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de España II
(1665-1808)
Resumen
TEMA I LA CULTURA DEL BARROCO Y LOS INICIOS DE LA CIENCIA
MODERNA EN ESPAÑA
INTRODUCCIÓN
Los inicios de la ciencia moderna en España fueron tardíos y lentos (el dominio
inquisitorial era palpable), así como la tradición frenaron su desarrollo y difusión. La
aparición de tertulias (derivarían en sociedades científicas), el apoyo de mecenas
(Don Juan José de Austria) y la aparición de mentes abiertas dispuestas a avanzar en
la investigación y la experimentación dieron origen a avances en algunos campos.
También influyeron las Academias.
EL CONCEPTO DE BARROCO
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3. Periodo de decadencia. Primera parte del reinado de Carlos II (dos primeras
décadas).
El Barroco nació en Italia, pero encontró en la España del siglo XVII unas
circunstancias políticas, económicas y sociales que facilitaron su aceptación y una
peculiar y enriquecedora interpretación impulsada por la propia situación y
cualidades del país.
BARROCO Y RELIGIÓN
La Iglesia de Roma determinó el nacimiento del nuevo arte, (se convertía ahora en un
medio de propaganda al servicio de la causa católica dispuesto en Trento), la Iglesia
deseaba que el artista, con imágenes y pinturas, instruyera al pueblo recordándole los
artículos de la fe y le moviera a la gratitud ante el milagro y beneficios recibidos,
ofreciéndole el ejemplo a seguir y, sobre todo, excitándole a adorar y amar a Dios.
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La claridad y conmoción primero, y el asombro y el deslumbramiento después,
fueron usados en el transcurrir de la centuria para dar respuesta a las exigencias de la
Iglesia Católica con una cuidada escenografía, el uso controlado de la luz y por los
gestos desmedidos.
El hombre del siglo XVII tenía conciencia de crisis y proponía medios y modos para
superarla. El pensamiento político y económico se mostraba crítico con la situación
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que se vivía porque había un empobrecimiento generalizado y porque terminaba la
hegemonía española en Europa.
LA PUBLICÍSTICA
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LA CIENCIA MODERNA: LOS “NOVATORES”
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- En 1625 Felipe IV fundó el Colegio Imperial de San Isidro, tutelada por
jesuitas.
- En 1681 se creó el Colegio de San Telmo de Sevilla, antecedente de las
instituciones ilustradas, para la enseñanza del arte de navegar (marina, pilotaje
y la artillería).
- En 1700 se creó en Sevilla la Real Academia de Medicina y Ciencias (es la
primera institución científica española al servicio de las ideas modernas).
Los cultivadores de la ciencia española del siglo XVII luchaban aislados. No llegaron
a crear escuela. La mayoría pertenecían al sector clerical.
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- Se realizaron expediciones que promovieron estudios cartográficos (mapas,
atlas, etc.).
- Destacó el jesuita José de Zaragoza: publicó la primera obra de Astronomía
moderna en España, además inventó y construyó varios instrumentos
astronómicos.
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Juan de Cabriada. El valenciano Cabriada fue el abanderado más visible entre los
novatores. Cabriada está unido a uno de los manifiestos más famosos de la ciencia
española, la Carta filosófica-médico-chymica (1687), una proclama del método
experimental en Anatomía y Química, al tiempo que una refutación abierta de la
autoridad de los antiguos y una valiente denuncia del atraso científico español. La
reacción que siguió a la publicación de la Carta fue todo lo violenta que cabía esperar
tanto del anquilosado contexto institucional español como del carácter polemista del
propio escrito.
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TEMA II POLÍTICA INTERIOR DE CARLOS II, ECONOMÍA Y REFORMA
AL FINAL DE LA CENTURIA.
INTRODUCCIÓN
El nuevo rey era enfermizo, raquítico, retrasado y con ataques de melancolía. Del
testamento había sido excluido su hijo ilegítimo, Don Juan de Austria, lo que produjo
luchas por el poder.
Desde finales del siglo XVII una parcela importante de la autoridad del Estado había
pasado a estar bajo control de las aristocracias regionales y de las oligarquías
municipales y rurales.
Este vacío de poder hizo muy poderosa a la aristocracia que solo tenía como rival a la
Iglesia, ya que éste tenía a los confesores reales.
Los cargos, los nombramientos de corte y las mercedes complementaban los ingresos
básicos de la nobleza, que procedían de la tierra, de los señoríos y de los ingresos que
la Corona les había proporcionado. Esto permitía a la aristocracia monopolizar el
poder social.
Nithard (1666-1669)
Ayudada por una serie de consejeros oficiales, Mariana de Austria buscó el apoyo
principal en su confesor, Nithard, un jesuita austriaco que la había acompañado a
España cuando ésta se casó con Felipe IV, pero que no tenía experiencia alguna en
política.
1. No provenía de la aristocracia.
2. Era muy impopular al ser un jesuita oscuro y extranjero (aunque la reina
consiguió la nacionalidad española para él en 1666).
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3. Tenía dos impedimentos políticos para su promoción; el testamento de
Felipe IV y la oposición del hijo ilegítimo de éste, Don Juan José de
Austria.
Don Juan José de Austria era el segundón de la familia real, ilegitimo del rey, y no
aceptó de buen grado su exclusión de la Junta de Gobierno. Poseía amplia
experiencia militar (Nápoles, Cataluña, Países Bajos, Portugal, etc.). Esperó a la caída
de Nithard y desde entonces (1669) hasta la llegada del nuevo valido, la reina
gobernó con su asesoramiento y el de la Junta de Gobierno.
Valenzuela (1673-1676)
El nuevo valido tenía una nada brillante carrera militar en Italia y llegó a la Corte de
la mano de su matrimonio con una de las damas de la reina, lo que le permitió ser
nombrado caballerizo de la reina. La reina le nombró Caballerizo Mayor y
Superintendente de las obras de palacio, hecho que le permitió acceder a la casa real
sin ninguna oposición.
Los Consejos de Estado y de Castilla sopesaron que el rey debería firmar los
decretos, pero que éstos deberían ser revisados durante un mínimo de dos años más
por la Junta de Gobierno, presidida por la reina.
Valenzuela fue nombrado embajador en Venecia, por poco tiempo, ya que en 1676
regresó a la corte para convertirse en valido de los reyes. Fue el momento cúspide de
su poder ya que se convirtió en primer Ministro y en valido.
En su contra podemos decir que se preocupó más del patronazgo que de la política y
tuvo siempre la oposición de la alta nobleza que veía ultrajada su posición.
El primer pronunciamiento
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exigió la devolución mediante esa ley no política. Ése fue el pretexto de Luis XIV
para conquistar Flandes y el inicio de la Guerra de Devolución (1667-68).
La guerra trajo importantes derrotas a los españoles, que para recuperar el Franco
Condado en la Paz de Aquisgrán tuvo que ceder plazas flamencas.
Al inicio de la guerra Don Juan José de Austria fue nombrado Comandante en Jefe y
Gobernador de los Países Bajos entregándosele plenos poderes. El Consejo de
Castilla pidió a la reina el valimiento de Don Juan José, pero dentro del propio
Consejo había posturas enfrentadas y no se logró el consenso.
Don Juan José reanudó sus actividades conspiratorias en el año 1668 y la Junta
ordenó su detención, lo que produjo su salida hacia Aragón y Cataluña. Desde
Barcelona orquestó una política propagandística en contra de Nithard y pidió su
destitución. Allí también formó un contingente de tropas y en 1669 se dirigió a
Madrid, negándose a disolver sus fuerzas si no era destituido Nithard. La reina
destituyó a Nithard y le envió fuera del país. Una vez conseguido su propósito, Juan
José presentó un programa de gobierno:
- Reorganización de la Hacienda.
- Alivio a la carga fiscal.
- Justa distribución de mercedes.
- Mejora del Ejército y la justicia.
- Intentar una cuidadosa educación del rey.
El segundo pronunciamiento
La mayor parte de los ministros del rey aceptaron el decreto que ordenaba despachar
con Valenzuela, el nuevo valido, pero otros no lo hicieron y se unieron a la facción de
los descontentos, liderada por Don Juan José.
La reina madre fue enviada a Toledo y a Don Juan se le entregó el poder. La revuelta
se convirtió en un auténtico “Golpe de Estado”, el primero en el que se imponía un
gobierno a un rey moderno. Destituyó a los ministros y colocó a sus fieles seguidores,
silenciando a la oposición. Su gobierno comenzó su andadura con éxito desigual:
Medinaceli (1680-1685)
Luis XVI atacó de nuevo los Países Bajos y Cataluña, creando una guerra a pequeña
escala pero que obligó a generar gastos y a la firma de la Paz de Ratisbona de 1684,
por la que España perdió Luxemburgo.
En 1684 Oropesa fue nombrado presidente del Consejo de Castilla y poco a poco fue
desplazando del poder a Medinaceli, que acabó dimitiendo en 1685.
Oropesa (1685-1691)
Inicio una campaña de denuncia de falsas vocaciones en la Iglesia, que tenía sus
beneficios fiscales. Envió una circular a los obispos para restringir la fundación de
nuevas casas religiosas. También criticó la exagerada jurisdicción del tribunal
inquisidor, así como los exagerados privilegios e inmunidades de las que disfrutaba.
Tras la muerte de Maria Luisa, la reina, Carlos II se casó con Mariana de Neoburgo,
hermana del emperador Leopoldo y se produjo un enfrentamiento y alejamiento con
Oropesa, que acabó dimitiendo en 1691. Mariana quería llevar el Gobierno junto a su
camarilla de amistades. Pasados dos años, en 1693, Carlos II publicó un decreto en
que se creaba una Junta Superior de Ministros:
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España estaba prácticamente sin gobierno.
En 1698 Oropesa volvió al gobierno, pero cayó de nuevo sólo un año después en el
“Motín de los Gatos”, instigado por los franceses, producido por protestas populares
ante la carestía y el hambre. Las peticiones del pueblo eran la rebaja del precio del
pan y la dimisión de Oropesa.
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TEMA III LA POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS II. FINAL DE LA CASA
AUSTRIA EN ESPAÑA, GUERRA DE SUCESIÓN
INTRODUCCIÓN
1. Ampliar su territorio.
2. Dar mayor seguridad a su reino.
3. Debilitar a la Monarquía Hispánica.
1. Escasez de tropas.
2. Falta de armamento y provisiones.
3. Debilidad de la Armada
La política del monarca francés consistió en ir firmando tratados y acuerdos con los
que iba desgajando territorios fronterizos a los españoles o que habían sido territorios
franceses anteriormente.
En 1667 Luis XIV inició una campaña de propaganda reivindicando que no había
recibido la dote de su matrimonio con María Teresa de Austria, cuya boda se
concertó en la Paz de los Pirineos. Aprovechando los problemas políticos internos
españoles con la lucha entre Nithard y Don Juan José, Luis XIV se hizo con los
Países Bajos.
Se estableció un bloque europeo (La Triple Alianza) que pidió a los franceses que
resolvieran el contencioso de forma negociada, formada por Suecia, Inglaterra y
Holanda.
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Luis XIV se alió con Portugal, en guerra con España, y exigió la entrega del Franco
Condado, inaceptable para la Monarquía Hispánica, a la vez que pactaba con el
emperador Leopoldo I de Austria el reparto de los territorios de Carlos II si este
moría sin descendencia, Luis XIV encargó a Conde la invasión del Franco Condado.
El nuevo objetivo de Luis XIV era unir las dos coronas, española y francesa.
La invasión de Holanda por Luis XIV provocó la formación de una gran coalición
encabezada por Guillermo III de Orange (estatúder de las Provincias Unidas desde
1672) y apoyada por España, el Imperio, Brandeburgo, el Palatinado y Lorena
(1673), que se mostró incapaz de mantener el empuje de las armas francesas hasta
que Inglaterra se vio obligada, por la opinión pública inglesa, a abandonar a Francia
en sus planes de expansión. Así, Inglaterra firmó una paz por separado con las
Provincias Unidas.
Desde 1679 Luis XIV se lanzó a una política de anexiones (reuniones) mediante
supuestos derechos de la monarquía francesa sobre diversos territorios. Así, entre
1681 a 1683 se ocuparon diferentes plazas españolas en Francia y Países Bajos.
En 1684 se firmó la Tregua de Ratisbona, entre Francia y España, que supuso una
tregua de veinte años entre ambas coronas.
La Liga de Ausgburgo
El nacimiento de Carlos II frenó los afanes del rey francés, aunque con el emperador
Leopoldo I llegó a firmar un acuerdo secreto para repartirse los territorios de la
monarquía española si Carlos II no tenía herederos.
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Se excluía de la línea sucesoria a los descendientes de María Teresa por razones de
Estado. Los herederos directos al Trono eran los descendientes de la infanta
Margarita, hija de Felipe IV y Mariana de Austria; o en su defecto, los de la infanta
María, hermana de Felipe IV; por último, los descendientes de Catalina, hija de
Felipe II, casada con el príncipe Carlos Manuel de Saboya.
PRETENDIENTES AL TRONO
Francia, por el matrimonio de Luis XIV con la hija de Felipe IV, María Teresa, pero
que el propio rey español en su testamento excluía de la línea sucesoria, además de
contar con la oposición de Europa ante la posibilidad de la creación de una
superpotencia.
Austria, por el matrimonio de Leopoldo con Margarita, hija también de Felipe IV.
Carlos II, ante las presiones, redactó un nuevo testamento en 1700 dejando todos los
dominios a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, quien a su vez debería de renunciar a
sus derechos sobre la Corona francesa.
Ese mismo año murió el último monarca de la Casa Austria en España y hasta la
llegada del nuevo rey se hizo cargo de la situación una Junta de Gobierno y advino el
primer periodo de la Casa Borbón en España.
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EUROPA EN GUERRA POR LA HERENCIA ESPAÑOLA: DISTRIBUCIÓN
DE FUERZAS Y OBJETIVOS DE LOS CONTENDIENTES
Luis XIV, contradiciendo el testamento de Carlos II, declaró los derechos del Duque
de Anjou a la Corona francesa, además de enviar tropas a ocupar territorios en los
Países Bajos y darles a los comerciantes franceses concesiones económicas en el
comercio con América.
CASTILLA:
Deprimida por las décadas finales del reinado de Carlos II se decantó por Felipe, con
la ilusión del cambio de dinastía. El sentimiento castellano se inclinó hacia la
sucesión francesa. o El Consejo de Estado, casi por unanimidad, se decantó también
por el francés. El candidato francés también tuvo el apoyo papal.
ARAGÓN:
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Presentó signos de recuperación económica en los últimos años del reinado de Carlos
II, que juró los fueros de Aragón. Tenía resentimiento por los enfrentamientos
fronterizos con los franceses, por lo que se decantaron por el candidato imperial.
En 1706, Madrid cayó en poder de los aliados y el archiduque fue coronado rey con
el nombre de Carlos III, pero ni Castilla ni la ciudad en general aceptaron dicha
coronación.
A partir de ese momento la guerra se abrió camino en tres frentes; países Bajos, Italia
y el Atlántico.
Luis XIV retiró su ejército de la Península lo que causó gran indignación en la corte,
España era el único apoyo ahora para Felipe.
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Luis XIV envió de nuevo tropas a la Península y junto a los españoles consiguió ante
los aliados la victoria en la Batalla de Villaviciosa (1710). El archiduque Carlos se
retiró ahora a Barcelona.
La muerte en 1711 del Emperador José I hizo que la cohesión del bando aliado se
debilitase. El archiduque Carlos fue nombrado emperador, con el nombre de Carlos
VI, y en Europa ya no se veía con buenos ojos una unión entre el Imperio y España,
por lo que Ingleses y holandeses reconsideraran su posición y decidieron admitir la
sucesión de los Borbones en la Corona española, siempre y cuando Felipe V
renunciase al trono francés.
Los tratados de paz entre España y sus enemigos se desarrollaron entre 1713 y 1715
en Utrecht, y con el emperador en 1714.
Felipe V fue reconocido como rey de España y de las Indias, pero renunció
definitivamente a sus derechos a la Corona de Francia. Se planteó el problema
sucesorio, en caso de no tener herederos sería el duque de Saboya el que accedería al
trono.
El emperador Carlos VI recibió los Países Bajos españoles y las posesiones españolas
en Italia (Nápoles, Milán, Cerdeña y Toscana).
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EL NUEVO ORDEN GEOPOLÍTICO DEL MEDITERRÁNEO Y DEL
OCCIDENTE EUROPEO
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TEMA IV LA INSTAURACIÓN DE LA NUEVA DINASTÍA: LOS
BORBONES
No pasó mucho tiempo antes de que los españoles se sintieran decepcionados con su
nuevo rey, Felipe V, que no era mucho mejor que Carlos II y que además tenía la
desventaja de ser francés. La situación mental de Felipe V empeoró con el paso del
tiempo. Devorado por 2 grandes pasiones, el sexo y la religión, pasaba las noches, y
gran parte de los días, en tránsito constante entre su esposa y su confesor. Fue esclavo
de su primera esposa, Mª Luisa de Saboya, pero se convirtió en un niño en manos de
la segunda, Isabel de Farnesio.
Su segunda esposa, Isabel de Farnesio era una mujer dominante que dirigió la política
española durante el resto del reinado. Su primer gesto fue despedir a la poderosa
princesa de los Ursinos, que había aprovechado el vacío político dejado a la muerte
de Mª Luisa para monopolizar al rey para ella y aislarle de los cortesanos,
funcionarios y, por supuesto, del pueblo. La caída de la favorita del rey fue seguida
por la de sus protegidos: Jean Orry, Macanaz y Pierre Robinet.
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REFORMAS EN LA CORONA DE ARAGÓN: LOS DECRETOS DE NUEVA
PLANTA
El siglo XVIII español constituyó, al igual que en el resto de Europa occidental, una
época de expansión y reforzamiento del poder monárquico absolutista. Los resultados
de la Guerra de Sucesión (1701-1714) contribuyeron a acelerar el proceso de
centralización y uniformismo preconizado por la nueva dinastía reinante, según el
modelo de absolutismo desarrollado en Francia por Luis XIV, abuelo de Felipe V de
Borbón. La política puesta en marcha por el nuevo monarca alteró las estructuras
administrativas del Estado, en la línea de lograr el proyecto de unidad nacional
iniciado parcialmente con los Austrias. Este proyecto pasaba por la liquidación de los
particularismos forales que preservaban la semiautonomía de los territorios de la
Corona de Aragón. Los Decretos de Nueva Planta constituyeron el instrumento
jurídico esencial de la reorganización constitucional de los territorios orientales, a los
que dotaron de un nuevo ordenamiento administrativo supeditado a los intereses de la
monarquía. Ello fue resultado de la implantación en dichos territorios del derecho
castellano, más favorable que el aragonés a las pretensiones absolutistas de la
monarquía. En efecto, el derecho foral de los reinos de la Corona de Aragón se
caracterizaba, desde tiempos medievales, por su carácter pactista, que establecía un
consenso de poder entre el rey y los estamentos poderosos del reino, especialmente la
aristocracia y el alto clero.
Aragón y Valencia
Cataluña y Mallorca
Durante los 2 años siguientes gobernó el territorio una Real Junta Superior de
Gobierno y Justicia, formada por botiflers (partidarios de los Borbones) y presidida
por el secretario José Patiño. La gestación de la Nueva Planta para Cataluña (y,
asimismo, para Mallorca) fue un proceso largo que tuvo en cuenta la realidad política
de estos territorios.
El Estado borbónico impuso sobre las regiones tanto su poder militar como civil. Se
abolieron los virreyes de la época de los Austrias, excepto en Navarra, y fueron
sustituidos por capitanes generales, que tenían el mando sobre todas las tropas en sus
provincias y que, junto con los intendentes, constituían el eje del nuevo absolutismo.
En cada provincia había un gobernador militar pero sólo las provincias más
importantes contaban con un capitán general. El capitán general tenía jurisdicción
civil y militar, ya que era también presidente de la audiencia. Como tales, los
comandantes militares controlaban la imposición de la ley, hasta tal punto que ni
siquiera el Consejo de Castilla podía revocar sus decisiones a menos que el rey le
autorizara a hacerlo.
La primera reacción en España fue de enorme satisfacción. Ese acto significaría el fin
de la influencia y la tutela francesa, italiana y extranjera en general. Luis I era el ídolo
de la aristocracia y del partido español, su camino hacia el poder. Para el pueblo, era
joven, benigno, totalmente español. La verdad no era tan idílica pero todavía se
ignoraba. Pronto se levantaron sospechas y los espíritus se alertaron cuando se
conocieron las circunstancias políticas de la abdicación. Fue esta una abdicación
espúrea. Felipe asignó a Luis una junta «compuesta de los Ministros y personas, que
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e juzgado conbenientes señalaros». A su frente se hallaba Luis de Miraval, presidente
del Consejo de Castilla, antiguo diplomático de escaso talento y criatura de Grimaldo,
y Juan Bautista Orendain, otra mediocridad también dependiente de Grimaldo y que
fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores. En cuanto a Grimaldo, permaneció
junto a Felipe en San Ildefonso, como su principal consejero, supervisando estos y
otros nombramientos y controlando el nuevo Gobierno. El rey niño, alto, de tez
blanca y pelo rubio, y amistoso con todo el mundo, no había recibido una buena
educación y sólo estaba preparado para escuchar a los ministros y no para
nombrarlos.
También se oponía una parte del estamento clerical, pues consideraban que una
promesa solemne era irrevocable, invocando tal vez un argumento religioso para un
objetivo político. El Consejo de Castilla emitió una opinión ambigua. Una junta de
teólogos determinó que en conciencia Felipe no podía recuperar el trono y que debía
formar un gobierno de regencia y un Consejo de Estado. Felipe V, exasperado, se
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preparó para regresar a San Ildefonso, afirmando que no aceptaría ni la Corona ni la
regencia. En ese momento, Isabel de Farnesio, secundada por el embajador francés,
decidió pasar a la acción; instaron a Felipe a enfrentarse a esos «bribones teólogos» y
convencieron al nuncio papal para que elaborara un razonamiento justificando la
ruptura de un juramento. También se pidió al Consejo de Castilla que reconsiderara
su opinión, concluyendo en esta ocasión que la abdicación ya no era válida porque
Fernando no tenía la edad ni la condición para aceptar el trono. Así, Felipe se dejó
convencer y el 6-11-1724 firmó el decreto por el cual volvía a ocupar el trono.
LA VUELTA AL TRONO DE FELIPE V: LAS REFORMAS DEL EJÉRCITO
Y LA MARINA Y LAS PROPUESTAS SOBRE LA HACIENDA
El tratado de Viena revolucionó a Europa durante los seis años siguientes. Era
especialmente odioso para Gran Bretaña, como lo era Ripperdá. De pronto, toda la
política española comenzó a girar en torno al Imperio austríaco: reinaba el
oportunismo y el principal oportunista estaba dispuesto a reclamar su recompensa.
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Cuando Ripperdá regresó de Viena, en diciembre de 1725, fue recibido con
embelesamiento por los reyes, que le situaron al frente del Gobierno.
Después de los excesos de Ripperdá, el nuevo Gobierno tenía una gran solidez. Los 2
hermanos Patiño recibieron importantes ministerios. Pero la caída de Ripperdá no
había cambiado todo. Los subsidios seguían fluyendo a manos llenas hacia Viena, la
monarquía estaba todavía terriblemente debilitada, la reina no había hecho acto de
contrición y el rey estaba loco.
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La defensa del dominio español era una encrucijada en la política de Patiño en la que
se unían su preocupación por promover la riqueza de la monarquía, la necesidad de
disponer de una fuerte flota para defenderla y el mantenimiento de un sistema de
relaciones exteriores.
Con un Ejército y una Marina mejor organizados, sobre todo la segunda, habiendo
mejorado la construcción naval y saneado parcial o superficialmente las finanzas
estatales, Patiño pudo realizar una política prudente y realista. Tuvo en cuenta el
bloque franco-británico y comprendió que era inútil intentar cualquier revisionismo
radical del Tratado de Utrecht.
En 1729 consiguió que las grandes potencias occidentales dieran el visto bueno a la
instauración en Italia del infante don Carlos, a pesar de la oposición del emperador.
La muerte en 1731 del último duque de la dinastía de los Farnesio en Parma permitió
que el infante se trasladara a Italia y tomara posesión de aquel ducado. El relativo
fracaso del Primer Pacto de Familia afectó a Patiño, quien antes de morir en 1736 se
inclinaba por el retorno a una política de neutralidad.
El largo reinado llegó a su fin el 9-7-1746. Este reinado tuvo algunos rasgos positivos
y en él un grupo de Ministros comenzaron la tarea de hacer que España fuera más
rica, más fuerte y mejor gobernada.
El regalismo borbónico, expresado por primera vez por Felipe V, adoptó una posición
más avanzada y reclamó autoridad sobre todas las instituciones eclesiásticas de
España, incluida la Inquisición, autoridad basada en precedentes históricos y
derechos legales. Felipe V pretendía que se le reconociera el derecho de nombrar los
cargos eclesiásticos en España, 2/3 partes de los cuales estaban en manos del Papa.
Quería también las rentas de las sedes vacantes y las sumas que cobraban los
tribunales eclesiásticos.
La reacción del clero ante la política del primer Borbón fue ambigua. En general
apoyó la sucesión borbónica, pero adoptó una actitud crítica ante gobiernos concretos
y políticas específicas. El regalismo fue un factor de división. Una gran parte del alto
clero era tan regalista como los servidores seculares de la Corona, pero con
frecuencia el regalismo se asociaba con ataques a los privilegios eclesiásticos,
especialmente contra los fueros a los que tanta importancia concedía el bajo clero. En
cuanto a la posición económica del clero, creían que estaba constantemente
amenazada por medidas tales como el Concordato de 1737, porque la concesión de
recursos financieros al monarca por el Papa sólo podía realizarse a expensas de la
Iglesia y de sus sacerdotes.
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TEMA V LA POLÍTICA EXTERIOR DE FELIPE V
INTRODUCCIÓN
Los primeros y más directos colaboradores de Felipe V fueron franceses, pero tras la
muerte de la reina y la llegada de Isabel de Farnesio, la camarilla francesa abandonó
la corte, llegando los italianos de la mano de Alberoni.
Surgieron los pactos de familia entre los Borbones franceses y españoles enfrentados
a Austria e Inglaterra.
En 1717 España tomó Cerdeña e intentó el asalto a Sicilia al año siguiente con el
apoyo de los sicilianos.
Ante esta ofensiva hispana, las potencias europeas reaccionaron en pos de defender
los desfavorable para España acuerdos de Utrech. Se creó así la Cuádruple Alianza
entre Inglaterra, Francia, el Imperio y las Provincias Unidas.
RIPPERDÁ
Según una historia puesta en circulación por él mismo, descendía de una familia
aristocrática, oriunda de España, según se cree, establecida en los Países Bajos
cuando estos formaban parte de los dominios de la Corona de España, sin embargo
parece que la historia era pura invención. Era hijo de Ludolph Luirdt Ripperda tot
Winsum, séptimo barón de Ripperdá, señor de Winseun y gobernador de la fortaleza
de Namur, que había alcanzado el grado de general del ejército holandés. La familia
Ripperda es uno de los linajes más nobles y antiguos de Groninga, originario de
Frisia oriental. Juan Guillermo estudió en el Colegio de los Jesuitas de Colonia, y con
posterioridad ingresó en el Ejército, donde llegó a coronel. A la muerte de sus padres
abjuró del catolicismo y se hizo calvinista para mejorar sus perspectivas en su país.
Sus abuelos que eran originarios del reino de Galicia se establecieron en Italia a fines
del siglo XVI, donde desempeñaron cargos militares importantes. José Patiño nació
en Milán el día 11 de abril del año 1666. Fueron sus padres Lúcas Patiño de Ibarra,
señor del Castelar, del Consejo secreto de S. M. en aquella ciudad, entonces
perteneciente a la Corona Española e inspector de tropas en el Milanesado o «veedor
de aquel ejército, castillos y artillería», y de Beatriz de Rosales y Facini, hija de los
Condes de Baylate.
Caído en desgracia Ripperdá, de nuevo, fue Patiño el que diseñó la política exterior a
conveniencia de la reina Isabel de Farnesio. Se buscaron apoyos para la sucesión de
los dos príncipes de la Toscana y Parma por lo que se firmó en 1729 el Tratado de
Sevilla entre España, Francia e Inglaterra:
Se produjo la toma de Sicilia, con el apoyo de la población local, que odiaba a los
austriacos. Carlos fue nombrado Rey de Nápoles y de Sicilia en 1734 y proclamó un
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perdón general para todos. También confirmó las antiguas leyes y privilegios. Y
prometió la abolición de todos los tributos impuestos por los austriacos.
Para los ingleses fue una guerra colonial y las consecuencias fueron nefastas para
ellos, que sufrieron ante Cartagena de Indias la mayor derrota de su Historia, donde el
Almirante inglés Vernon con gran superioridad de medios, fue barrido por el
almirante español Blas de Lezo, cuyas fuerzas eran la cuarta parte que las del inglés
(40 navíos, de los cuales sólo la mitad estaban operativos, contra más de cien
ingleses, perfectamente pertrechados para la guerra). El Gobierno inglés creyó que
los territorios españoles caerían con facilidad, por lo que incluso acuñó monedas
conmemorativas de “su victoria” antes de la Batalla de Cartagena de Indias.
La derrota fue tan humillante para Inglaterra que se castigó con pena de muerte
cualquier comentario o escrito referente a cualquier episodio de esta guerra,
especialmente a la decisiva batalla ante la Ciudad de Cartagena de Indias.
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Tras la muerte del emperador Carlos VI se proclamó como reina a su primogénita
María teresa. Varias potencias se opusieron a esta decisión y estalló una guerra en la
que aparecieron dos bloques:
En esos momentos España luchaba en dos frentes; en Europa contra Austria por los
territorios italianos, en el Atlántico, contra Inglaterra por el imperio americano. El
potencial español era limitado en un espacio tan amplio por lo que las miradas se
giraron de nuevo a Francia y en 1743 se firmó en Fontainebleau el Segundo Pacto de
Familia, entre Felipe V y Luis XV.
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TEMA VI LA SOCIEDAD DEL SIGLO XVIII
INTRODUCCIÓN
Los años del reinado de Carlos II fueron testigos de cómo la sociedad española
comenzaba a superar la recesión de la centuria: el clima mejoró, las tierras
comenzaron a producir con normalidad y las epidemias retrocedieron. La población
había iniciado su recuperación. La población había iniciado se recuperación desde
1660. Durante el siglo XVIII, continuó el crecimiento demográfico (sustancial para
promover el agrícola, manufacturero y comercial). Para las primeras minorías
reformistas ilustradas fue evidente que el individuo era el sujeto de la actividad
económica, y sin él todo lo demás no existiría.
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convocadas) se reducía a los procuradores enviados por las burguesías de algunas
ciudades.
El mundo rural estaba compuesto por campesinos (agricultores) y los que ejercían
oficios en los pueblos para mantener sus necesidades más imperiosas. La población
urbana (el 10 % del Estado Llano) lo integraban funcionarios, profesionales
(médicos, abogados, escribanos, etc.), comerciantes, artesanos, rentistas y gentes sin
oficio que vivían de jornales ocasionales o de la caridad pública.
En el bloque privilegiado, la nobleza era el grupo social con más peso en la sociedad
española no eran muchos, ni estaban repartidos de manera desigual por el territorio de
la Monarquía. En sus manos descansaba buena parte del patrimonio o la jurisdicción
(por concesión real o compra) de extensos territorios y numerosos vasallos, también
copaban la mayoría de los cargos políticos, diplomáticos, municipales y militares de
importancia. No era un grupo homogéneo: la parte más alta la formaba la nobleza
titulada y en su cúspide estaban los Grandes de España. Debajo se encontraban los
caballeros (de condición nobiliaria intermedia con una desahogada posición
económica) y en la parte baja estaban los simples hidalgos.
46
LOS CENSOS DE POBLACIÓN Y SUS PROBLEMAS
Los principales censos de población fueron los de: Campoflorido, Ensenada, Aranda,
Floridablanca y Godoy. Se conoce la población española del siglo XVIII gracias a los
censos, distintos de los del siglo anterior. La población de Castilla se conoce a través
del Catastro de Ensenada de 1752, 6,5 millones de habitantes. Después llegaron otros
como el de Aranda, por individuos, Floridablanca y Godoy. De ellos el más exacto es
el de Floridablanca, elaborado por provincias. Sin embargo no hay que olvidar que se
hacían por motivos fiscales por lo que se producía la lógica ocultación del número de
vecinos. Donde la fiscalidad no tenía mucho que ver con el número de vecinos las
cifras son más fiables.
Los censos indican un fuerte crecimiento demográfico a lo largo del siglo XVIII.
Parece que no puede hablarse en España de “revolución demográfica” ni siquiera de
“revolución vital” que tuvieron otros países europeos en torno a 1750. En la zona
noratlántica se dio un crecimiento rápido desde 1650, lento a mediados del XVIII, y
descenso a final de siglo. En el Mediterráneo tras un suave despegue a finales del
siglo XVII, auge a mediados del siglo XVIII y pequeño crecimiento al final del siglo.
En el Sur un aumento moderado y sostenido durante todo el siglo. En el interior el
aumento fue más modesto que en la periferia. La densidad media estaba en torno a
21/23 hab/km2 con fuertes contrastes regionales.
47
- En la primera mitad del siglo XVIII las condiciones económicas favorecieron
el incremento de la natalidad, la abundante dieta alimenticia incidió sobre el
descenso de la mortalidad.
- En la segunda mitad del siglo XVIII el ascenso de las rentas y precios tendió a
dificultar menos establecimientos agrícolas, a elevar la edad matrimonial y a
reducir la fecundidad. Para este período el factor decisivo del crecimiento fue
el descenso de la mortalidad, también por la ausencia de guerras interiores,
incremento del aprovisionamiento marítimo a precios regionales.
España continuó siendo más rural que urbana, y a finales del siglo XVIII el 56% de la
población activa pertenecía a las clases rurales.
Sus fuentes de ingresos procedían básicamente de las tierra, aseguradas por los
mayorazgos y reforzados los señoríos. La jurisdicción señorial se conseguía por
concesión real o mediante compra. El señorío otorgaba 2 ventajas: fuente de ingreso
y base de poder social. En la mayor parte de España la jurisdicción señorial perdió
sus implicaciones políticas en el siglo XVIII y se convirtió en una nueva lucha
económica entre señores y campesinos.
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Las categorías eran: Grandes de España, nobleza titulada, caballeros (Órdenes
Militares) e hidalgos.
El clero
Existía el clero secular (alto y bajo) y el clero regular (sometidos a las reglas). El
clero regular desde 1491 estaba exento del pago de las alcabalas de los bienes que se
vendieran. Pagaban el subsidio a la Real Hacienda. Las tierras del clero producían la
cuarta parte del producto agrícola y la décima parte de la ganadería. Los eclesiásticos
cultivaban la tierra pero lo normal era que las arrendaran a los colonos. El
atesoramiento de la Iglesia fue evidente. El excedente de los bienes se destinaba a la
construcción de catedrales y a obtener obras de arte. También participaba en la
enseñanza y en la difusión de la cultura.
En cuanto al bajo clero los titulares de parroquias urbanas tenían cierto grado de
instrucción no siendo así para todos los curas de aldea.
Las categorías del brazo secular eran: el alto clero formado por arzobispos y obispos,
un clero capitular: dignidades (arcediano, deán, etc.), canónigos, racioneros,
beneficiados y el bajo clero con párrocos, coadjutores, capellanes y clérigos.
La sociedad rural
La población rural representaba el 90% del núcleo del Estado llano y el 10% de la
población urbana. El mundo rural estaba controlado en gran medida por señores
jurisdiccionales pero el control de los mismos se había relajado mucho en los últimos
años. La situación del cultivador dependía del tipo de contrato: los mejores eran los
de larga duración (norte de la Península y corona de Aragón). En el Reino de Aragón
era frecuente la enfiteusis: contrato perpetuo o de larga duración en que el propietario
cedía a un arrendatario y a sus descendientes un bien a cambio de una renta fija anual
con la obligación de explotarlo debidamente.
La rabassa morta o cepa muerta era un tipo de contrato muy extendido en Cataluña,
por medio del cual se le cedía a un agricultor una porción de tierra para que cultivara
vides en ella mientras vivieran los dos tercios de las cepas que plantara. A cambio,
debía entregar al propietario una parte de su cosecha anual. La naturaleza jurídica de
este contrato es discutida: mientras que la mayoría lo consideran como un censo
enfitéutico, otros piensan que es una especie de alquiler.
49
En Galicia se daba el llamado foro,fórmula de cesión de bienes, generalmente
agrarios, que tiene grandes analogías con el censo enfitéutico. Su área geográfica de
mayor difusión en España ha sido, sobre todo a partir del siglo XVI, Galicia, en
donde desempeñó un papel hegemónico en la regulación de las relaciones sociales
entre titulares de patrimonios territoriales y campesinos. Nacido en los siglos XII y
XIII, el foro, aun escondiendo bajo el mismo nombre realidades históricas diversas,
se ha mantenido en vigor hasta el siglo actual. Un decreto-ley de 1926 reguló su
extinción mediante la redención y, posteriormente, la Compilación de Derecho Foral
de Galicia fijó su término legal en 1973.
Las características del foro derivan del hecho de tratarse de una cesión a largo plazo
(tres generaciones o vidas de reyes) de un bien rústico o urbano, a cambio de la que el
recipiendario debía pagar un canon o renta anual, que solía ser en especie, además de
otras prestaciones variables, entre las que destaca el laudemio (canon dinerario que
percibía el señor del dominio cuando se producía una transmisión de las tierras y
posesiones superficiales dadas a censo perpetuo o enfiteusis.). En el siglo XVIII fue
declarado perpetuo, el grupo beneficiado es la hidalguía intermedia que subrogaba a
verdaderos cultivadores.
En Andalucía los arrendamientos son cortos, el sistema era nocivo pues no se hacían
mejoras en las explotaciones.
En el siglo XVIII existen tres gradaciones: campesinado alto, medio y bajo. Aunque
la realidad es más compleja: el censo de 1797 distinguía: propietarios, arrendatarios y
jornaleros.
Artesanos
Burguesía
Grupo social minoritario, se fortaleció a lo largo del siglo XVIII gracias a los
decretos de “Nueva Planta”. Comprendía profesiones liberales: ingenieros,
arquitectos, farmacéuticos que perdieron su condición artesanal original y se
convirtieron en carreras superiores, médicos y abogados. Su base era el comercio al
por mayor. En las grandes ciudades se distinguían dos tipos sociales: el lonjista o
mercader al por mayor y el tendero o comerciante al por menor.
Entre los grupos de marginados estaban los judíos que se dedicaban al préstamo de
dinero, percibían intereses usurarios.
En cuanto a los gitanos, en el siglo XVIII se publicaron duras medidas para evitar el
nomadismo. La Pragmática de 1783 fue un intento de asimilación, evitando el uso de
su lengua, ropa y vida errante. Debían conseguir oficio en menos de 90 días.
En Navarra existían los agotes y en Asturias los vaqueros: eran grupos aislados de
forma de vida peculiar, considerados descendientes de etnia diferente: visigodos
arrianos, moros y judíos.
Grupos dirigentes
Para ocupar puestos altos de la burocracia había que pertenecer a uno de los 3 grupos:
colegial mayor, manteísta (estudiante que no pertenecía a los Colegios) y abogado.
Podían ser:
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1. Cofradías y hermandades gremiales: mutualismo.
2. Montepíos.
3. Hospitales.
4. Casas de Misericordia y Hospicios.
Las cofradías eran numerosas. Los ilustrados las atacaron fuertemente. Campomanes
hizo prohibir en 1770 las que no contaban con aprobación oficial. Se criticaba el
carácter supersticioso y lúdico de la religiosidad popular que apartaba a los artesanos
del trabajo. Sin embargo las asociaciones religiosas se conservaron bajo diferentes
formas. En Madrid se crearon a lo largo del siglo más de 100 nuevas asociaciones
piadosas. Hacia 1800 se contaban en Barcelona cerca de un centenar de asociaciones
bajo distintos nombres: cofradías, congregaciones, hermandades, montepíos. En
Valladolid, el número de asociaciones llegaba a 140.
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TEMA VII UNA ECONOMÍA BAJO EL SIGNO DEL CRECIMIENTO
INTRODUCCIÓN
El lento pero constante incremento de la población a lo largo del siglo XVIII hizo
aumentar la demanda de productos agrícolas. La demanda creciente motivó la
roturación de nuevas tierras, así como la necesidad de aplicar nuevas técnicas para
optimizar el rendimiento. Sin embargo la tierra estaba mal repartida y otro reparto de
la misma hubiera condicionado el resultado final de mejor manera.
Se incluían las propiedades de los títulos, no títulos y de los clérigos o religiosos por
razón de su patrimonio.
53
El comercio interior de la Península estaba lastrado debido al minifundismo. Los
pequeños comerciantes no podían ahorrar porque los campesinos no demandaban
manufacturas por lo que el comercio se veía frenado. El comercio interregional de
manufacturas quedaba reducido a los artículos de lujo, por lo que el comercio no
podía esperar grandes beneficios. El comercio de granos se convirtió en una de las
actividades más lucrativas (por fluctuaciones en los precios y diferencias de los
mismos entre las regiones). Los preceptores de rentas impedían una comercialización
racional y frenaban el comercio interior (escasez en algunas regiones y en otras
excedentes). El deficitario transporte tampoco ayudó. Las infraestructuras viarias
encarecían enormemente los transportes. Entre la Meseta y el Cantábrico eran lentos,
arriesgados y caros, por la orografía. Los gobiernos intentaron poner remedio y en la
segunda mitad del XVIII se buscó la mejora de las comunicaciones y la construcción
de canales navegables (Canal de Castilla, 1751).
La población dedicada a la manufactura era escasa, ésta además ocupaba una pequeña
arte de su tiempo, el restante se dedicaba a las labores en el campo. En los pueblos
existían oficios que surtían a la población de los productos demandados por ésta. Las
piezas realizadas solían ser de mala calidad.
En las ciudades y villas, la situación era distinta. Aquí sí existían excedentes. Los
oficios se agrupaban en gremios y cofradías. Sin embargo la mayor parte del censo
eran asalariados sin capacidad económica para invertir comprando de materias primas
por lo que muchos maestros de oficios dependían de los mercaderes (era muy común
en el mundo textil), los fabricantes subsistían a expensas de los comerciantes de seda
o lana.
En el siglo XVIII el término fábrica se usó con frecuencia y debe interpretarse como
una forma de concentración artesanal alrededor de un telar, Fábrica (con mayúsculas)
se refiere a las organizaciones productivas (tejidos, tapices, alfombras o vidrio) de
fundación real. Estas Fabricas necesitaban mucho dinero para mantenerse (sus
productos eran exclusivos, caros y de difícil, y lenta, colocación).
54
RECUPERACIÓN Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
La tierra era la principal fuente de riqueza, por ello fue el centro de atención del
reformismo ilustrado.
Había una pugna por el control de la tierra entre los agricultores y los ganaderos.
Organizaciones industriales con algún tipo de intervención real o estatal, podían ser:
Se realizó una red de caminos no para la guerra, sino para el comercio, lo que
representó:
También se realizó una larga red para conectar la Meseta interior con el mar. La
superación de los puertos de montaña interiores con el norte supuso la apertura del
camino de Guadarrama y del Alto del León y la apertura de los caminos de Castilla
con el Cantábrico: De Castilla a Bilbao por Pancorbo y la peña de Orduña. De
Castilla a Santander por Reinosa.
En 1791 estaban construidos la mitad de los grandes caminos radiales desde Madrid a
Andalucía, Valencia, Cataluña y Galicia, Asturias, Murcia y Extremadura.
Este monopolio era frecuentemente quebrantado por los barcos extranjeros. Ante esto
el Ministro Patiño dirigió su política en varios frentes:
57
LAS COMPAÑÍAS COMERCIALES
Observamos una gran multiplicación de las Compañías Comerciales, entre las que
podemos destacar: La REAL COMPAÑÍA GUIPUZCOANA DE CARACAS (1728)
con sede en Guipúzcoa monopolizó el comercio de Venezuela, comercializó cacao y
otros productos coloniales; la REAL COMPAÑÍA DE BARCELONA, su ámbito
comercial fue Santo Domingo, Puerto Rico y la Costa de Honduras.
La Guerra de la Oreja de Jenkins (1739) con Gran Bretaña trajo como consecuencia
un cambio en el tradicional sistema de flotas anuales, apareció uno nuevo con navíos
aislados autorizados por la Corona (navíos de registro). Los navíos de registro
permitieron organizar un servicio más rápido y frecuente que con las flotas,
incrementar el tráfico, revitalizar el comercio americano y obtener mayores ingresos
para la Corona.
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TEMA VIII INICIOS DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO: EL REINADO DE
FERNANDO VI
SEMBLANZA DE FERNANDO VI
En los años 1746-1748 España vio acceder al trono un nuevo rey y conoció también
un Gobierno nuevo y una política nueva, beneficios inesperados recibidos con alivio
por la población. Finalmente, tenían un monarca nacional, nacido en España y
rodeado de españoles, un gobernante que prefería el país a la dinastía, la neutralidad a
la guerra. Llevó dos años librarse de Francia e Italia y Aquisgrán no fue una gran
victoria. El poder marítimo estaba todavía en disputa y Gibraltar seguía en manos de
los británicos. El nuevo régimen aceptó que los intereses de España no residían en los
campos de batalla europeos sino en el Atlántico y aún más allá. Los españoles se
sentían felices ante la idea de que había terminado una época y estaban preparados
para iniciar otra nueva.
Fernando VI, el 4º hijo, y único superviviente, del primer matrimonio de Felipe V era
un monarca lleno de buenas intenciones pero decidido a que otros las realizaran. La
nueva coyuntura de paz, reforma y buena fortuna puso a su disposición sumas de
dinero con las que ningún otro monarca había podido contar hasta entonces. Una
parte de ese dinero la dedicó a satisfacer una serie de necesidades, otra a financiar las
diversiones reales. Practicó la caridad de forma impulsiva. Pero no fue capaz de
inspirar a sus Ministros ni de aportar liderazgo y unidad. En cualquier caso, estaba
escasamente preparado para gobernar, pues su suspicaz madrastra, Isabel de Farnesio,
le había mantenido al margen de los asuntos públicos y ahora su solícita esposa,
Bárbara de Braganza, y sus ministros mantenían su mente ajena a los asuntos
públicos. Sus intereses personales se centraban más en el juego que en la política.
La nueva administración tenía talento y voluntad suficiente para avanzar más allá de
los cambios superficiales introducidos por el gobierno de Felipe V y para embarcarse
en un periodo de 8 años de acción positiva, expresada en reformas en el interior y paz
en el exterior. El nuevo régimen intentó activar el Estado y convertirlo en un
instrumento eficaz de cambio. La intervención del gobierno central en la reforma de
la estructura fiscal, en la movilización de recursos y en la creación de una industria de
armamento y de construcción naval no fue únicamente innovadora en sí misma, sino
que implicó también una serie de cambios en la vida social y económica.
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Además, lejos de buscar el camino fácil hacia el éxito, el gobierno planificó para la
consecución de una infraestructura más sólida y para conseguir beneficios a largo
plazo. En particular, se mostraba decidido a cerrar la brecha tecnológica que se estaba
abriendo entre el N. de Europa y España. La obtención de información industrial en
Inglaterra y Francia, las subvenciones para viajes y estudios en el extranjero y la
contratación de expertos extranjeros eran factores que demostraban que se intentaba
conseguir capacidades técnicas para aplicarlas en los nuevos proyectos españoles. La
organización de obras públicas como carreteras, puentes y sistema de riego,
delegadas hasta entonces en las autoridades locales, quedó ahora bajo la
responsabilidad del Gobierno Central, dispuesto a utilizar consejeros ingleses y
franceses y a planear proyectos amplios, que superaran el marco de una provincia
individual: tales fueron el Canal de Castilla, la carretera de Guadarrama y el camino
de Reinosa, comenzados todos ellos durante este régimen, aunque recayera sobre
otros la responsabilidad de terminarlos. Estas actividades otorgaron un nuevo papel al
Estado y sentaron precedentes para acciones posteriores. Lo que llevó a los
tradicionalistas a denunciar a Ensenada como un burócrata que malgastaba grandes
sumas del dinero público. En realidad estaban contemplando un gran programa de
modernización de España, ambicioso, rudimentario e incompleto, pero ejemplo
inequívoco para el futuro. El año 1746 fue un año de innovaciones para España, la
línea divisoria entre el conservadurismo y el cambio, entre la rutina y la reforma.
61
La muerte del protector del marqués de la Ensenada, José Patiño, no frenó la carrera
de éste. Así, en 1737 fue nombrado Secretario del Consejo del Almirantazgo. El 5 de
junio de ese año fue nombrado Intendente de Marina, continuando la obra de Patiño.
En el astillero del Ferrol se inició la construcción de doce navíos de línea, entre ellos
el famoso “Apostolado”.
España sólo en parte era autosuficiente en madera y pertrechos navales. En los años
1750-1780, el ritmo de construcción naval se intensificó y se ampliaron las presiones
de la demanda de abastecimiento sobre Cantabria y Cataluña, así como sobre
Navarra. Cuando los recursos de esas regiones resultaron insuficientes y se necesitaba
conseguir madera de calidad superior para los mástiles, España, al igual que otras
potencias marítimas, importó madera del Báltico y, en menor medida, explotó sus
posesiones americanas de madera dura. En cuanto a los pertrechos navales, la
Península era autosuficiente en brea y alquitrán y, en cierta medida, en cáñamo.
También la tecnología había que buscarla en el extranjero. España no creó una
arquitectura naval original y tendió a copiar los diseños franceses, cuyos barcos
solían ser grandes y rápidos. En 1750, y a iniciativa de Ensenada, se realizó un
esfuerzo decidido para contratar diseñadores y artesanos ingleses.
Francia era tanto un problema como un aliado. España tenía que conservar su
amistad, pero sin dependencia y permaneciendo alerta sobre las pretensiones
comerciales y territoriales francesas en las Indias, que habían usurpado sin ningún
tipo de legitimidad.
También era necesario realizar ahorros importantes en la Casa Real y en los palacios,
por no mencionar los diferentes Consejos y Ministerios, donde los cargos se
multiplicaban para satisfacer a las clientelas. Ensenada responsabilizaba de ello al
64
clientelismo. Así pues, el objetivo de la reforma fiscal era doble, equidad entre la
población y poder para el Estado. La equidad se conseguiría mediante el impuesto
único y el poder a través de la nueva marina.
El impuesto único fue proyectado para ser aplicado sobre los ingresos, clasificados
según su fuente. Su modernidad residía no en el carácter de que fuera un impuesto
único -de hecho sólo serían abolidas las rentas provinciales, manteniéndose otros
impuestos-, sino en su aplicación a todos los ciudadanos con independencia de su
clase o condición social, que serían gravados según su capacidad económica. Un
impuesto sobre la renta de este tipo, proporcional a la riqueza, constituía una
innovación tanto social como fiscal. Gravar los ingresos en lugar de los productos
básicos de consumo y actuar contra los privilegios y las exenciones suponía desafiar
algunos de los supuestos básicos de la sociedad española.
La primera tarea de los intendentes era dirigir las operaciones del catastro en cada
provincia y a ellos corresponde en gran parte la responsabilidad y el mérito del éxito
de la investigación, aunque no todos se mostraron dispuestos a colaborar. Una vez
completado el catastro, volvieron a desempeñar sus funciones fiscales normales,
representando al Estado como recaudadores de impuestos y a los intereses del pueblo
en cuanto que contribuyentes.
El 14 de julio, Huéscar y Wall tuvieron una audiencia real y, después de presentar sus
versión de la resistencia de los jesuitas en Paraguay y de la complicidad de Rávago,
se les autorizó a preparar un plan de acción. Este plan se centró en Ensenada: citaron
una orden enviada por el Ministro al gobernador de La Habana para atacar el
establecimiento británico en la bahía de Honduras, arriesgando una guerra en
América. Si el rey deseaba controlar la política, mantener la paz y resistir a Francia,
tenía que cesar a Ensenada, cosa que hizo en la madrugada del 21 de julio. Ensenada
fue situado bajo custodia y enviado a Granada. Se ordenó realizar un inventario de
sus posesiones, que reveló lo que un Ministro destacado podía esperar acumular en
España. Un torrente de insultos, sátira y calumnias le siguieron al exilio, pero los
monarcas no querían recriminaciones y se opusieron a cualquier sugerencia para que
fuera juzgado.
Los procedimientos que Ensenada había adoptado para conseguir lo que consideraba
beneficioso para los intereses españoles se volvieron contra él. Podemos resumirlos
así: 1) informó de las negociaciones secretas que habían rodeado al Tratado de
Madrid al monarca de las Dos Sicilias, el futuro Carlos III, cuya conocida oposición
ayudó entonces a que fracasara el Tratado; 2) por propia iniciativa dio instrucciones
al gobernador de La Habana para que iniciara una acción militar para expulsar de la
bahía de Honduras a los leñadores ingleses; 3) se opuso al partido anglófilo,
integrándose en la facción profrancesa e identificándose con la posición de los
jesuitas en el Paraguay. Ninguna de esas acciones era estúpida ni deshonrosa;
simplemente constituía un aspecto de un conflicto político. Ensenada fue víctima de
una lucha por el poder.
Wall informó a Keene en cuanto se tomó la decisión de activar el golpe. El golpe fue
considerado como un gran triunfo personal de Keene, a quien le fue concedida la
cinta roja de la Orden del Baño por parte de Jorge II y que fue investido con ella por
Fernando VI, a cuyo Ministro había inducido a cesar.
Así pues, Ensenada perdió la lucha por el poder, pero mientras que en 1746 había
conseguido unir a la Administración para llevar adelante un nuevo programa de
reforma, su sucesor no comunicó ese mensaje; su 1ª preocupación era situar a sus
hombres. El equipo de Ensenada fue, pues, desmantelado. Se cesó a la mayor parte de
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sus hombres de confianza en las secretarías y a otros clientes a los que había
protegido como Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La caída del padre Rávago completó
la depuración. Sus amigos refutaron las acusaciones mencionando su política en pro
del interés nacional, especialmente en América. El hecho de que la embajada inglesa
gastara dinero en sobornar a sus funcionarios y desestabilizar su posición
simplemente confirmaba su política beneficiosa para España. También se refirieron a
sus grandes proyectos de obras públicas, el camino de Guadarrama, el camino de
Santander, las seis leguas del canal de Castilla, y los astilleros de El Ferrol y
Cartagena.
La actuación del gobierno despertó no poca oposición. Eran muchos los que todavía
contaban en el retorno de Ensenada. El partido ensenadista estaba formado no sólo
por los seguidores del antiguo Ministro sino también por otras facciones e intereses
que se aliaron en un objetivo común. Entre ellos se incluían los colegiales mayores,
los seguidores de Rávago y el numeroso grupo projesuita. El apoyo hacia Ensenada
era evidente en numerosas regiones, instituciones y sectores sociales, también entre la
nobleza y la Iglesia. Existía incluso en ministerios y consejos entre aquellos que
habían sobrevivido a su caída, gracias tal vez a la reacción contra G. Bretaña cuando
se conocieron los detalles del golpe.
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TEMA IX LA POLÍTICA EXTERIOR DE FERNANDO VI
La guerra supuso el fin del sistema colonial tradicional. En 1740 se suprimieron todas
las flotas y desde entonces, para el avituallamiento en Sudamérica se utilizaron
navíos autorizados por la Corona. Estos “navíos de registro” permitieron organizar un
servicio rápido y frecuente, incrementar el tráfico, revitalizar el comercio americano
y obtener mayores ingresos a la Corona.
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En 1756 se inició la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que fueron una serie de
conflictos internacionales para establecer el control sobre Silesia y la supremacía
colonial en el norte de América e Indias. Los beligerantes fueron:
El general de los jesuitas acató lo ordenado y mandó que se ejecutara la misma, pero
los indios se resistieron ya que rechazaban a los portugueses por su actividad de
71
comercio de esclavos negros en Brasil. Así se produjo el estallido de la Guerra
Guaraní (1754-56), que enfrentó a éstos con españoles y portugueses.
72
TEMA X LA MONARQUÍA ILUSTRADA DE CARLOS III
EL MONARCA
Hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio fue antes que rey de España, coronado en 1735
como rey de Nápoles y Sicilia. Su labor en Italia, a causa de su honradez, trabajo y
reformas le dieron gran prestigio. Accedió al Trono español ya con cincuenta y tres
años, en 1759. Su ideal de gobierno fue el absolutismo puro y no se dejaba gobernar,
tomando sus propias decisiones sin influencia de sus Ministros.
Su idea era la de hacer de España una gran potencia a través de reformas del Estado,
la defensa del Imperio y el control de los recursos coloniales. Su gobierno puede
dividirse en fases:
Este cambio de actitud gubernamental se debió a que había pocos personajes que
conjugasen ideas ilustradas con una buena capacidad administrativa. Predominó una
política exterior partidaria de la guerra y que necesitaba estabilidad y dinero para
afrontar sus pretensiones.
En los inicios de su reinado mantuvo a casi todos los ministros de Fernando VI, pero
entraron personajes como Esquilache, a la cabeza, reorganización que puso los
puestos de mayor relevancia en manos de los italianos:
Madrid se reorganizó en ocho barrios para un mayor control por parte de las
autoridades.
Se estableció una comisión para encontrar a los responsables de los tumultos que fue
dirigida por Aranda y encabezada por Campomanes. Esta comisión dictaminó que los
responsables fueron los jesuitas, y como consecuencia, se dictaminó su expulsión de
España y de las Indias en 1767, además de la confiscación de sus bienes.
La expulsión
Carlos III había heredado una posición dominante sobre la Iglesia gracias al
Concordato de 1753. El clero era muy numeroso y rico, con grandes posesiones en
tierras y rentas, además de tener la posibilidad de recaudar impuestos. Además poseía
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privilegios judiciales con inmunidad en la jurisdicción civil como el “fuero”, por el
que sólo eran juzgados y sentenciados por tribunales eclesiásticos; o el “canon” que
protegía a los sacerdotes de cualquier acto violento, arresto o tortura.
Fueron expulsados de Portugal en 1759, el año que Carlos III accedió al trono
español, acusados de conspiración contra el rey; de Francia en 1762 por malversación
de fondos; de España en 1767 por las revueltas de 1766.
Tras los tumultos de 1766, se produjo una remodelación del Gobierno reforzándose el
poder real.
Aranda fue presidente del Consejo de Castilla durante 7 años, desde 1766 a 1773.
Hacia el final de ese periodo, en mayo de 1772, los fiscales del Consejo,
Campomanes y Moñino, se quejaron ante Carlos III de que el Presidente actuaba
despóticamente, invadiendo su jurisdicción y violando indirectamente los derechos
del Monarca. Así salió a la superficie un conflicto latente entre el llamado Partido
Aragonés, hostil a los conceptos borbónicos y a los funcionarios centralizadores, y
los fiscales del consejo, defensores del dominio de la ley y el poder civil contra los
excesos de Aranda y los militares. Aranda estaba en el centro de uno de esos grupos,
cuyos miembros no todos eran aragoneses, pero que sustentaban las mismas ideas
políticas.
El conflicto entre los golillas y los aragoneses no se reducía a una simple división
entre reformistas y reaccionarios, pues Aranda y su aliado político, Roda, se
adscribían a uno u otro grupo según los temas concretos. En la política clientelista de
este tipo aquellos que dominaban las secretarías más importantes acumulaban mayor
poder y ello situaba a ministros como Grimaldi y Floridablanca, golillas despreciados
por Aranda, por los nobles y los militares, en una posición de preeminencia sobre sus
rivales.
A los Secretarios de Estado, se les llamaba Ministros, fueron la figura clave del
gobierno de Carlos III, estableciéndose cinco ministerios:
- Estado (Floridablanca).
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- Guerra.
- Marina.
- Hacienda.
- Justicia.
Se creó la Junta Suprema de Estado en 1787 que se reuniría una vez por semana en el
despacho del Secretario, Ministro, de Estado.
Carlos III dio un nuevo impulso a las “Intendencias” que tendrían a partir de ahora un
mayor contacto con el Gobierno Central. Así, en las provincias, los “intendentes” (la
mayoría de ellos pertenecían a los sectores medios e inferiores de la aristocracia) eran
los responsables:
Los ingresos de las ciudades eran considerables, por lo que no podían quedar fuera
del control del Gobierno y desde 1760, con la Contaduría General de Propios y
Arbitrios, dependiente del Consejo de Estado, los controlaba.
La mayoría de los municipios estaban controlados por la nobleza local, que había
comprado los cargos municipales.
El Ejército
Carlos III tenía inclinación por la guerra, el desarrollo de las Fuerzas Armadas así
como el incremento del presupuesto en Defensa dan una idea del carácter militar del
régimen. El rey envió grupos de oficiales a estudiar el sistema militar prusiano.
O´Reilly se ocupó de enseñar la táctica prusiana el ejército español.
Con Carlos III aparecieron las “Reales Ordenanzas del Ejército”, con:
Los intendentes daban dinero a las tropas para la compra de provisiones, pero el
Ejército no tenía sus propios sistemas de aprovisionamiento y dependía del transporte
y la comida de la compra sobre el propio terreno.
Otro problema existente era el “reclutamiento de tropas”, pues el servicio militar era
muy impopular y el Gobierno prefería tropas voluntarias y extranjeras. En esos años
el ejército contaba con ocho regimientos de extranjeros y otras tropas suizas.
En 1770 se adjudicó una cuota de reclutas, de entre 17 y 30 años, forzosos entre los
hombres solteros por cada provincia y mediante sorteo, para servir durante ocho años.
El resultado de esa cuota fue un fracaso ya que se producían casamientos en masa, así
como huidas o sobornos a los magistrados encargados de los sorteos. Al final sólo
pobres y menos favorecidos acabaron yendo a filas en la Infantería. El peso de esa
cuota lo acarreaba Castilla, Andalucía y el noroeste peninsular.
La Marina
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Carlos III había heredado una marina relativamente fuerte, diseñada por Ensenada,
siguiendo el modelo de la marina inglesa. Entre 1770-78 los astilleros trabajaron sin
descanso en la construcción de navíos de línea y fragatas, al igual que los astilleros de
La Habana. La madera de los mástiles se traía del norte de Europa y Rusia.
1. Planificando la Marina.
2. Reclutando a nuevo personal.
3. Organizando la construcción de navíos.
La preparación de sus oficiales era deficiente y muchas de las derrotas que la Armada
Española tuvo no fueron por la calidad del material, o su cantidad, sino por la
incapacidad de éstos.
LA OBRA DE CAMPOMANES
Sus escritos tenían una fuerte dimensión histórica, creía que la Historia tenía un valor
práctico y buscaba en el pasado elementos que pudieran justificar la acción del
presente. Sus escritos fueron el principal elemento de la política económica de Carlos
III. Fue:
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LAS “NUEVAS POBLACIONES” DE OLAVIDE
En 1767 Campomanes elaboró un proyecto, costeado en parte por los jesuitas, para la
colonización de las tierras desérticas de Sierra Morena. Se trataba de crear colonias
en las regiones deshabitadas de tierras de realengo y su función era demostrar que los
problemas agrarios tenían solución si se aplicaba un programa ilustrado que no se
viera obstaculizado por las trabas del pasado y libre de latifundios, mayorazgos y
manos muertas.
a) 33 hectáreas de tierras.
b) Casa.
c) Aperos de labranza.
d) Ganado diverso.
e) Exenciones fiscales.
81
TEMA XI LA POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS III
En 1756 al inicio de la Guerra de los Siete Años Inglaterra apresaba barcos españoles
con mercancías francesas; los corsarios ingleses entraban en aguas jurisdiccionales de
España y Gibraltar continuaba siendo británica.
En plena guerra, 1760, también se produjo la toma de Montreal por parte de los
ingleses, lo que puso en serio peligro las posesiones coloniales francesas americanas.
La suma de estos hechos y la afinidad del monarca con Francia hicieron que Carlos
III aparcase su neutralidad y se acercase a los franceses.
LA PAZ DE PARÍS
82
EL APOYO ESPAÑOL A LA REBELIÓN DE LAS COLONIAS BRITÁNICAS
DE AMÉRICA
La rebelión de las colonias inglesas de 1775 puso fin al peligro que Inglaterra suponía
en su expansión colonial al sur y dio a España la posibilidad de recuperar territorios
perdidos.
España apoyó a los corsarios americanos y se firmó un acuerdo secreto con Francia
en 1779 por el que los franceses aseguraban a los españoles si entraban en la
contienda la devolución de Menorca, Gibraltar, Florida y Belice.
La Corona siguió buscando el apoyo de la nobleza y del clero, al que respetó sus
privilegios heredados o adquiridos.
Carlos III dejó a su muerte en 1788 a su sucesor, su hijo Carlos IV, un sistema
impositivo sin reformar y una Hacienda endeudada. Además los últimos años de su
reinado trajeron malas cosechas con hambre, epidemias y muertes, lo que obligó al
gobierno a hacer grandes desembolsos en el extranjero para la compra de cereales.
LA PAZ DE VERSALLES
83
En 1783 se firmó la Paz de Versalles, por la cual:
84
TEMA XII CULTURA E ILUSTRACIÓN
INTRODUCCIÓN
Tras la Guerra de Sucesión y el advenimiento del primer Borbón se inició una etapa
nueva en la cultura hispana que bien puede calificarse de Primera Ilustración. Se
trataba del lento despertar de un movimiento que todavía debía madurar y
desarrollarse, pero que ya llevaba en su germen los fundamentos esenciales del
futuro.
Es la época en la que empiezan a surgir los primeros escritos mercantilistas, como los
de Uztáriz, con el objeto de conocer la realidad económica del país y de aplicar
nuevas soluciones. Es la etapa en la que Macanaz porfía por asegurar el regalismo
como arma para la regeneración de la monarquía, trazando para ello un primer
programa globalizador. Es el momento en que ve la luz uno de los periódicos más
importantes del siglo, como fue el Diario de los Literatos de España. Y, sobre todo,
es la hora en la que empiezan a despuntar 2 de los principales intelectuales de la
Ilustración española, que llenaron buena parte de la vida intelectual de la primera
mitad de la centuria: Feijóo y Mayans.
Su principal obra, el Teatro Crítíco Universal (1726-1739), así como las Cartas
eruditas (1742-1760), que le sirvieron de complemento, se vendieron por millares y
se agotaron con prontitud: se calcula que más de 400 mil volúmenes pasaron a manos
de los españoles a lo largo del siglo. Su lenguaje ameno y accesible, sin erudiciones
innecesarias, le permitió romper las barreras de las minorías. Campomanes y el
impresor madrileño Joaquín Ibarra prepararon finalmente una edición en 33
volúmenes de los escritos feijonianos, mostrando con ello la influencia que Feijóo
tuvo en la Ilustración, más allá de su muerte.
Los 8 volúmenes del Teatro y los 5 de las Cartas parten del presupuesto de la
postración de España, vivamente sentida. Feijóo fue uno de los ilustrados que más
contribuyó a afianzar la idea del vacío intelectual anterior a sus días. Su programa se
cifra, además de llamar la atención sobre tal postración, en el anhelo de redimirla. Lo
hace a su estilo, con lenguaje inhabitual en los escritores, con temas siempre de
actualidad, y hablando de todo en los 280 escritos que integran su obra: de economía,
de convencionalismos sociales, de política (era un pacifista convencido y
desmitificador de héroes bélicos), de la necesidad científica, contrastante con el
ensimismamiento anterior, en sus ensayos sobre medicina, sobre física, ciencias
naturales, astronomía.
Entre los intelectuales del siglo dedicados a las humanidades, resalta con luz propia la
figura de Gregorio Mayáns y Siscar (1699-1781), personaje de suma importancia
del que no es exagerado afirmar que fue pieza clave en la recuperación cultural de la
España de los años centrales de la centuria. Nacido en Oliva, Mayáns fue profesor de
Derecho en la Universidad de Valencia, donde destacó como un pensador de
indudable talla y de variadas inquietudes dentro de una tónica general muy ligada al
humanismo europeo y más concretamente al erasmismo.
Es de destacar igualmente, como muestra del valor que tenía en esta Primera
Ilustración la búsqueda del pasado histórico, el esfuerzo erudito y documental del
padre agustino Enrique Flórez (1702-1773) al redactar 29 volúmenes de su España
Sagrada. Mientras que en los temas seculares se mantuvo relativamente crítico y
heurístico, en los eclesiásticos la actitud complaciente con la «leyenda rosa» clerical
fue moneda corriente en sus textos.
Libros y periódicos
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Se ha estudiado especialmente la lucha de los intelectuales con la censura,
representada por la Inquisición, por el consejo de Castilla, y por la jurisdicción
especial del Juez de Imprentas. Fue una lucha desigual. La censura no logró impedir
la circulación de una literatura clandestina ni de libros prohibidos. Al principio la
censura inquisitorial condenaba obras con divergencias religiosas de tipo jansenista.
más adelante fueron los grandes títulos de la Ilustración europea, fundamentalmente
franceses, pero también italianos. Estuvieron prohibidos unos 500 títulos franceses
que incluían todos los grandes autores del siglo XVIII. Pero los lectores disponían de
muchos modos de burlar la censura, entre ellos las traducciones en las que no se
indicaba el nombre del autor.
Las librerías y las bibliotecas eran los principales centros de difusión del libro.
Acerca de las primeras sabemos que a mediados del siglo no rebasaban para toda
España el número de las 200 (para 1757 se han cifrado exactamente en 181), lo que
indica claramente la precaria situación de la lectura en España pese a la mejora que se
experimentó durante el siglo. La difusión era escasa y los autores se veían obligados a
convertirse en sus principales agentes de promoción. La aparición esporádica de
catálogos, con preferencia a finales del siglo, permite adivinar una cierta mejora.
Además, existían otras bibliotecas de carácter semipúblico, como eran las que
poseían las diversas universidades y academias, las de los seminarios episcopales y
los conventos o las de instituciones como los Reales Estudios de San Isidro, a la que
se agregó la biblioteca de los jesuitas madrileños tras su expulsión, o el Real Colegio
de Cirugía de Barcelona.
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periódicos de opinión más que de información; en algunos casos eran verdaderas
revistas intelectuales.
Carácter oficial o semioficial tuvo el Diario de los literatos de España que se publicó
de 1737 a 1741. Distinto carácter y mucha mayor duración tuvo el Mercurio histórico
y político que comenzó a publicarse en 1738. El periodismo recibió un fuerte impulso
gracias a la labor de Mariano José de Nifo. De 1762 a 1767 se publicó El Pensador,
la primera revista de crítica social (aún moderada). Una fuerte expansión de la prensa
se registró en el decenio de los 80, sobre todo con El Censor (1781), dirigido por Luis
Cañuelo, de fuerte matiz crítico, lo que le valió problemas con la Inquisición. La
prensa periódica no se limitaba a Madrid, como prueban el Diario Pinciano de
Valladolid (1787), el Diario de Valencia (1790) y el Diario de Barcelona (1792).
Como consecuencia de la Revolución Francesa, de 1791 a 1792 fueron prohibidas
todas las publicaciones periodísticas que no estuvieran controladas por el Gobierno.
Aunque se revocó la prohibición, la censura inquisitorial y estatal siempre estuvieron
atentas.
Los nuevos campos de la ciencia, los nuevos métodos, hicieron posible la otra
enseñanza y formación: la técnica, la profesional, con independencia de los gremios.
En este sentido, el siglo XVIII fue coherente con su obsesión por lo útil. El que las
refiramos sólo catalogalmente no debe mermar la trascendencia de iniciativas e
instituciones que ofrecían, aunque a veces con cierta timidez, la formación práctica
que no se podía recibir en la Universidad.
De acuerdo con las necesidades de la Armada, del comercio marítimo, es decir, con
las precisiones del Estado, se privilegió la Náutica. Éste fue el sentido del pionero
Colegio de San Telmo sevillano, creado antes del siglo XVIII y convertido luego
(1786) en Escuela Oficial de Náutica para la formación de pilotos. Ya en 1717
funcionaba en Cádiz la Compañía de Guardias Marinas (luego trasladada a San
Fernando). Su carácter elitista se compensó con la apertura de Escuelas similares en
los astilleros de Cartagena y de El Ferrol con Carlos III. Consulados y Juntas de
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Comercio estimularon Escuelas de Náutica en Bilbao, Barcelona, Málaga, Santander,
Coruña, Alicante y Mallorca entre 1740 y 1802. La mejor organizada, la más
ilustrada, debida a los desvelos de Jovellanos, fue, sin embargo, la del Instituto de
Gijón, que compartió la orientación marinera natural con la sección de mineralogía,
tan adecuada a su entorno.
El Seminario de Nobles de Madrid, fundado por Felipe V para ser conducido por los
jesuitas, y que tras la expulsión de la Compañía se transformó y secularizó con sus
métodos y programas. El Seminario era el más moderno de los de su clase, con
enseñanzas de español, francés, geografía, historia natural, danza, esgrima y otras que
se consideraban indispensables para los jóvenes de noble cuna.
LAS ACADEMIAS
Se dispuso una ley (23-10-1777) con la que no podría hacerse ninguna obra ni
monumento público sin previa aprobación de los proyectos por la Academia de San
Fernando, la cual rechazó sistemáticamente los que no se ajustaran a las normas
clásicas. El área de aplicación de la ley no se circunscribía a las obras arquitectónicas;
se extendía también a los retablos, que en adelante sólo podrían fabricarse de sobria
factura, de piedra, de mármol o de madera imitando mármol si los recursos con que
se contaba no eran suficientes, y en los que debían observarse rigurosamente las
reglas de los órdenes clásicos, casi siempre coronados con el inevitable frontón.
Otro aspecto destacable en la política cultural del reinado de Carlos III fue la atención
prestada a los archivos públicos. Es verdad que no se les consideraba como fuentes de
investigación histórica, sino como archivos administrativos, pero sin esas medidas de
reorganización grandes tesoros documentales hubieran desaparecido. La realización
más positiva fue la creación del Archivo General de Indias (1787), instalado con
verdadera magnificencia en el edificio construido por el Consulado de Sevilla. Junto
a esta medida cabe señalar la reorganización de los archivos de Simancas, Cámara de
Comptos de Navarra, Corona de Aragón y el de la Orden de Santiago en Uclés.
91
LAS CIENCIAS EXPERIMENTALES Y LAS EXPEDICIONES
CIENTÍFICAS
Desde los novatores, la ciencia más atendida (y ello es comprensible) resultó ser la
medicina. También en iniciativas múltiples operaron las precisiones militares. Hemos
aludido ya a la trascendencia de la Regia Sociedad de Medicina (y otras Ciencias) de
Sevilla en los albores del siglo. La iatroquímica fue superada por otros sistemas más
de acuerdo con la observación directa, por la atención a enfermedades carenciales. Al
final del siglo (1795), el Colegio de Médicos obligaría a la colegialización. A cambiar
hábitos demasiado arraigados contribuyeron los avances de la medicina preventiva,
con las polémicas sobre la inoculación al principio, con la aceptación de la vacuna
antivariólica al final.
92
Los veterinarios españoles contaban con una importante tradición que se remontaba a
la Edad Media y tenían desde el Renacimiento una organización profesional
controlada por el Protoalbeiterato. La primera institución docente de carácter
moderno, la Escuela de Veterinaria de Madrid, fue fundada en 1792.
El Real Jardín Botánico de Madrid, emigrante hasta situarse, con Carlos III, en su
lugar definitivo (1781). Profesor de este centro de experimentación fue José Quer,
autor de la primera Flora española, tradicionalista, en 6 volúmenes. Durante estas 3
décadas el Jardín Botánico de Madrid fue una de las instituciones de mayor
importancia dentro del panorama mundial de la disciplina. Su aportación más
destacada fue la de promover y centralizar las grandes expediciones botánicas
españolas de la época, encabezadas, en general, por naturalistas que habían estudiado
en la escuela que funcionaba en el Jardín.
Pero sería en los reinados de Carlos III y Carlos IV cuando se llevarían a cabo las
expediciones más fecundas. La expedición a “los Reynos de Perú y Chile”, se
organizó en 1777 bajo la dirección del burgalés Hipólito Ruiz y del extremeño José
Antonio Pavón, ambos discípulos de Gómez Ortega. Durante 10 años recogió una
enorme cantidad de material que, entre otras cosas, significó para la botánica
descriptiva la incorporación de 141 géneros nuevos y de más de medio millar de
especies hasta entonces desconocidas. Fueron dadas a conocer por Ruiz y Pavón en 5
volúmenes de su Flora peruviana et chilensis (1794-1802) y en una serie de
publicaciones monográficas.
93
LA REFORMA UNIVERSITARIA
El latín se estudiaba a fondo, pero muy pocos estudiaban el griego, y menos aún el
hebreo. El conocimiento de las lenguas vivas formaba parte de la instrucción de los
príncipes y de algunos caballeros y burgueses cultos, pero no de los planes de
estudios. Tampoco la enseñanza de la Historia y la Geografía; de estas disciplinas los
curiosos adquirían nociones a través de lecturas personales.
La carencia más grave era la de las ciencias de la Naturaleza. Dentro del carácter
libresco que tenía toda la enseñanza, los médicos tenían mayores oportunidades de
contacto directo con las realidades materiales por sus estudios de Anatomía, de
Botánica y nociones muy elementales de una ciencia todavía en formación: la
Química. La Física formaba parte de la Filosofía Natural y se basaba en los conceptos
aristotélicos, totalmente superados por el avance de la Física experimental. En cuanto
a las Matemáticas, a las que Salamanca dedicó en un tiempo alguna atención, en vez
de prosperar había degenerado como asignatura académica.
Junto con la prensa periódica, las Sociedades Económicas de Amigos del País fueron
uno de los más peculiares “conductos de la Ilustración”, a través del cual se
94
difundieron las nuevas ideas de reforma económica en el plano provincial y local. En
el origen de estas nuevas instituciones confluye la acción de 3 factores:
Sin embargo, las Sociedades Económicas de Amigos del País, como movimiento
homogéneo y colectivo, surgieron a partir de 1774, cuando Campomanes publicó sus
2 obras más divulgadas: Industria popular y Educación popular de los artesanos.
Campomanes deseaba la regeneración de la economía española a partir de un modelo
de crecimiento preferentemente rural.
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creación continuó tras la Guerra de la Independencia, aunque el contexto no fue ya el
mismo.
Pese a los matices diferenciales que pudieron darse -el fuerte dinamismo de las
Sociedades Vascongada y Matritense, sus medios económicos y la importante
personalidad de sus participantes no fueron lo habitual en el resto de España, si
exceptuamos las de Zaragoza, Valencia, Sevilla, Segovia o Mallorca-, es posible
bosquejar un cuadro general de las actividades que realizaron los Amigos del País y
de la trascendencia de sus acciones en la sociedad española del último cuarto de siglo.
En todas o casi todas se trató de los medios para conocer y aumentar la población,
que era uno de los fines primeros de su creación. En cuanto a la agricultura y
ganadería, se dedicaron prolijas memorias a toda suerte de mejoras técnicas, a la
divulgación de métodos e instrumentos de trabajo y a loar la nueva agricultura; pero
también se habló de modificar las formas de tenencia, propiedad y explotación de la
tierra, como cuando la Madrileña abordó el Informe sobre la Ley Agraria de
Jovellanos, con tantas sugerencias acerca de las manos muertas y de cambios
sustantivos. Igualmente se trató de la industria, de sus dificultades y posibilidades;
gracias a informaciones llegadas de fuera se conocieron avances tecnológicos de no
fácil aplicación; en varias saltó la cuestión gremial y se cuestionaron formas de
producción que se consideraban en trance de arcaísmo. Al lado de estas atenciones,
algunas Sociedades dedicaron tiempo y dinero a realizar labores de infraestructura,
como carreteras, puertos, acueductos y canales o incluso a poner en funcionamiento
algunas industrias a título experimental.
Pero el progreso no podía conseguirse sin acudir a una segunda labor: la educación.
Así, las sociedades crearon 4 tipos de enseñanzas: escuelas de primeras letras
(cuestiones elementales y prácticas de los oficios textiles como hilar en el torno y
tejer en telares); centros de formación profesional artesanal (para aumentar la
producción formando más adecuadamente a la mano de obra), y cátedras de diversas
ciencias (en particular las ciencias experimentales, como la química, las matemáticas
o la botánica; pero también la economía política, la nueva ciencia utilitaria por
excelencia).
97
TEMA XIII EL REINADO DE CARLOS IV
LA FIGURA DE CARLOS IV
En 1788 moría el Borbón de más prestigio del siglo XVIII, Carlos III. Carlos IV su
hijo, casado con María Luisa de Parma, deseaba continuar la política de su antecesor:
mantuvo como Primer Ministro a Floridablanca, pero los acontecimiento le
rebasaron. Carlos IV heredó poder y 2 objetivos de su padre: la modernización y el
engrandecimiento de España, con las dificultades añadidas de la penetración de las
ideas revolucionarias y la invasión de los ejércitos franceses. La moderada
prosperidad experimentada a mediados de la centuria se había acabado y el país
conoció la peor serie de crisis de subsistencia de su Historia.
En cuanto a la figura de Carlos IV, para unos era un hombre de natural pacífico y de
índole benigna, generosa, afable no le inclinaban a ejercer la inhumanidad por reglas
y por principios. Pero frente a esta visión tópica hay multitud de ejemplos de lo
contrario, como cuando visitó Barcelona para las bodas reales de 1802, en que mostró
un gran interés por visitar las instalaciones militares y acudió a Figueras para conocer
personalmente los motivos y circunstancias de su rendición durante la guerra con
Francia de 1793-1795 y la historiografía más reciente le concede un papel activo en
la dirección de la política exterior española.
98
Cierto es que, aficionado a la música de Bocherini y a la pintura de Goya, había
heredado de sus antecesores la adoración por las actividades campestres, sobre todo
la caza y la equitación, se sentía muy inclinado por las actividades manuales y estaba
imbuido por un concepto familiar de la monarquía, sintiéndose defensor nato de la
dinastía borbónica y, en especial, protector de sus ramas italianas.
Su esposa, María Luisa de Parma, era una gran aficionada al lujo y a las joyas. Fue
objeto de una cruel campaña de desprestigio, auspiciada por los enemigos de Godoy
y continuada por la historiografía posterior. Su actividad política no fue desdeñable y
los informes diplomáticos que los enviaban señalaban con frecuencia a María Luisa
como la inspiradora de la acción política española. Tenía una imaginación feliz, un
entendimiento despejado, un talento sublime, una política profunda, una comprensión
vasta, un manejo y destreza en los negocios arduos y complicados, y un genio nacido
para el trono con no menores disposiciones que otras reinas gobernantes.
Floridablanca puso al servicio de Carlos IV, las mismas cualidades de que había
hecho gala con Carlos III, eficacia, seriedad y dominio de la situación. Fue acusado
de despotismo ministerial por sus enemigos que se agrupaban en torno al conde de
Aranda, cesado recientemente de su puesto de embajador de Francia, y que expresaba
la hostilidad de los aristócratas y militares hacia los golillas y burócratas.
100
económica y política y para incrementar la soldada de los miembros de la guardia
real. Pero se trataba de los tradicionales motines del pan sin contenido ideológico.
Sin embargo, para Carlos IV la Revolución Francesa era una amenaza tanto para los
Borbones como para España. Su principal preocupación era salvar el Trono de su
primo Luis XVI y, luego, salvar su vida. Ésta fue una de las razones por las que
mantuvo en el gobierno a Floridablanca, confiando en su experiencia como
diplomático y en su conocido apoyo a la alianza tradicional entre España y Francia.
Pero Floridablanca adoptó una actitud de dureza hacia Francia, no sólo clausurando la
frontera sino también adoptando una posición sobre los acontecimientos políticos
ocurridos en el país vecino. No tardó en ser evidente que la política de Floridablanca
ponía en peligro a la monarquía francesa. Por tanto, había que modificar esa política
y para subrayar el cambio se nombró a un nuevo Ministro. Floridablanca fue cesado
el 28-2-1792 por su intransigencia respecto a Francia. Especialmente, la negativa de
España a reconocer la validez del juramento de Luis XVI de la constitución francesa
se consideró que ponía en peligro a la familia real francesa.
Floridablanca fue sustituido como Primer Secretario de Estado por Aranda, otro
experto en asuntos franceses. El nuevo Ministro se lanzó a la tarea de modificar la
política de su antecesor. La Junta de Estado fue abolida, siendo su lugar ocupado por
el Consejo de Estado. Era esta una institución tradicional presidida por el Rey y en la
que no sólo estaban presentes ministros sino también representantes de las clases
privilegiadas, pero pocos asuntos de importancia eran sometidos al consejo. Aranda
también suavizó la actitud oficial de España ante la Revolución francesa y moderó las
estrictas leyes de prensa con que el Gobierno había intentado protegerse. Argumentó
que la hostilidad con respecto a Francia era contraproducente, que carecía de toda
sanción militar y que privaba a España de influencia diplomática contra Gran
Bretaña. Pero no consiguió ver cumplido su principal objetivo de salvar a la
monarquía francesa y su actitud indulgente hacia la Revolución Francesa irritó a los
monarcas españoles, especialmente porque no consiguió nada a cambio. La posición
de Aranda era, pues, precaria. La reina y Godoy monopolizaron los nombramientos
en el Gobierno y marginaron cada vez más al Ministro. Pronto se demostró que los
apaciguadores nada podían hacer para detener el curso de los acontecimientos en
Francia. El derrocamiento de Luis XVI y el apresamiento de la familia real francesa
en agosto de 1792, junto con las victorias militares de la nueva república y su política
de expansión revolucionaria, indujeron a España a cerrar filas una vez más y al
101
monarca a intentar otro camino. Cesó a Aranda el 15 de noviembre y liquidó, así, la
política y a los políticos de Carlos III, en favor de un nuevo régimen.
Aranda fue sustituido por Manuel Godoy, de quien pronto se empezó a decir que
debía únicamente al favor de la reina su rápido acceso al poder. Pero en su
nombramiento había algo más que una intriga palaciega. El punto de vista de los
británicos era que los monarcas habían preparado durante largo tiempo a Godoy y
que el fracaso de la pacificación en un momento en que la contrarrevolución cobraba
fuerza les dio la oportunidad de nombrarlo.
Godoy no contaba con una base de poder. Fue afortunado en el sentido de que su
iniciación al Gobierno y su política de guerra con Francia coincidieron con un rebrote
102
del nacionalismo español y se benefició de la popularidad entre el clero y la
población. Era también foco de atención y de esperanza por parte de un grupo de
jóvenes intelectuales, Forner, Moratín, Meléndez Valdés, como posible partidario de
la Ilustración. El favor de que gozaba en la Familia Real y su influencia llenó su
camarilla de «pretendientes» y le proporcionó una clientela cambiante, formada en
gran parte por mujeres.
Godoy no era un español modélico y a los ojos de la mayor parte de los españoles no
era tampoco un estadista modélico. Si la reina fue su amante en los años posteriores a
1788, esa relación sólo duró hasta el matrimonio de Godoy en 1797 y fue seguido de
una estrecha amistad: Godoy permaneció con ella durante su exilio, estaba presente
en su lecho de muerte en Roma, y ella le nombró su único heredero. Junto con el rey
creían que Godoy era un genio político, el salvador de España y su última esperanza.
Sus cartas a Godoy durante más de 10 años revelan los pensamientos no de un
amante sino de 2 monarcas abrumados por la situación política que recurren a su
Ministro para que les permita superar la confusión reinante.
Un decreto de 20-12-1796 ponía fin a la regulación de los precios sobre todos los
paños y otras manufacturas producidas en el Reino. Los precios dependerían del
mercado y el Estado sólo intervendría para castigar el fraude.
El Gobierno tomó también diversas medidas para ampliar los trabajos de las
Sociedades Económicas y para utilizar a los párrocos rurales para difundir los más
modernos adelantos sobre la agricultura y la manufactura, tal como durante mucho
tiempo habían defendido los ministros de Carlos III. El Semanario de agricultura y
artes dirigido a los párrocos, apareció el 5-1-1797 y se publicó sin interrupción hasta
la invasión francesa de 1808.
Jovellanos pudo llevar adelante su proyecto más preciado, la creación del Real
Instituto Asturiano de Gijón en 1792, un instituto especializado en Matemáticas,
Navegación y Mineralogía, gracias a la protección y simpatía de Godoy. Y fue Godoy
quien hizo posible, en 1795, la publicación de la obra más importante de Jovellanos,
el Informe de la Ley Agraria.
Godoy remodeló el Gobierno a finales de 1797. Decidió una vez más intentar
conseguir el apoyo político de los reformistas y reforzó su Administración con
figuras destacadas del reinado de Carlos III marginadas por Floridablanca. En
noviembre Cabarrús fue nombrado embajador en Francia y, siguiendo su consejo,
Godoy reclamó a Jovellanos desde Asturias para nombrarle Secretario de Gracia y
Justicia, con jurisdicción sobre los asuntos eclesiásticos. Jovellanos aceptó el
nombramiento con recelo, considerando que una «privanza» de ese tipo era un
anacronismo. También por recomendación de Cabarrús se integró en el Gobierno a
un joven pie funcionario con reputación de experto en las finanzas del Estado,
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Francisco de Saavedra, que fue nombrado secretario de Hacienda. Finalmente, Godoy
situó en el primer plano, inmediatamente por debajo de él, y como responsable del
ministerio de Asuntos Exteriores a Mariano Luis de Urquijo, traductor de Voltaire y
al que Aranda había protegido de la Inquisición en 1792. No había existido un
gabinete más «ilustrado» en España.
Los monarcas dirigieron nuevamente su mirada a Godoy. Durante los años que había
permanecido apartado del poder su posición política se había modificado. Su política
de reformas no había conseguido conquistar las posturas centristas y el protagonismo
excesivo del liberalismo en 1797-1800 había polarizado las posiciones. En lo
sucesivo, Godoy adoptó una postura más prudente. Retornó no como Ministro, sino
como Jefe del Gobierno con poderes extraordinarios, por debajo de los monarcas pero
sobre todos los ministros. Fue nombrado no sólo para poner fin a 2 años de
desgobierno sino también para realizar una tarea militar.
105
De la misma forma que había sido cesado para complacer a Francia, una de sus
primeras obligaciones al regresar al gobierno era hacer algo por Napoleón. En 1800,
Napoleón comenzó a presionar a España para que le ayudara a subyugar a la aliada de
Gran Bretaña, Portugal. Godoy fue nombrado comandante en jefe y partió hacia el
campo de batalla en mayo de 1801 con 60.000 hombres. Los portugueses capitularon
cuando sólo habían transcurrido 3 semanas de guerra. Godoy fue promovido al rango,
sin precedentes, de generalísimo, y luego al de almirante, con el título de Alteza
Serenísima. Por lo demás, la guerra puso al descubierto la inferioridad militar de
España y ejerció una influencia muy negativa sobre su independencia, su economía y
sus gastos.
El 2º gobierno de Godoy fue una prolongada prueba de fuerza con enemigos internos
y externos. La «neutralidad» española de 1802-1804 fue, de hecho, servilismo hacia
Francia, a la que se le dieron bases, facilidades y traslado de tropas a Portugal. Una
vez que Gran Bretaña renovó la guerra con Francia, en mayo de 1803, se le advirtió
de que los cargamentos de metales preciosos estaban en peligro. Godoy se hallaba
ante un difícil dilema, pero en ningún momento vaciló en su elección, o su temor, de
Francia. Esto permitió a Napoleón explotar la situación y obligar a España a comprar
el derecho a permanecer neutral mediante el pago a Francia de un subsidio de 6
millones de libras mensuales. Para realizar esos pagos, el gobierno español consiguió
un préstamo en Francia al 10%.
La estructura impositiva del Antiguo Régimen estaba diseñado para un Estado ideal,
sin problemas internos y con paz en el exterior. Pero las tres guerras sucesivas,
Francia (1793) e Inglaterra (1796-1802) y (1804-1808) dejaron las arcas reales
exhaustas.
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La circulación de los mismos necesitaba de la existencia de fondos en Hacienda; para
pagar los intereses a los compradores y para hacer frente a los reintegros de las
cantidades invertidas.
La primera emisión de estos vales supuso el 10% de los “propios y arbitrios” de todos
los ayuntamientos. Las sucesivas emisiones se hicieron con respaldo de bienes
eclesiásticos. Pese a estas medidas no se pudo reducir la deuda pública que seguía
creciendo en 1798.
Godoy buscó nuevas fórmulas de ingresos, pero no quería cargar a los contribuyentes
por lo que comenzó con los “bienes muebles”:
1. Las casas de los propios y arbitrios que daban renta de todos los
ayuntamientos.
2. Los bienes inmuebles de las seis Universidades Mayores.
3. Los bienes inmuebles de los jesuitas que todavía quedaban sin propietario
tras su expulsión en 1767.
4. Los bienes inmuebles de Hospitales, Hospicios o Casas de Misericordia.
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TEMA IX LA POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS IV
El frustrado intento diplomático de Godoy por salvar la vida de los reyes franceses
fue mal visto por la Convención (la Convención Francesa era la institución principal
de la Primera República Francesa). Los monarcas fueron asesinados en enero de 1793
y la Convención declaró la guerra a España en ese mismo año. Los franceses
invadieron territorio español entrando por los Pirineos.
Desarrollo de la guerra
Los inicios fueron victoriosos para los españoles, se invadió el Rosellón en 1793,
pero la falta de objetivos políticos o territoriales hicieron que esas incursiones fueran
simples actos simbólicos. Sin embargo, las campañas de 1794 y 1795 fueron nefastas
para España:
Godoy recibió el título de “Príncipe de la Paz”, por parte de los reyes españoles.
De los acuerdos de la Paz de Basilea se derivaron los pactos que al año siguiente
firmaron los dos países. Es así como se firmó el Tratado de San Ildefonso (1796):
Cuatro años después se firmó el Tratado de San Ildefonso (1800), por el cual:
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LAS GUERRAS HISPANO-FRANCESAS CONTRA INGLATERRA Y EL
DESASTRE DE TRAFALGAR
El bloqueo británico de Cádiz cortó las comunicaciones con las Indias, perturbó el
comercio, y retrasó las llegadas de causales americanos.
Por el Tratado de Badajoz (1801) Portugal aceptó cerrar sus puertos a los barcos
ingleses, cedió Olivenza a España y un territorio en la Guayana a Francia, y además
se comprometió a un tratado comercial y al pago de indemnizaciones.
En 1802 se firmó la Paz de Amiens entre España, Francia e Inglaterra, por la cual
España cedía Trinidad a Inglaterra y Portugal recuperaba Olivenza.
En 1804 de cuatro fragatas cargadas de oro español, tres fueron apresadas por los
ingleses y la cuarta se hundió. Finalmente España declaró la guerra a Inglaterra.
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En 1805 las flotas inglesa y franco-española se encontraban enfrente de Cádiz, en
Trafalgar, sufriendo una terrible derrota a manos del Almirante Nelson, a pesar de la
gran inferioridad numérica británica. La mala preparación de los franco-españoles y
la mediocridad de Villeneuve, almirante francés, junto a la habilidad de Nelson
fueron la causa de su victoria.
- Sin armada para defender sus territorios americanos, fue el fin de su política
global.
- No pudo acudir a frenar los primeros brotes secesionistas americanos,
instigados por Gran Bretaña.
- La norte para María Luisa, reina de Etruria, el suyo de Italia iría a manos de
Napoleón.
- El sur para Godoy.
- La parte central, Lisboa, se lo reserva Napoleón para poder intercambiarlo con
provincias del norte del Ebro, y quedarse finalmente sólo con Navarra.
La crisis del Antiguo Régimen fue una crisis total que afectó al conjunto de España y
a todo su pueblo: al Estado y a la Iglesia, al Ejército y a la Marina, a la economía y a
la sociedad, a las zonas del interior y a las regiones y, por último, al imperio de
ultramar. El Gobierno de Carlos IV agravó la crisis pero no la provocó. Las raíces de
la inestabilidad política se hallaban en el pasado borbónico.
El desarrollo del absolutismo y la expansión del Estado centralista bajo Carlos III ya
habían provocado tensiones, suscitando una respuesta hostil no sólo por parte de los
liberales sino también de los tradicionalistas. La tradición estaba representada por los
intereses regionales y aristocráticos, manifestándose los primeros en la resistencia al
reclutamiento forzoso y los segundos en la oposición a los ministros y la burocracia.
Los sectores privilegiados se consideraban ignorados por el Estado absolutista y
denunciaron el despotismo ministerial y la autoridad de un Primer Ministro sobre los
demás como un quebrantamiento de los derechos aristocráticos, ya fuera el ministro
Floridablanca o Godoy y su monarca Carlos III o Carlos IV.
La España rural estaba dividida entre una oligarquía de grandes propietarios y sus
satélites locales, por una parte, y una masa de campesinos, por otra.
Pero todas las medidas fracasaron frente a la desastrosa cosecha de 1803-1804, que
fue la culminación de una serie de años malos y la expresión última de una economía
en crisis. El Gobierno tomó una serie de iniciativas: intentó estimular a las
autoridades locales, asignar fondos para la ayuda de la población rural pobre, dar
trabajo a los desempleados y destinar dinero de las instituciones de caridad para
comprar semillas para los campesinos pobres. Pero estas iniciativas no aportaron gran
alivio a los millares de víctimas del hambre, la malnutrición y las enfermedades en
Castilla y Andalucía.
La inflación se añadió a los problemas del Antiguo Régimen y ahondó aún más las
divisiones en la sociedad española. En la España rural, la inflación, unida a las
fluctuaciones de las cosechas y a las diferencias existentes en la propiedad de la
tierra, provocó el descenso del nivel de vida de la mayoría de los campesinos en un
momento en que los sectores privilegiados podían protegerse elevando las rentas y
derechos. En las ciudades, los trabajadores industriales salían peor parados que los
maestros artesanos y los propietarios, que podían hacer recaer las subidas de precio
en el consumidor. El incremento de los precios de los productos en casi un 100% en
la segunda mitad del S. XVIII, frente a un incremento de los salarios de menos de un
20%, significó el incremento de los beneficios empresariales, pero empeoró el nivel
de vida.
La caída de los salarios por debajo de los precios permitió que muchos hombres de
negocios, por ejemplo en Cataluña, ahorraran y pudieran invertir. En general, las
rentas eclesiásticas aumentaron al mismo ritmo que los precios, como ocurrió en el
caso de todos aquellos que obtenían la riqueza de la tierra. Menos protección frente a
la inflación tenían los funcionarios del Estado y todos cuantos dependían de un
salario fijo. Pese a todo, no morían de hambre. La carrera administrativa se estaba
profesionalizando.
La estructura impositiva del Antiguo Régimen estaba diseñada para un Estado ideal,
sin problemas en el interior y en situación de paz en el exterior. El hambre, la peste y
la guerra, cualquier situación de urgencia, agotaban inmediatamente los recursos y se
producía el déficit presupuestario. 3 guerras sucesivas, contra Francia en 1793-1795,
contra Gran Bretaña en 1796-1802 y, de nuevo, en 1804-1808, costaron más de lo
que reportaban los impuestos, por mucho que fueron incrementados y
complementados y, por mucho que lo intentara el Tesoro, nunca conseguía ir a la par
de la inflación. El Gobierno, antes que reorganizar la estructura impositiva y
solucionar el problema de los privilegios fiscales, prefería solucionar los problemas a
través de empréstitos mediante emisiones sucesivas de títulos del Estado, los vales
reales.
Las 2 partidas más importantes del presupuesto eran la corte y la defensa. La Casa
Real continuaba absorbiendo grandes cantidades de dinero que se invertían en
productos suntuarios, en los palacios, el mecenazgo real, las diversiones y los viajes
hacia los sitios reales.
Los gastos de defensa comenzaron a aumentar durante la guerra con Francia de 1793-
1795; entre 1780-1782 y 1794-1795 los gastos militares triplicaron la deuda pública.
En 1797, la situación de la Real Hacienda era crítica: la tensión internacional obligó
al Gobierno a incrementar los presupuestos de defensa, y éstos a su vez dependían del
flujo ininterrumpido del comercio y los ingresos americanos. Los ingresos coloniales
y los impuestos sobre el comercio colonial aportaban al menos el 20% de los ingresos
totales del Tesoro General durante el período de 1784-1805. Sin embargo, la guerra
contra Gran Bretaña hizo peligrar inmediatamente esas fuentes de ingresos, por
cuanto la Marina Británica interrumpió las rutas comerciales coloniales y amenazó
las remesas de metales preciosos. Finalmente se decidió dar la espalda a 3 centurias
de monopolio y en noviembre de 1797 autorizaron la existencia de un comercio
neutral con América, autorización renovada en 1801, y, de nuevo, en 1804. Pero eso
no era suficiente.
En 1798, decidió recurrir a las propiedades de la Iglesia. La Iglesia española era una
institución rica: sólo sus tierras producían la 4ª parte de las rentas generadas por la
agricultura, mientras que su riqueza total suponía entre 1/6 y 1/7 de los ingresos
totales de Castilla. Mediante un decreto del 19-9-1798 el gobierno ordenó la venta de
«todos los bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia,
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de reclusión y de expósitos», otras instituciones de caridad y algunas fundaciones
piadosas. Las sumas así obtenidas se invertirían en la redención de los vales reales a
un interés anual del 3%.
Entre 1798 y 1808 se vendieron propiedades por valor de 1.600 millones de reales,
que significaban entre 1/6 y 1/7 parte de las propiedades eclesiásticas. La mayor parte
de esas tierras no fueron adquiridas por pequeños campesinos, sino por individuos
ricos y poderosos, la mayor parte de los cuales ya eran terratenientes. De esta manera,
los responsables políticos acentuaron el desequilibrio de la estructura agraria y
asestaron un duro golpe a la clase que más necesitaba el servicio de asistencia de la
Iglesia.
Pero lo peor estaba aún por llegar. El 30-8-1800 se publicó un real decreto que
determinaba la creación de la Caja de Consolidación de Vales Reales, y exigía a las
casas religiosas la mitad de las propiedades que les había concedido originalmente la
Corona, o la mitad de las rentas anuales de cada una de ellas. El 15-10-1800, un
nuevo decreto, aún más duro, también esta vez con autorización de Pío VII y
permitiendo muy pocas excepciones, ordenó la venta de propiedades eclesiásticas por
un valor de 6,4 millones de reales anuales que, capitalizados al 3%, supondrían un
valor de venta de 215 millones.
La invasión de las tropas francesas fue resultado de los pactos de Godoy con
Napoleón.
Como era de rigor en una monarquía absoluta la oposición política al favorito de los
reyes se agrupó en torno a la figura del heredero de la Corona, el príncipe Fernando,
al cual Godoy mantenía sistemáticamente marginado de los asuntos de estado. El
futuro Fernando VII creció en un ambiente receloso, odiando a Godoy y como
consecuencia a su propia madre. El papel político del príncipe de Asturias quedó
realzado a partir de su matrimonio con su prima hermana, la princesa María Antonia
de Nápoles (1802). La princesa de Asturias se convirtió en una tenaz enemiga de
Godoy, y el “cuarto de los Príncipes” en el centro del partido fernandino o
napolitano. La muerte de la princesa en 1806 no disminuyó la animosidad del
heredero contra Godoy. No debe desecharse la posibilidad de que el favorito intentase
bloquear el derecho de sucesión del príncipe quizá proclamándose regente.
Mientras tanto, en Madrid, las casas de Godoy y de su familia y sus amigos fueron
atacadas. La proclamación del nuevo rey restableció el orden, pero no antes de que
Miguel Cayetano Soler, ministro de Hacienda, fuera asesinado. El 23 de marzo, el
general Murat entró en Madrid al frente de las tropas francesas. Al día siguiente,
Fernando VII, el «deseado», hizo su entrada triunfal, creyendo que los franceses
habían llegado para salvarle y apoyarle.
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La revuelta no habría triunfado sin el apoyo del Ejército que Godoy había hecho
llegar a Aranjuez desde Madrid. Los militares se oponían a Godoy y a todo cuanto
representaba y no fue difícil conseguir que las tropas participaran en el golpe. Si
Aranjuez fue un golpe militar, hay que decir que fue un golpe aristocrático. Su base
social era la alta nobleza, decidida a librarse de Godoy y a manipular un Gobierno
alternativo bajo Fernando VII. Finalmente, y superficialmente, la revuelta fue
apoyada por los ilustrados, que desde hacía mucho tiempo habían perdido la
esperanza en Godoy y que nada tenían que perder.
Fernando VII permitió regresar del exilio a Jovellanos, Cabarrús, Urquijo y otros;
revocó una serie de órdenes de Godoy, como la venta de las propiedades
eclesiásticas. Estas medidas iban dirigidas a dar una impresión de reforma.
No hubo vencedores en Aranjuez. Godoy fue afortunado de poder escapar con vida y
pasó el resto de ella en el exilio. Carlos IV y María Luisa abdicaron y fueron
enviados a Francia. Los fernandistas comprendieron que habían cometido un error de
cálculo y que Napoleón había enviado sus tropas no para liberarles de Godoy sino
para quitarles a Fernando. También él fue enviado a Francia y, en Bayona, los
Borbones españoles, en medio de recriminaciones mutuas, fueron obligados a
abdicar, el 10 de mayo, en favor del candidato del emperador, su hermano José
Bonaparte.
Pocos españoles pudieron lamentar que terminara el siglo XVIII y muy pocos
salieron de ese siglo sin algún sufrimiento. Los 15 años transcurridos entre 1793 y
1808 habían sido años de desastre y de desilusión, durante los cuales el Antiguo
Régimen se internó por un camino de autodestrucción acelerado por los conflictos
externos.
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