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EL SALMO DE LOS DESHEREDADOS (EL

DIOS DE LOS TRISTES)


Padre Nuestro, de todos nosotros, 
de los pobres, de los sin techo, 
de los marginados y de los desprotegidos, 
de los desheredados 
y de los dueñ os de la miseria, 
de los que te siguen 
y de los que en ti ya no creemos. 

Baja de los cielos, 


pues aquí está el infierno. 
Baja de tu trono, 
pues aquí hay guerras, hambre, injusticias. 
No hace falta que seas uno y trino, 
con uno só lo que tenga ganas de ayudar, nos
bastaría. 
¿Cual es tu reino?¿El Vaticano? 
¿La banca?¿La alta política? 
Nuestro reino es Guatemala, el Salvador,
Honduras, México, Colombia, Venezuela,
Nicaragua, etc…. 
El pan nuestro de cada día 
son las violaciones, la violencia de género, 
la pederastia, las dictaduras, 
el cambio climá tico.

En la tentació n caigo a diario, 


no hay mañ ana en la que no esté tentado de
crear a un Dios humilde, 
justo. 
Un Dios que esté en la tierra, 
en los valles, los ríos, 
un Dios que viva en la lluvia, 
que viaje a través del viento 
y acaricie nuestra Alma. 
Un Dios de los tristes, de los homosexuales. Un
Dios má s humano... 
Un Dios que no castigue, que enseñ e. 
Un Dios que no amenace, que proteja. 

Que si me caigo, me levante, 


que si me pierdo, me tienda su mano. 
Un Dios que si yerro no me culpe 
y que si dudo me entienda. 
Pues para eso me dotó de inteligencia, 
para dudar de todo. 
Padre Nuestro, de todos nosotros, 
¿por qué nos has olvidado? 
Padre Nuestro, ciego, sordo y desocupado, 
¿por qué nos has abandonado?

PADRE NUESTRO, DANOS TU PAN DE


MISERICORDIA Y DE PAZ EN TODAS LAS
NACIONES.

HAZNOS SABIAS A TUS OJOS DE PADRE Y MADRE


Confiados, como cada domingo, presentamos al Señ or nuestras necesidades y sueñ os, en
esta Eucaristía, que sabemos es fuerza y motor de nuestras vidas.
• Te presentamos hoy, Padre, todos nuestros trajines, nuestras prisas y risas, para que
nos des la sabiduría de ocuparnos en la vida de lo esencial.
o HAZNOS SABIAS
• Hoy te pedimos que, como tu palabra es viva y eficaz, nos familiaricemos con ella, nos
nutramos de tu evangelio y se lo comuniquemos a los otros, con discreció n e ilusió n.
o HAZNOS SABIAS
• Nos ponemos ante ti, Buen Padre Dios, para que no seamos temerosos o tibios en
seguirte, como le ocurrió al joven rico, sino que los creyentes seamos gente que ama de
verdad y por ello vivimos felices, mejorando el mundo y el entorno donde estemos.
o HAZNOS SABIAS
• Hoy te pedimos especialmente por la Iglesia, para que todos los cristianos seamos un
movimiento de transformació n familiar, laboral y social, llenando el mundo de tu
amor.
o HAZNOS SABIAS
También te pedimos, Padre, que en este momento de la historia en el que todos queremos
triunfar, sepamos educar para que broten vocaciones de gente que quiera dejarlo todo y
seguirte. Haznos sabios, Padre.

TÚ NOS HACES GRANDES

Como cada domingo ponemos en el altar nuestra vida, con sus preocupaciones, proyectos,
sueñ os y miedos. Te rezamos... porque Tú , Señ or, nos haces grandes.
• Te pedimos Padre que nos ayudes a aceptar nuestras debilidades, fragilidades y
carencias, para que nos sintamos humanos y confiados,
PORQUE TÚ , SEÑ OR, NOS HACES GRANDES.
• También ponemos hoy en las ofrendas nuestros sueñ os de una sociedad má s justa,
una familia má s feliz y un mundo má s humano, para que nos ayudes a conseguirlo.
PORQUE TÚ , SEÑ OR, NOS HACES GRANDES.
• Que vivamos comprometidos en mejorar la familia, la vecindad, los grupos humanos
y organizaciones que nos rodean,
PORQUE TÚ , SEÑ OR, NOS HACES GRANDES.
• Que seamos agradecidos a cualquier detalle o servicio que los demá s nos regalan.
PORQUE TÚ , SEÑ OR, NOS HACES GRANDES.
• Que cada uno ocupemos el lugar que nos tienes designado, como hijos tuyos,
PORQUE TÚ , SEÑ OR, NOS HACES GRANDES.
Todo esto y lo que llevamos en los corazones, te lo presentamos, confiando en la fuerza
que Tú nos das. Amén.

ALEGRA NUESTROS CORAZONES


Juntas hacemos nuestras peticiones y ruegos al Señ or, confiando en que É l es el má s
interesado en que seamos felices y plenos. Le decimos ALEGRA NUESTROS CORAZONES,
PADRE.
• Para que en nuestras tristezas, agobios y preocupaciones, nos dejemos aliviar por Ti,
ALEGRA NUESTROS CORAZONES, DIOS DE AMOR
• Confiados en que tú nos conoces del todo y tienes hasta los cabellos de nuestras
cabezas contados,
ALEGRA NUESTROS CORAZONES, DIOS DE AMOR
• Para que sepamos aliviar y acompañ ar los duelos de los que nos rodean,
ALEGRA NUESTROS CORAZONES, DIOS DE AMOR
• Que todos los cristianos y personas religiosas nos dejemos levantar por ti y limpiar la
mirada,
ALEGRA NUESTROS CORAZONES, DIOS DE AMOR
• Por toda la humanidad, especialmente los que sufren desamor, hambre, injusticias,
paro, miedos y dificultad,
ALEGRA NUESTROS CORAZONES, DIOS DE AMOR
Escucha, Padre, esta oració n que hoy te presentamos, junto al Pan y el Vino, y ayú danos a
vivir la felicidad de sentirnos hijos tuyos y hermanos de todos. Amén.

TRABAJAR POR LOS DEMÁS

Es el momento de dirigirnos al Padre, contá ndole nuestros anhelos, malestares, ilusiones


y penas, para que nos mantenga fuertes en la fe y la seguridad de que acompañ a nuestras
vidas.
• Te presentamos las necesidades de tantos hermanos y hermanas que no tienen lo
mínimo necesario para vivir, ni conocen la tierra que mana leche y miel.
o QUE TRABAJEMOS POR ELLOS, PADRE.
• Para que alrededor nuestro no haya desesperanza, desamor ni injusticia entre los
hermanos.
o QUE TRABAJEMOS POR ELLOS, PADRE.
• Que llenemos la vida de las personas que nos rodean de ayudas, detalles, cariñ o,
comprensió n y bienes materiales.
o QUE TRABAJEMOS POR ELLOS, PADRE.
• Que sintamos que el mundo no mejorará hasta que no salgamos de nuestro ombligo y
estemos llenos de compasió n hacia los otros.
o QUE TRABAJEMOS POR ELLOS, PADRE.
• Que tu gente, los cristianos, tu iglesia, seamos personas coherentes, legales, sensibles,
comprometidas y encarnadas donde estemos.
o QUE TRABAJEMOS POR ELLOS, PADRE.
Recoge Padre nuestros deseos de ser buena gente, tú que conoces nuestras
incongruencias, miedos y debilidades, bendiciéndonos en esta eucaristía. Amén.
QUE SEAMOS GENEROSAS

Ofrecemos al Señ or nuestras necesidades, preocupaciones y tareas, junto a las de nuestros


hermanos y el mundo en general.
• Para que experimentemos en nuestra vida que el que da, recibe y que ni un vaso de
agua quedará sin recompensa.
HAZNOS GENEROSAS, SEÑ OR
• Para que no tranquilicemos nuestras conciencias con pequeñ as limosnas que calman
nuestra inquietud, en vez de comprometernos de forma constante y eficaz con alguna
causa solidaria.
HAZNOS GENEROSAS, SEÑ OR
• Para que seamos sencillos y no presumamos de nuestras buenas obras, pero, al
mismo tiempo sepamos hablar de ti y de los hermanos, para contagiar solidaridad.
HAZNOS GENEROSAS, SEÑ OR
• Para que nadie que viva a nuestro lado se quede sin nuestro compartir, acoger,
charlar, crear comunidad y sentirnos bien juntos.
HAZNOS GENEROSOS, SEÑ OR
• Por ú ltimo, pedimos por tu iglesia, para que sea nú cleo de unió n, de dinamismo social
y de encuentro y transformació n de las injusticias, para que puedan vivir bien los seres
humanos.
HAZNOS GENEROSAS, SEÑ OR
Buen Padre Dios, recoge todos nuestros buenos deseos y sueñ os de construir tu Reino, la
gran familia que tú has soñ ado y que queremos inventar. Amén.
 
CON RAMOS DE OLVIO TE ALABAMOS

Te aclamamos queriendo unirnos a todos los que sufren.


A tantos enfermos que no pueden con el dolor,
a tantas familias deshechas por la droga,
a todas las parejas rotas por el desamor y la soledad,
a tantos niñ os llenos de cosas y necesitados de amor.
 
Te aclamamos pidiéndote nos ayudes a acompañ ar la vida
de tantos inmigrantes llenos de nostalgia e inseguridad,
de todos los deprimidos, desanimados y sin ganas de vivir,
de los que no tienen valores que merezcan la pena,
de los que tienen penas que nadie consuela,
de los que cumplen penas en cá rceles deshumanizadas.
 
Te aclamamos contentas porque nos llenas de esperanza.
Por eso creemos que este mundo tiene remedio,
que se puede dar la vida como Tú , para crear vida,
que juntos contigo y con los otros, somos una familia,
que poco a poco vamos haciendo tu reino
y que nos juntaremos en tu abrazo final de los días.
 
Te aclamamos, te felicitamos y te admiramos,
por lo bien que nos explicaste la mejor manera de vivir,
por có mo nos contaste quién es nuestro Dios padre y madre,
porque nos abriste caminos nuevos y nos llenaste de ilusió n,
porque, aunque las cosas te fueron difíciles, llegaste hasta el fin,
porque nos invitas a vivir a tu manera y a contar con tu presencia.
Y porque sentimos, que caminas a nuestro lado...
GRACIAS, JESÚ S... TU PASIÓ N MERECIÓ LA PENA

TE NECESITAMOS SEÑOR

Te necesitamos, Señ or:


para vivir una vida plena,
para sentir alegría interior,
para superar los vacíos,
para salir del desencanto,
para amar de verdad, sin pasar factura,
tenemos que estar muy unidos a ti.
 
Te necesitamos, Señ or:
porque andamos preocupados,
porque no sabemos disfrutar del momento presente,
porque a veces só lo estamos en contacto con las propias necesidades,
porque el otro, a ratos, nos es indiferente,
porque tenemos egoísmo familiar,
porque no sabemos salir de nuestro ombligo y
tenemos que dejarnos purificar por ti.
 
Te necesitamos, Señ or:
hasta que consigamos vivir má s felices,
hasta que encontremos la vida en abundancia,
hasta que creemos tu reino de justicia,
hasta que compartamos las cosas fraternalmente,
hasta que consigamos que nos duela el otro,
hasta que nos limpiemos de tanto egocentrismo,
hasta que logremos que todos vivan bien,
tenemos que dejarnos invadir de tu amor.
 
Porque urge que inventemos tu reino, te necesitamos, Señ or:
para revolucionar las relaciones y crear encuentros,
para que nos dignifiquemos unos a otros,
para que cada persona encuentre su lugar en el mundo,
para que haya de todo para todos,
para que se nos llene el corazó n de fiesta,
para que logremos tratarnos como hermanos,
para que nuestra vida se llene de armonía,
para que esperemos la muerte como tu gran abrazo,
tenemos que dejarnos cambiar el corazó n.
 

TU ERES SEÑOR NUESTRO MEJOR ALIMENTO

Ahora que está n de moda las recetas culinarias,


que todo el mundo busca alimentos energéticos,
que vitaminicen y al tiempo sean sabrosos,
los cristianos tenemos el tesoro de tu Mesa.
Tú eres, Señ or, nuestro mejor alimento.
 
Tú nos enseñ aste a comer, que es compartir con los amigos,
que es hablar la vida, incluso con los que te traicionen,
que es disfrutar juntos y que haya de todo para todos,
para, al final, sentirse unidos, compañ eros de camino
y constructores de unas relaciones sanas y una tierra nueva.
 
Tú que nos invitas a reunirnos en tu recuerdo
y a partir y repartir el pan unos con otros,
nos dejaste un mensaje, una misió n, una tarea,
que es sentarnos a la mesa, unidos,
y hacer de la tierra entera una familia.
 
Cada vez que comemos tu cuerpo,
nos comprometemos contigo,
confirmamos que queremos vivir a tu manera
y que nos unimos a toda la iglesia, tu gente,
para cumplir tus sueñ os de amor y fraternidad.
 
El que come tu Carne, el que comulga,
se aparta de otros alimentos nocivos.
Se aleja de la competitividad, no le sirve la prisa,
se aparta del poder y relativiza el prestigio.
Hazte, Señ or, carne de nuestra carne y vida de nuestra vida.
TODAS TENEMOS HAMBRE DE TI

Porque todos, Señ or, tenemos hambre de ti,


no nos dejes, pasar por la vida sin regalar
nuestra risa, las caricias, los detalles,
que son los gestos que te hacen presente.
 
Porque tenemos hambre de ti, Señ or,
hemos de llenar la tierra de confidencias,
de nuestro ser amigos, de crear buen clima de vecinos,
de generar ambiente cá lido entre los compañ eros,
de saber agradecer todo lo que la vida nos regala,
de intentar comprender a todo el mundo,
que es la forma de vivir a tu manera.
 
Porque Tú sacias nuestro hambre infinita,
ayú danos a compartir con los demá s
la alegría del comienzo del nuevo día,
la ternura de vivir en compañ ía,
la ilusió n de disfrutar cada momento,
la emoció n de poner amor en todos,
la sorpresa de lo nuevo de cada persona,
la salud del enfermo acompañ ado,
el compromiso con el mundo injusto y frío,
que Tú potencias en cada uno en los adentros.
 
Porque el mundo tiene hambre de Dios,
impú lsanos a hablar de ti con sencillez,
a contar lo que vas haciendo en cada uno,
a recordar que Tú liberas de toda atadura,
a acompañ ar vidas, haciéndote presente,
a ser chispa alegre y cotidiana,
a cambiar la rutina por tu vida en abundancia,
a entusiasmar con la revolució n del evangelio,
y a ser buena noticia en donde estemos,
pues Tú está s en nosotros para hacernos como Tú .

COMULGAR, ES ESTAR DE ACUERDO CONTIGO

Cada vez que me acerco hasta tu altar,


estoy reforzando mi amistad contigo,
te capto como alguien vivo y cercano
y siento tu esperanza y fortaleza en mi interior.
 
Cada vez que comulgo, Señ or,
me llenas de entusiasmo y de sentido
y ya no puedo prescindir de tu misió n
de agrandar mi corazó n universal.
 
Cada vez que te acepto y te recibo,
renuevas mis ilusiones fraternas,
porque me indicas claramente la ruta
de construir una tierra justa y nueva.
 
Cada vez que comulgo contigo,
acepto tus ideas radicales,
de preferir a los pobres y marginados
para gastar mi vida en mejorar la suya.
 
Cada vez que entras en mis adentros,
tu espíritu me anima y me sostiene,
haces renacer en mí la solidaridad,
un talante agradecido y sensibilidad.
 
Cada vez que me encuentro contigo,
mi corazó n se ensancha y se dinamiza,
me sacas de todos mis pequeñ os egoísmos
y me llenas de tu capacidad de obrar el bien.

TU ERES LA VID

Estamos seguros, Señ or, contigo.


la savia que nos recorre es fuerte y pura,
no tememos a nada, pues estamos contigo,
eres Tú quien potencia nuestra vida,
la energía que brota de nuestras entrañ as,
el impulso que reaviva nuestra historia.
 
Si estamos agarrados a ti, Padre,
no tienen sentido tantas dudas,
no comprendo có mo tengo distracciones,
ni por qué confundo los valores,
ni có mo es posible que actú e en desamor,
si eres Tú quien me guía y quien me nutre.
 
Tú eres la vid, y como soy sarmiento,
a veces me desaliento y reseco,
pero Tú está s ahí, por los adentros,
renovando mi ilusió n, poniéndome en misió n,
haciendo junto a mí esta tarea
de construir el mundo a tu manera.
 
Soy un sarmiento seco, y bien los siento,
pues si estuviera má s agarrado a ti,
má s desde dentro, no me perdería en tonterías,
no haría dañ o a nadie, no estaría triste,
no buscaría en cosas llenar mi ansiedad,
sino dejaría que tu savia circulara por mí.
 
Tú Señ or, que eres la vid, que eres el fuerte,
sujétame fuerte a tu tronco,
hazme dar fruto dulce y jugoso,
mantenme transpirable y disponible,
no dejes secar mis ramas débiles,
ni permitas que se endurezcan mis adentros,
Tú que conoces mis plagas y mis miedos.

Ven Señor Jesús


Queremos imitar tu espíritu de servicio y entrega a los demás, queremos aprender de ti, Jesús,
que te empeñaste en ayudar a todo aquel que se cruzaba en tu camino.
VENGA a nosotros tu reino, Señor
Queremos ser espejos de ti y reflejar a través de los hechos que somos seguidores tuyos,
queremos aprender de ti, Jesús, que nos mostraste a través de toda tu vida cómo era el Padre
Dios.
GUÍANOS por tus caminos, Señor
Queremos dar alegría a los que sufren y compartir con los más necesitados lo que tenemos,
queremos aprender de ti, Jesús, que viviste entregado a la causa de los pobres y marginados.
Llévanos a Dios
Queremos traducir con hechos en nuestra vida la fe y el cariño que te profesamos,
queremos aprender de ti, Jesús, que fuiste fiel a tus principios y a tu misión, aun a costa de tu
vida.

VEN, Señor Jesús


Me sedujiste, Señor y me dejé seducir.
Llamaste un día a mi corazón y no pude hacer otra cosa que seguirte.
La vida contigo se vuelve una fiesta,
las dificultades se reducen y nace en mí fuerza y sosiego,
las alegrías se multiplican,
porque llenas mi boca de risas, mi corazón de canciones
y toda mi vida de tu amor.
 
Tú haces de mi vida una fiesta, porque llenas mis días de sentido.
Tú haces que pueda con las dificultades, porque me recuerdas mis recursos.
Tú me conviertes en sanador de otros,
porque me llenas de sabiduría y de ternura,
para facilitar otros caminos, para entender, liberar y curar heridas de la vida.
Tú me haces generador de la vida en abundancia,
al tiempo que la haces brotar dentro de mí
y juntos la contagiamos a los hermanos.
 
Para ti no valen los ritos o rezos sin sentido,
para ti vale la vida, el amor y la ternura,
Tú valoras los detalles, las vivencias y la acción,
aunque para descansar necesitemos orar la vida,
dejándonos acariciar cada día por tu amor.
 
Cada mañana me vuelves a llamar y me pones en marcha.
Vas presentándome hermanos con los que vivir,
vas poniendo ante mí regalos, dolor y belleza
y me vas sugiriendo el modo y la manera oportuna,
el gesto y la palabra adecuada, para llenar de tu amor la vida entera.
 
Tú amor me vuelve alegre y me impulsa a alegrar.
Tu fuerza me hace fuerte y me invita a apoyar y acompañar.
Tu misericordia me hace empático y tolerante, amigo y amante.
Tu bondad me vuelve tierno, dulce y amoroso con el género humano.
Tu llamada me da seguridad, me descansa y me sosiega.
Tu ejemplo me dinamiza y me convierte en buena noticia.
Gracias por llamarme, Señor... Aquí me tienes, para hacer tu voluntad.
 

GRACIAS SEÑOR…
No permitas que nos encerremos en nuestros duelos ni autocompasiones,
no nos dejes dar demasiada importancia a lo que nos ocurre,
impide que la enfermedad, el paro, el desamor, o las desgracia nos bloquee,
porque entonces vivimos sin ti, y así no hay forma de superarlas.
 
¡Cuántas veces nos has demostrado que vivimos anclados en nuestra pena
y lo único que nos libera es dejar de autocompadecernos y escuchar al otro!
Minimiza, Señor, nuestros miedos y vuélvenos misericordiosos,
compasivos con los hermanos y adivinos de sus dificultades.
Sólo así podremos sanarnos y recuperar la energía vital.
 
Entra, Señor, pasa hasta el fondo, al silencio de mi corazón,
más allá de mi cabeza ruidosa y de mi mente egocéntrica.
Pasa y hazme sentir como Tú, amar como Tú, acompañar como Tú.
Porque quiero saber aliviar el dolor de los otros, perdonar siempre,
Descargar el peso de la vida y desculpabilizar y liberar a mis hermanos.
 
Pasa, Señor, aunque yo no te busque, distraído en los afanes de la vida, pasa...
eres tú el único que da sentido a mi existencia,
el que minimiza mis errores y me vuelve misericordia inmediata,
amor gratuito, amistad regalada y caricia de vida.
 
Cuando te dejo entrar en mí, me tomas al asalto y me vuelves todo amor.
gracias por estos miedos que te reclaman,
gracias por mis fragilidades, que me quitan prepotencias,
gracias porque siendo pequeño, Tú me vuelves grande y capaz,
gracias porque contigo soy luz para el camino oscuro de la vida
y sal que aporta chispa y humor para facilitar las situaciones.
 
Gracias por entrar... por pasar hasta el fondo de mí...
 

JUNTO AL POZO, SAMARITANA


Te espero junto al pozo como cada día
sé que vienes a deshoras, cuando el calor asfixia
porque huyes de miradas y de toda compañ ía
vienes a buscar un agua que te refresque la vida.
 
Te espero junto al pozo y como cada día
evitas hablarme por miedo a lo que diría
pues no te sientes plena, no te sientes viva
no encuentras la alegría y te juzgas a ti misma
 
Yo no quiero juzgarte, ni señalarte con el dedo
tengo sed de ti... y cada día, por ti espero...
levanta tu mirada porque en ella está el reflejo
del agua que deseas, del amor que esperas
y en mi... podrás beberlo
 
DAME DE BEBER, DAME DE BEBER SAMARITANA
DAME DE BEBER QUE AUMENTA MI SED AL VERTE TAN LEJANA
DAME DE BEBER QUE YO TE DARÉ DEL AGUA QUE SALVA...
QUE SALVA LA VIDA...QUE SALVA LA VIDA
PORQUE SIN AMOR....
LA VIDA NO ES NADA
 
Te espero junto al pozo como cada día
cambia mi cansancio en gozo cuando al fin me miras
es la mejor agua esa mirada, que tú me dedicas
y en la que ya entiendes que te necesito... que me necesitas
 
DAME DE BEBER, DAME DE BEBER SAMARITANA
DAME DE BEBER QUE AUMENTA MI SED AL VERTE TAN LEJANA
DAME DE BEBER QUE YO TE DARÉ DEL AGUA QUE SALVA...
QUE SALVA LA VIDA... QUE SALVA LA VIDA
PORQUE SIN AMOR....
LA VIDA NO ES NADA
 
Te espero junto al pozo.....

A veces Señor solo a veces

A veces, Señ or, só lo a veces,


rompo las normas y costumbres establecidas
ya al día siguiente de los orígenes,
y me comporto como un niñ o
que abre ventanas y murallas
y otea el horizonte a pecho descubierto,
alegre y sin miedo,
buscando buenas nuevas
cuando lo que se estila son defensas.
 
A veces, Señ or, só lo a veces,
me mueve tu espíritu y la libertad,
me siento henchido de gozo,
y me río a carcajadas del qué dirá n
y de lo que se propone como razonable,
bueno, firme y honesto,
porque siento que en mi pecho
está a punto de brotar un manantial
de vida, gozo y novedad.
 
A veces, Señ or, só lo a veces,
harto de este malvivir,
de tanto aparentar y de ser fariseo,
subo al templo a estar contigo
como el publicano del evangelio.
Me coloco en los ú ltimos puestos
sin atreverme a levantar cabeza,
me desnudo en tu presencia
y se opera el milagro esperado.
 
A veces, Señ or, só lo a veces,
me encuentro contigo
junto a los pozos de agua heredados,
o a los á rboles gratuitos del camino
soñ ando recibir lo que necesito;
mas por obra y gracia de tu querer,
que se adelanta siempre,
termino dando de lo que atesoro
para mi desconcierto y tu regocijo.
 
A veces, Señ or, só lo a veces,
me hago sencillo y transparente,
y en esos diá logos sinceros
se me estremece el corazó n
y fecundan las entrañ as
con tantas semillas de vida y gracia,
que me siento joven y libre
para caminar por la historia
sin tener que justificar mis andanzas.
 
A veces; Señ or, só lo a veces,
leo el evangelio y descubro
que no necesita explicaciones
para que fecunde mis entrañ as.

Aquí me tienes Señor…


Aquí me tienes, Señ or,
aprendiendo a vivir en tu casa
y dejando que tu mensaje cale
a pesar de tantas contradicciones.
 
No soy mucho,
ni valgo
ni tengo mucho.
Soy un simple servidor tuyo
que duda a cada paso
y arriesga poco
porque su fe es tan pequeñ a
que no llega al tamañ o
de una semilla de mostaza.
Aquí me tienes, Señ or.
 
Quiero aprender a vivir en tu casa.
Pero aumenta mi fe,
que es bien débil;
y mi amor a todos,
que sigue siendo torpe;
y mi esperanza niñ a,
con tantas promesas,
cuida, corrige y eleva.
Aquí me tienes, Señ or.
 
Quiero que tu mensaje me cale.
Á rame, si es necesario o te place,
y siembra en mí, como sabes,
tu proyecto de hermandad,
tu respeto a los pequeñ os,
tu perdó n al ser ofendido,
tu servicio siempre gratuito...
¡semillas de buenas nuevas
que no se desarraiguen!
Aquí me tienes, Señ or.
 
Cuenta conmigo,
aunque haya silencios o estallidos,
olvidos y guerras secretas,
rebeliones y promesas rotas...
 
Creo en la alegría de servir.
Creo en la grandeza de la pequeñ ez.
Creo en quien dignifica al otro con su hacer.
Creo en la fuerza de la fe,
porque es don de balde y sin cargo.
Creo en Ti,
y creo un poco... en mí,
aunque sea siervo y discípulo inú til.
Aquí me tienes, Señ or.
 
Aquí me tienes.
Aquí me tienes...
para servir tu mensaje y comida
en estos lares,
a los que Tú má s quieres,
como me enseñ es,
mi Maestro y Señ or,
ahora y siempre.

Al igual que entonces

En aquel tiempo, eran los leprosos;


hoy, son los pobres econó micos,
sociales, culturales y religiosos,
a los que podemos poner otros muchos nombres
- emigrantes, desplazados,
parados de larga duració n,
ancianos, enfermos cró nicos,
sin techo, mendigos, invisibles -
los que se sienten marginados
y condenados al ostracismo,
para no mostrar su mísero rostro
entre quienes andamos en pú blico
todavía erguidos y orgullosos.
 
Y hoy, al igual que entonces,
hay que salir a las orillas de los caminos,
a las plazas y espacios pú blicos
a pedir lo que muchos tienen en abundancia
y a otros muchos les falta, y gritan,
aunque sean iguales en su condició n humana:
hermanos en la fe
y ciudadanos libres.
 
Y hoy, al igual que entonces,
aunque nos parezca desconcertante,
hay que saltarse las "dignas costumbres",
las normas y leyes,
sean religiosas o civiles,
democrá ticas o eclesiales,
para dar a conocer lo que sucede,
pues no tenemos intercesores.
 
Y hoy, al igual que entonces,
tu palabra nos manda presentarnos
ante los jefes, gobernantes y sacerdotes,
para romperles sus esquemas y visiones,
y para que nos acepten como legales.
Y mal que les pese, solo podrá n "exigirnos"
el presente que Tú instituiste como señ al,
y que gustosamente ofreceremos en el altar.
 
Y hoy, al igual que entonces,
puede ser que nos volvamos "legales",
que cumplamos lo que nos dijiste,
y que pasemos, solícitamente, un momento
por el templo y por los medios de comunicació n,
pero que nos olvidemos de lo má s importantes:
volver, para darte las gracias entrañ ablemente
y descubrir que es la fe la que nos cura y salva.
 
Y hoy, al igual que entonces,
só lo uno de cada diez hombres o mujeres,
y ademá s extranjero y mal visto,
se vuelve, te alaba y te lo agradece,
reconociendo el valor de tu palabra.
Pero es él, con su gesto y talante,
el que nos descubre para siempre,
el camino del Reino, y no los otros nueve.
 
Y hoy, má s que entonces,
es necesario, aunque nos cueste,
mostrar la indigencia, la miseria
y el abandono en que muchos viven,
reivindicar lo que nos pertenece,
gritar al viento tanta protesta contenida,
no sentirnos culpables ni pecadores
y esperar que Tú nos escuches.
 
Dios emigrante

Cuando acabaste la creació n


dicen que dijiste firmemente
a los cuatro puntos cardinales:
 
Que todo el mundo viva feliz,
en paz, libremente y con dignidad,
en la tierra que le vio nacer.
 
Que si alguien abandona su país
no sea porque muere de injusticia y hambre.
sino por conocer otros paraísos terrenales.
 
Que siempre, y en todo lugar,
se respeten los derechos de las personas,
sean del color y condició n que sean.
 
Que nadie esclavice a su semejante
y nadie se haga esclavo de nadie,
pues yo os he creado hermanos y libres.
 
Que nadie se arrogue el derecho
de ser ciudadano y dar a otros papeles,
pues todos sois iguales y muy diferentes.
 
Y dicen que, como casi siempre,
muchos jugamos a ser dioses
o, simplemente, señ ores prepotentes.
 
Y otros muchos tuvieron que salir,
y ser emigrantes sin papeles,
con mucha injusticia y hambre.
 
Y dicen que dijiste má s firmemente:
Pues no me voy de esta tierra,
y seré uno má s entre los emigrantes.
 
Padre/Madre, que está s en esta tierra:
rompe nuestros miedos e imá genes tuyas
para que tu proyecto siga adelante.
 
TAMBIÉN LLEGSARON LAS MUJERES SABIAS

Y aunque no lo digan las cró nicas,


también llegaron mujeres sabias
desde los cuatro puntos cardinales.
El fuego ardía en su seno
mucho antes de ver la estrella en el cielo.
Caminaban en oscuridad fiá ndose
de que la tierra se iluminara cada noche
con la luz de las lucernas má s humanas.
 
Llegaron mujeres sabias
libremente y por propia autoridad,
sin ocultarse y desafiando las costumbres,
sin pedir permiso a ningú n rey,
siguiendo sus intuiciones y sueñ os
su anhelo y el ritmo de su corazó n,
cantando canciones de esperanza
y abriendo camino a la dignidad.
 
Llegaron en silencio, de puntillas,
sin ruido, sin parafernalia,
sin provocar altercados ni miedos,
sonriendo a todos los peregrinos.
Llegaron de forma contracultural,
no les quedaba otro remedio.
Nadie levantó acta con sus nombres,
pero dejaron huella y recuerdo imborrable.
 
Llegaron y trajeron regalos ú tiles:
agua que limpia, fuego que ilumina,
pan de la tierra y leche de sus pechos.
Llegaron con mantas para envolver,
frutos secos para compartir,
aceites para curar y ungir
y nanas tiernas en sus gargantas
para alegrar y dormir al que iba a nacer.
 
Ayudaron a María a dar a luz,
y cuando gemía con dolores de parto
le susurraban bendiciones de su pueblo.
Se quedaron en Belén muchas lunas,
y encontraron para la familia un lugar digno.
Y enseñ aron a otras su arte y oficio,
con paciencia, ternura y tino
hasta que surgió una red de solidaridad.
 
Llegaron mujeres sabias
y alzaron su voz, sus brazos,
su sabiduría, su cuerpo, su espíritu
contra la matanza de inocentes.
Y se marcharon por otro camino,
igual que lo hacen siempre,
sin prestar atenció n a los cantos triunfales,
para proteger a los hijos má s débiles.
 
Se marcharon a su tierra.
Pero vuelven una y otra vez en esta época
y en todos los momentos importantes,
cargadas de dones, risas, besos
de vida, canciones y paciencia
Dicen que es su trabajo y oficio;
pero no, son nuestro sacramento
y nuestros sueñ os má gicos despiertos.
 
Vestidas sin llamar la atenció n
está n ahí, al borde del camino,
en los cruces y duelos de la vida,
en los oasis y en los desiertos,
en el límite de nuestro tiempo,
en los campos de refugiados,
en el umbral de la conciencia,
ofreciéndonos lo que má s necesitamos.
 
Danos ojos para verlas ahora,
antes de que se marchen por otro camino,
y só lo sean sombra para nosotros.
Déjanos sentir el aroma de su presencia,
la sonrisa de su rostro, la leche de sus senos,
el calor de su espíritu y de su regazo
y toda la ternura de sus corazones vivos.
Déjanos abrazarlas para no olvidarlas.
 
Siempre llegan mujeres sabias,
oportuna y solícitamente,
a Belén y al reverso de la historia,
y son los mejores reyes magos
de las cró nicas evangélicas no escritas.
 

Reconocimiento

Siento, Señ or, que estoy


donde Tú quieres que esté;
que nací para estar donde ahora estoy,
que vine al mundo para hacer lo que hago,
siendo lo que soy
y dejá ndome guiar por tu Espíritu.
 
De no ser así,
Tú me hubieras hecho diferente:
má s sabio o má s pobre,
má s há bil o má s torpe,
má s tierno o má s firme,
má s fuerte o má s débil...
 
Tú ,
que has abierto el cielo para siempre,
que me has dado vida y nombre,
que te has mojado para mojarme,
que me has perfumado con tu Espíritu,
que me susurras tus quereres,
que me llamas "hijo, hija" sin avergonzarte,
que me bautizaste para comprometerte
y que te alegras de que esté donde Tú me soñ aste,
apacigua mi espíritu
cuando a veces se me ocurre
al pesar mi vida –lo que hago, mis vanidades–
que podría haber hecho algo má s grande.
 
No hay nada má s grande y má s emocionante
que escuchar tu voz de Padre convencido,
que repite, a veces con ritmo de nana,
a veces con la potencia de un trueno,
"Tú eres mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto".
 

Hilos para entender las Bienvanturanzas


Có mo podrá alguien ayudar,
si nunca ha necesitado un hombro amigo.
 
Có mo podrá alguien consolar,
si nunca sus entrañ as han temblado de dolor.
 
Có mo podrá alguien curar,
si nunca se ha sentido herido.
 
Có mo podrá alguien ser compasivo,
si nunca se ha visto abatido.
 
Có mo podrá alguien comprender,
si nunca en su vida ha tenido el corazó n roto.
 
Có mo podrá alguien ser misericordioso,
si nunca se ha visto necesitado.
 
Có mo podrá alguien dar serenidad,
si nunca se ha dejado turbar por el Espíritu.
 
Có mo podrá alguien alentar,
si nunca se quebró por la amargura.
 
Có mo podrá alguien levantar a otros,
si nunca se ha visto caído.
 
Có mo podrá alguien dar alegría,
si nunca se acercó a los pozos negros de la vida.
 
Có mo podrá alguien ser tierno,
si en su vida todo son convenios.
 
Có mo podrá alguien acompañ ar a otros,
si su vida es un camino solitario.
 
Có mo podrá alguien compartirse,
si en su vida todo lo tiene cubierto.
 
Có mo podrá alguien gozar el evangelio,
si lleva cuenta hasta del comino.
 
Có mo podrá alguien encontrar,
si nunca ha estado perdido.
 
¡Có mo podrá alguien si no ser dichoso...!
 
Coherencia

Mirar como Tú miras,


con ojos claros y limpios,
comprendiendo siempre al hermano,
coherencia.
 
Saberse discípulo,
no tenerse por maestro
y gozar del aprendizaje diario,
coherencia.
 
Conocer a los á rboles por su fruto,
no esperar higos de las zarzas,
ni uvas de los espinos,
coherencia.
 
Almacenar bondad en el corazó n,
cultivar una solidaridad real
y sentir que nos desborda el bien,
coherencia.
 
Reconocer que no todo es tierra firme,
construir sobre roca nuestra casa,
no tener miedo a huracanes y riadas,
coherencia.
 
Admitir la pequeñ ez y los fallos propios,
quitar pronto la viga de nuestro ojo,
no humillar al hermano por no ser como nosotros,
coherencia.
 
Abrir nuestros ojos al mundo,
alegrarse por sus pasos y proyectos,
no caer en trampas y hoyos como ciegos,
coherencia.
 
Poner por obra tus palabras,
hablar con el lenguaje de los hechos,
olvidarse de má scaras y apariencias,
coherencia.
 
Coherencia, Señ or,
de un aprendiz de discípulo
que, a veces, se atreve
a tenerte por maestro.

No es un mal lugar,
aunque sea a las afueras,
éste del pozo de Jacob,
para acercarnos a cualquier hora
con el cá ntaro de nuestras dispersiones y carencias
sobre la cintura o la cabeza.
 
Quizá tú , Señ or,
que te has detenido, cansado,
ante su brocal y sombra,
no te detengas ante nuestras resistencias,
pues lo tuyo es derribar barreras
y abrir a la esperanza puertas.
 
Quizá tu palabra,
tan sorpresiva, cercana y clara,
y nuestra ingenuidad,
que entra en diá logo por necesidad,
hagan emerger nuestro ser má s honda,
relativizando tantas vanas ocurrencias.
 
Quizá tus vivos ojos
y tu presencia dá ndonos acogida
hagan que expresemos insatisfacciones,
prejuicios y resistencias,
recelos y carencias, hasta que emerja
el escondido anhelo de vida.
 
Porque deseo, Señ or,
tenemos a manos llenas,
aunque el corazó n esté herido
y las entrañ as pisoteadas y yermas
con tanta lá grima amarga
derramada cada día.
 
Nos hemos ilusionado
hasta en seis ocasiones con decisió n
buscando abrazos y amores,
mas se nos ve que llevamos a cuestas
una vida rota y sin horizonte,
llena de fracasos y sinsabores.
 
Ya no entendemos tu mensaje
ni lo que nos mueve cada día
a buscar el agua tan necesaria,
por eso andamos perdidas,
aú n en nuestra tierra,
y preguntamos como personas torpes.
 
Pero poco a poco
tú nos cautivas y enamoras
y te ganas nuestro herido corazó n;
y nosotras anhelamos, como nunca,
el agua viva
que bota de tu rostro y voz.
 
Nos sentimos amadas,
reconocidas y con una sed distinta;
corremos hacia la aldea
y anunciamos tu presencia
que cura, alegra y da vida
só lo con ser acogida unos días.
 

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