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E.Mail.– analiastutman@hotmail.com
Creo que esta doble fuente desde donde nutre su pensar, le dará un sello
particular, su capacidad de observar al niño, pero entendiéndolo como miembro
de una primera unidad indivisible madre – hijo, la que sufrirá cambios a lo largo
del desarrollo, la que luego incluirá al padre como 3°, que además les trae y
ofrece la cultura y la posibilidad de separarse sanamente, siempre que esa
díada madre-hijo haya recorrido de manera suficientemente buena las etapas
previas.
El decía, que no existe bebe sin su madre y luego agrega que no hay madre
capaz de cumplir con todos los requerimientos del bebé en sus primeras
etapas, si no hay un padre o 3° que haga la función de contener a esa
madre[1]. Es decir, un bebé atendido por una “madre corriente devota”[2]
volcada a él y el padre como sostenedor de este vínculo desde su inicio[3].
Para ir revisando de una manera más ordenada estas ideas que quiero
plantear, me parece útil volver a algunos textos y enunciados que Winnicott
propone respecto a estos temas. Conceptos como la madre suficientemente
buena, madre corriente devota, espacio potencial, ambiente facilitador,
preocupación maternal primaria y las tres funciones maternales o del
ambiente[5] serán elementos centrales con los que iré tratando de proponer
una visión que sintetice sus aportes, en relación al rol de la madre.
Tareas y funciones que Winnicott asigna a los padres y/o cuidadores de los
niños
“Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es esta
angustia impensable, portadora entonces de una amenaza de anonadamiento
cuyas principales variantes se exponen a continuación: 1) Fragmentarse, 2)
Vivir una impresión de caída sin fin, 3) Sentirse elevado a cumbres infinitas, 4)
Carecer de relación con el propio cuerpo y, por último, de orientación espacio
temporal”[9] (esencia de las angustias psicóticas).
Con respecto a estas dos funciones, Winnicott dirá que al examinar a un niño
uno puede ver si ha sido bien sostenido física y emocionalmente o no. O sea
habrá una confiabilidad garantizada respecto de su desarrollo o no, con la
posible presencia de angustias impensables.
“Esto dividirá el mundo de los bebés en dos categorías: 1.- Los bebés que no
han sido significativamente dejados caer en la infancia y cuya creencia en la
confiabilidad los lleva hacia la adquisición de una confiabilidad
personal….Estos bebés tienen continuidad existencial, conservan la capacidad
para avanzar y retroceder y llega a ser capaces de afrontar todos los riesgos
porque están bien asegurados. 2.- Los bebés que han sido significativamente
dejados caer en una oportunidad o dentro de una pauta de fallas
ambientales,…..llevan consigo la experiencia de una angustia impensable o
arcaica. Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen la
agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué
significa la caída perpetua o escindirse en la desunión psicosomática. En otras
palabras han experimentado un trauma….”.[10]
Una madre insuficientemente buena será aquella que para el bebé resulta
imprevisible, que pasa de una actitud a otra de manera súbita, sin que el niño
pueda confiar en ella ni prever sus conductas[17]. Un elemento muy destacable
de su postura, es que él no se niega a la posibilidad obvia de que los padres
cometan errores, omitan cuidados, se equivoquen. Winnicott siempre rescatará
la idea de que a medida de que el niño crece, existe un monto de displacer,
dolor o incomodidad cada vez mayor que el niño podrá soportar, el punto está
en que en cada momento estas experiencias desagradables no sobrepasen
cierto umbral de tolerancia, que es dado a cada uno por su experiencias
positivas con el ambiente y también por su potencial heredado. En este sentido
Winnicott ofrece un planteo muy esperanzador a los padres, que radica en la
creencia – producto de su observación de díadas – de que las experiencias de
cuidado y amor enmiendan la estructura del yo en formación, recuperan al niño
de sus transitorias vivencias de desintegración, discontinuidad, fragmentación
etc. Por lo tanto bastaría una madre suficientemente buena capaz de aprender
de la experiencia y de reparar, para que las experiencias cotidianas negativas,
no dejen un sello traumático.
Otras funciones que la madre debe ir desarrollando, tienen que ver con algunos
conceptos introducidos por otros autores seguidores de los conceptos de
Winnicott, como lo son Renata Gaddini[18] y Taylor[19] que se refieren a la
función materna de facilitar e introducir la experiencia con “objetos precursores”
Concretamente me refiero a los objetos que el niño usa y de los que dispone
inicialmente (por ofrecimiento materno) para que cumplan funciones
apaciguadoras de las angustias impensables, desestabilizadoras. Es decir, los
objetos precursores y transicionales. que luego den paso a la creación de
objetos
transicionales.
Haciendo una breve síntesis del camino que recorre el bebé desde su
nacimiento en su relación temprana con la madre, diría que la madre cumple
funciones reguladoras, incluso suplementarias mientras el bebé no tiene los
recursos para hacerse cargo de ellas, pero para ejercerlas a plenitud, tiene que
impedir que se turbe la continuidad en el ser, para que el verdadero self pueda
anidarse y se produzca el crecimiento en el psique soma. Cuando es más
pequeño esto se logrará a través de una adaptación casi perfecta de la madre
a las necesidades del niño, facilitada por la identificación primaria[20] para
luego ir fallando progresivamente.
En esa falla, debe instalarse algo que la reemplace, algo en vez de ella para
que el aparato no colapse de angustia y funcione; y es allí donde se instalarán
los objetos provistos por la madre inicialmente, o sea los objetos precursores, y
luego los objetos descubiertos y creados por el bebé, los objetos transicionales,
cuya misión es ser puentes entre la madre ausente y su deseo de encontrarla.
Así mismo el facilitar el acceso a espacios potenciales, tendrá que ver con
la experiencia de la díada de ir juntos creando espacios intermedios que den a
niño en desarrollo, la sensación de que existen una realidad inmaterial
compuesta por las vivencias de creación y disfrute de estados y espacios que
son y no son parte de la realidad compartida. Espacios que tienen todos los
componentes de una vivencia material, donde se usan objetos de la realidad
compartida pero que tienen un uso particular ligado a la experiencia de
creación, de juego, de un uso singular que dan paso a la experiencia de ser y
hacer “como si”, función central en la estimulación y desarrollo de la creatividad
posterior e introducción en la cultura del pequeño en formación.
E.Mail.– analiastutman@hotmail.com
[2] ”The ordinary devoted mother” (1966) en Los bebes y sus madres (1988).
[4] Y tal vez también personal, ya que hay un autor José Waksman que plantea
que no hay analista infantil, que no tenga un niño interno al cual reparar. (en El
doble diálogo del psicoanalista de niños”)
[7] La tendencia a integrarse también será asistida por las técnicas de cuidado,
o sea el Handling, y las experiencias instintivas que desde dentro, tiendan a
reunir la personalidad. Esto a mi parecer es una nueva oportunidad de apreciar
en Winnicott, una visión sistémica del funcionamiento psicológico
[8] Aunque así quise creerlo cuando lo pensé, pero ya había sido postulado por
Winnicott en varios de sus escritos. Pero al igual que un bebé debo reconocer,
que por un tiempo creí que era una interesantísima invención mía
[10] “La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé” Pág. 309 (1969)
en Exploraciones psicoanalíticas I (1989)
[21] Pally, R. capitulo 4:“Emotional processing. The mind and body connection”,
2000
[22] Que nunca será total según lo planteado por Winnicott, ya que siempre
mantendremos cierto grado de necesidad y dependencia emocional del otro.
BIBLIOGRAFÍA: