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SOBRE LA SALVACIÓN DEL ALMA

BERNARD LIEVEGOED

PRIMER DÍA

Sobre el porqué de este libro.

Queridos amigos, este libro es distinto de aquello a lo que los tengo acostumbrados. La razón es que a
causa de mi enfermedad ya no puedo escribir. Por ello le cuento a mi amigo Jelle van der Meulen lo que
decir. Con ayuda de un cassette hará una grabación y la transcribirá hasta tener un resultado legible.

Quisiera exponer algo sobre un tema que me ha ocupado durante sesenta años, desde los años treinta. Al
final de mis estudios de Medicina, frecuentemente me encontraba en Dornach, lugar donde Rudolf Steiner
fundó el centro del movimiento antroposófico, y en la Clínica Ita Wegman de Arlesheim, ubicada a unos
pocos kilómetros. Allí entraba en contacto con todo aquello que podía ofrecer la Antroposofía más allá de
la palabra escrita. En aquellos tiempos había muchas menos obras de Rudolf Steiner publicadas que en
nuestros días, al menos de sus conferencias.

En los años treinta bullía en Dornach la “cuestión Bodhisattva”1. El Sr. Arenson daba conferencias en aquel
tiempo para convencer a los miembros de la Sociedad Antroposófica de que Rudolf Steiner era una
encarnación del Maitreya Buda, uno de los doce llamados Bodhisattvas. Ya hablaré de estos seres
espirituales más adelante. En los círculos de miembros jóvenes de los que yo también formaba parte, el
interés se dirigía hacia muy distintos problemas; pero cuando nos ocupamos con el tema, nos pareció que
el punto de vista del Sr. Arenson no coincidía con la verdad.

Estudiábamos intensamente una determinada cuestión de Rudolf Steiner. Cuando en los años veinte Rudolf
Steiner trabajó con un grupo de jóvenes, les dijo en el momento de su despedida: “quisiera que, cuando
volvamos a encontrarnos dentro de tres meses, sepan en qué corriente espiritual se encuentran”. Les
despidió con esa tarea. Yo no estuve presente en aquel momento, pero aquella pregunta se mantenía muy
presente en las personas con quienes me encontraba en los años treinta. Nos interrogábamos sobre qué
quería conseguir Rudolf Steiner con esa ‘misión’, y a qué se refería con ‘corriente espiritual’.

Comenzamos a buscar respuestas, y nos preguntamos si aquella cuestión pudiera tener que ver con los
conflictos que surgieron en la Sociedad Antroposófica después de la muerte de Rudolf Steiner2. Como es
sabido, había grupos de miembros que se sentían más próximos a Ita Wegman, y otros que estaban más
orientados hacia Albert Steffen y Marie Steiner. Existía una gran incomprensión mutua entre estos grupos,
exteriorizada en fuertes disputas. En aquel entonces nos preguntábamos si Rudolf Steiner quería decir:
investiga tu trasfondo kármico para entender mejor los conflictos en la Sociedad Antroposófica.

Sin embargo, sentíamos que la pregunta de Rudolf Steiner se refería a otra cosa. Nos parecía que los
conflictos dentro de la Sociedad Antroposófica, tenían que ver con la relación kármica entre los
mencionados grupos. Tenían problemas entre ellos, pero se encontraban dentro de una misma corriente
espiritual. Dentro del movimiento antroposófico existe pluriformidad y diferenciación. Pero los jóvenes
estábamos convencidos de que todos aquellos grupos estaban dentro de la corriente antroposófica.

Seguidamente nos preguntábamos si Rudolf Steiner con su encomienda tal vez quería apuntar hacia las
tensiones kármicas entre los así llamados “platónicos” y “aristotélicos”. Mencionó aquellas tensiones en las
conferencias pronunciadas después de la fundación de la nueva Sociedad Antroposófica en 1923. También
considerábamos si se referiría a las almas llamadas “cansadas del cristianismo” y “anhelantes del
cristianismo”-3-, mencionadas por él. Pero estas dos posibilidades también nos parecían inverosímiles. En
estos casos tampoco se trataba de tensiones kármicas entre distintas corrientes espirituales, sino de
tensiones dentro de una misma corriente, la antroposófica.
¿Qué es una corriente espiritual? Una corriente espiritual guarda relación con la evolución de la humanidad
en su totalidad. Esa evolución está guiada por elevados seres jerárquicos. En los tiempos precristianos los
seres divinos tenían la dirección por completo en sus manos, desde la venida de Cristo entregan la
conducción en manos del propio ser humano.

En primer lugar, se ocupan de la evolución de la humanidad los ya mencionados “Bodhisattvas”-4.


Provienen de la esfera de Mercurio y tienen el rango espiritual de arcángel. Forman un círculo de doce, en
el centro del cual se halla el decimotercero, Cristo. Cada uno toma el turno a su vez para encargarse en la
dirección de la evolución de la humanidad durante 5000 años. El Bodhisttva siguiente, lleva a la humanidad
a su propio impulso.

Un Bodhisattva no se encarna como ser humano, actúa desde el mundo espiritual sobre ciertas
individualidades humanas. En la ciencia espiritual eso se denomina ‘incorporación’. Naturalmente que las
individualidades humanas elegidas por un Bodhisattva tienen que haber alcanzado cierta madurez
espiritual para posibilitar tal incorporación. Sólo al final de tal periodo de 5000 años, el Bodhisattva se
encarna por una sola vez en un cuerpo humano para poder alcanzar el rango espiritual de Buda.

El Bodhisattva que tiene la dirección en la actualidad, llamado Maitreya-Buda, tiene la tarea específica de
despertar la comprensión hacia el cristianismo mediante la Palabra. El anterior Bodhisattva, que fue
Gautama-Buda 600 años antes de Jesucristo, tenía la tarea de traer la enseñanza de la compasión. La
actividad de este Buda fue una preparación para el Misterio del Gólgota, donde Cristo trajo el impulso del
amor.

Existe también otro círculo de doce muy distinto. Este no está compuesto por seres espirituales de las
jerarquías, sino por seres humanos. Se trata de individualidades humanas tan avanzadas en su evolución
que son capaces de elevarse al menos hasta la segunda jerarquía-5. Son capaces de ponerse en contacto
con las altas entidades de esta jerarquía cósmica y deliberar con ellas los impulsos necesarios para la
evolución de la humanidad. Son los grandes guías de la humanidad, también llamados los grandes iniciados.

Mis amigos antropósofos y yo teníamos cada vez más la idea de que el tema de las corrientes espirituales
estaba relacionado con estos guías de la humanidad. En este contexto Rudolf Steiner habla también de
‘Logia Solar’ o ‘Logia Blanca’. En el corazón de este círculo está también Cristo, el decimotercero. Estos
guías de la humanidad están activos por turno o en grupos en la conducción de la evolución humana. Ahora
es nuestra tarea investigar cuáles son los guías de la humanidad que traen los impulsos más importantes
para nuestra época. Necesitamos la comprensión profunda de su ser y de sus formas de actuar, para que
podamos resistir a las fuerzas oscuras que, según Rudolf Steiner, estarán plenamente activas alrededor y
después del año 2000. El que observe hoy en día el mundo, puede ver que esas fuerzas ya están activas.

Durante sesenta años me he ocupado de la pregunta: ¿cuál es el papel de estos guías de la humanidad y
cómo podríamos reconocer sus actividades? En cierto momento, unos miembros de la Sociedad
Antroposófica me preguntaron cuál era el significado de Cristian Rosacruz. Esto me dio motivos para
profundizar sobre la individualidad que todos conocemos bien en su encarnación como Rudolf Steiner, y
sobre aquella individualidad que siempre ha obrado en lo escondido y que es designada por la ciencia
oculta con el nombre de Cristian Rosacruz-6.

Pero durante mi investigación topé con un muro interior. Me parecía como si el mundo espiritual no
quisiera revelar aún la realidad acera de la relación entre estos dos guías de la humanidad.

Lo particular de estos dos guías de la humanidad es que son personas corrientes. No solo tienen que nacer,
también tienen que aprender a escribir, reciben una educación, etc…, para que su impulso pueda ser
presentado envuelto en las características culturales de la época. Han de conocer profundamente la cultura
en la que están activos. Para ello, las encarnaciones sucesivas de estos guías pueden diferir mucho una de
otra. La apariencia exterior de su trabajo será muy diferente en una cultura, que en otra.
¿Por qué es tan importante que sepamos algo sobre estos guías de la humanidad? ¿Por qué es necesario
que podamos determinar hacia cual estamos más orientados, o con cuál estamos unidos kármicamente? Y,
¿se trata de elecciones que uno hace para una encarnación?, ¿o estamos unidos al mismo guía de la
humanidad durante todas las encarnaciones? Todas son preguntas abiertas… Pero una cosa es segura: para
que pueda cada uno encontrar el hilo conductor de su biografía es importantísimo que conozca cuál es la
propia corriente espiritual. Se trata de reconocer el motivo más profundo de su encarnación actual. Si en
esta vida se tiene una tarea espiritual, existirá una relación con una de las corrientes espirituales.

Desde la muerte de Willem Zeylmans van Emmichoven en 1961, he tenido que vivir en soledad con este
problema. El tema volvía a surgir una y otra vez, y cada vez surgían impedimentos por los cuales no era
capaz de penetrar hasta un verdadero conocimiento de esta cuestión. Sin embargo, cada vez me era más
claro que, cuando Rudolf Steiner usaba el término “corrientes espirituales”, se refería a corrientes que
están relacionadas con la evolución de la humanidad en su totalidad, y no tan sólo a grupos determinados o
épocas culturales.

Antes de decir más sobre las corrientes espirituales, otro punto ha de ser mencionado. Cuando llegué a
Dornach en los años treinta, y cuando al poco tiempo fui nombrado miembro de la Junta Directiva de la
Sociedad Antroposófica en Holanda, las personas con las que trataba hablaban abiertamente sobre el
karma. Entonces las fuerzas opositoras lograron que eso fuera casi imposible en la Sociedad Antroposófica.
A casusa de las luchas de 1935, que llevaron a la ruptura en la Sociedad, la propia palabra karma se hizo
casi tabú. Aún hoy no es de uso común hablar libremente de karma y reencarnación.

Pero para llegar a un entendimiento real de las corrientes espirituales hacia las que apuntaba Rudolf
Steiner, es necesario hablar abiertamente de karma y reencarnación. Por ello he tomado la decisión y he
encontrado el coraje de hablarles, en este momento en que he llegado al final de mi vida, de mi
investigación sobre los trasfondos kármicos de tres grandes corrientes espirituales. Considero este libro
como un testamento espiritual, dirigido a todos los antropósofos que se hallan en sus vidas como
buscadores y descubridores.

Lo que voy a relatar en los próximos días, he de agradecérselo a un gran número de miembros mayores de
la Sociedad. He tenido con ellos muchas conversaciones, y en muchas de ellas he sabido acerca de
afirmaciones que Rudolf Steiner hizo en conversaciones privadas. Gran parte de lo que contaré en los
próximos días está basado en tales afirmaciones. Me doy cuenta de que no es posible documentar mucho
de lo que diré. Es así. Bastante de ello se perdería si no me expresase.

Quisiera nombrar a las personas que fueron mis interlocutores más relevantes. Nombro en primer lugar a
Ehrenfried Pfeiffer. Muchos saben que es quien desarrolló la llamada “prueba de cristalización sanguínea”-
7. También tomó sobre sí la tarea de dar fundamentos científicos a la Agricultura Biodinámica. En los años
treinta visitaba tres veces al año la “Loverendale”, una finca biodinámica en Zeeland (NdT.: en Holanda) con
la que tenía relación. A la vuelta llegaba hasta Zeist (NdT.: en Holanda) para pasar la noche en mi casa.
Tenía un Citroën de tracción delantera, excepcional en aquella época… Yo aprovechaba esas ocasiones para
hacerle muchas preguntas, porque él había colaborado estrechamente con Rudolf Steiner. Siempre me
respondía con indulgencia. Pfeiffer era aún estudiante cuando conoció a Rudolf Steiner, y éste le trataba
como a un hijo adoptivo. Guiaba sus estudios, y a principios de cada semestre Pfeiffer tenía que presentar
una lista de asignaturas y cursos para deliberar sobre cuáles iba a seguir. Entonces Steiner decía: sigue tales
clases y tales prácticas. Y al final del semestre Pfeiffer tenía que contarle lo que había aprendido.

Además Pfeiffer acompañaba frecuentemente a Steiner en sus viajes, cuando eran en coche. Así mantenía
con él largas conversaciones en el trayecto entre Stuttgart y Dornach. Steiner contó a Pfeiffer muchas cosas
que no dijo a ninguna otra persona. Pfeiffer me refirió muchas de aquellas conversaciones. De esta forma
conozco la siguiente historia, que me fue de gran apoyo durante los años dramáticos de la ruptura en la
Sociedad Antroposófica.
Pfeiffer vino una noche para hablar a los cooperantes de nuestro instituto de Pedagogía Curativa ‘Het
Zonnehuis’ (NdT.: en Zeist, Holanda), en una conferencia sobre el primer Goetheanum. Lo hizo de una
manera muy íntima… Nos reunimos después de la conferencia, y le pregunté: -Por Dios, ¿cómo es posible
que las personas que rodeaban a Rudolf Steiner, tan razonables y simpáticos como eran, crearan tantos
problemas entre ellos? Dejaron que todo fracasara porque no sabían ni saben cómo trabajar juntos.

Pfeiffer me miró y dijo: -Una vez pregunté a Rudolf Steiner cuál había sido la causa de los problemas que
surgieron en la “época de la Triformación Social” en torno a iniciativas como “Der Kommende Tag” (NdT.:
“El día venidero”, iniciativa para la Triformación Social de los años veinte) -8. Rudolf Steiner respondió: -Has
de comprender que muchos de nuestros amigos están pasando por una encarnación intermedia, en la cual
se concluye aceleradamente el karma negativo y viejo, para que en la próxima encarnación estén liberados
de ese karma negativo, entonces será más importante estar libre de ese karma. Por ello, proseguía Steiner,
debemos soportar y sufrir todos los fracasos… Esa imagen me ha ayudado muchísimo. Desde entonces he
mirado con ojos diferentes a muchos de los pioneros del movimiento antroposófico.

No diré mucho en este momento acerca de Willem Zeymans van Emmichoven. He hablado de él en diversas
publicaciones, entre otras en Het oog van de naald (NdT.: “El ojo de la aguja). Considero a Willem Zeylmans
como uno de los pocos ocultistas verdaderos en el movimiento antroposófico. Tenía experiencias
espirituales controladas por él, que para él eran verdaderas. A veces hablaba de ellas. Cuando relataba sus
conocimientos espirituales, decía: -¡cuidado, no te creas lo que yo te digo!, considéralo como una hipótesis
de trabajo, vive un tiempo con ello, y entonces mira si puede ser fructífero para ti. No quería imponer nada
a nadie, quería respetar la libertad de las personas.

En este momento dejaré también de lado la vida y obra de Ita Wegman. Hablaré más detalladamente de
ella en los próximos días, porque su destino está unido estrechamente al de Rudolf Steiner. Como sabrán
los lectores de Het oog van de naald, ella fue particularmente importante para mi desarrollo espiritual.
También me apoyó en la introducción de la Pedagogía Curativa en Holanda.

Después viene Walter Johannes Stein. Era una personalidad muy singular. Era matemático, pero Rudolf
Steiner le pidió que enseñase historia en la primera escuela Waldorf. Siempre llevaba un cuaderno de
notas, que cogía en cuanto encontraba a Rudolf Steiner. Entonces le hacía una pregunta tras otra y anotaba
las respuestas. Así actuaba cuando iba hacia el coche, hacia una conferencia, en todas partes. Steiner le
respondía siempre, a veces con un poco de ironía, pero la mayoría de las veces seria y concretamente.

Walter Johannes Stein tenía una memoria fenomenal, y en las conversaciones que manteníamos me
contaba muchas cosas que Steiner le había dicho.

Stein era también una persona que, por su entusiasmo, algunas veces hablaba sobre temas esotéricos en
conferencias públicas más de lo que hubiera sido prudente. Pero su entusiasmo era tal, que me parecía que
el mundo espiritual se lo perdonaba. Con Stein, un encuentro entre los dos, o en un pequeño círculo, era
siempre un gran regalo. Por otra parte, Walter Johannes Stein escribió un importante libro sobre el Grial,
en el que se habla extensamente del Parsifal de Wofram von Eschenbach. Se titula Das neunte Jahrhundert
(NdT.: “El Siglo Noveno”) y está publicado por la editorial Mellinger en Stuttgart.

Eugen Kolisko era una personalidad muy diferente. Era un verdadero vienés, hasta el fondo. Cuando se le
veía hablando ante un grupo, la cabeza inclinada, las manos dibujando en el aire, se veía a una persona que
vivía en un mundo imaginativo. Estaba estrechamente unido a los siete metales. Como también yo me
interesaba mucho por los metales, intentaba saber más de ello a través de él.

María Röschl era también originaria de Viena, pero polaca de nacimiento. Había estudiado lenguas
antiguas, y fue requerida por Rudolf Steiner para enseñarlas en la escuela Waldorf. Estaba muy orientada
hacia el alma, hacia el mundo interior. Tenía una fuerte miopía, pero llevaba unas gafas de graduación
insuficiente. Cuando le pregunté por qué no las cambiaba, me contestó: -no me gusta ver el mundo más
nítidamente, ¡me molesta ver tantos rostros! En ella se podía observar lo que puede lograr una persona
que toma el camino hacia el interior. Gracias a su comprensión del alma, ha sido una ayuda para muchas
personas.

También su marido Ernst Lehrs pertenecía a mis interlocutores. Una persona que hablaba mucho y sabía
mucho. Un hombre muy amable con quien trabajé una vez durante quince días el Curso de agricultura de
Rudolf Steiner.

En mi vida han existido tres gigantes espirituales: Willem Zeylmans van Emmichoven, Ehrenfried Pfeiffer y
Herbert Hahn. El primero ha significado mucho para mi evolución espiritual; el segundo despertó en mí la
consciencia de la tarea cósmica del rosacruz moderno; el tercero, Herbert Hahn, fue de gran importancia
para el desarrollo de mi vida anímica. Me enseñó cómo se puede entender qué son los seres humanos, los
animales, las plantas, los minerales, abriéndome hacia ellos a partir del sentir. Sobre él quisiera añadir algo.

Hahn era una de las personalidades más singulares que he encontrado en mi vida. Nació en Estland, de
padres alemanes emigrados; estudió lenguas germanas en Berlín. Durante la Primera Guerra Mundial,
trabajaba de intérprete en campos de prisioneros de guerra rusos. Además, hacía de censor, tenía que leer
la correspondencia de los prisioneros. Algunas de esas cartas contenían copias escritas de conferencias de
Rudolf Steiner. Al final de la guerra se fue a Dornach para encontrar a Rudolf Steiner. Poco después Steiner
le dio trabajo de profesor en la primera escuela Waldorf en Stuttgart.

Herbert Hahn era un genio de los idiomas. Hablaba con fluidez seis o siete, y leía algunos más. Cuando vino
a vivir a Holanda, mucho tiempo después, dio una conferencia pública en Rotterdam transcurridas seis
semanas desde su llegada, en holandés… En muchos sentidos Hahn era una persona “de corazón”. Su
interés se dirigía siempre hacia las personas individuales. Cuando surgieron los problemas en la Sociedad
Antroposófica después de la muerte de Steiner, y todos los miembros que no eran fervientes partidarios de
Marie Steiner tuvieron que abandonar la escuela de Stuttgart, salió el para Holanda. Aquí fue profesor de
alemán y de historia.

Hahn pronunció una alocución durante la incineración de mi primera esposa, en la que describió su ser
esencial. Esto nos condujo hacia una íntima amistad, y como consecuencia vino a vivir al ático de mi casa en
Zeist. Todos los domingos por la mañana, yo subía y escuchaba relatos de sus encuentros y conversaciones
con Rudolf Steiner. A través de él se recibía una imagen de Rudolf Steiner muy distinta que a través de
cualquier otro antropósofo. El esbozaba el retrato del ser humano Steiner. Sabía contar todo tipo de
detalles calurosamente y con espíritu observador. Cuando volvía a bajar las escaleras, siempre me parecía
como si Rudolf Steiner mismo hubiese estado presente.

Sólo con echar un vistazo a su obra principal Vom Genius Europas (NdT.: “El genio de Europa”), se puede
experimentar la atención casi religiosa con la que podía observar un paisaje, un árbol, una escena de la
calle… Hahn era una persona con gran amor hacia las cosas sencillas de la vida; en ellas veía siempre algo
esencial, y siempre conseguía transmitir su asombro hacia ello. Cuando iba de paseo con Hahn, te mostraba
las cosas, las flores, los animales, las piedras. Te enseñaba cómo mirar una adelfa, un ciprés, una mata de
romero… Verdaderamente era un hombre del alma. Me enseñó a vivir el mundo no sólo desde el ángulo
del pensar, sino también desde el del sentir. Te hacía ver claramente que el sentimiento es un importante
maestro. Era una persona que buscaba en todos los aspectos la salvación del alma.

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