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Hice un esfuerzo sobrenatural para creerle, pero pudo más el amor que la
razón. ¡Putas!, le dije, atormentado por el fuego vivo que me abrasaba las
entrañas. ¡Eso es lo que son ustedes!, grité: ¡putas de mierda!. (92)
No era una muñeca viviente, pues no podía haber muñecas vivientes; pe-
ro, para que no se avergonzara de un viejo que ya no era hombre, había
sido convertida en juguete viviente. No, un juguete, no: para los viejos po-
día ser la vida misma. (7)
El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con
una adolescente virgen. (9)
Estaba acostada sobre el lado izquierdo, con el rostro vuelto hacia él. No
podía ver su cuerpo, pero no debía tener ni veinte años. (...) Su mano de-
recha y la muñeca estaban al borde de la colcha. El brazo izquierdo pare-
cía extendido diagonalmente sobre la colcha. El pulgar derecho se oculta-
ba a medias bajo la mejilla. Los dedos, sobre la almohada y junto a su ros-
340 FRANCISCA GONZÁLEZ FLORES
[La niña] Yacía de medio lado, de cara a la puerta, alumbrada desde el pla-
fondo por una luz intensa que no perdonaba detalle. Me senté a contem-
plarla desde el borde de la cama con un hechizo de los cinco sentidos. Era
morena y tibia. La habían sometido a un régimen de higiene y embelleci-
miento que no descuidó ni el vello incipiente del pubis. (...) Era imposible
imaginar cómo era la cara pintorreteada a brocha gorda. (...) Pero ni los
trapos ni los afeites alcanzaban a disimular su carácter: la nariz altiva, las
cejas encontradas, los labios intensos. Pensé: Un tierno toro de lidia. (Gar-
cía Márquez, 29)
Traté de separarle las piernas con mi rodilla por una tentación imprevista.
En las dos primeras tentativas se opuso con los muslos tensos: La cama
de Delgadina de ángeles está rodeada. (31)
Su voz tenía un rastro plebeyo, como si no fuera suya sino de alguien aje-
no que llevaba dentro. Toda sombra de duda desapareció entonces de mi
alma: la prefería dormida. (García Márquez, 77)
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Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo, y condenado a morir de
buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años.
(109)
GARCÍA MÁRQUEZ, KAWABATA Y MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES 345
NOTAS:
1. Vicente Mendoza, en su estudio sobre el romance español y el corrido mexi-
cano describe a Delgadina, como “probablemente uno de los más conocidos
y difundidos en nuestro país. (...) La presencia de tal romance en México de-
be ser muy antigua, dada su enorme difusión. (...) Igualmente extendido se
encuentra en toda la América hispana, fenómeno que ha llamado la atención
de los escritores de otros países” (72-73). La conexión de la conquista y co-
lonización española de América con la historia del viejo sabio y su relación
con la niña virgen (en la que busca “El Dorado” de la juventud perdida) abre
paso a sugerentes interpretaciones de Memoria.
2. Me parece significativo el hecho de que, en el epígrafe de Memoria, García
Márquez traduzca el título del cuento japonés como La casa de las bellas
dormidas y no “durmientes” (título de la obra en su traducción al español). La
elección del adjetivo que describe a las muchachas (un participio pasado –
“dormidas”–, en lugar del participio presente o activo de la traducción más
extendida –“durmientes”–) enfatiza la actitud pasiva de las bellas sin nombre
de Kawabata frente a una Delgadina agente.
3. Como Erich Auerbach indica en el capítulo de Mimesis dedicado a este epi-
sodio de la novela de Cervantes, el conflicto se produce porque: “Todos los
participantes están presentados en su realidad auténtica, en su vital rutina
diaria” (342, mi traducción).
BIBLIOGRAFÍA:
Auerbach, Erich. Mimesis. Princeton: Princeton University Press, 2003.
Coetzee, J.M., “Sleeping Beauty”. The New York Review of Books 53.3 (2006).
<http://www.nybooks.com/articles/18710>
García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Madrid: Cátedra, 2004.
---. Doce cuentos peregrinos. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1992.
---. Memoria de mis putas tristes. New York: Random House, 2004.
Kawabata, Yasunari. La casa de las Bellas Durmientes. Barcelona: Luis de Caralt
Editor, 1985.
Mendoza, Vicente. El romance español y el corrido mexicano. Estudio comparativo.
México: Ediciones de la Universidad Autónoma, 1939.
Monet-Viera, Molly. “Brujas, putas y madres: el poder de los márgenes en La Ce-
lestina y Cien años de soledad”. Bulletin of Hispanic Studies 77.3 (2000): 127-
146.
Roses, Lorena: “Las putas alegres, tristes, pero sagradas de García Márquez: Cien
años a cuarenta años de distancia”. Ínsula, 723 (2007): 3-5.
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Vicente Mendoza, en su estudio sobre el romance español y el corrido mexicano describe a Delgadina, como “probablemente uno de los más conocidos y difundidos en nuestro país. (...) La presencia de tal romance en México
debe ser muy antigua, dada su enorme difusión. (...) Igualmente extendido se encuentra en toda la América hispana, fenómeno que ha llamado la atención de los escritores de otros países” (72-73). La conexión de la conquista y
colonización española de América con la historia del viejo sabio y su relación con la niña virgen (en la que busca “El Dorado” de la juventud perdida) abre paso a sugerentes interpretaciones de Memoria.
2
Me parece significativo el hecho de que, en el epígrafe de Memoria, García Márquez traduzca el título del cuento japonés como La casa de las bellas dormidas y no “durmientes” (título de la obra en su traducción al español). La
elección del adjetivo que describe a las muchachas (un participio pasado –“dormidas”–, en lugar del participio presente o activo de la traducción más extendida –“durmientes”–) enfatiza la actitud pasiva de las bellas sin nombre de
Kawabata frente a una Delgadina agente.
3
Como Erich Auerbach indica en el capítulo de Mimesis dedicado a este episodio de la novela de Cervantes, el conflicto se produce porque: “Todos los participantes están presentados en su realidad auténtica, en su vital rutina
diaria” (342, mi traducción).