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Algunos aportes de Winnicott para la reflexión en

torno al rol de la madre


* Analia Stutman Zapata

Psicóloga Clinica Universidad Católica de Chile


Magister en Psicoanalisis Universidad Andres Bello y docente de esa
misma
Universidad, facultad de Psicología.

E.Mail.– analiastutman@hotmail.com

Tomando en cuenta los diferentes aportes que se han construido – desde la


perspectiva de las relaciones objetales – en el psicoanálisis, quisiera
reflexionar acerca del rol de la madre, desde la particular visión de D. Winnicott.

A mi parecer, Winnicott al igual que todos los psicoanalistas teóricos y clínicos,


está interesado en conocer los procesos y fenómenos involucrados en la
constitución, desarrollo y funcionamiento que ocurren en el aparato psíquico de
un individuo, así como también sus posibles desviaciones que dan origen a las
patologías. Con la particularidad de que después de recorrer e introducirse en
otros caminos teóricos como los de S. Freud, A: Freud. M. Klein y otros; él se
orienta a una opción que recoge su saber complementario y del cual ya ha
podido extraer hipótesis y enriquecedoras experiencias, que es la pediatría.

Creo que esta doble fuente desde donde nutre su pensar, le dará un sello
particular, su capacidad de observar al niño, pero entendiéndolo como miembro
de una primera unidad indivisible madre – hijo, la que sufrirá cambios a lo largo
del desarrollo, la que luego incluirá al padre como 3°, que además les trae y
ofrece la cultura y la posibilidad de separarse sanamente, siempre que esa
díada madre-hijo haya recorrido de manera suficientemente buena las etapas
previas.

El decía, que no existe bebe sin su madre y luego agrega que no hay madre
capaz de cumplir con todos los requerimientos del bebé en sus primeras
etapas, si no hay un padre o 3° que haga la función de contener a esa
madre[1]. Es decir, un bebé atendido por una “madre corriente devota”[2]
volcada a él y el padre como sostenedor de este vínculo desde su inicio[3].

Creo que este es un aporte muy contundente, para el psicoanálisis, que de


algún modo estaba tratando el desarrollo de la mente, como algo entera o
fundamentalmente intra psíquico – por ejemplo con el énfasis que le da M.
Klein – descuidándose o dejando en un plano más secundario el rol del
ambiente en la construcción del aparato psíquico, la dimensión intersubjetiva
del desarrollo humano y el rol específico de los progenitores o sus sustitutos
como facilitadores o inhibidores de un sano desarrollo mental y especialmente
emocional.
Tal vez me fue necesaria esta introducción para entrar de lleno en centrar mi
atención en cómo se constituye el sujeto, como una de las preguntas más
importantes que surgen en el trabajo clínico y en ese particular encuentro que
allí ocurre entre dos subjetividades en íntima conexión. Mi apreciación
personal, es que se constituye desde la más temprana y decisiva relación con
la madre (o su sustituta, como Winnicott siempre aclara) y se enriquece en los
futuros vínculos y relaciones.

Es muy probable que mi particular experiencia de trabajar con niños me


implique de manera más contundente en esta mirada, ya no solo teórica sino
clínica[4] y absolutamente cotidiana. Parodiando con mucho respeto a
Winnicott, diría que “no hay niño que pueda avanzar o mejorar (si lo logra) en
sus dificultades emocionales, en terapia, sin sus padres”. Es decir, padres que
estén dispuestos a recibir a este hijo en proceso de cambio, más sujeto de su
vida que objeto de ellos, diferenciado, un poco más seguro, etc. Padres que
estén dispuestos a contener los momentos angustiosos, dispuestos a soportar
sus regresiones transitorias, dispuestos a aceptar una mirada del mundo y de
la vida diferente a la de ellos (sobre todo si estos padres son muy inseguros,
paranoides, obsesivos, rígidos, etc), dispuestos a tolerar sin envidias
destructivas sus cambios y mejorías.

Para ir revisando de una manera más ordenada estas ideas que quiero
plantear, me parece útil volver a algunos textos y enunciados que Winnicott
propone respecto a estos temas. Conceptos como la madre suficientemente
buena, madre corriente devota, espacio potencial, ambiente facilitador,
preocupación maternal primaria y las tres funciones maternales o del
ambiente[5] serán elementos centrales con los que iré tratando de proponer
una visión que sintetice sus aportes, en relación al rol de la madre.

La totalidad de estos conceptos los plantea de manera reiterada en gran parte


de su obra, lo que demuestra su total convicción sobre este aspecto del
desarrollo del niño que está profundamente relacionado con su ambiente,
especialmente los primeros objetos, escenas y vivencias en su entorno
facilitadas por los padres. Este aspecto de su pensar no será nunca
abandonado a lo largo de toda su obra.

Tareas y funciones que Winnicott asigna a los padres y/o cuidadores de los
niños

Desde el inicio de la vida del bebé, Winnicott se refiere a la necesidad de que


el ambiente provea al niño de las condiciones mínimas para que pueda darse
tanto su crecimiento y desarrollo físico como emocional. Desde recién nacido el
bebé está en una relación de dependencia absoluta y requiere de estabilidad y
continuidad ambiental. El primer introyecto de ambiente que hará el bebé –
aunque al inicio ni siquiera lo distinga como tal – será la madre y para esa
primera etapa Winnicott ya nos plantea varias tareas que debe realizar y
disposiciones mentales que requiere tener la madre para favorecer el sano
desarrollo de su hijo.
En “El papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño”[6] él
plantea 3 funciones específicas que debe cumplir la madre para ayudar al bebé
a subjetivizarse, a habitar su cuerpo, comenzar a conocer para luego
reconocer-se, conocer y reconocer a la madre y todos los objetos que la madre
le irá presentando, en simultaneo a la vivencia de él, de ir creándolos (que es
una de la funciones parentales, a la que luego me referiré).

La primera de las funciones es el Holding, o sea la capacidad de sostener


emocionalmente al niño, en todo momentos y en todos los estados por los que
pueda atravesar su afectividad y su impulsividad. Naturalmente habrá
emociones placidas y otras altamente displacenteras y ahí requerirá que la
madre le preste su capacidad de contención y sostén para que él logre
sobrevivir a la intensidad de lo vivenciado.

Si bien Bion y Winnicott, no se influyeron, ni siquiera contactaron mientras


desarrollaban sus teorías, tienen mucho en común en este punto, ya que Bion
(19 ) propone el concepto de Reverie de la madre, como la capacidad de
contención emocional. El diría que se espera que la madre en primera instancia
y también el padre sean capaces de recibir las angustias, molestias y llantos
del niño y transformarlos, devolviéndolos descargados de angustia, de una
forma más apropiada en que sí puedan ser toleradas y recibidas por el niño.

A partir de estas buenas experiencias con su medio el niño aprende a


desarrollar sus primeras concepciones acerca del amor, el bienestar, la
comprensión, etc. Es decir, el niño requi
ere de un estado anímico de los padres, abierto a recibir cualquier vivencia de
sus hijos. En este sentido, el Holding apunta a estas mismas destrezas
parentales, teniendo como meta la capacidad de integración psicológica del
bebé[7]. También el concepto de Preocupación Maternal Primaria, apunta a la
necesaria sensibilidad que la madre debe disponer en las primeras etapas para
captar las experincias inconfortables del bebé y poder actuar para
contrarrestarlas.

Antes de referirme a la segunda función, quiero exponer mi permanente doble


lectura sobre estos contenidos en cuanto a las funciones parentales y lo que
para mi serían – salvando las naturales diferencias – las funciones del
psicoterapeuta infantil. Es más, me podrían decir con justa razón que también
el de adultos, pero en el caso del trabajo con niños es increíblemente fuerte el
modo en que somos invitados por los niños a ubicarnos en estos roles de ser
capaces de acogerlos, contenerlos y sostenerlos en sus aspectos más
primitivos, regresivos o frágiles. Esta doble mirada no es creación mía[8], ya lo
había trabajado Winnicott por ejemplo en “la teoría de la relación entre
progenitores – infante”, donde él propondrá al igual que en otros escritos,
lineamientos para la clínica a partir de la observación de las relaciones
tempranas padres e hijo.

En mi opinión personal, muchas veces más que la capacidad de dar


interpretaciones verbales de mucha lucidez, los niños necesitan que estemos
ahí intactos, sin vernos dañados por sus agresiones para poder elaborar qué
es de ellos y qué es de sus padres u otros adultos a su cargo, tal vez frágiles o
con dificultades para recibir sus aspectos rabiosos o impulsivos, y poder así
discriminar que no es su agresión la que mata o daña sino que hay veces en
que no los han podido contener y eso es lo que ha distorsionado su
autoimagen. En otros casos evidentemente, el trabajo va en la línea opuesta,
ayudarlos a apropiarse de su agresión para así poder controlarla mejor, sin
tener que proyectarla.

“Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es esta
angustia impensable, portadora entonces de una amenaza de anonadamiento
cuyas principales variantes se exponen a continuación: 1) Fragmentarse, 2)
Vivir una impresión de caída sin fin, 3) Sentirse elevado a cumbres infinitas, 4)
Carecer de relación con el propio cuerpo y, por último, de orientación espacio
temporal”[9] (esencia de las angustias psicóticas).

La segunda función es el Handling, se refiere más a los soportes y cuidados


concretos y reales que el niño necesita, al estar sintonizados y atentos a sus
necesidades de manipulaciones de alivio sobre su cuerpo real: mirarlo, tocarlo,
acariciarlo, limpiarlo es decirle “te quiero, me importas, tu vales, mereces, eres
objeto de mi amor” en el lenguaje del cuerpo, dejar de hacerlo es dar el
mensaje contrario. El logro psicológico que permite un buen Handling es la
vivencia de personalización, de habitarse a si mismo (incluida la pulsión), de
sentirse una unidad desde lo psicológico, con el Holding y desde lo corporal
con el Handling.

Con respecto a estas dos funciones, Winnicott dirá que al examinar a un niño
uno puede ver si ha sido bien sostenido física y emocionalmente o no. O sea
habrá una confiabilidad garantizada respecto de su desarrollo o no, con la
posible presencia de angustias impensables.

“Esto dividirá el mundo de los bebés en dos categorías: 1.- Los bebés que no
han sido significativamente dejados caer en la infancia y cuya creencia en la
confiabilidad los lleva hacia la adquisición de una confiabilidad
personal….Estos bebés tienen continuidad existencial, conservan la capacidad
para avanzar y retroceder y llega a ser capaces de afrontar todos los riesgos
porque están bien asegurados. 2.- Los bebés que han sido significativamente
dejados caer en una oportunidad o dentro de una pauta de fallas
ambientales,…..llevan consigo la experiencia de una angustia impensable o
arcaica. Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen la
agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué
significa la caída perpetua o escindirse en la desunión psicosomática. En otras
palabras han experimentado un trauma….”.[10]

La tercera función, se refiere a la Presentación del objeto, apunta a cualidad


especial que debieran desarrollar las madres y que tiene que ver con la
posibilidad de crear una ilusión el niño. Es decir, el objeto es presentado
porque existe, la madre lo conoce y en el caso puntual del pecho o la
mamadera (como 1° objeto), lo posee: Sin embargo, el asunto consiste en
poder presentarlo en sintonía con un momento en que el niño lo está deseando
o necesitando y de esta manera para el niño, el pecho llega porque él lo creó .
Juan David Nasio (1994), dice al respecto: “Al ofrecer el pecho en el momento
aproximadamente oportuno, procura al bebé la ilusión de que él mismo ha
creado el objeto cuya necesidad siente confusamente. Al darle la ilusión de
esta creación, la madre posibilita al bebé una experiencia de omnipotencia, o
sea que el objeto en el momento de ser esperado, adquiere una existencia
real.”[11].

Sobre este punto quisiera detenerme, por la cotidiana y dolorosa experiencia a


la que uno tiene acceso de ver cómo madres, padres, profesores y adultos en
general en nuestra sociedad, transgreden esta función, la pisotean y no acusan
recibo del daño que esto tiene para el menor.

 “Mira mamá!!, magia!!….No hijo eso no es magia, lo tienes debajo de tu


zapato!!”
 “No cierto Miss que yo fui el primero en ocurrírseme hacer un paseo al
museo?…No, Tomás! Raúl ya lo había propuesto antes sólo que tu no
estabas atento”
 “Mira lo que inventé!!…no mientas, no lo inventaste estaba en la revista
que viste cuando fuimos al dentista, te acuerda?”. NO, no solo no se
acuerda, sino que lo registró seguramente en su preconsciente y para
apropiárselo, lo dibuja y prueba su destreza de recrear algo con la
ilusión de que lo está creando. ¿Será esto muy difícil para una mente
adulta o es la venganza por la propia desilusión en la infancia?

La meta de esta función es lograr la realización del bebé, la sensación de su


gran capacidad de creación, es la ilusión omnipotente necesaria y sana, que
luego dará pasó a la creatividad.

En simultaneo a estas tres funciones desarrolladas pro Winnicott, él hace


hincapié en que en un inicio el bebé se relaciona con la madre en dos formas
muy diferentes y muy necesarias para un buen desarrollo. Una es la madre
ambiente, la madre del Holding y el Handling, la madre que sostiene desde
lejos y no interrumpe al bebé ni es atacada por éste. Es la madre presente
cuando el bebé está en calma.

La otra, su opuesto complementario, es la madre objeto (de la pulsión), es la


madre que será atacada y usada, es la madre que el bebé querrá devorar, la
que recoge las excitaciones del bebé (la crueldad primitiva, su aspecto
despiadado, no intencionado). A medida que la madre sobrevive
reiteradamente a estas experiencias, va creando en el bebé una confianza de
que el objeto va a poder sobrevivir y así, él podrá ir integrando su agresión y
podrá a su vez ir integ
rando a ambas madres (alrededor de los 4 meses, entrando a la posición
depresiva).[12] La experiencia de sobrevivencia reiterada de la madre, va a
permitir al niño: aceptar como propios los sentimientos y pensamientos ligados
a la experiencia pulsional (no necesita proyectarlos); distinguirlos
progresivamente de lo que sucede en la realidad exterior; vivir la experiencia
de una relación de excitación pulsional no destructiva ni desestructurante. J, D.
Nasio (1994).
Otra función que Winnicott propone es el Rol de espejo de la madre y la
familia[13], en este punto, él reconoce inspirarse en el concepto planteado por
J. Lacan (1949), sobre la función del espejo, en donde ambos coinciden – tal
vez con algunos acentos distintos – en que el sujeto se estructura y reconoce a
través del otro. En el caso de Lacan uno de sus énfasis estará puesto en que la
mirada del otro no sólo sostiene al bebé sino que además le brinda una imagen
de completud que lo captura e integra, o sea el bebé recibe una imagen
completada de si mismo tomada de la imagen del otro, que se presta a su
imagen fragmentada. En el caso de Winnicott, él propondrá que la mirada de la
madre le devuelve al bebé su propia imagen, a través del embelesamiento que
él provoca en ella y del amor con que ella lo mira. En realidad lo que él ve es la
reacción de amor de ella y como se refleja en una mirada colmada y satisfecha.
Cuando la madre está ausente emocionalmente, deprimida, fatigada o no
responde a su mirada, él niño ve eso, el estado de ánimo de ella o su ausencia.
Esto afecta el intercambio del niño con su ambiente, no logra encontrar
significado a sus experiencias, no les puede dar sentido, no hay sintonía con el
ambiente.

Existe una función que a mi me resulta particularmente interesante, por su


acento en la constricción del actuar, por sobre el hacer algo. Las madres
tendemos a pensar que nuestra tarea es hacer cosas para nuestra familia y en
este caso Winnicott nos invita a pensar en la utilidad de la inhibición de la
conducta materna activa. Por ejemplo, cuando el bebé necesita “estar solo en
compañía de”[14], o también lo menciona con otro énfasis y lo llama El
cuidado materno satisfactorio, no advertido[15]. En este punto, lo que
propone es que un buen cuidado justamente se notará por la ausencia de
consecuencias negativas o catastróficas, donde el niño sostendrá una
sensación de continuidad del ser, no interrumpida desde el ambiente sin
intrusiones (impringment) que alteren el curso de sus acciones, incursiones y
creaciones, o quizás habrán intrusiones que podrán elicitar una adecuada
reacción en el niño, sin que signifiquen mayor daño a su estado de continuidad
existencial[16] Esto es lo que constituirá la base de la fuerza del yo. En el caso
contrario dice Winnicott, “ Tales interrupciones constituyen el aniquilamiento y
están evidentemente asociadas con un sufrimiento de calidad e intensidad
psicóticas. En el caso extremo, el infante sólo existe sobre la base de una
continuidad de reacciones a la intrusión y recuperaciones después de tales
reacciones” (Pág. 67 – 68).

En cuanto a la capacidad del bebé de “estar solo en compañía”, habría que


darle un nombre a la capacidad de abstención de la madre, por ahora la
llamaré (a título personal) como la capacidad de ser compañía. Esta, apunta
a la misma idea de una madre capaz de ponerse de telón de fondo de las
experiencias del bebé, hasta el punto en que éste puede representarla a través
de objetos y espacios transicionales y no la necesite físicamente cerca. Una
madre que no interrumpe el libre curso de la indagación y curiosidad y que
acompaña con abnegada dedicación mientras para el bebé es necesaria. Esta
experiencia tan simple, que algunos padres saben llevar a cabo exitosamente,
de manera intuitiva, en otros casos, tan cotidianos como lo anterior, uno como
observador casual, se encuentra con situaciones verdaderamente dramáticas.
Padres que fuerzan una separación temprana cuando el niño no se siente
preparado, que finalmente sólo quedará por ejemplo en el relato de “fue un
niño que le costó entrar al jardín, se resistía, …era súper exigente, aunque
jugaba solo no quería que uno se fuera de la pieza, como si yo no tuviera otras
cosas que hacer…” y también las situaciones opuestas de padres intrusivos o
inseguros, desconfiados, que se quedan cuando ya no los necesitan pasando a
ser un estorbo y casi un bochorno, o que interrumpen la creatividad de los
niños al jugar saliendo con propuestas, tal vez más eficientes o sofisticadas
pero que atacan directamente la experimentación y creación lúdica del niño. Es
decir en ambos casos con dificultades para captar las distancias emocionales
necesarias del niño a cada etapa. La posibilidad de que los padres se
abstengan, posibilita que el niño experiencie una auténtica capacidad de estar
solo y de encontrase frente a los desafíos del crear y la creatividad.

Con todo lo anteriormente expuesto Winnicott llega a un concepto, para mi


fundamental que es el de la madre suficientemente buena. Con este descriptivo
concepto, él nos quiere plantear su convicción de que no existen las madres
perfectas, o que aunque lo hubieran no servirían a los procesos por los que
debe atravesar el bebé – entre ellos frustrarse, recibir un poco de impringment
– y que basta con una madre que sea suficientemente buena para ese bebé,
que sea capaz de identificarse con las necesidades de su hijo, capaz de
responder a los gestos espontáneos y necesidades del bebé y no sustituirlos
por los propios.

Una madre insuficientemente buena será aquella que para el bebé resulta
imprevisible, que pasa de una actitud a otra de manera súbita, sin que el niño
pueda confiar en ella ni prever sus conductas[17]. Un elemento muy destacable
de su postura, es que él no se niega a la posibilidad obvia de que los padres
cometan errores, omitan cuidados, se equivoquen. Winnicott siempre rescatará
la idea de que a medida de que el niño crece, existe un monto de displacer,
dolor o incomodidad cada vez mayor que el niño podrá soportar, el punto está
en que en cada momento estas experiencias desagradables no sobrepasen
cierto umbral de tolerancia, que es dado a cada uno por su experiencias
positivas con el ambiente y también por su potencial heredado. En este sentido
Winnicott ofrece un planteo muy esperanzador a los padres, que radica en la
creencia – producto de su observación de díadas – de que las experiencias de
cuidado y amor enmiendan la estructura del yo en formación, recuperan al niño
de sus transitorias vivencias de desintegración, discontinuidad, fragmentación
etc. Por lo tanto bastaría una madre suficientemente buena capaz de aprender
de la experiencia y de reparar, para que las experiencias cotidianas negativas,
no dejen un sello traumático.

Otras funciones que la madre debe ir desarrollando, tienen que ver con algunos
conceptos introducidos por otros autores seguidores de los conceptos de
Winnicott, como lo son Renata Gaddini[18] y Taylor[19] que se refieren a la
función materna de facilitar e introducir la experiencia con “objetos precursores”
Concretamente me refiero a los objetos que el niño usa y de los que dispone
inicialmente (por ofrecimiento materno) para que cumplan funciones
apaciguadoras de las angustias impensables, desestabilizadoras. Es decir, los
objetos precursores y transicionales. que luego den paso a la creación de
objetos
transicionales.

Naturalmente esto requiere la regulación de narcisismo de la propia madre, de


poder volverse secundaria como objeto de atención del bebé, y que permita la
introducción de otros elementos que ayuden al bebé a reconstituir una vivencia
de calma e integración a través del contacto con otros objetos materiales de su
ambiente. Taylor y Gaddinni, advierten sobre las madres que no permiten el
surgimiento de estos objetos porque sólo quieren que el niño interactúe con lo
que ellas ofrecen, o porque no soportan que exista algo distinto de ellas (miedo
aser desplazadas o sustituidas).

Haciendo una breve síntesis del camino que recorre el bebé desde su
nacimiento en su relación temprana con la madre, diría que la madre cumple
funciones reguladoras, incluso suplementarias mientras el bebé no tiene los
recursos para hacerse cargo de ellas, pero para ejercerlas a plenitud, tiene que
impedir que se turbe la continuidad en el ser, para que el verdadero self pueda
anidarse y se produzca el crecimiento en el psique soma. Cuando es más
pequeño esto se logrará a través de una adaptación casi perfecta de la madre
a las necesidades del niño, facilitada por la identificación primaria[20] para
luego ir fallando progresivamente.

En esa falla, debe instalarse algo que la reemplace, algo en vez de ella para
que el aparato no colapse de angustia y funcione; y es allí donde se instalarán
los objetos provistos por la madre inicialmente, o sea los objetos precursores, y
luego los objetos descubiertos y creados por el bebé, los objetos transicionales,
cuya misión es ser puentes entre la madre ausente y su deseo de encontrarla.

Así mismo el facilitar el acceso a espacios potenciales, tendrá que ver con
la experiencia de la díada de ir juntos creando espacios intermedios que den a
niño en desarrollo, la sensación de que existen una realidad inmaterial
compuesta por las vivencias de creación y disfrute de estados y espacios que
son y no son parte de la realidad compartida. Espacios que tienen todos los
componentes de una vivencia material, donde se usan objetos de la realidad
compartida pero que tienen un uso particular ligado a la experiencia de
creación, de juego, de un uso singular que dan paso a la experiencia de ser y
hacer “como si”, función central en la estimulación y desarrollo de la creatividad
posterior e introducción en la cultura del pequeño en formación.

Un importante problema en el desarrollo del niño, podría derivar de la falta de


acceso a estos espacios potenciales (más desarrollados por Thomas Ogden en
sus trabajos posteriores) y se refiere a la posible rigidización en su conducta y
personalidad con que el niño respondería cuando la madre y los cuidadores en
general, le impiden la posibilidad de crear y acceder a estos espacios. Esto
resultaría de la vivencia de falta de espacios para ser y experimentar con la
realidad, con la coartación de la fantasía y la intrusión excesiva de los
cuidadores en cuanto a sus intentos de gobernar y moldear los posibles
esfuerzos del niño por independizarse y por conocer más allá de lo que sus
progenitores permiten y esperan.
Para finalizar, quisiera puntualmente referirme a una funció menos expicitada
por Winnicott en sus escritos, pero que ha sido tomada por otros autores a
partir de su trabajo y se refiere a la adquisición de la capacidad de
autorregulación que sería el pasaje de aquello dado y ofrecido por la madre
para que el niño pueda conectar su mente con su cuerpo, a través de las
emociones, tal como lo plantea Regina Pally[21] hasta cierta autonomía en
esos procesos[22]. Par ello requerirá ser capaz de recibir del ambiente aquello
que es ofrecido para su tranquilidad y bienestar, para luego pasar a los
momentos en que por si solo descubre y crea aquello que lo calmará y luego
prescinde ello porque ha internalizado la función de autosostén, de
autorregulación.

* Analia Stutman Zapata

Psicóloga Clinica Universidad Católica de Chile


Magister en Psicoanalisis Universidad Andres Bello y docente de esa misma
Universidad, facultad de Psicología.

E.Mail.– analiastutman@hotmail.com

[1] En mi opinión, esta particular visión a la que se dedicó y estudió:


observando, atendiendo y escribiendo, le permitió proponer algunos postulados
– acerca del niño, la madre como su ambiente más inmediato, el padre y luego
el desarrollo de la creatividad e incorporación de la cultura – que muestran una
visión que sin ser su intención manifiesta permite ser leída también, como una
aproximación que converge en algunos puntos con la teoría sistémica. En ella,
ningún subsistema es plenamente independiente de otro ni del contexto más
global, y entre todos se producen intercambios de necesidades, expectativas,
soportes, estímulos etc.

[2] ”The ordinary devoted mother” (1966) en Los bebes y sus madres (1988).

[3] en “La teoría de la relación entre progenitores e infante (1960)”, en Los


procesos de maduración y el ambiente facilitador (1965)

[4] Y tal vez también personal, ya que hay un autor José Waksman que plantea
que no hay analista infantil, que no tenga un niño interno al cual reparar. (en El
doble diálogo del psicoanalista de niños”)

[5] Holding, Handling y la Presentación del objeto, en “Papel del espejo de la


madre y la familia en el desarrollo del Niño”, en Realidad y Juego (1971).
También se encontrarán en “Desarrollo emocional temprano” (1945) en DPAP
(1958)

[6] Realidad y Juego 1971

[7] La tendencia a integrarse también será asistida por las técnicas de cuidado,
o sea el Handling, y las experiencias instintivas que desde dentro, tiendan a
reunir la personalidad. Esto a mi parecer es una nueva oportunidad de apreciar
en Winnicott, una visión sistémica del funcionamiento psicológico

[8] Aunque así quise creerlo cuando lo pensé, pero ya había sido postulado por
Winnicott en varios de sus escritos. Pero al igual que un bebé debo reconocer,
que por un tiempo creí que era una interesantísima invención mía

[9] J.D. Nasio en “Introducción a la obra de Winnicott”, Pág. 23, en Grandes


Psicoanalistas (1994)

[10] “La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé” Pág. 309 (1969)
en Exploraciones psicoanalíticas I (1989)

[11] “Introducción a la obra de Winnicott”, pag. 19, en Grandes Psicoanalistas


(1994)

[12] Este punto nuevamente se topa con la proposición de Bion de “Reverie” y


sus conceptos de “Continente-Contenido”, en cuanto que exista una madre
receptáculo de sus agresiones, ansiedades y otras sensaciones, capaz de
contener sus contenidos dañinos y luego devolverle la experiencia de
tranquilidad al “digerirlos”, sin la carga de angustia inicial. Bion (19 )

[13] Realidad y juego. 1971

[14] En “La capacidad para estar solo” (1958) en PMAF (1965).

[15] En “La teoría sobre la relación entre progenitores – infante” (1960), en


PMAF (1965)

[16] En “La preocupación maternal primaria”(1956), en Escritos de Pediatría y


Psicoanálisis (1958)

[17] Para la tranquilidad de todos quienes somos padres, Winnicott quiere


implicar en estos conceptos, no solo a los padres, sus sustitutos y cuidadores
sino también las experiencias intencionales o casuales, que en sí pueden ser o
no suficientemente buenas.

[18] Gaddinni “Los orígenes del objeto transicional y el síntoma psicosomático”


en Bekey 19xx

[19] Taylor “The transitional object and disorders of regulation” en


“Psychosomatic medicine and contemporary psychoanalysis” 19xx

[20] Preocupación maternal primaria. Winnicott (19 )

[21] Pally, R. capitulo 4:“Emotional processing. The mind and body connection”,
2000

[22] Que nunca será total según lo planteado por Winnicott, ya que siempre
mantendremos cierto grado de necesidad y dependencia emocional del otro.
BIBLIOGRAFÍA:

M. Bekey (1991) Lecturas de lo psicosomático Editorial Lugar Buenos Aires.

J.David Nasio (1994) Grandes Psicoanalistas , volumen II. Edit. Gedisa,


España

R. Pally (2000) The mind brain relationship Edit. Karnac. Londres

G. Taylor (1987) Psychosomatic medicine and contemporary psychoanalysis.


International University Press. Conneticut.

D. Winnicott (1993) Los procesos de maduración y el ambiente facilitador Edit.


Paidós, Argentina.

 (1958) Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Edit. LAIA, España


 (1989) Exploraciones psicoanalíticas I Edit. Paidós, Argentina
 (1971) Realida y Juego. Edit. Granica, Argentina
 (1988) Babies and their Mothers Addison–Wesley Publishing Company,
Inc.

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