
mimética no puede explicar. Es parte de la representación sin ser parte de la realidad, y la teoría de la
transparencia no puede acomodar esta diferencia.”. [“When those beliefs and attitudes change, the
period is over… And when one is conscious of that fact, one is seeing the consciousness of the period
from without. It is to this coloration that the attributes of style and expression attach, and it is again this
coloration that the transparency theory cannot account for. It is part of the representation without
being part of the reality, and the transparency theory has no positive room for that difference.”] Danto
(1981), p. 164.
238
medio, mayor es el éxito de la representación21. Como Danto señala, “considero
la lógica invisibilidad del medio como el rasgo principal de la teoría mimética”.22
(1981), p. 151.
23 “Así, la obra de arte es el mensaje y el medio es la nada, al modo en que la conciencia es caracterizada,
por ejemplo en Sartre, como una suerte de nada. No es parte del mundo sino aquello a través de lo que
el mundo se presenta y, por ello, no puede ella misma aparecer.”. [“So the artwork is the message and
the medium is nothingness, much in the way in which consciousness is held, by Sartre for instance, to
be a kind of nothingness. It is not part of the world but that through which the world is given, not
being given itself.”] Danto (1981), p. 152.
24 “Hay también, como mencioné, un analogía filosófica para la noción de medio. Es el concepto de
conciencia que, a veces, es descrita como una pura diafanidad, nunca lo suficientemente opaca como
para ser ella misma un objeto. Así el medio es una suerte de efigie metafísica para la conciencia, en el
sentido de que nunca es parte de la imagen, sino que se sacrifica a sí misma, como si dijéramos, en un
acto de total abnegación y auto-eliminación, dejando sólo el contenido.” [“There is also as I mentioned
a philosophical analogue to the concept of medium. It is the concept of consciousness, which is at
times described as a pure diaphanousness, never opaque enough to be an object for itself. Thus the
medium is a kind of metaphysical effigy for consciousness, in that it is never part of he picture but
sacrifices itself as it were, in an act of total withdrawal and self-effacement, leaving only content.”]
Danto (1981), p. 152.
25 “Las creencias en cuestión son transparentes para el que las posee; éste lee el mundo a través de ellas
sin leerlas a ellas mismas (…) Mis creencias en este respecto son invisibles para mi hasta que algo las
hace visibles y las veo desde fuera.”. [“The beliefs in question are transparent to the believer; he reads
the world through them without reading them (…) My beliefs in this respect are invisible to me until
something makes them visible and I can see them from the outside.”] Danto (1981), p. 206.
239
representado, experimentado y vivido- parece agotar todo lo que podemos
señalar, Danto señala que el medio posee propiedades identificables que no
pueden simplemente atribuirse al contenido representado. En particular, el
medio es el locus de los aspectos retóricos, estilísticos y expresivos de las
representaciones.
26“(C)an no more be identified with matter than with content.” Danto (1981), p. 159.
27“The medium… is of course never really eliminable. There is always going to be a residuum of matter
that cannot be vaporized into pure content. Yet, even so, a distinction must be made between medium
and matter.” Danto (1981), p. 159.
240
éste y el contenido, se niega a desparecer. Precisamente, estas reflexiones acerca
de la naturaleza del medio le han servido no solo para cuestionar las asunciones
que hay tras la teoría mimética, también para la teoría pictórica opuesta, la
llamada por Danto Teoría de la Opacidad –Opaque Theory- que, en palabras de
Danto: “es la teoría que sostiene que una obra de arte es solo el material del que
está hecho; es papel y tinta, palabras y ruido, sonido y movimiento”.28
puede sostenerse si ésta es entendida de una forma estrecha a la vez que incorrecta. De hecho, solo si
identificamos el medio con la material, la tesis de que la esencia del arte reside en el medio puede caer
bajo la objeción de Danto. Aunque es cierto que la Teoría Opaca identifica la naturaleza con el medio
artístico, no se sigue de esto que material y medio sean una sola cosa para los defensores de la
concepción moderna del arte.
241
naturaleza de esas propiedades expresivas, estilísticas y retóricas que venimos
situando en el centro de la caracterización del arte de Danto.
Hemos visto que una obra de arte, para Danto, expresa una actitud hacia
el contenido representado y que podemos identificar esta cualidad expresiva a
través de las propiedades no-representacionales de la obra. Así, el artista
expresa, como si dijéramos, su punto de vista hacia lo representado a través del
modo en el que manipula el medio.
31 “It is as if a work of art were like an externalization of the artist’s consciousness, as if we could see his
way of seeing and not merely what he saw.” Danto (1981), p. 164.
32 Nussbaum, M. C., por ejemplo, sostiene en “Luck and the Tragic Emotions” en Aesthetics. Oxford
Readers. Feagin, S. & Maynard, P., (eds.), Oxford University Press, 1997, pp. 300-305, que la literatura
posee una cualidad moral en tanto que nos abre otras formas de ver el mundo de manera imaginativa.
El lector, explorando esos mundos ejercita de manera implícita ciertas virtudes relacionadas con la
tolerancia o la comprensión del otro.
242
que adoptamos ante la obra; es decir, es necesaria cierta distancia con respecto a
nosotros mismos y nuestras creencias o valores para dar cuenta de cómo
somos. Los sujetos, tanto particulares como colectivos, solo pueden
autoconocerse desde fuera, como si dijéramos33. De hecho, normalmente no
somos conscientes de nuestra forma de vida como tal forma de vida. Como nos
recuerda Danto:
33 Esto no implica que el auto-conocimiento sea imposible o que solo los que están fuera de una cultura
puedan tener acceso a los rasgos que la caracterizan. Podemos adquirir conocimiento acerca de nuestro
propio período adoptando, en la medida de lo posible, la perspectiva del observador; esto es, haciendo
explícito lo que es implícito para nosotros en tanto que inmersos en un periodo. De hecho, este es uno
de las funciones del artista que Danto subraya y que contribuyen al valor del arte. Es por la capacidad
del arte para devolvernos una imagen de nosotros mismos por lo que lo consideramos una forma
especialmente útil de auto-conocimiento.
34 “While we see the world as we do, we do not see it as a way of seeing the world: we simply see the
world. Our consciousness of the world is not part of what we are conscious of. Later perhaps, when we
have changed, we come to see the way we saw the world as having an identity separate from what we
saw, giving a kind of global coloration to the contents of consciousness.” Danto (1981), p. 163.
35 “(S)tructural analogies between periods and persons.” Danto (1981), p. 163.
243
status particular de la noción de medio y las características que permiten que sea
el vehículo de la expresión artística.
1.3. Expresión
36 Los primeros han de explicar cómo es posible que algo que no tiene mente pueda expresar algo; ya
que la expresión, como su propia etimología pone de manifiesto, tiene que ver con la manifestación o la
exteriorización de algo que es interno. Los segundos sostienen que los enunciados expresivos aplicados
a las obras de arte son metafóricos. En este sentido, no necesitan proporcionar una explicación ulterior
de cómo esto sea posible; sin embargo, dentro de esta explicación, se sacrifica la cualidad
verdaderamente expresiva del arte, esto es, de enriquecer emocionalmente la experiencia artística en un
sentido global de la palabra.
244
como exteriorización, a través de las obras de arte, de estados mentales –de
manera paradigmática de emociones-, así como de la percepción de las
propiedades expresivas en las obras. Sin embargo, Danto no ha ofrecido una
explicación del fenómeno expresivo dentro de esta línea. Más bien, asume que
normalmente atribuimos propiedades expresivas a las obras de arte y examina la
relación que tales adscripciones tienen con el fenómeno que realmente le
interesa que es –como ya hemos dicho- el de la capacidad de una obra de
expresar una actitud o punto de vista.
Danto distingue entre lo que una obra de arte expresa –esto es, una
actitud sobre el contenido representado- y el fenómeno de la expresión tal y
como lo acabamos de caracterizar. De hecho, Danto enfatiza la relativa
independencia de ambos fenómenos entre sí.
¿Puede una obra de arte expresar algo sin ser expresiva, es decir, sin que le
adscribamos ninguna cualidad expresiva? ¿Puede, por ejemplo, una pintura
expresar poder sin ser poderosa? O ¿puede una pieza musical ser triste sin
expresar tristeza? Danto cree que podemos contestar afirmativamente a las dos
últimas cuestiones y ofrece tres razones diferentes para mostrar que así es.
245
expresar sus pensamientos sobre la condición humana en los tiempos
modernos. O, por último, una obra puede ser obsesivamente purista para
expresar la actitud del pintor hacia su obra como artista, como, siguiendo la
interpretación de Richard Wollheim, revelan ciertos retratos de Ingres. De
acuerdo con la explicación de Wollheim, la obsesión por el dibujo, la
disposición de Ingres a la repetición de ciertos temas y figuras y una tendencia
perfeccionista patente en las obras del pintor francés revelan “que la pintura…
está concebida por el artista como una forma de producir algo en el mundo: de
crear algo hecho, o deshecho, o modificado; de reordenar el entorno de alguna
manera. La pintura está cargada de instrumentalidad, y esto es lo que la
repetición evidencia. Más concretamente: lo que la repetición evidencia es un
ciclo; un ciclo que va de la esperanza, basada en una concepción de la pintura
como algo eficaz, a la desilusión, cuando necesariamente la pintura degrada esta
esperanza, y a renovarla, con meras ilusiones de eficacia.”39
Danto no niega que exista una relación entre los predicados artísticos de
contenido expresivo como –triste, melancólico, alegre, etc- y el contenido
expresivo de una obra; lo que rechaza es que debamos entender esta relación en
términos de identidad o que siempre que identifiquemos una determinada
39 Wollheim, R., (1987), La pintura como un arte, Madrid, La balsa de la Medusa, 1997, p. 310.
40 “(U)n tercer argumento, y quizás el mejor que podamos ofrecer, contra la asimilación de lo expresivo
al vocabulario artístico... es que los predicados artísticos mismos forman parte de la explicación de la
expresión”. [“(A) third argument, and perhaps the best argument we can get, against assimilation of the
expressive to the artistic vocabulary … is that the artistic predicates themselves enter in as part of the
explanation of expression.”] Danto (1981), p. 193.
246
propiedad expresiva ésta nos proporcione inmediatamente el contenido
expresivo de la obra. El amor de Rembrandt hacia Hendrijke no podría haber
sido expresado de la misma manera si el pintor no hubiera hecho un retrato
amable de su amante, pero esto no nos fuerza a admitir que estos dos
fenómenos sean el mismo.
41 “(M)y claim would be that calling a painting powerful is making a literal application of an artworld
predicate, while saying that it expresses power is to make, if Goodman is right, a metaphorical use of an
ordinary predicate.” Danto (1981), p. 193.
42 De hecho, ya hemos dicho al comienzo de este capítulo que Danto asume de manera más o menos
clara la idea de que las representaciones –y quizá la mayoría de los artefactos culturales
independientemente de su carácter representacional- proporcionan acceso no solo al contenido
representado sino también a algunos rasgos de los que han producido tales representaciones o
artefactos.
247
discusión de la expresión en arte, pues, si la distinción entre lo que una obra de
arte expresa y sus propiedades expresivas se sostiene, estaría refiriéndose a una
cuestión más general. Así que tratando de evitar ambos extremos, hemos de ver
en qué consiste expresar una actitud o cómo puede un artista encarnar su punto
de vista en una representación. Veamos primero un ejemplo.
Parece que esta noción de expresión compartiría ciertos rasgos con una
concepción psicologista de la expresión, pero a la vez, se distanciaría de ella
cuando asume la caracterización de Goodman de la expresión. Es decir, por un
248
lado, Danto hace referencia a la actitud del artista y a cómo el trabajo de este
sobre el medio de la obra repercute en lo que llamamos el contenido expresivo;
y, por otro, al asumir la noción goodmaniana de expresión estaría renunciando
a explicar la expresión en términos psicológicos.
44 “(T)he concept of expression can be reduced to the concept of metaphor, when the way in which
something is represented is taken in connection with the subject represented.”, Danto (1981), p. 197.
249
particular, la noción de metáfora no parece haber encontrado una
caracterización adecuada hasta el momento y ello se debe en parte a que no se
ha tenido en cuenta su carácter intensional.
Como hemos visto, Danto desarrolla la intuición de que las obras de arte
tienen una estructura metafórica; así, “comprender una obra de arte es captar la
metáfora que hay, creo, siempre en ella”.45 El artista expresa su actitud creando
una metáfora que el espectador ha de captar y que, al hacerlo, le lleva a
experimentar el mundo tal y como el artista lo presenta en su obra. Si entender
la obra es como entender una metáfora, necesitamos saber en qué consiste
entender una metáfora. Para Danto, si proporcionamos una visión correcta de
la metáfora, seremos capaces de dar cuenta de la estructura de la obra de arte.
Además, como veremos más adelante, esta estructura puede dar cuenta de las
cualidades retóricas que Danto atribuye a las obras de arte, así como de su
poder expresivo.
250
fenómeno metafórico: (i) las metáforas parecen tener un carácter persuasivo: no
solo representan algo de cierta manera, sino que parecen invitar al oyente, lector
o espectador, a asentir a la metáfora, a ver efectivamente A como B –de hecho,
Danto considera que las metáforas poseen algo así como un componente
retórico46, es decir, causan cierto efecto en el oyente que, aunque es capaz de
reconocer la falsedad literal de la identificación metafórica, asiente a su
contenido. En este sentido, Danto se aproxima a las concepciones pragmáticas
de la metáfora como la de Davidson47, que estiman que es en el efecto y no en
el significado donde estriba su esencia. (ii) Las metáforas resisten la paráfrasis;
no porque sea imposible parafrasearlas sino porque, al hacerlo, parece que el
efecto peculiar de la metáfora se pierde. Por último, (iii) el término metafórico
no puede ser substituido por un sinónimo salva veritate. Así, si en “Julieta es el
sol” substituimos “sol” por “la estrella del sistema solar”, parece que el
significado de la metáfora se desvanece. Esto es, la substitución de términos co-
referenciales en una metáfora no preserva el significado de la misma. Como
veremos, al explicar el efecto metafórico en relación al significado se aleja de la
propuesta davidsoniana.
Según Danto, a menos que haya “alguna explicación general de por qué
esos diversos contextos son intensionales: algún tipo de condición de verdad
46 “As a practice, it is the function of rhetoric to cause the audience of a discourse to take a certain
attitude toward the subject of that discourse: to be cause to see that subject in a certain light.” Danto
(1981), p. 165
47 Davidson, D., “What metaphors mean” Inquiries into Truth and Interpretation, Oxford, Oxford
mundos posibles pero que, al parecer, no ha podido llevarse a cabo con éxito.
251
especial que todos, y solo, los contextos intencionales compartan. Y hasta que
esta condición de verdad sea hallada, cualquier explicación de los contextos
intencionales que no pueda generalizarse será considerada como una
explicación ad hoc.”.49
49 “(S)ome general explanation of why these various contexts are intensional: some sort of special truth
condition that all and only intensional contexts share. And until this truth condition has been isolated,
explanations of intensionality which cannot be generalized must be regarded as ad hoc.”, Danto (1981),
p. 180.
50 “The explanation of the logical peculiarity of intensional contexts is that the words these sentences
make use of do not refer to what they ordinarily refer to in routine nonintensional discourse. They
refer, rather, to the form in which things ordinarily referred to by these words are represented: they
include among their truth conditions some reference to a representation.” Danto (1981), p. 181.
252
Pero ¿es este análisis de la metáfora en términos de intensionalidad
adecuado? Si la no substituibilidad es la marca de lo intensional, entonces
parece que la metáfora pertenecería a esta categoría, ya que parece indiscutible
que el efecto de la metáfora se desvanece cuando el término metafórico se
substituye por un sinónimo. Los términos de la identificación metafórica no
pueden substituirse sin destruir su efecto. Por ejemplo, en la metáfora “El amor
es la sal de la vida”, el término metafórico “sal” no puede substituirse por su
nomenclatura química, ClNa, sin disolver el efecto metafórico de la frase
sinónima. Así, si la imposibilidad de la substitución es condición suficiente para
que estemos ante un contexto intensional, entonces la metáfora parece serlo.
253
característica de los contextos intensionales. Pero ¿es esto un requisito de la
metáfora? Quizá sí, pero, como espero mostrar, por una razón distinta a la que
apelamos para explicar por qué los contextos intensionales no admiten la
sustituibilidad salva veritate.
254
pretenda aseverar, el o ella elige las palabras con las que se aseveran”.51 Y lo
mismo puede decirse en otros casos de representación artística.
51 “(I)n literary texts …, in addition to stating whatever facts the author means to state, he or she chooses
the words with which they are stated.” Danto (1981), p.188.
52 “(A)uthorial subtly and … art are contained in just the verbal materials from which the text is built.”
alguien que sabe lo que sería el equivalente, si es que hay alguno, de las palabras y expresiones
empleadas.
255
Danto acierta en señalar que al evaluar las metáforas, como al valorar las
obras de arte, necesitamos prestar atención a “su objeto y… al modo en el que
éste se presenta”54, pero si esto es lo que se está afirmando cuando se defiende
la concepción del arte como metáfora, parece que la condición requerida por el
análisis de los contextos intensionales es inadecuada para el caso de la metáfora.
Incluso si las obras de arte “no solo representan temas, sino que las
propiedades del modo de representación mismo deben ser constituyentes de su
comprensión”,55 esto no implica que -como sí parece suceder en otros
contextos intensionales- el significado de la metáfora sea completamente opaco
cuando el término metafórico es sustituido por un sinónimo. En “el amor es
ciego”, podemos sustituir “ciego” por “invidente” y, aunque, obviamente, parte
de las connotaciones desaparecen, el significado no se ha perdido
completamente. Que la fuerza de la metáfora resida en las palabras precisas o
en los elementos empleados no implica que el significado metafórico esté
opacamente ligado a estos elementos. Cuando considero algo, A, a la luz de otra
cosa, B, percibo A bajo algunos rasgos de B. Ahora bien, si sustituyo B por un
sinónimo, C, obviamente las propiedades de la forma-B se pierden, pero dado
que B y C son sinónimos, la identificación entre A y C preservará, al menos, el
mismo significado. El problema es que las metáforas se consideran como algo
más que puro significado y que, como hemos visto anteriormente, las
propiedades de las representaciones mismas son relevantes para la evaluación
de la metáfora como un todo. Esta es la verdadera razón por la que la condición
de no-sustitución se aplica al caso metafórico y no, como en el caso de los
contextos opacos, una cuestión de referencia. Aunque podemos decir que el
significado de una metáfora cambia al sustituir el término metafórico por un
sinónimo, la razón de este cambio no es una cuestión relacionada con la
54“(I)ts subject and … the way in which it does present it.” Danto (1981), p. 189.
55“(D)o not merely represent subjects, but properties of the mode of representation itself must be a
constituent in understanding them.” Danto (1981), p. 189.
256
referencia de las expresiones en juego, sino, en principio, del sentido y, en
ocasiones, solo de las connotaciones y matices asociados a dichas expresiones.
257
percibir las conexiones entre esa representación y otras y, finalmente entre la
representación y el sujeto de la representación.
1.5. Retórica
Hemos visto que al caracterizar la obra de arte como una metáfora, Danto
apuntaba a su carácter retórico. Comprender la obra es, en cierto modo, captar
el contenido a la luz de la actitud expresada por el artista. Danto compara el
proceso involucrado en captar una metáfora con una figura retórica: el
entimema. Un entimema es un tipo especial de argumento que carece o bien de
una premisa o bien de una conclusión, de manera que el oyente debe rellenar el
hueco que deliberadamente se ha dejado en la presentación del argumento. A
menudo, el hueco se cubre con una verdad obvia, de manera que el oyente no
encuentra dificultades en encontrar aquello que satisfaría adecuadamente el
hueco dejado por el hablante.
57 Cohen, T., “Jokes”, Pleasure, Preference, and Value. Studies in Philosophical Aesthetics, Schaper, E., (Ed.),
258
captar la metáfora, está asintiendo implícitamente a los aspectos expresivos bajo
los que el contenido es representado. El artista colorea la representación y el
espectador, que al experimentar la obra, responde a la forma en la que el artista
decide presentar el contenido, colabora en algún sentido con la producción del
efecto buscado por ésta. Como sucede en muchos casos de comunicación
cotidiana, el artista explota las asunciones comunes que operan entre el y el
espectador y aspira a afectar su sensibilidad a través de la obra producida.
259
El aspecto retórico de la obra de arte o su capacidad para provocar
efectos más allá del reconocimiento de su contenido, ha sido, como veremos en
el siguiente apartado, retomado por Danto en una de sus últimas obras con la
intención de examinar si éstos son esenciales al arte.
Podemos decir que, hasta cierto punto, Danto ha recogido este aspecto de
la obra de arte cuando ha valorado los aspectos retóricos-afectivos que toda
obra, en tanto que metáfora, parece poseer. Sin embargo, en la obra que
acabamos de mencionar, Danto parece plantearse la cuestión de una manera
más radical. Considera que el poder afectivo de las obras de arte reside en los
llamados “moduladores” -inflectors. Un inflector es una propiedad no
representacional de la obra, como la belleza, que colorean la representación con
cierto sentimiento y que, a su vez, generan cierta actitud o sentimiento hacia la
representación por parte del espectador. Por ejemplo, al representar bellamente
a un personaje literario el autor espera provocar en el lector una actitud positiva
hacia el personaje.
61
Danto, A. C., The Abuse of Beauty, Aesthetics and the concept of Art, Open Court Publishing, Illinois, 2003
260
“la cuestión que simplemente quiero formular aquí es si pertenece a la
definición del arte que algo sea una obra de arte si está modulada para causar
una actitud hacia el contenido representado”.62
62 “(T)he question I merely raise at this point is whether it belongs to the definition of art that
something is an artwork if it is inflected to cause an attitude to its content.” Danto (2003), p. 121.
63 De hecho, Danto reconoce que al asumir la tesis hegeliana del fin del arte conlleva aceptar “(E)l final
de un cierto tipo de humanidad.”. [“(T)he end of a certain sort of humanity.”] Danto (2003), p. 122.
261
1.6. Estilo
262
Es como si, además de representar lo que representa, el
instrumento de la representación impartiera y aportara algo de
su propio carácter en el acto de representarlo; de manera que
además de saber qué representa, el ojo educado sabrá cómo ha
sido producida la representación. Podemos así reservar el
término estilo para este cómo, para aquello que queda de la
representación cuando sustraemos su contenido.65
65 “It is as if, in addition to representing whatever it does represent, the instrument of representation
imparts and impresses something of its own character in the act of representing it, so that in addition to
knowing what it is of, the practiced eye will know how it was done. We may thus reserve the term style
for this how, as what remains of a representation when we subtract its content.” Danto (1981), p. 197.
66 Richard Wollehim ha proporcionado una distinción entre estilo individual y general; dentro de este
último distingue entre los estilos universal, de periodo y de escuela. En “Pictorial Style: Two Views” en
The Concept of Style, Berel Lang, ed. (University of Pennsylvania Press, 1979) pp. 129-45.
67 Danto, citando a Buffon, declara que “(S)tyle is the man himself.” Danto (1981), p. 198.
68 Como Danto dice: “(L)a clave está en que la misma sustancia puede encarnarse estilísticamente de
maneras muy diversas, y vehículos sinónimos pueden distinguirse estilísticamente.”. [“(T)he point is that
the same substance may be variously stylistically embodied, and synonymous vehicles may have marked
stylistic differences.”] Danto (1981), p. 198.
263
Con aquellas cualidades consideradas como el estilo, el artista,
además de representar el mundo, se expresa a sí mismo en
relación al contenido de la representación.69
Para acentuar aun más el lado expresivo del estilo, Danto ha propuesto
distinguir entre estilo y manera. La diferencia básica entre ambos conjuntos de
propiedades formales sería que el primero es la expresión genuina de un artista
o grupo, mientras que la manera –manner- es aprendida. Cuando un artista pinta
“a la manera de” está adoptando los rasgos estilísticos propios de otro artista o
grupo, pero no como medio de expresión particular, ya que simplemente
reproduce dichos rasgos. No está expresando nada propio a través de ellos, solo
ha adquirido la técnica suficiente para reproducir con cierto grado de similitud
los rasgos que constituyen el estilo de otro artista. La manera se aprende, el
estilo es un don.
69 “With those qualities referred to as style, the artist, in addition to representing the world, expresses
himself, himself in relation to the content of the representation.” Danto (1981), p. 198.
70 Danto (1981), p. 189.
71 Schapiro, M., (1953) “Style” en Theory and Philosophy of Art: Style, Artist, and Society, New York, George
personality of the artist and the broad outlook of a group are visible. It is also a vehicle of expression
within the group, communicating and fixing certain values of religious, social, and moral life through
the emotional suggestiveness of forms.” Schapiro, M., (1994), p. 51.
264
Esta distinción puede verse también a través de una analogía con el caso
moral. Aristóteles distinguió entre ser prudente y hacer cosas prudentes. Lo
primero es el verdadero rasgo del sujeto moral, mientras que lo segundo
simplemente conlleva una serie de actos apenas conectados con el carácter
moral del sujeto –ya que alguien puede hacer una acción prudente sin ser
prudente. La persona verdaderamente prudente es aquella que sabe discernir la
acción correcta en las situaciones novedosas sin seguir unas reglas de
comportamiento explícitas. Así, siguiendo la analogía que estamos estableciendo
entre el carácter moral y la cualidad artística, lo que distingue al verdadero estilo
de la manera es que el primero comparte con el carácter verdaderamente moral
la ausencia de reglas73.
Así, los rasgos estilísticos de Van Gogh’s expresan el carácter del artista y
no los de aquellos que pintan a la manera de Van Gogh, ya que lo que es fruto
de una actividad no reglada e intuitiva en el pintor holandés, es el resultado de
el dominio de una técnica en el caso del pintor que imita su estilo74.
73 Podemos expandir esta analogía y decir que una de las ideas de Aristóteles era que, puesto que la
prudencia no podía ser aprendida o adquirida siguiendo un conjunto de reglas, una de las formas en las
que puede ser adquirida es observando e imitando a los grandes caracteres morales. Esta es la razón por
la que los modelos éticos son tan importantes a la hora de determinar qué es la prudencia. Si pensamos
ahora en el caso de los artistas, podemos advertir una semejanza: muchos artistas han llegado a ser
grandes artistas imitando a los grandes maestros. Pintores como Ingres o Picasso han mostrado una
ansiedad obsesiva con respecto a los maestros de la tradición pictórica y han incorporado los rasgos de
éstos a su propio estilo o, al menos, han asimilado las preocupaciones que habían motivado a los
maestros.
74 Desde luego, podríamos elaborar un caso, altamente improbable, en el que dos artistas desarrollaran
de manera genuina el mismo estilo y no solo superficialmente, sino, siguiendo la visión del estilo de
Wollheim, psicológicamente.
75 “(W)hile there may be various external and transient properties of a person, style at least comprises
those of his qualities which are essentially his.” Danto (1981), p. 204.
265
subjetividad que captamos al reconocer el modo en el que ciertas propiedades
del medio llegan a ser marcas de la misma. A través del estilo, el sujeto expresa
su forma de ver el mundo y, al hacerlo a través de una imagen, una figura
escultórica, una novela o una pieza musical, proporciona los medios para que el
espectador acceda y experimente ese mundo. Esta idea nos devuelve a la
cuestión del valor cognitivo de las obras de arte que venimos señalando. Para
Danto, la importancia de la expresión artística está íntimamente relacionada con
su función cognitiva. Como medio genuino de exteriorización de
subjetividades, el arte nos abre otros mundos distintos al nuestro, al modo en el
que lo vivimos, y amplia nuestra experiencia del mundo, de los otros y de
nosotros mismos.
266
2. “Símbolos Encarnados” -Embodied Meanings: la concepción
hegeliana del símbolo y la caracterización de Danto de las expresiones
simbólicas
76 “(T)he concept of symbol I am advancing is almost entirely Hegelian, in that it consists of giving
sensuous material embodiment to what Hegel would certainly have called Idea.” Danto (1992), p. 62.
77 En particular, Danto ha adoptado la tesis del fin de la historia del arte, aunque el sentido que ese “fin”
tiene en Hegel y Danto difiere notablemente. Danto no afirma, con Hegel, que el arte ya no pueda
cumplir una función en el mundo contemporáneo. Más bien, lo que niega es que esa función deba venir
dictada por la filosofía que es, en realidad, la causa de que el arte tenga una historia.
78 Hegel, G. W. F., (1842) Lecciones sobre la estética, Madrid, Akal, 1989, p. 78.
267
De hecho, el arte constituiría, de acuerdo con la concepción hegeliana de
la historia, uno de los momentos de auto-conocimiento del Espíritu, ya que éste
se manifiesta sucesivamente en el Arte, la Religión y la Filosofía y a través de
esas sucesivas manifestaciones alcanza el auto-conocimiento. Sin embargo, en
Hegel, una vez que el Arte satisface la función cognitiva que puede desempeñar
en el proceso de auto-conocimiento del Espíritu, deja de ser una forma viva del
Espíritu y se convierte en un símbolo de las etapas en las que la relación entre el
Espíritu y la materia se han concretado. En un sentido no puede haber Arte
después de que la relación de manifestación del Espíritu en el arte se agote.
Puede haber obras de arte pero éstas ya no podrán satisfacer la función que un
día desempeñaron en la tarea de auto-conocimiento del Espíritu Absoluto79.
Las necesidades espirituales que un día encontraron en el arte una vía
satisfactoria de expresión parecen, después del así llamado “fin del arte”,
reclamar otras formas de manifestación. El Espíritu, en parte madurado a través
del tejido sensible del arte, requiere ahora otras formas de reconocimiento.
Danto nos recuerda en numerosas ocasiones el famoso pasaje en el que Hegel
confirma la función caduca del arte:
79 “La índole peculiar de la producción artística y de sus obras ya no satisface nuestra necesidad
suprema; ya no podemos venerar y adorar las obras como tocadas por la divinidad; la impresión que
nos producen es de índole más sesuda, y lo que suscitan en nosotros ha todavía menester un criterio
superior y verificación diversa. El pensamiento y la reflexión han sobrepujado al arte bello.”. Hegel,
(1989) p. 13.
268
representación de la obra de arte y la adecuación y
inadecuación entre ambos respectos. La ciencia del arte es por
eso en nuestro tiempo todavía más necesaria que para aquellas
épocas en que el arte, ya para sí como arte, procuraba
satisfacción plena. El arte nos invita a la consideración
pensante, y no por cierto con el fin de provocar arte de
Nuevo, sino de conocer científicamente lo que es el arte.80
269
Me detendré un momento en la primera de estas ideas que Danto parece
haber recogido de Hegel. La idea de que el arte es la manifestación sensible del
Espíritu, es decir, de la subjetividad82.
82
Con la diferencia de que para Hegel se trata del Sujeto Absoluto, no hay una metáfora, sino verdad.
83 Danto (1992), pp. 55-71.
270
mundo manifiesta sus estados mentales de la misma manera; más bien, está
expresando la convicción en el carácter expresable que los estados mentales
poseen en general. Esto es, los estados mentales se manifiestan de cierta manera
y este hecho hace que tales manifestaciones se conviertan en signos de los
estados mentales que manifiestan. Sin embargo, la forma concreta en la que los
estados mentales se manifiestan es una cuestión de lo que Aristóteles llamó
“segunda naturaleza”. Es decir, aunque la relación entre los estados mentales y
sus manifestaciones es causal, el conjunto específico de manifestaciones que
observamos en un sujeto o conjunto de sujetos está parcialmente determinado
por la cultura. En ciertas culturas, golpearse la frente puede ser una
manifestación de dolor, mientras que en otras puede serlo una determinada
expresión facial. Así, el dolor o la pena pueden manifestarse de muchas y
diversas maneras en distintas culturas, pero esto no afecta en principio a la
naturaleza causal de la relación entre la manifestación y el estado mental al que
refiere.
271
otra, la persona que elige un determinado look está, de algún modo, señalando a
los demás el tipo de persona que quiere ser o mostrar. Al elegir una moda en
cierto sentido estamos eligiendo el aspecto que queremos tener ante los otros y
ante nosotros mismos. Así, el look despeinado puede dar a entender que soy una
persona más bien informal, a la que no le importa excesivamente su aspecto y
que parece vestirse con lo primero que encuentra en el ropero –aunque de
todos es sabido que el look de despreocupación conlleva un enorme esfuerzo de
elección y de combinación aleatoria. Así, en este caso, mi look despeinado no es
una mera manifestación de mi estado de ánimo o de un evento mental –por
ejemplo, el estrés- sino que he de apelar a mis intenciones estéticas para
explicarlo adecuadamente.
symbolizes the reality in which it would have been a manifestation, or a mere sign, if that world instead
of this one were real.” Danto (1992), pp. 58-59.
272
De hecho, si el aspecto desaliñado –cuando es una manifestación- no provocara
las miradas de nadie, aquellos que usan dicho aspecto simbólicamente
probablemente dejarían de hacerlo; es en parte debido a los valores que
gobiernan a una sociedad por la que se rige el rango de posibilidades y mundos
deseados que cristalizan en las expresiones simbólicas. Danto subraya este rasgo
de las expresiones simbólicas que, al contrario que las manifestaciones, hacen
de ellas habitantes dobles de un mundo real y de uno posible. Las expresiones
simbólicas presentan en este mundo un fragmento del mundo simbolizado, un
fragmento de lo que sería una manifestación si el mundo del que es expresión
fuera real y no solo imaginado.
85 Esta idea de la obra de arte como un símbolo de un mundo deseado, no real, ha sido también
desarrollada por Gadamer en La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta, Introducción de
Rafael Argullol, Barcelona, Paidós, I.C.E. de la UAB, 1991.
273
manifestación y su objeto era causal, la que hay entre la expresión simbólica y
aquello a lo que refiere solo puede caracterizarse en términos de razones.
Hemos de apelar a conjuntos de valores y creencias compartidas por una
comunidad, para explicar por qué una determinada representación o acción es
una expresión simbólica. Mientras que la relación causal se caracteriza como
una relación externa, la relación entre la expresión simbólica y las razones que
dan cuenta de su contenido particular es interna, no podemos separar lo uno de
lo otro. Y esto nos lleva de nuevo a uno de los tópicos que venimos señalando
a lo largo de este capítulo: la cuestión de la inseparabilidad entre forma y
contenido propia de las representaciones artísticas.
De hecho, al igual que vimos que según Danto las condiciones de verdad
de la metáfora habían de incluir la referencia a la representaciones involucradas
en identificación metafórica, en nuestra explicación de las expresiones
simbólicas hemos de referirnos a una representación cuyo papel es señalar un
mundo distinto al nuestro, un mundo que se abre a través de la obra y que nos
muestra los límites –a la vez que los modos en los que el arte sobrepasa dichos
limites- de nuestro mundo. La obra de arte encarna en el sentido de hacer
realidad un fragmento de un mundo ideal. En ese sentido, la metáfora consiste
en identificar el mundo de la representación con un mundo posible.
El arte nos muestra otros mundos a través de los fragmentos que son las
obras de arte. Ahora bien, ¿por qué es iluminador para un sujeto que se le
muestre un fragmento de otro mundo que ni siquiera es el real? El mundo
mostrado es el mundo tal y como alguien se lo representa. Pero ¿por qué nos
interesamos por el aspecto que el mundo tiene para otros? Porque, al
comprender la perspectiva que se nos abre en la obra podemos adquirir
conocimiento sobre cómo serían las cosas si el mundo fuera tal y como la obra
nos lo presenta. Además, al acceder a otros mundos distintos, recuperamos
cierta autoconciencia con respecto a nuestro propio mundo y, con ella,
recobramos la distancia necesaria para examinarnos a nosotros mismos, y a los
274
límites de nuestro mundo. Para Danto, los sujetos viven a través de y, por
tanto, son sistemas de representaciones. Una comunidad o un periodo se
delimita por el conjunto de creencias que sostiene de tal manera que la obra de
arte explota justamente esas creencias y valores para resquebrajar su solidez.
86
“The self, as the author of symbolic expressions, is defined reciprocally by the community that may
be expected to grasp the symbolic expressions the culture makes available to the self. The self is that
community, internalized.” Danto (1992), p. 68.
275
todo a la fenomenología característica del participante; podemos aproximarnos
imaginativamente pero en ningún momento dejamos de ocupar nuestra distante
posición de observadores.
87 “The participant understands and knows his culture with an immediacy and spontaneity the observer
does not share. He can act within the culture’s standards and norms without rational self-consciousness,
often indeed without having formulated standards as standards … The observer does not have this kind
of knowledge of the culture. He has to spell out standards and rules, making them explicit and so
making them also coarse, rigid and clumsy. … On the other hand, what the observer may have is a
perspective.” Baxandall, M., (1985), Aesthetics. Oxford Readers, Feagin, S. & Maynard, P, (Eds.), Oxford,
Oxford University Press, 1997, pp. 245-246.
276
Cuando leemos Madame Bovary, seguimos a Emma a través de los patrones
del amor romántico que Flaubert teje uno junto a otro. Al hacerlo, de algún
modo se ponen en evidencia nuestros propias asunciones acerca del amor y
sobre el poder que nuestras propias representaciones tienen para guiar nuestra
vida. Incluso si el mundo de Emma ya no es el nuestro, podemos aprender algo
acerca de la subjetividad del personaje y del modo en el que Flaubert nos
presenta el mundo que lo rodea; podemos compararlo con nuestro propio
mundo, mirarnos a nosotros mismos. En cierto modo, el arte, por su capacidad
de mostrar el aspecto externo de una subjetividad nos ofrece aquello que Danto
negaba a los periodos de sí mismos: auto-conocimiento. Así, la obra de arte
88
“(I)t does what works of art have always done –externalizing a way of viewing the world, expressing
the interior of a cultural period, offering itself as a mirror to catch the conscience of our kings.” Danto
(1981), p. 208.
277
3. “Encarnar un significado” como Farbung
Finalmente, hay una tercera matización que debemos hacer con respecto a
la noción de “encarnar un significado”. Danto ha apelado a la noción fregeana
de Farbung (color o coloración) para referirse al aspecto expresivo que, en su
opinión, distingue a las obras de arte de las meras representaciones.
278
acerca de lo representado mismo. Al percibir los rasgos ligados a la Farbung de
la obra, el espectador está, de algún modo, obteniendo información sobre el
artista, sobre sus preferencias, sobre el modo en el que incorpora el sistema de
representaciones que tiene como trasfondo, sobre las posibles influencias en su
obra, y, finalmente, sobre cómo todo esto tiñe la forma particular de configurar
la experiencia artística que se encarna en la obra.
279
Según Wollheim, las emociones colorean nuestra experiencia explotando
el mecanismo básico de la proyección.92 Un sujeto siente una emoción y ésta le
causa cierta ansiedad.93 Para librarse o disminuir la ansiedad, el sujeto proyecta
la emoción sobre el mundo externo, de manera que comienza a experimentar el
mundo externo como siendo uno con su emoción.94 Como resultado de la
proyección el sujeto deja de sentir la emoción inicial: la emoción sentida ha
dado lugar a una nueva experiencia de acuerdo con la que el sujeto experimenta
el mundo coloreado por su emoción. El mundo se presenta, así, como
coloreado por la emoción del sujeto.
92 La proyección es concebida como un mecanismo para liberar al sujeto de una cierta ansiedad causada
por una emoción. Al proyectar la emoción sobre un objeto fuera del sujeto, el sujeto se siente liberado
de la emoción y, por ende, de la ansiedad que la emoción causa.
93 La ansiedad acompaña solo a las emociones negativas, por supuesto. Sin embargo, pese a lo que
pueda parecer en un principio esto no implica que la teoría de Wollheim no sea suficientemente
comprehensiva. Su concepción de la proyección puede acomodar igualmente emociones positivas.
Véase, Wollheim (1987), pp. 80-89.
94 Las principales diferencias entre la proyección simple y compleja es que, en la primera, la emoción se
proyecta sobre un objeto del entorno. La proyección no resulta en una determinada experiencia del
mundo –como en el caso de la proyección compleja, sino que resulta en una determinada creencia
acerca del objeto sobre el que la emoción se ha proyectado.
280
4. Críticas a la noción de “significado encarnado”
95 “Danto’s New Definition of Art and the Problem of Art Theories”, British Journal of Aesthetics 37
(1997), 386-92.
96
“Intención e Interpretación: Aporías en la crítica de Danto a la teoría estética” en Pérez Carreño, F.,
(ed.) Estética después del fin del arte. Ensayos sobre Arthur Danto, Madrid, Antonio Machado, 2005, pp. 233-
256.
281
4.1. La crítica de Noël Carroll
282
la de “encarnar un significado”. (…) entonces llegó a ser un
problema determinar qué paradigma usar para un objeto real
(…) Requeriría encontrar algo que no derivara parte de su
identidad de una red de significados, y no parece claro que sea
posible encontrar algo totalmente ajeno a esa red –sería como
buscar algo que no estuviera en la mente en un esfuerzo por
rebatir al obispo Berkeley: en el momento en el que lo
encuentras, ya no está fuera de la mente.97
Sin duda ha de haber una distinción pero puede que no sea tan
transcendentalmente profunda como se suponía entonces,
cuando un cierto prejuicio contra la comercialización formaba
parte de la campaña de los intelectuales para distinguirse de la
cultura de masas. 98.
97 “The cartons were certainly about something; and since I was using aboutness to distinguish art from
reality, the cartons would make the first cut. And it seems to me no less clear that they would make the
second cut as well, that of embodiment. (…) It then became a problem to determinate what paradigm
to use for a real object (…). It would require finding something which does not derive some part of its
identity from a network of meanings, and it is not clear that any can be found –it is like seeking for
something that is not in the mind in an effort to rebut the claims of Bishop Berkeley: the moment you
find it, it is no longer outside the mind.” Danto (2001), pp. xxiii-xiv.
98 “Tres Cajas de Brillo: cuestiones de estilo”, Después del fin del arte. Ensayos sobre Arthur Danto, Pérez-
Carreño, F., (ed.), Madrid, Antonio Machado, 2005, pp. 19-40, p. 33.
99 Danto introduce también la Caja Brillo de Bidlo expuesta en Not Andy Warhol para mostrar las
diferencias que de significado artístico que estas tres obras manifiestan a pesar de que son
perceptivamente indiscernibles.
283
cada uno de ellos. Así, Danto desplaza la cuestión desde el plano de la ontología
al de la interpretación que corresponde a cada una de las Cajas, aunque, de
pasada, reconoce que la noción de mero objeto –crucial para la distinción entre
obras de arte y meros objetos- parece requerir una revisión:
Sin embargo, creo que la frontera que, tras este ejemplo, queda más
diluida es la que supuestamente separa a las obras de arte de las meras
representaciones. Especialmente, si -como vimos al analizar las posibles
interpretaciones que la noción de “encarnar un significado” podía tener-
entendemos esta noción en un sentido amplio. De hecho, muchas
representaciones satisfarían la definición de arte propuesta por Danto a pesar
de no haber sido producidas bajo ninguna concepción explicita del arte: por
ejemplo, las pinturas rupestres de Lascaux que el propio Danto situaba fuera del
reino del arte en “The Artworld”. Una vez que el diseño de Harvey se considera
arte y éste, de manera evidente, no ha sido producido teniendo como trasfondo
una intención artística -aunque sí significante-, parece que la línea que separa el
arte del no-arte se ha derrumbado completamente. En cierto modo, la
continuidad que Danto vió en “Symbolic Expressions and the Self” entre obras
de arte y otros símbolos de la vida cotidiana ha acabado por imponerse101.
284
La gran mayoría de los productos culturales satisfacen la definición de
Danto ya que, de manera más o menos concreta tienen significado y encarnan
una actitud; la moda o los llamados artículos de diseño parecen casos
paradigmáticos del tipo de objeto que estaría en la frontera entre el arte y el no
arte. De hecho, ha llegado a formar parte de la agenda museística la exposición
de colecciones de moda, motocicletas, lámparas o sillas102.
to argue in The Transfiguration of the Commonplace, there is a deep continuity between works of art and the
symbolic expressions of everyday life”] Danto (1992), p. 63.
102 El propio Danto ha prologado un catálogo sobre una exposición de sillas en el que explora su
dimensión simbólica; “The Seat of the Soul” in 397 Chairs, pp. 8-16, Harry N. Abrams, Inc., Publishers,
New York, 1988.
285
4.2. La crítica de Diarmuid Costello
286
independientemente de la identificación del objeto como obra de arte. El valor
estético de un objeto es relativo al hecho de que el objeto en cuestión sea una
obra de arte, en primer lugar, y al hecho de que sea la obra de arte que es, en
segundo lugar. Por lo tanto, las propiedades de una obra son dependientes del
significado que la obra se supone ha de encarnar. En cierto sentido, solo
cuando ya sabemos el significado de una obra, podemos determinar el tipo y el
valor de las propiedades estéticas del objeto.
287
no puede entenderse como algo que guía a priori la tarea del artista y que por
ello es condición de posibilidad para determinar el contenido estético de la
obra. Más bien el significado de la obra, al construirse en el proceso de
creación, es el resultado de una amalgama de aspectos cognitivos y afectivos
que no podemos separar y distinguir sucesivamente. Lo estético –al contrario de
lo que sostiene Danto- no puede estar supeditado al significado de la obra
porque éste se ha formado en parte a través de una respuesta estética al material
por parte del artista. Como sostiene Costello: “La relación de un artista con sus
materiales, cualquiera que esta sea, no es simplemente instrumental u orientada a
un fin, incluso si está gobernada, en un alto grado, por consideraciones
intencionales y, de hecho, necesariamente cognitivas. (…) Ahora bien, ponerse
a hacer una obra que satisfaga tal objetivo, por más complejo que sea, deja
abiertas numerosas formas de hacerlo que permite que las respuestas
sensoriales, afectivas o intuitivas del artista al proceso de realización mismo –
respuestas a cómo la obra resultante se presenta al ojo, al oído o la lectura
conforme está siendo realizada- repercuten sobre y, como resultado, llegan a
sedimentarse en, el objeto realizado.”106.
288
los materiales. En segundo lugar, la noción de significado artístico resulta ser
demasiado estrecha, pues parece solo es concebido como aquel significado
previo a la producción de la obra que guía el trabajo del artista en su
manipulación de los materiales.
5. Resumen
289
Claramente, la noción de “encarnar un significado” tiene un eco hegeliano
que Danto asume y que también se hace notar en la caracterización de Danto
del papel cognitivo del arte. Para Danto, como para Hegel, el valor del arte está
íntimamente relacionado con el auto-conocimiento. Este aspecto de la
concepción del arte de Danto se hace notar ya en The Transfiguration of the
Commonplace, donde, a pesar de que aún no encontramos una definición en
términos de la noción de “encarnar un significado”, se ofrece una definición
expresiva del arte. La representación artística se caracteriza por expresar la
actitud del artista hacia lo representado, por presentar el contenido
representado bajo la coloración de una actitud o punto de vista. El color de una
representación, su componente expresivo, se articula en la obra a través de las
propiedades expresivas y estilísticas. El espectador no solo percibe el contenido
representado sino que responde a la forma en la que dicho contenido está
coloreado por una actitud.
290
de arte. A pesar de que esta forma de entender el objeto artístico puede parecer
excesivamente comunitarista –después de todo, los sujetos son conjuntos de
representaciones, para Danto- no creo que deba enfatizarse en exceso este
aspecto a nivel de la interpretación de la obra de arte. Las obras de arte no son
objetos inteligibles solo para la comunidad en la que han sido realizados. Es
posible, que el tipo de comprensión que participantes y observadores –por
retomar la terminología del historiador del arte M. Baxandall ha proporcionado-
obtienen sea distinta, pero la dimensión cognitiva del observador es tan
importante como la del participante y la comprensión de la obra las requiere
tanto como cualquier otro objeto cultural.
291
y valiosos tanto de la producción artística como de la experiencia que las obras
de arte producen.
292
CONCLUSIONES
293
interpretación u otra. Ya hemos señalado que el propio Danto da cuenta de la
correlación entre experiencia e interpretación del objeto artístico. En palabras
de Danto, el objeto se transfigura al ser experimentado bajo una interpretación
artística. No debemos, sin embargo, entender este fenómeno como algo
exclusivo del arte. Continuamente apreciamos cambios en nuestra percepción
de las cosas guiados por la adquisición de nuevos conocimientos o formas de
entender lo experimentado. Reconocer esto no conlleva, en absoluto, negar la
tesis de la indiscernibilidad perceptiva, sino, más bien, reconocer su papel en la
explicación del ver aspectual al que tanta relevancia se ha dado en el análisis de
los procesos perceptivos.
Tampoco comporta, -como parece seguirse de una interpretación
habitual de Danto- que las propiedades estéticas de la obra sean irrelevantes
para la interpretación de la misma. Al contrario, la obra de arte tiene el valor
que tiene por el tipo de propiedades que posee –estéticas, expresivas, estilísticas,
etc-. Sin embargo, y en esto Danto se distancia de la postura tradicional, no
podemos entender estas propiedades independientemente de una determinada
interpretación del objeto. Lo estético, para Danto, no es independiente del
reino del significado.
La segunda razón que permite valorar positivamente la aportación de
Danto al panorama contemporáneo es su apuesta por la posibilidad de definir el
arte. Tras el rechazo, en los años cincuenta, de la posibilidad de definirlo en
términos de condiciones necesarias y suficientes, su propuesta supone un
esfuerzo teórico por reavivar una perspectiva teórica del arte y por aceptar el
reto de la definición de lo artístico en un momento, además, el posthistórico,
especialmente heterogéneo en lo que respecta al tipo de objetos que se
presentan como arte. En este sentido, la definición de Danto no trata
simplemente de satisfacer un expediente filosófico, sino también de
proporcionar una herramienta teórica que organice nuestras intuiciones acerca
del arte.
294
El propio Danto parece reconocer que su interés filosófico por el arte
estuvo motivado por la exposición de Warhol en la Stable Gallery de New York
en 1964, donde, por primera vez, vio las Cajas Brillo que inspiraron la
formulación del experimento de los indiscernibles. En cierto sentido, las Cajas
de Warhol han desempeñado un papel central en el planteamiento teórico de
Danto ya que no solo han inspirado la forma del experimento, sino que han
servido para ilustrar una de las conclusiones que Danto extrae del mismo: que
las obras de arte no pueden definirse en términos estrictamente perceptivos.
Esta conclusión condiciona de manera radical el tipo de definición que
ha de ser posible ya que ninguna propiedad de naturaleza perceptiva podrá
figurar entre las condiciones necesarias o suficientes del arte. Es claro que este
aspecto de la teoría de Danto se enfrenta directamente a los presupuestos de la
definición estética del arte. Así, la teoría de Danto se demarca, por un lado, de
la teoría estética y, por otro, de la tesis de la imposibilidad de definir el arte
defendida por los neo-wittgensteinianos. Para Danto, que el arte no pueda
definirse en términos puramente perceptivos no significa que no sea posible
definirlo en absoluto.
Vimos que la respuesta de Danto a la cuestión sobre qué distingue a un
objeto artístico de un mero objeto cuando ambos son perceptivamente
indiscernibles se formula, en principio, apelando a la noción de “mundo del
arte”. La particularidad de la propuesta inicial de Danto residía en enfatizar la
naturaleza teórica del arte, es decir, la idea de que no puede haber arte sin una
atmósfera teórica que proporcione una determinada concepción del arte.
Una de las virtudes de esta propuesta es, como vimos, su capacidad para
dar cuenta de las variaciones históricas de nuestro concepto de arte, así como
la repercusión de éstas en las cuestiones de la identificación e interpretación
artísticas. Así, la práctica artística solo es tal si se desenvuelve dentro de cierto
marco teórico que, de alguna manera, reflexiona sobre la naturaleza de su
objeto. Obviamente, un concepción del arte de este tipo se ve obligada a excluir
de lo artístico todos aquellos objetos y prácticas que carezcan del entorno
295
apropiado. El ejemplo típico era las pinturas rupestres de Lascaux, de las que
Danto decía que no podían ser arte dada la carencia de atmósfera teórica que
reclama como condición necesaria para el arte.
Aunque, como se ha dicho en este trabajo, la noción de mundo del arte
es desplazada en cierto sentido por la definición que Danto propone en The
Transfiguration of the Commonplace, su repercusión en el panorama teórico
contemporáneo da cuenta de su capacidad para recoger, cuando menos, una
condición ineludible del arte contemporáneo, si no del arte en general. Por otro
lado, puede sentirse la influencia de la propuesta de Danto en otras definiciones
contemporáneas del arte como la de G. Dickie, J. Levinson o Noël Carroll que,
o bien acentúan el componente institucional o bien señalan su carácter
esencialmente histórico.
Así pues, la noción de mundo del arte con la que Danto trataba de
distinguir entre el arte y el no-arte ha resultado ser el desencadenante de toda
una serie de propuestas teóricas sobre la naturaleza de lo artístico. Incluso
aquellos que consideran que es una condición demasiado estricta y que
podemos habérnoslas con las tareas de identificación e interpretación del arte
sin necesidad de apelar a un mundo del arte (Tilghman, Kennick) han
reconocido la necesidad de un conocimiento del trasfondo teórico y práctico de
una determinada obra para identificarla correctamente y para interpretarla
adecuadamente.
Después de todo, la noción de mundo de arte recoge una idea que, en
otros ámbitos como la historia del arte, ya ha cristalizado; es la idea de que la
obra de arte en tanto que producto cultural no puede interpretarse
correctamente sin tener en cuenta el trasfondo teórico-práctico en el que es
producida. La obra de Picasso, Les demoiselles d’Avignon (1907), solo puede
interpretarse correctamente si tenemos en cuenta el impacto que tuvieron en
Picasso las exposiciones del llamado arte primitivo que tenían lugar en París
durante el periodo en el que el artista trabajó en esta obra –para la que realizó
más de 100 bocetos y dibujos preparatorios-, así como el contexto teórico y
296
artístico en el que Picasso se desenvuelve. De la misma manera, una máscara
africana –que, en principio, no ha sido producida dentro de un entorno
artístico, sino en un contexto ritual- ha de interpretarse de acuerdo con el tipo
de intenciones presentes en su elaboración. Así, los rasgos que, dentro de una
determinada experiencia pueden interpretarse estéticamente, tienen una función
dentro del contexto ritual que determinan la interpretación correcta de los
mismos. Las experiencias que la máscara produce si se la ve bajo su aspecto
funcional o si se la experimenta desde un punto de vista estético serán
diferentes y, hasta cierto punto, incompatibles. En principio, la interpretación
correcta de la máscara ha de tener en cuenta su contexto de producción si no ha
de ser un mero pretexto para el deleite visual. Comprenderla como el objeto
que es implica situarla bajo la categoría a la que pertenece.
La apelación de Danto a la concepción de la interpretación de la obra de
arte defendida por Baxandall en Patterns of Intention (1985) es, finalmente, la
prueba de su compromiso con ciertos condicionamientos históricos a la
interpretación y apreciación de la obra.
Con todo, la noción de mundo del arte ha sido criticada por el exceso de
sofisticación y complejidad que parece introducir en nuestras prácticas comunes
con relación al arte. Según esta crítica, no parece que necesitemos hacer
referencia explícita a un mundo del arte para identificar algo como arte, ni que
debamos estar familiarizados con la teoría bajo la que una obra ha sido
producida para entenderla correctamente. Hay un trasfondo sobre el que toda
obra se interpreta, pero éste no necesita ser entendido en términos de teorías o
mundo del arte; basta con que estemos familiarizados con la tradición artística y
hayamos desarrollado suficientemente nuestra capacidad para percibir aires de
familia entre unas obras y otras para que llevemos a cabo con éxito ambas
tareas.
Sin embargo, creo que, en parte por una razón histórica, lo que
llamamos arte se distingue por el componente reflexivo que la atmósfera teórica
proporciona. El drama y la poesía, la escultura y la pintura, la música y la
297
arquitectura (más tarde la fotografía, el cine, etc) han evolucionado a la par de
reflexiones teóricas bien de carácter específico, sobre el medio particular sobre
el que versan, bien de carácter general acerca de la función del arte.
Además, al menos desde el tratado de Batteux, Les beaux arts réduit à un
même principe (1746), la noción de arte como concepto que agrupa los productos
de medios diversos (pintura, escultura, literatura, música, arquitectura, etc.) ha
recorrido un camino inseparable de la reflexión sobre su propia naturaleza; un
camino que se acentúa enormemente con la modernidad artística y las
vanguardias, por no hablar del panorama contemporáneo.
En cierto modo, la dependencia de un mundo del arte ha ido
aumentando históricamente hasta el punto de que resulta difícil imaginar una
obra contemporánea que no haya sido producida bajo una determinada
concepción de la naturaleza artística. No obstante, el peso de la definición del
arte de Danto no recae finalmente sobre la noción de mundo del arte, sino que
en The Transfiguration of the Commonplace, la obra de arte se define como un tipo
especial de representación: la obra de arte es una representación que encarna su
significado.
Siguiendo la estructura que el experimento de los indiscernibles propone,
Danto se pregunta, en primer lugar, qué distingue a una obra de arte de un
mero objeto cuando éstos pueden ser perceptivamente indiscernibles y, en
segundo lugar, qué distingue a una obra de arte una mera representación bajo la
misma condición de indiscernibilidad perceptiva. A lo primero, Danto responde
que las obras de arte son sobre algo, tienen significado, mientras que los meros
objetos carecen de él. A lo segundo, Danto no responde de una manera directa
(no, al menos, en The Transfiguration of the Commonplace), sino apelando a un
conjunto de nociones –expresión, estilo, metáfora y retórica- para delimitar
concéntricamente la naturaleza de lo artístico.
He tratado de mostrar, en el capítulo III, que “ser acerca de algo” puede
significar cosas ligeramente distintas según el tipo de obra a la que nos
enfrentemos. Si, por ejemplo, se trata de una pintura representacional –
298
figurativa o abstracta- podemos con facilidad identificar aquello sobre lo que la
obra es. Sin embargo, como ciertos análisis de la música absoluta y de las artes
decorativas ponen de manifiesto, parece que la cuestión sobre qué versan o
tratan resulta más difícil de responder, pues no está claro que estos ejemplos
posean propiedades representacionales del tipo que hacen que una pintura “sea
sobre algo” o represente algo.
Con todo, parece haber una forma de entender el ser acerca de algo que
nos permitiría dar cuenta de estos ejemplos. Para Danto, la noción de “ser
sobre algo” parece equivalente a la noción de tener contenido, sea éste del tipo
que sea –representacional, expresivo, etc. De esta manera, incluso las artes que
no encajan con facilidad en un modelo representacional satisfarían la condición.
Para caracterizar esta posible forma de entender la noción me he remitido al
análisis goodmaniano de las formas de simbolización que, en particular, permite
diseñar una explicación no reduccionista del fenómeno expresivo al fenómeno
representacional.
En cualquier caso, la noción de ser acerca de algo apunta un rasgo
importante de la caracterización del arte de Danto. El arte es siempre
significativo, busca un sentido, indica, apunta, sugiere, o expresa algo. De ahí
que no pueda haber, según Danto, arte que no sea acerca de algo. Una que no
fuera sobre algo sería el producto de una acción sin sentido, de una no-acción, y
en último término, teniendo en cuenta la noción de encarnación, sería como un
cuerpo desalmado.
La experiencia de la obra de arte no se agota en el objeto sin más, sino
que la experiencia lo es de un objeto interpretado. La pura objetualidad o
literalidad (por emplear el término que Michael Fried puso en circulación para
caracterizar el arte minimal) no pueden ser arte. Para Danto, la interpretación es
constitutiva de la obra, sin ella no hay arte. Por ello, sería casi una imposibilidad
categorial que hubiera obras de arte que no fueran sobre nada, que no tuvieran
ningún tipo de contenido. El propio Danto se muestra dispuesto a discutir caso
a caso los posibles contraejemplos a esta condición. Como cuando, en respuesta
299
a la crítica de Dickie a la condición de aboutness, afirma: “Dame un ejemplo, y ya
me las veré con él” .
A la vez el ser acerca de algo apunta a un rasgo central de la concepción
de Danto del valor de la obra de arte. Lo importante de la obra no es que
proporcione una experiencia estética determinada, sino que transmita un
contenido, que muestre un significado. Para Danto, el valor central del arte es
su dimensión cognitiva y esta es en parte posible gracias al hecho de que el arte
posee una naturaleza representacional y, en particular, al tipo de representación
que constituye el objeto artístico.
Las obras de arte son, como hemos visto, significados encarnados. En
The Transfiguration of the Commonplace, las representaciones artísticas encarnan una
actitud hacia lo representado. Para Danto, al contrario que una mera
representación, la obra de arte tiene este carácter expresivo que permite al
receptor no solo acceder al contenido representado, sino al modo en el que ese
contenido se presenta de acuerdo con la subjetividad del artista. Así, la obra de
arte al encarnar una actitud nos proporciona el acceso a un mundo tal y como
éste es visto –experimentado- por alguien.
El carácter expresivo del arte, su capacidad para encarnar una
subjetividad, se deriva de sus cualidades estilísticas principalmente, aunque
también de sus propiedades expresivas. Asimismo vimos que Danto se resiste a
reducir el carácter expresivo de la obra de arte a la posesión de propiedades
expresivas y que entiende ambos fenómenos, expresar y ser expresivo, como
relativamente independientes.
Finalmente, la obra es experimentada como una metáfora que involucra
al espectador en el juego interpretativo. La estructura metafórica que caracteriza
a la obra de arte tiene que ver, en primer lugar, con la importancia del medio de
la representación. Al igual que no podemos, en la metáfora y en otros contextos
intensionales, sustituir la representación por un sinónimo sin destruir el efecto
logrado por la metáfora, en la obra de arte el medio empleado para producir el
significado es esencial a la obra misma, hasta el punto de que un cambio en la
300
forma conlleva un cambio en el efecto que produce. Esta es la razón por la que
en la obra no podemos separar fácilmente la forma del contenido y por la que
no es posible captar el significado si no es a través de la experiencia que
provoca. Una paráfrasis de la obra, por más completa que sea, no puede
reproducir el efecto de la obra misma.
Por otro lado, la estructura metafórica explica parte del poder retórico
atribuido tradicionalmente al arte y que el propio Danto trae a colación. Al
igual que en la metáfora, en el arte el espectador ha de asentir al juego de
identificaciones que se le propone y descubrir el significado que ésta trata de
proporcionar. Al colaborar en este juego, el espectador no es un mero receptor
pasivo de un mensaje sino que, en cierto modo, su trabajo imaginativo
contribuye a la terminación de la obra y de su sentido y, al hacerlo, su
experiencia se enriquece activamente.
Como hemos visto, Danto ha mantenido esta concepción de la obra de
arte como significado encarnado a lo largo de toda su obra. Sin embargo, las
nociones de ser sobre algo y encarnarlo no han bastado para determinar lo
específicamente artístico.
Como N. Carroll ha señalado, muchas representaciones satisfacen la
definición del arte de Danto, esto es, encarnan un significado o expresan una
actitud: las cajas Brillo en las que se inspiró Warhol, la gran mayoría de las
representaciones propagandísticas, la música popular e, incluso, algunos objetos
de diseño, pueden perfectamente satisfacer esta definición. Si la música pura
tiene contenido a pesar de que su naturaleza parece rehuir la
representacionalidad, ¿por qué no ha de tenerlo una pieza decorativa o un
objeto de diseño? Parece, entonces, que el carácter revelador de una
subjetividad o de un sistema de subjetividades no es exclusivo del arte, sino que
se manifiesta en numerosos productos culturales. De hecho, Danto se ha visto
forzado a reconocer la artisticidad del diseño de James Harvey del envoltorio
comercial de los estropajos “Brillo” y ha tratado de proporcionar una
explicación de las diferencias entre la obra de Warhol y el trabajo de Harvey. A
301
su vez, los condicionantes que inicialmente suponía la noción de mundo del
arte se han relajado a la par del reconocimiento de la amplitud de su definición.
En cierto sentido, si la línea que separa el arte del no-arte ha de trazarse con los
instrumentos proporcionados en la definición, no es posible excluir del arte
objetos que, en un principio, quedaban fuera del reino de lo artístico.
Justamente, las pinturas rupestres de Lascaux podrían muy bien recuperar su
lugar entre las obras de arte.
Por otro lado, y dejando a un lado la cuestión de la suficiencia de la
definición de Danto, podemos preguntarnos si, efectivamente, su concepción
del arte recoge de manera adecuada nuestras intuiciones acerca del objeto
artístico, su producción, el tipo de experiencia que proporciona y su valor.
Mi respuesta es un sí moderado. Creo que Danto acierta al señalar que
siempre que hay arte hay significado, intención significante, si se quiere y que
este rasgo determina el tipo de experiencia que proporcionan los objetos
artísticos. La actitud puramente estética –si por esta expresión señalamos una
actitud extraña a los aspectos de significado de la obra- es insuficiente para
aceptar el tipo de experiencia que el arte nos propone. En tanto que significado
encarnado, la dimensión estética resulta inalienable; después de todo, la obra
está hecha para los ojos, los oídos, el tacto, el cuerpo, etc. y en ese sentido es
inseparable de nuestra experiencia una determinada afección. En cierto sentido,
y si la analogía que tantos autores han asumido entre obras de arte y personas –
Danto entre ellos- es iluminadora, respondemos a la obra de arte como
respondemos ante una persona, esto es, no solo cognitiva sino también
afectivamente.
Además, y como bien ha señalado Costello, parece haber en Danto una
acentuación del componente de significado que, finalmente, relega el aspecto
sensible de la obra y lo hace depender del aquel. En cierto sentido, esta
sobrevaloración del contenido sobre el aspecto sensible resulta inadecuado para
dar cuenta del proceso de creación mismo y de la relación del artista con el
medio en el que trabaja. En definitiva, Danto no puede dar cuenta de que parte
302
del significado de la obra no es algo previo a lo que se le otorga una apariencia
sensible, sino algo que se construye en el proceso mismo de creación de la obra
y que involucra no solo decisiones con respecto a cómo dar forma a una idea,
sino también, y de manera crucial, reacciones al material mismo con el que se
trabaja. Parece que la concepción de Danto de la obra como significado
encarnado, pese a reconocer la dimensión material y sensible de la obra de arte,
no otorga la suficiente importancia a este aspecto de la creación y apreciación
artísticas.
Por último, y pese a que la concepción del arte de Danto ha resultado ser
suficientemente amplia como para dar cuenta de obras dispares, no parece claro
que se termine de hacer justicia a la variedad de medios artísticos y al tipo de
experiencia vinculada a cada uno de ellos. En este punto, simpatizo con la
protesta formulada por Kivy con respecto a los intentos de subsumir todas las
artes bajo un único principio. Que todas sean valiosas y significativas, cada una
de una manera particular y produciendo experiencias muy diversas, no debe
justificar un empeño que, quizá, no sea más que un prejuicio filosófico. Los
valores del arte son tan variados como las experiencias que produce y tal vez
estemos más cerca de su secreto si prestamos atención a sus diferencias.
303
CONCLUSIONES
293
interpretación u otra. Ya hemos señalado que el propio Danto da cuenta de la
correlación entre experiencia e interpretación del objeto artístico. En palabras
de Danto, el objeto se transfigura al ser experimentado bajo una interpretación
artística. No debemos, sin embargo, entender este fenómeno como algo
exclusivo del arte. Continuamente apreciamos cambios en nuestra percepción
de las cosas guiados por la adquisición de nuevos conocimientos o formas de
entender lo experimentado. Reconocer esto no conlleva, en absoluto, negar la
tesis de la indiscernibilidad perceptiva, sino, más bien, reconocer su papel en la
explicación del ver aspectual al que tanta relevancia se ha dado en el análisis de
los procesos perceptivos.
Tampoco comporta, -como parece seguirse de una interpretación
habitual de Danto- que las propiedades estéticas de la obra sean irrelevantes
para la interpretación de la misma. Al contrario, la obra de arte tiene el valor
que tiene por el tipo de propiedades que posee –estéticas, expresivas, estilísticas,
etc-. Sin embargo, y en esto Danto se distancia de la postura tradicional, no
podemos entender estas propiedades independientemente de una determinada
interpretación del objeto. Lo estético, para Danto, no es independiente del
reino del significado.
La segunda razón que permite valorar positivamente la aportación de
Danto al panorama contemporáneo es su apuesta por la posibilidad de definir el
arte. Tras el rechazo, en los años cincuenta, de la posibilidad de definirlo en
términos de condiciones necesarias y suficientes, su propuesta supone un
esfuerzo teórico por reavivar una perspectiva teórica del arte y por aceptar el
reto de la definición de lo artístico en un momento, además, el posthistórico,
especialmente heterogéneo en lo que respecta al tipo de objetos que se
presentan como arte. En este sentido, la definición de Danto no trata
simplemente de satisfacer un expediente filosófico, sino también de
proporcionar una herramienta teórica que organice nuestras intuiciones acerca
del arte.
294
El propio Danto parece reconocer que su interés filosófico por el arte
estuvo motivado por la exposición de Warhol en la Stable Gallery de New York
en 1964, donde, por primera vez, vio las Cajas Brillo que inspiraron la
formulación del experimento de los indiscernibles. En cierto sentido, las Cajas
de Warhol han desempeñado un papel central en el planteamiento teórico de
Danto ya que no solo han inspirado la forma del experimento, sino que han
servido para ilustrar una de las conclusiones que Danto extrae del mismo: que
las obras de arte no pueden definirse en términos estrictamente perceptivos.
Esta conclusión condiciona de manera radical el tipo de definición que
ha de ser posible ya que ninguna propiedad de naturaleza perceptiva podrá
figurar entre las condiciones necesarias o suficientes del arte. Es claro que este
aspecto de la teoría de Danto se enfrenta directamente a los presupuestos de la
definición estética del arte. Así, la teoría de Danto se demarca, por un lado, de
la teoría estética y, por otro, de la tesis de la imposibilidad de definir el arte
defendida por los neo-wittgensteinianos. Para Danto, que el arte no pueda
definirse en términos puramente perceptivos no significa que no sea posible
definirlo en absoluto.
Vimos que la respuesta de Danto a la cuestión sobre qué distingue a un
objeto artístico de un mero objeto cuando ambos son perceptivamente
indiscernibles se formula, en principio, apelando a la noción de “mundo del
arte”. La particularidad de la propuesta inicial de Danto residía en enfatizar la
naturaleza teórica del arte, es decir, la idea de que no puede haber arte sin una
atmósfera teórica que proporcione una determinada concepción del arte.
Una de las virtudes de esta propuesta es, como vimos, su capacidad para
dar cuenta de las variaciones históricas de nuestro concepto de arte, así como
la repercusión de éstas en las cuestiones de la identificación e interpretación
artísticas. Así, la práctica artística solo es tal si se desenvuelve dentro de cierto
marco teórico que, de alguna manera, reflexiona sobre la naturaleza de su
objeto. Obviamente, un concepción del arte de este tipo se ve obligada a excluir
de lo artístico todos aquellos objetos y prácticas que carezcan del entorno
295
apropiado. El ejemplo típico era las pinturas rupestres de Lascaux, de las que
Danto decía que no podían ser arte dada la carencia de atmósfera teórica que
reclama como condición necesaria para el arte.
Aunque, como se ha dicho en este trabajo, la noción de mundo del arte
es desplazada en cierto sentido por la definición que Danto propone en The
Transfiguration of the Commonplace, su repercusión en el panorama teórico
contemporáneo da cuenta de su capacidad para recoger, cuando menos, una
condición ineludible del arte contemporáneo, si no del arte en general. Por otro
lado, puede sentirse la influencia de la propuesta de Danto en otras definiciones
contemporáneas del arte como la de G. Dickie, J. Levinson o Noël Carroll que,
o bien acentúan el componente institucional o bien señalan su carácter
esencialmente histórico.
Así pues, la noción de mundo del arte con la que Danto trataba de
distinguir entre el arte y el no-arte ha resultado ser el desencadenante de toda
una serie de propuestas teóricas sobre la naturaleza de lo artístico. Incluso
aquellos que consideran que es una condición demasiado estricta y que
podemos habérnoslas con las tareas de identificación e interpretación del arte
sin necesidad de apelar a un mundo del arte (Tilghman, Kennick) han
reconocido la necesidad de un conocimiento del trasfondo teórico y práctico de
una determinada obra para identificarla correctamente y para interpretarla
adecuadamente.
Después de todo, la noción de mundo de arte recoge una idea que, en
otros ámbitos como la historia del arte, ya ha cristalizado; es la idea de que la
obra de arte en tanto que producto cultural no puede interpretarse
correctamente sin tener en cuenta el trasfondo teórico-práctico en el que es
producida. La obra de Picasso, Les demoiselles d’Avignon (1907), solo puede
interpretarse correctamente si tenemos en cuenta el impacto que tuvieron en
Picasso las exposiciones del llamado arte primitivo que tenían lugar en París
durante el periodo en el que el artista trabajó en esta obra –para la que realizó
más de 100 bocetos y dibujos preparatorios-, así como el contexto teórico y
296
artístico en el que Picasso se desenvuelve. De la misma manera, una máscara
africana –que, en principio, no ha sido producida dentro de un entorno
artístico, sino en un contexto ritual- ha de interpretarse de acuerdo con el tipo
de intenciones presentes en su elaboración. Así, los rasgos que, dentro de una
determinada experiencia pueden interpretarse estéticamente, tienen una función
dentro del contexto ritual que determinan la interpretación correcta de los
mismos. Las experiencias que la máscara produce si se la ve bajo su aspecto
funcional o si se la experimenta desde un punto de vista estético serán
diferentes y, hasta cierto punto, incompatibles. En principio, la interpretación
correcta de la máscara ha de tener en cuenta su contexto de producción si no ha
de ser un mero pretexto para el deleite visual. Comprenderla como el objeto
que es implica situarla bajo la categoría a la que pertenece.
La apelación de Danto a la concepción de la interpretación de la obra de
arte defendida por Baxandall en Patterns of Intention (1985) es, finalmente, la
prueba de su compromiso con ciertos condicionamientos históricos a la
interpretación y apreciación de la obra.
Con todo, la noción de mundo del arte ha sido criticada por el exceso de
sofisticación y complejidad que parece introducir en nuestras prácticas comunes
con relación al arte. Según esta crítica, no parece que necesitemos hacer
referencia explícita a un mundo del arte para identificar algo como arte, ni que
debamos estar familiarizados con la teoría bajo la que una obra ha sido
producida para entenderla correctamente. Hay un trasfondo sobre el que toda
obra se interpreta, pero éste no necesita ser entendido en términos de teorías o
mundo del arte; basta con que estemos familiarizados con la tradición artística y
hayamos desarrollado suficientemente nuestra capacidad para percibir aires de
familia entre unas obras y otras para que llevemos a cabo con éxito ambas
tareas.
Sin embargo, creo que, en parte por una razón histórica, lo que
llamamos arte se distingue por el componente reflexivo que la atmósfera teórica
proporciona. El drama y la poesía, la escultura y la pintura, la música y la
297
arquitectura (más tarde la fotografía, el cine, etc) han evolucionado a la par de
reflexiones teóricas bien de carácter específico, sobre el medio particular sobre
el que versan, bien de carácter general acerca de la función del arte.
Además, al menos desde el tratado de Batteux, Les beaux arts réduit à un
même principe (1746), la noción de arte como concepto que agrupa los productos
de medios diversos (pintura, escultura, literatura, música, arquitectura, etc.) ha
recorrido un camino inseparable de la reflexión sobre su propia naturaleza; un
camino que se acentúa enormemente con la modernidad artística y las
vanguardias, por no hablar del panorama contemporáneo.
En cierto modo, la dependencia de un mundo del arte ha ido
aumentando históricamente hasta el punto de que resulta difícil imaginar una
obra contemporánea que no haya sido producida bajo una determinada
concepción de la naturaleza artística. No obstante, el peso de la definición del
arte de Danto no recae finalmente sobre la noción de mundo del arte, sino que
en The Transfiguration of the Commonplace, la obra de arte se define como un tipo
especial de representación: la obra de arte es una representación que encarna su
significado.
Siguiendo la estructura que el experimento de los indiscernibles propone,
Danto se pregunta, en primer lugar, qué distingue a una obra de arte de un
mero objeto cuando éstos pueden ser perceptivamente indiscernibles y, en
segundo lugar, qué distingue a una obra de arte una mera representación bajo la
misma condición de indiscernibilidad perceptiva. A lo primero, Danto responde
que las obras de arte son sobre algo, tienen significado, mientras que los meros
objetos carecen de él. A lo segundo, Danto no responde de una manera directa
(no, al menos, en The Transfiguration of the Commonplace), sino apelando a un
conjunto de nociones –expresión, estilo, metáfora y retórica- para delimitar
concéntricamente la naturaleza de lo artístico.
He tratado de mostrar, en el capítulo III, que “ser acerca de algo” puede
significar cosas ligeramente distintas según el tipo de obra a la que nos
enfrentemos. Si, por ejemplo, se trata de una pintura representacional –
298
figurativa o abstracta- podemos con facilidad identificar aquello sobre lo que la
obra es. Sin embargo, como ciertos análisis de la música absoluta y de las artes
decorativas ponen de manifiesto, parece que la cuestión sobre qué versan o
tratan resulta más difícil de responder, pues no está claro que estos ejemplos
posean propiedades representacionales del tipo que hacen que una pintura “sea
sobre algo” o represente algo.
Con todo, parece haber una forma de entender el ser acerca de algo que
nos permitiría dar cuenta de estos ejemplos. Para Danto, la noción de “ser
sobre algo” parece equivalente a la noción de tener contenido, sea éste del tipo
que sea –representacional, expresivo, etc. De esta manera, incluso las artes que
no encajan con facilidad en un modelo representacional satisfarían la condición.
Para caracterizar esta posible forma de entender la noción me he remitido al
análisis goodmaniano de las formas de simbolización que, en particular, permite
diseñar una explicación no reduccionista del fenómeno expresivo al fenómeno
representacional.
En cualquier caso, la noción de ser acerca de algo apunta un rasgo
importante de la caracterización del arte de Danto. El arte es siempre
significativo, busca un sentido, indica, apunta, sugiere, o expresa algo. De ahí
que no pueda haber, según Danto, arte que no sea acerca de algo. Una que no
fuera sobre algo sería el producto de una acción sin sentido, de una no-acción, y
en último término, teniendo en cuenta la noción de encarnación, sería como un
cuerpo desalmado.
La experiencia de la obra de arte no se agota en el objeto sin más, sino
que la experiencia lo es de un objeto interpretado. La pura objetualidad o
literalidad (por emplear el término que Michael Fried puso en circulación para
caracterizar el arte minimal) no pueden ser arte. Para Danto, la interpretación es
constitutiva de la obra, sin ella no hay arte. Por ello, sería casi una imposibilidad
categorial que hubiera obras de arte que no fueran sobre nada, que no tuvieran
ningún tipo de contenido. El propio Danto se muestra dispuesto a discutir caso
a caso los posibles contraejemplos a esta condición. Como cuando, en respuesta
299
a la crítica de Dickie a la condición de aboutness, afirma: “Dame un ejemplo, y ya
me las veré con él” .
A la vez el ser acerca de algo apunta a un rasgo central de la concepción
de Danto del valor de la obra de arte. Lo importante de la obra no es que
proporcione una experiencia estética determinada, sino que transmita un
contenido, que muestre un significado. Para Danto, el valor central del arte es
su dimensión cognitiva y esta es en parte posible gracias al hecho de que el arte
posee una naturaleza representacional y, en particular, al tipo de representación
que constituye el objeto artístico.
Las obras de arte son, como hemos visto, significados encarnados. En
The Transfiguration of the Commonplace, las representaciones artísticas encarnan una
actitud hacia lo representado. Para Danto, al contrario que una mera
representación, la obra de arte tiene este carácter expresivo que permite al
receptor no solo acceder al contenido representado, sino al modo en el que ese
contenido se presenta de acuerdo con la subjetividad del artista. Así, la obra de
arte al encarnar una actitud nos proporciona el acceso a un mundo tal y como
éste es visto –experimentado- por alguien.
El carácter expresivo del arte, su capacidad para encarnar una
subjetividad, se deriva de sus cualidades estilísticas principalmente, aunque
también de sus propiedades expresivas. Asimismo vimos que Danto se resiste a
reducir el carácter expresivo de la obra de arte a la posesión de propiedades
expresivas y que entiende ambos fenómenos, expresar y ser expresivo, como
relativamente independientes.
Finalmente, la obra es experimentada como una metáfora que involucra
al espectador en el juego interpretativo. La estructura metafórica que caracteriza
a la obra de arte tiene que ver, en primer lugar, con la importancia del medio de
la representación. Al igual que no podemos, en la metáfora y en otros contextos
intensionales, sustituir la representación por un sinónimo sin destruir el efecto
logrado por la metáfora, en la obra de arte el medio empleado para producir el
significado es esencial a la obra misma, hasta el punto de que un cambio en la
300
forma conlleva un cambio en el efecto que produce. Esta es la razón por la que
en la obra no podemos separar fácilmente la forma del contenido y por la que
no es posible captar el significado si no es a través de la experiencia que
provoca. Una paráfrasis de la obra, por más completa que sea, no puede
reproducir el efecto de la obra misma.
Por otro lado, la estructura metafórica explica parte del poder retórico
atribuido tradicionalmente al arte y que el propio Danto trae a colación. Al
igual que en la metáfora, en el arte el espectador ha de asentir al juego de
identificaciones que se le propone y descubrir el significado que ésta trata de
proporcionar. Al colaborar en este juego, el espectador no es un mero receptor
pasivo de un mensaje sino que, en cierto modo, su trabajo imaginativo
contribuye a la terminación de la obra y de su sentido y, al hacerlo, su
experiencia se enriquece activamente.
Como hemos visto, Danto ha mantenido esta concepción de la obra de
arte como significado encarnado a lo largo de toda su obra. Sin embargo, las
nociones de ser sobre algo y encarnarlo no han bastado para determinar lo
específicamente artístico.
Como N. Carroll ha señalado, muchas representaciones satisfacen la
definición del arte de Danto, esto es, encarnan un significado o expresan una
actitud: las cajas Brillo en las que se inspiró Warhol, la gran mayoría de las
representaciones propagandísticas, la música popular e, incluso, algunos objetos
de diseño, pueden perfectamente satisfacer esta definición. Si la música pura
tiene contenido a pesar de que su naturaleza parece rehuir la
representacionalidad, ¿por qué no ha de tenerlo una pieza decorativa o un
objeto de diseño? Parece, entonces, que el carácter revelador de una
subjetividad o de un sistema de subjetividades no es exclusivo del arte, sino que
se manifiesta en numerosos productos culturales. De hecho, Danto se ha visto
forzado a reconocer la artisticidad del diseño de James Harvey del envoltorio
comercial de los estropajos “Brillo” y ha tratado de proporcionar una
explicación de las diferencias entre la obra de Warhol y el trabajo de Harvey. A
301
su vez, los condicionantes que inicialmente suponía la noción de mundo del
arte se han relajado a la par del reconocimiento de la amplitud de su definición.
En cierto sentido, si la línea que separa el arte del no-arte ha de trazarse con los
instrumentos proporcionados en la definición, no es posible excluir del arte
objetos que, en un principio, quedaban fuera del reino de lo artístico.
Justamente, las pinturas rupestres de Lascaux podrían muy bien recuperar su
lugar entre las obras de arte.
Por otro lado, y dejando a un lado la cuestión de la suficiencia de la
definición de Danto, podemos preguntarnos si, efectivamente, su concepción
del arte recoge de manera adecuada nuestras intuiciones acerca del objeto
artístico, su producción, el tipo de experiencia que proporciona y su valor.
Mi respuesta es un sí moderado. Creo que Danto acierta al señalar que
siempre que hay arte hay significado, intención significante, si se quiere y que
este rasgo determina el tipo de experiencia que proporcionan los objetos
artísticos. La actitud puramente estética –si por esta expresión señalamos una
actitud extraña a los aspectos de significado de la obra- es insuficiente para
aceptar el tipo de experiencia que el arte nos propone. En tanto que significado
encarnado, la dimensión estética resulta inalienable; después de todo, la obra
está hecha para los ojos, los oídos, el tacto, el cuerpo, etc. y en ese sentido es
inseparable de nuestra experiencia una determinada afección. En cierto sentido,
y si la analogía que tantos autores han asumido entre obras de arte y personas –
Danto entre ellos- es iluminadora, respondemos a la obra de arte como
respondemos ante una persona, esto es, no solo cognitiva sino también
afectivamente.
Además, y como bien ha señalado Costello, parece haber en Danto una
acentuación del componente de significado que, finalmente, relega el aspecto
sensible de la obra y lo hace depender del aquel. En cierto sentido, esta
sobrevaloración del contenido sobre el aspecto sensible resulta inadecuado para
dar cuenta del proceso de creación mismo y de la relación del artista con el
medio en el que trabaja. En definitiva, Danto no puede dar cuenta de que parte
302
del significado de la obra no es algo previo a lo que se le otorga una apariencia
sensible, sino algo que se construye en el proceso mismo de creación de la obra
y que involucra no solo decisiones con respecto a cómo dar forma a una idea,
sino también, y de manera crucial, reacciones al material mismo con el que se
trabaja. Parece que la concepción de Danto de la obra como significado
encarnado, pese a reconocer la dimensión material y sensible de la obra de arte,
no otorga la suficiente importancia a este aspecto de la creación y apreciación
artísticas.
Por último, y pese a que la concepción del arte de Danto ha resultado ser
suficientemente amplia como para dar cuenta de obras dispares, no parece claro
que se termine de hacer justicia a la variedad de medios artísticos y al tipo de
experiencia vinculada a cada uno de ellos. En este punto, simpatizo con la
protesta formulada por Kivy con respecto a los intentos de subsumir todas las
artes bajo un único principio. Que todas sean valiosas y significativas, cada una
de una manera particular y produciendo experiencias muy diversas, no debe
justificar un empeño que, quizá, no sea más que un prejuicio filosófico. Los
valores del arte son tan variados como las experiencias que produce y tal vez
estemos más cerca de su secreto si prestamos atención a sus diferencias.
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ZIFF, P., “The task of defining a work of art”, Philosophical Review, 62 (1953),
pp. 58-78.
316
SUMMARY
1 Danto’s first attempt to provide an answer to the question of art’s definition was in his “The
Artworld” The Journal of Philosophy, 61 (1964), 571-584; nevertheless, he remodelled it in his The
Transfiguration of the Commonplace, Harvard University Press, 1981.
2 Mandelbaum, M., “Family resemblances and generalization concerning the arts” American Philosophical
Quarterly, 2 (1965) 219-28; Levinson, J., “Defining Art Historically” in Aesthetics and the Philosophy of Art.
The Analytic Tradition. An Anthology, Blackwell Publishing, Edited by Lamarque, P. and Olsen, S. H.,
(eds.) Oxford, 2004, pp. 35-46; Dickie, G., “Defining art”, The American Philosophical Quarterly, 6 (1969),
253- 6; Carroll, N., Beyond Aesthetics. Philosophical Essays, Cambridge University Press, 2001.
319
“The Artwrold”, where he also introduced the notion of ‘artworld’ as a
necessary condition for art.
Danto holds a representational theory of art, after which an object
becomes an artwork when it is about something and embodies what it is about3.
Hence, first, art has a representational character and, second, what distinguishes
it from other kinds of representations is the way the content is conveyed.
This definition, however, is not free from criticisms. In the first place, it is
not sufficient to delimit art from non-art for -as Noël Carroll has pointed out4-
others representations which are not usually regarded as art satisfy Danto’s
definition. Moreover, George Dickie has argued that aboutness condition is
not necessary, for there seem to be artworks that do not satisfy it5. Danto has
only acknowledged the first of these criticisms and, in consequence, he
recognizes the insufficiency of his proposal. Aboutness and embodiment might
be necessary, but not conjointly sufficient conditions of art.
But, even if this insufficiency is acknowledged it seems to me that his
approach has touched some important features that any forthcoming theory of
art needs to take into account. In the first place, the experiment of indiscernible
counterparts makes evident that perception alone cannot be enough to
discriminate art from non-art. This fact, contrary to what some has interpreted,
does not involve that art’s experience is undervalued or that what matters in art
is never placed at a perceptual level. One thing is that perception alone cannot
help us discerning whether an object is art and another -not at all defended by
Danto- that art is a non-perceptual activity. Artworks are objects to be seen,
heard, touched, and read but this does not imply that we can identify them just
by sight, ear, or hand.
3 “In the Transfiguration of the Commonplace I advanced two conditions, condensed as “x is an art
work if it embodies a meaning” the chief merit of which lay in its weakness” The Abuse of Beauty
Aesthetics and the concept of Art, Open Court Publishing, Chicago and La Salle, Illinois, 2003, p. 25.
4 Carroll, N., “Danto’s New Definition of Art and the Problem of Art Theories”, British Journal of
320
In the second place, his notion of artworld which I explore in chapter I-
has captured an important feature of art that, I believe, cannot be denied
without embracing an over-inclusive view of art. This feature is that art’s
production seems to have a reflexive component; that is, that artists seem to
require a certain awareness of what is art in order to properly produce art.
Therefore, I assume Danto’s view is right at least in these two things: (i)
that certain assumptions about the perceptual nature of art’s specificity has
wrongly lead the development of traditional art’s theory and (ii) that art
involves certain awareness about itself as a practice in order to distinguish it
from other activities.
Finally, his account, though incomplete, has a further virtue. Art’s essence
–as it is defined within his theory- may be useful to explain artworks’ value for
us. It is due to its power to represent something through embodying it that we
relate to artworks not only cognitively but also affectively and, hence, we learn
something about the world represented and about ourselves in a way that
overcomes the mere cognitive aspect.
The project
In Chapter 1 I examine the experiment of indiscernibles, its role and
pertinence for art’s theory, as well as the philosophical assumptions about
perception that its acceptance involves. In Chapter 2, I look at the notion of
‘artworld’, its role in fixing art’s identity and correct interpretation. I look
mainly at “The Artworld”6, and its latter development in The Transfiguration of the
Commonplace7, where Danto gives up the ontological connotations of the notion
of artworld. Chapter 3 and 4 are devoted respectively to the conditions offered
by Danto as definitional of art: ‘aboutness’ and ‘embodiment’ conditions. These
chapters have a similar structure for they start by trying to clarify the sense in
which these notions must be understood and are followed by some possible
321
worries that might be arisen against them. Danto has claimed that these two
conditions provide a full definition of art but, as it has turned out, they cannot
neatly leave out some representations that we intuitively regard as non-artistic.
Indiscernibility
If something has become a characteristic feature of Danto’s way of facing
the problem of art’s definition, this is the experiment of indiscernible
counterparts. Though it might be used for different purposes, it always presents
us with the case of two or more perceptually indiscernible objects that,
however, belong to different ontological categories. For example, in The
Transfiguration of the Common Place, Danto presents a set of red squares where
some of them are artworks while others are mere objects. According to Danto,
the possibility of these cases involves that art cannot be simply identified by
perceptual inspection; we need a theory about art, a set of conditions that
artworks satisfy, in order to tell apart art from non-art. Therefore, art’s nature
must be accounted for in philosophical terms8. That the question of art needs
to be answered philosophically might not be at odds with common sense; after
all, art’s practice has been accompanied all along its history by theoretical
reflections about its nature, role, and value. However, that art cannot, in
principle, be identified by sheer perceptual inspection has become a more
controversial claim and has been subject of criticism by those who also
opposed the experiment of indiscernible as an adequate method to deal with
art’s definitional problem.
Danto’s point is that if the conditions of the experiment are accepted,
then art cannot be defined merely in perceptual terms; for it is conceivable to
find objects that are perceptually indiscernible from artworks but that lack
artistic status. To this strategy we can find at least two different criticisms. The
8 Danto thinks that it is a mark of the philosophical character of a problem that it can be framed in
terms of indiscernibility. This claim has been defended in Connections to the world: The Basic Concepts of
Philosophy, San Francisco, Harper and Row, 1989 y en What Philosophy is: a Guide to Elements, London,
Harper and Row, 1968.
322
first one is rather general and it does not really question the conditions of the
experiment, but its relevance for the question of art. In this line, Richard
Wollheim9 and Benjamin Tilghman10 have rejected the experiment of
indiscernible counterparts because they think that the situation pictured in it
cannot be generalized to all art. If it were true that each time we encounter
artworks we have to solve something like the puzzle proposed by the
experiment, then we should abandon an important amount of assumptions we
usually hold about art. Moreover, it is precisely because the experiment portraits
limit-cases –such as the ready-made- that it cannot be taken as a guide to solve
the problem of art’s definition.
The second criticism11, however, seems to challenge Danto’s theory of
perception. Thus, insofar as this criticism rejects the perceptual theory that
grounds the very formulation of the experiment, it would threaten the
experiment itself. The idea that seems to provide the core of the criticism is the
well-known claim about the permeability of perception by thought or language.
If this claim is true, then the perceptual indiscernibility hold by Danto seems to
vanish. Two different questions must be faced in this case. First, whether the
perceptual view hold by Danto is adequate and, second, whether in order to
preserve the point of the experiment we need to embrace it –for it could be
that Danto’s perceptual view is wrong, but that we need not to embrace it in
order to ground the experiment.
Danto’s discussion about perception is framed by the conflict between
perceptual internalism and externalism, as he calls it. After Danto’s
characterization, perceptual internalism is the view according to which the
content of our perceptions are permeable to our conceptual schemata, so that
9 Wollheim, R., “Danto’s Gallery of Indiscernible” in Danto and his Critics, Rollins, M., (ed.), Blackwell
tried to show that the experiment could be undermined if we bring into focus this claim about
perception. For example, Garry Hagberg in his “The aesthetics of Indiscernibles” in Visual Theory,
Bryson, N., Holly, M. A., & Moxey, K., (eds.), Polity Press, 1991, pp. 221-230, and Richard Wollheim,
in the article mentioned in note 4, have tried to ground a possible criticism to the experiment by
appealing to this claim.
323
different descriptions of the same sensory input will bring about two different
perceptions. Danto places the origin of this view in Wittgenstein’s reflections
about the notion of ‘seeing-as’ and aspect perception. I have tried to show that
it is within philosophy of science where its presence has become more frequent
through authors such as Thomas Kuhn12 and N. H. Hanson13. Normally,
internalism appeals to the changing in our way of perceiving things once new
pieces of information are provided; in short, they hold the plasticity of
perception. Externalism, by contrast, fit a modular conception of the mind,
such as Fodor’s14, which claims the relative independency of each mental
module. Hence, the perceptual module will be autonomous with respect to the
cognitive one. Normally the kind of evidence the externalist relies upon is of
cases of perceptual illusions, where in spite of the perceiver’s knowledge about
the facts observed, the perceptual experience remains intact. A second
argument for the externalist view is grounded on the comparison between
animal and human perception. Both species seem to share certain recognitional
abilities, but animals, contrary to humans, are not usually attributed conceptual
capacities. Therefore, at least those perceptual abilities shared with animals
cannot be permeable to thought or concepts; for it seems uncontroversial that
animals lack conceptual abilities. Of course, Danto is not assuming that all
perceptual content in human experience parallels the animal case, but he thinks
that at least at a certain level of recognition, we satisfy what Danto calls “the
pigeon within us all”.15
I hold that arguments based upon perceptual illusions cannot be sufficient
to prove the truth of the externalist view; since these cases can also be
12 Kuhn, T., The Structure of Scientific Revolutions, Second Edition, Enlarged, University of Chicago Press,
1970.
13 Hanson, N. H., Patterns of Discovery: an Inquiry into the conceptual foundations of science, Cambridge
of Content and Other Essays, Cambridge, MIT Press, 1990, pp. 195-206.
15 Danto, A. C., “The pigeon within us all. A Reply to three critics” The Journal of Aesthetics and Art
Criticism, Winter 2001; 59 (1), pp. 39-44. See also Danto, A., “Depiction and the Phenomenology of
Perception” in Bryson, N., Visual Theory, Bryson, N., Holly, M. A., & Moxey, K. (eds.), Polity Press,
1991, pp. 201-215; Danto, A., “Animals as Art Historians” in Beyond the Brillo Box. The visual Arts in Post-
Historical Perspective, Berkeley, University of California Press, 1992, pp. 15-31.
324
accommodated within some versions of internalism. Therefore, the examples
are neutral as far as the dispute between internalism and externalism are
concerned. On the contrary, arguments based upon animals’ recognitional
abilities seem to be more promising. Hence, those who embrace the non-
conceptual nature of perception within epistemological debates have also put
these arguments forward16.
Danto’s point is that internalism involves a kind of linguistic idealism; if
our conceptual nets shape perception, then we cannot make sense of the
epistemic role of perception in acquiring knowledge about the world17.
Therefore, we need to reject the internalist picture of perception. Put in these
terms, internalism seems obviously flawed; but it can be argued that Danto’s
picture of internalism is too strong for it to be acceptable. We can conceive a
version of the internalist claim that does not commit itself with the idealist
consequences pointed out by Danto. Indeed, Danto himself partly accepts the
internalist claim in his characterization of the experience provided by art. In
fact, he uses Kuhn’s theory of scientific paradigms as a metaphor for the case
of art18. Perceiving a work of art is always to see the object under an
interpretation; hence, the resultant experience is modelled upon the particular
interpretation under which the object is perceived. Thus, it could be said that
the defeat of the internalist claim owes its success to the unsound portrayal of
the view offered by Danto19. An internalist, who rejected the ontological
16 Evans, G., The varieties of reference, John McDowell (ed.), Oxford, Clarendon-Press, 1982.
17 Danto, A. C., “Description and the Phenomenology of Perception” in Visual Theory, Bryson, N.,
Holly, M. A., & Moxey, K. (eds.), Polity Press, 1991, pp. 201-215.
18 “A chapter back I cited the slogan in the philosophy of science, which holds that there is no
observation without interpretation and that the observation terms in science are, inconsequence,
theory-laden to such a degree that to seek after a neutral description in favor of some account of
science as ideally unprejudiced is exactly to forswear the possibility of doing science at all. My analysis
of the works of J and K -…- suggests that something of the same order is true in art. To seek a neutral
description is to see the work as a thing and hence not as an artwork: it is analytical to the concept of an
artwork that there has to be an interpretation. To see an artwork without knowing it is an artwork is
comparable in a way to what one experience of print is, before one learns to read. …. In art, every new
interpretation is a Copernican revolution, in the sense that each interpretation constitutes a new work,
even if the object differently interpreted remains, as the skies, invariant under transformation” Danto
(1981), pp. 124-125.
19 In a sense, Danto is presenting a ‘straw man’ so that his criticisms against it would be difficult to
reject.
325
consequences that Danto attributes to it, would press Danto’s perceptual view,
and would be more resistant to Danto’s criticisms. Nevertheless, Danto does
not take into consideration such an opponent and his arguments are directed
against the internalist claim as it has been characterized.
I think that though the strong version of the internalist claim can be
correctly rejected after Danto’s criticism about its idealist character, the soft
version can still play a critical role. An acceptable formulation of the internalist
claim would hold that perception is permeable to knowledge but it would not
commit itself with the ontological consequences pointed out above. That is, we
would have the plasticity of perception without embracing the claim of distinct
perceived worlds – which, in turn result from having different conceptual nets
through which our perception reaches the world. In fact, Richard Wollheim’s20
criticism can be considered under this light. His thought about the experiment
and its relationship with perception’s theory is that, though perceptual
indiscernibility could be accepted at a very basic level, it seems implausible that
the experiment plays any crucial role in our relationship to art once the
pertinent information is in place. Thus, the experiment of indiscernibles is
either irrelevant or it wrongly portrays art’s experience. Therefore, Wollheim
holds a form of internalism that does not involve the idealist aspects of the
strong version, but he still questions the validity of the experiment for the
question of art.
As I see it, the output of these debates leaves untouched the core of the
indiscernibility thesis, which is that two objects may be perceptually
indiscernible and belong to different ontological categories. Moreover, even if
we do not accept Danto’s view about perception, the conditions of the
experiment can be met, for example, by an internalist such as Wollheim.21
Therefore, the experiment itself cannot be rejected without embracing the
strongest and most implausible form of perceptual internalism. It remains,
20 Wollheim, R., “Danto’s Gallery of Indiscernibles” in Danto and his Critics, Rollins, M. (ed.), Blackwell
326
however, the question whether it is a useful tool to deal with the question of art
definition. To this problem I have no straightforward answer. On one hand, it
seems that insofar as it portrays a possible situation –indeed, the case of the
ready-made will provide some historical examples of the condition presented by
the experiment- it touches an important aspect of art that, until recently, had
remained unnoticed: that art’s status is significantly linked to its genetic
conditions rather than to an specific appearance. On the other, it seems an
assumed view that artworks’ value and status is intimately related to its aspect,
for our appreciation and interpretation of artworks starts and ends in it. I tend
to think that the experiment shows at least an important fact abut art’s
identification: that merely looking at the object may be insufficient to decide
whether we are in front of an artwork or in front of something that could be an
artwork but that it is not.
The Artworld
Together with the introduction of the experiment as the putative method
to deal with the art’s definitional problem, Danto introduced the notion of
‘artworld’. In his seminal article “The Artworld”22 Danto tried to account for
the differences between two indiscernible objects -Warhol’s Brillo Boxes and the
brillo boxes that occupied the shelves of the supermarkets- by relating the
former to the existence of an artworld. After him, an artworld is mainly
constituted by artistic theories that, in turn, provide distinct criteria to tell apart
art from non-art. Thus, the Sistine Chapel is art because Raphael lived and
worked within an artworld where the work in question could be regarded as a
putative example of art due to the specific art’s theory that characterized the
artworld at that time.
According to Danto’s characterization in “The Artworld”, the concept of
artworld plays an ontological role, since artworks cannot exist out of an
327
atmosphere of art theories. An artworld is the theoretical frame in which
artworks can be brought into existence. Hence, the theoretical environment
within which a work is done provides the tool to tell apart art from non-art. As
Danto says, “(w)hat in the end makes the difference between a Brillo box and a
work of art consisting of a Brillo Box is a certain theory of art. It is the theory
that takes it up into the world of art, and keeps it from collapsing into the real
object which it is”23
Thus, without an artworld art could not have been possible, and we could
not identify something as art without placing the object within an adequate
artworld. Moreover, the proper interpretation an artwork requires is
constrained by the theoretical atmosphere that characterizes the artworld within
which it has been produced. Thus, the notion of artworld not only makes art
possible, but it also provides the necessary elements for art’s identification and
art’s interpretation. As it provides the means for a correct identification of
features the object has as an artistic object, as we shall see.
After the definition offered in The Transfiguration of the Commonplace, Danto
seems to have left behind the ontological features attributed to the artworld,
though he still appeals to it in order to delimit art’s proper interpretation.
Nevertheless, it must be pointed out that the notion of artworld provides
a picture of art as essentially theoretical; since art’s making and identification
could only take place within the boundaries of an art theory and an artworld.
This is a very strong claim for it discards all works done under no particular
art’s theory and, hence, Danto’s thought about works –such as Lascaux
paintings24- that had been done in a theoretical-free environment was that they
are not artworks properly speaking.
I examine some criticisms that have been held against the necessity of an
artworld and an art theory for art to exist or to be properly identified. Most of
them agree in that the theoretical aspect is not necessary at all and that, on the
328
contrary, we already have accurate means to identify and interpret art. On one
hand, holders of aesthetic theories of art claim that art’s identification cannot be
detached from the work’s capability to produce an aesthetic experience in the
beholder. For this reason, works that do not provide a distinct kind of
experience within which we appreciate their artistic value cannot be regarded as
art simply because they have been created within an artworld. On the other
hand, within wittgensteinian approaches it is assumed that the notion of ‘family
resemblances’ suffices to discern art from non-art, so that we do not need any
theory of art or other sophisticated notion, such as an artworld, at all in order
to identify art.
Danto has explicitly answered these two possible worries and has rejected
the pictures of art that back them25. To the aesthetic view, he says that unless
we already know that an object is an artwork, we must admit that a perceptually
indiscernible object from it will grant the same aesthetic experience. Hence, the
aesthetic view cannot offer the mechanism to distinguish between art and non-
art. Moreover, the aesthetic character of a work partly depends upon the
category, period, style, etc., under which the work in question has been done,
therefore, only when we have already identified an artwork as such it is possible
to determine the character of the aesthetic experience it will provide. The
criticism does not imply that artworks do not provide aesthetic experiences –
they do and this is an important feature in their nature-, but that they cannot
play the identificatory role the aesthetic view attributes to them.
On the other hand, Danto has replied to the wittgensteinian approaches
that challenge the necessity of an artworld and art theory in order to identify art
by appealing to the notion of family resemblance. He reproduces the very
experiment upon which the criticism is based in order to show that the notion
of family resemblance will be useless in identifying art from non-art. In an
25 Danto has argued against the aesthetic theory of art in The Transfiguration of the Commonplace, pp. 91-95
and against the wittgenstinian claim about the dispensability of an art theory for art identification in pp.
60-64.
329
example challenged by Danto, Kennick26 holds that an informed beholder
could be able to separate by mere visual inspection art from non art if she were
in a warehouse plenty of objects, in virtue of the family resemblance artistic
objects exhibit. Danto’s counterexample in The Transfiguration of the Commonplace
is that we can imagine two warehouses containing the same objects perceptually
speaking but, while the objects in one of them are art, the other warehouse
contains mere objects. Therefore, the notion of family resemblance cannot help
much in identifying art, for it is possible to conceive things that share a family
resemblance with some acknowledged artworks but that are not art. Thus,
Danto’s opponents regarding the theoretical nature of art not only cannot
success in their criticisms, but also find new problems that affect the way they
conceive art’s identification.
Though the notion of artworld has become the most well known category
of Danto’s characterization of art -for reasons that escape his own control27-, in
“The Artworld”28 he also introduced the concepts of artistic identification and
artistic predicate.
The notion of artistic identification refers to the process through which
an object is produced as an artwork and it is characterized by the use of a
special kind of ‘is’. The artistic ‘is’ identifies two things that might not be
identical literally speaking -as when we say, in looking at a painting, that this dab
of painting is Icarus, or, in listening to a piece of music, that a certain part is
Kiev’s Gates, or, finally, when in being at a theatre we say that that actor is
Hamlet. It is a use of ‘is’, close to the metaphoric ‘is’ and to the magical ‘is’29. In
26 Kennick, W., “Does Traditional Aesthetic Rest on a Mistake?” Mind, 67 (1958), 317-34.
27 In particular, this notion has become central for the Institutional Theory of art developed by George
Dickie in Art and the Aesthetics: An Institutional Analysis, Ithaca, New York, Cornell University Press, 1974
and in The Art Circle: A Theory of Art, New York, Haven, 1984.
28 For the notion of artistic identification, see Danto (1964), pp 577-580. Also Danto (1981) pp. 125-
127.
29 “This is an is which is of transfigurative kin to magical identification, as when one say a wooden doll is
one’s enemy, (…). To mythic identification, as when one says that the sun is Phoebus’s chariot (…); to
religious identification, as when one says that wafer and wine are flesh and blood; and to metaphorical
identification, as when one says that Juliet is the sun. (…) Each of these identifications is, of course,
consistent with its literal falsehood, but there is a pragmatic difference between some of them –I except
330
Danto’s words: “in each case in which (artistic identification) is used, the a
stands for some specific physical property of, or physical part of, an object; and,
finally, it is a necessary condition for something to be an artwork that some part
or property of it be designable by the subject of a sentence that employs this
especial is.”30
An artistic predicate, on the other hand, points to a feature that typically
belongs to artworks. As when we say that a piece of music is expressive or that
a painting is cubist. Contrary to the ‘is’ used in artistic identifications, there
seems to be no special use of ‘is’ in the case of artistic predicates. When an
artistic predicate is applied to an artwork, it simply identifies a property that the
object –regarded as an artwork- may have. In the second place, these predicates
apply to artworks, not qua objects, but as constituted artworks and their content
is intimately related to an artwork’s relationship to a period, style, artistic
tradition, etc. Thus, we say of Picasso’s Les Demoiselles d’Avignon that it is cubist
painting. It makes no sense, for example, to apply this predicate to things or
objects that have not been done under a given conception of art.
Danto has pointed out that a pair of artistic predicates, such as “cubist”
and “non-cubist”, belong to what he calls opposites predicates; opposites
distinguish themselves from contraries because the former only apply to a
specified range of objects while the latter apply indiscriminately: “An object
must be first of a certain kind before either of a pair of opposites applies to it,
and then at most and at least one of the opposites must apply to it”.31
Danto thinks that for an object to be art it must at least be applied an
artistic identification and an artistic predicate. The former provides the
representational character of art; it makes possible that a painting depicts its
subject, a literary work tells a story, and a musical piece conveys its content.
Artistic predicates, on the other hand, provides the kind of features relevant for
metaphorical identification- and artistic identification, consisting in the fact that the identifier had better
not believe in the literal falsehood in the nonartistic cases.” Danto (1981), p. 126.
30 Danto (1964), p. 577.
31 Danto (1964), p. 582.
331
an artwork’s characterization given the artworld under which the work in
question has been made; thus, both the kind of artistic identifications and the
range of artistic predicates that can be applied to a specific artwork are
constrained by the artworld in which the artwork has been conceived. So, as I
formerly said, artistic interpretation must be constrained by an artworld32.
However, though this claim seems to preserve a common intuition about
artworks’ interpretation -which is that we should not describe an artwork in
extemporal terms to those under which it was conceived- it also conflicts with
another mode of enriching artworks’ descriptions and evaluations that is not at
odds with common critical practice. In fact, it conflicts with another notion put
forward by Danto: the notion of style matrix.
This notion has also had a short life within Danto’s conceptual frame but
its introduction in “The Artworld” allowed accounting for the fact that,
sometimes, we describe works of art in terms not strictly constrained by the
historical context and the artworld within which a work is produced. Indeed,
we sometimes enrich our perception of ancient works by locating them under
categories that have been created after these works were done, and couldn’t
govern their production. Roger Fry’s analysis of the primitive Italians33 painters,
for example, owes part of its illuminating effect to the relationship he
establishes between them and the post-impressionists artists. It is also well
known the so-called re-discovery by the German expressionists of El Greco.
Thus, if we cannot, without violating the maxim mentioned above, apply to
artworks predicates that do not belong to the time in which an artwork has
been done, shall we give up the kind of illuminating descriptions that Fry and
the expressionists provided of past works?
I hold that even if the principle is right and that not every artistic
predicate –or its opposite- can be applied to an artwork, there can be
32 It can be noticed that a similar argument is put forward by Kendall Walton in his article “Categories
of Art” in Aesthetics. A Critical Anthology. Dickie, G., Sclafani, R. & Roblin, R., New York, St Martin
Press, 1989, pp. 394-414.
33 Fry, R., “The Grafton Gallery –I”, The Nation (London, Nov. 19, 1910) pp. 31-following, Quoted in
332
retrospective attributions that are valid. Hence, there are typical cases of
attributions that are essential to our common description and classification of
artworks, such as stylistic predicates. Style predicates are not normally available
when an artist is working on her work; a style usually takes time to form itself.
When we talk about a period’s style, we normally do so when some time has
gone by and we can look back at that period in such a way as to being able to
point out what features are characteristic of it; when, on the other hand, what is
at stake is an artist’s style, we might surely not be able to identify a feature as
belonging to her style until her work is enough developed. Stylistic categories,
then, are such that cannot be normally applied contemporarily. At the same
time, we cannot make sense of our normal characterization of artworks without
using stylistic predicates, so at least this case of retrospective attribution of an
artistic predicate cannot be dropped out.
Style is, in Danto’s view, a special category because its nature is intimately
related to the logic of historical discourse. That means that a stylistic predicate
cannot be wholly ascribed to a work in the very moment it is done; rather, for a
stylistic attribution to be accurately applied, it is usually necessary that some
time has gone by.
The notion of artworld, art’s theory, artistic identification, and artistic
predicate provide, then, the elements of Danto’s first answer to the problem of
art’s definition. Though some of them are dropped out in latter works, together
they give a sense of his view about art, its historical and theoretical character,
and its representational nature.
Aboutness
Danto’s definitional project undergoes a shift in The Transfiguration of the
Commonplace and, where he put forward his art’s definition in terms of the
notions of aboutness and embodiment.
The notion of aboutness is, however, ambiguously used and sometimes it
seems to point to the representational character of works such as figurative
333
paintings, or literature works, while others it seems to merely point to a
condition of interpretability, as when we interpret a cultural object and attribute
some meaning to it -though we do not say that it represents anything sensu
stricto. In the first sense aboutness is conceived as the relation between a sign
and the object it refers to, even if reference is considered in a wide sense. In the
second sense, every object belonging in to a cultural context could be
interpreted as significant in relation to others objects to their users. In The
Transfiguration of the Commonplace, Danto stated it that “An object o is then an
artwork only under an interpretation I where I is a sort of function that
transfigures o into a work: I(o)=W”34. But it is ambiguous. In the first sense of
aboutness an object is about something if and only if it has been created as a
representation, that is, as something to be interpreted. In the second sense, any
object produced into a cultural context, that is, any artefact could be explained,
in relation to meaningful practices.
Danto thinks that aboutness serves to draw the line between mere objects
and artworks when we face a case of perceptual indiscernibility; that is, the
aboutness condition helps to discern which one deserves the artistic status. But
is it necessary that an object satisfy this condition in order to be an artwork? It
seems that there are at least two different kinds of counterexamples to the
necessity of the aboutness condition for art status.
In the first place, there are works that are done without the intention of
being representational –such as some examples of abstract paintings- where the
question about its content seems out of place. Another, may be more obvious,
example comes from minimal art. In fact, if Michael Fried35 was right in his
criticism against minimal art –which he characterized as ‘literal’ precisely
because it seemed to lack meaning- this artistic movement could provide a
counterexample to Danto’s theory. In its anti-illusionist vein, minimal works
were, in Fried’s eyes, non-meaningful art, something that, for him, was almost
334
identical with giving up the modernist project of art’s autonomy. Are these
works counterexamples to Danto’s definition? I claim they are not. In an
extremely modern vein, these works’ meaning is art’s nature and its relationship
to the spectator. In the very experience they aim at provoking they are
exemplifying a certain view about art’s place in modern life.
Danto had answered the challenge by minimal works and other similar in
the sense that all the attempts to create works of arts without a subject consist
of creating works with this as content. So they are works meaning nothing, and
not works without meaning. After the second sense of aboutness, these works
are the result of a practice of creating meaningful objects –paintings, sculptures,
ready-made objects-, even when these particular works want to be referring to
nothing.
The second set of works that present a problem to the applicability of the
aboutness condition comes from absolute music and decorative arts. Works of
absolute music as well as pieces of abstract decoration seem to be about
nothing. Both of them were pointed out by Gombrich as the result of a search
for order, as opposed to the search for meaning that is prominent in other
arts36. Different ways to achieve order as well as different orders are felt as
differences among information and chaos, tension and termination of it. Works
of pure music and decorative arts are usually ascribed expressive properties, and
Danto has pointed out this feature as sufficient to guarantee the applicability of
the aboutness condition.
Nevertheless, there have been some attempts to account for the
expressive ascriptions of absolute music that resist the assimilation of the
expressive phenomenon to the representational one. I analyze Peter Kivy’s
criticism in his Philosophies of Arts. An Essay in Differences37, where he has
reiteratively defended the view that it is a mistake to reduce all the arts to the
representational model. In his view, we should pay attention to the specificity of
36 Gombrich, E. H., The sense of Order. A study in the psychology of decorative art, London, Phaidon, 1979.
37 Kivy, P., Philosophies of Arts. An Essay in Differences, Cambridge University Press, 1997.
335
each artistic medium and try to explain their particular features and possibilities.
According to him, it does not imply that some artistic forms are less valuable
than others. Absolute music, as he says, is meaningful precisely because of its
lack of meaning. Nevertheless, there might be a final way to rescue the notion
of aboutness for these cases. Here I try to preserve Kivy’s intuitions about the
expressive aspect of absolute music as well as maintaining a certain sense of the
aboutness condition. The solution comes from an author that shares with
Danto the belief in the symbolic nature of art. Goodman’s theory of art38
provides, I think, a useful set of categories that allow explaining the different
ways in which an artwork can symbolize without reducing them to the notion
of representation. Thus, the notions of denotation, exemplification and
expression may qualify as a useful set of categories that cover all the cases of
symbolization an artwork can satisfy. Finally, the notion of aboutness, although
not free of the concerns we have presented here, seems to hold for all art after
all.
Embodiment
Danto’s second condition for art, the notion of embodiment, is meant to
provide the specific feature that distinguishes artworks from other
representations. However, I find the notion lacks a precise definition within
Danto’s work, so I suggest examining some of the contexts in which this
condition has been developed as well as the analogies Danto has provided in
order to provide an approximate understanding of it.
First of all, I propose to examine what we have in mind when we say, for
example, that a person embodies beauty or courageousness, or that a building
embodies somebody’s power, or that a painting embodies a certain attitude
towards the historical fact it depicts. In these cases, I take that we mean that the
person in question is an outstanding example of beauty, that the building has
336
become a symbol for that person’s power, and that the painting express a certain
attitude under which the historical fact is represented. So, at least within the
range offered by these examples, embodiment is related to exemplification,
symbolization and expression. In fact, Danto calls upon these terms in his
attempt to characterize the embodiment condition.
Embodiment literally means to provide flesh to something that lacks it, or
to give sensory appearance to something that is immaterial such as an idea or
thought. Symbols, for example, paradigmatically provide an image to something
that is abstract or immaterial. Thus, in principle, the notion of embodiment
means providing a sensory access to those things that normally do not have a
material reality. Through embodying a concept, for example, we provide a
perceptual way to grasp it, an appearance to apprehend it –as when we
represent the concept of ‘infinite’ with a loop. Similarly, artworks, through
embodying their contents not only provide a representation but a special way to
grasp the content represented. In this sense, grasping an artwork’s content does
not merely require acknowledging the represented content, but also responding to
it as the body it is, that is, to the way the content appears. We are affected for
his presence. Embodiment is, then, related to providing an appearance, a
particular flesh, to an idea, thought, etc.; therefore, in experiencing the artwork
we grasp the content through that appearance. But we do not merely
understand the meaning intended by the artist but also respond to the way this
meaning is presented to us.
Moreover, in Danto’s view, as it is presented in The Transfiguration of the
Commonplace, what is embodied in the artistic representation is a certain point of
view or attitude upon the represented content. The thing represented is shown
under a certain light or perspective: that of the artist. How can an artist express
her attitude towards a subject? Though Danto does not say much about
expression itself, he assumes that an artist expresses herself through her style.
337
He appeals39 to Meyer Schapiro’s considerations40 about style in order to
establish the link between expression and style and, thus, grounding the
expressive character of artworks in style. Accordingly, the artist’s attitude is
primarily expressed through her style which, in turn, can be understood as a set
of features that points to her own character. Thus the artist’s character –or
attitude towards the represented content- is expressed through her style.
In this sense, the beholder grasp the represented content of a work as it is
coloured by the style of an artist; the perceived content is inseparable from the
way it is presented, from the light under which the artist conveys it. This is also
the reason why Danto thinks that artworks have something like a metaphoric
structure; for, as well as metaphors present a certain concept, A, under the light
of another one, B, -as when we say “the man is a wolf for himself”- and
grasping the metaphor is perceiving –understanding, grasping, etc. - the concept
A under the light of B, in artworks the content represented is presented under
the light of the artist’s attitude or character. Therefore, grasping the artwork’s
content involves seeing it under the point of view expressed upon it.
An important feature also derives from this comprehension of art as
having a metaphoric structure. Metaphors may be regarded as rhetoric devices
insofar as they not merely present a proposition but also invite the listener to
assent to them. In Danto’s view this is due to the enthymematic character that
underlies metaphors. An enthymeme is a rhetoric device which consists in an
argument which lacks either a premise or the conclusion and which invites the
reader/listener/beholder to fulfil the missing part. The beholder in
collaborating to complete the argument is somehow agreeing with the transit
from the premises to the conclusions and, in a sense, she is convinced by the
argument in a strong, deeper way. It seems that something like this is also true
of the metaphoric structure. A successful metaphor –one to which the beholder
assents- requires somehow that the beholder notices the association that makes
338
possible regarding A under B, or under some aspects of B. If this rhetoric
structure holds for metaphors, then it seems also true of artworks, for we have
seen that artworks distinguish themselves from other representations in that,
like metaphors, they present something under the light of another thing, that is,
the represented content appears under the light of the artist’s character.
An artwork, then, is about something and expresses the artist’s attitude
towards what it is about through stylistic features. The beholder’s experience
parallels that of a metaphor in the sense that she grasps the content through the
way this is presented, that is, as coloured by a specific subjectivity. Moreover,
since the content is not separable from the point of view from which it is
presented, the beholder engages in the work in an active way, following the
enthymematic structure that all works –as metaphors- have.
This complex characterization of the embodiment condition has a further
appeal in Danto’s view. It helps explaining the specific cognitive value we
attach to artworks. In grasping the artwork’s metaphor we are, as it were,
regarding the represented content under the light of the artist’s point of view;
hence, we have access to her way of seeing that content. In this sense artworks
are exteriorizations of points of view, attitudes, characters, and other mental
features that can only be known through their expression or manifestation.
Moreover they have the expressive force, the capacity of affecting us as
interpreters, persons have.
In “Symbolic Expressions and the Self”41 Danto also develops this idea
about artworks’ capacity to provide a valuable insight into the structure of
periods and the subjects who inhabit them. Danto distinguishes between
symbols, manifestations and symbolic expressions and places artworks within
the last category. These, contrary to symbols, are not mere conventional signs,
whose meaning cannot be recognized unless we know the code, which governs
it. Symbolic expressions also contrast to manifestations, for these are causally
41 Danto, A. C., “Symbolic Expressions and the Self” in Beyond the Brillo Box. The Visual Arts in Post-
historical Perspective, New York, Farrar Straus Giroux, 1992, pp. 55-71.
339
related to what they are a manifestation of, as when somebody’s shaking is a
manifestation of fear. They are, rather, intentionally caused to what they
express. Artworks, understood as symbolic expressions, are fragments of a
desired world, not an actual one; that is why they cannot be manifestations tout
court. If the world they stand for were actual, then symbolic expressions would
be manifestations of that world. This picture of art as symbolic expression
reminds somehow Gadamer’s thought about the fragmental nature of art and
its ability to make present a desired, non-present, world42.
This capacity to show a different world is, in Danto’s view of art, one of
the most valuable features of artworks. By showing a different world artworks
provide knowledge. What kind of knowledge? Knowledge about a possible
world, about how would it be to live within it, and about ourselves who, in
becoming aware of other possible worlds, become aware of our own world as
represented. By becoming aware of other’s point of view, we become aware of
ourselves as points of view; even though we cannot completely give up our own
way of representing the world, we acquire certain distance towards ourselves
necessary for self-knowledge.
We have then that artworks distinguish themselves from other
representations in their expressive aspect. Mere representations do not embody
a certain point of view, while artworks do. Does this mean that we can tell apart
artworks from other representation through their contents? Danto’s answer is
no.
As Danto puts it, “works of art, in categorical contrast with mere
representations use the means of representation in a way that is not
exhaustively specified when one has exhaustively specified what it is being
represented. This is a use that transcends semantic considerations
42Gadamer, H. G., La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta, Introducción de Rafael
Argullol, Barcelona, Paidós, I.C.E. de la UAB, 1991.
340
(considerations of Sinn and Bedeutung). Whatever …(a) work finally represents it
expresses something about that content”43
For Danto, since expression is not part of the represented content, but
something like a colour or tone that the representation exhibits, he claims that
it is not part of the work’s content at all.
However, I argue, this claim is a non-sequitur. Though it is true that the
expressive aspect of an artwork should not be assimilated to its represented
content, there is no reason to assimilate the artwork’s content to its
representational content. An artwork’s content may perfectly well include
expressive aspects that, by definition, do not belong to the representational
content. Therefore, it does not follow from the fact that expression is not part
of the representational aspect of a work that it does not belong to its overall
content.
When claiming that the difference between artworks and mere
representations cannot be one in content and, at the same time, that the
difference lies in the expressive aspect of artworks, he is implicitly assuming
that the latter is not part of the artwork’s content; for, if it were, then he could
not deny that the difference searched for can be one placed at the level of the
content.
Leaving this particular problem aside, we can follow Danto’s own
characterization of the notion of embodiment through his work and see
whether it is complete as it is so far.
In his book Embodied Meanings44 Danto puts forward a characterization of
embodiment that is less tied up to the expressive view of art as it is presented in
his The Transfiguration of the Commonplace. The very expression ‘embodied
meaning’ reminds somehow Hegel’s own view of art and its function within the
development of the Spirit. In fact, Danto does not hide his debt towards the
43
Danto (1981), pp. 147-8.
44Danto, A. C., Embodied Meanings. Critical Essays and Aesthetic Meditations, New York, Farrar Straus
Giroux, 1994.
341
German philosopher45 and he completely assumes the thought that, given the
representational character of art, the critic’s role consists in assessing the
relationship between the content of the work and the way this content is
presented. Artworks embody their content and, hence, the beholder’s work
must be examining how a given content is presented, how it is embodied in a
specific work. “The task (of the critic) is twofold: to identify what the work
means and then to show how that meaning is embodied in the work”46
Finally, the notion of embodiment seems to undergo a pragmatic shift in
Danto’s The Abuse of Beauty47, a work that, among other issues, undertakes the
problem of the aesthetic answer to art and its relationship with the question of
the content represented. Danto claimed in The Transfiguration of the Commonplace
that what makes something an artwork are considerations that go over and
above questions about Sinn and Bedeutung48. The relevant notion is, nevertheless,
another Fregean concept: the notion of Farbung (coloration). The colour of a
representation adds nothing to its meaning or content, rather it is a matter of
nuances and evocated connotations; it has to do with the use of a given symbol,
with the associations that it triggers within a community. Indeed, this aspect of
representations is closely linked to the rhetorical aspect of artworks pointed out
above. The beholder who is acquainted with the referents employed by the
artist is able to get the point of the work easily; she follows the path set up by
the artist without much interpretative effort, as if the work speaks to her in her
own language. This fact, which explains the rhetoric effect that successful
artworks possess, does not imply, however, that a viewer, who is not familiar
with the system implicit in the representation, cannot be properly addressed by
the work. The process of understanding might be less direct and the resultant
experience less immediate, but this does not preclude that it can be understood.
45 “the concept of symbol I am advancing is almost entirely Hegelian, in that it consists of giving
sensuous material embodiment to what Hegel would certainly have called Idea” 45 Danto (1992), p. 62
46 Danto (1994), p. 13
47 Danto, A. C., The Abuse of Beauty. Aesthetics and the concept of Art, Open Court Publishing, Illinois, 2003.
48 See quotation Danto (1981) pp. 147-8, in pages18-19 of this summary.
342
Also in The Abuse of Beauty there seems to be a certain shift towards the
aesthetic aspects of artworks and their inflecting role in the embodiment of a
meaning. Though he claimed, “I am not in the least interested in formal
features of the work unless these connect with the meaning”49 it seems that
artworks, at least insofar as they are embodied, not only appeal to our
understanding, but also to our affectivity. Since artworks are not bare meanings,
but embodied meanings, their material aspect must have some effect upon our
sensibility50. Nevertheless, Danto’s interest in what he calls inflectors barely
touches the core of his view51; though he considers their role in art’s experience
they do not seem to be central for his art’s characterization.
Finally, it seems that though the notion of embodiment is meant to
capture the material aspect that every artwork has, Danto’s view of art falls on
the side of meaning. That is why some has regarded his proposal as excessively
cognitive and as undermining art’s affective impact upon our sensibilities.
Conclusion
I have tried to examine Danto’s art definition, its modifications and the
view about art’s nature and essence implied by it. I think that it must be
acknowledged that, after the experiment of indiscernible, art’s definition cannot
be merely understood in terms that have traditionally constituted it. Art needs
not have a particular appearance, though its appearance has a full importance
when it comes to the experience it provides.
representation, endow it with a certain attitude and elicit some feeling towards the representation on the
beholder. Danto, though considers the possibility that inflectors belong to art’s essence, does not clearly
defend its necessity for art: “the question I merely raise at this point is whether it belongs to the
definition of art that something is an artwork if it is inflected to cause an attitude to its content” Danto
(2003), p. 121.
343
Moreover, I think that Danto has also provided the necessary elements
for art’s interpretation. In particular, in his taking into consideration the
historical constraints upon interpretation, he has avoided embracing a too
restricted view about artworks’ value. Each artwork demands a particular
evaluation and only by paying attention to the kind of intentions and regards
relevant in its production can we aspire to properly capture its core. In this
sense, art’s definitions, which excessively rely upon aesthetic value as a criterion
for art, might overlook other non-aesthetic regards under which art has been
also produced.
Nevertheless, as it has been pointed out, Danto apparent balance between
matter and meaning -that the notion of ‘embodied meaning’ seems to provide-
is usually destabilized on the side of meaning. For him, art’s value is mainly
cognitive and, though artworks teach us through embodiments, Danto’s attention
to our affective response to the flesh of artwork seems relative to the artwork’s
capacity to provide meaning. What he seems to overlook is that bodies also
transmit meaning in their own way, through affecting our eyes, ears and skin.
344