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4. Se reza 1 Padrenuestro y 3
Avemarías por el propio país, para que
Dios suscite espíritus generosos y
entregados a la evangelización y por
todos los que aún no conocen a Cristo,
para que pronto lleguen a encontrarse
con El.
"Señor, Tú has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los
hombres, a fin de que la obra redentora de Cristo persevere hasta el final de los
tiempos; mueve ahora los corazones de tus fieles y concédenos la gracia de sentir
que nos llamas con urgencia a trabajar por la salvación del mundo, para que, de
todas las naciones, se forme y desarrolle un solo pueblo, una sola familia,
consagrada a tu nombre. Por Cristo nuestro Señor. Amén."
Esto significa que ella es la "Nueva Eva" que cooperó con el "Nuevo Adán" para que
naciera la humanidad nueva.
Es así como María concibió y dio a luz a Jesús en Belén, estuvo con El en las bodas
de Caná e intercedió de El, el primer milagro, estuvo firme a los pies de la cruz, oró
con los Apóstoles en el cenáculo. Y ahora, elevada a la gloria del cielo, sigue
intercediendo por el mundo, por la Iglesia, y por cada uno de nosotros.
Con el rezo del Rosario en su honor celebramos esa cooperación suya, confiamos
en su asistencia maternal, pedimos su intercesión delante de su Hijo Jesús.
Ha llegado el momento tan esperado por la humanidad: "Al llegar la plenitud de los
tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer" (Ga 4,4).
María de Nazareth, la mujer preparada por Dios y anunciada por los profetas,
conoce por medio del ángel los designios de Dios y los acepta con un "sí" generoso
y total. Ella representa a toda la humanidad que recibe al Salvador tan esperado.
Al llegar la plenitud de los tiempos para nuestro continente americano, Cristo envió
a su propia Madre al Tepeyac de México. Leemos en el "Nican Mopohua" (narración
original del acontecimiento Guadalupano escrita en idioma náhuatl): "Diez años
después de tomada la ciudad de México, se suspendió la guerra y hubo paz entre
los pueblos. Así empezó a brotar la fe y el conocimiento del verdadero Dios por
quien se vive".
"Tanto amó Dios al mundo que mandó a su hijo único" (Jn 3,16).
"Se le cumplieron a María los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo
primogénito, le envolvieron en pañales y le acostó en un pesebre porque no tenían
sitio en el alojamiento" (Lc 2,6-7).
"El ángel les dijo a los pastores: Os anuncio una gran alegría... os ha nacido hoy un
salvador" (Lc 2, 10-11).
Pidamos también para que de América Latina surja una gran muchedumbre
de misioneros y misioneras quienes, como Juan Diego, sepan llegar hasta
los antiguos evangelizadores para darles un renovado anuncio del
evangelio de Jesús.
Allí se encontraba Simeón a quien "le había sido revelado por el Espíritu Santo que
no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor". Cuando vio al niño,
movido por el Espíritu de Dios, reconoció en él al Mesías esperado por la humanidad
y enviado por Dios como "luz para alumbrar las naciones" (Lc 2,26.32).
En este misterio gozoso del rosario pediremos por todos los ancianos y
ancianas de Oceanía y del mundo, para que haya quien, como Juan Diego
con su tío, esté cerca de ellos y los ayude en sus necesidades. Pero sobre
todo le pedimos a la Santísima Virgen que ella misma los alivie en los
achaques y molestias de la edad y les consiga de Dios poder llegar a
conocer a su Hijo Jesús, para su completa y eterna salvación.
QUINTO MISTERIO GOZOSO - ASIA
"Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo
12 años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los
días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres". Al no encontrarlo
en la caravana, María y José se volvieron a Jerusalén en su busca. "Y sucedió que al
cabo de tres días, lo encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros,
escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían estaban estupefactos por su
inteligencia y sus respuestas" (Lc 2,41-43.46-47).
Juan Diego fue a la casa del obispo Zumárraga para contarle todo lo que había
"visto, admirado y oído" cumpliendo de esta manera la voluntad de la Virgen.
Como los maestros del templo de Jerusalén, al oír las preguntas y respuestas de
ese muchachillo de 12 años, "estaban estupefactos por su inteligencia" así le pasa
al obispo, el cual, ante la insistencia de Juan Diego, llevado en parte por la
incredulidad y en parte por la prudencia, le pidió que le trajera una señal para
poder creer que era realmente la Madre de Dios la que se le aparecía. La Santísima
Virgen le dijo a Juan Diego que subiera a la parte alta de la montaña y que
recogiera las rosas que encontraría para llevarlas como señal. Así lo hizo y cuando
abrió su tilma delante del obispo, cayeron las rosas y apareció la imagen de la
Madre de Dios pintada sobre el rústico tejido de la tilma.
MISTERIOS DOLOROSOS
Martes y Viernes
PRIMER MISTERIO DOLOROSO
"Entonces Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al cerro de los Olivos; y lo
siguieron también sus discípulos. Cuando llegaron al lugar, les dijo: "Orad para no
caer en tentación".
Después se alejó de ellos como a la distancia a la que uno tira una piedra, y
doblando las rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este calizo Sin
embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya".
Entonces se le apareció un ángel del cielo que venía a animarlo, y empezó a luchar
contra la muerte. Oraba con más insistencia y su sudor se convirtió en grandes
gotas de sangre, que caían hasta el suelo" (Lc 22,39-44).
Juan Diego y los de su raza fueron humillados por el conquistador, y vivían una
situación de opresión; eran los más pobres entre los pobres. El mensajero de
Guadalupe era consciente de todo esto y cuando se dio cuenta de que el obispo no
le había creído, pidió a la Virgen que no lo enviara nuevamente. Le dice: "Señora
mía... mucho te suplico que le des tu encargo a uno de los nobles más valiosos, los
conocidos, estimados y respetados". Y María le responde: "Aunque muchos son los
mensajeros a quienes puedo dar el encargo... es de todo punto preciso que con tu
mediación se cumpla mi voluntad" (2a. aparición). Después le animó para que fuera
y cumpliera la misión que le había dado.
Hoy nos toca a nosotros acercamos a Jesús que ora y suda sangre en el huerto;
nos toca a nosotros prolongar la oración de Jesús, y recoger las gotas de su sangre
ofreciéndolas a Dios-Padre por el continente Africano. Y nuestra oración y ofrenda
tendrán más eficacia si sabemos unir nuestros sacrificios, nuestras penas y
sufrimientos al sudor de sangre de Jesús para la evangelización de África.
Jesús sufre y aguanta ese dolor físico y esa humillación moral para reparar todas
las ambiciones y delitos de aquellos que aprovechan el poder para dominar a los
pueblos y ejercer su gobierno no sólo olvidándose de Dios, sino incluso pisoteando
la ley de Dios y destruyendo el sentido religioso y la fe cristiana entre los
ciudadanos.
Dios envió al mundo a su Hijo único para redimimos y nos dio a María como
mediadora entre El y nosotros. El Nican Mopohua aclara esto desde el principio. En
varias de sus expresiones, la Santa Virgen de Guadalupe utiliza grupos de tres
palabras: quiere un templo para «oír, remediar, y curar» sus «miserias, penas y
dolores». El número tres, en la teología indígena náhuatl, era símbolo de mediación
entre el cielo y la tierra.
"Cuando le llevaban echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del
campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una
gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él" (Lc
23,26-27).
Simón de Cirene se ve forzado a cargar con la cruz de Jesús y, de este modo, aún
contra su gusto, realizó un gesto de solidaridad.
El «cirineo» no ayudó por iniciativa suya, así como Juan Diego no se convirtió en
mensajero de la Virgen por propia iniciativa. Fue la Madre de Dios que le pidió que
fuera su colaborador, su mensajero. Sabía que la tarea que le encomendaba no era
fácil y lo animaba a ser su «buen cirineo» diciéndole: "Ten por seguro que te lo
agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que yo te
recompense del trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo" (1a
aparición). Y en otra ocasión le decía: "Sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu
cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has emprendido" (3ª. Aparición).
"Tomaron a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario...
y allí le crucificaron" (Jn 19,17-18).
"Así mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros
predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; mas para los llamados lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de
Dios y sabiduría de DIOS" (1 Co 1,22-24).
Poquísimas palabras para describir el crimen más grave y la muerte más injusta
acaecida en el mundo, y al mismo tiempo el acto de amor más grande con que Dios
ha amado a la humanidad: "El (Dios-Padre) no perdonó a su propio Hijo, antes bien
le entregó por todos nosotros" (Rm 8,32).
Cuando llegaron los primeros misioneros a México y empezaron a predicar el gran
misterio del Hijo de Dios hecho hombre y muerto en una cruz, los habitantes de
esas tierras quienes tenían un gran concepto de la trascendencia del ser divino se
quedaban no sólo indiferentes, sino incluso escandalizados. Resultaba
incomprensible para su mentalidad y cultura admitir ese misterio de acercamiento
de Dios al hombre y esa humillación de la divinidad hasta la muerte del Hijo de Dios
en la cruz. Eran, pues, muy pocos los que aceptaban ser cristianos.
Cuando llegó Santa María de Guadalupe se acercó al indio Juan Diego, hablando su
idioma y tratándolo con sencillez y cariño. De esta manera, aún revelándose como
"la madre del verdadero Dios, del creador, del señor del cielo y la tierra", le hizo
comprender que el "Dios grande y lejano", en realidad se había hecho tan pequeño
que entró en su seno; y que estaba tan cerca de su pueblo que les había enviado a
su propia madre para quedarse con ellos. La llegada de María en el Tepeyac, abrió
los corazones del pueblo indígena a la aceptación del Cristo crucificado y allanó el
camino a la obra evangelizadora de los misioneros.
Pidamos a la Santísima Virgen María que repita esas maravillas entre los
pueblos de Asia, para que ellos también se abran a la gracia de la salvación
que brota de la cruz donde está clavado el Hijo de Dios, único y verdadero
redentor de la humanidad.
MISTERIOS GLORIOSOS
Miércoles y Domingo
PRIMER MISTERIO GLORIOSO
"El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis, pues sé que
buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho.
Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: ha
resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí lo
veréis" (Mt 28,5-7).
"Estando sus discípulos reunidos, Jesús les dijo: Id por todo el mundo y proclamad
la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará... Con esto,
el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de
Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y
confirmando la Palabra con las señales que le acompañaban" (Mc 16,15.19-20).
Jesús ha terminado su misión sobre la tierra. Ahora les toca a sus discípulos
continuar y completar la obra de la salvación. Y es obedeciendo a este mandato del
Señor que los misioneros llegaron a nuestro continente a traernos la riqueza de la
fe cristiana.
La Santísima Virgen de Guadalupe con cariño maternal muestra a Juan Diego sus
posibilidades, sus cualidades, le hace recuperar su dignidad y su valor, y le hace
aceptar como propio un papel que ha de cumplir con esmero, ser su embajador:
«Ve allá al palacio del obispo de México, y le dirás que yo te envío como mi
mensajero».
En el tercer misterio glorioso contemplamos la venida del Espíritu Santo sobre los
Apóstoles en el cenáculo.
"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar... Se les
aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre
cada uno de ellos, quedaron todos llenos del Espíritu Santo..." (Hch 2,1.3-4).
"Después de haber escuchado a Pedro y a los demás apóstoles, los que acogieron
su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil almas" (Hch
2,41).
Pedro fue el primero quien abrió las puertas del cenáculo para anunciar con valentía
a Cristo muerto y resucitado. Más tarde la fuerza del Espíritu Santo cambió la vida
de «Saulo el perseguidor» en la de «Pablo el evangelizador». Y Pedro y Pablo
llegaron a Europa para anunciar el Evangelio. Sobre los cimientos de la predicación
apostólica y el testimonio de su martirio, la fe cristiana se afianzó y se extendió por
todo el continente europeo. Y Europa, antes centro del gran imperio romano, se
transformó en centro de irradiación del cristianismo.
La Virgen María ha sido la "Nueva Eva" que se puso a lado de su Hijo Redentor, el
"Nuevo Adán", para dar inicio a una nueva humanidad. Era, pues, muy lógico que
Jesús se la llevara al cielo en alma y cuerpo para que disfrutara plena y
definitivamente de los beneficios de la redención.
Prueba de ello son las numerosísimas apariciones de María en todos los rincones de
nuestro planeta. Con el pasar de los años se han multiplicado los santuarios, las
capillas, los altares y los nichos que sus hijos le han dedicado para recordar su
presencia materna entre nosotros y para agradecerle las gracias y los favores
recibidos por su intercesión.
Ella está siempre junto a sus hijos, como lo dijo a Juan Diego en la cuarta
aparición: "No se turbe tu corazón... ¿No estoy aquí yo que soy tu madre? ¿No
estás tú bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás tú, por ventura, en mi
regazo?". Son palabras muy hermosas y alentadoras que ponen de manifiesto
cuánto y cómo esta madre celestial se preocupa por nosotros sus hijos.
Los misioneros que trabajan en Oceanía, como los que trabajaron y
trabajan en otros continentes, saben con certeza que María, la Madre de
Jesús y de los cristianos, subió al cielo para poder acompañarlos y
socorrerlos mejor en su labor evangelizadora. Pidamos, pues, a ella que
afiance el corazón de los misioneros y misioneras con esa confianza total
en su maternal protección. Y pidámosle también para que nuestros
hermanos de Oceanía, incluso los que habitan en las islas más pequeñas y
remotas, puedan experimentar el poder de su intercesión delante de Jesús,
para que llegue para todos ellos el día de la redención.
"Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna
bajo los pies y en su cabeza una corona de doce estrellas" (Ap 12,1).
Letanía
Oremos
Te pedimos Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y
cuerpo; y por intercesión de Santa María de Guadalupe líbranos de las tristezas de
este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Oración
Señor, Tú has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los
hombres, a fin de que la obra redentora de Cristo persevere hasta el final de los
tiempos; mueve ahora los corazones de tus fieles y concédenos la gracia de sentir
que nos llamas con urgencia a trabajar por la salvación del mundo, para que, de
todas las naciones, se forme y desarrolle un solo pueblo, una sola familia,
consagrada a tu nombre. Por Cristo nuestro Señor. Amén.