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Primera parte
(Reimpresión de las memorias de John H. Watson, doctor en medicina y oficial retirado del Cuerpo
de Sanidad)
En el año 1878 obtuve el título de doctor en medicina por la Universidad de Londres, asistiendo
después en Netley a los cursos que son de rigor antes de ingresar como médico en el ejército.
Concluidos allí mis estudios, fui puntualmente destinado el 5.0 de Fusileros de Northumberland en
calidad de médico ayudante. El regimiento se hallaba por entonces estacionado en la India, y antes
de que pudiera unirme a él, estalló la segunda guerra de Afganistán. Al desembarcar en Bombay
me llegó la noticia de que las tropas a las que estaba agregado habían traspuesto la línea
montañosa, muy dentro ya de territorio enemigo. Seguí, sin embargo, camino con muchos otros
oficiales en parecida situación a la mía, hasta Candahar, donde sano y salvo, y en compañía por fin
del regimiento, me incorporé sin más dilación a mi nuevo servicio.
La campaña trajo a muchos honores, pero a mí sólo desgracias y calamidades. Fui separado de mi
brigada e incorporado a las tropas de Berkshire, con las que estuve de servicio durante el desastre
de Maiwand. En la susodicha batalla una bala de Jezail me hirió el hombro, haciéndose añicos el
hueso y sufriendo algún daño la arteria subclavia. Hubiera caído en manos de los despiadados
ghazis a no ser por el valor y lealtad de Murray, mi asistente, quien, tras ponerme de través sobre
una caballería, logró alcanzar felizmente las líneas británicas.
El Vizconde de Bragelonne
Alejandro Dumás
Novela
Tomo 1. El vizconde de Bragelonne
Capítulo I. La carta
En el mes de mayo del año 1660, a las nueve de la mañana, cuando el sol ya bastante alto
empezaba a secar el rocío en el antiguo castillo de Blois, una cabalgata compuesta de tres
hombres y tres pajes entró por él puente de la ciudad, sin causar más efecto que un movimiento
de manos a la cabeza para saludar, y otro de lenguas para expresar esta idea en francés correcto.
Sin embargo, mientras los caballos subían por la áspera cuesta que desde el río conduce al castillo
varios hombres del pueblo se acercaron al último caballo, que llevaba pendientes del arzón de la
silla diversas aves cogidas del pico.
A su vista, los curiosos manifestaron con ruda franqueza, su desdén por tan insignificante caza, y
después de perorar sobre las desventajas de la caza de volatería, volvieron a sus tareas. Solamente
uno de estos, curiosos, obeso y mofletudo, adolescente y de buen humor, preguntó por qué
Monsieur, que podía divertirse tanto, gracias a sus pingües rentas, conformábase con tan mísero
pasatiempo.
El alegre joven se encogió de hombros, como diciendo: «Entonces, más quiero ser Juanón que
príncipe».
Y volvieron a su trabajo.
Manuel Payno
Novela
Hace años, y de intento no se señala cuál, hubo en México una causa célebre. Los autos pasaban
de 2,000 fojas y pasaban también de manos de un juez a las de otro juez, sin que pudieran
concluir. Algunos de los magistrados tuvieron una muerte prematura y muy lejos de ser natural.
Personas de categoría y de buena posición social estaban complicadas, y se hicieron, por este y
otros motivos, poderosos esfuerzos para echarle tierra, como se dice comúnmente; pero fue
imposible. El escándalo había sido grande, la sociedad de la capital y aun de los Estados había
fijado su atención, y se necesitaba un castigo ejemplar para contener desmanes que tomaban
grandes proporciones. Se hicieron muchas prisiones, pero a falta de pruebas, los presuntos reos
eran puestos en libertad. Al fin llegó a descubrirse el hilo, y varios de los culpables fueron
juzgados, condenados a muerte y ejecutados. El principal de ellos, que tenía una posición muy
visible, tuvo un fin trágico.
De los recuerdos de esta triste historia y de diversos datos incompletos, se ha formado el fondo de
esta novela; pero ha debido aprovecharse la oportunidad para dar una especie de paseo por en
medio de una sociedad que ha desaparecido en parte, haciendo de ella, si no pinturas acabadas, al
menos bocetos de cuadros sociales que parecerán hoy tal vez raros y extraños, pues que las
costumbres en todas las clases se han modificado de tal manera que puede decirse sin
exageración que desde la mitad de este siglo a lo que va corrido de él, México, hasta en sus
edificios, es otra cosa distinta de lo que era en 1810.
Dominio público
Manuel Payno
Novela
Primera parte
I. Visita misteriosa
Arturo tenía 22 años. Su fisonomía era amable y conservaba la frescura de la juventud y el aspecto
candoroso que distingue a las personas cuyo corazón no ha sufrido las tormentas y martirios de las
pasiones.
Arturo había sido enviado por sus padres a educarse en un colegio de Inglaterra; y allí, entre los
estudios y los recreos inocentes, se había desarrollado su juventud, vigilada por severos maestros.
Las nieblas de Inglaterra, el carácter serio y reflexivo de los ingleses y la larga separación de su
familia, habían hecho el genio de Arturo un poco triste.
Conocía el amor por instinto, lo deseaba como una necesidad que le reclamaba su corazón, pero
nunca lo había experimentado en toda su fuerza; y excepto algunas señas de inteligencia que
había hecho a una joven que vivía cerca del colegio, no podía contar más campañas amorosas.
Concluidos sus estudios, regresó a México al lado de su familia, que poseía bastantes comodidades
para ocupar una buena posición en la sociedad. Al principio, Arturo extrañó las costumbres
inglesas y hasta el idioma; mas poco a poco fue habituándose de nuevo al modo de vivir de su
país, y notó además que los ojuelos negros de las mexicanas, su pulido pie y su incomparable
gracia, merecían una poca de atención.
El carácter de Arturo se hizo más melancólico, y siempre que volvía de una concurrencia pública,
reñía a los criados, le disgustaba la comida, maldecía al país y a su poca civilización, y concluía por
encerrarse en su cuarto con un fastidio y un mal humor horribles, cuya causa él mismo no podía
adivinar.
Una de tantas noches en que aconteció esto y en que se disponía a marcharse al teatro, se quedó
un momento delante de su espejo, pensando que si su figura no era un Adonis, podría al menos
hacer alguna impresión en el ánimo de las jóvenes.
Dominio público
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