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La filosofía oriental es una filosofía de vida casi inseparable de la religión.

Lao Tse, Confucio y Buda


se interesaban en una sabiduría para vivir y dejar vivir. Para Lao Tse la sabiduría se alcanza a través
de la virtud y la armonía con el universo, lo que repercutirá en la felicidad del hombre. Confucio se
interesa por las relaciones entre los seres humanos; hace énfasis en las ceremonias formales en
todos los ámbitos de la vida: jefe y empleado, esposo y esposa, padre e hijo… en las cuales debe
mostrarse lealtad, respeto y benevolencia del superior al subalterno y viceversa. Buda persigue el
autoconocimiento como objetivo principal, puesto que, dentro de cada ser humano hay un Dios
propio que sólo puede conocerse conociéndose a sí mismo.

En lugar del excesivo énfasis occidental en el sujeto, nos ayuda a pensar que el sujeto debe salir de
sí. Mediante un pensar que en el silencio escuche y camine más que hablar y manipular. Un YO
que negándose, que perdiéndose se encuentre. Un YO que no devore al otro, sino que se abre al
encontrarse acogido por todo y por todos.

Es una filosofía de la contemplación, la receptividad y el salir de sí, practicando la meditación. Es


un pensar sin pensar o un sentarse a pensar el no-pensar. Para recuperar el sujeto en el seno de lo
absoluto.

Aparte de la similitud entre el planteamiento budista y el socrático, tal vez el pensar occidental
más parecido al oriental sea el de los pitagóricos quienes creían en la metempsicosis o la
reencarnación de las almas. Pitágoras fue considerado medio divino, un personaje que tuvo la
capacidad de recordar vidas pasadas, como su participación en la guerra de Troya, y la capacidad
de estar en dos lugares a la vez.

Para los pitagóricos, “todo fue hecho según el número”. Para ellos los dioses eran los números.
Hoy día se enseña a computar, la parte cuantitativa de las matemáticas. Se olvidó la parte
cualitativa que enseña el valor del uno (1) como la unidad, lo que está solo, el infinito, el todo, la
unidad absoluta, la mónada. El uno ha de enseñarse como una cosa (un señor, una naranja, una
clase, un colegio…) El UNO es el número de la idea.

El DOS (2) sale del UNO y representa el conflicto, la dualidad, los opuestos. Soy esto o soy aquello,
soy viejo o soy joven, soy hombre o soy mujer. Implica elegir, y escoger significa prescindir: de
noche o de día, el norte o el sur, la felicidad o la infelicidad, el arriba o el abajo, la izquierda o la
derecha; soy ateo o soy creyente. Es un número conflictivo porque no representa la unidad.

Si del UNO surgió el DOS, el camino para regresar al UNO es tener esa dualidad absoluta.

Con el TRES (3) la cosa se estabiliza, se forma un equilibrio porque

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