Está en la página 1de 4

Mi clase social y yo

Por: Luciana Martínez Franco

En México, existe una segmentación en seis niveles que determina las


clases sociales a las que los sujetos pertenecemos, de esta delimitación se
encargó la Secretaría de Economía en El Programa Nacional de Protección
a los Derechos del Consumidor; a pesar de establecer un parámetro de
medición económica, sabemos que va mucho más allá de eso, porque
involucra construcciones culturales con un sinfín de significados y
accionares que definitivamente dividen la estancia humana.

Resulta interesante percatarse que en un país con altos índices de


pobreza, se nos categoriza según nuestro consumo, gracias a esto es
posible ser testigos de la dinámica con la que juega el sistema, colocando
el dinero y los bienes materiales como indicadores de valor y status, no es
un dato nuevo, el mundo funciona así.

Mi percepción en relación a la clase social a la que pertenezco

Tomando en cuenta la integración del orden jerárquico en la sociedad, me


he situado en la clase media baja, la cual es establecida como “Media â
Baja: Formada por oficinistas, técnicos, supervisores y artesanos
calificados. Sus ingresos no son muy sustanciosos pero son estables, se
estima que sea el 20% de la población nacional” Identifico mi realidad en
este segmento; sin embargo, considero que la Secretaría de Economía
debería profundizar en sus vacíos del discurso, ya que las ocupaciones que
formula en todas las divisiones evidentemente estereotipan a la ciudadanía
y colocan en los individuos un fuerte sentido de materialismo que en
muchas ocasiones no deja ir más allá de los hábitos consumistas
impregnados en cada uno de nosotros.

En cuanto a mi percepción dentro de esta clase social, me gustaría


comenzar haciendo un breve análisis desde el sitio donde me encuentro y
todo lo que me ha traído hasta aquí. Mi madre es Licenciada en
Comunicación y mi padre Licenciado en Ciencias Políticas, actualmente
ambos trabajan en Instituciones Gubernamentales; toda mi vida he
asistido a escuelas públicas a excepción de la universidad, cabe mencionar
que de no ser por no haber obtenido un lugar en UAEMEX, no habría
tenido que pensar en Siglo XXI como mi actual plantel educativo.

Vivo en una casa propia con mis padres, mi hermano quien es estudiante
de preparatoria y mi abuela que es profesora jubilada, ella siempre ha
vivido con nosotros y también ha sido un pilar económico en mi familia.

En cuanto al sentido organizacional que experimento acorde a los hábitos


y la manera en que han trazado las dinámicas en mi hogar, considero que
los cimientos son conservadores a pesar de las adaptaciones en las que se
han envuelto mis padres y mi abuela al percatarse que la sociedad con sus
relatos es sumamente cambiante; no puedo atribuir generalizaciones
dentro de esta clase social pero al menos aquí, las mujeres tomamos gran
parte de las decisiones importantes; sin embargo, considero que la visión
paternalista continúa formando parte de los pensamientos, discursos e
intentos de imposición de los que incluso mi madre y mi abuela en
ocasiones se vuelven parte.

Aspectos que caracterizan a mi clase social

Puedo observar en mi familia tendencias con tintes más libertarios a


comparación de las ideas que he percibido en la proyección de personas
cercanas a mí, pero también encuentro marcadas coincidencias que
caracterizan a este estatus social, que son sin duda un gran sentido
aspiracionista, se hace presente la cultura del esfuerzo, la importancia a
los valores con un alto sentido moralista, el consumo ostentatorio, la
presencia del simulacro funcional en el que el individuo ocioso y
contemplativo es traducido a un inútil existente.
Soy testigo de una lógica competitiva inmensa, donde el status significa
contar con bienes culturales, estéticos, económicos y participativos; nos
encontramos en un proceso continuo de valor pero los objetos con los que
este se mide son engañosos, lo cual me hace recordar el término “retórica
de la desesperación” de Pierre Bourdieu, en el cual se refiere al afán de las
clases medias por el universo privado y la acumulación de bienes como
parte de un intento de reconocimiento social.

Es de esperarse que dentro de esta segmentación ocurran estos


fenómenos, porque se tiende a la idealización de la clase alta, a la
imitación, al doloroso acercamiento con el lujo que al mismo tiempo coloca
una gran brecha diferencial de jerarquías que fortalece la pasión social y
remarca el patetismo.

Dentro de esta clase social media baja, es posible identificar un alto grado
de simulación de modelos de Élite en la organización doméstica, se
intentan remarcar los signos de status y los recuerdos de lugares
visitados, se protegen los bienes porque no es mucho con lo que se cuenta,
en ello se involucra una ética del cuidado y un ápice de obsesión por lo
impecable, porque no estamos como para echar a perder las cosas.

Los objetos se convierten en medios para delimitar la estratificación, todo


gira alrededor del consumo, incluso el tiempo libre y a partir de ahí la
cultura manifiesta sus particularidades. Si bien la igualdad no existe
porque cada quien tiene necesidades y características distintas, la sutileza
con la que se divide a la sociedad está muy marcada a pesar de que los
avances tecnológicos al alcance de “todos” y el espacio público
“incluyente”.

Con qué me identifico y con qué no

En la clase social media baja se crean necesidades que se complementan


con el sistema y se hegemonizan, mismas que en lo posterior, son
utilizadas como medio de represión; a continuación parafraseo a Jean
Baudrillard con un aspecto que considero interesante, él menciona que el
ser se convierte en un nuevo ciervo objeto del consumo que forma parte de
una economía totalitaria que se rige por el deseo; es un aspecto en el que
concuerdo, pero lamentablemente sería muy utópico salir de esa dinámica
porque he crecido con esta programación y de ser posible, lo que me
engloba no cambiaría, no me sería posible dejar de consumir, soy parte de
esa autopoiesis del sistema.

Lo que sí creo posible hacer desde mi trinchera, es un ejercicio de


concientización desde el cual me sea permitido transmutar patrones de
estigmatización social y repensar mis necesidades, deseos y posesiones.
También considero que los altos anhelos aspiracionistas no son lo
bastante efectivos para realmente lograr objetivos, apuesto más por el
conocimiento y el entendimiento de lo que me rodea, se trata de un trabajo
complejo que requiere tal vez de toda una vida de pensamiento.

También podría gustarte