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El Caos Sensible Theodor Schwenk
El Caos Sensible Theodor Schwenk
el CAOS
SENSIBLE
c r e a c i ó n de las formas
por los m o v i m i e n t o s del agua y el aire
Theodor Schwenk
E L CAOS SENSIBLE
Creación de las formas
por los movimientos del agua y del aire
EDITORIAL ANTR_P_SDFI_A
<5
SUMARIO
Durante estos últimos siglos las relaciones del hombre con el ele-
mento agua se han modificado completamente. Hoy en día nos
parece natural disponer, sin ningún esfuerzo, del agua requerida
para nuestras necesidades cotidianas. Pero no siempre ha sido
así. Antiguamente, a menudo no se podía obtener el agua más que
con grandes esfuerzos. Por esto se ofrecía un verdadero culto a
este elemento. Los hombres sentían en ella la presencia de ciertas
divinidades y se le acercaban con respeto. Las deidades acuáti-
cas han sido a menudo las primeras en aparecer en las Mitologías.
Paulatinamente se ha ido extinguiendo este sentimiento acerca del
contenido espiritual del agua. Hoy día se la considera como mate-
ria manimada o potencia energética.
A l comienzo de la era en que la técnica empezó a desarrollarse
había todavía en el mundo personajes singulares que eran capaces
de vislumbrar en su conciencia este contenido espiritual de las aguas.
Hombres como Leonardo da Vinci, Goethe, Novalis y Hegel, po-
dían aún aproximarse a la verdadera esencia de las aguas. Da Vinci,
que fue ciertamente el primero en realizar experiencias sistemáti-
cas, en el sentido moderno, sobre la cinemática de fluidos, observa
sin embargo el mundo maravilloso oculto en este elemento y perci-
be las relaciones entre las leyes del agua y la génesis de los seres
vivos. En la época de Goethe y de los Románticos, los filósofos de
la naturaleza se interesaban todavía por la esencia del agua, arque-
tipo de todos los líquidos y sustrato de formaciones orgánicas. Ellos
experimentaban lofluyentecomo lo universal, lo que todavía no es
elemento inmóvil, sino capaz de dejarse modelar desde afuera, como
lo indeterminado, pero a la vez determinable, como un «caos sensi-
ble» (fragmento de Novalis).
A medida que la humanidad iba descubriendo las leyes físicas del
agua aplicándolas para beneficio de su tecnología, la sabiduría anti-
gua sobre el alma y el espíritu de este elemento, se va quedando en
el olvido. Desde entonces, no se tiene en cuenta la esencia de lo
que es el agua, sino únicamente su valor material. El hombre apren-
dió a utilizarla y a basar en ella toda una estructura tecnológica. Ha
conseguido dominar su fuerza, es represada en pantanos artificiales
y conducida por enormes tubos como auténtica energía fluyente
que hará mover la pesada maquinaria de las turbinas. Hoy en día el
hombre la concibe como una fuerza física aplicable para obtener
unos resultados asombrosos. El pensamiento técnico y económico
se ha convertido en amenaza pues tiene como única meta poner a
su servicio todos los dominios de la vida, para hacer uso de ellos y
sólo en base a estas miras lo valoran y administran todo. Pero hoy
hay que poner en cuestión los resultados que parecían definitivos y
satisfactorios. La economía especuló con ella. A l principio se la vio
susceptible de ser explotable. Se empezaron a desecar los terrenos
pantanosos para conseguir más tierras de labranza, se talaron los
bosques, se encauzaron y enderezaron artificialmente los ríos, se
acotaron las tierras. Se desnaturalizaron los paisajes. Hoy llegamos
a la conclusión de que de esta forma se han llegado a alterar y
dañar muchas de las delicadas funciones vitales del organismo glo-
bal de la naturaleza. Un pensamiento que no se interesa más que
por la utilidad no puede percibir las grandes correspondencias vita-
les. Hoy es necesario que el ser humano aprenda de la naturaleza
misma las consecuencias fatales y antieconómicas que han tenido
su parcialidad y cortedad de miras; en todas partes se está produ-
ciendo un cambio de opinión y se está tomando conciencia de que
todos los procesos de la vida están relacionados entre sí. Se han
descubierto las desastrosas consecuencias ecológicas que traen
consigo las modificaciones que se pueden efectuar en los procesos
circulatorios vitales de la naturaleza, así como que el agua es algo
más que un simple medio energético o de transporte.
El ser humano no sólo ha perdido de vista la verdadera esencia del
agua, sino que está a punto de llegar a un grado irreversible en su
contaminación. El que tantísimas fuentes estén secándose en toda
la tierra es un síntoma de este triste proceso y los esfuerzos tan
considerables que se están haciendo para remediarlo nos dan una
idea de la seriedad de la situación. Pero la acción reparadora sólo
podrá ser práctica y fecunda si a partir de la conciencia moderna se
redescubre la esencia del elemento acuoso, salvándola así del olvi-
do en que cayó.
Este libro que tienen ante ustedes pretende ayudar a verificar este
redescubrimiento. Trata, sobre todo, de mostrar el agua como re-
presentante de todo lo que fluye en la naturaleza tanto animada
como inanimada. Trata también sobre los movimientos del aire.
Ambos elementos, agua y aire, son equiparables tanto en su com-
portamiento como en su movimiento. Bajo determinadas condicio-
nes, los movimientos del aire imitan a los del agua y viceversa. En
este sentido los especialistas les denominaron fluidos. Pero sólo en
lo referente a su propia esencia nos podremos formar una idea tan-
to de sus diferencias como de sus analogías.
El autor describirá primero fenómenos simples que cada uno puede
observar. Estos fenómenos que se producen en el agua y en el aire
pueden ser interpretados —o al menos éste es nuestro deseo—
como las letras de un escrito, como la lectura y el aprendizaje del
alfabeto de la naturaleza. Pero quien quiera quedarse en una visión
meramente fenomenológica es mejor que renuncie a su lectura y a
la comprensión de su sentido, pues tan sólo verá letras sueltas don-
de hay palabras y frases escritas.
El autor va a mostrar un camino que permita sobrepasar la
fenomenología pura para llegar a «leer». Será una tarea ardua, en
la cual el lector tendrá que profundizar con bastante atención y pa-
ciencia para poder llegar a elaborar unas amplias perspectivas.
Cuando se observan libremente y sin ideas preconcebidas los movi-
mientos de los fluidos sentimos que en nuestro pensamiento se rea-
liza una metamorfosis: se hace cada vez más apto para comprender
lo viviente. Esta metamorfosis en nuestro pensar es un paso decisi-
vo que nos tenemos que decidir a dar en nuestros días.
Desde el punto de vista de nuestra metodología, habría que añadir
que en este libro hemos elegido el término «elemento» por encerrar
mucho mayor contenido que el de estado de agregación. La palabra
elemento expresa una fuerza activa, creadora de fenómenos, y que
se funda en una entidad real. Dado que aquí no trataremos de com-
posiciones químicas, sino del movimiento de los fluidos y de las for-
mas que se originan a partir de dichos movimientos, el autor no ha
hecho, en general, ninguna diferencia, entre el agua tal como existe
en la naturaleza y los líquidos internos de los organismos. Los movi-
mientos estudiados son esencialmente comunes a todos los líquidos
y veremos que son movimientos típicos, independientes de toda di-
ferenciación química.
El presente trabajo está basado en observaciones científicas, pero
también y sobre todo en la ciencia espiritual de Rudolf Steiner. Éste,
en su inmensa obra, ha demostrado cómo se puede ampliar correc-
tamente el pensamiento científico para acceder a las realidades de
lo viviente y a sus fundamentos espirituales.
No nos gustaría emprender esta tentativa sin antes recordar con
gratitud todo lo que debemos a Rudolf Steiner. Por otra parte, un
trabajo como éste hubiera sido inconcebible, de no haber sido por el
intercambio vivo llevado a cabo con personas de diferentes medios.
El autor es consciente de todo lo que debe a este intercambio. Fue-
ron muchos los que le asistieron a lo largo de los años con su conse-
jo y ayuda. Sería imposible citarlos a todos, pero el autor quiere
evocarles aquí y expresarles su reconocimiento. Agradece particu-
larmente a Helga Brasch por su valiosa ayuda en la redacción del
libro, a Walther Roggenkamp por su tan comprensiva contribución
a la ilustración del texto, a los editores, cuyo apoyo y ayuda permi-
tieron la publicación del libro.
' La palabra «meandro» es el nombre de un río de Asia Menor que describe bellos y
rítmicos bucles.
Siempre el río y el paisaje acompañante se acoplan armoniosamen-
te y la vegetación los entreteje y vincula en un todo viviente. En un
río cuyo curso ha sido rectificado sucederá lo contrario, se compor-
tará como un ser árido y sin vida. Corresponde a la imagen del
«paisaje interior» de un alma humana que no es capaz ya de vibrar
con los ritmos naturales.
El flujo sinusoidal de un río natural está animado por todo un juego
de corrientes sutiles. Estas dan origen a una multiplicidad de movi-
mientos internos que están estrechamente ligados a la vida y al rit-
mo del curso del agua. A la corriente que se dirige valle abajo se le
adiciona otra giratoria. Se puede observar en la ilustración del corte
En el cauce de un rio no sólo nos encontramos
transversal del río. Por lo tanto, a pesar de la impresión que provoca
con la corriente que se dirige valle abajo, sino
también con corrientes transversales que a la observación superficial, el agua de un río no fluye únicamente
describen bucles. en una dirección, sino que gira al mismo tiempo alrededor del eje del
curso del río.
El sentido de la rotación se explica de la siguiente manera: el agua
de la superficie pasa del lado «interior» de la curva hacia el lado
«exterion> (llamamos «interior» al segmento cóncavo del cauce y
«exterior» al segmento convexo). Ahí el agua desciende
oblicuamente hacia el fondo y retorna de nuevo a lo largo del cauce
hacia la orilla interior, remontando seguidamente a la superficie. La
resultante de la corriente rectilínea más el movimiento giratorio, es
una helicoide. Contemplando más atentamente, nos encontramos
siempre dos hélices yuxtapuestas a lo largo de la corriente, lo que
vemos en el esquema adyacente.
Fijémonos atentamente en un punto de la corriente situado en la
proximidad de la orilla de la concavidad de un meandro. Veremos
en la superficie cómo el agua fluye hacia la orilla exterior. A l mismo
tiempo otras corrientes giratorias ascienden hacia la superficie, de
tal manera que en unríohay una diversidad de superficies helicoidales
pasando por abajo y por encima unas de otras, lo que significa un
constante fluir en múltiples direcciones. Nos formaremos una ima-
gen más exacta de este movimiento si lo comparamos con un cabo
integrado por varios hilos, con la diferencia, claro está, de que el
agua está en movimiento continuo, en cambio incesante, además de
Las corrientes transversales secundarias en que cada hilo está constantemente recorrido de nueva agua. Sin
un segmento del río presentan intensidades embargo esta imagen de los hilos no representa el movimiento espi-
diferentes: intensas en el lado de menor ral en sí. Sólo en este contexto podemos hablar de «hilos» de agua.
pendiente, se hacen más débiles en la orilla En la realidad son auténticas superficies, planos en espiral que se
de máxima pendiente del meandro siguiente.
desarrollan en el espacio deslizándose los unos sobre los otros.
16
Los dos torbellinos secundarios, sumados al
flujo valle abajo, dan origen a un movimiento
en forma de espiral (Móller).
17
Investigaciones realizadas en aguas canalizadas del curso inferior
del Rhin han demostrado, hace ya decenios, que lo natural en el
curso del agua es la tendencia a la formación de sinuosidades y de
meandros. Incluso cuando fluye entre riberas que han sido rectifi-
cadas, la corriente usará sus últimas fuerzas para llevar a cabo esta
forma de movimiento. Los muros más sólidos de los canales no
pueden hacer frente a la persistencia de esta «voluntad» del agua y,
allá donde ofrezcan la mínima resistencia, cederán y se abrirán. El
río intentará por todos los medios transformar este trayecto recto,
antinatural e impuesto, en otro sinuoso más adecuado. De este modo
se alargará su recorrido y disminuirá la velocidad de la corriente, no
erosionándose demasiado el lecho, ni siendo absorbidas las reser-
vas subterráneas del agua.
Cuando estudiamos el flujo del agua por el interior de tuberías
rectilíneas <le sección triangular o poligonal, nos vemos tentados a
creer que el agua fluye en línea recta. Sin embargo esto no sucede
así. Incluso en este caso se forman torbellinos en su interior, análo-
gos a aquellos que observamos en los ríos. Pequeños remolinos se-
cundarios crean, juntamente con el movimiento longitudinal princi-
pal, superficies helicoidales en movimiento.
Puede llegar a suceder que dos remolinos vecinos entren en con-
tacto, el uno entra en el espacio del otro y viceversa, lo que dará
Aguas muertas del Mississippi (según Peschel).
origen a una oscilación interesante de la misma naturaleza que un
meandro.
Incluso aunque no haya orillas que limiten y contengan la corriente,
ésta obedecerá a la ley rítmica de los meandros. Esto lo podemos
observar por ejemplo en el océano, en el que grandes sistemas de
corrientes, como el «Gulf Stream», fluyen por entre medio de sus
aguas. La corriente del golfo tiene su punto de partida en el Golfo
de Méjico y atraviesa el Atlántico describiendo grandes bucles has-
ta la Europa Septentrional. Es un gigantesco río de agua caliente en
el seno de aguas más frías; él se ha construido, por así decirlo, sus
propias riberas de agua fría'.
1
La rotación de Ja tierra no se queda, desde luego, libre de la influencia del desplaza-
miento de estas enormes masas de agua. Dado el carácter complejo de esta influencia,
no la expondremos aquí. 19
La posición de los meandros de la corriente del Golfo oscila en el
transcurso del tiempo; no basta con decir que están rítmicamente
dispuestos en el espacio, sino que lo están también en el tiempo.
Los bucles descritos por esta corriente se desplazan. Esto mismo
puede ser observado a escala más pequeña en todo riachuelo. Se
trata de un modo de expresión específico del agua: ésta va trazando
su camino en el medio ambiente según un ritmo espacial que está
subordinado al «flujo del tiempo», que va modificando paulatina-
mente la disposición de sus meandros. En este caso, la relación
entre el agua y el tiempo es patente y es necesario que nos esforce-
mos en volver a reconocerla para poder llegar a comprender la
naturaleza profunda del agua y al mismo tiempo los movimientos
orgánicos, es decir, la vida misma. Allá donde algo líquido se mueva
sucederá de forma rítmica. El devenir de la Naturaleza está anima-
do por innumerables ritmos. No se trata únicamente de las mareas
y de las corrientes marinas, que son ritmos en el tiempo; un lago, un
estanque, un pozo con sus aguas subterráneas, todos ellos poseen
en sus oscilaciones un tipo de flujo y de reflujo.
El transcurso del día o incluso períodos más largos son la base en la
que se apoyan los ritmos de una corriente natural, Así hay épocas
en las cuales los ríos excavan en la profundidad de su cauce y otras
en las que se ensanchan más sus márgenes. Este fenómeno es bien
conocido por los leñadores que transportan los troncos flotando río
abajo. Algunas veces el río lleva los troncos a las orillas y otras
permanecen bien en el centro de la corriente. Resumiendo breve-
mente: hemos expuesto que el agua tiende a adoptar de por sí la
forma esférica; allí donde abandona la forma que le es «propia»,
intentará compensar esta pérdida mediante la circulación. La resul-
tante de la relación de la «forma propia» con la gravedad dará ori-
gen a movimientos en forma de superficies curvas que se desliza-
rán las unas sobre las otras, de lo que resultarán formaciones
sinuosas entrelazadas. Estos ritmos espaciales se subordinan a los
ritmos temporales que son menos amplios, pero a menudo estricta-
mente determinados.
Para concretar algo más las consideraciones precedentes, vamos a
mostrar algunos ejemplos del reino de los seres vivos. Todo ser
viviente cuando realiza sü forma visible específica a partir de su
«tipo» o «idea» pasa obligatoriamente por una fase líquida. Algunos
de estos organismos se encuentran muy próximos a este estado
acuoso, es decir, poco solidificados, otros se condensan y se amol-
dan más o menos a las leyes de lo sólido. Pero hay algo que es
común a todos: su paso por el estado líquido deja en ellos huellas
reconocibles en su estructura adulta. De aquí la pregunta: ¿están
las leyes del agua ligadas a los organismos y a sus formas? o, ¿sería
el agua la que con su ductilidad extrema se somete a sí misma a los
principios formadores que la dominan, a fuerzas formativas, a «ideas»
creadoras de las cuales ella no sería sino su expresión visible? Esto
significaría que el agua es el «cuerpo» de un mundo de fuerzas
superior a ella que puede intervenir por medio de ella en el terreno
de lo material, desempeñando un papel de mediador en la forma-
ción de los organismos. Más adelante volveremos a ocuparnos de
esta pregunta tan importante, que irá siendo respondida, o al menos
parcialmente, a lo lareo de esta obra.
Los Infusorios son seres vivos aún poco condensados que apenas
se distinguen de su medio acuático. Muchos de ellos muestran cómo
la forma globular y la tendencia locomotriz dan origen a una estruc-
tura helicoidal que facilita la propulsión.
Los movimientos de las aletas de los peces son enteramente obra
del agua: son como velos de agua ondulante solidificados. Son for-
mas de agua en movimiento encarnadas en lo orgánico y por tanto
hechas visibles. Un solo y mismo principio formador se expresa a
través de la arquitectura del organismo, su función y el medio am-
biente. Los tres confluyen en el movimiento (foto 15). 21
El esquema adjunto, que muestra una lámela branquial del
Espirógrafo, habla por sí solo. El Espirógrafo es un gusano tubular
que vive en el Mediterráneo y que despliega en el agua marina sus
tentáculos sinusoidales. En caso de ser agitado o excitado, los retira
e introduce inmediatamente en el interior de su túbulo, cuyo tracto
presenta la forma de tubo de tornillo. Las lámelas branquiales de
este animal presentan el mismo principio espiral completamente
materializado.
No son tan sólo los animales nadadores, sino también los organis-
mos bañados en el líquido, los que presentan, más o menos nítida,
esta tendencia. Hemos visto cómo en el caso de la corriente del
Golfo, dos líquidos diferentes, a saber, el agua caliente y el agua
fría, pueden deslizarse durante mucho tiempo la una contra la otra
sin apenas mezclarse. De la misma manera, un río limpio y otro
sucio en su confluencia mantienen durante un tiempo su respecti-
va autonomía en el seno de la corriente común; su superficie divi-
Hasta en la estructura sutil de las lámelas soria se distingue de forma notoria. Nos volvemos a encontrar
branquiales, el Espirógrqfo presenta
con el mismo fenómeno en el corazón, allí donde confluyen las
superficies en espiral (según Ludwig).
sangres arterial y venosa: entre ambas se forma un tabique líqui-
do. En el curso de la evolución en la escala animal este tabique se
ha ido realizando de forma cada vez más material. ¿No es acaso
la sangre del hombre y de los animales un sistema de células en
suspensión en un líquido? Nos reencontramos aquí, por lo tanto,
con los fenómenos fundamentales del líquido en movimiento. El
pez denominado Protóptero constituye un ejemplo en el que el
tabique cardíaco transversal, que separa las dos clases de sangre,
tiene una forma espiral muy significativa. Tal como resulta del
ejemplo de la corriente del Golfo, los líquidos son separados desde
el principio en la corriente común. Este proceso puede ser expli-
cado en el esquema adyacente que representa un tubo acodado o
un ancho vaso sanguíneo.
En el tabique transversal del corazón del pez Corrientes secundarias en un tubo acodado,
Protóptero, las dos corrientes sanguíneas que o en un vaso sanguíneo ancho.
entran en contacto han dado origen a una
lámina helicoidal.
t
22
Obedeciendo a la fuerza centrífuga, el agua corriente o la sangre
hacen presión sobre la pared interna de la tubería. De esto resulta
que en la zona central las dos corrientes «se rocen» a lo largo de
una superficie. Si en ese lugar introducimos un tabique, no ocurrirá
1
modificación esencial alguna en el movimiento del líquido .
1
Contrariamente a lo que aquí acabamos de exponer, en los conductos estrechos de
agua el flujo será siempre «laminar», es decir que el agua fluye siempre en estratos
paralelos, sin corrientes secundarias ni tprbefHtys. 23
El Protóptero reproduce esta tendencia formativa en su intestino. A
lo largo de la pared interior del tubo intestinal se halla un pliegue
espiral bien diferenciado que permite reconocer de nuevo aquí las
leyes de las corrientes liquidas. ¿No está sometido a estas leyes el
contenido del intestino?
En el intestino del pez Protóptero hay un «plie- Recordamos que el agua tiene el «deseo» de adoptar la forma esfé-
gue espiral» (según Newton Parker).
rica y de reproducir de esa manera la forma del cosmos. Pero si
interviene entonces una fuerza tal como la gravedad que la obliga a
seguir un camino rectilíneo aparece como resultante una torsión en
espiral.
24
A menudo podemos distinguir arcos semejantes en las formas de
los músculos. Sobre todo los de las extremidades, que están atrave-
sados por todo un sistema de corrientes en las cuales se basa dicha
forma esencialmente. Vasos y músculos expresan, por lo tanto, la
misma cosa. Pero este movimiento penetra por mediación de los
tendones hasta el hueso mismo. El hueso es un verdadero «monu-
mento de piedra» que conmemora el flujo al cual debe su origen.
Gracias a un método especial que debemos a Berminghoff pode-
mos poner en evidencia la estructura de líneas de corriente en la
sustancia ósea. Después de haber descalcificado el hueso hacemos
una multitud de pequeños agujeros redondos con una lezna fina en
la superficie. A continuación los rellenamos de líquido coloreado.
Con el paso del tiempo vemos que estos pequeños agujeros, redon- Musculatura del hombro y del pecho
deados al principio, se van alargando poco a poco y nos indican las humanos.
líneas de tensión en la sustancia ósea. Prolongando y uniendo estas
fisuras artificiales llegamos a hacer visibles los «sistemas de flujo»
del hueso que sin realizar este artificio permanecerían ocultos.
Benninghoff ha estudiado con este método numerosos huesos. El
esquema presentado a continuación puede servir para hacernos una
idea al respecto. Vemos cómo los sistemas de corrientes se prolon-
gan hasta el interior del hueso mismo donde se engendra la estruc-
tura trabecular del tejido esponjoso, insertándose entonces en la
25
Las estrias en la superficie de un hueso se prolongan al interior de la sustancia
esponjosa en las lámelas (según Wolff).
29
en ei curso ae su recorrido aparecerá un interesante juego: las olas
largas, que han nacido las últimas, pero cuya velocidad es superior,
toman la delantera; las olas más cortas les siguen, y otras, más
cortas todavía, serán las últimas. Estas últimas habrán consumido
su energía bastante antes de que las largas hayan terminado su
viaje. La naturaleza propia de un estanque se expresa, ya lo dijimos,
por las olas que en él nacen y se combinan de las más diversas
maneras. Pero esta naturaleza propia se manifiesta también por un
balanceo autónomo que oscila según grandes ritmos y que porta en
sí mismo el juego de olas propiamente dicho, que son engendradas
por el viento. Todo recipiente, ya se trate de un océano, un lago o un
estanque tendrá su balanceo propio y característico que dependerá
de la forma, el tamaño y la profundidad de la cubeta. La individua-
lidad morfológica global de un lago se revela una vez más por medio
de esta oscilación. La podemos comparar con un «tono» sobre el
cual el lago estuviese afinado. Este tono tiene armónicos al igual
que una nota de violín o de flauta. A l igual que dichos instrumentos
el lago vibra según una longitud de onda fundamental, a la cual se
añaden las longitudes de onda parciales. Estos armónicos no deben
ser confundidos por el lector con el juego de olas propiamente di-
cho, cuya causa es el viento.
La oscilación propia de un recipiente presenta relaciones de «reso-
nancia» más o menos marcadas con las fases de la luna. Sabemos
que este cuerpo celeste es el responsable de la aparición en la tierra
del fenómeno de las mareas. Su fuerza es máxima en el momento
en el que la oscilación propia del recipiente coincide con el movi-
miento de la luna..Ocurre entonces como en el juego del columpio
de niños. Una vez que el ritmo está establecido es necesario tan
sólo un empuje mínimo para mantener su impulso. De la misma
manera un lago o un mar que se encuentra ya en plena oscilación a
causa de cambios bruscos de la presión atmosférica locaL por ejem-
plo, aumentará la amplitud de la misma cuando ésta se ponga en
sintonía con el ritmo de la luna. Sobre la superficie de toda la tierra,
todos los recipientes, grandes o pequeños, responden así con la
emisión de tonos inaudibles, pero no por ello menos reales, a la atrac-
ción de la luna. Todos ellos juntos son como un inmenso instrumento
musical extendido en el espacio, sobre el que la luna toca melodías
inaudibles que junto a ella van viajando alrededor del mundo. A los
dos tipos de olas que hemos distinguido anteriormente se les añade
un tercero: la ola estacionaria de la oscilación propia de los reci-
pientes. A l igual que el segundo tipo de olas, esta tercera no lleva
consigo un verdadero fenómeno de flujo. Pero estos fenómenos
pueden llegar a aparecer, por ejemplo, cuando este tipo de olas vie-
nen a «morir» sobre una orilla plana de una playa. Las mareas traen
con ellas olas de este género, a las cuales se sobreañaden corrien-
tes, en cuyo caso se pueden también formar olas del primer tipo,
como en los ríos. Esto puede ocurrir en el caso de que la ola
«muriente» encuentre obstáculos a su paso, tales como pequeños
guijarros, etc.. Sobre un arenal bien plano asistimos al espectáculo
de estas comentes de vaivén: con la llegada de cada ola vemos a la
arena primero avanzar y después retroceder. Y es en estas peque-
ñas corrientes alternativas donde pueden nacer, en el roce del agua
con los guijarros, nuevas olas, de las del primer tipo.
Dicho de otra forma, sobre una playa, el movimiento rítmico de las
olas engendra una serie de corrientes cuyo sentido alterna incesan-
temente. Pero una corriente puede formarse también sobre el «dor-
so» de una ola cuando el viento sopla lo suficientemente fuerte como
para que la superficie de ésta comience a deslizarse sobre el resto
de su cuerpo (o espesor). El agua que fluye de esta manera sobre el
dorso de la ola se mueve entonces más rápidamente que la misma,
sobrepasa su cresta y se vierte en su «valle». De esto se derivan el
enrollamiento y otros diversos tipos de movimientos. Tenemos des-
de ese momento una ola rompiendo, unas capas de agua se deslizan
sobre las otras y vemos la ola precipitándose espumante. Lo mismo
sucede cuando grandes olas avanzan hacia la playa, pero son fre-
nadas en su avance tan sólo en su porción inferior, de tal modo que
su porción superior más rápida se va inclinando progresivamente
hasta precipitarse hacia delante.
32
Con todos los tipos de movimientos que acabamos de describir lle-
gamos a adentrarnos en los principios esenciales que están obrando
en la naturaleza creadora.
— En la ola del primer tipo que aparece estacionaria en un río, tras
una piedra, en cada instante se está creando una forma de movi-
miento que es atravesada continuamente por nuevo material acuo-
so. En ella encontramos una imagen primordial de todas las formas
vivas, las cuales, a pesar de tener su materia en un recambio ininte-
rrumpido, conservan permanentemente su forma.
— En las olas del segundo tipo, que son las de propagación rítmica,
vemos cómo desplazan su forma sobre el fluido inmóvil. Esto se
convertirá en un laborioso e inimaginable juego de pequeños movi-
mientos que se descompondrán en una multitud de superficies en su
interior. Es la resultante y una imagen visible de su armonización
rítmica. Este fenómeno está también en estado latente en un espejo
de agua completamente en calma y equilibrada: la acción más ínfi-
ma será suficiente para desencadenar el movimiento. Su velocidad
de propagación e intensidad dependerá de la de las fuerzas puestas
enjuego. Las olas grandes se propagan a mayor velocidad que las
pequeñas, y esto entraña la posibilidad de realizar una clasificación
según su longitud de onda. En el mundo de los sonidos vemos un
principio análogo en el momento en que se produce un fenómeno
acústico, pero como ya dijimos anteriormente, las diferentes veloci-
dades de los movimientos y los ritmos, ya sean más rápidos o más
lentos, expresan caracteres esenciales de los seres.
A causa de la interferencia de olas de diferentes tamaños, veremos
aparecer modelos, motivos y formas que proceden del movimiento
puro. En cada punto de cruce en el que coinciden olas de tantas
procedencias, se crearán formas en el espacio, ya sean formas
piramidales o planos curvos de apariencia orgánica. El agua tiene,
por lo tanto, la posibilidad de engendrar formas a partir de simples
orientaciones de fuerzas o de movimientos y será éste un principio
que jugará un papel muy importante, por ejemplo, en los procesos
de desarrollo embrionario. En grande como en pequeño, la natura-
leza entera está atravesada de ritmos que, cuando se combinan y
compenetran, darán origen a formas. Cuando vemos aparecer los
motivos tan complejos en las olas del primer tipo, tenemos ante no-
sotros una imagen verdaderamente concreta de la génesis de las
formas orgánicas, así como del cambio de sustancias (metabolis-
mo) en las formas vivientes.
Así vemos cómo el elemento líquido contiene desde un principio las
formas de movimiento de las que los seres vivos se sirven para
edificar su cuerpo. Para poder comprender en toda su extensión la
génesis de las formas en la sustancia viva, hay que tener en cuenta,
ante todo, el hecho de que en un solo y mismo lugar del espacio se
pueden interpenetrar y superponer diversos movimientos. Debido a
su carácter especial, el elemento líquido dona el medio idóneo para
que puedan ser modeladas estas formas en el espacio, lo que sería
imposible en el mundo de lo sólido, en el que reina la ley de la impe-
netrabilidad. La Naturaleza nos desvela aquí uno de sus secretos al
mostrarnos que los movimientos están más allá del espacio. Estos
parecen proceder de un dominio superior al espacio, para ordenar
el mundo material y el líquido, que siéndole tan dócil, es su portador
por excelencia.
En su origen, las olas y las corrientes son cosas distintas, sin embar-
go también se pueden combinar. Hay ritmos que pueden dar lugar a
corrientes. Inversamente, como veremos más adelante, hay corrien-
tes que pueden dar origen a ritmos. Ese es otro principio que la
Naturaleza aplica, también en la génesis de los seres vivos, a partir
del líquido. Hemos observado, por ejemplo, en el huevo de gallina
que los procesos internos del desarrollo embrionario van acompa-
ñados de ondas rítmicas. Una débil onda recorre el amnios del hue-
vo de un extremo al otro y después vuelve sobre ella misma. Es un
movimiento regular de báscula que modela incesantemente la sus-
tancia. Recordemos que al pasar una ola, el medio, aun permane-
ciendo en el mismo lugar, se diferenciará en innumerables peque-
ñas formas raótües que interfieren entre sí de múltiples maneras.
Determinados experimentos han demostrado que este principio pue-
de ser utilizado de tema artificial: sometiendo los huevos a movi-
mientos rítmicos se puede llegar a provocar el desarrollo embriona-
1
rio, incluso aunque los huevos no hayan sido todavía fecundados .
La raya ha incluido en sw¡ aletas laterales los
La circulación de la sangre en el ser humano y los animales supe- movimientos de las olas
riores nos muestra que la naturaleza propia de un ser se expresa en (según Hesse-Doflein).
las corrientes rítmicas que le atraviesan. Esto se muestra bien pa-
tente en la diferencia existente entre la circulación pesada y pere-
zosa del elefante y la vibrante y veloz de un pequeño animal de la
talla de un colibrí.
Los cilios vibrátiles de los animales acuáticos inferiores transfor-
man las ondas rítmicas en una corriente rectilínea. Gracias a esto el
animal produce o bien una corriente de flujo a su alrededor, o bien
se desplaza él mismo hacia delante en el agua. El epitelio ciliado
que tapiza las membranas interiores de algunos órganos en los ani-
males superiores y en el hombre, da lugar a fenómenos análogos.
Pero en este caso no sirve para propulsar al ser entero, sino que
desplazan ciertas sustancias en direcciones determinadas por el in-
terior de un órgano.
Mediante movimientos en oteadas rítmicas creadas por las aletas
de los peces se provocan corrientes que permiten al animal despla-
zarse. Esto lo vemos nítidamente en aquellos animales cuyas aletas
no se encuentran subdivididas sino que poseen una continuidad des-
de la cabeza a la cola. Por ejemplo, el Gymnoto eléctrico o el len-
guado (foto 15). Esto mismo sucede con la manta raya, la cual en
sus «alerones» laterales reproduce perfectamente el principio de
las olas: la ola pasa por su línea de natación recorriéndola de delan-
te hacia atrás. La raya empuja la cresta de la ola hacia atrás y por
reacción se verá propulsada hacia delante. Son muchos los anima-
les acuáticos que han incorporado así los movimientos del agua a la
forma de sus cuerpos.
Otros animales, por ejemplo las serpientes, han adoptado el princi-
pio de la ola para la completa locomoción de sus cuerpos. Esto se
aprecia sutilmente viéndoles nadar: en esos momentos las ondula-
ciones del agua y las del reptil se confunden en una imagen única
(foto 14).
1
Se puede llegar también a este mismo resultado por medio de excitantes químicos,
pero recordemos que los fenómenos químicos guardan mucha más relación con los
ritmos de lo que podamos creer. Más adelante volveremos a tratar sobre esto. 35
La importancia que joega la rítmica ondulatoria en la economía de
los organismos se ve ilustrada por los movimientos peristálticos del
intestino. Los procesos imesrinaks van acompañados ininterrumpi-
damente de ondulaciones y su cese compromete la vida del orga-
nismo entero.
ATLAS
1
La traducción literal de Werwundene Flachen sería «superficies vulnerables».
42 (N. del T.)
1
En su libro «Lebenstufen der Erde» , W. Closs describe de una
forma grandiosa y basada sobre hechos geológicos, los procesos
primigenios que tuvieron lugar en el globo terrestre. Hasta en la
estructura microscópica de las rocas, él nos lleva a observar los
principios formativos, presentes de nuevo, impresos en la materia
en el curso de los numerosos acontecimientos cósmicos. Nos acer-
camos también a estos misterios cuando estudiamos los movimien-
tos rítmicos de la vida y de su elemento portador, el agua.
En el transcurso de las eras geológicas, numerosas metamorfosis
han debido tener lugar por toda la superficie del globo.
1
En español, «Fases de la vida terrestre». 43
El remolino
1
Teoría y técnica de las corrientes. 45
hablar de presiones negativas, de presiones bajo el vacío (no con-
fundir con las bajas presiones en el sentido ordinario). ¿Qué se en-
tiende por presión negativa? Las presiones de las cuales hemos
hablado hasta aquí se dirigen perpendicularmente al cuerpo y hacia
su interior se las precede de un signo positivo.
Para poder representarnos lo que sería estar bajo una presión nega-
tiva, lo mejor que podemos hacer es pensar en la teoría de la resis-
tencia de los sólidos. Una presión negativa no se considera aquí
más que como una tensión o una tracción. Esto es igual para los
líquidos. En general tendría que romperse antes la cohesión del lí-
quido y éste tendría «que volatilizarse».
Llegados a este punto sería interesante que estudiásemos un ex-
tracto de la investigación científico-espiritual llevada a cabo por
Rudolf Steiner sobre las condiciones reinantes i n el centro del sol.
«Imagínense que tuviésemos un espacio determinado lleno de aire,
al que denominásemos con la letra " A " y al que precediésemos con
un signo positivo, es decir, +A. Seguidamente empezamos a hacer
el vacío en dicho espacio de tal forma que " A " se va haciendo cada
vez más pequeño. Pero como ese espacio está siempre contenien-
do algo, continuamos escribiendo +A. Aunque el vacío absoluto en
las condiciones terrestres es prácticamente inalcanzable, vamos a
pensar por un momento que sí fuese posible. En ese caso, nos en-
contraríamos en el espacio en el que se hizo el vacío, tan sólo espa-
cio puro. Denominémoslo 0 (cero). Tiene un contenido de cero.
Ahora podríamos hacer con el espacio lo mismo que ustedes hacen
con sus monederos; cuanto más lo hayan llenado, más podrán sa-
car. A l final su interior contendrá cero. Si ahora quieren seguir gas-
tando ya no podrán sacar nada, pero pueden contraer deudas, que-
dando el contenido del monedero en negativo.
+A 0 -A
47
Ahora vamos a ilustrar todo esto con un par de ejemplos. En el
primero, el fenómeno del remolino en sí aparece eclipsado en cuan-
to a su forma, aunque será importante como fenómeno plástico for-
mativo que ordena la formación del órgano. Durante el desarrollo
embrionario de una especie de lagarto llega un momento en el que
aparece el esbozo de ese importante órgano de secreción interna
que es la hipófisis. A partir de este momento en la región cefálica
los procesos de crecimiento conducen a una especie de
enrollamiento.
El esquema de la página 47 muestra la extremidad del polo cefálico
del lagarto y el lugar de emplazamiento del polo hipofisario. Los dos
estadios representados llevan ya consigo una depresión en el lugar
de asiento de dicho órgano y el enrollamiento de la región cefálica.
Si observamos ambos estadios veremos a la región cefálica girando
alrededor del esbozo hipofisario, tomado como un centro. Este es-
bozo juega aquí el papel del centro del remolino y los tejidos circun-
dantes se enrollan en cierta medida a su alrededor. En este ejemplo
el remolino no sería más que un modelo «planeando» sobre el desa-
rrollo. Si tenemos en cuenta el hecho de que la hipófisis es un órga-
no que dirige todos los procesos de crecimiento del cuerpo, podría-
mos sentirnos con la suficiente autoridad como para afirmar que
ella actúa ya desde el comienzo del desarrollo como un centro di-
rector invisible. Si además tenemos en cuenta las correspondencias
existentes entre los remolinos y el cosmos, tendremos la formidable
imagen de un centro superior de organización, responsable de un
microcosmos de órganos.
54
Remolinos en anillo
1
Ecuación de Strouhol: n • d/u = cíe; siendo n =frecuencia;d= grosor del bastón;
u = velocidad. 55
uno de ellos constituye, como ya hemos dicho anteriormente, un
embudo dotado de un poder de succión y orientado hacia abajo.
Tenemos que tratar de representarnos la cadena de remolinos como
una hilera de embudos de este tipo, más o menos profunda. Los
remolinos pueden también ser formados experimentalmente bajo la
superficie del agua. En este caso son algo diferentes, pero de acuerdo
con lo que se ha dicho hasta ahora, son fáciles de interpretar. De
entre las innumerables posibilidades que pueden darse en la natura-
leza elegiremos dos:
I . Hacemos fluir, por un tubo estrecho de sección cuadrangular, una
corriente fina de agua coloreada en un agua incolora y en reposo,
bajo su superficie.
I I . Obligamos al agua corriente a rodear un obstáculo sumergido. El
hilo de agua coloreada que sale del tubo inscribe en el agua en
reposo una fina película de demarcación que se ondula y enrolla. La
foto 24 nos muestra dicho fenómeno, el cual es muy parecido a las
estelas que se forman en la superficie (foto 28).
1
Por lo que acaba de decirse queda claro que aquí se trata de un principio fonnativo
general, y que no podemos examinar en este libro, las diferencias en el desarrollo
embrionario de los diversos grupos de animales.
Sin duda, la partitura existe solamente en una esfera superior en el
devenir corporal desde la cual actúa sobre la materia, siempre flui-
da y maleable del embrión, hasta modelar con ella una forma armo-
niosa. Para que la forma humana aparezca es necesario que se
unan y armonicen las posibilidades más complejas. Detalles dema-
siado elaborados conducen más bien a formas animales, muy espe-
cializadas. Pensemos, por ejemplo, en el crecimiento desmesurado
del pico de una grulla, en comparación con las tan proporcionadas
regiones bucales del hombre. En el desarrollo excesivo de estos
caracteres se exterioriza precisamente la esencia del animal (ver
Poppelbaum: «Mensch und Tier»; El hombre y el animal).
Nosotros hemos renunciado a profundizar en detalles de
embriogénesis pues confiamos en los conocimientos generales que
el lector tenga al respecto. Aquí nos limitaremos a citar un ejemplo
en el que varios movimientos colaboran para constituir un órgano
sensorial: el ojo.
De entrada digamos que el globo ocular deriva de una invaginación
del primitivo cerebro anterior. Llega un momento en el que ésta
toca la pared interna de la envoltura corporal, la cual en este punto
se invagina en forma de vacuola hacia el seno de la vesícula ocular.
Posteriormente se densificará y dará origen al cristalino. Este últi-
mo se inserta en la vesícula ocular, que se irá ahuecando para ha-
cerle sitio. Progresando hacia el interior y desprendiéndose final-
mente de la cobertura corporal, quedará el cristalino instalado en el
interior de la órbita así formada.
La estructura del fondo de ojo humano presenta también las hue-
llas de su creación a partir del principio de hinchamiento-succión
de una corriente.
La Fovea centralis, situada al lado del punto de emergencia del ner-
vio óptico, se encuentra en la misma relación con éste que el punto
de aparición de una corriente con un punto de succión.
El campo de fuerzas derivado de la acción recíproca de ambos, se
ve claramente en la disposición de los filamentos nerviosos de la
retina. Ya hemos hablado sobre la inaudita sensibilidad de las super-
ficies nacidas a partir de corrientes en el seno del agua. Esta sensi-
bilidad no está, entiéndase, basada en la existencia de un sistema
nervioso, sino que resulta puramente del juego de fuerzas compro-
metidas, no explicable a partir de la materia ¡cuánto más sensible
ha de ser pues una membrana viviente configurada como una ba-
rrera, que además está materialmente diferenciada! ¿No nos está Disposición de las fibras delfondo del ojo
develando la Naturaleza aquí uno de sus secretos al prefigurar lá alrededor de la Fovea centralis y punto de
emergencia del nervio óptico (según Michel).
sensibilidad animal en lo líquido, pero tan sólo en tanto que función
que se condensará más tarde en el mundo de lo viviente en forma
de órganos nerviosos y sensoriales?
En un estado todavía muy primitivo, la ameba nos muestra el princi-
pio de expansión y contracción que gobierna la superficie sensible
de su ser. La ameba se encuentra a un nivel de proceso embriona-
rio y en un estado cuasilíquido. Puede emitir a voluntad de una re-
gión cualquiera de su cuerpo un «pseudópodo», es decir, un miem-
bro semejante a un saliente amorfo, para después retraerlo por «suc-
ción» y emitir otro posteriormente en otro punto de su cuerpo. A
todo estímulo procedente del exterior, la ameba responde modifi-
cando su forma, o bien se dirige invaginándose en un punto al en-
cuentro de aquello que la estimuló emitiendo un pseudópodo, es decir,
el líquido de su cuerpo fluye en esa dirección, o bien se retraerá por
lo que el líquido será aspirado hacia el interior de su cuerpo. Perci-
bimos aquí una primera insinuación imperfecta del instinto, a nivel
del líquido viviente.
Entre los animales acuáticos unicelulares encontramos las variacio-
nes más diversas de este fenómeno. Muchos de ellos tienen, por
ejemplo, la facultad de coagular por un tiempo sus pseudópodos y
de pasarlos al estado líquido a continuación. Utilizan la transición
fácil del estado de «gel» al de «sob> (de la consistencia gelatinosa a
la sólida) y viceversa para hacer durable o fugaz a su voluntad su
forma corporal. Estos animales juegan, por así decirlo, en el domi- Una ameba envuelve una partícula alimenticia
nio límite, tan lábil, que es su elemento vital. y la ingiere.
64
El agua, órgano sensorial de la tierra
1
Para los matemáticos, señalamos que los resultados de esta experiencia se han
obtenido de acuerdo con las leyes estrictas de la estadística. Se pueden encontrar los
detalles en la obra del mismo autor «Grundlagen der Potenzforschung» (en español,
«Fundamento de una investigación sobre las diluciones»).
El agua como mediadora del orden
cósmico
1
Entendemos que hay ocasiones en las que verdaderamente se hace necesario el
rectificar con moderación el curso de un río para ponerlo en armonía con el paisaje
civilizado. 75
gamos como ejemplo el Neckar que se vierte en el Rhin, siendo
para éste tan sólo un afluente. Así es como todos los sistemas flu-
viales se unen en la superficie del globo formando una red compleja
muy similar al sistema circulatorio del hombre. En éste también los
retículos capilares que irrigan los órganos confluyen en una unidad
superior. De la misma manera que el agua construye sus riberas,
Por todo lo expuesto hasta ahora, se han ido haciendo cada vez más
claras tres propiedades del agua que se armonizan para darnos una
idea completa de este elemento. Dos de ellas están a la vista. La
tercera es prácticamente desconocida ya que solamente se devela
después de una meticulosa observación.
La primera de estas cualidades es su idoneidad como medio para
todos los procesos metabólicos, tanto del gran organismo terrestre
como de cada uno de los seres vivos.
La segunda la constituye su parentesco estrecho con el ritmo tanto
en el tiempo como en el espacio.
La tercera la conocimos cuando estudiábamos la sensibilidad de las
superficies internas del agua y el funcionamiento de este elemento
como órgano sensorial de la tierra frente al cosmos.
Estas tres cualidades se funden en un todo, confluyendo plenamen-
te las unas en las otras. Las tres resultan bien conocidas en el mun-
do de los seres vivos. ¿No parece acaso como si el agua misma
fuese un organismo? ¿No podemos contemplar en el agua misma
como un reflejo de la constitución tripartita del ser humano? ¿No es
de alguna forma como un arquetipo todavía puramente funcional?
Podemos reconocer en las tres actividades del agua, efectivamen-
1
te, el sistema metabólico , el sistema rítmico y el sistema
2
neurosensorial . ¿No serán estas tres actividades del agua el sustrato
de todos los seres vivos y las directrices fundamentales que orien-
tan su forma y su organización corporal, según su especie, hacia
una u otra de estas funciones? Contemplemos, pues, estas cualida-
des en base a las preguntas suscitadas. Si pensamos que el agua es
el componente principal de todos los organismos, se nos hace evi-
dente la importancia tan trascendental que tiene como elemento
esencial de lo viviente. Renuncia a toda forma propia, llena con
gusto todas las formas huecas y baña por todas partes los cuerpos
que en ella se sumergen. Numerosos seres, entre los que se en-
cuentra el hombre, en el curso de su desarrollo salen del agua para
aclimatarse a las condiciones de la tierra firme. El embrión humano
1
Metabolismo: del griego metabalcin: cambio (N. de T.)
2
Ver las conferencias fundamentales de Rudolf Steiner a este respecto.
en el interior délas envolturas maternas y completamente sumergi-
do en agua, va densificando poco a poco sus órganos a partir de lo
fluido. El recién nacido está prácticamente compuesto de agua, e
incluso el anciano tiene todavía una proporción del 60 por 100 de la
totalidad de su cuerpo. Los primeros alimentos que el ser humano
absorbe, y en general también los últimos, son sustancias líquidas.
Gracias a la capacidad de disolver y a la gran fluidez de este ele-
mento, las plantas, los animales y el hombre pueden absorber sus-
tancias sólidas. La mayoría de los procesos metabólicos dependen
de la capacidad disolvente y mediadora del agua. Ningún proceso
anabólico o catabólico en el interior del organismo sería pensable de
no ser por ella. No se deposita y desde el punto de vista químico se
comporta como un cuerpo neutro, por lo que puede participar sin
1
dificultad en casi todas las transformaciones de la materia .
Sin embargo, todos los cambios materiales van acompañados de
procesos térmicos, para los que el agua es un elemento esencial. El
agua tiene la facultad de absorber, no sólo grandes cantidades de
sustancias disueltas, sino que también es receptora de grandes can-
tidades de calor, que va a transportar allá donde ella fluya. Los
países de Europa Septentrional deben a esta capacidad del agua la
suavidad de su clima, ya que la corriente del Golfo pasa cerca de
sus costas trayendo consigo el calor procedente de los trópicos.
Esta corriente continúa fluyendo hasta las zonas polares, donde se
enfría y densifica, hundiéndose hacia el fondo; a partir de aquí cir-
cula en profundidad por todo el Océano Atlántico desencadenando
de nuevo grandes intercambios de sustancias en su seno (un fenó-
meno análogo existe en el Pacífico). En la economía térmica de
nuestro planeta, estas corrientes marítimas desempeñan un papel
muy significativo ya que pertenecen al sistema regulador de los cli-
mas, los cuales se van midiendo en forma de temperaturas medias
anuales conforme a la escala de grados Celsius y de ellos depende
la vida de la tierra. Todo esto nos lleva, en último análisis, a com-
prender la capacidad receptora de calor del agua y que en la sangre
humana desempeña un papel tan importante.
Para que el hielo se funda y se obtenga agua a 0° Celsius, se nece-
sitan 80 calorías; cada aumento posterior de 1°C de temperatura
exige un aporte de una caloría por litro de agua. A decir verdad no
se trata nada más que de medidas aproximadas; un examen más
detallado nos muestra que el calor necesario para elevar 1°C la
1
Sobre los fenómenos tan importantes de osmosis y difusión en la célula viva se
puede consultar, entre otras, la obra fundamental de L . J. Henderson: Die Umwelt
des Lebens (El medio ambiente).
temperatura, no es igual a lo largo de toda la escala termométrica y
que es mínimo a 37°C.
A partir de esta temperatura, la de la sangre humana precisamente,
el agua se calienta con muchísima facilidad. ¿No se percibe ya en
esta ley térmica, un tipo de alusión al organismo humano? ¿No está
presentida, preformada en el agúala organización calórica del hom-
bre? En cualquier caso, la organización humana está basada en el
elemento líquido y en sus propiedades térmicas particulares. Todo
esto nos conduce a plantearnos una vez más la pregunta formulada
al principio del capítulo, pero esta vez partiendo del hombre.
Cualquiera de las cualidades del agua que estamos considerando
son alusiones al mundo de lo viviente, a sus procesos metabólicos,
al hombre mismo y, finalmente, a realidades todavía más lejanas.
Con la tercera de las cualidades mencionadas —la sensibilidad—
nos situamos en el polo contrario al del metabolismo. Hemos visto
como el agua misma, en estado líquido, se caracteriza por su sensi-
bilidad. Los más pequeños impulsos suscitan en ella reacciones muy
marcadas. Una ligera elevación de la temperatura es suficiente para
modificar notablemente su viscosidad (fluidez). Esta fluidez o faci-
lidad de desplazarse indica en todo momento las condiciones térmi-
cas del medio. A l igual que la miel, el agua es más fluida cuando
está caliente que cuando está fría. Así pues, al estar expuesta al sol
fluye y se arremolina más fácilmente que al discurrir a la sombra de
un bosque. En cuanto abandona las entrañas oscuras de la fuente o
la frialdad del bosque, se amolda a nuevas condiciones entregándo-
se a ellas hasta en su estructura más íntima. Así como un órgano de
los sentidos, se abre a las influencias del exterior. Gracias a su ca-
pacidad de ser transparente a la luz, así como de reflejarla, se con-
vierte en una especie de ojo para la tierra.
Su tensión superficial, que le hace tender hacia la forma esférica
de la gota, manifiesta nuevamente la gran sensibilidad a las in-
fluencias del exterior. Basta con añadir pequeños vestigios de una
sustancia extraña a un recipiente de agua, para modificar rápida y
enormemente la tensión que reina en la superficie. El agua pues-
ta, apenas unos instantes, en reposo, tiene ya otra tensión superfi-
cial que el agua en movimiento. Esta tensión se modifica igual-
mente, con los cambios más sutiles de temperatura. La tensión
superficial de un chorro fino que emana de una tubería estrecha
se asemeja a un instrumento receptivo sobre el cual tocasen de-
terminados fenómenos exteriores, principalmente los rítmicos. Por
ejemplo, este chorrito, por la acción de ondas sonoras se descom-
pone en gotas; reacciona de una manera análoga debido a las pe-
queñas modificaciones eléctricas ambientales. Su «sensibilidad»
es igual a la del oído humano.
Una ligera corriente de aire que pasa sobre un espejo de agua des-
encadena la formación de pequeñísimas ondas capilares sobre la
superficie; de igual manera, una varilla que incida sobre una co-
rriente de agua en calma da lugar como reacción inmediata, a todo
un sistema de ondas superficiales (foto 6). Pero el agua todavía se
deja impresionar más al recibir una piedra que haya sido arrojada
en su seno; a continuación transmite esta impresión, de forma rítmi-
ca, al resto de la superficie del agua. Los grandes ritmos de las
mareas son, en definitiva, una respuesta a fuerzas que actúan entre
la tierra y el cosmos y para los cuales el agua, gracias a su gran
impresionabilidad, actúa a modo de órgano sensorial.
Las superficies internas, de las cuales hemos hablado ampliamente,
son las membranas sensibles que vibran a las influencias más suti-
les de los confines extraterrestres, como lo demuestran todas las
experiencias descritas anteriormente.
Las superficies de demarcación entre dos corrientes se asemejan
también a membranas que responden a la menor modificación de las
tuercas allí presentes, con la creación de inflexiones y sinuosidades.
Las hemos definido como «figuras de equilibrio» extremadamente
sensibles. Isaachseen los llama «sensores», instrumentos dotados de
la misma sensibilidad que los órganos sensoriales, y Novalis denomi-
na al elemento acuoso el «caos sensible» por excelencia.
El que todos los movimientos del agua sean rítmicos nos conduce a
la segunda cualidad enumerada. Toda perturbación en la superficie
de un estanque desencadena una serie periódica de ondas, toda
rama que incida en la corriente de un río provoca una sucesión
rítmica de remolinos, y toda superficie de demarcación entre dos
corrientes origina un juego rítmico de olas y remolinos. La acción
conjunta y armónica de la tierra, la luna y el sol encuentra su expre-
sión visible e inmediata en lasfluctuacionesrítmicas de las mareas.
Este gran ritmo de flujo y reflujo es a su vez portador de innumera-
bles ritmos más pequeños, como, por ejemplo, los de las olas provo-
cadas por el viento. Pero para que un ritmo se origine se necesita
siempre, por lo menos, la actuación de dos fuerzas que gracias a él
llegan a equilibrarse. Por doquier el agua nos aparece como un fac-
tor de equilibrio. Incluso, en ella misma, equilibra sus diversas cua-
lidades. Su «elemento vital» por excelencia es el ritmo, y cuanto
más rítmicamente se mueva, más viva será su esencia. Allí donde le
sea arrebatado el ritmo, donde no pueda fluir libremente en mean-
dros, corretear entre las piedras, formar olas y murmurar, empieza
a desfallecer y a morir. Deja de ser, entonces, una mediadora entre
el cielo y la tierra.
En los seres vivos, es la portadora de los ritmos fluctuantes en el
ascenso y descenso de la savia en las plantas, en las pulsaciones
rítmicas de los líquidos orgánicos en el hombre y en los animales.
También ahí vibra al compás de los rítaos grandes y pequeños del
organismo terrestre y del universo y se los comunica a los seres
vivos de la tierra. Todas las cualidades indispensables para mante-
ner la vida de los organismos sólo le pertenecen al agua. Todas
estas cualidades permanecen en ella de manera puramente funcio-
nal, son movimiento puro, se entretejen las unas con las otras, y sin
embargo están realmente presentes y activas. Nos dan la imagen
de la organización tripartita del hombre: sistema metabólico, siste-
ma rítmico, sistema neurosensorial; pues el ser humano es una sín-
tesis armoniosa de todos los seres vivos.
Estas cualidades que en el agua se encuentran unidas y fluyendo al
unísono, las encontramos diferenciadas en el hombre y en los ani-
males, condensadas en los sistemas orgánicos correspondientes. En
los párrafos que siguen, se van a estudiar tres órganos representa-
tivos de los tres sistemas: el oído como órgano del sistema sensorial,
el intestino como órgano del sistema metabólico y el corazón, final-
mente, como el centro de la organización rítmica en el hombre. Es-
tos tres órganos nos hablan de tres cualidades básicas del agua y
recíprocamente el agua nos hablará de los tres sistemas funciona-
les del hombre.
El oído
Es el órgano gracias al cual podemos percibir algo que nos llega del
interior profundo de las cosas; nos lo encontramos profundamente
retraído en una cavidad del cráneo. Su estructura, de las más deli-
cadas, se aloja en su interior y está bañada en líquido. Está encaja-
da en un nicho excavado en un «peñasco» como si se tratase de un
molusco enroscado que hubiese eliminado y depositado a su alrede-
dor toda esa sustancia durísima para protegerse a sí mismo. Junto
con el sistema de los canales semicirculares, su órgano vecino, cons-
tituye uno de los órganos más sensibles de todo el cuerpo. Una
simple ojeada al pabellón auditivo externo nos muestra la presencia
de formas sinusoidales que conducen hasta la misma entrada del
conducto auditivo externo en el que concluyen. Emulando a un re-
molino con su forma de embudo, conduce el pabellón auditivo al
conducto auditivo externo al final del cual nos encontramos con una
primera membrana, el tímpano, el cual delimita externamente el oído
medio, en el que se aloja la pequeña cadena de «huesecillos».
Estos representan una minúscula reducción del sistema locomotor
(según Rudolf Steiner). Comunican las vibraciones a la membrana
denominada «ventana oval» que da al oído interno. Desde aquí las
vibraciones serán transmitidas a regiones aún más profundas y te-
nebrosas: «el caracol» del oído interno. Hasta llegar aquí, primero
hay un paso por un elemento aéreo, después por el elemento sólido
(la cadena de huesecillos) y a continuación por el elemento líquido
(laberinto). Cada una de las formas que aparece intercalada en este
trayecto nos devela su origen, en tanto que reproduce los movi-
mientos del elemento acuoso. Todo esto lo reconocemos especial-
mente en los canales semicirculares contiguos al oído interno y for-
mados junto con él a partir del mismo esbozo embrionario. Son tres
pequeños canales cilindricos curvos orientados en tres planos per-
pendiculares, según las tres direcciones del espacio y conteniendo
en su interior un líquido.
Todo movimiento de la cabeza determina un desplazamiento
longitudinal de dicho líquido. Unos cilios sensitivos comienzan a
moverse en el seno del líquido, desencadenando impulsos nerviosos
que inmediatamente nos informan acerca de nuestros movimientos
y posición en el espacio. El funcionamiento de este órgano está,
pues, basado en la circulación del líquido en circuito cerrado. Ani-
males inferiores, tales como la lamprea de agua dulce no poseen
más que un canal semicircular. Los otros dos son reemplazados por
dos alveolos, en el interior de los cuales losflagelosvibrátiles de sus
paredes impelen al líquido a circular en'forma de vértices. En este
caso, los dos canales que faltan aparecen en un estado puramente
funcional que revela el proceso formativo inicial y que aparecerán
materializados más adelante en la escala filogenética. A l culminar Volumen geométrico según Boy: modelo del
su formación, este órgano toma aspecto de forma entrelazada tri- espacio enrollado en sí mismo o helicoidal.
ple, dotada de tres remolinos, que ofrece al hombre la capacidad de
mantenerse erguido en el espacio y de vivenciarse en el movimien-
to. En la Geometría Proyectiva moderna nos encontramos en la
lemniscata —que plasma la idea del espacio enrollado en sí mis-
mo— el modelo aplicable a la original disposición de los canales
semicirculares.
El caracol membranoso del oído interno es un conducto tubular con
terminación ciega, que contiene líquido y está rodeado de él. Reúne
en sí mismo el fenómeno de las superficies curvas con el de la
torsión en espiral. El remolino, en este caso, llega a condensarse en
un órgano sensorial de los más perfectos y delicados. Los principios
formativos que penetran todo el órgano del oído son aquellos de las
superficies ondulantes de contacto. El caracol del oído humano (según De Burlet).
Parece como si durante el desarrollo embrionario, la vesícula auditiva
primitiva, el sáculo, hubiese sido fuertemente aspirado en un remo- 85
uno y su superncie se nuoiese enrollado y convertido en memorana
sensible, todo ello habiendo efectuado una rotación de 90°, sobre sí
misma.
Hay por lo tanto entre estas «rampas» del caracol dos recintos lí-
quidos diferentes, uno extemo y otro interno entre los cuales se
halla contenido el órgano realmente sensitivo que se va formando.
Aparte del caso de las cámaras del laberinto de la ya mencionada
lamprea, no nos encontramos fluidos circulantes en el estudio del
desarrollo filogenético del órgano del oído. Parece más bien como
si el principio giratorio llenase con su dinamismo el proceso de la
embriogénesis y la dirigiese. Si pudiésemos por lo tanto realizar una
En el caracol del oído, la membrana basilar toma cinematográfica acelerada del desarrollo del canal coclear,
se enrolla y se ensancha hacia arriba, esto nos permitiría reconocer en él el movimiento realizado por un
formando la cúpula del caracol.
remolino.
Si en el seno de un líquido en reposo actuamos mediante impulsos
rítmicos pueden aparecer remolinos con formas espirales bien cla-
ras. Por ejemplo, actuando sobre la superficie del agua, con movi-
mientos rítmicos de vaivén podemos dar origen a un sistema regular
de remolinos.
Recordemos lo que sucede en el proceso de la audición: impulsos
rítmicos procedentes del exterior son transmitidos constantemente
a la ventana oval, fina membrana en contacto con el líquido del oído
interno; así podemos atribuir la génesis arremolinada de este órga-
no al mundo de los sonidos rítmicos. Este órgano habría entonces
nacido del sonido y para el sonido. Parafraseamos así un célebre
dicho de Goethe concerniente al ojo, formado por la luz y para la
luz. De hecho el alargamiento y enrollamiento del sáculo lleno de
líquido no empieza a aparecer en el mundo animal más que en aque-
Un cuerpo que movemos constantemente en el
llos que abandonan el habitat acuático para establecerse en la tierra
agua origina un campo de remolinos. firme y por lo tanto, en un medio aéreo capaz de hacerles llegar las
vibraciones sonoras de la atmósfera. Los cocodrilos y pájaros son
los primeros en desarrollar el caracol del oído. Podríamos, por lo
tanto, reconocer los diferentes grupos de animales por el grado de
enrollamiento alcanzado en dicho órgano. Desde luego hay que añadir
que ciertos grupos de animales sobrepasan la meta, batiendo verda-
deros records en cuanto al número de espirales: cinco vueltas en el
roedor Paka por dos y media en el hombre.
En el proceso de la audición, este remolino solidificado que es el
oído interno, se ve recorrido todo él de líquido, realizando varios
tipos de movimientos circulares. En la membrana basilar, superficie
de demarcación entre las rampas del caracol, se origina con cada
sonido un tipo o una serie de ondas características que serán repro-
ducidas por el líquido situado por encima y por debajo de ella. A l
igual que sucede en toda superficie de contacto entre dos corrien-
86
tes, se formarán pequeños remolinos. Sin embargo el principio es
inverso, puesto que aquí es la superficie misma la que dará origen al
impulso. Sobre esta membrana sensible hay un receptor determina-
do, siempre el mismo para cada sonido, en el que sus ondas serán
ampliadas. El lugar para los sonidos agudos se halla situado en la
extremidad inferior de la espiral, no lejos de la ventana oval; los
sonidos graves se localizan en la extremidad superior, en la cúpula
del caracol.
En cuanto penetran sonidos procedentes del exterior en el oído in-
terno, la linfa se verá recorrida de uno a otro extremo por cadenas
de remolinos. A esto se le suma una selección de ritmos. En tanto
que los de más bajas frecuencias, tratándose de ondas más largas
—sonidos graves— alcanzan el extremo más distante de la mem-
brana basal, los sonidos agudos son de altas frecuencias, o sea,
ritmos rápidos y cortos, que se extinguirán prácticamente a la en-
trada del órgano. Tenemos aquí en miniatura la misma imagen que
hemos visto en los océanos. Recordemos que en la mar las olas
grandes pasan a las olas pequeñas, las cuales «mueren» tras haber
realizado un corto recorrido. Las primeras llegaban tras un largo
Corte transversal del caracol del oído de la
recorrido a costas lejanas. Esta selección se asemeja más bien a un cobaya (según De Burlet).
tipo de análisis. Pero a éste le sigue una síntesis en tanto que el
hombre reúne lo que está separado para crear la unidad del «cuer-
po sonoro». Este fenómeno lo volvemos a encontrar de una u otra
forma en el ámbito de la nutrición y los procesos metabólicos. Aquí
todo alimento es antes que nada disociado y después reestructura-
do en la forma de una sustancia específicamente humana, tal como
las proteínas de nuestros tejidos. Este trabajo se realiza según unas
leyes numéricas: en el oído según leyes musicales, y en la nutrición,
de acuerdo con la ley de los números enteros de los pesos propor-
cionales, que dirigen las transformaciones de las sustancias. Así los
fenómenos del oído parecen tener un eco en el metabolismo. Re-
cíprocamente podríamos llamar a los procesos auditivos «metabo-
lismo sonoro», puesto que el sonido recibido, primero se descom-
pone y luego se vuelve a recomponer según las proporciones arit-
méticas musicales.
87
Por lo tanto, nos encontramos un resumen de las leyes del movi-
miento de los líquidos, en el oído, este órgano que está fuera del
alcance de la vista. Los sonidos revelan al hombre, y hacen renacer
en su alma, la esencia íntima de los fenómenos. Los procesos del
oído interno encuentran, por así decirlo, su equivalente en el alma,
en un nivel superior del ser. Podemos decir en último término que el
hombre construye su cuerpo a partir de estas leyes y de estos pro-
cesos rítmicos; está totalmente penetrado y animado por ritmos y
leyes numéricas musicales, incluso hasta en los mismos procesos
metabólicos. El gran misterio de los líquidos en movimiento es que
la Armonía de las Esferas vibra y resuena en ellos. En el oído hu-
mano se han convertido en órgano sensorial concreto. Los fluidos
en movimiento son la «puerta» por la cual el hombre puede escu-
Repartición de la sensación auditiva en el
caracol del oído: los sonidos agudos
char el eco terrestre de la Armonía de las Esferas.
permanecen cerca de la ventana oval y del
estribo, los sonidos graves se localizan en la
cúpula del caracol.
El intestino
89
Cuando pensamos que los movimientos de un remolino líquido re-
producen en pequeño los del sistema planetario, y que el «quilo»
realiza movimientos de este tipo, como en el intestino de la vaca,
podemos entrever que esta sustancia será guiada desde la periferia
planetaria al centro solar, para volver a extenderse de nuevo hacia
la periferia. Durante todo este proceso la materia alimenticia sufre
transformaciones químicas muy sutiles, según las mismas propor-
1
ciones numéricas que las del mundo de los sonidos .
El corazón
1
Corazón de la mariquita: sucesión rítmica de La Antroposofla habla, respecto de las relaciones existentes entre los números
cámaras pulsátiles (según Schmeil). musicales y las leyes numéricas de las reacciones químicas, de la actividad del éter
químico o éter de sonido. Este éter, como factor de los fenómenos químicos, actúa
q s o b r e todo en el elemento líquido y en el aire como agente de los fenómenos acústicos.
En este tipo de corazones primitivos, ia corriente pulsátil se rodea
de paredes materiales que permiten hacer visible el fenómeno. El
órgano late al ritmo de la corriente líquida a partir de la cual él se ha
formado y su pulsación no hace nada más que poner en evidencia el
ritmo que ya existía en el medio circundante.
Podemos hacer la experiencia siguiente: sumergimos en agua dos
cuerpos huecos y después los batimos al mismo ritmo, tal como lo
hacen las cavidades del corazón. Si añadimos partículas sólidas al
agua, éstas se ordenan en el campo de las corrientes que aparecen,
en canalículos transversales. En general, las partículas se disponen
de tal manera alrededor de las cámaras pulsátiles, que describen las
llamadas «curvas de Cassini». Con esta misma disposición se orde-
nan las fibras musculares alrededor de las cavidades cardíacas. Nos
damos cuenta que el movimiento pulsátil es inherente al agua flu- Alrededor de dos campos pulsátiles que laten
yente. Partiendo de semejantes hechos no hay la más mínima nece- según el mismo ritmo y que están rodeados de
agua, las partículas sólidas se disponen
sidad de comparar la actividad del corazón con la de una bomba. En
siguiendo la estructura de las «curvas de
el corazón humano, la forma y el movimiento se encadenan, entre- Cassini» en el campo de corrientes creado.
lazando el espacio y el tiempo en un proceso rítmico. El órgano es
una formación espacial y simultáneamente un movimiento en el fluir
del tiempo.
El corazón se comporta, por lo tanto, como el centro de succión de
un remolino, hacia el cual la sangre procedente de la periferia fluye
en una corriente cada vez más rápida, para después volver de nue-
vo a la periferia en un fluir más lento. Se trata de la imagen de un
sistema planetario cuyo centro solar está dotado de un poder diná-
mico infinito. La velocidad en el centro del remolino tiende a hacer-
se increíblemente grande, pero estas velocidades infinitas son
inalcanzables en el ámbito terrestre, por lo que en su lugar se mani-
fiesta una succión.
A menudo, los remolinos mismos son pulsátiles. Siguiendo un ritmo
muy estricto se ensanchan transversalmente y acortan
longitudinalmente para a continuación estrecharse transversalmente
y alargarse longitudinalmente. Estas pulsaciones del líquido se trans-
forman en el corazón en cavidades que encierran a un remolino
pulsátil aislado. Las fibras musculares de este órgano se disponen
como si fuesen eco, hecho forma, de los movimientos que acaba-
mos de definir.
Las fibras se dirigen siguiendo una trayectoria helicoidal hacia la
punta del corazón y vuelven a subir igualmente en la misma disposi-
ción. Ellas reproducen y ponen en evidencia el movimiento interno
del remolino. Disposición de las fibras en la cavidad
El pez dipneusto origina incluso en el seno del flujo sanguíneo, un izquierda del corazón humano (según
Benninghqff).
pliegue en espiral que divide la cavidad cardíaca en dos mitades en
las que los dos tipos de sangre fluyen separadamente. Una ciencia 91
finalista sólo ve en este hecho la ventaja de la separación de las dos
corrientes sanguíneas, la arterial y la venosa. Pero un conocimiento
que nace de la observación de los movimientos, comprueba que en
otras especies, incluso sin el pliegue, las dos corrientes permanecen
separadas, y se tocan a lo largo de una superficie líquida. En el
dipneusto, y siguiendo la escala filogenética, esta superficie líquida
aspira, en cierta manera, al material viviente y se transforma final-
mente en una pared visible. Este pliegue tiene forma de espiral; de
la misma manera, en un tubo elástico la superficie de contacto entre
dos corrientes gira en forma de hélice, dependiendo de la elastici-
dad del tubo (ver página 20).
93
Sabiduría fluyente
1
El término «fuerzas universales» se utiliza en el sentido de «fuerzas centrífugas» y
«fuerzas centrales terrestres» en el de «fuerzas centrípetas».
cendentes del líquido en el que está sumergido. Sus circunvoluciones
son volutas hechas órganos, movimientos del elemento etérico-acuo-
so hechos de forma, las líneas de corriente que este elemento ha
trazado. En este caso el tema fundamental del meandro se mani-
fiesta de una forma repetitiva. ¿No es admirable el que esta fuerza
formativa, una vez liberada de la tarea de modelar al órgano, reapa-
rezca en el fluir del pensamiento? ¿No vemos resurgir esta tenden-
cia a la repetición en la facultad que tiene el pensamiento de repro-
ducir continuamente lo que ha sido pensado ya una vez? A l igual
que el agua y lo etérico, el pensamiento se basa en la ley de la
repetición. En la memoria se manifiesta su tendencia a reproducir
tanto como quiera aquello que tuvo lugar una vez.
Este principio de la repetición se revela también en la estructura de
los seres vivos, por ejemplo en la formación de segmentos, de vér-
tebras, de órganos en serie tales como los ríñones primitivos. La
«reproducción» existe en el terreno de lo orgánico, en el fluir del
agua y en la vida espiritual del hombre. Para aprender una cosa
debemos, normalmente, repetirla rítmicamente; de esta manera se
grabará y convertirá en un recuerdo permanente o, mejor todavía,
en una facultad adquirida. La comprensión de algo será más preci-
sa cuanto desde más ángulos se observa y se «palpe». Esta capaci-
dad espiritual encuentra nuevamente su correspondencia en lo flui-
do que envuelve en su totalidad a los objetos, que tantea, rellena y
se fusiona con la forma a él expuesta.
La actividad de pensar encuentra sobre todo su equivalente en la
capacidad de «fluir». Solamente cuando el pensamiento se detiene
ante un contenido determinado, se fija dando lugar a una «represen-
tación». Como toda forma orgánica, la representación se origina en
el seno de una corriente, para convertirse en un movimiento fijado.
Cuando un ser humano tiene la capacidad de crear formas con agi-
lidad y soltura y de ligarlas de una manera armoniosa las unas con
las otras en una comente sin turbulencias ni divagaciones se puede,
entonces, hablar de «actividad de pensar fluida». Por el contrario,
cuando no se logra hacer esto, se habla se «actividad de pensar
viscosa» de «actividad de pensar lenta», etc. Un ejercicio dado por
Rudolf Steiner para dar movilidad y soltura a la actividad de pensar
consiste en reproducir y transformar mentalmente formas como,
por ejemplo, las de las nubes.
Gracias a su capacidad de amoldarse a todo, así como a la de re-
producir todas las cosas en sus representaciones, la actividad de
pensar participa en las leyes del mundo etérico formador del uni-
verso. Las leyes del pensamiento son las mismas que las del agua,
que renuncia a adquirir una forma propia, que está siempre dispues-
ta a adaptarse a todo, a ligarlo todo y a admitir cualquier cosa en su
seno.
Un pensamiento sin facilidad para penetrar en los detalles al no
poder crear ninguna forma duradera será arrastrado o arrebatado
por una corriente invisible y entrará en «fuga de ideas». Como con-
trapartida, un pensamiento detenido en «ideas fijas» se queda pri-
sionero de la forma, sin desarrollar corrientes asociativas hacia otras
posibilidades. Al igual que el agua, el pensamiento puede crear for-
mas como representaciones, intercomunicarías y ponerlas en rela-
ción mutua. Puede unir pero también separar y analizar. «Unir y
desunir» son las actividades materiales del agua que resurgen a un
nivel espiritual en el mundo del pensamiento.
Estas alusiones a la conexión existente entre el agua y el pensar,
muestran que la vida espiritual del hombre tiene bastantes caracte-
res comunes con la naturaleza del agua y que lo esencial de uno es
al mismo tiempo imagen del otro. Ambos pueden volverse hacia la
tierra así como dar cabida en ellos a las ideas del universo renovan-
do los lazos entre estos dos mundos. Aquello que vive en el pensa-
miento es la vida etérica del agua y aquello que vive en el seno del
agua es la sabiduría del universo. ¿No habrá dado origen acaso esta
sabiduría al elemento agua para que le sirva de instrumento?
97
Sobre la esencia espiritual del agua
1
El líquido cefalorraquídeo.
Agua y aire
Idrac observó este tipo de movimiento del aire a gran escala sobre
las lejanas y ardientes superficies del Sahara. Poderosas corrientes
cilindricas, cuyo eje es horizontal son puestas en evidencia por el
vuelo de las aves del desierto. Estos animales planean a millares en
bandadas en formación de estela que pueden llegar de uno al otro
extremo del horizonte y se sitúan siempre en la zona intermedia
entre dos cilindros de aire que es justamente por donde éste asciende.
También sobre la campiña se forman semejantes «rulos» de aire,
sólo que dispuestos verticalmente en cuanto a su eje. Las aves los
utilizan a menudo para ascender planeando, dejándose llevar por
ellas hasta grandes alturas.
1
Verwundene flachen: traducido literalmente significa superficies vulnerables.
(N. del T.) 103
Corrientes cilindricas verticales en el aire.
Los pájaros se dejan transportar, a menudo,
por ellas a grandes alturas (según Idrac).
104
El agua en la envoltura aérea de la tierra
Alta Baja
1
Se puede consultar, entre otras, la obra tan interesante de H. Teichmann para
aprender cuáles son los efectos que las explosiones atómicas tienen sobre las lábiles
superficies de la atmósfera (ver bibliografía).
ciclones»,P. Raethjen habla en los siguientes términos sobre las zo-
nas de bajas presiones (ciclones): el ciclón «posee una biografía típi-
ca, con fases de aparición, de evolución y de envejecimiento bien
caracterizadas, No se extiende en el espacio propagándose en forma
de onda, sino en la forma como lo hacen los seres vivos* así el naci-
miento de un joven "ciclón frontal" surge del seno materno (zona
frontal) de un ciclón central adulto (entendemos por "ciclón frontal" a
las grandes masas aéreas estacionarias de bajas presiones) (Nota del
autor), No olvidemos que este "morir y renacer" es una ley funda-
mental de los ciclones y que, en consecuencia, una teoría estática
sobre el equilibrio olvidaría su aspecto más importante». Por otra par-
te dado que la atmósfera se comporta como un ser vivo sólo llegare-
mos a comprenderla completamente cuando seamos capaces de ver-
la y de tratarla como un todo. Los problemas particulares no pueden
ser resueltos por separado, hay que tratar de armonizar los unos con
los otros en una visión global. Hace mucho tiempo ya que los
meteorólogos competentes tratan de llamar la atención sobre el vo-
cabulario biológico del que esta ciencia está continuamente obligada
a servirse.
Los ritmos de las cadenas de remolinos en la atmósfera tienen sus
leyes propias. El nacimiento de los torbellinos, es decir, de las áreas
de bajas presiones, se adapta a una curva anual de máxima y de
mínima.
A. Schmauss ha podido hacerse una idea de estas leyes a lo largo de
una vida enteramente consagrada a realizar observaciones meteoro-
lógicas día tras día y, por otra parte, les ha dado justificación matemá-
tica, según éste, el «año dinámico» comienza el 29 de septiembre con
un mínimo de actividad atmosférica. Por esa actividad él entiende los
movimientos de las perturbaciones que se intercambian entre el norte
de Inglaterra y Francia, midiéndose en diferencias de presiones
barométricas entre ambos lugares geográficos. Con el comienzo del
«año dinámico» el 29 de septiembre, comienza un impulso que va a
conducir la actividad de la atmósfera a un punto máximo (media cal-
culada sobre un gran número de años). La actividad baja entonces y Lenguas de aire frío se introducen en un área
alcanza un mínimo entre el fin de mayo y los comienzos de junio. más caliente (según Rossby).
Después asciende y se mantiene, con los ritmos, hasta el 15 de sep-
tiembre. A partir de esta fecha decae hasta el 29 de septiembre. En
este momento nace el nuevo impulso y la actividad crece hasta ene-
ro. Como se puede ver el ascenso y descenso de las áreas de altas y
bajas presiones, es decir, la «respiración de los continentes» están
diferenciados fina y rítmicamente como si se tratase de un lenguaje o
de una sinfonía. Schmauss dice de esto lo siguiente: «para el
meteorólogo que está familiarizado con estos fenómenos, el calenda-
rio de las corrientes aéreas tiene la misma significación que una or-
quesxa para la cuai se na escrito cuanao aeoe entrar caaa instrumen-
to. El instrumentista es posible que olvide su "entrada". En cualquier
caso el poder leer una partitura es un motivo de alegría.»
Observando estas «estaciones» del año dinámico nos impresiona no-
tablemente el comprobar que coinciden con las principalesfiestasdel
año cristiano. La Pascua no está particularmente puesta en evidencia
en tanto que se trata de una fase de desarrollo de las estaciones y de
la lucha entre los extremos del invierno y del verano. No llama la
atención como acontecimiento singular o especial. Sin embargo, la
fecha de Pentecostés, fiesta móvil dependiendo de la de Pascua, ya
es notable: ella se sitúa siempre en el período de mínima actividad
atmosférica que va del 20 de mayo al comienzo de junio. Este período
no comienza en una fecha concreta, como las otras «estaciones».
Siguen las fechas de San Miguel y la Navidad, la cual se celebraba
originariamente el 6 de enero, es decir, cerca del «punto singular» del
9 de enero, que marca un tope máximo de actividad. Entre las otras
«singularidades» que tienen la tendencia de volver todos los años nom-
braremos algunas como: las famosas heladas del mes de mayo con
los «santos de hielo», el veranillo de San Martín, etc.
¿Qué es lo que se expresa en este desarrollo de las formaciones
nubosas y las inclemencias del tiempo? Actualmente, cada vez más,
se va imponiendo la convicción de que se debe a la acción de ritmos
extraterrestres. Hoy en día se establece la relación existente entre el
nacimiento de torbellinos de bajas presiones y acontecimientos que
tienen lugar en el sol. La actividad de éste, por ejemplo, con la apari-
ción de las manchas solares, hay que interpretarla como una respues-
ta o resonancia del sol con los planetas y sus interacciones. ¿No nos
estará sugiriendo esto que el acontecer celeste interviene e influye en
las «superficies sensibles» de la atmósfera terrestre? Las leyes cós-
mico-planetarias hacen vibrar esas membranas, les hablan como si lo
estuviesen haciendo a múltiples oídos, armonizando en un todo la
diversificada superficie de la tierra. De esta manera los astros aco-
gen a la tierra viviente en su comunidad de vida.
Si pudiéramos observar desde una gran altura los continentes y los
mares, asistiríamos a la génesis de las cadenas de torbellinos de bajas
presiones a partir de la confluencia de diferentes masas de aire. Allí
donde se encuentran corrientes aéreas diferentes, se forman ondula-
ciones a lo largo de las superficies de contacto, a gran escala, por
encima de continentes y de océanos. Puede llegar a suceder que el
enrollamiento alcance las dimensiones de todo un continente. Noso-
tros no podemos asistir desde nuestro puesto de observación a esta
grandiosa evolución, sin embargo participamos a través de las varia-
ciones diurnas y nocturnas de las condiciones meteorológicas. Estos
grandiosos procesos provocados por el encuentro de masas diferen-
tes de aire —por ejemplo las procedentes del Polo Norte con las de
los mares ecuatoriales— se traducen a nuestra escala en «la lluvia y
el buen tiempo». Su imagen visible sobre nosotros es el juego de las
nubes que aparecen y desaparecen y el de las precipitaciones en
todas sus posibles variantes. Pero no sólo es importante esta obser-
Hasta ahora hemos venido tratando del juego recíproco del agua y
del aire, habiendo subrayado lo que ambos elementos tienen en co-
mún. Nuestro propósito a partir de ahora es el de mostrar aquello en
lo que se distinguen.
Ciertamente, las corrientes de agua y de aire tienen multitud de ca-
racteres similares-, pero cuanto más rápido corra el aire más se afir-
ma su naturaleza propia; no guarda un volumen constante, se dilata y
se contrae, se hace más o menos denso. Debe esta capacidad a la
elasticidad y compresibilidad que le caracterizan. El agua no puede
comprimirse notablemente más que en estado de vapor, es decir, pre-
cisamente cuando más se acerca a la naturaleza del aire. Dado que
el aire no manifiesta su carácter típico, la elasticidad, más que a gran-
des velocidades, podemos admitir en principio que las grandes veloci-
dades le pertenecen a él de forma más natural que al agua. Efectiva-
mente, esto nos lo confirma la observación. Ya las velocidades mode-
radas del viento sobrepasan con creces a las del agua corriente. Tam-
bién a velocidades lentas, el aire tiene que moverse, de todas formas,
mucho más rápido que el agua —alrededor de 14 veces más— para
hacer nacer cadenas de remolinos análogas y de dimensiones iguales
a las del agua. Por tanto, hay que contar entre las numerosas carac-
terísticas del aire, su tendencia a adquirir grandes velocidades y su
facultad de cambiar fuertemente de volumen por dilatación o por con-
tracción y, por tanto, cambiar de densidad. Pero todas estas acciones
del aire van acompañadas de matices calóricos; a cada modificación
de las condiciones térmicas, el aire reacciona inmediatamente des-
pués con un cambio de densidad. Manifiesta de esta manera un tipo
de «sensibilidad» y además propaga las más pequeñas sacudidas, los
más mínimos impulsos, a la atmósfera, mediante una serie de rítmicas
contracciones y dilataciones. Por otra parte cada aumento o descen-
so de densidad va acompañado de un proceso térmico muy sutil que
trae consigo nuevos cambios de temperatura. De este modo cada
onda sonora que recorre la atmósfera lleva consigo calor o frío. A
causa de su contracción y de su dilatación, el aire tiene un carácter
tridimensional que no es familiar al agua. Ésta, debido a su tendencia
a formar superficies externas e internas, se encuentra más cerca de
la bidimensionalidad.
Este estado de cosas tiene sus repercusiones sobre la respiración de
los seres vivos. Cuando los animales viven en el agua, su aparato
respiratorio se organiza únicamente sobre la base de grandes super-
ficies (branquias), mientras que en el caso de los seres terrestres a
ello se le suma una pulsación respiratoria, un ritmo de expansión y
otro de contracción, La elasticidad pulmonar y de la caja torácica
expresan este carácter tridimensional del aire.
A pesar de que no tenga que ver mucho con la respiración propia-
mente dicha, el ejemplo de las migraciones de los pájaros nos va a
servir para concretar e ilustrar este aspecto del aire.
En muchas latitudes, al llegar el otoño, muchos tipos de aves se agru-
pan para emprender juntas el vuelo hacia países más cálidos, a menu-
do en grandes bandadas, otras en pequeñas en las que reina un orden
riguroso. Es como si cada uno de estos grupos constituyese una nue-
va unidad orgánica y esto es, efectivamente, lo que sucede. ¿Qué
ocurre cuando vuelan los unos al lado de los otros, por ejemplo cuan-
do vuelan en forma de diedro abierto por un lado o en línea oblicua o
en pelotón aparentemente desordenado? Respuestas a estas pregun-
tas han sido ya dadas por R. Schieferstein en sus trabajos, lamenta-
blemente poco conocidos. El descubrió que las aves, volando en for-
mación triangular, están, por así decirlo, ligadas las unas a las otras
por el aire que las relaciona, o más exactamente por la elasticidad de
dicho aire. Semejante grupo de pájaros constituye un todo y el aire
que les sostiene forma parte de ese todo. La bandada se mueve en el
seno de una «forma aérea» creada por el mismo aire y que reacciona
a su vez sobre cada pájaro del grupo.
Una comparación nos ayudará a comprenderlo mejor. A menudo po-
demos observar en los estanques cómo un cisne que nada va dejando
una estela triangular de olas tras de sí, sobre las que a veces sus
polluelos se dejan transportar. Todo barco en marcha deja tras de sí
una estela semejante. En el transcurso de una expedición a África,
Idrac pudo comprobar cómo los indígenas de la Costa de Oro utilizan
semejantes estelas con sus pequeñas canoas. Ellos reman con sus
pequeños navios detrás del barco a vapor hasta haber alcanzado su
misma velocidad y después sitúan sus embarcaciones sobre la pen-
115
diente anterior de la cresta de una de las olas, sobre la cual pueden
permanecer de forma estacionaria.
La ola les transporta a la misma velocidad que el vapor sin que se
tengan que molestar en remar. Ésta es, aproximadamente, la imagen
del vuelo triangular de los pájaros. Cada uno de ellos flota sobre una
«ola» que ha sido inscrita en el aire por el pájaro que vuela en cabeza.
Los movimientos de las alas siguen el vaivén de la ola y ponen en
evidencia la forma aérea invisible y vibrante que envuelve y transpor-
ta a todos estos pájaros. Schieferstein ha podido, a la inversa, deter-
minar la forma aérea en vibración a partir de las posiciones de las
alas de los pájaros. Así, cada pájaro vuela en un punto bien preciso de
la estela aérea que abraza y reúne a todos los miembros del grupo.
Cada pájaro debe gastar muy poca energía, dado que el movimiento
de la ola aérea le eleva y le baja las alas, por así decirlo. Si uno de
estos pájaros dispone de fuerza de sobra entonces hace algo más que
dejarse llevar, reforzará la ola a base de golpes de ala, aportando así
energía a la forma aérea colectiva, de la que se aprovecharán los
más débiles. Estos últimos obtienen energía a partir del «campo de
aire» en movimiento. Desde luego que el pájaro que marcha en cabe-
za también extrae de ahí energías. Schieferstein escribe: «El extendi-
do error de creer que el pájaro de la cabeza de la bandada debe
realizar mucho mayor esfuerzo que los demás debe ser rectificado.
La ola aérea del campo alternativo engendrada colectivamente por
los pájaros se propaga por el espacio a la velocidad del sonido adelan-
tándose a las aves que vuelan a velocidades muy inferiores a ésta.
De tal manera, el ave conductora puede tomar energía de ese campo
al igual que las demás, en caso de necesidad.
El vuelo en formación de la bandada constituye una totalidad, un or-
ganismo en el que los animales por separado son como los órganos.
Es un nuevo cuerpo, creado a partir del aire en el que —al igual que
en el cuerpo sonoro nacido de una orquesta— el instrumento particu-
lar se une en gran parte a la unidad superior para la cual es necesario.
Las aves, como elementos individuales de una bandada, están unidas
las unas a las otras por el aire que las envuelve como si fuese por
hilos elásticos. Schieferstein dice al respecto: «Podemos pensar que
los pájaros individuales están enlazados entre ellos por hilos elásticos
invisibles. Si uno de ellos realiza más trabajo del necesario para con-
tinuar volando, con ello tensa fuertemente los hilos que le mantienen
unido a su entorno, transmitiendo de este modo una cantidad de ener-
gía locomotriz de más a toda la bandada».
Si por el contrario una de las aves posee menos energía que la que se
necesita para poder mantenerse en dicha posición, aparecerá una
tensión en sentido contrario, es decir que esa ave recibirá la cantidad
de energía que le falta y podrá así seguir volando con las otras. Ve-
mos pues al aire asumir de alguna manera la función de un músculo.
De hecho es un medio elástico colectivo para todos esos pájaros.
Verifica la unidad entre esos animales individuales a partir de una
«entidad» que se cierne sobre ellos. Esta entidad no es otra que el
alma grupal de esas aves. Podemos decir que el alma-grupo se mate-
rializa justo hasta la densidad del aire y actúa a modo de aparato
muscular colectivo. De hecho las leyes de la tensión de las fibras
musculares son las mismas que las que corresponden a la elasticidad
del aire. En las fibras musculares están enteramente realizadas y
materializadas las leyes del aire. Todo esto nos hace comprensible el
que durante todo un viaje de más de mil kilómetros cada pájaro de la
bandada efectúe el mismo número de aleteos que los demás. El con-
junto del fenómeno evoca a un organismo aéreo, concreto y bien real,
que atraviesa el espacio atmosférico. El ave es un ser aéreo, es im-
posible que el aire la deje caer.
Schieferstein ha podido también demostrar cómo en una bandada de
aves aparentemente desordenada, cada uno vuela en comunión con
los demás y en vuelos largos realiza el mismo número de aleteos que
sus compañeros.
Consideremos ahora los movimientos que efectúa el ala de un pájaro
durante el vuelo. Nos encontramos, bien presente, el principio de la
superficie helicoidal. Esta torsión, esta rotación del ala alrededor de
su eje más largo en ciertas fases del aleteo, parece ser indispensable
para volar. Este carácter, como sabemos, es esencial para los movi-
mientos en el medio líquido.
123
Sobre la esencia espiritual del aire
126
•—• —ir
El verbo cósmico creador
«Habla, oh hombre,
pues hablando manifiestas el devenir de los mundos.»
Rudolf Steiner
1
Toda esta exposición concierne a la formulación de sonidos hablados y en absoluto
al contenido «pensado» de la palabra. 190
ma debido a que el segundo impulso superpuso alguna figura a las
de la primera y así sucesivamente (foto 31). Si en otro caso esos
impulsos difieren de naturaleza así como de intensidad (por ejemplo
las vocales y consonantes de una palabra), entonces en un tiempo
brevísimo aparecerán sobreimpresiones y superposiciones de una
extrema complejidad. (Foto 32.)
Recordemos ahora que para dar forma a un órgano, por sencillo
que fuese, se requería la colaboración de numerosas corrientes y
movimientos formadores: comprenderemos por qué la composición
combinada de los movimientos de la laringe da origen a multitud de
formas orgánicas en el aire. Podemos así ver con nuestros propios
ojos cómo del verbo nacen formas y figuras. En la foto 32 distingui-
mos claramente en el interior de una gran forma rítmica otras más
pequeñas que parecen órganos y todas están en comunicación las
unas con las otras. Es como una imagen calcada de las corrientes
invisibles de las fuerzas que armonizan entre ellas las diferentes
partes de un organismo viviente. Es verdad que lo que vemos en
esas fotografías no nos muestra más que estadios primitivos, sin
embargo nos ayuda a hacernos una idea, una imagen de las poten-
cialidades infinitas del movimiento (ver también las fotos 29 a 32).
Estas posibilidades son de una riqueza inimaginable tanto en la na-
turaleza como en la laringe humana. Dado que el hombre resume
en su organismo la creación terrestre, es capaz de engendrar en su
laringe no solamente la totalidad de formas existentes fuera de él,
sino más aún, su suma completa, es decir, la forma humana. Él
reproduce y reúne en el órgano de la palabra todos los movimientos
que le han creado a él mismo. Desde este punto de vista podemos
decir que lleva en su laringe «un segundo ser humano», un hombre
que es de movimiento puro. Éste es uno de los misterios profundos
del génesis bíblico, donde se dice que Adán podía dar un nombre a
todos los seres y a todas las cosas, al igual que a sí mismo, es decir,
expresar el secreto del hombre. Él poseía este don porque la Divini-
dad antes le transmitió su energía creadora, su «soplo». Y así le
modeló. Son el Verbo cósmico creador y el movimiento espiritual
original los que han creado al hombre y su laringe para resurgir en
Laringe humana vista desde elfrente. la palabra humana. No hay que sorprenderse, por lo tanto, de en-
contrar en la laringe misma las leyes del Verbo creador. El esquema
adjunto nos muestra una vez más los movimientos esenciales de las
corrientes fluidas que aquí se han densificado en forma de órganos
y se han dispuesto en las formas de músculos y cartílagos del órga-
no de fonación.
«Cada vez que un hombre habla, reproduce parcialmente aquello
que fue la creación del hombre en tiempos inmemorables. Él fue
antes una forma de aire modelada en las profundidades del cosmos
eterice-. Después se convirtió en una forma líquida y más tarde devino
sólida. Al hablar volvemos de alguna manera a los tiempos del naci-
miento cósmico del hombre...» (Rudolf Steiner, extracto de la con-
ferencia del 24-6-1924).
El río del Verbo mana del hombre como si se tratase de una espada
flamígera, aportándole revelaciones sobre el misterio más profundo
de sus orígenes. Es la «llama sensible» nacida de su voluntad; en
ella el hombre imprime su «meteorología anímica» y comunica esta
llama a su entorno, que la recibe y la comprende. Allí ella es recrea-
da por segunda vez en la actividad del oído que escucha. Por otra
parte constituye el fundamento tanto del oído como de la laringe. En
estos dos órganos ella es el verdadero instrumento creador, todavía
en estado amorfo y que mora en la esfera puramente funcional del
movimiento. Vive en un dominio intermedio donde nacen las for-
mas; es la «superficie de contacto» sensible, la puerta de entrada
por la cual pueden penetrar en el mundo de las substancias terres-
tres las acciones imponderables. Hemos encontrado superficies
sensibles semejantes a gran escala, en los frentes de las perturba-
ciones atmosféricas, con los fenómenos térmicos; ellos constituyen
allí arriba los «oídos» de la atmósfera que perciben las armonías
descendiendo de la bóveda estrellada, y son igualmente las laringes
por las que se expresa el cosmos estelar, dando origen a los matices
caprichosos meteorológicos inherentes al mundo terrestre. En es-
tos vastos «frentes» de aire, al igual que en nuestra laringe en mi- Corte sagital efectuado a nivel de los órganos
niatura, se crean formas que representan toda la gama de forma- encargados de la fonación (según Corning).
ciones naturales, gama que el hombre resume en sí mismo pues en
él confluye el verbo creador del universo: «... y todas las cosas
fueron hechas por el Verbo y sin él nada se hizo de cuanto ha sido
hecho».
Anteriormente citábamos las posibilidades motrices de la laringe.
Ahora vamos a llamarlas por su propio nombre. De entre las múlti-
ples posibilidades, se destacan algunos gestos primordiales típicos
que siempre se repiten y que tienen un nombre: las vocales y las
consonantes. Estos elementos originales pasan sin ser modificados
por todas las lenguas y por todas las épocas. Desde luego, la multi-
tud de movimientos de la laringe se originan en estos vocablos ini-
ciales procedentes de lo espiritual. Ellos son realmente los vocablos
que han dado nacimiento a todas las formas existentes en la natura-
leza. El verdadero nombre de una cosa no es pronunciado más que
cuando las vocales y las consonantes que lo componen engendran
efectivamente en el aire las formas móviles de esa cosa. No existe
nada en la naturaleza que no pueda ser nombrado por la palabra,
Aquello que el hombre nombra lo recrea en la atmósfera en la me-
dida en que su lenguaje participe todavía en el gran lenguaje primor- 131
dial. Todo aquello que nos rodea participa de estos gestos primor-
diales. En cambio, tan sólo el ser humano tiene todo el alfabeto
cósmico a su disposición.
En tiempos antiguos se sentía todavía la especificidad de cada uno
de estos vocablos, eran gestos de determinadas fuerzas astrales
que, en auténticas visiones, eran percibidas como formas anima-
les. Se ponía el mundo de las consonantes en relación con las
estrellas del zodíaco, mientras que el de las vocales se vinculaba a
los planetas más móviles. La palabra hablada por lo tanto hace
algo más que denominar intelectualmente a una cosa, es algo más
que un «nomen»: es una realidad espiritual concreta y creadora de
formas.
Hemos visto que la laringe contiene en sí misma todos los gestos
primordiales que cqnducen a la forma del cuerpo humano, o sea un
«segundo hombre» en estado de movimiento puro. Podemos por lo
tanto vernos llevados a hacer visibles estos gestos gracias a los
movimientos ejecutados por el cuerpo humano tomado en su totali-
dad. En este sentido fue creado un arte del movimiento que toma el
cuerpo humano como medio de expresión en concordancia con las
leyes de su génesis en el alfabeto cósmico. Rudolf Steiner creó este
nuevo arte y le dio el nombre de «Euritmia», al mismo tiempo que
revivificó la dicción, o el arte de la palabra sobre las mismas bases
espirituales. La euritmia es la plenitud de gestos primordiales etéricos,
siempre en movimiento, manifestados a los ojos por todo el cuerpo
humano. Estos gestos son idénticos a los movimientos ocultos por
los cuales la laringe modela el soplo de aire. Pero el ser humano no
posee únicamente el don del Habla. Es también productor de soni-
dos musicales y puede hacerlos también visibles mediante los movi-
mientos de su cuerpo en concordancia con todas sus leyes reales.
El lenguaje y la euritmia son una misma cosa en doble manifesta-
ción: una en forma sonora y la otra en forma visible. Aquello que dio
origen al universo y al ser humano fue la euritmia de las entidades
divinas. El lenguaje y la euritmia son dados al hombre porque es él
mismo el que está llamado a convertirse en creador a partir del
espíritu.
«El hombre tal como aparece ante nosotros es una forma acabada;
pero esta forma es una fuente de movimiento; ha sido engendrada
por formas arquetípicas que se plasman y después se independizan.
No es lo móvil lo que procede originalmente de lo inmóvil, sino lo
inmóvil lo que procede de lo móvil, y por la euritmia nos remonta-
mos a aquellos movimientos primordiales.
»¿Qué es lo que el Creador obra en mí como ser cuya naturaleza
humana ha sido extraída por Él de la esencia original del universo?
Las formas eurítmicas responden a esta cuestión:
»Dios euritmiza y el resultado de la euritmia divina es la forma hu-
mana.» (Rudolf Steiner, extr. conf. 24-6-24.)
Que hablemos del agua corriente o del aire en movimiento, de la
formación de los órganos o de los movimientos del cuerpo humano,
del lenguaje, de la euritmia, o aun de los movimientos ordenadores
de los astros, todo ello no es testimonio más que de una y misma
realidad: la de los gestos primordiales del alfabeto cósmico, la del
Verbo universal, que dan origen al hombre y a la naturaleza utilizan-
do un solo elemento: el movimiento.
Apéndice
136
En el transcurso de los últimos siglos, todo aquello que ha sido rea-
lizado en el dominio de las artes muestra que estos secretos se han
ido alejando poco a poco de la conciencia humana.
Pero, ¿no es acaso la nostalgia de los orígenes olvidados lo que en
nuestros días los artistas manifiestan retornando a los elementos
más simples de la forma y del movimiento? ¿No nos muestra acaso
una parte del desgarramiento del arte moderno algo sobre una lu-
cha interior para reencontrar la integridad de la imagen humana en
el Verbo creador? ¿No es una nueva visión del ser humano lo que
está tratando de aflorar desde las profundidades del inconsciente?
Nosotros opinamos que la ciencia espiritual de Rudolf Steiner apor-
ta una respuesta a estas cuestiones.
Ampliando de forma lógica y consecuente el pensamiento científico
actual hacia el proceso de la vida, la conciencia podría ampliarse
hasta llegar a percibir los misterios espirituales del universo. De
esta manera, el pensamiento se vuelve capaz de adquirir un nuevo
conocimiento del ser humano que hará brotar nuevas fuentes de las
cuales podrá también beber el artista. Esta vía lleva a percibir espi-
ritualmente al verbo creador originario, que hace confluir en él las
sonoridades del alfabeto cósmico para engendrar al hombre y a la
naturaleza.
137
Bibliografía
5. Los trazos de las fuerzas de los torrentes son grabados en las rocas más
duras enforma de «molinos» de glaciar o de marmitas de «gigantes», llamadas
también marmitas de «hadas». Estas cavidades han sido excavadas por la
acción de piedras puestas en constante rotación por el agua del torrente.
12. Los surcos y relieves dejados por la marea en reflujo sobre la arena provocan
sin cesar la aparición de superficies curvas (helicoidales).
13. Las formas inmóviles inscritas en la arena delatan el papel que jugó el
movimiento.
15. El lenguado y sus aletas parecen un juego de olas que hubiese tomado vida
16. Los juegos del agua con la arena también dan lugar tanto a formas vastas
como a filigranas más finas.
144
/ 7. Zas arterias principales del reguero se ramifican en sus extremos. El mismo
principio se expresa independientemente de las dimensiones, hasta en las
ramificaciones más tenues. (Foto tomada de cerca.)
18. Las superficies curvas helicoidales del agua corriente se hacen visibles cuando
el agua fluye sobre limo muy fino. Aquí percibimos los caracteres de las
formas orgánicas todavía en el período de movimiento puro.
19. Dependiendo de la velocidad y del declive, se modificarán lasformas impresas
por el agua corriente sobre elfango.
20. Las aguas limosas saliendo por una abertura plana se van sedimentando en
capasfinasen forma de lenguas.
21. La concha de la ostra, con sus innumerables láminas de calcio parece haber
sido formada como a partir de movimientos de agua corriente. El conocedor
puede deducir de la forma de sus depósitos el tipo de movimientos del agua
a partir de los que se desarrolló su concha.
22. Cuando el agua ha de rodear el contorno de unapiedra sumergida, aparecen
detrás de ésta «campanas de agua» que se alejan con la corriente, haciéndose
visible si el agua lleva barrofino en suspensión, gracias a la peculiar manera
que tiene de sedimentarse.
23. Cadena de remolinos tras un obstáculo en un río revuelto.
24. Cuando el agua, surgiendo de una abertura entra en un recinto de aguas
calmas, los remolinos se suceden rítmicamente.
25. Las cadenas de remolinos se forman igualmente cuando desplazamos un
objeto sólido en línea recta en aguas en calma.
26. Los remolinos se articulan con el agua en calma que los envuelve. Con una
iluminación y exposición adecuadas conseguimos hacer evidentes unas finas
estructuras (líneas defuerza) que se prolongan más allá de las superficies de
articulación.
27. Cadenas de remolinos tras un bastón estrecho.
28. Cadenas de remolinos tras un bastón ancho.
29. Un bastoncillo avanzando lentamente y en línea recta en el seno de un liquido
viscoso da origen a ondulaciones, pero no a torbellinos.
30. Cuando el movimiento del bastoncillo es más rápido se originan ondulaciones
más amplias.
31. Dos perturbaciones que se suceden rápidamente dan lugar a estas formas.
32. Muchas perturbaciones sucesivas dan origen a torbellinos más complejos:
numerosas pequeñas formas imbricadas en la forma general con la que
permanecen en «fluyente» contacto.
33. Mediante un tiempo de exposición adecuado se puede hacer visible la estructura
interna de una cadena de remolinos: entre ellos la corriente va describiendo
sinuosidades en forma de meandros.
34. Las cortezas y los nudos de las ramas presentan a menudo formas análogas
a las de un remolino: tronco de ciprés.
35. Corriente turbulenta detrás de una serie de obstáculos en forma de rejilla.
36. Vetas sobre un tronco de olivo.
3 7. Torbellinos detrás de una plancha haciendo obstáculo a la corriente. Sentido
de la corriente de arriba a abajo de la foto.
38. Madera de roble de montaña. A pesar de la dureza del material las formas
demuestran que se han originado a partir de movimientos en lo fluido.
39. También en pleno mar pueden formarse poderosos remolinos que muestran
todo el dinamismo del centro de succión.
40. Hasta en la roca más dura, en donde vemos laformación de los «molinos»,
nos reencontramos con la huella del movimiento helicoidal del agua.
41. La foto de este remolino efectuada bajo el agua muestra la superficie de
demarcación en espiral entre el agua y el aire aspirado.
42-43. A pesar del largo tiempo que tardan enformarse, las conchas de los moluscos
gasterópodos expresan de forma bastante clara el dinamismo del remolino.
Corte longitudinal en ambos ejemplos.
44. Desarrollo de hojas de heléchos.
45. Muchas plantas presentan una primitiva forma de mitra que desarrollan
para dar origen al limbo de las hojas. Retoño del lirio de los bosques.
46-47. Desembocadura de un hilo de liquido bajo la superficie de aguas en calma en
dos estadios sucesivos.
48. La mínima variación de esta experiencia (46-47) da origen a una multitud de
nuevas formas.
49-52. Desembocadura de un hilo de líquido en aguas en calma. Evolución de los
primeros estadios.
53-54. Aquí son prefiguradas varias formas orgánicas en estado de movimiento
puro. Formas de transición entre el agua en movimiento y el agua inmóvil.
55-58. Un anillo de remolino que asciende en el seno del agua evolucionando en
forma de estrella, cuya estructura se revela entonces a partir del «choque»
con la superficie.
59. Cuando una gota de agua cae sobre agua en calma da también origen a una
forma estrellada
60. Ascensión de una «campana» de agua.
61. Efecto de un sonido «in crescendo» de órgano sobre una llama sensible.
62-66. Ensayos en el aire: una pequeña corriente de aire o gas, sensible al sonido
tomará formas diferentes según sea lafuente sonora. Efecto causado por las
vocales habladas: a, e, i, o, u.
67-70. Diferentes instrumentos musicales ejercen una influencia específica sobre la
llama sensible: una misma nota difiere según la cualidad del timbre. 67:
violín bien tocado. 68: violín mal tocado. 69: flauta; 70: cuerno de caza.
71. El aire cediente asciende desde la campiñayse condensa enforma de poderosas
«torres» de nubes.
72. Una borrasca aproximándose.
73. Nubes «aborregadas» comenzando a rizarse. Comparar con foto número 8.
74. Juegos de formas en las nubes.
75. Muchas de las formas del agua en movimiento volvemos a encontrárnoslas
en las nubes.
76. Precipitación de una nube de granizo.
77. Cuando las corrientes de aire rozan las cumbres montañosas se originan
olas de nubes a gran altura.
78. Aborregamiento invertido: en vez de ver los abultamientos, vemos las
cavidades.
79. El aire en el agua y el agua en el aire conducen siempre de diferentes maneras
a las mismas formas. El aire adquiere forma de perlas cuando entra en el
seno de la corriente de agua.
80. El agua condensada en el seno del aire también adquiereforma de perlas con
eljuego del viento.
81. Piedra del umbral del túmulo de New Grange (Irlanda).
82. Pilar celta de Pfalzfeld.
83. Piedra de Gotland (Suecia).
84-85. Monumentos funerarios de origen griego.
86. Arbol de Jesse (árbol genealógico de Jesucristo). Detalle de la puerta de
bronce de San Zeno en Verona.
87. Crucifixión. Relieve en bronce (Irlanda, s. vm).
88. Capitel romano de la iglesia de Oberstenfeld (Württemberg). Los «espíritus
de los cuatro confines del mundo» hacen surgir a partir de su Verbo el pan,
el vino y el árbol de la vida.
BjBSm
41
42
43
46 47
48
«i»
57 58
60
61 Anschwellender Orgelton
62 A 63 E 64 T 65 O 66 U
ioline
gut
ioline
alsch
Flöte
aldhorn
angestrichen angestrichen
f : i %
, fi if ft
71
72
TI
73
74
76
77
78
80
Wem die Natur
ihr offenbares Geheimnis
zu enthüllen anfängt,
der empfindet eine unwiderstehliche
Sehnsucht nach ihrer würdigsten
Auslegerin, der Kunst.
Goethe
Sprüche in Prosa
Goethe
Máximas en prosa
81
86
El agua es el elemento indispensable que aporta la vida y
la mantiene. Hoy en día las industrias y los municipios en
Alemania hacen grandes esfuerzos para conservar su
pureza y su fuerza viva al servicio del hombre. Si estos
esfuerzos tuvieran éxito, el agua dejaría de ser considera-
da materia prima muerta, un instrumento técnico al servicio
de la industria que de la energía motriz o un líquido incolo-
ro, inodoro e insípido como es denominado por definición
en los libros de texto escolares, pues el agua tiene su
determinismo interno, su vida propia.
El libro que presentamos tiene por objeto hacer conocer
estas propiedades y revelar por medio de ellas la verdade-
ra naturaleza del agua. El agua no cumple solo funciones
esenciales en el organismo de la tierra, sino también en el
mundo animal y vegetal: en ambos sirve de intermediaria
de las fuerzas que son generadoras de formas. Soporte de
toda formación viva y también elemento plástico, el agua
se presta en todo momento a ser modelada desde fuera;
es tal como dice Novalis <un caos sensible>
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