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Historia

Medieval de
España II
(Siglos XIV y XV)

Resumen

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TEMA I: LA GRAN EXPANSIÓN CRISTIANA DE LAS CORONAS DE
CASTILLA Y DE ARAGÓN, EN EL SIGLO XIII, Y EL AISLAMIENTO DE
NAVARRA. By Perico.

Nota: En este tema he optado por plasmar fielmente la línea seguida por el manual,
separando la acción conquistadora de la repobladora en dos grandes bloques, pues me
parece así más fácil de comprender a la hora de su estudio.

1. LAS CONQUISTAS DEL SIGLO XIII

Como bien es sabido, la victoria de las Navas de Tolosa va a marcar un antes y un


después en el estatus de los Reinos hispanos, aprovechando éstos a partir de ahora la
creciente debilidad de las taifas almorávides. Pero cabe comentar que la gran ofensiva
por parte de Castilla sobre Andalucía, así como la de Aragón hacia Baleares o
Valencia no serán inmediatas a la victoria de las Navas. Antes deberán resolver
problemas internos como la minoría de edad de algunos reyes, así como sofocar
algunas revueltas nobiliarias que pretenden aprovechar estas circunstancias para
obtener más poder. Será a partir de la tercera década del siglo XIII cuando, tras
solucionar los problemas internos, se produzcan las primeras intervenciones sobre
territorio almohade, aprovechando sus conflictos internos debido a una escasa
integración de ciertos grupos étnicos.

1.1 LA CONQUISTA DE ANDALUCÍA Y MURCIA

Por lo tanto, será debido a la descomposición y debilitamiento del Imperio


Almohade, lo que va a facilitar la expansión de los reyes cristianos por las tierras del
Sur.

Los estudios de Julio González admiten tres etapas diferenciadas para esta conquista
andaluza:

1. Desde 1224 a 1236 en la que Fernando III de Castilla logra ocupar


algunas poblaciones o firmar pactos con ciertos núcleos musulmanes.
2. Desde 1244 a 1248, donde Fernando III ocupa el Bajo Guadalquivir.
3. Desde 1292 a 1492, periodo durante el cual los reyes musulmanes son
vasallos de los castellanos, y muy lentamente se lograrán ocupar las plazas
del Estrecho hasta la reconquista finalizada con los Reyes Católicos en
1492.

Como ya hemos visto, el primer periodo de conquistas se inicia en 1224, cuando


entre algunos gobernadores españoles se inician una serie de peleas y pactos, de los
que van a dar cuenta a Fernando III buscando su colaboración. Por ese entonces, se
proclama, por otro lado, Califa al antiguo Gobernador de Sevilla, Abu-Ula. Este
nuevo Califa es reconocido de inmediato en al-Andalus, pero la necesidad del Califa
de implantar su dominio en el Magreb le va a obligar a firmar una tregua con

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Fernando III de Castilla a cambio de una compensación económica. A todo esto, el
nuevo Califa va tener que enfrentarse a una rebelión dirigida desde Murcia por Ibn
Hud. Derrotado éste último, el Califa vuelve a centrarse en el Magreb, y para ello
reanuda su tregua con Fernando III, al que va a solicitar ayuda militar para sus
campañas. Fernando se beneficiará de esta ayuda prestada con la obtención de diez
fortalezas fronterizas que pasan ahora a la Corona de Castilla.

Pero la ausencia de éstos, centrados en el Magreb, da la oportunidad perfecta al


rebelde Ibn Hud que va a reunificar prácticamente al-Andalus. El alarmante suceso
va a provocar una rápida reacción: Alfonso IX de León atacará la ciudad de Mérida y
destrozará al ejército de Ibn Hud. Por su parte, las tropas de Fernando III van a
poner sitio a Jaén, pero el Rey castellano abandona el sitio debido a la muerte de su
padre, Alfonso IX, lo que le obliga a retirarse del frente para dirigirse a León a
resolver la cuestión dinástica.

Una vez en tierras leonesas, empieza un tanteo entre Fernando III y Sancha y
Dulce, hijas del matrimonio entre Berenguela y Alfonso IX, por la sucesión del
Reino. Fruto de estas conversaciones se llegará a la reunificación definitiva de
Castilla y León bajo el reinado de Fernando III, pues sus hermanas, a cambio de una
fuerte compensación económica van a renunciar a sus derechos.

De vuelta de nuevo al escenario de conquista en el Sur, y debido a la ya patente


continuidad de problemas en el seno de al-Andalus, Castilla va a conquistar algunas
poblaciones como Trujillo en 1232 y Úbeda en 1233. En 1234 las Órdenes Militares,
por su parte, emprenden una campaña en Extremadura. A raíz de ello, Ibn Hud no va
a tener más remedio que negociar la paz a cambio de grandes concesiones: se trata
del compromiso de entregarle al Rey castellano una cantidad enorme de monedas y
de permanecer inactivo ante el ataque del Rey castellano a una serie de fortalezas en
Sierra Morena.

Con las puertas abiertas hacia el Sur, el Rey castellano tenía como objetivo prioritario
la toma de Jaén, aunque los descontentos internos de la sociedad cordobesa van a
propiciar la toma de Córdoba antes de lo previsto. En Córdoba existían varios grupos.
Uno de estos grupos pidió la intervención de los castellanos para suprimir unos
altercados y les dieron acceso a la ciudad, abriéndoles las puertas del barrio de la
Ajarquía. Así comenzaron dentro de Córdoba las luchas entre cristianos y
musulmanes de la Ajarquía contra los musulmanes de la Madina. El asedio militar se
completó con un acoso diplomático, por lo que cinco meses de asedio después
Córdoba capitulaba ante Fernando III.

La descomposición política de la España musulmana se agudizaba cada día más. En


el año 1238 fue asesinado el caudillo andalusí Ibn Hud. En esta situación de
creciente anarquía, Fernando III continuó intensificando la presión sobre al-
Andalus. El castellano llega a negociar directamente una serie de pactos con núcleos

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y algunos alcaides de castillos diseminados por la campiña. Écija, Lucena o
Marchena se comprometieron a pagarle tributos.

En 1241 se integró el Reino de Murcia. Una embajada murciana se trasladó a Toledo


y ofreció al Infante Alfonso (futuro Alfonso X) la soberanía sobre Murcia y su Reino,
decisión que se va a formalizar con la firma del Tratado de Alcaraz en 1243. Pero
esta primera incorporación del Reino de Murcia a los dominios castellanos no fue
duradera, pues veinte años después, en 1264, un gran alzamiento de la población
hacía tambalear la obra de Fernando III. Alfonso X requirió la ayuda de su suegro
Jaime I de Aragón para sofocar la revuelta y reconquistar el territorio murciano en
1266.

Mientras tanto, Ben Nasr desde Granada hostigaba constantemente las posiciones
cristianas de la Andalucía Oriental. Esta actitud llevó al monarca Fernando III a
emprender acciones decisivas sobre Arjona y Jaén. Con esta actuación se considera el
inicio de la verdadera Reconquista andaluza (toma de Arjona en 1244). El asedio de
Jaén se presentaba como largo y difícil, por lo que se hacía aconsejable intentar la
rendición por hambre. Fue por fin en 1246 cuando Ben Nasr cedió Jaén a Fernando
III ‘El Santo’, proclamándose su vasallo, comprometiéndose a servirle en la paz y en
la guerra, además de obtener el título de Rey de Granada por sus servicios prestados
de ahora en adelante a Fernando.

Ganadas Córdoba y Jaén, Sevilla se convirtió en el objetivo inmediato. El Rey


castellano preparó cuidadosamente una ofensiva, ya que la ciudad conservaba intacto
su potencial militar. Era preciso controlar militarmente el río y el territorio
circundante, por lo que se preparó una flota en el Cantábrico para operar en aguas del
Guadalquivir. Al mismo tiempo, por tierra, se ocuparon las plazas que permitían el
control sobre las vías de acceso a Sevilla. Los sitiados se rindieron a Fernando de
Castilla, obligándose a que entregasen el alcázar, la ciudad y sus territorios, y
abandonasen el núcleo urbano en un plazo no inferior a un mes toda la población
musulmana. El 23 de Noviembre de 1248 Fernando III ‘El Santo’ entraba en
Sevilla.

Con un balance positivo, Fernando III había conseguido en su reconquista Córdoba,


Jaén, Murcia y Sevilla, el vasallaje de Granada y otros Reinos de menor importancia
como Cádiz y Niebla, que mantuvieron una independencia controlada por Castilla
hasta que Alfonso X, sucesor de Fernando, decidió suprimirla en 1262.

1.2 LA RECONQUISTA DE LOS REINOS DE MALLORCA Y VALENCIA

Cuando el monarca Jaime I de Aragón alcanzó la mayoría de edad, intentó dar


solución a los graves conflictos y tensiones que habían agitado su Reino durante su
minoría de edad. Posteriormente pudo dedicarse a la política exterior, concretamente
al área mediterránea y la zona levantina.

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La ruptura de las relaciones con Mallorca, obedeció al deseo de facilitar las
comunicaciones entre Aragón y el Norte de África, interceptadas por corsarios y
piratas mallorquines. Los más perjudicados ante estas acciones eran los miembros de
la burguesía barcelonesa, por lo que lo más lógico era que fuesen ellos quienes
estuviesen dispuestos a financiar una empresa destinada a eliminar la piratería en la
zona. Junto a los mercaderes barceloneses intervinieron en la zona los ciudadanos de
Marsella, que vieron premiados sus esfuerzos con la entrega de un barrio en Palma y
el dominio sobre Inca.

La expedición formada por 150 naves salió de la costa en 1229 y, tras un largo asedio
la ciudad de Palma se rindió el último día del año antes citado. Posteriormente se
conquistó Ibiza en 1235 y en 1286 pasará lo mismo con Menorca.

Por otro lado, en la zona oriental de la Península, el Rey Jaime I sometió al Reino
almohade de Valencia tras una campaña que duró más de doce años. Valencia se
había mantenido al margen de los acontecimientos que se estaban produciendo en
territorio andalusí, pero esta situación de independencia fue a su vez su debilidad.
Mientras Jaime I se hallaba ocupado en la conquista de Mallorca, algunas tropas de
la nobleza aragonesa iniciaron las hostilidades en la zona fronteriza del Alto Palencia
en 1232. Ante esta circunstancia militar, el Rey es consciente del peligro que
entrañaban los éxitos de la nobleza al margen de la monarquía, por lo que el Rey se
va a ver forzado a cortar de raíz estas conquistas personales, para tomar él mismo las
riendas de la batalla.

En 1233, después de haber conseguido financiación en las Cortes de Monzón,


comenzaron las operaciones militares. En 1235 se toma la torre de Montcada, en las
proximidades de Valencia. A partir de aquí, la ofensiva tuvo que prepararse
cuidadosamente. Para su ataque sobre Valencia conseguirá de nuevo financiación, e
incluso el Papa Gregorio IX le concedió la bula cruzada. Sin embargo la
imposibilidad de una conquista militar conducirá a las negociaciones para rendir la
ciudad por capitulación. Esto sucedió en 1238. Con esta ocupación se dan por
concluidas en Aragón las conquistas peninsulares.

2. LA ACCIÓN REPOBLADORA Y SUS VARIANTES

En líneas generales, los efectos sociales de la repoblación efectuada durante el siglo


XIII fueron similares a los de épocas pasadas.

2.1 LA REPOBLACIÓN DE TIERRAS ANDALUZAS

La repoblación de las tierras meridionales fue extremadamente lenta en comparación


con las campañas militares. La política seguida por los monarcas castellanos buscaba
la completa castellanización del territorio, sin embargo las huellas de época de
dominio musulmán eran muy profundas.

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Tras la ocupación de al-Andalus se respetó a la población musulmana. En algunas
ocasiones éstos preservaron la vida y la totalidad de sus heredades, caso de núcleos
sometidos a Fernando III como Jerez o Arcos. En ocasiones se aniquiló o esclavizó
a los habitantes de las ciudades conquistadas al asalto. Sin embargo lo usual fueron
las capitulaciones. Por ellas la población musulmana se comprometía a evacuar la
ciudad y a entregarla intacta a los cristianos. Fue el sistema seguido en la mayoría de
las grandes ciudades andaluzas como Córdoba, Jaén o Sevilla. En la Andalucía Bética
las zonas de mayor peligro fueron entregadas a las Órdenes Militares.

Con el propósito de paliar la descomposición de la estructura urbana, los monarcas


potenciaron la creación de los poderosos Concejos (verdadero eje de la política
repobladora) los cuales reprodujeron el modelo establecido en el Reino de Toledo.

Los repartos de tierra a los nuevos pobladores se realizaron de forma ordenada según
conocemos de algunos documentos como los hallados en Sevilla, denominados
Libros de Repartimiento (registran las tierras y casas distribuidas a los colonos).
Además estos repartimientos incitaron una elevada inmigración de un campesinado
libre o semilibre, procedente en su mayoría del Norte. También consta la presencia de
repobladores procedentes de la zona de Toledo-Guadalajara. Si antes existía una
voluntad en las reconquistas de establecer a numerosos campesinos en propiedades
medianas y pequeñas con un régimen fiscal favorable, a partir de ahora el modelo
imperante será bien distinto. Los nuevos Concejos andaluces reproducirán con
exactitud la estructura de clases y las divisiones internas de la sociedad feudal de los
conquistadores septentrionales.

A la cabeza de los más beneficiados estaban miembros de la alta nobleza como los
Castro, los Lara o los Haro, que recibieron donaciones que comprendían varias
aldeas o alquerías. En este grupo entró también la Iglesia. Este sistema favoreció el
desarrollo de grandes haciendas territoriales (de ahí los intentos de los Reyes
castellanos por frenar la creciente influencia nobiliaria). Por otra parte la nobleza de
rango inferior también recibió donaciones que solían ser fracciones de alquerías o
extensiones de tierra cerealista y olivarera sensiblemente inferiores.

Pero el peso fundamental de la repoblación recayó sobre caballeros hidalgos o de


linaje, los cuales se asentaron dentro de las ciudades a cambio de recibir
heredamientos que constaban básicamente de una o varias casas y tierras de cereal. A
continuación en la escala de categorías sociales se encontraban los caballeros no
hidalgos, compensados con propiedades en la ciudad, en menor proporción. En
último lugar se hallaban los peones, que recibieron la mitad que los caballeros
urbanos.

Esta repoblación en Andalucía no resultó nada fácil, pues las acciones bélicas hacían
muy difícil la explotación agraria. Además fueron frecuentes las correrías
protagonizadas por los musulmanes de Granada. Por si fuera poco, las capitulaciones
dejaron de cumplirse, desembocando en una revuelta mudéjar que permitió al ejército

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real incorporar de facto a la Corona las tierras de la zona meridional, dejando el
campo andaluz tras su paso en gran parte despoblado.

Las consecuencias que derivan de estos hechos son importantes, pues en primer
lugar, como resultado del desplazamiento de campesinos hacia el Sur, se inició en el
Reino de Castilla y León una crisis agrícola, que se trasladó hasta el Sur debido a la
descomposición del antiguo sistema de cultivo del campo andaluz. Siguiendo esta
misma línea los recién llegados tuvieron un problema técnico importante, pues no
estaban habituados al sistema de labranza y cosecha utilizada por los musulmanes. Su
agricultura era floreciente, pero éstos desconocían las técnicas para conseguir el
rendimiento adecuado, por lo que la mayor parte de los colonos se vieron incapaces
de mantener los cultivos tradicionales. Por eso mayoritariamente se dedicaron las
tierras a pastos y al cultivo de cereales y olivo.

En el plano demográfico, la monarquía se vio impotente para colmatar los vacíos


humanos producidos tras la rebelión de 1264. Este hecho favoreció la concentración
de tierras en pocas manos, influyendo también esta concentración con la dedicación
de gran parte de las parcelas a pastos.

En Murcia, Alfonso X ‘El Sabio’ completó la repoblación inicial dirigida por el Rey
Jaime I ‘El Conquistador’, intentando no acrecentar la influencia de la nobleza. Les
otorgó a éstos grandes extensiones de tierra en la frontera con Granada, pues en estos
campos la población era muy escasa.

2.2 LAS REPOBLACIONES LITORALES E INSULARES

La repoblación valenciana estuvo supeditada al compromiso contraído por Jaime I en


las Cortes de Monzón de 1236, en las que se estableció que el Rey repartiría la tierra
conquistada entre los nobles y caballeros que le acompañasen en la conquista.
Asimismo la población rural musulmana permaneció en la mayoría de los territorios
conquistados. En el plano urbano la conquista provocó un repliegue de la población
musulmana que, en ocasiones, optará por la emigración, mientras que el resto se
retiró en su totalidad a los arrabales dejando vacío el núcleo de las ciudades.

En esta zona, en los centros urbanos y en las zonas de regadío y huerta predominó la
pequeña y también la mediana propiedad, mientras que en el interior y áreas más
empobrecidas se establecieron latifundios en manos señoriales y de las Órdenes
Militares. Tras la revuelta mudéjar de 1248 se produjo una nueva oleada de
migraciones de aragoneses del interior y de Cataluña hacia tierras valencianas.

La primera etapa de la conquista sólo se desarrolló en la zona más septentrional del


Reino y obedeció únicamente a la iniciativa de la nobleza aragonesa que con su
agresividad produjo una emigración generalizada de la población musulmana. Esta
inicial agresividad cedió poco a poco a una política más flexible. En general se
respetó la estructura de la población e incluso la propia organización político-

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administrativa y fiscal del territorio. Pero el descontento de los musulmanes provocó
la revuelta de 1247, que acabó con la emigración de muchos y la estimulación de una
nueva fase repobladora a partir del año siguiente, en la cual el Rey donó un elevado
número de territorios en el Sur del Reino.

A todo esto, la mayoría mudéjar debió ver transformada paulatinamente su estatus,


aunque perduraron muchas de sus actividades cotidianas, así como también las
económicas. Igualmente se intensificaron los asentamientos de pobladores cristianos
gracias a las donaciones.

En conclusión, para estas regiones, más que de una colonización, debemos hablar de
una culturización, de la cual habría beneficio mutuo que iría desde el
aprovechamiento de recursos naturales y reconvertidos por irrigación tradicional,
hasta la lengua y las formas culturales y materiales.

Por lo que se refiere a las Baleares, el inventario elaborado para la Isla de Mallorca,
concerniente a su reparto reservaba para Jaime I la mitad de los bienes disponibles.
En la isla predominó la pequeña y mediana propiedad en manos de los repobladores,
que las habían recibido directamente por cesión o venta. Gracias a la presencia de
mudéjares y hebreos, el tráfico mercantil se convirtió en el fundamento económico
insular, sobre todo en Mallorca, dirigido principalmente hacia los mercados islámicos
africanos.

3. NAVARRA, PACTISMO Y FORALIDAD

En el primer tercio del siglo XIII se produjo en el Reino de Navarra un debilitamiento


político como consecuencia del fin de su participación en la Reconquista, y la
imposibilidad de expandirse territorialmente. Sancho VIII ‘El Fuerte’, último Rey
de Navarra, pactó con Jaime I ‘El Conquistador’ la inclusión de su Reino en la
Corona de Aragón mediante un acuerdo de prohijamiento mutuo. Este pacto nunca se
llevó a cabo, y tras la muerte de Sancho VII, la nobleza navarra ofreció el Trono del
Reino al conde Teobaldo de Champagne. Con la entronización de la dinastía
Champagne, Navarra, hasta su definitiva incorporación a Castilla en 1512, quedó
dentro de la órbita de influencia francesa. En las décadas centrales del siglo XIII, el
Reino de Navarra se dotó a sí misma de un ordenamiento legal: el Fuero General de
Navarra.

Este fuero era una recopilación del Derecho tradicional del Reino (Ius Proprium)
escasamente influido por el romanismo jurídico (Ius Commune). El primitivo texto
del Fuero General nunca fue oficialmente promulgado, pero se creó con la intención
de llegar a un acuerdo entre todos los estamentos del Reino.

En 1237, nobles, caballeros y clérigos impusieron a Teobaldo I la aceptación de las


leyes. A partir de entonces, sólo tras el juramento de los Fueros, los nuevos
monarcas serían proclamados como tales.

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De este modo, en el siglo XIII en Navarra se constituyó la monarquía a través de los
pactos y el respeto a los Fueros tradicionales.

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TEMA II: LA CONSOLIDACIÓN DE LAS MONARQUÍAS PENINSULARES
EN EL SIGLO XIII

1- LA AFIRMACIÓN DEL PODER REAL EN CASTILLA Y LAS


RESISTENCIAS A DICHA CONSOLIDACIÓN EN LOS REINADOS DE
FERNANDO III Y ALFONSO X

La solidez institucional de las monarquías del siglo XIII descansaba sobre tres pilares
fundamentales: 1º el Derecho Romano-Canónico (o Ley Común); 2º la integración
política de los ciudadanos en unas asambleas representativas (Cortes); 3º y la
organización del territorio mediante una desarrollada administración de carácter
fiscal.

Los reinados de Fernando III ‘El Santo’ (desde 1230 titular de Castilla y León
definitivamente unidos) y de su hijo Alfonso X ‘El Sabio’ (1252-1284) resultaron de
especial trascendencia, ya que son ellos quienes elaboraron una serie de iniciativas
destinadas a reforzar el poder real y a integrar el conjunto territorial del Reino.

En el siglo XIII la monarquía dio el paso para convertir la auctoritas inherente al


Título Imperial en expresión del señorío del Rey.

Con Alfonso X, el concepto de Imperio sufrió una importante transformación, ya que


se desvinculó de la tradición hispánica y se asoció al Sacro Imperio Romano
Germánico.

1.1 EL FUNDAMENTO JURÍDICO. LAS PARTIDAS

El Derecho es el pilar sobre el que se apoya el programa monárquico de Alfonso X.

Su obra legisladora superó con creces la de su padre Fernando III, y tuvo dos
objetivos: servir al proyecto centralizador de la monarquía y establecer un marco
jurídico-territorial en los diferentes Reinos que integraban la Corona.

Se elaboraron las grandes codificaciones del reinado (Fuero Real, Espéculo y


Partidas), y los ordenamientos (como las Leyes de los Adelantados Mayores, la
normativa reguladora de la Mesta o el Ordenamiento de las Tafurerías).

Las primeras constituyen la base teórica, aunque no fue plenamente aplicado en el


siglo XIII. El Fuero Real era un proyecto unificador de las leyes municipales, pero
fue frenado por la oposición nobiliaria.

El ESPÉCULO fue una obra interrumpida por Alfonso X para refundirla con otro
proyecto más ambicioso: Las PARTIDAS, que es una recopilación de Derecho
Común plenomedieval. Está dividido en siete secciones:

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1. En la primera se aborda el tema de la fe cristiana, la Iglesia y su
organización.
2. En la segunda contempla todo lo relativo al Rey, al ejercicio de su poder, la
estructuración de la corte y organización militar, etc.
3. La tercera se dedica a la administración de la Justicia.
4. La cuarta alude a problemas relativos al derecho matrimonial y feudal.
5. La quinta alude a aspectos mercantiles.
6. La sexta se hace cargo de herencias y testamentos.
7. La séptima incluye una relación de leyes penales, incidiendo en el
problema de las minorías confesionales y lo referente al mundo de la
hechicería y ortodoxia.

1.2 LAS CORTES Y LA VISIÓN CORPORATIVA DEL REINO

El Reino constituía un cuerpo a cuya cabeza se encontraba el monarca. Dicho


monarca gobernaba sobre un territorio definido representado por las Cortes
estamentales, que a su vez estaban sometidas a la autoridad del soberano.

Aunque no siempre las Cortes se sometieron a la voluntad del monarca, su voluntad


debía afectar a todos los estamentos del Reino, incluyendo a aristócratas y
eclesiásticos. Esto provocó una pérdida de privilegios señoriales, que derivó en
numerosas resistencias, a veces violentas.

En relación a la Iglesia, hubo un creciente intervencionismo por parte del Rey en las
rentas eclesiásticas (como los diezmos o las décimas).
1.3 LA ARTICULACIÓN ESPACIAL: ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL,
FISCALIDAD Y FRONTERA.

En las Cortes se promulgaban los más importantes ordenamientos del Reino.

Las Cortes también integraban territorialmente el Reino. A esta integración territorial


se destinaban numerosas medidas: se desarrollaron las Leyes para los
Adelantamientos Mayores, promulgadas por Alfonso X entre 1258 y 1268, así como
otras medidas de carácter económico y fiscal, como por ejemplo la fiscalización de
los recursos ganaderos.

La política de la monarquía a partir de mediados del siglo XIII tendió a eliminar


abusivas percepciones señoriales y limitar los puntos de cobro de impuestos,
monopolizando de esta manera el cobro de dichas percepciones. Esto provocó
resistencias nobiliarias que neutralizaron en parte los objetivos de la Corona. La
Corona, a su vez, intentó llevar a cabo el cobro unificado de tributos a partir de los
grandes circuitos de la trashumancia. Cañadas y veredas quedaron definidas entre
1230 y 1260.

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La Corona impulsó y protegió el asociacionismo mesteño, con la creación del
Concejo de la Mesta. También tuvieron gran importancia fiscal los diezmos
aduaneros establecidos por Alfonso X ‘El Sabio’ antes del 1273, como la imposición
de aranceles en puntos fijos de la frontera, o la política proteccionista.

1.4 DIRIGISMO CULTURAL

La afirmación del poder real contó con un argumento cultural: la institucionalización


del Reino, su fundamento jurídico, su estamentalización corporativa y su articulación
territorial se vieron reforzados por la conciencia histórica y la política cultural de
Alfonso X y su obra historiográfica, como “ESTORIA DE ESPANNA” o “LA
GENERAL ESTORIA”, esta última inconclusa.

Y no sólo se dedicó al ámbito historiográfico, sino que ejerció labores de mecenazgo


(como se observa en la obra “Cantigas de Santa María”) e impulsó las traducciones a
diversos campos del saber. Se usa la cultura como instrumento unificador.

1.5 LAS RESISTENCIAS

La imposición de un modelo de soberanía excluyente ocasionó las resistencias de un


Reino acostumbrado a los privilegios derivados del feudalismo.

Ni la nobleza, acostumbrada a un predominio político fruto de su predominio


económico, ni la Iglesia, que no quería perder su autoridad, ni las ciudades,
gobernadas por oligarquías urbanas aceptaban la nueva política.

Durante el reinado de Fernando III ‘El Santo’ la oposición apenas se manifestó. La


incesante actividad reconquistadora del monarca y el hecho de que el autoritarismo
real fuera más un proyecto que una realidad neutralizaron los posibles brotes de
resistencia. Fue durante el reinado de Alfonso X cuando se hicieron patentes: el fin
de la Reconquista, los primeros síntomas de recesión y la maduración del
autoritarismo monárquico generaron la oposición nobiliaria, eclesiástica y ciudadana.

El primer brote de rebeldía se dio en 1255, protagonizado por Diego López de Haro
(Señor de Vizcaya) en connivencia con un hermano del Rey y con el apoyo de
Aragón.

En 1264 hubo una revuelta mudéjar-granadina, en contra de la política centralizadora


del monarca.

La reacción nobiliaria de 1271, de carácter marcadamente conservador, contó con el


factor de la gran depresión bajomedieval. Para combatir los efectos de dicha
depresión, Alfonso X convocó a mercaderes provenientes de todos sus dominios a
una Asamblea estamental en 1268, en Jerez.

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El programa hegemónico de Alfonso X ‘El Sabio’ había resultado bastante caro, y
los recursos del Reino habían sido mal distribuidos en un territorio que había
duplicado su extensión en poco tiempo.

Los sectores más privilegiados iniciaron las revueltas encauzándolas a su propio


beneficio. La rebelión fue liderada por un hermano del rey, el Infante Felipe, y uno
de los más destacados miembros de la aristocracia: Nuño González de Lara. Se
desarrolló entre 1271 y 1273. A pesar de su carácter nobiliario, se acabó extendiendo
al resto de estamentos del Reino.

En 1272 el Rey convocó las Cortes de Burgos para institucionalizar los acuerdos a los
que había llegado el monarca con los ricos hombres rebeldes. Pero el resultado fue
muy diferente, ya que los nobles usaron las Cortes para ampliar sus reivindicaciones,
implicando a eclesiásticos y representantes de las ciudades.

Los objetivos básicos de esta rebelión fueron cuatro:

1. Exigencia de absoluto respeto a las tradicionales prerrogativas inherentes al


estatus político - jurídico de la nobleza. Se acordó detener la aplicación
extensiva del Fuero Real, que provocaba un recorte en las libertades de los
nobles.
8. Frenar la actividad repobladora del Rey, sobre todo en la zona Norte. Esta
actividad colonizadora reforzaba al monarca. Solicitaron la supresión de las
pueblas reales efectuadas en León, Castilla y Galicia, ya que eran núcleos
muy atrayentes para los vasallos de los dominios señoriales.
9. Anulación de las innovaciones fiscales que afectaban a los sectores
urbanos.
10. Oposición a la política exterior de Alfonso X, sobre todo a sus aspiraciones
imperiales, las cuales costaban mucho dinero, y la obtención del título
imperial reforzaría la posición del monarca en el interior de sus dominios.

Fue un triunfo para la nobleza y un deterioro para la Corona.

Las iniciativas reales en materia legislativa, política fiscal y actividad repobladora


fueron atemperadas, pero no erradicadas.

La Corona creó elementos alternativos, como por ejemplo la creación en 1271 de la


Orden Militar de Santa María de España, un prototipo de milicia religiosa sometida a
la voluntad real. El Rey compró la lealtad de algunos súbditos. Por ello promulgó en
Cortes el Ordenamiento de Zamora.

1.6 LA GUERRA CIVIL DE 1282- 1284

La oposición, liderada por la nobleza laica y eclesiástica y amparados por el Infante


Sancho, (heredero de la Corona), aprovechó la moderación y debilidad del programa

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de Alfonso X, el cual se había visto obligado a abandonar su pretensión imperial y a
cambiar las alianzas gibelinas por las de su antiguo enemigo el Rey de Francia,
Felipe III.

El Infante Sancho quiso blindar su herencia buscando apoyos entre los


antialfonsinos: la ricahombría castellano leonesa, los prelados, los maestres de las
Órdenes Militares (que podían aportar numerosas rentas) y las oligarquías urbanas,
que no tardarían en poner en marcha, con el apoyo del Infante, todo un entramado de
hermandades.

El Infante convocó de forma irregular una Asamblea en Valladolid, en abril de 1282,


lo que constituyó una declaración de guerra. Durante dos años se mantuvieron
divididos en dos bandos las tierras y los hombres de Castilla y León.

Esta guerra acabó con el destronamiento de Alfonso X, que fue acorralado en Sevilla,
con pocos apoyos fuera de Andalucía y Murcia. De esta manera subió al Trono
Sancho IV, que tuvo que neutralizar una nueva reacción nobiliaria.

2 - LA PRETENSIÓN IMPERIAL DE ALFONSO X: EL GIBELINISMO


CASTELLANO

El ofrecimiento de la Corona alemana al Rey Alfonso X de Castilla por parte de Pisa,


en el contexto del “Gran Interregno” alemán que siguió a la muerte de Conrado IV,
contó con una justificación dinástica: Alfonso era hijo de Beatriz de Suabia, vástago
indirecto de la familia Staufen, por lo cual la gibelina república de Pisa solicitó su
aceptación para ceñir la Corona Imperial.

Había dos corrientes ideológicas:

El GIBELINISMO: Asociado a la autoridad sin concesiones del Emperador, a


gobiernos fuertes y cesaropapistas, que desafiaban al poder eclesiástico y de hondas
convicciones centralizadoras. Esta corriente era seguida por la dinastía germánica de
los Staufen.

El GÜELFISMO: Asociado a un poder que respetaba los privilegios de los nobles y


de la Iglesia, y estaba abierto a las libertades de las ciudades emergentes, sobre todo
las norteitalianas. Eran favorables al diálogo, y sus partidarios eran candidatos
propuestos por el pontificado. La Francia de los Capeto fue su gran base de apoyo.

Alfonso X se erigió paladín del gibelinismo ya que era partidario del reforzamiento
del poder y poco dado a las concesiones negociadoras.

El ofrecimiento pisano iba avalado por el Papa Alejandro IV. El Rey necesitaba la
bendición Papal para afianzar su posición tanto dentro en el conjunto peninsular
como en el panorama europeo. El Papa, por su parte, estaba abrumado por el poder

14
que en Italia estaba alcanzando Manfredo, el bastardo de Federico II, que se había
hecho con el control de Sicilia, y representaba la opción gibelina.

A ojos del Papa no sería el güelfismo el que salvara al Papado de las pretensiones de
Manfredo, así que decidió aliarse con otro gibelino para que se enfrentara a
Manfredo y dividiera el propio gibelinismo, debilitando de este modo las
posibilidades de los Hohenstaufen en cualquiera de sus ramas. Este gibelino fue
Alfonso X, deseoso de obtener el apoyo pontificio.

Este gibelinismo moderado y tutelado por el Papa hizo que muchas ciudades italianas
se adhirieran a la causa de Alfonso X. Pero la alianza castellano-pontificia duró poco,
ya que el pontificado había obtenido su propósito: neutralizar la fuerza de Manfredo
en el escenario europeo, lo que hizo que perdiera interés.

2.1 DESARROLLO DE LA PRETENSIÓN IMPERIAL: REACCIONES Y


ALIANZAS

Entre 1256 y 1275, Alfonso X usó el título de Rey de los Romanos, pero la
consagración Papal nunca llegó. Su condición de Emperador electo era suficiente
para legitimar su autoritarismo político en Castilla y para seguir adelante con la
pretensión hegemónica peninsular. Esto ocasionó las protestas del resto de Reyes
hispánicos, entre ellos Jaime I, que no estaba de acuerdo que el Rey castellano
impusiera su soberanía en el resto de la Península.

La monarquía aragonesa, que acababa de renunciar por el Tratado de Corbeil a la


expansión ultrapirenaica, se dedicó a reactivar la política mediterránea que muchos
años antes había puesto en marcha la conquista de Mallorca, lo que convertía a Italia
en un objetivo irrenunciable.

Además de rivalizar con Castilla, debía de distanciarse de los intereses que la


Provenza franco-angevina tenía en Italia y el Mediterráneo.

El proyecto aragonés no simpatizaba con el güelfismo de Carlos de Anjou ni con el


gibelismo de Alfonso X, así que Jaime I no dudó en aliarse con el gibelinismo más
radical encarnado por Manfredo. Esta alianza quedó sellada con el matrimonio de su
hijo Pedro III con Constanza, la hija del Rey siciliano.

Esta disparidad de gibelinismos hispánicos (el moderado de Alfonso X y el radical de


Jaime I) pronto acabó diluyéndose frente al más peligroso de sus enemigos: Carlos
de Anjou. Entre 1263 y 1264 se creó en Francia un bloque de intereses políticos y
económicos contrarios a la política exterior castellana. Este bloque, sostenido por la
banca güelfo-toscana y bendecido por la Sede Apostólica, estaba liderado por Carlos
de Anjou.

Carlos acabó con el régimen siciliano de Manfredo en 1266.

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La causa gibelina (tanto la aragonesa como la castellana) habían encontrado un
enemigo común, y desde ese momento actuaron en plena colaboración.

En 1269, Jaime I puso en marcha una Cruzada de ribetes antiangevinos (pretendía


neutralizar la pretensión de Carlos de Anjou de restaurar el Imperio Latino en Asia
Menor), y Alfonso X le ofreció su ayuda.

2.2 EL FIN DE LA PRETENSIÓN IMPERIAL

En 1275 se abrió un nuevo periodo en la evolución del reinado de Alfonso X, quien


comenzó a ser consciente de que no estaba obteniendo los resultados esperados.

En Beaucaire el Papa Gregorio X le negó todo derecho a su pretensión imperial, y


con ello perdió la justificación que cimentaba su propia actuación.

La invasión africana de los meriníes y la crisis institucional abierta tras la muerte del
heredero obligaron a Alfonso X ‘El Sabio’ a reconsiderar su política y sus contactos
diplomáticos, acercándose al bloque güelfo-francés. La alianza con Aragón entró en
crisis, y murió Jaime I, subiendo al Trono Pedro III.

Alfonso X no renunció a su objetivo de primacía peninsular, pero no contó con una


justificación que lo fundamentase, ni tuvo el apoyo de su Reino. Por otra parte, la
Corona de Aragón incrementa su poder.

En los últimos años de reinado de Alfonso X hubo diversos problemas que afectaron
a la política interior, las relaciones externas, etc. Se produjo una guerra civil, y
Alfonso X se echó en manos del gëulfismo francés, comprometiendo de esta manera
los dominios de la Corona.

Aragón volvió a estrechar lazos con Castilla, y Sancho, hijo de Alfonso X, se une a
los intereses gibelinos de Pedro III. De esta manera durante un breve periodo de
tiempo, Castilla se convirtió en una pieza más del ambicioso expansionismo
mediterráneo de la Corona de Aragón.

2.3 LOS INDICIOS DE LA POLÍTICA MEDITERRÁNEA DE LA CORONA DE


ARAGÓN: LA RADICALIZACIÓN DEL GIBELINISMO ARAGONÉS

El gibelinismo aragonés, radical desde sus inicios, fue la estrategia en la que Jaime I
envolvió su política mediterránea.

La experiencia imperial de Alfonso X había acabado en fracaso, y con ella se había


debilitado su pretensión de supremacía hispánica. Su política en los últimos años
contribuyó a disminuir las posibilidades de la Castilla de Sancho IV.

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Pedro III aprovechó la coyuntura, y al tiempo que aseguraba en beneficio de la
Corona el carácter feudatario del Reino de Mallorca, y consolidaba la amistad con el
nuevo monarca castellano, se aplicó a dos importantes proyectos diplomáticos: El
matrimonio de su hija Isabel (la futura Reina Santa) con el Rey Dinis de Portugal, y
el de su heredero Alfonso con la princesa Leonor de Inglaterra (hija de Eduardo I).
Los sicilianos pidieron ayuda a los aragoneses, y con el estallido de las Vísperas
Sicilianas en 1282, la Corona de Aragón alcanzó un gran protagonismo en el
Mediterráneo.

3. LA CORONA DE ARAGON Y EL AUTORITARISMO PACTISTA: JAIME


I Y PEDRO III

En Castilla y León se produjo un autoritarismo real con connotaciones


centralizadoras.

En Aragón fue muy diferente, ya que la heterogeneidad de los diferentes Reinos, una
menor incidencia de la recepción del Derecho Común, y el temprano fin de la
empresa reconquistadora contribuyeron a ralentizar la evolución centralizadora.

En las décadas centrales del siglo XIII, en Aragón destacaron tres notas esenciales: el
marcado carácter feudal y pactista del poder, el nacimiento de conciencias
territoriales dentro de la Corona, y la lenta articulación de ésta como institución
unitaria.

3.1 LA DIMENSIÓN FEUDAL DEL PODER: EL PACTISMO COMO FORMA DE


GOBIERNO

Las circunstancias que envolvieron el acceso al Trono de Jaime I y la primera parte


de su reinado no fueron fáciles. Durante los doce primeros años de gobierno el Rey
impuso trabas feudales.

Jaime I en su minoría de edad estuvo en el castillo templario de Monzón bajo la


custodia del Maestre provincial de la Orden, pero la mayoría de edad del monarca no
acabó con su cautiverio: la nobleza aragonesa, liderada por el tío del rey, el Infante
Fernando lo redujo de nuevo a un estado de semilibertad mientras se ponía en
práctica una nueva forma de gobierno que limitaba el poder real y se veía sometido al
control feudal de la Curia. El monarca quedó condicionado por la dependencia
vasallática de la Sede Apostólica y el riguroso marcaje de la nobleza feudal.

La empresa reconquistadora de Jaime I le proporcionaron alianzas provechosas:

1. En primer lugar un ejército dependiente del rey, que con la participación en


la Reconquista se veía recompensado con numerosos botines.

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2. En segundo lugar, la burguesía de Cataluña, interesada en la puesta en
marcha de una maquinaria de guerra que le permitiera un mayor desarrollo
comercial.

Desde los años veinte del siglo XIII, hubo diversas uniones nobiliarias: en 1127 se
creó en Jaca una liga nobiliaria en la que participaban las ciudades de Zaragoza,
Huesca y Jaca. Esta unión nobiliaria se mantuvo durante todo el reinado de Jaime I.

Es durante el reinado de su hijo Pedro III (1276 - 1285) cuando adquirió caracteres
políticos de mayor presión, naciendo de esta manera la Unión, la cual, en 1283,
obligó al monarca a jurar el Privilegio General que consagró el principio pactista
como forma de poder político en Aragón.

La nobleza también usó como arma de presión política la negación de subsidios o la


utilización de ellos. La nobleza aragonesa fue la más proclive a su utilización.

El bovage, un servicio prestado como reconocimiento de señorío, fue votado por los
estamentos catalanes durante el reinado de Jaime I. Los nobles aragoneses eran
reticentes a su concesión; en las Cortes de Ejea, en 1265 no sólo consiguieron
mantener su negativa al pago del bovage, sino que constituyeron la Justicia de
Aragón, en la que un noble es árbitro entre los conflictos que pudieran surgir entre la
nobleza y el Rey.

Jaime I no fue un mero instrumento en manos de los nobles, ya que supo imponerse
a través de algunas directrices que compensaron ciertos agravios nobiliarios. La
afirmación de una política mediterránea sirvió para fortalecer la autoridad real, así
como la imposición en 1238 del estatus de Reino para Valencia, sustrayéndolo de la
nobleza aragonesa que pretendía repartírselo como botín.

La Iglesia también se vio afectada: el establecimiento de la Inquisición en parte de los


dominios de la Corona fue un hábil instrumento de seguimiento ideológico asociado
al poder político.

3.2 EL NACIMIENTO DE LA CONCIENCIA TERRITORIAL

El nacimiento de la conciencia territorial fue un factor muy importante para el


fortalecimiento del poder monárquico. Fue un fenómeno muy desarrollado en la
Corona de Aragón, que a diferencia del sentimiento unitario que imperaba en tierras
castellanas y leonesas, son sus diferentes Reinos y dominios por separado los que lo
van descubriendo. Actuaron dos fuerzas distintas:

1. Las que a partir de la estamentalizada sociedad, convirtió las Cortes en


institución reivindicativa y cohesionadora de la conciencia comunitaria.
2. La que envió la Corona a través de la normalización del Derecho Común
(Ius Commune) o en su caso, del feudalizante Derecho Local (Ius

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Proprium). Los Fueros de Aragón, encargados al obispo de Huesca de
1247, sustituyeron las tradiciones jurídicas locales, como el Fuero de Jaca.

El triunfo del Ius Proprium, como los Usatges de Barcelona, luego aplicados al resto
del territorio catalán y a Mallorca se debió a la protección de la monarquía.

En Aragón la realeza pensó que el Derecho Común podía perjudicar la seña de


identidad comunitaria que los Usatges representaban.

En Aragón y Cataluña las Cortes se reunieron por separado; en 1244, las de


Barcelona decidieron que el límite entre ambos territorios sería Cinca.

La presión de las Cortes Valencianas pudo ocasionar que la política de Pedro II


frenara la extensión del Derecho Aragonés, en beneficio de los ‘Furs de València’.

En 1283, las Cortes Aragonesas, reunidas en Zaragoza, consiguieron la confirmación


del Privilegio Real, y exigieron su convocatoria anual.

3.3 LA LENTA ARTICULACIÓN DE LA CORONA

La territorialización de cada uno de los elementos que constituían la Corona no fue


acompañada por un sentimiento integrador para el conjunto de la monarquía. La
propia realeza estaba inmadura, como dan a entender los sucesivos testamentos de
Jaime I. En el primero de ellos (1241), se contemplaba la herencia de Aragón y
Cataluña en favor del primogénito, el Infante Alfonso. Pedro (hijo de la segunda
mujer del rey) recibiría los Reinos de Mallorca y Valencia, así como los señoríos
ultrapirenaicos de Montpellier, Rosellón y Cerdaña.

En 1248, tras sucesivos nacimientos de Infantes, hubo variaciones testamentarias,


hasta que se redactaron las disposiciones definitivas de la herencia:

1. Alfonso recibiría el Reino de Aragón, con Zaragoza y Teruel.


2. Pedro heredaría Cataluña y Mallorca. Ribagorza quedaba integrada en
Cataluña.
3. El Infante Jaime heredaría Valencia.
4. El Infante Fernando heredaría las posesiones ultrapirenaicas.

Frente a estos cambios, las Cortes, reunidas en Alcañiz en 1250, determinaron que
una Diputación Comisional estableciera un acuerdo definitivo.

Este acuerdo consistió en que Alfonso heredara Aragón y Valencia (sin posibilidad
de separación de Reinos) y Pedro heredara Cataluña.

Pedro, una vez muerto Alfonso, recibió en herencia el conjunto de la Corona.

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4. LA CENTRALIZACIÓN DEL PODER EN PORTUGAL

El proceso de construcción de la monarquía portuguesa se relacionó con el modelo


castellano-leonés, ya que se siguió la vía centralizadora en vez de seguir con el
pactismo feudal, lo que provocó descontentos entre los aristócratas y eclesiásticos
que acabaron con el destronamiento del Rey Sancho II y la subida al Trono de su
hermano Alfonso III, el candidato alternativo de la nobleza y de la Iglesia.

4.1 ARISTOCRACIA Y REVOLUCIÓN EN PORTUGAL: EL REINADO DE


SANCHO II (1223 - 1245)

Desde su constitución, a mediados del siglo XII, la monarquía portuguesa luchaba


por imponer un sólido régimen de autoridad.

Alfonso II (1211 - 1223), con sus leyes inspiradas en el Derecho Romano, había
provocado la división de la nobleza.

Cuando Sancho II accedió al Trono no contó con el apoyo de la aristocracia laica y


del alto clero, que buscaron el apoyo del hermano del rey, Alfonso, que residía en
Francia y era conde de Boulogne.

En 1245, por petición del conde de Boulogne, el Papa Inocencio IV declaró nulo el
matrimonio del Rey con Mencía López de Haro, hija del Señor de Vizcaya, y poco
después le pidió que replanteara su política y el trato que tenía hacia la Iglesia.

Ese mismo año, el Papa confiaba el gobierno del Reino a Alfonso tras el I Concilio
de Lyon, en el cual el Emperador Federico II fue excomulgado y destronado.
Quedaba patente la primacía de la Iglesia en asuntos políticos. Desde ese momento y
hasta 1246, Sancho II huyó a Castilla con apoyo del ejército de este Reino,
desatándose la guerra civil a causa de la conflictividad social y los enfrentamientos
entre linajes nobiliarios, grandes propietarios y campesinos, burgueses y obispos de
ciudades episcopales...

A ojos de la Iglesia, esto se tradujo en un mal gobierno por parte del Rey, lo que
justificó su destronamiento.

4.2 ALFONSO III Y LA RESTAURACIÓN DEL PODER MONÁRQUICO (1248 -


1279)

El panorama de desórdenes y desarticulación del Reino que el conde de Boulogne


(Alfonso III) encontró en Portugal explica su labor de restauración en las Cortes de
Leira de 1254, a las que acudieron miembros de las oligarquías ciudadanas, y en las
que se buscó la colaboración de nobles y burgueses.

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Para ello se llevó a cabo un programa centralizador, semejante al que se llevó a cabo
en Castilla por Fernando II y Alfonso X. Contaba con tres objetivos: recuperación
económica, reestablecimiento del orden y delimitación de los derechos y atribuciones
de la monarquía.

Destaca, a nivel socioeconómico dos hechos:

1. La garantía de estabilidad monetaria acordada en las Cortes de Leiria


(1254) a cambio de un nuevo tributo (el monedaje).
2. La labor repobladora y foral llevada a cabo entre 1253 y 1258.

Se perfeccionó el sistema judicial y sus agentes, y se rindió homenaje directo al Rey


por parte de todos y cada uno de los alcaides de las fortalezas del Reino.

Hubo una defensa de los derechos regios, renovando de forma sistemática en las
Inquirições Gerais (puestas en marcha por Alfonso X) para rescatar tierras y rentas
de la Corona que habían sido usurpadas por nobles, obispos y Órdenes Monásticas y
Militares.

La restauración del orden monárquico no benefició a los sectores más acomodados, y


en 1267 el conjunto del episcopado del Reino (excepto el prelado de Lisboa) se
manifestaron abiertamente en contra de unas medidas que limitaba los derechos de la
Iglesia. Trasladaron las quejas a la Corte Pontificia.

Salvo este percance, el reinado de Alfonso III supuso el restablecimiento del orden
monárquico.

El fin de la Reconquista tras la ocupación definitiva del Algarve, contribuyó a la


institucionalización de la monarquía.

5. NAVARRA: PACTISMO Y FORALIDAD

En el primer tercio del siglo XIII se produjo en el Reino de Navarra un debilitamiento


político como consecuencia del fin de su participación en la Reconquista, y la
imposibilidad de expandirse territorialmente.

Sancho VIII ‘El Fuerte’, último Rey de Navarra, pactó con Jaime I ‘El
Conquistador’ la inclusión de su Reino en la Corona de Aragón mediante un
acuerdo de prohijamiento mutuo.

Este pacto nunca se llevó a cabo, y tras la muerte de Sancho VIII, la nobleza navarra
ofreció el Trono del Reino al conde Teobaldo de Champagne. Con la entronización
de la dinastía Champagne, Navarra, hasta su definitiva incorporación a Castilla en
1512, quedó dentro de la órbita de influencia francesa.

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En las décadas centrales del siglo XIII, el Reino de Navarra se dotó a sí misma de un
ordenamiento legal: el Fuero General de Navarra. Este fuero era una recopilación del
derecho tradicional del Reino (Ius Proprium) escasamente influido por el romanismo
jurídico (Ius Commune).

El primitivo texto del Fuero General nunca fue oficialmente promulgado, pero se creó
con la intención de llegar a un acuerdo entre todos los estamentos del Reino.

En 1237, nobles, caballeros y clérigos impusieron a Teobaldo I la aceptación de las


leyes. Sólo a partir del juramento de los Fueros, los nuevos monarcas serían
proclamados como tales.

De este modo, en el siglo XIII en Navarra se constituyó la monarquía a través de los


pactos y el respeto a los fueros tradicionales.

6. LAS MONARQUÍAS Y SU PROYECCIÓN EXTERIOR: LA


“INTERNACIONALIZACIÓN DE LA PENÍNSULA”

A lo largo de la primera mitad del siglo XIII se produjo el final de la empresa


reconquistadora en todos los Reinos cristianos. Hasta ese momento, y aunque no
faltaron pactos extrapeninsulares, los Reinos identificaron sus respectivas políticas
exteriores con las llevadas a cabo dentro de la Península.

A partir de las décadas centrales de siglo, esto cambió completamente, y se produjo


una internacionalización de las diferentes monarquías hispánicas, sobre todo Castilla
y Aragón. Hay dos hechos clave que permiten esta internacionalización:

1. La aceptación por parte de Alfonso X de la Corona Imperial que le ofrecen


los representantes de la Republica de Pisa en 1258. Esto introdujo a Castilla
en el marco del Occidente Cristiano.
2. La firma del Tratado de Corbeil en mayo de 1258 entre la Corona de
Aragón y el Reino de Francia. Aragón renunciaba a sus dominios
ultrapirenaicos (excepto Montpellier, Rosellón y Cerdaña) y a sus
pretensiones occitánicas.

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TEMA III. LA EXPANSION MEDITERRANEA DE LA CORONA DE
ARAGÓN

1. LA INCORPORACIÓN DE SICILIA A LA CORONA DE ARAGÓN

Pedro III heredó los derechos de la familia Hohenstaufen por matrimonio con
Constanza, hija de Manfredo (Rey de Sicilia) una vez muerto éste y decapitado el
heredero Conradino por Carlos de Anjou, a quien el Papa adjudicó la isla en calidad
de feudo pontificio.

El descontento en la isla contra los angevinos estalló finalmente en unos tumultos que
se prolongaron durante un mes provocando una gran mortandad y que recibe el
nombre de “Vísperas sicilianas”. Los sicilianos ofrecieron la Corona a Pedro III, el
cual aceptó dirigiéndose a Mesina, levantando el asedio de Carlos de Anjou y
venciéndolo en la batalla naval de Nicotera (16 de octubre de 1282). El almirante de
la flota, Roger de Lauria, ocupó además las islas de Malta, Gozzo y Djerba. La
conquista de Sicilia provocó un importante cambio en las fuerzas políticas del
Mediterráneo, al pasar Aragón a jugar un papel clave y complicándole su política
exterior. Además le permitía el control de las principales rutas del Mediterráneo.

El Papa reaccionó excomulgando a Pedro y desposeyéndole formalmente de su


propio Reino. Carlos de Anjou le propuso un duelo de cien caballeros por cada parte
para resolver el conflicto, pero ambos comparecieron por separado haciendo constar
que la victoria les correspondía a cada uno. El Parlamento acordó que Sicilia no se
incorporara a la Corona de Aragón y el segundogénito, el Infante don Jaime, fue
jurado sucesor del Reino de Sicilia.

El paso siguiente fue la guerra entre Aragón y Francia, en base a la excomunión


Papal y la donación de la Corona de Aragón a Carlos de Valois, hijo de Felipe III de
Francia, que fue investido el 27 de febrero de 1284. El Papa Martín IV, para
estimular la intervención de Francia, dio a la guerra el carácter de Cruzada.

Ante las necesidades financieras del Rey, éste tuvo que reconocer a los nobles en
1283 el Privilegio General, confirmación de los privilegios aragoneses, concediendo
que el Fuero de Aragón se hiciera extensivo al Reino de Valencia. A los catalanes les
concedió que las Cortes se reuniesen anualmente, confirmándoles los Usatges y
aboliendo el bovatge.

En aguas sicilianas, se sucedían los triunfos navales de Roger de Lauria. En junio de


1284 Carlos de Salerno (hijo de Carlos de Anjou) fue hecho prisionero tras una
derrota naval y su padre murió en enero de 1285.

En la intervención armada de Felipe III pesó mucho la situación del Reino de


Navarra, en manos de su hijo, ya que Pedro III se había apoderado de la región de
Tudela. Contaba con la ayuda del Rey de Mallorca, Jaime II, que entregó al francés

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importantes plazas en el Rosellón. Tras el asedio y ocupación de Gerona el Rey hubo
de retirarse por las dificultades de aprovisionamiento (su flota fue derrotada por la de
Roger de Lauria en las Islas Formigues) falleciendo en Perpiñán a causa de las
penalidades. En octubre de 1285 Cataluña estaba libre. El siguiente paso de Pedro
fue confiscar el Reino del vasallo traidor Jaime II, pero la muerte el 11 de noviembre
de 1285 le impidió ver consumado su triunfo.

El primogénito, Alfonso III, heredó la Corona Aragonesa (1285-1291); el segundo


hijo, Jaime, Sicilia (Rey de Sicilia: 1285-1302. Rey de Aragón: 1291-1327) Esta
división buscaba alejar la presión internacional y dar cierta satisfacción al Papado,
que no deseaba ver una Sicilia fuerte.

El Papa Martín IV coronó a Carlos de Valois, hijo del Rey de Francia, como Rey de
la Sicilia continental o Nápoles, lo que obligó a Jaime a combatirle. Por el Tratado de
Tarascón (1291) el Rey de Aragón reconoció la soberanía del Papa y se comprometió
a no prestar ayuda a su hermano, con lo que obtuvo el levantamiento de la
excomunión.

La muerte de Alfonso III llevó al Trono de Aragón a su hermano Jaime II, que dejó
a su hermano Federico como lugarteniente en la isla. En junio de 1295 el nuevo Papa
Bonifacio VIII consiguió que aragoneses, franceses y sicilianos llegaran a unos
acuerdos en el Tratado de Anagni. En él se estableció que Jaime II renunciaba a la
isla de Sicilia, reconociendo los derechos sobre ella de la Santa Sede y de la Casa de
Anjou, debiendo contraer matrimonio con la princesa Blanca, hija de Carlos, Rey de
Nápoles. El Rey de Francia renunciaba a la Corona de Aragón y el Papa anulaba la
excomunión. Jaime II se obligaba a ayudar militarmente a los angevinos a recobrar
Sicilia.

El Rey de Aragón devolvió a su homónimo el Reino de Mallorca, prestándole éste


vasallaje. Además, hubo una cláusula secreta por la que se confiaba la conquista de
Córcega y Cerdeña a Jaime II en compensación por la pérdida de Sicilia. La boda se
celebró en octubre de 1295. Así pues, se iniciaba la aventura sarda, que afianzaría a
Aragón como potencia mediterránea. La paz también permitió reemprender la política
interior, un tanto abandonada, y la lucha contra los musulmanes.

Los sicilianos en protesta coronaron a Federico III que se apoderó de diversas plazas
en Calabria. Jaime II, una vez recibida la investidura de Córcega y Cerdeña en
Roma, desembarcó en la isla y puso sitio a Siracusa, el cual fue obligado a levantar.
En una segunda expedición contra la isla, Roger de Lauria obtuvo una brillante
victoria en Orlando (1299) pero sin obtener provecho posterior. Jaime II, que no
deseaba una derrota total de su hermano y considerando cumplidos sus compromisos
con la Iglesia, se retiró del teatro de la guerra. La feroz resistencia siciliana y la
incapacidad del Rey de Nápoles llevaron a la firma de la paz, el Tratado de
Caltabellota (1302), por el que se aceptaba la independencia de Sicilia bajo soberanía
de Federico, con el título de Rey de Trinacria, debiéndose casar con Leonor, hija de

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Carlos II de Nápoles. Al morir Federico, la isla volvería a los angevinos. Estos
procurarían una compensación territorial para sus hijos y, en caso de fallar ésta,
retendrían el Reino de Sicilia, como así sucedió, permaneciendo la isla bajo la
dinastía aragonesa.

2. LA EXPEDICIÓN DE LOS ALMOGÁVARES AL IMPERIO DE ORIENTE

Los almogávares, soldados de fortuna, habían aparecido por primera vez en la


conquista de Valencia en 1238. Colaboraron en la expulsión de los partidarios de los
Anjou en Messina o derrotando a Carlos de Valois en Gerona. Tras Caltabellota
quedaron desocupados.

Factores que influyeron en la puesta en marcha de la expedición:

1. Su presencia incomodaba a Federico III que les buscó una salida.


2. Necesidad de Roger de Flor de escapar de sus enemigos.
3. Necesidad de tropas del Imperio Bizantino para hacer frente a los turcos.

Las empresas de la Compañía Catalana presentan dos fases:

1. Anárquica: continuo cambio de jefes (Andrónico II, Carlos V de Valois


etc.).
2. Asentamiento: en Grecia tras la Batalla de Cefiso (1311) y sumisión
indirecta al Rey de Sicilia.

FASE ANÁRQUICA: Roger de Flor en 1303 embarcó con 6.500 soldados rumbo a
Constantinopla.

La procedencia de los almogávares era muy variada, desde los Estados de la Corona
de Aragón (sobre todo catalanes) a sicilianos y calabreses. El Emperador Andrónico
había aceptado entregarle el título de Megaduque del Imperio y la boda con una
princesa Paleólogo. Los genoveses de Constantinopla captaron el peligro que a sus
posiciones económicas suponía la presencia de la Compañía. Roger de Flor expulsó
a los turcos de la Península de Erked en el Mármara, pasando luego a Anatolia y
apoderándose de las ciudades de Filadelfia, Magnesia y Éfeso, derrotando a los turcos
en las estribaciones del Tauro y regresando con Berenguer de Rocafort, otro de los
jefes, a la Península de Gallípoli, donde acantonaron sus tropas por orden del
Emperador, temeroso del poder almogávar.

Las victorias contra los turcos se alternaron con correrías que despertaron un terror
general, en tanto que las ambiciones de Roger de Flor y Berenguer de Entença, que
obligaron al Emperador a concederles los títulos de César y Megaduque, despertaron
los recelos del heredero, el Príncipe Miguel, cuya guardia asesinó en abril de 1305 a
Roger de Flor y a cuantos almogávares encontraron en el banquete que les fue
ofrecido. Matanzas similares se produjeron en otras ciudades. Los restos de la

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Compañía se fortificaron en Gallípoli y se organizó como un pequeño Estado al
mando de Berenguer de Entença, llevando a cabo feroces campañas contra Tracia y
Macedonia. Comenzaba la “Venganza Catalana”, como la conoce la Historia contra
el Imperio y los genoveses.

Apresado Entença por los genoveses, quedó como jefe Bernat de Rocafort, que
siguió sembrando el terror. La liberación del primero y la llegada del Infante
Fernando, hijo de Jaime II de Mallorca, con poderes de su tío Federico III, ávido
de poseer un Estado en el Egeo y de controlar la Compañía, no hizo sino agudizar las
rivalidades entre los distintos jefes y producir su ruptura.

En 1308 Entença fue asesinado por los partidarios de Rocafort, mientras que parte
de la Compañía prestó obediencia al Emperador. El Infante Fernando fue hecho
prisionero por los venecianos y entregado a los Anjou.

La Compañía se asentó en la región de Casandria (1307-1309) saqueándola


sistemáticamente. La ambición de Rocafort de convertirse en Rey de Salónica
encontró la oposición de Venecia. El descontento de los jefes de la Compañía hizo
que lo entregaran a Roberto de Nápoles, pasando a tener una dirección colegiada de
doce miembros. En 1309 Gualterio V de Brienne los contrató con idea de
apoderarse de territorios del Imperio. Como Andrónico, cuando quiso licenciar la
Compañía tras haberse servido de ella, los almogávares se sublevaron derrotándolo y
dándole muerte en la batalla junto al río Cefiso.

FASE DE ASENTAMIENTO: la victoria de Cefiso dejó en manos de los catalanes el


ducado de Atenas. Sus posesiones se extendieron por Tesalia, Lécrida, Fócida,
Beocia, Megárida y Argélida, aunque tuvieron que resolver el problema de colocarse
bajo la soberanía de un señor que regularizara su situación internacional. Para ello,
entraron en negociación con Federico III de Sicilia, siempre con idea de mantener su
autonomía. Éste aceptó la oferta para su segundo hijo, Manfredo, y como era un
niño, envió como Vicario General a Berenguer Estañol de Ampurias.

La presencia catalana en Grecia planteó problemas internacionales de convivencia, en


particular con Venecia y Génova. Los primeros reaccionaron vía compromiso
diplomático; los genoveses, con violencia al no admitir competidores en las rutas al
Mar Negro.

Tras la muerte de Estañol, Federico envió a su hijo Alfonso Federico, que gobernó
trece años y se apoderó de Tesalia al morir el déspota Juan II Ángel,
constituyéndose el ducado de Neopatria, que en adelante estará unido al de Atenas.

Los ducados de Atenas y Neopatria pasaron de Manfredo a su hermano Guillem


(1317-1338), de éste a Juan II de Randazzo (1337-1348), de éste a su hijo Federico
I (1348-1355), de éste en 1355 a Federico III que en 1357 los transmitió a su

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hermana Leonor, casada con Pedro IV, con lo que en 1380 ambos se incorporaron a
la Corona de Aragón. Se perdieron en 1388 y 1391.

3. LA CONQUISTA DE CERDEÑA

Entre las cláusulas secretas concertadas en Anagni figuraba la donación pontificia de


Córcega y Cerdeña para Jaime II. A partir de entonces, Cerdeña pasó a convertirse
en el centro de gravitación de la política aragonesa en el Mediterráneo, desplazando a
Sicilia a partir de la elección de Federico III como Rey de la isla.

La intervención de los asuntos sardos suponía un choque de intereses con las


repúblicas de la zona: Pisa y Génova, que señoreaban en la isla desde el siglo IX y
tenían grandes intereses comerciales. La posesión de Córcega y Cerdeña era
necesaria para quien aspirara al control del Mediterráneo Central y asegurar la ruta
hacia Oriente. Ocupar Cerdeña suponía para los aragoneses disminuir la competencia
genovesa, así como los focos piráticos, y para proporcionar tierras y cargos
administrativos a la nobleza aragonesa.

Transcurrieron 26 años entre la investidura Papal (1297) y el comienzo de la


conquista sarda (1323) debido a la guerra con Castilla, contra Federico de Sicilia, la
crisis con Granada, falta de recursos económicos y problemas políticos derivados de
la situación italiana. Al aceptar un territorio atribuido por el Papado, el Rey se
convertía en la cabeza del güelfismo, lo que le enfrentaría con los gibelinos
encabezados por su hermano Federico.

La preparación diplomática fue costosa dado que la isla no era una unidad política,
sino que estaba repartida entre numerosos poderes e intereses (los pisanos, jueces-
Rey en Arborea, Génova, los Malaspina, los Doria etc). Pero Jaime II fue tan
diplomático que incluso contó con una actitud favorable de Génova. Otros a su favor:
el juez de Arborea Hugo III y el marqués de Malaspina.

La ocupación de Cerdeña la llevó a cabo el Infante Alfonso a partir de 1323 cuando


Hugo III con algunos nobles y almogávares enviados por Jaime II se había
sublevado contra los pisanos, facilitando la tarea de los expedicionarios. La parte no
controlada por los pisanos fue sometida pronto pero la capitulación de Pisa no llegó
hasta la derrota naval de Lucocisterna (febrero de 1324) y la capitulación de Iglesias
y Cagliari.

La firma de la paz llevó a una larga sucesión de guerras con Génova que alentó las
revueltas sardas y desplegó una intensa guerra de corso. En 1325, varios miembros de
la familia Doria se sublevaron en Sassari a la que siguió otra en Cagliari.

Esta rivalidad aragonesa-genovesa duraría siglo y medio y supuso un gran esfuerzo


en hombres y dinero colaborando activamente en ambos la nobleza que había
recibido feudos en Cerdeña y las ciudades marítimas de la Corona, interesadas en los

27
beneficios mercantiles de la empresa. En la isla, se produjo la instalación de un
feudalismo (por concesiones feudales a la nobleza que se implicó en la conquista) con
devastadoras consecuencias en la isla, al romper el equilibrio económico entre ciudad
y campo.

4. LA CORONA DE ARAGÓN Y EL NORTE DE ÁFRICA

4.1 ÁREA DE IMPORTANCIA POLÍTICA Y SOBRE TODO COMERCIAL

El Tratado de Monteagudo-Calatayud de 1291 entre Castilla y Aragón repartía el área


de influencia en el Norte de África, de ahí que la influencia de la Corona de Aragón
fue mayor en el Magreb Oriental.

Jaime II consideraba el espacio norteafricano como bases y escalas complementarias


de Baleares, Sicilia y, más tarde, Cerdeña, y como una importante fuente de recursos
económicos y humanos (esclavos, milicias, tributos).

Hubo episodios destacados como la conquista de las islas de Djerba y Querquens por
Roger de Lauria en 1284, o el desembarco en Trípoli en 1288.

El Egipto de los mamelucos era la principal potencia política, militar y económica de


Levante. Tras la conquista de Sicilia, los Reyes de Aragón se beneficiaron de la
tradicional amistad sículo-egipcia establecida desde Federico II. Las embajadas de
Jaime II a Egipto buscaban obtener préstamos para el rey, garantizar la seguridad de
los peregrinos que iban a Tierra Santa y mantener las ventajas comerciales
conseguidas.

En las relaciones con Ifriqiya predominó la diplomacia, buscando siempre favorecer


las relaciones comerciales existentes más que las conquistas territoriales.

Pedro III y Alfonso IV dirigieron su diplomacia sobre todo a Túnez, junto a Sicilia
llave del Mediterráneo Central y Oriental a través de negociaciones con el Sultán o
con los rebeldes a su autoridad.

Jaime II se orientó hacia Tremecén y Marruecos donde alternó fases de amistad con
la actividad corsaria cuando los sultanes se negaban a tributar. A los comerciantes
aragoneses les interesaba instalarse en las ciudades magrebíes, terminal del oro
sudanés y de los productos africanos, lo que llevó a la firma de un tratado en 1274
entre Jaime I y el Sultán Abú Yusuf Yaqub.

El Sultán marroquí se declaró vasallo de Jaime II en 1304, que obtenía el pago de 10


mil dinares de oro. Tremecén en 1286 se declaró vasalla de Pedro III y comenzó a
tributar 2 mil dinares.

5. La incorporación de Mallorca

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Conquistado el Reino de Mallorca por Jaime I (1229) fue este monarca quien por
decisión testamentaria lo convirtió en Reino privativo en 1276, siendo su primer
monarca Jaime II. El nuevo Reino estaba integrado por una parte insular y otra
continental (los condados de Rosellón, Cerdaña, Conflent, Vallespir y Capcir)
además de la ciudad de Montpellier y los vizcondados de Omelades y el Carladés.
Territorios extraños entre sí.

Por el Tratado de infeudación de Perpiñán de 1279 el Rey de Mallorca se declaraba


vasallo del monarca aragonés y se restablecía la unidad jurisdiccional rota en el
testamento de Jaime I.

A partir del Tratado de Anagni, la decisión de Bonifacio VIII se cumple al restituir


Jaime II de Aragón a su tío Jaime II de Mallorca las islas y los territorios pirenaicos,
prestándole éste último homenaje feudal.

Tras la muerte de Jaime II en 1312 le sucedió su hijo Sancho (1312-1324), que fue
siempre fiel vasallo del Rey de Aragón, colaborando en la conquista de Cerdeña. Al
morir sin hijos, hizo reconocer a su sobrino Jaime III.

Desde la subida de Pedro IV al Trono de Aragón las relaciones dieron un giro radical
hasta el punto de intentar Pedro matar a Jaime en Avignon, mientras ambos iban al
encuentro del Papa.

Razones que favorecieron la incorporación:

1. Falta de un proceso que llevara a la formación de una unidad más estable en


la Corona de Mallorca, con una clara falta de intercambios comerciales
integradores.
2. Intereses comunes entre mercaderes aragoneses y mallorquines como el
hacer frente al expansionismo mercantil genovés.
3. Coyuntura internacional favorable (neutralización de Castilla y Francia).
4. Malestar entre los súbditos de Jaime por la extorsión fiscal a la que estaban
sometidos.

Jaime III, como vasallo, pidió ayuda a Pedro IV cuando el monarca francés intentó
apoderarse de Montpellier en 1341. Pedro IV lo eludió convocando Cortes. Al no
acudir Jaime fue declarado desleal y desvinculado de la ayuda militar.

Pedro utilizó el hecho probado de haber permitido que circulara moneda francesa en
sus dominios y haber acuñado moneda aragonesa en Perpiñán para incoar proceso
contra Jaime. Éste, al ver quebrantado su salvoconducto por unos hechos confusos
no se presentó al proceso declarándose libre del vasallaje. El procesó continuó hasta
que se le declaró rebelde y contumaz, por lo que se le condenaba a perder el Reino.
Era la base jurídica que necesitaba. El desembarco tuvo lugar en junio de 1343.

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Jaime huyó al Rosellón y los nuevos territorios fueron incorporados a la Corona de
Aragón, siendo declarados inseparables.

En mayo de 1344 se iniciaron las operaciones contra el Rosellón. En julio Jaime III
se entregó, reconociéndole el Parlamento de Barcelona rentas y señoríos a cambio de
la renuncia de cualquier reclamación. Jaime III, en desacuerdo con la sentencia,
huyó y vendió a Felipe VI de Francia el señorío de Montpellier que, junto a
préstamos del Papa y cardenales, le sirvió para reclutar un ejército y presentarse
frente a Mallorca, donde en agosto de 1349 fue derrotado y muerto.

Tampoco su hijo Jaime pudo recobrar sus Estados en su intento de penetración en


Urgell en 1379, falleciendo poco después.

La reincorporación de Mallorca provocó numerosos gastos, lo que dio lugar a la


transferencia de propiedades y rentas reales, endeudamiento público por los
municipios de la Corona, incremento de la fiscalidad y demanda de préstamos.

Respecto a la postura de los grupos sociales acerca de la reintegración:

1. Favorables: burguesía mercantil y los judíos.


2. Indiferencia: el pueblo bajo.
3. Desfavorable: estamentos eclesiástico y militar: su consolidada posición se
había hecho gracias al apoyo a la dinastía privativa mallorquina. Esta
aristocracia cortesana casi desapareció.

6. LA EXPANSIÓN COMERCIAL DE LA CORONA DE ARAGÓN

La expansión política y diplomática fue pareja a la mercantil gracias al desarrollo de


las actividades productivas: prosperidad rural, consolidación de la industria hacia
1300 y despegue de una industria pañera en Barcelona, Valencia y Mallorca que llegó
a tener excedentes exportables al Mediterráneo.

A partir de Jaime I y sucesores la burguesía mercantil consolidó su presencia gracias


al estímulo de los italianos y sus técnicas comerciales, al desarrollo de una marina
propia, a los privilegios concedidos, a la creación de un Derecho marítimo propio (a
través del Consolat de Mar, jurisdicción específica que entendía en asuntos
mercantiles y marítimos) así como a la acumulación de experiencia y capitales
reinvertibles.

En el siglo XIII se pusieron las bases para el esplendor de los siglos XIV y XV. La
conquista de Mallorca fue un hecho clave para las rutas de la cuenca occidental del
Mediterráneo y, a partir de 1277, del Atlántico.

30
La iniciativa de los mercaderes aragoneses les abrió la ruta de Oriente. Alejandría era
la plaza más importante aunque también frecuentaban los puertos sirios, Chipre, los
de la Pequeña Armenia y Constantinopla.

En el Norte de África se interesaron sobre todo por Ifriqiya, el área de Túnez, Bugía y
Trípoli, donde alternaron el comercio con el pago de un tributo del Sultán al Rey de
Aragón. El objetivo principal era el oro, que llegaba a estos puertos desde Sudán y
zona subsahariana. De ahí también el interés por el Magreb Occidental y Orán,
llegándose en 1291 en el Acuerdo de Monteagudo a un reparto de influencias en la
zona con Castilla.

Sicilia: Jaime II supuso la culminación de la expansión territorial en la que Sicilia


tenía una posición privilegiada, al ser la llave de ambas cuencas mediterráneas. Los
mercaderes tenían en la isla desde 1286 el privilegio de elegir dos cónsules que
velaban por sus privilegios y mercancías. La isla era esencial para el abastecimiento
de grano de Aragón.

Cerdeña: su conquista completó la llamada “Ruta de las Islas” y fue objeto de una
intensa explotación: plata, sal (monopolio del Estado), productos ganaderos (lana,
cuero, queso) los más exportados; mientras que a la isla llegaban manufacturas
diversas.

El comercio Aragón-Egipto ofrecía dos facetas: el realizado con autorización del Rey
y de los Papas (en embajadas) y el ilícito, más provechoso. Este comercio creció
durante la primera mitad del siglo XIV gracias a los excelentes contactos de
Alejandría con Siria y Chipre, y en ella se conseguían toda clase de productos
orientales.

Granada era otro punto de enlace con el mundo magrebí y centroafricano. Málaga y
sobre todo Almería fueron los puertos claves por donde se exportaba seda, azúcar,
frutos secos y se redistribuían productos africanos: oro, cuero, granos, especias,
dátiles. Con activa presencia valenciana y mallorquina.

Durante los siglos XIII y XIV Mallorca se convirtió en un emporio mercantil, sobre
todo durante el Reino privativo ya que Jaime II fomentó el desarrollo económico de
la isla y propició acuerdos mercantiles con los sultanatos del Norte de África,
generando una fuerte competencia con catalanes y valencianos ya que los productos
que comerciaban eran similares.

El Reino de Valencia también despegó en el siglo XIII, sobre todo la Capital, si bien
todavía no bien integrada en los mercados europeos, ocupando una posición
periférica. La afluencia cada vez mayor de operadores mercantiles italianos creó
fuertes lazos con las repúblicas italianas, creándose un interés comercial más allá de
las materia primas, sobre todo del dinero. Los prestamistas florentinos, los más
destacados de la Corona, terminaron generando tensiones con los autóctonos.

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También Valencia fue un importante centro redistribuidor de productos foráneos
hacia los Reinos de Aragón y Castilla (paños languedocianos, especias...).

Fue ahora cuando en los zonas marítimas de Aragón aparecieron las primeras
técnicas y sociedades mercantiles, desde la dita, antecedente del cheque, a la sociedad
y comanda comercial, mientras los cambistas-banqueros garantizaban
financieramente las operaciones.

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TEMA IV: LAS TENSIONES POLÍTICO-SOCIALES EN LA SEGUNDA
MITAD DEL S. XIII Y PRINCIPIOS DEL XIV

1. LA CONFLICTIVIDAD SOCIOPOLÍTICA EN CASTILLA ENTRE LOS


SIGLOS XIII Y XIV: REINADOS DE SANCHO IV, FERNANDO IV Y
MINORÍA DE ALFONSO XI

Entre el siglo XIII y el XIV se pasa de una fase de crecimiento a otra de crisis.
Sucede en todas las monarquías y coincide en el tiempo con el fin de la Reconquista
(salvo Granada) y el auge de la nobleza frente a la Corona.

En 1275 murió Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X ‘El Sabio’, mientras


preparaba el ataque a los benimerines (invadieron la Península ese mismo año).

Planteó un problema sucesorio, pues Fernando tenía dos hijos, Alfonso y Fernando,
Infantes de la Cerda; pero la solución de Sancho, segundogénito de Alfonso X,
también era legal.

El Derecho Tradicional amparaba a Sancho, mientras las Partidas habían introducido


el derecho de primogenitura y situaba a Alfonso de la Cerda con preferencia.

En el lecho de muerte, Fernando de la Cerda, nombró tutor de sus hijos a Juan


Núñez de Lara, uno de los nobles más poderosos, para defender el derecho de sus
hijos.

Alfonso X, no sin dudas, acabo por designar heredero a su hijo Sancho (Cortes de
Segovia de 1276, Burgos 1276, Segovia 1278) por su experiencia política y su
capacidad militar, así como por el arraigo del Derecho Tradicional. Además recibió el
apoyo del señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, junto a nobles y Concejos de la
frontera.

Sin embargo la reina Violante, la mujer de Fernando, Blanca y los Infantes de la


Cerda se refugiaron en Aragón, ya que Violante era hermana de Pedro III. Los hijos
de Fernando serán una importante baza política para Pedro III.

Por otro lado, Felipe III de Francia, amenazaba con invadir Castilla para imponer a
su candidato, su sobrino Alfonso de la Cerda.

La invasión no se produjo porque Alfonso X se avino a negociar con Felipe III


(Bayona 1280). Alfonso X le prometió el Reino de Jaén a Alfonso de la Cerda a
cambio de vasallaje a Sancho.

El asunto se reabrió en las Cortes de 1281 en Sevilla, y se produjo la ruptura y


posterior enfrentamiento entre Alfonso X y su hijo Sancho, porque éste no quería
mermar su poder.

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El punto culminante serán las Cortes de Valladolid de 1282. Don Sancho había
conseguido el apoyo de muchos y poderosos señores del Reino, laicos y religiosos,
descontentos por la política intervencionista y centralista de Alfonso X. Hasta don
Dionís y Pedro III se le sumaron, junto a los Concejos.

Sancho convocó en Valladolid unas Cortes en 1282. Acordaron entregar el gobierno


a Sancho, así como las rentas y fortalezas del Reino, pero no el título real en vida de
su padre.

Alfonso X desheredó a su hijo. A partir de aquí, la situación de Sancho empezó a ser


inestable: incapaz de imponerse en la contienda civil, fue perdiendo seguidores.

En 1283 Alfonso X otorgó su primer testamento. En él disponía que su heredero sería


Alfonso de la Cerda y después su hermano Fernando, y si no tenían descendencia,
el Rey sería el monarca francés.

En 1284 otorgó su segundo testamento que completaba y confirmaba el primero,


ratificando el orden del anterior. En éste destacaba la donación a dos de sus hijos de
los Reinos de Sevilla y Badajoz (Infante don Juan) y el de Murcia (Infante don
Jaime), a título personal y vitalicio.

En 1284 murió Alfonso X ‘El Sabio’ en Sevilla. Antes perdonó a Sancho y le


permitió el acceso al Trono. El testamento de Alfonso X no se cumplió y el Infante
son Sancho fue Coronado en Toledo.

1.1 SANCHO IV ‘EL BRAVO’ (1284-1295)

Su acceso fue posible por los apoyos recibidos de la nobleza y del clero, y de las
hermandades surgidas en las ciudades y villas.

En 1282 se había casado por segunda vez con María Alfonso de Meneses (María de
Molina). Eran familiares y Martí IV exigió su separación bajo pena de excomunión.

Tres fueron los grandes problemas de Sancho IV:

1. Sujección de la nobleza.
2. Las conquistas del siglo XIII por Andalucía habían aumentado el poder de
la nobleza.
3. Pero la paralización de la Reconquista y el centralismo real de Alfonso X
deterioraron la situación nobiliaria, que inició la confrontación con la
Corona para recuperar su estatus.

Al frente de la nobleza se situó el Señor de Vizcaya, Lope Díaz de Haro,


mayordomo y alférez de Castilla, que actuó como un autentico valido.

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Su ambición le granjeó enemigos y finalmente su elección de Aragón para que el Rey
buscara la mejor alianza para conseguir la dispensa Papal le enfrentó a Sancho, que
prefería a Francia, que finalmente lo mandó apresar, pero Lope, lleno de ira se fue
contra el Rey, cuchillo en mano; al verlo, los ballesteros y caballeros presentes le
cortaron la mano y dándole con una maza en la cabeza, lo mataron (Alfaro 1288).
Sancho quería asumir la potestad regia sin cortapisas.

1.2 LOS INFANTES DE LA CERDA

Alfonso y Fernando no habían renunciado a sus derechos. Recibieron el apoyo de


Pedro III y Alfonso III de Aragón. Sancho IV, para contrarrestar esta alianza, firmó
con Felipe IV de Francia el Tratado de Lyon.

Felipe IV renunciaba a todo derecho sobre el Trono de Castilla y se comprometía a


conseguir la dispensa Papal.

A los Infantes de la Cerda se les exigía aceptar la soberanía del Reino de Murcia
con Ciudad Real.

La reacción de Aragón no se hizo esperar: Alfonso III proclamó a Alfonso de la


Cerda Rey de Castilla en Jaca. Su consecuencia fue el inicio de una guerra de
frontera entre Castilla y Aragón.

Poco después, Sancho IV y Felipe IV ratificaban el Tratado de Lyon, y además el


Rey francés retiró su amparo a los Infantes de la Cerda. Supuso un golpe casi
definitivo para los de la Cerda.

1. 3 LA LUCHA CONTRA EL ISLAM

El control del Estrecho era indispensable para evitar posible ataques de los
benimerines de África, interesados en controlar las dos orillas del Estrecho.

Sancho IV reintentó el plan de su padre de conquistar Algeciras. Para ello buscó la


alianza con Génova, que inició el bloqueo del Estrecho en 1291; y también un
acercamiento a Jaime II de Aragón, firmando el Tratado de Monteagudo en 1291,
asegurándose el apoyo aragonés contra los musulmanes, a cambio de determinar las
áreas de expansión en el Magreb (separadas por el río Muluya).

Sancho IV ocupó Tarifa en 1292, fue su éxito más importante. Dos años después los
benimerines trataron de recuperarla pero chocaron contra la resistencia de su alcaide,
Alfonso Pérez de Guzmán. Más tarde Sancho IV inició los preparativos para
conquistar Algeciras, pero su muerte por tuberculosis en 1295 lo frustró.

1.4 FERNANDO IV

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En 1296, el hijo de Sancho IV, Fernando, era proclamado Rey en Toledo. María de
Molina sería su tutora, pues Fernando contaba sólo 9 años.

En su reinado cabe distinguir dos etapas, separadas por la Sentencia Arbitral de


Torrellas (1304).

La primera fue una larga guerra civil: la minoría de edad, la nulidad matrimonial de
sus padre, la ambición de los nobles castellanos y el apoyo de Jaime II a los Infantes
de la Cerda, son los argumentos que se entrecruzaron en 9 años de guerra.

Hasta 1301, año de la mayoría de edad de Fernando, se vivió una intensa actividad
militar: la invasión de Castilla por Aragón, el cerco de Mayorga de Campos, la
entrada de Don Dionís de Portugal hasta Valladolid, los sitios castellanos de Paredes
de Nava y Ampudia en 1296-97, la derrota de Juan Núñez de Lara en Alfaro en
1299 y las campañas de Jaime II en Murcia, son los actos de armas más destacados.

Durante la guerra y el debilitamiento real, apenas sostenido por María de Molina, se


produjo una floración del movimiento hermandino. Estas hermandades concejiles se
convirtieron en plataformas de poder muy importantes, como se puso de relieve en
las Cortes de Cuellar en 1297.

Tras la proclamación de la mayoría de edad del Rey (1301) cesó la actividad militar y
empezó la diplomática, concluyendo en la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304).

Durante estos años la nobleza castellana se dividió en dos. Ambos se disputaban el


control sobre el Rey y el Reino. Estaban capitaneados por el viejo Infante don Juan,
tío de Fernando IV.

Jaime II supo sacar ventaja política de esta división y se convirtió en el protagonista


de la Sentencia de Torrella. Por esta sentencia Castilla firmó la paz con Aragón,
fijando una frontera común en Murcia, renunciando Jaime II a buena parte de sus
conquistas. A su vez Alfonso de la Cerda renunciaba a sus aspiraciones a cambio de
importantes compensaciones económicas.

En 1305 se inició una nueva etapa para Castilla, en la que se consumó el triunfo de la
nobleza.

En 1308 el Infante Don Juan tejió una alianza nobiliaria contra el Rey. En Grijota,
ese año, dieron a conocer al Rey sus exigencias, y éste se plegó a ellas, teniendo que
sustituir a sus oficiales por los de la nobleza. Su Gobierno iba a estar controlado por
la nobleza.

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La calma fue usada para iniciar negociaciones con Aragón, que culminaron con la
firma del Tratado de Alcalá de Henares (1308) que les vinculaba para acabar con la
Reconquista.

Sin embargo el balance final fue un estrepitoso fracaso, apenas paliado con la
conquista de Gibraltar. La nobleza fue la responsable directa.

Entre el levantamiento del sitio de Algeciras (1310) y la primavera de 1311, trató el


Rey de liberarse de la nobleza enfrentándose al Infante don Juan en Burgos. El plan
fracasó gracias a la ayuda de María de Molina.

Finalmente buscó la reconciliación con don Juan. La concordia ponía de relieve la


imposibilidad de imponerse a la nobleza y la dependencia del Rey hacia éstos.

La enfermedad de Fernando IV propició que la nobleza formara un frente unido


contra el Rey y alentara el descontento popular. Las muestras de desobediencia
nobiliaria son constantes. Don Juan, junto a otros, preparaba el destronamiento de
Fernando IV. Fue María de Molina la que evitó el trance.

Sin embargo, Fernando IV, no enterado, firmó un nuevo compromiso con la nobleza
en 1311 (Palencia) con el objetivo de hacer la guerra a los musulmanes. Las únicas
concesiones las hizo Fernando, aunque consiguió cierto margen de maniobra, al
conseguir la paz interior, para dedicarse a la guerra contra el Islam.

En 1312 en las Cortes de Valladolid, el Rey trató de recuperar la autoridad real


reorganizando la administración de Justicia. Era evidente la debilidad real ante la
imposibilidad de subordinar a la nobleza a las reformas, así que cedió ante los
Concejos y hermandades, y así abocetaron un amplio programa de reformas. Sin
embargo, estas Cortes, servían de testamento político de Fernando IV, pues murió
poco después, a los 26 años, dando al traste con la reforma.

1.5 LA MINORÍA DE ALFONSO XI Y EL MOVIMIENTO HERMANDINO


(1295-1325)

El heredero de Fernando, Alfonso XI contaba sólo 1 año, por lo que era necesaria
alguna tipo tutoría.

Se perfilaron dos facciones nobiliarias encabezadas, una por María de Molina y su


hijo, el Infante don Pedro; y la otra por el Infante don Juan y Juan Núñez de Lara.

Paralelamente resurgió el movimiento Hermandino, estimulado ahora por la nobleza,


para conseguir sus objetivos políticos.

A fines de 1312 los Concejos de León, Zamora, Salamanca, Astorga y otros más,
acordaron hacer Hermandad a favor del Rey.

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Cinco de éstos, en 1313 formaron una nueva hermandad, junto con el Infante don
Juan y otros señores. Esta facción nobiliaria, buscaba el control de los Concejos
hermanados para controlar las Cortes y así la tutoría del Rey.

Las Cortes de Palencia de 1313 contribuyeron a avanzar hacia una nueva guerra civil,
ya que separados por grupos de intereses, unos habían declarado tutor al Infante don
Juan y a su madre Constanza y otros a María de Molina y al Infante don Pedro.

María de Molina llegó a un acuerdo con las facciones en 1314 quedando como
tutores los Infantes don Juan y don Pedro, y ella misma tendría la custodia del Rey
niño.

El acuerdo fue ratificado en las Cortes de Burgos de 1315. En ésta, las diferentes
Hermandades, menos la andaluza, crearon una única Hermandad General (103
caballeros y más de 100 villas).

En las Cortes de Carrión de los Condes en 1316 se hizo por primera vez un examen
en profundidad de la situación de la Hacienda Real, que tenía un enorme déficit. Pero
la más importante fue la sencilla aprobación de las peticiones y acuerdos de la
Hermandad General, poniendo en evidencia su enorme poder político y consiguiendo
un elevado grado de control del gobierno de los tres tutores.

Durante las Cortes de Medina del Campo de 1318 dio la impresión de que las Cortes
iban a ser desplazadas por la Hermandad, pero al final no ocurrió.

En 1319 morían los Infantes don Pedro y don Juan en la vega granadina, derrotados
por los musulmanes. Quedaba como tutora única María de Molina, iniciándose
nuevas disputas por la tutoría de Alfonso XI. Éstas, provocaron la división de la
Hermandad en diversas facciones, perdiendo cohesión, al igual que ocurrió con la
Hermandad Andaluza.

En 1325, con 14 años, Alfonso XI fue declarado mayor de edad. Suprimió las
Hermandades debido a su peligroso intervencionismo y a su ambicioso proyecto
político centralista.

2. REPERCUSIONES INTERNAS DE LA POLÍTICA MEDITERRÁNEA DE


LA CORONA DE ARAGÓN: REINADOS DE PEDRO III ‘EL GRANDE’,
ALFONSO III ‘EL FRANCO’ O ‘EL LIBERAL’ Y DE JAIME II ‘EL JUSTO’.

2.1 PEDRO III ‘EL GRANDE’

En 1276 murió Jaime I ‘El Conquistador’ y fue sucedido por su hijo Pedro III ‘El
Grande’, buen diplomático y con experiencia política.

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En 1262 se casó con Constanza, hija del Rey de Sicilia. Sobre ella recayeron los
derechos sucesorios tras la muerte de su padre en 1268.

Este mismo año, el angevino Carlos de Anjou se apoderaba de la isla.

Pedro III, dentro del partido gibelino, defendía la superioridad real frente al Papa, y
era un declarado enemigo de Carlos, hijo del Rey de Francia. Contaba con
apoderarse de la isla, alineado con los descontentos con los franceses.

A principios del reinado, Pedro III tuvo que dominar a la nobleza catalana,
descontenta porque el Rey había aprobado el bovatge, un impuesto, sin convocar
Cortes (todavía no había jurado los Fueros).

Pedro III, con apoyo urbano, logró contener la revuelta, tras tomar la plaza fuerte
levantisca, Balaguer. Los rebeldes fueron perdonados, pues necesitaba su apoyo para
Sicilia.

En 1282 se produjeron las “Vísperas Sicilianas”, una revuelta general contra los
franceses. Los sicilianos ofrecieron la Corona a Pedro III que se aprestó a conquistar
la isla.

El 20 de agosto de 1282 la flota aragonesa derrotó a la angevina en Trapani y


Nicotera. Pedro III fue Coronado en Palermo. El Papa francés Martín V excomulgó
a Pedro III y poco después le declaró depuesto, ofreciendo la Corona de Aragón a
Carlos de Valois, otro hijo de Felipe III de Francia.

Así, Pedro III se vio en una situación difícil, agravada por la tensión entre la
nobleza, contraria a la empresa siciliana. Trató de reconducir la situación convocando
Cortes (Tarazona 1283), pero la nobleza le exigió que jurase los Fueros, usos y
costumbres, a lo que se negó.

Los nobles y algunos concejos constituyen la Hermandad de la Unión Aragonesa,


para defenderse del Rey si vulneraba los Fueros.

Las Cortes fueron trasladadas a Zaragoza y Pedro III tuvo que aceptar el Privilegio
General de la Unión, un programa de gobierno, en el que se definieron las relaciones
del Rey con los estamentos y con las 3 instituciones más importantes, el Consejo, las
Cortes y la Justicia de Aragón.

En 1283 Pedro III reunió las Cortes Catalanas. Se aprobaron unas Constitutions, en
sintonía con el Privilegio de Aragón. La nobleza reforzó su posición política, social y
económica frente a los campesinos, adscritos a la tierra, para liberarse debían pagar la
remensa.

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En Valencia Pedro III no tuvo necesidad de convocar Cortes y con un Privilegium
Magnum confirmó los Fueros y Privilegios del Reino.

Se cerraba así el camino hacia la unidad absoluta de los territorios de la Corona.

Entretanto sucedieron las victorias de Roger de Lauria al mando de la flota


aragonesa. En 1283 se apoderó de Malta, Gozo y Pantelaria.

En 1284 fue hecho prisionero el hijo de Carlos de Anjou, Carlos de Salerno, en una
batalla naval.

Carlos de Anjou murió en 1285. El Imperio Angevino fue destruido. El Rey de


Francia comprendió que la única esperanza era invadir Aragón. El Rey francés
obtuvo el Privilegio de Cruzada y lanzó un doble ataque, por tierra y por mar.

2.2 LA FLOTA FRANCESA FUE DERROTADA POR ROGER DE LAURIA

El ejército francés se apoderó de Gerona, pero la pérdida de la flota cortó sus líneas
de abastecimiento y apareció la peste. El propio Felipe III, infectado, ordenó la
retirada. El ejército francés fue derrotado y Felipe III muerto. Pedro III no pudo
saborear la victoria pues murió el 11 de noviembre de 1285.

2.3 ALFONSO III ‘EL FRANCO’ O ‘EL LIBERAL’

Hijo mayor de Pedro III, Alfonso III fue proclamado Rey con 20 años. Mandaba un
ataque contra su tío Jaime de Mallorca, que se había revelado cuando se enteró del
fallecimiento de su padre.

El primer problema de Alfonso III fueron las reclamaciones de la Unión Aragonesa.


No tuvo más remedio que firmar los Privilegios de la Unión (1287). En ellos Alfonso
III admitió la posibilidad del destronamiento real y el cambio dinástico si actuaba
contra la Unión. También la reunión anual de Cortes en Zaragoza y el nombramiento
por las Cortes de un Consejo Real para Aragón.

Convocó Cortes Generales en Monzón donde los estamentos aragoneses aprobaron


unas constituciones para:

1. Sanear las estructuras financieras y administrativas, estableciendo el control


de los funcionarios reales y tratando de evitar las corrupciones.
2. La indivisibilidad de la Corona de Aragón.
3. Se proclamó un Consejo Real para evitar los abusos de la Corona.

Las Cortes de Monzón marcaron el fin de la rebeldía unionista. El grado de


aceptación del programa fue puesto de manifiesto en las siguientes Cortes de
Zaragoza que sepultaban definitivamente el espíritu unionista.

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Los problemas no desaparecieron del todo, especialmente los conflictos fronterizos
con Castilla y Francia, y los ataques de Jaime de Mallorca. Sin embargo, la
situación interna favorable, iba a ser aprovechada por Alfonso III.

A través del Tratado de Tarascon o Brignoles de 1291, Alfonso III se comprometió a


ir a Roma para recibir el perdón del Papa y la revocación de la donación de su Reino
a Francia.

Se abría un paso esperanzador para la Corona de Aragón que fue bruscamente


interrumpido por la súbita muerte de Alfonso III en 1291 con 25 años.

Legó los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca y los condados catalanes a su


hermano Jaime, Rey de Sicilia, a condición de que éste renunciara a su Reino y lo
cediera a su otro hermano Fadrique.

2.4 JAIME II ‘EL JUSTO’ (1291-1327)

Jaime II ‘El Justo’ fue uno de los más grandes diplomáticos de la Corona de
Aragón. Dirigió deliberadamente sus estados hacia la expansión marítima. Para ello
buscó la alianza con Castilla (Tratado de Monteagudo de 1291).

Pero este tratado duró muy poco porque Sancho IV no podía renunciar a su amistad
con Francia. La devolución de la Infanta Isabel a Castilla fue el anuncio de ruptura
entre Castilla y Aragón.

Aprovechando el fallecimiento de Sancho IV y la crisis que la siguió, trató de


acercarse a Francia y solucionar el tema de Sicilia mediante el Tratado de Agnani
(1295). Jaime II se casó con Blanca de Anjou sellando la paz con los franceses.

Además renunciaba también a Sicilia, donde su hermano Federico se había


consolidado, pero obtenía de Bonifacio VIII los derechos para conquistar Córcega y
Cerdeña.

Renunciaba por último a anexionarse el Reino de Mallorca, devuelto a su tío Jaime


II como vasallo de Aragón.

Aunque el tratado no era favorable, se compensaba con las conquistas, el crecimiento


comercial y el afianzamiento de la Corona en el Mediterráneo.

Así Jaime II acercó posturas con Bonifacio VIII, con el que se comprometió a
defenderle de sus enemigos, incluido Federico de Sicilia, hostil al acuerdo de
Agnani, y que había sido proclamado Rey de Sicilia.

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Jaime II ‘El Justo’ atacó 2 veces Sicilia, destacando Roger de Lauria, pero sin
pretensiones de ocuparla.

En 1302 se firmó el Tratado de Caltabellota. Federico era aceptado como Rey en


vida, a su muerte la Corona sería para los angevinos, pero la realidad es que se
quedaría en manos aragonesas.

Tras esto los almogávares quedaron desocupados y el Emperador de Bizancio les


contrató (Andrónico II Paleólogo) para luchar contra los turcos.

39 galeras y 6.500 soldados capitaneados por Roger de Flor llegaron a


Constantinopla en 1303. Lograron algunos éxitos, pero despertaron los recelos
bizantinos.

Finalmente, la creciente influencia de Roger de Flor despertaron la hostilidad de


Miguel IX, hijo de Andrónico II y asociado al Gobierno del Imperio que le hizo
asesinar en Adrianópolis durante un banquete junto con más de un centenar de jefes
almogávares (5 de abril de 1305), y atacó posteriormente a las tropas almogávares.
Sin embargo, no sólo no pudieron acabar con ellos, sino que los supervivientes, bajo
el mando de Berenguer de Entenza, contraatacaron y arrasaron todo cuanto
encontraron a su paso en Tracia y Macedonia (hechos conocidos como Venganza
Catalana). En 1311 arrebataron a los franceses el ducado de Atenas, que mantuvieron
durante 70 años. Finalmente, en 1318 crearon los ducados de Atenas y Neopatria,
nominalmente dependientes de la Corona de Aragón. Ambos ducados, incorporados
al Reino de Pedro IV, se convirtieron en las dos grandes bases de Aragón en el
Mediterráneo Oriental.

En 1323 Jaime II ordenó la conquista de Cerdeña. Las operaciones las dirigió el


futuro Alfonso IV, que acababa con el dominio de Pisa y abría para la Corona de
Aragón importantes expectativas.

Aseguraba el control de las rutas occidentales; garantizaba el abastecimiento de trigo


de Aragón; la isla se convertía en un importante mercado para la artesanía aragonesa
y la monarquía se quedaba con el monopolio de las minas.

Jaime II trató de establecer relaciones estables con Marruecos y Tremecén para


intensificar el comercio y asegurarse el oro del desierto. Pero a partir de 1314 la
amenaza benimerín cambió la situación.

Jaime II mantuvo buenas relaciones con Sancho IV de Castilla, llegando a


comprometer a sus hijos en matrimonio. Pero con la muerte de Sancho se rompió el
compromiso, alegando que el Papa no entregaba las dispensas.

A partir de aquí Jaime II se convirtió en patrocinador de la candidatura de Alfonso


de la Cerda al Trono de Castilla, contando con el apoyo de Francia, Granada, Sicilia

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y Portugal. Sin embargo Jaime II fracasó en su intento de invasión del interior de
Castilla debido a que la peste diezmo a sus tropas (1296).

Si cosechó un importante éxito en la conquista de Murcia.

A través de la Sentencia Arbitral de Torrellas y después del Tratado de Elche (1305)


se modificaba la frontera, asegurando la soberanía aragonesa al Norte del río Segura.

En 1308 ambas Coronas firmaron el Tratado de Alcalá de Henares para impulsar de


nuevo la Reconquista a costa de Granada.

Castilla atacaría Algeciras y Gibraltar, y Aragón, Almería. El esfuerzo económico era


importante, no así los resultados que se redujeron a la conquista castellana de
Gibraltar (1309). La defección de la nobleza castellana del sitio de Algeciras supuso
la retirada de Jaime II de Almería.

Jaime II fue un político prudente, siempre respetuoso de las leyes y usos, para evitar
perder apoyos. Estableció una formula de equilibrio, compartiendo el poder con la
nobleza, clero y Concejos; estableciendo las Cortes como órgano frecuente
asambleario.

En 1319 Jaime II promovió el Privilegio de Unión (Cortes de Tarragona)


consagrando la indivisibilidad de los 3 Reinos. Se creó el arzobispado de Zaragoza
como sede de Aragón.

Jaime II estuvo siempre atento al progreso cultural de sus Reinos. En 1300 creó el
Estudio General de Lleida y en 1317 la Orden Militar de Montesa.

Jaime II falleció en Barcelona en 1317. Le sucedió su hijo Alfonso IV.

3. EL REINO DE PORTUGAL: LA OBRA DE DIONÍS (1279-1325)

Dionís Portugal nació en 1261 y era hijo de Alfonso III y Beatriz de Portugal.
Recibió una esmerada educación, hombre de Estado y de gran cultura, fomentó el uso
de la lengua portuguesa.

En 1279 iniciaba su largo y fecundo reinado (46 años). Con él Portugal conoció un
sostenido crecimiento en todos los sentidos y fue un hito decisivo en la historia
medieval portuguesa.

Dionís era hijo ilegitimo y ese fue el argumento para algunos nobles y obispos,
encabezados por el Infante Alfonso, para iniciar revueltas contra el Rey en 1281 y
1287. La verdadera razón era la política centralista de Dionís, apoyado en la
burguesía de Lisboa y Oporto.

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Uno de los instrumentos utilizados por Dionís para conocer los bienes y derechos
monárquicos fueron las inquiriçoes (Alfonso II). Pretendía conocer los abusos
nobiliarios y eclesiásticos, para devolver los derechos y tierras a jurisdicción real.

Las Cortes de Lisboa y Guimaraes de 1286 impulsaron la realización de inquiriçoes


para recuperar rentas reales perdidas y así aliviar la fiscalidad de villas y ciudades de
realengo.

Dionís recibió un Reino rural y arcaico, y lo transformó abriéndolo a la navegación y


al comercio. Expresión de esto fue el reconocimiento de una agrupación de
mercaderes (1293). Se le conoció como “Rey labrador” por su preocupación por el
campo. Merece destacar una ley por la que los nobles no perderían sus tierras si las
trabajaban directamente, o la política de asentamiento de nuevas familias por medio
de enfiteusis, el apoyo a la construcción naval, ferias, etc.

En 1288 creó el Estudio General de Lisboa para depender de Salamanca o Valladolid.


Siempre fomentó la lengua portuguesa con traducciones. Su Corte fue uno de los
centros más importantes de la Península.

En 1289 y 1292 llegó a un acuerdo con la Iglesia para recuperar bienes y ventas. En
el Norte prestó gran servicio a los monasterios, al protegerlos de los abusos de sus
patronos laicos.

A partir de 1295 Dionís intervino en los asuntos castellanos, apoyando a Jaime II de


Aragón, al Infante Don Juan o a los Infantes de la Cerda.

La firma del Tratado de Alcañices entre Castilla y Portugal supuso el establecimiento


de una frontera casi definitiva. Supuso uno de los grandes éxitos diplomáticos de la
Historia.

Para Castilla era más un Tratado de paz en el que a cambio de algunas plazas
conseguía el fin del apoyo a Don Juan en su reivindicación del Reino de León,
sancionado con el matrimonio de Fernando IV con Constanza, hija de Dionís.

En 1312 creó la Orden de Cristo con los restos del Temple.

Su política de fortalecimiento real se apoyó en las concepciones del Derecho Romano


y en el desarrollo de la burocracia estatal, lo que causó varias defecciones nobiliarias,
encabezadas unas por su hermano Alfonso o por su hijo, también Alfonso, celoso
éste por la preferencia del Rey por sus bastardos.

Los problemas de Dionís con la nobleza salpicaron todo el reinado, en 1281, 1287 y
1299, pero especialmente al final, que se extendió durante 5 años una verdadera
guerra civil que le enfrentó con su hijo.

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Dionís murió en Santarem en 1325.

4. NAVARRA EN LA ÓRBITA FRANCESA

En 1274 murió Enrique I tras un breve reinado, planteando un grave problema


sucesorio. La heredera era Juana I, de un año de edad, y su Regente, su madre
Blanca de Artois.

La mayor dificultad era encontrar un Gobernador General que suscitara un consenso.


Fue elegido Pedro Sánchez de Monteagudo. En el acto de jura, los Concejos
constituyeron una Hermandad para dar garantía de las promesas del Gobernador.

Los Reinos vecinos trataron de sacar provecho de la minoría de Juana I para


extender su influencia por Navarra.

Los descarados intentos de Castilla y Aragón llevaron a Blanca de Artois a concertar


el matrimonio de la Reina niña con uno de los hijos de Felipe III de Francia sin
consultar a los demás estamentos del Reino. Francia se hizo cargo de la defensa de
Navarra frente a Castilla y Aragón.

La primera consecuencia fue la caída del Gobernador General, sustituido por un


francés, Eustaquio de Beaumarchais. Su falta de tacto le suscitó la oposición de los
navarros, especialmente en Pamplona, lo que causó una importante crisis en la
Gapital.

El Gobernador francés se refugió en los burgos de francos a la espera de los ejércitos


del Rey de Francia. Estos penetraron en Pamplona causando graves daños, así como
en otros núcleos de resistencia.

A partir de aquí, Navarra quedó sometida al Rey de Francia, que rigió los destinos a
través de Gobernadores provistos de amplios poderes, convirtiéndose en un apéndice
de Francia, que a su vez apoyaba a los Infantes de la Cerda contra Castilla.

En 1284 Juana I contrajo matrimonio con Felipe IV ‘El Hermoso’ que sucedía a su
padre en 1285. Felipe IV mantuvo el sistema de Gobernadores de su padre. Tanto
Felipe como Juana, ambos criados en París, fueron vistos como extraños. En
Navarra no residieron nunca.

No sorprende que en varios sectores nobiliarios, ricoshombres e infanzones, surgiera


un progresivo movimiento de oposición a las intromisiones francesas.

En 1305 murió Juana I. los navarros descontentos con la administración francesa,


intentaron desligarse de Francia.

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En 1305 las Cortes de Navarra llamaron a Luis Hutín ‘El Testarudo’, primogénito
de Juana I y Felipe IV para que acudiera a Navarra. Juró los fueros en 1307 y tras un
reconocimiento del Reino, regresó a Francia, nunca más volvió. Durante su breve
estancia reforzó la presencia francesa, imponiendo castigos a los rebeldes.

Tras morir Felipe IV en 1314, Luis fue también Rey de Francia, aunque por poco,
pues falleció en 1316.

Se volvía a plantear otro grave conflicto sucesorio pues no se respetaron los derechos
de Juana, la hija pequeña de Luis, y fue su hermano Felipe V el nuevo Rey de
Francia y Navarra (Felipe II).

Felipe murió en 1322 sin descendencia. En Francia fue reconocido Carlos ‘El
Hermoso’, pero Navarra prefería hacer valer los derechos de Juana, hija de Luis
Hutín. Finalmente Carlos juró como Rey, más por fuerza que por agrado.

Los Reyes de Francia de la dinastía Capeta gobernaban Navarra a distancia, a través


de Gobernadores con amplios poderes. Uno de las principales ocupaciones era la de
controlar el orden público tratando de evitar acciones de juntas o ligas nobiliarias o
de villas.

Evitaron los conflictos bélicos con los Reinos vecinos y se esforzaron en mantener la
seguridad de las fronteras, especialmente en Álava y Guipúzcoa.

La sede episcopal de Pamplona estuvo ocupada por prelados franceses nombrados


por los Papas de Aviñón, de acuerdo con los Reyes de Francia, y que muchas veces
permanecieron ausentes.

En 1328 murió Carlos ‘El Hermoso’ sin descendencia masculina ni hermanos, lo


que facilitó la separación de Navarra.

Las Cortes de Pamplona de 1328 eligieron a Juana II, Hija de Luis Hutín, y casada
con Felipe III de Evreux. Juana y Felipe juraron los Fueros en Pamplona en 1329 y
las Cortes aceptaron que el marido ejerciera el Gobierno en nombre de su mujer.

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TEMA V: CONFLICTOS POLÍTICOS EN LOS REINOS HISPANICOS Y EL
TRIUNFO DE LAS MONARQUÍAS EN LA PRIMERA MITAD DEL S. XIV.

1. EL FORTALECIMIENTO DE LA MONARQUÍA EN CASTILLA: EL


REINADO DE ALFONSO XI.

Alfonso XI se sentó en el Trono en 1325 tras una larga minoría en la que el Reino
estuvo dividido en facciones personalizadas en los tutores. Éste fraccionamiento lo
que acabó causando fue la emigración, especialmente de judíos, a otros Reinos
peninsulares más tranquilos. Las largas Cortes de 1325 tenían como objeto poner
orden en el Reino.

A cambio de satisfacciones económicas, se exigió que fueran alejados de la cúpula de


poder y se buscó limitar la autoridad monárquica mediante la petición de un mayor
porcentaje de representantes urbanos en el Gobierno y la Justicia, controlar la
Cancillería, mantener los derechos de las Hermandades, etc.

El Rey tendría que dominar a los nobles, poner coto a las injerencias de las ciudades
en el gobierno y poner de su lado a los judíos, los únicos dispuestos a colaborar como
gestores, recaudadores y prestamistas.

1.1 DOMEÑANDO A LA NOBLEZA

Puede afirmarse que Alfonso XI, siempre que pudo, buscó el acuerdo con el
estamento nobiliario castellano; es más, siempre pensó que los caballeros eran el
grupo social más importante de Castilla e intentó atraerlos a su servicio dotándolos y
exaltando los ideales caballerescos.

El problema reside en que éstos también sabían de su importancia, especialmente


para empresas militares, y por ello exigían del monarca puestos de gobierno, bienes,
etc.

Pero en un contexto de alza de precios, los nobles eligieron el camino de la revuelta


para conseguir compensaciones. Aunque también, al conseguir sus reivindicaciones
aceptaron el acuerdo y la potestad regia. Se trataba de encontrar un equilibrio.

Cuando en 1325 Alfonso XI alcanzó la mayoría de edad, buscó el sostén del partido
encabezado por el Infante don Felipe, que recogía los apoyos con los que contó
María de Molina. Esta decisión produjo malestar en dos personajes claves para la
gobernabilidad del Reino: don Juan ‘El Tuerto’ y don Juan Manuel. Por ello el Rey
intentó negociar con ellos.

Logró convencer a don Juan Manuel comprometiéndose con su hija Constanza,


pero con don Juan ‘El Tuerto’ las cosas tomaron mal cariz. Tras un intento de

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brindarle condiciones de paz, Alfonso XI tomó una cruda decisión y poco más tarde
don Juan era asesinado por instigación real.

En 1326 un bastardo de don Dionís invadió Castilla y en 1327 se desarrolló la


primera campaña contra Granada, conquistando varias plazas fuertes, y ambas
paralizaron la revuelta de don Juan Manuel.

Pero Alfonso XI y Alfonso IV para acabar con las disputas acordaron que el Rey
castellano se casaría con la hija del portugués, rechazando por tanto a Constanza
Manuel. Mientras, don Juan Manuel se preparaba para la revuelta, recabando
apoyos entre sus parientes aragoneses.

Mientras un ejército real cercaba a don Juan Manuel, se unían a su causa Valladolid,
León, Toro y Zamora, descontentas por el gobierno abusivo de Alvar Núñez de
Osorio, conde de Trastámara.

Alfonso XI exoneró al Trastámara e inició negociaciones con Alfonso IV de


Aragón. Pero Osorio, disgustado, acudió a ponerse al servicio de don Juan Manuel.
Alfonso XI optó por asesinarlo y confiscar sus bienes.

El Rey aragonés, ocupado en Cerdeña, decidió acercar posturas con Castilla y


concertó su matrimonio con Leonor, hermana de Alfonso XI.

Don Juan Manuel, abandonado por sus aliados, decidió deponer las armas en 1330 y
fue perdonado.

En 1331 acontecían dos episodios importantes en la vida del Rey:

1. Conoció a Leonor de Guzmán, a la que convirtió en su amante y que


actuó como si fuera la propia reina, suplantando a María de Portugal,
madre de Pedro I, el heredero.
2. Por otro lado recibió la sumisión y homenaje de Alfonso de la Cerda, lo
que puso fin a una larga querella sucesoria.

Sin embargo, el problema con María de Portugal, enfrió las buenas relaciones con
Alfonso IV de Portugal.

Por otro lado la herida de la nobleza seguía abierta y en 1332 la Cofradía de la


Hermandad de Álava encendió la chispa, al no aceptar a más señor que el Rey.
Alfonso XI lo aprovechó y puso de su parte a la nobleza alavesa.

En 1333 los benimerines tomaron Gibraltar causado por la actitud de rebeldía de la


nobleza. Alfonso XI decidió aplicar sanciones importantes. Juan Núñez fue asediado
por las huestes reales y el escurridizo don Juan Manuel se hizo vasallo de Alfonso
IV de Aragón mientras buscaba la alianza con Alfonso de Portugal.

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Ambos nobles y el Rey decidieron negociar. Los nobles sacaron un gran acuerdo al
Rey, especialmente don Juan Manuel que obtenía el gran Señorío de Villena y se
intitulaba Infante.

Sin embargo era un paréntesis. Cuando el pleito sucesorio aragonés llegó a su cenit,
la reina Leonor se refugió en Castilla con sus hijos.

Don Juan Manuel decidió formar una gran coalición contra Alfonso XI, junto a
Alfonso IV de Portugal (asunto de María de Portugal) y con Pedro IV de Aragón,
preocupado por la ayuda de Castilla a Leonor y sus hijos.

Alfonso XI afrontó la crisis con determinación: inmovilizó a Juan Núñez en Lerma


y asfixió a don Juan Manuel en Peñafiel; detuvo al ejército portugués en
Extremadura y realizó dos incursiones en Portugal en 1337.

Los dos magnates se rindieron y hasta su muerte en 1350, Alfonso XI pudo gobernar
sin oposición seria de la nobleza.

En las Cortes de Burgos de 1338, el monarca, junto a los sublevados, ordenó la


reconciliación y la pena de muerte para los que atentaran contra la paz. También
estipuló los sueldos de nobles, caballeros y peones, entre otras decisiones. En
definitiva un estatuto para el estamento militar. Que estipulaba su sueldo,
incrementado en 1348 para evitar nuevas protestas.

1.2 EL DOMINIO SOBRE CIUDADES Y CORTES

Alfonso XI desde que llegó al Trono en 1325 inició una labor erosiva para disminuir
el alcance de los Fueros y a cambio ir imponiendo a sus propios representantes en
cada núcleo urbano. El primer golpe a cualquier resistencia, fue en 1325 prohibiendo
la Hermandad General. Sólo la actitud de Alvar Núñez consiguió que se sublevaran
algunos núcleos importantes, pero que no pudieron imponer sus objetivos al Rey.

En las Cortes de 1329, el Rey llegó a un acuerdo con las ciudades, con el
nombramiento de oficiales, respeto a Fueros y privilegios, impedir injerencias y
abusos nobiliarios, etc. pero fue intransigente en los intentos de poner límite a su
autoridad o a la de las arcas.

Las Cortes de Madrid de 1339 (ya sometida la nobleza) concedieron con docilidad los
subsidios requeridos. Aun con todo el Rey nombró Alcaldes Veedores, que siguieron
en sus puestos a pesar de las protestas. Sólo en 1345 el Rey aceptó pagar sus salarios
por la grave crisis que sacudía al Reino.

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Este dominio de las Cortes se debe principalmente a la sumisión nobiliaria, como lo
demuestran los cuadernos aprobados en las Cortes de Alcalá en 1348, demostrando el
triunfo de la monarquía.

En sucesivas normas aprobadas en las Cortes, se observa que Alfonso XI jugaba a su


favor con los conceptos feudales del poder de raíz escolástica y con las nuevas
nociones neoaristotélicas del siglo XIII.

Alfonso XI quería obligar a los señores a acompañarle en la guerra y la paz,


reservándose como regalía la Administración de Justicia en el caso de que los señores
no obedecieran, al igual que ocurrió con la acuñación de moneda, que sólo sería
válida la acuñada por el Rey.

Otra clara manifestación del triunfo monárquico fue la implantación de las Partidas
de Alfonso X, que con el Ordenamiento de Alcalá de 1348 fue calificada
oficialmente como norma jurídica para todo el Reino, primer intento de crear una
unidad legislativa y que pasó a ser la tercera fuente jurídica (1º leyes de Alfonso XI y
2º fueros).

1.3 LA POLÍTICA EXTERIOR Y LA BATALLA DEL ESTRECHO

Hasta 1338 la política exterior de Castilla estuvo condicionada por los problemas
internos.

Las relaciones con Portugal fueron amistosas, salvo la situación de tensión provocada
por la unión de Alfonso XI con Leonor de Guzmán y el consiguiente abandono de
María de Portugal.

En esos periodos de tensión, la opción de Alfonso IV de Portugal era aliarse con


don Juan Manuel y Juan Núñez y atacar la frontera castellana.

Pero una vez la nobleza fue domeñada y los portugueses derrotados en Villanueva de
Barcarrota, los contactos pacíficos se reanudaron entre ambos Reinos. Alfonso IV
ayudó a su yerno en las campañas contra los musulmanes, como en la campaña de
1340 que culminó en la Batalla del Salado.

Con Aragón en un principio las relaciones fueron cordiales, pero el matrimonio de


Leonor de Castilla con Alfonso IV ‘El Benigno’ ensombreció el buen
entendimiento.

A la muerte del Benigno en 1336, Pedro IV ‘El Ceremonioso’ y Leonor se


disputaron el Trono, al defender ella los derechos de sus hijos, iniciándose los
enfrentamientos entre castellanos y aragoneses.

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Todo ello no impidió que Aragón participase, a cambio de importantes dividendos, en
las contiendas con los musulmanes, enviando flotas al Estrecho.

Respecto a las relaciones con otros Reinos, Castilla vivió las primeras etapas del
conflicto de la Guerra de los 100 años. Por la importancia que había alcanzado
Castilla en el comercio atlántico, especialmente el ganadero, tanto Francia como
Inglaterra intentaron atraerse a Alfonso XI. Pero éste no se comprometió en los
conflictos, sacando el mayor beneficio posible, y dejando que algún bando contratase
naves de la costa cantábrica.

Por otro lado, Alfonso XI estaba contra la espada y la pared, pues los nobles y el
clero preferían a Francia y sus súbditos vascos a Inglaterra.

El punto álgido se alcanzó en 1345 cuando la contienda favorecía a Francia y


Alfonso XI firmó un tratado con Felipe VI. La razón de fondo era la protección
exterior para Leonor de Guzmán y sus hijos. Incluso llegó a planear el matrimonio
del Príncipe heredero Pedro con Blanca de Navarra, nieta del Rey de Francia.

Sin embargo Francia en 1346 fue brutalmente derrotada en Crecy, y Alfonso XI se


echó atrás con el tratado pues en 1347 los ingleses igualaban la oferta, a cambio de
que Castilla llevara su flota al Canal. Finalmente no se llevó a cabo porque Juana
Plantagenet murió de peste en el trayecto.

Pero si Alfonso XI es recordado fue por su triunfo en la dura Batalla del Estrecho
contra los musulmanes.

En 1330 Teba y una serie de reductos menores fueron conquistados durante una
Cruzada que casi reunió a representantes de todo el Occidente Cristiano. Esta
circunstancia motivó que el nazarí Muhammad IV buscase ayuda de Marruecos y en
1333 el benimerín Abd al-Malik puso cerco a Gibraltar.

Alfonso XI reunió un ejército para levantar el sitio, llegó tarde, y aunque la sometió a
sitio, tuvo que retirarse y firmar una tregua con marroquíes y granadinos hasta 1338.

Durante este tiempo prepararon sus fuerzas para el enfrentamiento definitivo. El


primer paso lo dieron los norteafricanos. Sin renovar treguas, en 1334 Abd al-Malik
desembarcó en la Península y se dedicó a saquear las tierras del Bajo Guadalquivir.

Los castellanos, ayudados por la flota aragonesa, derrotaron a la flota musulmana,


cortando la comunicación de Abd al-Malik con Marruecos, saliendo a su encuentro,
derrotándolo y matándolo.

Entonces el Sultán Abu-l-Hassán pasó también a la Península y puso sitio a Tarifa.

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En 1340 la flota castellana del almirante Jofré Tenorio fue derrotada, y su
comandante apresado y decapitado, dejando como provisionales dueños del mar a los
musulmanes.

Durante todo el verano Tarifa resistió, mientras Alfonso XI reunía sus huestes en
Sevilla y esperaba a Alfonso IV de Portugal.

El 30 de Octubre los cristianos vencían en el Salado a marroquíes y granadinos.

Alfonso XI pasó entonces a la ofensiva. En 1341 conquistó Alcalá la Real, la llave de


Castilla hacia Granada, entre otras plazas.

En 1342 decidido a terminar el problema del Estrecho, sitió Algeciras. La conquistó


en 1344. Yusuf I de Granada intentó recuperarla pero fue derrotado. Con Algeciras
en su poder, Alfonso XI trató de recuperar Gibraltar, pero en 1350, mientras asediaba
la plaza, moría debido a la peste que plagaba el lugar.

2. LA CORONA DE ARAGÓN: LA LUCHA POR EL DOMINIO DE


CERDEÑA, LA DERROTA DE LA UNIÓN Y LA INCORPORACIÓN
DEFINITIVA DE MALLORCA.

El sostén de Cerdeña frente a Génova y la reincorporación de Sicilia y Mallorca


fueron los objetivos principales de Alfonso IV ‘El Benigno’ y Pedro IV ‘El
Ceremonioso’. Solo Mallorca sería incorporada, pero Pedro IV sentó las bases para
que Sicilia volviera a la Corona a finales de siglo.

2.1 LA LUCHA POR EL DOMINIO DE CERDEÑA

Con la caída de Pisa, la alianza aragonesa-genovesa iba a tornarse en profunda


enemistad. Desde el momento de la conquista de Cerdeña se iniciaron las
sublevaciones instigadas por Génova.

Fue una sucesión de contiendas de carácter mercantil, hostilidades en las que las
acciones corsarias se convirtieron en algo usual.

El interés aragonés residía en la protección del tráfico de mercancías y mantener


abiertas las rutas de trigo procedentes de Sicilia y Cerdeña. Este fue el punto débil
que explotó Génova, bloqueando los puertos de la isla y la ayuda siciliana. El éxito
del plan, junto a los desastres climáticos de la Península, dieron lugar a escasez y
subida de precios de cereales y a alborotos en 1333.

Dos linajes sardos, antes aliados, los Oria y los Malaspina, fueron la punta de lanza
de Génova en la sublevación de Sassari.

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La dura represión aragonesa desató una guerra abierta contra los ligures, renovándose
los viejos enfrentamientos entre Güelfos y Gibelinos, solo que ahora Aragón
defendía a los primeros.

En 1330 Aiton Doria bloqueó Cerdeña.

1331, los aragoneses atacaron las costas de Savona.

No obstante los problemas eran evidentes para Aragón. Se observa en el gran


esfuerzo que costó armar la flota de Ramón de Cardona en 1332. Problemas a los
que se sumó la activa labor pirática genovesa y la pérdida de Terranova, que
significaba la pérdida del Norte de Cerdeña.

La situación se volvió tan peligrosa que la estrategia se desdobló, por un lado


conseguir el auxilio de la rama aragonesa siciliana y por el otro el conseguir la tregua
con el Papa y Génova, hecho que se produjo en 1336 con Pedro IV.

Los Oria y los Malaspina siguieron alterando la Isla. En 1347 se inició una revuelta
encabezada por Mariano IV, juez de Arbórea, y sostenida con dinero de Génova,
aunque finalmente fracasó en el asedio de Sassari (1349).

Pedro IV, que ya había vencido a la Unión, comenzó a buscar aliados contra los
genoveses: una rama de los Oria, con Pisa y firmó un tratado con Venecia en 1351,
aunque también implicaba rivalizar con Castilla, aliada de Génova.

En 1353 galeras de Aragón, Bizancio y Venecia derrotaron una flota genovesa ante
Constantinopla. Pedro IV exigió la devolución de territorios ocupados antes de
sentarse a negociar.

El Ceremonioso solicitó ayuda a sus súbditos en todos los lugares: Sicilia, Atenas y
el Imperio de Oriente. Genova temió perder la guerra y se puso bajo la protección de
los Visconti de Milán. A pesar de la superioridad marítima, en tierra los aragoneses
no conseguían imponer la paz en Cerdeña.

Pedro IV se puso al frente de la campaña de 1354 de Alghero y fue repoblada por


súbditos de la Corona de Aragón.

El último foco de resistencia fue Mariano IV de Arbórea que se rindió en 1355.

En 1358 y 1368 estallaron nuevas revueltas, cuando Aragón se enfrentaba a Castilla y


Pedro IV no pudo intervenir en la isla.

El Ceremonioso aceptó que para apuntalar Cerdeña debía incorporar Sicilia, medida
apoyada por la reina Leonor, hermana de Luis y Fadrique, depositarios del Trono

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Siciliano. Pedro IV consiguió casar a su hija Constanza con Fadrique y expulsó a
los angevinos.

En 1377 Fadrique murió sin descendencia y Pedro IV fue reconocido como


monarca de Sicilia, momento elegido también para que los ducados de Atenas y
Neopatria le prestaran homenaje.

2.2 LA REINCORPORACIÓN DEL REINO DE MALLORCA

El Reino de Mallorca, además de las Baleares, lo integraban también Montpellier, y


los condados de Rosellón y Cerdaña, conquistado por Jaime I, y entregado de forma
independiente a su hijo Jaime II.

Pedro ‘El Grande’, Rey de la Corona de Aragón pretendía ejercer sobre su hermano
una autoridad feudal. Por ello Jaime II se alió con Felipe III de Francia, enfrentado a
su vez con Pedro III por Sicilia.

Tras la victoria aragonesa se reincorporó el Reino de Mallorca y en 1298, Jaime II


recuperó su Trono al prestar homenaje a Pedro ‘El Grande’.

A pesar de los intentos de Jaime II por fomentar actividades ajenas al comercio, y de


haber conseguido predominio mercantil en el Norte de África, la dependencia
comercial y bélica de Aragón convirtió en objetivo fijo el liberarse de la pesada tutela
aragonesa.

Cualquier guerra en el Mediterráneo provocaba carestía en la Isla. Junto a los piratas


y a los problemas climáticos, se explica el descenso de población antes de la peste.

Durante el reinado de Sancho I de Mallorca, las relaciones entre Mallorca y Aragón


fueron pacificas pese a los intentos del aragonés para proclamarse heredero de
Sancho (sin herederos).

Finalmente nombró sucesor a Jaime III: en su minoría hubo altercados aprovechados


por Jaime II y Alfonso III para crear un partido proclive a reintegrar Mallorca en
Aragón.

Al agudizarse la crisis, Pedro IV decidió destituir a Jaime III con la excusa de


permitir la circulación de moneda extranjera en el Rosellón.

Pedro IV ocupó las Islas en 1343 sin demasiada resistencia y comenzó campañas
contra el Rosellón.

Jaime III intentó reconquistar la Isla por las armas en 1349. El fracaso le costó la
vida y la prisión de su hijo Jaime IV hasta 1362.

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Jaime IV de Mallorca, Rey sin Reino, siempre que pudo se alió con los enemigos de
El Ceremonioso. En 1363, combatía con Pedro I de Castilla contra Aragón. En 1364
junto a Enrique II de Trastámara volvió a atacar Aragón.

Cuando murió en Soria cedió sus derechos a su hija Isabel que se los cedió a su vez a
Luis de Anjou, que atacó a Juan I en 1389 y luego a Martín I, pero Mallorca
ya no se volvieron a separar de Aragón.

2.3 LA GUERRA CONTRA LA UNIÓN

En el siglo XIII la sublevación de unionistas aragoneses había sido provocada por dos
factores:

1. Ampliación de dominios y derechos de la nobleza.


2. Colocar la Corona de Aragón bajo control directo, evitar injerencias
castellanas, y extender la autoridad aragonesa.

Doblegadas pero latentes, estas pretensiones resurgieron en el siglo XIV.

Cuando Alfonso ‘El Benigno’ y Leonor de Castilla contrajeron matrimonio, las


elites se dividieron entre los partidarios del monarca y los del primogénito Pedro ‘El
Ceremonioso’.

Al apoyar Aragón a éste último, la alta nobleza creyó conseguir sus objetivos cuando
Pedro ‘El Ceremonioso’accedió al Trono.

Cinco años después, la Familia Real aprovechó el descontento de la nobleza


aragonesa para anular una decisión del monarca. La Unión resurgió. El casus belli
oficial de la sublevación fue la elección de Constanza, hija de Pedro IV, como
heredera del Trono, resolución que chocaba con el Derecho Aragonés. Pero la razón
de fondo era la insatisfacción nobiliaria aragonesa que fue usada por los familiares
del Rey, perjudicados por el nombramiento: son Jaime de Urgell, hermano del rey, y
Fernando, hijo de Leonor de Castilla y hermanastro del Rey.

El conflicto se inició en 1346 cuando los juristas resolvieron el nombramiento a favor


de Pedro IV y en 1347 destituyó a Jaime como Lugarteniente del Reino. Para evitar
que reuniese partidarios le prohibió entrar en algunas ciudades. Pero Jaime de Urgell
reunió a los nobles en Zaragoza. Los nobles resucitaron la Unión y la extendieron a
Valencia gracias al apoyo de Fernando.

Fracasaron a la hora de sublevar Mallorca, pero exigieron que sus privilegios fueran
admitidos tras derrotar al Gobernador de Valencia y al de Aragón.

Pedro IV aceptó las exigencias de los unionistas y se trasladó a Valencia, donde fue
derrotado en Játiva y Bétera y debiendo confirmar los privilegios de la Unión.

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También tuvo que reconocer a Fernando como heredero si continuaba sin
descendencia (Jaime de Urgell había muerto).

Los nobles se sentían tan victoriosos que la persona del Rey no fue respetada. El
Domingo de Pasión de 1348 estalló un tumulto y los amotinados asaltaron el Palacio
del Rey. Aunque ‘El Ceremonioso’ ganó cierta adhesión popular al enfrentarse a la
rebelión con valor, la figura del soberano había llegado al punto más bajo.

La epidemia de peste que comenzaba a asolar Valencia le permitió escapar y reunirse


con los adeptos que asediaban Barcelona. Pedro IV ‘El Ceremonioso’ (o ‘El del
Punyalet’: ‘El del Puñalito’, debido a un puñal que solía portar) juró destruir la
Unión.

Cuando una hueste unionista atacó Épila, las huestes realistas salieron al encuentro y
los aplastaron (1348). El Infante don Fernando pudo huir a Castilla y evitar la
muerte.

En unas nuevas Cortes en Zaragoza, Pedro IV quemó los privilegios de la Unión. La


nobleza no había sido del todo derrotada, ya que un grupo de nobles aragoneses que
ayudó al Rey fue recompensado.

‘El Ceremonioso’, viudo por segunda vez, se casó con Leonor de Sicilia, hermana
del Rey Fadrique en 1349 y en 1350 nació Juan (I), el heredero.

2.4 REINO DE PORTUGAL: ALFONSO IV

Durante la primera mitad del siglo XIV la nobleza portuguesa se parecía en sus
actuaciones a la de otros Reinos occidentales.

Con la subida de los precios, perdieron fuerza social por la competencia de la


burguesía de Lisboa y Oporto; y con una proporción de tierras tan limitada para
repartir, no podían sostener su preeminencia económica.

Las opciones eran o abrir nuevas fuentes de ingreso a través de la sublevación abierta,
o convertirse en aristocracia de servicio.

Las revueltas fueron encabezadas por parientes del Rey y sus herederos, que
encontraban un perfecto caldo de cultivo en los miembros descontentos de las elites,
que veían como las fuentes económicas y los modelos vitales cambiaban sin ellos
poder evitarlo.

El reinado de Alfonso IV coincidió con Alfonso XI de Castilla. Apoyó a los rebeldes


castellanos. Su hija María se casó con el Rey castellano, pero fue dada de lado por la
amante del Rey Leonor de Guzmán, por lo que acabó enfrentando a Castilla en
guerra abierta.

56
En 1340 prestó colaboración a Castilla por la invasión benimerín cuando cruzaron el
Estrecho.

La paz con Castilla y el matrimonio del primogénito Pedro con Constanza Manuel
fue causa de división de la nobleza portuguesa.

La inclinación del heredero portugués hacia Inés de Castro favoreció la aparición de


nobles descontentos que pasaron a disputarse el poder. Conscientes de ello, cuando la
monarquía se cuarteó entre el Rey y su heredero, los nobles tomaron partido por uno
u otro, confiando en que el triunfo del elegido favoreciese sus intereses personales o
del linaje. Así cuando la nobleza portuguesa siguió a Pedro y a sus hijos ilegítimos,
la cuestión no estaba en la aprobación moral o no del Rey, sino que buscaban
desplazar a los Consejeros de Alfonso IV, que habían optado por los hijos de Pedro
y Constanza.

Inés de Castro fue asesinada en 1355 en Coimbra por los que temían su ascendencia
o la de sus hijos sobre el futuro Rey.

De nuevo estalló la guerra civil. Pedro recibió el apoyo de los Castro de Castilla.

Aunque hubo reconciliación, cuando el Infante llegó al Trono en 1357 dio rienda
suelta al rencor acumulado.

3. LA INDEPENDENCIA DE NAVARRA

El Reino pirenaico recuperó la independencia desde el matrimonio de Juana de


Champagne con el delfín Felipe en 1284.

Convertida en un mero apéndice de Francia (pues hubo unión pero no fusión),


Navarra se vio arrastrada a las guerras entre Francia y Aragón y fue plataforma para
las aspiraciones de los Infantes de la Cerda.

Había una oposición interna al régimen francés, relacionada con las circunstancias
económicas que relacionaban Navarra con el Valle del Ebro y los puertos vascos.

Las Cortes del Rey aprovecharon la oportunidad del fallecimiento del Rey Carlos IV
de Francia, y proclamaron Reina a Juana II en 1321, hija de Luis Hutín y casada
con Felipe de Evreux.

Las relaciones con Castilla eran malas y en 1334 desembocaron en una guerra corta
pero dura. Los navarros conquistaron Fitero y Tudején y amenazaron Logroño.

En la Paz de Fraces (1336), Navarra conservó las plazas conquistadas. El periodo de


amistad llegó cuando Felipe III se decidió a colaborar en el sitio de Algeciras.

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58
TEMA VI: UNA ÉPOCA DE AUTORITARISMO EN LOS REINOS
PENINSULARES EN EL SIGLO XIV (1350-1370)

Los años que transcurrieron aproximadamente entre 1350 y 1370 están presididos en
la Península Ibérica por una marcada tendencia hacia el autoritarismo. Varios hechos
de amplia repercusión constituyen el telón de fondo de esta época: el primero de ellos
es la epidemia de peste que asoló sobre Europa desde 1348. El segundo problema
será la Guerra de los Cien Años, conflicto entre Francia e Inglaterra en el que otros
Reinos de Europa se vieron implicados. A la vez se comenzaba a evidenciar una
crisis del feudalismo perceptible en todas las monarquías europeas, debido al
reforzamiento del poder real, de la crisis económica que la peste y sus consecuencias
produjeron en las economías señoriales y del creciente protagonismo de los grupos
burgueses.

Por otra parte estaba a punto de producirse en toda Europa una imparable serie de
cambios dinásticos: en Francia el advenimiento de los Valois, en Castilla, el acceso al
poder de los Trastámara, entronizados luego también en Aragón, en Portugal con la
casa de Avis, en Inglaterra con los Lancaster, e incluso en el Imperio con el
advenimiento de los Luxemburgo.

1. EL REINADO DE PEDRO I DE CASTILLA

El reinado de Pedro I ‘El Cruel’ (o ‘El Justiciero’, o ‘El Justo’) (1350-1369) es


uno de los monarcas más polémicos de nuestra Edad Media. Conocido como el Rey
Cruel, debido a que sus justicias horrorizaron, sobre todo por la forma de practicarlas
y también por el número de personas a las que afectaron, hay que decir al respecto
que, probablemente no fue mucho más cruel que sus contemporáneos.

En cuanto al contexto en el que asciende al poder, acababa de desencadenarse la


epidemia de peste negra, por lo que le tocará hacer frente a una época difícil de crisis
demográfica y de grandes cambios. Por otro lado, el reinado de Pedro I se inició
también en el momento más álgido de la primera fase de la Guerra de los Cien Años,
respecto a la cual va a ser muy difícil mantenerse neutral.

1.1 LA IMAGEN DEL MONARCA

En el terreno personal y familiar Pedro I seguramente padecería algún tipo de


trastorno, pues algunos de sus actos se han atribuido a deficiencias psíquicas en su
estado mental. Un estudio reciente del doctor Moya ha llegado a la conclusión de que
padecía cierta parálisis cerebral como consecuencia de algún problema surgido en los
inicios de su infancia. Pese a todo ello, la imagen del soberano aparece como muy
activa y emprendedora.

1.2 LAS CIRCUNSTANCIAS FAMILIARES

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En cuanto a este aspecto, tanto el futuro Pedro I como su madre María de Portugal,
habían vivido anteriormente en la sombra, oscurecidos por el protagonismo de la
amante de Alfonso XI, doña Leonor de Guzmán, y sus numerosos hijos bastardos
nacidos en la Corte. Toda esta situación quedó trastocada por la inesperada muerte
del monarca Alfonso XI en 1350, víctima de la peste. Entonces será la actitud de los
hijos bastardos del rey, así como los intereses surgidos en torno a la favorita del Rey
lo que desestabilizó internamente el entorno de Pedro I. Cuando la reina madre
mandó asesinar a su antigua rival, el descontento de los bastardos encontró eco en
buena parte de la nobleza que se enfrentó a la monarquía.

1.3 EL GOBIERNO DE ALBURQUERQUE Y LOS PRIMEROS PROBLEMAS


CON LA NOBLEZA

Pedro I fue soberano autoritario que constantemente intentó disminuir el poder


nobiliario. Se ha afirmado que el monarca tenía sus aliados naturales en la naciente
burguesía y, por tanto, en principio, en las ciudades, mientras que quien será su
oponente, Enrique de Trastámara, habría representado un régimen ligado a la
conservación de los poderes de la nobleza.

Cabe indicar que los problemas de su reinado comenzaron muy pronto, pues ya en
verano de 1350 Pedro I padeció una grave enfermedad que logró superar. Pero la
reciente epidemia de peste hizo temer lo peor y el Reino se dividió en torno al tema
de la sucesión (pues el monarca estaba todavía soltero). De esta división aparecieron
los primeros conflictos, que pronto dieron paso a los primeros actos violentos del
monarca, culminando en 1351 con los asesinatos de Garcilaso de la Vega y, de la
que fuese amante de su padre, Leonor de Guzmán. Esta última muerte ahondó las
diferencias entre el Rey y sus hermanos bastardos, organizándose por ello revueltas
como la de Andalucía iniciada por Alfonso Fernández Coronel (muy vinculado a la
familia Guzmán) sofocada en 1353.

El siguiente problema fue el proyecto de matrimonio para Pedro I diseñado por


Alburquerque, pues éste último inició en Francia negociaciones para casar al
monarca castellano con doña Blanca de Borbón, mientras el Rey mantenía
relaciones con María de Padilla.

1.4 EL GOBIERNO PERSONAL DE PEDRO I DE CASTILLA

Los errores cometidos por Juan Alfonso de Alburquerque dejaron el terreno


abonado para la posterior persecución de los conflictos nobiliarios, destacando el
antes aludido acontecimiento de intento de matrimonio entre el monarca y Blanca de
Borbón como hecho que desencadenó la caída de Alburquerque, el cual abandonó
Castilla para refugiarse en Portugal.

El desgraciado destino de Blanca de Borbón, que rechazada por Pedro I,


permaneció recluida por orden del cruel monarca sirvió de pretexto para iniciar una

60
rebelión por parte de la nobleza en contra de las pretensiones del Rey. Intentando
llegar a un acuerdo, los sublevados se apoderaron de la persona del Rey, el cual, tras
ser hecho prisionero y ser sometido a una serie de vejaciones que marcaron un punto
de inflexión en su carácter como Rey, fue liberado en 1355, año en el que se iniciaron
las temibles venganzas de Pedro I. A partir de ahora desarrolló toda su agresividad,
patente no sólo en la lucha contra los nobles, sino también con respecto a su familia
de la cual también va a desconfiar de ahora en adelante.

Tras quedar definitivamente rota su alianza con Francia inició entonces la primera de
las campañas contra el Reino de Aragón.

2. LA CORONA DE ARAGÓN EN EL REINADO DE PEDRO IV ‘EL


CEREMONIOSO’

El largo reinado de Pedro ‘El Ceremonioso’ fue mucho más dilatado y complejo que
el de sus homónimos, pero también, al igual que el de ellos, en el Reino aragonés
desempeñaron un papel fundamental los problemas dinásticos. Por una parte estaban
los derivados del segundo matrimonio de su padre, Alfonso IV ‘El Benigno’ con
Leonor de Castilla. De este matrimonio nacieron dos hijos, Fernando y Juan.
Fernando se convirtió, gracias a varias concesiones de territorios por parte de su
padre, en el más poderoso señor territorial de la Corona de Aragón, situación nada
favorecedora para las buenas relaciones con el nuevo Rey de Aragón, influyendo
también sobre todo la actitud de su madrastra Leonor de Castilla a favor de sus hijos
legítimos.

En otro sentido diferente, las tensiones se agudizaron con el motivo de la falta de


hijos varones que, durante mucho tiempo afectó al Rey de Aragón. Este punto explica
los sucesivos matrimonios del Ceremonioso, facilitados por la temprana muerte de
sus dos primeras esposas. La fortuna le llegaría en su tercer matrimonio, establecido
con Leonor de Sicilia, la cual le va a dar dos hijos varones, Juan I y Martín ‘El
Humano’.

A todo este clima de tensión hay que unir las malas relaciones con sus hermanos, por
el asesinato de su madre, que participaron en algunos de los problemas internos del
Reino, sobre todo en la oposición al autoritarismo del monarca realizada por las
“uniones” de Aragón y Valencia.

Al iniciarse la segunda mitad del siglo XIV, Pedro IV ‘El Ceremonioso’ había
solucionado buena parte de estos problemas, destacando la victoria total contra los
unionistas de Aragón y Valencia en 1348, imponiendo así su autoridad sobre el
Reino.

2.1 LA CUESTIÓN DE CERDEÑA

61
Se ha dicho de Pedro IV que la directriz principal durante su reinado consiste en la
recuperación, para la Corona Aragonesa, de todos aquellos Reinos que habían sido
incorporados a ella por sus antecesores, como Mallorca y Sicilia, por lo que también
tratará de dominar Cerdeña. Para ello deberá enfrentarse a Génova y no podrá
hacerlo sin la colaboración de Venecia.

La realidad es que esta isla había sido conquistada años atrás por su padre Alfonso
IV, y que se hallaba dividida en distritos encabezados por jueces. Pero hay que añadir
que la situación en la isla era muy anárquica y de ahí que suscitara apetencias en sus
vecinas Pisa y Génova. La conquista de Alfonso IV se consiguió en 1324, aunque no
definitivamente, pues existían rivalidades que enfrentaban a los distintos linajes
autóctonos. La presencia aragonesa creó descontento.

Como se ha dicho, Pedro IV buscó como aliada a la República de Venecia para


contrarrestar a Génova, estableciendo un acuerdo que permitió a Pedro enviar una
expedición a la isla al mando de Bernat de Cabrera que venció a los genoveses en
Alguer en 1353. Un año más tarde una nueva flota aragonesa sitió y tomó Arbórea;
vaciada de sus habitantes, fue repoblada por catalanes. Ya en 1355, Pedro IV celebró
unas Cortes Generales para crear el Reino de Cerdeña.

2.2 LOS PRIMEROS PASOS PARA LA ANEXIÓN DE SICILIA A ARAGÓN

La reincorporación de Sicilia a la Corona fue el resultado de un complicado proceso


en el que se mezclaron tanto el empeño de Pedro IV por recuperar la isla como las
circunstancias que se dieron en ese determinado momento.

En 1355 se produjo la muerte de Luis I de Sicilia, sin descendencia, hermano de la


Reina Leonor, tercera esposa de Pedro IV; le sucedió su hermano Federico III, el
cual tenía sólo 13 años de edad. Se acordó entonces el matrimonio entre el joven Rey
de la isla, Federico, y Constanza, hija del primer matrimonio de Pedro IV en 1361.
Este matrimonio y su hermana, proporcionaron una gran influencia en la isla a Pedro
IV, llegando incluso a intentar la anexión de la Isla a la Corona de Aragón por parte
de su esposa que no se materializó de momento, pues la amenaza del monarca
castellano se cernía sobre el Reino de Aragón.

2.3 EL CAMINO HACIA LA ANEXIÓN DEFINITIVA DEL REINO DE SICILIA

De su matrimonio con Constanza de Aragón, Federico III de Sicilia había tenido


una hija, María, que iba a desempeñar un papel fundamental en la anexión de la Isla
a la Corona aragonesa. Pero su madre murió al darla a luz, y Federico III contrajo un
nuevo matrimonio entroncado con la Familia Real de Nápoles y estableciendo con su
Reina, Juana I, un acuerdo mediante el cual se proclamaba el derecho de sucesión de
ésta última si el monarca moría sin descendencia. Tal acuerdo provocó la protesta de
Pedro IV.

62
A la muerte de Federico quedaba como presunta heredera María, aunque había una
dificultad: un antecesor de María había dispuesto en su testamento la exclusión de
mujeres en la sucesión al Trono. Esta circunstancia dio la ocasión a Pedro IV para
reclamar para sí la herencia siciliana como sucesor directo por vía masculina. Sin
embargo el Papa Gregorio XI negó este derecho al Rey y lo concedió a María, nieta
del Rey aragonés. Pedro IV estableció un acuerdo matrimonial de María con su
nieto Martín ‘El Joven’. En un futuro Martín ‘El Joven’ se convertirá en Rey de
Sicilia.

3. EL ENFRENTAMIENTO ENTRE ARAGÓN Y CASTILLA: LA GUERRA


DE LOS DOS PEDROS

En 1356, resuelta de momento la victoria de Pedro I sobre la revuelta nobiliaria


surgida en Castilla, el Rey Cruel inició su primera campaña en las guerras contra
Aragón. Los motivos que le llevaron a la contienda fueron, por una parte, el deseo de
recuperar los territorios que había tenido que ceder en el pasado a Aragón, cercanos a
la frontera de Murcia. Por otro lado, estaba en juego la hegemonía peninsular entre
dos monarcas autoritarios, la cual era reclamada por Pedro I ‘El Cruel’. Uno de los
motivos que llevaron al enfrentamiento a Pedro IV ‘El Ceremonioso’ de Aragón,
fue la presencia en Castilla de los Infantes aragoneses, contrarios a su persona,
perturbando las relaciones entre los dos Reinos. En todo caso, la guerra se enmarca a
escala internacional, en el gran conflicto de la Guerra de los Cien Años, y también en
el contexto de las buenas relaciones que mantenía Castilla con la República de
Génova.

El estallido fue ocasionado por una contienda menor dentro de las tensiones
padecidas entre ambos Reinos. Con motivo del apresamiento de unos barcos de
Piacenza, aliada de Génova, por una armada aragonesa, Pedro I decretó un embargo
de bienes sobre los mercaderes aragoneses (sobre todo de Cataluña) establecidos en
Castilla y dio un ultimátum al monarca aragonés, que aceptó el reto.

Oficialmente la guerra se inició con la toma de Alicante por parte de Pedro I en


septiembre de 1356. Por el bando contrario, Enrique de Trastámara, que había
huido a Francia entró desde allí en Aragón firmando un acuerdo de vasallaje con el
monarca aragonés plasmado en el Tratado de Pina. Posteriormente, en marzo de
1357, la ofensiva castellana dio como resultado la toma de Tarazona, perdida
posteriormente, al mismo tiempo que las tropas leales a Pedro I derrotaban a los
sublevados de Andalucía. Tras estos hechos hubo una tregua entre los dos reyes a lo
largo de la cual en monarca castellano preparó una nueva ofensiva, esta vez por mar.
En este contexto, antes de comenzar el siguiente ataque tuvieron lugar algunos de los
asesinatos más atroces de cuantos mandó a cometer el Rey Cruel a lo largo de su
mandato. Estas muertes violentas le atrajeron el odio implacable de sus enemigos y
fomentaron el temor y la desconfianza entre sus fieles.

63
3.1 LA REANUDACIÓN DE LAS HOSTILIDADES ENTRE CASTILLA Y
ARAGÓN

En el verano de 1358 se reanudó la guerra contra Aragón. Pedro I entonces contaba


con la alianza del monarca portugués.

La flota preparada con tanto esmero por el Rey Cruel se hizo a la mar en abril de
1359 rumbo a Barcelona con la intención de conquistarla, aunque esta empresa se
quedó en poco más que una simple demostración de fuerza ya que los castellanos no
llegaron a desembarcar. El balance de esta acción fue negativo, pero la presencia de
una gran flota castellana en aguas mediterráneas, puso de manifiesto las grandes
capacidades de este Reino.

3.2 DE ARAVIANA A NÁJERA

En septiembre de ese mismo año de 1359, Enrique de Trastámara organizó, por


iniciativa propia, una expedición a Castilla. Partiendo de Aragón, penetró por Soria y,
obtuvo una brillante victoria en Araviana. El miedo a las represalias del Rey de
Castilla a causa de la derrota hizo huir a Aragón a algunos de los jefes del ejército
castellano, por lo que Enrique salió fortalecido. Además coincidió con la pérdida de
apoyo de Portugal y Navarra prestados al Rey Cruel. Pero no todo era tan favorable
en el bando aragonés, pues si Pedro I tenía como talón de Aquiles el terror y la
desconfianza que su crueldad despertaban, los exiliados castellanos que lo combatían
desde Aragón se quejaban de la fuerte división en el seno del Reino entre el Infante
don Fernando y Enrique de Trastámara.

En la siguiente expedición militar, el Rey aragonés dio el mando de nuevo a


Enrique, dándose un nuevo enfrentamiento con Castilla en Nájera, siendo derrotado
en el mismo emplazamiento en dos ocasiones el ejército de Aragón.

A partir de aquí volvió a reforzarse el entendimiento entre Castilla y Portugal. Los


nobles castellanos huidos a Portugal fueron devueltos y ajusticiados. También se
produjo un acercamiento con Inglaterra que desembocó en una alianza que se estaba
gestando ya desde 1359.

3.3 LA PAZ DE TERRER

A Pedro IV de Aragón le interesaba a estas alturas llegar a una tregua. Antes de


firmarla, el monarca aragonés y su hermano el Infante don Fernando llegaron a un
acuerdo por el cual, Enrique de Trastámara quedaba privado de la jefatura de los
exiliados castellanos. A Castilla también le interesaba la paz porque en Granada
acababa de producirse el destronamiento de Muhammad V, buen aliado de Pedro I,
en pro de Muhammad VI, del cual podía esperarse una alianza defensiva con
Aragón (que fue lo que sucedió).

64
El acuerdo con Aragón se firmó en Terrer en 1361. En él, Pedro I renunciaba con
alguna excepción a sus reivindicaciones territoriales; Pedro IV se comprometía a
prescindir de los servicios de Enrique de Trastámara, por lo que éste, despechado,
marchó a Francia para conseguir la colaboración del delfín, el futuro Carlos V.

Pero la Paz de Terrer se convirtió en una simple tregua de corta duración, pues
muerto Muhammad VI de Granada, Pedro I quedó libre para emprender otra
ofensiva contra el Reino de Aragón.

3.4 LA NUEVA GUERRA CON ARAGÓN Y EL CRECIENTE PROTAGONISMO


DE ENRIQUE DE TRASTÁMARA

Esta nueva fase de la guerra tuvo todas las características de un conflicto


internacional a causa de la serie de alianzas que se establecieron. Pedro IV, unido a
Francia, ésta a su vez humillada por la Paz de Bretigny de 1360, tuvo que recurrir de
nuevo a Enrique de Trastámara. En marzo de 1363 el Rey aragonés reconoció al
conde de Trastámara como pretendiente al Trono Castellano, por delante de su
propio hermano, don Fernando. Tal decisión tenía un valor adicional pues hacía
poco que había fallecido el único descendiente varón de Pedro I de Castilla.

En cuanto a la nueva contienda, el ejército castellano se dirigió a Valencia en la


primavera de 1363, después de tomar Teruel, Segorbe y otras plazas. Esa ofensiva
exigió a Aragón la búsqueda de la paz a cualquier precio. Pocos días después de
firmarse una nueva paz moría el Infante don Fernando, por lo que ya no quedaba
ningún obstáculo para que Enrique reclamase el Trono de Castilla.

Pedro I no respetó la paz alegando el incumplimiento de algunos pormenores por


parte de Aragón, y lanzó una nueva ofensiva sobre Valencia, controlando la mayor
parte de este Reino. El sitio de Valencia fracasó, pero la superioridad de Castilla
quedó patente, por lo que Enrique de Trastámara tuvo que ampliar sus alianzas
para vencer a Pedro I. Aragón se alió con Francia y el Papado y contrató tropas
mercenarias inactivas en Francia durante la Paz de Bretigny.

4. EL REINO DE PORTUGAL: EL REINADO DE PEDRO I

Alfonso IV (1325-1357) era hijo de Dionís e Isabel de Aragón, pero su padre,


Dionís, había tenido numerosos hijos bastardos, los cuales desempeñaron un
destacado papel en el Reino. Se trata de Alfonso Sánchez y de Pedro, el conde de
Barcelos. El poder que ostentaron suscitó el recelo del Príncipe Heredero, Alfonso
IV, lo cual dio lugar a gravísimos conflictos entre Dionís y su sucesor, que nada más
acceder al Trono desterró a Alfonso Sánchez.

Nuevas rivalidades surgieron posteriormente entre Alfonso IV y su propio hijo y


heredero, el futuro Pedro I de Portugal. En 1340, Pedro había contraído matrimonio
con Constanza Manuel, pero no tardó en enamorarse de Inés de Castro, dama de

65
compañía de su esposa. En 1345, cuando murió su esposa Constanza, Pedro se unió
a Inés. De hecho, nacieron varios hijos de esa unión, mientras que del matrimonio
con Constanza sólo quedó un hijo legítimo, Fernando, futuro Rey de Portugal. Todo
ello constituía una fuente de problemas, debido al creciente poder adquirido por los
parientes de Inés de Castro. La alarma cundió entre los Consejeros del monarca
Alfonso IV, resultando de todo ello el asesinato de Inés de Castro en junio de 1355.
Pedro nunca olvidará el cobarde crimen.

La actuación de Pedro I de Portugal, está en la misma línea de autoritarismo que la


practicada por sus homónimos. Él mismo ejerció la justicia personalmente,
practicándola a menudo con rigor y severidad. Destaca durante su reinado el avance
hacia la creación de una Iglesia nacional de Portugal.

5. NAVARRA EN LA ÉPOCA DE CARLOS II ‘EL MALO’

El reinado de Carlos II ‘El Malo’ de Navarra (1349-1387) es, posiblemente, el


mejor ejemplo para explicar la participación que los Reinos y los monarcas
hispánicos tuvieron en la Guerra de los Cien Años. Carlos, hijo de Juana II y Felipe
de Evreux descendía de los Reyes de Francia. Esta fue otra ocasión en la que, como
en los reinados anteriores, aparecieron problemas dinásticos unidos a cuestiones
como la legitimidad o no de un heredero al Trono.

Todo se remonta a los hechos durante el mandato de sus padres Juana II y Felipe,
los cuales tras la separación del Reino de Navarra de la Corona Francesa, renunciaron
al condado de Champaña, a cambio de la promesa de recibir varios estados feudales
como Angulema o Longueville, unido a la posesión de tierras en el Languedoc y
Normandía. Carlos II, actuó en Francia como aliado del Rey inglés, luchando contra
Juan II por los derechos sobre Angulema o sus tierras normandas.

Su actuación desde España estuvo casi siempre relacionada con sus aspiraciones en el
Reino de Francia, y por tanto, hacia una alianza con Inglaterra o con los aliados de
este Reino.

66
TEMA VII: LA GUERRA CIVIL CASTELLANA Y LA REVOLUCIÓN
TRASTÁMARA EN CASTILLA

El asesinato de Pedro I en Montiel, en la noche del 22 al 23 de marzo del año 1369,


hizo posible la Coronación de su hermanastro Enrique II que estableció la dinastía
de los Trastámara

Pero el triunfo de la «Revolución Trastámara» requirió de una larga y cruenta guerra,


que se desarrolló entre los años 1366 y 1369.

1. LA GUERRA CIVIL EN CASTILLA

Las relaciones del Rey Pedro I, que accedió al Trono en el año 1350, con su
hermanastro fueron muy tensas desde el primer momento. Enrique, había recibido
tierras en el Norte de León y en Asturias, siéndole concedidos, en el año 1345, los
títulos de conde de Trastámara, Lemos y Sarria.

El asesinato, en 1351, de la madre e Enrique, Leonor de Guzmán, propició la


actitud levantisca de Enrique contra la autoridad regia en los primeros meses de
1352.

El bastardo, que pretendía hacerse fuerte en la zona de Asturias, Galicia y el Norte de


León, puso cerco a la ciudad de Oviedo, pero no tuvo éxito, como tampoco lo tuvo,
poco después, contra Avilés.

Las tropas realistas contraatacaron, obligando al Trastámara a buscar refugio y


gracias a la intervención de Juan Alfonso de Alburquerque, hombre de confianza
del monarca castellano Pedro I, en julio de 1352 se logró llegar a un acuerdo con los
rebeldes.

La boda de Pedro I con la francesa Blanca de Borbón, en 1353, hizo posible una
reconciliación, aunque pasajera, entre el Rey de Castilla y sus hermanastros. El
Príncipe bastardo terminó por liderar a un importante sector de la nobleza opuesto al
monarca castellano.

Los primeros choques entre los dos bandos se decantaron a favor de Pedro I con las
derrotas de Enrique en Toledo 1355 y en Nájera 1360 (1ª batalla) en donde las tropas
trastamaristas mostraron una violenta actitud antisemita. Ahora bien, las cosas
cambiaron poco tiempo después:

En 1363, en Binéfar, Enrique llego a un pacto con el Rey aragonés Pedro IV. A
cambio de la ayuda del Ceremonioso, el Trastámara entregaría a aquél el Reino de
Murcia, una vez Coronado Rey. Se llegó a una promesa de matrimonio en el que
estarían implicados Juan, primogénito de Enrique, y Leonor, hija del Rey aragonés

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En 1366 Enrique de Trastámara penetró nuevamente en Castilla con su ejército,
acompañado por las Compañías Blancas, dirigidas por el caudillo bretón Beltrán du
Guesclin. Se trataba de soldados mercenarios franceses, curtidos en la Guerra de los
Cien Años. Entró en Burgos, donde contaba con apoyos, (entre ellos estaba el futuro
cronista del reinado, Pedro López de Ayala) y fue Coronado Rey, en el monasterio
de Las Huelgas. Tomó Toledo en mayo y Sevilla en junio. En septiembre de 1366 el
Príncipe bastardo retornó a Burgos.

Mientras tanto, Pedro I, totalmente incapaz de contener el avance de su hermanastro,


terminó por abandonar su Reino. Buscó ayuda en Portugal, prometiendo la mano de
su hija Beatriz a Fernando, heredero del Trono.

Después fue hacia Galicia, en donde tenía bastantes partidarios. Partió después al Sur
de Francia donde firmó con el heredero de Eduardo III de Inglaterra, Eduardo,
conocido como el Príncipe Negro, el Tratado de Libourne (septiembre de 1366). en
él intervino también el Rey de Navarra, Carlos II (ambos le ayudarían a cambio de
dinero y territorios; el Príncipe Negro recibiría el Señorío de Vizcaya y la villa de
Castro Urdíales; el Rey navarro, Logroño, Calahorra, Navarrete, Guipúzcoa y Álava).

Tras la invasión de Castilla por el pretendiente, la ofensiva de Pedro I sobre Aragón


(Reino con el que estaba en guerra) quedó detenida y se produjo un repliegue del
ejército castellano, hecho conveniente para Pedro IV, que volvía a tener problemas
en Cerdeña (estos conflictos mediterráneos impidieron al Rey de Aragón colaborar
eficazmente con su aliado Trastámara en Castilla)

En 1367, las tropas conjuntas del Rey Pedro I y de los ingleses cruzaron Navarra y se
establecieron en La Rioja. Enrique de Trastámara presentó su ejército en las
proximidades de la villa de Nájera. Antes del combate el Príncipe Negro se ofreció
sin éxito a mediar entre Pedro y Enrique con la finalidad de restaurar al Rey
legítimo.

La Batalla de Nájera, (2ª Batalla) que tuvo lugar el 3 de abril de 1367, se decantó
claramente favorable al bando anglopetrista debido a la pericia de los arqueros
ingleses. Muchos combatientes trastamaristas fueron hechos prisioneros, entre ellos
Beltrán du Guesclin.

Enrique de Trastámara pudo huir, a duras penas, encontrando refugio en Francia


(lo que dio fin al «Primer Reinado» de Enrique de Trastámara).

En Aragón, el resultado produjo inquietud, pues se pensó que el ejército vencedor


podía invadir el Reino y se rompieron los acuerdos establecidos, incluido el
matrimonio de la hija del rey, Leonor con el heredero de Enrique de Trastámara.

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No obstante, el triunfo de Pedro I apenas tuvo resultados positivos para su causa,
entre otras razones por la pronta ruptura de su alianza con los ingleses. Los terribles
castigos que Pedro I desplegó contra los vencidos, actitud que al Príncipe Negro le
parecía políticamente desaconsejable, el impago a las tropas y el incumplimiento de
la promesa hecha en Libourne de entregar Vizcaya, hicieron que el inglés retornara a
Aquitania.

El Príncipe Negro entró en tratos con el Rey de Aragón que se sentía aislado y en
peligro y nada podía conjurarlo mejor que la alianza inglesa. El heredero inglés
intervino también para propiciar la paz entre Aragón y Castilla, firmada el 13 de
agosto de 1367

Mientras tanto, Enrique de Trastámara, que aprovechó su estancia en Francia para


buscar nuevas ayudas (Carlos V), retornó a tierras hispanas a finales de septiembre
de 1367.

El enfrentamiento fratricida renacía, aunque en esta nueva fase fue más una guerra de
desgaste que de grandes batallas campales. Entró en la ciudad de Burgos a comienzos
de octubre, siendo recibido con gran solemnidad. Apenas unos meses después, se
habían alineado en el bando trastamarista numerosas ciudades y villas, entre ellas
Córdoba, Segovia, Guadalajara, Valladolid, Palencia, Salamanca, Toro y Medina del
Campo, además de la citada Burgos.

En noviembre de 1367 tuvo lugar en Tarbes, en el Pirineo, una conferencia entre


representantes del Príncipe Negro y de los Reyes de Navarra y Aragón. Pedro I envió
mensajeros que ofrecieron a Aragón la entrega de Murcia planteando al mismo
tiempo el matrimonio de Constanza, hija del Rey de Castilla, que quedaba como
heredera, con el heredero de Aragón.

En esta conferencia no hubo representantes de Enrique de Trastámara. Por lo que


quedó al margen de lo allí establecido y se sintió liberado de toda obligación de
realizar compensaciones tanto al Príncipe Negro como a los reyes de Aragón y de
Navarra.

En la primavera del año 1368 el conflicto se trasladó a la Meseta Sur y Andalucía,


toda vez que, por esas fechas, las tierras al Norte del Sistema Central estaban
dominadas por el Príncipe bastardo.

Uno de los núcleos más importantes era, sin duda, la ciudad de Toledo, a la cual
pusieron asedio las tropas trastamarístas, pero ofreció una tenaz resistencia. De todos
modos, un paso decisivo a favor de Enrique de Trastámara fue la firma del Tratado
de Toledo, establecido con la monarquía francesa de Carlos V en noviembre del año
1368. A cambio de la ayuda militar francesa (con en el regreso de Beltrán du
Guesclin) Enrique se comprometía a auxiliar a los franceses en la Guerra de los
Cien Años contra los ingleses.

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Pedro I ‘El Cruel’, llegó a aliarse con los nazaríes de Granada, pero sin sacar ningún
resultado positivo de aquella iniciativa (no pudo tomar Córdoba dominada por
partidarios de Enrique de Trastámara. pese a las fuerzas coaligadas de Pedro I,
Muhammad V y un Príncipe marroquí). Asimismo, solicitó a Inglaterra, a última
hora, una ayuda que era difícil que consiguiera por el incumplimiento de sus
anteriores compromisos con el Príncipe Negro.

No obstante el remate de la guerra fratricida tuvo lugar en la localidad manchega de


Montiel, en marzo de 1369. Pedro I fue derrotado y se refugió en la fortaleza de
Montiel. Desde allí envió un emisario a Du Guesclin solicitando una alianza con él y
ofreciéndole tierras y dinero a cambio de facilitar su liberación. El Condestable
francés asintió proponiendo, de acuerdo con Enrique de Trastámara, una entrevista
en su tienda en la noche del 22 al 23 de marzo. Dentro le esperaba su Enrique, hubo
una pelea entre los dos hermanos, cayendo finalmente muerto el Rey Pedro.

A partir de ese momento Enrique II fu el único Rey de Castilla. Ahora bien, aparte
de Toledo, que seguía cercada por los soldados trastamaristas, aún subsistían diversos
focos favorables a la causa de su hermanastro, particularmente las localidades de
Carmona y de Zamora. Los petristas incluso promovieron como candidato suyo al
Trono de Castilla al Rey Fernando de Portugal. El Rey portugués intentó atraer a su
causa al de Aragón, aunque la situación de Pedro IV no era la más oportuna, al estar
seriamente implicado en sofocar las revueltas surgidas en Cerdeña.

La actuación militar portuguesa fue desafortunada y desprovista de interés para


muchos petristas, en gran medida porque favorecía a un Rey foráneo. En otro sentido,
la rápida iniciativa de Enrique II de llevar la guerra a Galicia, que dominó en gran
parte, para invadir luego Portugal, dejó anulado y desprestigiado a su oponente.

En la definitiva pacificación del país, Enrique II demostró un pulso firme y una


voluntad decidida. Aunque quedaba todavía mucha tarea por realizar, en el verano de
1370 llegaron a la Corte, establecida en Sevilla, dos legados pontificios enviados por
Urbano V: era el reconocimiento irreversible de Enrique —un usurpador, en
realidad— como Rey legítimo de Castilla.

1.1 LA LEGITIMIDAD DE EJERCICIO

Pedro I era el legítimo Rey de Castilla, como sucesor de su padre Alfonso XI.
Enrique II, tenía un origen ilegítimo. Para fundamentar su legitimidad siguió dos
caminos propagandísticos:

1- Afirmar que la ilegitimidad de Pedro I se basaba en su origen ilegítimo,


afirmando que no era hijo de Alfonso XI, sino de un judío, Pero Gil, de ahí
deriva el término de «emperogilados» que se aplicó a sus partidarios. Tuvo
escasa incidencia.

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2- Denunciar el ejercicio de su poder; La propaganda trastamarista presentó a
Pedro I como tirano. La tiranía suponía abuso, injusticia y crueldad. La
lista de crímenes era elevada, incluyendo a su esposa Blanca de Borbón y a
varios hermanos suyos. Se le acusaba de apropiación de rentas y derechos
que correspondían a la Iglesia así como de proteger a los enemigos de la Fe
cristiana, (musulmanes y judíos).

En contraste Enrique de Trastámara se presentaba como el paradigma por


excelencia del «Rey Cristiano» y un instrumento de la Providencia. Además hacía
continuos guiños a la nobleza, a la Iglesia y a las oligarquías urbanas y
simultáneamente procuraba atraerse el favor de los sectores populares al izar la
bandera del antijudaísmo.

2. EL FORTALECIMIENTO DEL PODER REAL EN EL REINADO DE


ENRIQUE II

Enrique II se presentó como un continuador de la obra de su padre, Alfonso XI, es


decir, como defensor del fortalecimiento del poder real que éste plasmara en las
Cortes de 1348, con el Ordenamiento de Alcalá. Esto no era contradictorio con la
convocatoria de las Cortes, que fueron reunidas en numerosas ocasiones por Enrique
II.

2.1 MEDIDAS CENTRALIZADORAS

Enrique II dispuso una serie de medidas que proseguían el camino hacia la


centralización iniciado en su día por Alfonso X y continuado por su padre Alfonso
XI:

a) Consolidación de la Audiencia. En las Cortes de Toro de 1371 se estableció


como Tribunal Superior de Justicia de los Reinos de Castilla y León, del
que sólo estaría por encima el monarca, como indiscutible Juez Supremo.
La Audiencia funcionaría como un tribunal colegiado, integrado por siete
Oidores, tres de ellos prelados y los otros cuatro letrados, es decir, expertos
en asuntos jurídicos.
b) Mayor peso, dentro del Consejo Real, a expertos en cuestiones jurídicas.
Más que un órgano de asesoramiento representativo de los diversos
estamentos de la sociedad, como había sido tradicionalmente, debería de ser
un instrumento al servicio del poder regio.
c) Reformas en la Cancillería. En las Cortes de Toro del año 1369 se aprobó
un Ordenamiento de Cancillería que regulaba las tasas que debían de
abonarse por la expedición de los documentos emanados de la Cancillería.
d) Importantes medidas de carácter económico; «intervencionismo
económico». En las Cortes de Toro de 1369 se aprobó una devaluación
monetaria así como un Ordenamiento de precios y de salarios, con el que se
buscaba poner freno a la inflación. Sin embargo, en las Cortes de Medina

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del Campo de 1370, se dio marcha atrás a ambas medidas. Se ponía de
relieve la firme apuesta de Enrique II por la estabilización económica.
e) Potenciación de la poderosa institución ganadera de la Mesta; confirmó
privilegios, bajó los tributos y la defendió frente a poderes locales.
f) Elección de los colaboradores del Rey entre las gentes de su confianza, la
mayoría de ellos integrantes de la denominada «Nobleza de Servicio». Sus
parientes directos sólo formaron parte del entorno regio en muy contadas
ocasiones.

2.2 LA FLUIDEZ DE LAS CORTES

Las Cortes se convocaron con frecuencia (en contraste con Pedro I que solo contó
con una reunión) Carecían de Poder Legislativo, que correspondía en exclusiva al
Rey.

La frecuentes reuniones de Corte ponen de relieve:

1. La voluntad de debate del Reino.


2. El deseo del Rey de alcanzar un equilibrio social en sus Reinos.
3. El interés en fomentar la imagen de Rey justo, frente a su hermanastro
Pedro.

Convocatorias:

1. Burgos, no se sabe bien si a finales del año 1366 o a comienzos del 1367,
después en 1372, 1373 y 1377.
2. Las Cortes en Toro, en los años 1369 (ordenamientos, uno de índole
general, otro sobre precios y salarios y un tercero, de la Cancillería) y 1371,
la más relevante, donde representantes del Tercer Estado atacaron a los
judíos, criticando las generosas mercedes otorgadas por Enrique II. Se
generaron ordenamientos, uno general, otro dirigido a los eclesiásticos, otro
para Sevilla y, por último, el relativo a la Administración de Justicia.
3. En Medina del Campo, en 1370, que se centró en los asuntos económicos,

3. LOS FUNDAMENTOS SOCIALES: EL AUGE DE LA NOBLEZA Y EL


DECLIVE DE LOS JUDÍOS

Los dos aspectos más significativos de la política social:

1. La nobleza vio notablemente fortalecidas sus posiciones.


2. La comunidad hebraica, por el contrario, inició una fase de retroceso.

3.1 LA NOBLEZA EN ALZA

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Las concesiones de Enrique II a los magnates nobiliarios que le ayudaron,
alcanzaron tales dimensiones que a dicho monarca se le conoce con el calificativo de
‘El de las Mercedes’.

No obstante, las donaciones consistían, habitualmente, no tanto en bienes inmuebles


sino en señoríos jurisdiccionales, los cuales, generaban cuantiosas rentas para quienes
los ejercían. Era frecuente que además se le otorgara algún título nobiliario, como el
de conde.

Las mercedes enriqueñas tuvieron muchos destinatarios, desde personas del entorno
familiar del monarca hasta combatientes extranjeros.

El sector de los parientes del Rey, a los que se les terminará por denominarse
«epígonos Trastámaras», terminó por convertirse, en reinados posteriores, en un
grupo peligroso para el poder real. Por lo que se refiere a los hombres de armas
extranjeros las concesiones más importantes se otorgaron a los franceses Beltrán du
Guesclin, Pierre de Vilaines, etc. Du Guesclin terminó por retornar a Francia, pero
los otros caballeros franceses se establecieron en tierras de Castilla.

El núcleo básico de los beneficiados lo formaban magnates que terminaron por


constituir la llamada «Nobleza de Servicio». Ascendieron familias como los
Mendoza o los Velasco. Perduraron linajes de la «nobleza vieja» como eran los
Manuel y los Guzmán.

La expansión señorial generó a veces movimientos de resistencia de quienes pasaban


a ser dependientes de los nuevos señores con la subsiguiente respuesta violenta por
parte de la Corona.

3.2 DECLIVE DE LOS JUDÍOS

Europa en el siglo XIV fue testigo del despliegue de la violencia contra los judíos. A
ello contribuyeron las catástrofes de la época, como la terrible peste negra, de cuya
propagación se les acusó, siendo los «chivos expiatorios» de dicha epidemia.

En Inglaterra o Francia, se habían tomado duras medidas contra la comunidad


hebraica. Es más, la violencia desatada en 1320 en el Sur de Francia contra los judíos
se expandió al Reino de Navarra, cuyas juderías sufrieron, en 1328, durísimos
ataques.

Ahora bien, en la Corona de Castilla fue el reinado de Enrique II el que marca el


comienzo del declive de los judíos. En ello tuvo mucho que ver la propaganda
antijudía lanzada por Enrique de Trastámara en el transcurso de la guerra fratricida
al darse cuenta de que el antijudaísmo era bien visto por los sectores populares y por
ello sus tropas actuaron brutalmente contra numerosas aljamas judaicas. La defensa
del Trastámara, por lo tanto, iba de la mano de la hostilidad contra los hebreos.

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Asimismo, aparte de la violencia física, hay que añadir las elevadas sumas de dinero
exigidas por el primer Trastámara a las comunidades judías más importantes de sus
Reinos, entre ellas las de Toledo y Burgos.

El clima de antijudaísmo existente en la Corona de Castilla explica la ofensiva


lanzada en las Cortes por los Procuradores de las ciudades y villas (Así en las Cortes
de Toro de 1371se pidió a Enrique II la aprobación de medidas discriminatorias
como que viviesen señalados, que no desempeñaran oficios, arrendamientos, que no
tuvieran buenas vestiduras etc.).

Hay que advertir, no obstante, que Enrique II, una vez que concluyó la guerra
fratricida, intentó amortiguar la hostilidad contra los hebreos, ya que si bien no podía
desatender las peticiones del Tercer Estado, tampoco podía abandonar sin más a los
judíos, que eran, «servi regis», lo que quería decir que el poder real estaba obligado a
darles protección.

Pero frenar la oleada popular antihebraica resultaba de todo punto imposible y, en


aquellos años fue cobrando cuerpo el odio a la minoría hebrea que se traduciría, unos
años después, en la violenta explosión que estalló en Sevilla en junio del año 1391,
desde donde se propagó al resto de la Península Ibérica.

4. LA POLÍTICA INTERNACIONAL EN EL REINADO DE ENRIQUE II

4.1 HEGEMONÍA IBÉRICA Y ALIANZA CON FRANCIA

En política peninsular, y pese a las dificultades de partida con que se encontró al


comienzo de su reinado, Enrique II impuso sus criterios a los restantes Reinos
ibéricos.

En política internacional el rasgo más característico de su reinado fue la firme y


estrecha alianza con la Corona francesa.

4.2 LA VERTEBRACIÓN DE LA POLÍTICA PENINSULAR

El panorama peninsular con que se encontró Enrique II al acceder al Trono, no era


nada afortunado:

1. Los nazaríes de Granada, que habían ayudado a Pedro I, eran hostiles.


2. Aragón pese a haber ayudado al Trastámara para que conquistara el
Trono, al no cumplir éste su promesa de entregar a Pedro IV el Reino de
Murcia, dejó de apoyarlo.
3. Portugal fue un claro rival. Lugar de refugio para los partidarios de Pedro I,
cuya muerte quería vengar el monarca lusitano Fernando I.

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4. El Reino de Navarra, por su parte, mantenía la vieja reivindicación de
plazas a Castilla, entre ellas la de Vitoria.

Cada Reino había actuado por su cuenta pero las cosas experimentaron un cambio
cuando en 1370 se constituyó una coalición anticastellanista, a cuyo frente se
encontraba al monarca aragonés. Pedro IV, que llegó a aceptar las aspiraciones del
Rey de Portugal Fernando I al Trono castellano, del que se consideraba legítimo
heredero. Sin embargo, Enrique II, fue capaz de destruir los hilos de esa temible
alianza.

1. Llegó a un acuerdo con los nazaríes de Granada.


2. En agosto de 1370, la flota castellana venció a la portuguesa en Sanlúcar de
Barrameda, y de esa forma se vino abajo el proyecto de ataque conjunto
luso-aragonés contra Castilla. Firmó con Fernando I una tregua
(Alcoutim).
3. En 1371, logró Enrique II firmar también la tregua con Pedro IV de
Aragón, (Alcañiz)

Así la alianza anticastellana había quedado totalmente deshecha. Llegándose a un


equilibrio peninsular. Veamos como la alianza anticastellana dio paso a la hegemonía
de la Corona de Castilla:

1. En 1371, Enrique II acabó con los dos focos petristas que aún resistían, el
de Zamora, en el mes de marzo, y el de Carmona, en mayo.
2. En septiembre de 1371 apareció un nuevo peligro: Inglaterra; Juan de
Gante, duque de Lancaster, contrajo matrimonio con Constanza, una hija
del Rey Pedro I. De esa forma reivindicaba el Trono castellano. Le
apoyaban el monarca inglés y un amplio elenco de exiliados petristas,
encabezados por el magnate nobiliario gallego Fernando de Castro.

Para evitar el apoyo de Portugal, Enrique II entró en dicho país a finales de


1372 llegando en febrero de 1373 a Lisboa. Fernando I de Portugal no
tuvo más remedio que firmar la Paz de Santarem, en marzo de 1373 que
concertaba enlaces matrimoniales entre las dos Casas Reales al tiempo que
se comprometía a expulsar de su Reino a los petristas refugiados.

3. En agosto de 1373 Enrique II firmaba con Carlos II de Navarra la Paz de


San Vicente, por la que Castilla recuperaba las ciudades de Vitoria y
Logroño. Años después hubo un nuevo enfrentamiento. Enrique II preparó
un ataque contra Navarra, pero el Rey Carlos II, asustado, buscó por todos
los medios la paz, finalmente firmada en Briones, en marzo de 1379.
Navarra no tuvo más remedio que plegarse a las exigencias castellanas.

Las relaciones más espinosas eran las que mantenía Enrique II con Pedro IV de
Aragón. El monarca aragonés esperaba que el duque de Lancaster invadiese

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Castilla, en tanto que el monarca castellano apoyó, en el año 1374, la aventura del
Infante Jaime de Mallorca.

A comienzos de 1375, la situación era muy crítica, dando la impresión del inicio de la
guerra. Pero, en abril de ese año se firmó la Paz de Almazán que supuso la
hegemonía de Castilla en el panorama de las relaciones peninsulares. Pedro IV
renunciaba a sus aspiraciones al Reino de Murcia, y devolvía a Castilla las plazas
fronterizas de Molina y Requena. Enrique II, por su parte, se comprometía a
entregar una importante suma de dinero.

Se acordó el matrimonio del heredero de Castilla, Juan, con la Infanta aragonesa


Leonor, hija del Ceremonioso. Las relaciones castellano-aragonesas habían entrado
en una etapa de paz.

4.3 CASTILLA, ALIADA DE FRANCIA

Francia había prestado una ayuda militar decisiva a la causa de Enrique de


Trastámara, concretada ante todo en las Compañías Blancas que dirigía el militar
bretón Beltrán du Guesclin.

El paso definitivo que solidificó en noviembre de 1368, con la firma del Tratado de
Toledo, donde se pusieron las bases de la «Gran Alianza», que perduró durante el
resto de la Edad Media. Castilla, en compensación por el socorro militar, se
comprometía a ayudar al Reino de Francia contra Inglaterra, en la llamada Guerra de
los Cien Años. Dicho pacto tuvo sus consecuencias en muy diversos ámbitos, entre
ellos el mercantil, pues la piratería inglesa intentó por todos los medios obstaculizar
las relaciones comerciales de la Corona de Castilla con las regiones atlánticas de
Normandía y de Flandes.

La colaboración castellana en el conflicto franco-inglés se plasmó básicamente en el


terreno naval. El primer gran acontecimiento fue el ataque al puerto de La Rochela,
llevado a cabo en junio del año 1372. Aquél fue un espectacular triunfo franco-
castellano que vino a establecer la superioridad naval de Castilla. El conde de
Pembroke, que se hallaba al frente de la Flota Inglesa, fue hecho prisionero. La gran
figura de la marina castellana en aquel combate fue el Almirante Ambrosio
Bocanegra acompañado por expertos marinos castellanos, entre ellos Pedro
Fernández Cabeza de Vaca, Fernando de Peón o Ruy Díaz de Rojas. El Canal de
la Mancha tuvo frecuente presencia de marinos cántabros y vascos.

En el verano del año 1377 la Marina Castellana, junto a la Flota Francesa, llevó a
cabo un ataque contra la costa Sur de Inglaterra. Diversas ciudades inglesas, entre
ellas Rye, Portsmouth, Darmouth, etc. fueron sus víctimas. Quedaba patente que la
Castilla de Enrique II era una potencia de primer orden en la Europa Cristiana.

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La alianza de Castilla con Francia tuvo su repercusión en el ámbito eclesiástico, al
sumarse a la postre al Papa aviñonés. En el año 1378 se produjo el denominado
Cisma de Occidente, debido a la existencia simultánea de dos Papas, uno instalado en
Roma (Urbano VI), otro, en la ciudad francesa de Avignon (Clemente VII).

El primer Trastámara falleció en 1379 sin haberse pronunciado sobre la cuestión del
Cisma. Pero pocos años después, Castilla reconocería al Pontífice aviñonense, como
consecuencia lógica de su alianza con Francia.

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TEMA VIII: LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LOS CONFLICTOS: LOS
REINOS PENINSULARES EN LAS ÚLTIMAS DECADAS DEL SIGLO XIV

A partir de 1375, se abrió una época de paz y hegemonía peninsular para Castilla, que
gracias a la sólida alianza con Francia, generó compromisos internacionales, y ejerce
mayor control sobre la principal ruta comercial del momento.

Portugal se enfrentaba a diversos problemas políticos que desembocaron diez años


después en una guerra civil y una sustitución dinástica.

Navarra se veía afectada por la falta de salida al mar y por la disparidad de intereses
entre sus habitantes de la Montaña y de la Ribera, y sobre todo por la política de
implicación de Carlos II en la política francesa. En Aragón, Pedro IV ‘El
Ceremonioso’ había superado los graves problemas internos, e iniciaba una nueva
etapa de relaciones con Castilla, pudiendo dedicarse a la política mediterránea.

La nueva situación de concordia peninsular se edificó sobre una red de matrimonios,


como en del Leonor (hija de Enrique II) con Carlos; Leonor (hija de Pedro IV)
con el heredero castellano Juan; Fadrique (otro hijo de Enrique II) con Beatriz,
hija de Fernando I de Portugal.

Durante el fin de las Treguas de Brujas, que dieron fin a las hostilidades de la Guerra
de los Cien Años, en 1377 se produjo un intento de los Lancaster contra la Castilla
de los Trastámara, en el que se pretendió involucrar a Navarra y Aragón.

Francia, que descubrió la implicación navarra, la invadió. Esta expedición causó


importantes daños a los aliados navarros, y el heredero navarro fue retenido en París
durante casi tres años.

En 1379 se firmó el Tratado de Briones, el cual cerraba Navarra a la influencia


inglesa, sometiéndola a un protectorado castellano, con la ocupación de las plazas
más importantes. Duró al menos diez años.

Para Aragón también supuso el fin de una etapa. Había problemas internos, derivados
del cuarto matrimonio del Rey. Los intereses mediterráneos pasaron a tener prioridad.

Tanto en el caso navarro como en el aragonés, los herederos eran partidarios de un


entendimiento con Castilla.

1. EL REINADO DE JUAN I Y LA HEGEMONÍA CASTELLANA

El reinado de Juan I de Castilla (1379-1390) fue una perfecta continuidad del


anterior. Se convocaron las primeras Cortes en Burgos en 1379, con un contenido
esencialmente económico que apuntó a la contención en el gasto, la recuperación de
recursos de la Corona y la negativa a incorporar al Consejo Real representantes de los

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Procuradores de las ciudades, incrementándose en cambio la figura política de los
universitarios y, muy especialmente, los eclesiásticos que, desde ahora, formarían
parte de dicho Consejo.

También se decidió en estas Cortes la apertura de una investigación respecto a la


situación de la Iglesia, gravemente afectada por el Cisma de Occidente, que había
provocado la división de la Iglesia y la Cristiandad. En el caso de los cuatro Reinos
hispanos no hubo una posición común, a pesar de los públicos deseos de los
gobernantes.

En los primeros momentos todos los monarcas se declararon indiferentes hasta


disponer de una mayor información. Al mismo tiempo consideraban imprescindible
esa neutralidad para no verse involucrados en el conflicto que enfrentaba a Francia e
Inglaterra. Sin embargo, Juan I, entendió que la mejor actitud era una posición
común de todos los Reinos hispánicos.

2. INTERVENCION EN PORTUGAL Y DERROTA CASTELLANA

La firma del Tratado de Briones fue realizada por el heredero de Enrique II, Juan I,
el cual subió al poder en 1379. Las Cortes se reunían con cierta regularidad, y
tuvieron un mayor papel en la vida del Reino. Los universitarios ahora pasaban a
formar parte del Consejo, muy especialmente los eclesiásticos. Tenían una sólida
formación intelectual y con el apoyo pontificio, propusieron llevar a cabo una
reforma.

Tras la muerte de Enrique II se convocaron las Cortes en Burgos. En septiembre de


1830, Juan I convocó nuevas Cortes en Soria en las que se atendieron los problemas
internos, entre ellos el juramento del heredero (Enrique III), lo que consolidaba la
dinastía instalada a consecuencia de la guerra civil. También se planteó la cuestión
del Cisma, y a pesar de los esfuerzos de Pedro de Luna, no hubo posiciones
comunes, ya que en un primer momento todos los monarcas adoptaron la neutralidad
para hacer frente a este problema.

Permanecer en esta neutralidad era mucho más difícil para Castilla, ya que la dinastía
Trastámara mantenía vínculos de alianza con Francia, y Juan I no quería enfriarlos.
Buscó una solución que no diera pie a los Lancaster de conquistar el Trono de
Castilla o quebrantar el comercio castellano en Flandes.

Juan I intentó acercar posiciones con Pedro IV, pero no lo consiguió. Fernando I
de Portugal reconoció a Clemente VII.

La gestión de Pedro de Luna y las presiones francesas obligaron a Juan I a


convocar una Asamblea del clero del Reino ante el cisma. Esta Asamblea se reunió
en Salamanca y publicó un documento por el que Castilla reconocía a Clemente VII
como legítimo Pontífice.

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4.1 LA GUERRA CASTELLANO-PORTUGUESA

Enrique mantenía estrechos contactos entre Portugal e Inglaterra para una acción
común anticastellana. Para llevar a cabo esta negociación llegó a Portugal un petrista,
exiliado en Inglaterra (Julián Fernández de Andeiro) que pronto se convertiría en
amante de la reina Leonor Téllez.

Con estos contactos hay una mayor implicación de Fernando I en la guerra,


poniendo fin a los años en los que había adoptado sus mejores medidas de gobierno:
Ley das Sesmarias, fundación de la Compañía das Naus, construcción de murallas,
reformas en la Administración Publica, y regulación de las sisas.

En julio de 1380 se firmó en Estremoz un acuerdo secreto que preveía una acción
anglo-portuguesa sobre Castilla para sustituir al Trastámara por Juan de Lancaster.
El Infante Juan reveló el acuerdo al Rey castellano, y abandonó Portugal,
refugiándose en Castilla.

El descubrimiento de la verdadera actitud de Fernando I de Portugal tuvo decisiva


influencia en la toma de postura castellana en la cuestión del Cisma: mientras los
Comunes votaban subsidios para la llamada Cruzada Urbanista, el clero castellano se
reunía en Medina del Campo y tomaba la opción clementista.

En abril de 1381, los castellanos renovaron su alianza con Francia, por el Tratado de
Vincennes, y al mes siguiente en la Asamblea de Salamanca hacía público el
clementismo oficial de su Reino.

Con la amistad castellano francesa se puso en libertad al Príncipe navarro y se le


entregaron los bienes de la Casa de Evreux. También se reconoció su no implicación
en las maniobras de su padre contra Francia y Castilla. El futuro Carlos II viajó a
Castilla, donde ya se habían iniciado los preparativos de la guerra.

Juan I concentró sus tropas en Salamanca, para un ataque por tierra, mientras la flota
hostilizaba las costas.

Se inició el ataque a comienzos de verano, con operaciones en la zona fronteriza. La


más importante fue la toma de Almeida. Mientras, la flota castellana vencía en Saltes,
consiguiendo un cuantioso botín, y bloqueando el Estuario del Tajo. Juan I recibía la
información de que su hermano bastardo Alfonso (conde de Noreña) mantenía
contactos con el Rey portugués y ofrecía su puerto de Gijón para las operaciones
navales.

Las fuerzas inglesas, más pequeñas de lo previsto se comportaron como un ejército


de ocupación, causando estragos y ejerciendo una gran violencia. El objetivo era

80
Flandes, no el frente portugués, el cual era ejercido como acción de distracción para
Castilla.

La obediencia portuguesa a Urbano VI causó más descrédito que otra cosa. Creció el
descontento en Portugal del pueblo (a causa del esfuerzo económico que requería la
guerra), de la burguesía (por la amenaza a las rutas comerciales), de la nobleza (una
parte de la cual se unió a los Infantes Juan y Dionís, hijos de Pedro I). Se produjeron
algunas detenciones, entre ellos Juan, bastardo de Pedro. Además se une el malestar
general por las relaciones entre la Reina y Juan Fernández de Andeiro.

En agosto de 1382 se firmó una paz entre Fernando I y Juan I, al margen de los
ingleses y con la mediación de Pedro de Luna. Las cláusulas de dicha paz eran
similares a las previstas en Santarem. Ahora se preveía para la heredera portuguesa
un matrimonio con el segundogénito del monarca castellano, Fernando (que sería
luego ‘El de Antequera’).

Portugal volvió a la obediencia de Clemente VII.

El fin de la guerra castellano-portuguesa incidió en el desarrollo de la Cruzada sobre


Flandes, que tuvo lugar en noviembre de 1382 y fue respondida por una decidida
acción castellano-francesa en territorio flamenco, saldada con una victoria en
Roosebeecke. Esta derrota supusieron el total fracaso de la política inglesa.

4.2 HEGEMONÍA CASTELLANA

La nueva dinastía castellana estaba aliada con Francia, y tenía una gran presencia en
el comercio de Flandes.

Francia, Portugal y Castilla apoyaban ahora al Papa de Aviñón, y los herederos de


Navarra y Aragón también lo hacían.

En Castilla hubo inquietud nobiliaria pues la alta nobleza aspiraba a tener mayor
poder político. Los éxitos de la monarquía limitaban en parte este malestar, pero se
ejercía cierta represión sobre ella.

Se produjeron algunas muertes bastante oportunas, como la de Juan Sánchez


Manuel o Pedro Manrique (el que realizó los tratos para entregar Logroño a Carlos
II de Navarra), la de Tello (Señor de Vizcaya) y Sancho (conde de
Alburquerque), ambos hermanos del primer Trastámara.

Alfonso de Noreña (bastardo de Enrique II y casado con Isabel, bastarda de


Fernando I), tuvo aspiraciones a los Tronos portugueses y castellano, y se convirtió
en la cabeza del grupo nobiliario descontento. Con la Paz de Elvas se vio obligado a
someterse a su hermanastro.

81
En Portugal la situación era más complicada. La Reina Leonor Téllez y su equipo de
antiguos emperegilados tenían numerosos enemigos, sobre todo por su política de
aproximación a Inglaterra. Por eso necesitaban apoyos frente a la oposición interior.
Se temía que la grave enfermedad de Fernando I trajera un fatal desenlace.

Pero se produjo un acontecimiento que alteró la situación: la muerte de la Reina de


Castilla, Leonor de Aragón, en noviembre de 1382, lo que podía complicar las
relaciones entre Castilla y Aragón.

El nuevo matrimonio de Juan I se convirtió en un asunto de primera magnitud. hubo


ofertas aragonesas, francesas, inglesas y portuguesas.

Juan I supo ver la importancia de la oferta que vinculaba a Portugal con el bloque
castellano- francés, así que se iniciaron la firma de unas capitulaciones que le
perjudicaban. El acuerdo final se firmó en Salvaterra de Magos, en abril de 1383, y
establecía todas las cautelas para garantizar la separación de las dos Coronas.

Al fallecer Fernando I sin hijo varón heredaría el Trono su nieto, y ejercería Leonor
la Regencia hasta que éste cumpliese 14 años. Castilla sería herencia de los hijos del
primer matrimonio de Juan I, y en el caso de que no hubiera hijos del matrimonio
ahora acordado, ni de los Infantes Juan y Dionís, Portugal sería heredado por el Rey
de Castilla, pero como Reino separado.

Para el equipo gobernante portugués, la ventaja obtenida era el apoyo a la Regencia,


y la ventaja para Castilla era incluir a Portugal en el grupo de aliados de Francia e
imponer el control castellano en la ruta comercial, desde Inglaterra a Brujas. Hubo
una primera resistencia entre los mercaderes de Oporto y Lisboa, que no podían
competir con los mercaderes castellanos.

El acuerdo también causó decepción entre quienes se oponían a la Regencia de


Leonor y su equipo: los hijos de Pedro I (Juan y Dionís), el Maestre de Avís, y al
aspirante al Trono portugués Alfonso de Noreña.

El Tratado también planteaba el problema de una intervención desmesurada en


Portugal, lo que podría tener consecuencias imprevisibles.

La boda se produjo en Badajoz en mayo de 1383, y pocos meses después falleció el


Rey portugués, pasando la Regencia a manos de Leonor Téllez, la cual proclamó
Reyes a Beatriz y su esposo.

Se produjeron los primeros disturbios contra el Gobierno castellano, todos petristas,


en Lisboa, y se transmitieron las revueltas a Oporto.

4.3 LA CRISIS NACIONAL DE 1383 - 1385

82
Juan I esperaba el fracaso de la Regencia y que la nobleza portuguesa acudiera a él
para resolver la situación, así que antes de que se produjesen las revueltas de Lisboa,
estaba decidido a reclamar la Corona de Portugal.

Primero ordenó encarcelar a Alfonso de Norteña y al Infante portugués Juan,


candidatos al Trono.

Mediante una revisión (en realidad anulación) del Tratado de Briones, eliminó
cualquier dificultad con Navarra a cambio de recibir ayuda navarra en todas sus
guerras y de un reconocimiento de Clemente VII. Carlos II se negó a ratificar esta
parte del acuerdo, pero no modificaba el apoyo navarro.

El 6 de diciembre de 1383, Juan (Maestre de Avís) asesinaba a Juan Fernández de


Andeiro en la residencia de la Reina. Sus partidarios propagaron el rumor de que el
Maestre estaba en peligro, y se produjo una revuelta popular en Lisboa,
produciéndose algunas muertes, entre ellas la del obispo de Lisboa. La Reina
abandonó Lisboa y buscó refugio en Santarem.

Este movimiento popular no contó con todos los apoyos: la nobleza no lo secundó, la
alta burguesía temía que este movimiento tuviera pocas posibilidades de éxito, y el
propio Maestre pensó refugiarse en Inglaterra.

La masa popular se reunió en el monasterio de Santo Domingo y otorgó al Maestre el


título de “Defensor del Reino”, con notable ausencia de numerosos ciudadanos
honrados de Lisboa. Fue proclamado en la Cámara de Lisboa “Defensor e Regedor
do Reino” La revuelta prendió inmediatamente en Oporto.

En ese momento, en Portugal había tres poderes: El del Defensor del Reino (elevado
de forma irregular, lo que provocaba la desconfianza de la nobleza pero contaba con
el apoyo de un sector de la burguesía), el de la Reina Leonor (que ratificó la invasión
castellana) y el del Rey de Castilla (que en contra de lo previsto en los acuerdos,
invadió el Reino).

El Maestre, en los meses siguientes, dejó de ser el rebelde levantado en Lisboa para
encarnar el Portugal que se enfrenta a Castilla. Se produjo una guerra contra Castilla,
y una guerra civil.

Juan I llegó a Santarem en enero de 1384, reclamó a Leonor la entrega de poderes y


la apartó de la Regencia. Tenía la esperanza de desactivar la revuelta. Santarem se
convirtió en sede del Gobierno castellano, y llegan muchos miembros de la nobleza
portuguesa, preocupados por el levantamiento popular. Juan I otorga poderes a sus
embajadores para negociar nuevas treguas con Inglaterra.

83
La Reina Leonor intenta solucionar su desposesión mediante el matrimonio con
Pedro Enríquez, conde de Trastámara y primo del Rey de Castilla. Descubierto el
plan, la Reina fue recluida en Tordesillas.

Juan I decidió dar un golpe definitivo cercando Lisboa por tierra y mar. La caída de
la ciudad se debía producir con la toma de las fortalezas del Valle de Mondego (en
particular Coimbra), que aseguraba el camino a Castilla. Tomar ofreció una durísima
resistencia, y no se pudo tomar Coimbra.

Mientras, Nun Álvarez Pereira obtuvo éxitos que comenzaban a cimentar su


leyenda de heroísmo y santidad.

En Oporto se preparaba una flota para sostener la causa del Maestre, y de Granada
llegaban noticias de una inminente acción bélica que no llegó a producirse.

Nun Álvarez Pereira abrió un nuevo frente de guerra en las proximidades a Évora.
El ejercito castellano experimentó una derrota (Los Atoleiros) decisiva para la moral
portuguesa. Lisboa resistió el duro cerco a la que estaba sometida, y también lo hizo
Oporto, pero la guerra devoraba todos los recursos y con la llegada del verano
comenzaron a producirse los primeros casos de peste, sobre todo entre los sitiadores
de Lisboa.

En julio, la flota, que había llegado a Oporto, intentó introducir víveres en la ciudad,
poniendo fin al bloqueo. Juan I intentó neutralizar el efecto tomando Almanda, pues
si se retiraba, aumentaría el número de partidarios del enemigo. Si mantenía el cerco,
la peste acabaría con su ejército, con lo que tras un último intento fallido, ordenó la
retirada hacia Santarem.

Las perdidas castellanas fueron enormes, pero el poder de Juan I seguía siendo muy
grande. El Maestre carecía de recursos y tenía que dotar de legalidad a su Gobierno,
superando su origen revolucionario. Para ello era necesario convocar las Cortes.

El Maestre de Avís comenzó a actuar en nombre propio, apoyándose en la


propaganda que mostraba al Maestre luchando por Portugal y obteniendo éxitos
militares, frente a don Juan, prisionero en Castilla después de haber servido a los
intereses del enemigo.

Las Cortes se reunieron en Coimbra, en marzo de 1386. Al llegar a la ciudad, el


Maestre fue aclamado popularmente como Rey. En la Asamblea se distinguieron tres
facciones: la castellana (con poca representación, y que consideraba a Juan I y
Beatriz como legítimos Reyes, en virtud de los Acuerdos de Salvaterra), la
legitimista (que defendía la legitimidad de don Juan, hijo de Pedro I e Inés de
Castro, con cierta fuerza en las Cortes) y la portuguesa (que propugnaba como Rey
al Maestre, y tenía el apoyo de los Procuradores de las ciudades y respaldo en las
Veuras y el Alentejo).

84
Un maestro de formación boloñesa, Joao das Regras estaba a favor del
reconocimiento del Maestre como Rey de Portugal, y presentó tres argumentos:

1. Beatriz y su esposo habían perdido algunos derechos por invadir el Reino


de Portugal, violar sus Fueros y los acuerdos suscritos entre ambos Reinos,
y por la obediencia al Papa de Aviñón. Había dudas sobre la legitimidad de
Beatriz.
2. Los hijos de Pedro I (tanto los habidos de Inés de Castro como el de
Teresa Lourenço) eran ilegítimos.
3. Contraposición entre los hijos de Inés de Castro, que se encontraban en
manos del enemigo y habían combatido contra su propio Reino, frente a la
de don Joao de Avís, Regedor e Defensor do Reino, del noble linaje del
Rey don Pedro, y que había defendido al Reino durante el cerco de Lisboa.

Con estos argumentos, las Cortes proclamaron al Maestre como Joao I de Portugal,
el 6 de abril de 1385. Luego votaron los recursos necesarios para hacer frente a los
gastos de la guerra, y propusieron a los miembros que integrarían el Consejo (con
representantes de los prelados, nobles, letrados y ciudadanos).

Portugal se encontraba en un momento económicamente desastroso, y con una fuerte


división política: se discutía la legitimidad de las Cortes de Coimbra, y había aun
muchos partidarios de Beatriz y de los hijos de Inés de Castro. La inminente
invasión castellana obligó a Joao I a adoptar algunas decisiones: Nombró
Condestable a Nun Álvarez Pereira, y atacó las posesiones castellanas en el Norte
del país, obteniendo numerosas victorias. Con la conquista de Guimaraes consiguió la
adhesión de todo el Norte, salvo Valença, Chaves, Bragança Miranda do Douro,
Guarda y Santarem, que se mantuvieron en manos castellanas.

La situación de Castilla tampoco era buena, ya que escaseaban los recursos y había
una profunda división en el Consejo sobre la actitud que se debía adoptar: un sector
sugería operaciones limitadas y aceptar negociaciones con las cuales se renunciaba a
la Corona portuguesa. Otro sector consideraba imprescindible una acción decidida
sobre Lisboa.

Conciliando ambos sectores, Juan I decidió una nueva invasión destinada a alentar a
los suyos, consolidar las posiciones que aún controlaban, y quebrantar la resistencia
enemiga.

Mientras, Joao I concertó una alianza con Ricardo II de Inglaterra, proclamó la


obediencia de Portugal a Urbano VI (el Papa de Roma) y prometió ayuda al duque
de Lancaster (aspirante petrista al Trono de Castilla).

Castilla, por otra parte, tenía apoyo de Francia y Aragón.

85
Se iniciaron las hostilidades en mayo de 1385, con una derrota para el ejército
castellano en Trancoso. Se volvió a reunir un numeroso ejército para una nueva
invasión, y la flota castellana dominaba el mar. Estaban dispuestos a intentar un
nuevo bloqueo a Lisboa.

En estas condiciones el ejército castellano entró desde Guarda, sigue el río Mondego,
libró unos primeros combates, pasó ante Coimbra sin atacar sus defensas, y cruzando
el río se dirigió hacia Leiría.

Al Sur de Leiría, entre Alcobaça y Vilanova de Ourem, estaban las tropas


portuguesas que les cerraban el paso hacia Santarem. En una colina, cerca de
Aljubarrota, estaban las tropas castellanas.

El combate se produjo a últimas horas de la tarde (14 de agosto de 1385), y los


castellanos fueron diezmados por los arqueros ingleses y por Nun Álvarez Pereira,
que cargó contra las filas castellanas, obteniendo así la victoria. Juan I, enfermo,
cabalgó junto con fugitivos de su ejército hasta Santarem, y se reunió con su flota,
hasta llegar a Sevilla.

Las pérdidas castellanas fueron muy cuantiosas: grandes pérdidas humanas, pocos
recursos económicos, una posible reacción Lancaster, y una probable revolución
interior que podía hacer peligrar a la dinastía. Se perdieron todas las posesiones en
Portugal: Santarem, el cinturón de fortalezas que envolvía Lisboa (Torres Vedras,
Alemquer, Sintra, Obidos y las ciudades del Norte)

Las relaciones con Francia y Navarra no se debilitaron.

Por parte de Portugal, la situación era victoriosa pero terrible: había una mala
situación económica y las heridas abiertas de un país que estaba saliendo de la guerra
civil. Se inició una nueva dinastía que hizo vivir a Portugal una de sus etapas
históricas más brillantes. Sin embargo, el temor a Castilla siguió vigente durante
mucho tiempo, y la paz aún tardó en llegar.

3. LA CRUZADA LANCASTER EN CASTILLA

Ante estos hechos, Inglaterra concluyó que era posible para el duque de Lancaster
alcanzar el Trono de Castilla, recibiendo subsidios del Parlamento y los apoyos de
Ricardo II en los Tratados de Westminster, de Windsor con Portugal, y de Urbano
VI.

Las operaciones militares portuguesas de 1385-1386 fueron victoriosas en el interior


del Reino, pero no en Castilla, que se defendió con firmeza.

Para asegurar la buena voluntad navarra, se firmó un nuevo acuerdo, el Tratado de


Estella, en el que se devolvía a Navarra las plazas ocupadas excepto Tudela, San

86
Vicente y Estella que eran entregadas al heredero en vasallaje de Castilla hasta el
cumplimiento de las demás cláusulas del acuerdo.

La expedición inglesa desembarcó en La Coruña en julio de 1386 ocupando Galicia y


coronándose en Santiago de Compostela, pero no pudo penetrar en la Meseta y la
flota castellana le cortó las comunicaciones con Inglaterra.

Joao I y Juan de Lancaster acordaron el matrimonio del portugués con Felipa, hija
de Juan, que se celebró en febrero de 1387. En Marzo de 1387 se reanudó el ataque
inglés sin resultados. Finalmente, se iniciaron conversaciones en Trancoso y fueron
continuadas en Bayona. Las bases del acuerdo fueron una compensación económica
al duque por la renuncia de los derechos de su mujer, hija de Pedro I, a la Corona de
Castilla y el matrimonio del heredero Enrique con Catalina, hija del duque.

4. LA PAZ PENINSULAR Y EL RELEVO GENERACIONAL

Al final de los ochenta se inició una etapa de paz consecuencia de la solución de los
conflictos, el agotamiento general y el relevo generacional, consolidándose por el
paréntesis en el gran conflicto europeo. Se aprovechó para abordar reformas
económicas, institucionales y religiosas.

A la muerte de Carlos II de Navarra (1 de enero de 1387) le sucedió Carlos III


cuyo reinado, partiendo de una completa ruina, arrojó un brillante balance económico
gracias a la conservación de la paz y al saneamiento económico.

El largo reinado de Pedro IV de Aragón se cerró con una profunda sensación de


crisis que obligó al Reino a entrar en el concierto general de paz. El heredero, Juan I,
al contrario que Pedro, se apoyó en la alta nobleza (dando fin a los conflictos que su
padre mantenía con ésta) y fue partidario de Francia y el Pontífice de Aviñón.

La paz peninsular se veía reforzada por la pacificación general europea tras las
treguas firmadas en Leulingham, en 1389, entre Inglaterra, Francia, Castilla y
Escocia. Paz a la que se incorporó meses después Portugal.

El agotamiento castellano era enorme, pero la paz permitía abordar una serie de
reformas que iban desde el ámbito institucional al religioso. Se expuso un nuevo
concepto de monarquía, concebida más como un deber moral que como un derecho,
cuyo ejercicio estaba más sometido a la norma moral y a las leyes, usos y privilegios
del Reino y de los súbditos. Se apoyaba en cuatro instituciones:

4. Las Cortes: se convocarán frecuentemente.


5. El Consejo: órgano esencial de gobierno; asesora al monarca y actúa como
Tribunal Supremo.
6. La Chancillería: Tribunal Supremo en lo civil.
7. Las Hermandades: funciones de policía proporcionado por los Concejos.

87
Además se reformó el ejército, con la creación de unidades permanentes.

La reforma religiosa fue de gran alcance situando a Castilla a la cabeza de la


Cristiandad. Hitos esenciales son los Jerónimos, la observancia franciscana, la
introducción de los Cartujos y la reforma benedictina.

Juan I murió en 1390 provocando un alto en el camino de las reformas y reabriendo


una lucha política por la Regencia. En este ambiente, sucedió la matanza de judíos de
1391. Comenzaron en Sevilla con las predicaciones del administrador de la diócesis
Fernando Martínez y extendiéndose por Andalucía, ambas Castillas y pasando a la
Corona de Aragón. Además de las grandes pérdidas humanas, se produjo un elevado
número de conversiones. El problema se trasladó a partir de ahora a la presencia de
conversos.

Con la mayoría de edad de Enrique III en 1393, la pugna entre la nobleza se


intensificó. La Alta Nobleza fue desplazada del poder político, económico y social
por la nueva Nobleza de Servicio de la que forman parte los linajes que desde ahora
van a disputarse el poder del Reino: los Mendoza, Velasco, Guzmán, Stúñiga,
Enríquez, Manrique.

También Aragón atravesaba por dificultades económicas con Juan I (1387-1396).


Además, su fidelidad al Papa de Aviñón movió al Papa Romano a apoyar a los
numerosos enemigos de Aragón.

Por otra parte, el entendimiento con la Alta Nobleza y los enormes gastos suntuarios
provocaron una ruptura con las Cortes, reunidas solamente en una ocasión.

Le sucedió Martín I (1396-1410) que seguía apoyando al Papa de Aviñón donde,


desde 1394, había accedido al Solio Pontificio Pedro de Luna, Benedicto XIII, tío
de la Reina de Aragón María de Luna. Para Benedicto conservar el apoyo de
Aragón se hizo vital; para el Papa Romano lo era crearle dificultades en sus intereses
mediterráneos, tal y como ocurrió con el levantamiento sardo en 1408 sofocado por el
heredero Martín ‘El Joven’, cuya muerte en la isla cambió el rumbo futuro de la
Corona.

Castilla, entretanto, prorroga su tregua anual con Portugal nunca bien observada. De
hecho, Joao I tomó Badajoz; en respuesta Ruy López Dávalos incendió Viseo. Hubo
acciones de piratería en el mar. Existía, además, cierto revanchismo castellano por
Aljubarrota. La negociación de paz fue muy laboriosa, en 1402 se firmó una tregua
por 10 años, la paz definitiva no se alcanzará hasta 1411.

Política de paz era también un objetivo esencial para Carlos III de Navarra (1387-
1425) y la recuperación de derechos familiares perdidos ante Francia e Inglaterra, eso

88
sí, por vía diplomática. En el interior, se remontaba la crisis gracias a la contención
del gasto. También aplicó un programa de reformas similar al castellano.

En 1393 consigue la devolución de Cherburgo por Inglaterra. Con Francia llegó un


acuerdo: Carlos III renunció a todas sus reclamaciones y le vendió Cherburgo; a
cambio recibió un conjunto de dominios, heterogéneos, dispersos y carentes de valor,
por los que recibía el título de duque de Nemours.

En 1404, los castellanos sondearon la actitud de Aragón y Navarra sobre la


posibilidad de intervenir contra Granada, que había tenido una participación activa en
la guerra civil en favor de Pedro I. La noticia de estos contactos provocó una
represalia fronteriza granadina que movió a un enfermo Enrique III a una tregua de
dos años. Pero a los pocos días de la firma, un ejército castellano sufrió un inesperado
ataque por tropas granadinas y fue derrotado en Los Collejares. Este hecho fue el
argumento para una guerra muy cara pero muy popular, en la que hizo su fortuna el
hermano del Rey Fernando. En esta situación se produjo la muerte de Enrique III
(25 de diciembre de 1406) dejando a un heredero de sólo dos años, Juan. La
Regencia correspondió a la Reina Catalina y al Infante Fernando, al que tentaron
para que tomase la Corona.

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TEMA IX: LOS TRASTÁMARA EN LA CORONA DE ARAGÓN: DEL
COMPROMISO DE CASPE AL FINAL DE LA GUERRA CIVIL CATALANA

1. EL INTERREGNO EN LA CORONA DE ARAGÓN

Martín I ‘El Humano’ (1396-1410) sucedió a su hermano Juan I (1387-1396),


venía de gobernar el Reino de Sicilia. Juan I no tenía descendientes masculinos por
lo que, a su muerte, la sucesión recayó en su hermano Martín. Martín previamente
había sido nombrado por su padre, Pedro IV ‘El Ceremonioso’ (1336-1387)
Gobernador del Reino de Sicilia y había llevado una política de uniones dinásticas
para fortalecer su posición. Cuando fue nombrado sucesor de Juan I, Martín hubo
de ser suplido en funciones por su mujer María de Luna momentáneamente hasta
que llegó a la Península desde Sicilia donde dejó a su hijo.

Durante su reinado Martín I intentó ganarse a las oligarquías urbanas, poniendo fin a
los enfrentamientos banderizos en los Reinos de Aragón y Valencia que arruinaban
las ciudades, aunque sus éxitos fueron muy limitados. Fue muy popular en Barcelona,
identificándose con los intereses de la ciudad, de la que recibió a cambio el apoyo en
sus proyectos Mediterráneos.

Martín era viudo cuando murió su único hijo Martín ‘El Joven’ la situación
dinástica se complicó. A Martín ‘El Joven’ sólo le había sobrevivido un hijo
ilegítimo con una dama siciliana llamado Fadrique. Martín I intentó conseguir
rápidamente un heredero proyectando su boda, primero con la hija del Infante
portugués y casando finalmente con una doncella de su casa, pero no tuvo
descendencia.

Murió en 1410 sin herederos y sin haber indicado de forma precisa quien debía
sucederle. No había conseguido legalizar la situación de Fadrique ni había obtenido
una respuesta de las consultas para nombrar libremente un heredero. Se afirmó la
supuesta existencia de un texto apócrifo con las voluntades del Rey.

Ante la muerte de su hijo Martín ‘El Joven’, había nombrado Gobernador de todos
los Reinos (1409) al conde Jaime de Urgel. Este tenía así una situación de privilegió
para apostarse como sucesor del monarca, pero Jaime de Urgel dio muestras de
escasa habilidad política entrometiéndose en las guerras de bandos en Aragón y
Valencia. Pero en Aragón y Valencia perduraba una profunda división que impedía
incluso la convocatoria de parlamentos unitarios.

Los candidatos con más opciones eran Jaime de Urgel, casado con una hermana de
Martín I, y Luis de Anjou. Siendo el conde de Urgel el mejor posicionado por sus
derechos dinásticos y la fuerza de su cargo. Se habría convertido fácilmente en Rey si
valencianos y catalanes no se hubieran enfrentado entre sí.

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Fernando de Antequera era el segundo (Rey de Aragón 1412-1416), era el Regente
de Juan II de Castilla (1406-1454) durante su minoría ya que era su tío. Juan II de
Castilla a su vez también tenía derechos sobre la Corona de Aragón, pero decidió
cederlos ante su tío, posiblemente por iniciativa de su madre que veía así la
posibilidad de alejar a Fernando de la Regencia. Como en un principio sus
posibilidades eran inferiores no hizo mucho caso del asunto sucesorio. Fernando se
aprovechó de la división en el Reino de Aragón y de su gran prestigio político y
militar para obtener de las Cortes castellanas un subsidio para luchar contra los
musulmanes. Fernando actuó con habilidad y prudencia para no levantar recelos en
Aragón y se ganó las simpatías de los antiurgelistas valencianos y aragoneses,
además acantonó tropas en la frontera castellano-aragonesa.

Ganaba la idea de reunir representantes de todos los territorios en un Parlamento


General, se promovió una convocatoria de Cortes aragonesas en Calatayud en 1411,
pero durante el intento fue asesinado el arzobispo de Zaragoza, antiurgelista que se
oponía a la convocatoria de Cortes, por Antón de Luna que era prourgelista. Este
incidente tuvo consecuencias en los sucesos inmediatos. Los proangevinos
aragoneses pidieron ayuda a Luis de Anjou y al no poder mandarla recurrieron al
castellano, quien mandó una fuerza de tres mil hombres que uso en Valencia y
Aragón junto a la diplomacia.

Era el fin del partido angevino y la apertura del Trono para Fernando de Antequera,
quien dejaba patente que estaba dispuesto al uso de la fuerza si era necesario.
Fernando acordó la boda de una de sus hijas con Fadrique de Luna y pactó con
Luis de Anjou que si uno de los dos salía elegido el otro recibiría una compensación
económica. Pero lo que sería decisivo sería el apoyo recibido de Benedicto XIII.

El Papa Luna, Benedicto XIII, desde un principio apoyó la causa de su pariente


Fadrique pero cuando perdió posibilidades apoyó la causa de Fernando. Castilla, de
donde era Regente, seguía la obediencia a Aviñón en el Cisma que desde 1378
dividía la Iglesia de Occidente. Con este apoyo pretendía ganarse la obediencia de
toda la Península ya que Jaime de Urgel apoyaba al Papa de Roma. Benedicto XIII
se había refugiado en Cataluña poco antes de la muerte de Martín I e intervino
intensamente en la cuestión sucesoria ya que del resultado dependían en buena
manera sus posibilidades de enfrentarse a Roma. Así autorizó a Fernando a utilizar
la fuerza en sus intereses en Aragón, combatir al Reino de Granada o lanzó la
excomunión a los urgelistas aragoneses.

En 1411 el enfrentamiento bélico se hizo inevitable ya que los problemas en Aragón


y Valencia se agudizaban. Mientras en Cataluña y Mallorca se mantenía la calma.

Las posiciones en cada uno de los Reinos estaban fijadas. Las Cortes Catalanas se
trasladaron a Tortosa buscando la proximidad con Aragón y Valencia, donde las
diferencias internas las hacían inoperantes. Los trastamaristas se reunieron en Aragón
en Alcañiz, único Parlamento que fue realmente operativo. En Valencia los urgelistas

91
lograron constituir un Parlamento legal en Vinaroz. La división contribuyó a
prolongar el interregno. En 1412 se consideraba que iba a ser inoperante convocar un
Parlamento General viendo lo que sucedía en los Reinos. Jaime de Urgel perdió
posibilidades con el aislamiento de sus partidarios en Aragón. Mientras Fernando de
Antequera trasladó la Corte castellana a la frontera con Ayllón y recibió a San
Vicente Ferrer, venía de parte de Benedicto XIII para estrechar lazos de amistad.

2. EL COMPROMISO DE CASPE Y SUS CONSECUENCIAS: EL DEBATE


HISTORIOGRÁFICO

A Aragón llegó una propuesta franco-provenzal para expulsar a los castellanos y dar
la Corona de Aragón a la Casa de Anjou, la propuesta fue rechazada y se intentó la
búsqueda de una solución definitiva. Benedicto XIII propuso la elección de monarca
entre un número reducido de compromisarios, el Parlamento de Alcañiz hizo suya la
propuesta y la remitió a Tortosa que la aceptó.

Se determinó el procedimiento según el cual en veinte días se nombrarían nueve


compromisarios, tres por cada entidad territorial y se reunirían en Caspe para analizar
los derechos de los distintos candidatos. La votación la ganaría el que tuviera seis
votos y al menos un representante de cada uno de los Reinos. La elección de los
compromisarios fue dificultosa. En Valencia hubieron rebrotes de enfrentamientos
entre los Centelles y los Vilaragut, las tropas castellanas tuvieron que intervenir
uniéndose a los Centelles, desde este momento el Reino de Valencia se decantó
definitivamente del lado de Fernando de Antequera. En Cataluña hubo gran
división entre urgelistas, trastamaristas y angevinos en la elección de los
compromisarios.

Cabe decir que los seis compromisarios que votaron la candidatura de Fernando de
Antequera eran personas adictas a la persona del Papa Luna. Los candidatos fueron:

1. Jaime, conde de Urgel, biznieto de Alfonso III de Aragón por línea


masculina.
2. Luis de Anjou, nieto de Juan I de Aragón y sobrino de Martín I por línea
femenina.
3. Fadrique de Aragón, conde de Luna, hijo bastardo de Martín ‘El Joven’,
nieto ilegítimo del Rey muerto.
4. Alfonso, duque de Gandía, tío de Martín I por vía masculina.
5. Juan II de Castilla, sobrino nieto de Martín I por línea femenina.
6. Fernando de Antequera, sobrino de Martín I por línea femenina.

La reunión en Caspe se inició en marzo de 1412 y se terminó en junio. Durante tres


meses se dilucidó sobre diversas cuestiones legitimadoras como la prevalencia de la
línea dinástica masculina sobre la femenina en la sucesión en la Corona de Aragón.
Otro aspecto fue el grado de parentesco de los candidatos con el Rey Martín I o con
cualquiera de los Reyes de Aragón. Los tres compromisarios aragoneses reconocieron

92
la capacidad legal de transmitir derechos sucesorios de las mujeres por lo que
eligieron a Fernando como pariente varón más próximo. También apoyaron San
Vicente y Bonifacio Ferrer, por Valencia y el compromisario catalán, Bernat de
Gualbes.

En junio San Vicente Ferrer hizo pública la sentencia o Compromiso de Caspe ante
la Iglesia de esta localidad como decisión unánime de los nueve compromisarios. En
un principio Jaime de Urgel pareció aceptar la sentencia.

Fernando de Antequera recibió en Cuenca la decisión y se puso enseguida camino


de Zaragoza. Convocó Cortes en Zaragoza e hizo una política de acercamiento a los
hombres clave del Reino, para ello recompensó a los fieles y se esforzó por atraerse a
los enemigos, concediendo incluso un perdón general para todos los urgelistas.

Jaime de Urgel no asistió a las Cortes de Septiembre, ni tampoco la mayor parte de


los urgelistas. Las sesiones se desarrollaron en una ambiente de consenso,
confirmándose los Fueros otorgados por Pedro IV en 1384. En estas Cortes fue
reconocido como Rey y el Infante Alfonso como Príncipe. Para intentar acercarse a
Jaime de Urgel se trasladó a Cataluña y tras una serie de ofrecimientos, un ducado y
un enlace matrimonial, reconoció a Fernando públicamente como Rey electo.
Fernando convocó después Cortes en Barcelona convencido de que la reconciliación
era ya un hecho. Pero estando reunidas el conde de Urgel se lanzó a la revolución
armada.

La revuelta carecía de sentido en este momento y al estar convocadas las Cortes fue
inmediatamente condenada. El momento elegido para la rebelión ya no era el
adecuado, quizá si hubiera sido nada más declarada la Sentencia de Caspe habría
contado con más apoyos. Los acontecimientos fueron muy rápidos, le fallaron los
intentos de hacerse con Huesca y Lérida y perdió la posibilidad de una alianza con
Inglaterra, además hubieron muchas defecciones en sus filas. El conde de Urgel fue
rápidamente derrotado y capituló en 1413, fue condenado. Se le confiscaron sus
dominios y fue encerrado en el castillo de Játiva, donde murió en el olvido en 1433.

En el análisis de las consecuencias que tuvo la Sentencia de Caspe caben múltiples


interpretaciones de lo que supuso para los Reinos hispánicos. Hay que valorar si
supuso un viraje en la política de la Corona de Aragón la llegada de los Trastámara.

Si analizamos las consecuencias de la Sentencia de Caspe de forma fría podemos ver


que los Trastámara apenas introdujeron cambios en la Corona de Aragón respecto al
periodo anterior. Esto a pesar de que Fernando llegó acompañado de sus hombres,
los cargos fueron confiados a hombres del Reino. En política exterior continuaron
con la tradicional política mediterránea dándole firmeza y solidez. Desplegó una
intensa actividad en el Mediterráneo con el objetivo de potenciar las relaciones con el
Levante y reafirmar los vínculos con África, además de propiciar un entendimiento
con Génova. La temprana muerte de Fernando en 1416, con 37 años, no le permitió

93
consolidar su política expansiva en el Mediterráneo. Pero sí la desarrolló su hijo y
sucesor Alfonso V ‘El Magnánimo’ (1416-1458). El siglo XV constituyó la época
más esplendorosa de la Corona de Aragón en Italia.

El asunto del Compromiso de Caspe ha hecho que los historiadores analicen el asunto
obteniendo conclusiones dispares. Los románticos catalanes, adictos al movimiento
de loa Renaixenca, lo ven como algo negativo ya que consideran a los Trastámara
como los principales causantes del declive político y económico en Cataluña. La
historiografía romántica castellana, defienden las actuaciones de San Vicente Ferrer,
ensalzan que este acto fue la demostración de la madurez de un pueblo.

Tradicionalmente se ha estudiado este tema desde la óptica de la cuestión jurídica.


Pero se trata más de un problema político que jurídico, ya que sin violentar los
principios de legalidad se tenía que hallar una fórmula que pusiera fin a las graves
tensiones que afectaban a la Corona de Aragón. El triunfo de Fernando de
Antequera no se debió a que tuviera una más sólida apoyatura jurídica, sino que
contó con el apoyo decidido de un grupo de personas que presentaron su candidatura
como la más conveniente.

3. REVOLUCIÓN EN CATALUÑA

La época de las turbaciones en Cataluña fue bien conocida en Castilla, como así lo
reflejan las crónicas, que distinguen a los barceloneses del resto de catalanes. Les
atribuyen el deseo de no obedecer la autoridad real, observan que el motivo de su
soberbia es la posesión de gran riqueza.

El conflicto comenzó durante la Lugartenencia de la Reina María, ya que esta tenía


que ocupar el lugar de su marido Alfonso V ‘El Magnánimo’ debido a sus largas
ausencias como Lugarteniente de Aragón y de Cataluña. Galcerán de Requesens
consiguió arrebatarle a la oligarquía el gobierno de la capital, Barcelona. Fue un
auténtico golpe de estado contra los privilegios municipales y el tradicional poder de
las familias patricias. El nuevo Gobernador los sustituyó por hombres de su confianza
y puso en marcha su programa de reformas: devaluación de la moneda,
proteccionismo, reforma del gobierno municipal. Los que alcanzaron el poder
pertenecían a la “Busca”.

Todo esto ocurrió bajo la protección del Rey Alfonso V ‘El Magnánimo’, que llego
incluso a nombrarle Lugarteniente. Se movilizó en contra de lo sucedido no tan sólo
la “Biga” sino todos los estamentos privilegiados del Reino. Para calmar los ánimos
el Rey decidió llamar a su hermano Juan de Navarra como nuevo Lugarteniente de
Cataluña. La nueva autoridad convocó Cortes en Barcelona de las cuales el Rey
esperaba obtener un cuantioso donativo. Desde el principio los síndicos del resto de
ciudades rechazaron a los de Barcelona por considerarlos ilegales, eran los
designados anteriormente por Requesens. Juan de Navarra quería seguir las
indicaciones de su hermano el Rey y que se concediera el subsidio, además de

94
afianzar el nuevo sistema barcelonés y darle un desenlace al conflicto rural a favor de
los campesinos pero el problema de los síndicos tardó en solucionarse siete meses,
entonces las Cortes pudieron continuar.

A partir de estas Cortes se generó un movimiento contrario al Rey entre la nobleza, el


clero y el patriciado, sobre todo desde la prisión del Príncipe de Viana. Las
dificultades a las que se enfrentaba Juan de Navarra surgían porque su hermano
había eludido anteriormente las soluciones.

Un nuevo factor de agitación fue la concesión a Galcerán de Requesens del condado


de Ampurias a cambio de un nuevo privilegio municipal que había conseguido para la
ciudad de parte del Rey. Provocó la indignación de sus oponentes de la “Biga”. En las
Cortes se presentó el memorial de agravios y entre ellos figuraba el “Agravio
Requesens” por el que se debían anular los actos de gobierno hechos por éste.
También debía devolver a la oligarquía el municipio barcelonés y la derogación del
nuevo privilegio.

Todo ello junto a la situación económica crearon una ambiente explosivo que el
Lugarteniente, Juan de Navarra no supo valorar.

4. LA GUERRA CIVIL CATALANA Y SU PROYECCIÓN


INTERNACIONAL

La revuelta estalló entre 1460 y 1461. El conflicto dividió a la nobleza catalana. Esta
nobleza se dividía en tres tipologías. La alta nobleza, apenas medio centenar de
familias, mayoritariamente instaladas en tierras gerundenses y que no solían asistir al
brazo militar de Cortes; luego estaban los cavallers o caballeros; y en último lugar los
donzells u hòmens de paratge, la baja nobleza. De los antiguos linajes condales sólo
perduraba el de Pallars, quién fue acérrimo enemigo del Rey y lo pagaría muy caro.
En las familias vizcondales existía división. Los nobles vivían en sus territorios y la
guerra los dividió.

La alta nobleza adoleció de falta de política propia, pero coincidieron en la defensa de


los privilegios sociales y de sus intereses económicos. En el aspecto político
estuvieron divididos aunque alguno de sus miembros llegó a liderar la oposición
antidinástica. Pero al estallar la guerra abierta entre la Generalitat y Juan II pocos
barones gerundenses siguieron apoyando el bando rebelde. En gran medida la gran
nobleza fue responsable de la formación de los dos bandos por sus rivalidades. Los
campesinos llegaron a exasperarse al negarse los nobles a llegar a soluciones
dialogadas. La pequeña nobleza del Norte se encontraba arruinada, a lo que se sumó
la guerra civil y las revueltas campesinas.

Mención especial merece el conde de Prades que capitaneó los ejércitos de Juan II.

95
A la muerte de Alfonso V ‘El Magnánimo’ en 1458 le sucedió su hermano Juan II,
que ya era Rey de Navarra., éste se replanteó la política peninsular. La situación se
complicó por la interferencia del Príncipe de Viana (heredero del Reino de Navarra),
enfrentado a su padre Juan por el tema sucesorio ya que este le había negado la
primogenitura y por lo tanto la herencia de la Corona. El Príncipe Carlos de Viana
acabó siendo encarcelado por una supuesta traición.

Estos hechos habían tenido lugar durante una Asamblea convocada en Lérida que se
había tenido que suspender por la actitud de los presentes. Los representantes se
unieron bajo la dirección de nobles y burgueses de la “Biga” para lograr la reparación
de los agravios y la liberación del Príncipe. Fue una auténtica revuelta. Una vez en la
Capital los diputados decidieron oponerse al monarca y convocaron una asamblea
reducida casi revolucionaria con un pueblo soliviantado. Los regidores “buscaires”
fueron desbordados por los acontecimientos dominados y dirigidos por la oligarquía.

La reunión del Parlamento fue un grito unánime contra Juan II y se le mandó un


ultimátum: la libertad del Príncipe y su declaración de primogenitura, una respuesta
negativa supondría la guerra, como así fue. Se declaró enemigo público a quien osara
enfrentarse a la Generalitat. El Rey se asustó y temeroso de una ofensiva castellano
capituló en todo y liberó a su hijo.

Se trató de reorganizar el país con un nuevo orden constitucional, el punto de


encuentro fue la Concordia de Villafranca del Panedés. La oligarquía conseguía sus
objetivos políticos y la monarquía conservaba la teórica plena potestad. La oligarquía
actuaba contra el campesinado y los intereses de la pequeña burguesía. El Príncipe
de Viana murió al cabo de pocos meses lo que allanó el camino a Juan II, su padre.
Quien mandó al Príncipe Fernando a Cataluña ya como heredero bajo la tutela de su
madre. La acción de la Reina acabó siendo calificada de conspiración por sus
contactos con los buscaires y los campesinos remensas. La Reina se sintió insegura
en la Capital y tras un conato de resurgimiento de la “Busca” en Barcelona y un
alzamiento campesino en Gerona la Reina huyó a Gerona.

Ante la nueva sublevación campesina se tomó la decisión de formar un nuevo ejército


para sofocarla. Mientras, algunos de los síndicos declararon bajo tortura la existencia
de una conspiración realista. Toda esta situación acabo en una serie de sentencias de
muerte que dejó en manos de la oligarquía el poder.

5. LA ETAPA FINAL DE LA GUERRA DE LOS CATALANES CONTRA


JUAN II

La larga contienda dirigida por la Generalitat contra el monarca tuvo la ayuda del
resto de los territorios de la Corona de Aragón y se desarrolló en varias etapas
durante once años hasta 1472. La primera se caracterizó por la alianza del Rey de
Francia con la hipoteca de los condados de Rosellón y Cerdaña. Él fue el libertador
de la Reina Juana y el Príncipe Fernando sitiados en Gerona. Así Juan II pudo

96
entrar en Cataluña y sitiar Barcelona, motivo por el que fue desposeído de la Corona
y declarado enemigo público. Pero hubo de retirarse. Cataluña juró fidelidad al nuevo
monarca Enrique IV quien, a través de la diplomacia, acabó abandonando la causa
catalana.

Un nuevo rey, el llamado Pedro IV (1463-1466) vino a ocupar el lugar pero


decepcionó tanto en el marco internacional como en el aspecto militar lo que
contribuyó a que aumentaran las deserciones. Era un momento propicio para la paz
pero la Generalitat estaba en manos de radicales y buscaron un nuevo monarca en la
casa de Anjou. Los ejércitos de Juan de Lorena llegaron para apoyar al monarca
aragonés quien comenzaba a ganar la batalla en el campo diplomático ya que había
casado a s u hijo Fernando con la Infanta Isabel de Castilla (1469) quien además
era la heredera de la Corona castellana. Un par de sucesos, como la muerte de Juan
de Lorena, allanaron el camino hacia el asedio de Barcelona que finalmente cayó en
octubre de 1472. Se firmaron la Capitulaciones de Pedralbes como un auténtico
tratado de paz.

97
TEMA X: LA PUGNA ENTRE NOBLEZA Y MONARQUÍA EN LA CORONA
DE CASTILLA EN EL SIGLO XV (REINADOS DE JUAN II Y ENRIQUE IV).
LA GUERRA CIVIL EN NAVARRA

1. LA REGENCIA DE JUAN II DE CASTILLA: FERNANDO DE


ANTEQUERA Y LOS INFANTES DE ARAGÓN

1.1 INTRODUCCIÓN

Enrique III dispuso los fundamentos políticos, militares e institucionales para el


despegue castellano, e introdujo las transformaciones que permitieron una mayor
afirmación del poder monárquico y una sólida consolidación de la dinastía
Trastámara.

El panorama durante principios del siglo XV es de un fuerte crecimiento de la


población y de la producción agraria. Burgos era el centro por excelencia del
comercio de la lana que se exportaba a Flandes. Se multiplicaron las ferias y los
mercados y se intensificó el proceso de urbanización.

Se fortaleció la Nobleza de Servicio, pues fue ella la gran beneficiaria del ascenso
que experimentaron los magnates y los linajes que prestaron su decisivo apoyo para
lograr la consolidación de la dinastía Trastámara. Lo que pudo ser un reinado de
firme autoridad regia, derivó hacia una situación de ineficacia, discordias y
desmesurados privilegios del poder nobiliario debido, sobre todo, a la dilatada pugna
entre una nueva generación de parientes regios: los Infantes de Aragón y el poder
ejercido por el privado del monarca, don Álvaro de Luna. El proceso de
consolidación monárquica generó fuertes tensiones que llegaron a auténticas guerras
civiles entre los partidarios de los Infantes, fundadores de un sólido partido
aristocrático defensor de los intereses de la oligarquía nobiliaria, y el partido
monárquico dirigido por el Condestable don Álvaro de Luna que siempre contó con
el apoyo del Rey castellano, Juan II.

El exceso de poder de una de las dos facciones motivaba la reacción nobiliaria de


rechazo y la formación de otro grupo nobiliario. Por este motivo, se constituyeron las
sucesivas Ligas contra don Álvaro.

1.2 FERNANDO DE ANTEQUERA, TUTOR DEL REY JUAN II. NIÑEZ Y


JUVENTUD DE LOS INFANTES

El reinado de Juan II comenzó con una prolongada minoridad en la que gobernaron


su madre, Catalina de Lancaster y su tío el Infante Fernando que puso todo el
aparato institucional al servicio de su propia ambición. Para ello contaba con la
plataforma de sus señoríos.

98
Fernando ganó prestigio para lograr sus objetivos a través de las campañas contra
Granada. Fernando de Antequera contó con muchos recursos de origen castellano,
pero también con gran parte de la clase política aragonesa y con la alianza del Papa
Benedicto XIII para ser designado Rey de Aragón en el Compromiso de Caspe.

Su nueva vinculación con Aragón no significó el fin de sus actuaciones políticas en


Castilla. Fernando de Antequera continuó ejerciendo como Regente de su sobrino,
y aprovechó los años que el destino le colocaba al frente de la más importante
monarquía peninsular para introducir a sus hijos en puestos de relevancia de tal forma
que, en el futuro, fuera imposible gobernar sin ellos.

Sus hijos, los Infantes de Aragón, ambiciosos, intervinieron permanentemente en las


disputas políticas del reinado de Juan II de Castilla. El origen y ascendencia de los
Infantes, fue netamente castellana:

1. Alfonso. Primogénito. Sucedió a su progenitor en el Trono de Aragón


extendiendo su reinado a Nápoles con el título de ‘El Magnánimo’.
2. Juan. Destinado por su padre a dirigir la política mediterránea, sería Rey de
Navarra por su matrimonio con Blanca y, posteriormente de Aragón, al
suceder a su hermano mayor.
3. Enrique. Maestre de la Orden de Santiago.
4. Sancho. Tenía el Maestrazgo de Alcántara, cargo que pasó con toda la renta
e influencia que conllevaba a su hermano pequeño.
5. Pedro. Murió en el sitio de Nápoles combatiendo en el bando de su
hermano primogénito, Alfonso V.

En cuanto a las hermanas:

1. María. Fue mujer del Rey castellano Juan II.


2. Leonor. Esposa de don Duarte de Portugal y madre de Alfonso V ‘El
Africano’.

Convirtieron el Consejo Real en el organismo supremo del gobierno, más allá de la


voluntad del monarca.

Pero cuando murió Fernando I las primeras divergencias surgieron entre sus hijos.
El enfrentamiento entre Juan y Enrique por el liderazgo de la política castellana y la
dedicación de Alfonso V a los asuntos mediterráneos e italianos, el afianzamiento de
Álvaro de Luna tras su llegada como doncel de la cámara de Juan II que pronto se
granjeó la confianza del Rey niño, impusieron a la Reina Regente Catalina, la
necesidad de alejar a don Álvaro de la Corte, pero no lo consiguió. Don Álvaro
logró de su Rey no solo poder sino también riquezas y enemigos pues se enfrentó en
multitud de ocasiones con los Infantes.

1.3 PRIMERAS DIVERGENCIAS ENTRE LOS INFANTES JUAN Y ENRIQUE

99
Algunos nobles cortesanos apartaron al monarca Juan II de la influencia del
arzobispo de Toledo y establecen un triple turno anual de equipos consejeros para
dirigir la débil personalidad regia. Con ello se pretendió apartar cuanto antes a los
Infantes de la Corte, lo que originó que surgieran facciones dirigidas por uno y otro
Infante.

Don Juan cumplió el compromiso matrimonial que había establecido su padre con la
heredera de Navarra, Blanca. Juan apartó a su hermano Enrique de la jefatura de la
política castellana arguyendo que al mayor correspondía la dirección y éste, colérico,
argumentó que un Rey de fuera no es persona indicada para dirigir el Consejo de otro
Reino. Don Enrique tramó un osado golpe de mano. Se apoderó del Rey Juan II,
invadiendo con sus parciales el palacio de Tordesillas donde éste dormía, protegido
por don Álvaro de Luna. Los seguidores del otro hermano y los leales a Juan II se
apresuraron a llamar al Infante ausente, que liberó al Rey y a don Álvaro.

1.4 PRISIÓN DEL INFANTE DON ENRIQUE

Don Enrique volvió a congregar sus tropas resistiéndose a licenciarlas. Incluso en la


Corte de Madrid se le acusó de connivencia con el Rey moro de Granada. Más tarde
se comprobó la falsedad de los documentos. Pero, a pesar de todo, fue preso y
encerrado. Su mujer, Catalina huyó también de Castilla. Doña Catalina murió de
parto, único y tardío.

Pero para don Álvaro no era bastante la prisión de don Enrique: había que destruirle
a él y a sus secuaces, luego podría, quizás, entenderse con el Infante don Juan. En
prisión don Enrique, el gobierno de la Corona pasó a manos de nueve personas.

Apresado don Enrique, Juan II, ya casado con María, Infanta de Aragón, se sintió
obligado a comunicar al hermano mayor su decisión y a explicarle los motivos de la
misma mediante una embajada. Se inició así una etapa poco conflictiva gracias a la
intervención de Alfonso V de Aragón. Alfonso respondió a los embajadores
enviados y se mostró dolido por la actitud del Infante don Juan.

Al fin, predominaron en él sus impulsos fraternos sobre el espíritu justiciero y tras


regresar de Nápoles, entró en son de guerra en Castilla, para exigir la libertad de don
Enrique. Convocó al Infante don Juan a su presencia, recibiendo una fuerte
reprimenda de su hermano mayor. Don Enrique fue liberado jurando previamente
que guardaría obediencia a su señor en Castilla.

2. EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LOS INFANTES DE ARAGÓN Y DON


ÁLVARO DE LUNA POR EL CONTROL DE LA POLÍTICA CASTELLANA
DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XV.

100
Castilla era escenario de la pugna entre Álvaro de Luna y los hermanos de la Reina,
los Infantes de Aragón que dominaban el Consejo Real. La consecuencia del
enfrentamiento es que el Condestable salió desterrado de la Corte.

Inmediatamente el Infante don Enrique se apresuró a cobrar las enormes sumas que
reclamaba para sí y para su mujer.

Pocos meses bastaron para demostrar el fracaso del movimiento desencadenado por
los Infantes de Aragón, pues, todos los aragoneses y muchos destacados nobles
castellanos, forzaron el regreso de don Álvaro de Luna así como la formación de un
Consejo Real más amplio y le invitaron a volver.

Los Infantes podían vencer, pero no dar a Castilla una forma de gobierno estable.
Álvaro, con su hábil programa, logró en poco tiempo atraerse hacia su causa a todos
los miembros del mismo. Con el pretexto de rumores de una próxima invasión
musulmana el Infante don Enrique fue enviado a la frontera andaluza.
Inmediatamente el Rey de Navarra, el Infante don Juan, fue invitado por Juan II a
abandonar Castilla porque no cabían dos monarcas en su Reino.

La expulsión de Juan de Navarra trajo como consecuencia la guerra con Aragón.


Álvaro de Luna se alió entonces con los principales miembros de la nobleza
castellana.

Don Enrique se apresuró desde el interior del Reino castellano a unírseles con sus
hombres y el cuarto hermano, don Pedro, se alzó desde el castillo de Peñafiel. El
Condestable le hizo frente. El encuentro se hubiera producido violento de no haberlo
impedido el cardenal de Fox, legado pontificio en Aragón, y la mediación de la
propia esposa de Alfonso V.

La paz quedaba restablecida, pero don Enrique fue castigado con el secuestro de sus
bienes patrimoniales. Airado por tan grave pérdida y en compañía de su hermano don
Pedro recorrió las comarcas de Extremadura saqueando sus villas. Don Álvaro de
Luna, solicitó voluntariamente ser enviado a reducirlos consiguiendo acorralarlos en
la frontera de Portugal, donde los sitiados se abastecían libremente, lo que motivó el
envío de una protesta del Rey castellano ante el monarca portugués, quien prohibió la
recluta de hombres y la venta de aparejos guerreros a los rebeldes, haciendo honor a
su discreta neutralidad.

Un acontecimiento fortuito puso en manos de don Álvaro al Infante don Pedro, con
lo que la resistencia del otro hermano se desmoronó. La paz finalmente firmada le
impuso al Infante don Enrique dos condiciones: la entrega de todas las fortalezas
que se hallaban por su causa y el secuestro de todos sus bienes.

Don Pedro fue entregado y, ambos hermanos embarcaron juntos de viaje a Italia.
Allí, en Nápoles, murió el Infante don Pedro. Expulsados del Reino, los Infantes de

101
Aragón dejaban el campo libre a la nobleza. Se trataba de un gobierno oligárquico
presidido por el Condestable, con una consolidación de una gran nobleza sin lazos de
sangre con la dinastía real.

2.1 ESTANCIA EN ITALIA DE LOS INFANTES: LA BATALLA DE PONZA


(1435)

En la lucha de Alfonso V con la Signoría milanesa atacó a unas naves genovesas que
navegaban por cuenta de Milán. El encuentro tuvo lugar frente a la isla de Ponza en
1435. Las naves napolitano-aragonesas asaltaron y encadenaron a las genovesas pero
en la lucha cuerpo a cuerpo que se entabló a continuación los agredidos se
impusieron.

Fueron apresados los reyes de Aragón y de Navarra, el Infante don Enrique y otros
caballeros. Sin embargo, el duque de Milán les ofreció la libertad y la hospitalidad.
Alfonso V, conmovido, concluyó con él un tratado de paz y amistad. El regreso de
don Juan y de don Enrique estuvo marcado en la Corte por la introducción de
modas y gustos de Italia.

Estos años presenciaron el extraordinario crecimiento del poder de don Álvaro de


Luna. Fueron años también de éxitos en la política exterior: guerra contra Granada.
Se concertó el matrimonio del Príncipe don Enrique, hijo de Juan II de Castilla,
con Blanca, hija del Infante de Aragón, Juan II de Navarra. Era la manera de que
este Infante de Aragón, y Rey de Navarra, se reintegrara a los asuntos políticos
castellanos.

Pero contra don Álvaro de Luna se alzaba un importante sector de la nobleza,


quienes dirigieron al Rey una demanda para que limitara el poder de su Valido. Don
Álvaro respondió persiguiendo a varios nobles. De este modo el Condestable
desencadenó un movimiento de la nobleza que tomó un alcance insospechado. Guerra
civil ininterrumpida durante la cual don Álvaro de Luna luchó abiertamente contra
los Infantes y contra la nobleza para lograr un dominio personal sobre el país.

2.2 ESTANCIA. EL RETORNO DE LOS INFANTES Y LA EXPULSIÓN DE LA


CORTE DE ÁLVARO DE LUNA

Don Enrique y su hermano el Rey de Navarra irrumpieron de nuevo en Castilla


reclamando la devolución de sus bienes.

La Liga formada por los más destacados nobles, presentó un mínimo programa de
gobierno que se reducía fundamentalmente a dos puntos:

a) El Rey, a quien se reconocía el poder absoluto, debía ejercerlo contando


siempre con su Consejo.

102
b) Todas las donaciones o mercedes que enajenaran patrimonio realengo
tendrían que ser refrendadas por este mismo Consejo.

Juan II y su Privado no se mostraron de acuerdo con lo anterior, en cambio, madre e


hijo se alinearon abiertamente a favor de la Liga.

Los Infantes lograron recuperar su patrimonio, pero, en realidad, los vencedores


fueron los integrantes de la Liga. don Álvaro de Luna contaba con la adhesión de
algunos componentes del Consejo. Enrique actuaba preferentemente en Castilla la
Nueva, y Juan, en la Cuenca del Duero. Se apoderaron del Rey. Contaban entre sus
filas con la presencia de la Reina, que ayudaba desde dentro de la Corte a sus
hermanos, y del heredero lo que dio al golpe un cierto revestimiento de legalidad.

El Condestable siguió recobrando partidarios y defensores de su política. Don Álvaro


celebró una entrevista secreta con los dos Infantes, Juan y Enrique, lo que permitía
suponer que la reconciliación podía abrirse camino. Nada más lejos de la realidad.

El Rey de Navarra, rompiendo la unidad de los nobles recurrió a un golpe de Estado,


y ordenó la prisión de un fiel defensor del Condestable, a la vez que retuvo al Rey
que se convirtió en su verdadero prisionero. El resultado: el Condestable se puso al
frente de una amplia coalición nobiliaria que reclamó la libertad de Juan II a la que
se unieron bastantes ciudades.

El Infante don Enrique intentó lograr la adhesión de nobles y ciudades andaluzas,


pero con nulos éxitos. Juan II huyó de su prisión. El Condestable y el Príncipe,
considerándose vencedores coincidieron en un objetivo: impedir a los Infantes el
retorno a Castilla. Para ello intentaron poner freno a la posible guerra con Aragón
mediante contactos directos con Alfonso V. Alfonso dio una respuesta amable, pues,
identificado con Nápoles, no estaba dispuesto a volver a la Península. Se estableció
una tregua. Con el Rey liberado, la posición de don Álvaro de Luna y los nobles
coaligados mejoró decisivamente y deciden confiar la suerte definitiva a las armas. Se
enfrentaron en la Batalla de Olmedo.

3. LA BATALLA DE OLMEDO (1445) Y EL FIN DE LA PRESENCIA DE


LOS INFANTES DE ARAGÓN EN CASTILLA.

Consecuencias que tuvo la batalla: entre los numerosos lesionados contaba el Infante
don Enrique que falleció poco después. Desaparecía así el más ambicioso e
intrigante de los Infantes de Aragón que además lo hacía sin descendencia. El
Infante don Juan salió definitivamente de Castilla buscando refugio en Aragón
intentando también mantener alguna clase de dominio sobre Navarra, en donde libró
con su propio hijo, don Carlos de Aragón, su particular enfrentamiento. Sus
hermanas Leonor, Reina de Portugal y María, Reina de Castilla también habían
fallecido poco antes que su hermano Enrique. Alfonso V, cuando recibió en Italia la
noticia se disgustó, pero no quiso modificar la línea que se había trazado.

103
Los vencedores de Olmedo fueron los nobles más destacados de Castilla esta vez,
como en otras, lograron importantes beneficios.

Consolidado el reparto de las prebendas se dictó una amnistía general para todos los
implicados, siempre que estuviesen dispuestos a prestar juramento de fidelidad a la
Corona. Quedaban excluidos el Rey de Navarra y los bienes del Infante don
Enrique.

3.1 TRIUNFO NOBILIARIO EN CASTILLA

El rasgo dominante en la Corona de Castilla fue el desarrollo de un proceso de


señorialización sin precedentes, cuyo gran beneficiario fue la alta nobleza, aunque
dividida en bandos. Es una época de pujanza económica a pesar de la epidemia de
peste.

3.2 LOS TRASTÁMARA Y SU POLÍTICA PENINSULAR

En el ojo del huracán se hallaba siempre Juan de Navarra, siempre ambicioso,


primero como caudillo de los Infantes de Aragón frente a su primo el débil Juan II
de Castilla, luego como Rey de Navarra enfrentado a su hijo y por fin como Rey de
Aragón combatido por sus súbditos catalanes durante una larga guerra civil.

En Cataluña, el autoritario monarca encontró primero la oposición de las instituciones


en manos de una oligarquía. Frente a la oligarquía nobiliaria y urbana, y al lado de la
monarquía sobresale un hombre de la pequeña nobleza, el caballero Galcerán de
Requesens, encumbrado por sus servicios al Rey Alfonso V sobre todo desde el
cargo de Gobernador del Principado y el de influyente Consejero de la Reina María.
Intentó lograr la sumisión del poderoso patriciado barcelonés. Logró la obtención de
continuos subsidios de los catalanes para gastar en sus designios hegemónicos en el
Mediterráneo. Requesens se enemistó con el rico patriciado o grupo de la Biga, hasta
el punto de proteger al partido de la oposición, la Busca, y permitir la creación de un
sindicato de los Tres Estamentos.

Otro conflicto paralelo es el de los llamados campesinos de “remensa” que deseaban


terminar con su adscripción a la tierra mediante el pago de una suma. El Rey Alfonso
V les permitió la formación del Gran Sindicato Remensa para reunirse y luego
negociar con sus señores, que vieron con disgusto la implantación de tal medida. Los
sindicatos fueron utilizados por la monarquía como arma contra la oligarquía
catalana.

El Reino navarro presentaba en esta época un problema interno: dualismo que separa
a sus habitantes: los de la montaña con una economía ganadera y los de la llanura de
vida campesina; los primeros actuaron bajo el caudillaje de los nobles Beaumont,
mientras los demás seguían a los Gramont. La tradicional oposición de los dos

104
grupos tomó fuerza bajo el reinado de Blanca, casada con el Infante Juan de
Aragón. La muerte de la Reina y sobre todo su testamento abrieron una etapa
conflictiva. Dejaba como heredero a su hijo Carlos, Príncipe de Viana, pero una
cláusula poco explícita mencionaba la condición de tener el previo consentimiento de
su padre. Como Carlos contaba con la ayuda de los beamonteses más favorables a
Castilla, esto provocó la ira de los agramonteses y en consecuencia su posición
favorable al Rey y a Aragón. Atacado el país por los castellanos, Carlos aprovechó la
ocasión para pactar con don Álvaro de Luna, pero fracasó y se le consideró traidor.

Navarra fue invadida por los castellanos, con el Príncipe acusado de traición y
encarcelado. Se llegó por fin a una precaria reconciliación familiar y a un acuerdo
político con un pacto según el cual Carlos recuperaba los bienes y la libertad a
cambio de prestar obediencia a su padre. Ya libre, rompió el acuerdo a instancias de
los beamonteses. Parecía posible la pacificación general como consecuencia del
alejamiento de Castilla del derrotado Juan de Navarra, pero él culpaba de todo a su
hijo y le castigó desposeyéndole de la herencia materna que pasó a su hermana
Leonor, casada con Gastón de Foix.

La guerra civil navarra con la intervención de Gastón derivó contra Carlos, que tuvo
que dejar el país. Durante esta larga ausencia, su padre, tomó una grave decisión:
Leonor y su marido fueron jurados herederos. Naturalmente con esta iniciativa el
conflicto se endureció y perduró durante años.

4. EL FINAL DEL REINADO DE JUAN II DE CASTILLA:


AJUSTICIAMIENTO DE DON ÁLVARO DE LUNA. EL PRÍNCIPE
HEREDERO ENRIQUE

El triunfo del Privado sobre los Infantes de Aragón, le llevó a acentuar sus excesos
autoritarios hasta provocar una guerra civil. don Álvaro de Luna firmó alianzas con
Príncipes rebeldes de Portugal y Navarra, que fracasaron al poco tiempo.

La enemistad con Isabel de Portugal, la segunda esposa de Juan II de Castilla,


acarreó el fin de la privanza de don Álvaro por la influencia de la nueva Reina sobre
el ánimo débil de su esposo. El Valido fue entregado a los nobles y decapitado.

En mayo de 1445, la facción de los nobles aliada con los principales enemigos de don
Álvaro, los Infantes de Aragón, fue derrotada en la Batalla de Olmedo (1445). Allí
fue malherido en una mano —de cuya infección falleció al poco— el Infante Enrique
de Aragón, y el favorito, don Álvaro, que había sido nombrado Condestable de
Castilla y conde de Santiesteban en 1423, le sucedió en su título de Gran Maestre de
la Orden de Santiago. En ese momento su poder parecía incontestable, pero solo se
basaba en el afecto que le dispensaba el Rey. Eso cambió cuando la segunda esposa
del rey, Isabel de Portugal, madre de Isabel la Católica, temerosa del inmenso poder
del Condestable, conocedora de sus intrigas, abusos y asesinatos dispuestos por él,
urgió con insistencia a su marido a prescindir del favorito.

105
En 1453, el Rey Juan II cedió. El 4 de abril, Álvaro de Estúñiga detuvo al
Condestable por orden del Rey en Burgos y fue trasladado al Castillo de Portillo. Su
esposa Juana Pimentel y su hijo Juan de Luna se refugiaron en Escalona, desde donde
pidieron ayuda al Papa, por ser la Orden de Santiago (de la que era Gran Maestre)
protegida papal. El 28 de abril, Juan II partió desde Portillo hasta Fuensalida para
sofocar la rebelión de los partidarios del Condestable.

El día 1 de junio se le trasladó a Valladolid, donde fue juzgado y condenado en un


manido juicio que no fue más que una parodia de la justicia. Fue decapitado en
cadalso público en la plaza Mayor de Valladolid el 2 o 3 de junio de 1453.

Juan II falleció al cabo de un año. El heredero Enrique IV tenía deformadas las


extremidades, que se consideraban dentro de la normalidad; se piensa que era
esquizofrénico y homosexual.

Corpulento, perezoso, de carácter débil, cambiante y aficionado al lujo y a la


indumentaria morisca, estaba casado con Blanca de Navarra, pero consiguió el
divorcio a fines del reinado de su padre mediante una sentencia bajo el pretexto de su
impotencia en relación con su esposa y no con otras mujeres. Su divorcio formaba
parte del plan favorable a Portugal.

5. LA PRIMERA PARTE DEL REINADO DE ENRIQUE IV DE CASTILLA.


LA NOBLEZA EN LA POLÍTICA CASTELLANA

La paz con la Corona de Aragón permitió iniciar el nuevo reinado con tranquilidad.
El Rey Enrique llegaba al Trono con experiencia y despertaba muchas esperanzas.
En las primeras Cortes quedó patente su desinterés por el Gobierno, por las peticiones
de sus súbditos y por la misma Asamblea, que convocó muy pocas veces. También
manifestó tolerancia con los nobles perseguidos durante el reinado anterior, liberando
a algunos de la cárcel. Asimismo, se interesó por el comercio exterior.

Juan de Navarra, que temía la posible alianza de Castilla y Portugal sellada


mediante un nuevo matrimonio del monarca y también el apoyo del mismo a los
rebeldes de Navarra y de Cataluña, intentó impedirlo mediante la actuación de sus
parientes. En cambio, sus enemigos fueron los Mendoza y luego los Velasco,
consejeros y leales servidores de Enrique IV.

Una de las preocupaciones de Enrique IV, poco antes de llegar al Trono fue liquidar
el problema navarro derivado de su divorcio y de la enemistad con su ex suegro.
Firmó las paces con Juan de Navarra, con unas cláusulas ventajosas. El Rey de
Navarra se consideró fracasado y culpó de todo a su hijo Carlos de Viana todavía
más aborrecido desde entonces.

106
Con la pretensión de aislar más a Juan de Navarra, Enrique IV pactó con Carlos
VII de Francia continuando así la tradicional alianza destinada a proteger el
comercio y la navegación castellana en el Atlántico. También aceleró las
negociaciones de su segundo matrimonio con Juana de Portugal.

El aspecto legal del matrimonio resultó bastante complicado, hasta el punto que
durante las luchas por la sucesión los partidarios de la Princesa Isabel, la futura Reina
Católica, pudieron calificar el enlace de ilegítimo. Se basaban en las irregularidades
de la sentencia de divorcio, y en la dispensa por parentesco de los contrayentes no
otorgada directamente por el Papa sino encargada al arzobispo de Toledo.

Un aspecto positivo de la alianza con Portugal fue la solución del antiguo problema
de las pretensiones lusas sobre las Islas Canarias gracias al pacto alcanzado. Castilla
conservó las islas a cambio del reconocimiento o cesión al Reino vecino de las costas
africanas occidentales ya adquiridas.

Casi al mismo tiempo la leyenda negra del monarca se ampliaba después de la serie
de campañas contra Granada, terminadas con treguas. Su carácter cambiante y su
horror a la crueldad le acarrearon la fama de cobarde y el desprecio de los nobles,
mientras su vestimenta morisca y su admiración por todo lo nazarí le hacían un flaco
servicio. A pesar de no conseguir ninguna resonante victoria, los resultados fueron
favorables. En realidad se esperaba mucho más del considerable ejército reunido y de
los enormes recursos procedentes del país gracias a las Cortes .

5.1 EL PAPEL DE LA NOBLEZA

La nobleza castellana daba muestras de agresividad frente al descenso de las rentas


señoriales. Las concesiones de los primeros Trastámara, constituyeron la base de la
expansión del régimen señorial castellano. La alta nobleza se convirtió en un
peligroso competidor de la monarquía provocando numerosos conflictos políticos
hasta llegar a una dura lucha durante el reinado de Juan II.

Como ejemplo del poder de la aristocracia y del crecimiento de su patrimonio puede


citarse el del marqués de Villena, Juan Pacheco. De Paje llegó a Mayordomo
Mayor de Enrique IV y luego a Mariscal de Castilla, y le dominó de tal modo que
fue el inspirador de la política real. Durante su encumbramiento, cuando parecía que
el poder de Pacheco podía afianzarse con la obtención del Maestrazgo de Santiago,
equiparándose a don Álvaro de Luna, el monarca, buen conocedor del valimiento de
éste durante el reinado de su padre, se resistió a consolidarlo como Valido y se
inclinó por unos jóvenes nobles, entre los que destacaron Beltrán de la Cueva y
Miguel Lucas de Iranzo. Este último, acabó enseguida su carrera cortesana por los
celos de Juan Pacheco, el Marqués de Villena.

Como el Maestrazgo podía ser para Beltrán, Juan Pacheco decidió impedir la
aparición de un Valido con el mismo método que derribó a don Álvaro de Luna:

107
formar una unión o liga de nobles y por eso se entrevistó con el Rey Juan de
Navarra, dispuesto como siempre a una intervención en Castilla. Presionado por
Pacheco, el monarca castellano selló con Juan de Navarra una reconciliación
reforzada por una doble alianza matrimonial, la del Infante Alfonso con Juana de
Aragón y la de la Infanta Isabel con Fernando de Aragón, o sea, los hermanastros
de Enrique con los hijos de Juan. La concordia no duró por acaecer poco después la
muerte del Rey Alfonso en Nápoles y la sucesión de su hermano en la Corona de
Aragón, lo que favoreció el aumento de su fuerza frente a Castilla.

Reforzado el gobierno de Juan Pacheco, Marqués de Villena con esta alianza, lo


compartió con los nobles aliados suyos.

El papel del Consejo Real se acentuó; compartía el poder ejecutivo con el monarca, y
tenía bastante libertad de maniobra por su debilidad de éste. Estaba integrado sólo por
nobles,

En la sociedad hubo un proceso de señorialización del país, que permitió la


formación de latifundios y el incremento de su riqueza por medio de la recuperación
de la agricultura y el predominio de la ganadería, base del comercio exterior
monopolizados por los nobles. Su riqueza les permitía pagar hombres de armas; les
servía para arrebatar tierras a nobles enemigos, con lo cual provocaban
enfrentamientos endémicos. Acaparaban los altos cargos; participaban en la
recaudación de tributos con unas donaciones que arruinaban la Hacienda Real o
disminuían las tierras de realengo. Disfrutaban de un alto nivel de vida, lujo personal
y mecenazgo.

El monarca también siguió el sistema de sus predecesores de concesión de nuevos


títulos nobiliarios. La institución del mayorazgo, que solo el Rey podía conceder,
consolidó la fuerza de los poderosos, ya que el titular dispuso de las rentas pero no
podía disminuir o enajenar el patrimonio, que debía pasar íntegramente al
primogénito o al heredero. De este modo, la nobleza estabilizaba su riqueza hasta
convertirse en árbitros de la política castellana.

5.2 LOS GRANDES LINAJES

Cada uno de los linajes se encontraba radicado en un área geográfica concreta.


Algunos procedían de Portugal, pero la mayoría tenían su origen en el Norte de
España. Sólidamente establecidos en sus dominios, poderosos señoríos ascendieron
durante el reinado de Juan II y lucharon con su sucesor por el poder. No atacaban
unidos.

En la segunda parte del siglo XV más de la mitad de las tierras castellanas estaban en
manos de la aristocracia laica y eclesiástica. Además, consiguieron que un alto
porcentaje de las rentas ingresadas normalmente por la Corona sirviera para pagarles
salarios. También se permitió eximir de impuestos a hombres y lugares fuera de su

108
señorío; son los llamados excusados, cuya proliferación perjudicaba la Hacienda
Real. Siempre estaban a la defensiva para evitar que ninguno de los suyos se
encumbrase demasiado por encima de los demás, y continuaban insatisfechos, cada
vez más distanciados del Rey, a quien desprecian por su misma debilidad en
dominarlos, y siempre dispuestos a traicionarle.

Otros sistemas para aumentar su influencia y riqueza se basaba en una calculada


política matrimonial que unía diversos linajes.

5.3 HACIA EL PERIODO DE LAS GUERRAS CIVILES

Como la situación del Reino iba empeorando, se intentó poner remedio mediante la
reunión de unas Cortes. Enrique IV no hizo ningún caso de las peticiones de los
nobles o de las ciudades respecto a la malversación de fondos, ni apartó a los moros
de su Corte. No supo aprovechar la fuerza de los ciudadanos y del clero, que le
hubieran brindado apoyo en su lucha contra los Grandes del Reino. Se produjo la
formación de una Liga nobiliaria a raíz de las Cortes.

Consolidada la Liga se reunieron los nobles elaborando su programa de actuación en


caso de alcanzar el poder: mayor representación nobiliaria, control de los gastos y
una decisión mucho más grave, la aceptación como Príncipe de Asturias de Alfonso,
el menor de los hijos nacidos de la segunda esposa de Juan II. Esta iniciativa
significaba considerar infecundo el matrimonio de Enrique IV con Juana de
Portugal. Aprovecharon la existencia del malestar popular.

La Liga se consolidó con la adhesión de Juan II, quien, ya Rey de la Corona de


Aragón, reanudó su tradicional injerencia directa en los asuntos de Castilla.

El gran error de Enrique IV ante la Liga nobiliaria fue mantener su apoyo


incondicional al marqués de Villena, porque los nobles enemigos de este último
identificaron el monarca con la política personal de su Privado. Y la debilidad del
Rey fue su pacifismo; odiaba la guerra hasta el punto de claudicar ante los rebeldes,
pero entonces se alzaban otros nobles del bando contrario.

Enrique IV emprendió una campaña militar contra su enemigo en Navarra con


evidente éxito, completada con el acuerdo con Carlos de Viana que se casaría con la
Infanta Isabel ya mencionada.

El mismo Enrique IV perjudicó su propia causa cuando cedió a las instancias de


Juan Pacheco para iniciar unas negociaciones con la Liga y alcanzar la paz. Se llegó
a la concordia en la que quedaba incluido Juan II, que triunfaba sobre su hijo
rebelde: conseguía el abandono de Carlos de Viana por parte de Castilla y el fracaso
de su proyectado matrimonio con la princesa Isabel.

109
En Castilla tuvo lugar un acontecimiento que acabó complicando todavía más la
política sucesoria de Enrique IV, cuando los nobles ya habían proclamado a su
hermano Alfonso: el nacimiento en Madrid de la hija del Rey llamada Juana como
su madre. Si bien las Cortes la juraron como primogénita heredera sin ninguna
contradicción, Juan Pacheco y otros nobles se opusieron, secretamente de momento,
sin concretar todavía su creencia en un nacimiento ilegítimo, como se dijo más
adelante y se le adjudicó el mote despectivo de la Beltraneja. La atribución de su
paternidad a Beltrán de la Cueva no tiene ninguna base sólida.

En esta época Enrique IV tenía mucha confianza en don Beltrán de la Cueva, y en


sus parientes los Mendoza, de modo que se estableció un equilibrio en el Consejo
Real: por un lado, estos leales servidores del monarca, y por otro, Juan Pacheco y
los suyos.

5.4 LA FARSA DE ÁVILA, FIN DE UNA ETAPA

La posición de Juan Pacheco, Marques de Villena, apareció de modo evidente con


su conexión con la Liga. El monarca, al verse traicionado por éste, confió más en
Beltrán de la Cueva, a quien quiso favorecer con el Maestrazgo de Santiago, a lo
que se opuso el primero. El Marqués de Villena estaba dispuesto a todo y a utilizar
todos los medios a su alcance para tener el poder. Castilla estaba en pleno caos
cuando Juan Pacheco, reunió a los miembros de la Liga y aquí elaboraron un
manifiesto al Rey y su Privado don Beltrán.

Aquí apareció la labor difamatoria: la Infanta Juana no era hija legítima del Rey sino
del Valido, por lo cual el derecho de sucesión correspondía al joven hermanastro del
monarca, el Infante Alfonso. Siguieron unas peticiones concretas: encarcelamiento
del Privado y que el Infante Alfonso fuese Maestre de Santiago, jurado heredero del
Reino y que su hermana Isabel no se pudiera casar sin el consentimiento de los tres
estados del Reino. En esta petición se ve la mano de Juan II que reservaba la
princesa para su hijo Fernando.

Enrique IV siguió con su política de concesiones a sus enemigos en detrimento de su


ya deteriorada autoridad. La monarquía quedaba sin poder bajo el control de los
Grandes.

Se llevó a cabo la “Farsa de Ávila”: en esta ciudad se hallaba un grupo de los


Grandes del Reino junto con el Infante Alfonso dispuestos a deponer al Rey
Enrique: se organizó el solemne acto, se dispuso un trono ocupada por una estatua
parecida al monarca con su corona y su cetro. Ante la imagen se leyeron todos los
agravios, causa de su deposición. Este acto de rebeldía sin precedentes provocó una
larga guerra civil.

6. GUERRA CIVIL EN CASTILLA: ENRIQUE IV Y EL REY ALFONSO DE


ÁVILA (1465-1468)

110
6.1 LAS GUERRAS CIVILES DEL PERIODO 1465-1480

La Corona de Castilla fue una de las más afectadas por estas contiendas. Hubo dos
momentos especialmente violentos: la guerra civil entre Enrique IV y su hermano
Alfonso, entre 1465 y 1468, y la guerra de sucesión al Trono entre Isabel ‘La
Católica’ y Juana ‘La Beltraneja’ entre 1474 y 1479.

El Reino de Navarra fue el otro gran escenario de guerra abierta entre dos grandes
partidos, los agramonteses y los beamonteses. Más adelante se planteó la lucha por el
poder entre Juan de Navarra y su hijo el Príncipe de Viana.

La revolución catalana supone el tercer gran conflicto y constituye el primer gran


intento secesionista orquestado desde Francia contra Juan II de Aragón. Los
restantes Reinos de la Corona de Aragón quedaron relativamente al margen. Portugal
fue la excepción al no padecer conflictos internos.

6.2 LA GUERRA CIVIL DE ENRIQUE IV Y EL REY ALFONSO “EL DE


ÁVILA”

Las causas directas del problema se habían planteado cuando el Rey Enrique IV
había relevado del poder al primer equipo de gobernantes de los inicios de su reinado
(Juan Pacheco, marqués de Villena) para instaurar otro más adicto a su persona
(Beltrán de la Cueva, el clan de los Mendoza). Se plasmaron sus acusaciones en el
Manifiesto de Burgos. Aquel documento fue la base de discusión de la Sentencia de
Medina del Campo, un documento político casi revolucionario.

Pero Enrique IV no aceptó el documento. La respuesta de la alta nobleza rebelde


ante la negativa del Rey fue llegar hasta el extremo de la proclamación de Ávila.

Alfonso tuvo una Corte propia que se desplazaba de manera itinerante. Creó una
Administración paralela. Desde los comienzos de la rebelión emitió mercedes de todo
tipo para ganar o conservar partidarios. Lo grave es que su hermano el Rey siguió
exactamente la misma política de mercedes, de forma que entre los dos consiguieron
dilapidar el patrimonio real.

La guerra civil fue más una estrategia de posiciones que un conflicto a dilucidar en
batallas en campo abierto. La guerra fue parca en hechos de armas y muy rica en
pactos bajo cuerda en los que se intercambiaban obediencias por dinero.

Los partidarios iniciales de Alfonso pueden ser clasificados en tres grupos. Los
defensores del programa político contenido en el documento de Medina del Campo,
que pretendía la reforma de la monarquía poniendo límites al poder real; los
“aragoneses”, es decir, los leales a Juan II de Aragón, que deseaban quitar de en
medio a Enrique IV; y el binomio formado por los hermanos Juan Pacheco,

111
marqués de Villena y Pedro Girón, Maestre de Calatrava: todos estaban dolidos por
el encumbramiento de segundones como don Beltrán de la Cueva.

A Enrique IV le apoyaba en los primeros momentos los miembros del bando


liderado por Beltrán de la Cueva, además de buena parte de las ciudades
importantes. Trascendental fue el apoyo del Papa.

Los ataques por sorpresa y los golpes de mano contra castillos y villas amuralladas
fueron bastante frecuentes, pero en general poco violentos. Al llegar 1465 había
equilibrio, y esto y el agotamiento de recursos explican la Tregua de Montejo. Las
hostilidades cesaron pero las dos Cortes siguieron existiendo. El desgobierno y la
anarquía se fueron extendiendo por todos los rincones del Reino hasta desembocar en
un conjunto de luchas regionales por el poder.

El bando Alfonsino perdió importantes apoyos al tiempo que el propio Alfonso, daba
muestras de tener criterios propios. Todo esto favoreció un acercamiento de
posiciones políticas, auspiciadas por el arzobispo Fonseca, que expuso la necesidad
de lograr una solución proponiendo el reconocimiento universal de Enrique IV como
Rey y de Alfonso como heredero.

El Rey aceptó pero se precisaba anular de la escena política a los miembros más
extremistas de cada bando: a la Reina Juana, por defender a ultranza la legitimidad
de Juana la Beltraneja, y a los “aragoneses”, por empeñarse en la eliminación total
del Rey. Pero el plan Fonseca tampoco tuvo éxito.

Se reanudaron las hostilidades. Algunos creían que el recurso a las armas podía ser la
solución definitiva. Se libró entonces la Segunda Batalla de Olmedo que no fue más
que un episodio sin excesiva importancia. Mucho más importante fue, la toma por
sorpresa que los alfonsinos hicieron de la ciudad de Segovia, baluarte de Enrique IV,
en cuyo alcázar se custodiaba el tesoro real y se refugiaba la Infanta Isabel. La
pérdida de Segovia fue un mazazo contra la moral del Rey. Enrique IV volvió a
pedir al arzobispo Fonseca su mediación. El arzobispo aceptó pero exigió como
seguridad la custodia de la Reina Juana de Portugal, que pasó a vivir desde entonces
en la Corte del arzobispo. La Reina conoció a don Pedro de Castilla, con el que tuvo
dos hijos adulterinos. Juana de Portugal se ganó así una fama de adúltera que acabó
salpicando el honor de su propia hija, que fue tenida por la Beltraneja.

Fonseca no tuvo muchas oportunidades de negociar nada por culpa de la muerte


repentina de Alfonso. La desaparición del pretendiente rebelde puso punto final a la
guerra civil.

7. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE ENRIQUE IV: DEBATES POR LA SUCESIÓN


AL TRONO (1468-1474)

112
Isabel deseaba llegar a ser reina de Castilla, pero no a costa de enfrentarse con su
hermano. Por eso renunció a proclamarse Reina. El argumento de los isabelinos
consistió en declarar que la ilegitimidad de Juana procedía de la nulidad del
matrimonio de sus padres, no de la supuesta paternidad de don Beltrán. En efecto,
había suficientes bases jurídicas para demostrar que el divorcio de Enrique IV y
Blanca de Navarra era nulo y que, por consiguiente, nulo era también el matrimonio
con Juana de Portugal.

La mediación Papal fue buscada con más ahínco por todos. Juan Pacheco, marqués
de Villena, trazó un plan que cambió el rumbo de la Historia de España: los Pactos
de Cebreros y Cadalso. La idea principal consistía en reconocer a Isabel como
heredera de Enrique IV, pero al mismo tiempo Isabel quedaba sujeta a unas
limitaciones tales que, en la práctica, suponían su anulación política. La más
trascendental se refería a su matrimonio, que debería ser decidido por el Rey y sus
consejeros. Cebreros-Cadalso fue proclamado oficialmente en Toros de Guisando.

Enrique IV y Pacheco concibieron la idea de casar a Isabel con Alfonso V de


Portugal de modo que la princesa debería vivir para siempre en Portugal en su
condición de Reina Consorte. Juan Pacheco y Enrique IV deseaban que Isabel se
sublevase para de este modo justificar su destrucción.

Isabel interpretó los acuerdos de Guisando de otra manera. En cuanto a la elección de


marido, Isabel entendía que sólo a ella le correspondía decidir con libertad, eso sí,
debiendo de consultar y obtener el beneplácito del Rey. Pronto puso su vista en
Fernando, hijo de Juan II de Aragón, heredero de una Corona hispánica.

Isabel, por su parte, decidió contraer matrimonio con Fernando sin consultarlo
previamente con Enrique IV: a posteriori, una vez consumado el matrimonio,
comunicó a su hermano lo que había hecho. El Rey interpretó que aquella decisión
vulneraba y anulaba los acuerdos y que por consiguiente Juana volvía a ser la
heredera.

El partido de Isabel tuvo serios problemas en los primeros dos años; pocos apoyos y
escasos recursos. La ayuda de Juan II de Aragón era lo más valioso.

Los Consejeros de Enrique IV confiaban en la victoria en razón del número. La


restauración de Juana como heredera se convirtió en tema prioritario. Había que
buscarle un buen candidato al matrimonio, aunque en este punto los nombres eran
escasos: la persona estaba devaluada.

Los isabelinos levantaron en alto el lema del poder monárquico que ellos trataban de
salvaguardar; por eso respetaban al legítimo Rey, Enrique IV.

113
8. LA ENDÉMICA GUERRA CIVIL EN NAVARRA: DE LA SUCESIÓN DEL
PRÍNCIPE DE VIANA A LA INSTALACIÓN DE LA CASA DE FOIX EN EL
TRONO NAVARRO

8.1 BLANCA CONTRA LEONOR

La muerte del Príncipe de Viana había convertido a su hermana Blanca en la Reina


legítima de Navarra. Pero Blanca, cuyo matrimonio con Enrique IV había quedado
anulado, contaba con la obediencia de una parte del Reino, la de los beamonteses, y
con la ayuda de los catalanes sublevados contra Juan II y los castellanos. Sin
embargo, tenía enfrente la hostilidad de los agramonteses y de Juan II de Aragón,
que deseaba ver en el Trono de Pamplona a su hija menor, Leonor, casada con
Gastón de Foix.

Para anular la causa de Blanca, Gastón de Foix pactó con Luis XI de Francia el
matrimonio de su primogénito con la hermana del Rey francés, llamada Magdalena.
De este modo, los hijos de este matrimonio heredarían el Reino de Navarra.

En el Pacto de Olite Luis XI y Juan II acordaron la entrega de la desesperada


Blanca en manos del Conde de Foix.

Enrique IV de Castilla acabó entrando en la contienda a favor de los beamonteses y


de los catalanes sublevados. La supremacía política de Luis XI de Francia le llevó a
dictar la Sentencia Arbitral de Bayona en la que, además de ordenar la retirada
castellana de Navarra, a excepción de la merindad de Estella, se disponía la vuelta a
la obediencia de los rebeldes catalanes.

Desde el punto de vista navarro la Sentencia Arbitral de Bayona era totalmente


inaceptable, pues suponía desmembrar el Reino. Los beamonteses dejaron de ser a
partir de entonces procastellanos e iniciaron un lento movimiento de acercamiento a
Gastón de Foix, que tampoco estaba dispuesto a cumplir la orden de desgajar la
merindad de Estella en favor de Castilla.

8.2 LEONOR DE NAVARRA, PRINCESA Y LUGARTENIENTE

La muerte de Blanca dejaba la sucesión en manos de su hermana Leonor, y de su


marido el Conde de Foix. El gobierno de Leonor tuvo que solventar escollos
procedentes del poder alcanzado por el bando de los agramonteses, que siempre
habían sido fieles a Juan II.

Para evitar los roces entre padre e hija, decidieron consolidar la sucesión de Navarra a
favor de Leonor y Gastón, deslindando la sucesión aragonesa, que correspondía a
Fernando.

114
Pero los recelos y desavenencias entre Leonor y su padre siguieron. Juan II concertó
el matrimonio de su hija bastarda Leonor con Luis de Beaumont. Leonor convocó a
los tres estados en los que presentó una dura protesta contra su padre. La respuesta de
Juan II fue una amenaza: Leonor podía acabar igual que Carlos y Blanca.

Las relaciones mutuas empeoraron: Leonor y Gastón de Foix exigieron a Juan II


una rectificación general de la política seguida hasta entonces y reclamaron los títulos
que les pertenecían. Juan II destituyó de la Lugartenencia de Navarra a Gastón de
Foix y Leonor y nombró al hijo de ambos, igualmente llamado Gastón casado con
Magdalena, hermana de Luis XI.

Gastón V nunca llegó a reinar en Navarra, y además falleció muy pronto. Ni Leonor
ni su marido habían aceptado esta designación y siguieron actuando como si nada
hubiese pasado. El difunto había dejado dos hijos al cuidado de su madre en Francia:
Francisco Febo y Catalina.

Las cosas mejoraron para Juan II, sobre todo en el frente catalán, y el alivio de la
presión le convenció de poder lograr algún acuerdo con su hija Leonor y de su yerno.
Juan II siguió siendo reconocido como Rey de Navarra, a cambio de reconocer la
Lugartenencia y los derechos sucesorios a favor de Leonor y su marido.

Gastón de Foix murió dejando viuda a Leonor, que quedaba al frente de una
Lugartenencia en solitario. A partir del interés demostrado por Fernando el Católico
por Navarra, una vez que se convirtió en Rey de Castilla por su matrimonio con
Isabel, Fernando empezó a tomar iniciativas, sobre todo para lograr la reconciliación
de las facciones y hacer inviable la intervención de Luis XI.

Fernando y su padre acordaron un plan para establecer un protectorado castellano


sobre Navarra. Los acuerdos fueron que la Corona navarra correspondía a Juan II y
la sucesión correspondía a Leonor y más tarde a Francisco Febo. Se promovía la
reconciliación entre clanes y eliminaba la posibilidad de intervención francesa. A esto
se le denomina el “protectorado castellano”.

La Casa de Foix en el Trono de Navarra: Francisco Febo y Catalina

La muerte de Juan II convirtió a Leonor en Reina de Navarra, pero por poco tiempo:
solo sobrevivió 24 días a su padre. La Corona pasaba a su nieto, Francisco Febo que
seguía bajo la custodia de Magdalena de Francia. La dinastía de los Foix se
entronizaba en Navarra. Luis XI procuró por todos los medios asegurar la educación
y el futuro matrimonio de Francisco Febo.

La Regencia de su madre Magdalena, tenía que cumplir con los requisitos legales:
viajar a Navarra para jurar los Fueros y recibir el juramento de las Cortes. El primer
error de Magdalena fue quedarse y conformarse con enviar embajadores a Navarra.

115
La embajada fue recibida con hostilidad. Tras esto hubo un acuerdo con Fernando el
Católico en una entrevista entre ambos.

Consistió en devolver posesiones y rentas a los beamonteses. Las garantías que le


dieron fueron tales que en la práctica se consagraba un estado dentro del estado. La
Regente pudo abandonar Navarra dejando como lugarteniente al cardenal Pedro de
Foix.

Luis XI planeaba en estos momentos ofrecer a Juana la Beltraneja, exiliada en


Portugal, el matrimonio con Francisco Febo. Éste último murió inesperadamente.

Antes de morir, Francisco había dejado dicho en su testamento que su hermana


Catalina era la heredera. Fernando e Isabel reconocieron a Catalina y propusieron
nada menos que su matrimonio con el Infante heredero de las Coronas castellana y
aragonesa. Pero Magdalena, más atenta a las directrices de Luis XI, casó a su hija
con Juan de Albret. La vinculación a los Albret generaba una francofilia de la corte
navarra que nadie deseaba., y generó un progresivo giro de la nobleza navarra en
favor de una incorporación a Castilla, preconizada por Fernando ‘El Católico’.

116
TEMA XI: LA ÚLTIMA FORMACIÓN ISLÁMICA PENINSULAR. EL
REINO DE GRANADA Y SU DESAPARICIÓN

1 EL REINO NAZARÍ DE GRANADA EN LOS PRIMEROS TIEMPOS

Unos años después de la victoria hispanocristiana en Las Navas de Tolosa (1212), el


poderío almohade en al-Andalus comenzó a desmoronarse bajo la doble presión de
las actividades militares castellana y de los alzamientos de poderes locales en todo un
país, período conocido como Terceras Taifas. Dos de éstos han de retener
especialmente nuestra atención: uno, el de Ibn Hud, sublevado contra los africanos
en 1227, consiguió dominar casi toda la España musulmana, ya en el año 1229. El
otro, Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr (de aquí viene nasrí, nazarí) Ibn al-Ahmar
(Muhammad I), señor de Arjona, alzó su bandera de la rebelión contra Ibn Hud,
proclamándose Sultán en Arjona, al término de la oración del viernes 18 de abril de
1232 y poco después, consiguió asentar su dominio sobre Guadix, Baza y Jaén.

La rivalidad de ambos caudillos fue en aumento, cuando Fernando III ‘El Santo’,
Rey de Castilla, atacó la ciudad de Córdoba con la aparente complicidad del nazarí.
La caída en manos cristianas de la antigua Capital del Califato (1236) planteó a las
poblaciones de Andalucía Oriental que todavía reconocían la autoridad de Ibn Hud,
la necesidad de buscar la protección de una fuerza militar más efectiva, siendo
entonces cuando se aceleró la carrera ascendente de Muhammad. El nazarí no tardó
en ser reclamado por la ciudad de Granada donde se instaló a finales de 1236. Tras la
muerte del líder murciano Ibn Hud, Almería y Málaga abrieron sus puertas al
caudillo nazarí.

La principal preocupación del caudillo nazarí era normalizar sus relaciones con
Castilla, cuya actitud era muy belicosa, y sobre todo tras la terminación de las treguas
en 1243. Tras el avance cristiano sobre Murcia, la pérdida de Arjona y sobre todo el
duro asedio cercando la ciudad de Jaén, el nazarí comprendió que había llegado el
momento de ceder algo por la vía diplomática antes que perderlo todo por la fuerza
de las armas. En marzo de 1246 se firmó el Tratado o Pacto de Jaén, en el cual se
entregaba la ciudad, entraba en vasallaje, auxilium y consilium, y pagaba unas parias
que se calcularon en la mitad de todas sus rentas. Este pacto puede ser considerado
como el nacimiento del Estado Nazarí Granadino, que vio asegurada su supervivencia
al aceptar la soberanía feudal castellana, hasta que su último Rey, Muhammad XI,
conocido como Boabdil el Chico, fuera derrocado por los Reyes Católicos el 2 de
enero de 1492.

Tras las diferentes revueltas acontecidas tanto en la Castilla como en Aragón, la


población mudéjar sublevada fue expulsada y se desplazó hacia el Reino nazarí
enriqueciéndose humana y económicamente, desarrollándose artística y
culturalmente, convirtiéndose, a través de sus puertos, en centros de distribución del
comercio genovés.

117
2 LUCHAS INTERNAS AFRICANAS Y GRANADINAS

El reinado de Muhammad I duró desde 1232 a 1273; su aportación puede verse en


su consolidación del poder dentro del Reino: reestableciendo la seguridad interna;
sustituyendo el sistema fiscal para garantizar la paz con Castilla; y organizando el
Reino bajo gestión administrativa. Respetó las normas vasalláticas con Castilla,
aunque en los primeros veinte años de su mandato se entendió de diversas formas el
concepto de vasallaje: o bien por la superación militar, o bien un vasallaje completo
de cumplir sus obligaciones con el Rey y pagar el tributo feudal.

Durante este reinado se puso de manifiesto la contradicción y ruptura del Pacto en la


cuestión de Ceuta, donde se rompió (el Pacto con Castilla, no el vasallaje), se abrió la
cuestión del control del Estrecho, y entró en el panorama nazarí la fuerza manní: los
benimerines.

Ceuta era objetivo económico y geopolítico, además de la puerta hacia África:


Muhammad pidió permiso al Rey de Castilla para atacar Ceuta, pero al ser de interés
común, el Rey nazarí atacó por cuenta propia en 1262, y fracasó en su intento, con lo
que obtuvo además un enfrentamiento con Castilla. En esta situación apurada los
benimerines vinieron en su ayuda desde el Norte de África en calidad de
“Combatientes de la Fe”, pero no sólo no sirvió de nada, sino que pusieron al Rey en
una situación amenazante con respecto al resto de familias. Así tuvieron lugar los
primeros levantamientos internos (Málaga, Guadix).

Muhammad II, hijo y sucesor del primer Rey nazarí. Su labor puede resumirse en
tres puntos: 1- Consolidó la alianza con los benimerines de Marruecos; 2- Luchó por
el control del Estrecho; y 3- reforzó el control militar del Reino nazarí. Muhammad
II renovó la tregua con Castilla con el pago de unas parias altísimas (300.000
maravedís al año), con lo que consiguió la paz necesaria. El efecto militar de la
presencia benimerín resultó desastroso para Castilla, en especial gracias al bloqueo
naval del Estrecho. Muhammad II realizó un juego diplomático diferente en cada
momento, manteniendo un difícil equilibrio entre el ímpetu molesto de su
correligionarios benimerines y la potencia aplastante de Castilla. Mientras los
nazaríes estaban en paz con todo el mundo, se libraba una guerra entre castellanos y
benimerines. En 1286 terminaron doce años de lucha que fueron la primera fase de
una larga batalla.

La segunda fase puede fecharse de 1291 a 1310, y coincide con el reinado de


Muhammad III (1302-1309), al que sucedió Nasr (1309-1314) e Ismaíl I (1314-
1325). Con ellos se volvió al equilibrio interno y externo de años anteriores, y cambió
la dinámica de sucesión: se destituyó al Sultán Muhammad II por su hermano, algo
nuevo, y a partir de ahora se produce la dinámica de sucesión forzosa, asesinatos y
abdicaciones. Hasta el periodo de 1331 a 1350, en que gobierna Muhammad IV. Sus
acuerdos con Castilla de 12.000 doblas anuales de parias y licencia para que los

118
granadinos pudieran comprar cereales, ganado y otros productos de Castilla,
desvelaban la eterna insuficiencia de Granada en cuanto a su autoabastecimiento.

En 1333 Muhammad IV firmó su última tregua, pero su hermano Yusuf I (1333-


1354) se hizo con el poder apoyado por benimerines, ayudados por los genoveses.
Este periodo es de acoso castellano, desde el interior y desde la costa. Se perdió
Algeciras y se firmaron nuevos tratos vasalláticos. En 1340 tiene lugar la Batalla del
Salado, en ella, las fuerzas combinada de Castilla y Portugal, derrotaron
decisivamente a los benimerines, dando fin a la Guerra del Estrecho.

Se produjo un proceso de orientalización y vuelta al Islam, y se produjeron reformas


como el refuerzo de la seguridad, la reorganización territorial y la reorganización
Administrativa en Distritos Religiosos. El reinado de Muhammad V (1354-1391)
supuso la época más tranquila del Reino, pese a algunos sobresaltos, aunque no la
más próspera a pesar del florecimiento económico. Pero con todo representó la paz
más larga de la que disfrutó el emirato en toda su agitada existencia. Los Trastámara
castellanos ni siquiera estaban en condiciones de pedir el pago de parias.

El Rey, sucedido por su hijo Yusuf II (1391-1392), y por el hijo de éste Muhammad
VII (1392-1408), presenciaron la ruptura de la paz, en que las escaramuzas
fronterizas comenzaron a ser más frecuentes. En los últimos meses de su vida, el Rey
castellano preparaba ya abiertamente la guerra contra Granada, después de soportar el
incremento de las razzias granadinas.

3 LOS ÚLTIMOS TIEMPOS DEL REINO NAZARÍ: CONQUISTA Y FIN


DEL REINO DE GRANADA

El siglo XIV se cerró con un nuevo impulso castellano, que adoptó la ideología de
Cruzada para justificar su presión sobre los reyes nazaríes (Yusuf II, Muhammad
VII y Yusuf III). Fue un terreno perfecto para la reanudación oficial de las
hostilidades por parte de Enrique III (1407-1410). El resultado fue una nueva etapa
de parias, de cuarenta años de gran lastre económico. La conquista de Granada se
justificaba con la conversión de un territorio infiel. Para lograr la paz tenían que
pagar las parias, que sumado a otros problemas que luego señalaremos, conforman
una etapa de declive imparable.

El siglo XV se abrió con la inestabilidad por la persecución, con la carencia de ayuda


exterior y, a partir de la muerte de Yusuf III, se abrió un periodo de lucha entre
clanes familiares (Venegas contra -Abencerrajes) por el control del poder.

Muhammad IX (conocido con el apodo de ‘El Zurdo’, ‘al-Aysar’), subió al Trono


en 1419, y tuvo tres interrupciones por Golpes de Estado a lo largo de su reinado: 1-
Muhammad VIII ‘El Pequeño’ (1419-1427); 2- Yusuf IV (1430-1431); Yusuf V
(1432-1445) y Muhammad X (1447-1453). Así era derrotada la fuerza granadina, se
debilitaban sus líneas fronterizas y se minaba su economía.

119
El peligro de invasión era tan inminente que Muhammad IX reconcilió a las familias
originarias del conflicto a través del nombramiento como sucesor del representante de
los Venegas: Muhammad XI ‘El Chico’. En 1455, sin haberse solucionado el
conflicto, había instaurados dos Reyes, el ya mencionado y Sad, que finalmente se
quedó con el Trono (1455-1464).

Los últimos Reyes nazaríes fueron los que siguieron a Sad: Muley Hacen, y su hijo
Boabdil ‘El Chico’. Con quienes se pusieron de manifiesto las contradicciones
acumuladas a lo largo de la historia del Reino, y que ya no permitieron la
continuación.

Abu I Hasan Ali (Muley Hacen) 1464-1482: hubo un empobrecimiento profundo de


las arcas del Estado, cuya solución fue una política de recuperación patrimonial por
parte de la Corona, lo que le creó enemigos y pérdida de popularidad. Se reanudaron
las relaciones entre las familias importantes. Se reinició, para desviar la atención, un
política de agresión hacia Castilla, que resultó contraproducente por no tener en
cuenta la reconciliación de Castilla y Aragón por el matrimonio de Isabel y
Fernando, que con nuevas fuerzas tomaron terreno nazarí; además, carecían de
apoyos en el exterior. Así es como acabó derrocado Muley Hacen, cuyo hijo estaba
apoyado por Castilla y depende de ella.

El último enfrentamiento entre Venegas y Abencerrajes fue el culmen del reinado


de Abu Hasan I, que buscó refugio en Málaga mientras Boabdil (Muhammad XII)
tomó el Trono. El Reino se dividió, también territorialmente, entre los seguidores de
Boabdil y los seguidores de su padre. El tío, a la muerte de su hermano Muley
Hacen, se autoproclamó Sultán (Muhammad XIII).

La Guerra de Granada duró diez años (1482-1492). La década previa a la conquista


castellana se considera distinta de las anteriores, pues su objetivo fue la anexión del
Reino para la conquista completa.

4 GRANADA TRAS LA CONQUISTA: LA REVUELTA DEL ALBAICÍN Y


LA SUBLEVACIÓN DE LAS ALPUJARRAS. LA EXPULSIÓN DE LOS
MUDÉJARES

Cuando terminó la Guerra Civil Castellana en 1480 con el definitivo asentamiento en


el Trono de Isabel I, una nueva época comenzó para el Reino. El momento no podía
ser más peligroso para Granada; por primera vez se daban en Castilla todos los
supuestos necesarios para realizar una conquista total, cualquiera que fuese su precio,
y los Reyes Católicos no vacilaron en realizarla.

Además de garantizar la paz en el interior ofreciendo a los nobles una salida a su


belicosidad y una nueva fuente de beneficios, la conquista de Granada acabó
debilitando el comercio genovés fuertemente asentado en Granada; puso fin a la

120
piratería granadina; permitió sólidas bases comerciales con el Norte de África; y
facilitó la navegación por el Estrecho.

Granada fue a la vez guerra medieval y moderna. Los reyes castellanos recogieron de
tiempos pasados la justificación ideológica, que preconizaba la recuperación de
tierras usurpadas por los musulmanes; recogiendo a la vez los procedimientos
militares de convocatoria, reunión y mantenimiento de las huestes, así como las ideas
para lograr ayuda económica a través del Papa, del clero, etc. Como rasgos modernos
podemos destacar su propia autoridad política, así como las mejoras técnicas en la
artillería, organización el combate, etc., que sirvieron de experiencia a numerosos
militares que comenzaron allí su Carrera, el caso del Gonzalo Fernández de
Córdoba, “Gran Capitán”, y otros.

En este contexto, se inició la guerra, facilitada por la división entre Muley Hacén, su
hermano El Zagal y su hijo Boabdil.

Durante la guerra con Portugal, los Reyes Católicos, habían concertado con Abu-l-
Hasan (Muley Hacén), el Rey de Granada, dos treguas sucesivas, en 1475 y 1478,
ésta ya de tres años. Pero en diciembre de 1481, inexplicablemente, el soberano
granadino se apoderó de Zahara, gracias a uno de sus golpes de mano. No hubo, sin
embargo, una reacción rápida y los preparativos de la campaña fueron meticulosos.
El 1 de marzo de 1482, el marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León, con el
auxilio de otros nobles andaluces, acometieron una audaz maniobra y tomaron, por
sorpresa, Alhama, en el corazón del Reino granadino. El Rey don Fernando, al
recibir la noticia, de inmediato se desplazó a la frontera, dando a la orden de
conservar el enclave a toda costa. Los nazaríes hicieron tres intentos por recuperarlo;
marzo, abril y agosto, tras ello desistieron. En julio, los cristianos fracasaron en el
asalto de Loja y Seteníl. Los hombres del marqués de Cádiz recibieron un ataque
feroz por parte de los hombres del Zagal, hermano del Sultán Muley Hacén.
Consecuentemente, la campaña se cerró este primer años sólo con éxito moderado de
los castellanos.

El fracaso de Alhama mermó el prestigio de Muley Hacén y propició la sublevación


de sus dos hijos, Muhammad XII (Boabdil ‘El Chico’) y Yusuf, que contaron con
el apoyo de los partidarios de su abuelo, Muhammad X, y del poderoso bando de los
Banu al-Sarray (Abencerrajes). Así el hermano mayor, logró hacerse con el Trono,
mientras Abu-l-Hasan (Muley Hacén) se vio obligado a buscar refugio en Málaga,
residencia de su hermano Muhammad, El Zagal. Boabdil, que necesitaba apuntalar
su vacilante Trono, pasó de inmediato a la ofensiva y corrió los campos de Lucena,
aunque no logró hacerse con la plaza. De regreso, fue sorprendido por don Diego de
Córdoba, conde de Cabra. El desastre fue completo, murió Alalar, alcaide de Loja
y suegro de Boabdil, quien quedó prisionero en la torre de Porcuna, mientras su
padre regresaba a Granada y desbancaba del poder a los partidarios de su hijo.

121
Los Reyes Católicos liberaron al joven Boabdil, tras reconocer su soberanía feudal,
el pago de parias, liberación de cautivos, así como comprometiéndose a pelear contra
sus parientes. Problemas en el Reino de Navarra (muerte de sus Peyes) y en los
condados catalanes, dieron tregua a los nazaríes que continuaron su guerra interna.
Pero la Reina impuso su decisión, el Rosellón podía esperar, la prioridad era
Granada.

La determinación real implicó un cambio en el ritmo de las operaciones, pues urgía


liquidar la resistencia granadina, y atender rápidamente a los problemas del Norte.
Desde Córdoba, convertida en cuartel general, se fijaron los objetivos y su propio
orden: Málaga, Almería y Granada.

En primavera de 1484 los castellanos aparecieron por vez primera a la vista de


Málaga. En el mes de junio se logró la rendición de Álora, en septiembre se rindió
Setenil, cuyos habitantes buscaron un refugio más seguro tras los muros de la
inexpugnable Ronda. Mientras tanto, en Granada el Zagal se había fortalecido y
aspiraba ya a suceder a su hermano, que muy enfermo ya, se retiró a Almuñécar,
donde murió en junio de 1485. La ofensiva cristiana se dirigió hacia Occidente. A
mediados de abril de 1485, se cercó a Cártama y Coín, que sucumbieron tras dura
resistencia y en mayo se volvió sobre Ronda que capituló antes de concluir el mes.
Pero la campaña del 1485 continuó con dos nuevos objetivos; Cambril, en la frontera
de Jaén y Zaela en las proximidades de Alhama.

Comenzó la campaña de 1486 proyectando la ocupación de la línea de defensa que


dominaba, desde los barrancos del Genil, toda la Vega de Granada; las frontera
principales eran las de Loja, Íllora y Moclín, y las tres sucumbieron entre mayo y los
primeros días de junio. En la primera de ellas se encontraba Boabdil, que fue
nuevamente hecho prisionero. El pacto se firmó de inmediato, el 29 de mayo se
admitió la posibilidad de crear un señorío para el prisionero, que incluiría Guadix,
Baza, Vera, Mojácar y los dos Vélez (el Blanco y el Rubio), si en el plazo de ocho
meses se encontraban todavía en su poder. Sin embargo, las circunstancias cambiaron
rápidamente, aunque todas las negociaciones posteriores arrancarían ya de este pacto.

El objetivo siguiente fue Málaga, el gran bastión de Muhammad ‘El Zagal’, y para
ello se reunió una poderosa fuerza. La acometida se inició a mediados de abril de
1487 aprovechando el recrudecimiento de la guerra civil en Granada. Antes de
terminar el mes ya había caído buena parte de la Ajarquía malagueña. La gravedad de
la situación empujó a El Zagal a abandonar Málaga a su suerte y, al no poder regresar
a Granada, que había caído en poder de Boabdil, se vio precisado a buscar refugio en
Almería. Tras un duro cerco que se prolongó todo el verano, en septiembre, Málaga
capituló, pero sus habitantes no obtuvieron las condiciones acostumbradas y no se
respetó la libertad de los vencidos y se les impuso a todos la expulsión a África o a
tierras de los cristianos. Cuando comenzaba el cerco de Málaga, los Reyes Católicos
suscribieron un nuevo tratado con Boabdil. Fue el tercero, por este nuevo acuerdo se
le dispensó de la conquista del señorío prometido, se estableció en cambio que

122
cuando ellos lo tuviesen en su poder, Boabdil tendría que entregar la ciudad de
Granada. La campaña del 1488, fueron sobre las plazas que mantenía ‘El Zagal’,
Almería, Baza y Almuñécar, pero las mantuvo.

A finales del mes de mayo de 1488, desde Jaén, se puso en marcha la gran campaña
del Baña, que según el acuerdo de 1487 debía se entregada a Boabdil. El cerco fue
largo y los combates muy duros y sangrientos. Por ello resultó económicamente el
más costoso de toda la guerra. Se materializó a lo largo del mes de noviembre: el 7 se
rindió el alcaide de Purchena, el 10 capituló ‘El Zagal’y el 22 entraron los Reyes
Católicos en Almería. A la población se le concedieron condiciones muy generosas:
la religión, las costumbres, la hacienda, la justicia y el tráfico mercantil continuaría
como hasta entonces. Posiblemente se trataba de aplicar un bálsamo de suavidad que
acelerase la entrega de Boabdil. En 1491, ‘El Zagal’ se retiró a Tremecén, en África,
donde acabó su vida arruinado y ciego. Algunas fuentes aseguran que lo cegó el Rey
de Fez, por sugerencia de su sobrino.

Los Reyes Católicos, que creían concluida la guerra, se encontraron con la negativa
de Boabdil a cumplir con los pactos. Pero lo cierto es que Granada, rodeada de
enemigos por todas partes, estaba condenada a sucumbir. A comienzos del nuevo
año, 1490, los Reyes Católicos pensaban en el rápido fin de las hostilidades, pero la
resistencia de Boabdil terminó empujándoles a la acción. Entre los días 21 y 22 de
mayo, las tropas cristianas entraron el la Vega destruyendo de manera sistemática las
cosechas. Los planes de Boabdil estaban cuidadosamente calculados, pretendía
unificar la resistencia musulmana, sumando a su causa a los antiguos partidarios de
‘El Zagal’, y abrir un camino hacia el mar donde recibir la ayuda que precisaba. Se
trataba de un plan desesperado, pero no inviable. Entre julio y agosto logró varios
éxitos (Lanjarón, Legrin y Andarax) pero fracasó cuando intentó tomar Salobreña y
abrir un camino al mar por Almuñécar. Tras estos fracasos la resistencia de Boabdil
comenzó a apagarse.

El último acto se inicia en abril de 1481. La gran hueste real, que era ya propiamente
un ejército moderno y complejo, penetró en la Alpujarra y bajó hacia la Vega, donde
comenzó a levantar una villa, la llamada de Santa Fe, para instalar en ella todos sus
servicios de intendencia y administración. El cerco de Granada quedó cerrado en
poco menos de un mes, sin embargo, no hubo realmente ataques ni enfrentamientos
entre sitiadores y sitiados. Sí hubo, en cambio, una lenta y discretísima negociación,
que comenzó casi en los primeros momentos del cerco; antes de mediar el mes de
septiembre se llegó a un acuerdo, el cual quedó materializado con un acuerdo suscrito
el 25 de noviembre.

Las condiciones ofrecidas fueron extraordinariamente generosas: la población de


Granada mantendría su libertad y bienes, aseguraría su fe, permanecería sometida a la
Ley Coránica, administrada por sus propios jueces, y vería respetadas sus relaciones
comerciales con África. Boabdil, en particular, conservaría su patrimonio, a

123
excepción de la Alhambra y los palacios de la ciudad, y recibiría incluso un señorío
en las Alpujarras.

El 2 de enero de 1492 se entregó la Alhambra, símbolo de la ciudad, se llevó a cabo


con una estudiada ceremonia. Era, pues, el fin de la Reconquista.

5 ESPLENDOR MATERIAL Y ARTÍSTICO DE REINO DE GRANADA

El arte nazarí o granadino constituye la etapa final en la evolución del arte


hispanomusulmán y el periodo donde más y mejor se desarrolla el arte islámico en
España. Es una continuación del arte islámico de la Península Ibérica, enriquecido
con la herencia del arte almohade y con algunas aportaciones de Oriente. En su
aspecto decorativo representa una vuelta a la tradición del ornato denso, plano y
menudo. Supo aunar armónicamente la arquitectura con el paisaje, a través de
jardines y sobre todo con la utilización del agua mediante fuentes, acequias y canales.

Posee un fuerte componente aúlico, pues está realizado por encargo del Sultán, que
ostentaba el poder religioso y político, y su función era exaltar el poder de su dinastía.
Su intervención personal se extendía no sólo a la política y la religión, también sobre
las finanzas, la Justicia y las empresas artísticas.

El arte nazarí se extendió por el Sur por Berbería, llegando hasta Siyilmasa, y al
Norte y Occidente por los dominios cristianos, contribuyendo, junto con el estilo
almohade a la creación del arte mudéjar. Su máximo exponente lo encontramos en la
Alhambra, conjunto monumental que se distribuye en tres núcleos: la Alcazaba
militar, los Palacios Reales y una ciudad palatina, con calles estrechas que contaba
con baños públicos, mezquitas y cementerios.

Los elementos comunes a todas las construcciones nazaríes son:

1. La sobriedad de sus exteriores y la profusa decoración de sus interiores.


2. El empleo de materiales pobres como el ladrillo y la mampostería.
3. Empleo de bóvedas con mocárabes para lograr un gran efecto decorativo.
4. Utilización de arcos peraltados de silueta acampanada y mixtilíneos cuya
única función es decorativa.
5. Uso de columnas con fuste delgado con capiteles de dos cuerpos, uno
cilíndrico y otro con forma cúbica con profusa decoración.

5.1 LA ALHAMBRA

Su construcción no se debe a un momento concreto del reinado nazarí, sino que se


fue ampliando y reformando a lo largo de este periodo.

De los veintidós sultanes que ocuparon el Trono de Granada, cabe destacar a siete en
la construcción de este genial monumento:

124
1. Muhammad I (1232-1273) realizó la acequia real, la Alcazaba y el recinto
fortificado.
2. Muhammad II (1273-1302) construyó el Generalife.
3. Muhammad III (1303-1309) edificó el Partal y la Torre de las Damas, así
como la Mezquita Real.
4. Ismail I (1314-1325) reformó el Generalife y realizó el Mexuar (Sala del
Consejo de Visires).
5. Yusuf I (1333-1354) fue el que más amplió, construyó la Torre de Cadí y la
de la Cautiva, el Torreón de Comares, la puerta de la Justicia y la de las
Armas, reformó el Baño Real y realizó el oratorio del Partal.
6. Muhammad V (1354-1359) y (1362-1391) construyó la Puerta del Vino
(fachada), el Palacio de Comares, el Palacio de Leones y reformó el
Mexuar.
7. Muhammad VII (1392-1408) edificó la Torre de las Infantas.

La Alhambra es una ciudad palatina fortificada, emplazada en la cima de la colina


Sabika, lugar elegido por el fundador de la dinastía nazarí tras la toma de Granada en
1237.

Su nombre se debe al color rojizo de sus materiales (Qala al-Amra) y al sobrenombre


por el que se conocía al primer Sultán, Muhammad I. Éste dispuso un recinto
amurallado con torreones, situando la Alcazaba con un Patio de Armas para la
guarnición, en parte más alta y saliente de la colina, disponiendo su residencia en la
Torre del Homenaje.

5.2 MATERIALES Y ELEMENTOS CONSTRUCTIVOS

Esa ligereza que caracteriza la arquitectura de la Alhambra viene dada por la


naturaleza de los materiales con la que fue realizada, así como por las estructuras
elegidas. Los muros maestros, es decir, aquellos que sustentan la estructura general,
están hechos con una técnica rápida y económica, el Tapial, caracterizada por
conformar el material en el mismo lugar en el que estará en servicio.

El material, generalmente tierra, se conforma por apisonado dentro de un molde que


se apoya sobre el mismo muro que se está ejecutando, que sirve, a su vez, como único
soporte de las actividades de montaje del encofrado, moldeo, desencofrado y traslado
del molde hacia la siguiente posición de servicio. Tal vez sea la técnica más
característica de la construcción andalusí. En estos muros se apoyan unas ligeras
estructuras de madera sobre las que se dispone el tejado, que se embellecen en el
interior con ‘ataujía’ o ‘lacería’, es decir con artesonados o con cúpulas de mocárabes
de yeso.

Los materiales utilizados además de ser ligeros, eran baratos y de rápida


construcción, aunque no por ello menos sólidos. Los materiales que llegaron a ser de

125
gran trascendencia por su resultado decorativo fueron el yeso y la escayola.
Invadieron por completo las superficies murales. Como hemos dicho anteriormente,
su procedimiento era rápido y económico, recubría la estructura con formas bellas y
la policromía le daba una apariencia de gran brillantez y riqueza.

Otro elemento decorativo en la arquitectura fue la cerámica. Adorna bóvedas,


pavimentos y zócalos. La obra maestra realizada con este material lo encontramos en
el arco oriental de la Puerta del Vino, cuyas albanegas pertenecen a la técnica de la
cuerda seca, en la que los colores: blanco, negro, verde, azul y amarillo, están
separados por líneas negras mates que marcan el dibujo de ataurique e impiden la
mezcla de colores en el horno.

La pintura también se utilizó para decorar principalmente techos, bóvedas, muros,


yeserías, columnas y hojas de puertas y ventanas, es decir todas las superficies,
excepto suelos y zócalos, que ya estaban recubiertos de cerámica.

El empleo del mármol se extendió enormemente, realizando con él columnas, jambas,


losas... todo para embellecer las construcciones nazaríes.

La piedra es otro de los materiales que trabajaron, pero en este caso su utilización fue
restringida a fuentes y grandes puertas como la del Vino.

La madera también es otro material utilizado por los arquitectos nazaríes, un buen
ejemplo de ello es el techo ataujerado de la Sala de Comares o el de la Sala de las dos
Hermanas.

126
TEMA XII. DE LA UNIFICACIÓN PENÍNSULAR A LA PROYECCIÓN
IMPERIAL: EL REINADO DE LOS REYES CATÓLICOS.

1. EL LARGO CAMINO HACIA EL TRONO: DEL PACTO DE LOS TOROS


DE GUISANDO AL FINAL DE LA GUERRA DE SUCESIÓN

Tras la muerte de Enrique IV de Castilla (1474), su hermana Isabel fue proclamada


heredera en Segovia. Sin embargo el acceso al Trono no fue tan sencillo.

La historia comienza con la muerte, en 1468, del Infante Alfonso lo que le dejó
expedito el camino al Trono castellano, al convertirse en la mejor opción, frente a la
hija considerada ilegitima del Rey doña Juana (llamada la Beltraneja).

Así, el 19 de Septiembre de 1468 se llegó la Pacto de los Toros de Guisando, donde


Enrique IV proclamó la ilegitimidad de su hija doña Juana, aceptando a su
hermanastra doña Isabel como princesa legítima heredera del Trono. En marzo de
1469, tras producirse un acercamiento entre Enrique IV y el marqués de Villena y
los Mendoza, el Rey suscribió unos acuerdos por los que establecía los matrimonios
de doña Isabel y de doña Juana. La primera debería contraer matrimonio con
Alfonso V de Portugal y la segunda con el Príncipe don Juan, heredero del mismo
Reino. De esta manera conseguía un estatus real para su hija Juana y alejaba a Isabel
de sus intenciones de contraer matrimonio con el heredero aragonés. De hecho los
aragoneses se habían apresurado a comprometer el matrimonio entre don Fernando
y doña Isabel.

Enrique IV se encontró, pues, con el matrimonio de ambos pretendientes ya


consumado (18 de octubre de 1469), provocando la única respuesta que le cabía dar
en esa situación: denunciar lo acordado en Guisando y reconocer a Juana como única
heredera al Trono de Castilla.

Los errores de cálculo de Enrique IV, la pasividad de Portugal a la hora de ser activo
en el conflicto y la negativa de Francia, con sus propios problemas en Borgoña, de
intervenir en la maniobra castellana facilitaron a los aragoneses la solución de sus
propios problemas internos: Paz de Nápoles y Venecia con Francia, acuerdos de Olite
por la cuestión Navarra (1471), firma de acuerdos de paz con Inglaterra y Borgoña
(1471) y la liquidación de la Guerra Civil en Cataluña tras la rendición de Barcelona
(1472), pudiéndose concentrarse en la cuestión castellana.

Con la muerte de Enrique IV el 14 de diciembre de 1474, la causa isabelina acabó


aglutinando a todos los que deseaban una monarquía fuerte, produciéndose una
aceptación casi total, pero sin clamor popular. No obstante, entre los partidarios
isabelinos pronto se planteó una cuestión conflictiva. Los aragoneses entendían que
una mujer por sí misma no podía regir un estado, con lo que Fernando aparecía
como el candidato más cercano a suceder a Enrique IV. Sin embargo, la exclusión
femenina iba en contra del Derecho castellano y se podía convertir en un arma de

127
doble filo, teniendo en cuenta que en esos momentos los Reyes Católicos sólo tenían
una hija. Esta cuestión, difícil y delicada, fue encomendada al Cardenal Mendoza y
al arzobispo de Toledo Alonso Carrillo.

El 15 de enero de 1475, en Segovia, se arbitró la sentencia relativa a las discutidas


atribuciones de los esposos donde quedaron definitivamente definidos los poderes de
cada uno de ellos: los documentos se expedirían a nombre de los dos, pero con el
nombre de Fernando primero; juntos administrarían las rentas y firmarían las
sentencias judiciales; sólo a la Reina le correspondería lo relativo a los homenajes en
las fortalezas, etc.

Este acuerdo fue el primer acto de un reinado que ambos deseaban presentar como
continuación del anterior, confirmando a tantos cargos como ya existían antes, amén
de generar algunos nuevos fieles a ambos monarcas.

También la muerte de Enrique IV afectó a las relaciones internacionales, ya que el


viejo pacto de amistad con Portugal (1431) entró en crisis, debido al alineamiento de
la Corona de Aragón con Borgoña. Durante algún tiempo, diferentes heraldos
portugueses se pasearon por Castilla buscando apoyos para la princesa doña Juana,
recluida en Trujillo, planteando incluso la intención de Alfonso V de contraer
matrimonio con ella y reclamar la herencia de Enrique IV.

Esto desató un clima de revuelta popular favorable a doña Isabel, pero fue
aprovechada por Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo para alzarse a favor de doña
Juana. Ante la imposibilidad de negociar, Isabel tomó Toledo por la fuerza.

El 10 de mayo de 1475, Alfonso V se decidió a penetrar en Castilla al frente de un


ejército, proclamándose el 25 de ese mismo mes, Reyes de Castilla él y doña Juana,
a pesar de que no habían contraído matrimonio.

El avance de don Fernando fue un fracaso al no asegurar las tierras de Salamanca y


Zamora, amén de descubrir que Burgos, en manos de los Stúñiga, había alzado
pendones a favor de doña Juana. El portugués, con todo a su favor, decidió parar el
avance y sitiar Toro. En esos meses los apoyos a doña Juana se multiplicaron,
mermando el poder de los Reyes Católicos en la zona.

Durante el verano el signo del conflicto cambió a favor de Fernando e Isabel, debido
a un cambio en la estrategia pasando a la ofensiva utilizando la guerra de desgaste.
Además los Reyes Católicos en una hábil maniobra reivindicaron sus derechos sobre
el Trono de Portugal, otorgando licencias a los nobles portugueses que les apoyaran,
lo que desvió parte del interés de Alfonso V hacia su propio Reino.

La retirada de Alfonso V, permitió a los isabelinos controlar todo el Norte del Reino
al caer Burgos, mientras aquel esperaba que el conflicto se internacionalizara. El
derrumbamiento de la causa portuguesa fue un hecho a inicios de 1476.

128
Refugiado en Toro, pero pendiente de Zamora, la cual aún controlaba, Alfonso V
pidió refuerzos que le fueron enviados por su heredero el Príncipe don Juan. En
unas semanas los portugueses ya estaban sobre Zamora, aunque el ataque conjunto de
tropas castellanas y aragonesas el 1 de marzo de 1476 le obligó a abandonar esta
plaza fuerte y refugiarse, de nuevo, en Toro. Moralmente, la derrota, fue decisiva
para los portugueses.

Con la victoria de Toro, el conflicto sucesorio quedó zanjado, pero los portugueses no
iban a rendirse tan rápidamente, por lo que urgía expulsarlos inmediatamente hacia
sus propios territorios. Una ofensiva fulgurante de don Fernando llevó a Alfonso V
a replegarse definitivamente, pactando la devolución de importantes territorios
fronterizos. Con Alfonso V ya en Portugal, Toro se rindió definitivamente.

Para llegar a la paz total hubo que realizar una paciente labor de concesiones,
perdones y conciliaciones, acercando posturas con los ex-partidarios de doña Juana
y terminando con el ancestral antagonismo entre nobleza y Monarquía.

Se realizaron una serie de pactos individualizados que aseguraron un estatus jurídico


del régimen señorial, limitado en sus funciones para servir de adecuado soporte a la
monarquía.

2 LAS BASES DEL ESTADO CON LOS REYES CATÓLICOS

Tras el conflicto sucesorio se abrió paso un tiempo nuevo. Los Reyes Católicos
tenían unas ideas muy claras respecto al significado de la Corona como núcleo y
elemento principal de una construcción política unida y organizada como Estado.

Al mismo tiempo que se cerraban los primeros acuerdos con la nobleza (Abril 1476),
los Reyes Católicos convocaron Cortes en Madrigal. Allí se juró a doña Isabel y se
tomaron decisiones, tales como la concesión de un servicio de 160 millones de
maravedís, o el apartamiento de mudéjares y judíos, pero sobre todo se estudió el
grave desequilibrio de la Hacienda Real y la forma de restaurar el orden público.

Para el primer problema se decidió reestructurar la Contaduría, intentando frenar la


dilapidación de las rentas, en claro desequilibrio por los muchos juros concedidos;
para la segunda cuestión se decidió poner en marcha a la Santa Hermandad,
concebida a modo de cuerpo general de policía. Este proyecto fue posteriormente
confirmado por los Reyes Católicos: se dividió el país en 8 provincias, se creó una
Junta Suprema de la Hermandad y al año siguiente en una Junta realizada en Dueñas
se valoró la importancia de la Hermandad como causa del descenso del bandolerismo.

Respecto a su relación con los nobles, los Reyes Católicos respondían con una
generosidad sin límites a aquellos que se entregaban, en cambio quienes se oponían
eran contrarrestados con la fuerza severa de la ley.

129
Desde el siglo XIV, en Europa se había tendido a unificar bajo una misma idea de
nación a todos los Reinos peninsulares. Esta idea terminó por germinar en los
ambientes políticos, sobre todo los castellanos.

Tras la muerte de Juan II de Aragón (1479) se añadió a la herencia de Fernando e


Isabel los Reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y los condados
catalanes, generándose un difícil equilibrio entre unidad y pluralidad. Cada Reino o
territorio mantuvo sus principales instituciones y sus principios de gobierno, pero se
crearon órganos comunes, como la Santa Hermandad o el Tribunal de la Inquisición,
poniendo en marcha el sistema polisinodial.

En Segovia se pactó el gobierno conjunto, reflejándose oportunamente en


intitulaciones, emblemas y signos (Yugo y Flechas, “Tanto monta, monta tanto”,
escudo cuartelado de Castilla y León, el águila nimbada de San Juan Evangelista,
etc.).

El gran acontecimiento central del reinado de los Reyes Católicos fueron las Cortes
reunidas en Toledo en entre octubre de 1479 y mayo de 1480. Estas Cortes se habían
convocado con anterioridad, pero se tuvieron que aplazar hasta la consecución
definitiva de la paz, tras el Tratado de Alcaçovas-Toledo (septiembre de 1479). La
duración de la convocatoria y la enorme afluencia de representantes de las villas y
procuradores con derecho de asistencia, permitió a los Reyes Católicos establecer las
grandes líneas de su futura acción política interior. Realmente no se expuso nada
nuevo que no se hubiera expuesto en los dos reinados anteriores. Lo decisivo fue la
eficacia con la que se aplicaron esos tratados: (Ajustes de equivalencias monetarias,
recuperar el monopolio regio de fundación de mercados y ferias, regulación de las
privatizaciones de las tierras, apartamiento de judíos y mudéjares en barrios
especiales...).

Respecto al sistema de alianzas los Reyes Católicos heredaron un sistema


contradictorio. Por un lado Castilla había sido aliada tradicional de Francia, lo que la
“enfrentaba” a Inglaterra, mientras que Aragón siempre intentó aislar al país vecino
por los conflictos y reivindicaciones hechas sobre los territorios pirenaicos, el
Rosellón y el tema navarro. Fernando tuvo que abandonar momentáneamente sus
aspiraciones territoriales sobre Francia porque se estaba preparando la última guerra
contra Granada, además de que la política de los Reyes Católicos incluía mantener
cierto estatus de paz con Europa y asegurar el tránsito comercial en el Golfo de
Vizcaya (lo que le obligaba a aliarse con Francia y Borgoña y mantener ciertas
relaciones de libre comercio con los Tudor en Inglaterra).

No obstante quedaban cosas pendientes con Francia. Luis XI no cumplió con la


devolución del Rosellón y la Cerdaña que poseía como garantía de un préstamo
incumpliendo los tratados firmados con Fernando. Para obligarle se creó una alianza
entre Fernando, Enrique VII de Inglaterra y Maximiliano de Habsburgo, todos

130
ellos miembros del Toisón de Oro. Antes de la muerte de Luis XI (1483), éste
reconoció la apropiación indebida de los territorios, pero la Regente del nuevo
monarca, Carlos VIII, se negó a realizar la devolución, manteniendo las tensiones
entre ambos Reinos. Fernando estuvo a punto de recurrir a las armas para expulsar a
los franceses del Rosellón, pero dentro del plan perfectamente trazado por él y su
esposa, Granada tenía prioridad.

Inmersos en este conflicto, la política seguida por los Reyes Católicos en Europa
parecía seguir un guión orquestado por otros siendo ellos meros participantes. No
obstante a partir de 1487 comenzaron a desarrollar su propio programa llevando una
política matrimonial favorecida por la fecundidad de su matrimonio (cuatro hijas y un
hijo) uniendo las cuatro dinastías dominantes en Europa (Avis, Tudor, Habsburgo y
Trastámara) que llevaron a Francia a negociar imponiéndole las condiciones. Esta
política era heredada de los Trastámara, siempre pendientes de unificar a las
poderosas familias con las que se relacionaban.

Comenzaron casando a Isabel, su primogénita, con Alfonso de Portugal, primero, y


tras la muerte de éste con Manuel. Posteriormente se pactó la boda de Catalina con
el heredero de Inglaterra, Arturo, pensando siempre en una alianza antifrancesa.
Juan y Juana, fueron propuestos a Margarita y Felipe, respectivamente, hijos de
Maximiliano de Habsburgo.

Los Reyes Católicos habían conseguido con estas acciones una amplia extensión por
donde comerciar con sus barcos, desde el Sur de la Península Ibérica, hasta el Mar del
Norte.

Con la Guerra de Granada casi concluida, los Reyes Católicos. estaban en


disposición de cerrar filas con sus aliados por la cuestión de la Bretaña. No obstante,
tras dos derrotas militares de los aliados, Carlos VIII Rey de Francia se casaba con
la duquesa Ana de Bretaña, zanjando toda discusión sobre una ocupación de
territorios.

Tras esto Fernando estaba resuelto a ocupar el Rosellón por la fuerza, pero las
reivindicaciones angevinas de Carlos VIII sobre Nápoles obligó al Rey francés a
pactar con los demás pretendientes, los cuales renunciaron a sus derechos a cambio
de compensaciones económicas, excepto Fernando que exigió la devolución del
Rosellón y de la Cerdaña a cambio de renunciar a socorrer a Ferrante de Nápoles.
Los territorios fueron devueltos el 10 de septiembre de 1493. No obstante, Fernando
ya había presentado su candidatura al Trono napolitano por ser heredero de Alfonso
V, amén de contar con el apoyo de la Santa Sede, ocupada por el valenciano
Alejandro VI.

Tras la muerte de Carlos VIII y el fervor popular que causó su sucesor, Luis XII,
motivaron que Fernando tuviera que renunciar a muchas de sus pretensiones. No

131
obstante España conservaba su alianza con Inglaterra y los Habsburgo y la libertad
de comercio por la zona de la Bretaña francesa.

La muerte del Príncipe de Asturias, Juan, (octubre de 1497) el aborto de su viuda


Margarita y el fallecimiento de Isabel (24 de agosto de 1498) dieron al traste con la
política europea de los Reyes Católicos, situando a Felipe y a Juana en los umbrales
del Trono español, por lo que intentaron reforzar sus alianzas con Portugal e
Inglaterra. La muerte de Arturo Príncipe de Gales, obligó a los Reyes Católicos a
firmar una nueva alianza matrimonial con Inglaterra, cediendo a Catalina, viuda del
Príncipe, al nuevo heredero al Trono, Enrique VIII.

Por otro lado, Nápoles se había perdido, siendo ocupado casi en su totalidad por los
franceses, siendo el propio Felipe ‘El Hermoso’ quien negoció la salida española,
con poderes de su suegro. En esas negociaciones se aceptó ceder Nápoles a Francia,
aunque ya estaba en su poder, a cambio de permitir que la educación de Carlos, nieto
de los Reyes Católicos se produjera en España. Ante la negativa de Felipe de ceder
ante esta petición de sus suegros, Isabel, redactó en su testamento que la Reina sería
su hija y que en caso de que ésta no pudiera reinar, sería Fernando el Regente de
Castilla hasta que Carlos estuviera en condiciones de reinar.

De cualquier manera, esa política europea desembocaba en un cambio dinástico en


España, desapareciendo los Trastámara y llegando los Habsburgo, circunstancia no
prevista 20 años antes.

3 LA SUPRESIÓN DEL REINO DE GRANADA

Desde Alfonso XI, el afán reconquistador estaba prácticamente detenido. En las


Cortes de Toledo, se decidió acometer de nuevo esta ambiciosa campaña de manera
conjunta, ya que tradicionalmente le correspondía a Castilla.

Desde 1464 gobernaba en Granada el Muley Hacén de nuestros cronistas que se


había hecho con el Trono tras derrocar a su propio padre. Desde la llegada al poder,
su prestigio no había hecho más que crecer y afianzarse, debido a sus exitosos golpes
de mano en las fronteras castellanas.

Inmersos en sus guerras con Portugal, los Reyes Católicos habían firmado una serie
de treguas para no afrontar dos frentes a la vez, pero en 1481 el soberano granadino
incumplió los tratados apoderándose de Zahara, obligando a los castellanos a la
intervención militar. Mientras se acometían los preparativos, los nobles andaluces
tomaron Alhama, en el corazón del Reino granadino. Esta primera fase se saldó con
moderados éxitos cristianos.

El fracaso de Alhama, a la que intentó recuperar hasta en tres ocasiones, desprestigió


a Muley Hacén, propiciando la sublevación de sus dos hijos Yusuf y Boabdil, con el

132
apoyo de los Abencerrajes. Boabdil se hizo con el Trono, mientras Muley Hacén
tuvo que refugiarse en Málaga, residencia de su hermano, conocido como ‘El Zagal’.

Boabdil ‘El Chico’, para afianzar su poder, pasó a la ofensiva. No sólo fue un
fracaso de campaña, sino que a la vuelta de sus correrías fue hecho prisionero por los
castellanos, circunstancia que aprovechó su padre para volver a Granada y hacerse,
de nuevo, con el poder.

Las condiciones de la libertad de Boabdil fueron muy ventajosas para los cristianos
incluyendo una tregua de tres años. En esos momentos (1483) las cosas se
complicaron para los Reyes Católicos con la muerte de Francisco de Foix, Rey de
Navarra y de Luis XI de Francia, que ponía al Reino navarro lejos de la órbita
castellana, así como el incumplimiento de la restitución de los territorios pirenaicos a
Aragón. Ante la disyuntiva de qué frente tenía prioridad, en Tarazona (marzo 1484)
se decidió que era el Reino nazarí.

Había, pues, que darse prisa en liquidar el tema granadino para poder concentrar los
esfuerzos en los territorios del Norte. El orden de los objetivos quedó marcado
pronto: Málaga, Almería y después, Granada. Tras talar los bosques malagueños y la
toma de Álora, el siguiente objetivo era la inexpugnable Ronda.

En Granada, ‘El Zagal’ había alcanzado un gran prestigio tras conquistar Almería,
por lo que estaba en disposición de derrocar a su hermano, Abu-l-Hasan. A
mediados de Abril de 1485, los Reyes Católicos pusieron cerco a Cártama y Coín y
tras conquistarlos se volvió hacia Ronda que cayó en mayo de ese mismo año. Como
un castillo de naipes, todo el occidente granadino fue sucumbiendo al avance de los
Reyes Católicos.

Los éxitos cristianos de la campaña de 1485 mermaron las posibilidades de ‘El


Zagal’ de alcanzar el Trono, por lo que Boabdil entendió que era el momento de
retomar el poder, cosa que hizo tras ser aclamado en el Albaicín como Rey de
Granada.

En la campaña de 1486, los castellanos decidieron ocupar la línea de defensa que


ocupaba toda la Vega de Granada, tomando las fortalezas de Loja, Íllora y Moclín. En
la primera de ellas se encontraba refugiado Boabdil, que volvió a caer en manos
cristianas, volviendo a pactar con los Reyes Católicos y proyectando la creación de
un señorío donde pudiera establecerse el monarca nazarí.

El siguiente objetivo de los Reyes Católicos fue Málaga, que fue sitiada desde abril a
septiembre de 1487, fecha en la que finalmente capituló. ‘El Zagal’ tuvo que huir y
refugiarse en Almería, al no poder volver a Granada en poder de Boabdil. En el caso
malagueño no se respetaron las libertades de los vencidos, proclamando la expulsión
de todos ellos.

133
Cuando comenzó el cerco de Málaga, los Reyes Católicos firmaron un nuevo pacto
con Boabdil (el tercero), en el que se deshacía la opción de la creación del señorío, y
prometiendo los Reyes Católicos que se lo entregarían a cambio de Granada una vez
todo el territorio estuviera en manos castellanas. Tras la toma de Málaga se dirigieron
a Almería y Baza, pero ‘El Zagal’ opuso una fuerte resistencia que obligó a los
Reyes Católicos a cambiar de estrategia dirigiéndose al oriente granadino que cayó
con extraordinaria facilidad.

A finales de mayo de 1489 se comenzó la campaña de Baza. La conquista de Baza


fue dura y sangrienta, pero se alcanzaron los acuerdos necesarios con ‘El Zagal’ y su
cuñado, Yahya Alnayar (defensor de Baza) que se materializaron con la capitulación
de ambos en el mes de noviembre de ese año, entrando los Reyes Católicos el 22 en
Almería, a la que se le concedieron condiciones muy generosas (respeto de la
religión, de las costumbres, de su hacienda...).

Con esta última conquista se consideraba finalizado el conflicto, pero Boabdil


decidió incumplir lo pactado en su tercer encuentro, negándose a entregar la ciudad.

La reacción de los Reyes Católicos fue inmediata. En mayo de 1490 don Fernando
entró en la Vega de Granada destrozando las cosechas. Boabdil intentó aglutinar bajo
su mando a las rendidas tropas de El Zagal y establecer una vía de transporte con
África por donde recibir ayuda, pero fue en vano.

El último acto comenzó en abril de 1491, cuando el imponente y modernísimo


ejército real penetró en la Alpujarra bajando hacia la Vega donde levantó una villa,
Santa Fe. En menos de un mes el cerco de Granada había quedado cerrado. Se
iniciaron entonces una serie de negociaciones en las que las condiciones ofrecidas a
Granada fueron excepcionales: asegurarían su fe, se someterían a la Ley Coránica,
serían administrados por sus propios jueces..., mientras Boabdil conservaría su
patrimonio, a excepción de la Alhambra y de los palacios de la ciudad y recibiría un
señorío en las Alpujarras.

El 2 de Enero de 1492 los Isabel y Fernando entraron en Granada, recibiendo la


entrega de la Alhambra como símbolo de la ciudad. Era el fin de la Reconquista.

4 LAS REFORMAS DE ARAGÓN Y CATALUÑA

Cataluña tenía dos graves conflictos: la opresión de los campesinos de Cataluña Vella
y la crisis económica de la ciudad de Barcelona, que debido al privilegio otorgado por
Alfonso V ‘El Magnánimo’ se regía por una oligarquía de patricios. El Rey don
Fernando ya tenía constancia de estos problemas desde su primer viaje al territorio
en 1479, por lo que dio su conformidad a las medidas propugnadas por el Consell de
Cent, órgano de gobierno barcelonés, que abogaban por una restitución del
patrimonio a la ciudad y una reforma del General, representación permanente catalán.

134
La crisis, que se extendía por toda la Corona de Aragón, excepto el Reino de
Valencia, había permitido la proliferación del bandolerismo, especialmente en las
tierras altas de Cataluña, por lo que en 1480 se decidió introducir una Hermandad
General al estilo castellano, pero que en Barcelona, debido a la situación deficitaria
era complicada de asentar. Se tomaron medidas impositivas para recortar el déficit,
pero nada podría ser efectivo mientras existieran los remensas, campesinos sujetos a
servidumbre, cuyo único medio de vida estaba en la tierra.

Don Fernando tuvo que ceder a algunas presiones nobiliarias, renovando la


constitución de Alfonso V, lo que generó una revuelta popular que desembocó en un
conflicto armado. Finalmente el Rey Católico decidió abolir los malos usos
señoriales, los payeses alcanzaban la libertad conservando las tierras, pero con la
obligación de indemnizar a sus señores y compensar los gastos producidos durante la
revuelta.

No obstante, la recuperación de Cataluña (el redreç), pasaba por una reforma de la


administración municipal, que se abordó primero en el Reino de Aragón. En las
primeras Cortes de Aragón (Calatayud 1481) don Fernando otorgó a doña Isabel
los mismos poderes que él había recibido de ella en las Cortes de Segovia. Las
sesiones de estas Cortes se prolongaron en el tiempo sin alcanzar acuerdos en firme,
debido a que los tres Reinos aragoneses defendían a ultranza sus privilegios
institucionales.

Los Acuerdos de Tarazona tampoco fueron un éxito, ya que catalanes y valencianos


protestaron por no realizarse en sus territorios, llegando los catalanes a no asistir a la
Asamblea propuesta por el Rey.

Tras la toma de Málaga, los Reyes Católicos abordaron con firmeza las reformas de
Aragón, formando un Concejo municipal formado por un grupo de adictos que
facilitaron la labor de los monarcas a la hora de implantar su criterio en Aragón. Se
establecieron una Hermandad General y se impuso la Inquisición, situándose la de los
tres Reinos aragoneses junto con la castellana bajo la supervisión de un solo
Inquisidor General. Estas medidas apenas encontraron oposición entre los nobles
aragoneses.

Respecto a Cataluña, los objetivos de su reforma estaban bien definidos: saneamiento


de la Hacienda y reforma de sus instituciones principales (Generalitat y Consell de
Cent). Mientras preparaba la reforma de Aragón, el Rey recibió a unos comisionados
catalanes que protestaban por las actuaciones de la Inquisición. Ante esta situación,
don Fernando decidió reformar la Generalitat, suspendió el mecanismo
constitucional y nombró como General al abad del monasterio de Poblet que era
castellano. Curiosamente la medida fue aplaudida y la economía experimentó un
rápido crecimiento y tras deponer y nombrar a un nuevo Consell de Cent (1491), el
despegue económico de Cataluña se hizo patente.

135
5 LA IGLESIA Y EL PROBLEMA RELIGIOSO: LOS CONVERSOS Y EL
ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN. LA EXPULSIÓN DE LOS
JUDÍOS

Las reformas eclesiásticas realizadas bajo los auspicios de los Reyes Católicos
fueron resultado de un madurado programa, encaminado a sanear la vida espiritual y
liberar al clero de sus excesivos empeños temporales.

En este contexto reformador se inscriben tres logros muy notables: la preeminencia


de la Justicia Real, la exclusión de los extranjeros en la provisión de empleos o
dignidades eclesiales y el derecho de presentación (regio de patronato) que había sido
una vieja aspiración castellana.

La reforma fue otra cosa más que la reivindicación de carácter beneficial y


jurisdiccional y no se limitó sólo a la jerarquía eclesiástica. Ya en un primer momento
la intención de los Reyes Católicos fue extenderla a todo el clero y al conjunto de las
Órdenes Monásticas., para lo que se solicitaron al Papa las facultades necesarias.
Cuando estas autorizaciones llegaron, se pusieron en manos de Francisco Jiménez
de Cisneros, el Cardenal Cisneros, alma de la reforma.

En 1494, el Cardenal Cisneros comenzó la reforma con vehemencia y grandes


gestos teatrales, centrándose primero en los franciscanos claustrales por ser la más
rica de las Órdenes. A pesar de las recomendaciones del Papa de suspender la
reforma, por la excesiva mano dura de Cisneros, éste prosiguió con el proyecto,
extendiendo su acción sobre todas las demás Órdenes, tanto monásticas (benedictinos
y cistercienses), como mendicantes (dominicos, franciscanos y agustinos), así como
al propio clero secular. Incluso consideró la necesidad de vigorizar el nivel de
estudios, realizando ciertos controles sobre la Universidad de Salamanca y
proyectando la creación de una nueva: la de Alcalá de Henares.

Uno de los problemas que existía en España, en materia de religión era la presencia
de los judíos, desde los primeros siglos de nuestra era, si bien su etapa de esplendor
llegó en los siglos XI y XII.

A partir del IV Concilio de Letrán (1215) se comenzaron a propugnar medidas


restrictivas y en 1391 se produjeron los primeros conflictos graves, con
persecuciones, asesinatos, incendios de aljamas, etc.). Se les obligó a vivir en zonas
valladas (juderías), llevar ropas o señales distintivas, limitándoles su comunicación
con los cristianos, prohibiéndoles acceder a los oficios públicos. El número de
conversiones a partir de ese momento se disparó, pero no por convicción, lo que
preocupó enormemente a las autoridades que sospechaban que las prácticas de su fe
continuaban.

El antisemitismo se incrementó en los últimos años de Enrique IV, por eso en las
Cortes de Madrigal y Toledo se insistió en las normas restrictivas promulgadas con

136
anterioridad, aunque se empezó a sospechar que estas medidas eran insuficientes. En
esos momentos el número de conversos era similar al de judíos y se temía que
aquellos pudieran contagiar de criptojudaísmo a los cristianos con los que trataban,
por lo que las medidas deberían de empezar a aplicarse también a ellos, máxime
cuando pesaban sobre estos grupos acusaciones de prácticas de su antigua fe,
(circuncisión, sabbath, Yon Kippur...), ser gentes codiciosas, apoderarse de los
oficios públicos, etc.

El instrumento para construir la unidad de la fe fue la Inquisición, aunque


originalmente se concibió solamente para la persecución de la herejía y no a los fieles
de otras religiones. La introducción de la Inquisición en Castilla fue autorizada por
Sixto IV el 1 de noviembre de 1478. La bula de creación permitía a los Reyes
Católicos elegir a los clérigos que formaran el Santo Tribunal.

Los Reyes Católicos dispusieron a lo largo de los dos años siguientes un plan de
catequesis y predicación para atraer a los herejes, resultando un verdadero fracaso.

Esto enfureció a los Reyes Católicos, especialmente a Fernando, que decidió pasar a
la acción nombrando a los dos Inquisidores Generales. El Tribunal de la Inquisición
quedó constituido en Castilla el 27 de septiembre de 1480, y su primera sede estuvo
en el Castillo de Triana, en Sevilla, y la primera medida dictada fue la publicación de
tres edictos de gracia. A ellos se acogieron numerosos conversos.

Muy pronto las ejecuciones se contaban por centenares y las penas de prisión por
miles. Los conversos recurrieron a Sixto IV debido a los excesos inquisitoriales lo
que provocó que el Papa revocara la bula del 1 de noviembre de 1478 y sometió a los
inquisidores a la jurisdicción de los obispos, cosa que los Reyes Católicos no estaban
dispuestos a tolerar.

El Papa, prohibió explícitamente la instauración de la nueva Inquisición en Aragón.


La que existía, establecida desde la lucha contra los albigenses, era lánguida e
ineficaz. Tras muchas maniobras y enfrentamientos, don Fernando consiguió que el
Papa nombrara Inquisidor General del Reino de Aragón, del Reino de Valencia y de
Cataluña a Tomás de Torquemada, en cuyas manos se pusieron todos los resortes
del sistema inquisitorial, extendiendo posteriormente su poder por toda Castilla
(1484).

La introducción de la Inquisición en la Corona de Aragón encontró gran resistencia


debido al apego a los Fueros, pero sobre todo debido a las terribles noticias que
llegaban desde Castilla. La resistencia más dura a la Inquisición se dio en las
ciudades de Zaragoza y Teruel, donde se prohibió la participación de los inquisidores
y donde incluso se llegó a asesinar al Inquisidor Pedro de Arbués, con la
consiguiente reacción antisemita. En Valencia y Cataluña fue algo más suave. No
obstante, tanto don Fernando como Inocencio VIII apoyaron a Torquemada sin
ningún tipo de reservas.

137
La comunidad política se identificó con el credo religiosos que profesaba la mayoría
de la población. Esta unidad de la fe excluía naturalmente la pervivencia de otros
credos diferentes. Admitido esto, la expulsión de los judíos fue una consecuencia
inevitable. Si acaso sorprende lo que se tardó en ejecutar. Las Cortes de Madrigal y
de Toledo ya daban algunas directrices sobre la reubicación y distribución de los
judíos, pero ahora se empezó a aplicar esa norma con más firmeza, primero
obligándoles a vivir recluidos en aljamas, posteriormente prohibiéndoles la residencia
dentro de la influencia de ciertos obispados (Sevilla, Cádiz, Córdoba...).

Los resultados económicos de la expulsión eran evidentes para todos, pero la unidad
de la fe era el objetivo prioritario. El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos
dictaron, finalmente, la provisión que les concedía a los judíos un plazo de cuatro
meses para salir de sus dominios. El decreto ofrecía la alternativa de abrazar la fe
cristiana, ofrecimiento que fue aceptado por no pocos judíos que recibieron nuevos
nombres y ciertas mercedes. A los que se fueron se les permitió vender sus bienes y
llevar consigo su fortuna, pero en letras de cambio ya que las leyes no permitían sacar
bienes materiales o dinerarios. El éxodo judío se dirigió, principalmente, a Portugal y
de ahí a Berbería.

Una vez expulsados los judíos, se planteaba el problema musulmán. El número e


importancia de la población mudéjar planteó serias dificultades de integración y
convivencia. La tan deseada unidad de la fe, exigía la desaparición del núcleo
musulmán, sin embargo aquella población (muy abundante en ciertas zonas de
Aragón y en la mitad meridional del Reino de Valencia), estaba protegida por pactos
contraídos que garantizaban su derecho a vivir en el territorio, su libertad personal y
la propiedad de sus bienes., lo que suscitó la solución de incorporarlos mediante la
conversión, aunque el interés de que estas fueran sinceras y voluntarias hizo que el
proceso fuera excesivamente lento.

En 1499 los Reyes Católicos visitaron Granada y quedaron sorprendidos por el aire
musulmán que todavía tenía la ciudad, visible incluso en la vestimenta de los
ciudadanos. Ante esta situación se comisionó a Cisneros para que solucionara el
tema, el cual puso a los musulmanes granadinos ante la misma disyuntiva que a los
judíos: conversión o expulsión.

El programa fue simple, con promesas y halagos, pero mezclado con actuaciones
muy imprudentes, como la conversión en la iglesia de la antigua mezquita del
Albaicín o la quema de libros de materia religiosa.

En Enero de 1500, asesinaron al alguacil que trabajaba para Cisneros y continuó con
un alzamiento de musulmanes y conversos, apoderándose del Albaicín y sitiando a
Cisneros. La represión no fue muy dura y se ofreció el perdón a quienes se
convirtieran.

138
No obstante la revuelta del Albaicín tuvo un eco importante entre la población
musulmana, que se sublevó en la zona de las Alpujarras a donde acudió Gonzalo
Fernández de Córdoba a doblegarla con las tropas que se estaban preparando para
acudir a Nápoles. Las acciones fueron extremadamente violentas. La rebelión llegó a
su fin el 8 de marzo de 1500 y se impusieron condiciones muy duras a los vencidos,
aunque se volvió a ofrecer el perdón a aquellos que se convirtieran. En octubre de ese
año, la revuelta renació, aunque algo más al Sur. Tras la victoria cristiana, se repitió
la misma historia, fuertes mediadas represoras, incluidas las económicas, pero el
perdón absoluto tras la abjuración de la fe musulmana.

A comienzos de 1501 la revuelta se reavivó en la serranía de Ronda, y tras una


derrota cristiana, las tropas castellanas, encabezadas por el propio Rey, se prepararon
para infligir un duro castigo a los sublevados. Ante esta situación los musulmanes
negociaron su extrañamiento hacia tierras africanas, no sin antes exigirles, de nuevo,
una fuerte compensación económica. El 11 de febrero de 1501 se hizo público el
decreto de expulsión de los musulmanes castellanos, no afectando a los moriscos del
Reino de Aragón y del Reino de Valencia.

6 PROYECTOS EUROPEOS Y POLÍTICA INTERNACIONAL DE LOS


REYES CATÓLICOS

EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA

La posesión de las Islas Canarias por parte del Reino de Castilla, confirmada por el
Tratado de Alcaçobas de 1479 con Portugal, era la prueba del interés castellano por el
Atlántico y por la expansión en el continente africano. Pero, por el mismo Tratado, la
expansión en África o la prosecución de la ruta hacia las Indias quedaba reservada al
Reino luso, por lo que el proyecto colombino de seguir la ruta de Occidente hacia las
Indias tuvo buena acogida en la Corte de los Reyes Católicos.

El descubrimiento del Nuevo Mundo fue el resultado de un error de Cristóbal Colón.


Establecido en Portugal en 1476-77, llegó por medio de su mujer al ambiente de los
sabios y de los navegantes. Así se formó, a partir de los trabajos de Toscanelli, su
convicción de una Tierra más pequeña que la realidad, de un continente euro-asiático
mucho más extenso en longitud y, en consecuencia, de una ruta occidental mucho
más corta que el lento rodeo del continente africano.

En busca de apoyos reales que sustentasen su proyecto, Colón obtuvo una negativa
del soberano portugués (Juan II), quien prefirió las seguras empresas en curso; otros
Príncipes rechazaron la aventura. Quedaba la Reina Isabel de Castilla, a la que
intentó convencer en 1486. Tras seis años de negociaciones, de dudas, de hábiles
controversias Colón, gracias a la ayuda del valenciano Luis de Santángel, lo
consiguió al día siguiente de la toma de Granada: Los acuerdos de abril de 1492, “Las
Capitulaciones de Santa Fe”, le confirieron privilegios exorbitantes sobre las futuras

139
tierras a descubrir: Almirante, Virrey y beneficiario de un 10% de las posibles
riquezas.

Cristóbal Colón se instaló en Palos (Huelva) y preparó la expedición con los


armadores Martín Alonso Pinzón y Juan Niño. El 3 de agosto de 1492 partieron dos
carabelas (La “Pinta” y la “Niña”) y una nao (la “Santa María”) y, después de una
escala en las Azores, pusieron rumbo al Oeste. A partir del 25 de septiembre creció la
inquietud, sin embargo, el 12 de octubre tocaron tierra en San Salvador, al que
confundieron con el archipiélago japonés. Después de dos meses de navegación por
las Pequeñas Antillas (La Española, Santo Domingo, y Cuba) sin descubrir las
riquezas descritas por Marco Polo, regresó a Europa.

Antes de su muerte, casi en desgracia (1506) Cristóbal Colón realizó otros tres
viajes más, mezclando los primeros pasos de la explotación y la colonización con la
exploración propiamente dicha. En 1493-1494 (su segundo viaje), precisó la
geografía de las Antillas, y en 1498 (tercer viaje) el Almirante tocó las costas de
Venezuela antes de establecerse en Santo Domingo, de donde el Gobernador
Bobadilla le envió como prisionero en 1500 a España, con la supresión de sus
privilegios salvo los títulos de Virrey y Almirante. Finalmente, en 1502-04 bordeó el
istmo americano buscando la ruta de las Indias sin adivinar el descubrimiento de un
mundo nuevo.

Aparte de la polémica que rodea la figura de Colón y sus intenciones cuando preparó
la expedición que habría de llevarle a América, lo que es incuestionable es la
tenacidad, convicción y firmeza con que defendió ante Juan II de Portugal primero,
y los Reyes Católicos, después, la posibilidad de efectuar descubrimientos de tierras
e islas en el Atlántico, navegando rumbo a Occidente

Una vez acabada la magna empresa de la Reconquista, los Reyes Católicos firmaron
las Capitulaciones de Santa Fe con Colón (17-4-1492); en ellas se declaraba el
señorío del Océano por parte de los monarcas, o sea de Canarias hacia Occidente.
Colón reivindicó estos espacios porque, poseedor del secreto de un piloto anónimo,
sabía que había tierras a unas 700-750 leguas al Oeste de la isla canaria de Hierro. En
virtud de ello, los Reyes Católicos le nombraron Virrey y Gobernador.

El descubrimiento tuvo lugar el 12 de octubre de 1492. Colón utilizó la ruta de los


alisios. Abordó el Continente Americano por el Caribe (Bahamas, Haití, Cuba) y
procuró ubicar las nuevas tierras dentro del cuadro continental conocido por los
contemporáneos, del cual él sabía los rasgos generales gracias a sus lecturas
geográficas. Nació entonces en el Almirante la obsesión de haber alcanzado las islas
orientales de Asia (Japón) o el Continente. Con esta convicción regresó la flota a
España, donde la Corte Real se preocupó de garantizarse la posesión de las tierras
descubiertas en las “Indias”.

140
La genialidad de Colón, basada en su fe ciega de llegar a las Indias, no le permitió
percatarse que había llegado a una tierra nueva, cosa que a la altura del tercer viaje ya
se daba por supuesto en la Corte y en los círculos informados. Colón creyó tras su
segundo viaje que había llegado a la puerta de las Indias, que Cuba era tierra firme
asiática y que el descubrimiento de depósitos de perlas cerca de la Isla Margarita era
prueba de la mítica riqueza asiática. Estas falsas creencias fueron el fundamento de su
error, error que fue corregido por la Corona, que rescató de manos de Colón las
facultades de gobernación ante el volumen y total novedad de lo descubierto,
dejándole las facultades de explorador y Almirante. En 1513, finalmente, Núñez de
Balboa atravesó el istmo de Panamá y descubrió el Mar del Sur (Océano Pacífico).
Casi al mismo tiempo que los portugueses alcanzaban las islas de las Especias.

En vida de Colón, la Corona ya hizo de la empresa de descubrimiento y conquista


una tarea de Estado. Para ello tuvo que arbitrar todo un sistema institucional en
España y en América para que hubiera igualdad de trato a los súbditos de los dos
continentes. Tal labor comenzó con la creación de la Casa de Contratación en Sevilla
el 20 de enero de 1503.

Los españoles colonizaron sobre todo las Antillas a partir de la isla de La Española:
Puerto Rico, Cuba, etc. A su vez Cuba fue la plataforma para conquistar el
Continente por los dos lados: la Florida y la costa mejicana al Norte de Yucatán. Las
otras grandes conquistas y colonizaciones consiguientes fueron la de Méjico y la de
Perú. En poco más de 30 años, los conquistadores habían absorbido las frágiles
civilizaciones indígenas, lo cual les proporciona unos 3 millones de km2. La
expansión de América se asentó en la transmisión de la soberanía del Rey de las
Españas a los Reinos de las Indias, de los cuales el monarca español se consideraba
heredero. La creación de los Virreinatos de Nueva España y del Perú como
delegación suprema del Rey respondió a esta concepción.

El descubrimiento de Núñez de Balboa planteó el problema de hallar un paso


marítimo que salvara el obstáculo de América en el camino a las Indias. En 1520 tras
la desafortunada expedición de Solís (1515), el portugués Fernando de Magallanes
encontró la ruta del SO. El paso que hoy lleva su nombre, entre el Sur de América y
la Tierra del Fuego. La expedición continuó por el Pacífico hasta las Filipinas y las
propias islas de las Especias, donde se dieron la mano marineros lusos e españoles.

141
TEMA XIII: PENSAMIENTO POLITICO Y FORMAS DE GOBIERNO EN
LA BAJA EDAD MEDIA

1 EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN LA BAJA EDAD MEDIA

Desde el siglo VII la humanidad de la Europa Occidental vivió con los parámetros
ideológicos de un sistema social, con evoluciones peculiares según los lugares y las
épocas pero en el mismo sentido, que solo comenzó a transformarse en lo científico,
técnico y filosófico durante el siglo XVII (Revolución Científica) y en lo político en
el siglo XVIII (Revolución Francesa).

Existe una general aceptación de la idea de que el siglo XII representó un profundo
rubicón ideológico para el hombre medieval. A las raíces altomedievales, sustentadas
en sólidos retazos de la tradición romana, en los modos germánicos y en la
omnipresente cultura cristiana, vinieron a sumarse tres fenómenos que alteraron el
mundo de las ideas:

1. Asimilación del Clasicismo.

Durante la Alta Edad Media diversos monasterios se habían aplicado en sus


scriptoria a conservar, inalteradamente en lo posible, obras relevantes o
supervivientes del pensamiento grecolatino con un sentido archivístico, esto es, una
conservación perdurable sin asimilación.

La situación varió con rotundidad durante el siglo XII a causa de los rebrotes del
Estado a partir de robustecimiento de la Monarquía, el resurgir de las ciudades y el
impulso de un espacio urbano con estímulos socioeconómicos e intelectuales al
rusticismo altomedieval, junto con la fundación de las Órdenes Mendicantes y de las
universidades, destinadas ambas, precisamente, a cristianizar y aplicar los saberes
para este espíritu urbano.

El hombre medieval optó por reverdecer los arquetipos del Clasicismo, una
civilización del Principado, del Dominado y de las urbes. No extraña la intensa
actividad que presencia la Cristiandad en la traducción de saberes de origen oriental y
helenístico, sumamente intensa en centros traductores sicilianos y de la Península
Ibérica, hasta originar un impresionante arsenal de conocimientos, en la que
colaboraron intelectuales musulmanes y judíos.

Esta vez la Cristiandad no tenía una finalidad acumulativa sino aplicativa, por esta
razón la traducción era imprescindible para la divulgación y la selección necesaria.
Fueron los preliminares para la asimilación del pensamiento clásico en aras de una
concepción medieval más compleja del mundo. Junto con la traducción de obras
científicas y moralizantes, la voracidad intelectual europea se dirigió a la recepción
compresiva del Derecho Romano y del Aristotelismo.

142
En Derecho, reconocida la función ordenadora del Papado en la Cristiandad, se hizo
imprescindible un corpus sistematizado de las disposiciones pontificas, proyecto al
que se encaminaron en el siglo XII el Decretum de Graciano y las ediciones que
derivan en le Corpus Iuris Canonici, como fundamento del Derecho Canónico.
Paralelamente, la actividad urbana exigió una renovación del Derecho Civil desde la
recuperación de la tradición jurídica romana. Renacía el concepto de poder político
público a través de la recuperación del concepto de res publica. El Derecho Romano,
además, proporcionó una personalidad política de primera magnitud al Príncipe. El
Príncipe poseía la capacidad exclusiva de legislar, podía promulgar la Ley y actuar
con poder absoluto fuera de la ley positiva mediante la lenitud potestatis. Estos
poderes, junto con la superioridad jurisdiccional, ejercicio de la Justicia, Derechos
Económicos (fiscales, emisión de moneda, concesión de licencias económicas) y la
titularidad de bienes públicos (baldíos, montes, aguas, costas, pastos, vías) constituían
las regalías, inherentes a la potestad del Príncipe. Ambos estímulos romanistas
permitirán la constitución de dos polos de poder, el Reino y el Rey.

En Filosofía el siglo XIII marcará la Edad de Oro de la Escolástica. La dilatada


tradición platónica y agustiniana se vio ampliamente enriquecida por la gran
abundancia de traducciones de la magna obra de Aristóteles. La aristotélica, sin
embargo, era una Filosofía de una compleja profundidad, articulada en un ámbito
muy distinto de la escolástica, que unía filosofía y teología. Aristóteles
proporcionaba una sólida lógica (categorías, sustancia y accidente, materia, forma)
pero también una metafísica, una compresión del movimiento, el mundo y Dios, muy
alejados de la concepción cristiana. Pero fue Santo Tomas de Aquino quien
acometió y triunfó en la empresa de cristianizar el pensamiento aristotélico, donde se
pretendió una armonía esencial entre razón y fe, la filosofía y la teología. La Política
de Aristóteles, por lo demás, sirvió para aceptar como las únicas formas de gobierno
la monarquía, aristocracia y democracia, son sus respectivas degeneraciones en
tiranía, oligarquía y demagogia.

2. La depresión del siglo XIV.

Con el cataclismo demográfico tras la peste negra de 1348, hábitos y creencias se


transformaron por la inseguridad de los dogmas vigentes y el relativismo de unos
códigos éticos sin apoyo doctrinal sólido. La depresión económica fue tan intensa que
el orden feudal fue definitivamente superado por un orden señorial, que en Castilla se
hizo patente por la sucesión de la nobleza vieja por la nueva nobleza. El señorío, su
sistema de vínculos y estructura socioeconómica se llenaron de rigideces,
arbitrariedades y opresiones propias de un sistema que reducía la relación señor-
siervo a un simple cómputo de rentas monetarias ante una dura implosión de
dominio, que desataba revueltas y aniquilaba el orden social. Esa misma depresión
obligó a la Iglesia a acumular beneficios eclesiásticos en una persona y la emisión de
indulgencias, autenticas acciones sobre el Paraíso. La eclosión de hábitos
paganizantes y de un clima profano fomentó un laicismo que impregnó la ideología

143
bajomedieval y multiplicó los movimientos heréticos que derivaban en revueltas
sociales.

Este contexto tuvo una importantísima proyección en el mundo de las ideas. La crisis
de la Iglesia evidenciada en el Cisma de Occidente, propulsó un conciliarismo con
amplia repercusión en el pensamiento político y la doctrina de la sana et melior pars
de Marsilio de Padua, frente al orden jerárquico estatuido en las relaciones de poder.
El rampante laicismo habría de suponer el germen del Humanismo.

El pensamiento asumido por dominicos y franciscanos, inició una radical


transformación. El nominalismo, oxfordiano y franciscano, impulsado por Ockham,
se distanció de la lógica aristotélica, abanderada por un tomismo dominico cerrado en
su defensa de la unidad de la forma sustancial (el alma espiritual), el principio de la
individuación (la materia), la creación de la materia desde la eternidad, la
dependencia del entendimiento intelectual a partir de la percepción sensible, en que
predomina el entendimiento intelectual a partir de la percepción sensible, en que
predomina el entendimiento sobre la voluntad junto con la radical diferencia entre el
mundo inmanente y el trascendente. El nominalismo, en cambio, sustituyó estos
planteamientos esencialistas por otros de naturaleza existencialista, positivista y
fenoménica, desplazando los objetivos filosóficos hacia una ciencia empírica y el
método inductivo, planteamientos que habría de exagerar el escotismo con una mayor
incidencia en el empirismo y la preminencia de la voluntad sobre el entendimiento a
causa de la desconfianza de la razón.

3. La aristocratización del siglo XV.

Aparentemente es una época de restauración. Los sabios trataron de reorientar los


nuevos fenómenos religiosos e ideológicos hacia la senda cristiana, defendiendo la
tesis de que el entendimiento humano podía alcanzar la espiritualidad, pero el saber
era cualidad divina, concesión gratuita de Dios por la fe, los teólogos buscaban frenar
la contaminación pagana de la moral cristiana mediante obras de teología moral, a
partir de las Sagradas Escrituras, y la divulgación de un senequismo que concebía la
vida virtuosa como el compendio del valor, la entereza y la resignación.

Impulsada por los primeros proyectos reformadores del siglo XIV, la Teología
bajomedieval adquirió un marcado cariz místico y especulativo. Sin embargo, la
obsesión eclesiológica por defender las tesis hierocracias o conciliaristas la primacía
del Papa o del Concilio, una controversia que dilucidaba la esencia y naturaleza de la
Iglesia, hizo que las doctrinas filosóficas se encastillasen en unas escuelas enzarzadas
en discusiones anecdóticas, hiriendo de muerte la escolástica. Esta vertiente
restauradora del siglo XV no debe ocultar en modo alguno su aspecto mas innovador:
el triunfo del proceso señorializador, coronando la aristocracia como el arquetipo
social e ideológico, particularmente en la Península Ibérica. Es una nobleza basada en
señoríos jurisdiccionales, subrogación de la potestad real generadora de rentas, y en
el Mayorazgo, como instrumento de su institucionalización oligárquica.

144
1.1 EL PENSAMIENTO INTELECTIVO Y LA ESPIRITUALIDAD EN LA BAJA
EDAD MEDIA

La ideología medieval hay que clasificarla en dos ámbitos del pensamiento:


pensamiento intelectivo y espiritualidad, y el pensamiento político.

1.2 EL SCRIPTORIUM DE LA CRISTIANDAD (SIGLO XIII)

La Cristiandad necesitaba la traducción al latín y lenguas vernáculas europeas para su


divulgación, pero no sólo una traducción fidedigna sino comprensiva y
contextualizada. Era una empresa de sabios. Los Reinos hispánicos se convirtieron en
el ámbito idóneo para este cometido, porque, si bien no es acertada la idea de
considerarlos sociedades tripartitas de las tres religiones al constituir judíos y
musulmanes microsociedades dependientes directamente del Rey. La proximidad
aseguraba la transversalidad comunicativa de conocimientos. Esto, explica además, el
protagonismo de los monarcas en el movimiento traductor.

Los cristianos actuaron como disciplinados intérpretes, los musulmanes, como


divulgadores de unos saberes ya integrados en su desarrollo cultural, mientras los
judíos fueron los grandes comunicadores por su conocimiento profundo de las
lenguas de cristianos y musulmanes y su permeabilidad en el paso de fronteras.

1.3 POLÍTICA CULTURAL DE LAS MONARQUÍAS HISPÁNICAS

Castilla con la ocupación de gran parte del Valle del Guadalquivir tomó la iniciativa.
Fernando III ‘El Santo’ promocionó un esfuerzo traductor enciclopédico. Alfonso
X ‘El Sabio’ impulsó la Escuela de Traductores de Toledo. Se requirió una estrecha
colaboración de traductores científicos judíos y musulmanes, aplicados en la
literatura medieval y la científica, especialmente la Astrología y Astronomía.
Mientras los autores cristianos contribuyeron a la divulgación de la magna obra
aristotélica.

Los traductores judíos eran muy útiles desde la admirable adaptación aristotélica al
judaísmo por Maimónides, pero además se le encargó la traducción al romance de
textos bíblicos, en un intento de hacer más asequible la lectura.

La poderosa acción cultural alfonsí generó una inercia que llegó al reinado de su
sucesor Sancho IV, particularmente en la orientación moralizante. Esta política
cultural castellana tuvo su correlato en Aragón, si bien sin una producción tan extensa
hasta la llegada al poder de Jaime II cuando la colaboración traductora de judíos y
musulmanes se hizo más intensa.

El fracaso de la Controversia de Barcelona de 1263, las disposiciones antijudías de


las Cortes de Valladolid de 1293, así como la erosión de funcionarios judíos en las

145
Cortes Castellana y Aragonesa, señalaron el fin de la cooperación traductora y de la
tolerancia religiosa.

1.4 LAS ÓRDENES MENDICANTES

Nacidas para cristianizar el espacio urbano, un ámbito que la rusticidad inicial de la


Iglesia medieval había descuidado. No extraña que estas Órdenes cuidasen de la
formación intelectual de sus miembros, tendencia que derivaría en la fundación de
escuelas en sus provincias eclesiásticas y en una vocación misionera entre judíos,
musulmanes y paganos.

Esta vocación justifica el pronto arraigo de las Órdenes Mendicantes en la Península


Ibérica, tanto de los dominicos (Orden fundada por el castellano Santo Domingo de
Guzmán) como de los franciscanos (San Francisco de Asís). Pero cuando su
formación intelectual era más sólida, los mendicantes hispanos se comportaron como
receptores netos, con una escasa producción teológica y filosófica.

La evolución de la Cristiandad, se definía en la Península a principios del siglo XIV


como líneas divergentes entre el Tomismo dominico y el Voluntarismo franciscano.

1.5 LA ALTERIDAD (SIGLOS XIII-XIV)

Esto es, el reconocimiento del otro en oposición a sí propio. Es un proceso que exigió
la tipificación de la espiritualidad cristiana como base para el dominio del otro, no ya
mediante la violencia, sino mediante la evangelización misionera.

1.6 ESPIRITUALIDAD

Manifestada en una obra catequética en la que se compendian las bases de la moral y


fe cristianas como los Mandamientos, el Credo, los Sacramentos, las virtudes y los
vicios. Obras que desde la fascinación por la heroicidad espiritual evolucionaron a un
misticismo ejemplarizante.

1.7 EVANGELIZACIÓN

Como modo pacífico de dominio por el convencimiento del otro sobre la propia
superioridad espiritual. Los Reinos hispánicos eran un magnifico laboratorio no sólo
por la coexistencia con judíos y musulmanes en el suelo peninsular, sino por los
planes expansivos de la Corona castellana sobre Marruecos y de la aragonesa sobre
Tremecén y Túnez. La novedad era que, segura ahora la Cristiandad de sus
instrumentos teológicos, la acción militar corría en paralelo a una acción misionera, a
la que se aplicaron las Órdenes Mendicantes. Santo Tomas de Aquino redactó una
Summa contra gentes. Por otro lado, el aprendizaje de las lenguas semíticas para
predicar entre el gran público, en el que destacaron los dominicos, quienes
organizaron studia linguarum para dominar el hebreo y el árabe.

146
La estrategia evangelizadora, sin embargo, fue diferente hacia judíos o musulmanes:
sin organización política los primeros, los mendicantes optaron por la controversia
intelectual. En el Concilio de Zamora (1313) los obispos estipularon que los judíos
subsistían, sin derechos, solo porque en la convivencia con los cristianos podrían
recibir la Gracia de la fe. En una ambiente que preludiaba los pogromos del siglo
XIV, Bernardo Oliver redactó un catecismo para la conversión de los judíos,
mientras el judeoconverso Abner de Burgos, difundía los errores del judaísmo. Se
predicaron los dogmas cristianos, se empeñaba en instaurar una Cristiandad Universal
que acogiese a los cristianos separados de Roma, a judíos y musulmanes.

1.8 LA ESCOLÁSTICA HISPÁNICA

La Escolástica halló su Siglo de Oro durante la centuria docentista sobre las bases de
tradición platónicas, agustinianas y recientemente la aristotélica, así como sobre la
armonía entre Filosofía y Teología. Este equilibrado entramado comenzó a debilitarse
radicalmente al tiempo que la depresión, el hambre, la guerra y la peste se
enseñorearon de la Cristiandad en el siglo XIV. Sus efectos fueron:

a) Las escuelas.

En un mundo pesimista, hostil y cínico, la ruptura entre la fe y la razón comenzó a


cimentarse sobre el nominalismo de Ockham y el voluntarismo de Escoto,
correspondiendo al movimiento franciscano de ‘Los Espirituales’ la acción más
beligerante. La fractura en torno a la prevalencia de una u otra consolidará la división
de dos escuelas, la tomista dominica y la voluntarista y nominalista franciscana,
llamadas a promover una honda división intelectual, académica, religiosa y política
en la Cristiandad.

Los franciscanos asentaron en la Teología hispánica la ruptura entre la razón y fe. Se


rechazó el uso del conocimiento racional propio de la Filosofía para analizar la
revelación en las Sagradas Escrituras mediante la Teología. Era un ambiente de
ruptura que la violenta represión de la Inquisición aragonesa, dominada por los
dominicos, agudizó. Comenzaba una época dialéctica de controversia y disputas en
torno a sutilezas, que lograron la decadencia de la Teología.

Mientras el Tomismo y el Escotismo penetraron pronto en la península (siglo XIV),


el Nominalismo tuvo una difusión tardía (siglo XV).

b) El reformismo trastamarista.

Los movimientos heréticos, el Iluminismo y el Pauperismo comenzaron a socavar los


principios socioeconómicos e institucionales sobre los que descansaba la Iglesia. El
desarrollo del Naturalismo aristotélico, propulsor de un comunitarismo religioso a

147
partir de las tesis inspiradas en la teoría del Cuerpo Místico de Cristo, cuestionó la
naturaleza de la autoridad eclesiástica, que el enfrentamiento entre el Papa Juan
XXII y el Emperador Luis de Baviera agravó. Ockham, Marsilio de Padua o Juan
de Jandún no dudaron en atacar los cimientos de la hierocracia eclesiástica y la
suprema autoridad pontificia. Eran las bases ideológicas para el Cisma de Occidente,
planteado en 1378. La depresión económica con sus secuelas de cinismo ético,
relativismo de los Sacramentos e inmoralidad del clero, según reflejó el Arcipreste
de Hita en el Libro del Buen Amor, son los hitos de la pavorosa crisis de la Iglesia.

En los Reinos hispánicos no tardó en surgir una sincera aspiración por regenerar la
vida cristiana y reformar la Iglesia, ya que la inmoralidad y el materialismo de sus
clérigos era cotidiano. En 1368 con la revolución de los Trastámara, un ambiente
regeneracionista impregnó las Cortes hispánicas, muy particularmente la de Castilla.

Iniciado el clima, una reforma de la Iglesia, que se basaba en dos principios: la


regeneración no masiva, inmediata y normativa, sino por inoculación en la Iglesia de
una centella, un espacio modélico de virtudes cristianas, motor del cambio por
imitación en la perfección; la superación de la depresión económica a través de las
rentas ganaderas, medio para una dedicación ejemplar de los clérigos a la vida
contemplativa.

Castilla dibujó una reforma basada en una austeridad rigurosa, una ascética
moralizante y un misticismo contemplativo, que contagió a sus vecinos peninsulares
y determinó la posición religiosa de España cuando llegó la Reforma Protestante.

2. EL ESPÍRITU HISPÁNICO DEL CUATROCIENTOS. EL CISMA Y LA


ECLESIOLOGÍA

Las invectivas de Marsilio de Padua y Ockham contra la supremacía del poder del
Papa hallaron desde el principio una evidente reticencia en los Reinos hispánicos
donde se defendió la primacía de la autoridad Papal. Acaecido el Cisma en 1378
surgió toda una pléyade de publicaciones defendiendo el primado pontificio,
alineados a las tesis del Papado de Aviñón.

La celebración del Concilio de Constanza (1414-1418), en el que las delegaciones


hispánicas tuvieron un destacado papel, dio origen a una riquísima disquisición
eclesiológica sobre la naturaleza de la Iglesia. Ahora los teólogos hispanos adoptaron
posiciones divergentes, en coincidencia con las grandes corrientes europeas
coetáneas.

Mientras en el Concilio de Basilea (1430-1449) incitó a la aparición de campeones


hispanos del Conciliarismo, como Juan Alfonso de Segovia (1456) para quien la
autoridad del Concilio y del Papa es igual en naturaleza y jerarquía, pero en caso de
conflicto debería prevalecer la autoridad del Concilio.

148
2.1 EL SENEQUISMO

Un último elemento constitutivo dio un impulso decisivo al Senequismo: el


inapelable triunfo de la aristocracia como arquetipo social en sus valores, ética,
mentalidad, modas y modos. El elenco de primera magnitud procedente de la más alta
nobleza es la demostración palmaria. Moralismo, ascesis fatalista y la perspectiva
aristocratizante venían a resumirse en la obra de Séneca, que pasó a ser un modelo
deontológico.

Del Senequismo derivó la literatura ascética de San Vicente Ferrer y Pedro de


Luna (Benedicto XIII). El siglo XV, en plena reacción a la depresión del siglo XIV,
fu aun más prolífico en la admiración a Séneca, espejo de la nueva época.

2.2 EL HUMANISMO

Corriente intelectual apenas balbuceante en el siglo XV hispánico, cuyo cauce de


transmisión a la Península Ibérica fue la Corte aviñonesa del Papa Benedicto XIII,
que habría de inocular el nuevo espíritu en las Cortes Aragonesas. El Humanismo
hispánico cuatrocentista, sin embargo, estuvo en excesiva dependencia de la tradición
medieval. El Individualismo y Subjetivismo, profundamente humanistas, en España
se orientaron hacia el arte de educar, como modo de superación y fama.

2.3 EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN LA BAJA EDAD MEDIA

Modo de organizar el entorno inmediato a partir de unos resortes ideológicos


cohesionados en una ideología política, definitoria de un régimen o sistema políticos,
casi siempre manifestada desde conceptos filosóficos, religiosos y jurídicos. En la
Cristiandad el resurgimiento de los fundamentos conceptuales del poder político
publico, apuntado en el siglo XII, se produjo en el siglo XIII asumiendo: la tradición
romana con las nociones de Principado, respublica y universitas; la tradición
germánica, con el concepto de ejercicio del poder regio, los derechos de la
corporación o comunidad y el contrato entre ambos; y la doctrina de la Iglesia en
torno a la dualidad de poderes, auctoristas y potestas. Son las fuentes que
comenzaron a alimentar el proceso para la constitución del Estado.

En este proceso comenzaron a dibujarse los principios políticos de referencia a partir


de los textos políticos de Cicerón, la Teología, la Filosofía de Aristóteles y los
Derechos Romano, Canónico y Feudal lombardo, pero además preocupó la relación
entre el individuo y el poder publico.

2.4 LA COMUNIDAD POLÍTICA

Sinónimo de respublica, tenia como conceptos asociados populus (conjunto social


con estructura política), comunitas-corpus (imagen orgánica de la sociedad) y regnum
(la idea que más se aproxima a la nuestra sobre Estado). Sus caracteres venían

149
definidos por los fines de la comunidad: el bien común, defensa de la paz y la Justicia
a partir de la amicitia, un conjunto de vínculos de lealtad y honor que unen a los
miembros de la comunidad; las libertades, expresión de la organización desigual y
jerárquica de la comunidad, sumisión del poder político a la ley divina y natural, pero
no la positiva; la legitimidad del uso de la fuerza en defensa propia. Según la
comunidad política fue definiendo sus caracteres se abrió paso el concepto de
soberanía o superioridad del vínculo que une al individuo con el Príncipe mediante la
lealtad, sobre cualquier otro.

2.5 ELEMENTOS

En la génesis hacia el Estado, la realeza asumía la función indispensable de cabeza de


la comunidad, pero con una relación pactista con la agregación de cuerpos
jerarquizados que conformaban el Reino, dentro de la respublica: la realeza y el
Reino.

La realeza, intrínsecamente asociada al regnum (cuando el titular no es


específicamente un Rey, este espacio se denomina Principado. La realeza hundía en
las raíces de su legitimidad en su carácter de officium, rector sobre el cuerpo místico
por voluntad de Dios. La recepción del Derecho Romano otorgó toda una batería de
argumentos en torno a la supremacía del poder regio a través de la majestad, la
capacidad de legislar y su superioridad sobre la ley positiva por la plenitudo
potestatis.

El Reino, personificación de la comunidad a causa de la tradición germánica, es el


ultimo depositario de un poder que delega en el Rey. Desde el siglo XII se definió el
concepto de corporación que precisaba unos instrumentos de dialogo con el Rey y
que será el fundamento de las Cortes, garantes de derechos comunitarios.

2.6 LOS PODERES

El Rey

Cuya imagen supera al titular concreto en cada momento y que se manifiesta en la


dignidad regia. La transmisión de la divinidad y majestad será reconocida
definitivamente como la hereditaria dentro de una dinastía y para las que el Príncipe
heredero debe adquirir una sólida formación educativa y espiritual, consignadas en
los Specula. El mecanismo sucesorio se unió al triunfo del Mayorazgo en el siglo
XIV y será patente en la aparición de los Principados de Asturias, Gerona y Viana
para los herederos de los Reinos hispánicos.

La Administración

150
Como conjunto de órganos institucionales para ejercer poderes pero de forma
indeterminada, transversal (la misma competencia puede ser detentada por varios
titulares) y comunicante entre el Rey y el Reino.

La Ley

Manifestada en las dimensiones divina, natural y positiva. La realeza fue adquiriendo


iniciativa en la capacidad normativa, sólo en la ley positiva. El gran cambio fue que
la realeza logró imponer un orden de prelación de las leyes para la actuación de los
jueces, que daba prioridad en la cotidianeidad legal a la ley positiva, su ámbito.

El Reino

Reconocido jurídicamente como la personificación del corpus de la comunidad o


corporación y representado en las Cortes, con un cierto grado de participación en los
ámbitos legislativo y fiscal. La debilidad de las Cortes fue que sus estamentos
constitutivos hallaron otros cauces más eficaces de dialogo y condicionamiento hacia
la realeza: el clero a través de las libertades y beneficios eclesiásticos; las oligarquías
urbanas mediante las Hermandades, pero sobre todo mediante el regimiento; la
nobleza por el señorío.

2.7 IMAGEN Y PROPAGANDA

Para definir simbólica e iconográficamente la personalidad en las relaciones de poder.


Representaciones icónicas, pero sobre todo la historiografía serán instrumentos
idóneos. El objetivo de la historiografía bajomedieval perseguía honrar a Dios, al Rey
y a la Patria. La historiografía, en efecto, sufrió una evolución. El siglo XIII se rigió
por un enciclopédico esfuerzo compilador y estructurador de la Historia de España.

3 EL DESARROLLO DEL APARATO ADMINISTRATIVO DEL ESTADO

3.1 EL GOBIERNO: LA REALEZA Y EL AUGE DE LA NOBLEZA

Entendido como el entramado institucional que en torno al poder y competencias


asumidos y desarrollados por la realeza, en su ejecución con el Reino, fue gestando el
Estado. Fue una evolución diferenciada por unas culturas positivas distintas en las
Coronas de Castilla y Aragón.

Desde la recepción del Derecho Romano a principios del siglo XIII hasta la crisis
trastamarista, a mediados del siglo XIV, la realeza se convirtió en el motor
indiscutido hacia el Estado, siguiendo dos modelos distintos:

Castilla y León

151
Las monarquías castellana y leonesa articulaban su poder dentro del orden feudal
sobre un entramado plural de poderes, ordenados según las relaciones
feudovasalláticas. La ocupación del Guadalquivir fortaleció la nobleza, pero también
reforzó el poder regio, acrecido por la unión de Castilla y León. Alfonso X ‘El
Sabio’ buscó perfilarlo en un proyecto inspirado en el Derecho romanista y en el que
la monarquía tuvo la exclusiva potestad legislativa, el ejercicio de la jurisdicción y la
efectividad de la autoridad.

En Las Partidas, descansaba en el derecho feudal (es la cabeza de un pueblo, al que


da vida y unidad y a quien convierte en un Reino) y la majestad de base romanista
(reconocimiento de la excelsa potestad regia). Este concepto se magnifica a través de
la simbología religiosa que convierte el corpus formado por el Rey-Reino en una
emanación del orden celestial; un corpus, cuyo sagrado vinculo vertebrador es la
lealtad y fidelidad feudales que el Rey y Reino se deben a partir de la naturaleza
(lealtad de los hombres a su señor natural), que es superior al vasallaje. Es evidente
que la nobleza se resistió, vigorizando todos los sistemas que descansasen en las
relaciones feudovasalláticas.

Ideológicamente, el proyecto descansaba en la teoría del origen divino del poder


regio, plasmada en el Fuero Real, el Especulo y Las Partidas. El Rey es el Vicario de
Dios. El símbolo tuvo tal éxito que los delitos contra el Rey se equipararon a las
ofensas contra Dios, acreditándose entonces el delito de lesa majestad contra el que
cabía la ira regis, por la que el monarca podía desterrar y expropiar de todo señorío y
propiedad al delincuente.

Para el fortalecimiento y superioridad de la realeza era vital la pervivencia del


proyecto en el tiempo a través de la sucesión dinástica en el Trono, sobre todo porque
en el siglo XIII la legitimidad hereditaria estaba plenamente asentada en Castilla.
Otorgar la legitimidad a este principio fue una de las prioridades de la obra legislativa
de Alfonso X, incorporando el derecho de representación, como sucesión dinástica
por línea de primogenitura. Lo cierto es que hasta la revolución trastamarista y la
institución del título de Príncipe de Asturias, la sucesión dinástica no se vio
confirmada.

La realeza necesitaba, por último, definir su esfera de competencias. En Las Partidas


Alfonso X las cifró en la promulgación de leyes, ejercicio de Justicia y suprema
apelación, soberanía territorial, derechos fiscales y comerciales. El aspecto
radicalmente innovador consistía no solo en atribuir al Rey la potestad legislativa,
sino atribuirla en exclusividad.

La realeza castellano-leonesa hubo de partir y asumir instituciones feudovasallásticas


anteriores. Para obviar esta indeseada tradición, los monarcas desarrollaron los
Oficios del Rey, y el Derecho Feudal identificó beneficium y officium, incluso dio
prioridad al primero. Este carácter beneficioso atrajo a los nobles en el desempeño de
estos cargos, incluso los Reyes los utilizaron como recompensa.

152
En torno al Rey, de forma itinerante, sigue estando la Corte, formada por altos
nobles, miembros de la Familia Real, altos oficiales, jurisperitos y algunos hidalgos.
La Corte aconsejaba al Rey en política y administraba Justicia, sobre todo cuando
Alfonso X estipuló la función de los Alcaldes de Corte, encargados de entender en
los pleitos del Rey y cuyas sentencias podían recurrirse ante los Jueces de Alzada.
Las sentencias de los jueces se despachaba en la Chancillería, órgano de gestión
documental oficial cada vez más experta en normalizar un procedimiento
administrativo.

Existía un Canciller para Castilla y otro para León. Aun con todo, el Rey
administraba directamente Justicia, asistido por unos Consejeros que habrían de
suponer el embrión de la Audiencia, instaurada a finales del reinado de Alfonso XI.
De la Casa del Rey surgieron cargos con competencia pública. Es el caso del
Mayordomo Mayor que se ocupaba de la gestión de los dominios privados de la
Corona.

La comunidad política debe al Rey fidelidad y auxilio. Base de un dialogo para el que
el Reino halló dos espacios: Cortes y Hermandades. Las Cortes tuvieron sus orígenes
en las curias plenas del siglo XII. En ellas se deliberaban asuntos importantes, se
promulgaban leyes, se juraba al heredero y se negociaban privilegios a cambio de
votar subsidios. Las Hermandades Generales surgieron en 1282. Fueron instituciones
espontáneas para la defensa de derechos e intereses de sus miembros, cuando las
autoridades públicas no pudieron ejercer con eficacia sus funciones

Aragón

Durante todo el siglo XIII la Corona experimentó una enorme expansión territorial
que fortaleció igualmente a la realeza y a la nobleza, muy enfrentados por el control
político. La solución se produjo en torno a 1300 cuando Jaime II, en unas Cortes
Generales, reconoció el poder compartido de la Realeza con los grupos dominantes
(nobles, eclesiásticos, oligarcas urbanos) fijando las Cortes como escenario para
dirimir conflictos.

La tradición monárquica aragonesa otorgaba al Rey un fuerte carácter de caudillaje


militar y por derivación le confería la suprema competencia jurisdiccional.
Paulatinamente incorporó a la realeza la potestad legislativa. Bien por derecho de
reconquista (Valencia y Mallorca), matrimonial (Sicilia) o por donación (Córcega,
Cerdeña), se incorporaron nuevos territorios que no se anejaron a Aragón, sino que se
respetó su carácter de Reinos individuales.

Los Oficiales del Rey eran los encargados de aplicar y desarrollar las facultades
políticas que contemplaba para la realeza la unión personal de estados. La
Chancillería General para la administración general a cuyo frente estaba un Canciller,
cargo desempeñado por un eclesiástico, asistiéndolo un Vicecanciller, también

153
eclesiástico de orden inferior para el trabajo burocrático. Para los asuntos económicos
el Rey nombraba un Tesorero. El Mayordomo y el Senescal gobernaban una multitud
de cargos domésticos menores.

La reforzada modalidad de la unión personal justificó una desarrollada estructura


institucional para asistir al Lugarteniente o al Procurador, encarnación del poder
regio.

Ciudades y villas se organizaban a partir del Concejo y podían agruparse en


Comunidades. Para su gobierno el Rey autorizó un órgano gestor cuyos miembros
eran los Jurados, a partir de una ordenación estamental de tres clases, en número,
elección y periodo de gobierno diverso, según las ciudades. La administración
económica la ostentaba el Mayordomo (finanzas) y el Almotacén (inspector de
mercados).

Los monarcas supervisaban a sus oficiales mediante la Inquisición, desde el reinado


de Pedro III, en 1289, o también mediante encomiendas especiales a Jueces de
Mesa. Su función era sancionar las negligencias, fraudes e inobservancia normativa.

3.2 PACTISMO CON EL REINO

Por contrato feudal, los vasallos del Rey le deben consejo. Esta base asentó la
existencia de un Consejo Real, formado por la aristocracia nobiliar y eclesiástica,
para asesorar sobre distintos problemas del Reino, pero cuando la cuestión era
compleja y precisaba un fundamento legal pasaba a la Curia o Corte. Cuando por la
excepcional amenaza de invasión por parte de Francia los aragoneses impusieron en
1283 a Pedro III el Privilegio General, la Corte se transformó en un órgano del
Reino. Debía reunirse anualmente, lo que llevó a convertirse en una institución
política legislativa. La convocatoria anual la convocaba el Rey. Sus competencias
eran similares a las Cortes Castellanas, pero su injerencia en la administración regia
era mayor y también su poder de coacción por la debilidad económica de la realeza.

En Aragón el Reino se otorgó otro instrumento de interlocución, el Justicia Mayor,


documentado desde 1221, sus cuyas competencias eran intervenir entre los pleitos
entre el Rey y los nobles. El Reino halló en las Uniones otro mecanismo diálogo con
la realeza. Alfonso IV hizo emanar la Diputación del General como órgano
competente entre Cortes. En Aragón, la Unión comenzaba como una jura entre nobles
par mantener el ordenamiento jurídico.

3.3 EL AUGE DE LA NOBLEZA

Desde mediados del siglo XIV al reinado de los Reyes Católicos presenció una
magna contienda entre nobleza y realeza, cuando triunfó el sistema político dual,
aquel que se organiza en torno a dos núcleos de poder, nobleza y realeza. La realeza,

154
en un estado evolutivo superior de su proyecto, pretendió un régimen que eliminase
las ataduras prácticas a un poder ilimitado en teoría.

El sistema se identificó en Castilla con los efectos políticos de la Revolución de los


Trastámara en 1368. Se definió un régimen en el que la realeza inició una firme
presión hacia el centralismo y autoritarismo, pero apoyando en paralelo un régimen
señorial basado en saneadísimas rentas ganaderas y jurisdiccionales propias de una
nobleza nueva fomentada por la Corona, que no dudó en segmentarla en una lata y
baja nobleza elegida por la realeza como único interlocutor válido y representación
exclusiva del Reino para el dialogo político. Por entronización dinástica el sistema se
exportó a Aragón a principios del siglo XV.

3.4 LA CORONA DE CASTILLA

La competencia de poderes fue extrema. En teoría, el poder regio era ilimitado sin
ninguna cortapisa pactista y con una innegable y creciente popularidad de la
monarquía como sistema institucional. La revolución trastamarista permitió
fundamentar un firme autoritarismo sobre cuatro pilares:

a) El Consejo Real, coordinador de los Oficios de la Corte. La monarquía no


tardó en transformarlo en un órgano para su poder, especializado en justicia
criminal y enseguida centro de la Gobernación de Castilla, al depender de él
la administración territorial y local.
b) La Cámara era el órgano fiscal regio, e incluye la Chancillería para la
expedición de documentos. El Ordenamiento de Lanzas de las Cortes de
Guadalajara (1390) le concedió el control de las tropas al servicio directo
del Rey, si bien el reclutamiento y el mantenimiento se encomendó a la
nobleza.
c) La Audiencia, como alto tribunal de apelación y órgano supremo de la
Justicia Civil.
d) Las Cortes, cuyo brazo esencial era el de las ciudades, por tener que aprobar
el pago de servicios. Las Cortes no publicaron ya Ordenamientos sino que
emitieron Cuadernos de peticiones.

El gobierno regio quedó reducido a la aristocracia nobiliar, cuyo enorme poder


económico y la fundación de los Mayorazgos le otorgó una fortísima conciencia de
clase a través de los linajes, reducidos a quince. Son latifundistas, ganaderos y
señores de la Mesta, lograron dominar y ocupar cargos de la rampante administración
regia. Este será el sentido de todas las guerras civiles castellanas.

3.5 LA CORONA DE ARAGÓN

El equilibrio del entramado institucional de Aragón comenzó a tambalearse desde


mediados del siglo XIV. Cataluña inició una depresión económica. Aragón y
Valencia se inclinaron por el régimen más próximo de sus intereses sociales y

155
económicos, por lo que optaron por un sistema similar al castellano entronizando a
los Trastámaras. La realeza comenzó una vía hacia el autoritarismo pero a través de
pactos políticos tácticos, golpes de mano desde la Corona y constantes revueltas,
especialmente en Cataluña. La realeza aragonesa tuvo que encauzar el pactismo con
el Reino y desarrollar sus propios mecanismos de autoridad. Como instrumento del
Reino, las Cortes fueron expresión de las resistencias al autoritarismo regio.

El pactismo quedó confirmado según lo entendía la oligarquía: conservación de los


Fueros e instituciones que garantizaban su prepotencia social. Lo entendían como
defensa de la libertad, identificada a privilegio, muy al contrario que los remenças
catalanes que la entendían como autonomía personal.

156
TEMA XIV: SOCIEDAD Y ECONOMÍA DE LOS REINOS PENINSULARES
EN LA BAJA EDAD MEDIA

1. LA CRISIS DE LA BAJA EDAD MEDIA

En Historia las crisis se explican como épocas de cambio, refiriéndonos a las crisis de
larga duración a cuyo término ha ocurrido la consolidación transformada y renovada
de un sistema social, o se ha cambiado un sistema por otro. La primera variedad es la
más frecuente.

La nueva situación que nació en Occidente en los años sesenta y setenta del siglo XIII
ha sido comprendida por diversos autores como un proceso de “cierre”. Esto se aplica
a un largo periodo de tiempo y a realidades complejas.

El estudio de las crisis y transformaciones de las sociedades europeas de la Baja Edad


Media se suelen abordar desde varios puntos de vista. El PRIMERO, el
socioeconómico¸ se suele centrar en el análisis de la renta rural y de sus efectos en las
aristocracias en sus relaciones con los campesinos. El SEGUNDO, se refiere a los
procesos de concentración del poder político y perfeccionamiento medios
institucionales, fiscales y militares que desembocaron en la consecución de nuevas
formas de Estado. El TERCERO es la crisis de religiosidad y de las jerarquías
eclesiásticas. El CUARTO punto alude a los cambios en la sensibilidad y la novedad
de las creaciones intelectuales y artísticas.

Predominan las explicaciones que se refieren al aspecto socioeconómico, pero hay


que saber combinar los distintos elementos. Hay que ir más allá de los movimientos
críticos y descubrir las características de la fase larga de contracción demográfica y
económica que se extendió durante el siglo XIV.

Las explicaciones han incorporado mayor carga teórica en algunos casos de tipo
maltusiano en otros de tipo marxista dentro de las reflexiones sobre la transición del
feudalismo al capitalismo, sobre una crisis global del sistema poniendo el acento en
las relaciones sociales establecidas a partir de la economía campesina, porque fue en
el mundo rural donde se dio el enfrentamiento entre campesinos y señores.

El sistema económico incorporó novedades importantes en la Baja Edad Media:


desarrollo de la economía mercantil y manufacturera, el mundo de los intercambios,
de las sociedades urbanas, el uso cada vez más denso y rápido de la moneda. Estos
aspectos a tenerse en cuenta fueron consecuencia e influyeron en la crisis de la renta
rural.

Una observación amplia de la realidad permite apreciar las transformaciones políticas


y jurídicas del siglo XIII y el desarrollo paralelo de nuevos instrumentos monetarios y
fiscales en manos de los Reyes. Tal sería el caso de Castilla bajo Alfonso X (1252-

157
1284). La epidemia de 1348, las guerras y perturbaciones convirtieron la crisis en
catástrofe.

2. LA POBLACIÓN Y SU REPARTO

Las cifras de población aparecen sueltas en crónicas y documentos no siempre


fiables, solo contamos con las estimadas de censos fiscales o militares que no tenían
una finalidad demográfica y se referían sólo a una parte de la población (cabezas de
familia o varones en edad de combatir).

Se estima que Cataluña pudo superar el medio millón de habitantes pero que en 1358
había descendido a 425.000. La perdida continuó y en 1497 tendría unos 300.000. El
Reino de Aragón tendría unos 200.000 a comienzos del siglo XV y 250.000 en 1495.
En Valencia muchas zonas rurales continuaron perdiendo población y se estima una
población de unos 250.000 a finales del siglo XV. En la Corona de Castilla no hay
padrones antes de 1528-1534, aunque hay alguno de ámbito local. El investigador ha
de apelar a indicadores indirectos. Había unos 4 millones alrededor de 1500 y otros
250.000 en el Reino de Granada.

La distribución del poblamiento rural y urbano se modificó en los siglos XIV y XV.
En las áreas rurales el fenómeno de los despoblados no obedecía sólo a las
mortandades provocadas por las epidemias sino también a la reconversión de las
tierras agrarias, al éxodo a las ciudades o a la concentración en menor número de
núcleos por motivos de racionalidad económica. La política repobladora de muchos
nobles se llevó a cabo en sus señoríos en el siglo XV a costa de lugares próximos de
realengo, aunque las nuevas poblaciones también se dieron en realengo que
compensaron en algunas regiones el fenómeno de los despoblados.

En lo que se refiere a los núcleos urbanos el hecho más característico en el siglo XV


fue el crecimiento de población, sobre todo cuando el entorno aseguraba un buen
avituallamiento y la acumulación en la ciudad de rentas de origen rural. En general se
considera que las condiciones mínimas de vida urbana comenzaban con 200 vecinos
o fuegos. Además emergían sobre un fondo de población rural que comprendía al
menos el 80% de los habitantes. En Cataluña en el siglo XIV sólo 49 núcleos
superaba los 1200 fuegos. En el Reino de Valencia solo la Capital había tenido un
fuerte crecimiento. Las mayores concentraciones urbanas se daban en Andalucía.

3. LA ECONOMÍA. AGRICULTURA, GANADERÍA Y PESCA

Tres factores intervinieron en los cambios en el sector agrario: la crisis poblacional,


la integración con la actividad comercial y la búsqueda de mejores formas de
rentabilidad de la tierra. Las respuestas a estos cambios variaron según los momentos
y regiones.

158
La crisis produjo despoblados, mortandad, descenso de la demanda, abandono de
tierras cultivadas, ascensos de salarios y costos debido a la escasez de la mano de
obra. En el siglo XV hubo una tendencia hacia la reducción de las rentas agrarias y
los titulares buscaron nuevas formas de relación laboral en medio de tensiones
sociales: cesión de usufructo con plazos más cortos y cuando fue posible se ejercieron
derechos jurisdiccionales para obtener más ingresos. Cuando cambió la tendencia en
el siglo XV y empezaron a haber noticias de roturaciones y puesta en explotación de
tierras. Invertir en la tierra volvió a ser un buen negocio. Y la tendencia a la
concentración de la propiedad es un indicador de consolidación de la aristocracia. En
algunas partes se observan pleitos entre propietarios y jornaleros (solariegos y
hombres de behetría, pageses de remença o las revueltas de los irmandiños gallegos).

Ya no se cultiva sólo en función del consumo local sino pensando en formas más
beneficiosas de comercialización en los mercados urbanos o exteriores, lo que
estimulaba tendencias de especialización de cultivos. Se invirtió en actividades
agrarias a través de préstamos a largo plazo e incluso de anticipos sobre las cosechas.
Por el mismo motivo aumentaron las explotaciones ganaderas y el comercio de sus
productos.

El gran auge de las trashumancia de ganado ovino en Castilla se debió a la creciente


demanda de lana merina en los mercados de Flandes en el siglo XV. A favorecer los
negocios ganaderos confluían intereses de la Hacienda Real, el de los caballeros que
dominaban los gobiernos municipales y el de los grandes propietarios dueños de las
tierras de pasto. La institución más importante fue el Honrado Concejo de la Mesta
que desde tiempos de Alfonso X organizaba los desplazamientos a los pastos de
verano usando la cañadas protegidas. Los socios ganaderos eran uno tres mil en el
siglo XV y la trashumancia afectaba casi a tres millones de cabezas.

La crisis de abastecimiento de cereales no obedecía a una insuficiente extensión de


los cultivos sino a motivos coyunturales o de especulación y exportación excesiva.

Los progresos en las técnicas de navegación y dominio del mar permitieron mejor
aprovechamientos de los recursos pesqueros y una expansión del consumo incluso en
el interior en forma de pescado seco o salado.

3.1 EL COMERCIO Y LAS ACTIVIDADES MANUFACTURERAS

Un aspecto común sería la importancia que tiene la artesanía y el comercio en el


abastecimiento de los núcleos urbanos y de las zonas rurales vinculadas a ellos. Era el
principal motor de la actividad tanto a nivel local como comarcal, ya que nunca
faltaba en ninguna ciudad ni la actividad artesana ni los servicios que asegurasen el
abastecimiento.

La organización institucional del trabajo artesano se desarrolló por completo a


mediados del siglo XII y finales del XV. El control de los oficios de cada ramo de

159
actividad corría a cargo del poder municipal, herencia de la organización andalusí.
Aunque en algunos oficios ya se organizaron con formas propias, siguiendo modelos
propios del mundo europeo. Cada corporación artesanal autónoma para fijar aspectos
de disciplina común y resolución de litigios profesionales entre maestros asociados,
titulares de talleres.

En la Corona de Aragón los oficios proporcionaron los miembros de los Consejos


Municipales, en la Corona de Castilla se mantuvieron al margen del poder local. El
avituallamiento de las demandas cotidianas eran una parte muy importante en los
núcleos urbanos, lo que explicaría las continuas intervenciones municipales.

El régimen de oficios podía ser adecuado para la regulación de la producción y venta


de productos destinados al mercado local, pero no lo era tanto para las manufacturas
destinadas al gran comercio. Aquí los grandes mercaderes controlaban las calidades y
precios e imponían sus intereses. Frecuentemente el proceso productivo se hallaba al
margen de las ordenanzas y constricciones gremiales.

El desarrollo de los mercaderes catalanes se inició en el siglo XIII y se recuperó en


tiempos de Fernando el Católico, con su sede principal en Barcelona. Se fueron
haciendo presentes en los puertos del Magreb, de Grecia y del Próximo Oriente,
finalmente llegaron a Sicilia, Cerdeña y Nápoles. Al uso de barcos propios se añadía
el flete de otros barcos de regiones atlánticas como Vizcaya.

Del comercio con el Magreb se obtenía un saldo positivo procediendo de allí cueros,
cera o esclavos. De Sicilia se obtenía trigo, aunque el grueso de las importaciones
catalanas lo constituían las especias. Los aragoneses llegaron a tener un alojamiento
propio o fondaco en Alejandría.

Hacia 1440 el comercio italiano y de Levante representaba la mitad del realizado por
los comerciantes catalanes. También había tráfico hacia o desde otras tierras de la
Península Ibérica ya que precisaban productos agrarios y materias primas. También
estuvieron presentes en Brujas y Londres.

En el siglo XV Valencia se convirtió en plaza principal convirtiéndose en un centro


mercantil de gran orden. La ciudad ofrecía una variada gama de productos y servía de
salida natural de los productos castellanos, además se convirtió en el nexo de
comunicación con Sevilla y otros puertos peninsulares atlánticos. Valencia fue plaza
de almacén, banca y tráfico de dineros, fletes y negocios. Pero el control de las
actividades estuvo a menudo en manos de extranjeros. La ciudad alcanzó a finales del
siglo XV un momento de apogeo y prosperidad.

La expansión del comercio castellano era ya notable a mediados del siglo XIII, se
había consolidado con los primeros Trastámara, llegando su mejor momento a
mediados del siglo XV. Las distintas zonas fueron integrando sus actividades
mediante la formación de redes de rutas terrestres y el uso de ferias. El contacto entre

160
las distintas fachadas litorales facilitó el avituallamiento de productos alimenticios. El
comercio entre Reinos fronterizos fue intenso como así lo muestran las aduanas
cobradas.

El comercio castellano con la zona del Mar del Norte alcanzó en el siglo XV-XVI su
apogeo y estuvo casi por completo en manos de nacionales. Los marineros
castellanos y vascos transportaban casi siempre lana y metales de hierro y traían
pañería flamenca y manufacturas de metal. También hacían escalas en sus viajes
transportando productos ajenos de un punto a otro. Flandes era el término principal
de aquellos viajes, en especial Brujas y a finales del siglo XV Amberes. Las costas
andaluzas conocieron en el siglo XV un tiempo de esplendor mercantil ya que su
posición de cruce de rutas hacía que recalasen numerosos barcos de diversos países
para avituallarse. Ofrecían una amplia gama de productos africanos. De entre los
mercaderes extranjeros destacaron los genoveses que tuvieron colonia fija en Sevilla.

La oferta castellana era básicamente de materias primas, como la lana. Se


caracterizaba por los transportes navales, su situación privilegiada y su relación
directa con los mercados africanos y la amplia posibilidad de servir como base. Sus
demandas eran manufacturas y capital mercantil. Pero la insuficiencia de
manufacturas de Castilla no eran un signo de pobreza sino el resultado de sus
opciones económicas. Ya que un país con notables recursos y excedente agrícola
tenía estas opciones gobernada por fuerzas sociales más poderosas. El insuficiente
desarrollo manufacturero perjudicaba a algunos sectores, mercaderes y artesanos
urbanos. En algún caso podía dañar intereses generales. Como la manufactura textil
en el segundo tercio del siglo XV.

4. LA SOCIEDAD. NOBLEZA Y ARISTOCRACIA

En este grupo no sólo se integraba la nobleza de sangre sino otras personas que
compartían privilegios y características propias del estamento. Era el caso de muchos
caballeros de Castilla.

Las características eran: percepción de rentas agrarias, participación en la


comercialización de productos agrícolas y ganaderos, su protagonismo político y las
rentas procedentes de la actividad militar, así como de la participación en las
administraciones municipales y eclesiásticas. A la percepción de rentas se añadían las
exenciones y honras que se les reconocían, donde la función guerrera y política de la
aristocracia justificaba este orden social.

La mentalidad aristocrática se manifestaba a través de unas pautas de


comportamiento propios de la caballería entendida esta como una forma de vida.

Los linajes se organizaban de raíz patrilineal para asegurar la solidaridad de grupo.


Asegurar el poder político y mantener unido por vía hereditaria el conjunto del
patrimonio, concentrándolo en la mediad de lo posible en un solo heredero.

161
El linaje y clientela en torno suyo era una red de solidaridades que incluía a
miembros de la misma sangre, a criados y vasallos en torno a la autoridad del
pariente mayor. Se daban bandos que luchaban por el poder de base familiar.

Las características sociales del grupo noble se expresaban a la perfección en los


Grandes de Castilla del siglo XV, situados frente a los linajes que habían crecido
durante la llegada de los Trastámara. Durante los siglos XII y XIII se sustituyeron
los linajes tradicionales por otros nuevos que se beneficiaron de los señoríos
jurisdiccionales y de los títulos. La Corona de Aragón y Navarra también renovó la
alta nobleza y también consolidó su poderío jurisdiccional. En Valencia la promoción
de algunos linajes fue más tardía aunque habían numerosos enclaves con jurisdicción
limitada.

La media y baja nobleza, junto a los caballeros dominaban el poder en las ciudades y
las villas. A través de ellos se articulaba la acción política de los Reyes, defendiendo
los ideales de vida nobiliarios. Se estima que un 10% de la población eran hidalgos.
Las regiones del norte tenían mayor número de pequeños nobles e hidalgos.

4.1 GRUPOS SOCIALES URBANOS

Ciudades y villas eran jurídicamente diferentes, muchas tenían sujetas a ellas alfoces
y tierras rurales, en las que se alzaban aldeas y pueblos. La ciudad no era una isla
separada totalmente del campo y en ella vivían grupos dedicados a actividades
agrarias y aristócratas cuyas rentas procedían del campo.

Pero las sociedades urbanas tenían sus propias características: dedicación económica
a la artesanía, el comercio y los servicios en espacios reducidos; mayor peso de la
riqueza mueble y de las profesiones en los fenómenos de estratificación social;
situaciones de marginalidad más variadas y frecuentes.

Solo un 3% de los vecinos formaba parte de las élites urbanas, eran los llamados
caballeros y hombres buenos en Castilla o ciudadanos honrados en la Corona de
Aragón. En torno al 25% disponía de un nivel medio de riqueza y disponía de una
profesión sólida. El resto del 70% eran artesanos, comerciantes y asalariados en
situación de empleo estable pero sin capacidad de ahorro. Por debajo de ellos estaban
los que vivían en casa de otros o estaban en los grupos marginales. En la ciudad
también habitaba el clero, las minorías judías y musulmanas súbditas del Rey.

La cúspide de las sociedades urbanas estaba formada por aquellas élites dueñas de
casi todo el poder político, de privilegios jurídicos y exenciones de impuestos que se
asemejaban a la pequeña nobleza, sobre todo en Castilla. En la Corona de Aragón la
nobleza había conservado formas de vida rural incluso cuando vivía en las ciudades,
los patriciados urbanos y los mercaderes principales tenían un tren de vida
aristocrático y procuraban asimilarse a la nobleza, adquiriendo incluso la condición

162
de rentistas. El resto del vecindario lo formaba el común de la población, sin ningún
tipo de privilegios salvo alguno a título personal y transitorio. En Castilla tenían una
participación limitada en él pero en Aragón estaban sujetos a las directrices de los
señores de la tierra. La toma de conciencia aumentó desde mediados del siglo XV,
estando presente en la lucha de partidos como la “Biga y la Busca” en Barcelona.
Desembocó en las revueltas castellana de las comunidades o valenciana de las
germanías.

Por debajo de la masa del vecindario estaba la marginalidad y la precariedad. En las


ciudades bajomedievales se multiplicaron los medios de asistencia y control bajo la
forma de pequeños hospitales municipales y cofradías.

4.2 LOS CAMPESINOS

El 80% de la población formaba el campesinado, cada época introducía sus cambios


dentro de la continuidad de fundamentos del sistema social. Los cambios bajo
medievales dieron pie en algunas zonas a la promoción de grupos campesinos con
cierta capacidad económica, propietarios de la tierra y ganados a los que sumaban el
arrendamiento de otras fincas, el uso de bienes comunales y el control del poder
local. Las posibilidades que abría el comercio benefició a esta capa de campesinos,
pero en general también aumentó su dependencia de las ciudades.

Ni siquiera los campesinos privilegiados jurídicamente del Norte tenían una buena
posición económica. Muchos hidalgos de las zonas cantábricas vivían en condiciones
precarias. La situación era peor para los campesinos no propietarios: la depresión
había acentuado la situación de merma de libertades. Las revueltas de campesinos
fueron su consecuencia. En las tensiones sociales no faltaron episodios de violencia
ni abusos señoriales. Pero lo común era la situación de avenencia y la resolución de
problemas por la vía judicial.

En Cataluña Vieja los pagessos de remença, unos 15.000-20.000 hogares, estaban


sujetos al pago de una redimenta que cambiaba a voluntad del señor o según los
malos usos. Los litigios contra los señores comenzaron en 1338 habiendo picos de
violencia en 1416 y 1445, también durante la guerra civil. Fernando el Católico
limitó la remença a una cantidad fija, después de la cual el campesino quedaría libre
para siempre del gravamen. Esta podría pagarse a plazos.

En los señoríos aragoneses los campesinos estaban completamente sujetos a la tierra


y a la jurisdicción de los señores en una situación próxima a la “segunda
servidumbre” como en otras zonas de Europa.

Buena parte de las tensiones sociales se descargaron sobre las minorías no cristianas.
Los musulmanes no sufrieron violencia, salvo en Valencia, pero sí formas sociales de
depresión, la salida fue su conversión.

163
4.3 EL PROCESO DE SEÑORIALIZACIÓN Y LAS REVUELTAS POPULARES
EN CASTILLA.

Las luchas políticas generaron o agravaron otros problemas sociales, como violencias
señoriales, las resistencias que desencadenaron, tensiones contra judíos y conversos,
etc.

Las causas de las violencias señoriales eran: las usurpaciones de las rentas reales y las
apropiaciones de jurisdicciones pertenecientes a ciudades y villas del patrimonio real.

Las tomas de rentas eran muy difíciles de resolver en tiempo de guerra. El problema
consistía en que algunos particulares se apropiaban de tributos que en derecho
pertenecían a la Hacienda Real a cuenta de sueldos pendientes. Lo preocupante era
que la Corona lo permitía.

Las apropiaciones jurisdiccionales obedecían a circunstancias semejantes ya que el


Rey las autorizaba con una carta de privilegio aunque a veces se hacía sin pedir
permiso a nadie. Una aldea, villa o territorio pasaba del patrimonio real a formar
parte de un señorío. Las ciudades representadas en Cortes protestaron pero sin éxito.

Las tomas y usurpaciones demuestran que las rentas ordinarias estaban gran parte
enajenadas en manos de terceras personas. También era un problema para la
Hacienda los juros que gravaban estas rentas llegándose al caso de que ninguno de
los propietarios de un juro pudiese cobrar lo que por derecho le pertenecía ya que
había una larga lista de espera.

Hubo decisiones desafortunadas como la de Enrique IV de pagar servicios de armas


mediante cartas de hidalguía lo que ascendió a personas poco adecuadas y disminuyó
la base contribuyente.

Ante estas corrupciones abundaron las noticias de reacciones de villas y lugares que
se negaban a la llegada de un nuevo señor, como el caso de Fuenteovejuna en 1476.
Pero por encima de las reacciones locales surgió la respuesta colectiva a través de las
Hermandades. Siguiendo las instrucciones del Rey muchos Concejos castellanos se
hermanaron durante la guerra civil para defender la causa de Enrique IV y evitar la
violencia privada. En zonas alejadas como Galicia la Hermandad desencadenó un
problema de violencia social con enormes consecuencias (revuelta de los irmandiños
1467-1469). Durante un año los nobles vieron atacadas sus fortalezas por un grupo de
Hermandades dirigidas por miembros segundones de las familias nobles. Solo la
reacción concentrada de los principales linajes fue capaz de derrotar el movimiento.

Durante el reinado de los Reyes Católicos la extensión de las Hermandades hizo


posible la pacificación del territorio.

164
Los problemas de convivencia entre cristianos viejos y nuevos provocaron nuevas
dosis de violencia. También las alteraciones monetarias provocaron
desabastecimientos, acaparamiento de bienes y subidas bruscas de precios, con
consecuencias terribles para las capas más humilde de población.

4.4 LEVANTAMIENTOS ANTISEÑORIALES Y AGITACIÓN SOCIAL EN LOS


REINOS ORIENTALES HISPÁNICOS

La grave crisis económica y social de los diversos Reinos españoles afectaba


especialmente a Cataluña con el nombre de desgavell. Dos fenómenos concurrían en
el condado: la opresión de los campesinos y la crisis económica de la ciudad de
Barcelona. El Rey Don Fernando había tomado contacto con el problema ya en 1479
cuando asumió la dirección del asunto y sus medidas.

La crisis se extendió a toda la Corona de Aragón, excepto Valencia, permitiendo una


proliferación del bandolerismo especialmente en las tierras altas de Cataluña donde el
conde de Pallars sostenía la revuelta. En 1480 intentó introducir una Hermandad
General como en Castilla.

Para la recuperación de Aragón bastaba con restablecer el orden y reducir los gastos,
no ocurría lo mismo en Cataluña. Sobre todo en Barcelona donde faltaban los
recursos precisos para superar el déficit. En las Cortes de Barcelona de 1481 se
tomaron alguna tímidas medidas. El Conseller en cap de aquel año definió un
programa de tres puntos aceptado por los Reyes Católicos: la amortización de
censales, la reducción del salario de los oficiales del Consell de Cent y el
establecimiento de una contribución al clero hasta entonces exento de cargas. El
conseller en cap de 1483 convirtió este programa en un plan más detallado en el que
se incorporaron la contribución de las localidades del término de la ciudad y el
restablecimiento del antiguo impuesto sobre la carne y el vino.

Ninguna solución podía ser efectiva mientras el problema de la servidumbre de los


campesinos estuviera vigente. Es por ello que para solucionarlo en 1489 Don
Fernando dicto una sentencia arbitral por la que se abolían los seis malos usos
señoriales y los payeses alcanzaban la libertad conservando la tierra, debían pagar
una indemnización por la tierra a sus señores y por los daños causados por las
revueltas.

La recuperación de Cataluña pasaba por la reforma de la administración municipal,


pero fue en 1487, tras la toma de Málaga, donde Don Fernando se decidió a realizar
las reformas necesarias de Aragón, se impuso a los jurados de Zaragoza y nombró por
sí mismo un Concejo municipal. Además decretó la obligatoriedad de pertenecer a la
Hermandad General, renovó la Inquisición en los tres Reinos.

165
TEMA XV: IGLESIA Y CULTURA EN LA BAJA EDAD MEDIA

1. LA IGLESIA ESPAÑOLA EN LOS SIGLOS XIV Y XV. LA REFORMA


DEL CLERO IMPULSADA POR LOS REYES CATÓLICOS

Con la creación de la Inquisición las protestas contra sus abusos no tardaron en llegar
a Roma. Sixto IV censuró en 1482 el rigor de las sentencias, las irregularidades
procesales y el expolio de los bienes confiscados, pero no se atrevió a destituir a los
Inquisidores; de hecho, autorizó a los Reyes para nombrar otros siete Inquisidores
para el resto del territorio castellano: entre ellos aparece el nombre de Torquemada.
El Papa insistía en garantizar las apelaciones de los procesados tanto al ordinario
como a la Curia Romana; probablemente intuía que el problema entre cristianos
viejos y nuevos se estaba deslizando hacia una cuestión de linaje o de sangre, sin
mayor relación con la cuestión esencial de las cualidades religiosas o morales de cada
individuo.

Sixto IV no supo o no pudo mantener su postura inicial ya que necesitaba la ayuda de


los Reyes para resolver los asuntos de la política italiana. Isabel y Fernando, por su
parte, se mantuvieron firmes en sus demandas. Hubo finalmente una solución de
compromiso en 1483, cuando el Papa designó al arzobispo de Sevilla, Iñigo
Manrique, como juez de apelaciones en nombre de la Santa Sede; de este modo se
mantenía intacto el principio de apelación, aunque la persona escogida era un hombre
de confianza de los monarcas. Por último, el Pontífice autorizó el nombramiento de
fray Tomás de Torquemada como Inquisidor de Aragón.

Torquemada acabó siendo en 1484 Inquisidor de las dos Coronas —Castilla y


Aragón— y hasta su muerte en 1498 levantó la primera estructura institucional del
Santo Oficio. Acumuló todo tipo de poderes y autorizaciones para llevar a cabo su
misión; en este terreno se advierte la eficacia de la diplomacia regia ante Roma.
Inocencio VIII concedió en 1486 que todos los Inquisidores nombrados antes de
aparecer el cargo de Inquisidor General fuesen confirmados por fray Tomás. En
1487 el Reino de Portugal quedó obligado a entregarle todos los fugitivos pendientes
de proceso. En ese mismo año Roma le concedió la potestad de apelación reservada
al Papa. En 1488 los Reyes Católicos obtuvieron permiso Papal para nombrar al
sustituto de Torquemada.

Durante aquellos años de máximo poder, Torquemada desarrolló una intensa labor
organizativa; llegó a elaborar un total de cinco Instrucciones Generales, nombró
Inquisidores, creó nuevos Tribunales y preparó los recursos para el sostenimiento de
la institución. La primera Instrucción General data de 1484. Se redactó en Sevilla
durante una reunión a la que asistieron —además de los Reyes y del propio
Torquemada— los Inquisidores de los cuatro Tribunales que ya venían funcionando
en los dos últimos años (Sevilla, Córdoba, Ciudad Real y Jaén). Desde ese momento
se detecta un rasgo importante que determinará el futuro de la institución: las
decisiones se toman de manera colegiada, con lo que se camina hacia la formación de

166
un consejo especializado. Este modus operandi encajaba con el sistema polisinodial
creado por Isabel y Fernando. Parece que el origen inmediato del Consejo de
Inquisición se remonta a la reunión de Valladolid de 1488, cuando se elaboró la
tercera Instrucción.

La segunda Instrucción se elaboraron en 1485 y en ellas se diseñó el fundamento


económico del Tribunal. Hasta ese momento la confiscación de bienes a los
condenados había puesto en manos del Santo Oficio un volumen muy considerable de
riquezas, pero después de los grandes procesos era preciso normalizar de alguna
manera la percepción estable de ingresos para mantener el complicado sistema
administrativo. La reserva de canonicatos y prebendas en las Catedrales acabará
siendo el fundamento más sólido y duradero.

2. PENSAMIENTO Y ESPIRITUALIDAD EN LA BAJA EDAD MEDIA

En el siglo XV se produjo un profundo cambio, tanto en el aspecto socio-político


como literario, con respecto al siglo anterior, considerándose el siglo de transición
entre la Edad Media y el Renacimiento español. Así las diferentes luchas por el poder
durante el siglo XIV entre Pedro I y Enrique de Trastamara, debilitaron
enormemente la autoridad real y dieron alas a un nuevo poder emergente como era el
nobiliario, además de provocar otros daños colaterales como el abandono de la
Reconquista o el incremento de las luchas nobiliarias por tener una mayor posición de
fuerza en los reinados. En el siglo XV esta situación se agravó, pero comenzó a surgir
entre los pensadores, los Privados de los Reyes y entre los mismos Reyes una idea
que poco a poco se fue fraguando: la existencia de un solo Rey o una monarquía
centralizada.

En todo este caos político tiene un sitio importante la Literatura, ya que a estos nobles
algo anárquicos, inquietos y turbulentos, les gusta rodearse de escritores y artistas en
la Corte o en sus reuniones privadas. La influencia literaria francesa se fue
abandonando poco a poco y sustituyéndose por las nuevas corrientes culturales
provenientes de Italia y la cultura greco-latina. La Literatura italiana provoca ese
descubrimiento de las culturas antiguas, y figuras como las de los escritores italianos
de los siglos XIII y XIV -Dante, Petrarca y Boccacio- pasaron a ser ídolos para los
escritores españoles del siglo XV.

Este desfase de casi dos siglos con Italia en las referencias literarias, no impide un
cambio realmente profundo en nuestras formas literarias, dando a luz obras con una
elegancia, sutileza y preciosismo irreconocible en siglos anteriores, pero algo exentas
de sentimiento y mensaje; en un ambiente refinado que tacha la Literatura antecesora
de la Edad Media de tosca y tradicional, y que se apunta a las nuevas corrientes
culturales hasta el punto de que el castellano comienza a ser invadido por multitud de
términos latinos e italianos.

167
En el siglo XV se pueden distinguir tres periodos literarios: la Corte de Juan II,
donde fundamentalmente se da todo el proceso antes expuesto y aparecen figuras
como las del Marqués de Santillana y Juan de Mena; el reinado de Enrique IV,
con la figura de Jorge Manrique y el desarrollo de la literatura satírica; y el reinado
de los Reyes Católicos, con la intensificación de las relaciones con Italia y la llegada
de grandes humanistas a nuestro país.

Paulatinamente, en el siglo XV comenzó a germinar la semilla que en los dos siglos


posteriores dieron como fruto la época dorada de la Literatura española: Los Siglos
de Oro.

3. LOS SABERES: EL DERECHO. LAS UNIVERSIDADES

Durante la Baja Edad Media adquirieron un definitivo carácter académico la eclosión


y actividad de los Estudios Generales.

La investigación bajomedieval se dirigía sobre todo a la Teología, Príncipe de los


saberes, para una Iglesia decidida a extender el mundo del conocimiento; el Derecho,
básico en la génesis de un Estado moderno y complejo; la Física, un conglomerado de
saberes que hoy en día son las Ciencias Medioambientales y Ciencias de la Salud,
con especial protagonismo de la Medicina. También instrumentos de orientación
(Astronomía, Cartografía y Matemáticas), Contabilidad, estudio de materiales
(Alquimia) y Farmacia.

En los Reinos hispánicos los conocimientos científicos grecorientales llegaban a


través de la ciencia árabe, no por contacto directo con los musulmanes sino con los
judíos, que dominaban el hebreo, el árabe y el castellano para difundir el saber.

3.1 LA FÍSICA MEDIOAMBIENTAL

Destinada al conocimiento intrínseco y extrínseco (descubrimientos geográficos) del


mundo. Tuvo en los Reinos hispánicos dos épocas definidas:

a) Del siglo XIII a mediados del XIV

Época en que predominó el esfuerzo traductor de los saberes clásicos, orientales e


islámicos, naturalmente bajo el tamiz insoslayable de la recepción aristotélica. En
Castilla fue esencial el entramado traductor, promocionado por Alfonso X, de la
Escuela de Traductores de Toledo. El objetivo del Rey Sabio era compilar una
colección de magia y otra de Astronomía y Astrología.

b) Mediados del siglo XIV al XV

Domina la inclinación hacia la Astronomía donde fue impresionante la investigación


sobre técnicas de navegación astronómica.

168
3.2 LA FÍSICA DE LA SALUD

La Medicina era una de las disciplinas más desarrolladas entre los judíos y
musulmanes, no tuvo un tratamiento destacado en los Reinos hispánicos. La
producción médica hispánica fue extracadémica y sus textos en castellano denotaron
un marcado carácter práctico de caso y sin grandes disquisiciones epistemológicas.

En los Reinos hispánicos los mudéjares fueron desapareciendo con rapidez y sus
potenciales intelectuales por ser reducidos a servidumbre, alejados de los centros
educativos y desarbolados de referentes intelectuales por el rápido exilio de los sabios
de esta comunidad. Muy diferente en cambio, fue la situación de los estudios judíos
en Medicina, cuyo cultivo intelectual se asentaba en su propia tradición racionalista
en el análisis de las cuestiones naturales, así como sobre un dominio experto del
árabe, que les permitió conocer las fuentes y numerosos tratados del galenismo árabe.
La actividad médica cristiana será práctica.

3.3 EL DERECHO

El Decreto Graciano llegó con rapidez a la Península, a través de su estudio en


Bolonia, por parte de muchos juristas hispánicos, durante el siglo XIII. El desarrollo
del Derecho Canónico fue desdibujando el impulso glosador decretalista, si bien al
producirse el Cisma de Occidente el Decretum fue referente para las controversias
eclesiológicas en torno al conciliarismo, observable en las argumentaciones de Pedro
de Luna y Juan de Torquemada. El Derecho Canónico, entretanto, había hallado
una ubérrima fuente, las decretales pontificias, que debidamente compiladas y
refrendadas, constituyen auténticos libros de texto desde finales del siglo XIII.

Durante los siglos XIV y XV, los canonistas hispanos se ocuparon de la primacía del
Pontífice sobre el Concilio y el Emperador, siendo su centro de acción Bolonia.

3.4 DERECHO COMÚN HISPÁNICO

La unión de Castilla y León en su persona convenció a Fernando III ‘El Santo’


respecto a la necesidad de una unificación jurídica como medio de consolidación
unitaria de sus estados. Alfonso X ‘El Sabio’ coherente con este proyecto, publicó el
Fuero Real, redactado por romanistas e inspirado en el Fuero Juzgo para servir de
Fuero en las ciudades y código en los tribunales. Fue la antesala de la irrupción del
Derecho Romano. La obra legal alfonsina confería a los monarcas la facultar de
legislar, poder que los Reyes castellanos del siglo XIV se aprestaron a asumir,
constituyendo el desarrollo del Derecho Común de inspiración romanista.

La evolución jurídica de los Reinos hispánicos orientales tuvo notoriamente un menor


protagonismo regio, y un menor impacto romanista. En Navarra, regida por dinastías

169
francesas se esforzó por preservar su identidad mediante la codificación altomedieval
de sus costumbres hasta editar el Fuero General de Navarro a mediados del siglo
XIII. Aragón gestó su Derecho desarrollando el Fuero de Francos concedido en Jaca
en 1063.

3.5 LAS UNIVERSIDADES

La cultural medieval había tenido una vocación de analfabetismo textual, con una
cultura de oralidad, en la que la escritura tenía una función de conservación para un
saber clásico considerado permanente e insuperable. La alfabetización y divulgación
de saberes se destinó a la minoría de los copistas en los scriptoria y a los iniciados
formados para su correcta comprensión y versión al pensamiento cristiano.

Durante el siglo XII, la ciudad experimentó un renacimiento y protagonismo


intelectuales, perceptibles en el auge de la Catedral sobre el monasterio dentro de la
Iglesia. Para este nuevo espacio surgieron las escuelas catedralicias. En las escuelas
se enseñaba el trívium (Gramática, Retórica y Dialéctica (o Lógica), junto con el
Canto, Doctrina Cristiana y algo de Derecho Canónico.

Las Órdenes Mendicantes no duraron en fundar en las ciudades sus escuelas


conventuales, generalmente una para cada una de las provincias eclesiásticas, cuyo
fin principal fue una sólida formación de Teología entre los monjes, especialmente
entre los dominicos, a causa de la vocación misionera de estas órdenes. Fueron muy
afamadas las escuelas dominicas de Barcelona, Lisboa, Játiva, Zaragoza y
Compostela. Mas tardía y débilmente los franciscanos también fundaron escuelas
conventuales especializadas en Teología, normalmente en ciudades universitarias.

Este ambiente escolar urbano fue el marco originario de las universidades a finales
del siglo XII y durante el siglo XIII, cuando se constituyó una corporación de
maestros y alumnos (universitas), sancionada por una autoridad civil o eclesiástica
para el libramiento de la licentia docendi. La fundación concreta obedeció a tres
modelos: institucionalización y reglamentación de escuelas monásticas o
conventuales existentes; por secesión, debido a controversias de principios entre
grupos de maestros, durante las que un grupo abandona el Estudio General para
fundar otro; por iniciativa civil o eclesiástica para reanimar la vida urbana de una
ciudad en declive. Esta institución de enseñanza superior recibía el nombre de
Estudio General, reservando el nombre de universidad para el gremio escolar
formado por maestros y discípulos.

El Maestrescuela elegido por el monarca, contrataba a los maestros, daban con becas
a los estudiantes pobres, administraba las rentas y diseñaba programas de estudio
pero además confería la licentia docendi, que suponía la autorización para enseñar,
verdadera razón del Estudio General. La licencia comenzó a ser regulada por el Papa
Alejandro III en el III concilio de Letrán en 1179, determinado su carácter gratuito y
su concesión por los maestros, correspondiendo la Maestrescuela solo su sanción. El

170
sostén económico universitario, por lo demás, fueron las tasas y beneficios
eclesiásticos, junto con alguna rara donación regia.

En el Estudio General, la máxima autoridad era el Rector, nombrado por la


corporación estudiantil. Éste velaba por la convivencia académica, el respeto a las
libertades y privilegios universitarios, sancionaba los delitos y juzgaba pleitos de la
comunidad universitaria. Le auxiliaban los consiliari, estudiantes procedentes de cada
nación presente en el Estudio. En asuntos muy relevantes el Rector convocaba a
todos los cargos y representantes en una asamblea denominada claustro pleno.

El latín era la lengua vehicular de la enseñanza superior, por lo que para acceder a
ella había que tener un dominio experto de la gramática latina.

La enseñanza se organizaba en torno a las Cátedras (enseñanza de un conocimiento,


del que es experto el maestro) y las Facultades, siendo la menor la de Artes, y las
mayores las de Teología, Derecho y Física. No todos los Estudios Generales tenían
todas las Cátedras, sino que se especializaban en algunas de ellas; Salamanca en
Teología, Lérida en Medicina. Tampoco existía una metodología didáctica
organizada. Existían textos básicos de aprendizaje, normalmente procedente de sabios
clásicos o sus traductores (Aristóteles, Platón, San Agustín, Ptolomeo, Código de
Justiniano, Hipócrates, Galeno), que el estudiante debía saber, memorizar y copiar
en partes. La enseñanza era oral destinada a ejercitar en la dialéctica para pleitear o
predicar. Después de tres a seis años de estudio o un cierto tiempo de docencia o
incluso un determinado número de lecciones, el estudiante elegía un maestro y debía
mantener con éxito una disputatio, obteniendo el título de bachiller. Logrado este
título, tras tres o cinco años de docencia posterior, un bachiller podría lograr la tutela
de un maestro para someterse a un tribunal elegido por el azar, al que exponía dos
temas asignados el día anterior, durante dos horas y si tenía éxito lograba el grado de
licenciado. Luego podría optar al título de doctor, titulo sin especial relevancia por
cuanto solo se requería disponer de recursos para costear la ceremonia de investidura
y leer una lección magistral ante un tribunal.

La península tuvo un repertorio suficiente de universidades: Salamanca (1218),


Valladolid (1250), Lisboa-Coímbra (1288-1290), Lérida (1300), etc.

4. HUMANISMO Y RENACIMIENTO

Entre 1350 y 1550 la sociedad europea occidental conoció y vivió una auténtica
revolución espiritual; una profunda transformación del conjunto de los valores
económicos, políticos, sociales, filosóficos, religiosos y estéticos que habían
constituido la vieja civilización medieval, aquella que había sido definida, con un
cierto desprecio, como la Edad de las Tinieblas. Según Burckhardt: el Renacimiento
es una época de ruptura con el oscurantismo medieval, un período de renovación del
arte y de las letras, de recuperación y de acercamiento a los clásicos, de restauración
de la antigüedad, de un uso novedoso de la razón en todos los campos del saber.

171
Asimismo, el período se caracteriza por la aparición de un fuerte proceso de
secularización de la vida política y por la presencia de una escuela de pensamiento
nueva, el Humanismo. El término Renacimiento adquirió su sentido actual hacia 1860
cuando J. Burckhardt publicó “La civilización del Renacimiento en Italia”.

4.1 HUMANISMO

Movimiento intelectual desarrollado en Europa durante los siglos XIV y XV que,


rompiendo las tradiciones escolásticas medievales y exaltando en su totalidad las
cualidades propias de la naturaleza humana, pretendía descubrir al hombre y dar un
sentido racional a la vida tomando como maestros a los clásicos griegos y latinos,
cuyas obras exhumó y estudió con entusiasmo.

El Humanismo instauró una actitud que, sin cuestionar, en general, lo religioso,


impuso el reconocimiento de los derechos terrenales de los humanos; como
consecuencia de esta nueva mentalidad, los humanistas hablaban de la dignidad del
hombre, independizaron la Filosofía de la Teología y desearon que la razón actuase
en zonas antes reservadas a la fe revelada.

Factores del advenimiento del Humanismo fueron

1. La emigración de sabios griegos: Debido a que el Imperio Bizantino estaba


siendo asediado por los turcos, muchos de ellos buscaron refugio en Europa
Occidental, especialmente en Italia, llevando con ellos textos greco latinos,
promoviendo la difusión de la cultura, los valores y el idioma griego.
2. La invención de la imprenta: Este invento de Gutemberg permitió el
abaratamiento del costo y la difusión de los libros, permitiendo la masiva
difusión de ideas humanistas.
3. La acción de los mecenas: Los mecenas eran personas que con su
protección política o su contribución material, facilitaron el desarrollo del
Humanismo. Entre los mecenas más destacados sobresalen: la familia
Médicis de Florencia Lorenzo de Médicis, llamado ‘El Magnífico’ y su
hermano Juliano de Médicis, los Pontífices Romanos Julio II y León X, o
Cristina de Suecia.
4. Las universidades y las escuelas: del siglo XV contribuyeron en gran parte a
la expansión del Humanismo por toda Europa.

Características del Humanismo:

1. Se trabajó con mucho entusiasmo para estudiar las obras de la antigüedad,


con la ayuda de Príncipes y Pontífices.
2. Se desarrollo una mentalidad erudita, crítica y apasionada por las artes y las
ciencias.
3. Descubrimientos geográficos y técnicos.
4. Se fomentó el individualismo del hombre renacentista.

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5. Tuvo un carácter literario.
6. Rechazaba la visión teocrática del Medioevo, defendía una concepción
antropocéntrica del Universo.
7. Era la permanente búsqueda de un ideal de equilibrio y armonía.
8. Se inclinó hacia las escuelas neoplatónicas cristianas.
9. Su finalidad era un nuevo examen del hombre y su mundo, tomando como
maestros y ejemplo los autores clásicos.
10. El hombre y la naturaleza se convirtieron en los dos polos de la cultura y de
la vida renacentista.

Gracias a las nuevas tendencias surgieron importantes adelantos. Uno de los más
relevantes fue la invención de la imprenta por el alemán Johanes Gutemberg,
alrededor del año 1450. Después de arduos años de trabajo, logró crear letras
metálicas que podían ser colocadas una al lado de la otra para luego entintarlas y así
imprimir muchas copias de un texto. También, la imprenta permitió la rápida
divulgación de los escritos de Lutero y de las protestantes.

4.2 RENACIMIENTO

Fue un periodo en el que se revalorizo la Antigüedad Clásica y se inició un ciclo muy


activo en el que la crítica jugaba un papel importantísimo. Es uno de los grandes
momentos de la Historia Universal que marcó el paso de mundo medieval al mundo
moderno. Es un fenómeno muy complejo que impregnó todos los ámbitos.

Según otros autores es un periodo que surgió desde el descubrimiento de la imprenta,


e incluso se considera que no se produce hasta que Copérnico descubre el sistema
heliocéntrico.

Es ante todo un espíritu que transforma no solo las artes, sino también las ciencias,
las letras y formas de pensamiento.

En líneas generales se puede considerar el arte renacentista como una exaltación del
hombre y del mundo, los dos ejes guiaban el pensamiento humanista de la época.

El renacimiento tuvo su origen en Italia en los siglos XIV y XV, llegando a su apogeo
al iniciarse el siglo XVI. De Italia se extendió lentamente por Europa excepto Rusia.
A lo largo de los cincuenta años que van desde 1520 a 1570, discurrió la madura
plenitud del Renacimiento y también se percibe su ocaso. La recepción de los gustos
italianos se generalizó, los grandes maestros surgieron ya no sólo en Italia, sino en
todo el ámbito de las monarquías occidentales.

Pero el desarrollo normal de la cultura renacentista se vio afectada por el hecho


simultáneo de las luchas religiosas derivadas de la revolución protestante. Así, en
Alemania, se cortó el brote renacentista, al igual que en Francia con las guerras

173
civiles de la segunda mitad de quinientos. Además en los países protestantes su credo
iconoclasta suprimió la ocasión de ejercitar el mecenazgo.

Las causas del Renacimiento fueron:

a) Conservación en universidades y conventos medievales de valiosos


manuscritos de autores griegos y romanos.
b) Uso del latín como lengua culta, que hacía posible la lectura de las obras
clásicas.
c) La presencia en tierra italiana de ruinas romanas que tenían que despertar en
los curiosos el deseo de conocer la civilización que había levantado tales
monumentos.

Las características del Renacimiento son:

El Renacimiento nació en Italia, y suele dividirse en tres etapas con los términos
italianos trescento (siglo XIV), Quattrocento (siglo XV) y Cinquecento (siglo XVI).

Los artistas renacentistas concebían sus obras según los modelos de la Antigüedad
Clásica, con cierta idealización. Belleza y armonía conjunta se convertían en un valor
que debía representar las reglas naturales: el principio del orden divino sobre las
cosas.

Se estableció un modelo de belleza para las proporciones ideales del cuerpo humano
y se clasificaron los estilos clásicos en diferentes tipos. Estas adopciones sentaron las
bases de un arte más científico, caracterizado por la luminosidad y el equilibrio. El
estudio de las leyes de la óptica dio como resultado la perspectiva central, que desde
entonces y durante más de 500 años ha dominado en pintura y escultura.

Durante el Renacimiento también cambió la condición del artista, que dejó de ser un
artesano insertado en un gremio. Los principales artistas fueron acogidos por las
clases altas y surgió el concepto de artista en el sentido moderno, libre y entregado
conscientemente a la expresión de sus actitudes personales y puntos de vista propios.

En conclusión:

1. El Humanismo y el Renacimiento son movimientos culturales, que dan


inicio a una época de florecimiento cultural.
2. El Humanismo habla del conocimiento del hombre.
3. El Renacimiento es un movimiento de renovación cultural.
4. El Humanismo cultivó la inteligencia, el espíritu crítico y la investigación.
5. En esta época se manifestó el amor a la naturaleza a las ciencias y a la vida
terrenal.
6. Estos movimientos dio libertad de pensamiento y exaltación de la
personalidad humana.

174
7. Todo esto fue inspirado en la Cultura Clásica (Greco Romana).
8. Su máxima expresión se manifestó en las artes plásticas así como en las
letras.
9. Predomino el espíritu creador.

5. EL PROCESO DE CREACIÓN DE UNA TRADICIÓN CULTURAL


NACIONAL

Para la creación de la tradición cultural nacional se siguió:

a) control de la información y la imprenta. Los Reyes Católicos favorecieron


la difusión de la imprenta en la Corona de Castilla, atrayendo a los
impresores, favoreciendo su establecimiento y concediéndoles privilegios.
Los orígenes de la imprenta en España están en manos de alemanes.
b) Círculos cortesanos y humanistas castellanos. Esta encabezado por Alonso
de Palencia, Secretario de los Príncipes desde el momento de su
matrimonio. El primer testimonio de su colaboración con los impresores es
“Lo specchio della croce”.
c) Imprenta y las lenguas vernáculas. La tipografía frenó el cambio lingüístico,
enriqueció y estandarizó las lenguas vulgares y abrió el camino para la
purificación y codificación de las lenguas.
d) Transformación del castellano en español. La imprenta actuó a favor del
castellano que en menos de un siglo se convirtió en español. No se produjo
unificación lingüística de la Península, con el portugués y el valenciano o
catalán.
e) Control de la ley y del Derecho. Se produjo por primera vez la recopilación
de los textos legales. Se comenzó a fijar a través de la imprenta las
diferentes disposiciones.

6. HUMANISMO Y ESTADO MODERNO EN EL REINADO DE LOS REYES


CATÓLICOS

En los siglos XV y XVI observamos el desarrollo del absolutismo político, cambio


histórico que se vio reflejado en la filosofía política de la época. Entre los
acontecimientos más significativos al respecto podemos considerar, en Inglaterra, la
aparición del absolutismo de los Tudor, iniciado con Enrique VII (1485-1509), al
establecer un poder monárquico centralizado al término de la Guerra de las Dos
Rosas. En España, el matrimonio de Fernando e Isabel, (1469), reunió los Reinos de
Castilla y Aragón bajo la misma Corona, base del desarrollo del absolutismo español
que culminó con Carlos V (1516-1556). También en Francia podemos situar el
origen del absolutismo en 1453, al término de la Guerra de los Cien Años.

A diferencia de lo ocurrido en España, en Inglaterra y Francia los comerciantes


apoyaron la centralización del poder, a expensas de la nobleza feudal. Ello no
significa, por supuesto, que el despotismo monárquico fuera la única teoría política

175
del Renacimiento, sino que debe interpretarse como la expresión de la necesidad de
unidad ante las cambiantes circunstancias económicas e históricas. En este sentido, la
defensa del absolutismo político es una consecuencia de la creencia de que sólo un
poder centralizado, fuerte y sin apenas limitaciones, es capaz de controlar las fuerzas
que tienden a la “disolución” de la sociedad.

A medida que el absolutismo político se impuso se desarrolló la teorización sobre


algunos problemas derivados de la justificación del poder. Entre ellos podemos
destacar:

1. La teoría del Derecho Divino de los Reyes y la limitación de su poder.


2. Las nuevas reflexiones sobre la naturaleza y las bases de la sociedad
política.
3. El desarrollo de la conciencia nacional y su fundamento, justificación y
límites.
4. Las nuevas reflexiones sobre la ley natural y los derechos naturales. La ley
natural implica una limitación en el ejercicio del poder político y actuaría
como fundamento de los derechos naturales (propiedad privada, herencia,
etc.) de los individuos.
5. La reconsideración de la relación de la Iglesia con el Estado.
6. El desarrollo de las teorías del contrato como fundamento de la sociedad
civil.

6.1 LA FILOSOFÍA POLÍTICA

a) Nicolás Maquiavelo (1469-1527)

Maquiavelo nació en Florencia en 1469, de familia noble, y recibió una educación


esmerada. Participó activamente en la vida política hasta los 44 años, dedicándose
entonces a la teoría política. Su obra más importante es “El Príncipe”. Maquiavelo se
interesó fundamentalmente por presentar la mecánica del Gobierno, prescindiendo de
las cuestiones morales, y formulando los medios por los cuales el poder político
puede ser establecido y mantenido. En la medida en que el fin del Estado es
garantizar la seguridad y el bienestar, el gobernante tiene derecho a valerse de medios
inmorales para la consolidación y conservación del poder.

El pensamiento de Maquiavelo está dominado por el realismo político: se ha de


analizar el acto político puro, sin connotaciones trascendentes o morales. Este acto
sólo es válido si resulta eficaz. Mediante este análisis pretende alcanzar las leyes
inmutables y necesarias que rigen la historia del hombre, puesto que ésta se repite
inexorablemente.

En este contexto, le resulta especialmente interesante el análisis de la personalidad


del político. El político ha de ser una persona hábil, capaz de manipular situaciones
valiéndose de cualquier medio; ha de poseer destreza, y una equilibrada combinación

176
de fuerza y tesón, además de intuición para sortear los obstáculos que se le presente y
una carencia total de escrúpulos. Ha de ser además capaz de actuar según los cambios
momentáneos, buscando apoyos o forzando traiciones según las circunstancias. En
consecuencia, el político no debe poseer virtud alguna, pero ha de estar en
condiciones de simular poseerlas todas, lo que supone actuar con absoluta
indiferencia ante el bien y el mal (amoral) con absoluto despotismo.

Respecto a las formas de gobierno, Maquiavelo consideraba la República como la


mejor forma de gobierno posible. El despotismo estaría justificado sólo como paso
previo a la ordenación del Estado sobre el que se establecería la República. El
despotismo político sería entonces un mal menor que conllevaría la posibilidad de
establecer un gobierno republicano, es decir, un gobierno de la mayoría. El
gobernante es bueno, es decir, justificable, por su eficacia, no por sus connotaciones
ético-religiosas. No se trata de describir estados ideales, sino de gobernar estados
reales.

b) Tomás Moro (1478-1535)

Bajo la influencia platónica (de la “República”) escribió una novela filosófica que
describe un Estado Ideal en la Isla de Utopía, teniendo como fondo una idealización
de la vida moral de su época y, al mismo tiempo, una crítica de las condiciones
sociales y económicas. Aunque desconocía “El Príncipe” su obra iba dirigida contra
el ideal del gobierno despótico defendido por Maquiavelo. Igualmente se opone a la
explotación comercial.

En su novela nos presenta una sociedad agrícola, en contraste con una sociedad
adquisitiva, cuya unidad central es la familia. No existe propiedad privada ni el
dinero es el medio de intercambio. Los medios de vida están asegurados para todos,
en vistas a la creación de tiempo libre que se emplearía en objetivos culturales. La
libertad y la tolerancia religiosa, dentro del respeto de la religión natural, son las
piedras angulares de la vida en Utopía, en la creencia de que la vida política y la
moral no podrían ser disociadas.

La Utopía de Tomás Moro, aun conteniendo aspectos ilustrados y prácticos, es ante


todo una idealización de las sociedades cooperativas del pasado y, en algunos
aspectos, se opone al avance de las fuerzas y tendencias que darán paso a la
modernidad (como la expansión del comercio y la separación de poderes, entre otras).

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