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Hablar de terapia breve nos conlleva a pensar en diferentes percepciones sobre dichos enfoques.
Nos entraremos en el enfoque de terapia de resolución de problemas, que se guía bajo los
preceptos de centrarse en una interacción conductual observada en el presente, una intervención
para alterar el funcionamiento del sistema, y trabajando sobre metas limitadas y significativas
relacionadas con las quejas de los clientes.
Ahora es momento de compartir los principales principios que dirigen el trabajo terapéutico bajo
el enfoque de resolución de problemas, que permitirán clarificar como es que nos movemos desde
las premisas teóricas mencionadas. Hay que especificar que estamos orientados al síntoma en un
sentido amplio, buscando aliviar las quejas, que son las demandas de nuestros clientes, en el aquí
y ahora, pues sus conductas desviadas de por sí, ya son disruptivas para el funcionamiento del
sistema. Comprendemos las dificultades situacionales, como resultado de soluciones intentadas
ineficaces que se convierten en problemas, de interacción entre el cliente o los clientes, y las
personas de su entorno. Las cuales diferenciamos de “dificultades cotidianas”, situaciones
fortuitas de la vida, como una enfermedad, un accidente o la pérdida del trabajo, y que
desencadenar un problema, aunque la mayoría de la gente maneja esas transiciones
pasablemente. Además, es bueno recalcar cuáles son los mecanismos que convierten a una
dificultad en un problema. En primer lugar, cuando existen expectativas utópicas de vida ante un
problema, es decir una solución ideal. En segundo lugar, cuando se niegan dificultades manifiestas.
En tercer lugar, las concepciones culturales ante el énfasis o sub-énfasis de las dificultades de la
vida, las cuales al ser poco realistas y provocar problemas. Y por último, cuando el manejo
inapropiado de las situaciones difíciles es multiplicada por la interacción entre las diferentes partes
involucradas. Después de tener claro esos mecanismos es bueno recalcar, que cuando una
dificultad comienza a ser vista como un problema, los intentos de solución infructíferos al
problema que se mantienen generan una retroalimentación positiva, exacerbando el problema.
Estos se pueden considerar crónico, por la persistencia de manejar la dificultad de una manera
repetidamente pobre. De esto parte, que la resolución de problemas, se instaure como la
sustitución de pautas para de comportamiento a modo de interrumpir los círculos viciosos de
feedback positivo, buscando promover cambios benéficos, incluso aunque los medios puedan
parecer ilógicos, centrándonos en cambios pequeños, desde la utilización del postura y lenguaje
del cliente, que al ser notados impulsen a la continuidad de los cambios subsiguientes.
Concluyendo de esta manera, que el enfoque de resolución de problemas es eminentemente
pragmático, enfocándonos en el qué está ocurriendo, cómo es que funcionan de esa manera y
cómo pueden ser alterados, dejando de lado el por qué, que nos sumergiría en un agujero negro
de causas, quitándole la brevedad al proceso de intervención.
Es bueno enfocarnos también en el Centro de Terapia Breve, establecido como uno de los
proyectos del Mental Research Institute, el cual trabaja con una sala de tratamiento y una sala de
observación, separados por un espejo unidireccional, con grabaciones de sesiones. El esquema de
trabajo involucra desde la introducción a nuestra modalidad de tratamiento, interrogatorio y
definición del problema, estimación de comportamientos que mantienen el problema,
establecimiento de metas de tratamiento, selección e implementación de intervenciones
conductuales y finaliza con la terminación del proceso de intervención. Etapas que se detallaran a
continuación.
En la definición del problema, el foco del tratamiento es sintomático, buscando obtener una
afirmación clara y explícita del problema presentado en conductas concretas, es por eso que se
pregunta por tratamiento previos, la queja del cliente que lo ha motivado a vernos ahora, y las
metas del tratamiento, que se refleja en lo que quiere hacer o hacer diferente cuando el problema
ya no afecta su vida.
Referente a la estimación de conductas mantenedoras del problema, conocer los esfuerzos para
tratar con el problema, en la interacción social entre el paciente y gente significativa para él, que
bajo supuestos “lógicos”, mantienen o exacerban el problema. Es por eso que las preguntas se
focalizan en lo que han estado intentando hacer para tratar con el problema, apuntando a
conductas concretas, como en la definición de la queja. Una indagación desde una postura de
colaboración, no de confrontación, entre los clientes, fijándose además en la interacción social
entre ellos, acerca de su problema.
Respecto al establecimiento de metas del tratamiento, funcionan como una sugestión positiva de
que el cambio es factible en el tiempo asignado de la intervención terapéutica y fija un criterio de
cumplimiento de la misma, las cuales deben presentarse en términos de conducta concreta y
observable, para minimizar cualquier posibilidad de incertidumbre o negación posterior. También
fijamos, cuál sería el primer cambio mínimo producido. Cuando diferimos con el cliente sobre su
meta trazada, no lo confrontamos, por el contrario, aceptamos su meta y trazamos como
terapeutas una privada paralela a la suya, que consideramos que contribuirá a la resolución de su
problema.
Finalmente, la terminación del proceso terapéutico radica en el límite de las 10 sesiones o cuando
se alcance las metas trazadas, haciendo una breve revisión del curso del tratamiento, dándole al
cliente el crédito por los logros y advirtiendo sobre algún tema no resuelto. Remarcando el futuro
posible después de la terminación, a partir del cual pueden seguir construyendo nuevas realidades
útiles. O desde una postura pesimista, no alardear sobre posibles futuras mejorías. Y por último,
recalcar, que si bien hemos terminado el proceso de terapia, puede darse la opción de detenerse
aquí y la opción de continuar más adelante.