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¿El hombre es bueno por naturaleza?

¿Habrán tenido razón Sócrates y Rousseau al afirmar que el hombre es bueno por
naturaleza? ¿Es la sociedad la que corrompe la esencia pura y benévola del alma
humana? ¿Cómo es posible que una sociedad compuesta de espíritus esencialmente
buenos se corrompan entre sí? ¿Cuál fue el primero que se desvió? ¿No sería más
riguroso decir que fueron las condiciones de vida, las exigencias que implica el tener
que sobrevivir, las presiones impuestas por el poderío llamado ambición, las
necesidades, la competitividad para poder ser alguien que se destaque, las que hicieron
que las almas traicionaran su naturaleza? He pensado que el ser es un ente apolar y
neutro que se ajusta al medio en el que se desenvuelve. ¿Por qué el afán de llamarle
específicamente “bueno” a lo que carece de mal (al nacer) y a mi parecer incluso de
bien? Es entendible en el cristianismo esta afirmación, pues Dios enº su bondad no
podría de haber creado criaturas esencialmente malas. Pero para las mentes escépticas
no tendría porqué valer esta conclusión. ¿Se le llamará bueno a cualquier sujeto que
comienza a participar de esta realidad? Esta realidad, que a todo esto, no me parece ni
buena ni deseable si es que existe un Dios del que provenimos. Si me preguntan, habría
preferido que Dios me mantenga en su seno y no me envíe al mundo doliente. Siddharta
ya nos confesó que la vida es sufrimiento, al menos la vida terrena. Los espirituales se
desviven por participar más de la eternidad divina que del mundo donde se encuentran.
Si negamos tanto esta existencia, por parecernos gris y desoladora, me parece más bien
un castigo que un regalo de Dios.El alma sin embargo- por definición- no podría sino
ser algo bueno ( ya me reduje al trato con personas que crean en su existencia, pero
siempre mi divagación estuvo sujeta a este excluyente). Esto porque el alma “se
compone” de libertad, voluntad, inteligencia. Estas tres entidades son las únicas- que
bien usadas y a medida que se desarrollan- podrían llevar al ser humano a la tan
anhelada felicidad, o al menos a un equilibrio soportable. Lo que producen las
exigencias del mundo es que desvían una o más de estas tres cualidades, tergiversando
su objetivo o finalidad. Por ejemplo, Hitler era un hombre tremendamente brillante, que
usó su inteligencia en pro de un objetivo inhumano y perverso, que pasaba a llevar la
libertad, voluntad e inteligencia de otros. Ese es un caso de una inteligencia corrompida.
A partir de estas reflexiones vagamente hiladas, y las que seguramente el lector
desprendió del texto, creo ser capaz de concluir que el hombre no es por esencia bueno.
Sino que tiene las herramientas para poder ser bueno. Pero también se sitúa en un
contexto donde estas herramientas pueden jugarle en contra y hacer de él justamente lo
contrario.
Se sabe que el hombre bueno es feliz (aunque bien haya tenido una existencia
miserable), pues apuesto que si se le preguntara a algún bueno difunto- que haya tenido
una vida dura y mísera- si se arrepintió de serlo, diría que no.
Tenemos todo el paquete esperando ser usado a favor nuestro. Depende de nosotros, y
de lo y los que nos rodeen. Así que recuerda que tú puedes ser causa de que alguien se
corrompa.
Publicado por Bego Pessis en 18:38:00

9 comentarios:

SergioA dijo...
Qué bien!
Me voy a tomar el tiempo para releer y comentar.

Besos

3 de octubre de 2007 15:59

Cote Cumplido dijo...

clasificar a una persona de buena o mala es algo sumamente infantil y básico.

eso es todo.

3 de octubre de 2007 18:08

Cote Cumplido dijo...

no sé por qué me seduce la idea de ser quien corrompa a alguien

4 de octubre de 2007 14:19

SergioA dijo...

Tienes razón Begoña, la afirmación de Rousseau es una simplonería y tus


argumentos lo demuestran.
Tienes razón otra vez, ese "paquete de herramientas" que el hombre tiene, es
éticamente neutro. Puede ser usado para el bien o para el mal. Un martillo
puedes usarlo para construir una casa o para descargarlo sobre la cabeza del
prójimo.
Y el hombre, como cualquier otro animal, pone sus recursos, al servicio de sus
objetivos.
El primer imperativo del ser vivo es sobrevivir. Mientras más alto estás en la
cadena alimenticia más posibilidades tienes de sobrevivir. Mientras más alto
estás en la pirámide social, también.
Y estar alto significa estar por sobre los demás. Estar por sobre las otras especies
y por sobre los congéneres.
Esta "lucha maligna" es la que ha producido la evolución de las especies, desde
los organismos unicelulares hace 3.500 millones de años hasta el hombre actual.
Recordemos que no existen especies similares al homo sapiens porque éste las
exterminó.
Esta misma clase de lucha se replica al interior de nuestra sociedad. La libre
competencia es la continuidad de la selección natural.
El gran error del socialismo es querer saltarse este principio. Un sistema que
reparte los recursos en forma igualataria sin premiar el mérito, fomenta la
mediocridad y frena el progreso.
Imponer un sistema antinatural como el socialismo que castiga la curiosidad, la
ambición, el emprendimiento, sólo puede hacerse en dictaduras de fronteras
cerradas.
Conclusión, nuestra sociedad no es "un buen proyecto para el mal" como dice
nuestro querido Víctor Manuel, es la forma como la naturaleza se supera a sí
misma, con costos, claro. Todo proceso los tiene. Como decía mi abuela: "para
hacer tortillas hay que romper huevos".
Podemos ver los programas de Animal Planet sin calificar de buenos a los
hervíboros y malos a los carnívoros, ¿cierto?
Con perspectiva, podríamos mirar de la misma forma nuestra sociedad.
El hombre no es bueno ni la sociedad es mala.

SergioA

25 de noviembre de 2007 11:06

Rosa dijo...

Excelentes discursos, los argumentos están muy bien fundamentados y el criterio


en el que se basan es muy analítico, buen juicio. Material muy útil y entretenido,
con muy buena exposición; ambos, Bego y Sergio.

5 de mayo de 2011 20:02

Anónimo dijo...

El hombre no es bueno de nacimiento, por ejemplo quién le enseñó a mi niña de


1 año a decir "no"?, quien le enseñó a levantarme la mano si en mi casa no tiene
ningún ejemplo de violencia?, ni siquiera bíblicamente podríamos decir que el
hombre es bueno, sino que la biblia afirma que el hombre de nacimiento es
malo, sin embargo tiene una conciencia, de donde viene? la biblia dice que Dios
puso en el hombre las leyes, sin embargo nuestra tendencia siempre es hacia el
mal, nada más echémonos un clavado a nuestros pensamientos, aún desde que
yo era niño recuerdo haber sentido algun tipo de desprecio por algo o alguien sin
siquiera haberme ofendido en nadie, es más como alguien dijo aquí "no sé por
qué me seduce la idea de ser quien corrompa a alguien" pues esa es nuestra
naturaleza simplemente, y nuestras leyes personales moralidad, etc. son a
nuestra propia conveniencia, alguien por ahí dijo que la moral es algo relativo,
jajaja entonces Hittler estaba en lo correcto!!!, si hay algo que nos puede guiar al
bien es eso que unos llaman La Palabra de Dios, si ésta es de Dios no se supone
que Dios mismo nos creo?, El debería saber cómo guiar nuestras vidas, eso creo,
soy malo y necesito guianza simplemente porque me conviene.

23 de agosto de 2011 14:19

Anónimo dijo...

Si ponemos nuestras miradas al comienzo de la historia humana, veremos a estos


seres (los hombres) vagabundos, en un planeta del que no tenían mayor
conocimiento mas que del lugar en donde estaban parados sus pies. Bien este
primer hombre necesitaba, por impulso natural, sobrevivir,esto es cazar,
alimentarse, reproducirse.
Muchas veces he escuchado que en el hombre sin leyes en un puro estado
natural, sin conocimientos ni posibilidad de progreso, se impondría la ley del
más fuerte, que los de mayor fuerza física estarían en condición de oprimir a los
más débiles, pues bien, yo me pregunto, ¿que necesidad habría entre individuos
de una misma especie de aniquilarse unos a otros ?, solamente para hacer valer
la ley del más fuerte, es posible que sobrevivan los más fuertes en cuanto a un
mayor estado físico respecto a enfermedades, pero esto es ya una SELECCIÓN
NATURAL, no la ley del más fuerte, más bien yo creo que en estado natural, el
hombre buscaría por sus propios medios, sus herramientas para sobrevivir, no
hay ninguna necesidad por parte de un ser humano de robarle el alimento a otro,
ya que este buscara su propio alimento sin necesidad de robar.
Yo creo que la corrupción del hombre viene atada con la reacción de otros
individuos, frente a el progreso que ha conseguido el hombre, difiero con
Rousseau que el progreso es malo, yo más bien creo que el progreso es una
cualidad natural del hombre, desde que este a descubierto el fuego y creado la
rueda, no ha parado de progresar en busca de una mayor calidad de vida. El
hombre es un ser racional, por lo tanto cabe decir, que puede reaccionar de
distintas maneras, ante el progreso, usarlo correctamente o usarlo
incoherentemente, la competencia, el deseo de poder, ha nacido de la vida en
sociedad del hombre, el hombre como individuo,salvaje, que vagabundea solo
en el mundo, no estaría jamás frente a una situación de absurda competencia,
esto se da gracias a la vida en sociedad del hombre, a los progresos que aseguran
el bienestar aquellos que llevan a la perdida de la individualidad del hombre
natural, el progreso no es bueno ni malo a mi punto de vista, el hombre esta
destinado a progresar, y este progreso corrompe a la sociedad y la sociedad
corrompe al individuo, pero a su vez el progreso asegura una mayor calidad de
vida y es natural del hombre que progrese, ya que es el único ser dotado de
razón, ahora bien, el hombre sin progreso ni conocimientos que lleven a el,
viviendo de manera silvestre tomando solamente de la naturaleza lo que
necesita, seria la condición en que la naturaleza del hombre se conserve tal como
es, pero el hombre esta sujeto al constante progreso y destinado a este, por lo
tanto podríamos decir, que el hombre esta destinado a corromperse, y a mayor
corrupción más necesidad hacen falta las leyes
es imposible la conservación del hombre en estado natural, tal como lo dije
antes, el hombre es hombre por la facultad que tiene de progresar y razonar.

16 de septiembre de 2011 07:20

Anónimo dijo...

El ser humano no es bueno ni malo por naturaleza.Es imposible hacer esa


catalogación.Somos el único ser en la tierra con capacidad de decidir sobre
nuestros actos y ser responsables de ellos.
La pregunta sería ¿por que hay gente mala y buena?Eso si se puede debatir.
Pero por que a un filosofo llamesé Rousseau o Socrátes se les pase por la cabeza
que sus preguntas son la verdad absoluta por que han llegado al conocimiento,no
quiere decir que tengan la verdad absoluta a todo ni las preguntas correctas.
SOLO PROPONGO UNA COSA SI TRAS REALIZAR UN ACTO SENTÍS
SATISFACCIÓN ESA SERÁ TU RESPUESTA A LA PREGUNTA QUE
PLANTEAS.
24 de octubre de 2011 18:03

Anónimo dijo...

si no existiera en la naturaleza del ser humano la bondad o la conciencia de lo


bueno o malo... tu no estarias escribiendo con tal libertad, (sobre el martillo es
una creacion llamada herramienta, su proposito es construir, no lastimar, quien
lo tome para dañar a su semejante, fue formado en un circulo vicioso de maldad,
niño victima durante su infancia y desarrollo...hombre victimario en la vida) hay
que leer sobre las mentes trastornadas o que sufren de un desorden psicosocial
etc... el ser humano es libre, pero es importante establecer normas de
convivencia por la razon de que se presenta una diversidad de ideologias. y tu!!,
¿lo bueno que hay en ti a quien se lo debes?

4 de noviembre de 2011 19:31

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22222222222 pregunta

La historia de los inventos técnicos pertenece a la historia de la humanidad. Técnica


y naturaleza no se oponen pues la historia del hombre es, también, historia de la
naturaleza. La técnica es la capacidad de aumentar el poder hacer del hombre, su
capacidad creativa. Proceso creador que arranca de la conciencia de no saber y de
la confianza en la capacidad de saber. La ciencia participa de la libertad creadora.
La moderna tecnología nos plantea problemas morales de los que no tenemos
ningún referente. Tenemos que enfrentarnos a ellos sin armas y ,además, constituir
un nuevo concepto de dignidad humana. El control que el hombre ha obtenido
sobre la naturaleza ha sobrepasado, con mucho, al que posee sobre sí mismo.

Otros, sin embargo, hacen hincapié en la habilidad de nuestra especie para fabricar
instrumentos (hace más de un siglo, Thomas Carlyle describió al hombre como "un
animal que usa herramientas"), y así hubiesen preferido la denominación homo faber,
hacedor de instrumentos. A favor de esta línea de pensamiento se encuentra la
importancia de la tecnología -la disciplina que trata de la producción y utilización de
instrumentos, de máquinas- en la historia de la humanidad. Nada ha sido tan importante
para cambiar el mundo como la tecnología, aunque la tecnología no es independiente de
la ciencia, una actividad en la que las ideas -y ahí entra en escena el cerebro como
órgano creativo más que manipulador- desempeñan un papel central. Siendo cierto esto,
no lo es menos que con frecuencia se ha hecho excesivo hincapié en la ciencia como
motor de la tecnología, cuando no escasean los ejemplos que muestran que en ocasiones
ésta precedió -e impulsó- a aquélla: la máquina de vapor, por ejemplo, fue anterior a la
termodinámica, la rama de la física que trata de los intercambios energéticos y
caloríficos. "En muchos casos los avances empíricos precedieron en décadas a las
explicaciones científicas", señala a propósito de la medicina decimonónica Daniel
Headrick en El poder y el imperio, un magnífico texto que describe las relaciones entre
la tecnología y el imperialismo desde 1400 hasta la actualidad, en el que se comprueba
que, efectivamente, la tecnología ha sido, y es, un elemento central en la historia de la
humanidad y la herramienta indispensable en la expansión global, imperialista, de las
sociedades occidentales desde el siglo XV hasta el presente.

Matt Ridley, recordado por libros tan magníficos como Genoma y Qué nos hace
humanos (Taurus), se ha unido ahora a esta discusión con otro texto espléndido, El
optimista racional, una original y bien documentada exposición de la historia de la
humanidad, que defiende la capacidad de progreso de nuestra especie negando la idea
de que estamos abocados, cual si se tratase de una maldición divina, a un futuro cada
vez más negro. Uno de los argumentos centrales de Ridley tiene que ver precisamente
con entender a los humanos más como homo faber que como homo sapiens, aunque en
realidad su propuesta es algo diferente, contemplando a los humanos como homo
dynamicus.

Su propuesta es que la especie de homínidos a la que pertenecemos no surgió, o mejor,


desarrolló las habilidades que la hicieron dominante, impulsada por condicionamientos
físicos como el clima, que les llevaba a los desiertos en las décadas lluviosas y los
expulsaba de ellos en las sequías, con la consecuencia de hacerlos de esta manera más
adaptables, lo que a su vez seleccionó nuevas capacidades. El problema con esta teoría,
señala Ridley, es que esas mismas condiciones climatológicas afectaron a otras muchas
especies africanas. Tampoco acepta la propuesta de que una mutación genética fortuita
hubiese desencadenado un cambio en la conducta humana al alterar sutilmente la
construcción del cerebro humano, alteración que les habría dado "capacidades plenas de
imaginación, planificación y otras funciones superiores, lo cual a su vez les otorgó la
capacidad de fabricar mejores herramientas y encontrar mejores formas de llevar su
vida". Existen algunas mutaciones que podrían ser buenas candidatas y que afectan a un
gen que es esencial para el habla y el lenguaje tanto en personas como en pájaros
cantores: cuando se añaden estas mutaciones a ratones parece que cambia la flexibilidad
en el cableado de sus cerebros de un modo aparentemente relacionado con el
movimiento rápido de lengua y pulmones asociado al habla. "El problema", señala
Ridley, "es que evidencias recientes indican que los neandertales comparten esas
mismas mutaciones, lo cual sugiere que el ancestro común de los neandertales y el ser
humano moderno, que vivió hace unos 400.000 años, pudo haber tenido ya un lenguaje
bastante sofisticado. Si el lenguaje es la clave de la evolución cultural, y los
neandertales tenían lenguaje, ¿entonces por qué las herramientas de los neandertales
muestran tan poco cambio cultural?".

¿Cuál es entonces para ese optimista racional que es Matt Ridley la razón -o al menos
una de las razones más destacadas- que hizo más inteligentes que a los demás
homínidos a los homo sapiens? La respuesta es ciertamente novedosa y poco
convencional; no se encuentra ni en el clima ni en la genética, ni siquiera
completamente en la cultura, sino en la economía (el Bill Clinton de "¡es la economía,
estúpidos!" habría saltado de gozo al saber de esta idea). La nueva especie de homínidos
comenzó a intercambiar cosas entre individuos que no tenían relación ni estaban
casados entre ellos. Inventaron el intercambio, el comercio, el trueque, una actividad
que no es natural en la mayor parte de los animales.

Puede pensarse que por qué diablos les dio por hacer semejante cosa a aquellos más
torpes que otra cosa homínidos, aunque ahora comerciar nos parezca natural. También
en este punto es tan innovadora como provocativa la propuesta de Ridley: "¿Por qué los
seres humanos adquirieron el gusto por el trueque y otros animales no? Tal vez tenga
algo que ver con la cocina. Más allá de brindar seguridad para vivir en el territorio y de
liberar a nuestros ancestros para poder incrementar el tamaño de su cerebro con dietas
altas en energía, cocinar también predispuso a los seres humanos a intercambiar
distintos tipos de comida. Es probable que ello los haya llevado al trueque".

Y con este andamiaje, desarrolla El optimista racional su historia, atractiva, informada


y alentadora donde las haya. No teman al futuro, un futuro lleno de artilugios
tecnológicos, no teman por cosas como la superpoblación o los alimentos transgénicos,
viene a decirnos Ridley: ese futuro será mejor y lo será para todos.

Menos optimista, y muy diferente en sus conceptos básicos y en cómo articula sus
argumentos, fue la tesis de un polifacético autor que de manera ejemplar ha recuperado
ahora una pequeña y no demasiado conocida editorial, Pepitas de Calabaza: el
estadounidense Lewis Mumford. Dos son los libros, auténticos clásicos de la mejor
literatura de pensamiento (esté uno de acuerdo o no con las tesis que contienen), que ha
recuperado esta editorial riojana, vertiéndolos por primera vez al español: los dos
extensos volúmenes que componen El mito de la máquina; esto es, Técnica y evolución

científicos comenzaron a crear un nuevo mundo de acero y hierro y química y


electricidad, olvidando que la mente humana... camina entre uno y trescientos años
detrás del pequeño grupo de animosos líderes".

Me recuerdan las ideas de Mumford sobre el verdadero comienzo de la "humanidad" lo


que Mario Vargas Llosa escribió en uno de sus libros, El viaje a la ficción: "El paso
decisivo en el proceso de desanimalización del ser humano, su verdadera partida de
nacimiento, es la aparición del lenguaje... Para mí, la idea del despuntar de la
civilización se identifica más bien con la ceremonia que tiene lugar en la caverna o en el
claro del bosque en donde vemos, acuclillados o sentados en ronda, en torno a una
fogata que espanta a los insectos y a los malos espíritus, a los hombres y mujeres de la
tribu, atentos, absortos, suspensos, en ese estado que no es exagerado llamar de trance
religioso, soñando despiertos, al conjuro de las palabras que escuchan y que salen de la
boca de un hombre o de una mujer a quien sería justo, aunque insuficiente, llamar brujo,
chamán, curandero".

Con los mimbres citados, Mumford construye en los dos tomos de El mito de la
máquina una visión de la historia en la que los datos, los "hechos", aunque no
desdeñados, pero sí cuestionables, son menos importantes que una refinada y sutil
interpretación que no sería injusto denominar filosofía, de la vida y de la historia. Una
filosofía, una visión, que al contrario que la visión esperanzadora de Matt Ridley en El
optimista racional, es profundamente desalentadora con respecto al papel que la técnica
desempeña frente a la condición humana: "Con esta nueva 'megatécnica", escribe, "la
minoría dominante creará una estructura uniforme, omniabarcante y superplanetaria
diseñada para operar de forma automática. En vez de obrar como una personalidad
autónoma y activa, el hombre se convertirá en un animal pasivo y sin objetivos propios,
en una especie de animal condicionado por las máquinas, cuyas funciones específicas
nutrirán dicha máquina o serán estrictamente limitadas y controladas en provecho de
determinadas organizaciones colectivas y despersonalizadas". Desesperanzadora visión,
sí, pero no desencaminada, y desde luego argumentada. Merece la pena leerla, por lo
que dice y por cómo lo dice.
El mito de la máquina: técnica y evolución humana. Lewis Mumford. Traducción de
Arcadio Rigodón. Pepitas de Calabaza. Logroño, 2010. 552 páginas. 33 euros. El
pentágono del poder: El mito de la máquina II. Lewis Mumford. Traducción de Javier
Rodríguez Hidalgo. Pepitas de Calabaza. Logroño, 2011. 779 páginas. 40 euros. El
optimista racional. Matt Ridley. Traducción de Gustavo Beck Urriolagoitia. Taurus.
Madrid, 2011. 440 páginas. 22 euros. El poder y el imperio. Daniel R. Headrick.
Traducción de Juanmari Madariaga. Crítica. Barcelona, 2011, 456 páginas. 29,90 euros.
El lugar del hombre en el cosmos. Fred Spier. Traducción de Tomás Fernández Aúz y
Beatriz Eguibar. Crítica. Barcelona, 2011. 552 páginas. 28,90 euros.

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A lo largo de la historia Humana esto ha sido cierto. Fue necesario que miles murieran para
intentar poner fin a un demonio como Hitler. Gracias a miles que estuvieron dispuestos a
morir, ahora nosotros gozamos de libertad politica.

Pero la pregunta que vale la pena hacer es: si esto nos sirvio, el declarar guerras, el matar a
diestra y siniestra, para alcanzar la paz; ¿es acaso ahora necesario?¿Debemos seguir el mismo
cause historico cuando buscamos la paz?
Si antes el marido le pegaba a la mujer porque pensaba que asi la iba educar, acaso es
necesario que esto continue, o ya nos dimos cuenta que esto no es correcto?

De igual manera, pienso, debemos pensar sobre si es o no necesario declarar guerras para que
haya paz. Si antes nos sirvio, no creo que ahora la fuerza bruta ºlogre lo que se propone. Es
mejor echar mano de la diplomacia. No cansarnos de buscar la paz atravez del dialogo.

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¿Existe vida después de la muerte? ...

por rcenelcamino » Vie May 04, 2007 4:09 pm

Los invito a que entremos -sin sectarismos- en este mundo desconocido, misterioso,
especulativo y fascinante.

¿Existe vida después de la muerte? y de existir ¿cómo la concebimos?

Introducción:

Me permito hacer una diferencia entre vida y existencia, o sea, bajo mi punto de vista no
vivimos sino existimos y por lo tanto nuestra existencia es eterna. Eterna en el espacio y
el tiempo, entendiendo por espacio extensión indefinida (sin límites) y por tiempo
(inexistente). Nuestra razón de ser no es casual sino causal (ley de causa y efecto) y por
lo tanto, toda causa tiene su efecto y todo efecto tiene su causa. Nada ni nadie pueden
irrumpir, interferir o cambiar las leyes divinas y el que las quebranta Existe una ley
divina natural de nuestra naturaleza y el que la quebranta –consciente o
inconscientemente- tiene que compensar el desajuste, daño. Cada Ser, tiene una misión
que cumplir en este plano y es el único responsable de su destino. Dios está en todas las
cosas y sobre todas las cosas pero no interfiere en nuestros actos y se rige
indirectamente a través de las leyes naturales y espirituales. El destino de los hombres
es elevado y solo aquellos que hayan cumplido con los preceptos naturales gozaran de
un estado superior. No existe el descenso del Ser en un sentido espiritual, pero sí el
estancamiento evolutivo ascendente………. Esta vida (existencia) tiene una razón de
ser y es de nuestra única responsabilidad la escogencia del camino para transitarla.

“Hacemos camino al caminar y recogemos lo que sembramos”.

Saludos cordiales.

rcenelcamino

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