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12 de diciembre de 2020
Autoconciencia en duelo
autoconciencia» que plantea Hegel en la Fenomenología del Espíritu. Para eso, se dispondrá de
los personajes principales de la película Los Duelistas de Ridley Scott, pues, a lo largo de la
Conciencia —› Autoconciencia
supera a sí misma, por medio de su doble negación. Para que la conciencia se reconozca a sí
misma y la reconozcan como autoconciencia, tiene que negarse aceptando que existe un otro
exterior de sí, que se le opone y la cual desea. Luego, para superar su negación o enajenación -
pues aunque reconoce que hay algo externo, no se ha reconocido a sí-, la conciencia deviene en
sí misma como autoconciencia (consciente de sí, de su existencia) mediante la negación del otro
que ha reconocido por su deseo. En otras palabras, para que la conciencia vuelva en y para sí
misma como unidad y supere su enajenación, es necesario una segunda negación que niegue la
anterior, para que así la conciencia retorne a sí misma como autoconciencia. La autoconciencia
es, por tanto, la certeza de la conciencia que aunque sabe de otro, lo excluye de sí, pues dice
Hegel que “la autoconciencia es primeramente simple ser para sí, igual a sí misma, por la
autoconciencia entre saber de sí y saber de un otro [...]. La autoconsciencia es deseo, pero lo que
desea, sin saberlo todavía explícitamente, es ella misma, su propio deseo” (Cf. Hyppolite 145).
movimiento hacia el encuentro con la naturaleza, con otra autoconciencia, y consigo misma,
pues, este movimiento reflexivo es necesariamente la unidad de sí. Esto quiere decir que el deseo
vida espiritual y social. Por lo tanto, el deseo conduce a la conciencia a los objetos del mundo,
luego a sí misma (como autoconciencia), y finalmente, conduce a otra autoconsciencia. Pues Tal
Autoconciencia
Si bien, “la consciencia era saber de un otro, saber del mundo sensible en general; la
autoconciencia, en cambio, es saber de sí, se expresa por medio de la identidad del yo = yo” (Cf.
exteriorizarse y ser reconocida; la persona sabe que existe un otro fuera de sí y que por lo tanto
forma, la persona se realiza como un ‘yo’, como voluntad2 particular que no solamente conoce de
un otro fuera de sí, sino que reconoce a otra autoconciencia, a otro ‘yo’ coexistente en el mundo
Por eso dice Hyppolite que la autoconciencia se expresa con la identidad yo = yo porque
“sólo es [autoconciencia] en cuanto se la reconoce” (Hegel 113). El ‘yo = yo’ es, entonces, una
del reconocimiento. Es en ese sentido que, por un lado, los momentos que siguen a continuación
‘deben ser mantenidos separados’ en tanto subyace una tensión o juego de fuerzas en la
duplicidad de la autoconciencia y, por otro lado, ‘deben ser tomados y reconocidos como
el reconocimiento de la otra; deben ser ‘tomados en esta diferencia’ para ser reconocidos
otro como objeto, sino también como esencia, i.e. como otra autoconciencia con la que coexisten
en el mundo. Aquí subyace una doble significación: por un lado, se ve a sí misma en esa otra
restituirse a sí misma por medio de la negación de la otra, lo que produce una tensión. Así, la
hace lo que hace en cuanto la otra hace lo mismo, tal superación se logra por la acción de
ambas, ya que el hacer unilateral sería ocioso (Cf. Hegel 113 y ss.).
sí misma subyace una lucha y sujeción de las conciencias contrapuestas [en la relación ‘yo=yo’],
tal como se presenta en la situación entre los capitanes D’Hubert y Feraud: aunque ya se
D’Hubert le ordenan arrestar a Feraud, pero Feraud al sentirse subyugado por tal imperativo lo
Entonces Feraud, al pertenecer al mismo rango militar que D’Hubert (tenientes), lo reta a
un duelo, pero ninguno de los dos reconoce una ‘razón lógica’. Esto sugiere que inmediatamente
autoconciencia se muestra como independiente de la otra, pues no se han realizado la una para
la otra. De tal manera que “esos dos yo concretos que se enfrentan deben reconocerse uno a otro
reconocimiento formal sin más” (Cf. Hyppolite 153). Por lo tanto, como dice Hyppolite, el duelo
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Álvarez, Guardo y Suárez
por el reconocimiento es una lucha vida/muerte, pues, en este primer enfrentamiento, la vida es
como autoconciencia plena. Por eso, al poco tiempo de este primer contacto, en Augsburgo, los
personajes vuelven a batirse en duelo (minuto 22); enfrentamiento que termina cuando Feraud
hiere a D’Hubert. De nuevo, ambos protagonistas pelean sin motivo aparente, pues no es claro un
deseo de subordinación y sin embargo Feraud insiste en dejar abierto el duelo. Así parece
ratificarse que los protagonistas aún no lograron reconocerse como dos individuos que están
Luego, vemos que D’Hubert empieza a aceptar el duelo e incluso a trabajar para ello;
ahora él sabe que: “la única solución es enfrentarlo. Hay que prepararse” (minuto 29:23). Aquí
forma a desear someterla (que desde el principio era la intención de Feraud), pues está en juego
la vida. Así, se da un nuevo duelo en el que ya es clara la intención por parte de ambos
protagonistas de subyugar uno al otro, de hecho, a pesar de que ambos están gravemente heridos
prefieren continuar, obligando a terceros a separarlos. De esta forma cada autoconciencia tiene
absoluta (Cf. Hegel 115): que consiste en aniquilar todo ser inmediato para ser el aspecto
la negatividad que produce el movimiento de aniquilación del otro. No obstante este aniquilar es
En una nueva batalla entre D’Hubert y Feraud, cinco años después en Lübeck 4, se puede
decir que progresivamente la autoconciencia de cada uno se pierde en la otra, y, es cuando cada
autoconciencia debe restituirse a sí misma por medio de la negación de la otra. Pues fíjese que
mientras se enfrentan, D’Hubert tiene un recuerdo de todos sus duelos pasados con Feraud. Esto
de un modo asegura que se ve a sí mismo en el otro una vez lo ha reconocido, y al mismo tiempo
a sí misma como deseo absoluto; dice Hegel que un “término medio es la conciencia de sí, que se
descompone en los extremos” (Hegel 114), pues aunque su mediación consiste en aniquilar
Moscú. Este encuentro muestra un punto de inflexión entre entre D’Hubert y Feraud, pues allí no
enemigo común (los cosacos), entre ellos no hubo una propia contraposición de autoconciencias5.
Así que D’Hubert y Feraud tuvieron que negarse recíprocamente a cambio del objeto de deseo.
Feraud para D’Hubert, sino un enemigo común. El duelo entre ellos pudo haber terminado en el
autoconciencia sólo se alcanza por medio de otra autoconciencia, puede entonces que, esta sea
una de las razones por las cuales el duelo no terminó en Rusia. Por lo tanto “el comportamiento
de las dos autoconciencias se halla determinado de tal modo que se comprueban por sí mismas la
una de la otra mediante la lucha a vida o muerte” (Hegel 116), i.e. a que la lucha por
Ahora bien, ¿cómo regresa la autoconciencia a sí misma luego de ser para otro al
Moscú, las dos autoconciencias se han reconocido una en la otra (alteridad), pero entonces se
encuentran fuera de sí (enajenadas) y por lo tanto tendrán que retornar en sí mismas para su
propio reconocimiento.
Tres años después, en Tours, D’Hubert no accede a formar parte de las tropas
bonapartistas, al enterarse Feraud lo acusa de traición e incluso confiesa que fue esa la supuesta
razón por la cual decidió comenzar el duelo. Este último elemento parece estar justificando su
enfrentamiento con D’Hubert con un dato que en realidad no conoce, parece solo utilizar una
dos culturas que buscan su reconocimiento.
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Álvarez, Guardo y Suárez
excusa del honor para no revelar el verdadero casus belli [pues, aquí aunque los protagonistas ya
se conocen entre sí, no se reconocen todavía en y para sí mismos; no se han subyugado aún uno
del otro].
realidad una lucha por reconocerse a sí mismos, y por lo tanto implica el reconocer al otro que es
igual a sí. En este momento ni Feraud, ni D’Hubert alcanzan la autoconciencia plena al estar la
lucha de fuerzas de la autoconciencia abierta, pues para que cada uno tenga certeza de sí y así
mismo se reconozca en el otro, es necesario que uno de ellos se subyugue al otro por el
reconocimiento de la autoconciencia, que sólo se realiza en y para sí misma mediante la otra [el
muerte por la sumisión de una autoconciencia a la otra, concluye con una última batalla en París.
Parece extraño que, a pesar de que D’Hubert habla con el Ministro de la Policía para liberar a
Feraud (pues en algún momento fue detenido), persista el sentimiento de querer matar al otro
aunque le haya dado la libertad6. Pero Hegel dice que la única mediación [entre la vida y la
muerte como extremos] es el intercambio por el cual están unidas consigo mismas, o sea, por el
reconocimiento una de la otra, pues “se reconocen como reconociéndose mutuamente” (Cf,
Hegel 114 y ss). Por eso, nuevamente Feraud reta a D’Hubert a un último duelo de pistolas.
D’Hubert por tener su vida en riesgo ante una pistola -reconocimiento que D’Hubert ya ha
6 Está libertad no sería una verdadera libertad como intercambio de la vida por la vida, porque no es una libertad de
la voluntad, pues la verdadera libertad sólo se consigue en el reconocimiento de sí por medio del reconocimiento del
otro, y eso implica el subyugarse el uno al otro para ser verdaderamente libre.
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Álvarez, Guardo y Suárez
superado-. La tradición y las reglas en los duelos indican que cuando uno de los duelistas está en
Aunque Feraud le va a exigir a D’Hubert que lo mate, éste le contesta: “(...) By every rule
of single combat, your life now belongs to me. (...) I shall simply declare you dead. In all of your
dealings with me, you will do me the courtesy... to conduct yourself as a dead man” (Vaughan-
Hughes 29). Así, podríamos decir que D’Hubert “mata” simbólicamente o mejor dicho niega a
Feraud al reconocerse en el otro y volver a sí mismo, al igual que Feraud que reconoce en
D’Hubert el poder de quitarle su vida, lo reconoce como igual desde la autoconciencia de sí, y
por lo tanto lo deja de considerar como su oponente, ya que tiene su vida en las manos.
duplicación presenta ante nosotros el movimiento del reconocimiento” (Hegel 113). Una vez
encuentros que han superado los duelistas constituyen el movimiento dialéctico, y se condensan
BIBLIOGRAFÍA: