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Capítulo Xi
Capítulo Xi
Carlos V dio al español el rango de lengua universal de política y lo propagó en América como empresa nacional. La conquista de tierras equivalió a
honor, a prestigio.
Fue fuerte la influencia hispana también en Italia y Francia mediante el arquetipo social del Renacimiento difundido por los libros de caballerías: el
valor caballeresco, la sutileza del ingenio y la agilidad en el trato. Amadís, la Cárcel de Amor y la Celestina inauguraron las letras españolas en el
exterior. Las imprentas de Venecia, Milán, Amberes, Bruselas, París y Lyon publicaron constantemente obras de autores españoles: Marco Aurelio y el
Relox de príncipes de Guevara, el Lazarillo anónimo, la Diana de Montemayor (la visión platónica de una naturaleza perfecta se destacó por medio de
epítetos que respondieran mejor al arquetipo: agua corriente y clara, robusta y verde encina, colorada rosa), obras de Santa Teresa, Cervantes, Gracián,
Lope de Vega. Con ello, la lengua española alcanzó extraordinaria difusión. Muchos aprendían la lengua por la necesidad que tenían de ella. Fueron
muchos los diccionarios y gramáticas españolas aparecieron en el extranjero. La influencia de la lengua española, sobre todo en Italia y Francia,
conllevó la introducción de numerosos hispanismos:
La expresión buen gusto era una innovación española. En Italia buon o miglior gusto, en Francia go ût, en inglés gusto y en alemán el calco
geschmack.
El concepto de los compatriotas es denominado sforzato, sforzo, grandioso, fanfarone por los italianos, brave, bravoure, grandiose, fanfarron,
matamore, hâbler (hablar con jactancia) por los franceses.
La sociedad cortesana adoptó crianza y cumplimiento.
Francia registra menino y grandesse, que también aparece en inglés como grandeza,
De aspectos de la vida española hablan piccaro en italiano, sieste en francés, galan en alemán, desperado en inglés.
Danzas como la chacona y la zarabanda tuvieron músicos franceses, italianos y alemanes, quienes elaboraron sus ritmos ciaconna y sarabanda
en italiano, chaconne y sarabande en francés.
Guitare, castagnette, passacaille en francés, passagaglio en italiano, guitarre en alemán hablan del poder expansivo de la música española.
Otros préstamos refieren a la vida militar: rancio (rancho), morion, adjudant, a la guerra y tráfico marítimos: armada, flota, embargo,
karavelle, al vestido: gorra, ropille, sombrero, mantilla, a la vivienda: alcôbe, a relaciones sociales y domésticas: camarade, creato, al juego:
quínola, matador, a productos naturales y elaborados: manteca, salsapariglia, vainiglia, mancenille.
De la ortografía española procede el signo ç y con él el vocablo francés cédille y de los místicos la expresión la folle du logis: la loca de la casa.
A través de España llegaron a Europa multitud de americanismos: batate, patate, ca îman, canot, cochenille, hamac, maîs, pirogue, tabac
(francés) cocciniglia, tabacco, piragua, (italiano) patato, canoe (inglés).
En francés négre, créole, mulatre, en inglés negro, mestizo, mulatto y en alemán neger, mestize, mulatte.
Al venir a España Carlos V, desconocía el idioma de los súbditos a quienes había de gobernar pero España le proporcionó apoyo para hablar y vestir
a lo español. Según versiones para dirigirse a las damas prefería el italiano; para tratar a los hombres el francés; pero para hablar con Dios el español. El
imperialismo lingüístico, unido al político, halló horizontes de universalidad.
En el siglo XVI se completa la unificación de la lengua literaria con el auge del castellano. Coincide el descenso vertical de la literatura catalana. La
unidad política-nacional, la necesidad de comunicación con las demás regiones y el extranjero, donde sólo tenía curso el castellano y el uso de éste en
la corte, acabaron por recluir al catalán en los límites de habla familiar.
Se produjo el florecimiento de la literatura escrita en la lengua castellana en obras de escritores catalanés como Boscán, aragoneses como Zurita,
los Argensola y Gracián, los valencianos como Timoneda, Gil Polo, Guillén, De Castro, Moncada. Lusitanos como Sá de Miranda, Cam ôes, Rodrigues
Lobo y Melo, practicarán el bilingüismo. Montemayor pertenece íntegramente a la literatura castellana.
Juan de Valdés opina que la lengua castellana no se habla solamente en Castilla, y esto es porque el castellano se había convertido en idioma
nacional. Se sobrepuso dicho nombre con el de lengua española porque fuera de España dicha designación era adecuada para representar el idioma de
la nación recién unificada y dentro de España aragoneses y andaluces no se sentían partícipes del adjetivo castellano pero sí del español.
El Renacimiento incrementó el uso del latín entre los doctos en sus obras doctrinales, como lengua del mundo civilizado, mientras los humanistas
intentaron resucitar el latín de Cicerón repartiendo la frase en miembros contrapesados. Nebrija, que inició el estudio de nuestro idioma, Luis Vives,
García Matamoros, Fox Morcillo, Arias Montano y Luis de León compusieron sus obras en latín. Sólo se concedía a la lengua nativa el campo de la
literatura novelística y de amores.
La exaltación nacionalista que acompañó a la creación de los estados modernos se reflejó en un mayor aprecio de las lenguas nacionales. Pero su
origen fue explicado como corrupción del latín a causa de la mezcla de pueblos. Valdés consideraba al castellano como lengua rica en vocablos latinos,
aun cuando estuviesen corrompidos. Para refutar ello se intentó buscar semejanzas entre el romance materno y el latín.
En 1498, Garcilaso de la Vega, padre del poeta, había pronunciado en Roma siendo embajador de los Reyes Católicos, un discurso que pretendía ser
a la vez latino y castellano. Todavía en el siglo XVII se produjeron composiciones hispano-latinas.
Pero el Renacimiento no se limitó al retorno hacia la Antigüedad. Una corriente era la exaltación de la naturaleza en sus productos más inmediatos y
espontáneos, por eso rehabilitó el cultivo de las lenguas vulgares. En los distintos países aparecieron apologías de lenguas respectivas: en Italia las
Prose della volgar lingua de Pietro Bembo, en Francia la Défence et illustration de la langue Françoise de Du Bellay, en España el Diálogo de la Lengua
de Juan de Valdés. Uno de los defensores del español en el siglo XVI, Cristóbal de Villalón proclama a la lengua española como algo no inferior, si se la
ensalza y pule como los griegos y latinos hacen con la suya.
A partir de la obra de Bernabé Busto, Arte para aprender a leer y escrevir perfectamente en romance y latín, Pedro Simón Abril propuso a Fernando
II la conveniencia de que las enseñanzas se dieran en lengua vulgar y que los niños aprendieran la gramática española antes que la latina. Había que
enriquecer e ilustrar la lengua, empleándola en asuntos dignos y cuidando el estilo.
El español recién salido de su evolución medieval carecía de textos que satisficiesen las apetencias de perfección formal. Por ello domina el criterio
de naturalidad y selección (XVI), a diferencia del barroco que se basará en el ornato y el artificio (XVII).
La norma general del lenguaje era la expresión llana, libre de afectación, pero depurada según los gustos del habla cortesana. La doctrina estilística
de la época se encierra en la frase de Valdés: el estilo que tengo me es natural y sin afetación nunguna escrivo como hablo. Aunque el autor destaca
que es cuidadoso en el uso de vocablos que respondan a determinados matices significativos. Para él, la lengua española es tan digna y gentil como la
toscana, pero más vulgar y menos elaborada como las lenguas clásicas.
Ejemplo de dicho gusto literario es Boscán. Garcilaso lo elogia porque usó términos muy cortesanos, no nuevos ni desusados, fue muy fiel traductor
sin atarse al rigor de la letra pero sí a la verdad de las sentencias. Boscán y Garcilaso introducen la versificación italiana: endecasílabos selectos y
reflexivos, de suma simplicidad, con comparaciones fáciles y metáforas consagradas por la tradición literaria. El arte de Garcilaso consiste en
transformar las palabras en susurro de abejas. Se destaca por introducir:
Cultismos asentados previamente, pero con significación distinta de la habitual: animoso viento: impetuoso, conducido mercenario:
contratado, importuno dolor: grave.
Acusativo griego de relación o parte: los alemanes/ el fiero cuello atados.
Tipos de hipérbaton raros o desusados: que este velo/rompa del cuerpo, una extraña y no vista al mundo idea.
Estos recursos empleados sin alarde no son fácilmente visualizados por el lector normal, su lenguaje poético fue modelo para toda la poesía
española del Siglo de Oro.
El prosista más artificioso de la época de Carlos V es Fray Antonio de Guevara. Utiliza frases simétricas y contrapuestas: siguiendo la arquitectura
ciceroniana, enumeraciones abundosas y finales en consonancia, paralelismos, antítesis, enumeraciones frecuentes y largas. Anticipa la preocupación
barroca por la exuberancia formal. Su huella es indudable en la prosa cervantina. Sus obras son Marco Aurelio, Menosprecio de corte, Epístolas
familiares, Arnalte y Lucenda.
Juan Boscán
Coplas (fragmento)
Es tan fuerte
que bien puede dar la muerte;
mas la vida
va muy lexos de perdida,
pues gana la mejor suerte.
Capítulo XX último capítulo de Menosprecio de corte y alabanza de aldea, de Fray Antonio de Guevara.
De cómo el autor se despide del mundo con muy delicadas palabras. Es capítulo muy notable.
Quédate adiós, mundo, pues no hay que fiar de ti ni tiempo para gozar de ti; porque en tu casa, ¡oh, mundo!, lo pasado ya pasó, lo presente entre las manos se pasa,
lo por venir aún no comienza, lo más firme ello se cae, lo más recio muy presto quiebra y aun lo más perpetuo luego fenece; por manera que eres más difunto que un
difunto y que en cien años de vida no nos dejas vivir una hora.
Quédate adiós, mundo, pues prendes y no sueltas, atas y no aflojas, lastimas y no consuelas, robas y no restituyes, alteras y no pacificas, deshonras y no halagas,
acusas sin que haya quejas y sentencias sin oír partes; por manera que en tu casa, ¡oh, mundo!, nos matan sin sentenciar y nos entierran sin nos morir.
Quédate adiós, mundo, pues en ti ni cabe ti no hay gozo sin sobresalto, no hay paz sin discordia, no hay amor sin sospecha, no hay reposo sin miedo, no hay
abundancia sin falta, no hay honra sin mácula, no hay hacienda sin conciencia, ni aun hay estado sin queja, ni amistad sin malicia.
Quédate adiós, mundo, pues en tu palacio prometen para no dar, sirven a no pagar, convidan para engañar, trabajan para no descansar, halagan para matar,
subliman para abatir, ríen para morder, ayudan para derrocar, toman para no dar, prestan a luego tornar, y aun honran para infamar y castigan sin perdonar.
Valdés juzga con discreta severidad las Trescientas, el Amadís, otros libros de caballerías, la Celestina. Lo hace acudiendo a los refranes; que atraían
el interés de los renacentistas; por ser manifestación de la sabiduría natural.
Valdés para dictaminar en materia de lenguaje alega los títulos de ser “hombre criado en el reino de Toledo y en la corte de España”, y
consecuentemente rechaza rusticismos como engeño, hucia, pescudar, prodigados en las farsas pastoriles de Encina y sus seguidores, prefiriendo
ingenio, confianza y preguntar. No le agrada el habla de Andalucía “donde la lengua no está muy pura”. Su elección coincide por lo general con las
tendencias que habían de prevalecer: así recomienda vanidad, invernar, abundar, cubrir, començar, tropeçar, de ponerlos, por traerlos, ponedlo,
dezirlo, que se han sobrepuesto a sus oponentes vanedad, envernar, abondar, cobrir, escomen çar, estropeçar, de los poner, por los traer, poneldo,
dezillo. Rehúye el latinismo excesivo, tanto en la pronunciación de los grupos cultos de consonantes como en la introducción de cultismos léxicos.
Después de examinar la conveniencia y valor significativo de vocablos como paradoxa, tiranizar, idiota, ortografía, ambición, dócil, insolencia, persuadir,
ecepción, aboga por su adopción definitiva.
No pretendió formular una doctrina sistemática sobre las cuestiones de lenguaje, sino mostrar sus puntos de vista acerca de ellas; tampoco ofreció
soluciones definitivas para los casos de duda sino simplemente sus gustos personales. Incurre en frecuentes contradicciones pues las reglas que da no
están siempre de acuerdo con lo que él mismo práctica.
La crisis religiosa y social da lugar a que surja una literatura polémica que gusta de la expresión llana, aunque selecta y cargada de intención satírica.
Es el tipo de prosa más característica del erasmismo. En los Diálogos de Alfonso de Valdés abunda el paralelismo antitético, que obedece al propósito
de subrayar el contraste entre la doctrina evangélica y la práctica real. El despojo de retórica y la vivacidad de narración y coloquio animan la crítica en
el Viaje de Turquía atribuido a Cristóbal Villalón y a Andrés Laguna.
La actitud de protesta logra su representación más genial en el Lazarillo de Tormes: por primera vez en la literatura europea el protagonista es un
ser humano que ha crecido en la miseria y se ha librado de ella, a costa de su propia degradación, en un mundo hostil. Haciendo uso constante de la
ironía el narrador deja escaso margen a los artificios formales: algún verbo al final de frase, algún paralelismo, acusativos internos y otras formas de
figuras etimológicas, alguna rima, alguna paronimia (su passo y compás en orden, le cozia y comía los ojos). Narración, descripciones y diálogo son
escuetos, sólo registran lo significativo, de situaciones y actitudes. Frases de los libros sagrados de aplican a lo profano, a veces con doble sentido
sarcástico. Se forjan derivados ocasionales: panal hace referencia al pan y su dulzura en el hallazgo. La adjetivación refleja el punto de vista: hambriento
colchón, dulce y amargo jarro. La bondad natural alivia el amargor de un relato que resulta divertido. Todo esto dio nacimiento a la novela moderna.
Los cuarenta últimos años de siglo impregnados del espíritu de la Contrarreforma se caracterizan por el esplendor que alcanza la literatura religiosa.
Sobresale del fervor místico. Los escritores místicos nos hablan del proceso del alma que, despojada de todo apego a lo terrenal y concreto se encierra
en sí para lanzarse en busca de Dios, alentada por el amor y sin más guía que la fe. Refieren a la experiencia penosa y deslumbradora del amor divino, el
lento ascender del espíritu hasta fundirse en íntima unión con el Amado. La meta suprema de la vida mística excede a todo conocimiento. En la pugna
por expresar lo inexpresable, los místicos se valen de símbolos, alegorías, metáforas, y comparaciones, aplican al amor de Dios el lenguaje más ardiente
del amor humano, y acuden a sublimes contrasentidos: entender no entendiendo, glorioso desatino, divinal locura, rayo de tiniebla. Forjan el
instrumento léxico y las palabras amplían sus dimensiones conceptuales para abarcar la infinitud vivida. Tal es el horizonte que nos descubren Santa
Teresa y San Juan de la Cruz.
Santa Teresa no es una monja inculta: en sus años juveniles leía libros de caballería y poesía de cancionero, después en el convento, fue asidua
lectora de libros ascéticos y místicos. Pero no escribe con propósito literario, ni por iniciativa suya, sino por mandato de sus confesoras o a
requerimiento de sus monjas.
Le importa declarar bien las cosas del espíritu; pero no el cuidado de la forma y emplea el lenguaje corriente, el habla hidalga de Castilla la Vieja (no
aspiración de la h-, confusión de las sibilantes sordas y sonoras), sin atenerse al gusto cortesano ni buscar galas cultas, busca la expresión menos
estimada o rústica, lo que llamaba estilo de ermitaños y gente retirada. La consecuencia de las ideas no obliga al desarrollo lógico de la frase, se pierde
en cambios repentinos de construcción y abandona a veces lo que ha comenzado a decir. Esta humildad teresiana está ajena a la fijación del idioma por
la literatura; conserva formas anticuadas o en trance de arrinconarse: en tramos (ambos), sabién, sabían, mijor, siguir, dispusición, enclinar, mormurar,
vulgarismos: an (aún), anque, relisión, ilesia, naide, cuantimás, train (traen), y deformaciones literarias de voces latinas: teulogía, iproquesia, primitir,
intrevalo. Sin pretenderlo este lenguaje es eminentemente artístico por sus alegorías. Gracias a las imágenes se resuelven dificultades de exposición y
se expresan con acierto los conceptos. La unión del alma con Dios es definida como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo que toda la luz fuese
una. La feminidad afectiva se explaya en diminutivos: esta encarceladita de esta pobre alma, como avecita que tiene pelo malo, cansa y queda. La
huella de sus lecturas subsiste en sus escritos. Sabe construir frases de gran complejidad, con incorporación de varias subordinadas, sin perder el hilo
conductor. Su obra Exclamaciones se desborda en apóstrofes, interrogaciones, miembros semejantes, anáforas, antítesis. Los escritos teresianos
inspirados por el amor y rebosantes de emoción, obtenían por añadidura la suprema belleza literaria.
" Son tan oscuras de entender estas cosas interiores, que a quien tan poco sabe como yo, forzado habrá de decir muchas cosas superfluas y aun desatinadas para decir alguna que acierte.
Es menester tenga paciencia quien lo leyere, pues yo la tengo para escribir lo que no sé; que, cierto algunas veces tomo el papel como una cosa boba, que ni sé qué decir ni cómo
comenzar. Bien entiendo que es cosa importante para vosotras declarar algunas interiores, como pudiere; porque siempre oímos cuán buena es la oración, y tenemos de constitución
tenerla tantas horas, y no se nos declara más de lo que podemos nosotras; y de cosas que obra el Señor en un alma declárase poco, digo sobrenatural. Diciéndose y dándose a entender de
muchas maneras, sernos ha mucho consuelo considerar este artificio celestial interior tan poco entendido de los mortales aunque vayan muchos por él. Y aunque en otras cosas que he
escrito ha dado el Señor algo a entender, entiendo que algunas no las había entendido como después acá, en especial de las más dificultosas. El trabajo es que para llegar a ellas -como
he dicho- se habrán de decir muchas muy sabidas porque no puede ser menos para mi rudo ingenio. "
El nombre, si habemos de decirlo en pocas palabras, es una palabra breve, que se sustituye por aquello de quien se dice y se toma por ello mismo.
O nombre es aquello mismo que se nombra, no en el ser rel y verdadero que ello tiene, sino en el ser que le da nuestra boc y entendimiento.
Porque se ha de entender que la perfección de todas las cosas, y señaladamente de aquellas que son capaces de entendimiento y razón, consiste en que cada una de
ellas tenga en sí a todas las otras y en que, siendo una, sea todas cuanto le fuere posible; porque en esto se avecina a Dios, que en sí lo contiene todo.
Y cuanto más en esto creciere, tanto se allegará más a El, haciéndosele semejante. La cual semejanza es, si conviene decirlo así, el pío general de todas las cosas, y el
fin y como el blanco adonde envían sus deseos todas las criaturas.
Consiste, pues, la perfección de las cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que por esta manera, estando todos en mí y yo en todos los otros,
y teniendo yo su ser de todos ellos, y todos y cada uno de ellos teniendo el ser mío, se abrace y eslabone toda esta máquina del Universo, y se reduzca a unidad la
muchedumbre de sus diferencias, y quedando no mezcladas, se mezclen
Fernando de Herrera
Mientras en Castilla florecía la lírica de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz, los literatos sevillanos gestaban nuevas tendencias poéticas. El
manifiesto de la escuela sevillana fueron las Anotaciones de Fernando de Herrera a las obras de Garcilaso. En el Prólogo Francisco de Medina se duele
de ver tan descompuesto al español como si no mereciese ornamento, pues los escritores derraman palabras con ímpetu natural.
Medina, como Herrera, pretendió ennoblecer el lenguaje por caminos distintos a los seguidos por Garcilaso y Fray Luis de León. Mientras éstos
crearon belleza con palabras de uso común, Herrera se esforzaba por dar a la poesía una lengua autónoma, diferente del habla general. La postura
herreriana consiste en el sistemático apartamiento del vulgo. Pero la obra poética ya no será para todos, sino sólo para los escogidos, los doctos llenos
de erudición. Herrera prodiga recuerdos mitológicos en los que muestra su familiaridad con textos grecolatinos y atiende por ello a la majestad de la
forma. La oscuridad no le pareció un defecto por ser hija del refinamiento culto. El neologismo para él presentaba enriquecimiento idiomático. Así
justifica la creación de derivados como languideza, ondoso, lassamiento, de lánguido, onda y lasso (triste), y la adopción de palabras latinas y
extranjeras. Herrera emplea cultismos como: sublimar, consilio, cura, horrísono, argentar, hercúleo, luxuriante, y formas latinas como: pluvia, prora,
ímpio. Se repiten con insistencia: ardor, esplendor, yerto, ledo (alegre), ufano. En la sintaxis reproduce variedades de hipérbaton latino.
ROJO SOL