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Pensamiento Crítico

Guía de Falacias

--- III Cuatrimestre 2006 ---


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íNDICE
Tema Página
Introducción: Los diversos modos de discurrir mal que se llaman 3
sofismas, sofisterías o falacias, por Ricardo García Damborenea
Ejemplos de falacias, por Edgar Salgado García 6
1. Falacia de afirmación gratuita 6
2. Falacia del accidente 6
3. Falacia de ambigüedad 7
4. Falacia de falsa analogía 7
5. Falacia de negar el antecedente 8
6. Falacia de ataque personal (ad hominem) 8
7. Falacia de falsa autoridad 9
8. Argumento de recurso a la fuerza (ad baculum) 9
9. Falacia de afirmar el consecuente 9
10. Falacia ad misericordiam 10
11. Falacia de la conclusión equivocada (non sequitur) 10
12. Falacia de la generalización precipitada 11
13. Falacia ad ignorantiam 11
14. Falacia populista (ad populum o "subirse al carro") 11
15. Falacia por falsa disyunción 11
16. Falacia de la falsa causa 12
17. Falacia de la pista falsa 12
18. Falacia de eludir la carga 13
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LOS DIVERSOS MODOS DE DISCURRIR MAL


QUE SE LLAMAN SOFISMAS, SOFISTERÍAS O
FALACIAS
Por: Ricardo García Damborenea

En las polémicas ocurre como en la


medicina: nadie persigue los errores, sino
los malos resultados.

Los argumentos sirven, como sabemos, para sostener la verdad (verosimilitud,


conveniencia) de una conclusión. Con frecuencia, sin embargo, los construimos
mal, con lo que su finalidad no se alcanza. También con frecuencia, empleamos
argumentos aparentes con el fin de engañar, distraer al adversario o descalificarlo.
A todas las formas de argumentación que encierran errores o persiguen fines
espurios, los llamamos falacias.

El término procede del latín fallatia, que significa engaño, y lo empleamos como
sinónimo de sofisma, palabra que acuñaron los griegos para designar el
argumento engañoso.

Ya se ve que la terminología es imprecisa porque mezcla errores de razonamiento


(por ejemplo una generalización precipitada), con maniobras extra-argumentales
(por ejemplo un ataque personal), e incluye también los falsos argumentos que se
emplean con la intención de engañar o desviar la atención (por ejemplo la falacia
ad ignorantiam, la pista falsa o las apelaciones emocionales). Todos tienen una
cosa en común: adoptan la apariencia de un argumento e inducen a aceptar una
proposición que no está debidamente justificada. Unas veces nos engaña nuestro
juicio y otras las de nuestro interlocutor.

Ocurre con las falacias como con los dioses del panteón greco-romano: son tantas
y con parentescos tan embrollados que cualquier intento de clasificación resulta
inútil. Desde que Aristóteles redactara sus Refutaciones Sofísticas hasta hoy, no
han aparecido dos libros sobre esta materia que recogieran el mismo
ordenamiento. Es mucho más fácil clasificar insectos porque plantean menos
problemas conceptuales y están mejor definidos. Los fallos argumentales, por el
contrario, son escurridizos y ubicuos: un mismo error puede constituir varios
sofismas a la vez. Aquí no vamos ni siquiera a esbozar una clasificación. Nos
limitaremos a exponer las falacias más frecuentes en orden alfabético para facilitar
su consulta1.

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Nota: Se refiere al “Diccionario de Falacias”, que en la presente guía no vamos a reproducir.
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a. De dónde proceden nuestros escasos errores y los infinitos de los


oponentes

Las falacias con que tropezamos habitualmente se pueden atribuir a cuatro


fuentes o tipos de error, de los que derivan todas:

1. Abandonar la racionalidad.
2. Eludir la cuestión en litigio.
3. No respaldar lo que se afirma.
4. Olvidos y confusiones.

1. El abandono de la racionalidad.

Se produce de varias maneras:

• Cuando nos negamos escuchar argumentos que pudieran obligarnos a


modificar una opinión que estimamos irrenunciable, es decir, cuando no
estamos dispuestos a ser convencidos. Así ocurre, por ejemplo en la Falacia
ad baculum y en la Falacia ad verecundiam.
• Cuando disfrazamos la realidad con triquiñuelas como la ambigüedad o las
preguntas múltiples.
• Cuando tomamos la exigencia de prueba como una cuestión personal y
respondemos desviando la cuestión con un Ataque personal, o una Pista falsa.

2. No discutir la cuestión en litigio.

Lo más importante en cualquier discusión es saber de qué se discute. Son muy


frecuentes los errores motivados porque se abandona (o permitimos que se
abandone) la cuestión para introducir otro debate. Cuando esto sucede decimos
que se incurre en una falacia de Eludir la cuestión. Se trata de una maniobra que
caracteriza el Ataque personal, la falacia casuística, la Pista falsa y las
apelaciones emocionales del Sofisma patético.

3. No respaldar lo que se afirma.

Quien sostiene una afirmación contrae dos obligaciones: no eludir la carga de la


prueba y aportar razones suficientes. Se incurre en argumentación falaz tanto
cuando no se sostiene lo que se afirma (falacias del Non sequitur, la Afirmación
gratuita, o la Petición de principio), como cuando se traslada la carga de la prueba,
que es el caso de la falacia ad ignorantiam.

4. Olvidos y confusiones.

Aquí se agrupan los fallos propiamente lógicos, aquellos en que olvidamos


alternativas o confundimos conceptos. Si un jugador de ajedrez responde siempre
con el primer movimiento que le viene a la cabeza, cometerá errores sin número
5

por olvido de alternativas. Del mismo modo, si confunde un gambito con el


enroque, tampoco llegará muy lejos.

El Olvido de alternativas es la madre de numerosas falacias y se da con


muchísima frecuencia, por ejemplo en las generalizaciones y disyunciones.

La confusión de conceptos es otra madre de falacias y deriva de nuestros


errores al diferenciar ideas como esencia y accidente, regla y excepción, todo y
parte, absoluto y relativo, continuo y cambio, de lo que surgen las falacias del
Accidente, del Secundum quid, de Composición, y del Continuum.

b. El ataque a la falacia

Nos pasa con los sofismas lo que con los juegos de manos: aunque sabemos que
hay un truco no podemos explicarlo. Cada sofisma, como veremos, requiere una
respuesta peculiar, pero se pueden señalar algunas sugerencias generales.

1. La mejor forma de combatir un mal argumento es dejar que se hunda solo.


Para ello lo más sencillo es reconstruirlo en su forma estándar, con lo que
sobresaldrán sus contradicciones o sus carencias.

2. Lo peor que se puede hacer es emplear la palabra falacia. A nadie le gusta que
le acusen de falaz. Es un término cuasi insultante que tal vez suscite algún
arrepentimiento pero que, generalmente, provoca un contraataque feroz e
irracional que puede hundir el debate. Existen vías más sutiles para informar a
los contrincantes de que han resbalado en su razonamiento. No merece la
pena malgastar tiempo en una descripción técnica del error que, como los
latines, no entenderá nadie. Es mejor limitarse a señalar el fallo en las
premisas, la conclusión o la inferencia.

3. Siempre son muy eficaces los ejemplos, especialmente cuando son absurdos.
Aquí hemos procurado facilitar una abundante munición que se puede utilizar
como está o inspirarse en ella para fabricar otros.

4. Con mucha frecuencia un mismo error puede ser clasificado en diversos


modelos de falacias. Determinado ataque personal, por ejemplo, pudiera
considerarse como falacia ad hominem, ad consecuentiam, ad verecundiam,
ad populum, pista falsa, sofisma patético o apelación al tu quoque. No tendría
sentido enumerarlas. Lo más eficaz es limitarse a denunciar aquella que
parezca más flagrante, esto es, más comprensible para la audiencia.

No recogemos todos los errores imaginables sino los que, por su frecuencia, han
recibido un nombre, a veces en latín (prueba de su abolengo). No es preciso que
uno se los aprenda. Lo importante es diferenciar los errores, aunque hemos de
reconocer que las etiquetas ayudan a distinguir, comprender y, sobre todo, a
conservar la memoria de las cosas.
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PRINCIPALES FALACIAS: DEFINICIONES Y


EJEMPLOS
Por: Edgar Salgado García

Falacia de afirmación gratuita

Es una de las falacias más comunes, y consiste en afirmar algo sin dar razones
que sustenten lo expresado. Ocurre con mucha frecuencia en los medios de
comunicación, como en la prensa, la televisión o la radio, y también en las
conversaciones cotidianas.

Ejemplo: La cultura europea es más rica que la americana.

Esta afirmación no tiene ningún sustento. Lo primero que preguntaríamos aquí es:
¿por qué? Y no hay razones. La afirmación gratuita realmente no es un
argumento, sino solamente un enunciado. No es argumento porque carece de
premisas.

Falacia del accidente

Esta falacia debe su nombre a que se toma una característica “accidental”, es


decir, algo que no es definitorio de un objeto, y se usa como si fuese una
característica esencial. La falacia del accidente es similar a la falacia de la
generalización precipitada. En ambas se considera una característica accesoria
como un componente de todo un conjunto de objetos o personas.

Ejemplos:

Los músicos son bohemios, nada más vea cómo se visten los integrantes de este
grupo de rock.

Viajar en avión es inseguro, este año ha habido dos accidentes.

En ambos casos vemos que las afirmaciones tienen premisas, pero estas se
basan en características meramente accidentales, no esenciales, en el primer
ejemplo, de los músicos, y en el segundo, de los viajes aéreos. Lo “accidental”
implica muchas veces “juzgar por las apariencias”, como se aprecia en el primer
ejemplo.
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Falacia de ambigüedad

Esta es una falacia que se comete por un uso impreciso del lenguaje, lo cual da
lugar a interpretaciones ambiguas. En ocasiones ocurre esta falacia porque en el
argumento se usa una palabra y luego se le cambia su significado.

Ejemplo: Como los hombres y las mujeres no son iguales, entonces sus
derechos tampoco deben ser iguales.

En este ejemplo, la palabra “igual” no se usa de la misma forma en las dos veces
en que aparece. No es lo mismo la igualdad biológica que la igualdad ante la ley.
Son cosas muy distintas, y esto puede confundir al receptor del argumento,
haciéndolo pensar que su autor tiene razón.

En otras ocasiones ocurren “anfibologías”, o ambigüedades que afectan toda la


estructura del enunciado.

Ejemplo: José le dijo a Carmen que llevara a su madre al doctor, ya que está
muy enferma.

En este caso, no queda claro si la oración se refiere a la madre de José o a la


madre de Carmen.

Falacia de falsa analogía

Se comete esta falacia cuando se comparan dos cosas que no tienen nada que
ver la una con la otra, pero se hace creer que sí al tomar como base alguna
similitud que no es esencial.

Ejemplo: Al igual que ocurrió con los japoneses en la Segunda Guerra Mundial,
los norcoreanos son ahora una amenaza capaz de producir una nueva guerra
global.

En este ejemplo se utiliza un evento histórico que se dio en condiciones muy


distintas, para afirmar que actualmente Corea del Norte va a provocar una guerra
mundial.
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Falacia de negar el antecedente

Esta falacia se comete cuando en un argumento condicional, se niega el


antecedente y se concluye que tampoco ocurrirá el consecuente. La estructura es
la siguiente:

Si A, entonces B. No A. Entonces, no B

La falacia ocurre porque A puede ser una condición suficiente para que ocurra B,
pero no una condición necesaria.

Ejemplo: Si Alberto es alajuelense, entonces es costarricense. Alberto no es


alajuelense. Por lo tanto, Alberto no es costarricense.

Este argumento no es válido, ya que Alberto puede ser guanacasteco o herediano


y siempre será costarricense. El problema aquí es que el ser alajuelense no es
necesario para ser costarricense. Veamos otro ejemplo.

Ejemplo: Si hay tortuguismo en los puertos las exportaciones serán más caras.
No hay tortuguismo, por lo tanto las exportaciones no serán más caras.

Este argumento no es válido, ya que las exportaciones pueden ser más caras por
otras razones, como que aumenten los impuestos en los países de destino, o que
las compañías navieras aumenten los precios de transporte.

Falacia de ataque personal (ad hominem)

“Ad hominem” significa “al hombre”, es decir, que se ataca a la persona y no sus
argumentos. Es muy común utilizar esta falacia cuando no se tienen argumentos,
por lo que el ataque se vuelve contra la persona con la cual se discute. También
vemos esta falacia en los medios de comunicación.

Ejemplo: No hay que creer en las críticas de los sindicalistas al Tratado de Libre
Comercio, bien sabemos que esas personas no tienen visión de futuro.

Ejemplo: ¿Cómo pretende este señor diputado dar consejos sobre cómo mejorar
la recaudación fiscal, si él mismo ha sido un corrupto que ha evadido impuestos?

Veamos que en estos ejemplos una cosa no tiene nada que ver con la otra. Las
críticas de los sindicalistas pueden ser válidas, o al menos deberíamos estudiarlas
y si deseamos refutarlas, hacerlo con argumentos y no atacando a sus autores.
De manera similar, en el segundo ejemplo, los consejos que da el diputado
pueden ser pertinentes (o no), pero habría que analizarlos y no desecharlos de
una vez aduciendo que su autor es un “corrupto” (cosa que tampoco sabemos si
ha sido probada).
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Falacia de falsa autoridad

Este tipo de falacia ocurre cuando se afirma algo apoyándonos en una autoridad
que no tiene conocimiento, experiencia o ingerencia en la materia que estamos
tratando.

Ejemplo: Los televisores LG son los mejores, porque así lo afirma Rolando
Fonseca.

Ejemplo: Costa Rica debe firmar el TLC, porque el Papa Benedicto XVI lo apoya.

Los argumentos por autoridad son válidos siempre que la fuente que se cita como
autoridad sea competente o imparcial para opinar sobre lo que estamos
defendiendo. En estos casos, vemos que no tiene nada que ver que un futbolista
famoso aparezca en un anuncio de televisores para afirmar que son los mejores, o
que el Papa, autoridad en asuntos religiosos o morales, opine sobre un tema
económico.

Argumento de recurso a la fuerza (ad baculum)

En este caso, “ad baculum” significa apelar al báculo, un bastón que significa el
poder de una persona. El argumento ad baculum consiste en imponer por la
fuerza una idea, bajo la amenaza de consecuencias negativas por parte de una
persona con mayor fuerza.

Esta falacia también se conoce como “apelar al miedo”.

Ejemplo: Será mejor que creas en lo que te digo, porque soy tu padre y soy yo el
que impongo las condiciones y castigos.

Ejemplo: Señor inspector, si usted me impone la multa tendré que hablar con sus
superiores, usted no sabe quién soy yo en este país.

Falacia de afirmar el consecuente

Es uno de los casos de argumentos silogísticos no válidos. Sigue la estructura:

Si A, entonces B
B
Entonces A

Veamos que esta estructura no es válida.

Ejemplo: Si Ana tomó las llaves las puso sobre el escritorio. Las llaves están
sobre el escritorio. Entonces fue Ana la que las tomó.
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Ejemplo: Si voy al concierto me quedaré sin dinero. No tengo dinero. Por lo


tanto, fui al concierto.

En ambos ejemplos, estamos suponiendo que existe una única causa o condición
absolutamente necesaria (A) para que ocurra B. Pero las llaves pueden estar
sobre el escritorio y no necesariamente fue Ana quien las puso allí. O puedo estar
sin dinero porque compré algo muy caro y no necesariamente porque asistí al
concierto.

Falacia ad misericordiam

Consiste en apelar a la misericordia, lástima o piedad, para apoyar una afirmación.

Ejemplo: La asistencia a clases no debería ser obligatoria. Los estudiantes


hacen un gran esfuerzo por venir, muchos trabajan y otros no tienen dinero para
los pases.

Ejemplo: Profesor, debería usted ponerme el 70 en el curso. Viera todos los


sacrificios que tuve que hacer este cuatrimestre, con mi abuelita enferma y con un
hijo pequeño.

Falacia de la conclusión equivocada (non sequitur)

“Non sequitur” es una expresión en latín que significa “no se sigue de”. Esto hace
referencia a una conclusión que no se sigue de las premisas.

Ejemplo: Las computadoras pueden protegerse contra los cambios de corriente


con una unidad UPS. En San José hay muchos picos de voltaje. Por lo tanto,
debo trasladar mi oficina a otra provincia.

Ejemplo: Hay muchas nubes en el cielo. Por lo tanto, esta noche va a temblar.

Observe que en los ejemplos anteriores, una cosa no tiene nada que ver con la
otra. Se llega a una conclusión que no guarda ninguna relación con las premisas.
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Falacia de la generalización precipitada

Una generalización precipitada tiene lugar cuando a partir de un individuo u objeto,


decimos que todos los individuos u objetos que pertenecen a un grupo o categoría
son de cierta forma, sin tener bases suficientes para afirmarlo. Este tipo de falacia
ocurre en los estereotipos sobre grupos étnicos, clases sociales, género, etc.

Ejemplo: Los ticos somos unos vagabundos. En este país nadie quiere trabajar.

Ejemplo: Los políticos son oportunistas, que solo quieren llegar al poder para
enriquecerse.

Falacia ad ignorantiam

Esta falacia se refiere “a la ignorancia”. Supone que algo debe ser cierto porque
no se ha comprobado su falsedad.

Ejemplo: La vida después de la muerte debe existir, porque nadie ha demostrado


que no exista.

Ejemplo: Ese individuo debe ser el culpable del crimen, de todas formas no hay
ninguna prueba de que él no haya sido.

Falacia populista (ad populum o “subirse al carro”)

Esta falacia se llama “ad populum” porque apela al pueblo, es decir, supone que si
una afirmación es apoyada por la mayoría de la gente, entonces debe ser
verdadera. Se conoce también como “subirse al carro” porque la persona cree en
algo cuando observa que muchas otras personas también lo creen.

Ejemplo: Este remedio de verdad cura el resfriado, en el campo todo el mundo lo


usa y cree firmemente que así es; es parte de nuestras tradiciones.

Ejemplo: Cool Fresh es la mejor pasta dental, miles de dentistas no podrían estar
equivocados.

Falacia por falsa disyunción

La falsa disyunción se da cuando se presentan únicamente dos opciones, y se


dice que sólo se puede elegir entre una u otra.

Ejemplo: O estamos a favor del TLC o en contra del progreso.

Ejemplo: O apoyamos la lucha antiterrorista o somos cómplices del terrorismo.


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Estas son falacias porque no admiten ningún punto intermedio, u otras


alternativas. Por ejemplo, alguien podría oponerse al TLC pero también proponer
una opción de progreso por otras vías. Alguien podría no apoyar la lucha
antiterrorista, pero con el argumento de que las medidas antiterroristas actuales
más bien generan mayores odios y enfrentamientos, por lo que hay que buscar
otras alternativas.

Falacia de la falsa causa

Ocurre cuando un evento se presenta como causa de otro, sin que esté
demostrada que efectivamente sea la causa. Muchas veces las personas
suponen que un evento es causa de otro porque ocurren juntos en el tiempo. Sin
embargo, la contigüidad temporal no necesariamente implica que ambos eventos
sean causa y efecto.

Ejemplo: Este edificio se construyó en 1999. A partir de entonces, ha aumentado


considerablemente la actividad sísmica. Por lo tanto, la construcción del edificio
ha sido la causa de los temblores.

Ejemplo: La hiperactividad en los niños es la causa del bajo rendimiento escolar.


Los niños con hiperactividad tienen menores calificaciones que aquellos que no
han sido diagnosticados.

En el primer ejemplo, no podemos afirmar concluyentemente que el edificio sea la


causa de los temblores. El aumento pudo haber sido parte de un ciclo de
actividad sísmica, o simplemente una coincidencia.

En el segundo ejemplo, la causa del bajo rendimiento puede ser otra, o un


conjunto de factores. Puede ser que los niños tengan la conducta de
hiperactividad por otras razones, familiares, sociales, neurológicas, etc.

Falacia de la pista falsa

Consiste en introducir un tema colateral, es decir, que tenga alguna relación


(aunque sea remota) con la afirmación que se defiende, pero que no sea relevante
para apoyar el argumento principal. Es como “despistar” o “irse por las ramas”, de
manera sutil, para que la audiencia no note el cambio de tema.

Ejemplo: No deberíamos dejar invertir a más compañías transnacionales en el


país. ¿No recuerdan los cientos de personas que quedaron estériles cuando las
transnacionales trajeron a Centroamérica aquellos pesticidas que dañaban la
salud?
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Falacia de eludir la carga

Incurre en esta falacia la persona que, como decimos popularmente, “se quita el
tiro”, o elude la responsabilidad de dar razones para apoyar sus afirmaciones.

Ejemplo: ¿Cuál es mi opinión sobre el matrimonio homosexual? De eso no


quiero hablar, ya he dicho que es incorrecto y punto.

Ejemplo: Sí, he dicho que en mi gobierno le daré computadoras a todos los


estudiantes de colegio, pero el cómo es tema para otra conversación. Luego
hablamos.

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