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Álvarez, Guardo y Suárez

Julie Catherine Guardo Quintero 202012292

Juliana Álvarez Moncayo 202011309

Adriana Ivonhe Suárez 202028310

Profesor: Nicolás Vaughan

Teoría 1: Poéticas clásicas

12 de diciembre de 2020

Cuenta de palabras: 2994

Autoconciencia en duelo

El presente escrito propone explicar la teoría de la «independencia y sujeción de la

autoconciencia» que plantea Hegel en la Fenomenología del Espíritu. Para eso, se dispondrá de

los personajes principales de la película Los Duelistas de Ridley Scott, pues, a lo largo de la

trama, a través de D’Hubert y Feraud, es posible analizar el movimiento dialéctico de la

autoconciencia y su reconocimiento. A grosso modo, primero describiremos el paso de la

conciencia a la autoconciencia como deseo absoluto. Luego, analizaremos el despliegue o

dialéctica de la autoconciencia, i.e. a la duplicidad de la autoconciencia y al juego de fuerzas que

surge de su contraposición, para finalizar con la satisfacción del deseo [o reconocimiento] de la

autoconciencia que solo se alcanza por medio de otra autoconciencia: en la mediación y

superación de los momentos anteriores.

Conciencia —› Autoconciencia

El momento inmediato de la autoconciencia es conciencia en sí, indeterminada, o sea, es

la conciencia que no se ha reconocido como autoconciencia, es decir, no se ha reconocido como

persona. La conciencia, a causa de su propio deseo 1 de reconocerse, se exterioriza, sale de sí y se

1 El deseo de la conciencia es exteriorizarse o realizarse en el mundo y que por lo tanto es el de reconocerse; es el


deseo y el trabajo para satisfacer a la conciencia los que producen el movimiento o la negatividad. En la
autoconciencia, el deseo es producto de la voluntad como organismo vivo, situado, que está junto con otras en un
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supera a sí misma, por medio de su doble negación. Para que la conciencia se reconozca a sí

misma y la reconozcan como autoconciencia, tiene que negarse aceptando que existe un otro

exterior de sí, que se le opone y la cual desea. Luego, para superar su negación o enajenación -

pues aunque reconoce que hay algo externo, no se ha reconocido a sí-, la conciencia deviene en

sí misma como autoconciencia (consciente de sí, de su existencia) mediante la negación del otro

que ha reconocido por su deseo. En otras palabras, para que la conciencia vuelva en y para sí

misma como unidad y supere su enajenación, es necesario una segunda negación que niegue la

anterior, para que así la conciencia retorne a sí misma como autoconciencia. La autoconciencia

es, por tanto, la certeza de la conciencia que aunque sabe de otro, lo excluye de sí, pues dice

Hegel que “la autoconciencia es primeramente simple ser para sí, igual a sí misma, por la

exclusión de sí de todo otro” (Hegel 115).

El deseo y la negación de sí son el movimiento de la conciencia que posibilita el

reconocimiento de la autoconciencia. El deseo es absoluto porque “es la posición de la

autoconciencia entre saber de sí y saber de un otro [...]. La autoconsciencia es deseo, pero lo que

desea, sin saberlo todavía explícitamente, es ella misma, su propio deseo” (Cf. Hyppolite 145).

De ahí que el deseo y su satisfacción sean en sí mismas la autoconciencia, pues el deseo es el

movimiento hacia el encuentro con la naturaleza, con otra autoconciencia, y consigo misma,

pues, este movimiento reflexivo es necesariamente la unidad de sí. Esto quiere decir que el deseo

es un fenómeno que se manifiesta de acuerdo a la conciencia que percibe su existencia y, en

consecuencia, es un medio para sí mismo porque desea su reconocimiento en condición de la

vida espiritual y social. Por lo tanto, el deseo conduce a la conciencia a los objetos del mundo,

luego a sí misma (como autoconciencia), y finalmente, conduce a otra autoconsciencia. Pues Tal

es el deseo que se busca a sí mismo en lo otro.

constante devenir, que necesita del otro para satisfacerse a sí misma.


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Autoconciencia

Si bien, “la consciencia era saber de un otro, saber del mundo sensible en general; la

autoconciencia, en cambio, es saber de sí, se expresa por medio de la identidad del yo = yo” (Cf.

Hyppolite 143). La autoconciencia se manifiesta en la finitud del ‘yo’ porque desea

exteriorizarse y ser reconocida; la persona sabe que existe un otro fuera de sí y que por lo tanto

es consciente que su determinación es efectuada en su relación con el mundo exterior. De esta

forma, la persona se realiza como un ‘yo’, como voluntad2 particular que no solamente conoce de

un otro fuera de sí, sino que reconoce a otra autoconciencia, a otro ‘yo’ coexistente en el mundo

y que, a partir de sus relaciones, se determinan en su existencia.

Por eso dice Hyppolite que la autoconciencia se expresa con la identidad yo = yo porque

“sólo es [autoconciencia] en cuanto se la reconoce” (Hegel 113). El ‘yo = yo’ es, entonces, una

tensión de ‘yo’ producto de la duplicación de la autoconciencia en el mundo y que a su vez es un

retorno de la autoconciencia a partir de ser otro, pues, en su duplicación presenta el movimiento

del reconocimiento. Es en ese sentido que, por un lado, los momentos que siguen a continuación

‘deben ser mantenidos separados’ en tanto subyace una tensión o juego de fuerzas en la

duplicidad de la autoconciencia y, por otro lado, ‘deben ser tomados y reconocidos como

momentos que no se distinguen’ porque, a su vez, cada autoconciencia es en y para sí mediante

el reconocimiento de la otra; deben ser ‘tomados en esta diferencia’ para ser reconocidos

necesariamente por otra autoconciencia contrapuesta (Cf. Hegel 113).

Duplicidad de autoconciencia —› Juego de fuerzas

Para la autoconciencia hay otra autoconciencia, lo que la autoconsciencia halla en la

otra es la reflexión en sí misma. La conciencia al devenir en conciencia de sí, no sólo reconoce lo


2 La voluntad libre, aquí es la autoconciencia subjetiva que se realiza de acuerdo a los deseos e intenciones en
relación con la infinitud de posibles determinaciones con el otro, pero que desea un objeto particular para satisfacer
sus necesidades como ser orgánico autoconciente.
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otro como objeto, sino también como esencia, i.e. como otra autoconciencia con la que coexisten

en el mundo. Aquí subyace una doble significación: por un lado, se ve a sí misma en esa otra

autoconciencia y, por otro lado, la autoconciencia al perderse en la otra [alteridad] debe

restituirse a sí misma por medio de la negación de la otra, lo que produce una tensión. Así, la

autoconciencia se supera a sí misma retornando reflexivamente en la conciencia de sí; cada una

hace lo que hace en cuanto la otra hace lo mismo, tal superación se logra por la acción de

ambas, ya que el hacer unilateral sería ocioso (Cf. Hegel 113 y ss.).

Los Duelistas de Ridley Scott

En el momento en que la autoconciencia se encuentra en la otra y la niega para devenir en

sí misma subyace una lucha y sujeción de las conciencias contrapuestas [en la relación ‘yo=yo’],

tal como se presenta en la situación entre los capitanes D’Hubert y Feraud: aunque ya se

conocían, comienzan a reconocerse a partir del primer enfrentamiento en Estrasburgo. A

D’Hubert le ordenan arrestar a Feraud, pero Feraud al sentirse subyugado por tal imperativo lo

ataca, creando así un inmediato choque de autoconciencias, el cual se refleja en un

enfrentamiento verbal entre ambos protagonistas (minuto 7-17).

Entonces Feraud, al pertenecer al mismo rango militar que D’Hubert (tenientes), lo reta a

un duelo, pero ninguno de los dos reconoce una ‘razón lógica’. Esto sugiere que inmediatamente

no se da el reconocimiento, y con eso la lucha de autoconciencias queda abierta. Así, cada

autoconciencia se muestra como independiente de la otra, pues no se han realizado la una para

la otra. De tal manera que “esos dos yo concretos que se enfrentan deben reconocerse uno a otro

no solamente como cosas vivas; y este reconocimiento no debe ser inicialmente un

reconocimiento formal sin más” (Cf. Hyppolite 153). Por lo tanto, como dice Hyppolite, el duelo
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por el reconocimiento es una lucha vida/muerte, pues, en este primer enfrentamiento, la vida es

la posición natural de la conciencia independiente y sin negatividad.

En este momento de inmediato contacto con otra autoconciencia, la persona (D’Hubert o

Feraud), se encuentra como un individuo que no ha arriesgado su vida, entonces no se reconoce

como autoconciencia plena. Por eso, al poco tiempo de este primer contacto, en Augsburgo, los

personajes vuelven a batirse en duelo (minuto 22); enfrentamiento que termina cuando Feraud

hiere a D’Hubert. De nuevo, ambos protagonistas pelean sin motivo aparente, pues no es claro un

deseo de subordinación y sin embargo Feraud insiste en dejar abierto el duelo. Así parece

ratificarse que los protagonistas aún no lograron reconocerse como dos individuos que están

destinados a subyugarse uno al otro.

Luego, vemos que D’Hubert empieza a aceptar el duelo e incluso a trabajar para ello;

ahora él sabe que: “la única solución es enfrentarlo. Hay que prepararse” (minuto 29:23). Aquí

D’Hubert empieza a ser consciente de la otra autoconciencia a la cual se enfrenta, y de la misma

forma a desear someterla (que desde el principio era la intención de Feraud), pues está en juego

la vida. Así, se da un nuevo duelo en el que ya es clara la intención por parte de ambos

protagonistas de subyugar uno al otro, de hecho, a pesar de que ambos están gravemente heridos

prefieren continuar, obligando a terceros a separarlos. De esta forma cada autoconciencia tiene

clara certeza de sí misma pero no de la otra.

Autoconciencia —› mediación y superación


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El ‘aceptar el duelo’ es lo que Hegel reconoce como el movimiento de abstracción 3

absoluta (Cf. Hegel 115): que consiste en aniquilar todo ser inmediato para ser el aspecto

negativo de la conciencia, es decir, el no presentarse la una respecto a la otra y querer negarla.

Así, la autoconciencia en este deseo se busca profundamente a sí misma y se busca en la otra, es

la negatividad que produce el movimiento de aniquilación del otro. No obstante este aniquilar es

el médium en que la autoconsciencia se prueba y se busca, lo que constituye su primera verdad y

aparece como su otro, es la vida (Cf. Hyppolite 146).

En una nueva batalla entre D’Hubert y Feraud, cinco años después en Lübeck 4, se puede

decir que progresivamente la autoconciencia de cada uno se pierde en la otra, y, es cuando cada

autoconciencia debe restituirse a sí misma por medio de la negación de la otra. Pues fíjese que

mientras se enfrentan, D’Hubert tiene un recuerdo de todos sus duelos pasados con Feraud. Esto

de un modo asegura que se ve a sí mismo en el otro una vez lo ha reconocido, y al mismo tiempo

es la motivación para subyugar (o querer negar) a Feraud. El fin de la autoconciencia es retornar

a sí misma como deseo absoluto; dice Hegel que un “término medio es la conciencia de sí, que se

descompone en los extremos” (Hegel 114), pues aunque su mediación consiste en aniquilar

[tender a la muerte del otro], su fin es superarse en el reconocimiento.

La mediación entre autoconciencias se puede entender en la batalla de los personajes en

Moscú. Este encuentro muestra un punto de inflexión entre entre D’Hubert y Feraud, pues allí no

se libró ningún enfrentamiento. Si bien ambos se enfrentaron contra otra autoconciencia o un

enemigo común (los cosacos), entre ellos no hubo una propia contraposición de autoconciencias5.

3 O en otras palabras es el ser otro, es lo que se denominó como alteridad.


4 Los duelos se ven detenidos debido a que el rango militar de los protagonistas es distinto, y esto los obliga a no
enfrentarse. También, es interesante que la modalidad del duelo cambia: ya no es una lucha ‘cuerpo a cuerpo’ ahora
se extiende al uso de caballos.
5 Empero, hay una lucha entre estas dos autoconciencias (la de D`Hubert y Feraud como parte de las tropas
bonapartistas) contra otras (los cosacos), pues en este caso, hay un enfrentamiento entre los que se reconocían como
rusos contra los cosacos -que se configuraron como ese otro a subyugar-. Aquí el nivel en el reconocimiento traspasa
al nivel de la cultura como autoconciencias en la unidad de un estado; aquí pues, se libra un enfrentamiento entre
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Así que D’Hubert y Feraud tuvieron que negarse recíprocamente a cambio del objeto de deseo.

En Rusia, el objeto de deseo y el anhelo de reconocimiento no era ni D’Hubert para Feraud, ni

Feraud para D’Hubert, sino un enemigo común. El duelo entre ellos pudo haber terminado en el

reconocimiento de un objetivo común, sin embargo, la satisfacción del deseo de cada

autoconciencia por el reconocimiento hasta el momento no se ha logrado, entonces, es necesario

continuar con esa lucha de vida/muerte hasta lograr el mutuo reconocimiento.

Como se dijo anteriormente, la satisfacción del deseo o reconocimiento de la

autoconciencia sólo se alcanza por medio de otra autoconciencia, puede entonces que, esta sea

una de las razones por las cuales el duelo no terminó en Rusia. Por lo tanto “el comportamiento

de las dos autoconciencias se halla determinado de tal modo que se comprueban por sí mismas la

una de la otra mediante la lucha a vida o muerte” (Hegel 116), i.e. a que la lucha por

reconocimiento en sí y para sí de la autoconciencia, se desata hasta el momento en que se

subyugue una a la otra.

Autoconciencia plena: reconocimiento

Ahora bien, ¿cómo regresa la autoconciencia a sí misma luego de ser para otro al

reconocerlo? Luego de la batalla en Lübeck y la mediación entre D’Hubert y Feraud ocurrida en

Moscú, las dos autoconciencias se han reconocido una en la otra (alteridad), pero entonces se

encuentran fuera de sí (enajenadas) y por lo tanto tendrán que retornar en sí mismas para su

propio reconocimiento.

Tres años después, en Tours, D’Hubert no accede a formar parte de las tropas

bonapartistas, al enterarse Feraud lo acusa de traición e incluso confiesa que fue esa la supuesta

razón por la cual decidió comenzar el duelo. Este último elemento parece estar justificando su

enfrentamiento con D’Hubert con un dato que en realidad no conoce, parece solo utilizar una
dos culturas que buscan su reconocimiento.
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excusa del honor para no revelar el verdadero casus belli [pues, aquí aunque los protagonistas ya

se conocen entre sí, no se reconocen todavía en y para sí mismos; no se han subyugado aún uno

del otro].

Entonces, la lucha de autoconciencias que se ha presentado entre los dos duelistas, es en

realidad una lucha por reconocerse a sí mismos, y por lo tanto implica el reconocer al otro que es

igual a sí. En este momento ni Feraud, ni D’Hubert alcanzan la autoconciencia plena al estar la

lucha de fuerzas de la autoconciencia abierta, pues para que cada uno tenga certeza de sí y así

mismo se reconozca en el otro, es necesario que uno de ellos se subyugue al otro por el

reconocimiento de la autoconciencia, que sólo se realiza en y para sí misma mediante la otra [el

amo se realiza y se reconoce mediante la subordinación del esclavo y el esclavo se realiza y se

reconoce por medio del trabajo hacia el amo].

Ese juego de fuerzas entre D’Hubert y Feraud, al involucrar la lucha de la vida y la

muerte por la sumisión de una autoconciencia a la otra, concluye con una última batalla en París.

Parece extraño que, a pesar de que D’Hubert habla con el Ministro de la Policía para liberar a

Feraud (pues en algún momento fue detenido), persista el sentimiento de querer matar al otro

aunque le haya dado la libertad6. Pero Hegel dice que la única mediación [entre la vida y la

muerte como extremos] es el intercambio por el cual están unidas consigo mismas, o sea, por el

reconocimiento una de la otra, pues “se reconocen como reconociéndose mutuamente” (Cf,

Hegel 114 y ss). Por eso, nuevamente Feraud reta a D’Hubert a un último duelo de pistolas.

En medio de este enfrentamiento con pistolas, se da el momento del reconocimiento al

encontrarse verdaderamente Feraud al extremo de la muerte: ahora reconoce y se subyuga a

D’Hubert por tener su vida en riesgo ante una pistola -reconocimiento que D’Hubert ya ha

6 Está libertad no sería una verdadera libertad como intercambio de la vida por la vida, porque no es una libertad de
la voluntad, pues la verdadera libertad sólo se consigue en el reconocimiento de sí por medio del reconocimiento del
otro, y eso implica el subyugarse el uno al otro para ser verdaderamente libre.
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superado-. La tradición y las reglas en los duelos indican que cuando uno de los duelistas está en

total capacidad de quitarle la vida al otro y no hace, su vida le pertenece.

Aunque Feraud le va a exigir a D’Hubert que lo mate, éste le contesta: “(...) By every rule

of single combat, your life now belongs to me. (...) I shall simply declare you dead. In all of your

dealings with me, you will do me the courtesy... to conduct yourself as a dead man” (Vaughan-

Hughes 29). Así, podríamos decir que D’Hubert “mata” simbólicamente o mejor dicho niega a

Feraud al reconocerse en el otro y volver a sí mismo, al igual que Feraud que reconoce en

D’Hubert el poder de quitarle su vida, lo reconoce como igual desde la autoconciencia de sí, y

por lo tanto lo deja de considerar como su oponente, ya que tiene su vida en las manos.

“El desdoblamiento del concepto de esta unidad espiritual [de la autoconciencia,] en su

duplicación presenta ante nosotros el movimiento del reconocimiento” (Hegel 113). Una vez

sucede el paso de ‘conciencia’ a ‘autoconciencia’, la duplicidad de la autoconciencia de

D’Hubert y Feraud demuestran el movimiento dialéctico de la autonconciencia y su

reconocimiento: el juego de fuerzas entre autoconciencias, la lucha vida/muerte, y finalmente la

mediación y superación dada en el reconocimiento o la satisfacción del deseo. Los cinco

encuentros que han superado los duelistas constituyen el movimiento dialéctico, y se condensan

en el último encuentro entre D’Hubert y Feraud, necesario para el recocimiento.

BIBLIOGRAFÍA:

Hegel, G.W.F. "Independencia y sujeción de la autoconsciencia", en Fenomenología del espíritu

(Tr. W. Roces). México: FCE 2003, pp. 113–21.

Hyppolite, Jean "Autoconciencia y vida", Génesis y estructura de la "Fenomenología del

espíritu de Hegel". Barcelona: Península, 1974, pp. 142–60.


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Álvarez, Guardo y Suárez

Vaughan-Hughes, Gerals. “The Duellists Movie Script”. Tomado de: scripts.com.

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