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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA SAN JUAN BOSCO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES


CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
PSICOLOGÍA EVOLUTIVA II
PROFESORA TITULAR: LIC. DOLORES DEL CASTAÑO
SEDE ESQUEL – 2018
ALUMNA : MARÍA LUJÁN PORCELLI

TRABAJO PRÁCTICO N° 2
1. Consigne brevemente datos biográficos de: Arminda Aberastury, Mauricio Knobel,
Françoise Dolto y Susana Quiroga

Arminda Aberastury (Buenos Aires, 24 de septiembre de 1910 - 24 de noviembre de 1972) fue una
psicoanalista argentina, pionera del psicoanálisis de niños y adolescentes.
Hija del escritor Francisco Aberastury y sobrina del médico Maximiliano Aberastury, nació en el seno de
una familia de intelectuales. 
Se recibió de maestra y de profesora en Ciencias de la Educación, egresada de la Facultad de Filosofía y
Letras de Buenos Aires donde fue docente en la Cátedra de Psicología de la Niñez y de la Adolescencia
En 1937 se casa con el psiquiatra Enrique Pichón Rivière quien con Ángel Garma, será socio fundador de la
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) en 1942. 
Su biografía está ligada a la historia del psicoanálisis de niños en la Argentina y en Latinoamérica.
Comenzó de manera autodidacta y más tarde presentó diferencia con Freud , con Anna Freud y Melanie
Klein. 
En su obra, totalmente original para su tiempo, se destacan: trastornos emocionales en los niños
relacionados con la dentición, la marcha y el lenguaje en relación con la posición depresiva y la fase genital
previa. 
Afectada por una enfermedad de la piel que la desfiguraba, Aberastury se quita la vida en 1972, a la edad de
62 años.

Mauricio Knobel ( Buenos Aires, 19 de marzo de 1922- Campinas, Brasil, 22 de enero de 2008) fue uno
de los pioneros del psicoanálisis en Argentina y uno de los iniciadores de la aplicación del enfoque
psicoanalítico al tratamiento de niños y adolescentes en nuestro país.
Autor de numerosas publicaciones, Knobel ejerció durante largo tiempo la titularidad de las cátedras de
Psiquiatría y de Psicología evolutiva en las facultades de Medicina y Filosofía y Letras, de la Universidad de
Buenos Aires.
A través de su labor teórica definió conceptos del tratamiento de niños y adolescentes que mantienen su
vigencia en el presente. En su producción impresa se destaca el libro La adolescencia normal, escrito junto
a Arminda Aberastury
Mauricio Knobel fue presidente de la Sociedad Argentina de Psiquiatría y Psicología de la Infancia y de la
Adolescencia y director del Instituto de Orientación Familiar, creado por él mismo en Buenos Aires bajo el
patrocinio de la B'nai B'rith, una asociación que nuclea a la inteligencia judía en distintos lugares del
mundo y cuyo comité de Cultura llegó a presidir en Viena el propio Freud. 

Françoise Dolto (6 de noviembre de 1908 – 25 de agosto de 1988), fue una médica pediatra y
 psicoanalista francesa famosa por sus descubrimientos en psicoanálisis de la infancia. Nació en el seno de
una familia burguesa y conservadora.
No se le permitió al principio estudiar Medicina, por lo que empezó graduándose como enfermera. Luego,
después de licenciarse en Medicina, se especializó en Pediatría y Psiquiatría.
En 1939 presentó su tesis doctoral titulada “Psicoanálisis y Pediatría”.
Realizó una amplia formación como psicoanalista con maestros tan prestigiosos como: Edouard Pichon,
Spitz, Lacan , Sophie Morgenstern, etc.
Su análisis didáctico lo llevo a cabo con René Laforgue, fundador del movimiento psicoanalítico francés.
Participó junto a Jacques Lacan en la creación de la Escuela Freudiana de París.
Françoise Dolto mantuvo una buena relación de amistad con Anna Freud, la hija del creador del
psicoanálisis Sigmund Freud.
Trabajó en varios hospitales de París, como el Centro Étienne-Marcel o el Policlínico del bulevar Ney, pero
es en el Hospital Público Troseau donde Françoise Dolto desarrolló la mayor parte de su trabajo atendiendo
a niños autistas, psicóticos, anoréxicos, con tics, tartamudos, tímidos, con mutismo, etc.
En 1979 se nombró a esta psicoanalista Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lovaina.
Con Sophie Morgenstern aprendió  a utilizar el juego y el dibujo en la psicoterapia de los niños.
Utilizaba papel, lápices, plastilina, soldaditos, un silbato, cuchillos de juguete, etc.
Pero una aportación muy interesante de esta psicoterapeuta fue el uso de “la muñeca flor” en
la Ludoterapia de niños. La primera muñeca la fabricó la madre de una paciente suya (una niña llamada
Bernardette) por indicaciones de la psicoanalista, y consistía en un cilindro recubierto de tela verde
representando el cuerpo y el rostro era una margarita.
Otra innovación de esta psicoterapeuta francesa fue la creación de lo que ella llamó “Las casas verdes”, las
cuales Françoise definía como “lugares para intercambiar palabras”, y a las que asistían padres, abuelos,
maestros, madres embarazadas y niños
A Françoise Dolto se le ha criticado por haber dado “poder” a los niños en contra del principio de autoridad
de los padres, y que al haber dado demasiado poder a los niños se habría generado el “niño tirano”.

Susana Quiroga
Es doctora en Filosofía y Letras con Orientación en Psicología, miembro titular en Función Didáctica de la
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) e integrante de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA)
A lo largo de su trayectoria, escribió libros y artículos sobre temas vinculados con la adolescencia. Sus
principales publicaciones son Del goce orgánico al hallazgo de objeto (Editorial EUDEBA) y Patologías de
la Autodestrucción (Editorial Kargieman)
Está categorizada como Investigadora Categoría I (CIN) y es investigadora certificada en la University
College London. Además, es directora del Proyecto UBACYT 2004-2007 P069
La doctora Quiroga  es directora del Programa de Actualización en Clínica Psicoanalítica de las Patologías
Actuales y del Programa de Psicología Clínica para Adolescentes, Sede Regional Sur, UBA.

2. En “Palabras para Adolescentes” Françoise Dolto considera la adolescencia como un “segundo


nacimiento” y que no hay adolescente sin sufrimiento”. Teniendo en cuenta dicho párrafo analice la
expresión de la autora relacionándola con la metáfora de la muda de la langosta
La autora describe a la adolescencia como un segundo nacimiento en el que se quita la infancia, se hace
desaparecer al niño que hay en nosotros, se constituye una mutación.
Este proceso causa la impresión de morir. Se sabe que uno muere pero no sabe hacia dónde va. Nada es
como era antes, es indefinible. Hay inseguridad y a la vez necesidad de control y libertad. Se siente que uno
está en una pendiente de la que no se tiene control. Se pierden las defensas, los medios de comunicación
que se poseían hasta el momento sin haber sido capaz de crear nuevos para reemplazar los antiguos.
Algo similar ocurre con las langostas cuando cambian de caparazón. Primero pierden el viejo y se quedan
sin defensas hasta que logran fabricar uno nuevo. En ese período se encuentran en peligro. Así como la
langosta se encuentra indefensa al perder su viejo caparazón, el adolescente se encuentra indefenso al
perder su cuerpo infantil y alejarse de sus padres.
La langosta en este período está expuesta a los depredadores como el congrio que acecha y está listo para
devorarla. En el adolescente el congrio es lo que lo amenaza, en el interior de sí mismo y en el exterior.
El congrio puede ser el bebé que el adolescente ha sido, no quiere desaparecer y teme perder la protección
de los padres. Impide que nazca el adulto. También puede ser el niño colérico que cree que si se come al
adulto se puede volver adulto. También podrían ser esos adultos peligrosos que dan vuelta alrededor de los
adolescentes porque los saben vulnerables.
La autora describe a esta etapa como el período más doloroso de la vida. El adolescente busca huir fuera de
sí arrojándose a aventuras dudosas o peligrosas o protegiéndose en el interior de sí mismo, bajo un falso
caparazón. Del mismo modo podríamos afirmar que cuando la langosta cambia de caparazón es el
momento de mayor peligro y permanecerá en esa misma condición hasta que logre fabricar uno nuevo.

3. Lea la introducción y el capítulo 2 de “La adolescencia normal….” teniendo cuenta las siguientes
preguntas:
a) ¿ Por qué es importante el marco social y cultural para analizar el fenómeno de la adolescencia?
Los factores socioculturales son importantes en la determinación de la fenomenología expresiva en esta
etapa de la vida.
La adolescencia tiene su exteriorización característica dentro del marco cultural- social en el cual se
desarrolla. Por lo tanto debemos por una parte considerar a la adolescencia como un fenómeno específico
dentro de toda la historia del desarrollo del ser humano y por otra parte estudiar su expresión circunstancial
de tipo geográfico y temporal histórico-social.
El elemento socio-cultural influye con un determinismo específico en las manifestaciones de la
adolescencia, pero también debemos tener en cuenta que detrás de la expresión sociocultural existe
un basamento psicobiológico que le da características universales
b) ¿ Cuáles serían los trabajos de duelo que debe realizar el adolescente?
Aberastury señala que el adolescente realiza tres duelos fundamentales:
1-el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia
2-el duelo por el rol y la identidad infantil que lo obliga a renunciar a la dependencia y a aceptar las
responsabilidades
3-el duelo por los padres de la infancia a quienes trata de retener en su personalidad buscando el refugio
y la protección que ellos significan.
Y a estos tres duelos se une el duelo por la bisexualidad infantil perdida.
Estos duelos van acompañados por el complejo psicodinámico del duelo normal y en ocasiones adquieren
las características del duelo patológico.
El adolescente necesita elaborar los duelos básicos, lo que los obliga a recurrir normalmente a manejos
psicopáticos de actuación, que identifican su conducta. En esta etapa se produce un cortocircuito del
pensamiento en el que se observa una exclusión de lo conceptual lógico mediante la expresión a través de la
acción, aunque en forma fugaz y transitoria, lo que diferencia al adolescente normal del psicópata, quien
persiste con intensidad en el uso de este modo de conducta.

c) Explique cada una de las sintomatologías que integran el Síndrome normal de la adolescencia
La sintomatología que integraría este síndrome es la siguiente:

1. Búsqueda de sí mismo y de la identidad


El sino de la adolescencia es entrar al mundo del adulto y la identidad es una característica de cada momento
evolutivo
La madurez genital junto con la reactivación de todas las etapas pregenitales de la evolución libidinal y la
interacción de los procesos psicológicos básicos de disociación, proyección, introyección e identificación
irán estableciendo la personalidad más o menos definida. Se logrará el proceso de individuación que es una
de las funciones esenciales de esta etapa de la vida.
El niño entra en la adolescencia con dificultades, conflictos e incertidumbres que se magnifican en este
momento vital para lograr una madurez estabilizada con carácter y personalidad adultos. Se logra lo que
Erikson define como entidad yoica, una entidad personal y Nikon denomina autocognición. La
autocognición es un fenómeno esencialmente biológico y se relaciona con el contexto de sí mismo (self),
es decir, el símbolo que cada uno posee de su propio organismo.
El self, el sí mismo, es el conocimiento de la individualidad biológica y social del ser psicofísico en su
mundo circundante que tiene características especiales en cada edad evolutiva.
La consecuencia final de la adolescencia sería un conocimiento del sí mismo como entidad biológica en el
mundo.
El esquema corporal es la representación mental que el sujeto tiene de su propio cuerpo.
Son de fundamental importancia los procesos de duelo con respecto al cuerpo infantil perdido que obligan
a una modificación del esquema corporal y del conocimiento físico de sí mismo.
El logro de un “autoconcepto” es lo que Sherif y Sherif denomina el yo. Este autoconcepto se va
desarrollando a medida que el sujeto va cambiando y se va integrando con las concepciones que tienen
muchas personas, grupos e instituciones de él mismo y va asimilando todos los valores que constituyen
el ambiente social. Se va formando este sentimiento de identidad como una verdadera experiencia de
autoconocimiento.
El psicoanálisis confirma estas ideas y acepta que es necesario integrar todo lo pasado, lo experimentado,
lo internalizado con las nuevas exigencias del medio y con las urgencias instintivas.
El adolescente establece una búsqueda de un nuevo sentimiento de continuidad y mismidad.
Erikson considera que el problema clave de la identidad es la capacidad del yo de mantener la mismidad y
la continuidad frente a un destino cambiante y por consiguiente la identidad es un proceso psicosocial que
preserva rasgos esenciales en el individuo y en la sociedad.
Sorenson considera que la identidad es la creación de un sentimiento interno de mismidad y continuidad
que es el “saber quien soy”
Grinberg cree que el sentimiento de identidad implica la identidad de un yo que se apoya en la continuidad
y semejanza de las fantasías inconscientes referidas a las sensaciones corporales, a las tendencias y afectos
en relación con los objetos del mundo interno y externo, etc.
En la búsqueda de la identidad, el adolescente recurre a la uniformidad que brinda seguridad y estima
personal. Ocurre aquí el proceso de doble identificación masiva, en donde todos se identifican con cada uno
y que explica el proceso grupal de que participa el adolescente.
En ocasiones, la única solución puede ser lo que Erikson llamó “identidad negativa” basada en
identificaciones negativas pero reales. Es preferible ser alguien perverso, indeseable a no ser nada. Esto
constituye una de las bases del problema de las pandillas de delincuentes, los adictos a las drogas, etc.
Esto ocurre cuando hubo trastornos en la adquisición de la identidad infantil.
Cuando los procesos de duelo por los aspectos infantiles perdidos se realizan en forma patológica, la
necesidad del logro de una identidad suele hacerse imperiosa para poder abandonar la del niño.
Grinberg destaca la posibilidad de la disconformidad con la personalidad adquirida y el deseo de lograr otra
por medio de la identificación proyectiva que puede ser movilizada por la envidia.
Los atributos masculinos o femeninos pueden llegar a ser envidiados indistintamente y la identidad sexual
del sujeto se perturba dificultando la solución del proceso edípico adolescente . Puede ocurrir “la
identificación con el agresor” en la cual el adolescente adopta las características de personalidad de quienes
han actuado agresiva y persecutoriamente con él.
También existen problemas de seudoidentidad, expresiones manifiestas de lo que se quisiera o pudiera ser y
que ocultan la identidad latente, la verdadera.
En la forma maníaca de buscar la identidad adulta es posible llegar a la adquisición de ideologías que sólo
son ofensivas o tomadas en préstamo de los adultos, las que no están auténticamente incorporadas al yo.
Las identidades transitorias son las adoptadas durante un cierto período: por ejemplo el lapso del machismo
en el varón o de la precoz seducción histeroide en la niña, del adolescente “bebe” o del adolescente muy
serio, muy adulto. Se dan frente a situaciones nuevas.
Las identidades ciscunstanciales son las que conducen a identificaciones parciales transitorias que suelen
confundir al adulto.
Este tipo de identidades son adoptadas sucesivamente por los adolescentes según las circunstancias. Son
aspectos de la identidad adolescente que surgen como una de sus características fundamentales relacionadas
con el proceso de separación de las figuras parentales, con aceptación de una identidad independiente.
Grinberg considera que el desprendimiento muchas veces produce un sentimiento de “ansiedad y depresión
referida al yo” y que obliga a aferrarse a estados de identidad precarios para preservarse de alteraciones
muy temidas.
Grinberg las considera microdepresiones y microduelos que previenen y preparan al yo frente a depresiones
severas.
La situación cambiante que significa la adolescencia obliga a permanentes reestructuraciones externas e
internas que afectan el equilibrio de la infancia y obligan al adolescente a refugiarse en el pasado e intentar
proyectarse en el futuro.
Realiza un verdadero proceso de duelo por el cual primero niega la pérdida de sus condiciones infantiles y
tiene dificultades para aceptar las realidades más adultas que se le van imponiendo entre las que se
encuentran las modificaciones biológicas y morfológicas de su propio cuerpo.
Los cambios físicos participan activamente del proceso adolescente. Los cambios que se van sucediendo a
veces crean gran preocupación. A veces la ansiedad es tan grande que surge disconformidad con la propia
identidad que luego se proyecta en el organismo.
El adolescente vive los cambios corporales como perturbadores. La incoordinación muscular debido al
desparejo crecimiento osteomuscular, el aspecto desmañado, la falta de similitud con los que lo rodean en el
medio familiar despiertan en el adolescente sentimientos de extrañeza e insatisfacción.
Los procesos de identificación que se llevaron a cabo en la infancia a través de la incorporación de imágenes
parentales buenas y malas, permitirán una mejor elaboración de las situaciones cambiantes que se hacen
difíciles durante la adolescencia.
El proceso de duelo necesita tiempo para ser elaborado y no tener las características de una actuación de tipo
maníaco o psicopáticota. Por esta razón El verdadero proceso de entrar y salir de la adolescencia es tan
largo y no siempre se logra plenamente.
La búsqueda de saber qué identidad adulta se va a constituir es angustiante y las fuerzas que se necesitan
para superar estos microduelos y los duelos mayores de la vida diaria se obtienen de las primeras figuras
introyectadas que forman la base del yo y del superyó, de este mundo interno del ser.
Un buen mundo interno surge de una relación satisfactoria con los padres internalizados y de la capacidad
creadora que ellos permiten.
Arminda Aberstury destaca que ese mundo interno facilita un buen reajuste emocional y el establecimiento
de la identidad adolescente., que se caracteriza por el cambio de relación del individuo básicamente con sus
padres.
En la adolescencia el individuo da un nuevo paso para reestructurarse en la preparación para la adultez.
Los elementos biológicos introducen una modificación irreversible. Aunque todo el proceso evolutivo está
compuesto de microduelos, en esta etapa se inicia un duelo más evidente y significativo, al cual
acompañarán los duelos por el rol y la identidad infantiles y por los padres de la infancia.
La presencia externa de los padres comienza a ser innecesaria.
Las figuras parentales están internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto y éste puede iniciar su
proceso de individuación.
El volumen, la configuración y la calidad de las figuras parentales internalizadas adecuadamente
enriquecieron el YO, reforzaron sus mecanismos defensivos, permitieron el desarrollo de sus áreas más
sanas, estructuraron el SUPERYO y lo dotaron de las características necesarias para encauzar la vida sexual
que comienza a poder exteriorizarse en la satisfacción genital.
Aún no se ha logrado el nivel genital adulto, con características procreativas pero el llamado de la
sexualidad a la satisfacción genital que comenzó en la fase genital previa ahora es una realidad fáctica.

2. La tendencia grupal
El individuo en esta etapa de la vida recurre a la búsqueda de uniformidad que puede brindar seguridad y
estima personal. Allí surge el espíritu de grupo.
Hay un proceso de sobreidentificación , masiva, en donde todos se identifican con cada uno. A veces el
proceso es tan intenso que la separación del grupo parece casi imposible y el individuo pertenece más al
grupo de coetáneos que al grupo familiar.
No puede apartarse de la “barra” ni de sus caprichos o modas. Por esa razón se inclina a lo que dicta el
grupo con respecto a la moda, la vestimenta, las costumbres, preferencias de distinto tipo, etc.
Las actuaciones del grupo y de sus integrantes representan la oposición a las figuras parentales y una
manera activa de determinar una identidad distinta de la del medio familiar.
En el grupo el individuo adolescente encuentra un reforzamiento muy necesario para los aspectos
cambiantes del YO que se producen en este período de la vida.
El fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se transfiere al grupo gran parte de la
dependencia que anteriormente se mantenía con la estructura familiar y con los padres en especial.
El grupo constituye la transición necesaria en el mundo externo para lograr la individuación adulta.
El grupo es útil para las disociaciones, proyecciones e identificaciones que siguen ocurriendo en el
individuo pero con características diferentes a las infantiles. Después de pasar por la experiencia grupal,
el individuo podrá separarse de la “barra” y asumir su identidad adulta.
El individuo recurre al grupo como refuerzo de su identidad cuando durante este período sufre un fracaso de
personificación por su necesidad de dejar rápidamente los atributos infantiles y asumir obligaciones y
responsabilidades para las que aún no está preparado.
Experimenta una lucha despiadada en defensa de su independencia en un momento en que los padres
desempeñan un papel muy activo en la vida del individuo. Por ello es que busca en el grupo un líder al cual
someterse o si no se erige él para ejercer el poder del padre o de la madre.
Por mecanismos de tipo esquizoide el individuo siente que están ocurriendo procesos de cambio en los que
él no puede participar en forma activa y el grupo viene a solucionar gran parte de sus conflictos.
Debido a la estructura esquizoide que caracteriza a este fenómeno grupal su propia personalidad suele
quedar fuera del proceso que está ocurriendo especialmente en las esferas del pensamiento y el individuo
se siente irresponsable de lo que ocurre a su alrededor.
El fenómeno grupal facilita la conducta psicopática normal en el adolescente. El acting-out motor, producto
del descontrol la pérdida del cuerpo infantil, se une al acting-out afectivo, producto del descontrol del rol
infantil que se está perdiendo. Aparecen conductas de desafecto, de crueldad con el objeto, de indiferencia,
de falta de responsabilidad, que son típicas de la psicopatía y que encontramos en la adolescencia normal.
En el psicópata esta conducta es permanente y cristalizada mientras que en el adolescente normal es un
momento circunstancial y transitorio que se somete a rectificación por la experiencia.
El adolescente normal puede reconocer la frustración, la imposibilidad de reconocer y aceptar la frustración
lo obliga a bloquear la culpa e inducir al grupo a la actuación sado-masoquista sin participar de la misma.
Puede hacerlo porque disocia pensamiento de afecto y utiliza el conocimiento de las necesidades de los
demás para provocar su actuación satisfaciendo así sus propias ansiedades psicóticas. El adolescente puede,
en estas circunstancias, seguir los propósitos del psicópata, y sucumbe en la acción ya que participa intensa
y honestamente de la misma.
3. Necesidad de intelectualizar y fantasear
La necesidad de intelectualizar y fantasear se da como una de las formas típicas del pensamiento del
Adolescente.
La necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol, a los padres de la infancia, a la
bisexualidad que acompañaba a la identidad infantil, enfrenta al adolescente con una vivencia de fracaso o
de impotencia frente a la realidad externa. Esto obliga al adolescente a recurrir al pensamiento para
compensar las pérdidas que ocurren dentro de sí mismo y que no pueden evitar.
Las elucubraciones de las fantasías conscientes y el intelectualizar sirven como mecanismos defensivos
frente a estas situaciones de pérdida tan dolorosas.
La intelectualización y el ascetismo son señalados por Anna Freud como manifestaciones defensivas
típicas de la adolescencia.
La función del ascetismo es mantener al ELLO dentro de ciertos límites por medio de prohibiciones y la
intelectualización tiene la función de ligar los fenómenos instintivos con contenidos ideativos de esta
manera hacerlos accesibles a la conciencia y fáciles de controlar
La incesante fluctuación de la identidad adolescente que se proyecta como identidad adulta en un futuro,
adquiere caracteres que suelen ser angustiantes y que obligan a un refugio interior. Allí el mundo infantil
desempeña un papel predominante que es fundamental para comprender cómo el adolescente puede salir
airoso.
Arminda Aberastury señala que sólo teniendo una relación adecuada con objetos internos buenos y con
experiencias externas no demasiado negativas se puede llegar a cristalizar una personalidad satisfactoria.
Esta huida en el mundo interior permite un reajuste emocional, un autismo positivo en el que se da un
incremento de la “intelectualización” que lleva a la preocupación por principios éticos, filosóficos, sociales
que significa en muchas ocasiones formularse un plan de vida distinto al que se tenía hasta el momento y
también permite la teorización acerca de grandes reformas que pueden ocurrir en el mundo exterior.
El mundo exterior se va diferenciando del mundo interno y sirve para defenderse de los cambios
incontrolables del mundo interno y del propio cuerpo. Surgen las grandes teorías filosóficas, los
movimientos políticos, las ideas de salvar a la humanidad. En estos momentos el adolescente comienza a
escribir versos, novelas, cuentos y se dedica a actividades literarias, artísticas, etc.
Ésta es una explicación de ciertas manifestaciones culturales y políticas que ocurren en la gran mayoría de
los adolescentes. No implica concluir que todas las manifestaciones artísticas, culturales y políticas de los
adolescentes tengan este substrato ni que siempre respondan a situaciones conflictivas inmanejables.

4.Las crisis religiosas


En cuanto a la religiosidad, el adolescente puede manifestarse como un ateo exacerbado o como un místico
muy fervoroso. Es común observar que un mismo adolescente pasa por períodos místicos o por períodos de
un ateísmo absoluto. Esto concuerda con la situación cambiante y fluctuante de su modo interno.
La preocupación metafísica surge con gran intensidad y las crisis religiosas son intentos de solución de la
Angustia que vive el YO en su búsqueda de identificaciones positivas y del enfrentamiento con el fenómeno
de la muerte definitiva de parte de su YO. Además, comienza a enfrentar la separación definitiva de los
padres y la aceptación de la posible muerte de los mismos.
El adolescente puede tener necesidad de hacer identificaciones proyectivas con imágenes muy idealizadas
que le aseguren la continuidad de la existencia de sí mismo y de sus padres infantiles. La figura de una
divinidad puede representar una salida mágica de este tipo.
Si las situaciones de frustración son intensas y las vivencias de pérdida penosas, por no tener buenas
relaciones, el refugiarse en una actitud nihilista, como una aparente culminación de un proceso de ateísmo
reivindicatorio, puede ser también una actitud compensadora y defensiva.
El misticismo que puede alcanzar niveles delirantes y el materialismo con características nihilistas, son
actitudes extremas de una forma de desplazamiento a lo intelectual religiosa, de cambios que ocurren a
nivel corporal y en la actuación familiar-social que resultan incontrolables, frente a los cuales la impotencia
del adolescente es experimentada por éste como absoluta.
Para lograr la construcción definitiva de una ideología y de valores éticos o morales el individuo debe pasar
por idealizaciones persecutorias, que las abandones por objetos idealizados egosintónicos para luego sufrir
un proceso de desidealización que les permita construir nuevas y verdaderas ideologías de vida.

5.La desubicación temporal


El adolescente vive con una cierta desubicación temporal; convierte el tiempo en presente y activo como un
intento de manejarlo.
Parecería vivir en un proceso primario con respecto a lo temporal. Las urgencias son enormaes y las
postergaciones irracionales.
Según Bion y Bleger al romperse el equilibrio logrado en la latencia, en momentos predomina en el
adolescente la parte psicótica de la personalidad.
Con este criterio la adolescencia podría ser caracterizada por la irrupción de partes indiscriminadas,
fusionadas de la personalidad en aquellas otras más diferenciadas.
Las modificaciones biológicas y el crecimiento corporal son vividos como un fenómeno psicótico y
psicotizante en el cuerpo. Las ansiedades psicóticas se incrementan por la posibilidad real de llevar a cabo
las fantasías edípicas de tener un hijo con el progenitor del sexo opuesto.
En este período predomina una organización sincrética con una precepción del mundo particular, una
realidad especial donde el sujeto no puede llegar a configurar contradicciones.
Muchos de los eventos que el adulto puede delimitar y discriminar para el adolescente son equiparables,
equivalentes o coexistentes sin dificultad. Son crisis de ambigüedad que constituyen una de las expresiones
de conducta más típicas de la adolescencia.
Durante esta etapa la dimensión temporal va adquiriendo lentamente características discriminativas. El
adolescente encuentra dificultades para diferenciar externo-interno, adulto-infantil y también parta distinguir
presente-pasado-futuro.
En la dimensión temporal se expresa la ambigüedad del adolescente que está relacionada con la irrupción de
la parte psicótica de la personalidad. El pasaje del tiempo despierta culpa persecutoria y puede movilizar
conductas psicóticas.
En la adolescencia el transcurrir del tiempo se va haciendo más objetivo, adquiriéndose nociones de lapsos
cronológicamente ubicados. Por ello, se podría hablar de un tiempo existencial, el tiempo en sí, un tiempo
vivencial o experiencial y un tiempo conceptual.
Aceptar la pérdida de la niñez significa aceptar la muerte de una parte del YO y sus objetos para poder
ubicarlos en el pasado.
En una elaboración patológica, este pasado puede amenazar con invadir al individuo, aniquilándolo.
El adolescente espacializa el tiempo, para poder “manejarlo” viviendo su relación con el mismo como si
fuera un objeto. Si se niega el pasaje del tiempo, puede conservarse al niño dentro del adolescente como un
objeto muerto-vivo. Esto está relacionado con el sentimiento de soledad tan típico de los adolescentes que se
observa en esos períodos en los que se encierran en sus cuartos, se aíslan y retraen.
Estos momentos de soledad suelen ser necesarios para que afuera pueda quedar el tiempo pasado, el futuro y
el presente, convirtiéndolos en objetos manejables. La capacidad de estar solo es un signo de madurez, que
se logra después de las angustiantes experiencias de soledad de la adolescencia.
Mientras esto ocurre, la noción temporal del adolescente es de características corporales o rítmicas basadas
en el tiempo de comer, de jugar, de dormir, etc. A este tiempo lo denominan tiempo vivencial o
experiencial.
A medida que se van elaborando los duelos típicos de la adolescencia, la dimensión temporal adquiere otras
características. Surge la conceptualización del tiempo, que implica la noción discriminada de pasado,
presente y futuro, con la aceptación de la muerte de los padres y la pérdida definitiva de su vínculo con ellos
y la propia muerte.
Los primeros intentos discriminativos temporales se realizan a nivel corporal. El adolescente afirma
“cuando era chico” haciendo referencia a su pasado y “cuando sea grande” refiriéndose a su futuro.
En los momentos de autismo y paralización así como algunos de actuación, el adolescente tiende a hacer
regresiones hacia etapas previas a la discriminación y aceptación temporal. En estas ocasiones puede haber
conductas de “agitación” o “actuación” y de esta manera intenta defenderse de la vivencia del transcurrir del
tiempo. Mantenerse sólo en el tiempo experiencial, es una forma de intentar paralizar el tiempo y los
cambios.
Si en el pasado del adolescente hubo una evolución y experiencias positivas, la discriminación temporal y la
integración se verán facilitadas y el futuro contendrá la identificación proyectiva de un pasado gratificante.
El adolescente tendrá conductas más depresivas y cada vez menos ambiguas.
La percepción y la discriminación de lo temporal sería una de las tareas más importantes de la adolescencia,
vinculada con la elaboración de los duelos que caracterizan a esta etapa. Esto permite salir de la relación
narcisista del adolescente y de la ambigüedad que caracterizan a su conducta.
Gran parte de la problemática de la adolescencia se supera cuando puede reconocer su pasado, formular
proyectos de futuro, con capacidad de espera y elaboración en el presente.
Poder conceptualizar el tiempo, vivirlo como el nexo de unión es esencial, subyacente a la integración de la
Identidad. Es decir, la búsqueda de la identidad adulta del adolescente está vinculada con la capacidad de
conceptualizar el tiempo.

6.La evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad


En la evolución del autoerotismo a la heterosexualidad existe un oscilar permanente entre la actividad de
tipo masturbatorio y los comienzos del ejercicio genital, que en esta fase del desarrollo es un contacto
genital de tipo exploratorio ya que la verdadera genitalidad procreativa sólo se da en la adultez, con la
correspondiente capacidad de asumir el rol parental.
Al ir aceptando su genitalidad, el adolescente inicia la búsqueda de la pareja. En este período comienzan los
Contactos superficiales, las caricias que llenan la vida sexual del adolescente. El enamoramiento
apasionado es también un fenómeno que adquiere características singulares en la adolescencia. El primer
episodio de enamoramiento ocurre en la adolescencia temprana y suele ser de gran intensidad. El "amor a
primera vista" puede no ser correspondido o puede ser totalmente ignorado por la parte amada de la pareja
como ocurre cuando ese ser amado es una figura idealizada, un actor de cine, una estrella del deporte,
etcétera, que tiene en realidad las características de ser un sustituto parental al que el adolescente se vincula
con fantasías edipicas.
La relación genital heterosexual completa ocurre en la adolescencia tardía.
Freud señaló que los cambios biológicos de la pubertad son los que imponen la madurez sexual al
individuo. Al elaborar el duelo por el cuerpo infantil perdido también elabora el duelo por el sexo
opuesto perdido en este proceso evolutivo. La aceptación de la genitalidad surge con fuerza en la
adolescencia, impuesta por la presencia difícil de negar de la menstruación o de la aparición del semen.
Ambas funciones fisiológicas que maduran en este período de la vida imponen al rol genital la procreación y
la definición sexual correspondiente.
La conducta de los padres frente a la fase genital previa, y a toda la genitalidad infantil, influirá en forma
determinante en la evolución genital del sujeto. En la adolescencia vemos cómo la posible instrumentación
de la genitalidad, con significados adultos, reagudiza la fantasía y experiencia pasada hasta ese entonces.
Podemos ver el fenómeno de la evolución del autoerotismo a la heterosexualidad. La curiosidad sexual se
expresa en el interés por las revistas pornográficas, tan frecuentes entre los adolescentes. En este período
evolutivo la importancia de las figuras parentales reales es enorme. La escena primaria es positiva o
negativa según las primeras experiencias y la imagen psicológica que proporcionan los padres reales
externos.
Anna Freud ha señalado que la genitalidad determina modificaciones del YO que se ve en graves conflictos
con el ELLO, obligándole a recurrir a nuevos y específicos mecanismos de defensa. Melanie Klein sostiene
que la resurgencia de la libido que sigue a la latencia, refuerza las demandas del ELLO al mismo tiempo que
las exigencias del SUPERYO se incrementan.
En la configuración del SUPERYO, desde el primer momento intervienen los padres, y estas luchas
con las figuras parentales mediante los procesos de identificación con las mismas, van a llevar a la
cristalización final de la identidad adolescente, preparándola para ser una identidad adulta.
Durante la fase genital previa se establece el triángulo edípico y en la adolescencia se reactiva con
toda intensidad porque corno la instrumentación de la genitalidad se hace factible, el individuo se ve
obligado a recurrir a mecanismos de defensa más persistentes y enérgicos. Si no lo hace, la consumación del
incesto sería posible. Esta sería la realización actualizada de la genitalidad temprana, con la pérdida absoluta
de la fuente de identificación sexual definitiva adulta. El individuo que realizara el incesto tendría un
impedimento en el proceso de individuación, ya que permanecería mantenido en una relación genital
temprana, sin posibilidades de definición sexual real. Según Arminda Abersatury la consumación incestuosa
podría constituir la base de la homosexualidad tanto del hombre como de la mujer.
Durante la adolescencia pueden verse aspectos de conducta femeninos en el varón y masculinos en la niña,
representando expresiones de una bisexualidad no resuelta.
En la elaboración del complejo de Edipo, en el varón aparecen idealizaciones del padre. Puede identificarse
con los aspectos positivos del padre, superar el temor a la castración, completar sus estudios o su
aprendizaje del trabajo, aceptar sus progreso, su potencia y su capacidad creativa.
En la niña ocurre algo similar. Al elaborar su situación edípica puede aceptar la belleza de sus atributos
femeninos, realizarse en el trabajo o en el estudio de una manera femenina e identificarse con los aspectos
positivos de su madre.
Cuando las fases genitales tempranas y la sexualidad son más aceptadas por los padres, cuando éstos
Mantienen una relación armoniosa, brindando una imagen externa de escena primaria positiva, la aparición
de la menstruación se puede vivir como una confirmación de la sexualidad femenina e iniciar una etapa de
realizaciones genitales positivas.
Es necesario tener siempre presente el concepto de bisexualidad y aceptar que la posición heterosexual
adulta exige un proceso de fluctuaciones y aprendizaje en ambos roles.
Spiegel señala que la sexualidad irrumpe en el individuo y no es vivida por él como una expresión de sí
mismo. La sexualidad es vivida por el adolescente como una fuerza que se impone en su cuerpo y que lo
obliga a separarlo de su personalidad mediante un mecanismo esquizoide por medio del cual el cuerpo es
algo externo y ajeno a sí mismo. Los adolescentes no hablan de sus relaciones sexuales como algo necesario
para ellos, sino para su pene o vagina o para su “salud corporal”. Recurren a una negación de su genitalidad.
Al tratar de recuperar la bisexualidad perdida, optan por la masturbación. Es un intento maníaco de
mantener la bisexualidad que a veces se exterioriza por la práctica homosexual.
Fenichel señala que las ocasiones experiencias homosexuales entre adolescentes no deben ser consideradas
patológicas siempre y cuando tengan el aspecto de fenómeno temporario de adaptación y no se cristalicen
como conductas definitivas.
La falta de la figura paterna hace que el varón y la mujer queden fijados a la madre. El varón, al no tener una
figura con quien identificarse tratará de buscar esa figura toda su vida. La niña queda fijada a la relación oral
con la madre y en el contacto piel a piel, reprime y niega las posibilidades de una relación con un pene, por
la inexistencia del mismo en sus tempranas relaciones objetales
Siguiendo las ideas de Aberastury se podría decir que la raíz de la homosexualidad se puede encontrar en la
circunstancia de que el padre no asume sus roles o está ausente. Tanto el varón como la niña irán a la
homosexualidad porque ambos quedan obligados a mantener la bisexualidad como defensa frente al incesto.
El proceso masturbatorio está presente desde la temprana infancia hasta la adolescencia avanzada. En la
primera infancia tiene la finalidad exploratoria y preparatoria para la futura aceptación de la genitalidad. Las
experiencias de exploración tienen la finalidad de encontrar órganos capaces de reproducir la relación
perdida con la madre, reconstruyen con una parte de su propio cuerpo el sexo que no tienen. Con la
bipedestación, la marcha, el lenguaje el niño encuentra nuevas fuentes de satisfacción y la actividad
masturbatoria disminuye, aumenta la actividad lúdica y las múltiples sublimaciones que surgen a esa edad.
Antes de llegar a la adultez, se mantiene la actividad masturbatoria con las características de negación
maníaca.
La masturbación, como fenómeno normal de la adolescencia, le permite al individuo pasar por la etapa
esquizo-paranoide de su personalidad, considerar a sus genitales como ajenos a sí mismo, tratar de
recuperarlos e integrarlos, realizar el proceso depresivo a través de su angustia e integrar sus genitales
a todo el concepto de sí mismo formando una identidad genital adulta con capacidad procreativa, real
independencia y capacidad para formar una pareja estable en su propio espacio y en su propio mundo. El
individuo habrá logrado la genitalidad procreativa
Siguiendo a Erikson la genitalidad adulta podría definirse como el pleno ejercicio de la capacidad
libidinal de un sujeto, poniendo en juego lo remanente de las etapas de maduración psicosexual, con la
culminación en el nivel genital, con otro sujeto del sexo opuesto y con la aceptación implícita de la
capacidad de procrear, si las condiciones socioeconómicas de la realidad externa lo permitan, constituyendo
una constelación familiar con los correspondientes roles adultos.

7. Actitud social reivindicatoria


No todo el proceso de la adolescencia depende del adolescente como una unidad asilada. La constelación
Familiar es la primera expresión de la sociedad que influye y determina gran parte de la conducta de los
adolescentes.
Los padres perciben la aparición de la instrumentación de la genitalidad como una realidad concreta en la
vida de los adolescentes. Los padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos, reviviendo
sus propias situaciones edípicas conflictivas. Los padres tampoco son ajenos a las ansiedades que despierta
la genitalidad de los hijos, el desprendimiento de los mismos y los celos que esto ocasiona.
Stone y Church denominan a esta situación “ambivalencia dual” dado que la misma situación ambivalente
se presenta en los hijos separándose de los padres y en los padres al ver que los hijos se alejan.
Si a esta situación le sumamos los mecanismos proyectivos y esquizo-paranoides típicos del adolescente y
la reacción de la sociedad en la que se mueve el adolescente veremos que la sociedad interviene muy
activamente en la situación conflictiva del mismo.
Sería una sobresimplificación del problema de la adolescencia si se atribuyeran las características del
adolescente a su cambio psicobiológico como si todo no estuviera ocurriendo en un ámbito social. Es verdad
que las primeras identificaciones se hacen con las figuras parentales pero el medio en que se vive determina
nuevas posibilidades de identificación, futuras aceptaciones de identificaciones parciales y la incorporación
de pautas socioculturales y económicas que no pueden ser minimizadas.
Debemos reconocer que la aceptación de la identidad está determinada por un condicionamiento entre
individuo y medio que es preciso conocer.
La adolescencia es percibida en forma hostil por el mundo de los adultos. Se crean estereotipos con los que
se trata de definir, caracterizar, señalar y hasta aislar a los adolescentes del mundo de los adultos.
Los ritos de iniciación son diversos en las diferentes culturas pero tienen la misma base: la rivalidad que los
padres del mismo sexo sienten al tener que aceptar a sus hijos como sus iguales y , a veces, admitir la
posibilidad de ser reemplazados por ellos. En nuestra propia sociedad es conocida la rigidez de algunos
padres, las formalidades que exigen a la conducta de sus hijos adolescentes, las limitaciones que les
imponen, la ocultación maliciosa que se hace de la aparición de la sexualidad, el tabú de la menarca, etc. que
contribuyen a reforzar las ansiedades paranoides de los adolescentes
La rebelión del adolescente son identificaciones cruzadas y masivas que ocurren como una necesidad de
defensa yoica en esta etapa de la vida mediante la cual el sujeto se va desprendiendo de situaciones
infantiles y viendo al mismo tiempo su entrada al mundo de los adultos peligrosa e indefinida.
Es imprescindible la actitud social reivindicatoria del adolescente. La sociedad le impone restricciones y el
adolescente con la fuerza reestructuradora de su personalidad trata de modificar la sociedad que a su vez
está viviendo modificaciones intensas. Se crea un malestar en el mundo adulto que se siente amenazado por
los jóvenes que van a ocupar ese lugar y que por lo tanto son reactivamente desplazados. El adulto proyecta
en el joven su propia incapacidad de controlar lo que ocurre sociopolíticamente a su alrededor y trata de
desubicar al adolescente. Muchas veces las oportunidades para los adolescentes capaces están restringidas
y tienen que adaptarse sometiéndose a las necesidades que les imponen los adultos.
El adolescente será un adulto satisfecho si encuentra el camino adecuado para su expresión vital y la
aceptación de una posibilidad de realización.
La tecnificación de la sociedad, el dominio de un mundo adulto incomprensible y exigente, la
burocratización de las posibilidades de empleo, las exigencias de una industrialización mal canalizada y una
economía mal dirigida crean una división de clases absurda e ilógica que el individuo trata de superar
mediante crisis violentas que pueden compararse con actitudes de tipo psicopático de la adolescencia. Otras
veces frente a estos conflictos la reacción de la adolescencia puede adoptar la forma de una reestructuración
yoica revolucionaria conducente a una liberación del SUPER YO social cruel y limitante. La parte sana de
la sociedad se refugia en el baluarte de una adolescencia activa, que canaliza las reivindicaciones que la
misma sociedad necesita para un futuro mejor.
Para poder comprender estos cambios se debe tener en cuenta las dinámicas psicológicas que están
determinadas por las realidades socioeconómicas del mundo en que se vive y por las necesidades
psicológicas de una adolescencia que se prolonga que lo que antes era una adultez serena y que hoy es una
inquietud, inestabilidad, sensación de fracaso que debe tratar de superarse de cualquier manera y a cualquier
precio.
La juventud tiene el sentimiento místico de la necesidad del cambio social. Las partes sanas de su YO se
ponen al servicio de un ideal que permite modificar las estructuras sociales colectivas y de esa manera
surgen grandes movimientos de contenido valedero y noble para el futuro de la humanidad. El peligro está
en que mediante el mismo mecanismo se pueden canalizar a ciertos jóvenes hacia empresas y aventuras
destructivas. Las actitudes reivindicatorias y de reforma social del adolescente pueden ser la cristalización
en la acción de lo que ya ha ocurrido en el pensamiento.
Las intelectualizaciones, las fantasías conscientes, las necesidades del yo fluctuante que se refuerzan en
el yo grupal hacen que el proceso de la adolescencia, fundamental en el desarrollo evolutivo del individuo se
transforme en pensamiento activo, en verdadera acción social, política y cultural.
Gran parte de la oposición que el adolescente vive por parte de los padres, se traslada al campo social y gran
parte de la frustración que significa hacer el duelo por los padres de la infancia se proyecta en el mundo
externo. El adolescente siente que no es él quien cambia, quien abandona su cuerpo y su rol infantil, sino
que son sus padres y la sociedad los que se niegan a seguir funcionando como padres infantiles. Por esa
razón descarga contra ellos su odio y su envidia y desarrolla actitudes destructivas. Si logra elaborar los
duelos y reconocer la sensación de fracaso podrá introducirse en el mundo de los adultos con ideas
reconstructivas. La adaptación, aceptación o reconocimiento no es el sometimiento sino la posibilidad
inteligente de una relación objetal.

8. Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta


La conducta del adolescente está dominada por la acción que constituye la forma de expresión más típica
en estos momento de la vida en los que el pensamiento necesita hacerse acción para poder ser controlado. El
adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta aunque lo intenta.
Spiegel describe a la personalidad del adolescente como “esponjosa” porque es permeable, recibe todo,
proyecta enormemente, es una personalidad en la que los procesos de proyección e introyección son
intensos, variables y frecuentes. Por esa razón no puede haber una línea de conducta determinada, porque
indicaría una alteración de la personalidad del adolescente. Por esta razón se habla de una “normal
anormalidad”, de una permanente inestabilidad del adolescente. Sólo el adolescente enfermo mostrará
rigidez en su conducta.
El psicópata muestra las características descriptas como fugaces y transitorias en el adolescente de una
manera rígida, cristalizada, estable e inflexible.
El neurótico obsesivo, el autista, el adolescente con difusión de la personalidad mostrará características
estabilizadas de conducta en un nivel patológico.
El mundo adulto no tolera los cambios de conducta del adolescente, no acepta que el adolescente pueda
tener identidades ocasionales, transitorias, circunstanciales y exige de él una identidad adulta que no tiene
por qué tener.
Estas contradicciones, con la variada utilización de defensas, facilitan la elaboración de los duelos típicos
de este período de la vida y caracterizan la identidad adolescente.

9. Separación progresiva de los padres


Uno de los duelos fundamentales que tiene que elaborar el adolescente es el duelo por los padres de la
infancia. Una de las tareas básicas concomitantes a la identidad del adolescente es la de ir separándose de
los padres que está favorecido por el determinismo que los cambios biológicos imponen en este período
del desarrollo.
La intensidad y calidad de la angustia con que se maneja la relación con los padres y su separación de éstos
será determinada por la forma en que llevó a cabo la fase genital previa de cada individuo, a la que se
agregarán las experiencias infantiles.
La evolución de la sexualidad del adolescente depende de cómo los padres acepten los conflictos y el
desprendimiento que los hijos pueden expresar.
Muchas veces los padres niegan el crecimiento de los hijos y los hijos viven a los padres con características
persecutorias acentuadas. Esto ocurre cuando la fase genital previa se desarrolló con dificultades y las figura
de los padres combinados, la escena primaria ha tenido y tiene caracteres de indiferenciación y de
persecución. Si la figura de los padres aparece con roles bien definidos, en una unión amorosa y creativa,
la escena primaria disminuye sus aspectos persecutorios y se convierte en el modelo del vínculo genital que
el adolescente busca. La presencia de buenas imágenes parentales, con roles definidos, una escena primaria
creativa y amorosa permitirá una buena separación de los padres, un desprendimiento útil y facilitará el
pasaje a la madurez para el ejercicio de la genitalidad en un plano adulto.
Por otro lado, las figuras parentales no muy estables, ni bien definidas pueden aparecer ante el adolescente
desvalorizadas y pueden obligarlo a buscar identificaciones con personalidades más firmes. En esos
momentos la identificación con ídolos de diferentes tipos es muy frecuente. En algunas ocasiones, pueden
ocurrir identificaciones de tipo psicopático en las que por medio de la identificación introyectiva el
adolescente comienza a actuar los roles que le atribuye al personaje con el que se identificó.
Gran parte de la relación con los padres está disociada y son vividos como figuras muy malas o muy
buenas, lo que depende de cómo han sido introyectadas estas figuras en las etapas pregenitales.
Las identificaciones se hacen con padres sustitutos en los que pueden proyectarse cargas libidinales, en sus
aspectos idealizados, permitiendo la negación de la fantasía edípica subyacente. Así surgen las relaciones
fantaseadas con maestros, héroes reales e imaginarios, que adquieren características parentales y pueden
empezar a establecer relaciones que satisfacen más.
La disociación esquizoide del adolescente es un fenómeno normal y natural y es necesario aprender a
reconocer algunas de sus características.

10. Constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo


Los fenómenos de depresión y duelo acompañan el proceso identificatorio de la dolescencia. Un sentimiento
básico de ansiedad y depresión acompañarán como substrato a la adolescencia.
La cantidad y calidad de la elaboración de los duelos de la adolescencia determinarán la mayor o menor
Intensidad de esta expresión y de estos sentimientos
En el proceso de fluctuaciones dolorosas permanentes, la realidad no siempre satisface las aspiraciones del
Individuo, es decir, sus necesidades instintivas básicas. El YO realiza intentos de conexión placentera,
niervánica con el mundo que no siempre logra y la sensación de fracaso frente a esta búsqueda de
satisfacciones puede ser intensa y obligar al individuo a refugiarse en sí mismo. Por esa razón a veces surge
el repliegue autista que puede dar origen al sentimiento de soledad que es tan característico de esa
situación de frustración y desaliento y de ese aburrimiento, signo distintivo del adolescente. Se refugia en sí
mismo y en el mundo interno que formó durante su infancia, preparándose para la acción y elaborando y
reconsiderando sus vivencias y sus fracasos.
La intensidad y frecuencia de los procesos de introyección y proyección pueden obligar al adolescente a
realizar modificaciones de su estado de ánimo, dado que a veces se ve sumergido en la desesperanza o,
cuando logra elaborar y superar duelos puede proyectarse en una elación que suele ser desmedida.
Los cambios de humor son típicos de la adolescencia y es necesario entenderlos sobre la base de los
mecanismos de proyección y de duelos. Si falla en estos intentos de elaboración, los cambios de humor
pueden aparecer como microcrisis maníacodepresivas

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