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5/2/2021 El OTRO sin OTRO (Una lectura del Seminario 6) – Freudiana

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Freudiana

El OTRO sin OTRO (Una


lectura del Seminario 6)
Jacques-Alain Miller

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Jacques-Alain Miller 1

EL OTRO SIN OTRO


“El Otro sin Otro” es mi título. 2 Este título es una abreviatura,
en forma enigmática, de una frase, de una propuesta, de un
dicho de Lacan que se enuncia de un modo que cierto
número de ustedes conocen: “No hay Otro del Otro”. Esta
fórmula fue lanzada por Lacan un día del año 1959, el 8 de
abril, en el curso de su Seminario titulado El deseo y su
interpretación. Ella comentaba la escritura de forma lógica
S(A) y fue precedida por una frase bien construida para
movilizar la atención de su auditorio: “Éste es, si lo puedo
decir así, el gran secreto del psicoanálisis”, decía Lacan. 3

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5/2/2021 El OTRO sin OTRO (Una lectura del Seminario 6) – Freudiana

“El gran secreto del


psicoanálisis”
Él quería dar a esta fórmula el valor de una revelación, en el
sentido del hallazgo, de sacar a la luz una verdad escondida.
¿Verdad escondida para quién? Se comprende que este gran
secreto era una verdad escondida primero para los propios
psicoanalistas, una verdad desconocida por los practicantes
del psicoanálisis. Divagamos, en fin, en todo caso yo divagué,
sobre una frase de Hegel en su curso de estética, cuando
hablaba de los egipcios, respecto a los cuales los griegos, los
romanos y todo el mundo si puedo decirlo así, sondeaba sus
misterios. La fórmula de Hegel era la siguiente: “Los misterios
de los egipcios eran misterios para los propios egipcios”. 4
Pues bien, del mismo modo, al menos así es como yo leo
esta frase de Lacan, el secreto del psicoanálisis, como él lo
llama, era una verdad escondida para los analistas mismos.

Me pregunté si la revelación por parte de Lacan de este


secreto en 1959 había bastado para levantar el velo que
envolvía al Otro sin Otro. Es muy posible que esta revelación
no haya sido registrada, validada, asumida -no hablo de los
alumnos de Lacan. Los psicoanalistas no acusaron recibo de
ella. Y posiblemente sólo hoy, en 2013, podemos tomarla en
serio y darle todas sus consecuencias.

Veremos si podemos poner esta revelación a prueba de la


clínica cuando la NLS se encuentre en Gante. No digo que
éste sea el título del congreso, pero propongo que este “Otro
sin Otro”, que Lacan hizo surgir hace mucho tiempo en su
Seminario, nos sirva de brújula. Propongo también que nos
sirva de brújula para la lectura del Seminario donde Lacan lo
dijo, el Seminario El deseo y su interpretación. Este Seminario
saldrá publicado en los próximos días. El editor lo ha
anunciado, incluso, para el próximo 6 de junio. En todo caso,
yo he hecho el trabajo que me correspondía al respecto.
Espero que, mientras estoy aquí, se imprima como conviene,
que se añadan las últimas correcciones que le hice antes de
venir. Entonces, propongo que este Seminario sirva de
referencia al Congreso de la NLS en Gante.

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Después de haber pasado el tiempo de irlo redactando a lo


largo de los años y de haber ajustado su escritura
últimamente, querría dar aquí algunas orientaciones, en todo
caso las mías, para la lectura de este Seminario y, en
particular, aclarar ante ustedes este gran secreto del
psicoanálisis.

Un momento de báscula
El Seminario presenta en la introducción la construcción del
gran grafo de Lacan, que él llamó el grafo del deseo, y cuya
edificación había comenzado en el Seminario 5. Esto ocupa
los dos primeros capítulos. Evidentemente, el comentario
detallado de este esquema pide un marco distinto que éste.
Después de la introducción, la primera parte se consagra a la
lectura de algunos sueños extraídos de la Ciencia de los
sueños. La segunda parte reanaliza, de manera detallada, un
sueño que figura en una cura conducida por la psicoanalista
inglesa Ella Sharpe. A continuación, vienen, en la tercera
parte, las lecciones sobre Hamlet. Y, finalmente, encontramos
algunos capítulos que dan una orientación más general y que
no puedo soñar con resumir en media hora, tres cuartos de
hora.

Aclarar el gran secreto del psicoanálisis es, sin duda,menos


dificil porque se hace explícito en el vasto movimiento social
que por todas partes, progresivamente, en las sociedades
democráticas avanzadas, cuestiona el patriarcado, la
prevalencia del padre. Pues bien, la orientación fundamental
de este Seminario se organiza, para mí, alrededor de la
puesta en tela de juicio del padre, de la función paterna. No
es por casualidad que el sueño que Lacan fue a pescar en la
Ciencia de los sueños apunte precisamente a la relación de
un hijo con su padre y constituya una versión diferente de la
relación padre-hijo típica del Edipo. Por otra parte, si Lacan se
interesó en este Seminario por Hamlet, es precisamente
porque en Hamlet, el padre, lejos de ser una función
normativa y pacificadora, comporta al contrario una acción
patógena.

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No me parece excesivo, medio siglo después, leer este


Seminario de Lacan, como decía Yves Vanderveken, 5 con
sus virtudes proféticas. Lacan dio a la fórmula “No hay Otro
del Otro” el valor de una revelación, de un secreto, porque
había allí una propuesta que él mismo desconocía. Esta
propuesta constituye un momento de báscula completamente
decisivo para la prosecución de su enseñanza. No creo que
sea el entusiasmo de haber terminado este trabajo lo que me
haga decir las cosas en estos términos. Fue necesario que
Lacan pensara contra sí mismo para formular “No hay Otro
del Otro”. Primero enseñaba lo contrario.

El Otro del Otro: el Nombre del


Padre
Un año antes, en 1958, enseñaba por el contrario -condenso
aquí, recojo una de sus fórmulas que no figura como tal en
sus Escritos ni en sus Seminariosque hay un Otro del Otro.Y
que éste, si había que darle un nombre, era el nombre por
excelencia: el Nombre del Padre. Añado que esto no es una
interpretación mía. O que sólo es una interpretación en la
medida en que descifro la definición que Lacan da en relación
al Nombre del Padre al final de su artículo, que sigue siendo
para nosotros esencial sobre la psicosis, “De una cuestión
preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. 6 Voy
citarles un fragmento del texto de Lacan, cuya referencia está
en la página 564 de la edición castellana. Esta frase me lleva
a decir que, antes de proferir “No hay Otro del Otro”, Lacan
decía lo contrario. Hay que sopesar muy cuidadosamente los
términos con los que planteaba al Otro del Otro. Se trata de la
definición que Lacan da del Nombre del Padre al final de este
artículo donde entrega su construcción de la metáfora
paterna. Hay que decir que esta metáfora paterna sacudió de
tal modo los espíritus que quedó para el gran público -lo
comprobamos en Francia este año-, como lo esencial de lo
que dijo Lacan: él es quien promovió el Nombre del Padre
como una función decisiva de normativización y como la clave
de arco de todo lo que sostiene el mundo que nos es común.

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Cuando Lacan construye esta metáfora paterna, da


precisamente del Nombre del Padre la definición siguiente: el
Nombre del Padre es el “significante que en el Otro, en tanto
que lugar del significante, es el significante del Otro en tanto
lugar de la ley”. 7 Basta leer esta definición de modo formal
para ver que pone en escena dos Otros, dos estatutos del
gran Otro, el Otro del significante y el Otro de la ley.Y el
primer Otro, el Otro del significante, se presenta como
conteniendo el significante del segundo, del que digo que,
desde entonces, vale como el Otro del Otro. Así es como
descifro esta definición, a saber que el Otro de la leyes el Otro
del Otro. Lo que Lacan llama el Otro de la ley, cuyo
significante es el Nombre del Padre, es el Otro del Otro.

Ya hice la lectura de esta frase de la Cuestión preliminar en


mi curso. La hice rápidamente porque de aquella no había
redactado todavía en detalle el Seminario El deseo y su
interpretación. Esta frase me había permitido comprender por
qué Lacan daba tanta importancia a esta fórmula misteriosa,
“No hay Otro del Otro”.

¿Qué quiere decir el Otro del Otro si simplifico su


formulación? Quiere decir, por una parte, que el lenguaje
obedece a una ley, que el lenguaje está dominado por una
ley, que hay una ley del lenguaje. Por otra parte, esto instala
al gran Otro como un conjunto de significantes entre los
cuales hay el significante del Otro. Y, ahí, no podemos más
que reconocer los ecos de la noción logicista -no digo lógica-,
de Bertrand Russell quien distinguía los catálogos que se
contienen a sí mismos y los catálogos que no se contienen a
sí mismos -lo que hace, en efecto, aquí del gran Otro un
conjunto que contiene su propio significante. En aquella
época, Lacan no explotó este recurso russelliano que
comportaba su concepto del Otro, pero gran parte de su
Seminario 16, De un Otro al otro, desarrolla precisamente
este punto, en referencia exclusiva a Bertrand Russell y a las
paradojas que pueden derivarse de ello cuando se trata de
formar el catálogo de todos los catálogos que no se contienen
a sí mismos. Lacan explota estas paradojas para el discurso
analítico.

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La pasión del primer Lacan: las


leyes del lenguaje
¿Qué es lo que Lacan llama aquí la ley, qué es la ley del
lenguaje? Hay que constatar que el primer Lacan -llamo aquí
primer Lacan al de antes del corte introducido en el Seminario
6, que niega al Otro del Otro, es decir, el Lacan del Informe de
Roma, el de los cinco primeros Seminarios- se consagró, se
encarnizó constantemente en determinar cuáles eran las
leyes del lenguaje, las leyes del discurso, las leyes de la
palabra, las leyes del significante -eso me sorprende
retroactivamente. Podemos hacer la lista de estas leyes, que
encontramos formuladas en todos los recodos de sus textos y
sus Seminarios, y percibimos que son diversas, que no son
homogéneas en absoluto. Hasta tal punto que se puede decir
que hay allí como una pasión, una pasión del primer Lacan: la
búsqueda de leyes.

Para hacerles sentir el valor que se puede dar a esta


observación, haré un cortocircuito por la última enseñanza de
Lacan. Es el mismo Lacan que, en su última enseñanza,
enunciará que “lo real es sin ley”. 8 Él llegará a separar tanto
el lenguaje y la ley que, en su última enseñanza, el lenguaje
aparecerá como un parásito -Bassols lo ha recordado. 9 A
continuación, renunciará incluso al concepto de lenguaje, o
por lo menos intentará ir más acá de este concepto para
diseñar lo que llama lalengua -que se diferencia del lenguaje
en que es sin ley. El lenguaje se concibe entonces como una
superestructura de leyes que capturan la lengua en tanto es
sin ley.

La enseñanza de Lacan se desplegó en un sentido


completamente contrario a su pasión inicial. Él comenzó,
podemos decir, bajo la égida de la ley y, cuanto más avanzó,
más subrayó el sin ley. Piensen en el acento que Lacan pone,
en la clínica, a la contingencia, al acontecimiento como
azaroso. Habría allí que precisar allí lo que constituye un tipo
de juntura entre la ley y la contingencia, es decir, el momento
en que Lacan renuncia explícitamente a recurrir a la ley, al
principio de su Seminario 11, cuando explica que el
inconsciente es más bien del registro de la causa que del
registro de la ley.
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Cinco registros de la ley


¿Por qué hay esta pasión por la ley en Lacan al principio de
su enseñanza? ¿Y por qué renuncia a ella cuando enuncia
que “No hay Otro del Otro”? Él nos enseñó a situar -en el
lenguaje, la palabra, el discurso- diferentes leyes hasta llegar
a esta expresión: la ley. Hice el esfuerzo de intentar clasificar
todas estas leyes que Lacan utilizó y explicitó en su pasión
legalista, si puedo llamarla así.

Primero, hay unas leyes lingüísticas. Son aquellas que Lacan


toma prestadas de Saussure, que conducen a distinguir el
significante y el significado, la sincronía y la diacronía. Son
también las que encuentra en Jakobson quien articula y
distingue la metáfora y la metonimia; Lacan habla de ellas
como leyes, como mecanismos.

En segundo lugar, hay una ley dialéctica, que Lacan va a


buscar en Hegel: esta ley querría que, en el discurso, el sujeto
sólo pueda asumir su ser por mediación de otro sujeto. Lacan
la llama ley dialéctica del reconocimiento.

En tercer lugar, encontramos en Lacan -fue en cierta época,


que ya no es la nuestra, muy popular- las leyes matemáticas,
como las que explora en su “Seminario sobre ‘La carta
robada”, con su primer grafo, el de a, b, g, d, que da el
modelo de la memoria inconsciente.

En cuarto lugar, hay las leyes sociológicas, las leyes de la


alianza y el parentesco que Lacan tomó del libro de Lévi-
Strauss sobre las estructuras elementales del parentesco.

Y, en quinto lugar, hay la ley o la supuesta ley freudiana, este


Edipo del que el primer Lacan hizo una ley, a saber, que el
Nombre del Padre debe imponerse al Deseo de la Madre, y
que ésta es la condición para que el goce del cuerpo se
estabilice y el sujeto acceda a una experiencia de una
realidad común con otros sujetos.

Me tomé el trabajo de enumerar cinco registros de la ley:


lingüístico, dialéctico, matemático, sociológico y finalmente
freudiano. Cuando Lacan comienza a reflexionar sobre la
experiencia analítica, por lo menos cuando comienza a
enseñar a propósito de ella, estos cinco registros de la ley son

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para él constitutivos de lo que llamó lo simbólico. Pero basta


enumerar estos cinco registros para darse cuenta de que lo
simbólico es una noción “para todo”, una catch all category,
que comprende las matemáticas, la lingüística, la dialéctica,
etc.

Esto es lo que constituye para Lacan lo simbólico en tanto


que obedece a la ley y se reparte en estos diferentes
registros.

El orden simbólico
¿Por qué Lacan dio una importancia completamente central a
la noción de ley? Sin duda, porque para él la leyera la
condición de la racionalidad e, incluso, más precisamente, de
la cientificidad. En cierto modo, es como si él obedeciera al
axioma “No hay ciencia más que donde hay ley”. Podemos, a
partir de ahí, dar todo su peso a una noción que marcó los
espíritus e influyó al público, hasta el punto que en Francia -
se ha podido constatar este año-, figuraba en el primer plano
de los debates alrededor de la apertura del matrimonio a los
homosexuales.

Se trata de la noción de orden simbólico. Esta noción, que


pertenece al comienzo de la enseñanza de Lacan expresa la
solidaridad de los cinco registros de la ley en lo simbólico. Me
he quedado asombrado al verla resurgir en Francia
últimamente, más de cincuenta años después de su
formulación, promovida como la objeción mayor a la apertura
del matrimonio a los homosexuales, a la transformación del
parentesco, a la adopción, etc. -no sé cómo está esto en
Grecia. En la enseñanza de Lacan sin embargo, es preciso
constatar que esta noción, después de haber sido promovida,
desaparece. Lacan la inventó, la aportó, en efecto, como la
base de su concepción, como esencial a la tripartición entre lo
simbólico, lo imaginario y lo real, pero luego no la conservó.

Hay que subrayar que, en la noción de orden, los cinco


registros de la ley se confunden. Es decir que, bajo el ángulo
del orden, en la perspectiva del orden, aparecen como
equivalentes, ya se trate de la ley matemática, la ley

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dialéctica, etcétera. Como si el rasgo común de estos


diferentes registros fuera poner orden. La ley pone orden o
expresa el orden existente. Allí dónde hay ley, hay orden. Y
en el sistema del primer Lacan, el orden sólo es simbólico.

Al orden simbólico se opone, podemos decir, el desorden


imaginario. En lo simbólico, cada cosa, cada elemento está en
su lugar; incluso, hablando con propiedad, sólo hay lugares
en lo simbólico.

En lo imaginario por el contrario, los elementos cambian su


lugar, si bien los lugares no se distinguen, y no es seguro que
los elementos se distingan como tales. No hay en lo
imaginario los elementos discretos, separados, que hay en lo
simbólico. Estos son los términos con los que Lacan describe
las relaciones entre el yo y el otro, que no es más que su
propia imagen en el exterior. Entre el yo y el otro hay
intrusión, ellos rivalizan entre sí, se hacen la guerra, no
encuentran el uno con el otro más que equilibrios inestables,
si bien lo imaginario aparece marcado por una inconsistencia
esencial y no es, incluso, dijo Lacan una vez, más que
“sombras y reflejos”. 10

En cuanto a lo real, está por fuera del clivaje entre orden y


desorden. Él es, pura y simplemente.

Nos dimos cuenta este año -y ha sido necesario, en cierto


sentido, explicar lo contrario- que la noción de orden simbólico
había devenido popular. Ocurrió para todos aquellos que
militan por la protección del orden establecido, para los
conservadores. Un mundo regido por el orden simbólico es un
mundo, en efecto, donde cada cosa está en su sitio, un
mundo guardado por el padre, el patriarcado. El desorden
constatado se desvaloriza como imaginario, es decir,
inconsistente y parasitario a la vez. Ellos se han servido de la
noción lacaniana de orden simbólico para promover la idea de
un orden armonioso, regido por leyes invariables, aferradas al
Nombre del Padre.

y hay que decir claramente que Lacan dio pie a eso, al


principio de su enseñanza dejó la puerta abierta en este
sentido. Pudo decir por ejemplo, lo cito, en su Informe de
Roma, que el Nombre del Padre era el sostén de la función
simbólica. 11 Todo lo que era del orden simbólico tenía al

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Nombre del Padre como sostén, el padre encarnaba la figura


de la ley como tal. Pero, éste es el punto de partida de su
enseñanza. Después, toda ella va en el sentido contrario. Si la
enseñanza de Lacan tiene un sentido, una dirección, es la del
desmantelamiento metódico, constante y encarnizado de la
pseudo armonía del orden simbólico. Precisamente porque
Lacan exaltó la función del Nombre del Padre, porque le dio
todo su brillo pudo ponerlo en tela de juicio de modo radical.

Deconstrucción de la metcifora
paterna
Parece una ironía de la historia. Lo que ha marcado al público
y ha permanecido inolvidable, es la forma lingüística que
Lacan dio al Edipo freudiano: la metáfora paterna gobernada
por el Nombre del Padre. Y esto ha ocurrido aunque todo el
despliegue de su enseñanza, a partir del corte producido en el
Seminario 6, vaya hacia el desmantelamiento, la
deconstrucción de la metáfora paterna. Esto puede precisarse
en diferentes puntos.

En primer lugar, podemos ya observar que Lacan no puso por


delante el Nombre del Padre y la metáfora paterna más que
para mostrarla desfalleciente en la psicosis.

En segundo lugar, él mostró la permanencia en tanto que


objeto pequeño a, de un goce que no recibe su sentido de la
metáfora paterna.

En tercer lugar, cuando fue excomulgado de la IPA, y renunció


a su Seminario De los Nombres del Padre para hacer el
Seminario Los Cuatro conceptos, cuestionó muy claramente
en este último Seminario, vuelvan a leerlo, el deseo de Freud,
como sometido a la figura del padre.

En cuarto lugar, Lacan dio al Edipo el estatuto de un mito que


a la vez designa y vela la castración, y dejó de hacer de él
una ley. Lo convirtió en un mito, es decir, una historia
imaginaria, organizada, pero imaginaria.

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En quinto lugar, la metáfora paterna escribe en cierto modo la


relación sexual bajo la forma de la prevalencia viril sobre la
posición femenina materna. y él lo desmintió con el teorema
“no hay relación sexual”, que arruina la noción del orden
simbólico.

En sexto lugar, finalmente definió el Nombre del Padre como


un sinthome, es decir, como un modo gozar entre otros.

Acabo con un séptimo punto donde inscribo lo que de hecho


es el primer punto, el punto de viraje a partir del cual comenzó
la deconstrucción del Nombre del Padre como Otro del Otro.
En el Seminario 3: Las psicosis, Lacan dio parte de este
descubrimiento de la metáfora y de la metonimia, las dos
figuras de estilo que según Jakobson resumen toda la
retórica. Él comenzó utilizando la figura de la metáfora. Y se
sirvió de ella para formalizar el Edipo freudiano en el
Seminario 4: La relación de objeto. Sólo utiliza la segunda
figura, la metonimia, a continuación, para formalizar el deseo.
Diría que hay allí dos términos que se responden: la metáfora
paterna y la metonimia deseante. Lacan primero aportó la
metáfora paterna y, luego, de manera menos clamorosa, la
metonimia deseante.

Vía del Padre o vía del deseo


Pienso aquí en Hércules, el Hércules del mito, representado
delante de dos vías posibles. Ante Lacan, se abrieron del
mismo modo dos vías: la vía de la metáfora paterna y la vía
de la metonimia deseante. ¿Qué vía siguió? De entrada, él
planteó la metáfora paterna, pero la vía que siguió con su
enseñanza -no hay ningún equívoco-, es la vía del deseo y no
la vía del padre. En el Seminario 4, formalizó la metáfora
paterna. En el Seminario 5 y el Seminario 6, construyó un
gran grafo de dos pisos, que se estudia en todas las
secciones clínicas: el grafo del deseo. Podríamos
preguntarnos por qué hizo del deseo la función esencial por la
que este grafo es designado así. Quiero decir el valor que
tiene para mí, en mi lectura, esta denominación. Toma su
valor precisamente, por diferencia y por oposición al nombre
que este grafo habría podido tener pero que Lacan descartó:

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en lugar de ser el grafo del deseo, este grafo podría haber


sido el del Nombre del Padre.

¿Qué final del análisis?


Supongamos que Lacan hubiera mantenido que hay Otro del
Otro y que el Nombre del Padre es el significante de este Otro
del Otro. Si hubiera mantenido lo que escribió al final de su
artículo sobre las psicosis, el elemento fundamental a sacar a
la luz en un análisis, el elemento que sería determinante para
el final del análisis, sería el Nombre del Padre, sería el
significante, las particularidades del significante que, para
cada uno, dio sentido al goce que su cuerpo padece.
Entonces, arriba y a la izquierda del grafo, allí dónde se
inscribe la respuesta última esperada de un análisis, la
revelación en que culmina, se escribiría S(A). Esto querría
decir que el final del análisis sería el surgimiento del Nombre
del Padre en tanto significante que designa la ley de su ser
como sujeto. Ahora bien, en este lugar se inscribe por el
contrario S (A). Esto significa que la respuesta que Lacan da
a la pregunta planteada por el sujeto en su análisis, no se
encuentra al nivel de la relación con el Nombre del Padre, que
la solución del problema no se produce al nivel de la metáfora
paterna. A este nivel, todo lo que el sujeto encuentra es la
falta de un significante, la falta del significante que designaría
su ser al designar la ley de este ser.

Hago surgir, por hipótesis, lo que sería un análisis cuyo final


sería la emergencia del Nombre del Padre como el
significante de la ley del ser del sujeto. Voy a hacer una
segunda hipótesis, y digo que esta hipótesis está fundada.
Ella se funda en el mismo punto del texto de Lacan sobre las
psicosis, así como en otro pasaje de ese mismo texto. Es la
siguiente: podríamos pensar que la falta de significante sería
la solución, que el final del análisis podría ser la revelación de
una falta. Hay que admitir, en mi opinión, que Lacan tomó en
consideración esta versión del final de análisis. Incluso, su
escrito “La dirección de la cura”, que precede inmediatamente
al Seminario El deseo y su interpretación, concluye ahí.

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Cuando lean el Seminario El deseo y su interpretación, les


aconsejo remitirse a este escrito de Lacan, “La dirección de la
cura”. Verán que el Seminario enlaza directamente con la
quinta parte de “La dirección de la cura”, donde Lacan formula
una orden terminante para el analista: “Hay que tomar el
deseo a la letra”. 12 El deseo se define allí por la metonimia
del modo más explícito, es decir, como efecto de la sucesión
de significantes, como puro efecto del significante -puro
quiere decir un efecto insustancial, sin sustancia. Y para
mostrárselo no necesito más que citarles la definición que
Lacan da con todas las letras antes de este seminario, al final
de “La dirección de la cura”: “El deseo es la metonimia de la
falta-en-ser”. 13 No puede decirse mejor que el deseo queda
adjudicado aquí a la falta, que es sin sustancia, acorde a
S(A), a la inexistencia de una metáfora terminal, que haría
surgir una significación definitiva.

A propósito de eso, Lacan da una definición de lo que es la


interpretación del deseo al final de su escrito. Y empieza a
examinar esta misma cuestión en el Seminario El deseo y su
interpretación, pero se ve cómo en el curso del Seminario ella
se diluye poco a poco. La definición que da en su escrito de la
interpretación del deseo es que se trata de indicar la falta, de
apuntar a la falta, sin decirlo, por alusión -lo que llama, en una
frase que tiene su poesía: “Recobrar el horizonte deshabitado
del ser”. 14 Esto quiere decir algo muy preciso: él apunta a la
posibilidad de que el final del análisis sea la asunción por el
sujeto de la nada que es. Sería nada al nivel del inconsciente.
Se sabe, en efecto, por el sueño que el sujeto está
identificado a varios elementos, que es disperso y múltiple, y
que esta multiplicidad traduce precisamente la falta del
significante que significaría plenamente su ser. En otras
palabras, A quiere decir también que nada garantiza la verdad
de un significante de una cadena significante. En este sentido,
no hay la metáfora.

Lacan evocó entonces algo del orden de un final del análisis


por la metáfora paterna, por la constitución de la metáfora
paterna, el acceso pleno a la metáfora paterna, pero lo
descartó. Descartó el final de análisis por el Nombre del
Padre, el final del análisis que sería la revelación del Nombre
del Padre para uno, que designaría la ley de su ser.
Igualmente, apuntó a que el final del análisis pudiera ser la

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asunción de la nada, de la falta designada por A. Un final de


análisis donde se declararía que uno no puede más que
asumir la falta y saber que no se puede confiar, que nada
asegura al sujeto la verdad de la buena fe del Otro. Hay que
decir que éste es un final posible del análisis. Precisamente,
es lo que Lacan llamará más tarde el final del análisis que
hace del sujeto un non dupé. 15 El non dupé es el sujeto que
se satisface con el gran A barrado, con la inconsistencia del
Otro.

En el Seminario del Deseo, Lacan propone un tercer final para


el análisis. El lugar decisivo donde se juega el final de partida
del análisis no es el Nombre del Padre, es el fantasma. A
partir de este Seminario, se ven ordenarse las líneas que
ciernen el fantasma como el lugar donde puede ser cuestión
del final del análisis. Esta cuestión no dejará de dar vueltas en
la enseñanza posterior de Lacan.

El Seminario 6 se titula El deseo y su interpretación porque


prosigue, al principio, la línea abierta en la conclusión de “La
dirección de la cura”. Pero, este Seminario precisamente está
hecho para contestar la conclusión del escrito de Lacan que le
dio su punto de partida. El Seminario 6 discute que el final del
análisis se subordine a la definición del deseo como
metonimia de la falta-en-ser. Si hay una cosa que salta a la
vista, hay que decir desde las primeras páginas del Seminario
6, es que el deseo, tal como Lacan lo presenta aquí, no es
más en absoluto una metonimia de la falta-en-ser, es decir, un
deseo definido como puro efecto del significante. El corazón
de este Seminario no es la interpretación, es la relación
inconsciente del sujeto con el objeto en la experiencia
deseante del fantasma.

El deseo y el fantasma
Lacan llama fantasma a la relación sujeto-objeto en el deseo
inconsciente.

El verdadero título del Seminario 6, es “El deseo y el


fantasma”, esto es lo que concluí de mi lectura y de mi
redacción. El fantasma está aquí en singular porque no se

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5/2/2021 El OTRO sin OTRO (Una lectura del Seminario 6) – Freudiana

trata de las ensoñaciones del sujeto, de las historias que se


cuenta o cuenta a su analista, se trata de una relación que
permanece inconsciente -hay que seguir detalladamente las
extraordinarias aproximaciones de Lacan para cernir una
experiencia inconsciente del fantasma. En este Seminario,
encontramos, por lo menos una vez -hice de ello el título del
capítulo XX-, la expresión “el fantasma fundamental”, que se
volverá a encontrar, una vez, diez años más tarde, cuando
Lacan elabore su teoría del pase como final del análisis, la
teoría del pase como travesía del fantasma.

Recuerdo haber planteado la cuestión en la época de qué es


exactamente este fantasma fundamental. Pues bien, en el
Seminario 6: El deseo y su interpretación, el fantasma es
precisamente pensado en singular y como fundamental, como
una relación del sujeto con el objeto por completo diferente de
la relación del conocimiento. En el conocimiento que se atiene
al nivel de la realidad, hay armonía, congruencia, adaptación
del sujeto al objeto. El conocimiento culmina en la
contemplación, en el acuerdo del sujeto con el objeto. Puede
llevar a la confusión, a la fusión del sujeto y del objeto que se
busca en la intuición.

Pero el deseo del que se trata en este Seminario no es


homogéneo a la realidad. El deseo del que se trata es el
deseo inconsciente. El objeto del deseo no es un elemento de
la realidad, como lo consideraba Lacan hasta entonces, no es
una persona, no es una ambición. El objeto que llama aquí
pequeño a y que inscribe en el fantasma, es precisamente el
objeto en tanto que escapa al dominio del Nombre del Padre y
de la metáfora paterna.

Este objeto no era desconocido en psicoanálisis cuando


Lacan lo resituó en el fantasma. Se le llamaba el objeto
pregenital y se le encontraba bajo las formas oral y anal, y
llegado el caso se inscribía, en él, al fantasma. Pero se
suponía que el interés prestado a estos objetos, el interés de
goce prestado a estos objetos, se reabsorbía en el llamado
estadio fálico. La metáfora paterna de Lacan traducía esto
haciendo emerger lo que llamaba la significación del falo, en
su forma lingüística. Lo que quería decir que todo goce tiene
significación fálica cuando el deseo llega a la madurez, es
decir, cuando se coloca finalmente bajo el significante del
Nombre del Padre. Por eso, se puede decir que el final del

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análisis por el Nombre del Padre fue la ambición de todos los


analistas que creyeron en la maduración del deseo.

Freud ya había podido constatar que allí no había nada.


Había podido constatar la impotencia del Nombre del Padre
para reabsorber todo el goce bajo su signo. Eran incluso
estos restos no reabsorbidos los que, según él, impedían
acabar el análisis, los que obligaban a retomarlo
periódicamente. Pues bien, en el Seminario 6, Lacan toma en
este punto una orientación que será decisiva para la
continuación de su enseñanza. Esta orientación, la enunciaré
en forma negativa: no hay maduración, ni madurez del deseo
como inconsciente -es un enunciado verdaderamente básico
para la práctica psicoanalítica de orientación lacaniana. Lo
que, para Freud, eran restos a reabsorber mediante una tarea
infinita constituyen elementos permanentes a los cuales el
deseo inconsciente queda fijado en el fantasma. Se trata de
elementos o más bien de sustancias que producen goce y
que están fuera de la significación del falo, digamos, como en
infracción respecto a la castración. Son goces, sustancias
goces suplementarios, que Lacan llamará mucho más tarde
plus de gozar. Ellos se encuentran aquí ya en preparación, y
lo estarán más todavía al final del Seminario, cuando él se
dirija hacia la sublimación. Estos nuevos gadgets y todos
estos aparejos, que nos ocupan, son efectivamente en el
sentido propiamente lacaniano, objetos de la sublimación.
Son objetos que se añaden: ese es el valor del término plus
de gozar introducido por Lacan. Es decir que, en esta
categoría, no tenemos sólo los objetos que vienen del cuerpo,
que el cuerpo pierde, naturalmente o por la incidencia de lo
simbólico, tenemos también objetos que hacen resonar estos
primeros objetos bajo formas diversas. La cuestión es saber si
estos objetos son completamente nuevos o si sólo son formas
retomadas de los objetos a primordiales.

Deseo y père-versión 16
La consecuencia que se puede extraer ya del Seminario 6, lo
diré una vez más de modo negativo, es que no hay
normalidad del deseo. El deseo inconsciente queda atado, en

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el fantasma, a goces que, en relación a la norma idealizada


por los psicoanalistas, permanecen intrínsecamente
perversos, goces perversos. La perversión no es un accidente
del deseo. Todo deseo es perverso en la medida que el goce
nunca está en el lugar que querría el llamado orden simbólico.

Por eso, Lacan ironizará más tarde sobre la metáfora paterna,


diciendo que la metáfora paterna es también una perversión.
Esto es una ironía ya que, saben, lo escribe pére-version para
significar una versión, un movimiento hacia el padre. Pero
esta ironía designa algo capital: el padre no puede
confundirse con el Nombre del Padre, no puede reducirse a
un puro significante, instaurando un orden simbólico total y
consistente, porque si eso sucede, si el padre juega a ser el
Otro del Otro, a ser el Otro de la ley, entonces expone a su
descendencia a un riesgo de psicosis.

La ironía de Lacan va lejos -y acabo sobre eso porque sé que


muchos de ustedes trabajan con sujetos psicóticos y que es
también el tema de este Congreso de Atenas. La ironía de
Lacan con la père-version da una teoría de la psicosis inversa
a la clásica. El resorte de la psicosis no es la forclusión del
Nombre del Padre si no, por el contrario, un exceso de
presencia del Nombre del Padre. El padre no debe
confundirse con el Otro de la ley. Es preciso, por el contrario,
que tenga un deseo enganchado a un fantasma y regulado
por él, cuyo objeto sea un goce estructuralmente perdido.

El Seminario 6, como podrán constatar, acaba en la


perversión. Termina primero en una clínica de la perversión
que opone el voyeurismo y el exhibicionismo. En el pasaje al
acto del voyeurista y del exhibicionista pueden verse cómo se
encarnan las modalidades del fantasma inconsciente. Durante
todo el Seminario, Lacan habla de un fantasma inconsciente
del que no hay experiencia directa, y del que es preciso
entonces reconstituir la experiencia. Termina este Seminario
encarnando la lógica del fantasma por el pasaje al acto del
voyeurista y el exhibicionista -ahí se ve, en efecto, la relación
disarmónica, conflictiva del sujeto y el objeto.

El Seminario termina entonces en la perversión. Termina


primero en una clínica de la perversión y, luego -para empujar
la provocación-, en un elogio de la perversión en el sentido
común, y precisamente de la homosexualidad en tanto que

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representaría la rebelión del deseo contra la rutina social, es


decir, contra el pseudo orden simbólico. Sólo de un modo
completamente abusivo se ha creído poder clasificar a Lacan,
sobre la cuestión de la homosexualidad, entre los
reaccionarios. Creo que las páginas publicadas allí son
decisivas. Finalmente, el Seminario 6 anuncia el Seminario de
La ética del psicoanálisis, que con este título buscará articular
la relación del deseo y el goce.

La interpretación
Voy a concluir este recorrido con el tema de la interpretación.
El punto de partida del Seminario es la noción explicitada por
Lacan en su escrito, que la interpretación del deseo debe
llevar sobre la nada. Él dio la imagen célebre del San Juan de
Leonardo apuntando su dedo hacia un lugar vacío. El punto
de llegada del Seminario -y esto solo será aclarado por él
mucho más tarde-, es que la interpretación lleva sobre el
objeto pequeño a del fantasma, sobre el goce en tanto que
prohibido y dicho entre líneas.

¿Cómo leer el Seminario 6? Diría que es un Seminario


encrucijada, un bivium, Lacan tenía abiertas dos vías. Está
claro que no siguió la del Nombre del Padre, siguió la del
deseo, lo que le condujo a tomar en consideración el goce.
Nosotros, que lo leemos con una idea del recorrido de Lacan
en su conjunto, vemos cómo se trazan ahí las pistas que nos
condujeron a nuestra práctica de hoy y también a nuestra
política.

No he precisado el tema del próximo congreso de la NLS, que


tendrá lugar en Gante. Volverá a las instancias el tener que
hacerlo. Hay, en todo caso, en este Seminario donde apoyar
todas las exposiciones clínicas que deseen. Me parece que
una veta importante es la oposición entre el orden cerrado del
padre -la metáfora es siempre una detención- y lo que el
deseo por el contrario comporta de irregular y de
fundamentalmente desplazado. Posiblemente se podrá poner
esto de relieve en los hechos clínicos. 17

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5/2/2021 El OTRO sin OTRO (Una lectura del Seminario 6) – Freudiana

Traducción de Margarita Alvarez


ja.millerr@orange.fr

Notas
1 Jacques-Alain Miller es psicoanalista, miembro de
la École de la Cause Freudienne (ECF) y miembro
de honor de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis
(ELP).

2 Presentación del tema del próximo Congreso de


la NLS en Gante (mayo de 2014), pronunciada en la
clausura del XI Congreso de la NLS, “El sujeto
psicótico en la época Geek”; Atenas, 19 de mayo de
2013. Transcripción de Dossia Avdelidi. Texto
establecido por Anne Lysy, no revisado por el autor.

3 Lacan, Jacques. Le Séminaire Livre VI, Le désir


et son interprétation, Editions de La Martiniere, Le
Champ freudien, Paris, 2013, p. 353.

4Hegel, G.W F. Lecciones sobre la Estética,


Madrid,Akal.

5 Cf. La exposición de Yves Vanderveken, que


precedió a esta intervención de J.-A. Miller en el
Congreso, saldrá publicada en Mental n° 30.

6 Lacan, Jacques. Escritos 2, México, Siglo XXI


Editores, 1974, pp. 513-564.

7 Ibíd., p. 564.

8 Lacan, Jacques. El Seminario, libro 23: El


sinthome. Buenos Aires, Paidós, 2005, p.135.

9 Exposición de M. Bassols en el Congreso de


Atenas, saldrá publicada en Mental n° 30.

10 Lacan, Jacques. “El seminario sobre ‘La carta


robada” en Escritos 1, op. cit., p. 5.

11 Lacan, Jacques. Escritos 1, op. cit., p. 267.


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12 Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los


principios de su poder” en Escritos 2, op. cit., p. 600.

13 Ibíd., pp. 602 Y 620.

14 Ibíd., p. 621.

15 Literalmente, un no-engañado, no incauto. J.-A.


Miller reproduce aquí eljuego de palabras que Lacan
introduce en su Seminario XXI: Les noms dupés
errent, entre nom du pére (nombre del padre) y non
dupé (no engañado, no incauto). Para no perder los
distintos sentidos, dejo la expresión en original
(NdT).

16 J.-A. Miller retoma aquí eljuego de palabras


homofónico de Lacan.i’Pére-version”, literalmente
“padre-versión”, suena en francés como
“perversión”. He optado por dejar el término sin
traducir para no perder los distintos sentidos que
hace resonar (NdT).

17En un intercambio con el presidente de sesión


después de su exposición, J.-A. Miller añadió estas
observaciones: “(…) No haremos un congreso sobre
la perversión, excepto si lo escribimos como Lacan
(pére-versión). […] Es un Seminario cuya clínica es
esencialmente la de la neurosis. […] Podemos
explorar la determinación del lugar donde se situará
el final del análisis”.

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Psicoanálisis. Nacida en 1991, es una publicación de periodicidad cuatrimestral.


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