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ISBN 978-987-26464-3-1
© Andrés Ajens
Imagen tapa
Gabriela Giusti
Corrección de pruebas
Emma Villazón
Editor
Cristóbal Thayer
A modo de prefacio 11
De la vecindancia 13
La guerra envejicida 17
Chusco 21
Lengua, poesía, dinero 25
De una litera dura indígena 27
Don de fronteras, donde andes 35
¿Una escritura sin padre? 45
Umiri – misturaski 55
La flor del exterminio 61
Y/o vivir para contarla 87
Entrebesados 89
Cuícatl, ñe’ë porä, ikar, yarawi, ül et alii 95
Lo inédito en poesía │ hoy 105
Cómo no responder 121
Nadie en la poesía chilena. Un apéndice en Marchant 131
Poesía en pampa 141
Meter la pata 149
Yapa 157
LA FLOR DEL EXTÉRMINO
Escritura y poema tras la invención — de América
qué hinchadura del mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio
Juan Carlos Bustriazo Ortiz
*
como que me huele que no habla janjamarakisa aymarsa parlktati aymara
como que me huele que ni palabrea quechua janjamarakisa q”ichwsa arsktati
de qué pagos viene kawksa tuqitsa jutawayta qué habla habla kunäsa
parlamaxä kunäsa arumaxä lengua, cuál
no es acaso progenie suya awk taykamaxä janiti aka uraqita
de estos páramos parajes p’axälluriki, yuritakarakixä aún del nacer
y no fuera collera entera jumäxa janiti qülla jaqina wawapaktasa y retoño tal
quién fuera... k”it”itasa... ch”uy... k”it”itasa... quién fuera – cuál
* Pasaje de Qulla aymara jaqitaki k”it”itasa, de Rufino Phaxsi Limachi, i n Aymar Ya-
rawiku, Inmenaqubol, Chukiyawi marka (La Paz), 1983, p. 30, con entremuda romance
suscrita. El yarawi o arawi, canto o endecha surandina, siguiendo a Guamán Poma, fuera
préstamo del quechua o runa simi ahí donde los aymara-hablantes decían wanka. Vistas
las hipótesis en torno a un supuesto ‘fondo común’ aymara y quechua, quechauymara
o proto-aymara-quechua (Cerrón Palomino, E., Hardman, M. J., etc.), dejo la cuestión
visiblemente aquí entreabierta. A. A.
A modo de prefacio
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Excesura de nombres, cesura y excedencia – términos como extérminos. Por caso o caí-
da, aquí: “invención” en tanto operación autoproyectiva de Occidente (cf. E. O’Gorman,
La invención de América, 1958) y a la vez –caso del invenire latino– tal advenimiento in-
minente de lo inacontecido, con nombre aquí de “América” (cf. J. Derrida, Psyché. In-
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cuentan, incluyendo las etimográficas, no tanto el “uso” como lo por
venir manda. Manda sin mandar, sin ordenar, se entendiera; lo por
venir, en cuanto por venir y no mera repetición (maquínica) de lo
acontecido, desde ya desordena todo, todo lo reparte y desarregla.
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DE LA VECINDANCIA *
* Una primera versión de este texto apareció en la Revista del Lector, Dolmen, Santiago
de Chile - Caracas - Montevideo, septiembre de 1998, y luego en las solapas de Más ínti-
mas mistura, Intemperie, Santiago, 1998.
1. En un apartado de quasi flanders, quasi extremadura, CCPP Translations Series, Cam-
bridge, Inglaterra, 2001; traslapes de Erin Mouré y Kevin Nolan de pasajes de Mas ínti-
mas mistura.
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La flor del extérmino
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De la vecindancia
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LA GUERRA ENVEJICIDA *
D e un p oema an ón imo de in cie rta d a ta
Publicado en Revista del Lector, Dolmen, Santiago de Chile - Caracas - Montevideo, no-
viembre de 1998.
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La guerra envejicida
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CHUSCO *
Lazarillo de ciegos caminantes (Lima, s. XVIII)
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tar no muy lejano del Inca Garcilaso, Huamán Poma y, quién sabe,
de ese comerciante en mulas entre Tucumán y el Cuzco que fuera
Tupac Amaru), colonial etnografía al día, relación histórica, informe
burocrático y hasta prospecto comercial con algunas noticias útiles
para Nuevos Comerciantes. Tal, por momentos misturácea incierta,
situáralo en la vecindancia o hueco estrictamente inasignable entre
verdad y ficción o, según la distinción del propio Concolorcorvo en
el prólogo del libro, entre historia (modernoccidental) y fábula (la-
tinogriega). Para conjurar tal monstruosería, Carrió de la Bandera
–lector de Virgilio, Cervantes, Quevedo y aun Descartes y, de cierto,
del Guzmán de Alfarache antes– echa mano a una doble próte-
sis compositiva: inventa un autor (don Calixto Bustamante Carlos, Inca,
alias Concolorcorvo) y una casa editorial (su Imprenta de la Robada, de
Gijón, de donde fuera oriundo – con posterior acriollamiento entre
México y Lima; el libro habrá sido impreso en esta última ciudad en
1775, dos años después de la fecha consignada en la portada de la
edición primigenia).
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Chusco
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La flor del extérmino
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LENGUA, POESÍA, DINERO *
Economías de Gabriela Mistral
Resulta que una lengua completa, buena y todo, no vive de sus pu-
ros deudos y tiene que ganar clientela entre los extraños; que es
una verdadera pieza comercial, lo mismo que el cheque, y pide que agen-
tes extranjeros le den estimación y confianza redondas. Nadie nos
* Publicado en una edición extraordinaria del periódico Aurora de Chile, Santiago, julio
de 2005.
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La flor del extérmino
1. Tanta fuera la identificación de Gabriela Mistral con ‘el indio’ que –como Franz Ta-
mayo en otras circunstancias– una vez se lo dijera a Ciro Alegría con todas sus letras:
Yo soy india. Si su decidida labor en defensa y promoción de los pueblos indígenas es
por demás patente (nomás una anécdota contada por un testigo, el poeta Humberto
Díaz-Casanueva: luego de recibir el premio Nobel, Gabriela Mistral fue recibida por el
presidente norteamericano Harry Truman; y lo increpó de entrada: ¿Por qué un país
tan poderoso como Estados Unidos no ayuda a mis ‘indiecitos’ de América Latina que
se mueren de hambre?); es precisamente tal identificación y tal defensoría lo que vuelve
tan crudamente sorprendente el entramado de Lengua española y dialectos indígenas en la
América. La vindicación de la ‘raza’ (término caro a la Mistral) y la obliteración del idio-
ma (indígena) conviven en la poeta tal contra-dicción mayor — a partir de la acogida
incuestionada del mentado deslinde entre ‘dialecto’ (indígena) y ‘lengua’ (europea). No
se trata de un deslinde numérico: el quechua era en 1932 (como sigue siéndolo hoy, con
cerca de diez millones de quechua-hablantes) la lengua indoamericana más extendida.
La frontera entre ‘lengua’ y ‘dialecto’ pasa aquí de frentón, en palabras de la Mistral,
por el deseo — deseo de alter de aprender o no tal o cual lenguaje: por la eventual apti-
tud de un lenguaje para suscitar interés e inversión (libidinal). Nadie nos aprendería nues-
tro pobre quechua... (resulta que una lengua completa... no vive de sus puros deudos y tiene que
ganar clientela entre los extraños). ¿Contra-dicción mistraliana — meridiano tinku? Misma
ambivalencia en su ‘diario íntimo’: Mi reputación de indigenista viene de lo poco que he he-
cho por la reivindicación del indio en general, con apoyo en la admirable cultura que tuvieron
–y tienen– mayas, toltecas y quechuas. No podía valerme de los araucanos para mis fines por la
flaqueza de su labor artística y por su raso primitivismo (sic).
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DE UNA LITERA DURA INDÍGENA *
Es c rituras aquen de la lite ra tu ra
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De una litera dura indígena
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De una litera dura indígena
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DON DE FRONTERAS, D ONDE ANDES *
Hacia el Atau Wallpaj p’uchukakuyninpa wankan
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1. Estaría tentado de identificar el terror del gigante patagón con el de Borges, quien
multiplica en sus escritos las confesiones del terror ante el espejo (Los espejos velados, Los
espejos, Edipo y el enigma, Al espejo, El espejo y la máscara, El espejo, etc.), pero otro guiño
otro ojo nos hiciera (other es precisamente la palabra que Pigafetta consigna en su aco-
tada lista de vocablos tehuelches para traducir el ‘ojo’ patagón). En El hombre ante el
espejo del libro (1996), biografía de Borges, J. Woodhall asocia insistentemente este bor-
geano terror ciego con el desasosiego ante la posibilidad de la pérdida de sí, pérdida de
la self-possession, especialmente en materia sexual: “Borges la detestaba [esa vertiginosa
experiencia de automultiplicación en un espejo], así como posteriormente iba a detestar
la idea de verse expatriado de su yo, mediante la droga, la bebida o el sexo.” // I offer you
explanations of yourself, theories about yourself, authentic and surprising news of yourself. J. L.
B., Two English Poems (in El otro, el mismo).
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Don de fronteras, donde andes
2. Havendo yo havuto gran notisia per molti libri letti et per diverse personne, che pra-
ticavano con sua signoria, de le grande et stupende cose del mare Occeanno, deliberay,
con bonna gratia de la magestà cezaria et del prefacto signor mio, far experientia di me et
andare vedere quelle cose, che potessero dare alguna satisfatione a me medesmo et potesse-
ro parturirmi qualche nome apresso la posterità. [Op. cit., subrayo].
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La flor del extérmino
críticas recientes (la Relazione del primo viaggio attorno al mondo [Pádua,
1999], por caso, o aun La mia longa et pericolosa navegatione [Milán,
1989], no logran discriminar del todo), vuelven harto difusa la cosa.
Incluso hablar de “italiano” fuera ya un despropósito: el cinquecento
no es sólo una babélica miscela de latino in ogni sfumatura e di volgare la-
tineggiante e popolare (S. Lanuzza, 1994) sino también la hora en que el
dominio español hace sentir sus efectos no sólo lingüísticos y no sólo
en la península, sino sobre todo el escenario del debate de la questione
della lingua. ¿Primacía del florentino y/o toscano popular y del legado
del Dante (Machiavello, 1524)? ¿Fidelidad a toda prueba a la fuente la-
tina, fuera cual fuera el habla vernacular en juego (Castiglione, 1527)?
¿Prioridad a la vez a los clásicos latinos, Cicerón y Virgilio en particu-
lar, como toscanos, Petrarca y Boccacio (Bembo, 1525)? En el fondo,
fondo del espejo, ¡quebradero de cabeza!, cuál modelo o figura, cuál
ley, idea o imagen de lengua había de reflejar el sí de la lingua de sì.
Frente a este enconado debate, Pigafetta felizmente pasa. Quando li
dole el capo, anota poco después de referir el horror del tehuelche ante
su im/propia imagen, se danno nel fronte una tagliatura nel traverso o,
dicho en buen romance, un corte de costado, de frente.
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Don de fronteras, donde andes
trecho estrecho
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3. Tragedia del fin de Atahuallpa / Atau Wallpaj p’uchukakuyninpa wankan, versión en cas-
tellano y estudio preliminar de Jesús Lara, edición bilingüe, Ediciones del Sol, Buenos
Aires, 2ª ed. (sigue la edición de 1957, de Los Amigos del Libro, Cochabamba); La mort
d’Ataw Wallpa; édition critique trilingue (quechua – espagnol – français); traducción, co-
mentarios y notas de Jean-Philippe Husson, Editions Patiño, Ginebra, 2001 (con el texto
numerado en sus líneas, o versos, de 1 a 1592).
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Don de fronteras, donde andes
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Don de fronteras, donde andes
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4. La frontera como término viene también en el Atau Wallpaj p’uchukakuyninpa wankan con
el término de la obra, como la escena final: escena de yapa y a la vez manifiesta escena eu-
ropea (transcurre en Barcelona). Cf. tb. Historia y drama ritual en los Andes bolivianos (siglos
XVI – XX), de Margot Beyersdorff, Plural, La Paz, 2003, donde se sigue en detalle los muy
diversos avatares dramáticos de la muerte de Atahualpa en el área surandina y, de paso,
vuelve inverosímil la médula de la hipótesis de César Itier en cuanto a que el dicho wanka
fuera invención de punta a cabo de Jesús Lara (cf. C. Itier, ¿Visión de los vencidos o falsifica-
ción? / Datación y autoría de la Tragedia de la muerte de Atahuallpa, in Boletín IFEA, Lima, 2000).
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¿UNA ESCRITURA SIN PADRE?*
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¿Una escritura sin padre?
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¿Una escritura sin padre?
del parece que al no puede ser de otra manera–: “El autor de la Tragedia no
puede haber sido sino el propio Jesús Lara”. Ahora bien, si en la Bolivia de
la década de 1950 hubiera habido otra persona, otro quechuista para el
caso, aparte de Lara, que pudiera haber tenido acceso a todas esas fuen-
tes que Itier identifica (desde diccionarios y gramáticas quechuas hasta
otras variantes del ciclo de la muerte de Atahualpa, pasando por una
que otra pieza literaria), todo el rigor de la hipótesis se desmoronaría.
Pues bien: hay otro. Al menos otro: otro quechuista a la altura de Jesús
Lara en la Bolivia de la década de 1950 y que consta conocía todos los textos
enumerados por el franco Dupin andino. Este otro olvidado por César
Itier es por demás otro César: César Guardia Mayorga, autor de una
Gramática y de un Diccionario quechuas y escritor él mismo en quechua.
Lara lo recuerda como “el más exquisito, el de más honda sensibilidad
entre los poetas quechuas peruanos, [y que] compuso en los años que
vivió en Cochabamba [en los ‘50] admirables poemas [en quechua]”
(cf. J. Lara / L. Antezana, Entrevista / Tapuy Jayñiy, Cochabamba, 1980,
p. 106; texto que Itier omite). El o los autores de La visión lo menciona/n
también a la pasada: “A principios de ese mismo año [1955, es decir dos
años antes de la publicación de Lara], el quechuista peruano [afincado
en Cochabamba] César Guardia Mayorga consiguió un libreto sobre el
tema [la captura y muerte de Atahualpa], en Santa Lucía (provincia de
Cliza, dept [sic] de Cochabamba), y se lo prestó a Jesús Lara.” Es decir,
si no estaba tanto o más interesado que Lara en las versiones del ciclo
de Atahualpa, lo menos que puede decirse de Guardia Mayorga es que
hasta ese momento había tenido más fortuna que Lara en la pesquisa.
Lara evoca eso casi como un duelo entre amigos en la larga entrevista
concedida a Luis H. Antezana:
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UMIRI – MISTURASKI
En torno a un poema (aymara) de Pedro Umiri
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Umiri – Misturaski
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1. Es lo que sugiere, por caso, El cantar del Inca Yupanqui y la lengua secreta de los incas,
de R. Cerrón-Palomino, revista Andina n° 32, Cuzco, 1998, pero que Idioma de los Andes,
Lingüística e historia, Lima, 2002, de Alfredo Torero, con todo, cuestiona.
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Umiri – Misturaski
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LA FLOR DEL EXTERMINIO*
Balada arcaica, Einmal
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2. ¿Habrá que subrayar que cuando Borges dice esto (otra hubiera sido nuestra historia y
mejor) está hablando no sólo de ‘nosotros, los argentinos’ sino también alegóricamente
o no tanto de sí – un sí, con todo, complejo, difiriendo y, al decir de Humberto Díaz-Ca-
sanueva, inidéntico? En reiteradas ocasiones Borges habrá confesado su temprana fasci-
nación por el Martín Fierro y hasta el fin de sus días habrá promovido entusiastamente
su lectura (Promover la lectura del Martín Fierro es el objetivo de este breve trabajo, señala en
el prólogo a la recopilación de textos suyos que bajo el título precisamente de El Martín
Fierro publicara en 1979), al punto que cuando Ricardo Piglia se va de tesis no deja de
postular como modelo de cierre de los cuentos de Borges, y no sólo de Borges, de cierre
de la literatura argentina, podríamos decir (sic), el cierre de El gaucho Martín Fierro (cf. R. P.,
Apéndice: sobre nombres, firmas y comarcas, Nuevas tesis sobre el cuento, in Formas breves,
Barcelona, 2000). En cuanto a la pregunta de si tal alegorización de sí borgiana acaba o
no dominada por la ironía –de la cual, a diferencia de otros campesinos, eran capaces los gau-
chos (Borges dixit)–, queda abierta aquí.
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La flor del exterminio
Otra vez: si Balada arcaica habla del exterminio en la flor del exter-
minio, habla de entrada con el Facundo, habla con/tra el ‘poema’ de
Sarmiento, pues es la lengua en que está inscrito la que habla antes
que cualquier subjetividad viniere a subrayarla. ¿Vamos a decir con
ello que el poema de Bustriazo Ortiz clausura el ciclo abierto por
Sarmiento? Vamos a decir esta vez: tal vez. Quiérase o no, la flor del ex-
terminio reitera y a la vez descoyunta la tradición castellana del extermi-
nio (incluida la del castellano migrante del Facundo). Reitera, porque
retraza y confirma un término que, allende todo lingüisticismo, opera
como “activador” de una memoria de acontecimientos llamados por
y con él, incluso y de manera subrayada el (exterminio) del indio. Y a
la vez desquicia y desplaza tradición, memoria y destino tal, porque
la susodicha dice aporéticamente a la vez la pertenencia de la flor, al
exterminio como, doble genitivo, la hechura, la conformación de la
flor: la flor, tal flor, se hace, está hecha, se engendra, se nutre de y se
da por, gracias al exterminio. ¿Cómo es esto? Cuando el exterminio,
la aniquilación total pervive, florece, da lugar a una flor, de memoria,
el exterminio como tal entra en suspenso, se abisma, su remisibilidad
por un instante incalculable se desquicia. Tal desquicio, por ahora in-
fijo, infijable acaso, lo leemos también en el verso de inicio (otra vez:
orden o demanda, inyunción o plegaria, ¿cómo saber?): no me prendas
la flor del exterminio. ¿No me pongas, no me adhieras, no fijes en mi piel
flor tal? ¿No me incendies, no me quemes, no me extermines esta flor,
flor del exterminio? El peligro que abre tal desquicio está a ojos vista,
y no voy a pretender conjurarlo invocando ahora los mentados versos
de Patmos3 — pero sin tal riesgo, sin tal colectura o lectoescritura que
opera sin estar su sentido asegurado de antemano, ¿leeríamos?, ¿lo
que se llama leer?
�� Wo aber die Gefahr ist, wächst / Das Rettende auch (F. Hölderlin, Patmos). Cuestión, otra
vez, en traducción: Pero donde hay peligro / crece lo que nos salva (trad. F. Gorbea); Pero,
donde hay peligro / crece también lo salvador (J. Acevedo, en su traducción de La pregunta
por la técnica, de Heidegger, donde éste, cómo no, también se pregunta: Was heisst ret-
ten?, esto es, en romance paceño: ¿qué se llama salvar/se?).
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Vernichtung / Verwüstung
La bruma espesa, eterna, para que olvide donde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
Desolación, G. Mistral.
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Si, más allá y más acá de las definiciones de diccionario (que, como
es sabido, recogen los significados pre/dominantes del estado de una
lengua, sus más frecuentes re-marcas), Vernichtung habrá marcado
en Die Feuerland Indianer el exterminio del indio americano
y, por esa vía, la lengua alemana se habrá tatuado con y por ello
–aún debilmente, aún de manera a ratos inaudible–, la anticipada
correspondencia entre Balada arcaica y Einmal deja de sostenerse
como posibilidad sólo ideal y se da como acontecimiento dado, en
lengua, datado. Con lo cual, pregunta (que aquí sólo barruntamos):
¿el exterminio nazi en Europa, la Vernichtug (der Judenvernichtung),
fuera reiteración, introyección tardía del modo históricamente oc-
cidental de encarar lo infamiliar, alter o lo ajeno resuelto (donde tal
carácter reiterativo, con todo, no le quita su im/propia singularidad,
pero a la vez, de entrada deshace cualquier intento de sacrificarla o
sacrificiarla, esto es, de absolutizarla infinitamente, como Una Única,
tanto íntegramente ilegible como íntegramente legible – punta que
no dejan de rozar ciertas lecturas “religiosas” del Holocausto y/o la
Shoá)? Pero, desde ya, otra: ¿qué hay de ese “modo históricamente
occidental de encarar lo infamiliar”? ¿Hay tal –‘cultura’, destino,
Dasein– occidental, unificable, coyuntable como tal?
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Desvío: apëmn
A veces ta chemkeiñ llemay, kiñeke, entre
verado duŋukeiñ siempre doi, mapuche duŋutuiñ ka wiŋka.
Lonco José Paillacoy 4
4. Cit. y trad. de María Angélica Relmuán: ‘a veces hablamos mezclando las dos len-
guas, hablamos entre verado, en mapuchedungun y castellano’ (in El mapuche; el aula y
la formación docente, La Paz, Plural, 2005).
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6. ¿Cómo no estar de acuerdo, con todo, con José Ancán (‘Pascual Coña: el hombre tras
el muro de palabras’, introducción a Lonco Pascual Coña, op. cit.) en cuanto a que el texto
castellano (traducción de Moesbach) llama a gritos a una retraducción o de frentón a otra
traducción? No sólo por las ‘durezas’ de inscripciones en una lengua recién entrevista
(el castellano para de Moesbach) sino antes bien por todos aquellos pasajes en que ‘el
tráfico de influencias’ –tanto católicas como ilustradas (en el “Prefacio”, de Moesbach
aun se pregunta cómo la lengua de “un pueblo de tan baja cultura” ha podido alcanzar
una perfección técnica tan completa)– que ya no traducen, lo que se llama traducir (≠ espe-
jear/se), nada.
7. Rodolfo Lenz, prólogo a la primera edición del relato de Pascual Coña, junio de 1929:
“Algunas durezas del estilo castellano del P. Ernesto [de Moesbach] se explican así por
el carácter distinto de las dos lenguas [mapudungun y castellano]. Otras se deberán
también a la lengua patria alemana del traductor, pues está en Chile sólo desde 1920 y,
viviendo entre los indígenas, ha tenido poca ocasión para practicar el lenguaje literario
de alto estilo” (sic).
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del ‘Nuevo Mundo’ fuera antes que nada arte de conquista, pugna de
fuerzas artísticas, un conflicto, tinku o awka entre artes (The Tempest), y
ello precisamente en referencia al “arte” tehuelche o patagón alias ao-
nikenk? ¿Pero acaso Shakespeare oyera alguna vez un tayil del trasande,
un tayil de antes del Arte (occidental)? Iñche konümpanieñ – Llanküray:
‘Las mujeres repitieron sus cantos de tonada especial’, ülkantui pu
domo, tayiltuiŋn, ‘cantaron’ y ‘romancearon’ al modo de allende el
Ande: Yakenkaye, yaken, yakenche; / Allo, allo, akolo, akol… “Oí bien las
palabras”, femŋechi amulei, “pero no alcancé a comprender su sentido”,
welu kimlafiñ ñi chem pin tëfachi ülkantun; pero no sé, no entiendo bien la
“cosa” dicha, ñi chem pin; no sabría decir qué mienta (p. 302).
***
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***
Otra vez: welu kimlafiñ ñi chem pin, no logro catear lo que dice
el tayil (para el caso que eso que vuélveme hoy al corazón hubiera
dicho como tal y no fuera por ventura, tal mantra inmemorial, ono-
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Nosotros aquí,
contentos de la travesía, delante de la tienda,
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Einmal, in Menschland
Einmal, der Tod hatte Zulauf,
verbargst du dich in mir.
P. Celan, Lichtzwang.
Einmal,
da hörte ich ihn, da wusch er die Welt,
ungesehn, nachtlang,
wirklich.
Una vez / lo oí: / lavaba el mundo / sin ser visto, noches enteras, /
cierto – traslapa F. Boso. ¿Quién – lavaba? No hay indicación directa
salvo: él, él entonces, ahí, quien lavaba el mundo, da wusch er die Welt.
¿Cómo identificarlo a “él”? ¿Identificarlo, remitirlo – es posible? Si
el poema, cada poema, opera desde ya una transferida, una primera
traslación/mudanza a partir de lo dado, su dado como su data, esto
es, a partir de la facticidad puntual sobrevenida, la pregunta por sus
remitentes histórico-biográficos aparece tan reveladora de su eventual
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una y otra vez: (Nunca hubo cielo. / Pero mar sigue habiendo, rojo como
el fuego, / mar; P. C., Humareda pascual).
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10. Wutpilger-Streifzüge, escrito poco después de una lectura de una traducción alemana
de la Brevísima relación de Las Casas, con prefacio de H. Magnus Enzensberger. Los
Wutpilger (‘enfurecidos peregrinos’), aparte de la remisión a los conquistadores, hipótesis,
a Las Casas y Enzensberger mismo. Mi transferida:
Ya nos
destella.
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el tiburón
vomitó al inca vivo,
todo
andaba merodeando
como nos, desaforado.11
Balada arcaica 12
11. Envío de R. K. al suscrito, 26/05/07, con variante en la quinta línea: hasta bien adentro
de la campanada.
12. Abandonando todo intento de comentario y/o de exégesis textual, no dejo de subra-
yar, entre paréntesis y con menuda letra esta vez, casi un susurro fuera, que el texto que
transcribo aquí (publicado inicialmente por la revista Diario de Poesía de Buenos Aires,
y luego en una plaquette de Intemperie ediciones, en Santiago de Chile, pues Canción
rupestre permanece a la fecha, en tanto libro, inédito), viene acompañado por un parén-
tesis, abajo, suerte de nota a pie, a una distancia suficiente del ‘cuerpo’ mismo del poe-
ma como haciendo y a la vez no haciendo parte de él, tal como es por demás habitual
en muchos poemas de J. C. Bustriazo Ortiz. Tal indicación, datación a su manera, dice,
entre paréntesis: 27 y 28 / para vos, dueña de los / ponientes. Agradezco especialmente a
Sergio de Matteo haberme dado a leer en Santa Rosa de La Pampa una versión completa
de Canción rupestre.
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13. ¿Cómo calar esta “x”, aun subrayada, entre Bustriazo y Celan? Allende y aquende
la figura, la retórica del quiasma al uso, ¿calarla esta vez, oleaje romance, como fecha,
como fecha fecha de un insólito entrevero encuentro? A propósito de Celan, a propósito
de “la fecha que es Paul Celan”, de la cual, de cierto, un in/cierto no saber le fuera con-
genital, y ello, precisamente para que sea, singularísima, tal, un vecino porteño habrá
añadido, años ha: “a un cierto no-saber de la fecha corresponde un cierto olvido inscrito
en su memoria. Olvido éste que le recuerda a la memoria que ella es capaz de portar el
olvido de la fecha, y que por tanto, ella es la memoria del olvido mismo. Para este pen-
samiento, pensamiento quizá [subrayo; tanto quién sabe, manteniéndose en la órbita de la
voluntad de saber quizás, como tal vez, allende el saber como el no-saber de la fecha –y
‘allende’ es aquí antes como después–, y aun puede ser] de la fecha, la pérdida que guar-
da la memoria guarda también a la memoria. Para este pensamiento, la memoria de la
fecha es la fecha de la memoria, el acontecimiento en que la memoria es el olvido en la
singularidad e irrepetibilidad de su advenimiento. Así, este pensamiento ya no vive de
la garantía de la representación, de la oportunidad conferida por la operación que idea-
liza la fecha tal y como se administra el cuerpo del signo. […] Para este pensamiento, la
fecha se ofrece como don y como envío de un acontecimiento inadministrable desde un
presente, llámese éste sujeto, origen, fin, esencia, sentido, etc.” Iván Trujillo, La fecha de
la memoria, revista Espíritu del Valle nº 4/5, Santiago, 1998.
14. Doble translucine, transombreante esta vez, en aymara y, con éste, en romance mi-
grante, de un pasaje de Recorrer esta distancia (1974), de Jaime Saenz, por Zacarías Alavi
el uno y el suscrito el otro (La hermosura de la vida, / por el milagro de vivir. / La her-
mosura de la vida, / que se queda, / por el milagro de morir). La raíz verbonominal
muspha-, subraya Zacarías mientras tomamos un mate frente al Huelén, dice a la vez
pensamiento, admiración, asombro y aun aflicción. Otro tanto habría que hacer con la asom-
brosa vecindancia intra- o inter-aymara entre jiwaki (‘belleza’, ‘hermosura’) y jiwaña (‘ex-
pirar’, ‘morir’).
85
J . C . B u s t r i a z o O r t i z , L a Pa m p a , 2 3 d e n o v . 2 0 0 5
Y/O VIVIR PARA CONTARLA *
De la onomatopéyica epopeya de Lorenzo Aillapán
87
La flor del extérmino
- ¿Moraleja?
88
ENTREBESADOS *
Cartas mapuche / siglo XIX
* Leído en la presentación de Cartas mapuche / Siglo XIX, Jorge Pavez compilador, CoLibris
/ Liwén, 2008, sala Domeyko de la Universidad de Chile, Santiago, enero del 2009.
89
La flor del extérmino
90
Entrebesados
91
La flor del extérmino
Otra carta, otro pasaje: algo así como un cuadro de la plural es-
cena del malal o toldo letrado, que Jorge Pavez analiza en su texto
introductorio (Las cartas del Wallmapu), escena de la escritura alfa-
bética como escena de co-escritura – no exenta de alianzas y de lo
que Pavez llama la insumisión de la escritura. Pues el editor da por
coautores a Valentín Sayweke (Manzanero de Neuquén) y a José
Antonio Longkochino – al gobernador de Carmen de Patagones:
92
Entrebesados
Ha posdata:
93
sobre lengua y poesía (contemporánea) amerindias *
CUÍCATL, ÑE’Ë PORÄ, IKAR, YARAWI, ÜL ET ALII
Habrá habido una vez, y aun otra, una tradición –su nombre:
‘Occidente’– que, con todo, verosímilmente nunca fuera una sino
sólo en el deseo de sus poderes y en la economía de sus más tenaces
adversos, cultura de vocación universalizante (y al decir ‘cultura’,
término que florece a partir de la misma raíz que la de ‘colonia’, ya
es Occidente quien habla). Lo que hoy por hoy se da en llamar glo-
balization, y que habrá tenido como uno de sus precursores señeros
el ‘descubrimiento’, conquista y colonización del ‘continente ameri-
cano’, se inscribiera de manera extrema, tal Extremo Occidente (cf.
‘El teatro total de Oklahoma’ de la América de Kafka), en tal apro-
piativa tradición tardodescendente. Nuestra puntual entrevista aquí:
que lo propio de Occidente habrá sido sin ir más lejos (la tradición
de) lo propio, con sus valores de proximidad, propiedad, prioridad y
primacía. ¿Otras ‘culturas’ no habrán dispuesto acaso de un saber y
de una práctica de lo propio? Sí, cómo no, pero no propiamente. Lo
cual no implica sugerir que esta trama haya carecido o aun carezca
de conflictos, desajustes y desvíos, tanto en el seno de sí como en el
despliegue de su planetaria onda expansiva, y que en definitiva haya
mucho de no definitivo en ella, inconclusa, entreabierta como fuera.
lengua afuera
95
La flor del extérmino
[…] será um dos principais cuidados dos Diretores estabelecer nas suas
respectivas povoações o uso da língua portuguesa, Não consentindo por
96
cuícatl, ñe’ë porä, ikar, yarawi, ül et al.
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La flor del extérmino
¿literaturas amerindias?
o de la mora en traducción
98
cuícatl, ñe’ë porä, ikar, yarawi, ül et al.
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La flor del extérmino
100
cuícatl, ñe’ë porä, ikar, yarawi, ül et al.
Mucho de lo que hoy por hoy nos sale al encuentro como lite-
ratura contemporánea en las llamadas lenguas nativas americanas,
leído desde o en relación con la tradición literaria (occidental) en
que pretende ser inscrito, y muy a menudo en ¿apuradas? traduc-
ciones (generalmente son textos que vienen en versión bilingüe
del propio autor), suelen ser meras extensiones maquinales de la
tradición literaria dominante — muchas veces una suerte de roma-
ticismo o tardorromanticismo aguachento. Incluso rítmicamente
hay borradura de la lengua en la lengua: hasta hace muy poco, por
caso, como lo remarca Wolf Lustig (Tangara, 2003), toda la “lírica”
en lengua guaraní seguía sin excepción las rimas y las formas mé-
tricas y estróficas de la poesía española. No siempre, claro está.
¿Pues cómo no mencionar aquí, circunscribiéndonos por ahora al
runa simi o quechua, hoy por hoy la más hablada de las lenguas
amerindias, el Atau Wallpaj p’uchukakuyninpa wankan, el cantar del
fin de Atahualpa (anónimo de Chayanta) o el Taki parwa, de Andrés
Alencastre alias Kilku Warak’a (Cuzco, 1952, con reciente reedición
y traducción parcial al castellano por el también poeta cuzqueño
Odi González), que José María Arguedas saludara como el más
importante poemario en quechua desde el siglo XVIII? Pero claro:
mientras no compartamos de algún modo la extrañante familiarie-
dad de tales lenguas-y-urdiembres, cualquier juicio, en especial de
carácter estético o literario, si cabe, hubiéramos de mantenerlo en
suspenso. Y si de juicios se trata (pero de eso justamente a mi juicio
es de lo que hoy no se trata), habida cuenta que por estos días hay
varios cientos de lenguas amerindias en vigor, se comprenderá que
el susodicho suspenso fuera, en total, sin término.
101
La flor del extérmino
Avañe’ê parãrã
Guarani.
Parãrã perere.
Parãrã.
Perere.
Piriri.
Pilili.
Pororo.
Purûrû.
102
cuícatl, ñe’ë porä, ikar, yarawi, ül et al.
Pyryrýi.
Plíki plíki.
Tumbýky tumbýky.
Ple ple.
Guaraníme.
Parãrã perere.
Taratata.
Perepepe.
Piripipi.
Tyrytyty.
Turundundun dun dun.
Charráu.2
Que la literatura pueda ser una tradición abierta, esto es, entre
otras cosas, que quienquiera pueda ‘cultivarla’ o responderle, no
le ahorra a tal quienquiera medirse con (y a la vez, en algún punto,
desmedirse, desprenderse de) los hitos y/o envíos marcantes de
la dicha tradición. Al mismo tiempo, y precisamente dado que en
aquestas sursuráceas comarcas la literatura habrá sido parte de la
tradición lingüístico-cultural dominante, una escritura no mera-
mente cínica hubiera de franquearse un paso allende la Literatura
y el Arte sin más (cierto: también la dicotomía entre ‘dominante’ y
‘dominado’, ‘víctima’ y ‘victimario’, habrá de ser desmontada por el
camino, su sacrificial economía; puesta en vilo mas no borrada sin
más). Que una tal escritura, desliteralizante si se quiere (más que
posliteraria o posoccidental), pudiera seguir llamándose, por caso,
“poesía”, requeriría una lectura atenta de ciertas hilachas señeras,
tal “Balada arcaica” del pampeano Bustriazo Ortiz, El Meridiano
de Paul Celan, La escritura del desastre de Blanchot y/o Dar la
muerte, de J. Derrida, que, de cierto, nos es posible pergeñar en esta
ocasión. Tal vez ‘surescrituras’ sea un nombre, entre otros migrantes
nombres, para tal acaecer. Tal vez – esta vez:
2. Cit. in W. Lustig, Ñande reko y modernidad: hacia una nueva poesía en guaraní (1997): Lus-
tig avanza el siguiente traslape: Ruidos de la lengua del hombre [fragmento] // Guaraní.
/ Estruendo latido. / Estruendo. / Latido. / Chisporroteo. / [diarrea] / Tiroteo. / Crujido.
/ Volteos. / Torpeza. / Trasero trastumbo. / [burbujeo de un líquido espeso] // En guaraní. /
Estruendo latido. / Retemblor-estrépito. / Tableteo-bofeteo. / Ametralladora. / Arrastre-
latido. / [cornetín de asta vacuna]. / [agua derramada].
103
La flor del extérmino
neste Times N
ew Roman, en este colapso
nuestro, muerto, o
éste
en que ni la muerte
es segura, la
propia, en este tiempo
a riesgo
en que ni la muerte es
segura, ni ella
sacrifica con todo el sacrificio – acarreada
al papel (no habiendo víctima
sin tipo), a la pantalla, a la pared,
a la consciencia, a lo legible, tiempo
*
Habrá habido pues una vez, y aun otras, una tradición –su nom-
bre: Occidente– que, con todo, verosímilmente nunca fuera una. Y es
que la misma posibilidad de identificar una tradición o envío como
tal y aun todo movimiento identificatorio habrán presupuesto una
alteración originante, un origen alterado, una extrañía umbilical y/o
ab-origen. Tal descoyunte, tal entre que abre un tal desarreglo, y no
un lugar o un sentido asegurado de antemano: única posibilidad
tal vez para Surescrituras, única repartida posibilidad para algo así
como (de escritores/as) un encuentro.
La Paz, 17 de septiembre del 2003
104
lo inédito en poesía │ hoy (es que no hay
poesía inédita — ni visual ni sonorra nin
desperimentación)
Conquista
im engsten
untern Ge-
herz.
Paul Celan
105
La flor del extérmino
1. ¿La vieja, vieja y/o nueva poesía (la “cosa” y la inscripción que
la a/guarda, la transluce o la acosa –donde la y subraya a la vez la
conjunción y la disyunción entre una y otra), se da hoy inédita– a la
experimentación?, ¿o nomás repite –formas más, formatos menos;
fondos más, tópicos menos; Jornadas de discusión más, Muestras de
poesía menos– su antiquísimo, de veras el más tradicional por no
llamarlo moderno, pre- o aun pos-, curso occidental? ¿Occidental,
dice usted? — ¿quién va?
3. Y uno quisiera, sí, uno quisiera enmudecer ipso facto ante tales
entreverados pasajes; qué añadir, qué más decir sino enmudecer sin
más, para olfatearlos con holgura, para tocar los puntos que ellos
mismos tocan, para ojearlos una y otra vez y ojalá oírlos –lo que se
llama oír– entre tanto ruido abstracto o concreto (lo oímos, dicho
sea de paso, al modo más clemente en boca de artistas y tecnopro-
gramas comunicantes: no hay pues información, ladies & gentlemen,
sin ruido), pero dejo a uno con sus compulsiones otra vez suspenso;
nomás subrayo, aquí, ni menos. Y entre lo que no subrayo, y por eso
mismo tal vez de otro modo y quizá más visiblemente subrayo,
entre rayas, esto: — nicht zu unterschätzenden — a no subestimar,
a no menospreciar; de Der Meridian –el meridiano, la línea o anillo
que entrecorta los círculos trópicos, y a la vez el claro, clarísimo, y
aun sureño o surazo, austro, austral– hay traslación varia. Retomo
hoy, entrecortada, nomás una hilacha: de cierto, el poema — el poe-
106
lo inédito en poesía │ hoy
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La flor del extérmino
Una data data puede indicar que una fecha (sustantivo) fecha
(verbo, presente del indicativo), es decir, que una datación, tal en-
huellamiento, marca o remarca la singularidad de un ocurrir, de
una vez que se da por primera y única vez en cuanto tal vez, irrepe-
tible, y a la vez, en tanto vez dada, datada, memorada y/o archivada
en datación tal, reiterada, desemplazada.
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lo inédito en poesía │ hoy
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La flor del extérmino
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lo inédito en poesía │ hoy
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La flor del extérmino
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lo inédito en poesía │ hoy
“es decir, al pie de la letra: (la poesía) nace ‘casi de uno mismo’,
schedon, autós”; trad. J. D. García Bacca]. De repente, a partir de lo
natural o innato, impremeditadamente, por improvisaciones, cie-
gamente, viene a darse poesía — por obra y gracia casi autoimpul-
sada, casi de por sí, pero del sí de los más dotados, naturalmente...
Y si no es tal dotación o don natural (sin entrar aquí a puntear las
precauciones casi infinitas de las que habremos sido advertidos
sobre la traducción de phusis por naturaleza, particularmente por
un cierto maestro de Alemania), si no son tales dotes naturales ni
tal ‘instinto’ que nos es connatural lo que abre paso a la mímesis no
natural ni tradicional, a la (mímesis) poética, sino improvisaciones
de los más dotados, si La poética nos dice en suma que el paso
entre natural y poético pasa por lo inanticipable y no pre-visible de
la improvisación, y de la improvisación de lo más natural que hay
entre nos, los humanos (ô anthrôpe...), tal paso no se dejaría fijar ni
figurar ni aprehender sin más y muy menos aprender — ni natural
ni agenciada abertura, ni innata aguada ni fraguada agricultura:
oscuro por decir lo menos, tal vado o paso desconocido, tal tra-
zo inhabitual, lo más inhabitual sino siniestro desde ya para toda
antropología... Pero también para todo agenciamiento mimético,
representacional, para toda antropoesía... Pues si la representación
opera por semejanza y/o por traducción ya con lo real-fáctico, ya
con lo posible y aun con lo imposible (lo verosímil viene a ser el
criterio último de la mímesis aristotélica, lo cual no hace sino trans-
ferir la in/decisión a la retórica), ante lo francamente desconocido,
inhabitual o irreconocible, La poética habrá comenzado a hilva-
nar una correspondencia aparentemente aparente, “superficial”
o de piel si se quiere, esto es, aparentemente formalista: si no hay
original identificable, maravillémonos pues con la hechura, con
la calidad de la forma (Aristóteles: ¿padre de todo formalismo?),
pero a la vez: si no hay mimado tampoco mimante hay, con lo cual:
cortocircuitera general en lo (poético) representacional. Otra vez: si
no podemos apreciar la semejanza entre lo dado en suerte y lo obra-
do, indica Aristóteles, deleitémonos con la apariencia del agencia-
miento (pues entre tanto ya no tenemos nada de qué informarnos,
nada que aprender de ninguna semejanza entre forma y fondo, y
de paso es esa misma distinción la que habrá entrado en suspenso),
gocemos pues con la excelencia de la apariencia, apariencia por de-
más de nada (identificable): “Que quien no hubiese visto antes el
original [tuchêi, lo dado en gracia, el acaecer, evento, caso y acaso,
113
La flor del extérmino
114
lo inédito en poesía │ hoy
* Al analizar “la imagen” como “el significado de la waka”, Szeminski hace en suma
dos cosas. Intenta distinguir en primer lugar “la representación material de la waka”
de “la waka misma”, pero pronto desiste en la medida que la representación de la wak’a
se multiplica y aun porque la wak’a misma se sustrae como tal. Luego hace un listado
de todos “los significados” de los términos waka y wak’a en los principales diccionarios
quechuas coloniales y modernos. Helos aquí ordenados de manera que sea posible deducirlos
uno del otro, dice, del más esencial o inclusivo a los más deducibles o derivables. El pri-
mero, el significado de los significados, del que se derivarían todos los demás, suena
por lo menos extraño; es como un significado que no es un significado sino de entrada
más de uno, y ni siquera dos sino uno y dos a la vez, significado primero u originante
pero desde ya escindido, que Szeminski enuncia así: lo que es uno pero dos a la vez, enti-
dad compuesta de dos partes complementarias que no pueden existir independientemente. De
ahí (se) deduce, continuando la lista, el ‘labio leporino’, el ‘gemelo’, la ‘hendidura’, la
‘grieta’; lo sagrado y la imagen de lo sagrado; el origen de la autoridad y la autoridad he-
redada, etc. Sin intentar reconstruir la cadena de deducciones que Szeminski configura
(cosa que él tampoco explicita), sólo subrayo que acto seguido él mismo la cuestiona:
muchos de los significados muestran una asociación muy fuerte con tierra o con lugar [...]: esto
me hace pensar que un significado posible [más originario lógicamente, más esencial o in-
clusivo] podría haber sido más bien “tierra que se abre en dos”,“tierra paridora” [¡madre mía!]
que “dos en uno”, pero en este último caso, agrega, la deducción de algunos significados se hace
algo más larga... Aunque la deducción a partir de un significado matriz presupone que
las remisiones lógicamente significantes tienen un punto de origen irremitido o núcleo
generador lógico único, e identificable, el punto se complica no sólo por el carácter no
unificable del núcleo propuesto sino también porque ‘la imagen’ indagada es uno de
los varios significados/significantes de wak’a... Como si para captar la esencia lógica de
la wak’a hubiera que borrar su traza o aun su guaCa...
115
La flor del extérmino
guaCa, y luego evitas aclarar a qué te refieres con tamaña maña; por
demás, ¿ahora mismo no estás acaso mi[s]mando la huella de la
trace de Jacques el Destripador...? — Mi[s]mando o abismando, tu
remisión al Destripador, como lo llamas (¿pero qué tienen que ver
aquí las tripas con el constructo y aun con el poiêma?), nos llevaría
de veras muy lejos, a la otra punta del mundo ahora mismo, en este
quiasmático punto tal vez, pasando por de pronto por Che cos’è la
poesia?, donde habla a su modo también un (y de un) “dos en uno”
para nada globero o global (la economía de la memoria y/o el cor) y,
claro, cómo no, también por y al través de Voiles, allí donde datán-
dose en Buenos Aires, São Paulo, Valparaíso y antes en Santiago,
tal nuevoviejo Santiago alias Jacques [Derrida] asolapado en tales
pagos, comarca a su vez las datas de Pablo alias Paul [Celan], y
por demás, como tú tan bien dices, en otra ocasión, en otro petit
texte, ¿lo olvidas?, ya habremos ido y vuelto sin vuelta a/de tales
bifronteros marranos parajes... Por demás, otra vez –ya ves cómo
me gusta tal ademán que es como decir a propósito sin propósito,
sin encadenamiento lógico–, en dándose traza el poema mi[s]mo
no habrá sido sino afecto, efecto de guaCa... — ¡GuáCale!, sólo eso
te faltaba... Me pregunto quién pudiera ser tan vaca sino uaca como
para tomarte, no digo en serio, en serio, al menos la palabra y/o la
maña (miren a esa vaca, melopéalo un Leónidas allén, tiene el corazón
en la boca)... — Si tú lo dices... O vaco, ¿no? Quita, permanezcamos
un instante, hoy, si te aparece, en la comarca de lo guaCa, en es[t]
a rElación, a riesgo de traspasar los lindes preestablecidos por la
hóspita Cátedra, cara de guaCa — ¡Faltaba más!
12. Una vez el Inka Mayta Qapaq pretendió terminar con toda
guaca, coyunta la Relación: raro caso, pues el mismo Pachakuti
Yamqui habrá narrado cómo la mayor parte de los inkas propicia-
ban el culto, cultura y co-mercio de y con wakas, y aun Guamán
Poma rememora una hordenanza de Tupa Inka Yupanqui en que
éste explícitamente prohibe blasfemar o maldecir “a los dioses
guacas” — so pena de exterminio [tucochiquimanmi, término y/o
frase que Guamán Poma deja sin traducir (yo, Inka, te exterminaría
completamente, me sugiere Gladys Márquez, a quien agradezco por
demás in-finitamente su indicación; los exterminaría sin duda, tra-
duce por su parte Jorge L. Urioste en la edición canónica mexicana
de F. C. E.)].
116
lo inédito en poesía │ hoy
[El Inka Mayta Qapaq] abia mandado çiendo mençebo traer todos los
ydolos y guaCas de su reyno a la ciudad del Cuzco prometiendoles que
haria proçesion y fiesta general y despues de aber bisto todos los guacas
y ydolos entrar los abian hecho gran burla a los mochadores de guacas
[mochadores: adoradores, cultores; de muchay, ‘adorar’, ‘vene-
rar’; más adelante también llamados guacamuchos] haziendo con
todos los ydolos y guacas çimiento de Vna cassa que para ello estaua
hecho aposta [a tal propósito] y dizen que muchos ydolos y guacas se
huyieron como fuegos y Vientos y otros en figura de paxaros como ayssa
Villca y chinchay cocha y Vaca de los cañares y Villacan ota putina coro
puna y anta puncu y choqui Vacra chanco pillo etc. y desta burla del
dicho ynga dizen que toda la tierra temblaron mas que en otro tiempo
de sus passados.
13. ¿Qué colegir?, ¿qué concluir de paso por tales tan próximos
como lejanos parajes? Ayunto telegráficamente sólo algunos moti-
vos en juego — estamos ya fuera, muy por fuera de los encarecidos
lindes previstos por la Cátedra.
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La flor del extérmino
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lo inédito en poesía │ hoy
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La flor del extérmino
tu guaCa del tiempo no habrá sido del tiempo, sino dado, data:
poemáquina íntima, oscuro solar intimante, poemarca con todo, aquí
desenquistando –que agua es telar corriendo aguayo–, huaca a guaca
15. ¿Eso es todo...? Otra vez, ¡faltaba más!, otra y varia — y aun
renga:
jakañanx wakisikispaw
ch’amamp ch’amacht’asis jakaña
Jiwañasti jiwayakispati
ajayump janchimpi —
Wak’ utapax mayamp mayampi, jallalla situti
la vida puede
ser vívida, revívida
¿la muerte puede
120
CÓMO NO RESPONDER
Progreso, regreso – e a outro óso
Reitero: ¿me pilla volando bajo este zoon politikon vecino, alias
político animal? (Tanto más cuanto que: con Chus Pato, poeta mo-
rando en Lalín, Galicia, me encuentro precisamente por estos días
intentando co-responder a una invitación del poeta Kit Kellen, afin-
cado en Macao, China, para intervenir en una iniciativa denominada
Poetry of Response, donde el enigma de la respuesta en traducción,
del response inglés como del respondere latino, consonancia y a la vez
responsabilidad, no me acaba de inquietar*). Y si desde ya esto se
da en primera persona singular, y/o plural, ¿no fuera porque si algo
así como respuesta/s a África hay, hoy, y/o al vecino, es porque eso
no se liberaría sin más de una cierta memoria de autoidentificación
y de subjetividad? ¿Qué sería una respuesta sin “sujeto” identifica-
ble?, ¿sin sujeto responsable, sería de veras una respuesta, una que
merezca de veras nombre tal? Pero a la vez: ¿qué fuera una cultura,
una lengua o conjunto de lenguas e inscripciones por caso, si no
viniera de entrada desprendida de tal y cual apropiación particular,
121
La flor del extérmino
122
Cómo no responder
* Saya, del kikongo nsaya, labor en común en correspondencia coral; viene del duga, o
dunga, inmemorial danza pajarácea que inauguraba, y aún lo hace hoy en Angola, fies-
tas del África occidental; en los Andes afroaymaras viene marcada por la consonancia
entre tambor mayor, menor, gongingo, guacha y cascabeles (en No insista, carajo –
tra(u)ma a(u)tral, Santiago – La Paz, 2003, tal gaya saya, comarca de punta a cabo tan insó-
lita correspondencia).
123
La flor del extérmino
* Incidental remisión, mención de su nombre al fin de una extensa lista de escritores rusos:
Alexander Pushkin, Leo Tolstoy, Fyodor Dostoevsky, Maxim Gorky, Vladimir Mayakovsky, y Anna
Ajmatova. Dado que más de alguien habrá acogido la poesía de Ajmatova como respues-
ta a los horrores del estalinismo, tal guiño al paso, poco antes de convocar a Neruda, no
fuera sin más nonada. Un proverbio ruso: Byla ne byla (Была́ не была́ ), o sea: fuera como
fuera. Agradezco a Kent Johnson, editor de Third Wave: The New Russian Poetry y autor de
Lyric Poetry after Auschwitz habérmelo recordado una noche de lecturas algo crudas en la
punta del cerro Kollawara, junto a las estrellas del caserío cordillerano de Andacollo.
124
Cómo no responder
antes que Mandela e incluso que Mbeki, nos hablara Neruda, como
si con África volviera Neruda, su poema, ya no tanto en progreso, más
bien de regreso –como si nuestra responsabilidad con África pasara
antes que nada por nuestra responsabilidad con Neruda. Pas si vite; no
tan rápido – rapidísimo paso. Pues hablando de Neruda, o dejando
hablar a Neruda en él, el líder de Sudáfrica le habrá dado la palabra
en suma a Rimbaud, dejando hablar a Rimbaud en Neruda, como
Neruda por demás. Neruda se inspira en Rimbaud, afirma Mbeki; he
draws (saca, extrae, traza y/o retraza) inspiration from the French poet,
Rimbaud, y aun, citando el pasaje del Discurso de Estocolmo en que
Neruda cita a Rimbaud, en que Neruda se remite y hace profesión
de fe en la promesa o profecía de Rimbaud (Et à l’aurore, armés d’une
ardente patience, nous entrerons aux splendides villes, que nos darán luz,
justicia y dignidad añade Mbeki, y nos, casi, con Neruda, Yo creo en esa
profecía de Rimbaud, el vidente), concluye: Pablo Neruda implores us, in
the memory of Rimbaud, the Visionary.
125
La flor del extérmino
**
126
Cómo no responder
Así que acoto por ahora la cosa a un par de señas que nos hicie-
ra y sigue haciendo otro africano, en casa casi: el pardo libre (según
consta en su partida de nacimiento, circa 1785) Josef Gil Carvajal
Castro Morales, alias el Mulato Gil. Lo hago doblemente motivado,
doblemente interpelado. Por una parte, siendo él mismo descendien-
te de esclavos africanos transplantados por fuerza a Sudamérica, en
su propio derrotero es bien difícil domiciliarlo: tras nacer en Lima,
vive un tiempo en Trujillo, donde al parecer se adiestra en artes vi-
suales, vuelve a Lima, luego viaja a Chile y se enrola poco después,
ya en Argentina, en el Ejército Libertador, de ahí ingresa al Ejército
chileno en formación en calidad de cosmógrafo y capitán del Cuerpo
de Ingenieros (en 1816 es honrado como Maestro Mayor del Gremio
de Pintores y “Proto-Autografista” del presidente alias Director
Supremo), para retornar a Perú en 1822, convirtiéndose en el Primer
Pintor de Cámara del gobierno peruano, y ahí fallece en incierta data.
Si el pardo libre marca un hito en la pintura sudamericana fuera acaso
porque su obra opera el paso entre la pintura colonial y la republica-
na; como dice el Diccionario de Artistas Plásticos en el Perú, 1535 ~ 2005
(Gabriela Lavarello, Lima, 2005): “fue el último representante desta-
cado de la llamada Escuela Quiteña y uno de los primeros en romper
la práctica del anonimato, firmando su producción artística”.
127
La flor del extérmino
Por otra parte, con todo, ubicarlo en Chile habrá sido bien fácil:
en Santiago residiera en su taller situado en la ladera oriente del
Cerro Santa Lucía alias Huelén, hoy calle Victoria Subercaseaux
casi esquina con calle Rosal (cf. Boletín Municipal Nº 1118, Santiago,
1929), a un paso, cómo no decirlo, en otro plazo, de esta plaza en
que escribo, de esta casa. Con lo cual, de dos cosas una: o habrá sido
desde ya un vecino muy próximo o, locura aun no saberlo, fantas-
ma, más de uno, su taller, en diferido, en casa (que de cierto no es
mía sino arrendada). Así las cosas, a estas señas del pardo libre, más
de una otra vez, cómo no responder:
(Cuando leo pardo libre, cuando libremente leo pardo libre, ¿cómo
no co-responder también a esos rugidos que nos llegan de la vecina
sabana africana? ¿Y qué decir de esa con-sonante africativa que abre
paso a un yo en la punta de la lengua, ésta? ¿Y si todo hombre, todo
homínido viene de África, si nuestro origen de entrada repartido
es inmemorialmente africano, esto es, de una África anterior a toda
memoria de África, cómo no responder a la vez a sus balbuceos y
trazados, huellas tan humanas como no humanas?).
***
128
Cómo no responder
En vuelo, 8 - 11 - 2006
Jikisinkamaya! (ata
atoparnos)
129
N A D I E E N L A P O E S ÍA C H I L E N A
un apéndice en marchant
a Chus Pato
131
La flor del extérmino
132
Nadie en la poesía chilena
será posible sólo si resultamos capaces de hacer del español –solución pro-
visional y aleatoria– lo que el español hizo de nosotros: mestizos (p. 10).
A diferencia de José M. Arguedas (al menos el Arguedas temprano:
cf. Entre el kechwa y el castellano: la angustia del mestizo, 1936), que
apela al hombre andino a apropiarse del castellano en vista que el
quechua, su idioma genuino, lo condena a la estrechez de lectorías,
Churata entiende la misturación del castellano por parte del ‘ame-
ricano’ como una respuesta provisional a la espera del surgimiento
de una literatura en lengua materna. Los últimos pasajes de El pez,
que convocan a un nuevo nacimiento americano, son explícitos: el
americano de América ha de expresarse, y ser, en su idioma lácteo.
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palabra a Pachakutiq –eminente y acaso inminente tornamundo–, cosa fuera muy otra que
apelar al ‘soberano’ o ‘criador’ del mundo...
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brá jamás qué fuera lo romántico, o romance, si está cada vez por
venir? Fragmentos del Athenaeum, atribuido a F. Schlegel, traducción
de B. Onetto, ligeramente intervenida aquí).
- ¿Crítica adiviñatoria...?
- Para decirlo ya en buen romance migrante: layqaqutana, nayax
utankta.
- Lingua láctea? Migrante tamén, como non: no lago de quen
sabe adiviñando, no lago do layqa (layqa/quta/na), estou, síntome
en casa (uta/n/kta).
- ¿En casa? ¿Experiencia del estar en casa, dices? ¡Escasa! Pues:
una vez operada la inversión, la apropiación americana de la len-
gua española castellana (a sabiendas, El pez de oro; y antes, de
suyo, La nueva corónica de Guamán Poma, o La relación de
Pachakuti Yamqui Salkamaywa, entre otros), y una vez mostrada
al paso la cosa en lengua láctea como habrá sugerido Churata (y
como ya antes lo hicieran con creces el Ollantay, el Atau Wallpaj
p’uchukakuyninpa wankan del anónimo de Chayanta, y el Taki
parwa del cuzqueño Kilku Warak’a, entre tantos), adivina, ¿dónde
estamos?
- Nós? Quen nós?
- Kuikos: americanos de América pues, al decir de Churata...
- Jiwasax kawkhans utanktan? Na casa do ser americano —
nunha literatura (xenuína) americana!
- Y sin embargo... La inversión del ser (de oro) –sea quien sea
que seamos y sean cuales sean los sentidos del ser que aquí se den–,
tal inversión, digo, pudiera arrojarnos a una vértigo sin retorno en
el deseo de retorno, retorno en la inversión y/o capitalización de lo
propio, kuiko, nativo u originario: economía mía en apariencia, tan
doméstica como planetaria empero, doméstica porque uni- o ego-
planetaria. ¡One word, one world, one love! ¡Janiwa! Esto es: tras la
inversión (oro por oro, al decir de Neruda en La palabra), que, con
todo, permanece en la economía de lo mismo (el ser — que no deja
de ser de entrada occidental, como la literatura), habríamos de calar
cómo ya en El pez, de manera acaso jabonosa y/o casi inaudible,
otra punta despunta, otra hilacha de un aguayo no urdido ya en la
oposición (metafísica, y por demás jerarquizante) entre alteridad y
mismura, propio y extraño. Con lo cual: lo que por ventura (nos)
toca, el poema que está en trance de advenir si aún a eso (monstruo-
so) le vamos a llamar poema, no se dejaría enmarcar sin más como
propiamente literario ni propiamente no literario, para el caso que
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La flor del extérmino
ampara churaskta
a la otra monstrua
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Nadie en la poesía chilena
***
monteverde
campsidium, cachanlagua, lo
sorbo en el pozo con
dado estrellado arriba,
en el
toldo,
en el fango –¿qué
rastros sobre-
venidos antes que el
mío?–,
en tal fango, tal
huella inscrita de un
abra, hoy,
en un apéndice
decir
de corazón por
venir,
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La flor del extérmino
a medio trans-
hitar la trocha de luma en la
pleistocena turbera,
húmedo,
muy.2
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POESÍA EN PAMPA*
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Poesía en pampa
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Poesía en pampa
digo que la apertura de tal forado fuera sin más o por arte de magia
posible; otra cosa es apurar tal dado, tal dado por imposible. Pues,
oído: si la posibilidad de una escritura carente de arte, liberada de
Occidente, estuviera de antemano asegurada, si tal posibilidad no
se diera antes bien en su imposibilidad, si tal no sobreviniera de
entrada en pampa, ni marca ni comarca poética se diera — ni poesía
en pampa.
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Poesía en pampa
Pero.
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meter la pata
en lo barroso: acontecer, transferida y/o traspaso*
De inicio había pensado dejarme interpelar esta vez por mar para-
guayo, del poeta y narrador curitibano Wilson Bueno, cuya publicación,
afirma literalmente el poeta “neobarroso” (es su expresión) Néstor
Perlongher, nos coloca ante un acontecimiento: “Los acontecimientos sue-
1. Pablo de Rokha (nacido J. D., José Díaz) caracteriza así Los gemidos, su libro publicado
en 1922, en Santiago de Chile.
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La flor del extérmino
len llegar callados, casi imperceptibles, sólo los avezados los detectan.
Pero una vez que se instalan, que toman lugar, es como si ese lugar les
hubiese estado destinado desde siempre. Todo parece igual, pero, de
una manera sutil, todo ha cambiado”2. Acontecimiento artístico, como
invención de una lengua, agrega Perlongher, acontecimiento literario,
sea en el sentido moderno de lo literario, sea en la estela de la tradición
abrahamánica en la cual J. Derrida inscribe y desinscribe la literatu-
ra en Donner la mort (1991). Pero. El estremecimiento por contacto
con una escritura no necesariamente a-literaria sino antes bien dada
aquende la literatura y su eventual coyuntura abrahamánica, me abre
y/o impone otro derrotero, a riesgo, cómo no, de meter, aquí, la pata.
2. Mar paraguayo, W. Bueno, São Paulo, Iluminuras, 1992, con prefacio de N. Perlongher
en traducción al portugués (Sopa paraguaia). Habiéndose extraviado momentáneamente
el original del prefacio, la edición chilena (Intemperie, Santiago, 2001) incluye un trasla-
pe suscrito de la susodicha Sopa (el texto de Perlongher vino a aparecer posteriormente
en la edición argentina, de Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2005, junto a posfacios de Reynaldo
Jiménez, Adrián Cangi y del suscrito, la que venía ya en la edición de Intemperie).
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del plus d’un foyer, plus d’une fois hier — dejo otra vez en suspenso esta
no poco resistida formulación por ahora y vuelvo a la frase en apa-
riencia disparate: si un acontecimiento sobreviene o se da, se da (para
decirlo en traslación) en traducción, esto es, a falta de traslación.
3. Un ver à soie. Points de vue piqués sur l’autre voile; en Derrida, J., & Cixous, H.., Voiles,
Paris, Galilée, 1998. (traducción al castellano por Mara Negrón: Un verme de seda. Puntos de
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La flor del extérmino
vista pespunteados sobre el otro velo; en Velos, México, S. XXI, 2001). Sobre la colisión homoní-
mica de la expresión Un ver à soie (un ver: un verme o gusano, un verso, un hacia, (un) in-
verso, etc.; à soie: de seda, a sí o para sí, suyo, etc.) me habré extendido en Petit texte / c’est
chez toi que je vis, toi, l’inverse, en revista Actuel Marx nº 3, Arcis-Lom, Santiago, 2005.
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[apuesta por y a la vez presupone, cuenta con] une verité reçue, une
verité stabilisée, ferme et fiable (bebaios [también: salvo, seguro, no
sujeto a cambio ni a traducción; y bebaios gê: tierra firme]), la verité
d’un sens qui, indemne et inmun, se transmettrait d’une soit-disante
langue à l’autre en général, sans voile interposé, sans rien qui tienne
ou ne s’efface qui soit essentiel et résiste au passage”. Más adelante,
el mismo pasaje (y aún con el telón o velo de fondo de la traduc-
ción heredada), Derrida mienta y pone en juego lo intraducible y/o
extraducible de la “trenza” (de la lengua) francesa, de Savoir como
de Un ver à soie y aun allende. Por último, tras un largo rodeo, el
viajero llama la atención sobre lo que, en tanto don y/o datación, aun
pudiendo guardar el nombre de traducción, ya no se deja dominar
ni por la figura ni por la intuición o el movimiento de la visión o
del saber, sino por el toque singular (l’avoir-lieu) del acontecimiento,
como historia de lo/la único/a: l’avoir-lieu de l’événement, l’effectivité
singulière de l’”une seule fois” comme histoire de l’unique: la fois, la trace
de la date et la date même comme trace (el trazo de la datación y la da-
tación como trazo). Y entremedio, ya no en el cuerpo del Verme sino
en un pie o pata de página, siniestra en la edición franca de Galilée:
contacto entre poema y economía, entre poema y traducción: aper-
tura a lo que [nos] toca, otro poema: Qu’est-il arrivé? Qu’arrive-t-il?
Rien n’est impossible, et la traduction n’est pas exclue, mais [subrayo] il
y faut une autre économie, un autre poème.
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4. Cf. Paul Celan-Martin Heidegger, le sens d’une rencontre, por Jean Bollack, en revista Lig-
nes nº 29, París, 1996; hay pasaje a medio transitar al castellano migrante: El monte de la
muerte / El sentido de un encuentro entre Celan y Heidegger, en revista El Espíritu del valle
nº 4/5, Santiago, 1998, traslape de Isaac Dentrambasaguas, salvo el poema (de Celan), de
quien suscribe.
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* * * cogollo en lo barroso * * *
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yapa
irrevocable caudalítico
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este libro se terminó de imprimir en el mes de enero de
dos mil doce en imprenta dorrego, av. dorrego 1102,
ciudad autónoma de buenos aires.