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1.

-  Describa la biografía del autor asignado tomando en cuenta los aspectos más
importantes de la vida y la obra de ese escritor venezolano.

Hija del ingeniero Andrés Palacios, descendiente directo de Bonifacio Palacios, tío del
Libertador Simón Bolívar; e Isabel Caspers, sobrina de Ezequiel Zamora.

Contrajo nupcias con el autor y publicista Carlos Eduardo Frías Pacheco, fundador años
después de ARS Publicidad (1938)

En 1934 Élite de Caracas publicó su primer escrito, revista dirigida por su marido.

Se trasladó a Europa y a los EE. UU. de Norteamérica.

En 1939 inició a redactar con regularidad en el diario Ahora.

Creadora de los próximos libros: Ana Isabel, una niña decente (1944), Viaje al frailejón
(1955), Los pasos de la lluvia (relato, 1955), Crónica de las horas (1964), Los insulares
(1972), Textos del desalojo (poemario, 1977), Profundo temblor de lo secreto (1980), Una
plaza ocupando un lugar desconcertante (1981), La roca y el espejo (1985), Aquel oscuro
animal de sueño (1988), Ficciones y aflicciones (1989) y Extenso viento de memorias
(1989)

Ejerció un cargo en la secretaría de la Agrupación Cultural Femenil en 1939 y al siguiente


presidió el Primer Congreso Venezolano de Féminas, ha sido la Coordinadora del Taller de
Narrativa del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) en 1977 y
además fundó el taller literario, Hojas de Calicanto en 1978, dirigiendo la revista
homónima hasta 1985

Mamá dedicada, por la carrera como pianista de su hija María Antonia, pasó con ella
temporadas en Nueva York, EE. UU.

Galardonada con los próximos premios: Segundo sitio en el concurso de cuetos del diario
El Nacional en los años 50, Nacional de Literatura (1976) convirtiéndose en la primera
dama venezolana en recibirlo y el municipal de literatura (1982)

La autora, poetisa, ensayista Antonia Palacios Caspers murió en su quinta Calicanto, en la


Urb. Altamira, Caracas el 13 de marzo de 2001.

En este lugar la sombra encuentra su anhelado refugio. Aquí las cosas tienen ocultas
señales y todo parece hecho para el tacto de una mano vaciada de deseos Es un sitio que los
sueños esquivan y ya en él no se escucha aquella voz siempre en resguardo salmodiando en
lo alto. Es un lugar que guarda remotos signos de tiempos vencidos y está siempre
replegando sus bordes, defendiendo su ojo abierto con un inmenso párpado nocturno.

¿Ves cómo se alza la memoria? Bajo esta lluvia persistente hay unos ojos fijos develando
el olvido. Mira cómo avanza la marea. Contempla sus abiertos remolinos y mira el pez que
sube y toca espuma. Ven a sentarte en el lugar de entonces. Ven a mirar el tiempo que
comienza a decrecer. Ven conmigo a esperar que llegue la resaca.

  Retírate. Retírate hacia adentro. Un poco más allá, más hacia adentro. Empuja hasta tocar
el borde. Respira fuerte. Exhala el aire reprimido en tu aliento. No te detengas. Aprende a
caminar de espaldar. Deja tú frente al descubierto. Si te hieren haz que tu cuerpo salte, se
sacuda la sangre, el polvo oscuro. No dejes que la luz te encandile. Cierra los párpados y
mira lo que irradia la tiniebla. Lleva contigo tu desfallecida palabra, tu naciente canto.
Inaugura tu voz en lo más hondo.

2.-    Realice una síntesis en torno a las circunstancias políticas, sociales y culturales de


la Venezuela de la época en que le toco vivir al autor.

          

  Venezuela en la época del siglo XX aún no existían las grandes ciudades, ya que apenas se
estaba comenzando en la capital el proceso de “modernización” que empezó el presidente
Guzmán Blanco en la capital del resto solo habían, pueblos, aldeas y caseríos. En caracas se
inició la modernización para así mejorar las comunicaciones la educación y el confort de
una minoría

            En esa época se dieron cuenta de que Venezuela tenía una baja educación y no
estaban en la capacidad intelectual para las actividades petroleras. También era una
sociedad que se podía adaptar a nuevos métodos culturales que se manifestaron en la
aparición económica petrolera los cuales al pasar los años se convirtieron en dependencia
económica y marginalidad social, ya que inconscientemente se convirtieron en
consumidores de productos exportados. Esto genero un cambio en las costumbres porque
estos acostumbraron a comer, vestir como los extranjeros al principio esto al principio fue
impuesta, pero luego esta fue aprendida y tomada como una costumbre. Estos se
acostumbraron a usar materiales importados y la cultura petrolera quería generar un cambio
para mejorar la mentalidad venezolana para hacerlos comprar productos hechos en el país y
así cambiarles la mentalidad haciéndoles creer que esto era sinónimo de libertad individual

La cultura del petróleo establece normas y crea una filosofía de la vida, para adecuar a una
sociedad a la necesidad de mantenerla en las condiciones de fuente productora de materias
primas. Otras personas se oponían a esto porque esta al ser una actividad extranjera duraría
poco, mientras que otros pensaban que esto podía generar buenos ingresos al país
 A finales del siglo XIX y principio del siglo XX Venezuela, estaba enfrentando no solo un
mal momento económico, sino también de peste bubónica y plagas, lo que traía como
consecuencia malas cosechas de café y cacao, aunado al aumento de los impuestos de
exportación a estos rubros que, dificultaban la competitividad en el mercado internacional.

           Las concepciones económicas han estado siempre sujetas a la tierra. Primero con la
agro exportación cuya base era la tierra y segundo la exportación petrolera, proveniente del
subsuelo. Todo lo surgido, a raíz de la economía petrolera venezolana a partir del siglo XX

3._Describa y explique las características del o de los movimientos literarios en que


participó el escritor venezolano, también su análisis o valoración personal.

Antonia Palacios nos pone a prueba. Reta al lector y lo lleva a formar parte de su soledad.
Y si quien lee esto no participa de esta sensación, es preferible que se haga esta pregunta:
¿cuántas veces se nombra a Antonia Palacios en algún rincón de este íngrimo país, ella, la
solitaria, la enmarcada por su primera persona, por la sombra que la sigue desde nuestro
silencio?

La lectura es prosa, oraciones, reiteraciones. Narra y ahonda en ella. Desde ella como
personaje, como anfitriona de la atmósfera que la rodea: la poeta venezolana viaja con
nosotros. Nos enseña su yo desalojado, desterrado, como si una hipnosis sorpresiva nos
tomara en la página que estamos a punto de leer.

Se adentra: la densidad de su mirada nos conduce por Textos del desalojo, publicado por
Monte Ávila Editores en Caracas en 1978.

Son poemas de habla: dicen desde el silencio de los objetos, que no están en sus palabras.
El entorno está ausente. El desalojo es espiritual, la muerte como sílaba pendiente. En estos
desalojos, ella, la mujer que habla o silabea, la creadora de atmósferas densas donde habita
el vacío, escribe desde la paciencia de Job (tres epígrafes bíblicos suman a este personaje).

Ella reza:

Se llevarán todas mis pertenencias, todas las ofrendas.

Así comienza el despojamiento, especie de ocupación total, absoluta, vital:

Me irán despojando de todo, del aire, del reflejo, de la forma. La hora será cóncava, el cielo
será cóncavo, la tierra abrirá su cráter cóncavo en la última ofrenda.
2

Este volumen de Antonia Palacios contiene tres alientos poéticos ubicados entre 1973 y
1975: “Textos del desalojo”, con el que titula el libro; “Esta columna en vilo” y “Tiempo
hendido”: un recorrido por el ser de una voz que se recoge en palabras, en una sola voz
continua: un recorrido nada sinuoso, vertebrado por la soledad como tema, la muerte como
designio.

En una letanía vertiginosa, en un palabreo sin descanso, se dilata:

Este zigzag del viento, esta lanza del aire, esta sombra. Esta voluptuosa agonía del instante,
esta avivada memoria, esta lágrima que brota, esta lágrima que cae, este humo que se
levanta, enarbolado mástil, esta moneda oscura, este origen, este azar, este horizonte ajeno,
esta sombra, esta sombra. Esta avidez del instante, disminuida memoria, esta petrificada
lágrima, esta sombra, este cerco, esta sombra. Esta fragilidad del aire, el titubear del viento,
viento que titubea, volcán dormido, volcán en vísperas, este encorvado pesar, este punto
arrasado, este infinito verano, esta sombra, este cerco, esta sombra. Este animal sangrante,
esta sangre disgregada, estos pies, estas manos, estos ojos, este cerco, estas distancias. Este
recibir del viento, este negar del aire, este pulso acelerado, esta inmóvil pulsación, este
cielo tan alto, esta tierra sin cielo, el aire que se columpia, el viento que se desgaja, este
rígido informe, este cerco, esta sombra, esta sombra.

El lector, agobiado, lleno de imágenes, se aproxima al mismo tono, lo calibra, lo usa como
herramienta de desahogo. Leer a Antonia Palacios en este libro contiene una solicitud, un
embargo latente: ella está allí, no se desprende de su ser. El yo enmascara el tiempo, lo hace
un instante. Se hace silencio:

De un espacio su silencio, los espacios de silencio, y esperando, escuchando, respirando,


dividido hasta el aliento, perseguida, más aprisa, más aprisa, las mareas y los sismos, los
derrumbes, tolvaneras, y los días sin sustancia desmayando. ¿Quién se pliega, se deshila, se
silencia, en la fiebre de la duda?

El poema en movimiento. Es movimiento: se desplaza en el yo y lo fortalece. El ser


desatado, para ser otra vez otro: “Invéntate de nuevo” (…) “Digo con voz de nadie”: dos
poemas separados que se hacen uno complementario. Por eso: “… La misma en la inmóvil
dimensión de la sombra”.

 3

Aparece el cuerpo, otro plano: el ser desalojado, el cuerpo habitado:

Abro mis manos, vuelco hacia arriba las palmas de mis manos. Alzo mis brazos, los
excesos del cuerpo los levanto desde el fondo (…). Descubro los designios que mi cuerpo
señala, círculos sin rumbo. Mi cuerpo erecto, mi cuerpo inmóvil mi propio tacto, mi propio
apoyo (…), la secreta unidad de mi vientre allá en el fondo… Mi cuerpo erecto. Esta
columna viva… Esta columna en vilo…
El cuerpo es una instancia, un lugar, un instante, “la casi muerta respiración”. El cuerpo que
vive en un “desierto extremo”, el cuerpo que desaparece, que tiende a ser desalojado,
recreado en muchas muertes, una contradicción, una negación:

Estoy muriendo. Estoy muriendo de una muerte lenta, callada, sin ruido. Estoy muriendo
sin morir. Estoy llena de muertes (…). Y de pronto parece que ya no estoy muriendo. Que
he alcanzado a la muerte sin morir.

 4

El tiempo se expande. El cuerpo atiende a su llamado. Moldea el momento. El cuerpo


físico, sustantivo, terreno y aéreo:

De rodillas te presiento, yo, la extraviada, y tú dejas al desnudo este muñón de ala ya


petrificado.

Tres oraciones conjuntan el asombro en el lector:

No dejes que te roce el borde de la sombra

(…)

Iba pasando por antiguos cielos bordeando siempre las orillas del duelo.

(…)

No me sublevo en mi largo reposo.

 5

La lectura se cierra, la soledad no atenúa la densa armadura del texto. Antonia Palacios
converge con el ánimo del despojo absoluto, así:

Al principio éramos muchos. Andábamos dispersos, intentando tocarnos, escucharnos. El


sitio era muy vasto y apenas alcanzábamos un leve roce, un fugaz acercamiento. Algunos se
escaparon. Otros comenzaron a ignorar los elementos, comenzaron a cambiar costumbres
tanteándose en silencio, ciegos y sin aliento. Después fuimos muy pocos, apenas dos o tres,
muy juntos y temblando. Al fin tan sólo uno. Uno tan sólo. Y la febril espera comenzó a
extenderse por encima del desierto.

4.-  Realice un comentario acerca de una de las obras del escritor donde resuma los
aspectos importantes de su contenido.

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