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La Intertextualidad Es La Presencia de Un Texto A en Un Texto B en Forma de
La Intertextualidad Es La Presencia de Un Texto A en Un Texto B en Forma de
Se entiende por intertextualidad, en sentido amplio, el conjunto de relaciones que acercan un texto determinado a otros textos de
varia procedencia: del mismo autor o más comúnmente de otros, de la misma época o de épocas anteriores, con una referencia
explícita (literal o alusiva, o no) o la apelación a un género, a un arquetipo textual o a una fórmula imprecisa o anónima.
Una de las leyendas más célebres de la antigüedad, originada en la cultura cretense, fue retomada por dos grandes literatos
de occidente, ambos muy distanciados en el tiempo y en el espacio. Karina Donángelo nos cuenta las particularidades del
mito griego y las características que posteriormente le atribuyeron el poeta latino Ovidio, en "La Metamorfosis", y el
escritor argentino Jorge Luis Borges, en el cuento "La casa de Asterión".
Si bien los orígenes de la civilización griega son multiétnicos y multigeográficos (pues, los primeros
pobladores fueron, por un lado indoeuropeos, y por el otro, de raza semítica) se cree que gran parte de
la mitología griega tuvo origen fundamentalmente en la isla de Creta. A partir de aquí podemos marcar
la diferencia con los mitos originarios de los indoeuropeos. Recordemos que Creta era un importante
bastión comercial. Allí convergían habitantes de Asia Menor, Egipto, norte de Grecia, del Indostán y
regiones aledañas. Los cretenses tenían divinidades terrestres y agrícolas, mientras que los
indoeuropeos (de origen aqueo) contaban con divinidades celestiales y pastoriles.
A partir del 3000 a.C. empezaron a llegar los primeros pobladores a Creta. Estos provenían de Asia
Menor, y al llegar a la isla crearon la civilización cretense.
Estos hombres practicaban el culto del toro (animal sagrado) que representaba lo masculino, como el
caballo representaba lo femenino. Así surge la leyenda del Minotauro, un ser con cuerpo de hombre y
cabeza de toro.
Bien cierto es que el genio latino no tendía hacia la actividad literaria. Es casi imposible que Roma haya
tenido una literatura original y espontánea.
El pueblo romano fue creado y formado para el poder de mando, las conquistas políticas y militares.
No obstante, la influencia griega dulcificó el temperamento de los romanos, amplió su inteligencia,
afinó su gusto, agilizó su imaginación, lo sensibilizó frente al valor estético de las cosas, en suma, le
reveló que existe algo más que lo útil y lo justo.
Quien primero plasmó literariamente la leyenda del Minotauro fue el poeta latino Pubio Ovidio Nasón.
Nació en 43 a.C. y murió en el 17 d.C. (a los 60 años). Formado en las leyes y la retórica en Roma,
completó su educación en Atenas. Viajó por Asia y Sicilia. Tenía fama de ser bastante mujeriego, y llevó
una vida bastante azarosa.
Ovidio perteneció al período de Augusto emperador, época de oro de la literatura latina, y está
considerado como el primer poeta erótico de occidente.
Augusto se manifestó en reiteradas ocasiones como "protector natural" y "amigo" de los escritores,
pero por intereses políticos y sociales. Sin embargo, efímera fue la amistad que intentó cultivar con
Ovidio. El emperador desterró al poeta hacia la ciudad que se llamaba Tomir, a orillas del Mar Negro.
Esta severa medida fue tomada debido al contenido de una de sus obras: "El arte de amar", que
contrariaba la campaña y la educación moral que Augusto pretendía instaurar en el Imperio. Ovidio se
refiere a la leyenda del Minotauro en su obra "La Metamorfosis". Consta de 246 fábulas: 15 libros
divididos en mitos y escritos en 12.000 versos hexómenos. En esta obra hay una verdadera penetración
psicológica en el tratamiento de los personajes. Ovidio retrata la figura del Minotauro como un ser
sanguinario y descarnado, causante de todo tipo de tragedias y desgracias.
Pubio Ovidio Nasón, fue el primero en plasmar literalmente la leyenda del Minotauro.
El Minotauro: La leyenda.
En Creta reinaba el poderoso Rey Minos. Su capital era célebre en el mundo por el laberinto, lleno de
intrincados corredores, de los cuales era casi imposible encontrar la salida. En el interior vivía el
terrible Minotauro, un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de
Pasifae, la esposa de Minos, con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. En
cada novilunio había que sacrificar un hombre al Minotauro, pues cuando el monstruo no satisfacía su
apetito, se precipitaba fuera para sembrar la muerte y desolación de los habitantes de la comarca.
Un día, el Rey Minos recibió una trágica noticia: su hijo acababa de morir asesinado en Atenas. Minos
clamó venganza, reunió a su ejercito y lo envió a Atenas para iniciar el ataque. Atenas, al no estar
preparada, no pudo ofrecer resistencia y solicitó la paz. Minos, con severidad dijo: "Os ofrezco la paz,
pero con una condición: cada nueve años, Atenas enviará siete muchachos y siete doncellas a Creta
para que paguen con su vida la muerte de mi hijo". Aquellos jóvenes serían arrojados al Minotauro
para que los devorara. Los atenienses no tuvieron más remedio que aceptar aunque con una única
reserva: que si uno de los jóvenes conseguía matar al Minotauro y salir del laberinto (cosa poco menos
que imposible) no sólo salvaría su vida, sino también la de sus compañeros, y Atenas sería eximida de
dicha condena.
Dos veces pagaron los atenienses el trágico tributo. Se acercaban ya el día en que por tercera vez la
nave de velas negras, signo de luto, iba a surcar la mar. Entones, Teseo, hijo único del rey de Atenas,
Egeo, ofreció su vida por la salvación de la ciudad. El Rey y su hijo convinieron en que si a Teseo le
favorecía la suerte, el navío que los volviera al país enarbolaría velas blancas.
Fresco que se conserva en el palacio del rey Minos en Cnosos que representa el momento que un
joven agarra a un toro por los cuernos para saltar por encima.
La prisión en Creta, donde Teseo y los otros jóvenes fueron alojados como prisioneros lindaba con el
parque por donde las hijas del Rey Minos, Ariadna y Fedra, solían pasear. Un día el carcelero avisó a
Teseo que alguien quería hablarle. Al salir, el joven se encontró con Ariadna, quien subyugada por la
belleza y la valentía del joven decidió ayudarle a matar al Minotauro a escondidas de su padre. "Toma
este ovillo de hilo y cuando entres en el Laberinto ata el extremo del hilo a la entrada y ve deshaciendo
el ovillo poco a poco. Así tendrás una guía que te permitirá encontrar la salida". Le dio también una
espada mágica.
A la mañana siguiente, el príncipe fue conducido al Laberinto, tomó el ovillo, ató el extremo del hilo al
muro y fue desenrollándolo, a medida que avanzaba por los corredores. Tras mucho caminar, penetró
en una gran sala y se encontró frente al temible Minotauro, que bramaba de furor se lanzó contra el
joven. El Minotauro era tan espantoso, que Teseo estuvo a punto de desfallecer, pero consiguió
vencerle con la espada mágica. Le bastó luego seguir el hilo de Ariadna en sentido inverso y pronto
pudo atravesar la puerta de salida.
Teseo salvó su vida, la de sus compañeros y liberó a su ciudad de tan horrible condena. Dispuestos ya a
reembarcar, Teseo llevó a bordo en secreto a Ariadna y también a Fedra, quien no quiso abandonar a
su hermana mayor. Durante el viaje y tras una feroz tormenta tuvieron que refugiarse en la isla de
Naxos. Vuelta la calma, emprendieron el retorno. Pero Ariadna no aparecía, la buscaron, la llamaron,
pero fue en vano. Finalmente abandonaron la su búsqueda y se hicieron a la mar. Habían zarpado
cuando Ariadna despertó en el bosque, después de caer extenuada por el cansancio. De pronto, y
rodeada por monumental ceremonia se le apareció el joven más bello que nunca antes haya visto. Era
Dionisios, dios del vino, quien le ofreció casamiento y hacerla inmortal. La joven aceptó y después de
un viaje triunfal por la Tierra, el dios la llevó a su morada eterna.
En tanto, en Atenas cundía la tristeza. El anciano Rey iba todos los días a la orilla del mar, esperando
ver a su hijo retornar. Al fin, el barco apareció en el horizonte. Pero traía las velas negras y el anciano
desesperó. Es que Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar las velas blancas,
signo de su victoria. Loco de dolor, el rey Egeo se arrojó al mar que desde entonces lleva su nombre.
Pasó el tiempo y los atenienses reunidos en asamblea ofrecieron la corona a Teseo, quien se casó luego
con Fedra y reinó por largos años.
Medusa
Cuentan los antiguos griegos que Medusa era una de las tres gorgonas, hijas de dos divinidades marinas, Forcis y Ceto. Se
destacaba de sus hermanas, Esteno y Euríale, por ser una mujer hermosa y tentadora como el más dulce de los pecados. Tanta era
su belleza que Poseidón, dios del mar, no descansó hasta conseguir satisfacer su deseo. Se transformó en ave y sedujo a Medusa,
uniéndose a ella en el templo de Atenea.
Atenea, diosa de la pureza y castidad, se vio terriblemente ofendida por la profanación de su templo y castigó a Medusa, pues
simbolizaba todo lo contrario a ella. Los cabellos de la joven se volvieron siseantes serpientes con el poder de transmutar en piedra
a todos cuanto mirase.
Medusa se había transformado en un monstruo pero aún se hacía valer por su andar provocador y sensual que hipnotizaba casi
tanto como su mirada.
Atenea, viendo que su castigo no había tomado los tintes que ella esperaba, envió al valeroso Perseo a que cortara esa inmunda
cabeza. Éste, muy inteligentemente, para no mirarla y evitar convertirse en piedra, usó su escudo a modo de espejo para que
Medusa se reflejara en él.
De este modo pudo vencerla y entregarla a la diosa. Pero de la sangre que brotó de la garganta de Medusa nacieron Pegaso, el
caballo alado y Crisaor, el padre de Gerión (el gigante de tres cuernos que Hércules mataría).
Desde entonces la cabeza de Medusa fue imagen del escudo de la casta Atenea como instrumento para atemorizar al enemigo.
En ello se unía la perversión y la virtud porque nunca nada es tan bueno, ni a la vez tan malo.