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Edita:
Consejería de Medio Ambiente, 2012
Dirección facultativa:
Miguel Méndez Jiménez
Equipo de trabajo:
Fotografías:
1. Objeto...................................................................................................................................4
2. Introducción ........................................................................................................................7
4. Metodología .......................................................................................................................12
7. Evaluación de la vulnerabilidad........................................................................................44
7.1. Introducción.................................................................................................................44
7.2. Descripción de los principales factores que controlan los incendios forestales.........44
7.3. Análisis de vulnerabilidad mediante índices bioclimáticos..........................................52
8. Identificación y valoración de impactos.........................................................................83
8.1. Impactos derivados por los efectos del cambio climático sobre los incendios forestales... 83
8.2. Valoración de impactos................................................................................................88
9.1. Introducción.................................................................................................................90
9.2. Principales medidas y opciones adaptativas...............................................................92
9.3. Líneas de investigación prioritarias............................................................................100
10. Anejo 1: Cartografía. Insolación en Andalucía. Promedio mensual de horas de
sol diarias...................................................................................................................104
Una de estas evidencias es la de los incendios forestales, que guarda una estrecha
relación con el clima, en tanto que el origen y propagación de los mismos dependen,
entre otras causas, de factores climáticos o relacionados con ellos, como la temperatura,
la humedad relativa, la velocidad del viento, la topografía, el tipo de vegetación o la
sequedad de la biomasa. En este sentido, no resulta extraño que se haya demostrado
que, a escala geológica, la relación entre cambio climático e incendios forestales sea muy
alta, de manera que los fuegos hayan sido más frecuentes en los períodos cálidos que en
los fríos (Carcaillet et al., 2002).
Claro que el papel del hombre en la generación de los incendios es y ha sido históricamente,
también muy notable, como lo demuestran las estadísticas que nos hablan de que el 90%
de los fuegos son iniciados por acción humana, tanto por negligencia como por causas
intencionadas y que la acumulación de combustible en el monte, como consecuencia de un
abandono progresivo del medio rural, son aspectos esenciales para explicar el régimen de
incendios en un determinado territorio (Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, 2006a).
De este modo, los incendios son un elemento de perturbación considerable de los sistemas
forestales, que ha ido de la mano del clima y del hombre, dejando en el inconsciente
colectivo la imagen de ser una fuerza destructora imparable y desorbitada, que puede
acabar con el mundo.
Con esta combinación de calor, sequía y plagas, los incendios forestales han ido incrementando
su poder destructivo en las últimas décadas. En la región ártica de Norteamérica y Rusia, el
área anual quemada se ha duplicado en los últimos treinta años con respecto a las décadas
anteriores. La exposición a fuegos catastróficos se ha exacerbado en las regiones árticas, así
como en otras zonas del planeta, donde se ha ido acumulando materia vegetal muerta como
combustible para el fuego devastador del bosque y del monte (ACIA, 2004).
Sin embargo, este recrudecimiento de los incendios forestales no se ha limitado a estas áreas
geográficas, sino que también ha afectado en las últimas décadas al mundo entero, en el que
la incidencia de los mismos se ha incrementado en tamaño, frecuencia e intensidad (Duarte
et al., 2006). A pesar de los esfuerzos de las administraciones en la lucha integrada contra
el fuego, mediante prevención, vigilancia, extinción y restauración, los daños y perjuicios
provocados por el fuego siguen siendo muy importantes, tanto en términos económicos
como ambientales y humanos (IPCC, 2007). En este contexto, considerando que los estudios
climáticos y los que tratan los fenómenos meteorológicos extremos muestran una clara
tendencia hacia un calentamiento globalizado y un incremento de la frecuencia y la intensidad
de fenómenos meteorológicos (Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, 2005),
determinantes de un comportamiento del fuego más virulento en el futuro, resulta evidente
desarrollar medidas tendentes a la reducción de la vulnerabilidad al fuego y de minimización
de los daños producidos a nivel autonómico.
Andalucía está situada en un área biogeográfica de transición y es más vulnerable que otras
regiones al cambio climático, lo que quizás fuera una de las causas que hizo que el gobierno
andaluz fuese el primero de las Comunidades Autónomas de España que aprobase una directriz
contra dicho cambio, concretamente la Estrategia Andaluza ante el Cambio Climático
(Consejería de Medio Ambiente, 2002), antes incluso que lo hiciera el gobierno español en 2007.
Respecto a los objetivos más prácticos, están el análisis de cuáles serán los impactos del
cambio climático en los distintos sectores socioeconómicos de Andalucía, así como el
desarrollo de los distintos mecanismos políticos y administrativos que incidan en su solución.
Para conseguir estos objetivos, la Junta de Andalucía aprobó en 2007 el Plan Andaluz de
Acción por el Clima, que comprendía tres programas de trabajo: el de Mitigación (2007-
2012) (Consejería de Medio Ambiente, 2007b), el de Adaptación (Consejería de Medio
Ambiente, 2010) y el de Comunicación.
A la Unión Europea no le corresponden como tales las competencias en materia forestal, sino
a sus Estados miembros, pero sí el legislar sobre la prevención de incendios en los bosques
europeos, como ya hiciera en 1986 con el Reglamento relativo a la Protección de los
Bosques comunitarios contra los Incendios, que ha sido modificado en varias ocasiones.
Estos reglamentos establecen una base informativa común para toda la Comunidad en
materia de incendios, a partir de la cual los Estados miembros clasificarían sus territorios en
función del riesgo a los mismos.
Por otra parte, el Libro Verde sobre Protección de los Bosques e Información Forestal en
la Unión Europea tiene como objetivo general iniciar un debate que actualice la Estrategia
Forestal de la UE, para que los bosques sigan cumpliendo sus funciones, tanto las ambientales
como las socioeconómicas y las meramente productivas, así como evaluar los impactos que
el cambio climático causará en los bosques europeos y, lógicamente, en su gestión.
El Libro Verde parte de la situación actual de los bosques europeos, que suponen un 5% del
total de los que hay en el mundo y el 42% de la superficie total terrestre de Europa, contando los
bosques propiamente dichos (155 millones de hectáreas) y otras tierras boscosas (21 millones
de hectáreas), habiendo crecido el volumen maderable total en los últimos sesenta años.
Igualmente, el Libro Verde hace una caracterización socioeconómica del sector, que ocupa
a dos millones de personas en la industria forestal primaria, lo que supone un 8% del valor
añadido de la industria manufacturera de la madera; y en torno a los 350.000 que lo hacen
en la gestión forestal. A esta buena situación económica hay que añadir las perspectivas
alentadoras que indican que es posible aumentar todavía un poco más la explotación
maderera, aunque necesariamente vigilando al máximo la compatibilidad entre las variables
económicas, sociales y ambientales.
Además de la situación y de las funciones de los bosques, el Libro Verde analiza las amenazas
que se ciernen sobre ellos, especialmente los derivados del cambio climático, que pueden
hacer peligrar las funciones de las masas forestales, haciendo también un balance de los
instrumentos de protección de los que dispone la Unión Europea y sus Estados miembros.
Fruto del debate que provocó el Libro Verde, la Comisión Europea se dirigió al Consejo,
al Parlamento, a los Estados miembros y a las organizaciones sociales del sector para
que informasen de qué políticas debería adoptar la UE en materia forestal para mantener
la existencia y la funcionalidad de los bosques europeos. En este sentido, el Informe del
Parlamento Europeo solicitaba a la Comisión que estableciese tres regulaciones marco,
entre ellas la de prevención de incendios, incluyendo la correspondiente financiación, junto
a la de la adopción de las medidas de adaptación al cambio climático y a la necesidad de
proporcionar una información forestal homogénea para todo el continente europeo.
se desarrollará a través del Reglamento sobre Incendios Forestales, cuyo objetivo no era
otro que el establecer las normas correspondientes sobre los distintos elementos de la lucha
contra el fuego, como:
Protección de las personas y de sus bienes que hayan sufrido los efectos
devastadores del fuego, previniendo antes el riesgo de que se produzca.
Muy en relación con la necesidad de la protección de los habitantes de las tierras forestales,
así como de sus bienes, en 1985 se aprobó la Ley sobre Protección Civil, que incidirá en la
autoprotección ciudadana como la mejor manera de enfrentarse al problema, estableciéndose
un Sistema de Acción Preventiva e Informativa que canalizaría la movilización ciudadana en
un contexto de participación y de solidaridad social.
En definitiva, la ley girará en torno a la protección física de las personas y bienes ante
situaciones de grandes riesgos colectivos o catástrofes naturales, estableciendo los sistemas
de autoprotección, alarma, evacuación, refugio, salvamento, asistencia socio-sanitaria y
restauración de los equipamientos públicos dañados.
Entrando en el apartado de los incendios, el Informe parte del diagnóstico de que la situación
climática previsible adversa vendrá caracterizada por un aumento de las temperaturas y la
escasez de agua, lo que tendrá como consecuencia inmediata que el combustible vegetal se
reseque más y durante más tiempo, por lo que el riesgo de ignición llegará a ser muy alto y
durante una mayor temporada del año. Los incendios aumentarán en virulencia, frecuencia e
intensidad, debiéndose reajustar a la nueva situación climática no sólo las políticas de lucha
contra incendios, sino también las de ordenación del territorio y la forestal, así como los
Planes de conservación de la biodiversidad y de lucha contra la desertificación.
De esta implicación de varios sectores se concluye que se hace necesario investigar más
profundamente en las relaciones causales entre la sequía y la respuesta de la vegetación
sometida a estrés en el origen del incendio y sus características. En este sentido, para prevenir
la aparición del fuego, se debería acceder a escenarios climáticos con una alta resolución
espacio-temporal y adecuados modelos de respuesta de la vegetación al cambio climático.
En Andalucía, la Ley de Prevención y Lucha contra los Incendios Forestales (1999) abordó por
vez primera de forma sistemática la gestión específica de los fuegos, aunque se inspiró en mucho en
la Ley Forestal de Andalucía (1992) y en los decretos que la desarrollaban, como el de Prevención
de Incendios Forestales (1994) y el del Plan de Lucha contra los Incendios Forestales (1995).
Volviendo a la Ley en cuestión, ésta define el incendio forestal como aquél que afecta a montes
o terrenos forestales, atendiendo a la normativa forestal andaluza, que incluye también a los
enclaves forestales integrados en terrenos agrícolas, pero que no sean árboles aislados.
Y para poder actuar más eficazmente sobre los incendios, se delimita, además, una zona
perimetral circundante a los terrenos forestales propiamente dichos, la Zona de Influencia
Forestal, que permitirá la adopción de medidas preventivas más amplias.
El objetivo principal de la ley es proteger a los montes y los terrenos forestales de los incendios,
protegiendo, al mismo tiempo, a las personas y a sus bienes, para lo cual promoverá una
política activa de prevención de los incendios y de su propagación, así como de la restauración
de aquellos suelos afectados.
Partiendo de la base de que esta lucha contra todo lo que suponen los incendios afecta a todos
los ciudadanos, y muy especialmente a los que se benefician de los recursos forestales y del
monte, la Ley da mucha importancia a la colaboración ciudadana, a la que considera obligatoria,
en el contexto más amplio de la protección civil. En este sentido, regula la participación social,
canalizando la colaboración de los propietarios forestales, vecinos, asociaciones y entidades
locales a través de la creación de figuras como las de la Agrupación de Defensa Forestal, ya
prevista en la Ley Forestal de Andalucía, o la constitución de los Grupos Locales de Pronto Auxilio.
Respecto a la prevención, ésta se hace a través de los Planes de Ordenación de los Recursos
Naturales, contemplados también en la Ley Forestal de Andalucía; en cuanto al ámbito de
la lucha contra los incendios forestales, ésta se hará a través de programas específicos
andaluces, como el Plan de Emergencia por Incendios Forestales de Andalucía y el Plan de
Autoprotección por Incendios Forestales.
El Plan de Emergencia se aprobó en 2010 teniendo una vigencia indefinida, viniendo a establecer
el procedimiento adecuado de la extinción de incendios. Este Plan se aprobó en el mismo
Decreto de la Consejería de Presidencia, de la Junta de Andalucía, en el que se modificaba el
Reglamento de Prevención y Lucha contra los Incendios Forestales de 2001.
Y al igual que se fijaba en la Ley de Prevención y Lucha contra los Incendios Forestales, estos
instrumentos de planificación contemplan un régimen sancionador que penaliza a todos
aquellos que, por acción u omisión, contribuyan a que se produzcan los fuegos en nuestros
montes y bosques.
El presente trabajo pretende establecer el marco de referencia que permita iniciar el proceso
de evaluación de los impactos del cambio climático sobre la dinámica de los incendios
forestales en Andalucía. Por un lado, se han reseñado aquellos factores meteorológicos
y climáticos cuya dinámica será presumiblemente alterada por el cambio climático y que
suponga, a priori, un aumento de la vulnerabilidad bruta frente a los incendios forestales. Por
otro, se han identificado y caracterizado los aspectos potencialmente más afectados con el
fin de proyectar mecanismos adecuados para su correcta adaptación.
Con objeto de dar respuesta a los objetivos planteados, se ha articulado el presente trabajo en
distintos capítulos, partiendo de los dos primeros, que inciden en la importancia del cambio
climático en sí y en la respuesta de la Junta de Andalucía a esa nueva situación climática, con
un análisis del contexto internacional y nacional en la que ésta se enmarca.
Y es que, respecto a las variables espaciales, los incendios dependen tanto de procesos a
escala de sitio, como a escala de paisaje. La ignición, por ejemplo, depende de que coincida
espacialmente la fuente del fuego con material vegetal suficientemente seco como para
prender, mientras que la propagación depende de parámetros estructurales de las formaciones
vegetales, como el grado de continuidad o fragmentación de las manchas del paisaje.
Por otro lado, es preciso atender a la dificultad del análisis de la dinámica y las características
de los incendios forestales en un contexto climático cambiante, considerando que los
vectores causales del fenómeno del fuego abarcan desde factores meteorológicos de muy
corto plazo (como las descargas de rayos) hasta mecanismos de acumulación de combustible
dependientes de períodos climáticos relativamente largos. Es decir, que para establecer
una imagen del patrón de incendios en Andalucía en 2050, y sus impactos asociados, se
han de simplificar forzosamente los procesos dinámicos de los que dependen: régimen de
precipitaciones, velocidad de desecación de la vegetación, sucesión vegetal, recurrencia de
incendios, etc.
Tras la caracterización de los escenarios climáticos para el año objetivo 2050, se realizará
una evaluación de la vulnerabilidad, a través del estudio de los procesos que relacionan
clima e incendios, describiendo los principales factores que controlan los fuegos forestales,
utilizando índices bioclimáticos para determinar la vulnerabilidad.
En base a esta definición, se puede decir que los estudios de vulnerabilidad proporcionan
una idea de la susceptibilidad o predisposición intrínseca a sufrir un daño o una pérdida,
de los elementos expuestos a un peligro. Además, introduce también la necesidad de
llevar a cabo medidas de adaptación debido a la incapacidad del sistema de hacer frente
a los efectos negativos del cambio climático.
Esquema Metodológico
Para evaluar la vulnerabilidad se ha desarrollado una metodología basada en el desarrollo del
IPCC (2001) y en lo ilustrado por Schröter et al. (2004).
Exposición Sensibilidad
Vulnerabilidad
La vulnerabilidad, entendida como una medida del daño potencial que se producirá en el
futuro, puede descomponerse en los siguientes tres elementos:
Exposición
Especifica el cambio proyectado del clima que va a afectar al sistema y por tanto, indica
el grado en que un sector o sistema (en este caso el forestal) está expuesto a estímulos
externos que actúan sobre el mismo. Los estímulos son los asociados al cambio climático
en cualquiera de sus componentes: subida de temperatura, pérdida de precipitaciones,
elevación del nivel del mar, etc. A mayor exposición, mayor vulnerabilidad.
Sensibilidad
Hace referencia a la reacción del sistema ante el cambio climático, es decir, es el grado
de afectación del sector. Cuanto más sensible es un sistema, mayor es la magnitud de la
respuesta adversa ante un cambio y, por lo tanto, mayor será su vulnerabilidad.
Capacidad de adaptación
Define la habilidad de un sistema para ajustarse a los cambios del clima con objeto de
reducir daños potenciales, aprovechar oportunidades y hacer frente a las consecuencias
derivadas del mismo. Mide el grado en el que un sistema está mejor preparado para afrontar
su exposición al cambio y la sensibilidad del mismo en el nuevo contexto climático. La
mayor parte de los estudios de vulnerabilidad revelan la dificultad de evaluar la capacidad
de adaptación debido a la complejidad en la toma de decisiones así como la incertidumbre
en la evolución de contexto físico, social y económico.
Relacionado con este esquema metodológico, el estudio realizado para la Unión Europea
Design of guidelines for the elaboration of regional climate change adaptation strategies
(Ribeiro et al., 2009), utiliza la siguiente relación entre estos términos:
Una gran parte de los análisis de vulnerabilidad se construye analizando estos tres
términos. Algunos de ellos agrupan el término de exposición y sensibilidad y diferencian
así entre vulnerabilidad bruta y neta. La vulnerabilidad bruta la conforman los términos
de exposición y sensibilidad y es entendida como un indicador de la susceptibilidad
potencial del sistema ante impactos adversos antes de la aplicación de las medidas de
adaptación. Por otro lado, la capacidad de adaptación refleja el grado en que el sistema
puede contrarrestar la vulnerabilidad bruta asociada al mismo. La integración de los tres
componentes es lo que se define como vulnerabilidad neta.
Un sistema puede tener una vulnerabilidad bruta alta y una vulnerabilidad neta moderada
debido a su elevada capacidad de adaptación o por el contrario, una alta vulnerabilidad
neta asociada a una limitada capacidad de adaptación.
Opciones de Adaptación
La capacidad de adaptación es diferente entre sectores, además de cambiante,
dependiendo de las opciones y los recursos disponibles para su desarrollo. A nivel teórico,
las opciones de adaptación se clasifican como aquellas que:
Para los mapas asociados a la serie 1961-1990, se han interpolado los datos de precipitación
anual y temperatura media máxima y mínima anual obtenidos de los modelos desarrollados
por la Agencia Estatal de Meteorología (Brunet et al., 2009; Ribalaygua et al., 2008). Para la
elaboración de los mapas del año horizonte 2050 correspondientes a los escenarios A2 y B2
se han usado datos modelizados obtenidos del trabajo que la Fundación para la Investigación
sobre el Clima realizó para la Consejería de Medio Ambiente en 2006 (FIC, 2006).
Las isotermas de las máximas anuales durante el periodo 1961-90 presentan unos rangos
de temperatura entre 26 a 27ºC en la zona central del Valle del Guadalquivir, y entre 21 a
22ºC en la Sierra de Segura y Altiplanicie Norte (Figura 2). En este caso, las máximas más
frías coinciden con las mínimas más frías. Sin embargo, las máximas más elevadas no se
producen en el mismo espacio geográfico que las mínimas más elevadas, que en este caso
se producen en las tierras centrales del Valle del Guadalquivir.
Las temperaturas medias de las máximas anuales modelizadas para el año 2050 bajo el
escenario A2 presentan un aumento respecto a 1961-90 de 2,8ºC de promedio. En el Valle
del Guadalquivir, el umbral de temperatura máxima se ha estimado en 29 a 30ºC, mientras
que en la Sierra de Segura y Altiplanicie Norte se dibuja la isoterma de 24 a 25ºC.
Figura 2. Temperatura media (ºC) de las máximas en 1961-90 y 2050 (A2 y B2).
1961-90 16 - 17
17 - 18
18 - 19
19 - 20
20 - 21
21 - 22
22 - 23
23 - 24
24 - 25
2050 (A2)
25 - 26
26 - 27
27 - 28
28 - 29
29 - 30
30 - 31
2050 (B2)
Bajo el escenario de emisiones B2, las temperaturas máximas modelizadas son, en promedio,
0,25ºC más bajas respecto al escenario de emisiones A2. No obstante, existen diferencias,
tanto al alza como a la baja, según las distintas localizaciones. En líneas generales, las
máximas más elevadas, localizadas en el Valle del Guadalquivir, presentan una tendencia a
la baja en el escenario B2 respecto al A2, mientras que en donde las máximas son más frías,
éstas se muestran más elevadas en el B2 respecto al A2.
En cuanto a las mínimas modelizadas para el año 2050 bajo el escenario de emisiones
A2, éstas presentan un aumento generalizado respecto a las registradas en el periodo
1961-90, en torno a 2,5ºC. El patrón espacial que seguirían las mínimas es igual que en la
actualidad, siendo más suaves en las zonas costeras y más frías en las zonas serranas o
muy continentalizadas.
Las temperaturas medias de las mínimas modelizadas para el 2050 bajo el escenario
B2 son algo superiores que para el A2, con diferencias que oscilan entre 0,3ºC
aproximadamente en las áreas de mínimas más bajas, como la Sierra de Segura, y 0,7ºC
en las tierras con mínimas más elevadas (Figura 3).
Figura 3. Temperatura media (ºC) de las mínimas en 1961-90 y 2050 (A2 y B2).
1961-90 1-2
2-3
3-4
4-5
5-6
6-7
7-8
8-9
9 - 10
10 - 11
11 - 12
2050 (A2)
12 - 13
13 - 14
14 - 15
15 - 16
16 - 17
17 - 18
18 - 19
2050 (B2)
La precipitación anual presenta una distribución espacial que difiere entre Andalucía Oriental
y Occidental (Figura 4). Durante el periodo 1961-90, la provincia de Almería es la que se ve
sometida a una escasez mayor de precipitaciones, marcada por la isoyeta de los 200 mm
anuales y con localizaciones en donde las precipitaciones no llegan a superar los 140 mm.
2050 (B2)
Bajo el escenario A2, para el año 2050, los valores de precipitación anual modelizados indican
una tendencia a la disminución para el conjunto de la región. También bajo este escenario
se repiten las zonas con los máximos y mínimos pluviométricos de toda Andalucía, así como
otros sectores destacados por su mayor precipitación respecto a su entorno, como es el
caso de la Sierra de Aracena en Huelva, o la Sierra de Segura en Jaén.
Bajo el escenario B2, la tendencia para la precipitación también muestra una reducción
respecto a 1961-90, aunque más moderada que la del escenario A2. El esquema espacial
de la pluviometría anual también es el mismo, aunque en este caso, algunas zonas como el
litoral almeriense, presentan una disminución de la precipitación más acusada incluso que en
el escenario A2. Es decir, allí donde la precipitación es menor, la modelización realizada indica
un descenso más drástico en el B2 que en el A2.
Figura 5. Aumento de temperatura máxima (ºC) modelizada para el 2050 (A2 y B2) respecto
a 1961-90.
Los aumentos más importantes se han modelizado en las áreas más continentalizadas;
bajo el escenario A2, el norte de la provincia de Córdoba y algunas tierras septentrionales
de Jaén se encuentran bajo la isoterma que representa un aumento de 3,5 a 4ºC. Bajo
el escenario B2, son las provincias de Jaén, en el extremo nororiental, y el noreste de
Granada, en donde se prevé que se produzca el mayor aumento de temperatura, que
oscilaría entre 3 a 3,5ºC.
Las zonas litorales son las que se verían menos afectadas por el ascenso de las
temperaturas máximas, con rangos entre 1,5 a 2ºC en el litoral mediterráneo y 2 a 2,5ºC
en el litoral atlántico bajo el escenario A2. Bajo el escenario B2, el umbral de 1,5º a
2ºC se sitúa sobre las aguas atlánticas gaditanas, mientras que el resto de las zonas
costeras estarían expuestas a un aumento térmico en 2050 entre 2 y 2,5ºC.
El patrón seguido para la magnitud del cambio respecto a las temperaturas máximas presenta
una gradación norte-sur, con aumentos de casi 4ºC hasta 0,5ºC en las zonas meridionales
litorales, tanto para el escenario A2 como para el B2.
Entre ambos escenarios las diferencias no son considerables, si bien bajo el escenario B2 los
cambios son algo más modestos.
Las temperaturas mínimas presentan el mismo esquema espacial que las temperaturas
máximas (Figura 6), con una gradación desde las costas, en donde los aumentos son
moderados, hacia las tierras interiores, en donde los aumentos son más significativos.
Es probable que las temperaturas mínimas aumenten, bajo el escenario A2, entre 1ºC en la
costa malagueña y 3ºC en el norte de las provincias de Córdoba y Jaén.
Bajo el escenario B2, la magnitud del cambio térmico se ha modelizado entre 1,5ºC en toda la
mitad meridional de la comunidad, y 2,5ºC en la mitad septentrional, con un cambio respecto a
1961-90 caracterizado por una relativa homogeneidad para el conjunto del territorio regional.
Figura 6 Aumento de temperatura mínima (ºC) modelizada para el 2050 (A2 y B2) respecto
a 1961-90.
La precipitación modelizada para el año 2050 presenta tendencias opuestas según los
distintos territorios de la Comunidad, que apuntan tanto a un descenso de las mismas como
a un aumento respecto a 1961-90 (Figura 7).
Figura 7. Variación de la precipitación (mm) en el año 2050 (A2 y B2) respecto a 1961-90.
-500 -450 -400 -350 -300 -250 -200 -150 -100 -50 0 50 100 150 200 250 300 350 400 450
Fuente: Elaboración propia.
Bajo el escenario B2, los resultados muestran un descenso general de las precipitaciones para
toda la Comunidad de Andalucía, a excepción del norte de Granada, en donde se observan
algunos observatorios en donde la precipitación aumenta de manera modesta. En general, la
mayor parte del territorio andaluz se encuentra bajo la isolínea de disminución de 0 a -50 mm.
Únicamente en la provincia de Cádiz (Sierra de Grazalema) y en el norte de Sevilla se observan
descensos más acusados.
Mediante el uso de los datos publicados de la base de datos de incendios forestales EGIF,
(Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, 2009), se ha aprovechado para evaluar
alguno de los parámetros antes citados a nivel estatal, facilitando la contextualización del
fenómeno de los incendios forestales en Andalucía en el marco nacional.
A modo introductorio, cabe reseñar que existen estudios análogos al aquí presentado, referidos
a distintos lugares del planeta que parecen ser coincidentes en mostrar que, en las últimas
décadas, las temperaturas más cálidas registradas parecen estar determinando un aumento
de la duración e intensidad de la estación de incendios y de la superficie afectada (Stocks
et al., 1998; Flannigan et al., 2000; Running, 2006; University of Arizona, 2006; Flannigan et
al., 2005). Así por ejemplo, en el oeste de Estados Unidos desde 1986, los veranos han sido
más largos y más calurosos y han tenido, como consecuencia, un aumento por cuadriplicado
del número de incendios y por sextuplicado de la superficie afectada en comparación con el
periodo 1970-1986 (Westerling et al., 2006).
andaluz como a nivel estatal. La base de datos cuenta con información relativa al número de
siniestros (incendios registrados independientemente de su tamaño), superficies quemadas
(ya sean arboladas, de matorral o no arboladas) y en algunos años, número de grandes
incendios (más de 100 ha o más de 500 ha). Asimismo, se han recopilado los datos disponibles
de las valoraciones económicas de las pérdidas asociadas a incendios forestales.
Las principales fuentes de información son la Dirección General de Bosques del Ministerio
de Medio Ambiente y la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Se han
completado también con datos de los respectivos institutos de estadística y de las memorias
forestales colgadas en las páginas web de dichas instituciones, así como del Plan INFOCA.
2.000
1.750
Número de siniestros anuales registrados
1.500
1.250
1.000
500
250
0
8
8
6
0
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
20
30.000
25.000
Número de siniestros anuales registrados
20.000
15.000
10.000
5.000
0
61
64
67
70
73
76
79
82
85
88
91
94
97
00
03
06
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (2009).
Figura 10. Evolución del número de siniestros anuales registrados en España 1961-2006.
Ajuste lineal.
30.000
25.000
20.000
Número de siniestros
15.000
R2 = 0.8409
10.000
5.000
0
61
64
67
70
73
76
79
82
85
88
91
94
97
00
03
06
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (2009).
70.000
60.000
Superficie quemada (hectáreas)
50.000
40.000
30.000
20.000
10.000
0
68
70
72
74
76
78
80
82
84
86
88
90
92
94
96
98
00
02
04
06
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
Fuente: Elaboración propia a partir de Consejería de Medio Ambiente (2009a).
600.000
500.000
Superficie quemada (hectáreas)
400.000
300.000
200.000
100.000
0
1
6
6
0
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (2009).
Figura 13. Evolución de la media móvil de rango cinco años de la superficie forestal
afectada por incendios en España 1961-2008.
350.000
350.000
Número de siniestros
350.000
350.000
350.000
350.000
350.000
0
5
5
96
96
97
97
98
98
98
99
99
00
00
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-2
-2
61
65
69
73
77
81
85
89
93
97
01
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (2009).
100% Matorral
Arboladoa
80%
60%
40%
20%
0%
8
8
6
0
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
20
La proporción de matorral incendiado suele ser mayor que la de arbolado, aunque se registra
una variabilidad anual importante. Además, no parece existir ninguna relación evidente entre
la superficie total recorrida por el fuego y la distribución de ésta por tipo de cubierta. Así, hay
años muy malos en términos de superficie afectada en los que las proporciones de matorral
y arbolado son, indiferentemente, 25 y 75% de un tipo y de otro (1975 y 1980, por ejemplo);
esto también sucede en años con poca superficie recorrida (1987 y 2006).
Figura 15. Evolución de la superficie forestal afectada por incendios en Andalucía según
tipo de cobertura. Superficies expresadas en hectáreas 1968-2008.
70.000
Matorral
60.000 Arboladoa
50.000
40.000
30.000
20.000
10.000
0
8
8
6
0
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
20
extinción siguen aumentando su eficacia y las tareas preventivas permiten reducir el número
de igniciones. Los tres años más virulentos desde el punto de vista de la superficie afectada
anteriormente comentados, destacan en la parte derecha de la gráfica confirmando que la
contribución de los grandes incendios en el reparto total de hectáreas quemadas es muy
relevante (Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, 2005).
Figura 16. Relación entre número de siniestros y superficie forestal arbolada en Andalucía
por década 1968-2008.
2.500 1968-1979
1980-1989
1990-1999
2.000 2000-2008
Número de siniestros
1.500
1.000
500
0
0
0
00
00
00
00
00
00
00
.0
.0
.0
.
40
50
60
70
10
20
30
Figura 17. Localización de los incendios ocurridos en Andalucía por tamaño de la superficie
afectada en los años 2003, 2004 y 2005.
2003
Límites provinciales
1-10
10-100
100-1000
>1000
2004
2005
En términos generales, puede decirse que los incendios forestales se dan prácticamente
en la totalidad del territorio autonómico con la excepción del Valle del Guadalquivir,
eminentemente agrícola. Existe una variabilidad anual muy grande en la localización de
los incendios, pero éstos afectan a todos los tipos de vegetación existentes. Para poner
de manifiesto esta circunstancia, se cruzó el mapa forestal de unidades del Plan Forestal
Andaluz (PFA; Consejería de Medio Ambiente, 2007a), cuya base cartográfica es del 2003
con la localización de los incendios en los años 2003 y 2004. Los resultados presentados
en la Tabla 1 muestran que todas las unidades del PFA, salvo la de los melojares y la de
vegetación rupícola, fueron objeto de fuegos forestales al menos en una ocasión. La última
columna de la tabla que informa sobre la ratio de superficie de vegetación existente por
número de incendios ocurrido en cada unidad del PFA, puede ser interpretada como una
medida de la ocurrencia diferencial de los incendios por tipo de vegetación. Según esta
interpretación, las choperas son las que más frecuentemente están sometidas al fuego,
seguidas de la vegetación ripícola, castañares y otras coníferas.
Tabla 1. Número de incendios por unidad del Plan Forestal Andaluz en los años 2003 y
2004.
Promedio
Unidad del Plan Forestal Superficie (ha) 2003 2004 ha por Incendio
2003-2004
Nº de siniestros
4 -11
12-34
35-99
> 100
La Tabla 2 recoge por provincia la incidencia de los incendios forestales desde el año 1968
hasta 2008. Huelva es la provincia donde más fuegos hay registrados, seguida de Málaga
y Jaén. En el extremo opuesto, en Almería, es donde menos siniestros se dan, apenas el
6% del total, con un promedio de 50 siniestros al año. Considerando que las condiciones
climáticas de Almería no permiten el desarrollo de una cubierta forestal en buena parte de la
provincia, por el exceso de aridez, es lógico que sea la provincia donde menos combustible
haya disponible y por ende donde menos incendios se den. En cuanto a la superficie, siguen
siendo Huelva y Málaga, las provincias más afectadas. Esto puede explicarse en parte a
que la cuenca del Guadalquivir, donde no se registran demasiados incendios como ya se ha
comentado anteriormente, no pertenece a ninguna de estas provincias.
Según datos correspondientes al Plan INFOCA 2009 (Consejería de Medio Ambiente, 2009c)
y en función del índice de frecuencia histórico, los municipios andaluces más afectados por
los incendios forestales en el periodo 1992-2002 son (entre paréntesis, número de siniestros
registrados): San Roque (254), Córdoba (194), Almonte (182), Moguer (159), Mijas (139),
Algeciras (135), Gibraleón (123), Cartaya (112), Lora del Río (106), Castilblanco de los Arroyos
(102) y Los Barrios (97).
Las pérdidas que ocasionan los incendios en productos primarios o en beneficios ambientales,
son cuantiosas, pudiendo superar en años particularmente malos los 400 millones de euros
en beneficios directos y los 1.000 millones en los totales (información tomada de la base de
datos de incendios EGIF del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2009).
La Figura 19 presenta la evolución de dichas pérdidas para el conjunto nacional, calculada
a partir de la misma fuente de datos. En conjunto, para el periodo considerado, las pérdidas
superan los 10.000 millones de euros. En comparación con la década de los sesenta y
setenta, las pérdidas económicas son muy superiores desde el principio del siglo XXI, aunque
menores que en la década de los noventa.
1.200
Pérdidas en millones de euros
1.000
800
600
400
200
0
61
63
65
67
69
71
73
75
77
79
81
83
85
87
89
91
93
95
97
99
01
03
05
07
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (2009).
Uno de los aspectos que más preocupan a los gestores de las políticas de lucha contra
los incendios, es el posible aumento de la dispersión de los fuegos a lo largo del año, esto
es que la distribución clásica de los incendios en el periodo estival, tienda a hacerse más
homogénea, aumentando el número de siniestros en otras épocas del año (Mouillot et al.,
2002). En el caso de que esto tienda a suceder, será necesario contar con los medios de
extinción durante más meses al año, lo que aumentará los costes económicos totales.
Figura 20. Ocurrencia de incendios en la España Peninsular en los distintos meses del año
durante la década 1990-1999. (Se muestra el número medio de incendios por mes).
Nº de incendios
1-2
2-5
5-10
10-50
50-100
> 100
Figura 21. Evolución anual del número de siniestros por mes en el periodo 1968-2008 en
Andalucía.
140.000
120.000
Pérdidas en millones de euros
100.000
80.000
60.000
40.000
20.000
0
o
zo
ril
re
lio
e
to
e
er
er
ay
ni
br
Ab
br
ub
br
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M
m
ct
Ag
Fe
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ie
O
pt
ci
ov
Di
Se
N
Fuente: Elaboración propia a partir de Consejería de Medio Ambiente (2009a).
Figura 22. Evolución anual de la distribución porcentual del número de siniestros por mes
en dos periodos distintos: 1968-1977 y 1999-2008.
35
1968-1977
30 1999-2008
25
20
15
10
0
o
zo
ril
e
lio
e
re
e
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er
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Ab
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ub
Ju
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br
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M
em
M
em
Ag
ct
Fe
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ci
O
pt
i
ov
Di
Se
Por otro lado, el tamaño de un incendio varía según la fuente de ignición y del peligro climático
de la zona. Según los estudios realizados, las igniciones intencionadas tienden a producir
incendios menos variables en lo que se refiere a las áreas quemadas que aquellos causados
por rayos. Sin embargo, el grado de diferencia entre los incendios causados por diferentes
fuentes de ignición depende de la zona climática. Un área con alto peligro climático (levante)
produce distribuciones de frecuencias del tamaño de los incendios similares entre aquellos
incendios causados por distintas fuente de ignición, mientras que otras áreas con menor
peligro (noroeste) producen distribuciones más variables. Por tanto, la fuente de ignición
es responsable de una mayor variabilidad en el tamaño de los incendios en zonas menos
proclives a los incendios que en aquellas que lo son más (Figura 23).
Figura 23. Relación entre la proporción de área quemada (Ep(p)) por una proporción (p) de
incendios en tres zonas de España entre los años 1974 y 1988.
Nota: La proporción de incendios (p) se calcula acumuladamente, comenzando por los incendios más grandes y terminando por
los más pequeños. Así, la flecha señala la proporción de superficie quemada por el 10% de los incendios más grandes. Nótese
la mayor variabilidad entre años del levante y centro que del noroeste de España y que en años extremos, apenas un 10% de
los incendios afectan a más del 95% de la superficie quemada en el año.
6.2.7. Causalidad
Según datos de Vázquez y Moreno (1995), tan sólo el 10% de los incendios forestales en
España son ocasionados por rayos, por lo que el origen de los incendios es mayoritariamente
humano. La Figura 24 recoge la evolución de la causalidad de los siniestros por tipo en
Andalucía. Se observa que los incendios naturales son muy residuales salvo en años
concretos (1993, 2001). A pesar de que los incendios ocasionados por rayo son poco
importantes, en algunas zonas como Teruel sí lo son y están vinculados al periodo estival.
Por otro lado, las negligencias y los incendios intencionados tienen una evolución parecida
siendo relativamente poco importantes en los sesenta y aumentando paulatinamente
hasta finales de los ochenta, siendo muy relevantes desde la década de los noventa. La
investigación sobre la causalidad muestra importantes mejoras a partir del año 1995 cuando
empiezan a descender considerablemente el número de sucesos de causa desconocida.
Por su lado, los incendios causados por accidentes, tienen una marcada variabilidad
interanual, observándose una ligera tendencia positiva en la última década. En definitiva,
a tenor de los resultados mostrados queda claro que es necesario que entre las medidas
de adaptación propuestas haya algunas destinadas a disminuir las igniciones accidentales,
negligentes e intencionadas de manera que se pueda reducir la contribución humana como
causante del fuego.
Figura 24. Evolución de la causalidad del número de siniestros en Andalucía por tipo
1968-2008
900 Intencionados
Negligencias
800
Naturales
700 Accidentales
Desconocidos
600
500
400
300
200
100
0
68
70
72
74
76
78
80
82
84
86
88
90
92
94
96
98
00
02
04
06
08
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
20
De cara a realizar una evaluación a futuro de los índices de riesgo, en el marco del cambio
climático, el mayor problema reside en la obtención de datos meteorológicos, ambientales
y socioeconómicos válidos para dicho periodo y con la suficiente resolución espacial. No
resulta, por tanto, muy operativo hacer uso de estos índices de riesgo para poder determinar
el posible cambio en la ocurrencia de incendios futuros, a lo que se añade la incapacidad
para predecir el número de igniciones, su distribución espacial y temporal. Dichos índices no
han sido empleados en el análisis de vulnerabilidad posterior pero se describen brevemente,
a continuación, con objeto de aportar información sobre su estructura, puesto que, tal
vez en el futuro, puedan ser calculados y servir como indicadores tempranos de riesgo en
predicciones para 2050.
De entre los índices citados, el índice de riesgo estructural no depende directamente de las
variables meteorológicas ni requiere actualización periódica.
Como su propio nombre indica, el riesgo estructural de incendios (Figura 25) es un índice
de estimación del riesgo determinado a partir de la evaluación conjunta de ciertas variables
estáticas dependientes de las características del propio territorio (índice territorial de riesgo)
y del valor de los ecosistemas forestales potencialmente afectados (índice de calidad de los
sistemas). Este índice, desarrollado por la Consejería de Medio Ambiente (Salas et al., 2003b)
permite mostrar, de manera integrada y sencilla, el potencial de riesgo de incendio de todo el
territorio forestal de Andalucía.
Figura 25. Esquema metodológico del cálculo del riesgo estructural y variables de las que
depende.
Continuidad
La memoria del Plan INFOCA 2009 (Consejería de Medio Ambiente, 2009c) recoge paso a paso
la metodología de cálculo del índice. A continuación, se exponen los resultados generales.
El análisis conjunto del riesgo por pendiente y por combustibilidad permite obtener un Índice
Territorial de Riesgo, que delimita aquellas áreas en las que el comportamiento esperado del
fuego sea más desfavorable y la dificultad en la extinción sea mayor, para adoptar así las
medidas de protección adecuadas a las características del territorio. En Andalucía, el Índice
Territorial de Riesgo de Incendios es alto o muy alto en el 44% del territorio y bajo o muy bajo
en el 17%. A estos valores del índice, la combustibilidad contribuye sensiblemente en mayor
medida que la pendiente.
Se asume que el valor del Índice de Riesgo Estructural es dependiente del tipo de sistema
vegetal, pues se considera que aquellos terrenos forestales más valorados (con más calidad)
tenderán a ser mejor protegidos (mediante medidas preventivas) y a contar con más medios
de vigilancia. En el cómputo del Índice de Calidad, intervienen los Subíndices de Calidad
de la Formaciones Vegetales (ICFV), el Índice de Calidad según Régimen de Protección
(ICRP) y el Índice de Calidad por Superficie Forestal Continua (ICSC). El ICFV depende de
la formación vegetal y su valor se asigna atendiendo a criterios de vulnerabilidad frente al
fuego, siendo nulo en espacios con poca vegetación y máximo en formaciones arboladas
y de matorral denso. El ICRP se asigna en función del tipo de figura de protección de un
espacio natural, pues se asume que el mayor grado de protección es debido a la mayor
calidad de los ecosistemas. Los terrenos forestales de Doñana y Sierra Nevada tienen el
valor máximo (3) y las áreas sin proteger el valor mínimo (0). Finalmente, el ICSC otorga más
calidad a aquellas formaciones con mayor continuidad de las masas forestales (medida como
superficie homogénea contigua del mismo tipo de formación).
La suma de los tres subíndices permite conocer el Índice de Calidad de los Terrenos Forestales
en la actualidad. El 4% de la superficie forestal autonómica presenta una calidad muy alta, el
53% una calidad alta y el 43% restante, una calidad media.
Estos resultados ponen de manifiesto que, sin entrar en consideraciones que impliquen
la exposición a situaciones meteorológicas críticas o dinámicas de presión antrópica
perjudiciales, el riesgo de incendio en Andalucía es un hecho congénito a la existencia del propio
monte y dependiente de sus características intrínsecas, de manera que independientemente
del contexto climático y socioeconómico futuro, es imprescindible contar con adecuados
planes de vigilancia y prevención que permitan minimizar los impactos causados por esta
perturbación. Como aplicación básica del índice territorial de fuego, puede citarse el diseño
de la red básica de cortafuegos de Andalucía.
más favorables son las condiciones para el inicio y el desarrollo del incendio. El Índice de
Riesgo Meteorológico informa de:
La precipitación pasada y futura es una variable que modula el valor del índice de riesgo,
puesto que reduce la probabilidad de ignición de los combustibles, reduce el poder desecante
de la temperatura y los vientos, etc. Sin embargo, pasados unos días después de la lluvia, la
precipitación favorece el desarrollo vegetal, aumentando por tanto el riesgo de incendio. Por
este motivo, se tiene en cuenta la precipitación ocurrida en los últimos seis días.
Tabla 3. Tabla de categorización del nivel de riesgo en función del valor del índice
meteorológico, la probabilidad de ignición y la presencia o ausencia de precipitación.
Nota: 0 corresponde a nivel de riesgo Bajo, 1 Medio, 2 Alto y 3 Extremo.
A B A B A B A B
0-20 0 0 0 0 0 0 1 0
21-40 0 0 1 0 1 0 2 0
41-60 1 0 2 0 2 1 3 1
>60 2 0 2 1 3 1 3 2
En función de los valores del índice de riesgo, se pueden distribuir los medios anti-incendio,
destinando más medios y efectivos a aquellas zonas donde el riesgo es más elevado, de
manera que se optimizan los equipos existentes.
Basado en el estudio de imágenes diarias del satélite NOAA-AVHRR, con una serie
histórica que cubre desde el año hidrológico 1992/1993 hasta la actualidad, la Consejería
de Medio Ambiente realiza un seguimiento de la respuesta de la vegetación a la reducción
de la disponibilidad de recursos hídricos. Estos trabajos se ejecutan mediante técnicas de
teledetección. En concreto, el vigor de la vegetación y su nivel de estrés hídrico debidos a
cambios fenológicos y a respuestas a las condiciones meteorológicas, se evalúa a través del
llamado NDVI - Normalized Difference Vegetation Index (Alcaraz, 2006). El NDVI se calcula a
partir del grado de actividad fotosintética según la luz reflejada por la vegetación en relación
con la recibida del sol. A partir del índice NDVI y para estandarizarlo, se calcula el Índice de
Verdor que aporta un valor en tanto por ciento del NDVI actual respecto al máximo (100%) y
mínimo (0%) NDVI registrado en ese lugar entre todo el registro histórico del que se disponen
datos. La cartografía del valor del Índice de Verdor, permite conocer de un vistazo las regiones
con mayor potencial para arder y, por ende, un indicador del riesgo de incendios forestales
(Figura 26). Para el mes de agosto de 2009, se puede observar que la provincia de Almería,
así como zonas de la sierra norte de Córdoba y parte oriental de Granada, presentan niveles
elevados de deshidratación siendo especialmente vulnerables al fuego. Las regiones con
elevadas precipitaciones como la Sierra de Grazalema y Los Alcornocales en Cádiz y las
comarcas sevillanas del Aljarafe y Bajo Guadalquivir presentan valores del índice elevados,
alejados de condiciones de estrés. Esto permite considerar estas zonas como con bajo
riesgo de incendio y, por tanto, destinar los esfuerzos de extinción y vigilancia a otras zonas
de vegetación más estresada.
Figura 26. Valores medios del Índice de Verdor en Andalucía. Mes de agosto 2009.
Límites provinciales
Vegetación estresada
Normal
Vegetación no estresada
Para un territorio dado, el Índice de Frecuencia se calcula como el cociente entre el número
total de incendios registrados en dicho territorio en un periodo de años y el número de
años de dicho periodo. Habitualmente, el Índice de Frecuencia se calcula por municipio. La
Tabla 4 recoge los valores cualitativos del Índice en función de su valor numérico.
1–2 Bajo
3–4 Moderado
5–6 Alto
7 – 10 Grave
> 10 Extremo
Cuando el valor del Índice de Frecuencia se calcula a corto plazo (30 últimos días), se
obtiene un conocimiento preciso de la evolución de la recurrencia en la campaña vigente
y en su caso, se puede corregir la asignación de medios hacia aquellas zonas donde la
frecuencia alcanza valores altos. Es habitual ponderar el valor del Índice de Frecuencia
municipal por el tamaño del municipio. A este indicador ponderado se le conoce como
Índice de Frecuencia Corregido.
7.1. Introducción
Una vez caracterizados los escenarios climáticos para el año objetivo 2050 y realizadas
las pertinentes comparaciones con el clima actual, se pretende, en el presente apartado
determinar de qué manera estos cambios en los regímenes térmicos y pluviométricos pueden
afectar al patrón espacio-temporal, a la dinámica y a las principales características de los
incendios forestales en Andalucía (incluyendo los eventos meteorológicos extremos). Para
ello, se ha dividido el apartado en tres partes temáticas que siguen una lógica argumental:
Finalmente, y a partir de los resultados de los dos puntos anteriores, se describen los
principales cambios esperables en las características de los incendios forestales en Andalucía,
y se identifican las principales vulnerabilidades relacionadas con el régimen de incendios.
Se presentan por naturaleza del factor causal, las características de los principales factores o
determinantes que controlan los incendios forestales en el ámbito mediterráneo.
Clima
El clima mediterráneo caracterizado por sus veranos cálidos y prolongados y por su escasez
de precipitaciones estivales, responsable principal de la composición de los bosques
andaluces, se yergue como uno de los principales responsables de que los incendios
forestales constituyan una de las mayores preocupaciones de las sociedades actuales,
pasadas y futuras (De Castro et al., 2007).
Las condiciones sinópticas típicas del verano caracterizadas por la combinación de altas
temperaturas medias, elevada frecuencia de temperaturas máximas muy cálidas, alta
insolación, vientos de gran poder desecante (asociados a inestabilidad atmosférica), reducidas
lluvias, baja humedad ambiental y escasa capacidad de campo, genera un marco excelente
para propiciar que un pequeño foco de calor desencadene un incendio, y éste se propague
con facilidad por los terrenos forestales (Mérida, 2000). La Figura 27 representa de manera
esquemática la relación entre las variables meteorológicas citadas y su tendencia probable
en el contexto de cambio climático previsto. Se comenta de manera breve la importancia y
evolución de las siguientes variables: temperatura, precipitación, viento y rayos.
Cambio climático
Precipitación Temperatura
Desertificación
Temperaturas
Pese a sus diferencias, todos los modelos de clima existentes, usando diferentes escenarios
de emisiones, son consistentes en predecir aumentos de las temperaturas medias globales
(IPCC, 2007), lo cual ha quedado patente en el apartado anterior para todo el territorio
andaluz, mediante los resultados regionalizados por la FIC para ECHAM4. Aunque existen
diferencias sustanciales en los aumentos térmicos según la comarca, éstos se esperan tanto
en verano como en invierno y afectarán a las mínimas, a las medias y a las máximas. La
temperatura es una de las variables meteorológicas clave en el mecanismo de funcionamiento
de los incendios, modulando tanto las probabilidades de ignición como de propagación,
fundamentalmente a través de su efecto sobre el estado físico del agua tanto en el aire,
el suelo como en la vegetación. Por este motivo, puede asegurarse que los incrementos
térmicos suponen un aumento de la vulnerabilidad, a distintos niveles de complejidad, de
todas las formaciones vegetales al fuego. Los terrenos forestales cordobeses, jiennenses y
sevillanos septentrionales, donde se prevén importantes incrementos de las temperaturas,
serán especialmente sensibles.
En términos generales, los incendios se producen cuando las temperaturas son elevadas y
permiten generar condiciones de estrés hídrico para la vegetación (a través de elevados valores
de transpiración) que conducen a situaciones de elevada sequedad de las plantas, lo que
facilita su combustión. Parece necesario, por tanto, conocer con más detalle la implicación,
que sobre el mecanismo de los incendios, tiene la previsión del calentamiento global. Para
ello, se prestará especial atención a dicha variable en la evaluación de los distintos índices
bioclimáticos calculados en el apartado siguiente. Tal y como se ha definido en al apartado
metodológico en lo relativo a la exposición, cuanto mayor sea el cambio proyectado en el clima,
mayor será el estímulo que pueda desembocar en impactos potenciales.
Precipitaciones
Adicionalmente, otros estudios de la Fundación CEAM, apuntan una relación directa entre la
precipitación del año anterior y la superficie quemada en el verano siguiente (Pausas, 2004).
En este estudio realizado en la Comunidad Valenciana, se argumenta que precipitaciones
abundantes en un determinado año pueden dar lugar a un crecimiento adecuado de las
comunidades vegetales que tras dos años en condiciones de sequía generan una cantidad
importante de combustibles promoviendo que se den importantes incendios en dichas
localizaciones, por ello, el efecto global de años particularmente húmedos puede no ser
positivo. Por su parte, las lluvias torrenciales típicas de ambientes mediterráneos afectan
sinérgicamente con los incendios a la erosión del suelo, modificando el potencial de desarrollo
vegetal y de nuevo a su disposición a quemarse (De Luis et al., 2003).
Por otro lado, la falta de lluvias también da origen a un incremento de la aridez que merma las
posibilidades de éxito de la mayor parte de comunidades vegetales, fomentando a medio plazo
procesos de desertificación (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2006c). A
la larga, esto supone incrementar la superficie de terrenos en los que no inciden los incendios
forestales por falta de combustibles. Por otro lado, las propias cubiertas vegetales pueden
modificar la distribución espacio-temporal de las precipitaciones (Rodríguez Suárez et al., 2009),
lo que aumenta la complejidad del sistema de relaciones entre vegetación y precipitación.
Viento
Bien es sabido, sobre todo por los agentes responsables de la extinción de incendios, que el
viento es una variable fundamental para entender la propagación y la ignición del fuego. La
velocidad del viento es directamente proporcional a la velocidad de propagación del fuego y
a la cinética de oxigenación de la combustión. En general, las situaciones de mayor peligro
son aquellas que vienen acompañadas de vientos fuertes y secos o con efecto Foehn, pues
aumentan la desecación de la vegetación y del suelo.
Rayos
Tal y como recoge el Estudio de Impactos preliminares del Cambio Climático en España
(Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2005) las predicciones basadas en
los modelos de circulación general indican que el número de descargas de rayos tenderá a
aumentar. Los rayos no sólo serán más abundantes sino que se extenderán más a lo largo del
año, ampliando la estación de incendios. Según ciertos estudios (de Pablo y Soriano, 2002;
A lo largo de la historia, los distintos climas existentes han determinado, junto con los sustratos
disponibles, la distribución territorial de las distintas formaciones vegetales. A estos factores
esenciales se unen, en la Cuenca Mediterránea, los intereses humanos, debido a la histórica
ocupación y modificación de la misma. Así, las especies de plantas presentes en Andalucía están
adaptadas a las condiciones climáticas actuales, siendo especialmente resilientes al fuego. De
hecho, muchas comunidades requieren incendios periódicos para completar sus ciclos vitales:
especies rebrotadoras como los brezos y muchas quercíneas o liberadoras de semillas pirofíticas
como las jaras o cuya germinación se ve estimulada por el fuego (Pausas, 1999).
Los pinares constituyen, junto con las distintas especies de Quercus sp., las masas arboladas
más extensas de Andalucía. La mayor parte de las especies de pino presentes (Pinus
halepensis, Pinus pinea, Pinus pinaster) se caracterizan por presentar un elevado contenido
en resinas y aceites esenciales, extremadamente inflamables. Aunque son especies que
requieren el fuego ocasional para completar su ciclo vital, son vulnerables a los fuegos
recurrentes. En muchos casos, la inflamabilidad de la vegetación secundaria sucesional es
mayor que la de la vegetación natural madura. Esto es particularmente así en el caso en el
que la vegetación pionera esté dominada por especies acumuladoras de combustible fino y
necromasa. Por ello, la relación entre inflamabilidad de la vegetación y clima no es simple
(Piñol et al., 1998). Además, la vegetación que crece tras la quema de algunas plantaciones
de coníferas o de frondosas tipo eucalipto es, con frecuencia, altamente inflamable.
7.2.3. Topografía
Aunque el cambio climático no afecte a la topografía, la vegetación que cubre las pendientes
más fuertes puede ir variando con el devenir de los años, siendo más sensibles ante el
efecto de los incendios sólo por el hecho de ocupar dichas localizaciones. Por este motivo
es necesario seguir con atención las modificaciones de las áreas de distribución de las
comunidades forestales asociadas al cambio climático, poniendo especial énfasis en las
poblaciones que se ubiquen en zonas de elevada pendiente.
Por otro lado, este incremento de población en entornos urbanos con un interés cada vez
mayor por realizar actividades en contacto con la naturaleza (mayor demanda social del
monte) y asociado a las mejoras socioeconómicas y de movilidad existentes, aumentará el
uso público y el número de visitas a espacios naturales. Este incremento del uso recreativo
del monte hará aumentar el número de igniciones fortuitas o por negligencia, aumentando
la exposición del monte al fuego. Además, un clima benigno a lo largo del año fomentará
que estos incendios puedan darse prácticamente en cualquier estación. Contrarrestando
esta posibilidad estaría la mejora paulatina en información y formación de la población y su
sensibilización hacia el problema de los incendios, de manera que las fuentes de ignición
podrían reducirse.
Figura 29. Esquema mecanicista de relación de las variables críticas responsables de los
fuegos forestales. Evolución probable en el marco del cambio climático.
Nota: En amarillo, motores de cambio global, en azul variables meteorológicas, en verde variables de dinámica vegetal y, en gris
variables sociológicas.
Cambio climático
Inflamabilidad de la
Nº descargar rayos
vegetación
Incendios forestales
Acumulación de Negligencias
Pastoreo
combustile Vegetación sucesional
más inflamable
Visitación a
Abandono rural
espacios naturales
Q = (100*P)/(Mi2-mi2), donde
La tipificación climática resultante depende del valor de Q según los siguientes rangos y tipos
de vegetación más representativa:
Q Clima Vegetación
0 – 30 Árido Matorrales
Figura 30. Distribución de los distintos tipos de clima mediterráneo según el Índice
de Emberger en Andalucía para las décadas 1961-1970; 1971-1980 y 1981-1990 y las
predicciones a 2050 bajo los escenarios A2 y B2.
1961-1970
Límites provinciales
Índice de Emberger
Árido
Semiárido
Subhúmedo
Húmedo
1971-1980
Límites provinciales
Índice de Emberger
Árido
Semiárido
Subhúmedo
Húmedo
1981-1990
2050 A2
2050 B2
Las previsiones para el año 2050 parecen seguir esta misma dinámica de aridificación, siendo
el escenario A2 más crítico que el B2. Así, según el primero de los escenarios, la totalidad del
territorio autonómico se clasificaría en zonas áridas (71,5%) o semiáridas (28,5%). Sólo las
Sierras de Aracena en Huelva, Segura en Jaén y la zona litoral de Cádiz y Málaga presentan
un clima semiárido. En el escenario B2, el clima subhúmedo sigue presente, aunque sólo en
el 5% de Andalucía, apenas la mitad de la extensión de la existente en 1981-1990.
Periodo temporal
Clima
61-70 71-80 81-90 2050-A2 2050-B2
Nota: Los cálculos están realizados con los datos observacionales de las décadas 1961-1970, 1971-1980 y 1981-1990 y con las
previsiones de ECHAM4 regionalizadas para Andalucía, bajo los escenarios A2 y B2.
A tenor de todo lo comentado, parece clara la existencia de una tendencia hacia la aridificación
del clima desde hace varias décadas que se proyectará en el futuro, independientemente del
escenario de emisiones. Esto corrobora lo previsto en los estudios a nivel nacional (Gobierno
de España, 2007) y europeo (Consejo Europeo, 2009). Desde la perspectiva de los incendios
forestales, esto tiene una gran relevancia pues generará con bastante probabilidad un
aumento de la desecación de la vegetación, que tendrá que ir adaptándose a condiciones
de mayor xericidad. Dicha desecación puede conducir a un aumento de la inflamabilidad y,
por tanto, a un incremento de la sensibilidad a incendios, generalizado en toda Andalucía y
especialmente notable en las provincias orientales. Por otro lado, hay que tener en cuenta
que en condiciones de demasiado estrés hídrico y térmico para la vegetación, ésta puede dar
paso a sistemas desertificados exentos de posibilidades de incendiarse al no tener entidad
suficiente como para albergar un fuego.
IA Clima
0 – 20 Desértico
20 - 40 Árido
40 - 60 Semiárido
Se ha calculado el Índice de Lang para el periodo climático 1961-1990 y para el año objetivo
2050 bajo los dos escenarios de emisiones habituales, A2 y B2, para distintas estaciones
ubicadas en todas las provincias andaluzas. El valor de temperatura media empleada para
el cálculo del indicador es el promedio de las temperaturas medias diarias del periodo 1961-
1990 cuya fuente es la Agencia Estatal de Meteorología. Los datos de precipitación acumulada
anual son de la misma fuente y corresponden al promedio de las lluvias anuales para el mismo
periodo. En cuanto a los datos para el año 2050, los datos de precipitación son los generados
para dicho año horizonte por la FIC mediante regionalización para los escenarios de emisiones
A2 y B2 del modelo ECHAM4 de circulación general. Los datos de temperatura media para 2050
son desconocidos para estas estaciones. Para poder calcular el valor del índice y establecer la
evolución de la aridez, se ha optado por establecer dos posibles escenarios térmicos, que la
temperatura media ascienda un grado en promedio respecto de la media registrada en el periodo
1961-1990; que el ascenso sea de dos grados. Así, el valor de temperatura media de 2050 se
obtiene para cada una de las estaciones añadiendo 1 ó 2 grados según el caso. Los resultados
del cálculo del índice de Lang se presentan en la Tabla 7. Antes de proceder a analizar dichos
resultados, se ha querido justificar la metodología de estimación de la temperatura media para
el cálculo del índice para 2050 contextualizando el aumento de temperaturas previstas.
En la Figura 31, se puede observar una comparativa entre los valores de temperaturas
máximas, mínimas y medias del periodo 1961-1990 (cuadrados) y los valores de máximas
y mínimas resultado del downscaling de la FIC a partir del modelo de circulación general
ECHAM4, para el escenario A2 (círculos) y el B2 (triángulos). Se observa que tanto para A2
como para B2 existe un aumento de las mínimas y máximas para todas las estaciones. En
promedio, el aumento es de 2,5ºC para las máximas y 2ºC para las mínimas. Se han resumido
en la Tabla 6 los resultados de las comparaciones entre ambos escenarios y el régimen
climático normal.
Figura 31. Temperaturas máximas, medias y mínimas en Andalucía. Promedios del periodo
1961-1990 y previsiones para 2050 (escenarios A2 y B2) con estimaciones de temperaturas
medias en 2050 (media del periodo 1961-90 más uno y dos grados).
30 Mínima 61-90
28 Máxima 61-90
Media 61-90
26
Máxima A2
24
Mínima A2
22
Máxima B2
Temperatura (ºC)
20
Mínima B2
18
Media 61-90+1
16
Media 61-90+2
14
12
10
6
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Fr Cá
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Se
Al
G
ór
G
C
Variable de Diferencia
Periodos comparados Máxima diferencia Mínima diferencia
temperatura promedio
1961-90 y 2050 A2
1961-90 y 2050 B2
En el periodo de referencia, se observa que todas las estaciones analizadas están clasificadas
como de clima árido, salvo la estación de Almería aeropuerto que es de carácter desértico.
La tendencia hacia la aridificación descrita anteriormente, se observa claramente en el 2050,
tanto bajo el escenario A2 como el B2. Así, las estaciones de Huelva, Málaga, Granada,
Almería y Sevilla presentan un carácter desértico según el índice de Lang, incluso con un
sólo grado de aumento de la temperatura media respecto del valor para el periodo 1961-
1990. En el resto de provincias, el comportamiento hacia un clima más árido es igualmente
generalizado, aunque con variaciones en intensidad, según el escenario y el aumento térmico
que se considere. De esta manera, el escenario A2 supone un cambio menos drástico que el
B2, según los resultados pues la estación de Tarifa sólo pasa a un comportamiento desértico
en caso de un ascenso de dos grados en la temperatura media, mientras que en B2 lo hace
siempre. Tan sólo la estación de Córdoba aeropuerto mantendría según estas estimaciones
su actual clasificación termopluviométrica.
Desde el punto de vista de los incendios forestales, parece claro que en el año 2050 (tanto
en A2 como en B2) la disminución de las precipitaciones anuales será tan relevante que
generará aumentos en las condiciones de aridez, independientemente del aumento de la
temperatura media. Esto conducirá, con elevada probabilidad, a una mayor desecación de
los combustibles y, por tanto, a una exposición a los incendios forestales más importante de
manera generalizada en todo el territorio andaluz, salvo en Córdoba.
Desértico
Estaciones de referencia 2050 Árido
1961-
1990
A2 B2
Código Nombre de la estación
+1 +2 +1 +2
4642E Huelva
Con el objeto de mantener la coherencia en el análisis con índices climáticos del territorio
de Andalucía, iniciado con el índice de Emberger y pese a la falta de datos modelizados de
temperatura media tanto del periodo de referencia como del año 2050, para la mayor parte
de estaciones meteorológicas se ha cartografiado el índice de Lang (Figura 32), empleando
una estimación del valor de la temperatura media. Para cada una de las estaciones y para
los cinco periodos temporales contemplados, se ha calculado la temperatura media como el
valor de la semi razón de las temperaturas máxima y mínima: Tmedia = (Tmax + Tmin) / 2.
Se observa que, en la década de los sesenta, la mayor parte del territorio andaluz poseía un
carácter árido, salvo el oriente almeriense y el entorno de la ciudad de Huelva, donde el valor
del índice de Lang indicaba un carácter desértico. Las zonas más lluviosas, Sierra de Ronda,
Sierra de Cazorla y Sierra de Aracena, se situaban en el rango del semiárido al templado cálido.
Conforme fueron pasando los años del siglo pasado, el conjunto del territorio autonómico se
fue aridificando, desapareciendo las zonas templado-cálidas y extendiéndose por el litoral
mediterráneo y atlántico el carácter desértico.
En 2050 se espera que esta tendencia prosiga de manera intensa, tanto bajo el escenario
A2 como el B2, siendo más marcado bajo el primero. Así, las dos manchas de semiárido
desaparecen y sólo la comarca de la Sierra de Huelva, el Condado y Sierra de Segura en Jaén,
comarca de Huéscar en Granada, los Vélez en Almería, Campo de Gibraltar y Serranía de
Ronda en Málaga, presentan un valor del índice árido. La Sierra Norte de Sevilla, la Sierra de
Cádiz y la parte occidental del Campo de Gibraltar pasan al desértico sólo en el caso de A2.
Figura 32. Distribución de los distintos tipos de clima mediterráneo según el índice de Lang
en Andalucía para las décadas 1961-1970, 1971-1980 y 1981-1990 y las predicciones a
2050 bajo los escenarios A2 y B2.
Desértico
Árido
Semiárido
Templado
1971-1980
Desértico
Árido
Semiárido
Templado
2050 A2
2050 B2
Índice de Mediterraneidad
Se trata de evaluar cómo los cambios en determinadas variables climáticas inducidas por
el cambio climático pueden afectar, a través de las relaciones entre las mismas, a este
carácter mediterráneo del clima. A priori, según lo apuntado por los modelos de clima
regional, la tendencia al calentamiento generalizado de todos los territorios de Andalucía
es clara, pero dicho calentamiento se acompaña de un comportamiento más heterogéneo
de las precipitaciones, pudiendo de esta manera generar o no modificaciones en algunas
variables secundarias, como la evapotranspiración. Estas modificaciones pueden afectar a
su vez al tipo de vegetación existente, potenciando el desarrollo a medio y largo plazo de
nuevos sistemas ecológicos. Indudablemente, esto tiene interés desde el punto de vista de
los incendios forestales, pues determina las medidas preventivas y las formas de lucha a
adoptar contra el fuego.
Entre los biogeógrafos españoles se suele valorar la dimensión bioclimática mediante índices
que expresan la relación entre evapotranspiración potencial y pluviosidad media durante los
meses estivales (Muñoz, 1999). Uno de estos es el Índice de Mediterraneidad desarrollado
originalmente por S. Rivas Martínez y cuya expresión queda recogida en la siguiente fórmula:
El límite del medio mediterráneo queda marcado por el valor mínimo de Im3 = 2,5, siendo
las características del clima más marcadas cuanto mayor es el valor del índice (se suele
considerar el carácter bien marcado cuando Im3 > 10). Teniendo en cuenta las variables
con las que se calcula el índice, cuanto mayor es el valor, mayor es la proporción de la
evapotranspiración respecto de la precipitación en el verano, lo que se traduce en un mayor
estrés hídrico para la vegetación y el suelo y un mayor grado de aridez del territorio. Este
índice es relevante para este estudio, pues permite estimar un parámetro integrado clave
para la ignición y propagación de los incendios forestales en Andalucía.
Para el periodo de referencia, se observa que todas las estaciones son claramente
mediterráneas, siendo el valor más bajo el registrado en Granada aeropuerto, el más alto
en Almería aeropuerto y el promedio superior a Im3 = 17. En términos generales, el verano
andaluz queda caracterizado por presentar una recarga hídrica negativa en el sistema suelo-
planta siendo la evaporación y la transpiración muy superiores a los aportes por lluvia. Este
fenómeno se traduce en una pérdida global de humedad en las plantas, siendo el origen de
todas las estrategias vegetales de protección contra la marchitez, a saber, el desarrollo de
hojas crasas, cierre estomático, pérdida de hojas, etc.
Nota: Los datos del periodo 1971-2000 han sido extraídos de la AEMET (Valores climatológicos normales de Andalucía
descargados de www.aemet.es. Los datos de 2050 corresponden a datos de precipitaciones tomados de los escenarios para
2050 de la FIC para los escenarios A2 y B2; datos de temperaturas medias son los del promedio del periodo 1971-2000 más 1
o 2ºC. Los datos de insolación se consideran constantes a lo largo del periodo 1971-2000.
Índice de mediterraneidad
2050 - A2 2050 - B2
1971-
2000
+ 1ºC + 2ºC + 1ºC + 2ºc
Cuando se analiza el valor del índice en 2050 bajo el escenario A2, se observa que, en conjunto,
el índice es muy inferior al periodo de referencia, disminuyendo en todas las estaciones la
característica de la mediterraneidad. De este modo, el valor de Im3 se reduce entre tres
y cuatro veces en observatorios como los de Málaga, Córdoba, Huelva, Sevilla y Tarifa,
mientras que en Granada o Almería se divide entre dos. Esto se debe en esencia al aumento,
aunque heterogéneo, de las precipitaciones predichas para Andalucía, donde la zona oriental
verá aumentada su nivel de lluvias y la zona occidental y Valle del Guadalquivir registrará un
descenso significativo en sus precipitaciones. El calentamiento asociado al cambio climático
tiene un efecto menos relevante sobre el valor del índice, siendo más importante cuanto más
calentamiento se predice. Así, en promedio para toda Andalucía, el índice de mediterraneidad
es 8,59 y 9,29 para aumentos en la temperatura media en 2050 de 1 y 2ºC, respectivamente.
En cuanto al escenario B2, se observa un comportamiento parecido para la mayor parte
de las estaciones, salvo para Almería y Jerez de la Frontera, en las que el índice aumenta,
intensificando el carácter mediterráneo de dichas zonas. Para el resto, los valores del Im3
se sitúan entre los valores en el periodo de referencia y los calculados para A2. Esto se
debe a que los cambios en las temperaturas son menos intensos y que, salvo para ciertas
zonas, las lluvias previstas aumentan de manera generalizada. Así, con incrementos en el
numerador y denominador, el valor de mediterraneidad no varía tanto como para A2. En
promedio para toda Andalucía, el índice de mediterraneidad es 15,82 y 17,15 para aumentos
en la temperatura media en 2050 de 1 y 2ºC, respectivamente.
Para realizar la cartografía presentada en la Figura 33 ha sido necesario calcular el valor del
índice de mediterraneidad Im3 en las más de doscientas estaciones meteorológicas con
las que se trabaja habitualmente, determinando para ello el valor de temperatura media a
partir del promedio de la temperatura máxima y mínima en cada uno de los cinco marcos
temporales analizados. Además, se ha calculado mediante el método de Thornthwaite el
valor de la evapotranspiración, que se ha corregido mediante la duración de los días del
mes y las horas de sol diarias. Este último dato proviene de una modelización realizada por
la Consejería de Medio Ambiente cuyos resultados se presentan de manera cartográfica en
el Anejo 1. Dichos mapas informan del promedio mensual de horas de sol diarias para cada
uno de los doce meses del año en todos los puntos de Andalucía en función del relieve, la
orientación, la altitud, etc.
Se observa que el índice de mediterraneidad nunca desciende del valor límite 2,5 ni en las
décadas pasadas ni en las predicciones de futuro, si bien se puede observar que a lo largo
del periodo 1971-1990, el carácter mediterráneo se fue haciendo cada vez más patente en
Andalucía, sobre todo en la parte occidental. Así, el frente atlántico de Huelva y Cádiz pasa de
valores cercanos a 15 a valores de 20. Esta tendencia del carácter mediterráneo se observa
también en la costa almeriense y en el Valle del Guadalquivir.
En cuanto a los resultados para 2050, se observan diferencias sustanciales tanto entre los
dos escenarios como según la localización geográfica. Las zonas más continentales de la
Comunidad Autónoma, como las provincias de Jaén, Córdoba y Granada, norte de Málaga
y este de Sevilla, presentan unos valores del índice muy similares bajo ambos escenarios y
parecidos a los registrados en los sesenta y setenta, lo que puede interpretarse como una
reversión de la tendencia comentada hacia un mayor carácter mediterráneo de Andalucía.
De hecho, en las zonas limítrofes con las provincias de Murcia y Almería, se registran valores
del índice de mediterraneidad al límite con el carácter mediterráneo, caracterizados por unas
precipitaciones estivales sólo algo por debajo de los valores de evapotranspiración de los
meses de junio, julio y agosto. En cuanto a las diferencias observadas entre los escenarios,
destaca la provincia de Almería que bajo el escenario B2 presenta elevados valores del
Im3 mientras que bajo A2, presenta valores bajos (lo que está en línea de lo observado
anteriormente, en la estación de Almería aeropuerto). Esto puede explicarse por la desigual
predicción de las precipitaciones en 2050 en Andalucía Oriental. Es esperable que la tendencia
hacia la aridificación registrada con los anteriores índices, intensifique el estrés hídrico en la
zona de Almería, lo cual, desde el punto de vista de los incendios forestales, puede significar
un descenso en la exposición a los mismos por la falta de comunidades vegetales.
Figura 33. Distribución del valor del índice de mediterraneidad (Im3) en Andalucía para las
décadas 1961-1970; 1971-1980 y 1981-1990 y las predicciones a 2050 bajo los escenarios
A2 y B2.
1961-1970 Límites provinciales
Índice de
mediterraneidad (Im3)
4-6
6-8
8-10
10-12
12-14
14-16
16-18
1971-1980 18-20
20-22
22-24
1981-1990
Índice de
mediterraneidad (Im3)
4-6
6-8
8-10
10-12
12-14
14-16
16-18
18-20
2050 B2
20-22
22-24
Dado que ha sido necesario estimar el valor de evapotranspiración potencial para el cálculo del
índice de mediterraneidad, se comenta a continuación dicho trabajo del que se pueden extraer
ciertas notas interesantes para evaluar la exposición y vulnerabilidad a incendios en el futuro.
Evapotranspiración potencial
I = índice de calor anual = suma de los 12 valores del índice de calor mensual (i).
Donde i = (T / 5)1,514
T = temperatura media mensual enºC.
a = función del índice de calor anual (I), que se calcula como:
Para el cálculo de la ETP de un mes determinado se debe corregir la ETP mediante un coeficiente
que tenga en cuenta el número de días del mes y horas de luz de cada día, en función de la
latitud. Para ello, se introduce el índice de iluminación mensual en unidades de 12 horas, que
deberá multiplicar a la ETP para obtener la ETP según Thornthwaite (mm/mes) final.
L: factor de corrección del número de días del mes (Ndi) y la duración astronómica del día
Ni -horas de sol-:
Li = Ndi/30 × Ni/12
Los datos para el cálculo de la ETP corregida (ETPc) se han tomado de la página web de la
AEMET (www.aemet.es). Se trata de la temperatura promedio mensual para el periodo 1971-
2000 para cada una de las estaciones y el dato de duración astronómica del día. Para el cálculo
de la ETP en 2050, se ha considerado constante el dato de número de horas de sol, puesto
que dichos valores son acordes con los presentados en el mapa de insolación de Andalucía
(Figura 34) del Plan Andaluz de Sostenibilidad Energética (Consejería de Innovación, Ciencia y
Empresa, 2007). Para los valores de temperatura media, datos no generados por los modelos
de clima, se ha seguido la técnica descrita anteriormente, empleando distintas proyecciones
de aumento respecto de los valores de temperatura media del periodo de referencia en el
caso de las estaciones de referencia y realizándose la semisuma de la temperatura máxima y
mínima para la cartografía del Im3.
Insolación (horas/año)
<2.600
2.600-2.800
2.800-3.000
>3.000
140
120
100
80
60
40
20
0
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pt
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Di
1971 - 2000
Se
b) 180
160
140
120
100
80
60
40
20
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ov
Di
Se
N
2050 (+ 2ºC)
En todos los gráficos presentados, se puede apreciar cómo evoluciona el valor de la ETPc
a lo largo del año, presentando valores máximos para todas las estaciones en los meses
estivales. Habitualmente, julio es el mes con mayor tasa evapotranspirativa. Este patrón no se
modifica bajo los escenarios de cambio climático, si bien se puede apreciar claramente como
los valores de ETPc son mayores en 2050 con respecto al periodo de clima de referencia.
Lo más destacable es el incremento acumulado a lo largo del año (principalmente de abril a
septiembre) de la evapotranspiración, lo que puede ser de trascendental importancia para
conocer el momento en que los combustibles empiezan a secarse y la duración del periodo
en el que éstos son más susceptibles de sufrir los efectos del fuego.
I = P/ETP
En cuanto a la longitud del período apto de crecimiento, se considera que dicho periodo se
establece para el número de meses con I > 0,8.
A continuación, se muestran los resultados de la evolución anual del índice de aridez (Figura 36)
y la estimación de la LPC para el periodo 1971-2000 y para 2050. Los valores de temperatura
media, necesarios para el cálculo de la ETP, son los del promedio 1971-2000 más 2ºC.
Figura 36. Evolución mensual del índice de aridez (I) en el periodo 1971-2000 (a), 2050 –
A2 (b) y 2050 – B2 (c) para distintas estaciones meteorológicas de Andalucía.
a) 10
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Almería aeropuerto Málaga aeropuerto Córdoba Sevilla Tablada
Huelva Tarifa Sevilla Morón Granada B. aérea
Jerez de la Fra. Sevilla aeropuerto Granada aeropuerto
Se observa que en las últimas décadas del siglo XX, el índice de aridez tiene un patrón
generalizado a lo largo del año que se repite en todas las estaciones estudiadas. De esta
manera, el índice es elevado en los meses de invierno con máximos en el mes de diciembre
y va disminuyendo su valor a lo largo de la primavera. A partir del mes de mayo, el índice de
aridez es inferior a 0,8, con lo que se inicia el periodo seco estival o no apto para el crecimiento
que dura hasta septiembre, mes a partir del cual vuelven las lluvias, reduciendo la aridez y
fomentando el crecimiento vegetal. De esta manera, salvo para la estación de Almería, el LPC
es de entre 7 y 8 meses dependiendo de la localización. En el caso de Almería, la escasez
de precipitación hace que el índice de aridez se sitúe en valores inferiores a 0,8 de marzo a
octubre con lo que el LPC es de apenas 5 meses.
Los gráficos para 2050 muestran una alteración muy severa del comportamiento del índice,
tanto para A2 como para B2. Así, el aumento previsto en la ETP, motivada por el incremento
térmico y la reducción en las precipitaciones en primavera y otoño, determinan que el
valor del índice de aridez caiga hasta valores inferiores a 0,8 (dependiendo de la estación
meteorológica) entre los meses de febrero y octubre bajo A2. El LPC se sitúa así en promedio
en 4 meses, lo que supone un periodo anual de exposición a la desecación de la vegetación
que duplica prácticamente el actual. Esto es de singular importancia pues puede suponer
adelantar en casi un trimestre el inicio del periodo de incendios y retrasarlo en al menos mes
y medio, con el coste humano, económico y logístico que esto supone. Menor humedad
en el suelo y la vegetación y más tiempo de desecación de combustibles puede acarrear
además mayor cantidad de combustible inflamable sobre los terrenos forestales, lo que
puede desembocar en un incremento de grandes fuegos.
En el caso de 2050 bajo el escenario B2, la alteración del patrón actual es algo menos
importante que bajo el escenario A2, puesto que en promedio para todas las estaciones
analizadas, el LPC es de 6 meses (desde noviembre a abril). En términos generales, se observa
un descenso de precipitaciones en los meses invernales y primaverales que conducen a
condiciones de sequedad de la vegetación en marzo y a partir de mayo. Se trata así de un
escenario intermedio pero que conlleva las mismas consecuencias que en A2, a saber, un
periodo aumentado de exposición a incendios y un incremento en la cantidad de combustible
seco en los terrenos forestales.
Se presentan los resultados del cálculo del índice de aridez para las 214 estaciones
meteorológicas empleadas para la cartografía de los índices de Lang, Emberger y
Mediterraneidad, de manera integrada en la Tabla 9. Los datos se refieren a las décadas
1961-1970, 1971-1980, 1981-1990 y para el año 2050 bajo los escenarios A2 y B2. Los
valores de ETPc necesarios para el cálculo del I, son los calculados anteriormente para el
Im3, con los valores de radiación presentados en el Anejo 1 y con los datos de temperatura
media, obtenidos como la semi suma de la temperatura mínima y máxima en cada estación.
La Tabla 9 representa, a su vez, la evolución mes a mes del índice de aridez en cada uno de
los periodos comentados empleando el valor promedio mensual del índice de aridez de todas
las estaciones meteorológicas de Andalucía. Por la dificultad metodológica de representar
la gráfica de las 214 estaciones, se ha optado por esta simplificación que, aunque grosera,
permite comprender los cambios ocurridos en el patrón temporal del índice a lo largo de las
últimas décadas del siglo XX y su predicción para 2050 en un contexto de cambio climático.
Tabla 9. Distribución porcentual mensual del índice de aridez en función de su valor en las
214 estaciones meteorológicas de Andalucía. Datos calculados para las décadas 1961-
1970, 1971-1980, 1981-1990 y para el año 2050 bajo los escenarios A2 y B2.
1961 - 1970
Valor del I
0-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-9 9-10 >10
Enero 2,8 14,0 43,0 24,8 7,9 3,3 0,9 0,9 0,5 0,5 1,4
Febrero 35,0 55,6 6,5 1,4 0,9 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Marzo 66,8 30,4 2,3 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Abril 95,3 4,7 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Mayo 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Junio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Julio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Agosto 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Septiembre 92,5 7,0 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Octubre 66,4 30,4 0,5 2,3 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Noviembre 6,5 16,4 46,3 16,8 4,7 6,1 0,9 0,9 0,0 0,9 0,5
Diciembre 5,6 9,8 21,0 28,0 13,1 10,3 4,7 0,9 2,8 0,5 3,3
1971 - 1980
Valor del I
0-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-9 9-10 >10
Enero 22,4 59,3 11,2 2,3 2,8 0,5 0,9 0,5 0,0 0,0 0,0
Febrero 81,3 15,4 3,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Marzo 29,0 62,1 5,6 2,8 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Abril 96,7 3,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Mayo 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Junio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Julio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Agosto 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Septiembre 95,3 3,3 1,4 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Octubre 15,0 49,5 24,8 6,1 1,4 0,9 0,0 1,4 0,5 0,0 0,5
Noviembre 8,4 25,7 40,2 14,5 5,6 2,8 0,5 0,0 1,4 0,0 0,9
Diciembre 6,1 33,6 29,9 15,4 7,0 2,8 1,4 0,9 1,4 0,5 0,9
1981 - 1990
Valor del I
0-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-9 9-10 >10
Enero 5,1 44,9 36,4 8,9 2,3 0,9 0,5 0,5 0,5 0,0 0,0
Febrero 25,2 59,8 10,3 2,8 0,5 0,9 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0
Marzo 81,3 16,4 1,9 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Abril 96,7 2,8 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Mayo 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Junio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Julio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Agosto 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Septiembre 96,7 3,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Octubre 77,6 18,2 2,3 1,4 0,0 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Noviembre 8,9 27,1 40,7 11,2 6,1 2,8 0,9 1,4 0,0 0,0 0,9
Diciembre 7,0 11,2 22,9 26,6 14,5 6,5 4,7 2,3 0,5 0,5 3,3
2050 - A2
Valor del I
0-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-9 9-10 >10
Enero 13,6 18,2 29,9 18,7 10,3 4,7 1,4 0,0 1,4 0,5 1,4
Febrero 92,1 4,7 3,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Marzo 68,7 20,1 5,1 4,7 1,4 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Abril 86,4 11,2 0,5 1,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Mayo 98,1 1,4 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Junio 95,8 4,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Julio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Agosto 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Septiembre 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Octubre 98,1 1,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Noviembre 11,7 38,3 35,0 8,9 2,8 1,4 0,5 0,9 0,5 0,0 0,0
Diciembre 39,7 35,5 14,0 8,4 2,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
2050 - B2
Valor del I
0-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-9 9-10 >10
Enero 28,5 39,3 16,4 7,0 3,3 1,4 1,4 0,0 0,9 0,5 1,4
Febrero 65,0 18,7 8,4 4,7 1,4 0,5 0,5 0,0 0,9 0,0 0,0
Marzo 97,2 2,8 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Abril 35,5 47,7 12,1 1,9 0,9 1,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Mayo 99,1 0,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Junio 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Julio 99,5 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Agosto 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Septiembre 100,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Octubre 99,1 0,9 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Noviembre 47,7 31,3 15,0 3,7 1,4 0,5 0,5 0,0 0,0 0,0 0,0
Diciembre 16,8 16,4 35,0 14,0 5,6 3,7 3,7 1,9 0,5 0,5 1,9
Se observa en las tablas que en las décadas del periodo de referencia, entre los meses
de abril a septiembre incluidos, más del 90% de las estaciones registran valores del índice
de aridez por debajo de la unidad, siendo momentos desfavorables para el crecimiento
vegetal. En 2050, tanto en A2 como en B2, este periodo desfavorable se incrementa en 1
mes, desde mayo a octubre (con lo que se genera un desplazamiento de la época de mayor
probabilidad de incendios) y el mes de febrero en el caso de A2 y marzo en B2. En términos
generales, esto se observa también en las curvas representadas en la Figura 37. Por otro
lado, el número de observación con valores elevados del índice (a partir de 5), que indican
una elevada precipitación mensual respecto del valor de ETPc, se va reduciendo a lo largo
de los años.Para el conjunto de las estaciones se recogen en total 85 observaciones en la
década de los 60 y 60 observaciones en los 80, mientras que en 2050 las previsiones indican
valores por debajo de la cincuentena (27 en A2 y 48 en B2). A pesar de lo anotado, sería
conveniente evaluar regionalmente estos resultados pues la realización de promedios podría
estar enmascarando dinámicas locales.
Figura 37. Evolución mensual del índice de aridez (I) promedio de las 214 estaciones
meteorológicas consideradas en distintos momentos temporales.
4.20
4.00
3.80
3.60
3.40
3.20
3.00
2.80
2.60
2.40
2.20
2.00
1.80
1.60
1.40
1.20
1.00
0.80
0.60
0.40
0.20
0.00
Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre
Uno de los aspectos clave en el estudio de la vulnerabilidad, de acuerdo con el IPCC (IPCC,
2001) es la evaluación de la incidencia de eventos meteorológicos extremos. En este apartado
se analiza, mediante una metodología apropiada, la incidencia de temperaturas extremas
sobre el régimen de incendios forestales. El CEAM, situado en la Comunidad Valenciana, es
un organismo público cuyo objetivo es obtener datos y conseguir resultados sobre problemas
específicos de la Cuenca Mediterránea, mediante el trabajo coordinado de distintos grupos
de científicos. En el seno del grupo de investigación meteorológica y climática del CEAM, se
ha desarrollado un sistema de vigilancia de temperaturas extremas cuyo objetivo ha sido el de
obtener una división de la Comunidad Valenciana definida por su homogeneidad térmica, lo
que facilita, entre otros aspectos, la puesta en marcha de planes de prevención de incendios
forestales específicos para cada una de las zonas homogéneas.
Se han adoptado los umbrales de riesgo absolutos para las temperaturas máximas definidos
para la Comunidad Valenciana, considerando que, pese a existir diferencias climáticas con
Andalucía, los valores tomados serán igualmente válidos. El riesgo debe entenderse como
la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno, en este caso de que se generen incendios
y de que éstos se propaguen con más facilidad. Para caracterizar el clima de referencia, se
ha empleado la serie de datos de máximas del periodo 1961-1990, década a década, para
todas las estaciones meteorológicas disponibles. Para el cálculo entorno a 2050, se han
empleado las previsiones de temperaturas máximas generadas por la FIC para Andalucía,
regionalizando los datos del modelo de circulación general ECHAM4, correspondientes a la
década 2045-2054.
Los tres niveles de riesgo definidos, junto con su temperatura umbral (temperatura mínima a
superar para que se dé el tipo de riesgo) se recogen en la siguiente tabla:
Riesgo moderado 35
Riesgo alto 39
Riesgo extremo 41
Figura 38. Evolución del número de días de verano promedio en la década cuya temperatura
máxima supera 35ºC. Riesgo moderado.
0-4
4-8
8 - 12
12 - 16
16 - 20
20 - 24
24 - 28
1971-80
1981-90
2045 - 2054 A2
0-4
4-8
8 - 12
12 - 16
16 - 20
20 - 24
24 - 28
Fuente: Elaboración propia.
Figura 39. Evolución del número de días de verano promedio en la década cuya temperatura
máxima supera 39ºC. Riesgo alto.
1961-1970
Límites provinciales
Días de verano en la década de
superación de umbral >39ºC
0-2
2-4
4-6
6-8
8 - 10
10 - 12
12 - 14
1971-80
14 - 16
16 - 18
1981-90
2045 - 2054 A2
Límites provinciales
Días de verano en la década de
superación de umbral >39ºC
0-2
2-4
4-6
6-8
8 - 10
10 - 12
12 - 14
2045 - 2054 B2
14 - 16
16 - 18
Figura 40. Evolución del número de días de verano promedio en la década cuya temperatura
máxima supera 41ºC. Riesgo extremo
1961-1970 Límites provinciales
Días de verano en la década de
superación de umbral >41ºC
0-1
1-2
2-3
3-4
4-5
5-6
6-7
7-8
1971-1980
0-1
1-2
2-3
3-4
4-5
5-6
6-7
7-8
2045 - 2054 A2
2045 - 2054 B2
Así, en primer lugar, se ha trabajado, no con las máximas absolutas o situaciones extremas,
sino con las temperaturas normales en el periodo estival, es decir, con las medias de las
máximas de los meses de verano (meses de junio, julio y agosto). La metodología de trabajo
consiste en calcular los valores medios de temperatura máxima de los meses de verano para
cada año de cada una de las décadas consideradas. A continuación, se ha contabilizado el
número de veces que se supera una determinada temperatura umbral (35ºC; 39ºC y 41ºC).
De esta manera, se ha computado por década el número de veces en que se superan dichas
temperaturas, obteniéndose una base de datos apta para realizar un mapa de superaciones de
temperaturas umbral (isopletas de frecuencias de superación) para toda Andalucía mediante
técnicas de geoestadística (Universal Krigging – Prediction map). Estos son los resultados
que se presentan en formato cartográfico (Figuras 38, 39 y 40).
En el Anejo 3 se presentan las tablas y gráficas del análisis realizado con los datos de
temperatura de todo el año. El patrón de cambio observado en este caso es muy similar,
siendo progresivo el aumento en los niveles de riesgo moderado, alto y extremo a lo largo
del siglo XX e incrementándose tajantemente dichos valores para la década 2045-2054,
tanto para A2 como para B2. En términos generales, el aumento de días con superación de
temperaturas críticas es muy importante en la zona del Valle del Guadalquivir, pasando de
unos 350 días en la década de riesgo moderado a más de 900. Para el riesgo alto, se triplica
el número de días en la década con superaciones de 39ºC de temperatura máxima diaria,
pasando de 100 a más de 300, con picos de 500 en lugares del norte de Jaén, Córdoba y
Huelva. La zona de Andújar, Linares y Úbeda es la que soportará mayor número de días con
riesgo extremo en el futuro, con hasta 250 días de superaciones en la década 2045-2054. En
esta zona se localiza el Parque Natural de la Sierra de Andújar cuyos bosques de encinas y
alcornoques pueden verse en fuerte peligro de padecer incendios forestales a causa de las
altas temperaturas a las que se van a ver sometidos en el futuro.
En conjunto, se puede considerar que los terrenos forestales en Andalucía presentan una
vulnerabilidad bruta muy elevada a los incendios en el marco del cambio climático, derivada de
una elevada exposición a los mismos y de una moderada sensibilidad. Las modificaciones en
las variables termométricas y pluviométricas previstas por los distintos escenarios analizados,
serán importantes vectores de cambio en la probabilidad de ocurrencia de fuegos forestales.
Se ha comprobado que la frecuencia de superación del umbral extremo, tanto en el verano
como en el conjunto del año, se incrementará como consecuencia del cambio climático.
Las temperaturas extremas compatibles con incendios forestales muy severos serán más
frecuentes, lo que está en línea con las predicciones realizadas por el IPCC.
8.1. Impactos derivados por los efectos del cambio climático sobre
los incendios forestales
Una vez caracterizados los mecanismos y variables que controlan el régimen de incendios en
Andalucía y evaluada su posible evolución en el marco del cambio climático, se comentan los
principales impactos detectados, tanto sobre el propio patrón espacio-temporal de incendios
y sus características, como sobre el medio ambiente, las sociedades humanas y sus intereses.
Al final del apartado, se han sintetizado los impactos identificados de manera tabular. Así, los
impactos reconocidos serán valorados según su signo y el tipo de efecto (directo o indirecto),
detallando igualmente el espacio geográfico en el que tendrán especial incidencia.
Se espera un aumento de los meses del año con fuertes tasas evapotranspirativas y
condiciones desecantes de la vegetación que alargarán la temporada de incendios a
prácticamente todo el año. El aumento de las igniciones por rayos y de la frecuencia de
incendios causados por negligencias asociadas al elevado número de visitas a los espacios
naturales, unido al incremento de las zonas de alta sensibilidad, dificultarán los trabajos de
extinción, permitiendo que tengan lugar incendios más grandes.
La Tabla 10 recoge los impactos del cambio climático sobre la ocurrencia de incendios en
España, que se considera completamente válida para el territorio andaluz.
Tabla 10. Resumen de los principales impactos sobre el régimen y ocurrencia de incendios
en España como consecuencia del cambio climático. (Escala de certeza 1 a 5).
Los incendios forestales provocan graves afecciones a la vegetación puesto que, en términos
generales, ésta es eliminada por combustión. El aumento de la recurrencia de incendios en
los mismos lugares, determinado por el incremento en la frecuencia de igniciones y aumento
medio del estado de desecación de las plantas, puede suponer merma incluso para aquellas
comunidades vegetales actualmente consideradas como muy resilientes al fuego. Todo ello
tenderá a provocar cambios severos en la composición de las comunidades vegetales (por
ejemplo, sustitución de especies con raíces superficiales por otras con raíces más profundas
capaces de soportar periodos más largos sin lluvia y ser menos afectadas por los incendios
al estar más aisladas térmicamente). A consecuencia de la recurrencia del fuego y de la
regeneración vegetal adaptativa, es presumible que se produzcan cambios en el potencial
forestal de muchas zonas y la tendencia hacia un dominio de sistemas de matorral se haga
más extensiva. El debilitamiento fisiológico de los pies que se mantienen tras un incendio,
aumenta la vulnerabilidad de las poblaciones vegetales frente a las plagas.
Según las localizaciones de los incendios, puede agravarse en mayor o menor medida el
problema de la fragmentación de las comunidades vegetales y de los ecosistemas que
conectan. Además, la pérdida de masas forestales supone reducir la capacidad de sumidero
de GEI, lo que agrava el problema del cambio climático.
La menor resiliencia al fuego de ecosistemas poco afectados por los fuegos tradicionalmente,
como hayedos o pinares y abetales de alta montaña, puede hacer que su regeneración se
vea dificultada tras el fuego pudiendo desembocar en extinciones locales de determinadas
especies forestales.
El fuego sobre suelos forestales provoca la pérdida de nutrientes edáficos por volatilización
y la destrucción de la estructura de los suelos, con la consiguiente pérdida de estabilidad
y fertilidad, lo que implica una disminución de la capacidad productiva de los mismos que
merma a la vegetación que pueda establecerse. Estos efectos negativos son extensibles a las
afecciones sobre sistema radicular micorrizado o no. Además, tal y como señalan Bautista et
al. (1996), esta pérdida de nutrientes en los suelos, resultado de la ocurrencia de incendios
en zonas forestadas, se agrava en suelos poco desarrollados, que son los que predominan
en los montes mediterráneos.
Desde el punto de vista del paisaje, las consecuencias de los incendios son devastadoras,
pues dejan terrenos yermos a su paso que tardan décadas en recuperar su valor estético.
Por consiguiente, un aumento del potencial dañino de los incendios acarreará afecciones
importantes sobre el recurso paisajístico de Andalucía, a todas luces una de sus bazas
clave de su potencial turístico y recreativo. Además, ciertos incendios que puedan afectar a
árboles singulares, paisajes de alto valor patrimonial para los andaluces o iconos culturales del
andalucismo, como pudiera ser el pinsapar de Grazalema, los pinares de Doñana o las maquias
de la serranía de Ronda, pueden generar daños de índole sentimental o afectivo irreparable.
Los incendios que se dan en terreno forestal suponen anualmente importantes pérdidas
económicas para la sociedad. Los elementos afectados son distintos tipos de infraestructuras
(carreteras, líneas de electricidad, sistemas hidráulicos, etc.), viviendas y otras edificaciones,
cultivos agrícolas y forestales, granjas intensivas y extensivas... Esto tiene repercusiones
negativas para el sistema productivo local y para el sistema de seguros en general.
Además, los incendios generan bajas humanas, tanto entre el personal de brigadas, retenes
y profesionales de lucha contra incendios, como de civiles.
Emisiones GEI
Los incendios forestales suponen una importante fuente de emisión de GEI y otros gases
y partículas que ayudan a agudizar el problema del cambio climático a nivel global y crean
problemas de contaminación atmosférica a nivel local y regional. El incremento de la superficie
quemada asociada al aumento del número y tamaño de los incendios generará un volumen
añadido de emisiones de GEI a la atmósfera, agravando el problema del cambio climático.
Las medidas de adaptación tendentes a una reducción de la vulnerabilidad neta servirán,
además de prevenir los daños sobre los ecosistemas forestales, para reducir las emisiones
a la atmósfera.
En el ECCE (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2005) se realizó una
evaluación de la posible evolución del Índice de Peligro Canadiense FWI en función de los
escenarios de clima modelizados por el modelo HadCM3 y distintas parametrizaciones. La
Figura 41 muestra la evolución del índice hasta 2100 para distintos escenarios. Se observa
una tendencia alcista del índice de peligro para todos los escenarios, que es del orden del
20% en 2050 respecto del valor en 2000, lo que concuerda con el resto previsiones realizadas
en este trabajo. Este tipo de índice se emplea fundamentalmente para evaluar tendencias
generales para amplios territorios y periodos temporales largos, por lo que, unido a su elevada
necesidad de datos, no se ha considerado útil en la evaluación del peligro en Andalucía, si
bien, en un futuro, si mejorara su resolución espacial y temporal, sería recomendable incluirlo
entre los indicadores de riesgo manejados para definir las políticas anti-incendios.
Figura 41. Variación (%) del Índice de Peligro Canadiense para España peninsular por
década sobre la media del siglo XX.
Nota: Los datos del siglo XX han sido reconstruidos a partir de la base ERA y ajustados con datos de estaciones reales.
Los datos del siglo XXI proceden de las predicciones del modelo HadCM3, del Hadley Centre del Reino Unido, para cuatro
escenarios de emisiones. Los valores de cada año están calculados para los meses de mayo a octubre, inclusive.
80
A1
A2
Cambio sobre el siglo XX (%)
60 B1
B2
40
20
-20
00
50
00
50
00
19
19
20
20
21
Fuente: Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, (2005). Basado en New et al. (2002) y Moreno, Zavala y Díaz
(no publicado).
Conclusiones
Como consecuencia del cambio climático y determinado, total o parcialmente, por el incremento
generalizado de la vulnerabilidad bruta de los incendios en Andalucía, se esperan importantes
alteraciones del funcionamiento de los ecosistemas forestales: pérdida de productividad y
estructura edáfica, pérdida de biodiversidad, aumento de los riesgos naturales, disminución
de la capacidad de absorción de carbono por los bosques, desestabilización del ciclo
hidrológico, etc. Estas observaciones, que están recogidas en los principales documentos de
debate relativos al cambio climático (IPPC, 2007; Comisión de las Comunidades Europeas,
2007), son coherentes con los resultados obtenidos mediante el análisis de los distintos
indicadores de cambio climático evaluados en este estudio. Estas modificaciones conllevan
una merma en la producción de bienes y servicios ambientales, claves en la calidad de vida
humana (Figura 42). La ONU, a través de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (EME,
2005), destaca la necesidad de proteger las funciones de los ecosistemas de modo que no
se alteren los valores productivos, naturalísticos, sistémicos, recreativos, etc. y se mantenga
el vector de calidad de vida. Es necesario, por tanto, encontrar mecanismos que ayuden
a paliar estos impactos producidos por el cambio de régimen de incendios forestales en
Andalucía, de manera que se garanticen los constituyentes esenciales de calidad de vida.
Los mecanismos de adaptación serán precisos para reducir la vulnerabilidad de los bosques
andaluces frente a los daños causados por los incendios forestales.
Figura 42. Vínculos entre los servicios ambientales provistos por los ecosistemas y los
constituyentes del bienestar humano.
Potencial de mediación de los factores Intensidad del vínculo entre servicio ecosistémico
socioeconómicos y bienestar humano
Bajo Débil
Medio Medio
Alto Fuerte
de desecación, por lo que los niveles de inflamabilidad son elevados. Así pues, se considera
que las zonas boscosas de las comarcas de la sierra de Huelva y sierra de Sevilla, que reúnen
todas estas condiciones, pueden considerarse como las más expuestas a las alteraciones en
el régimen de incendios provocadas por el cambio climático.
Aumento en el número de
Todo el territorio forestal con
igniciones y mayor desecación de
especial vulnerabilidad, las
combustibles en todo el territorio
Incendios más grandes zonas con manchas forestales
requieren un reparto de los
(mayor superficie
esfuerzos de prevención y lucha
de mayor continuidad espacial: - Indirecto
recorrida por el fuego) Sierra de Aroche, Sierra Norte
integrada contra incendios que
de Sevilla, Serranía de Ronda,
favorecerán que algunos fuegos
Sierra de Cazorla.
tarden más en controlarse.
Alteración de las
Conjunto del territorio
comunidades
autonómico con especial
vegetales:
énfasis en las zonas
matorralización de Incendios más frecuentes y más
masas forestales y severos
montañosas más frescas que - Directo
albergan poblaciones sensibles:
extinciones locales
hayedos, pinares y abetales de
de especies poco
alta montaña.
resilientes
9.1 Introducción
El presente documento, que forma parte del Programa Andaluz de Adaptación al Cambio
Climático, pretende ser un instrumento riguroso que plantee, en términos formales, un
análisis veraz de la problemática de los incendios forestales en el territorio autonómico. Hasta
este punto, se ha caracterizado el régimen de incendios en las décadas pasadas y se ha
planteado una caracterización de los impactos potenciales de dicho fenómeno sobre los
terrenos forestales andaluces, a tenor de los escenarios climáticos previstos para el año 2050.
En función del grado de conocimiento científico y técnico actual, se ha ido describiendo la
ecología y física del fuego para establecer una imagen integrada del grado de amenaza que
supondrán los incendios forestales en el futuro en un marco de clima cambiante. El objetivo
del presente apartado y del programa de adaptación en su conjunto, consiste en definir las
líneas claves que permitan ajustar las políticas de prevención y lucha contra los incendios
forestales en el futuro, considerando los efectos del cambio climático.
Para ello, se ha divido el apartado en dos; por un lado, se recogen y comentan medidas de
adaptación extraídas, tanto de la literatura como referidas a las conclusiones de los puntos
anteriores del trabajo, que en su conjunto han de ser consideradas como vías claras de
adaptación de las políticas de lucha contra incendios a implantar a corto y medio plazo. Por
otro lado, se hace mención de lagunas de conocimiento científico-técnicas detectadas que
requieren investigación. La adecuada comprensión de ciertas dinámicas ecológicas o de
las relaciones entre determinadas variables, permitiría aumentar el nivel de confianza de las
predicciones y modelos de incendios, favoreciendo una mejor prevención y una lucha contra
incendios más eficaz.
Antes de desarrollar las medidas de adaptación al cambio climático, se ha recogido una serie
de anotaciones que, a modo de decálogo, publicaron Pausas y Vallejo (2008), coautores del
capítulo de riesgo de incendios forestales del Informe Preliminar de Impactos del Cambio
Climático en España (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2005), para
poner en evidencia la necesidad de entender el rol del fuego en los ecosistemas forestales
mediterráneos y la forma de convivir con ellos. La perspectiva desde la que se aborda es la de
mostrar a los incendios forestales como un agente más dentro de las dinámicas ecológicas de
las cuencas mediterráneas, cuya participación es necesaria para configurar los ecosistemas, tal
y como los conocemos actualmente, y que no tienen por qué suponer un desastre ecológico.
Esta visión, que parte desde el profundo conocimiento de la estructura, función y dinámica de
los incendios forestales en el ámbito mediterráneo, supone un enfoque más holístico del rol del
fuego y su espíritu moldea las medidas de gestión y adaptación presentadas.
que, sin una intervención antrópica, se originarían por rayos y se ven favorecidos por
la estacionalidad del clima mediterráneo.
4. Debido al milenario uso de los paisajes mediterráneos, muchos de ellos tienen una
resiliencia (capacidad de responder a perturbaciones) reducida. La gestión del monte
debe enfocarse a aumentar la resiliencia.
5. Debido a los recientes cambios de uso y gestión del paisaje, los regímenes
naturales de incendios han sido alterados, produciendo incendios más destructivos.
Algunas zonas tradicionalmente sujetas a incendios frecuentes y poco severos, están
actualmente sujetas a incendios poco frecuentes pero intensos. Otras zonas pueden
soportar perfectamente incendios poco frecuentes e intensos (garrigas, maquias). Es
necesario restaurar y ajustar los regímenes de incendios para que se enmarquen en
los rangos ecológicamente aceptables. Algunos de estos rangos son desconocidos
y requieren de estudio antes de poder realizar la gestión más apropiada.
sostenible con los incendios, tanto desde el punto de vista de la seguridad humana,
como de los procesos ecológicos y la biodiversidad.
Las medidas de adaptación que se presentan a continuación han sido organizadas en polos
temáticos y provienen, tanto del análisis de los resultados de la evaluación de impacto como
forma de dar respuesta a los problemas detectados, como extraídas de distintas fuentes
bibliográficas, fundamentalmente de la Evaluación de los Impactos del Cambio Climático
en España (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2005), de las acciones de
prevención de la campaña nacional de incendios 2008 (MARM, 2008) y del Cuarto Informe de
Evaluación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, 2007). Todas ellas son
opciones de adaptación de tipo planificado, es decir, se ponen en marcha con antelación al
hecho, atendiendo al principio de prevención.
Algunas de las medidas están orientadas a ser satisfechas progresivamente, mientras que
otras pueden ser puestas en marcha a corto plazo. Análogamente, ciertas medidas requieren
de la colaboración entre distintos agentes, mientras que otras pueden ser puestas en marcha
directamente por la administración competente. En las diligencias previas a la tramitación del
presente programa, se habrán de tener en cuenta las distintas velocidades de aplicación de
las medidas y el horizonte de su efectividad, de manera que se tenga un control adecuado
del proceso en cada época.
En el presente documento se han hecho explícitas las relaciones directas e indirectas entre el
cambio climático y los incendios forestales. A su vez, los incendios forestales constituyen una
fuente importante, aunque discontinua en el tiempo, de emisiones de gaGEI responsables
últimos del cambio climático.
Así, resulta evidente que una de las principales medidas de lucha contra los incendios forestales
en un marco de clima cambiante, consiste precisamente en combatir el cambio de clima futuro
mediante el fomento de políticas de índole diversa, destinadas a mitigar las emisiones de GEI.
Es decir, para disminuir la vulnerabilidad bruta de incendios forestales, las causas del cambio
climático han de ser combatidas a través de pertinentes medidas de mitigación: reducción de
las emisiones, ahorro y eficiencia energética, transmisión de fondos económicos, conocimiento
y tecnologías limpias a los países menos favorecidos y economías en desarrollo, compromisos
para la reducción de la deforestación, etc.). El programa de mitigación del Plan Andaluz de
Acción por el Clima (Consejería de Medio Ambiente, 2007b) es el documento de referencia
para la consulta de las medidas que deben integrarse, dentro de lo posible, en la planificación
forestal y de los documentos marco de gestión de los incendios forestales, explícitamente en
las actuaciones del Plan INFOCA.
Ajustar al cambio climático las políticas forestales y de lucha integrada frente a los
incendios
El cambio climático supone una perturbación sistemática para las formaciones forestales
andaluzas que implica un aumento de la probabilidad de ser afectado por un incendio
forestal, tal y como se ha explicado anteriormente. Por este motivo, se considera que las
medidas de gestión forestal y prácticas selvícolas habituales han de orientarse hacia una
mejora de la resistencia y resiliencia de las masas forestales frente a los incendios. Esto no
implica necesariamente un cambio de paradigma en la ciencia forestal, sino un elemento más
a considerar a la hora de establecer los objetivos de aprovechamiento. A continuación, se
citan algunas de las medidas a fomentar:
Controlar con rigor las especies exóticas invasivas en los ecosistemas, sobre todo
aquellas más inflamables, debido a su continuidad y persistencia.
Sin embargo, la mejora de la eficiencia en la gestión del fuego es un problema muy complejo,
pues requiere establecer en un margen de tiempo muy breve la cantidad y tipo de elementos
de lucha contra incendios necesarios para afrontar un determinado fuego, sin malgastar
recursos económicos y humanos. Dicha tarea resulta crítica pues destinar insuficientes
medios puede suponer retrasar la extinción y aumentar los daños producidos por el fuego,
mientras que asignar demasiados, incrementa los costes económicos y puede dejar al resto
de territorios sin el personal mínimo necesario para controlar otras incidencias.
El sistema KITRAL (Pedernera et al., 1998) es una herramienta de origen chileno elaborada con
objeto de dar respuesta a esta falta de información que funciona como un sistema de reducción
de la incertidumbre y apoyo para la toma de decisiones, mejorando la eficiencia global del
manejo del fuego. Está soportado en una base de datos geográfica de incendios ocurridos
en el pasado y, mediante modelos de simulación, permite predecir el comportamiento del
fuego en algunas escalas espaciales y temporales, incluyendo información relativa al riesgo,
el peligro, la propagación del fuego, la longitud de la llama, la liberación de calor, etc. El
sistema KITRAL facilita la interpretación de la información disponible y orienta a los gestores
de los medios anti-incendio en sus decisiones. Los resultados del uso del sistema KITRAL
han demostrado ser útiles en el uso más eficiente de los recursos, contribuyendo a largo
plazo en la optimización de los gastos de combate de incendios forestales.
Aprovechamientos pecuarios
En este sentido, la Junta de Andalucía tiene un proyecto piloto, “Pastores por el monte
mediterráneo”, integrado por profesionales de distintos sectores, que desde 2005 analiza
la utilización del pastoreo como sistema complementario de prevención de incendios. Se
realiza en 16 montes de las provincias de Almería, Granada, Málaga y Cádiz, alcanzando una
superficie de actuación próxima a las 800 ha. En cada monte se planifican las actividades de
pastoreo y se evalúan sus efectos desde un punto de vista técnico y científico. Para estimular
la labor de los pastores, formalizar su participación y retribuirla, se ha establecido una
remuneración económica ajustada a los compromisos y circunstancias de cada lugar. En el
marco del presente programa de adaptación, se considera necesario potenciar esta línea de
trabajo y hacerla extensiva a todo el territorio autonómico con el apoyo de los investigadores
implicados y las asociaciones de ganaderos (La Red de Áreas Pasto-Cortafuegos de
Andalucía, Asociación Defensora de Herbívoros Contra Incendios Forestales ADHIF).
una ayuda importante en la lucha contra el fuego. En el marco del presente programa se
considera necesario potenciar el empleo de este tipo de medios, dotando a la Consejería de
Medio Ambiente de personal y recursos suficientes como para sacar el máximo provecho a
los datos suministrados por los distintos satélites y sistemas de observación.
En este sentido, hay en marcha desde 2001 un proyecto de observación de ciertos sistemas
forestales, el Sistema Bosque, que tiene como objeto la vigilancia y detección de incendios
mediante cámaras de visión infrarroja y cámaras de TV, siendo supervisada la operación desde
un centro remoto o central de vigilancia enlazada vía radio con los diferentes observatorios
(Salas, 2003a). Los bosques, ubicados en las provincias de Huelva, Granada, Jaén, Málaga y
Cádiz, se supervisan de esta manera entre los meses de mayo y junio y están operativos 24 horas
al día durante los meses de julio a octubre, en que comienzan a desmontarse los observatorios
para realizar las tareas de mantenimiento. Este sistema debería hacerse extensivo, en la medida
de lo posible, a otros sistemas forestales de elevado valor ambiental y ser operativos durante
todo el año. Este proceso se puede ir haciendo progresivamente a lo largo de los años según
una jerarquía establecida a tal efecto, en función de las necesidades de vigilancia detectadas.
Por otro lado, en previsión del aumento del número de incendios forestales a causa del
cambio climático, se debe adecuar la red de comunicación existente (telefonía terrestre y
satelital, transceptores de radio, mensajería instantánea, etc.) de manera que se aproveche la
capacidad de disponer de información in situ aportada por personal de vigilancia y ciudadanía
en general, gracias a la cual se pueda calibrar mejor la exposición real y planificar mejor la
lucha contra el fuego.
Coordinación institucional
Para esto, se plantea la posibilidad de crear una mesa de trabajo conjunta, dinamizada por
la Consejería de Medio Ambiente que es quien tiene competencias en prevención y extinción
de incendios, para que potencie la coordinación y el diálogo institucional, favoreciendo la
integración de esfuerzos.
Formación y divulgación
Se han agrupado en este epígrafe dos aspectos esenciales para la lucha integrada contra
los incendios forestales, por un lado, las labores de formación del personal profesional y, por
otro, lo relativo a las tareas de concienciación de la problemática de la sociedad en general.
Considerando que el cambio climático tendrá consecuencias muy negativas desde el
punto de vista de los incendios forestales (más incendios, más grandes y más intensos) es
necesario preparar a las brigadas, bomberos y personal técnico encargado de las labores
de prevención y extinción para condiciones laborales más exigentes. Por este motivo, se
considera adecuado iniciar una línea de adaptación consistente en mejorar la preparación
y formación de dicho personal para poder hacer frente adecuadamente a la labor que
progresivamente va a ir incrementando en dureza. Resulta necesario pues, no sólo mantener
un correcto adiestramiento y entrenamiento, sino adquirir nuevos conocimientos técnicos y
tecnológicos que se puedan incorporar a las acciones de prevención y extinción de incendios
en el futuro, como pudieran ser cursos de dirección y técnicas de extinción, prevención,
análisis del comportamiento del fuego, técnicas de quemas controladas, manejo y control
de combustibles forestales, construcción de fajas, desbroces, clareos, podas, eliminación de
residuos forestales, etc. Además, se deberían incluir simulacros de emergencias por incendio
forestal que ayuden a mejorar la logística, la organización, el tiempo de respuesta, etc.
Fortalecimiento de la legislación
Las causas de los incendios forestales en Andalucía son relativamente conocidas pese a
existir un porcentaje de siniestros cuyo origen no es asignable a ninguna de las categorías
establecidas. Las causas naturales de ignición suponen un pequeño porcentaje del total
de los fuegos forestales totales, siendo las negligencias la causa mayoritaria, sin olvidar los
incendios intencionados.
Por otro lado, se considera necesario el establecimiento legal de directrices que regulen las
condiciones de seguridad en la interfase urbana forestal, principalmente en urbanizaciones
en zonas forestales.
Se considera que esta herramienta tan valiosa debe enriquecerse de las posibilidades
actuales de las tecnologías de la información y la comunicación. Se ha de posibilitar
su acceso y consulta remota de manera que se facilite su estudio por distintos agentes
sociales y gubernamentales. Este incremento en el conocimiento de los patrones espaciales
y la dinámica del fuego en Andalucía, permitiría desarrollar campañas de prevención más
sofisticadas y en base a resultados científicos contrastados. Además, la EGIF debería incluir
información cartográfica de la localización de los siniestros con datos sobre el nivel de
gravedad e información sobre los medios empleados.
Entre las necesidades científicas detectadas se distinguen, por un lado, aquellas centradas en el
seguimiento sistemático de los incendios forestales en Andalucía y las variables ambientales y
socioeconómicas de los que dependen y, por otro, las de investigación más clásica, orientadas
al análisis de procesos ecológicos, meteorológicos, químicos y físicos del funcionamiento del
fuego. Se comentan, a continuación, las líneas más relevantes agrupadas temáticamente.
Escenarios regionalizados
Los actuales modelos de circulación general y las regionalizaciones realizadas hasta ahora
para Andalucía ofrecen valores de temperaturas y precipitaciones con insuficiente detalle
espacial y temporal, siendo necesario trabajar en el desarrollo de proyecciones más precisas
para que puedan ser útiles desde el punto de vista de la gestión de los incendios forestales.
Además, es imprescindible desarrollar predicciones para otras variables meteorológicas
clave en la propagación del fuego, como la humedad relativa y la velocidad del viento.
Evidentemente, se trata de una labor compleja pero imprescindible para poder operar con
los actuales modelos de ignición y propagación. Sólo con proyecciones detalladas espacio-
temporalmente de las principales variables será posible establecer una imagen realista de la
vulnerabilidad bruta por incendio forestal en distintos momentos futuros.
En línea de lo comentado anteriormente, dada la influencia enorme del factor humano como
modulador de los patrones de incendio forestal, es imprescindible desarrollar escenarios
socioeconómicos adaptados a la realidad de Andalucía que permitan tener en consideración,
en distintos escenarios temporales, la variable antrópica en la ignición y extinción de incendios.
Estos escenarios han de considerar, entre otros aspectos, el crecimiento de la interfase
forestal-urbana, el desarrollo de infraestructuras que son foco habitual de incendios (como
carreteras o líneas eléctricas), la disponibilidad de recursos económicos para las campañas
de extinción, cambios en los patrones de actitudes públicas, la frecuencia de visita a espacios
naturales, etc., de manera que se puedan contemplar en los modelos de incendios.
Monitorización y seguimiento
El paradigma del cambio ambiental global ha supuesto una modificación seria de las
necesidades de investigación requiriendo para su estudio series largas y completas de datos
ambientales. En el marco de la investigación de incendios forestales actual y futura, es vital
contar con un buen número de bases de datos relativas al número, tamaño, localización y
tipo de superficie forestal afectada por incendios; cantidad, naturaleza y condición de los
combustibles afectados por el fuego; medios movilizados, técnicas de extinción empleadas,
valores de los índices de riesgo, del NDVI; topografía, datos meteorológicos, etc.
Es necesario, por tanto, fortalecer los sistemas existentes de toma de datos (EGIF) y
complementarlos con los registros de variables meteorológicas y ambientales existentes.
Estas bases de datos deben desarrollarse en plataformas informáticas adecuadas que
permitan su actualización y consulta, tanto por parte de los gestores, como por parte de
investigadores y sociedad civil interesada.
Seguimiento post-incendio
El impacto de los incendios forestales sobre la capacidad de los ecosistemas para fijar o
liberar carbono es aún una asignatura pendiente, tal y como se recoge en la Evaluación
de los Impactos del Cambio Climático en España (Ministerio de Medio Ambiente y Medio
Rural y Marino, 2005). Se precisan medidas directas de los flujos de carbono en diferentes
ecosistemas, así como de los factores que los controlan y su interacción con el fuego.
clima y a escalas de detalle temporal y espacial, es elemental para poder anticipar situaciones
de máxima peligrosidad en el tiempo y en el espacio. Además, estos resultados han de ser
incorporados a los modelos de combustible en tiempo real y ser evaluables en base a las
predicciones del cambio climático.
Investigación forestal
Se debería revisar la teoría de la autosucesión por la cual se asume que, tras un incendio,
la cubierta vegetal se recupera naturalmente. Los regímenes de temperatura y precipitación
están cambiando y por tanto, las respuestas de las masas forestales también lo hacen. Otros
cambios importantes ocurrirán como consecuencia de la vegetación que pueda desarrollarse
tras el incendio, toda vez que, en muchos casos, la quema de pinares antiguos genera
matorrales o pinares que se queman antes de alcanzar la madurez reproductiva, por lo que,
finalmente, son los matorrales los que emergen. Conforme el cambio climático se materializa,
los cambios en la vegetación derivados del mismo irán haciéndose patentes (ECCE). En este
sentido, en la medida en que la vegetación más mesofítica, y por tanto, menos inflamable,
sea sustituida por otra que lo es más, aumentará la sensibilidad frente a incendios en las
zonas que así ocurra. Por otro lado, la aridificación de otras zonas podrá reducir la cantidad
y continuidad del combustible y, por tanto, disminuir los incendios. Es necesario realizar más
investigación básica para comprender las dinámicas esperables de incendios y desertificación
en el contexto de cambio climático a una escala de comarca forestal, de manera que se
pueda mejorar la prevención.
4
5
6
7
8
9
Enero Febrero Marzo
10
11
12
13
14
4
5
6
7
8
9
Julio Agosto Septiembre
10
11
12
13
14
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Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E4258 275953.40 4245055.00 349 360 404 1113 93 890 74 866 22 16 28 66 46 398 19 382 2 2 1 5 21 165 0 146
E4267E 314320.30 4263513.00 325 344 368 1037 88 819 70 794 25 17 29 71 48 346 14 329 2 3 2 7 17 127 0 117
E4274 326921.70 4258324.00 393 419 442 1254 98 939 76 898 40 28 56 124 47 426 21 402 7 5 1 13 26 194 4 203
E4275 337996.20 4249433.00 342 374 392 1108 83 858 71 839 18 20 33 71 49 385 17 363 4 2 0 6 15 141 1 160
E4286 346357.50 4254820.00 346 388 394 1128 92 906 61 839 35 27 46 108 48 424 11 408 2 1 0 3 25 202 0 241
E4287 352273.60 4260260.00 656 682 691 2029 113 1116 97 1112 171 178 238 587 73 721 48 649 47 35 72 154 56 445 23 431
E4524 152068.70 4207214.00 221 223 245 689 72 725 50 690 5 5 2 12 22 205 1 202 2 0 0 2 3 45 0 51
E4527E 150697.80 4211199.00 329 350 348 1027 88 867 65 831 12 5 4 21 36 261 3 269 2 0 0 2 4 56 0 79
E4528 154131.10 4202244.00 135 116 131 382 69 637 26 584 4 3 1 8 15 104 0 143 0 0 0 0 0 19 0 27
E4532 140971.70 4195792.00 269 287 272 828 89 864 44 754 39 7 22 68 41 298 0 293 10 0 0 10 27 110 0 135
E4541U 100568.70 4166195.00 653 669 715 2037 117 1162 103 1147 121 149 129 399 62 640 39 576 24 11 15 50 39 299 8 312
E4544E 109175.90 4145722.00 348 391 413 1152 95 949 81 904 11 11 13 35 33 281 13 305 2 0 0 2 4 59 0 86
cartografía por umbral de riesgo
E4549S 122202.40 4144165.00 323 374 414 1111 88 905 78 865 13 16 13 42 22 244 11 264 1 0 0 1 3 44 0 83
E4556 192685.20 4196694.00 410 432 476 1318 101 992 87 948 16 16 14 46 42 361 15 345 2 2 0 4 9 96 0 113
E4558 186477.90 4200075.00 256 288 330 874 81 839 60 782 18 12 8 38 25 282 5 319 2 0 0 2 5 79 0 116
E4563 166902.00 4198412.00 285 320 353 958 91 892 76 857 10 9 5 24 40 333 12 334 2 0 0 2 7 76 1 124
12 acumulados por década. Datos de superación y
E4575 114023.30 4169752.00 576 598 628 1802 107 1083 92 1033 61 54 87 202 54 530 36 496 6 6 8 20 32 224 7 235
Anejo 3: Análisis de temperaturas críticas. Datos
E4581 149137.10 4191801.00 708 710 754 2172 121 1233 116 1220 178 193 222 593 81 772 65 734 40 27 37 104 54 477 23 445
E4589 136330.90 4168342.00 386 435 462 1283 100 973 77 918 36 21 22 79 43 388 16 393 5 1 1 7 12 124 1 168
110
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E4602 148284.80 4153212.00 481 496 510 1487 113 1057 97 1014 69 61 84 214 52 498 23 459 7 11 8 26 30 212 0 219
E4603 148381.60 4143944.00 580 615 668 1863 114 1097 104 1072 58 44 66 168 43 413 29 408 7 7 3 17 11 85 1 145
E4605 149768.50 4131064.00 23 36 50 109 37 325 23 344 0 0 0 0 2 6 0 4 0 0 0 0 0 0 0 0
E4605B 149262.80 4130873.00 5 7 1 13 7 65 1 131 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E4606 199714.00 4184541.00 220 212 271 703 93 883 70 812 4 7 2 13 35 290 10 294 0 1 0 1 6 62 0 75
E4607E 192533.50 4186040.00 662 720 745 2127 118 1180 110 1157 110 124 180 414 72 728 46 636 8 9 16 33 48 428 17 390
E4608E 183125.30 4175902.00 389 393 436 1218 97 931 78 882 25 17 23 65 44 366 18 369 3 2 0 5 12 111 1 146
E4614 174849.50 4166340.00 619 660 701 1980 113 1148 111 1118 80 57 93 230 67 582 34 543 5 5 4 14 37 238 4 289
E4620 180707.60 4148170.00 519 535 582 1636 109 1041 92 1012 41 43 60 144 51 456 32 441 6 9 5 20 26 159 4 201
E4621 174979.40 4157229.00 327 374 425 1126 82 878 77 847 7 6 3 16 21 187 3 251 0 1 0 1 0 18 0 40
E4622 185291.10 4143705.00 782 806 849 2437 119 1241 119 1235 180 200 248 628 69 687 54 638 43 38 48 129 38 320 18 353
E4638 160426.30 4144212.00 276 316 341 933 81 796 64 752 3 4 4 11 8 89 1 138 0 0 0 0 0 4 0 7
E4638A 160427.70 4144246.00 382 422 435 1239 94 917 58 816 21 14 13 48 15 181 4 248 2 2 1 5 2 41 0 62
E4642E 153324.90 4132806.00 73 80 108 261 47 468 31 450 0 1 0 1 2 10 0 16 0 0 0 0 0 0 0 0
E5006 506433.80 4197255.00 35 45 73 153 64 571 23 554 0 0 0 0 11 109 0 89 0 0 0 0 0 9 0 3
E5038 499841.80 4195866.00 213 229 283 725 70 703 42 669 4 3 1 8 9 149 0 187 0 0 0 0 1 20 0 46
E5044E 525312.10 4131344.00 4 10 16 30 38 261 8 231 0 0 0 0 1 6 0 11 0 0 0 0 0 1 0 0
E5053E 523359.00 4186068.00 35 29 73 137 53 461 24 445 0 0 2 2 3 33 0 31 0 0 0 0 0 3 0 0
E5202 510053.80 4233786.00 579 638 638 1855 108 1073 90 1029 125 130 189 444 72 638 40 586 27 13 38 78 48 401 11 372
E5207A 495221.90 4232860.00 589 691 670 1950 115 1141 97 1109 72 65 107 244 61 639 30 585 5 2 9 16 26 325 0 334
111
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E5210 499115.30 4224836.00 469 552 530 1551 88 951 70 884 47 49 81 177 53 430 18 426 3 5 5 13 24 181 0 221
E5220 457794.60 4211231.00 420 499 462 1381 85 929 72 873 44 25 62 131 42 372 12 377 1 3 2 6 16 126 0 164
E5238 455658.30 4221784.00 727 752 774 2253 114 1127 103 1114 132 159 181 472 67 609 40 571 14 9 18 41 43 296 3 301
E5250 448439.90 4215291.00 677 719 715 2111 117 1166 103 1145 218 247 253 718 73 720 52 687 76 59 103 238 49 472 20 451
E5252 441812.70 4208400.00 689 697 727 2113 117 1144 103 1116 201 216 255 672 65 654 49 617 53 46 76 175 46 374 18 374
E5264B 446030.40 4182329.00 156 153 213 522 73 690 47 640 2 0 0 2 8 129 0 161 0 0 0 0 0 19 0 23
E5270 428974.60 4181538.00 380 398 439 1217 98 909 74 867 37 30 54 121 47 388 18 375 3 9 11 23 22 139 1 136
E5279U 444592.70 4223483.00 532 553 571 1656 105 1011 90 994 93 95 143 331 58 549 34 516 16 14 25 55 39 298 11 277
E5298C 405844.80 4209080.00 620 620 634 1874 111 1074 93 1030 110 112 160 382 57 557 23 522 18 17 27 62 38 277 6 283
E5330A 415669.30 4180121.00 228 250 287 765 77 738 53 704 6 12 13 31 25 222 3 201 0 0 3 3 3 45 0 55
E5346O 388655.00 4227021.00 129 151 196 476 66 658 41 596 1 8 6 15 21 143 0 145 0 0 1 1 2 27 0 29
E5366 378539.00 4209563.00 465 505 496 1466 104 985 82 948 36 33 57 126 43 373 15 371 2 7 3 12 11 128 0 145
E5366A 378539.00 4209563.00 576 582 579 1737 111 1051 91 1011 86 89 138 313 56 512 29 500 16 14 20 50 35 257 8 257
E5391A 357662.50 4242735.00 533 573 576 1682 107 1032 85 989 100 112 151 363 63 594 32 533 15 15 25 55 43 333 12 328
E5393 353339.00 4211519.00 589 603 623 1815 120 1139 104 1111 124 127 175 426 65 646 46 603 26 19 38 83 43 368 11 360
E5402 337195.10 4189967.00 571 584 610 1765 111 1089 97 1032 79 82 126 287 59 519 32 490 13 11 17 41 31 229 7 231
E5403 403508.60 4144189.00 450 514 528 1492 85 925 62 888 34 32 56 122 29 344 4 340 1 4 3 8 3 102 0 133
E5426A 382894.50 4163874.00 559 609 607 1775 98 1008 81 958 83 72 97 252 47 375 19 376 11 10 14 35 15 115 0 138
E5459U 329495.20 4220465.00 386 401 452 1239 95 934 82 893 21 15 28 64 44 372 15 357 2 5 1 8 13 98 0 107
E5468 320143.80 4188469.00 527 564 552 1643 109 1035 93 988 86 83 129 298 56 516 34 486 15 12 24 51 37 249 10 261
E5468E 319490.10 4180745.00 515 543 541 1599 108 1022 88 974 60 57 95 212 51 457 24 443 10 11 16 37 31 198 2 194
E5495 302573.90 4180045.00 543 557 588 1688 110 1063 100 1042 50 44 77 171 57 503 26 458 8 8 6 22 22 194 1 216
E5514 443953.50 4110224.00 165 199 252 616 79 703 59 703 4 11 17 32 27 170 5 180 0 2 3 5 2 30 0 36
E5515 446587.30 4116531.00 189 220 279 688 76 749 57 737 3 11 16 30 32 206 6 203 0 1 0 1 5 29 0 34
E5524A 438968.80 4119811.00 240 292 357 889 81 790 66 766 2 2 11 15 33 233 4 224 0 0 0 0 4 44 0 48
E5524O 429353.90 4120197.00 483 543 540 1566 97 975 86 961 40 38 71 149 53 449 21 437 2 7 9 18 19 137 1 148
Anejo 3: Análisis de temperaturas críticas. Datos acumulados por década.
E5530E 431087.60 4116300.00 305 344 371 1020 90 837 71 824 13 13 35 61 39 300 18 292 1 2 6 9 8 72 0 74
E5536I 448205.80 4138555.00 217 243 308 768 86 858 65 816 1 8 19 28 32 298 3 303 0 0 0 0 6 71 0 72
112
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E5545E 436754.60 4136781.00 386 435 461 1282 94 938 78 895 38 33 61 132 51 454 18 442 1 5 5 11 28 210 1 194
E5555O 418475.10 4129239.00 0 0 0 0 1 31 0 31 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E5562E 420404.60 4124283.00 219 261 315 795 80 794 66 768 9 13 26 48 39 300 15 307 0 1 4 5 9 83 0 82
E5562O 420069.90 4115199.00 540 609 603 1752 103 1012 92 986 71 53 99 223 58 527 34 503 4 11 9 24 29 245 4 255
E5578U 409878.80 4131014.00 149 201 256 606 73 709 48 656 0 6 1 7 21 149 0 156 0 0 0 0 1 7 0 8
E5598 361839.80 4121802.00 506 553 589 1648 92 972 82 951 52 38 82 172 42 359 14 383 2 9 10 21 13 126 0 170
E5603E 356992.00 4131018.00 370 393 430 1193 96 935 87 907 23 20 45 88 44 356 21 359 0 9 11 20 20 129 2 117
E5604E 381253.80 4143556.00 240 246 294 780 90 851 63 790 4 8 12 24 43 291 5 290 0 0 0 0 14 80 0 95
E5606E 378996.10 4131869.00 172 173 219 564 74 680 43 619 2 9 8 19 16 115 2 134 0 1 0 1 0 19 0 14
E5608I 360966.80 4142937.00 344 353 396 1093 101 922 77 885 17 18 25 60 38 324 10 323 1 7 1 9 9 80 0 95
E5611I 340693.10 4118170.00 118 118 181 417 79 675 49 623 0 7 5 12 15 84 1 103 0 1 0 1 1 8 0 4
E5612O 338136.40 4126488.00 98 92 184 374 46 407 17 470 0 11 3 14 3 29 0 61 0 1 0 1 0 4 0 2
E5619E 329197.80 4153085.00 643 657 700 2000 114 1142 105 1108 88 92 146 326 63 577 42 525 17 13 22 52 35 264 8 263
E5623E 354125.30 4159647.00 277 310 325 912 88 826 59 776 12 13 23 48 41 260 9 279 1 4 2 7 10 71 0 76
E5624I 349758.50 4149247.00 328 341 364 1033 92 850 70 790 19 14 33 66 38 264 10 287 0 7 6 13 13 92 0 88
E5625A 344088.30 4167600.00 533 543 552 1628 105 1027 93 995 55 58 98 211 54 486 31 470 6 11 17 34 32 220 6 215
E5641U 315826.20 4154303.00 537 533 538 1608 107 1017 88 987 46 45 82 173 47 384 18 392 4 11 12 27 18 130 2 150
E5651O 286014.70 4174295.00 515 524 541 1580 108 1006 86 959 39 28 51 118 44 336 11 352 3 9 4 16 12 93 0 122
E5697E 261005.20 4165873.00 554 575 608 1737 108 1073 102 1046 54 56 83 193 51 441 27 420 7 9 7 23 18 151 4 179
E5702B 259535.40 4161506.00 429 485 488 1402 101 987 88 929 34 22 35 91 27 261 10 292 3 6 0 9 4 55 0 90
E5725E 256477.40 4215691.00 129 141 184 454 77 711 52 659 4 4 0 8 19 180 0 172 0 0 0 0 1 33 0 39
E5729 240760.40 4207910.00 328 334 371 1033 103 934 80 897 17 11 18 46 46 382 18 378 2 4 0 6 19 133 0 152
E5733 231898.00 4186985.00 265 256 301 822 84 849 70 812 6 7 0 13 31 220 1 239 0 1 0 1 5 32 0 51
E5739O 242964.90 4161792.00 507 528 545 1580 106 1012 88 958 35 29 51 115 40 330 22 367 6 7 5 18 9 95 0 122
E5744S 233416.70 4154438.00 442 454 491 1387 104 991 85 935 26 21 35 82 41 317 15 332 3 8 3 14 7 88 0 107
E5745A 236531.50 4152728.00 733 779 807 2319 111 1172 103 1154 131 128 177 436 58 598 33 536 29 21 12 62 21 230 1 265
Anejo 3: Análisis de temperaturas críticas. Datos acumulados por década.
E5771A 216068.10 4200474.00 516 532 559 1607 102 1021 87 993 56 60 85 201 58 541 30 494 6 8 6 20 32 250 5 260
E5783 243685.50 4145561.00 473 486 523 1482 103 1015 86 958 35 28 50 113 36 322 13 321 3 9 5 17 6 77 1 122
113
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E5790 233574.80 4139713.00 484 492 538 1514 107 1022 85 981 38 38 53 129 34 315 16 335 4 9 4 17 8 86 1 132
E5796 270661.00 4115146.00 330 357 382 1069 93 899 71 839 14 17 18 49 26 218 7 241 1 4 2 7 7 57 0 83
E5802A 274435.60 4126938.00 543 603 627 1773 112 1098 100 1046 48 48 67 163 49 483 26 468 4 5 3 12 19 192 2 212
E5813E 227556.20 4142784.00 423 448 458 1329 105 970 83 913 30 20 39 89 43 318 16 331 2 8 6 16 9 100 0 119
E5818 215484.90 4136909.00 351 377 416 1144 92 887 75 834 13 13 17 43 26 216 4 236 2 3 1 6 3 37 0 65
E5826 197599.20 4163622.00 406 426 471 1303 108 1009 90 968 12 12 15 39 45 391 22 398 1 2 3 6 21 126 0 135
E5833O 212124.30 4135946.00 449 461 503 1413 106 991 87 945 27 23 39 89 35 287 12 302 3 8 3 14 5 59 0 110
E5834A 213052.80 4130670.00 597 620 644 1861 111 1092 94 1047 111 122 151 384 53 516 35 497 22 13 24 59 37 253 7 262
E5836A 207363.50 4133800.00 514 543 580 1637 109 1054 93 1018 48 50 63 161 44 400 25 396 6 9 6 21 12 129 1 165
E5853E 183658.20 4123235.00 243 253 290 786 77 763 57 705 4 10 6 20 8 83 1 135 2 1 0 3 2 13 0 11
E5856 183498.20 4115672.00 92 65 99 256 57 510 28 502 0 3 0 3 1 21 0 31 0 0 0 0 0 1 0 3
E5856I 187544.40 4111508.00 291 321 359 971 93 870 67 797 13 11 6 30 8 115 1 169 2 2 0 4 3 20 0 22
E5858 193287.70 4099261.00 86 91 91 268 39 412 23 449 1 1 0 2 2 24 0 33 0 0 0 0 0 1 0 1
E5859I 158575.80 4119892.00 5 10 5 20 17 131 0 135 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E5860G 182767.40 4106173.00 83 51 86 220 48 441 16 434 1 4 0 5 0 19 0 23 0 0 0 0 0 1 0 0
E5868I 255002.90 4119930.00 426 449 489 1364 92 979 88 926 25 26 40 91 32 296 13 306 2 3 3 8 7 83 0 114
E5870A 245004.10 4116062.00 261 276 318 855 78 759 63 724 8 10 6 24 12 124 1 158 0 0 0 0 1 21 0 22
E5873A 238408.80 4118420.00 185 204 238 627 70 729 46 653 4 6 1 11 8 81 0 108 0 0 0 0 1 11 0 6
114
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E5976 218697.00 4028320.00 3 4 1 8 8 72 0 85 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0
E5983U 238032.90 4033112.00 34 36 65 135 52 501 31 458 0 0 0 0 1 7 0 8 0 0 0 0 0 0 0 0
E5988 241643.70 4020509.00 33 31 63 127 46 407 16 388 0 0 0 0 1 3 0 3 0 0 0 0 0 0 0 0
E5998A 313295.00 4122897.00 436 501 525 1462 98 945 73 880 27 16 24 67 42 298 12 340 0 1 0 1 8 73 0 83
E6001 265065.30 3988187.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6006 279640.90 4000654.00 0 0 0 0 0 6 0 4 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6025U 281745.90 4011703.00 0 3 2 5 15 96 7 89 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6031 315926.70 4061940.00 0 0 0 0 2 9 0 10 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6046I 306813.50 4054281.00 0 1 0 1 9 67 2 65 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6050 292639.30 4043976.00 0 0 0 0 4 30 0 54 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6076O 324692.50 4039779.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6077 331180.90 4042047.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6097E 376654.20 4106313.00 80 90 133 303 67 573 39 543 0 5 2 7 9 52 0 47 0 0 0 0 0 2 0 1
E6106 346415.50 4100338.00 244 295 404 943 80 831 75 801 2 9 11 22 33 243 8 212 0 0 0 0 5 41 0 58
E6106B 344020.40 4099772.00 113 142 233 488 70 672 59 640 0 5 8 13 20 154 3 154 0 0 0 0 1 25 0 28
E6114 328996.40 4094812.00 7 12 33 52 38 284 9 272 0 0 0 0 0 1 0 6 0 0 0 0 0 0 0 0
E6118A 326331.10 4073288.00 1 13 13 27 42 332 19 296 0 0 0 0 2 3 0 5 0 0 0 0 0 0 0 0
E6119I 335858.50 4084965.00 49 69 107 225 59 493 46 478 0 2 1 3 5 41 3 48 0 0 0 0 1 4 0 5
115
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E6171 372609.60 4065314.00 0 0 2 2 1 8 0 6 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6179 387865.50 4095060.00 0 0 0 0 3 30 0 38 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6199 401432.70 4071469.00 4 0 20 24 4 60 8 43 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6200 402875.70 4067292.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6201 407123.20 4070329.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6219 438328.20 4065731.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6246 463855.00 4090546.00 71 89 134 294 55 544 21 518 2 1 1 4 6 65 0 88 0 0 0 0 1 7 0 20
E6247 462223.00 4083930.00 5 12 24 41 15 95 7 102 0 0 0 0 1 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6249 444245.30 4097897.00 174 227 295 696 77 780 69 756 5 10 19 34 35 241 7 210 0 3 4 7 6 55 0 58
E6258 456540.70 4086109.00 0 6 10 16 10 61 2 58 0 0 0 0 1 3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6268 449371.70 4066890.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6269 453464.80 4067643.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6277A 497232.60 4067073.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6292O 526356.30 4071872.00 0 1 0 1 5 50 0 60 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6295 530536.70 4080506.00 2 8 11 21 30 273 0 256 0 0 0 0 0 1 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0
E6297 548635.60 4076586.00 0 0 0 0 0 1 0 6 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6307 507745.40 4100179.00 0 0 0 0 0 2 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6308 508983.90 4097873.00 1 3 4 8 7 52 1 58 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
116
12
Riesgo moderado (>35 ºC) Riesgo alto (>39 ºC) Riesgo extremo (>41 ºC)
Est. X Y 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54 2050 45-54
61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90 61-70 71-80 81-90 61-90
A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2 A2 A2 B2 B2
E6364 575291.90 4156920.00 47 73 150 270 69 588 51 541 0 2 2 4 2 14 0 16 0 0 0 0 1 2 0 1
E6367A 594030.60 4137992.00 11 26 48 85 60 387 23 372 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6370 599305.60 4128499.00 0 0 0 0 0 2 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E6376E 340900.20 4109386.00 168 183 268 619 75 737 59 715 0 6 4 10 24 157 5 159 0 0 0 0 2 19 0 8
E7045 528866.40 4219096.00 1 2 5 8 31 264 5 300 0 0 0 0 0 0 0 4 0 0 0 0 0 0 0 0
E7054 547745.40 4230126.00 147 171 249 567 70 662 52 655 1 2 9 12 21 172 4 171 1 0 0 1 0 18 0 26
E7056 539239.80 4218462.00 28 27 75 130 57 498 22 484 0 0 0 0 8 72 0 70 0 0 0 0 0 8 0 11
E7062 536776.30 4241631.00 0 4 2 6 30 226 4 217 0 0 0 0 0 3 0 4 0 0 0 0 0 0 0 0
E7189A 581249.50 4167362.00 1 9 14 24 15 88 3 90 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E7194 573565.80 4174192.00 4 9 17 30 19 171 6 159 0 0 0 0 0 4 0 3 0 0 0 0 0 0 0 0
E7001E 620317.00 4141110.00 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
E4311 312870.00 4297600.00 385 415 417 1217 100 922 76 877 39 24 41 104 48 429 16 397 3 3 0 6 27 196 0 179
117
13 Anejo 4: Escenarios regionalizados de
Cambio Climático. Conceptos básicos
Conceptos básicos sobre escenarios de emisiones
El proceso de cambio climático, supone una amenaza para la sociedad y los distintos sectores
de actividad. Este hecho ha generado la necesidad de conocer los cambios de las diferentes
variables climáticas para este próximo siglo, mediante modelizaciones regionales del clima.
Los escenarios de cambio climático son proyecciones del clima del futuro obtenidas a partir
de los denominados Modelos de Circulación General (MCG´s), que simulan flujos de energía,
masa y movimiento en una retícula tridimensional que formaría la atmósfera, los océanos
y las capas superiores de la litosfera y la criosfera. Estos flujos están influenciados por el
forzamiento radiativo. Mediante cálculos y análisis complejos se realizan simulaciones a partir
de las concentraciones históricas de gases de efecto invernadero.
Se realizan entonces simulaciones del clima futuro para el siglo XXI en función de las
proyecciones de las emisiones de GEI modelizadas, es decir, incluyendo los distintos
escenarios de emisiones que se prevén según proyecciones realizadas en cuanto a evolución
de las actividades humanas y el desarrollo económico. Estos escenarios de emisiones han
sido propuestos a nivel internacional y aprobados por el Panel Intergubernamental del Cambio
Climático (IPCC). De todos los escenarios existentes, para el análisis realizado en Andalucía
se ha optado por elegir dos, que se sitúan en los extremos de las posibilidades que, con
mayor probabilidad, pueden afectar a dicha región. Éstos son:
Escenario A2: describe un mundo muy heterogéneo. Sus características más distintivas
son la auto-suficiencia y la conservación de las identidades locales. La población mundial se
mantiene en continuo crecimiento. El crecimiento económico por habitante, así como el cambio
tecnológico están más fragmentados y son más lentos que en otros escenarios posibles.
Escenario B2: contempla un mundo en el que predominan las soluciones locales para la
sostenibilidad económica, social y medioambiental. Aumenta progresivamente a un ritmo
menor que en A2. Aunque este escenario está orientado a la protección del medio ambiente
y a la igualdad social, se centra, principalmente, en los niveles local y regional.
a) A1
b) A2
40 40
dióxido de carbono GtC/año
Emisiones mundiales de
A1FI
30 30 A2
20 20
A1B
10 10
A1T
0 0
1990 2010 2030 2050 2070 2090 1990 2010 2030 2050 2070 2090
a) B1 b) B2
40 40
dióxido de carbono GtC/año
Emisiones mundiales de
30 30
20 20
B2
10 10
B1
0 0
1990 2010 2030 2050 2070 2090 1990 2010 2030 2050 2070 2090
Sin embargo, los Modelos Globales del Clima ofrecen una serie de limitaciones que se podrían
resumir básicamente en su escasa resolución espacial, y por tanto en su impedimento para
mostrar las peculiaridades existentes a nivel regional desde el punto de vista climático y que
no aparecen reflejadas en estos modelos globales.
Asimismo se han utilizado los datos climáticos para caracterizar el clima actual (periodo
1961-90) elaborados por la AEMET. La serie de valores climáticos 1961-90 se elabora para
interpretar el clima actual y disponer de una línea de base de la cual partir.
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