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Durmiendo con un pan

Por Dennis Linn, Sheila Fabricant Linn, Matthew Linn


Durante los bombardeos, en la Segunda Guerra Mundial, miles de niños se quedaron huérfanos y
morían de hambre. Los afortunados eran rescatados y ubicados en campos de refugiados donde recibían
alimento y buenos cuidados. Pero muchos de estos niños, que habían perdido tanto, no podían dormir de
noche. Tenían miedo de despertarse y encontrarse nuevamente sin techo y sin comida. Nada parecía
devolverles la seguridad.
Finalmente, alguien tuvo la idea de darle a cada niño un pedazo de pan al cual abrazarse a la hora
de ir a la cama. Estos niños pudieron, finalmente, dormir en paz, abrazados a su pedazo de pan. Durante
toda la noche, el pan les recordaba: "Hoy comí y mañana volveré a comer."

Introducción

Éste es el libro más simple que hemos escrito. Consiste en hacernos dos preguntas:

¿Por qué cosa estoy más agradecido? ¿Por cuál menos agradecido?

Estas preguntas nos ayudan a identificar momentos de consuelo y de desconsuelo. Durante siglos
la gente que reza ha encontrado guía para sus días y para sus vidas identificando estos momentos. Yo
(Dennis) descubrí por primera vez el poder de estas preguntas hace veinticinco años, cuando enseñaba en
la Reservación de Indios Sioux de Rosebud. Me acababa de mudar a una urbanización y decidí
arriesgarme a hacer algo nuevo: invitar personas a comer. Invité a ocho de mis alumnos a cenar. Ya que la
comida más común en la reservación era la sopa, me pasé la mañana hirviendo huesos para el caldo.
Luego le agregué una taza de arroz. Pareció desaparecer. Lo mismo pasó cuando agregué toda la caja de
arroz. Como no sabía que el arroz se expandía al cocinarse, fui a ver a dos o tres vecinos y conseguí unas
dos cajas más de arroz. (Desafortunadamente para mí, los sioux son muy generosos y dan sin hacer
preguntas... ) Con tres cajas de arroz en la olla, esperaba tener suficiente para ocho estudiantes
hambrientos si primero los llenaba con mucho pan. Cuestionándome si había sido inteligente al invitar a
tanta gente para la cena, dejé la sopa a fuego lento sobre la cocina y me encaminé a la escuela a dar clase.
Cuando volví a casa con los estudiantes, el arroz nos recibió en la puerta de entrada.
Parecía que habían caído 30 cm de nieve en todo el interior de la casa. Mientras algunos de los
estudiantes se quedaron a ayudarme a sacar a paladas el arroz, otros salieron a invitar a sus familiares y
amigos a ayudarnos a comerlo. En vez de a ocho estudiantes sioux, esa noche alimenté a la mayoría de los
habitantes de la reservación (incluyendo los perros). La comida causó una impresión tan duradera que el
año pasado, cuando hicimos un retiro en esa misma reserva, la pregunta más común que escuché era:
"¿Dennis, te quedó algo de sopa?"
Recuerdo la sopa de arroz no sólo porque lanzó mi carrera culinaria sino porque también comenzó
con una práctica espiritual que todavía es fundamental en mi vida.
Esa noche, no sólo mis estudiantes, sino también sus padres y hermanos y hermanas menores y
otros maestros se quedaron. Yo estaba tan conmovido por su presencia que olvidé el programa del servicio
de oración que había planeado, y simplemente compartí lo que sentía. Prendí una vela para que me
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ayudara a concentrarme y le dije al grupo que no me había sentido agradecido cuando el arroz me
esperaba a la puerta de entrada cuando llegué a casa. Pero que estaba profundamente agradecido de que
gente de todas las edades se hubiese juntado en mi casa a festejar (con arroz) y a rezar. Otros comenzaron
a compartir sus propios momentos menos gratos y más gratos del día, y cada uno encendía una vela
mientras hablaba. La voluntad de Dios es, generalmente, que hagamos más de lo que más agradecemos o
de lo que nos da más vida. Esa noche nos dio a todos nosotros tanta vida que, durante el resto de mi
estadía en la reservación, cociné la cena de todos los viernes (no volví a hacer arroz) e invité a mis
alumnos sioux a que viniesen, comieran, encendieran una vela y compartieran esas dos preguntas.
Actualmente, nosotros tres terminamos cada noche compartiendo esas mismas dos preguntas.
Hemos conducido retiros en más de cuarenta países y hemos observado que, sin tener en cuenta la cultura
o la edad de los grupos, estas preguntas son el modo que más ayuda a la gente a encontrar guías para sus
vidas. Veinticinco años más tarde, el impacto de la sopa de arroz se mantiene, ya que todos los domingos
un grupo de amigos fieles se reúne en nuestra casa a cenar. Cada uno de nosotros prende una vela y
compartimos nuestras respuestas a esas dos preguntas. El día de reunión -y la comida, ¡gracias a Dios!-
han cambiado desde que dejé la reservación, pero las preguntas no. Esperamos que este libro te ayude a
obtener tanta vida de esas preguntas como a nosotros.

Parte 1

el examen
durante muchos años, hemos terminado cada día en la misma forma. Prendemos una vela, nos volvemos
conscientes de la presencia amorosa de Dios, y nos quedamos aproximadamente cinco minutos en silencio
mientras cada uno se hace a sí mismo las dos preguntas.

¿Por qué momento del día de hoy estoy más agradecido?


¿Por qué momento del día de hoy estoy menos agradecido?

Hay muchas otras formas de hacer las mismas preguntas:

¿Cuándo di y recibí más amor hoy? ¿Cuándo di y recibí menos amor hoy
¿Cuándo me sentí más vivo hoy?
¿Cuándo sentí que la vida se escapaba de mí?

¿Cuándo tuve hoy más sentido de pertenencia a mí mismo, a otros, a Dios, al universo?
¿Cuándo tuve menor sentido de pertenencia?

¿Cuándo fui más feliz hoy? ¿Cuándo me sentí más triste?

¿Cuál fue el punto más alto de hoy? ¿Cuál fue el punto más bajo?

Luego, compartimos estos dos momentos entre nosotros. Habitualmente todo el proceso lleva más
o menos veinte minutos. Cuando tenemos mucho sueño, podemos fácilmente terminar en diez. Llamamos
a este proceso el examen.
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Varias noches atrás, haciendo este proceso juntos, pasó lo siguiente. Los momentos de desconsuelo
de cada uno de nosotros tenían que ver con la salud del padre de Matt y Dennis, el suegro de Sheila.
Habíamos planeado llevar a la madre y al padre de Matt y Dennis de vacaciones de Navidad a Florida, a la
casa de un primo. Cancelamos las vacaciones porque a papá le dolía mucho la pierna. Ese día nos había
estado diciendo que estaba pensando en vender la casa en donde había vivido durante cincuenta años. Nos
pidió que rezásemos para que muriera. Nuestro desconsuelo de aquella noche incluía lamentarnos por la
pérdida de las vacaciones y especialmente por imaginarnos lo que sería la vida sin nuestro padre y nuestra
casa.
Los tres mencionamos el mismo consuelo, una conversación que habíamos tenido ese día, más
temprano, acerca del examen. Había sido originada por una llamada telefónica de una familia y por una
carta de otra familia que nos contaban cuánto había representado el examen en sus vidas. Nos dimos
cuenta de cuántas veces el examen nos había dado vida. Aun en ese momento, en medio de nuestro
desconsuelo sobre la salud de papá, el proceso de compartir estos sentimientos entre nosotros en el
examen nos estaba dando la fuerza para enfrentar la situación. Como el examen nos estaba dando tanta
vida, decidimos que, ya que estaríamos en casa, en vez de en Florida, pasaríamos la semana siguiente
comenzando este libro. Con todos nuestros libros habíamos observado que, sin importar el tema sobre el
que escribiésemos, éste cobraba vida cuando lo compartíamos con los demás. Por eso sabíamos que el
examen nos iba a dar más vida a nosotros si lo compartíamos contigo.

Por qué necesitamos


el examen

Yo (Matt) necesito el examen por mi actitud pesimista. Soy una de esas personas que se sienten mal
cuando se siente bien, por miedo a sentirse peor cuando se sienta mejor.
En África, me las arreglé para encontrar una persona todavía más pesimista que yo. Cuando le dije que
debíamos cambiar nuestro pesimismo porque los optimistas viven más tiempo, me contestó: "Se lo
merecen."
Soy también un perfeccionista. Durante un seminario, diez personas pueden felicitarme y sólo una
decirme que algo podría mejorarse. Me olvido de las diez felicitaciones y me acuerdo solamente de lo que
podría ser mejorado. Necesito el examen para que me ayude a darme cuenta, no sólo de lo que anda mal,
sino especialmente de lo que va bien.
Cada noche, primero me pongo en contacto con aquello por lo que estoy agradecido en ese día, y doy
gracias. Y luego pregunto por aquello por lo que no estoy tan agradecido.
Cuando descubro algo por lo cual no estoy agradecido, lo nombro, lo siento y aprecio que no lo estoy
negando y que Dios está, conmigo en eso. La curación viene en el grado en que le doy la bienvenida a
todos mis sentimientos y me permito ser amado en ellos. De esta forma reconozco honestamente el dolor e
incluyo amor. Luego, generalmente, me quedo dormido con el corazón agradecido.
Todo lo que dejo para pensar al día siguiente entra en mi inconsciente. Por ejemplo, cuando he
perdido algo o no sé una respuesta a un problema, a menudo, me levanto a la mañana siguiente con la
solución. ¿Por qué? Porque cualquier cosa en la que esté pensando cuando me quedo dormido, continúa
siendo procesada en mi inconsciente durante la noche. Si me voy a la cama agradecido y espero
despertarme diciendo "gracias", la gratitud baña mi inconsciente y yo me despierto más agradecido. Pero
si me voy a la cama resentido, lleno mi inconsciente con más resentimiento y me despierto más agresivo.
Aprender esto hasta ha cambiado mis sueños. Ya no caigo desde arrecifes, de cabeza en una parálisis o la
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muerte, sino que me recupero con más vida. Cuanto más duermo con el corazón agradecido, más curo mi
inconsciente. Ahora, cuando suena la alarma del despertador puedo decir: "Pienso que necesito otra hora
de curación de mi inconsciente" y me vuelvo a dormir sin sentirme culpable.
El examen es importante para mí (Dennis) porque me ha ayudado a apreciar durante todo el día
cómo la voz de Dios habla a través de esos momentos por los cuales no estoy tan agradecido. Soy un
optimista, lo opuesto a Matt, creo que vivo en el mejor de los mundos posibles, y Matt teme que yo tenga
razón...
Matt necesita el examen para recordar lo que ha salido bien, para poder sentirse agradecido. Sin
embargo, mi adicción (que yo llamo "paz a cualquier precio") es siempre estar agradecido y feliz y nunca
perturbar la armonía. Por lo tanto, necesito el examen para que me ayude a reconocer los sentimientos de
tristeza y dolor, y escuchar cómo Dios está hablando a través de ellos.
Por ejemplo, un día me sentí aliviado después de escribir la que creía una buena carta. Pero cuando
la releí, noté sentimientos de tristeza y de cansancio. Sabía que, cuando hiciera el examen aquella noche,
la carta sería de lo que estuviera menos agradecido. Hace muchos años, antes de empezar a hacer el
examen, probablemente habría releído esa carta y, no estando en contacto con lo que sentía, la hubiese
enviado. Aunque el examen comenzó como un proceso de reflexión que sólo llevaba a cabo en las noches,
ahora se ha convertido en un hábito y me encuentro reflexionando, de una forma similar, durante todo el
día. Aunque no sabía, al principio, por qué estaba triste, sabía lo suficiente como para no enviar la carta.
Dos días después, cuando supe cómo volver a escribir la carta, la tristeza inmediatamente desapareció. A
medida que volvía a escribirla, descubrí lo que Dios quería decirme a través de la tristeza: "Atrévete a
romper la armonía y defiéndete a ti mismo." Si hubiese enviado la primera carta y no hubiese escuchado
mi tristeza -el momento por el cual estaba menos agradecido-, habría podido quedarme varado en mi
adicción y perdido lo que Dios quería decirme. Finalmente, "la paz a cualquier precio" me podría haber
llevado a "fundirme", ya que la parte más profunda de mí anhelaba que yo fuese en la dirección opuesta y
que me atreviese a romper la armonía. El "fundirse" no proviene de hacer demasiado, sino de hacer lo que
no queremos hacer realmente, de manera que un pie está moviéndose hacia adelante y el otro pie está
tratando de escapar.
Yo (Sheila) necesito el examen porque me ayuda a ser quien soy y no quien pienso debería ser.
Cuando era niña, no me alentaron para que confiase en mí misma. Aprendí a tener vergüenza de mis
necesidades y deseos, y a negarlos en un esfuerzo por acomodarme a lo que los otros parecían esperar de
mí. El examen me ha ayudado a aprender a confiar en mis necesidades y deseos, al observar el patrón de
lo que me trae consuelo o desconsuelo.
Por ejemplo, hace muchos años, cuando estaba en la escuela, Alex era uno de mis profesores. Alex
tenía aproximadamente la edad de mis padres, y era como un padre para mí. Todavía en esa época era
temerosa e introvertida, y Alex era la persona en la que yo más confiaba en el mundo. La relación terminó
abruptamente, por razones que yo nunca llegué a comprender del todo. Me llevó muchos años
recuperarme, y siempre pensé en esta experiencia como la más dolorosa de mi vida. Era la única relación
significativa que había tenido y que parecía haberse roto esencialmente. Traté muchas veces, pero sin
éxito, de reconciliarme. Me sentía profundamente avergonzada de mi incapacidad para aceptar la situación
tal cual era. Me decía repetidamente que algunas cosas no sanan en esta vi
da y que debía dejar de molestar a Alex con mis deseos de sanación. Sin embargo, tales pensamientos
siempre me traían un gran desconsuelo en forma de dolor en el pecho y una terrible tristeza en mi
garganta.
Me di cuenta de que, muchos años después, todavía necesitaba contar la historia de esta relación y
su final traumático, una y otra vez, a unos pocos amigos íntimos. Cada vez que la contaba y me sentía
escuchada, me sentía consolada, y el dolor en el pecho y la tristeza en mi garganta, de alguna manera, se
iban. Cuando escuché lo que me daba consuelo, me di cuenta de que lo que yo más quería era que Alex
escuchara mi experiencia de nuestra relación, aun cuando ésta no pudiera recuperarse. Necesitaba decirle
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por qué la ruptura de nuestra relación me había herido tanto y cuánto significaba para mí.
El dolor en el pecho y la hinchazón en mi garganta eran gratitud y dolor inexpresados, de alguna
forma liberados cuando podía compartir esos sentimientos con alguna otra persona. Al que yo necesitaba
realmente para que compartiese esos sentimientos era a Alex. Le escribí una carta poniendo en claro lo
que necesitaba de él (ser escuchada), y lo que no necesitaba (la restauración de la relación padre-hija que
una vez habíamos tenido). Para mi sorpresa, estuvo de acuerdo en reunirnos.
Desde el momento en que comencé a hablar, tuve la sensación de que Alex me escuchaba con gran
cuidado y atención. Escuchó durante tres horas. Parece que él tampoco había entendido la ruptura de
nuestra relación, y el hecho de escuchar la historia representó una curación tanto para él como para mí.
Cuando terminé, ambos sabíamos que la barrera entre nosotros se había disuelto y que éramos nuevamente
amigos.
Antes de irme, le dije a Alex que el momento en que más lo había extrañado había sido cuando me
había casado con Dennis y él no había estado presente para ser mi padrino de bodas. Cuando Dennis y yo
fuimos a verlo, al día siguiente, nos dio un paquete envuelto que contenía un regalo de bodas hecho a
mano. Ayer hablamos con Alex por teléfono, de forma tan natural, como si los años de separación no
hubiesen existido nunca.
Porque mi madre estaba enferma mentalmente y no podía conectarse con sus hijos, aprendí,
cuando era chica, a sentirme avergonzada de mis necesidades y deseos, especialmente mi necesidad de
conectarme con otro ser humano. Era esta voz de vergüenza la que me decía que debía abandonar el
intento de subsanar mi relación con Alex. Cuando yo me rendía a esta voz, me sentía desolada. Cuan-
do tomaba contacto con el consuelo, sentía que cada vez que contaba la historia de Alex, eso me mostraba
cómo curarme: pidiendo ser escuchada.
El patrón que he descrito sobre mí misma, de sentirme avergonzada de mis necesidades y deseos,
es uno de los aspectos de la co-dependencia. Yo me comporto como co-dependiente cada vez que me
oriento alrededor de la realidad de otros, en vez de vivir mi propia realidad y respetar mis propias
necesidades. Muchas personas que trabajan en el campo de las adicciones dicen que la co-dependencia
con su sentimiento de vergüenza esencial subyace en toda adicción.
Necesito el examen para ayudarme a recuperarme. En su libro Codependencia, Anne Wilson Schaef dice
que para recuperar a un co-dependiente, "aun la más pequeña mentira puede zambullirnos nuevamente en
nuestra enfermedad". En otras palabras, al distorsionar la verdad de quién soy yo realmente (para agradar
a otros, para colmar mis expectativas de quién debería ser o qué debería sentir) es como un alcohólico que
toma el primer trago. Necesito el examen todos los días porque me ayuda a mejorarme en decir la verdad
acerca de quién soy y qué necesito.

¿El examen puede guiar nuestras vidas?

El examen nos hace conscientes de momentos que, en principio, podríamos dejar de tomar en cuenta por
insignificantes, momentos que finalmente podrían guiarnos en nuestra vidas. Por ejemplo, un día
estábamos en una conferencia de inglés y español en los EEUU., donde los de habla inglesa tocaban
música en la mañana y los de habla española en la tarde. Esa noche, en el examen, el momento por el cual
los tres estábamos menos agradecidos era el mismo: la forma lenta en que se había desarrollado la reunión
cuando los de habla inglesa tocaron. Nuestro momento de agradecimiento mayor también era el mismo: el
grupo hispánico y cómo su música revitalizó la conferencia.
A primera vista, esos dos momentos parecían insignificantes. Pero durante los siguientes meses,
todos notamos un patrón en el cual, a menudo, nuestros momentos de agradecimiento se centraban
alrededor de gente de habla hispana. Si esto sólo hubiese sucedido unas pocas veces, lo podríamos haber
ignorado. Pero, como hacíamos el examen regularmente y la gente de habla hispánica eran muy a menudo
nuestra experiencia de consuelo, nos dimos cuenta de que está
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bamos en contacto con algo importante. Finalmente nos tomamos un tiempo para preguntarnos qué
teníamos que hacer al respecto. Sabíamos que la voluntad de Dios para nosotros es, cuando sea posible,
hacer lo que nos dé mayor cantidad de vida o de gratitud. Por lo tanto, decidimos estudiar español en
Bolivia y pasar los siguientes tres años organizando retiros en América latina.
Cuando cada día miramos los momentos insignificantes, éstos se vuelven importantes porque forman un
patrón que, a menudo, apunta hacia el modo en que Dios quiere darnos más vida.

Cuando otra gente quiere que te digamos qué hacer


Mucha gente que recurre a nosotros nos trae preguntas tales como: "¿Debo cambiar de trabajo?" "¿Debo
pasar más tiempo en casa o sirviendo a otros?" "¿Qué me puede ayudar con mi depresión?" Si tomásemos
la responsabilidad de contestar todas estas preguntas, nos quedaríamos exhaustos y desencaminaríamos a
los demás. Sin embargo, el examen nos ha dado una forma de contestar que nos protege de simular que
somos un gurú que tiene todas las respuestas, y también protege al que pregunta para que no niegue su
sabiduría interna. Habitualmente sugerimos que la persona pase un mes enfocando, cada día, lo que le dio
vida y lo que le sacó vida. Tales personas regresan, a menudo, un mes después, habiendo descubierto,
desde su propia experiencia, lo que deben hacer más y lo que deben hacer menos para resolver sus
problemas.
La voluntad de Dios es que demos y recibamos más amor y más vida.

La experiencia diaria es revelación divina


San Ignacio escribió los Ejercicios espirituales, que han guiado a los que hacemos retiros durante
siglos. Los Ejercicios comienzan recomendando que a todos se les enseñe el examen. Ignacio no se
hubiese sorprendido de que el examen revelase una guía para nuestra vida, ya que el examen es lo que lo
convirtió de un soldado salvaje en un peregrino que caminó descalzo a Jerusalén. Esperaba que Dios
hablase a través de nuestros sentimientos y deseos más profundos, lo que él llamaba "consuelo" y
"desconsuelo". Para nosotros, el consuelo es todo aquello que nos ayuda a conectarnos con nosotros
mismos, con los demás, con Dios y el universo. El desconsuelo es todo lo que nos desconecta. Ignacio
recomendaba regresar a nuestros momentos más profundos de consuelo y desconsuelo. Hacemos esto
porque se dice, con sabiduría, que "La experiencia es el mejor maestro"... La primera, y la más obvia de
las razones para esto es que la Revelación no se ha terminado, Dios, constantemente, se revela a nosotros
en nuestra experiencia... Por supuesto que la Biblia es revelación divina, nadie lo niega. ¡Pero también lo
es la vida! Precisamente porque Dios está presente en la vida y disponible para la experiencia humana,
nosotros tenemos una historia para contar, inspirada divinamente, y una vez que la historia es contada, es
Revelación.
Una razón por la que prendemos una vela cuando hacemos el examen es porque la llama de la vela
simboliza la luz de la revelación divina en nuestra experiencia diaria. Las preguntas sobre la gratitud son
simplemente una forma de descubrir los consuelos y desconsuelos del día, los movimientos interiores a
través de los cuales la revelación divina se despliega. Ignacio veía el examen como la piedra angular de la
vida espiritual, al punto de que, cuando los jesuitas, en el Concilio de Trento, preguntaron si podían saltear
sus ejercicios de oración porque no tenían tiempo, Ignacio les ordenó saltearse cualquier cosa menos el
examen.

encontrando nuestras órdenes -selladas


A medida que hacemos el proceso de examen todos los días, emerge un patrón que es más
profundo aún que el patrón que lleva a una decisión específica, tal como nuestro compromiso de estudiar
español en Bolivia. Agnes Sanford se refería a este patrón llamándolo "órdenes selladas" de Dios. Con
esto quería decir que es como si, antes de que naciéramos, cada uno de nosotros hubiese hablado con Dios
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sobre el propósito especial de nuestro tiempo en la Tierra. A través de toda nuestra vida, cada uno de
nosotros descubre, más y más profundamente, nuestras únicas órdenes selladas, una forma en que sólo
nosotros estamos dotados para dar y recibir amor.
Cuando yo (Sheila) estoy en contacto con el propósito especial de mi vida y estoy llevando a cabo
mis órdenes selladas, tengo un profundo sentimiento de consuelo o rectitud, y todo mi cuerpo deja de estar
en tensión. Creo que este sentido de rectitud se expresa fisiológicamente porque el propósito de nuestra vi-
da está incluido hasta en las células de nuestro cuerpo.
He notado este sentido de rectitud cada vez que estoy en contacto con, o estoy aprendiendo acerca
de la bondad interior de las cosas creadas. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que esto ha guiado todas
las decisiones principales de mi vida. Me convertí en cristiana (mi familia es judía) porque sentía la
presencia de Jesús en la naturaleza. Fui al seminario (en vez de a un programa para graduados en
psicología) porque quería aprender acerca de la presencia de Dios en el desarrollo humano. En el
seminario tomé todos los cursos sobre ciencia y teología, y finalmente me convertí a la Iglesia católica por
el profundo sentido de encarnación presente en el catolicismo: su reconocimiento de la presencia de Dios
en todas las cosas. Me casé con Dennis porque él comparte mi alegría de encontrar esta bondad en la
Creación.
Porque el propósito de nuestras vidas está incluido en todas las células de nuestro cuerpo no
necesitamos mirar muy lejos para encontrarlo. Podemos encontrarlo mirando muy cerca, todas las
pequeñas cosas de todos los días que nos dan consuelo y desconsuelo. Experimento consuelo cuando veo
las hojas de una planta darse vuelta hacia la luz, cuando siento la vitalidad en los alimentos sanos, como
yo los preparo, o cuando experimento la energía de la vida en la ropa de algodón. Muchos de esos
momentos me han sugerido que mis órdenes selladas son reconocer el rostro de Dios en todas las cosas y
ayudar a que cada cosa se convierta más verdaderamente en sí misma a través de mi presencia amorosa
ante ella.
Los momentos de desconsuelo son igualmente instructivos. Recientemente dimos un retiro en
donde hablamos acerca de la presencia de Dios en la evolución. Unos pocos participantes objetaron con
fuerza y con considerable hostilidad, insistiendo en que la evolución está "en contra de la Biblia". Me sentí
muy triste y perdida acerca de cómo comunicarme con estas personas. He aprendido de ésta y de otras
experiencias similares, que no estoy dotada para trabajar con gente con las cuales no pueda compartir mi
amor por el mundo creado.
Robert Johnson sugiere que resumamos el propósito especial de nuestra vida en una sola palabra o
frase que "nombre" quiénes somos. Una vez que sabemos quiénes somos, también sabemos quiénes no
somos. Sabemos dónde y a quién pertenecemos, y podemos cesar de tratar de ser todas las cosas para toda
la gente. A medida que he reflexionado sobre el patrón de consuelo y de desconsuelo en mi vida, el
nombre que se ajusta a mi experiencia es "alimentar la bondad interna de toda criatura".

Compartiendo el examen con otro


Aunque el examen es útil cuando lo hacemos solos, nosotros lo hacemos en grupo. Cuando
compartimos con el otro, no sólo los momentos sobre los cuales hablamos son más reales e importantes
para nosotros, sino que también la gente con la cual los compartimos se vuelve más importante. Por eso
los grupos de Twelve Step (Doce escalones, el grupo de espiritualidad que ha crecido más rápido en los
EE. UU.) ponen tanto énfasis en el compartir regularmente con otro, por ejemplo, con un padrino. En
realidad, el escalón cuatro, cinco y el diez, que nos invitan a revisar nuestra vida y compartir los
resultados con otra persona, son una variación del examen. En algún sentido, la mayoría de las reuniones
de Twelve Step son exámenes grupales en los que los participantes comparten sus consuelos y
desconsuelos experimentados desde la última reunión. Este compartir facilita la unión, ya que profundiza
la empatía y la compasión de los miembros del grupo por los demás. En un ambiente así la gente puede
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sanar, crecer y trabajar en conjunto. Lo hemos notado en otra clase de grupos también. Si los participantes
comienzan la reunión compartiendo el consuelo y el desconsuelo que traen con ellos, pueden,
generalmente, completar las tareas de la reunión en la mitad del tiempo ya que están más unidos y mejor
preparados para escuchar.
En nuestro caso, compartir el examen nos da la posibilidad de entrar en el corazón del otro. Nos
sorprendemos de cómo, muchas veces, lo que es el momento más gratificante para uno, para otro es el
momento por el cual se siente menos agradecido. Por ejemplo mi (Dennis) país favorito es Guatemala. Mi
entretenimiento favorito allí es regatear en los mercados artesanales donde todo está hecho a mano con
hermosos colores como los del arco iris. Una noche, durante un viaje a Guatemala, compartí con Sheila y
Matt que yo me sentía muy agradecido por haber podido comprar seis camisas tejidas a mano. Ya que
había podido bajar del precio por camisa de $ 12 a $ 4, me había comprado una camisa para mi y cinco
para mis amigos. Esa misma noche Sheila dijo que mis regateos eran sus momentos menos gratos. Sheila
hace cosas a mano (tejió suéteres para toda nuestra familia) y sabía que cada camisa llevaba alrededor de
cinco días de trabajo. Por eso, cuando el vendedor dijo "$ 12", en vez de que yo dijera $ 4, ella quería que
ofreciese $ 24. Volvimos a Guatemala el año pasado. Esta vez, antes de regatear en el mercado, regateé
con Sheila sobre lo que sería un precio justo. Al fin de ese día, cuando hicimos el examen, todos
estuvimos de acuerdo en que el momento por el cual estábamos más agradecidos había sido la compra de
la camisa en la cual, tanto el vendedor como nosotros, nos habíamos sentido ganadores.

Compartiendo el examen en Familia


Una de nuestras alegrías más grandes al enseñar el proceso del examen en los retiros ha sido el
número de familias que lo han llevado a casa y lo han hecho parte habitual de sus vidas. Por ejemplo,
Frank les ha enseñado el examen a sus cinco hijos y diez nietos. Hace cuatro años, Frank estaba visitando
a Martha (tres años), Eric (seis años) y a sus padres. Los adultos empezaron a hablar sobre cómo había
sido su día, y Frank pensó en hablarles sobre el proceso de examen. Los chicos en seguida se interesaron.
Comenzaron a hacerse preguntas uno al otro: "¿Cuál fue la mejor parte de tu día?" y "¿Cuál fue la peor?"
Cuatro años más tarde, esta familia todavía hace el examen junta. El examen les ha dado la oportunidad
para reconciliarse y reparar faltas de uno con el otro. Por ejemplo, una noche el desconsuelo de Eric era el
tiempo en que había sido malo con alguien, durante ese día, y había "tenido que salir del juego". Otra vez,
Eric compartió que su mejor momento del día había sido cuando empapó a Martha con la manguera.
Martha contó que la peor parte del día para ella había sido que la mojaran. En ese momento, su padre
intervino y guió con dulzura a los chicos para que se reconciliaran. Eric y Martha están aprendiendo del
examen que la parte mejor del día para uno puede ser la peor para otro, y a respetarse mutuamente en sus
diferencias.
Otro ejemplo son Jim, Aun y sus tres hijos. Han estado haciendo el examen sin parar desde que se
lo enseñamos hace once años. Algunas veces toda la familia se reúne alrededor de la mesa y hace el
examen junta. Otras veces, Jim o Ann lo hacen con cada uno de los chicos mientras los llevan a la cama.
Han adaptado las preguntas de la siguiente forma:

¿Con qué te sentiste bien hoy?


¿Cuál fue tu mayor lucha hoy, o cuándo te sentiste triste, desvalido o enojado?

Después de compartir sus respuestas, cada persona las lleva a Dios, en agradecimiento por su consuelo y
en oraciones pidiendo ayuda por el desconsuelo.
Cuando le preguntamos a Jim sobre los resultados de haber hecho este proceso juntos durante
tantos años, dijo:
El examen les ha enseñado a mis hijos a tener confianza en sí mismos. Saben que Dios está en toda
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la realidad, no sólo allí afuera sino en el núcleo de la vida y en ellos mismos. Anoche, nuestra hija de
quince años, Beth, rechazó su primera cita con un joven muy popular y bien parecido que la quería llevar
a una fiesta donde habría mucho para beber y comportamientos sexuales promiscuos. Ella sabía que no
quería estar en ese tipo de ambientes. El chico estaba tan impresionado con la personalidad de Beth que
dejó la fiesta temprano y vino a visitarla a casa. Hablaron durante un rato y él volvió a la fiesta con la
intención de ser el conductor asignado a todo aquel que hubiese bebido mucho. Creo que la fuerza interior
de Beth proviene de todos estos años de hacer el examen y de aprender a confiar en que sabe qué es lo que
le da vida y lo que no.
Beth compartió toda esta experiencia con nosotros, de la misma forma en que ella comparte todo lo
importante de su vida. Los otros chicos son igualmente transparentes y abiertos. Por ejemplo, un amigo de
Tom (nueve años), mayor que él, Bert, está muriendo del mal de Alzheimer. Recientemente, durante el
examen, el desconsuelo de Tom era: "No comprendo por qué Bert se está volviendo loco y muriendo de
una muerte tan terrible." Esto dio origen a una larga conversación donde Tom, que sólo tiene nueve años,
enfrentó un tema tan importante como la muerte. Su hermano mayor, Sam, de trece años, está en la plena
pubertad y abrumado con sus sentimientos sexuales. Pero los comparte con nosotros, en vez de
guardárselos para el vestuario de la escuela, como haría la mayoría de los chicos de su edad.
Creo que el examen protege a nuestros chicos no solo de la bebida y la sexualidad prematura, sino
también de ser atrapados en la violencia de nuestra cultura. Muchos de sus pares tratan de resolver sus
conflictos golpeándose uno al otro o llevando revólveres o cuchillos a la escuela. Pero el examen les ha
enseñado a nuestros chicos a enfrentar la violencia en sus propias zonas oscuras y llevarlas a la luz para
curarlas. Por eso pueden, habitualmente, responder no violentamente a sus amigos y frente a importantes
problemas de justicia social.
Tanto mi mujer como yo trabajamos, y para nuestra familia en conjunto, el examen ha sido una
manera de mantenerse conectados a pesar de nuestra vida atareada. Mantiene unida a la familia y nos da
una forma de estar presentes emocionalmente el uno con el otro.
En el medio de esta conversación, Jim dejó el teléfono para fijarse cómo estaban Tom y Sam. Cuando
volvió, nos dijo que Sam había llevado a su hermano menor a la cama y que ahora ambos estaban
durmiendo. Agregó: "Estoy seguro de que Sam hizo el examen con Tom antes de acostarlo, porque ésa es
la forma en que mis chicos han aprendido a irse a dormir."
Para la familia de Frank y la de Jim y Ann, compartir el examen es como darse, uno al otro, el pan
de la vida. En realidad, otra familia que conocemos hace exactamente eso. Se reúne alrededor de la mesa
en la noche con algo de pan. Cada persona parte un pedazo de pan y lo sostiene en sus manos mientras
comparte su consuelo y desconsuelo del día. Luego se dan, uno al otro, su pan de vida.
¿Qué pasa si no tienes a nadie con quien compartir?
Lo que más importa al hacer el examen es experimentar un ambiente de amor incondicional en el
cual te sientes a salvo para ser dueño de tu experiencia y vivir todos tus sentimientos. Ésta es una de las
razones por las que alentamos a hacer el examen con otras personas que te amen.
¿Cómo puedes crear este ambiente si estás solo? Algunas personas pueden querer volver a un recuerdo de
cuando sintieron que pertenecían más a sí mismas, a los demás, a Dios o al universo. A otros les puede ser
útil imaginarse un amigo confiable, a Jesús o a Dios, como lo entiendan, sentado junto a ellos. Otros
pueden desear imaginarse a sí mismos en un paisaje natural lleno de paz donde se sientan conectados con
la Tierra,, como por ejemplo al lado de un arroyo. Otra forma que ayuda es poner tu música favorita. Para
alguna gente es útil hacer todo esto a la vez. Lo que más importa no es a quién o qué imaginas, sino que
encuentres una forma que evoca para ti un emocionado sentimiento del amor incondicional de Dios. Esto
puede ser aún más efectivo si te tomas un momento para respirar, conscientemente, ese amor
incondicional, y dejas que te llene nuevamente.
En el momento de compartir tu experiencia, si no tienes a nadie presente fisicadente con quien
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 9 de 27
verbalizar tu consuelo o desconsuelo, puede que te sea útil expresarte de otra manera. Para algunos es
bueno un diario, para otros dibujar, o el movimiento, o cualquier otra forma de expresar su experiencia.
El proceso de examen
Preparación. Puedes desear encender una vela. Haz lo que te ayuda a experimentar un amor
incondicional. Por ejemplo, imagina que estás en tu lugar favorito con alguien en cuyo amor confías,
como por ejemplo un amigo, Jesús o Dios, como lo entiendas. Apoya tus pies de lleno en el suelo, inhala
unas cuantas veces desde la punta de los dedos de tus pies, subiendo por la piernas, tus músculos
abdominales, tu pecho. Inhala ese amor incondicional, y cuando exhales llena el espacio a tu alrededor
con él.

1. Coloca tu mano sobre tu corazón y pídele a Jesús, o a Dios, como tu lo entiendas, que traiga a tu
corazón el momento de este día por el cual estás más agradecido. Si pudieras volver a vivir un momento,
¿cuál sería? ¿Cuándo fuiste más capaz de dar y recibir amor hoy?
Pregúntate qué fue dicho y hecho en ese momento que lo hizo tan especial. Inhala la gratitud que sentiste
y recibe nuevamente vida de ese momento.

2. Pídele a Dios que traiga a tu corazón el momento de este día por el cual estás menos agradecido.
¿Cuándo fuiste más incapaz de dar y recibir amor? Pregúntate lo que fue hecho y dicho en ese momento
que lo hizo tan difícil. Permanece con lo que sientas, no importa lo que sea, sin tratar de cambiarlo ni
arreglarlo de ninguna manera. Quizá quieras inhalar profundamente y dejar que el amor de Dios te llene
tal como eres.

3. Da gracias por lo que has experimentado, no importa lo que sea. Si es posible, comparte lo que quieras
de estos dos momentos con un amigo.

Parte Segunda: Novecientas velas.


En el pueblo de montaña de Chichicastenango, en Guatemala, un vendedor de velas tiene una pequeña
tienda del tamaño de una cabina telefónica. Es tan pequeña que el único lugar disponible para su
mercadería es el techo, del cual cuelgan cientos de velas. En un día bueno, puede vender treinta o aun
cuarenta velas.
Hace varios años le compramos diez velas. Después de volver a los EE. UU., descubrimos algo
maravilloso de sus velas: no chorrean. Anteriormente a esto, durante años, teníamos reuniones en las que
la gente prendía velas y compartía sus respuestas a las preguntas del examen. Y durante años, no
importaba cuán cuidadosa fuese la gente, teníamos que limpiar cera de velas cuando partían.
Por eso, en nuestro siguiente viaje a Guatemala, hicimos un paseo especial a Chichicastenango. Con cara
de palo le pedimos, imperturbables, novecientas velas. El vendedor, posiblemente pensando que teníamos
problemas con el español, contó con alegría nueve velas y nos las ofreció. Cuando repetimos nuestro
pedido, agregó diez más pensando que queríamos decir diecinueve.
Cuando finalmente entendió que queríamos decir lo que decíamos exclamó: ¡Qué milagro!"
Hasta aquí hemos compartido cómo usar el examen para ponernos en contacto con nuestro consuelo o
desconsuelo al final de cada día. Esta sección incluirá algunas de las otras formas en que hemos usado
esas novecientas velas. Déjennos saber si necesitan indicaciones para llegar a la tienda de
Chichicastenango. ¿Podrían traernos novecientas velas más?

Hay muchos momentos y lugares para el examen


Nos hacemos las preguntas del examen como una forma de reflexionar acerca de cualquier experiencia o
período importantes. Lo hacemos sobre una parte del día, después de
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 10 de 27
una conversación,
una reunión,
una clase,
una película,
una comida (un consuelo para nosotros si es china...).

Paramos en medio de un proyecto cuando nos sentimos varados, o de una charla que se está convirtiendo
en un debate.
Hacemos el examen sobre todo un día.
Hacemos el examen sobre nuestra semana preguntándonos: "¿De qué cosa de la semana pasada estoy más
agradecido?" "¿De qué menos?" Dennis y Sheila lo hacen cada semana con un grupo que se reúne en su
casa cada domingo a la noche, después de cenar. Matt lo hace cada jueves a la mañana (¡a las 7.30!) con
cinco miembros de su comunidad jesuita.
A menudo, en ocasiones especiales, invitamos amigos a compartir el examen. Por ejemplo, el día
de Año Nuevo todos compartimos cuándo dimos y recibimos más y menos amor durante el año que pasó.
El día de san Patricio, compartimos por lo que estamos más y menos agradecidos de nuestra herencia
irlandesa (judía, vietnamita, africana, etc.). El cuatro de julio, compartimos cómo nos ha dado o sacado
vida nuestro país durante el año que pasó. En el aniversario de la muerte de alguien querido o en el
Memorial Day I') compartimos cuándo sentimos más consuelo y mayor desconsuelo durante nuestro
duelo.
Hay muchos lugares donde podemos querer hacer el examen, y mucha gente con la que podemos
hacerlo. Para muchos de nosotros, el lugar más natural para el examen es con un amigo íntimo o esposo, o
esposa, con los cuales ya compartimos nuestras vidas. Si asistimos a un grupo de apoyo, éste es otro lugar
donde podemos hacer el examen como una forma de compartirnos con el grupo. Aquellos que se reúnen
regularmente con un compañero espiritual, un confesor o terapeuta pueden desear incluir el examen como
una forma de compartir su proceso de crecimiento. Los profesores pueden querer realizar el examen con
sus alumnos, y los supervisores con sus empleados. (¡Los estudiantes pueden desear hacerlo con sus
maestros, y los empleados con sus supervisores también!)

(1) En EE. UU., día en que se recuerda a los soldados muertos en campaña.

Haciendo sólo la primera pregunta del examen

No hay reglas para hacer el examen, y en cualquiera de los momentos que hemos sugerido (diariamente,
semanalmente, el 4 de julio, el día de san Patricio, etc. ), si queremos, podemos focalizar sólo el lado
positivo de la pregunta. Por ejemplo, solíamos considerar la escritura de saludos navideños como
agotadora; sin embargo, durante los cinco años pasados hemos estado ansiosos por hacerlo. El cambio
sobrevino cuando empezamos a agregar una o dos oraciones diciéndole a la persona por qué estamos
especialmente agradecidos a ella, o él., Ahora lo disfrutamos tanto que mandamos más de quinientas
cartas por año. Ésta no sólo se ha convertido en la forma en que agradecemos a los que conmueven
nuestra vida sino también una manera para nosotros de recordar los momentos durante el año que pasó,
por los cuales estamos especialmente agradecidos. Por lo tanto, cuando se acerca la Navidad, nos sentimos
llenos de gratitud. Tratamos de hacer esto no sólo para Navidad, sino cada vez que escribimos una nota de
agradecimiento o mandamos una tarjeta.
El momento de escribir tarjetas puede ser más apropiado para hacer sólo la primera de las
preguntas del examen: "¿De que estoy más agradecido?", en vez de incluir nuestros momentos ingratos.
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 11 de 27
Por ejemplo, en un cumpleaños, aniversario o día de san Valentín, a lo mejor, deseamos decirle a
la gente que amamos qué es lo que más hemos apreciado de ellos en el año que pasó.
Una familia que conocemos lo hace cada Año Nuevo. Mientras sus hijos eran pequeños se reunían
y cada uno, por turno, le decía a los otros miembros de la familia qué apreciaba más de lo que él o ella
había hecho el año que terminaba. Desde que los chicos se han mudado lejos, han continuado con esta
práctica por carta. Cada día de Año Nuevo, cada miembro de la familia escribe una carta a cada uno de los
otros, compartiendo la gratitud que sintieron por ellos durante el año anterior.
No necesitamos esperar momentos especiales para esto. Por ejemplo, muchos de nosotros estamos
acostumbrados a bendecir los alimentos cuando nos reunimos a comer. A menudo, "la bendición" es una
fórmula rutinaria que usamos para agradecerle a Dios los alimentos. Pero algunas familias se toman un
momento de silencio y permiten a cada persona que se ponga en contacto con aquello por lo que realmente
se siente. agradecida, y que lo comparta con el grupo. En otras familias, la persona designada para dar "la
bendición" expresa por qué está especialmente agradecida a cada una de las personas presentes o por lo
que haya pasado en la vida de la familia ese día.
Además de en las familias, el examen puede ayudar a crear un ambiente de amor en muchas otras
situaciones. Por ejemplo, nuestra amiga Susan lidiaba con problemas de conducta en su clase de cuarto
grado. Entonces, comenzó a indicar a cada niño, todos los lunes, que eligiera el nombre de un sombrero de
otro alumno y que lo observara el resto de la semana. Los viernes, cada niño informaba a toda la clase
todas las cosas buenas que había observado en su compañero de clase cuyo nombre había elegido. A
medida que estos niños usaron el examen positivo para crear un ambiente de clase en el cual todos se
sentían valorados y apreciados, sus problemas de disciplina desaparecieron. Como estos chicos de cuarto
grado, todos deseamos que alguien nos ayude a descubrir nuestra bondad.
Examen del año anterior
Durante casi veinte años, Matt y yo (Dermis) nos reunimos con un grupo de seis jesuitas, cada
verano, en un lago. A cada persona le lleva medio día compartir su año y escuchar las reacciones de los
demás. Hacíamos esto porque queríamos conocernos tan profundamente que pudiésemos ayudarnos, el
uno al otro, a discernir nuevos caminos. Por ejemplo, muchas veces Matt y yo compartimos que el dar
retiros ocasionales nos proporcionaba más vida. Después de escuchar lo mismo durante varios años, el
grupo sugirió que pasáramos menos tiempo en nuestros trabajos (Matt estaba enseñando a los sioux y yo
era el superior de una comunidad jesuita) para hacer más retiros. Cuando compartimos su consejo con
nuestro provincial, él nos dijo que nos tomásemos los próximos quince años para hacer trabajo de retiros
con dedicación exclusiva y no parcial. Nuestro grupo jesuita nos lanzó a un ministerio que todavía
hacemos juntos después de casi veinte años.
Cuando Sheila y yo nos casamos, decidimos invitar a algunos amigos, que nos conocían a los dos,
a reunirnos anualmente para poder continuar experimentando juntos lo que yo había experimentado
durante los pasados veinte años. Aunque tenemos que viajar más de mil millas para reunirnos con este
grupo, acabamos de volver de nuestra sexta reunión anual. Esta fue, por lo menos, la vez número
veintiséis en que he revisado mi vida anual con mis amigos, sin embargo me sorprendí nuevamente. Justo
antes de esta reunión, se publicó nuestro libro número once, Good Goats: Healing Our Image of God (Las
buenas cabras: cómo sanar nuestra imagen de Dios). Este libro dice que Dios nos ama por lo menos tanto
como la persona que más nos ama, lo que significa que Dios nunca nos castiga vengativamente.
Escribimos Good Goats para ayudar a la gente a cambiar su imagen de Dios, de un disciplinador
vengativo en un dador de amor incondicional, porque hemos descubierto que no sólo copiamos las
características de nuestros padres sino también las del Dios que adoramos. Lo que me quedó claro
mientras compartía el consuelo de la publicación de Good Goats con mis amigos, fue que sentía como si
hubiese completado el trabajo de mi vida. Me oí decir que, si nunca más hacía otra cosa con mi vida, igual
la sentiría completa. El trabajo de mi vida parece ser darle a Dios una buena reputación (y sanar las formas
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 12 de 27
en las que yo y otros hemos sido asustados y avergonzados por las enseñanzas religiosas que dan a Dios
una mala reputación).
Cuando compartí mi desconsuelo del año, fue el tiempo que nos llevó a Sheila y a mí dejar lista
nuestra casa de Colorado para alquilarla durante la temporada de esquí. El contraste entre nuestro
consuelo y desconsuelo nos ayudó a darnos cuenta de que, una vez más, nuestro ministerio era escribir y
dar retiros con Matt, y no el negocio de alquiler de casas. Cuando volvimos a casa, decidimos
dejar de alquilarla a extraños, aun cuando eso implicase una reducción sustancial en nuestras entradas. Ya
estamos deseando hacer nuestro viaje de mil millas del próximo año para ver qué sorpresas encontraremos
mientras comparto con mis amigos mi examen anual número veintisiete.

Sanando el Futuro
La voz de Ann en el teléfono sonaba angustiada:

Los doctores dicen que mi cáncer de hígado ha vuelto y que no hay nada más que hacer. Toda la familia
está destrozada y casi desquiciada. ¿Podrías venir a ayudarnos?

Cuando yo (Matt) llegué a la casa de Ann, el miedo electrificaba el aire. Entonces le hice una pregunta a
cada miembro de la familia: "¿De qué tienes más miedo (o estás menos agradecido) cuando enfrentas el
futuro de la muerte inminente de Ann?" Ann dijo: "Temo dejar solo a Al después de cuarenta años feli
ces de matrimonio. ¿Quién cuidará de él si tiene uno de sus ataques de ahogo por la noche?" Al dijo: "No
me preocupo por mis ahogos, pero me preocupa cómo hacer del tiempo que nos queda el mejor en la vida
de Ann. Y temo vivir sin Ann junto a mí. Compartíamos todo, aun mis decisiones de negocios." Su hija,
Teresa, dijo: "Mamá, contaba contigo para ser la abuela de Michael. Temo que no sabré ser tan buena
madre como tú lo has sido para mí."
Al nombrar sus temores sobre el futuro, esta familia estaba nombrando y poniéndose en contacto
con lo que tenía más significado para ellos: la presencia amorosa de cada uno. Sus rostros, que habían
estado congelados de terror, estaban cubiertos de lágrimas de aprecio y amor compasivo. El compartir sus
miedos los había unido más que nunca.
Entonces hice la segunda pregunta: "¿Qué los está ayudando ahora (de qué están más agradecidos)
mientras enfrentan esto?" Ann contó haber sollozado en la tienda cuando escuchó a otra persona, que
hacía las compras de Navidad, decir que iba a comprar un nuevo abrigo el año entrante en vez de este año.
"No tengo un año próximo con el cual soñar. Pero eso también significa que no necesitaré un abrigo
nuevo. No necesitaré los abrigos y las demás cosas que ya tengo. Por eso he estado regalando mis cosas a
personas especiales y diciéndoles por qué. El compartir mis cosas me hace muy dichosa." Su nuera habló:
"Es como el collar que me regalaste. Me sentí tan cerca de ti cuando me dijiste que mi esposo te había
dado dos regalos: este collar que le había costado todos sus ahorros de cuando tenía ocho años y luego,
catorce años más tarde, el que me haya traído a la familia para casarme. Saber que me encomendaste a tu
hijo me ayuda a enfrentar mis temores sobre el futuro. Creo que puedo ayudar a Teresa a ser una buena
madre para Michael."
Los otros nombraron momentos especiales cuando habían llorado, rezado y reído juntos (como la
vez que Ann tiró su goma de mascar a un calvo que estaba sentado dos bancos delante de ella en la
iglesia). Se dieron cuenta de que tenían los recursos que necesitaban como familia para enfrentar el futuro.
Sanar el futuro tiene lugar cada vez que podemos hacer las dos preguntas del examen acerca de lo que da
y saca vida. ¿Qué temo que me sacará vida en el futuro? ¿Qué me da (o, en el futuro, podría darme) vida
cuando enfrento esto? Cuando conozco mis necesidades y los recursos que tengo disponibles, el futuro
pierde el poder de aterrorizarme. Cuando me fui de la casa de Ann esa noche, aun Michael, de dos años,
sabía que, a pesar de estar perdiendo a su abuela, iba a tener todo el amor que necesitaba.
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 13 de 27
Examen Final

Alguna que otra vez, la mayoría de nosotros nos preguntamos: "¿Es esto la vida? ¿Qué puedo hacer para
volver a sentirme vivo? ¿Debo cambiar de trabajo, ir a la escuela, o qué?" Estas preguntas son todas
maneras de preguntarse si estamos llevando a cabo el propósito de nuestra vida. El propósito de nuestra
vida nos preocupa en tiempos de crisis o de transición, tales como los cambios de carrera o la transición de
la juventud a la edad adulta.
De hecho, la pregunta sobre si estamos realmente llevando a cabo el propósito de nuestra vida es
habitualmente la raíz de lo que se llama "la crisis de la mitad de la vida". Ya hemos hablado antes, en este
libro, de cómo el examen puede ayudarnos a descubrir nuestras órdenes selladas, el propósito especial de
nuestra vida. El examen final es otra forma de ponernos en contacto con nuestras órdenes selladas.
Por ejemplo, durante los veinte años en que yo (Matt) he conocido a Sam, lo he visto pelear contra la
preocupación crónica y el exceso de trabajo. Siempre parecía exhausto. La última vez que lo vi, después
de cuatro años, supe, por la paz en su rostro, que algo dentro de él había cambiado para su bien. Dos años
antes, Sam había ido a un retiro, durante el cual la persona que lo guiaba le había hecho la siguiente
sugerencia:
En tu oración imagínate que tienes setenta y cinco años y que estás muriendo. Mira pasar los
hechos de tu vida. ¿Por cuáles estás agradecido? ¿Qué hubieras deseado hacer de otra manera? Presta
especial atención a los años entre tu edad actual y tu muerte.

Cuando le comenté el cambio que observaba en él, Sam me dijo:


Después de ese ejercicio de un examen final de mi vida, supe que no quería morir frente a la pantalla de
una computadora. Deseaba haber pasado el resto de mi vida aconsejando a alcohólicos y a familias
desmembradas. Entonces, abandoné mi trabajo de computación y
empecé a tomar clases en la universidad para obtener un diploma de consejero. Mientras tanto, he estado
trabajando como consejero laico de alcohólicos. Desde que tomé esa decisión, disfruto de la vida y me
siento en paz porque estoy haciendo aquello que he sido enviado a hacer.
Después de ver el cambio en Sam, decidí hacer yo mismo el examen final. Mientras revisaba mi
vida me sentía agradecido por todo lo que estaba haciendo ahora: escribiendo, dando retiros, entrenando a
directores espirituales, y siendo el superior de mi comunidad jesuita. Pero aun aquí observé prioridades.
Por ejemplo, yo estaba más agradecido por la escritura que me alienta a ser reflexivo y que perdurará
después de mi muerte. Estaba menos agradecido por ser el superior. ¡No me quiero morir a los setenta y
cinco siendo un superior! Desde que hice ese examen final, aun cuando el escribir es la cosa más difícil
que hago, la he considerado prioritaria. Antes de esto, nos llevó cinco años escribir Belonging: Bonds of
Healing & Recovery (Pertenecer: lazos entre la sanación y la recuperación). Desde ese momento hemos
escrito tres libros más (incluyendo éste) en sólo dos años.
La pesca y la jardinería con mi padre también se han convertido en una prioridad, ya que me di
cuenta durante el examen final de cuánto deseo estar con mis padres mientras estén vivos. Cuando le conté
a mi padre sobre el examen final, me dijo: "No funciona para mí. Ya tengo ochenta y tres años." Entonces
le dije que probara pensar que tenía noventa y cinco y que estaba en su lecho de muerte. Funcionó, y el
también decidió que la pesca y la jardinería conmigo eran
una prioridad.
Por eso, para vivir el resto de tu vida plenamente y para disfrutarla más, a lo mejor quieres
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 14 de 27
imaginar que tienes setenta y cinco años y que estás muriendo. Por qué cosa estás agradecido? Por cuál
menos agradecido y quisieras haber hecho otra cosa diferente en tu vida?
Regalando nuestro pan
Este libro comenzó con la imagen de los niños huérfanos de la Segunda Guerra Mundial
durmiendo con un pan para asegurarse de que iban a comer al día siguiente como habían comido ese día.
Muchos de ellos sobrevivieron a los campos de concentración sólo porque otros prisioneros les habían
dado sus últimos pedazos de pan. Viktor Frankl escribió sobre cómo este pan no sólo había traído la
supervivencia sino también la esperanza y la libertad interior:
Nosotros, los que vivíamos en los campos de concentración, podemos recordar a los hombres que
recorrían las barracas reconfortando a los demás, regalando sus últimos pedazos de pan. Pueden haber
sido pocos en número... pero son suficiente prueba de que se le
puede sacar todo a un hombre excepto una cosa: la última de sus libertades, elegir su actitud en cualquier
conjunto de circunstancias dadas, elegir su propio camino.

Cuando dormimos con un pedazo de pan, tenemos el poder de elegir nuestro propio camino bajo
cualquier circunstancia. Nos transformamos en los hombres y mujeres de los campos de concentración
que podían darles el pan de vida que ellos tenían.
¿Tienen Preguntas para hacer, acerca del proceso de examen? Las siguientes son las preguntas que
nos han formulado más a menudo.

¿Este proceso de examen me, librará de cometer errores y de tomar decisiones equivocadas?

El examen tiene incluidos ciertos dispositivos de seguridad que nos pueden ayudar a evitar errores
y decisiones equivocadas. Por ejemplo, nos da un procedimiento para reflexionar sobre nuestras
elecciones durante un tiempo en vez de actuar apresuradamente. Antes de tomar una decisión importante
podemos estar atentos a un patrón de consuelo o desconsuelo de varias semanas, meses o quizás hasta
años.
Sin embargo, ya que somos humanos, nada puede garantizar que nunca vayamos a cometer errores
o tomar decisiones equivocadas. Lo que el examen hace es permitirnos que los errores y malas decisiones
se conviertan en oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
Por ejemplo, por lo que yo (Matt) estuve más agradecido el domingo a la noche fue por mi
decisión de quedarme al día siguiente del velatorio de mi tía en casa. Me consoló el hecho de librarme de
ese viaje de tres horas. Pensé que podía aprovechar ese tiempo mucho más preparando la liturgia de su
funeral para ese martes. Pero la noche siguiente (lunes) mi desconsuelo fue que me había quedado en casa
desde el funeral y había perdido la oportunidad de visitar a miembros de la familia. ¿Cómo había podido
cometer ese error que resultó ser el consuelo de una noche, pero me llevó al desconsuelo de la noche
siguiente?
Creo que fue porque el domingo a la noche estaba muy cansado y sólo me hice la primera de las
preguntas del examen: "¿De qué estoy más agradecido hoy?" No me hice la segunda: "¿De qué no estoy
tan agradecido hoy?" Si lo hubiese hecho, habría sentido el dolor y el miedo creciendo dentro de mí de
que, al haber perdido a la última de mis tías Linn, iba a perder mi relación con toda la familia de esa rama.
Entonces me habría dado cuenta de que mi necesidad de conectarme con mis parientes era mayor que mi
necesidad de preparar la liturgia del funeral. Esta experiencia me enseñó que puedo evitar ciertos errores
formulándome las dos preguntas del examen en vez de una.
El examen puede mejorar nuestras posibilidades de evitar errores y decisiones equivocadas, y
cuando cometemos errores, nos puede ayudar a identificarlos más pronto. Pero quizás su mejor don es que
nos puede ayudar a convertir los errores y las decisiones equivocadas en oportunidades de aprendizaje y
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 15 de 27
crecimiento.
Me estás alentando a que esté con y escuche el desconsuelo y también el consuelo. Me enseñaron a
resistirme o ir en contra del desconsuelo. ¿Por qué estás diciendo lo opuesto?
Estamos de acuerdo en que nuestra actitud hacia el desconsuelo es de alguna manera diferente de la que te
han enseñado. Nuestra actitud actual es de alguna manera diferente de la que nos enseñaron a nosotros,
también. Nos enseñaron que muchos de nuestros desconsuelos, tales como sentimientos de lujuria, ira,
etc., eran pecaminosos. Alguna vez, esos estados de sentimiento se los llamaba "pecados capitales". La
verdad en estas enseñanzas es que debemos resistir el impulso de actuar bajo el influjo de estos
sentimientos de forma dañina para nosotros o los demás. Por ejemplo, si actuamos bajo la influencia de
sentimientos de lujuria podemos caer en la promiscuidad, y bajo la influencia de la ira, en la violencia.
Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, perdían de vista la diferencia entre actuar bajo la influencia de
sentimientos y escuchar su historia. Tales enseñanzas suponían que, si resistíamos ciertos sentimientos,
éstos se irían. Pero no es así como funcionan nuestros sentimientos. Cuando se ignoran o resisten, los
sentimientos crecen dentro de nosotros y es probable que, a la larga, lleven a una explosión en la cual los
expresamos en formas más destructivas de las que habríamos usado al principio. Creemos que lo que los
sentimientos negativos o el desconsuelo realmente quieren no es un comportamiento destructivo, sino que
se escuche su historia. Cuando se escucha su historia, están satisfechos y se calman naturalmente. Si luego
actuamos para satisfacer las necesidades reveladas en la historia, no es probable que este desconsuelo sea
recurrente.
Nuestro énfasis sobre escuchar la historia que está detrás de nuestro desconsuelo está de acuerdo
con las enseñanzas de grandes escritores espirituales, como san Ignacio. Cuando, por ejemplo, seguimos
su sugerencia de mirar el principio, el medio y el final de toda tentación, o su sugerencia de descubrir las
raíces de lo que él llamaba "pecado", estamos comenzando a escuchar la historia de nuestro desconsuelo.
Cualquier proceso puede ayudar a revelar la historia de nuestro desconsuelo si nos pone en contacto con lo
que le dio origen (el comienzo), lo que lo mantiene vivo (el medio) y lo que necesita para ser resuelto (el
final). La psicología contemporánea, que nos ha ayudado a comprender la naturaleza del subconsciente, la
dinámica de las emociones y el resultado de lesiones emocionales, nos ha dado nuevas herramientas para
escuchar la historia de nuestro desconsuelo. Sheila describirá extensamente más adelante cómo utilizaba
una de estas herramientas para escuchar la historia de su desconsuelo acerca de su relación con
Alex. Aunque Ignacio intuyó la necesidad de escuchar la historia de nuestro desconsuelo, muchas de estas
herramientas no estaban disponibles para él.
¿Qué pasa si no quiero estar con mi desconsuelo, o tengo miedo de oír su historia?
Ya que lo que finalmente cura es el amor, podemos empezar por dejarnos ser amados en que medio de
nuestra resistencia y nuestro miedo. Lo más importante no es que entendamos nuestro desconsuelo, sino
que nos permitamos ser amados. Algunas veces no nos dejamos estar en contacto con la historia de
nuestro desconsuelo porque es demasiado doloroso o amenazante, y no nos sentimos suficientemente
seguros para enfrentarlo. Entonces, quizá necesitemos dejar de lado, por un tiempo, el esfuerzo de
comprenderlo, y sólo recibir amor. Por ejemplo, quizás necesitaremos compartirlo muchas veces con un
amigo antes de sentirnos suficientemente seguros, y luego la historia de nuestro desconsuelo puede
revelarse a nosotros.
Estamos naturalmente hechos para estar en contacto con la historia de nuestra experiencia. Sin
embargo, muchos de nosotros hemos aprendido a reprimir o a negar lo que nuestro desconsuelo quiere
decirnos, a través del entorno familiar y de nuestra cultura que nos enseña a evitar y negar el dolor. El
examen es una forma de volver a aprender esta habilidad y, si lo hacemos cada día, probablemente nos
haremos mejores en oír lo que nuestro desconsuelo nos está tratando de decir. Por eso, al hacer el examen
durante mucho tiempo, la capacidad de saber conscientemente lo que nuestro desconsuelo quiere decir,
aumentará.
¿Qué pasa si no sé lo que el desconsuelo me está tratando de decir?
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 16 de 27
A menudo, lo que el desconsuelo más quiere decirte es: "Necesito que hagas más de lo que seguramente te
trae más consuelo." Por eso, la respuesta a lo que tu desconsuelo está tratando de decirte puede
encontrarse precisamente en tu consuelo. Aquello por lo que nos sentimos agradecidos en el día es
generalmente algo que tiene la energía que necesitamos, y aquello por lo que no nos sentimos tan
agradecidos, generalmente involucra una necesidad frustrada o no satisfecha. Por lo tanto, nuestro
consuelo puede revelarnos (y ayudar a satisfacer) la necesidad no satisfecha que está detrás de nuestro
desconsuelo.
Por ejemplo, hemos compartido que por un período de muchos meses descu
brimos un patrón de consuelo cada vez que interactuamos con gente hispánica. Para hacer más de lo que
nos traía consuelo, decidimos estudiar español en Bolivia y pasar tres años dando retiros en América
latina.
Sólo ahora yo (Dennis) sé por qué era importante ir a América latina. Durante años, uno de mis
desconsuelos era mi incapacidad de expresar exteriormente lo que sentía en mi interior. Un síntoma de
esto era que, aunque siempre amé la música, nunca pude expresar rítmicamente con mi cuerpo lo que
estaba dentro de mi corazón. Sabía que me curaría hasta el punto de que aprendería a bailar. Durante
nuestros años en América latina, me di cuenta de que el don de la gente hispánica está en expresar en el
exterior lo que están sintiendo en el interior. En cierto sentido, están siempre bailando, y me enseñaron
cómo hacerlo. Cuando volví de América latina, por primera vez en mi vida podía moverme rítmicamente.
Cuando decidí seguir mi consuelo e ir a América latina, no tenía la menor idea de cómo esto iba a dar a mi
desconsuelo lo que más necesitaba. Aprendí que siempre que hago más de lo que seguramente me da más
consuelo, puedo estar seguro de que estoy escuchando una parte importante de lo que mi desconsuelo me
quiere decir.
Cuando yo (Matt) no sé lo que me está diciendo mi desconsuelo, a veces me es útil cambiar la pregunta
del examen. Por ejemplo, a menudo, noto, al fin del día, que mi desconsuelo tuvo lugar durante momentos
en los que fui pesimista y
negativo.
Cuando quiero explorar este patrón, cambio las preguntas del examen por éstas:
¿Qué me ayudó más con mi pesimismo y negatividad hoy? ¿Qué me ayudó menos con mi pesimismo y
negatividad hoy?
Cuando hice esto la semana pasada, me di cuenta de que cuatro veces fui pesimista y negativo cuando
estaba haciendo algo porque debía hacerlo en vez de que porque lo disfrutaba. Por ejemplo, fui en
bicicleta a la biblioteca sólo para disfrutar el paseo. Cuando volvía empecé a pensar: "Debería ir más
rápido porque me quedé mucho tiempo en la biblioteca." Inmediatamente mi estado pacífico y distendido
se transformó en nerviosismo y empecé a criticar los baches en el camino, a los conductores
desconsiderados y el pasto sin cortar. Cuando volví a disfrutar el paseo, me volví a sentir en paz. Esta paz
se mantuvo aun durante una reunión dificil de esa noche.
La semana pasada también aprendí cómo este patrón de "debería" es especialmente probable que detone
mi negatividad cuando tengo que esperar. Por ejemplo, un día estaba haciendo fila en una caja en la tienda
de alimentos. Me enojé con una mujer (que tenía un millón de cupones para cambiar) porque pensé que
ella se me había adelantado. (Realmente ella no lo había hecho.) Empecé a hablar conmigo mismo
negativamente, diciendo algo como: "Estás malgastando tu tiempo porque estúpidamente elegiste otra vez
la fila más larga." Había un "deberías" debajo de esto: "Debería ir más rápidamente la fila para poder
volver a casa y divertirme." Aun el tratar de divertirme puede atraparme en deberías.
Cuando le conté esto a mi grupo de los jueves a la mañana, todos se rieron y yo también. Ahora, puedo
apostar que, la próxima vez que esté esperando en la fila más larga, voy a poder reírme de mí mismo.
También aprendí que lo que más me había ayudado a superar el pesimismo y la negatividad de la semana
pasada, había sido cada vez que pedía algo o tomaba el tiempo que necesitaba. Por ejemplo, en tres tardes,
en vez de forzarme a continuar escribiendo decidí que necesitaba un recreo e ir a nadar. Otra vez le dije a
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 17 de 27
Dennis: "Necesito hablar contigo acerca de lo que acabas de decir, porque me dolió." Cuando me tomo el
tiempo de pedir y atender mis necesidades, no me pongo tan negativo con los demás porque ellos no han
adivinado mis necesidades o satisfecho mis expectativas no enunciadas. Pero para mí, es difícil pedir lo
que necesito. Esto, también, está arraigado en un "deberías" que aprendí en mi niñez: "Deberías ser una
persona amorosa que deja de costado sus necesidades para cuidar de los demás."
A medida que se devela la historia de la negatividad de la semana pasada, veo otras formas de cambiar las
preguntas del examen de esta semana:
¿Cuándo hoy pedí lo que necesitaba? ¿Cuándo hoy no pedí lo que necesitaba?
O:
¿ Cuándo hoy hice algo porque lo disfrutaba, en vez de porque debía hacerlo? ¿Cuándo hoy hice algo
porque debía, en vez de porque lo disfrutaba?
De esta forma, observando el patrón de mi pesimismo y negatividad durante la semana, oí su historia: lo
que me lleva a esto, lo que me mantiene en esto y lo que lo resuelve. Entonces, esta semana debería nadar
más, compartir, pedir por mis necesidades y cancelar todos los "deberías", como el de esta oración. Debe-
ría cambiar las preguntas de la próxima semana a: "¿Qué estoy haciendo porque debería, en vez de porque
lo disfruto?" Debería hacer eso.

¿Hay otra cosa que ayude especialmente a escuchar tu desconsuelo?

La herramienta más útil para nosotros es un proceso de oración, llamado focalización, que nos ayuda a
escuchar a través de nuestros cuerpos. Aun cuando no sabemos conscientemente la historia de nuestro
desconsuelo, nuestros cuerpos sí lo saben, ya que nuestros cuerpos llevan el significado de toda nuestras
experiencias. Por ejemplo, yo (Sheila) utilicé la focalización para que me ayudara a escuchar mi
desconsuelo (y mi consuelo) en la historia de mi relación con Alex.
El primer paso en este proceso es ponerse en contacto con una parte tuya que necesita ser escuchada y
cuidada, como hice con el desconsuelo que sentía cada vez que pensaba dejar de intentar sanar aquella
relación. Luego, pregúntate si quieres estar con y escuchar a esta parte tuya en ese momento. Si la
respuesta es no, deja que sea no, sin tratar de arreglarla o cambiarla. El punto es nunca forzarte a hacer
algo, sino quererte exactamente como eres. Si la respuesta es sí, el próximo paso es crear una atmósfera de
amor donde esta parte tuya se sienta segura para hablar, de la misma forma en que prepararías tu casa para
un amigo querido o abrirías tus brazos a un niño o una mascota lastimada.
Una vez que has creado una atmósfera interior segura, sé consciente de cómo estás llevando todo este
problema en tu cuerpo. Cuando yo hago esto, el problema me comienza a hablar a través de una palabra,
una imagen, un recuerdo u otro sentimiento corporal. Cuando me di cuenta de cómo estaba llevando la re-
lación con Alex en mi cuerpo, sentí un dolor en el pecho y una angustia en la garganta. Cuando me dejé
entrar en estos sentimientos, cambiaron a una sensación de que me estaba ahogando con algo que estaba
atorado allí. Mientras me mantuve allí las palabras que vinieron fueron: "Estoy ahogándome con el dolor y
la gratitud. Tengo que decirle a Alex cuánto me lastimó y tengo que agradecerle por todo lo que me dio."
Cuando recordé momentos en donde había compartido estos sentimientos con otros y me imaginé
compartiéndolos con Alex, mi pecho y mi garganta se calmaron y el desconsuelo se convirtió en consuelo.
Mi cuerpo sabía lo que mi desconsuelo estaba tratando de decir, aun cuando mi mente consciente no lo
supiera.
Aprendimos la focalización y la adaptamos del trabajo de Peter Campbell y Edwin McMahon, que a su
vez lo aprendieron y lo adaptaron de Eugene Gendlin. Si quieres usar este proceso, los pasos son los
siguientes.
Proceso de oración de focalización

• 1. Siéntate confortablemente con los ojos cerrados. Deja que tu conciencia baje hasta el centro de
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tu cuerpo y observa qué sientes allí.
• 2. Conéctate con una experiencia de desconsuelo (o de consuelo).
• 3. Pregúntate si quieres escuchar a esta parte tuya en ese momento. ¿Está bien pasar algunos
momentos con ella? Si no, da importancia al sentimiento de no querer pasar un momento con ella .
• 4. Si está bien pasar unos momentos con esta área de tu vida, tómate un tiempo para crear una
atmósfera amorosa donde se sentirá segura para hablarte. Por ejemplo, ¿cómo prepararías tu casa si tu
mejor amigo viniera a visitarte? ¿Cómo tratarías de tocar a un niño o a una mascota herida? a 5. Ahora
déjate hundir en cómo se siente esto dentro de ti. ¿En qué parte de tu cuerpo lo experimentas
especialmente? Quizás sientes un dolor en el pecho, o una angustia en la garganta, un peso en el
estómago, temblor en las piernas, etc.
• 6. Da importancia a este sentimiento y observa si quiere decirte algo acerca de él, quizás a través
de una palabra, una imagen o un símbolo. Quizá quiere venir a ti como un niño pequeño. O quiere decirte
su nombre, su historia (cuándo y cómo se desarrolló) y lo que necesita.
7. No importa lo que venga, trata de alcanzarlo para darle importancia sin tratar de cambiarlo o
arreglarlo. O quizás, sólo pon tu mano en esa parte de tu cuerpo como si quisieras cuidarla. Si quieres,
pídele a Jesús, o a Dios, como tú lo entiendas, o a otra persona en quien confíes, que venga y te ayude a
cuidar esa parte.
• 8. Dile a esta parte tuya que volverás en otro momento y escúchala un poco más.
• 9. Antes de concluir, observa cómo se siente tu cuerpo comparando esta sensación con la que
tenías cuando comenzaste. ¿Estás llevando este problema de manera diferente en tu cuerpo?
¿Qué pasa si este desconsuelo es recurrente día tras día?
Las situaciones de desconsuelo que aparecen día tras día pueden estar poniéndonos en contacto con una
herida subyacente no resuelta que está usando esas situaciones diarias para seguir tratando de llamar
nuestra atención.
Puede ser útil preguntarnos: "¿Cuándo me sentí así en el pasado?"
Por ejemplo, quizás cada vez que oímos hablar de la muerte o vamos a un funeral, sentimos un
intenso desconsuelo. Si nos preguntamos: "¿Cuándo me sentí así en el pasado?", podemos recordar la
muerte de nuestra madre, hace muchos años atrás, por la cual hemos sentido más pesadumbre y dolor.
Aun los desconsuelos menores pueden conectarnos con heridas subyacentes profundas. Por ejemplo, yo
(Matt) he mencionado que, a menudo, mi desconsuelo son los momentos en que soy pesimista y negativo.
Es más probable que me sienta así cuando tengo que hacer una fila. La otra semana, cuando estuve
atascado en una larga fila de la tienda de alimentos, me pregunté cuándo me había sentido de esa forma en
el pasado. Pensé en todos los momentos que, cuando era niño, había esperado en fila para integrar equipos
en eventos deportivos. Como yo siempre era el más bajo de los chicos, era el último que elegían. Me
sentía enojado e indefenso al ser el último. Por lo tanto, la semana pasada, cuando tuve que esperar en la
fila de la tienda de alimentos, otra vez me sentí indefenso y enojado porque sería el último.
La mayoría de nuestros libros incluyen formas de oración para sanación de tales recuerdos dolorosos (ver
"Recursos para un mayor crecimiento", pág. 75 y ss.). En algunos casos, un desconsuelo recurrente puede
ser un aliento para obtener ayuda externa, tal como la psicoterapia. También podemos querer unirnos a un
grupo de apoyo donde compartimos con la gente que está luchando contra un desconsuelo similar y que
puede alentarnos en nuestra búsqueda de sanación.

Me han explicado por qué debo escuchar a mi desconsuelo, pero no estoy tan seguro de que deba escuchar
a mi consuelo. ¿Seguir mi consuelo puede meterme en problemas? Por ejemplo, ¿qué pasa si siento
consuelo cuando fumo un cigarrillo, cuando trabajo de más, bebo con mis amigos o me relaciono
sexualmente con una persona inapropiada?
De la misma forma en que tenemos que hacer una distinción entre escuchar un sentimiento de desconsuelo
(tal como el enojo) y actuar bajo su influencia, también tenemos que hacer la misma distinción con el
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 19 de 27
consuelo. Aunque algo nos emocione o nos atraiga, eso no quiere decir que sea apropiado para ir y to-
marlo. Por ejemplo, podemos sentir consuelo al pensar en la mujer (o el marido) de nuestro prójimo, pero
eso no quiere decir que sea apropiado que tengamos una aventura con esa persona. Sin embargo,
realmente necesitamos escuchar a este movimiento de consuelo y oír su historia. Quizás su historia sea
que hay un problema en nuestro matrimonio que no hemos enfrentado, o que estamos fuera de contacto
con una parte de nuestro lado femenino (o masculino) que esa persona representa. En otras palabras,
nuestro consuelo nos puede llevar a descubrir qué es lo que realmente queremos, que está enmascarado
por un deseo que realmente no nos satisfaría.
Ésta es la dinámica de las adicciones en la que sustituimos, por una sustancia o un proceso (tales como el
alcohol o el exceso de trabajo), una necesidad interna más profunda (tal como el compañerismo o la
autoestima). El signo de una adicción es que un consuelo aparente se convierte en un desconsuelo. Como
dice Alcohólicos Anónimos: "Nuestra solución se convirtió en nuestro problema." Aunque emborracharse
con nuestros amigos, por ejemplo, nos puede traer consuelo inmediato, el resultado, a la larga, puede ser
un profundo desconsuelo a medida que nuestro comportamiento destructivo alimenta un ciclo de vergüen-
za y compulsión.
Las adicciones nos recuerdan que es importante escuchar tanto al consuelo como al desconsuelo, y hacerlo
durante un largo período. Antes, describimos cómo escuchar la historia de nuestro desconsuelo según los
términos del principio de Ignacio de escuchar el comienzo, el medio y el final de los movimientos in-
ternos. Podemos hacer lo mismo cuando escuchamos la historia de nuestro consuelo. Por ejemplo, el
alcohol es una buena cosa que nos puede ayudar a celebrar. Sin embargo, un alcohólico en recuperación
sabe, desde el principio, que no puede tomar un solo trago. Un compañero puede disfrutar de un par de
tragos, pero en el medio de la fiesta, después de tres o cuatro tragos se siente mal. Otra persona puede
tomar todo lo que quiera, al principio y en el medio de la fiesta, pero el resultado final es que está pasando
tanto tiempo en salidas con sus amigos que su matrimonio sufre. Una cuarta persona puede ser capaz de
beber alcohol moderadamente y de parar antes de que haya consecuencias negativas. Para esta persona, el
alcohol no interfiere con llevar a cabo el propósito de su vida. Hasta puede ayudarla a celebrar la dirección
que ha tomado su vida cuando hace una fiesta para celebrar su cumpleaños y dar gracias por sus ochenta
años de vida.

¿Cambia el propósito de nuestras vidas, cambian nuestras órdenes selladas?

No lo creemos así, pero la comprensión de nuestras órdenes selladas sí cambia y evoluciona. Por ejemplo,
durante los últimos veinte años yo (Dennis) he elegido diferentes palabras y frases para describir mis
órdenes selladas, desde construc
tor de comunidades a reconciliador, a sanador, a corazón bailarín, y últimamente, a darle a Dios una buena
reputación. Cada nueva palabra o frase no cancela la anterior sino que se acumula sobre ella. Quizás es
como un roble que se expande a medida que crece, y cada rama se divide para formar nuevas ramas. Sin
embargo, el árbol de nuestra vida es el mismo.

¿Cómo sé si estoy escuchando a Dios o a mí mismo mientras trato de encontrar guías para mi vida?

Mientras haces el examen, estás escuchando tanto a Dios como a ti mismo, ya que Dios habla dentro de tu
más profunda experiencia. La señal de que estás escuchando bien a tu presencia interior de Dios es si los
frutos son parecidos a Dios: si eres guiado a pensar y a actuar más como Jesús. La medida de todo pro
ceso o movimiento espiritual es si nos ayuda a ser como Jesús.
Por ejemplo, cuando los inquisidores de la Iglesia interrogaban a Juana de Arco acerca de sus visiones le
decían acusadoramente: "Tus visiones son sólo tu imaginación." Sabiendo que sus visiones la estaban
guiando a dar y recibir amor como lo haría Jesús, ella defendió su experiencia interior diciendo: "¡Por
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supuesto que Dios está hablando a través de mi imaginación! ¿De qué otra forma me
hablaría?"

¿El énfasis que ponen en escuchar a la experiencia no corre el riesgo de ignorar o contradecir la sabiduría
de la Tradición de la Iglesia, de las autoridades religiosas, o de la Biblia?

La Tradición de la Iglesia, las autoridades religiosas y la Biblia son fuentes de revelación divina. Nuestra
experiencia de vida, en tanto se expresa a través de nuestro consuelo y desconsuelo, es también una fuente
de revelación divina. El examen nos puede ayudar a estar abiertos a todas estas fuentes de verdad, ya que
el examen nos ayuda a escuchar todo lo que la vida nos está diciendo. Por esta razón Ignacio alentaba a
sus teólogos jesuitas, en el Concilio de Trento, a hacer el examen cada día, como una forma de escuchar
las verdades de Dios.
Algunas veces, hay una contradicción aparente entre lo que oímos cuando consideramos estas diferentes
fuentes de verdad. En ese caso, tendremos que vivir con la tensión de esta contradicción, esperando una
solución que junte la verdad de ambos lados de forma creativa. Sin embargo, hay momentos en que la au-
toridad religiosa ha estado equivocada, tal como la persecución de los judíos y la
aceptación de la esclavitud, la Inquisición, y la respuesta de la Iglesia a las observaciones de Galileo sobre
el universo. Estos errores sólo se corrigieron cuando los individuos siguieron su conciencia. La misma
Iglesia, en su sabiduría, tiene una larga tradición de alentar la conciencia individual, volviendo al
desacuerdo público de Pablo con Pedro, el primer papa, en Antioquía (cf. Ga 2, 11-14). Por ejemplo, el
documento del Vaticano II, la Declaración sobre la libertad religiosa, dice:
A través de su conciencia el hombre ve y reconoce las demandas de la ley divina. Está obligado a seguir
esta conciencia fielmente en toda su actividad... por lo tanto, no debe ser forzado a actuar contrariamente a
su conciencia. Ni debe prohibírsele que actúe de acuerdo con su conciencia, especialmente, en asuntos
religiosos.
El querido cardenal John Henry Newman fue un gran defensor, en especial, del derecho de conciencia
dentro de la Iglesia:
Algunos escritores católicos diluyen la libertad de conciencia diciendo que una persona es libre de seguir
su conciencia sólo cuando esta está "apropiadamente formada", queriendo decir, pareciera, sólo cuando se
conforma con la manera de ver de la autoridad religiosa. Pero la descripción de Newman de lo que para él
significaba la libertad de conciencia es esclarecedora. Supongan, decía en su Carta al duque de Norfolk,
que el papa ordenase a todos los sacerdotes de Inglaterra que dejaran de beber o decretase que se hiciera
una lotería en todas las parroquias inglesas.
Supongan algo más, que hubiese un sacerdote en particular al que le gustara tomar un traguito de vino
después de cenar o sintiese en su corazón que el juego es pecado. ¿Qué debería hacer? "Ese sacerdote, en
cualquiera de los dos casos, cometería un pecado -escribió Newman-, si obedeciese al papa, tuviese o no
razón en su opinión." Newman concluyó esta carta con una observación deliciosa: "Si estoy obligado a
traer la religión a mis brindis de después de la cena (lo que, verdaderamente, no parece ser para nada la
cosa) bebería -a la salud del papa, si usted lo desea- pero a la salud de mi conciencia primero, y a la del
papa después."
Ya sea un traguito de vino lo que nos da consuelo, o el juego lo que nos da desconsuelo, como sugiere
Newman, una forma de escuchar nuestra conciencia es a través del consuelo y el desconsuelo.
La jerarquía de la Iglesia es responsable de representar la sabiduría de dos mil años de tradición cristiana,
una sabiduría que ninguno de nosotros podría recrear solo. Sin embargo, la tradición es una cosa viva, que
se desarrolla, y cada uno de nosotros puede contribuir en algo a su sabiduría acumulada. Precisamente
porque los individuos han seguido su conciencia y porque la Iglesia oficial los ha escuchado, hoy en día la
Iglesia protege activamente la libertad religiosa de los judíos y de otros no cristianos, condena la
esclavitud, y recientemente pidió disculpas por el tratamiento que le había dado a Galileo.
/conversion/tmp/scratch/510644986.doc Autor: Usuario Creado: 10/02/2005 00:28:00 Fecha de hoy: 19/02/2021 19/02/2021 Página 21 de 27
Cuando no estoy de acuerdo con otros, en mi iglesia, ¿cómo sé quién tiene razón?
Tu pregunta supone que, en situaciones de disenso, una de las partes tiene razón y la otra no. Eso algunas
veces es así. Sin embargo, más a menudo, si las dos partes están escuchando cuidadosamente, ambos
tienen un pedazo de verdad.
Por ejemplo, los Hechos de los Apóstoles (21, 10-14) registran un desacuerdo entre Pablo y Agabos, en el
cual cada uno reclama haber oído al Espíritu Santo. Ágabos escucha al Espíritu diciéndole que Pablo será
encarcelado si va a Jerusalén. Por lo tanto, los que escuchan a Agabos advierten a Pablo que no vaya. Pero
Pablo responde que el mismo Espíritu Santo le dijo que fuera a Jerusalén. Por lo tanto, a primera vista
parece que o Ágabos o Pablo no escucharon realmente al Espíritu. Sin embargo, ambos tenían un pedazo
de verdad. Era verdad, como dijo Pablo, que Dios quería que fuese a Jerusalén. Pero también era verdad,
como dijo Ágabos, que Pablo sería encarcelado allí. Parece que Dios quería que Pablo fuese advertido de
su inminente arresto para que, cuando realmente tuviese lugar, Pablo supiera que aun esto estaba previsto
por Dios y bajo la atención de Dios.
Como Pablo y Ágabos, la gente que escucha al Espíritu puede escuchar distintas cosas. A menudo se
puede hallar una solución cuando ambas partes reconocen los valores subyacentes que están tratando de
preservar. En el caso de Pablo y Agabos, el valor subyacente era reconocer la atención constante de Dios.
Un ejemplo contemporáneo puede ser el problema del control de natalidad. Como muchos otros católicos,
no estamos de acuerdo con la prohibición de nuestra Iglesia de toda forma artificial de control de
natalidad. Sin embargo, estamos de acuerdo con los valores que subyacen en la posición de nuestra Iglesia
sobre el problema: la naturaleza sagrada de la sexualidad y de toda vida. Tratamos de promover estos
valores en nuestro ministerio. Nuestra esperanza es que cuanto más gente escuche la voz de Dios a través
de movimientos internos de consuelo y desconsuelo y comparta lo que escuchan, toda la Iglesia encontrará
formas cada vez más efectivas y esclarecidas de hacer conscientes tales valores subyacentes.

Pero algunas veces, cuando los cristianos escuchan cosas diferentes, ni siquiera pueden hablarse el uno al
otro. ¿Qué hacen ustedes entonces?
Cuando pasa esto es, a menudo, porque aparentes disputas teológicas o sobre las Escrituras son,
realmente, expresiones de heridas o necesidades personales. En
tales situaciones no es útil un debate teológico o de las Escrituras. Es necesario escuchar la historia de las
heridas subyacentes.
Por ejemplo, en nuestro libro Las buenas cabras: cómo sanar nuestra imagen de Dios, decimos que Dios
no castiga vengativamente mandándonos al Infierno. Ellen estaba guiando en un retiro a una persona que
acababa de leer este libro. Esta persona, un sacerdote mayor, llamado Joe, entró en la oficina de Ellen, tiró
nuestro libro contra la pared y dijo: "¡Odio ese libro! ¡Es una herejía!"
En vez de defender nuestra postura teológica Ellen le pidió a Joe que pasara el resto de su retiro
reflexionando sobre lo que le había dado consuelo y desconsuelo en su relación con Dios. Gradualmente
emergió la siguiente historia: el padre de Joe le pegaba frecuentemente cuando era niño. Aunque había
pedido ayuda a otros adultos, nadie enfrentó a su padre ni intervino para proteger a Joe. A Joe le
enseñaron que Dios castiga a la gente que lastima a los demás, y su único consuelo era el pensamiento de
que algún día Dios se vengaría de las palizas mandando a su padre al Infierno.
Cuando Joe se dio cuenta de que su problema no era un desacuerdo teológico con nosotros sino una herida
no sanada de su propia vida, él y Ellen comenzaron a orar por sanación. A medida que Joe experimentó el
amor de sanación de Jesús, el deseo de castigar a su padre disminuyó. Se dio cuenta de que su padre debe
haber estado muy herido, también, para castigar a un niño tan severamente. Joe pudo, entonces, sentir
compasión por su padre, y ya no necesitó una imagen de Dios como juez vengativo que iba a mandar a su
padre al Infierno.
El consuelo de Joe como niño reveló una verdad: que a Dios le importaba su sufrimiento. Como adulto, su
consuelo reveló una verdad aún más profunda: que a Dios le importa el sufrimiento de todos y que Dios
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cura el sufrimiento a través del amor, no de la venganza.
Esta historia es un ejemplo de algo que escuchamos, por primera vez, de Anne Wilson Schaef. Anne decía
que cuando los cristianos escuchan algo que los amenaza, muchas veces señalan y gritan "¡Herejía!",
como hizo Joe al principio. Cuando las personas en recuperación escuchan algo que los amenaza, es más
probable que se pregunten: "¿Qué herida o necesidad en mi propia vida está siendo detonada?" Eso es así
porque la gente que se está recuperando, generalmente, ha aprendido a reflexionar sobre sus reacciones en
vez de culpar a los demás.
Como en la historia de Joe, el examen es un medio de reflexión que puede ayudarnos a descubrir cuándo
un disenso aparente es en realidad un herida sin curar. De esta forma, tales situaciones se transforman en
oportunidades para dar y recibir amor con compasión.
Ustedes continuamente hablan como si la voluntad de Dios fuese que yo siempre diera y recibiera amor.
¿Como sé eso yo? Todos los días me encuentro en situaciones que me sacan vida y donde no me siento
capaz de dar o recibir amor.
La voluntad de Dios es que nosotros seamos como Jesús, y para Jesús la norma era el amor (cf. Mt 22, 34-
40; Jn 13, 34). Dios nos creó de tal forma que necesitamos amor para nuestra salud espiritual, emocional y
hasta física. Por ejemplo, sólo pensando en una vez en que dimos o recibimos amor a otra persona,
podemos reforzar nuestro sistema inmunológico y cortar un resfrío.
Es verdad que a veces nos encontramos en situaciones donde no es inmediatamente evidente que podamos
dar y recibir amor. Por ejemplo, nosotros (Dennis y Sheila) tenemos dos amigos alcohólicos. Cuando
estábamos con esta pareja y ellos bebían, cada vez se nos hacía más difícil darles y recibir amor de ellos.
Hicimos lo que pudimos para cambiar la situación, hasta tratar de intervenir. Nada funcionó, y finalmente
les dijimos que no podíamos estar con ellos cuando bebían. Nos habíamos dado cuenta de que ésta no era
una situación en la que pudiésemos dar y recibir amor.
Como Jesús en la cruz, podemos encontrarnos en situaciones que nos sacan vida ,y donde, al principio,
parece difícil dar y recibir amor. Podemos ser llamados a soportar estas situaciones si percibimos que, a la
larga, nos harán capaces de dar y recibir más amor. Sin embargo, si una situación es una fuente constante
de desconsuelo que nos saca amor y vida, entonces tenemos que escuchar si nuestro desconsuelo nos está
guiando a dejar esa situación. Si no podemos dejarla, debemos considerar formas de cambiarla o de
protegernos de ella.
¿Este proceso de examen es para cualquiera, o tienes que ser una persona emocionalmente madura para
beneficiarte con él?
Como ya lo hemos dicho antes, hasta los niños pequeños pueden hacer el examen. Sin embargo, lo
hacemos diferente en cada etapa de la evolución.
Lo que da consuelo en una etapa del desarrollo puede no dar consuelo en una etapa más tardía. Podemos
reconsiderar decisiones que hemos tomado en una etapa anterior y darnos cuenta de que no tomaríamos
nunca esa decisión actualmente. Sin embargo, sólo siendo fieles a nuestra experiencia, en nuestra etapa de
desarrollo actual, podemos pasar a otra etapa.
De acuerdo con Erik Erikson, tres de las etapas del desarrollo psicosexual son la autonomía, el
juego y la generatividad. Un niño de dos años en su etapa de autonomía puede sentir consuelo al sostener
su juguete sin querer soltarlo. Un niño de cinco años en la etapa de juego puede sentir consuelo al
compartir su juguete favorito con otros niños. Un adulto en la etapa generativa puede sentir consuelo
trabajando mucho para comprarle un juguete a su hijo o hija. El niño de dos años tendrá dificultad en
pasar a la etapa del juego compartido o de la generatividad adulta, si se lo fuerza a compartir o a regalar su
juguete antes de que se le permita decir "¡Mío!" el tiempo suficiente.
Dudamos de que mucha de la gente que lea este libro tenga una edad cronológica de dos o cinco años.
Pero muchos de nosotros hemos llevado a la edad adulta necesidades infantiles no satisfechas. En
realidad, el tratar de cuidar a otros a expensas de nuestras propias necesidades es una de las definiciones
de la codependencia. Cuando se satisfacen las necesidades de una de las etapas del desarrollo, pasamos
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naturalmente a la siguiente etapa. Ya que los movimientos de consuelo y desconsuelo revelan nuestras
necesidades, el examen puede ayudarnos a cuidarnos en nuestra etapa actual de desarrollo y, por lo tanto,
a establecer la base para pasar a la siguiente etapa y finalmente a una etapa adulta madura.
Dentro de la etapa adulta, el examen puede ser un medio de crecimiento especialmente útil. De acuerdo
con Erikson, la etapa de transición a la edad adulta es la adolescencia (aproximadamente de los doce a los
dieciocho años) y la tarea de desarrollo es la identidad. Las preguntas del examen de lo que da consuelo y
desconsuelo son una forma básica de que el adolescente descubra "¿Quién soy?"
La tarea de la etapa de la juventud adulta (de los dieciocho a los treinta y cinco años) es la intimidad, y el
examen nos ayuda a reflexionar en nuestra experiencia de dar y recibir amor de otros. Además, cuando
compartimos el examen, crece la intimidad cuando aprendemos a comprender a los demás y somos
sensibles a lo que les da consuelo o desconsuelo.
En la mitad de la vida (entre los treinta y cinco y los sesenta y cinco), la tarea es la generatividad, por
ejemplo, generar vida. Las personas de esta edad a menudo luchan por encontrar las mejores formas de
llegar y cuidar, y de hallar un equilibrio entre el cuidado de otros y el de ellas mismas. El examen nos
ayuda a descubrir formas de cuidar que nos den vida en vez de sacarnos vida.
La etapa final de la vida es la vejez y la tarea es la integridad. La integridad significa que podamos con
gratitud decir SÍ a nuestra vida porque podemos ver el
significado entretejido en la totalidad de ella. La práctica diaria del examen de ponerse en contacto con las
cosas por las cuales estamos agradecidos, es la mejor preparación que podamos imaginar para una actitud
fundamental de gratitud en la vejez. No es importante que averigüemos en qué etapa de la vida estamos, ni
podemos obligarnos a pasar de una etapa a otra. A través de la vida, nos movemos hacia adelante y hacia
atrás entre las tareas de todas esas ocho etapas de desarrollo sugeridas por Erikson. Si cada día
descubrimos lo que nos da vida y hacemos más de eso, estaremos resolviendo cualquiera de las tareas que
enfrentamos. Cambiaremos de etapa naturalmente hacia la siguiente tarea de desarrollo simplemente
escuchando a nuestro consuelo y nuestro desconsuelo.

Comprendo que Dios habla a través del consuelo y el desconsuelo a la gente que es santa y que reza
mucho. Pero yo soy un principiante y es difícil para mí creer que Dios me hablará.
El examen nos pone en contacto con la voz de Dios que está dentro de toda persona. San Ignacio
descubrió el examen cuando, siendo un soldado que gustaba del vino, las mujeres y la música, se estaba
recuperando de una herida de cañón en su pierna, recibida en una batalla. Para escapar del dolor y el
aburrimiento, leyó los únicos dos libros de su castillo, uno sobre la vida de Cristo y otro sobre la vida de
los santos. También se distraía soñando despierto en continuar su vida de vino, mujeres y música en la
corte del rey. Su experiencia más temprana con el examen se describe de la siguiente manera:
Cuando pensaba en las cosas de este mundo se sentía lleno de placer, pero al dejar de pensar en ellas por
cansancio, se sentía seco e insatisfecho. Y cuando pensaba en ir descalzo a Jerusalén y en no comer nada
más que hierbas y llevar una vida rigurosa como la de los santos,
se sentía consolado; no sólo cuando tenía estos pensamientos, sino también después de dejar de pensar en
ello, se sentía alegre y satisfecho. Pero no le prestaba atención a esto, ni se detenía a sopesar la diferencia,
hasta que un día sus ojos se abrieron y comenzó a preguntar
se sobre la diferencia y a reflexionar sobre ella; aprendió de la experiencia que un tipo de pensamientos lo
dejaba triste, y el otro alegre. De esa forma, paso a paso, llegó a reconocer la diferencia entre los dos
espíritus que lo movían.
Este examen lo cambió tanto a Ignacio que dejó atrás su vida libertina y comenzó su viaje a Jerusalén
descalzo. Ya que el examen fue tan importante en su conversión y crecimiento continuo, les enseñaba el
examen a todos, aun a los principiantes.
El criterio para escuchar la voz de Dios, como lo hizo Ignacio, no es "la santidad" sino estar dispuesto a
ser conscientes. La ruptura, para Ignacio, fue pasar del desconocimiento de su consuelo y desconsuelo a
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darse cuenta, del "no detenerse a sopesar la diferencia" a "un día sus ojos se abrieron y comenzó a pregun-
tarse sobre la diferencia". Durante sus retiros, Anthony de Mello, S. J., solía decir que una persona no
puede pecar dándose cuenta. Entendemos que esto quiere decir que Dios siempre está hablándonos en
nuestro interior, y cuanto más conscientes somos de esto, mayor posibilidad tenemos de escuchar la voz
de Dios. (Por "darse cuenta" queremos significar no sólo el conocimiento mental sino también, como en el
caso de Ignacio, un "contacto interno" afectivo por el cual internalizamos lo que estamos sintiendo.) El
examen nos ayuda a escuchar la voz de Dios porque, al prestar atención al consuelo y al desconsuelo, nos
damos cuenta.
¿Qué pasa si me encuentro con dificultades que ustedes no han mencionado aquí?
Las encontrarás. No tienes que encontrar todas las respuestas en un libro. Las respuestas están dentro de ti.
Puedes centrar tu examen sobre cualquier dificultad que encuentres, y cada día dejar que tu consuelo y tu
desconsuelo compartan su sabiduría contigo.
amen de este libro
Todos los años leemos muchos libros pero nos beneficiamos solamente de unos cuantos. Los libros de los
que sacamos más provecho son aquellos que nos llevan a preguntarnos: "¿Qué quiero incorporar de este
libro a mi vida?"
Como ya habrás descubierto, se puede hacer un examen sobre cualquier cosa, aun sobre la lectura de un
libro. Después de haber terminado este libro y hecho el proceso de examen, puedes querer preguntarte:
"¿Qué me parece que da vida, en la práctica del examen, y qué no?" Recordando esas respuestas, puedes
querer construir tu propia forma de hacer el examen. Luego, tú también dormirás con un pan.

Notas
Páginas 16-17
La forma en que nuestro inconsciente sigue trabajando sobre problemas mientras nosotros dormimos nos
parece un ejemplo de cómo funciona la creatividad:
Abraham Maslow, un psicólogo que estudió a la gente creativa, demostró que el proceso creativo siempre
implica un momento de inactividad, un momento de quietud, cuando no estás tratando y te abres;
preguntas con intensidad y luego te dejas llevar. Y entonces algo
aparece dentro, que es mucho más grande de lo que cualquier lógica te pueda dar, y algunas veces te
provee información que nunca existió antes. Es el proceso de usar el hemisferio de tu cerebro de donde
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proviene la música (Patricia Sun, citada en el libro de Michael Toms At
the Leading Edge, Burdett, Larson Publications, 1991, p. 264).
Por eso, hacer el examen antes de irnos a dormir no sólo hace posible bañar nuestro inconsciente de
gratitud por cualquier cosa que nos dio consuelo, sino que también nos permite un "momento de
inactividad". La creatividad de este momento de inactividad puede revelar nuevas posibilidades para
cualquiera de las cosas que nos dio consuelo y mandar ayuda para la que nos dio desconsuelo.
Por eso, los minutos, aunque sean pocos, pasados en el examen cada día, son tan fructíferos. En esos
pocos minutos podemos "abrirnos" y luego "dejarnos llevar" y dejar que el reino misterioso del
inconsciente haga su trabajo. Este reino misterioso, el reino que da origen a la creatividad y a la música, es
también el reino de donde provienen las intuiciones y las premoniciones. Estamos aprendiendo de la
ciencia de la parapsicología que todos nosotros tenemos capacidad de tener percepciones extrasensoriales,
como cuando una madre "sabe" que su hijo está en peligro y corre al patio a tiempo para salvarlo de
ahogarse en la piscina. Ese "saber" de la madre fue probablemente un sentimiento de desconsue
lo, tal como una sensación de náusea en la boca del estómago o una ola de terror en el pecho. De esa
forma, prestando atención a nuestro consuelo y desconsuelo, esto nos puede abrir fuentes de ayuda y guía
que nuestra mente racional y consciente probablemente no toma en cuenta.
Página 21
Anne Wilson Schaef, Co-Dependence, Minneapolis, Winston Press, 1986, p. 59.
Los descubrimientos de la medicina psicosomática nos han enseñado que usar el examen para ayudarnos a
confiar en nuestras necesidades y deseos no sólo puede traer salud emocional sino también física. Por
ejemplo, el Dr. Bernie Siegel escribe lo siguiente:
En el último artículo que he leído del Dr. Solomon (Henry Dreher, "A Conversation with George
Solomon", Advances: Journal for the Institute for the Advancement of Health, 5(1), 1988)... él dice que
hay una simple pregunta que los pacientes de sida pueden hacerse para medir sus oportunidades de
supervivencia a largo plazo: ¿Le harías un favor que realmente no quieres hacer a un amigo que te lo
pidiera? Si la respuesta es no, según Solomon, eso tiene mayor significado positivo en predecir la
supervivencia a largo plazo que cualquier lista elaborada de características de personalidad que hayan
podido ser desarrolladas. En mis conferencias le digo a la audiencia que se imaginen que tienen sida o
cáncer y sólo seis meses de vida. Un amigo llama para pedir un favor un día que tienen planeada una
maravillosa actividad. ¿Le dirían que sí o que no a su amigo? He observado que menos de la mitad y, a
veces, tan poco como el 10 o el 20 % dice que respondería que no; pero es mucho más probable que la
gente en los seminarios de pacientes diga que no, lo que me indica que aquellos que eligen asistir a tales
reuniones ya han aprendido mucho acerca de la supervivencia (Bernie Siegel, Peace, Love & Healing
Nueva York, Harper, 1989, pp. 162-63).
De esta forma, una variación útil de "¿De qué estoy más agradecido y menos agradecido?" sería: "¿Qué
estoy haciendo porque lo disfruto y que estoy haciendo porque debería hacerlo?"
Página 21;
Además del examen, hay otras formas de tomar decisiones que quizás querríamos usar, especialmente
cuando la decisión es seria. Esto incluye preguntarse qué haría Jesús, compartir con otros, como por
ejemplo un compañero espiritual, y hacer una lista de las ventajas y desventajas de cada una de las
opciones. Final-
mente, sin embargo, todas estas formas de discernir son variaciones de las preguntas del examen. Por
ejemplo, Jesús siempre haría lo que trajese más vida, un compañero espiritual, u otras personas que nos
amen, nos alentaría a hacer cualquier cosa que nos diese más consuelo, y nuestras listas de ventajas y
desventajas estarán basadas en lo que esperamos nos daría consuelo o desconsuelo.
Además, nuestra capacidad para utilizar eficazmente cualquiera de estos medios de discernimiento será
mayor a medida que hayamos aprendido, a través de prácticas tales como el examen, a escuchar a nuestra
propia experiencia de lo que nos da consuelo y desconsuelo.
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Página 25
La cita es de Dick Westley, A Theology of Presence, Mystic, Twenty-Third Publications, 1988, pp. 29,
31, 35.

Página 50
Viktor Frankl, Man's Search for Meaning, Nueva York, Washington Square Press, 1963, p. 104.

Páginas 58-59
La focalización fue desarrollada originalmente por Eugene Gendlin en la Universidad de Chicago. Ver su
libro Focusing, Nueva York, Bantam, 1978.
Nosotros aprendimos la focalización de Peter Campbell y Edwin McMahon, que la han integrado con la
espiritualidad cristiana. Para una breve y excelente introducción, ver Peter Campbell, "Focusing: Doorway
to the Body-Life of Spirit", Creation Spirituality, Mayo/Junio, 1991, pp. 24, 26, 27, 50, 52. Para un listado
de libros y retiros escribe al Institute for Bio-Spiritual Research, P. O. Box 741137, Arvada, CO 80006-
1137.

' Página 63
Austin P. Flannery (ed.), The Documents of Vatican II. Ver Vaticano II. Documentos completos, Editorial
Lumen, Colección Magisterio Pontificio.
Murray J. Elwood, "Newman's `Kindly Light' Still Brightly Shines", NCR, 1 de junio de 1990, p. 11.

Página 63
Anne Wilson Schaef, "My Journey to Understanding Addictions", presentación en la conferencia sobre
"Recovering Intimacy", Rutland, Vermont, 24-28 de junio, 1990.

Página 66
El estudio de cómo recordar momentos de dar y recibir amor puede hacer más fuerte nuestro sistema
inmunológico era de David McClelland, de la Facultad de Medicina de Harvard. Citado en Larry Dossey,
Healing Words, San Francisco, Harper, 1993, pp. 109-110.
Páginas 67-68
Para una descripción más completa de las ocho etapas de desarrollo según Erikson y la tarea crítica para
cada etapa, ver nuestro libro Cómo sanar las ocho etapas de la vida, Promexa, México, 1994.

Página 68
La cita es de William J. Young, S. J. (trad.), St. Ignatius' Own Story, Chicago, Loyola University Press,
1980, p. 10.

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