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Ética médica

Principios que guían al médico al tomar una decisión.

La ética médica tiene su punto de partida antes de nuestra era, simbolizada por el más
ilustre médico de la antigüedad, Hipócrates, cuya doctrina ha tenido una gran influencia
en el ejercicio de la profesión médica en los siglos posteriores.

La ética es la reflexión teórica sobre la moral. La ética es la encargada de discutir y


fundamentar reflexivamente ese conjunto de principios o normas que constituyen
nuestra moral. La moral es el conjunto de principios, criterio, normas y valores que
dirigen nuestro comportamiento. La moral nos hace actuar de una determinada manera y
nos permite saber que debemos hacer en una situación concreta.

“La moral tiende a ser particular, por la concreción de sus objetos, la ética tiende a ser
universal, por la abstracción de sus principios".

Deontología médica

La deontología médica es el conjunto de principios y reglas éticas que han de inspirar y


guiar la conducta profesional del médico.1 Los deberes que se imponen obligan a todos
los médicos en el ejercicio de su profesión, independientemente de la modalidad.

La Organización Médica Colegial, como representante de los médicos colegiados de


España, asume como uno de sus objetivos prioritarios la promoción y desarrollo de la
deontología profesional, y contempla en sus estatutos un Código de Ética y Deontología
Médica.

El incumplimiento de estos principios constituye falta disciplinaria tipificada en los


Estatutos Generales de la Organización Médica Colegial.2

Generalmente la ética y moral se ven reflejadas en la práctica profesional por lo que


algunas ciencias recurren a la bioética (Ética ante la vida) ésta se encarga de estudiar la
deontología (Lo que debe de ser) y de comparar con la ontología(lo que es). Un médico
se debe basar en la bioética para realizar una labor íntegra, al no hacerlo podría tener
problemas con instituciones como la Comisión Nacional de Arbitraje Médico.

Principios de la Ética médica

Todo profesional en la salud, debe tomar en cuenta estos principios los cuales son
fundamentales para éste.

 Beneficencia
 Autonomía
 Justicia
 No maleficencia (Primum non nocere)

Ética de los profesionales de salud

Si comparamos la ética con la edificación de una casa,


los principios son los pilares que sostienen la ética y estos Son principios que emergen
del consenso y son reconocidos como fundamentos de las sociedades abiertas y
democráticas. Se pueden definir como aquellas bases prepolíticas que facilitan la
existencia de un tipo de sociedades en las que las personas son tratadas como sujetos de
derechos y no como objetos.

Señalaremos cuatro: el principio de vulnerabilidad, el de dignidad, el de autonomía y el


de integridad.

La vulnerabilidad:

La tesis de que el ser humano es vulnerable constituye una realidad indudable, no de


carácter intelectual, sino existencial. Se trata de una experiencia de la que no podemos
escapar. No tan solo el cuerpo es vulnerable, sino todo lo que afecta a la condición
humana. El dolor físico es la expresión de la vulnerabilidad corpórea, pero hay que
considerar otras formas de vulnerabilidad humana, ya que no solo se deteriora nuestra
imagen exterior, sino también la dimensión social, psicológica e, incluso, interior de
nuestro ser. Precisamente porque todo en el ser humano es vulnerable, es fundamental e
ineludible el ejercicio de cuidarlo, de atenderlo.

La dignidad:

La dignidad pertenece a toda persona por el mero hecho de serlo y se encuentra


incondicionalmente ligada a su naturaleza racional y libre. Desde este punto de vista, la
persona es digna de un amor y respeto fundamentales, con independencia de sus
condiciones singulares y de su particular actuación.Hay seres que por su forma de obrar
y de participar en el seno de la comunidad se hacen dignos de una dignidad moral,
mientras que los hay que, por su forma de vivir, son indignos desde un punto de vista
moral. No obstante, tienen estricto derecho a ser tratados como personas.

La autonomía:

La autonomía funcional es la capacidad de desarrollar las funciones básicas de la vida


por
uno mismo, sin necesidad de una ayuda exterior. La autonomía moral, en cambio, se
refiere a la capacidad de tomar decisiones libres y responsables por uno mismo, lo cual
comprende la capacidad de deliberar y de anticipar posibles riesgos y beneficios de tales
decisiones. No siempre van parejas la autonomía funcional con la autonomía moral,
pues hay personas que son capaces de desarrollar las funciones básicas de la vida, pero,
en cambio, no pueden tomar decisiones libres y responsables con respecto a su futuro.

La integridad:

La integridad es uno de los principios básicos que caracterizan la ética del cuidar. Por
integridad de la persona entendemos la correcta ordenación de las partes del todo: el
equilibrio y la armonía entre las diversas dimensiones de la existencia humana
necesarios para el buen funcionamiento de todo el organismo humano. La integridad de
una persona se expresa en una relación equilibrada entre los elementos corporales,
psicológicos, sociales e intelectuales de su vida.

Valores y actitudes éticas en el área de la salud

La Bioética debe ser la base conceptual sobre la cual se fundamenten las


funciones ejercidas por los profesionales de la salud que trabajan directamente con el
ser humano que sufre y pide ayuda, ya que el matiz de la bioética  acentúa la dimensión
social de los problemas que surgen. Así, el significado de la Bioética radica en la
expresión propia de la vida humana y se manifiesta a través del uso de la razón aplicada
a la conducta

El ejercicio cotidiano de los profesionales de la salud debe  partir de una concepción


humanista la cual sostiene que el valor más elevado es el hombre mismo y que, en
esencia, todos los hombres son igualmente dignos, perfectibles y poseedores de las
mismas potencialidades (Frick, 1973).

La intervención de los profesionales de la salud con base bioética, en cualquier ámbito


de la salud,  es válida desde la perspectiva de la comprensión de la conducta humana en
su dimensión integral, del ser humano inmerso en un medio social, en una interrelación
continua  con medio ambiente al cual trata constantemente de adaptarse.

Para ello el equipo de salud debe internalizar los principios bioéticos para asumir
valores,  actitudes  y conceptos que orienten su labor de ayuda. Basado en ellos se
convierte en un reto  defender los aspectos relativos al cuidado de la dignidad del
paciente, del cumplimiento de los derechos que posee, promoviendo el máximo respeto
por el ser humano y orientando la toma de sus decisiones.

La excelencia del hombre, el alto valor proporcionado a la grandeza de su ser,


constituye el secreto para discernir.  El respeto y promoción de la persona, el carácter
inviolable de su dignidad son los límites infranqueables de la acción, la frontera
insalvable de las técnicas aplicables a la vida humana (Low, op.cit. 1992). Dentro de
este respeto absoluto hacia la vida física y mental va implícita la voluntad e
intencionalidad terapéutica de todos los profesionales de la salud y en la consideración,
en todo momento, de los deberes y derechos fundamentales inherentes al ser  humano.

La participación de los profesionales dotados de una sólida base científica,  humaniza


los ambientes hospitalarios adecuándola  al hombre.  Sobre todo en la medicina de fin
de siglo, donde por la misma saturación de recursos especializados se corre el riesgo de
perder de vista al individuo.

CODIGO INTERNACIONAL DE ETICA PARA PROFESIONALES


DE SALUD LABORAL

El código internacional de ética para profesionales de la Salud Laboral, elaborado por


la Comisión Internacional de Salud Laboral (ICOH-CIST) se basa en los siguientes
principios:

1.-El ejercicio de la salud laboral se ha de ajustar a las normas profesionales más


exigentes y a los principios más rigurosos. Los profesionales de la Salud Laboral están
al servicio de al salud y del bienestar de los trabajadores, individual y colectivamente, y
contribuyen a la salud medioambiental y comunitaria.

2.-Las obligaciones de los profesionales de la Salud Laboral incluyen la protección de la


vida y de la salud del trabajador, el respeto a la dignidad humana y la promoción de los
principios éticos más altos en las políticas y programas de salud laboral. También
forman parte de sus obligaciones la integridad en la conducta profesional, la
imparcialidad y la protección de la confidencialidad de los datos de salud y vida privada
de los trabajadores.

3.- Los profesionales de la Salud Laboral son expertos que han de ser dotados para el
ejercicio de sus funciones con total independencia profesional. Han de adquirir la
competencia para este ejercicio y exigir las condiciones que les permitan realizar sus
funciones de acuerdo con la buena praxis y ética profesional.
Regla de oro (ética)

Regla de oro o ley de oro son denominaciones para un principio moral general que
puede expresarse: trata a los demás como querrías que te trataran a ti (en su forma
positiva) o no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti (en su forma
negativa). Se encuentra bajo distintas formulaciones en prácticamente todas las culturas,
religiones o filosofías, como una regla fundamental (la referencia al oro se hizo por su
consideración como el más precioso de los elementos). Su universalidad sugiere que
puede estar relacionada con aspectos innatos de la naturaleza humana. Quien la aplique
tratará con consideración a todos los seres humanos, y no solo a miembros de su grupo.
Se considera a la regla de oro la base sobre la que partió la reflexión teórica y el proceso
histórico que condujo a la formulación de los derechos humanos; aunque identificar
ambos conceptos es anacrónico.

La regla de oro no consiste en la afirmación de determinadas conductas o en la


imposición de valores afirmativos o positivos (como sucede en las doctrinas
dogmáticas), sino que preconiza una dinámica de relaciones intersubjetivas basada en el
sentido común y en el principio de no agresión.

La primera enunciación escrita de la regla de oro se encuentra en un texto narrativo del


Imperio Medio egipcio llamado Historia del campesino elocuente. En el griego Epicuro
la regla de oro se entiende como ética de la reciprocidad: minimizar el daño, de los
pocos y de los muchos, para así maximizar la felicidad de todos (véase también ética y
reciprocidad). Este concepto fue recogido por la Ilustración y el pensamiento
democrático posterior a la Revolución francesa (utilitarismo de de Jeremy Bentham y
John Stuart Mill). Antes de ello, John Locke propuso los derechos a "la vida, la libertad
y la propiedad". Para Locke, el propio cuerpo es parte de los bienes de un hombre y, por
tanto, sobre él se ejerce un derecho a la propiedad que teóricamente garantiza la
seguridad de las personas al igual que la de sus posesiones. El filósofo alemán Hans
Reiner (1896-1991) distinguía diferentes formulaciones de la regla de oro: la regla de
empatía, que parte de nuestros deseos o temores (lo que tú mismo temas, no lo hagas a
los demás, lo que deseas, hazlo a los demás), y la regla de la equidad, que parte de
nuestros juicios de valor (lo que reprochas a otros, no lo hagas tú mismo; debes actuar
como juzgas que los demás deben hacerlo. Thomas Nagel (1970) propuso repensar el
altruismo de forma objetiva sobre la base de la ética de la reciprocidad. En los años
1990 Enno Winkler desarrolló un código de ética universal, en el que la regla de oro
está incluido como un mandamiento para las relaciones interpersonales en ausencia de
empatía: Respete al otro como a ti mismo!

George Bernard Shaw (1898) estableció una evidente precaución a la aplicación de la


Regla de Oro en sentido activo o positivo: no hagas a otros lo que quisieras que te
hagan a ti. Sus gustos pueden no ser los mismos.

Formulaciones pasivas o activas de la regla en distintas religiones

En la mayoría de las formulaciones, la regla de oro toma una forma pasiva o negativa,
como la expresada en el judaísmo (lo que es odioso para ti, no se lo hagas al prójimo),
en el zoroastrismo (la naturaleza sólo es buena cuando se no hace a los demás nada
que no sea bueno para uno mismo), en el confucianismo (no impongas a otro lo que no
elegirías para ti mismo) o en el budismo (no hieras a los otros de una forma que tú
mismo encontrarías hiriente); aunque también las hay de forma activa o positiva, como
en el taoísmo (considera la ganancia de tu vecino como tu ganancia, y la pérdida de tu
vecino como tu pérdida), en el hinduísmo (trata a los otros como te tratas a ti mismo) o
en el mismo judaísmo (amarás a tu prójimo como a ti mismo).

En la cultura occidental cristiana, las fórmulas más divulgadas son dos frases de Jesús
en que cita explícitamente la ley judía antigua: amarás a tu prójimo como a ti mismo...
todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas; y un pasaje más extenso:
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; (...) como queréis que
hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis
a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los
aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué
mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro
tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello
nada (...) Sed, pues, misericordiosos.

Un hadiz islámico dice: ninguno de vosotros habrá de completar su fe hasta que quiera
para su hermano lo que quiere para sí mismo.

De Kant a Popper

La filosofía moderna, concretamente el racionalismo, despojó a la regla de oro de su


contexto religioso y la convirtió en fundamento de la ética entendida como sistema de
principios universales de convivencia que todos los hombres pueden compartir.
Especialmente Kant, en su Crítica de la Razón Práctica, le otorga renovado vigor en la
primera formulación del imperativo categórico: Actúa de tal modo que puedas
igualmente querer que tu máxima de acción se vuelva una ley universal. A través de la
poderosa herencia ideológica kantiana, la regla de oro está presente en las tradiciones
intelectuales del liberalismo y el iusnaturalismo racionalista, en las obras de Humboldt,
Habermas, John Stuart Mill, etc.

Charles Darwin también la menciona con entusiasmo y admiración, como culminación


y necesaria consecuencia de los instintos sociales humanos

Por su parte, Karl Popper también se apoya en ella para justificar el ámbito de actuación
de un Estado mínimo al enunciar, en La sociedad abierta y sus enemigos, su principio
del utilitarismo negativo: el Estado no debe imponer afirmativamente determinadas
conductas a los hombres, sino que sólo debe impedir que éstos se causen mal los unos a
los otros (es decir, que hagan a los otros lo que no querrían para sí mismos).
Todo apremio moral tiene sus bases en los apremios del dolor o el sufrimiento,
propongo reemplazar, por esta razón, la fórmula utilitarista: "aspiremos a la mayor
cantidad de felicidad para el mayor número", o, más sintéticamente: "aumentemos la
felicidad", por la fórmula: "la menor cantidad posible de dolor para todos" o,
brevemente: "disminuyamos el dolor". Esta fórmula tan simple puede convertirse, creo
yo, en uno de los principios fundamentales (por cierto que no el único) de la política
pública. El principio "aumentemos la felicidad" parece tender, por el contrario, a
producir dictaduras benévolas.

Ley Natural.

Conjunto de principios que, en ética, teología, derecho y teoría social, remite a lo que se
supone son las características permanentes de la naturaleza humana, que pueden servir
como modelo para guiar y valorar la conducta y las leyes civiles. La ley natural se
considera, en esencia, invariable y aplicable en un sentido universal. A causa de la
ambigüedad de la palabra “naturaleza”, el significado de natural varía. Así, la ley
natural puede ser considerada como un ideal al que aspira la humanidad, o un hecho
general entendido como el modo en que actúan por norma o regla general los seres
humanos. La ley natural es diferente de la ley positiva, establecida por la sociedad civil.

Teorías clásicas

Los filósofos griegos fueron los primeros en elaborar una doctrina de la ley natural. En
el siglo VI a.C., Heráclito hablaba de una sabiduría común que impregna todo el
Universo: “todas las leyes humanas se nutren de una, la divina”. Aristóteles distinguía
entre dos clases de justicia: “Una norma de justicia es natural cuando tiene la misma
validez en todas partes, y no depende de que la aceptemos o no; una norma es legal
(convencional) cuando en primera instancia puede ser fijada en un sentido u otro con
indiferencia”. Los filósofos estoicos, sobre todo Crisipo de Soli, elaboraron una teoría
sistemática de la ley natural. Según el estoicismo, el cosmos está ordenado
respondiendo a un principio racional por un principio activo, el logos, llamado de
diversos modos: Dios, alma o destino. Toda naturaleza individual es parte del cosmos.
Vivir conforme al imperativo de la virtud significa vivir en armonía con la propia
naturaleza, vivir de acuerdo a la razón. Puesto que la pasión y la emoción se consideran
movimientos irracionales del alma, el sabio busca erradicar las pasiones y abraza de
forma consciente la vida racional.

Esta doctrina fue popularizada entre los romanos por el orador del siglo I a.C. Marco
Tulio Cicerón, que formuló una famosa definición de ley natural en su De Republica:
“La ley verdadera es la razón justa de acuerdo con la naturaleza; es de aplicación
universal, invariable y eterna; requiere el cumplimiento de sus mandatos, y aparta del
mal por sus prohibiciones. No existirán leyes diferentes en Roma y Atenas, o diferentes
leyes ahora y en el futuro, sino que una ley eterna e invariable tendrá validez para todas
las naciones y en todas las épocas”. En el Corpus Iuris Civilis, compilación y
codificación del Derecho romano promulgada en el 534 por el emperador Justiniano I,
se reconocía una ius naturale, pero no existía ninguna afirmación de que la ley natural
sea superior a la ley positiva y ninguna reivindicación de los derechos humanos (la
esclavitud, por ejemplo, era entonces legal).

Teorías cristianas

Los cristianos encontraban la doctrina de la ley natural de los estoicos compatible con
sus creencias. San Pablo hablaba de los gentiles, que no asumen la ley de Moisés,
cumpliendo “por naturaleza lo que la ley exige” (Rom. 2,14). El teólogo hispano del
siglo VI san Isidoro de [Sevilla] afirmaba que la ley natural se observa en todas partes
por instinto natural; citaba como muestra las leyes que ordenan el matrimonio y la
procreación. Los textos de san Isidoro, citados por el erudito italiano Graciano en el
comienzo de su Decretum (1140), el principal manual de Derecho canónico durante la
edad media, incitaron a una amplia discusión entre los más importantes representantes
del escolasticismo. De las teorías de estos últimos sobre la ley natural, la de santo
Tomás de Aquino es la más conocida. En su Summa Theologiae (1265-1273), Santo
Tomás llamaba “ley eterna” al gobierno racional de la creación de Dios. Ésta confiere a
todos los seres la orientación de aquellas acciones y fines que les son propios. Las
criaturas racionales, mediante la dirección de sus propias acciones y guiando las
acciones de los otros, participan de la razón divina en sí misma. “Esta participación en
la ley eterna de las criaturas naturales se llama ley natural”. Sus dictados corresponden a
las inclinaciones elementales de la naturaleza humana. Así, de acuerdo con santo Tomás
de Aquino, es posible distinguir el bien del mal mediante el conocimiento natural de la
razón.

Teorías modernas y contemporáneas

El jurista holandés Hugo Grocio está considerado el fundador de la teoría moderna de la


ley natural. Su definición de ésta como el conjunto de reglas que pueden ser
descubiertas por el uso de la razón es tradicional, pero al presentar la hipótesis de que su
ley tendría validez siempre, aunque no existiera Dios o en el supuesto de que los
problemas de los seres humanos no tuvieran ninguna importancia para Dios, estableció
una separación de los presupuestos teológicos y preparó el camino para las teorías
racionalistas de los siglos XVII y XVIII. Por esta vía se desvinculó del escolasticismo
en su metodología, aunque no en su contenido. Una segunda innovación de Grocio fue
considerar esta ley como deductiva e independiente de la experiencia; en su obra De
iure belli ac pacis (Sobre el derecho de la guerra y la paz, 1625) afirmaba: “Así como
los matemáticos tratan las figuras como abstracciones de sus cuerpos, así en el trato de
la ley he alejado mi juicio de todos los hechos particulares”.

El jurista alemán Samuel von Pufendorf desarrolló de manera más completa el concepto
de una ley que instaurase el orden natural. En sus obras Leviatán (1651) y Tratados
sobre el gobierno civil (1690), los filósofos ingleses del siglo XVII Thomas Hobbes y
John Locke, respectivamente, proponían una condición primigenia de la naturaleza de la
cual surgía un contrato social, y relacionaban y complementaban esta teoría con la de la
ley natural. La doctrina de Locke, para quien la condición humana había dotado a los
individuos de ciertos derechos inalienables que no podían ser violados por ninguna
autoridad terrenal, fue incorporada a la Declaración de Independencia estadounidense
(1776).

Durante el siglo XIX, un espíritu crítico dominó las discusiones sobre la ley natural. Su
misma existencia se consideró improbable, y fue en gran parte sustituida en la teoría
legal por el utilitarismo, enunciado por el filósofo inglés Jeremy Bentham como “la
máxima felicidad del mayor número de personas”, y por el positivismo legal, según el
cual la ley se basa en exclusiva en los “mandatos del gobernante”, en expresión del
jurista inglés John Austin. Las atrocidades cometidas por la Alemania nacionalsocialista
durante la II Guerra Mundial reavivaron el interés por hallar una norma superior a la ley
natural. La Carta fundacional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
proclamaba la “fe” de esta organización en los derechos humanos. El 10 de diciembre
de 1948, la Asamblea General de la ONU estableció la Declaración Universal de
Derechos Humanos que, sin embargo, constituyó más un pronunciamiento moral que un
tratado de obligado cumplimiento.

Postulados de Koch

Los postulados de Koch fueron formulados por Robert Koch, a partir de sus
experimentos con Bacillus anthracis. Demostró que al inyectar una pequeña cantidad de
sangre de un ratón enfermo en uno sano, en el último aparecía carbunco. Tomando
sangre del segundo animal e inyectándola en otro, obtenía de nuevo los síntomas de la
enfermedad. Luego de repetir la operación una veintena de veces, consiguió cultivar la
bacteria en caldos nutritivos fuera del animal y demostró que, incluso después de
muchas transferencias de cultivo, la bacteria podía causar la enfermedad cuando se
reinoculaba a un animal sano. Fueron aplicados para establecer la etiología del
carbunco, pero ha sido generalizado para el resto de las enfermedades infecciosas con
objeto de saber cuál es el agente participante. Los postulados son los siguientes:

1. El agente patógeno debe estar presente en los animales enfermos y ausentes en


los sanos
2. El agente debe ser cultivado en un cultivo axénico puro aislado del cuerpo del
animal.
3. El agente aislado en un cultivo axénico debe provocar la enfermedad en un
animal susceptible al ser inoculado.
4. El agente debe ser aislado de nuevo de las lesiones producidas en los animales
de experimentación y ser idéntico al inoculado originalmente

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