Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
TOMO I
(Arts. 1 a 14) ---
2! edición, actualizada
III
TRATADO
DE
DERECHO CONSTITUCIONAL
(Constitución d e la Nación Argentina, comentada,
y anotada con legislación, jurisprudencia y doctrina)
TOMO 1
(Arts. 1 a 14)
20. edición
¡a edición: 1993.
¡
i
~ l.S.B
• l.S.B .
Hecho el
VII
Dedicatorias:
,'V"wtr se debe la vida de tal suerte,
"
q/U? viva quede en la muerte .
GóM KZ MANIUQ\lE.
. . as a cuyo per-
A Mercedes, esposa, compañera y alIDga, ~acl 1 1 z
manente aliento Y colaboración. esta o~ra ha V1sto a u .
A Maria José, mi hija pnmogémta y colega. .
AL' ana Adela con el ferviente deseo de ser tesbgo de. su
. UCl ~. 1 d' fidelidad a la República Y a la Constltu-
Juramento prOleslOna e
ci~.
A la memoria de mis ilustres colegas, Dres. M~uelBl e gra-
nu, Mariano Moreno, Juan J . Castelli, Manu~l Antom.o de Castro,
Juan Bautista Alberdi, José Benjamín Gorostiaga, Lms V. Varela,
Antonio Bermejo, Rafael Bielsa, Carlos Sánchez Viamonte, Alfre-
do ' L. Palacios y Luis Maria Boffi Boggero.
A la memoria de mi querido y recordado maestro Ambrosio
L. Gioja.
Al Dr. Carlos S. Fayt, un magistrado consustanciado con su
juramento de fidelidad a la República.
A mi querido amigo, el profesor Dr. Pedro J . Frías, por su
constante defensa del sistema federal.
Al catedrático español Dn . Jesús González Pérez, con quien com-
partimos conceptos fundamentales sobre la dignidad del hombre.
A la querida memoria de mi amigo, el profesor Dr. Pablo A.
Rarnella, decano de los constitucionalistas argentinos, por su cons-
tante prédica de los valores cristianos, que son los de la dignidad
del hombre.
. . A iodos ~os abogados que han sacrificado o arriesgado su
dlgmdad, su V1da y sus derechos en defensa de la Constitución
es decir, de la República, de In democracia y de la dignidad dei
hombre.
IX
, Rn.vV A. EDICIÓN
PROLOGO DE LA P llUA:l.~
"Al rey, la hacienda y la vida
se ha de dar· pero el honor
es patrimonio del alma,
y el alma sólo es de Dios".
CALDERÓN DE LA BARCA.
,
como lo afirmé en el ogo Manual , mis trabajos
1 no han sido ni serán as~bc:1D6 ni mucho menos una
mera recopilación de las . tengo plenamente mi
compromiso con 1 fwtld:lDlllE!IIgle5 'p 'ÍDI:lpios de la república y de
•1\ la democracia.
Es por ello que
ocasiones- mi di.!;'lCr'epllIDáa
adristir -en innumerables
~
ría a mi COInp
• ,
Además,
está imbuida
CO"lll.O
de mi
que tiene la dignidad hulm.ana '..........,..;--.
~
Esto no impli por 1
•
cuales no coincido. Al os criterios con lo
ya enunciad seria un . ~ cuenta los objetivos
,•
con las cual c:li.serepo m Ignorar las opiniones
~ pleto de 1 temas. ' dando así al lector un panorama incom-
En este sentido quizá ha
· I defecto, ya que ~ todos I ya pecado por exceso antes que por
tratado de brindar el panorama~ d~tro de lo posible- he
•
~
correspondientes citas a . d
dije más arriba- desee PIe e ,
P:u:ticular.
;::m
profundizar el
pJio de opiniones, Con las
para ~l lector que -como
de algún tema en
•
í,
XII PR.6LOCO DE LA PRIMERA EDICIÓN
,
I
está imbuída de mi firme creencia acerca de la jerarquía suprema
que tiene la dignidad humana ("honor" la llama Calderón, en la
cita trascrita en el epígrafe de este prólogo) en la escala de los
derechos humanos.
I Esto no implica, por supuesto omitir criterios con los
j cuales no coincido. Al contrario teniendo en cuenta los objetivos
í ya enunciados, sería un fraude intelectual ignorar las opiniones
con las cuales discrepo. dando así al lector un panorama incom-
í pleto de los temas.
En este sentido. quizá haya pecado por exceso antes que por
j defecto. ya que -en todos los casos y dentro de lo posible-- h e
tratado de brindar el panoraD1a más amplio de opiniones, con las
correspondientes citas a pie de página, para el lector que -como
,,
dije más arriba- desee profundizar el estudio de algún tema en
I particular .
í
PROLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN XIII
ÍNDICE
PnÓLOC:O DE LA SEUUNDA EDICiÓN .. . ........ . .. .. .. . . ...•. .. .. .... .. ... .•. .. ... ........... IX
PRÓLOGO DE LA PHIMERA EDJ(;IÓN. ••. .... .... .. . . . . . ... ••. .... ..• . . .. ... . ....... ... .. .... .. XI
1. Advertencia previa... .. ... . ...... ...... ...... ....... ....... .... .... .... .. ...... ...... ... 1
n. P.I poder y la libertad . Sus relaciones .. ... .... ... ... ... .... .. ... .. .... ... :.l
n .l. El poder. Concepto. Clases. .......... ...... ..... .... ... ................ 2
n .2. Su encuadramiento jurídico. Su institucionalización ... 3
11 .3. Los sujetos del poder .. ....... .. .. . .. ....... ... ...... .. .. ...... ... ....... ... 4
11.4. La libertad: su relación con el poder. Concepto y con-
tenidos .... ... ..... ............... ..... ........... ... .. .... .. .. .. .......... ............ 5
11.5. Los cont.roles sobre el poder. Concepto y contenidos.
Clases ........ .. ...... ...... .. ... ... ............. ..... ........ .. ............. .. ... ... 8
11.5.1. Control político. Remisión ........... ........ .... ............. .... 9
1I.5.2. Controles sobre la administración pública .. .. .... ..... 10
1I.5.:.l .l. Control financiero. El Tribunal de Cuentas ....... ... 10
11.5.2.2. Control jurídico interno ......... .. .......... ... .... ................ 12
11.5.:¿.2 .1. El cuerpo de abogados del Estado .. .. ... ........... ........ 1:.l
11.13.2.2.2. La Fiscalía Nacional de Investigaciones Adminis·
trativas .. .... .... ......... .. ......... .. ... ... ................ ..... .. ... .... .. .. 14
11.5.2.3. Control legislativo sobre la administración .... ....... 17
IT.5 .2.3.1. El comisionado parlamentario........ ... ..... ....... .. ...... ... :.lO
n.5.2.4. Control jurisdiccional. Breve noticia . Remisión .. .. . 24
11.5.2.5. El ministR.rio público. Breve noticia. Remisión .. ... 20
n .5 .3. Los tribunales administrativo. Remisión .... .. .... .... 2R
111. Lo::; prindpios gelleralp.s 1I axiomas del derecho constil ucio-
nul.. .. ... .................... .. ...... ............... ........ .... ...... .................. 28
1. Axioma de fundamontalidad .. ........ .. ........... .. ..... ............. ao
1.1 . Tp.orema dp. III supremacía ......... ............... ....... .. . ;11
:.l. Axioma de garant.i7.E\ción del espacio de la libertad... 32
2.1. Teorema de la división de atribuciones.. ..... .... ............. 33
2.2. Teorema clp. la especificidad de competencias dt:l 101:; ór-
ganos .... ... .. .... .. ... .... ..... ..... .... .. ....... ..... .............. .... ...... ..... ... 33
2.3. Teorema de la indelegabilidad de las competenciFls ... 33
íNDICE
XVI
2.4. Teorema de la responsabilidad ... .... ........ .... ...... ....... ...... . 34
34
2.5. Teorema del control ............ ............. ·.. · ............................ ·
3. Axioma de la soberanía del pueblo ............ ........ .. .... .. .. .. 37
3 .1 . Teorema de la verificación permanente de la voluntad
política de la ciudadanía ..... .................... .. .................... .. . 38
3.2. Teorema del modelo del Estado social de derecho ...... . 38
4. Axioma de t.ot.al.id.ad -_ ................................................... .. 39
5. Axioma de perdurabilidad o futuridad ......................... .. 39
5.1. Teorema de generalidad de las normas constitucionales 40
41
5.2. Teorema de funcionalidad ........................... .......... ...... .. .. . 41
IV ~3~J:~: ~e adaIJtalpl;d.,"" .... ::::::::::::::::::::::::;: . ::::::.::::::::::: 41
51
· TI? lo ' de - CODS • • . Principales clas.¡fic~ClOnes .. 57
Y. po g¡a . .. de normas constituClonales ..
VI. Métodos de mt.erpretaaDll
67
Concepto Y objetivos .... ··········· ...... ·.. · .. :.. ·· ..: .. ··al
·.. · .. ·...... · .. ·.. ·.. · .. · ..· 68
1. entos del nuevo oroen constituclOn ... ...... .... ......... . 72
2. Fundam el reámbulo ............. .
3. Objetivos enumer~d~ en P ............................................... . 76
4. Alcance de los objetivos ................................ . 77
5. Alcance jurídico del preámbulo ...... .. ........... .. .... ... ........... ...... .. . 78
6. Jurisprudencia ........................................................................... .
P ARTE PRIMERA
CAPITULO úNICO
7. Concepto ..................................................................................... .. 81
8. ~tecedente~ y .derecho comparado. Derecho de la integra-
cIón humarutaria ........................................................................ . 83
9. Clasificación de los derechos subjetivos ................................ .. 90
10. gerechos de primera. segunda y tercera generación ........... . 92
11. tras clasificaciones ....................... _......................................... . 102
12. ~atividad de los derechos subjetivos. Remisión ................. . 102
13. bito personal de los derechos subjetivos ......................... .. 102
14. Derechos colectivos. Intereses difusos ..................................... . 104
,.
15. Operatividad y programaticidad de los derechos ................. .. 111
AIrrtCULO 1
I
ÍNDICE XVII
~~: ~:~:~1~::::~~~~=:::: : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : :
142
148
159
26. Relaciones de subordinación ........................................ ............. . 167
27. Relaciones de participación ..................................................... .. 167
28. Relaciones de exclusión .................. ................. .......................... . 168
29. Relaciones de concurrencia .......... ........ :...............; .................. .. . 170
30. Garantías de acatamiento a las relaclOnes reCIprocas ......... . 171
31. Derecho federal ............... ....... .... .......... .. ........... ................. ... ..... . 171
32. Situación actual del federalismo ......... ... ...... .......................... .. 175
33. Estados regionales .. ..... ...... ...................... .................... ...... ... ..... . 180
34. Jurisprudencia ...... ..... ....... ... .... .... ..... .. .. ..................... ... .. .. ........ .. 183
ARTícULO 2
35. Relaciones entre la Iglesia y el Estado .... ... .... .............. ....... .. 191
36. Jurisprudencia .. ...... .. ..... .... ........ ... ..... ... .... .... ... .. .. ... ... ...... .......... . 195
ARTIcULO 3
37. La cuestión capital ..... ........ ..... ................. ................ ........ .... ...... 199
38. El traslado de la Capital Federal a Viedma-Carmen de Pa-
tagones ........ ... ............ ..... ..... ........ ... ........ .. ...... ..... ......... ........ .. .... . 214
39. Leyes relativas a la cuestión de la Capital Federal.. .......... 215
Ley 1029 .. ... ..... .. ........ ..... .. ...................... .. .... .......... ........... .. ........ 216
Ley 1030 .......................... ............................................................ 216
Ley 1031 ... .......... ..... ....................... ..... .. ............... ........ .... ... .. .... .. 217
Ley de la Provincia de Buenos Aires, del 26 de noviembre
de 1880 ....................................................................... .... ... ...... .. .. 218
Ley 2089 ............. ... ....... ................................ .............. ......... ........ 218
Ley (de facto) 19.610 ......... .... .............................. .. ....... ......... .... 219
Ley 23.512 ....................... .... ............................................... .... ... .. 220
40. Régimen jurídico de la Capital Federal................. ....... .......... 226
41. Municipio del distrito federal ......... .. .............................. .. ........ 229
42 . Jurisprudencia .. ..... .... ... .... .. ............................................ .. .. ......... 232
AnT1Cm.o 4
43.
El Tesoro nacional ... .. ....... .. .. ....... .......... ..... ........ ..... .... ........... .. ..
44.
Potestad tributaria. Concepto. Límites. Recursos financieros
237
45. tributarios. Objetivos. Clases . ......... .. ........... ................ ..... ...... .
~~~aes~B~OQ:~~fi~~~i6~·:::::::::::::::::::::::::::: : : ::::::::: : :::::::::::::: ::
238
46 243
245
XVIII Í DIe E
,.
~
64. La coparticipación impositiva _ _i--
65. Otros recursos financieros del
66. Venta o locación de tierras de pnpo:4:lod
67. Empréstit.os y operaciones de
68. El ahorro forzoso. El canje de
_ _........ ..... .. ..... .... ..... .
-
nos de la deuoFl externa y la a._iii:3i:!1::liÓCl de la deuda públi-
bancarios por bo-
289
293
293
295
AHTICULO 7
ARTICULO 8
90. Ciudadallía y nacionalidad ....... ... .......... ......... ...... .. ............ .... 403
91. (;I'iCerios para adj udicar la nacionalidad .. .... .... .. .......... ....... 404
92. Categorías de nacionalidad .. ........... ........ .... .. .... .. ........ ........... 406
93. Pérdida o s uspensión de la ciudadanía ........... .... ......... ....... 407
94. Unidad de nacionalidad ...... .. ............... .. ... ...... .. .... .... .. ........ .... 408
Ley 18.957 ......... ......... ... ....... ............. .. .............................. .... ... 40D
Convenio de nacionalidad entre la República Argentina y
Espailfl ....... .... .......................... ................................................. 409
Ley 20.588 ... .. .... ..... ...... ............... ..... .............. ............. ..... ........ 412
ConVf~n i o de nacionalidad entre la República Argentina y
la República Italiana .... ..... .. ...... .. .............. ........ .. .... ....... ...... .. 412
95 . Ciudauanos de las provincias ....... ........ .......................... .. .... . 415
96. Extradición recíproca de criminales ....... ...... ........ ... ......... .... 417
97. Jurisprutlenci a....................... .............................. .... ...... .... ...... 419
ARTICULO 9
98. Aduanas ... .. ....... .............. ........ ....... ..... .......................... ...... .. .. . 429
99. Aduanas nacionales .. ................................. ............................. . 432
100. Jurisprudencia ..... ......... ....... .. ........................... .............. ......... . 132
AnT1CIJl.O 11
81. Intervención represiva ............................... .. ........ ........ .... .... ... 372
82. Intervención anticipada ................................ .......................... 374
83. Autoridad competente ............................................................. 375
84 . Alcance de la intervención ................................... ...... ........ .... 377
85. El interventor federal........... ...................................... .... ........ 379
86. Discusión sobre la conveniencia d reglamentar el arto 6 381
87. Julisprudencia .......................................................................... 382
ARTlcm.o 7
88. Actos públicos provinciales ........ .... .............................. ...... .... 389
89. Jurisprudencia ....... ....................... .... ........................................ 396
ARTlcm.o 8
AnTictJJ.Q 9
ARTICULO 10
AH'l'lCULO 11
104. Circulación de bienes ... ...... ................ .. ..................... .... ........ .. 441
105. Agrcgados introducidos en la reforma de 1949 ................. . 447
xx ÍNDICE
............... 447
106. ~~~;~~~d~~ ~·.·.·. :·.:·. ·. ·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·... .:. . . :. . . . ... .... .... ... . :. . . . . :. . . . ..:.. 451
107.
ARTIcULO 12
465
J~::~;::~~~?~.~~~~~~i~~~:::::::::.::::::::::~::::::.:~:~:~:::::.::::
108. 465
109.
110 . 466
AHTICUl.O 13
115. 473
116.
sión ........................... _ ______........................................ . 474
117. Clasificación de los c:ivile ........ .... ...... ............... .. .. 474
118. Ámbito de extensión de los derechos civiles ...... . 475
119. Orden de prelación de - derechos ........: ..::...................... .. 477
120. R l tividad de los d civiles. ReIIDslon ................... .. 495
121. De a ho de trabajar. Remisión .............. ........................ .... ... . 495
122. D:~:~ho de ejercer industria lícita ......................... .... ......... . 495
123. Derecho de navegar ............................................................ .... 499
124.
125 .
126.
..
g:~~~~~~ ~: :~~rc::: &~-~=-:.~~~~~~~:~~~~~~:::~::::::::::::::::.:.
Derecho de peticionar .................................... ..... ... ........ .. .... .. .
501
503
504
127 . Derecho de entrar en el territorio argen: . no ......................
128. 507
Derecho de permanecer en el ten'tt.orio argentino ............ . 508
129. Comentario crítico a las llamadas de residencia- ..
130. 510
Derecho de transitar ......... _..... _............................................ .
131. 512
132. Derecho de salir del territorio ............................................. .
513
133. Comentario critico de la ey 22.439 ................................... ..
Derecho a la información ..................................................... ..
515
~ Derecho a informar .................................... .. .......................... . 516
135. 522
136. Derecho a la expresión pública de ideas U opiniones ...... .
Aspecto negativo del derecho de expresión de las ideas. 523
137. Prohibición de censura previa. La represión a posteriori .
¿Es POSible la cen ura previa emanada de un juez? ........ 524
138. 530
139. Aspecto positivo del derecho de expresión de las ideas ...
142. Afiches, carteles, volantes, foUetos, etc ... .......... ................. .. 542
143. Teatros : espectáculos público ..................... .. ................. ..... .. 544
144. Radio. Televisión ..... ............................................................ . 545
145. Televisión por cable y en circuito cerrado ........................ .. 550
146. Telecomunicaciones ................................................................. . 551
147. Telecomunicaciones por satélite ........................................... . 552
148. Cinematografía ...... ..... ......... ................................................. ... . 555
149. Videocasetes ......... ........ .... .. .... ...... .. ......................................... . 558
150. Creación artística ........... .............. ... ... ... ..... ............... ............. . 558
151. Derec~o a la tr~s~sión pública de not icias ......... ............ .. 559
152. AgenCiaS de notlclas ...... ..................... ..... ....... ................. ... .. .. 560
153. Derecho a informarse .. ..... ........... ..... ................................. .. .. . 562
154. Libre acceso a las fuentes de información ...... ...... .... ..... ... .. 563
155. Protección de la confidencialidad de las fuentes de la in-
fonuación ........ ... .... ... ... .. ............ ...... .. .. ....... ... ... .... ........... ... ... .. . 565
(l~. Derecho a la protección contra la información disfuncional
o abusiva ........... ... .. ...... .......... .. ........ ... .. ............................... ... . 568
<¡® Derecho a la privaciclad ..... ............. ....... ............... .. ............. .. 569
158. Protección contra la invasión de propaganda o publicidad 582
lG9. Protección contra la difusión de noticias fals as y opiniones
injuriosas ... ............. .......... ..... .. ..... ........ ...... .. .. ... ........ ... ..... .. .... . 583
160. Acceso a los medios para contestar . Derecho de réplica .. 585
161. Estado actual de la vigencia del derecho de réplica .. ....... 612
162. Derecho de u~ar y disponer de su propiedad. Remisión .. 621
163. Derecho de asociarse con fines útiles ............ .. .... ... ... ........ .. 621
164. Derecho a constituír una asociación ... ........... .... ............... .. .. 627
165. Derecho a gobernar la asociación ................ ........... .. .......... .. 628
166. ¿Existe el derecho a ingresar en una asociación ya consti-
tuída? ...... .. .. .... ...... ... .... ... .. ..... .. ... .. .. ...... .. ....... ............. .... .... .. ... . 629
167. Derecho a no ser asociado compulsivamente ..... .. .. ....... .... .. 634
168. Clases de asociaciones .. ............................ ............... ... .......... .. 645
169. Libertad religiosa ................................. ...... .......... ... .............. . . 646
170. Libertad de conciencia religiosa ........... ........... ... ..... .... .... .... .. 649
171. Libertad de culto ........ ..................................................... ....... . 650
172. Registro de cultos no católicos ...... ............ .......... .. ...... ....... ... 651
173. Conflictos en materia de cultos. Los objetores de concien-
cia ..... .... .. ... .. .. .... .......... ..... .......... ........... ........................ .. .......... 654
174. ' Derecho a la ed ucación, derecho de aprender. Derecho de
enseñar ... .... ............... ............ ..... .. .. ....................... ...... ... .. ........ . 671
175. Educación pública y privada ................................................ . 678
176. Distribución de competencias en materia educativa ......... . 681
177. Educación universitaria .. ... ...... .. .. ..... .......................... . '" ... .... . 686
178. Las universidades privadas .............................. .... .............. . .. 696
179. La educación en la reforma constitucional de 1949 ..... ... .. 697
180. Jurisprudencia .... ... ..... ... .. ....... ... ........ .......... ................... ... ... ... . G9!:\
1
CONSTITUCIÓN DE LA CONFEDERACIÓN
ARGENTINAl
TiTULO PRELIMINAR
l. Advertencia previa.
2 Este análisis
i lo .
da- en el capítulo de , ;Jectuad.o -bien q~e e?, forma más resumi-
roa. Buenos Aires. 1991.. T b~ de w.. Constltucwn argentina, Depal-
tratamiento del tema en am le!, me . ~xttendo con mayor amplitud en el
As., 1993. Extraños diálogos políticos, Ed. Depalma, Bs.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 3
--
Estado.
I
I
ejerce poder en ma
- ,
pota_ Todo hombre que
yor o menor grad ti
Irrefrenable a ampliar ese o, ene una tentación
poder, para conservarlo. El poder
En sen -do ..run...:.:a __ .
j 4
~ión se -~te, ver José Luis Lana -
1 d' pa~ta de Anales de la Fac:ull.ad d _~. Que es una. const¿-
o . o
~
6 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJlAN
,
\ contenidos. Clases_
Hasta aquí he presentado
y el poder y la necesidad de - -ta.r n ¡'«t.e .
,
Como hP.ffiUS visto el - - tu constitucionalista, des-
I
I
de su nacimiento, tuvo óli tivo -fundamental el de
crear un arsenal des -tar e lcazmente al oder,
•
I
ción de la libertad.
Creo' que el fin último e la sociedad política no es tanto
la persecución de ese "'bien común", de que tanto se habla
y del cual se sabe tan poco, sino el de hacer viables las
condiciones necesarias para permitir el máximo desarrollo
posible de la personalidad de cada uno de sus integrantes
en todos sus aspectos ético , religiosos, culturales, políticos
sociales, económicos, etc.). Loewenstein afirma que exist
una relación directa entre el cumplimiento de este objetiv
y la eficiencia de los mecanismos de control del poder5 .
En la tesis de Loe enstein la división clásica de podere
ha sido sustituída por otra que él describe como poder d
decidir, poder de ejecutar y poder de control5.a .
En esta te is de Loewenstein el control asume dos m
dalidades básicas: el control por distribución de poder (t
,
damentalmente por el incumplimiento de tas sabias - aun-
que incompletas- . clones de la ley 12.954.
Admz1UStrativas,
~t~o cas?,-f~ de intento de control interno de la
admimstraClon pública es la creación de la Fiscalía N acia-
na! de Inv ' , AttDllIlistrativas.
TRATADO DE DERECHO OONSTmJCIONAL 15
,
,lOJ!1cas diferencias y matices que tienen lo~
1
i diver os sj·lsuamas. llQdem(]1S decir que el comisionado parla-
o delegado del PodeT Legislativo, que
17 De Vergottini, ob. cit., ps. 410 y ss.; Zarza Mensaquc, ob. cit., ps.
328 y ss.
18 Cit. por Jorge Mariano, en su trabajo publicado en "La Ley" del 10
de agosto de 1984.
22 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJlAN
:lB V · E . .
en "La Le·· "nctn¡Q u1e dPetracchi. Control judicial en La Argentina, publicado
' y e 9 e octubre de 1987, pS. 1 y ss.
26 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
funcionarios se conoció en
'or o menor grado- en los
que se sucedieron en el
39 J . R.
«recho en el constilucionalismo social,
cit., p . 97 .
37
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL
4. Axioma de totalidad.
Este principio significa que la Cons -tución y -conse-
cuentemente- el derecho constitucional abarcan un pano-
rama jurídico completo de todas las cuestiones atingentes a
la sociedad política. Sagüés la denomina la macrouisión de
la problemática comunitaria"').
En efecto, a diferencia de lo que sucede con las otras
ramas del derecho que regulan sectores parcializados de la
vida social , el derecho constitucional tiene la pretensión de
englobar todos los aspectos jurídicos y políticos fundamen-
tales del funcionamiento del Estado.
Estf\ principio de totalidad no debe desvirtuar al de fun-
damentalidad, enunciado más arriba. En efecto, es común
que en ciertas constituciones contemporáneas, so pretexto de
regular todos los aspectos de la vida social, se incluyan en la
constitución disposiciones que debieran estar reguladas en
normas ordinarias (v.gr., de derecho civil, laboral, procesal,
penal, previsional, etc.). Así sucede, por ejemplo, en las nue-
vas constituciones provinciales de nuestro país.
rearo: o
Estado t.iene indefe~tiblemente una constitución
.,' sta afi.rmacl~n,. por obVIa, casi no necesita demostra-
Clono Au~que no eXlsbera en él norma alguna escrita, siem-
pre habna conductas ancestrales que se reiteran permanen-
temente (es decir, costumbres constitucionales) las cuales
prescribirían cómo se ejerce el poder, quiénes ejercen y io
cuál es la relación de éstos con sus destinatarios.
En cambio, no todo Estado tiene necesariamente una
constitución forma1 53 . Ésta fue producto de una lenta evolu-
ción histórica y adquirió relevancia y prestigio a la sombra
Op.l TTlOvimiento filosófico y político que decjdió utilizarla
para limitar el poder político, garantizando a:sí un. espacio
a la libertad individuaL Con lo expuesto ql~eu<~ dlchu 4 U1
·':
"Po la no...--rn ¡...J. . .: Bs.c..lurt.. Ca.]),>"",, _ lVr""'I#:'1. ,f,- t.l~: ' ~ f.:ltv ••.: ~,,( :."¡I. u • . I ..,II. ·.,~ c. it _ ~
1b y oo .
~-4 .J (,.,..rcoiH V .... I\'~ tI.· l .. \ ~ ~OU. r.eLCL. lJU . ' J ' r\) q\H ~' , 13t1. A 8 ., "l.~)""1U, p . ".,):)0.
TH.ATADO DE DERECHO CONSTiTUCIONAL 47
PREÁMBULO
Nos, los representantes del pueblo de la Nación
Argentina, reunidos en Congreso General Constitu-
yente por voluntad y elección de las provincias que la
componen, en cumplimiento de pactos preexistentes,
con el objeto de constituÍr la unión nacional, afianzar
la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la
defensa común, promover el bienestar general, y ase-
gurar los beneficios de la libertad, para nosotros, pa-
ra nuestra posteridad y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar en el suelo argentino;
invocando la protección de Dios, fuente de toda razón
y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos es-
ta Constitución para la Nación Argentina.
1. Concepto y objetivos.
.
Dice Qmroga LaV1' é 22 que mientras el formalismo no
. b'
reconoce va1or 1'un'dico al preámbulo sino meramente
1 d SIm 0-
lico, el decisioIDsmo, en cambio, le reconoce va or e norma
. 'di ca23
JUTIEl r~bulo no contiene cláusulas operativas, esto es,
p
aquellas que rec:on ocen al titular del derecho
. la facultad t de
. . tivam.ente conductas o abstencIOnes concre as, a
eXIgir ~oa~ nas o al propio Estado (ver parágrafos
deterroll'D)a as persa te ello la amplitud de sus enunciados
10 y . o , , 1 .
'te fundar una sentencia con base en el, de a mIsma
:~:ra en que p ede hacérselo, por ejemplo, con respecto
a algunas de declaraciones (v.gr., arts. 1, 2, etc.)24.
6. Jurisprudencia.
PARTE PRIMERA
CAPiTULO úNICO
7. Concepto.
Al igual que todas las inspiradas en el constitucionalis-
roo clásico -el cual tuvo su origen a fines del siglo XVIII
y floreció durante el XIX (ver parágrafos 1 y I1)- nuestra
Conslitución está dividida en dos partes. La primera de
ellas, denominada también parte dogmática, contiene una
erie de preceptos de diversa naturaleza jurídica. Éstos, en
u conjunto, tienden a colocar un dique de contención al
poder, tratando de limitarlo, de confrnarlo, para evitar que
se desboque y desmesure, usurpando así el espacio de la
libertad (ver parágrafo lID.
Cabe afirmar, entonces, que esta parte primera es un
baluarte de la libertad (ver parágrafo ll).
Además perfila todo un proyecto o modelo de país, me-
diante el diseño del conjunto de los derechos civiles, políti-
cos y sociales (éstos introducidos con posterioridad) reconoci-
dos en el texto constitucional, modelo, éste, que los redactores
de la Com,titución quisieron dejar a la posteridad.
La doctrina diferencia, conceptualmente, las declaracio-
nes, los derechos y las garantías l .
. te en la Constitución
estro país reformadas recIentemen ,y
cional, el arto 41. ..
La necesidad de protección del medio am~lente humano
o asunto de interés político es de recrente data. Se
uce a causa de la enorme preocupación suscit~da por la
contaminación en los países industrializados. Se pIens~ que
modelo de desarrollo que deja como consecuenCIa un
envenenamiento del aire, del agua Y de la tie~a, no ~s
eseable. Ni siquiera lo es desde un punto de V1sta estnc-
tamente económico, ya que si el desarrollo dilapida los
recursos naturales, sobre todo los no renovables, no habrá
actividad económica en un futuro no muy lejano. Hay que
procurar un desarrollo que tenga en cuenta la preservación
de los recursos naturales vitales para el ser humano, no
sólo como autoprotección de la actual generación, sino como
un deber de ésta hacia las futuras.
En nuestro país aún no se ha tomado conciencia de la
importancia del tema. Hasta donde yo conozco, ningún par-
tido político lo ha incluído en su plataforma electoral, a
diferencia de lo que sucede en Europa, donde hay grandes
movimientos ecologistas. Sin embargo, como también entre
nosotros se advierte ya el deterioro del medio ambiente, es
lógico pensar que este tema adquirirá muy pronto una
vigencia real y acuciante. Existe en el gabinete nacional la
Secretaría del Medio Ambiente y se han dictado algunas
normas sobre el tema en las constituciones provinciales del
último ciclo de reformas. ·
En los foros internacionales se exige a los países desa-
rrollados la ayuda económica y tecnológica necesaria para
que los países en desarrollo puedan adoptar procedimientos
industriales limpios, que eviten la degradación de los recur-
sos. Esta exigencia se funda en la responsabilidad histórica
de esos países desarrollados, los que desde antaño han
arramblado con el ecosistema, so pretexto de colonizar.
El núcleo central es el desarrollo económico duradero y
n.o perjudicial. Esto significa que la actividad económica no
96 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
ñ2 Bidart Campos, ob. cit. en nota 35, ps. 124/133. Del mismo
autor: Algunas reflexiones sobre las cláusulas econ6micosociales y el con-
trol de constitucionaLidad, "Revista de la Asociación Argentina de Dere-
cho Comparado", Buenos Aires, 1978, nO 2, ps. 54/57, Y bibliografía citada
en la nola 1 de dicho trabajo. Ver también La justicia con.stitucional y la
inconstitucionalil!ad por omisión, "El Derecho", t. 78, p. 785.
53 Ver: M. A. Ekmekdjian, Operatiuidnd y programaticidad de Los
derechos individuaLes, en Temas constitucionales, cit., p. ]9. En ese
sentido, en. la Convención de Santa Fe de 1957, al referirse al arto 14 bis,
el convenclOnal Thcdy dijo que al introducir los derechos sociales en la
Constitución, se pone un límite a la facultad legislativa, "un freno para la
marcha hacia atrás", "Diario de Sesiones", p. 1220.
118 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
54 Publicado en "Ju . .
nsprudencla Argentina" del 29/7/92 27
• ps. y ss .
119
Art_ 1
1 Bidart Campos, Manual cit., ps. 9617; Luis Sánchez Agesta, Princi-
pios de teorla política, Madrid, 1966, p. 141; Ernesto Renan, QU'est que ce
une nation, París, 1882.
119
Art.l
1 Bidart Campos, Manual cit., ps. 9617; Luí ánchez Agesta, Prittci·
pios de teoría política, Madrid, 1966, p. 141; Ernesto Renan, Qu'esl que ce
une nation, Paris, 1882.
120 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
n:
5 El concepto de gobierno lo doy por conocido. Sobre el tema además
de la bibliografia citada, ver: López, Introducción ... , cit., t.
y ss.
ps. 134
Art.l .
Otra carac tens
' ti·ca del Estado democrático, cuya
. ausen-
'd
. d ta al Estado no democrático, es el pluraLLs"!,o L eo-
~~a ic:n~l pueblo debe tener la posibilidad de elegl~ ~ntre
cli~er~os proyectos que le son presentados por los dlstmt~:
artidos políticos ya sea desde el gobIerno, ya desde.
pOpOSlCl0n
.. , 12 . E to e imposible en un , .
sistema de
.D
partLdo
d
único, en el cual el pensamiento poht1co está um orma o y
la disidencia p . lÍda.
Lord Balfo expresó en Inglaterra, alrededor del año
1900, que un sistema político presupone un pueblo que
está unido en oonvicciones fundamentales y por ello nos
podemos pe - - discutir unos con otros"13; en otras pala-
bras, existe un pluralismo político y respeto recíproco de
mayorías y minorías, porque hay una solidaridad en lo
fundamental la cual no es otra cosa que el concepto de
patria que te . Renan.
Otra pau fundam ental del Estado democrático es el
respeto de 1 derechos de la minoría 14 • Lord Acton había
expresado que -la demostración más segura para juzgar si
un país es realmente libre es la dosis de seguridad de que
gozan las minoría "15 . Reiterando este concepto, dice Sartori
que "es el respeto y la salvaguarda de los derechos de la
minoría lo que mantiene el dinamismo y la mecánica de la
democracia. En resumen, los derechos de la minoría son la
condición necesaria del proceso democrático mismo"H,.
El Estado democrático no se agota en lo expuesto. Tam-
bién el ejercicio del poder estatal debe estar limitado -con
la mayor precisión posible- en el espacio que este poder
Art.l
-ni siquiera el pueblo- puede ejercer el poder ilimitada o
22
despóticamente, sin caer en la autocracia • .
Según el modo en que se distribuyen las competencIas (o
funciones derivadas del poder) entre los diversos órganos
que integran el gobierno, aparecen las distintas formas de
gobierno.
En la revista que efectuaré sobre los modos de distribu-
ción del poder, me limitaré a las formas de gobierno que
pueden adoptar los Estados democráticos, ya que en los
otros la distribución de competencias no es sistematizable
por su gran variedad e innumerables combinaciones.
Analizaré las formas de gobierno según el modo en ·que
se distribuyen orgánicamente las funciones del poder, y
según su distribución territorial. Conforme a esto último,
los Estados pueden ser federales, confedera1es y unitarios
(ver parágrafo 24)23.
Si ponemos la vista en la distribución funcional u orgá-
nica, los gobiernos pueden ser: parlamentarios, presidencia-
les o directoriales 24 .
Art. l
(ya sea ejercida por una fuerza política única o bien por una
coalición de partidos). Su mantenimiento en el poder depen-
. 26
de de que mantenga el respaldo par1amentarlO .
De las anteriores surge la tercera nota característica del
sistema parlamentario: los métodos para la solución de los
conflictos de poderes son sencillos, están incorporados al
sistema y funcionan eficientemente. En el sistema parla-
mentario existen "fusibles" que permiten evitar el "cortocir-
cuito" político,' cuando hay una sobrecarga de tensión en el
istema. Estos fusibles son la "moción de censura" y la
disolución a.nticipa.da de la asamblea legislativa". La mo-
ción de censura es consecuencia directa de la ruptura de la
relación fiduciaria entre el gobierno y el parlamento, y
consiste en la posibilidad de éste de provocar la dimisión
total o parcial del gabinete cuando discrepa con el criterio
de éste sobre el manejo de la cosa pública. Es una expre-
sión de la responsabilidad política del gobierno frente al
parlamento.
La disolución anticipada de la asamblea es la contrame-
dida que tiene el gobierno para hacer frent e a la presión
que el parlamento puede ejercer sobre él, mediante la mo-
ción de censura27 . Es una especie de provocatio ad populum ,
por la cual, ante un conflicto entre los dos poderes políticos,
1'le requiere el arbitraje del soberano, a efectos de resolver
tal conflicto. Si el cuerpo electoral elige una nueva asamblea
de composición similar a la anterior, el gobierno sale per-
didoso y debe ceder el espacio político. Si, al contrario, la
composición de la nueva asamblea difiere y favorece al
gobierno, éste es el que habrá salido ganancioso y consoli-
dará su posición, neutralizando las presiones. Todo ello es
aplicación del teorema a que hice referencia más arriba, de
la verificación permanente de la voluntad del electorado.
La cuarta característica del sistema parlamentario tam-
Art.l
minencia sobre el legislativo, con mayor o menor intensidad,
según los casos. . .
Este modelo hizo su aparición en el derecho constltuclO-
nal comparado, con la Constitución de los E~tados Unidos,
sancionada en Filadelfia en 1787. Al ser copIado el modelo
original por numerosas constituciones, ~n especial . en los
países americanos, aparecen diversas vana~tes del sIstema.
En algunas de ellas la distribución de funCIOnes (formas de
gobierno) y la relación de mando-obediencia, difieren sen-
siblemente del modelo. Más aún en algunos países, el voca-
blo "presidente" designa al autócrata de un Estado no de-
mocrático, encubierto bajo una falsa apariencia de Estado
consti tuciona1 3o •
La nota más característica del modelo presidencial clá-
sico es la neta, clara y rígida separación de los tres poderes
constituidos: Legislativo, Ejecuti.vo y Judicial. En él hay tres
órganos relativamente independientes entre sí, a cada uno de
los cuales se le otorga fundamentalmente, una de las fun-
ciones derivadas del poder: 1) órgano (o Pode,) Legislativo:
dicta las normas generales que imponen conductas en forma
abstracta a determinadas categorías de personas (leyes en
sentido material); 2) órgano (o Poder) Ejecutivo: aplica las
leyes en los casos no contenciosos, fundamentalmente desti-
nados a la prestación de los servicios públicos (administra-
ción pública) a cargo del Estado; 3) órgano (o Poder) Jud i-
cial: también aplica las leyes, pero sólo lo hace en los casos
contenciosos (llamados también causas, pleitos o litigios), es
decir, en los que se controvierten los intereses de dos o más
partes, para resolverlos conforme al derecho vigente.
La segunda característica del sistema presidencial es la
unificación de las jefaturas del Estado y de la administra-
ción en una misma magistratura que es el presidente de la
República, titular del Poder Ejecutivo.
En el sistema presidencial, a diferencia de lo que ocurre
33 V. "Diario de Sesiones de la
,
eamara d Diputados" año
e ,
1921, p.
363 .
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 135
Art. l
contumaz. El sistema presidencial necesita mucho más que
el parlamentario, de un gran nivel de esa cultura política,
para funcionar eficazmente.
c) un sistema electoral que permita las coaliciones pro-
gramáticas partidarias, como medio de superar situaciones
de obstrucción, como las ya señaladas. En principio, esto es
posible con el sistema de repartición proporcional. Sin em-
bargo, esta afirmación puede ser cuestionable, ya que la
representación proporcional implica la multiplicidad de par-
tidos y no garantiza las coaliciones políticas para gobernar,
cuando la oposición es "salvaje", como sucede en nuestro
país.
Sobre este tema, Sartori afirma que "no es seguramente
fortuito que todas las democracias continentales europeas
hayan abandonado (o no hayan adoptado nunca) el sistema
de distrito uninominal y se hayan decidido por sistemas
electorales de representación proporcional. Si la premisa del
poder del pueblo se desarrolla con rigor deductivo, se sigue
que: a) la verdadera representación es la proporcional; b) el
parlamento debe ser la sede real de la soberanía represen-
tativa; y c) los gobiernos deberían ser solamente ejecutivos"34.
Pese a la opinión de tan importante politólogo, personal-
mente sigo creyendo en el sistema electoral por circunscrip-
ción uninominal, como garantía de la real y eficaz represen-
tatividad de los legisladores y de su relación con sus electores
(ver comentario del arto 38).
Así y todo, creo que el sistema presidencial no tiene los
"fusibles" ni los mecanismos necesarios para solucionar un
conflicto de poderes.
Ampliaré este comentario en el parágrafo 21, donde tra-
taré los posibles sistemas mixtos.
La cuarta característica del sistema presidencial es con-
secuencia de la anterior. Al no existir "fusibles", es decir,
métodos ágiles para la solución de los conflictos, el equili-
Art.l
encialismo atenuado" o "semiparlamentari~mo", o si~ila
res. Los podemos englobar bajo el rótulo de sIstemas nuxtos.
Hay varios ejemplos de estos sistemas en el derecho
nstitucional comparado.
En un excelente trabajo de Daniel Sabsay36, éste analiza
ahaustivamente tres casos del derecho constitucional compa-
• do: Finlandia, Francia y Portugal. De él resumiré sólo el
análisis del deslinde de competencias en el Poder Ejecutivo.
En Finlandia, la Constitución explicita las funciones del
• residente, con o sin refrendo ministerial. Respecto del Con-
5ejo de Ministros, en cambio, pareciera que el constituyente
ubiera dejado el problema del deslinde a la práctica polí-
'ca y al comportamiento de las instituciones.
En Francia la Constitución regula los roles del presiden-
:e y del primer ministro en títulos separados. Sin embargo,
existen "zonas grises" sobre las facultades del presidente, en
materia de relaciones exteriores y defensa, principalmente.
Estas cuestiones pueden producir rozamientos cuando el
presidente y el primer ministro no pertenecen al mismo
partido político. Es el caso de la denominada "cohabitación".
En el caso de Portugal la Constitución es detallista y
cuidadosa en esta cuestión. Las atribuciones de los distintos
órganos del Poder Ejecutivo están prolijamente enumeradas
en varios artículos. Pese a la preocupación del constituyen-
te, la práctica ha suscitado problemas y ha determinado el
peso de cada órgano según la personalidad de quienes los
ocupan.
En relación a los países de nuestra América Latina, daré
algunas características de dos países de la región: la Repú-
blica Oriental del Uruguay y la República del Perú.
La Constitución uruguaya de 1967, que sigue a sus
antecedentes de 1934 y 1942, establece la relación fiduciaria
Art. l
del primer ministro, aunque con funciones mucho más res-
. ngidas que las de éste. Tal funcionario es designado por
el presidente de la República.
Esta Constitución también incorpora la moción de censu-
ra (individual o colectiva) y la disolución anticipada de la
asamblea legislativa.
Art.l
objetivo es rescatar -siquiera par~ial~ente- las .pa~tas
éticas de la democracia directa desdibujadas por la mdlr~c
ta la cual limita el rol del ciudadano al de un pasIvo
re~eptor de ideas y -cada tanto- de sufragante.
En nuestro país, varias constituciones provinciales pre-
vén algunas formas semidirectas. Así, las de Buenos Aires,
Mendoza, las de las nuevas provincias, y las recientemente
reformadas, admiten el referéndum para la reforma de la
Constitución y, en algunos casos, para las leyes ordinarias
y las ordenanzas municipales. A partir de la reforma cons-
titucional de 1994, también están previstos en la Constitu-
ción nacional Carts. 39 y 40, ver parágrafos 449 y ss. del
tercer tomo).
S artori , afirma que la democracia de referéndum, como
él la llama, es objetable porque establece un mecanismo de
decisión de suma cero, es decir que la mayoría lo gana todo
y las minorías lo pierden todo. Afirma que "en el universo
de las grandes dimensione~ la pura .Y simple suma de las
preferencias singulares puede producir consecuencias globa-
les contrarias a las intenciones individuales"49.
Yo me enrolo con la doctrina que no ve incompatibilidad
alguna de las formas semidirectas con la democracia repre-
sentativa. En este sentido coincido con Friedrich cuando
afirma que en la moderna democracia se complementan los
procesos plebiscitarios y representativos, por lo cual la pug-
na entre la democracia representativa y la plebiscitaria es
errónea. Afirma este autor que contraponer ambos tipos de
democracia tiene sólo importancia teórica, no práctica5o.
En el mismo sentido, hace varias décadas se suscitó una
gra~ discusión doctrinal, en la cual se contraponía la demo-
craCIa re~re~e~tativa tal como se la veía entonces, con la
entonces InCIplente democracia de partidos. Tal discusión
Art.l
bilidades deben ser sensiblemente agravadas si se tiene en
cuenta que el ejercicio del poder, por su propia naturaleza,
tiende a desorbitarse (ver teorema 2.4 del parágrafo III del
'tulo preliminar).
La responsabilidad de los funcionarios alcanza a todas
as jerarquías, desde el más modesto empleado hasta los
que invisten las más altas funciones. Esto es así en los tres
poderes del Estado. Aun a despecho de algunos dictámenes
a dministrativos que justificaron graves irregularidades co-
metidas por altos funcionarios, con la pueril excusa de que
la gran cantidad de asuntos sometidos a su consideración
impedía a éstos conocer la materia que decidían. Cuando
más alto es el cargo, mayor y más grave es la responsabi-
lidad del funcionario.
Tal responsabilidad es de varios tipos:
Política: Es la que tienen el presidente y vicepresidente,
los ministros del Poder Ejecutivo, los magistrados judiciales,
ante el Congreso (art. 53 de la Constitución), y los legisla-
dores ante su propia Cámara (art. 66 de la Constitución).
Administrativa: Es la que tienen todos los restantes
funcionarios (incluidos los ministros del Poder Ejecutivo),
ante sus superiores jerárquicos.
Penal: Es aquella en que pueden llegar a incurrir todos
los funcionarios, tanto los que tienen responsabilidad polí-
tica como administrativa, por la comisión de determinados
delitos (v.gr., arts. 246 a 274 del Código Penal).
Civil: Alcanza a todos los funcionarios la obligación de
indemnizar los perjuicios que causaren por irregularidades
en el ejercicio de sus funciones, tanto sea a los particulares
(art. 1112 del Código Civil) como al propio Estado (arts. 130
y 131 y ,eones. de la ley 24.156, Ley de Contabilidad de la
NacÍón)57-a.
Art.l
bIes si no están acompañados d e un efi caz derecho a la
información. . ., 1
La propia Constitución prevé la comurucaclOn a a pren-
sa de los resultados de determinados aeto~ (arts. 83. Y 99,
ine. 3), dando así un claro ejemplo de la lmportan~la que
concede a la publicidad amplia de los actos de gobIerno.
El principio de la publicidad es, entonces, la re~la. Ex-
cepcionalmente, en algunos casos en los cuales estan co~
prometidos los derechos de particulares o la defensa naclO-
nal es válido apartarse de este postulado (arg. arts. 19 y 21
de 'la Constitución nacional). Pero como toda excepción,
éstos debe ser interpretados restrictivamente.
Veamos cómo se aplica el principio de publicidad, en los
tres poderes del Estado.
En la administración pública los actos deben ser públi-
cos. Discrepo con la limitación que establece el arto 38 del
decreto 1759/72 para tomar vista de los expedientes admi-
nistrativos, para las partes y sus letrados. La redacción de
ese texto reglamentario no se compadece con el principio
enunciado. De igual modo, es inconstitucional la excesiva
amplitud del arto 2, inc. c, de la ley 19.549 y del citado arto
38 del decreto 1759/72, para calificar como "reservadas o
secretas" a determinadas actuaciones administrativas. Tal
reserva sólo se justifica si se da alguno de los supuestos
señalados más arriba.
Existen normas específicas que también establecen res-
tricciones en la publicidad de las constancias de registros
oficiales, a las cuales considero contrarias al principio que
estoy analizando. Así, v.gr., los arts. 43 y 44 de la ley
17.417 y el arto 21 de la ley 17.801 (Registro de la Propie-
dad Inmueble) limitan la publicidad de los actos registrados
a los titulares de un interés legítimo. Disposiciones simila-
res -que igualmente critico- contienen diversas normas
reguladoras de otros registros (v.gr., Registro Público de
Comercio, Registro Nacional de Buques, de Automotores, de
Aeronaves, de Asociaciones Civiles, etc.). Sí se justifica, en
154 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art.l
ue SU prosapia y su linaje conservan todo su esplendor no
obstante dos siglos de existencia. No se ha propuesto nada
mejor hasta ahora para limitar al poder evitando su desbor-
de. No por otra cosa, tanto las constituciones decimonónicas
como las actuales lo han asumido expresa o implícitamente,
atribuyendo una esfera propia de competencia a cada uno
de los órganos (poderes), los cuales no pueden invadir el
ámbito propio de cada uno de los otros. Si bien esto no es
tan nítido en los sistemas parlamentarios66 , como en los
presidenciales, lo cierto es que todo lo que se haga para
limitarlo o eliminarlo redundará en una reducción del espa-
cio de la libertad.
Ya hemos visto más arriba (ver parágrafos 18 y 19) cómo
j uega este teorema de la división de poderes en los sistemas
parlamentario y presidencial. Ampliaré con más detalle el
análisis de las funciones del poder, al comentar las dispo-
siciones pertinentes en la parte orgánica de la Constitución.
25. Federalismo.
ción de funciones" no es una verdad válida para todo tiempo. Toma como
ejemplo el sistema parlamentario actual. GeofIrey Marshall, por su parte,
afirma que el principio de la división de poderes resulta afectado por tal
imprecisión e incongruencia, que dificilmente podemos considerar que se
trate de algo mús que un conjunto de argumentos apresuradamente
compuesto para justificar medidas políticas que se debiera defender o
rechazar en función de otros principios. G. Marshall, Teoría constitucio-
nal, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1982, ps. 163 y 164.
66 Ver: Marshall, ob. cit., cap. V.
67 Para un minucioso análisis de confederación, federación y unita-
rismo, remito a López, Instituciones ... , cit., t. n, ps. 238 y ss.
160 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art.1
ClVlslon orgánica o funcional (ver parágrafo anterior), las
ciones del poder están distribuídas territorialmente en
anos regionales, los cuales ejercen un poder parcelado
bre una porción del territorio nacional. A estas entidades
·SÍ formadas se las denomina provincias en nuestra Consti-
ción. Coexisten junto con el Estado federal en un plexo de
relaciones de diverso tipo, como veremos más adelante.
Martínez Peroni efectúa una interesante comparación
entre el federalismo argentino y el norteamericano. Dice
este autor que -a diferencia de los Estados Unidos- la
:midad política del gobierno forma parte de nuestra tradi-
'ón constitucional. El federalismo argentino es una unidad
escentralizada, mientras que el estadounidense es una
unión de soberanías aisladas e independientes desde su
-undación". Agrega que en Norteamérica federarse fue unir-
5e, mientras que en nuestro país federarse fue "desligarse
oosta cierto grado"68.
Si bien es muy difícil dar una definición de federalismo
que comprenda a todos los entes que integran el universo
del concepto, ya que cada caso concreto es distinto e incluso,
aun en un mismo Estado federal, la estructura real del
poder no es estática sino dinámica, es decir, fundamental-
mente cambiante69 .
Sí se puede dar las pautas básicas de ese concepto. Para
esto sigo a Castorina de TarquinFO, con ciertas modificacio-
nes de su esquema que efectúo por mi parte.
La primera nota del federalismo es la existencia de dos
órdenes de gobierno. Prefiero expresar que existen dos sis-
temas normativos de distinto nivel en el cual uno de ellos
Art.l
se fueron fraccionando. Así, v.gr., en 1813 se se~~ró de la
Intendencia de Córdoba la región Cuyana . La RloJ a ~e se-
paró en 1816. En 1814 se separó de la IntendenCIa de
Buenos Aires la Provincia Oriental, creada por decreto de
ese año. . .
También en 1814 se crearon las provmclas de Entre
Ríos, Corrientes y Misiones y se dividió en dos la Intenden-
cia de Salta, formándose las provincias de Salta y del Tu-
cumán, todas por decreto del director supremo. .
Posteriormente, Y hasta 1820, se fueron desgajando
sus troncos las restantes provincias por resolución de su
respectivos cabildos: Catamarca, Santiago del Estero, San
Juan, Santa Fe etc. Jujuy se separó de Salta en 1834.
Estas provincias son las que a partir de 1820 se obliga-
ron entre sí y al mismo tiempo manifestaron su voluntad de
asociarse para integrar un Estado federal que las abarcara.
Tal voluntad ~e expresó invariablemente en los numerosos
tralados interprovinciales anteriores a Caseros.
Este deseo de asociación definitiva se cristalizó en 1853,
mediante la sanción de la Constitución nacional. Ésta adop-
tó -con ciertas modificaciones- el modelo federal diseñad()
en la Constitución de los Estados Unidos de América de
1787, cerrando así un período de casi cuarenta años de
cruentas luchas civiles con el cual se ahondó, sin resolverse
ni dirimirse, el antagonismo entre Buenos Aires y las pro-
vincias75 •
Ese sistema federal, no obstante que, según la opinión
de los padres fundadores, fue "vaciado en el molde de la
Constitución de los Estados Unidos"76, tiene diferencias im-
Art. l
ntes con su modelo a punto tal que podemos afirmar
e es un federalismo atenuado o, como lo define Alberdi,
- n gobierno mixto, consolidable en la unidad de un régi-
n nacional pero no indivisible como quería el Congreso de
6, sino divisible y dividido en gobiernos provinciales
:mitados, como el gobierno central, por la ley federal de la
~pú blica"77 .
Dice el mismo autor, citando a Mariano Moreno, que "el
rran principio de esta clase de gobierno se basa en que los
~ tados individuales, reteniendo la parte de soberanía que
:ecesiten para sus negocios interiores, ceden a una autori-
:!ad suprema y nacional la parte de soberanía que llamare-
-ws eminente para los negocios generales; en otros térmi-
os, para todos aquellos puntos en que deben obrar como
~ció n"78.
De la masa de funciones que las provincias hayan cedido
al gobierno central dependerá el mayor o menor acento en
el sistema federal, ya que -como he dicho más arriba- no
existe un federalismo arquetípico, sino tantos modelos como
Estados federales .
Así, a título de ejemplo, mencionaré que la Constitución
nacional ha creado una categoría de leyes denominadas "de
~ erecho común" en el primer párrafo del arto 75, inc. 12.
Estas integran la legislación de fondo, es decir, los códigos
Civil, Comercial, etc., que son dictados por el Congreso
federal, pero que son aplicados, en principio, por los poderes
j udiciales provinciales (ver comentario de ese inciso).
Ello implica un significativo cercenamiento de las atribu-
ciones provinciales , ya que se les quita a las provincias una
porción importante de la materia legislable_ Si comparamos
en este aspecto nuestra Constitución con la de Filadelfia de
1787, comprobamos que en ésta no existe este tipo de leyes.
El Congreso estadounidense sólo dicta leyes federales y
Art.l
inacwn de participación en la formación de la voluntad
, . 81
:OOeral, de exclusión y de concurrenCLa .
_ . Relaciones de subordinación.
7. Relaciones de participación.
Art.l
tiuos concurrentes (federal y provincial), en especial para
ear impuestos internos. Analizaré en profundidad este
:ema en los parágrafos 62 y ss.
Leyes federales
Art.l
_ tisfacci6n, legitiman la destruct:iún de los diques consti-
cionales.
Así, Zweigert91 dice que "el ciudadano no desea que
icios tales como comunicaciones, educación, vivienda,
pitales, electricidad, etc., varíen en calidad de una enti-
d federativa a otra, (que) el sector público tiene ahora a
cargo tareas y responsabilidades que difícilmente pueden
sufragadas por las entidades federativas, como en el caso
la educación, contaminación del aire y del agua, etc.,
~) mientras más numerosas son las funciones económicas
sociales del gobierno, necesario es realizar una planeación
las mismas y la planeación por propia definición tiende
la uniformidad y a la centralización de las decisiones".
Un ejemplo típico de lo que vengo diciendo se produjo a
=ediados del año 1991, con el incidente producido entre la
~ncia de Río Negro y el gobierno federal. Consistió en
apoderamiento de dieciséis millones de dólares, pertene-
entes al tesoro nacional (depositados en el banco provin-
=al), por parte del gobernador de la provincia de Río Negro,
• a afectarlo al pago de obligaciones de la provincia, ale-
!> ndo que el gobierno federal era deudor de ésta por una
- tIma superior92 .
El hecho en sí tiene varias lecturas. Si nos limitamos a
erlo desde una óptica estrictamente penal, estaríamos pri-
ándolo de su verdadera perspectiva, ya que -obviamente-
no puede asimilarse la decisión del gobierno provincial de
mcuutarse de esos fondos, instrumentada en un decreto firma-
do por el gobernador y refrendado por sus ministros, e inelu-
3 0 pendiente de ratificación legislativa, con el robo de esos
mismos fondos, que podría haber perpetrado un particular.
93 M . Á Ekm kd " . . _
1611 de la prouine: ~7~ Ong~narLa u~ conflicto la aplicación. de la ley
cionales Ed La Ley B euqAi~en, recopIlado en mi libro Ternas constitu-
,. • uenos res, 1987, ps. 308 y ss.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 179
101 A tal punto esto es así, que en el caso de España el proceso de las
autonomías ha suscitado acerbas y a veces malintencionadas críticas de
algunos autores. V.gr., la interesante novela de F. Vizcaíno Casas, Las
autonosu:;,as, Planeta, Barcelona, 1981, sátira feroz al estatuto de las
auionomlas.
ñ l 1~2 Ver : L. S.ánchez A~esta, Sistema político de la Constitución espa.
o a e 1g 78 , EdItora NaCIOnal Madrid 1980 343 . .
fia citada en notas al . d .'. ' , ps. y ss. Ver bIbhogra-
pIe e pagIna.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 183
34. Jurisprudencia.
105 e.S.N., "Fallos", lo 105, p. 30; t. 54, p. 564; t. 75, p. 392; etc.
106 e.S.N., "Fallos", t . 108, p. 259; t. 4, p. 320; t. 6, p. 61; t . 97, p.
408.
107 e.s .. , wFa llos", t. 178, p. 9.
10 e.S. ., "Fallos", t. ~7]. p. 186; t . 284, p. 161.
TRATADO DE DERECHO CONSTlTUCIONAL 185
Art.l
ciales: los del primero revisten la calidad de supremos y
absolutos y se aplican en todo el territorio de la República,
es decir, ~un dentro del perteneciente a las propias provin-
cias; los segundos presentan los mismos caracteres, pero
únicamente pueden ser ejercitados dentro de los límites
-erritoriales de la provincia"109.
"N unca puede ser atentatorio al régimen autónomo de
.:as prov incias el ejercicio legítimo por parte de la N ación de
.8 facultades que le han sido expresamente delegadas por
más que deban ellas ejercitarse en el propio territorio de los
Estados autónomos"llO.
"La expresión «constituír la unión nacional» contenida
en el preámbulo de la Constitución, no puede tener un
alcance contrario a la forma federal de gobierno ni privar a
as provincias de potestades que conservan con arreglo al
arto 104 de la Constitución y que son inherentes al concepto
Jurídico de autonomía"lll.
"Las facultades conservadas por las provincias, por im-
portantes y respetables que sean, no justifican la prescin-
dencia de la solidaridad requerida por el destino común de
os demás Estados autónomos y de la Nación toda, ni per-
mi ten el aislamiento y la segregación de alguno de ellos en
la empresa de su realización conjunta"1l2.
"Las provincias, en virtud de su autonomía, tienen den-
tro de sus poderes reservados, la plena potestad normativa
correspondiente a su calidad de Estados, y no de divisiones
administrativas de la Nación. Pueden darse sus propias
instituciones y regirse por ellas y legislar sobre sus bienes
públicos"1l3.
"En el sistema representat.ivo republicano de gobierno,
adoptado por la Constitución y que se funda en el principio
Art.l
de la división de poderes, el legislador no puede ~ele~ar en
el Poder Ejecutivo facultades que son, por esencla, mdele-
ni el Poder Ejecutivo, so pretexto de facultad regla-
gables, . , . d "114
mentaria, puede sustltmrse al legIsla or . ., "
Dictamen del procurador general de la Nacwn: Creo
importante distinguir, ante todo, entre el info.rme de los
servicios de seguridad en sí y el hecho de hacer Jugar .a éste
como requisito autónomo en la designac.ión o promocIón de
los agentes públicos. Ello así, porque mlentras parece alta-
mente razonable el riguroso secreto que cabe guardar en el
ámbito de la actividad de los servicios de seguridad y en la
elaboración y archivo de los informes pertinentes, tal razo-
nabilidad en cambio, cede cuando se trata de hacer pesar
el contenido del informe de mentas a los efectos de impedir,
como ocurre em el caso de autos, el ascenso del agente
afectado por los alcances de aquél. En la esfera de la segu-
ridad parece propio que prime el secreto y el sigilo, mas en
la del natural proceder administrativo es principio esencial,
e insoslayable, de nuestro sistema republicano el de la
publicidad de los actos, así como lo es la improcedencia e
intrascendencia del levantamiento de cargos que afecten a
la persona del empleado público sin el marco imprescindible
de un sumario administrativo previo reglado, y la imposibi-
lidad también de nítida raigambre constitucional, de privar
al imputado del no menos insoslayable ejercicio del derecho
de defensa. 3) No hay que -es mi opinión- confundir y
mezclar esferas diferentes. Una hace al orden, a la seguri-
dad del Estado. La otra corresponde a la libertad, a los
derechos y garantías de los ciudadanos y de los habitantes.
Me refiero en ambos casos, por supuesto, al sistema político
democrático constitucional, cuya esencia y cuyo perfil están
dad?s por nuestra Constitución histórica. Por supuesto que
el s.lstema político democrático constitucional puede y debe
arbItrar los medios e instrumentos conducentes a su defen-
independencia" .
Fall() de la Corte: "Buenos Aires, mayo 8 de 1984. Con-
siderando: [... ] Que por los fundamentos del dictamen del
proc urador general, que esta Corte Suprema comparte y
hace suyos en razón de brevedad, corresponde acoger los
remedios planteados y descalificar la sentencia como acto
jurisdiccional en los términos de la doctrina sobre arbitra-
riedad . En efecto, los agravios del recurrente se vinculan
directamente con el arto 18 de la ConsLitución nacional, que
lleva implícita la garantía en virtud de la cual, a quien se
le atribuye una conducta ilícita debe contar, al menos, con
la oportunidad de ejercer su derecho de defensa. Cabe acla-
rar, no obstante, que este resultado se alcanza sin abrir
juicio sobre la solución que en definitiva corresponda acor-
dar al problema planteado"115.
Art.2
1 Sobre el tema, v. Bidart Campos, Manual ... , ps. 157 y ss.; Roberto
Martínez Ruiz, La Constitución argentina, Ed. G. Kraft, Buenos Aires,
1945, ps. 24 y 25; H. Zarini, Derecho constitucional, Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1991, ps. 340 y ss.; M. Á. Ekmekdjian, ManuaL de la COTlstitución ar-
gentina, cit., ps. 97 y SS.; J . González Calderón. Curso de derecho consti·
tucional, Depn lma, Buenos Aires, 1974, ps. 186 Y SS.; Jo é M. E trada,
Derecho constitucional, Ed . Cía. Sudam. de Billetes de Banco, Buenos Aires,
1895, ps. 49 y SS.; Agustín de Vedia, COII.stitución argentina, Ed. Coni
Hnos" Buenos Aires, 1907, ps. 40 y ss., entre otros muchos.
2 Varios autores entiendell que las relaciones entre la religión y el
Estado pueden ser definidas desde tres situaciones distintas: la sacrali-
dad, la sccularidad y la laiciclacl o separación lisa y llana. V,: González
Calderón, ob. cit., ps. 186 y SS.; Zarini, en ob. cit., ps. 34011, enlre otros,
192 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJlAN
Art.2
Iglesia Católica Apostólica Romana el rol de religión oficial
del Estado, pero se le reconoce un status de privilegio, es
decir, una posición preferente a la de los demás cultos, sin
que ello implique coartar la libertad religiosa.
Así, la doctrina ha acuñado una feliz fórmula , según la
cual nuestra Constitución consagra la libertad de cultos
pero no la igualdad de cultos 7 . En tal sentido, la Iglesia
Católica tiene una personalidad pública reconocida y garan-
tizada por la propia Constitución, situación, ésta, que no se
aplica a ningún otro culto religioso.
Las fuentes sociológicas e históricas de esta norma son
obvias: se fundan en el hecho de que la gran mayoría del
pueblo argentino profesó -desde el período hispánico-, y
profesa aún, la religión Católica Apostólica RomanaS.
Un autor sostiene que la Iglesia Católica no necesita ni
el sostén ni la protección del Estado para la divulgación de
su credo, mucho menos después del Concordato con la Santa
Sede de 1967 9 .
Es necesario hacer algunas precisiones respecto al texto
del artículo que estoy analizando.
El obligado a sostener el culto católico es el gohierno
federal. No lo son las provincias ni los particulares. Se deja
claramente establecido que ni el Estado ni la Nación asu-
men una religión oficial, ya que, como se dijo en las discu-
siones del Congreso Constituyente, el Estado y la Nación
10 Ravignani A bl
11 Bidart C' sam eas .. ., cit., t. IV, p. 491 .
ampos, Manual cit p 159' G '
187; Y Zarini, ob. cit., p. 346. ", , onzalez Calderón, ob. cit" p.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 195
36. Jurisprudencia.
Art.2
"El Estado tiene una política afirmativa que considera
que esos grupos (en el casO se trataba de grupos religiosos)
tienen una beneficiosa y estabilizadora influencia en la vida
de la comunidad y encuentra a eSa clasificación (el Estado
de Nueva York había otorgado exenciones impo itivas a
dichos grupos) útil, deseable y de interés público"! .
"Nosotros somos un pueblo religioso cuyas instituciones
presuponen un Ser Supremo. Nosotros garantizamos la li-
bertad de creencias como una elección [... ]. Nosotros no
leemos en la declaración de derechos una filosofía de hos-
tilidad hacia la religión"19.
"No constituyen cuestión justiciable, que habilite la vía
extraordinaria del arto 14 de la ley 48, las sanciones im-
puestas por la Iglesia Católica en el ámbito de su compe-
tencia l... l. La configuración de faltas en que incurri ó el
apelante en su carácter de sacerdote católico y las sanciones
disciplinarias aplicadas por el Obispo, constituyen decisio-
nes privativas de la jurisdicción de la Iglesia [... ]. El acuer-
do entre la Santa Sede y la República Argentina, aprobado
por ley 17.032, garantiza a la Iglesia Católica el libre y
pleno ejercicio de su jurisdicción en el ámbito de su compe-
tencia [... ]. En la m edida en que la aplicación del código de
derecho canónico no suscite cuestiones que interesen al
orden público nacional o que lesionen principios consagra-
dos por la Constitución nacional, no corresponde la in-
tervención o la tutela por parte del Poder Judicial de la
Nación"20.
Art.3
28
29
V.: Ravignani
V L '
ob. cit . ,t. V, P.447.
er exto completo en Ravignani ob cit
. 30 En el debate en esta última 1' . . y,
., t. pS . 474/76.
tlrrosista, confiesa que "aborrece a lo e ¡¡dIPutado TeJed~r, dc<.:l arado an-
sangre y barbane, peru que aman la s edera.~es. que solo les han dado
u~te~eses propIOS, que les pf!r/Ilite 'el l1der~cLO~l q1J.e les deja cuular sus
rLOr . V. : RaVIgnani ob CI' t t V re eJerCICIO de Sil soberan ía inte-
, ".,. ,p. 505.
207
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL
Art.3
federal un compromiso, mediante el cual la ciudad d~ Bue-
nos Aires sería residencia provisoria de las autonda~es
nacionales hasta tanto el Congreso dictase la ley de Caplt~l
permanente. Asimismo, las autoridades provinciales contl-
nuarían residiendo en Buenos Aires, si no creyesen conve-
niente trasladarse a otro punto 3}.
Sobre la base de tales condiciones, impuestas por la
legislatura porteña, se aprobó la ley 19. El Senado de la
Nación lo hizo el 30 de setiembre y la Cámara de Diputados
el Ide octubre.
Pero la cuestión no estaba resuelta. Ya en el debate
legislativo de la que sería más tarde la citada ley 19, se
ap recian distintos puntos de vista sobre la propiedad de las
instituciones y establecimientos de la ciudad 32 , tema, éste,
que fue germen de futuros conflictos.
El problema quedaba en pie. Las autoridades naciona-
les "cohabitaban" con las provinciales en la ciudad de Bue-
nos Aires, siendo consideradas por éstas como huéspedes
molestos.
Así las cosas, ambas cámaras del Congreso nacional
sirvieron muchas veces de caja de resonancia de las inquie-
tudes, que aparecían intermitentemente, provocadas por el
conflicto latente. Por ejemplo, en varios proyectos presenta-
dos en esa época 33 ; en otro de los diputados Piñero y otros,
del año 1869, en el cual se declara Capital de la República
a la Villa de Fraile Muerto34 ; el de Madariaga 35 , el de
Montes de Oca 36 , etc.
Art.3
ciún curiosa y singular al arto 3 de la Constitución, con el
obvio deseo de cortar el nudo gordiano del litigio por la
Capital.
Según el mencionado legislador, el Congreso podía decla-
rar a la ciudad de Buenos Aires como Capital Federal sin
necesidad de la cesión previa de su Legislatura. Para fundar
su posición, divide el arto 3 de la Constitución en dos partes.
Sostiene que la primera faculta al Congreso para hacer la
declaración. Respecto a la sE:!gunda, referida a la cesión "del
territorio que haya de federalizarse", sostiene que esta frase
no se refiere a la ciudad capital en sí, sino a los territorios
aledaños a ésta, que fuera necesario anexarle a posteriori.
Agrega que la ciudad de Buenos Aires no pertenece a la
provincia homónima por haber sido Capital de -la Nación
desdE:! 1810. Por ello, concluye, no es necesaria la cesión de
su legislatura 48 •
En esa misma fecha tuvo entrada en el Senado el mensa-
je y proyecto de ley del Poder Ejecutivo nacional, por el
cual se dec1:ua Capital de la República al municipio de la
ciudad de Buenos Aires, previa cesión de la legislatura. Dice
el mensaje que "la Capital en Buenos Aires es el voto na-
cional porque es la voz misma de la tradición, la Capital en
Buenos Aires nada innova ni trastorna, sino que radica lo
existente". Más adelante agrega que con "la ciudad de Bue-
nos Aires en Capital definitiva de la República, daremos
influencia permanente (.... ) al grupo de hombres que vive en
la esfera más culta, má.s espaciosa y más elevada"49.
El proyecto fue informado in extenso por el miembro de
la Comisión especial, senador Dardo Rocha, el cual -entre
otros conceptos- afirmó que "no hay una gran nacionalidad
en la historia que no esté ligada a una gran ciudad" (???).
48 Ver discurso íntegro en Ravignani, ob. cit., t. VI, l a parte, ps. 188
a 199.
49 Ver texto completo en Ravignani, ob. cit., t . VI, la parte, p. 200.
212 MWUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
50 V
ver Il U tcxto en Ravigl~ani , ob. cit. . t . VI , l' parte, p. 225.
51 e r s u t exto cn el paragrafo 39.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 213
Art.3
ya que "si en su mano tiene y centraliza la mayor suma de
ele mentos vitales y de fuerzas eficaces, la República depen-
derá de su. bu.ena o mala intención (. ..). La dictadura sería
inev itable siempre qu.e un mal gobernante quisiera estable-
cerla, porque no habría otra fuerza suficiente para controlar-
lO"52. El proyecto fue sancionado, no obstante, en noviembre
de 188053 .
Me he detenido largamente en el relato de los vaivenes
legislativos de la cuestión Capital, con el propósito de dar
un panorama fiel de la larga y desgastante lucha entre los
intereses provincianos y porteños. Pretendí señalar también
algunas opiniones que fueron proféticas y otras que -al
contrario- resultaron enadas.
La tremenda fuerza de esta lucha llegó a provocar que
dirigentes políticos, de ideas similares a veces, se agredie-
ran con insólita vehemencia; y que otros --de cuya hones-
tidad no dudo- hayan negado sus opiniones anteriores.
Con los proyectos de constituciones unitarias, los intere-
ses porieñ.os lucharon a todo trance para imponer a la
ciudad de Buenos Aires como Capital. Al aprobarse el pro-
yecto federal, en cambio, los porteños se negaron furiosa-
mente a entregar su ciudad a la Nación. Esta aparente
contradicción no fue casual, como tampoco lo fue la actitud
diametralmente opuesta de las provincias.
Lo cierto es que en 1880 no se cenó el ciclo de la
cuestión Capital. Si bien cambiaron de aspecto, las tensio-
nes y las deformaciones estructurales causadas por las fu er-
zas centrífugas existentes entre Buenos Aires y el interior,
mantienen una vigencia dramática y se aprecian a simple
vista, en la enfermedad macrocefálica argentina. Ello está
bien analizado en los fundamentos de la ley 19.610, cuyo
texto se trascribe en el parágrafo 39.
54 F .
rancn;co Crescenzi y Roberto TI
con prólogo de Jorge Vanossi (sin 1 ~~mps~n , !raslado de la Capital.
greso de la Nación Buenos Ai n e nclOD edltonul ), Imprenta del Con-
, res, 1987, p. 21.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 215
Ley 1030:
Art. 1.- Si h~st~ el 30 de noviembre próximo, la Legis-
latura de la ProVIncla de Buenos Aires no hubiese hecho la
TRATAD O DE DERECHO CONSTlTUCIO'
Ley 1031:
Art. 1.- Queda sin efecto la ley de 28 de julio del
corriente año, por la que se declara al pueblo de Belgrano
Capital provisoria de la República. . .
Art. 2. - Mientras no se dicte la ley de Capltal defiru-
tiva, las a u toridades nacionales residirán en la ciudad de
Buenos Aires.
Art. 3.- Comuníquese, etc.
Sala de Sesiones del Congreso, en Belgrano, 20 setiem-
bre 1880.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIO. AL 1
Ley 1031:
Art. 1.- Queda sin efecto la ley de 2 de j -o d
corriente año, por la que se declara al pueblo de Belgrano
Capital provisoria de la República. . "
Art. 2.- Mientras no se dicte la ley de CapItal defini-
tiva, las autoridades nacionales residirán en la ciudad de
Buenos Aires.
Art. 3.- Comuníquese, etc. .
Sala de Sesiones del Congreso, en Belgrano, 20 setIem-
bre 1880.
218 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJlAN
Ley 2089:
Art. 1.- En virtud de la cesión correspondiente,
por la provincia de Buenos Aires por ley de 28 del cOITlemt4!.,
los partidos de Flores y Belgrano quedan comprendidos
el municipio de la Capital de la Nación.
Art. 2.- La composición del Congreso, por lo que ha~
a la representación que corresponde a la expresada Provin-
cia, no será alterada por esta sanción.
Art. 3.- Las deudas que tengan los municipios de Flor
y Belgrano pasarán a cargo de la Nación.
Art. 4.- La provincia de Buenos Aires conservará
dominio de las propiedades que le pertenezcan dentro del
territorio cedido.
Art. 5.- La Nación reconocerá las concesiones de terre-
n.~s hechas a particulares por la Provincia, para la funda-
ClOn del pueblo de Belgrano.
~rt. 6.- ~l Poder Ejecutivo procederá en la debida opor-
tumdad a fijar la línea divisoria, debiendo hacerse a costo
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 219
58 Sobre la naturaleza d 1 1 . d
lativa de los gobiernos de {¡ e as eye~ e facto y la competencia legis-
. ac t o, v. paragrafos 436 y 437 del tercer tomo.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 221
Art. 3
la nueva justicia nacional ordinaria, subsistirá hasta que
ello ocurra la competencia de los tribunales provinciales
existentes.
Art. 6.- La ciudad de Buenos Aires continuará siendo
Capital de la República hasta cumplirse lo dispuesto en el
arto 5. A partir de ese momento la ciudad de Buenos Aires,
con sus límites actuales, constituirá una nueva provincia,
debiéndose convocar para su organización una Convención
Consti tuyen te.
El Poder Ejecutivo, el Congreso nacional y el gobierno
municipal, continuarán ejerciendo sus actuales poderes cons-
titucionales y de gobierno de la ciudad de Buenos Aires
hasta la instalación de las nuevas autoridades provinciales.
Art. 7.- Decláranse de utilidad pública y sujetos a ex-
propiación inmediata o diferida u ocupación temporánea,
aquellos bienes de propiedad privada situados en el territo-
rio del arto 1 que resulten necesarios para el establecimien-
to de la nueva Capital Federal, como asimismo todos aque-
llos cuya razonable utilización sobre la base de planes o
planos y proyectos específicos convenga material o financie-
ramente al mismo efecto, de modo que se justifique que las
ventajas estimadas serán utilizadas concretamente en la
ejecución del programa que motiva esta declaración , o que
hagan al desarrollo integral o asentamiento de población en
el área.
Art. 8.- Los gastos que irrogue el establecimiento de la
nueva Capital Federal serán solventados con recursos pro-
venientes de Rentas Generales en la partida correspondien-
te del presupuesto nacional y con recursos provenientes de
la ejecución de la presente ley.
En ningún caso los gastos que demande el cumplimiento
de esta ley y la instalación de la nueva Capital Federal
podrán afectar los fondos y recursos que corresponda perci-
bir a las provincias por cualquier concepto, tales como los
derivados de la coparticipación impositiva federal, regalías,
fondos especiales destinados a programas de desarrollo pro-
226 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art.3
actual de que la misma se encuentra situada en la Ciudad
de Buenos Aires. En efecto, la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires tiene un régimen constitucional especial previsto en el
arto 129 de la Constitución nacional (ver parágrafo 857 del
quinto tomo). Por ello, las consideraciones siguientes son de
aplicación sólo en el caso hipotético de que la Capital Fe-
deral se trasladara a un punto geográfico distinto de la
Ciudad de Buenos Aires.
La Capital Federal de la República tiene un status jur í-
dico diferente que el resto del territorio nacional.
Los ciudadanos que la habitan tienen sus representantes
en la Cámara de Diputados de la Nación (art. 45 de la
Constitución nacional; ver su comentario).
Si bien los ciudadanos residentes en la Capital están
representados en la Cámara de Diputados de la Nación
dicho distrito no tiene la autonomía política de que gozan
las provincias, las cuales se dan sus propias instituciones y
eligen sus a utoridades locales (art. 5; ver parágrafos 72 y
ss. ; y arto 122; ver su comentario).
Por ello, y atento a que los ciudadanos residentes en la
Capital Federal no eligen a las autoridades locales, la Consti-
tución ha debido prever quiénes ejercen el gobierno del
distrito.
El Congreso cumple las funciones de Legislatura local
(art. 75, inc. 30, de la Constitución nacional; ver su comen-
tario).
En cuanto al Poder Judicial local, la Constitución nada
dice al respecto (arts. 108 a 117; ver sus comentarios). Al
contrario, el arto 116, en su último párrafo, se refiere a los
"vecinos de la:; provincias" para determinar ciertos casos de
jurisdicción federal, omitiendo inexplicablemente a los veci-
nos de la Capital Federal. De igual manera , las primeras
leyes orgánicas de los tribunales nacionales no previeron
una justicia local para la Capital Federal59 . Ésta se regía
61 V ' Ravignan'
de arta" . .1 , ob" 'c~t ., t. IV ,p. 550. En ella no se preveía u
p mento eJecutlvo. El Intendente sólo aparece en la ley 1260 die-
tada en 1882. '
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 231
19.987).
La delegación de funciones propias del Congreso nacio-
nal, en su rol de legislatura 10ca162 , a que hice referencia al
comienzo de este parágrafo, se hallaba en el arto 2 de la ley,
el cual delimitaba el ámbito de competencia municipal: la
policía urbanística, la cultura, la recreación, el fomento de
las artes, la salud pública, la bromatología, la ecología, las
construcciones, la limpieza urbana, la comercialización, el
tránsito, las obras viales, etc.
Los órganos del gobierno municipal eran: el Concejo
Deliberante, el intendente municipal, los concejos vecinales
y la Justicia Municipal de Faltas.
El Concejo Deliberante estaba integrado por los conceja-
les, que eran funcionarios elegidos por el voto directo de los
vecinos del municipio (incluyendo a los extranjeros, bajo
ciertos requisitos). Era el órgano legislativo municipal, y a
las normas sancionadas por él se las denominaba orde-
nanzas.
El intendente era designado directamente por el presi-
dente de la República . Era el órgano ejecutivo municipal y
a sus actos se los denominaba decretos.
La Justicia Municipal de Faltas estaba integrada por los
jueces de ] a instancia, la Cámara de Apelaciones y el mi-
nisterio público. Tenían como función el juzgamiento de las
contravenciones a las normas de policía municipal. Aquí se
planteaba un problema de índole constitucional. Si se con-
sideraba al municipio de la Capital Federal como una mera
descentralización territ.orial del gobierno central, los órga-
nos de la justicia de faltas eran meros tribunales adminis-
trativos, y por ello no podían dictar sentencias definitivas,
sin revisión judicial (v. comentario del arto 109). Por carecer
. T ,a p rin:l .. -1C:'t ley ,,1 1):"'1n1l l c ip'l o u u l dl :::; \" r l.to l t: uel al
aprobada por el propio Congreso de Sa nta Fe, el 6 de
61
de 1853 . En ella no se preveía un departamento ejccu
Al poco tiempo, es decir, en 1860, se dictó una nueva
que reemplazaba a la anterior, y que también establecía
régimen mu nicipal provisorio para la Capital Fp.rl p"'l'l l V
t e UllU:::; desp ues luego ci e l¡:¡ l'l'lpit",li ""c>,,;An d. ~ I ,~ d. ~ ,~ . .. l
~~..-- ~ -~ . . . .. ; .. .. .:,. t-ll.l~ Ll U ~"O C(\ n
::;-;;:e';,..'¡:;. y ~sÚ.t:>10CI Ó p. I prirn cr régitue n. l'l'lullit:ip a l que
FOo....
.A....i J.u, 'l. .... y ..1 \. "-.:. ó...) ..
t.e ndi ó g('!1" rl<>Gn ili vo, aunqu e rue r een1plazada pOCO t.i
rl osp u éa, c:::; dedr, en 1~~2, por la ley 1260, que es
primera en la que aparece el intendente municipal
titula r del departamento ejecutivo de la Municipalidad,
ta ley -con numerosas modificaciones- continuó en
cia h asta 1972, año en que fue sustituída por la ley d e
19 .987 , que es la que rigió hasta l¡:¡ ~:;\nclón <1" 1" C<~ ......, ,t.i.\411
.., i 6». <le In G iudCl.d. Autónorn~ dE> 1=\"' ''>'\<''>03 Ai re::! ( v er PULU!!... .....
5ot5 del quinto tOJ'l"lO )
El municipio de la Capital tenía autarquía territorial
42. Jurisprudencia.
Art.3
formación de nuevas provincias con territorio de las ya exis-
tentes. Se necesita el consentimiento de las provincias para
disponer de territorios situados en ellas, con de tino a des-
membraciones políticas (arts. 30 y 13 de la Consto na-
cional)"67.
"En la cesión del territorio que según el arto 30 de la
Consto naco debía de federalizarse, comprendíase, no sólo el
derecho de legislar, y hacer cumplir las leyes, o sea, la
j urisdicción, sino también, en el caso de cesión de un mu-
nicipio, todos los bienes afectados al cumplimiento de las
funciones públicas inherentes al orden municipal según la
legislación imperante en ese momento"68.
"El gobierno de la Capital Federal -cuyo jefe inmediato
es el presidente de la Nación- se halla organizado como
uno de orden local propio e independiente, a semejanza de
las provincias, de acuerdo con la legislación que dicte el
Congreso"G9.
"La Capital Federal está organizada en lo judicial como
un gobierno propio e independiente y de jurisdicción amplia
y completa en Lodo lo que es régimen 10cal"70.
"La Municipalidad de la Capital Federal no es un poder;
ni una de las entidades autónomas que integran el sistema
republicano, representativo, federal, adoptado por la Consto
nacional"71.
"Cualquiera que sea la inteligencia atribuída a los pre-
ceptos constitucionales relativos al régimen de la Capital
Federal y la naturaleza y alcance de la subordinación en
que su gobierno está, respecto del gobierno nacional, es
innegable la existencia de la administración municipal
Art. 4
1 Confr,: Gonzálcz, ,r l
MWIl.J(J,
't
el " p"
423' Ekmekdj' ian ' Ma/lua L" cit.,
ps , 339 Y ss,
MIGUEL ÁNGEL EKMEKD.JIAN
238
Art.4
Los recursos financieros extraordinarios, en cambio,
aquellos a los cuales sólo excepcionalmente p.ued~. "~"t." 1'A''''.,'''.1_.
el gobierno federal para hacer frente él SltuacIOnes
emergencia. ' 1 d
Pertenecen a la primera categona: los derec lOS e
porlación y exportación, el producto de la venta o. l.elcacíclII
de las tierras fiscales, los ingresos por los servlcl~s
presta el correo, Y las contribu~ion.es -excepto las dir~ectal
(ver parágrafo 62)- que eqUItatIva Y propor"l\.J'lLU....""u-
imponga el Congreso a la población . .
En la segunda categoría se hallan: los empréstItos
operaciones de crédito que decrete el Congreso, y l as
buciones directas. Retomaremos esta clasificación más
lante (ver parágrafo 62).
Otra clasificación importante de los recursos fi nanci
enumerados en el arto 4, según la fuente de procedencia
ellos, es la que los divide en recursos tributarios y
no tributarios .
H asta ahora me he referido a los recursos financ:ierosl
expresamente mencionados en el arto 4 de la Constitució
nacional. En la realidad existen otros recursos no previst
en el t exto constitucional, pero que tienen un rol fundamen-
tal en el Tesoro nacional. A ellos me referiré más adelan
(ver parágrafos 69 y ss.).
280. RGiuliani Fo~ouge, Derecho final/ ciero , 4" ed. actualizada, vol. 1 p
2
20 V
. su tista completa en Vill egas , ob. cit., ps. 90/1.
TRATADO DE DERECHO CONS'l1'füCIO".>\L
251
Art.4
Tales límites han sido afirmados por la doctrina y la
jurisprudencia como principios esenciale ---esto es, como
axiomas- del derecho tributario. En otras palabras, todo
impuesto, para ser constitucionalmente válido, debe respe-
tar escrupulosamente estos principios.
Por ello, el legislador cuando decide la creación de un
tributo debe armonizar necesariamente los fines fiscales o
extrafiscales que se persiguen con él, con los axiomas, prin-
cipios y teoremas constitucionales.
Analizaré a continuación los principios constitucionales
que rigen y limitan la potestad tributaria del Estado.
Ellos son: legalidad, igualdad, equidad, no confiscatorie-
dad, razonabilidad, finalidad y realidad económica 21 •
. 23 John Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, Ed. Orbis S.A. Ma-
dnd, cap. Xl. '
. 24d S¡obre e¡ concepto de leyes materiales y leyes formales ver conlen
t ano e arto 19. ' -
25 V.: Spisso, ob. cit., p. 188.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIOXAL 253
27 S ' b
Córdoba,P1SSO, o , cit., p, 194, citando el Código Fiscal de la pl'OV, de
otros.
258 11GUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art.4
en que el impuesto es confiscatorio cuando afecta el capital
-cualquiera que sea su tasa- o más del 33 % de su
renta 52 .
Una cuestión relacionada íntimamente con el terna que
estoy analizando, es la posibilidad de gravar la renta poten-
cial del inmueble, en lugar de su renta real. Teniendo en
cuenta que estos impuestos tienen fines extrafiscales (alen-
tar la productividad en los inmuebles rurales, solucionar el
déficit habitacional en los urbanos, etc. ), la Corte Suprema
ha afirmado que no es inconstitucional el impuesto sobre la
renta potencial, ya que --de otro modo-- se estaría premian-
do la falta dp. explotación o la deficiente, castigando -en
cambio- a los contribuyentes que explotan eficientemente
su propiedad 53 . Claro está que este principio no debiera ser
aplicado -como se hizo- en aquellos casos en que la renta
real es inferior a la potencial, no por culpa del titular del
capital imponible, sino por un hecho del príncipe, como
sucedió -por ejemplo- con los alquileres de inmuebles,
cuyos desalojos estaban congelados por ley 54 .
García 13elsunce, en su trabajo ya citado, es contrario a
la fijación de un tope numérico, para determinar la tasa
límite del impuesto razonable, afirmando que la confiscato-
riedad está dada por un conjunto de circunstancias de hecho
que rodean la situación de la propiedad inmobiliaria, su
valor en el mercado, su rendimiento real y potencial, los
costos de explotación, etc. 55 .
b) Impue::;to a la trasmisión gratuita de bienes. Era un
tributo -actualmente no tiene vigencia- que gravaba la
trasmisión de bienes a título gratuito, ya sea mortis causae
(el antiguo impuesto sucesorio) o bien por acto entre vivos
(donaciones , anticipos de herencia, etc.).
56 Ver jurisprudencia cit. por Spisso, ob. cit. , p. 253 , notas 15 a 18.
57 C.S . . , "Fallos" , t . 235, p. 883 .
51! García Belsunce, ob. cit.
59 C.S.N., "Fallos". t . 291 , p. 293 .
TRATADO DE DEH¡';CHO CONST ITUCIO.·
263
Art.4
sión de determinadas actividades), siempre que ellos atien-
dan a un objetivo de bien común y que la discriminación o
los privilegios otorgados sean razonables. Así e dan casos
de impuestos que están afectados a destinos específicos,
para foment o de determinadas actividades. Son los deno~
nados fondos especiales; v.gr., Fondo Nacional de la arma
Mercante, FONAVI, etc. Tales afectaciones especiales no
violan este principio constitucional, en tanto que las activi-
dades a que van dirigidas redunden, razonablemente, en
beneficio del interés generaF4.
El decreto-ley 2284/91, sobre cuya inconstitucionalidad
formal me he pronunciado oportunamente 75 , derogó varios
de estos fondos especiales.
77 Garcra Belsunce afirma que dicho texto fue tOlllliUO casi a la letra
de las leyes impositivas del Tercer Reich alemán. V. su trabajo La
inconstitucionalidad del ahorro obligatorio, Boletín Económico de "La
Ley" del 2 Hl8I89 , p. 5.
78 Tal era el caso, v.gr., del art. 1, segulluo párrafo, de la ley
11.287 (t.o. 1972 ), que pre:sumía, sin admitir prueba en contra rio, que
las ventas en favor de futuros herederos ab illtestatn del cau!>ante
eran donaciones, y como Lal las gravaba. Dicha ley está actualll1ent~
derogada.
268 ilGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
77 García Belsunce afirma que dicho texto fue tomuuo casi a la letra
~e las . ley~s impositivas d e l Tercer Reich alemán . V. su trabajo La
LnCOllstttucwnabdad del ahorro obligatorio, Boletín Económi co de "La
Ley" del 28/&'89, p. 5.
78 Tal era el caso, v.gr., ucl arto 1, segundo párrafo, ele la ley
11.287 (t.o. 1972), que presumía, sin admitir prueba en contrariu que
las ventas .en favor de futuros herederos ab inteslalo del caus'unte,
edran ddonaclOnes, y como tal las gravaba. Dicha ley está actualmenLe
eroga a .
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIO, 'AL 269
80 C S N ' "Banonno
.
. .. . . . , LIt re Aycrza de Claypole c. Pray de B
Aires, "Fallos", t. 210, p . 289. . ueno
THATADO DE DERECHO CONSTITUCTO 'AL 271
81 Ver en el mismo dia rio "La Nación", de Buenos Aires, edición del
12 de a bI'il ue 1992, 1" secc., p. 8, el ed itorial titulado "La dictad ura de
1El n .(i-.I .". En dicho editori al se afirma que -so pretexto de combatir la
evasión fi scal- se a bre una ancha brecha a la arbitrariedad y se deja
a los particulares en situación de indefensión frente a órganos del Estado
revestidos con atribuciones dictatoriales. En el mismo sentido, ver M . Á.
Ekmekdjian , La. (a cuLtad de disponer la clausura de domicilios por La
Direcc:úín General Impositiua, otra uuelta de tuerca en la concentración.
del puder, publicad a en "La T,ey", supl. Actualidad, del 31/5/90. p. 2.
85 e.S.N., in re "Firestone de la Argentina S.A.. si Recurso de
apelación - IVA-, medida de no innov ar~. Sentencia del 11 de diciembre
de 1990, "La Ley" del 7 de octubre de 1991. con nota de Rodolfo R.
Spisso: Cu estiones abstractas y exceso de jurisdicción en una admonitoria
sentencia de la Corte S uprema.
274 MIGUEL ÁNGEL EJa1.EKDJlAN
Art, 4
cipio es también absurdo, ya que implica aceptar el consen-
timiento implícito o tácito del agraviado para legitimar la
lesión de los derechos de éste proveniente de una actitud
ilegítima del fisco.
Con la creación del Tribunal Fiscal ha sido prácticamen-
te enervado tal recaudo, ya que al no exigirse el pago previo
como requisito del cuestionamiento del impuesto, es innece-
sario formular reserva alguna.
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la
Capital, en un fallo plenario, estableció que la protesta
previa no es requisito para la repetición de impuestos munici-
pales 91 .
d) Empobrecimiento correlativo del contribuyente. A par-
tir de 1973, la Corte Suprema introdujo -sorpresivamen-
te- un nuevo requisito para la procedencia de la acción por
repetición de impuestos. El contribuyente debía probar
-además de los restantes recaudos- que no había podido
trasladar a un tercero la suma pagada al fisco. En otras
palabras, debia demostrar que la había absorbido y, conse-
cuentemente, que había sufrido un empobrecimiento rea1 92 •
El fundamento de este requisito lo basó la Corte en los
aris. 784 y ss. del Código Civil, asimilando la repetición del
pago de un impuesto cuestionado, a la repetición de lo
pagado :sin causa.
No es éste el lugar ni el momento de extenderme en el
análisis del insólito enfoque civilista en que se fundó tal
reca ud0 93 . Sólo diré que la prueba de un hecho negativo
vocatur" .
No obstante lo expuesto, hay autores que niegan la
vigencia del principio analizado; el cual -por otra parte-
no se ha cristalizado legislativamente, ni ha tenido pacífica
recepción jurisprudencial96 .
n
99 e.S.N., "Fallus , t. 188 p. 27' t. 191 P 502
100 es N UF ' " . .
101 Rod'. lIi" R aS'll?s", t. 193, p, 397; t. 255, p. 66'
t. 262 p 366
o o plSSO Dere ¡ d .d ',. .
del 1114/89. V. ~b' " e w e prop~ a.d y tributos, en "El Derecho",
y ss. len su Derecho constttucwnal tributario, cit. , ps. 275
TRATADO DE DERECHO CO STIT CIO.-AL 281
prudencia.
Estas y las otras cuestiones planteadas no tienen hasta
el momento decisión jurisprudencial.
,
103 Para un ana' 1'ISIS
,
constitucional de la le l' ,
~PISSO, Derecho constitucional tributario 't . y pena trJ?u~ana, ver
Cla y doctrina allí citadas, ' Cl " cap, XIX, y la Jun spruden-
, .1~4 Ver el ya citado editorial del diar'o "L .. "
edlClOn del 12 de abril de 1992 l u 1 a r--: aclOn , de Buenos Aires,
la D,G.!.". ' secc" p, 8, titulado "La dictadura de
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL
283
Art.4
nalidad del sistema, en lugar de colaborar con los planes
económicos del gobierno 105 .
Art.4
Lo cierto es que la doctrina y la jurisprudencia han
aceptado pacíficamente la tesis de lo poderes concurrentes
en materia de impuestos indirectos internos.
El siguiente esquema permite vi ualizar lo expresado
hasta ahora.
I
Categoría I Estado federal
I Provincias
I
IMPUESTOS DIRECTOS
I
I Excepcionalmente y I primigeniamente
I por tiempo limitado, arto 121
arto 75, ¡ne. 2
I
_ ... ..
_
-
primer párrafo .
-¡I
!
EXTERNOS ¡ Exclusivamente I nunca, arts. 4, 9
arts. 4 y 75 Y 126
IMPUESTOS ine. 1
INDIRECTOS I I - - -
i
INTERNOS I Concurrentemente, arto 4
114 Rodolfo Spisso, El poder tributario , "El Derecho", t . 56, p. 705; del
mismo au~r, Derecho constitucional tributario , cit., ps. 149 y ss.; VilIe-
gas, ob. Clt. , ps. 201 y 202.
115 G. Bidart Campos, Algo sobre la coparticipación impositiva , "El
Derecho", t . 80, p. 197.
TRATADO m: DERECHO CONSTITUCIO. AL 291
118 Quiroga Lavi é enlitmde que son bienes del dominio público na-
294 MICUEL ÁNCEL EKMEKD.J1AN
120 Éste es uno de los artículos del decreto-ley 23.354/56 que no fue
derogado por la ley 24 .156 (ver art. 137, a, de dicha norma).
12 1 Borda, ob. cit. , t . ll, p. 56, n" 807.
296 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art.4
en especial de aquellos contratos con entidades financieras
internacionales (Fondo Monetario In ernacional, Eximbank,
Banco Interamericano de Desarrollo etc. son - a mi enten-
der- contrarias a expresos precepto constitucionales, al
someter a la República Argentina a leyes y jurisdicciones
extranjeras.
b) Empréstitos voluntarios y forzosos. Los voluntarios,
corno su nombre lo indica, pueden ser aceptados o no por las
personas a quienes van dirigidos. Éste es el único verdadero
empréstito, porque surge de la libre voluntad de las partes.
Los empréstitos forzosos, en cambio, son impuestos obli-
gatoriamente a los destinatarios. Se asemejan a los tributos
en cuanto a la coacción con que se acompañan, aunque se
diferencian de éstos en la promesa del reembolso y en el
pago de un interés 127 .
En el parágrafo siguiente me referiré a los recientes
casos de empréstito forzoso.
c) Empréstitos con garantías o sin garantías: A efectos
de facilitar la colocación de los empréstitos en los mercados
financieros, a veces se suele otorgar diversas garantías: de
pago, de estabilidad monetaria, de seguridad del reintegro,
etc. Esto lo hacen los países poco confiables para la comu-
nidad internacional. Al contrario, los países que tienen buen
crédito público no suelen otorgar garantías adicionales.
Hasta parece absurdo que un país tenga que prometer
a sus acreedores externos que realizará "juego limpio" en su
trato con éstos. Ello implica reconocer que normalmente no
lo hace con aquellos otros acreedores a quienes no 10 h a
prometido. Incluso tal promesa no es -por sí s01a- garan-
127 Vill egas, oh. cit., ps. 610 y SS. ; v. trabajo de Giuliani Fonrouge,
citados en p. 61 1. Muchos autores no aceptan la validez constitucional del
e mprés~ito forzoso , sosteniendo que éste no es un verdadero empréstito.
V.: H . García Belsunce, La inconstitucionalidad del ahorro fonoso, "Bo-
leLí~ ~co~ómico de La Ley", del 28/8/89; Salvador Oría, Finanzas, t. IlI,
y GlUham Fonrouge, Derechu financiero , t . n, citados por García Belsun-
ce en su trabajo.
300 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
. tereme
trabajos periodísticos no son de carac té . o, SiD' o que han sido
publicados en los medios de comunicación masiva.
308 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art.4
cepto legal, tales condiciones son de ningún efecto". Ver
tUInbién la nota del codificador.
La moratoria de 16 años que se establece en el arto 9 de
la ley, como plazo máximo para el pago de las deudas
consolidadas, no se compadece absolutamente con una si-
tuación de emergencia económica. Claro está que tales pla-
zos excesivos ya han sido aceptados por la Corte Suprema
de Justicia, en el caso "Peralta", al que hice referencia en
el acápite anterior. Este excesivo lapso también viola el arto
27 del ya citado Pacto de San José de Costa Rica, el cual
-entre otras cosas- establece que la suspensión de los
derechos debe hacerse por el tiempo estrictamente limitado
a las exigencias de la situación.
Todo esto, en buen romance, significa llanamente la
confiscación parcial del crédito o -a lo sumo- una mora-
toria por un plazo de dieciséis años en favor del Estado
deudor, quien -incluso- se ha subrogado como tal en
deudas de otras personas jurídicas, sin el consentimiento
del acreedor.
No se ve cómo se pueda compaginar tal situación con
las disposiciones de los arts. 14 y 17 de la Constitución
nacional.
Nótese -incluso- que de la defectuosa redacción de la
ley pareciera que la aprobación definitiva de la liquidación
de la deuda no depende ya del juez (cuando hay conflicto,
obviamente), sino del Tribunal de Cuentas o del correspon-
diente organismo de control interno. En otras palabras, se
deja supeditado a la voluntad de una de las partes la
determinación del monto del crédito.
La alternativa de cobro que ofrecen los arts. 10 Y ss. de
la ley 23.982 no modifica los vicios constitucionales de la
norma. En efecto, suscribir bonos del Estado, ya sea en
moneda argentina o en dólares, a la par, es decir, por s u
valor nominal, implica una confiscación parcial del crédito
igual al monto de la diferencia existente entre el valor real
y el valor nominal de tales bonos.
314 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJlAN
Art. 4
b) Recursos de la propia actividad económica del Estado.
Hasta ahora, ha sido un valor entendido que el rol del
Estado había cambiado sustancialmente, en relación al que
tenía asignado en la Constitución nacional.
Nuestro país, a partir de la década de los años 30 y ,
fundamentalmente, a partir de los años 40, vio crecer a un
Estado cada vez más gigantesco, el cual pasó a ocupar un
papel protagónico en la actividad económica. Fueron nacio-
nalizadas las empresas de servicios públicos, de trasportes,
y hasta empresas comerciales tradicionalmente en manos de
la actividad privada. En tal sentido, el arto 40 de la Cons-
titución reformada en 1949, estableció la propiedad estatal
de todos los servicios públicos, de los hidrocarburos y de
otros recursos económicos. Coherentemente con este texto,
el arto 4 de esa norma constitucional reformada agregaba a
los recursos previstos en el texto tradicional la siguiente
frase: los recursos "de la propia actividad económica que
realice, servicios que preste".
Es por eso que -al menos hipotéticamente- podría
darse el caso de que el Tesoro nacional pudiera percibir
recursos producidos por la actividad económica que el Esta-
do o sus empresas comerciales pudieran generar.
Un tema anexo al presente es la cuestión relativa a la
ubicación presupuestaria de tales ingresos y egresos. Esto
es, si las entidades a que hago referencia pueden constitu-
cionalmente aprobar sus presupuestos independientemente
del presupuesto nacional. Esto será analizado al comentar
el arto 75 de la Constitución nacional.
En los últimos años se ha producido una revisión del
concepto que vengo analizando en este acápite. La actividad
económica y empresaria del Estado es crónicamente defici-
taria. Las empresas del Estado, no sólo no producen re-
cursos ni prestan eficientes servicios públicos, sino que con-
sumen una parte sustancial del presupuesto nacional, privan-
do de recursos necesarios a otras áreas fundamentales de la
318 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
70. Jurisprudencia.
Art.4
entradas brutas de los teatros, establecido por una ordenan-
za municipal, no es inconstitucional"148.
"El acto de desposesión de la tierra pública (tierra fiscal)
es facultad del Congreso Carts. 67, inc. 4, y 4 de la Cons-
titución nacional)"149.
"La proporcionalidad que consagra el arto 4 de la Cons-
titución nacional se refiere a la población, y no a la riqueza
o al capital, precepto que no debe considerarse aisladamen-
te, sino en combinación con las reglas expresadas en los
arts. 16 y 67, inc. 20, de la misma"150.
"En general los impuestos internos, nacionales y provin-
ciales, pueden ser constitucionalmente establecidos por la
Nación y por las provincias en ejercicio de sus facultades
concurrentes y sin óbice alguno determinado por incompa-
tibilidades de orden institucional, derivándose ese poder de
la inteligencia atribuída a la cláusula del arto 4 de la
Constitución"151.
"Nuestra ley fundamental, en sus arts. 4, 17 y 67, con-
sagra la máxima de que sólo el Congreso impone las con-
tribuciones nacionales y estas disposiciones han de enten-
derse como base inmutable también para los gobiernos de
provincia, con referencia a las propias legislaturas, toda vez
que los Estados provinciales deben conformar sus institucio-
nes a los principios de la Consto nac., expresa o virtualmen-
te contenidos en ella Carts. 5, 31, 33 Y 106, Consto nac.)"152.
"Los arts. 4 y 67, incs. 10 y 20, de la Consto naco no tienen
aplicación c.:uando se trata de fijar la naturaleza y alcance de
los poderes del Congreso como legislatura local, en lo concer-
niente al modo de constituír el Tesoro municipal"153.
Art.5
Art. 5
Dicho texto constitucional impone a cada provincia -como
obligación fundamental Y primigenia- e dictado de su
propia constitución provincial. .
Este requerimiento es coherente con el SI tema federal
adoptado por el arto 1 y es uno de los atributos de la
autonomía que tienen las provincias (v. parágrafo 25).
Ahora bien, si el orden jurídico federal tiene prelación
sobre los órdenes jurídicos provinciales, es lógioo entonces
que este poder constituyente provinciapo esté limitado y
pautado por la Constitución nacional, en tanto esos límites
no impliquen enervar las autonomías provinciales.
Por ello, el arto 5 no se limita a imponer a las provincias
la obligación de dictar su propia constitución, reconociéndo-
les por ese mismo acto el ejercicio del poder constituyente
provincial. Más allá de ello, también establece los requisitos
fundamentales que tales cartas deben cumplir, a efectos de
preservar la coherencia entre los principios esenciales del
derel:ho constitucional y los del derecho público provincial
argentino. De tal manera, y sin perj uicio de que el derecho
público de cada provincia recoja las peculiaridades que sur-
gen de su propia geografía, de su historia, de su cultura, de
su organización política, económica, etc., la Constitución
nacional asegura la total coincidencia de los puntos esencia-
les del pacto federativo, lo cual permite asegurar un trato
igualitario a todos los habitantes del territorio argentino,
cualquiera que sea su lugar de origen o de radicación.
Sin perj uicio de extendernos más adelante sobre el tema ,
con lo que llevamos expuesto se ve que el poder constituyen-
te provincial -aun el originario- tiene las limitaciones que
le impone la Constitución nacional. Es el caso de ejercicio
Art.5
prov. de Santa Cruz; arts. 1, 2, 11 1 • 31 Y SS., 62 Y SS.,
83 Y SS., de la Constitución de la pro . de S anta Fe ll .
En los artículos mencionados se afirma la adhesión ex-
presa al sistema representativo, republicano y federal, agre-
gan incorrectamente algunas constituciones provinciales, te-
niendo en cuenta que el sistema federal e un adjetivo del
Estado nacional, no de los Estados provinciales.
Los tres poderes clásicos son la Legislatura (Poder
Legislativo), el gobernador (Poder Ejecutivo) y el Poder
Judicial.
Las legislaturas provinciales son -en algunas provin-
cias- bicamerales, esto es, están integradas por dos cáma-
ras (Senado y Cámara de Diputados). En otras, en cambio,
son unicamerales, integradas sólo por la Cámara de Dipu-
tados o de Representantes, como se la denomina en algunas
provincias.
Tienen legislaturas bicamerales, Buenos Aires, Cata mar-
ca, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Mendoza, Salta, Santa
Fe, San Luis y Tucumán 12 .
Tienen legislaturas unicamerales: Chaco, Chubut, For-
mosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Misiones, Neuquén, Río
Art.5 Negro, San Juan, Santa Cruz, Santiago del Estero y Tie
del Fuego 13 y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Entre las obligaciones que impone a las provincias el a
5 que estamos analizando, no se incluye la de tener
Legislatura bicameraL Este requisito es necesario en
Estado federal (ver comentario del arto 36), no así en
Estado unitario o en una provincia, ya que si bien en es-
tos casos puede existir el bicamarismo, éste no es imprescin-
dible 14 .
b ) Inclusión de los principios, declaraciones y garantíWl
establecidos en la Constitución nacional. Además de organi-
zar sus poderes conforme al sistema representativo y repu-
blicano, las constituciones provinciales deben incluír en su
articulado una parte dogmática, en la cual estén menciona-
dos las declaraciones, derechos y garantías reconocidos en la
primera parte de la Constitución nacional.
Pienso que -teniendo la Constitución nacional vigen-
cia en todo el territorio argentino- es sobreabundante exi-
gir a las provincias que reiteren la parte dogmática de ella
en sus respectivas constituciones provinciales. Más aún,
creo que este requisito se cumple acabadamente si tales
constituciones provinciales se remitieran a la primera par-
te de la Constitución nacional, o -incluso- sin remisión
expresa.
Sin embargo, las constituciones provinciales no sólo con-
tienen tales declaraciones, derechos y garantías, sino que
los han mejorado, ampliado y modernizado, ya sea incorpo-
rando disposiciones nuevas o bien detallándolas más aún.
Podemos mencionar el derecho de reunión, el amparo, la
responsabilidad expresa y amplia de los funcionarios, las
garantías penales, las cláusulas económicas y sociales, la
del Estero, San Juan, Río Negro, an Luis, Tierra del Fuego Art.5
y Formosa)20.
d) Asegurar el régimen municipal. A este tema de los
municipios provinciales me referiré en el parágrafo siguiente.
23
24 C't '
l . por Sanche.z Viamonte, Manual.. ., p. 331
25 Ver Los~? ob. CIt., ps. 39 y ss. .
Un probJo estudio del concepto d " ,.
relación con la autonoml' a . . al e reglmen municipal" y su
mUlllClp' se p d 1
t. l , ps. 73 y ss., y Hernández ob ' . ue e eer en RosatLi, ob. cit. ,
26 Palomeque oh .' t , . Cit., t. l , ps. 415 y ss.
, . el., p . 22 .
TRATADO DE DERECHO CONSTlTUCLONAL 341
1984, ps. 127 y SS.; Rosatti, ob. cit., t. I, cap. Il; Hernández, ob. cit.,
t. l, ps. 413 y SS .; Losa, ob. cit., cap. VII; IX Conferencia Nacional de
Abogados (San Francisco, Córdoba, 1979); etc. Ver un detalle de la
doctrina favorahle a esta tesis en la nota de O. Vergara, El retomo de
la Corte a la autonomía municipal, en "Jurisprudencia Argentina" del 14
de junio de 1989, p. 16.
30 M. MadenholT, Tratado de derecho adm.inistrativo, Abeledo-Pe-
rrot, Buenos Aires, 196G, t. J, p. 504; J. Canasi, Derecho udministrativo,
Ed. Depalma, Buenos Aires, 1972, vol. l, p. 502; Bielsa, Derecho admi-
nistrativo. t. l, p. 236; M. Díez, Derecho administrativo, t. n, p . 180.
31 C.S.N., "Fallos", t. 9, p. 277.
" 32 »C .S.N ., in re "Ferrocarril del Sud c. Municipalidad de La Plata",
Fallos , t. 114, p. 282. Este concepto se reitera luego en "Fallos", t. 123,
p. 313 .
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIO. AL 343
Art.5
En 1929, si bien no modifica el criterio sobre el carácter
autárquico de los municipios, la Corte los considera como
"órganos de gobierno" y los define como "entidades esencia-
les", en virtud de lo preceptuado por el arto 5 de la Cons-
titución nacionaP3.
En 1930 se reitera el concepto de autarquía municipal
(si bien en esta oportunidad el fallo se refiere al municipio
del Distrito Federal, cuyo régimen es absolutamente distin-
to del de los municipios de provincia (ver parágrafo 40),
aunque refirmando la jerarquía constitucional de la institu-
ción municipaP4 .
En 1944, la Corte destacó que el alcance y límites de las
facultades municipales surgen de la constitución y de las
leyes provinciales, materia ajena al gobierno federal. Ade-
más, interpretando el significado del concepto "régimen mu-
nicipal", incluído en el arto 5 de la Constitución nacional,
sostuvo que consiste en reconocer al municipio como requi-
sito esencial para hacer efectiva la autonomía provincial, y
no importa la fijación de un sislema económico-financiero,
al cual deba ajustarse la organización municipal, ya que ello
es atribución propia de los poderes locales Carts. 104, 105 y
106 de la Constitución nacional)35.
Otro fallo, más cercano a nosotros, concretamente de
1986, ratifica el criterio de la autarquía municipaP6.
Esa misma Corte Suprema, con fecha 21 de marzo
de 1989, cambió el criterio, reconociendo la autonomía de
los municipios . En el fallo "Martínez Galván de Riva-
Art.5
Como he explicado en capítulos anteriores, la autonomía
implica la aptitud del ente de organizarse y dar ~ sus
propias instituciones (ver parágrafo 25), esto es, d~ e~e~cer
el poder constituyente, capacidad ésta que -en pnnclplO-
no tienen los municipios.
No obstante ello, no se los podía considerar meras de-
pendencias burocráticas del gobierno provincial, desde el
momento que están mencionados expresamente en el arto 5
de la Constitución, Y tienen --como dijo la Corte en el fallo
"Rivadem.ar" ya mencionado- atribuciones que superan lar-
gamente a las de los entes autárquicos. Por ejemplo, el
dictado de normas de sustancia legislativa (ordenanzas mu-
nicipales) en el ámbito de su competencia.
Además, las autoridades municipales son elegidas por
los vecinos del distrito, sin injerencia del gobierno provin-
cial. Esto también excede en mucho al concepto de la mera
autarquía territorial 41 •
En suma, los municipios eran entidades políticas, pero
-en principio- no eran autonómicas, porque los órganos
del gobierno municipal estaban diseñados en las constitucio-
nes provinciales y en las respectivas leyes orgánicas, dicta-
das por las legislaturas provinciales.
La reforma constitucional de 1994 cortó la polémica al
reconocer expresamente la autonomía municipal en el arto
123, aunque dejando a las constituciones provinciales la
regulación de su extensión.
A partir de la reforma de 1921 de la Constitución de la
provincia de Santa Fe, por iniciativa de Lisandro de la
Torre, se previó una clase especial de gobierno municipal,
los llamados municipius de convención. Éstos están regidos
por estatutos orgánicos sancionados por convenciones elegi-
das por los vecinos, quienes ejercen de este modo un poder
Art.6
Clasificaci6n d e los mll.nicipw en varia-s cat~g~rías, se-
gún su población: En general, los munici~i~s comcIden ~o~
los partidos, departamentos o ejidos. e ~Vlden en mumCl-
pios de primera, segunda, etc., categona, ~nforme a su
población. En algunas constituciones los partIdos de menor
población están a cargo de comisiones de fomento. .
División de poderes. Se crean dos departamentos el EJe-
cutivo, a cargo del intendente municipal, y el Deliberativo
(legislativo), a cargo de un Concejo. A los actos del primero
se los denomina decretos municipales; los del segundo, or-
denanzas municipales. En general no se prevé una justicia
municipal, ya que la justicia de faltas es provincial. Opino
que se debiera crear un departamento judicial, con una
justicia de faltas independiente y con estabilidad 44 .
Poder impositivo municipal. Se otorga a las comunas la
capacidad de crear y recaudar ciertos impuestos, tasas de
servicios y contribuciones de mejoras. Los recursos fisc ales
son una parte (la más importante) de los ingresos con que
se forma el tesoro municipal, que es la masa de dinero que
necesitan las comunas para hacer frente a los gastos deri-
vados de su funcionamiento y del cumplimiento de sus fi nes
propios. Zarza Mensaque los clasifica en recursos de propia
jurisdicción y los de otra jurisdicción. Entre los primeros, y
como ingresos corrientes, incluye a los tributarios, esto es,
a los derivados del poder impositivo municipa1 45 .
No dependencia del gobierno provincial. Diversas consti-
tuciones contienen cláusulas que prohíben al gobierno pro-
vincial inmiscuírse en la actividad de las autoridades comu-
nales, previendo la intervención provincial en el municipio,
sólo para ciertos casos taxativamente enumerados.
Art.5
74. Educación primaria.
El último requisito impuesto a las cons - on provin-
ciales es el de asegurar la educación primaria. El texto
sancionado en 1853 completaba el concepto con la frase
educación primaria gratuita.
La Convención del Estado de Buenos Aires que revisó en
1860 el texto constitucional aprobado en 1853, aconsejó la
supresión del vocablo "gratuita". El fundamento de tal su-
presión está expresado en el informe de la comisión exami-
nadora, designada en el seno de la Convención provincial,
la cual expresó:
"Poner por condición a la difusión de la instrucción prima-
ria, que ella ha de ser precisamente gratuita, es lo mismo que
encerrar su difusión dentro de límites muy mezquinos, puesto
que esa cláusula importa tanto como prohibir a las provincias
establecer contribuciones especiales para costearla.c;, o dar leyes
para imponer a los pudientes la obligación de costear la de sus
hijos, y es por aquí por donde ataca el principio de la sobe-
ranía provincial, sin ventaja alguna para la comunidad; y por
el contrario, con perjuicio evidente de la misma educación.
Además de esto, la Comisión ha tenido presente que la instruc-
ción primaria es en Buenos Aires donde ha recibido un verda-
dero impulso, colocándose a la vanguardia de toda la América
del Sur a este respecto, y que esto abona en favor de su
le¡.:islación sobre la materia, debiendo principalmente sus
mayores adelantos a las últimas leyes que han llamado al
pu.eblo a concurrir a los gastos de la edacación. Por lo tanto,
la supresiún de la palabra gratuita, además de ser el resul-
tadu de un principio, salva el porvenir de la educación y con
ella las leyes que la impulsan, y que tienen la sanción del
pueblo más competente en la materia; siendo por otra parte
falso que pudiese existir una educación gratuita, desde que
sus gastos se han de cubrir con el dinero de los contribuyen-
tes que forma el tesoro público"47.
Art. 5
alguno de los órganos del propio gobierno federal. ~emos
visto, más arriba (ver parágrafo 32), que nuestro sIstema
federal está en crisis a causa de las continuas intromisiones
que los poderes provinciales sufren del gobierno federal.
¿Cuál es, entonces, el remedio que tienen las provincias
para evitar tal usurpación? No es la .secesión, por cierto, ya
que la República Argentina es indestructibleso .
La respuesta debiera estar en la representación que
tienen las provincias en el Senado de la N ación (arts. 44 Y
54, Consto nac.; ver sus comentarios ), por cuanto los sena-
dores representan a sus provincias y debieran defender la
autonomía de éstas.
Sin embargo, la realidad política nos enseña que por
encima de la lealtad a sus provincias, los senadores ponen
- en la generalidad de los casos- la lealtad al partido
político al cual pertenecen. A ello se agrega el efecto perni-
cioso de los largos períodos de {acto, en los cuales el Poder
Legislativo es ejercido por tecnócratas que ninguna vincula-
ción tienen con las provincias.
En virtud de lo expuesto, cabe afirmar que la garantía
que el último párrafo del arto 5 otorga a las provincias, en
relación a posibles abusos o desmesuras del propio gobierno
federal, es una mera declaración lírica que no tiene una
instrumentación eficaz, dependiendo su cumplimiento de la
buena (o mala) voluntad del propio gobierno federal ; la cual
-según 10 demuestran permanentemente los hechos- es
escasa o nula.
Por ello, esta clilusula juega un rol importante cuando se
trata de mantener a las autoridades provinciales en los
carriles constitucionales (el correctivo es la intervención
federal), pero no tiene eficacia cuando, a la inversa, el
correctivo debiera ser aplicado al gobierno central.
78. Jurisprudencia.
52 21 Wallace. 162.
53 7 How . 1 (1849).
TRATADO DE DERECHO CO.;sTITUCIO~AL 359
Art.5
des provinciales, o del gobierno federal en los casos previs-
tos en los arts. 5 y 6 de la Consto nacional»64.
"Los conflictos entre los diferentes poderes públicos de una
misma provincia son definidos por un juicio político o por
otros medios creados por sus respectIVas . const1'uClones
t' "65
.
"El respeto a la autonomía de las provincias requiere
que se reserven a los jueces locales las causas en que lo
sustancial del litigio verse sobre aspectos propios de la
jurisdicción provincial"66.
"Corresponde dejar sin efecto la sentencia de un tribunal
superior que omite pronunciarse sobre la declaración de
inconstitucionalidad efectuada por el poder ejecutivo provin-
cial respecto de una ley local, pues con tal proceder resultó
convalidada la indebida asunción de funciones judiciales por
parte del gobierno provincial, en violación de lo estatuído en
los arts. 5 y 95 de la Consto nacional"67.
"La dilucidación de la compatibilidad de las instituciones
provinciales con lo dispuesto en el arto 5 de la Consto naco
envuelve una cuestión de naturaleza política, vedada como
tal a los tribunales de justicia"68.
"Lo atinente a la interpretación y aplicación de normas
locales -constitucionales o legales-, e incluso su recíproca
incompatibilidad, es materia ajena al recurso extraordina-
rio. La invocación de los arts. 5, 17, 31 Y 106 de la Consto
naco no altera la índole no federal del asunto''69.
"En las condiciones que expresa el arto 5 de la Consto
nac., el gobierno federal garantiza a cada provincia el goce
y ejercicio de sus instituciones, pero ello debe entenderse
dentro del orden provincial respectivo y sin extender el
Art.6
Art.6
la paz interior de la República fuera turbada por hostilida-
des entre una u otra provincia o sublevaciones internas en
alguna de ellas, el encargado de las Relaciones Exteriores
(el general Justo José de Urquiza) estaría autorizado para
emplear "todas las medidas que su prudencia y acen~rado
patriotismo le sugirieran para restablecer la paz sostemendo
(a) las autoridades legalmente constituídas; para lo cual los
demás gobernadores prestarán su cooperación y ayuda en
conformidad al tratado del 4 de enero de 1831". Vemos en
ambos textos el germen de la intervención federal "protec-
tora", es decir, de aquella que tiene por objeto socorrer a las
autoridades provinciales amenazadas o agraviadas.
El pr oyecto de constitución de Alberdi, en su arto 5,
autorizaba la intervención federal "sin requisición de las
autoridades provinciales, al solo efecto de restablecer el or-
den perturbado por la sedición"6.
El texto del arto 6 de la Constitución nacional, tal como
fue sancionado en 1853, se mantuvo en la línea de los
antecedentes citados: la intervención federal apuntaba ex-
clusivamente a restablecer el orden perturbado por la sedi-
ción o atender a la seguridad nacional, amenazada por un
ataque exterior.
La redacción actual del texto que estamos analizando fue
propuesta por la Convención del Estado de Buenos Aires de
1860, a sugerencia de su Comisión Examinadora? El infor-
me de ésta, al respecto, dice:
"La intervención del poder general en las provincias, con
requisición de parte o sin ella, es un deber o un derecho. En
el primer caso es una obligación que deriva de la garantía
de que habla el arto 5 de la Constitución: el gobierno federal
Art.6
Es por ello que antes de la reforma constitucional de
1994 los casos de intervención protectora podían ser dis-
puestos por el Poder Ejecutivo nacionaJ en u carácter de
comandante en jefe de las fuerzas armadas ( er parágrafo
83), pero bien entendido que e ta intervención consiste sim-
plemente en penetrar en el territorio provincial con las
fuerzas militares o policiales necesarias sin interferir con
las autoridades provinciales. Si fuera necesario removerlas
total o parcialmente, se requiere ley del Congreso (art. 75,
inc. 31, C.N.).
Corresponde analizar cuáles son las autoridades provin-
ciales legitimadas para requerir la intervención militar.
Entiendo que cualquiera de los tres poderes puede efec-
tuar la requisitoria, máxime si se tiene en cuenta que, por
las circunstancias propias de la emergencia, no son exigibles
todos los recaudos que corresponden a un acto emitido en
tiempos normales.
En principio, estimo que esta competencia corresponde a
las autoridades superiores de cada poder. En mi opinión, las
autoridades provinciales legitimadas para requerir la inter-
vención en el orden de prelación que se indka son: la
Legislatura provincial, el presidente de ella, el gobernador,
el vicegobernador, el Tribunal Superior de Justicia provin-
cial, la mayoría absoluta de los ministros del poder ejecutivo
provincial.
En caso de que no existiera otra autoridad superior a
ellos, creo que también podrían hacerlo un ministro del
Poder Ejecutivo provincial, un diputado o un juez de un
tribunal inferior12 .
. ~ntiendo que no es necesario que el acto de la requi-
sltona sea formal y completo. Es suficiente que de él surja, in-
dudablemente, la voluntad de recabar el auxilio federal.
Art.6
según reza su penúltimo considerando. Obviamente es. un
típico caso de nuestra patología constitucional, que no slrve
como antecedente para el análisi del instituto que estoy
estudiando 18 .
Art.6
Si bien la declaración de intervención federal es una
cuestión política no justiciable (v. parágrafo 6 lo actos de
ejecución emanados de los funcionarios de la intervención,
sí son susceptibles de control judicial.
Por lo expuesto más arriba, si se trata de acto ordina-
rios cuyo dictado hubiera correspondido a la autoridades
provinciales, entendemos que su juzgamiento compete a la
justicia local o federal, según corresponda por las cosa o las
personas. En cambio, si se trata de actos que tra ciendan
a aquéllos, siempre corresponde su juzgamiento a la ju ticia
federal.
24 Gonzúlez Calderón, Curso ... , cit., ps. 120 y 121; .Joaquín González,
Manual ... , cit., ps. 711 y 712 .
25 Ver: J. Vanossi, voz "Intervención federal", en la Enciclopedia
jurídica Omeba , t . XVI, p. 705.
382 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
87. Jurisprudencia.
30 e .S .N ., "Fallos",
t. 127, p. 92; t. 156, pS . 126/ 133; t. 205, p . 341.
31 e.S.N., "Fallos", t. 54, p. 550.
32 e.S.N. , "Fallos", t. 53, p. 420; t. 54, p. 180; t. 223, p. 206.
33 a.s.N.) "Fallos", t. 206, p. 341.
MIGUEL ÁNGEL EKMElillJlAN
386
Art.7
Art.7
Cabe afirmar que tal cláusula ha sido escasamente desarro-
llada, pese a los casos judiciales que provocó5 .
En nuestro país, en cambio, no ha sido objeto de mayores
controversias, ya que el derecho común es de alcance nacional,
a diferencia de lo que sucede en los Estados Unidos6.
La extraterritorialidad automática que este artículo otor-
ga a los actos públicos locales, hace innecesaria -en prin-
cipio-- la concertación de tratados interprovinciales (ver
arto 125 y su comentario) o de las cláusulas de reciprocidad
de las leyes provinciales para regular este tema.
Los "actos públicos" a que se refiere el arto 7 son los
que emanan de cualquier autoridad provincial, ya sea de-
pendiente del Poder Ejecutivo (administración ¡:>ública cen-
tralizada o autárquica), del Poder Legislativo (leyes, reso-
luciones, etc.), los "procedimientos judiciales", es decir,
obviamente, a los actos del Poder Judicial. Se aplican asi-
mismo a los emanados de las autoridades municipales.
Se debe incluír también en el concepto los actos dictados
por las "personas jurídicas públicas no estatales" (ver co-
mentario del art. 99, inc. 2 y, en general, a todos aquellos
que -por delegación-- ejercen de algún modo cierto poder
estatal o son depositarios de la fe pública (v.gr., escribanos
públicos, contadores públicos, concesionarios de servicios pú-
blicos, bancos, tribunales arbitrales, bolsas, etc.).
Creo que -en cambio- este artículo no es aplicable a
las empresas comerciales de las provincias o a las empresas
o corporaciones interprovinciales de derecho privado.
El Congreso federal, en cumplimiento de las facultades
previstas en el último párrafo del artículo, ha dictado la ley
44 y su modificatoria, la ley 5133. Ambas fueron derogadas
por el decreto-ley 14.983/57 actualmente vigente, que es-
Art.7
Art. 7.- El presente decreto-ley será refrendado por el
excmo. señor vicepresidente provisional de la Nación y los
señores ministros secretarios de Estado en los departamen-
tos de Educación y Justicia, Guerra, Marina y Aeronáutica.
Art. 8.- Comuníquese, etc. - AR.AMBUR . Rojas. Salas.
Majó. Hartung. Landaburu.
Art.7
pienso que una provincia podría negar~e a reconocer. ef~c~os
a un acto de otra, cuando éste leSlOnara los prmc1p10S
consagrados en la Constitución nacional. .
También puede una provincia desconocer v~hdez a los
actos de otra cuando éstos, por sus efectos, pudieran llegar
a afectar los principios de la constitución pro~cial d~ la
primera o a su orden público provincial, por ejemplo SI se
violaran la~ normas relativas a la jurisdicción "ratione loei"
o "rati()ne personae".
De igual manera cuando los actos de una provincia in-
terfieran unilateralmente en el libre ejercicio de las institu-
ciones de otra provincia (v.gr., si una provincia solicita a
otra el arresto y la extradición del gobernador o de un
miembro de la legislatura de la provincia requerida).
De cualquier modo, un conflicto de este tipo llegaría al
conocimiento y decisión de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación (arts. 117 y 127; ver su comentario), por lo cual
la última palabra la tendría siempre el gobierno federal.
Los arts. 186 a 189 de la ley de {'acto 9020 de la Pro-
vincia de Buenos Aires plantean una cuestión interesante.
Establecen que los actos notariales otorgados en otra juris-
dicción, que deban tener efectos legales en la provincia
(v.gr., compraventa de inmuebles ubicados en jurisdicción
provincial), para poder ser inscritos en los respectivos re-
gistros deben ser protocolizados en un registro notarial
provincial.
Esta ley tiene su antecedente en los arts. 189 a 192 de
la ley provincial 8585, que imponían obligaciones similares.
Dicha ley fue derogada poco tiempo después de su sanción
(ley de (acto 8641), en cuyo mensaje de elevación se hacía
referencia a la inconstitucionalidad de aquellos artículos.
Posteriormente, la Legislatura de la provincia de Buenos
Aires sancionó la ley 10.191, que deroga el arto 190 de la
ley 9020 ya citada, el cual establecía -como excepción- el
reconocimiento de la extraterritorialidad de los actos de otra
jurisdicción, en casos de reciprocidad.
396 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
89. Jurisprudencia.
arto 4 de la ley 44, ley 5133, decr.-ley 14.983/57, Y arto 5 del Art. 7
convenio sobre trámite uniforme de exhortos (ley 17.009), el
Juzgado en lo Civil y Comercial de La Plata debe
cumplimentar el exhorto del Juzgado nacional en 10 civil
que solicita la inscripción de una declaratoria de herederos,
previo pago del impuesto correspondiente, respecto de la
mitad indivisa de un inmueble situado en la Provincia, así
como del acto judicial que declaró que el dominio de ese
inmueble corresponde por partes iguales al causante y a
uno de los herederos. El fisco provincial no puede oponerse
a ello y exigir el previo pago del impuesto a la trasmisión
gratuita sobre el total de dicho bien, alegando que no fue
parte en el incidente tramitado para excluír la mitad indivisa
del inmueble"22.
Art. 8
Art.8
La calidad de nacional, a que se refiere el primer párrafo,
se determinará con arreglo a las leyes del paí de origen y
se acreditará ante las autoridades competentes, mediante la
documentación que será acordada por las partes por vía
diplomática.
Art. 2.- Los argentinos que adquieran la nacionalidad
italiana y los italianos que adquieran la nacionalidad
argentina deberán inscribirse en los registros que determine
el país cuya nacionalidad hayan adquirido. A partir de la
fecha de inscripción, gozarán de la condición de nacionales
en la forma regulada por la ley de cada país.
Dicha inscripción será comunicada a la otra parte
contratante, por vía diplomática o consular, dentro del tér-
mino de sesenta días de efectuada. La suspensión del ejer-
cicio de los derechos inherentes a la nacionalidad anterior
regirá a partir del momento en que se produzca la comu-
nicadón precedentemente aludida.
Art. 3.- Para las personas a que se refieren los artículos
anLeriores, el ejercicio de Los derechos públicos y privados, la
protección diplomática y el otorgamiento de pasaportes y todos
los derechos políticos, civiles, sociales y laborales, se regirán
por las leyes del país que otorga la nueva nacionalidad.
Por la misma legislación y los acuerdos vigentes en la
materia entre los dos países se regulará el cumplimiento de
las obligaciones militares, entendiéndose como cumplidas
las satisfechas en el país de origen.
Art. 4. - El traslado de domicilio al país de origen de las
personas acogidas a los beneficios del presente convenio
implicará automáticamente la reasunción de todos los
derecho.'! y deberes inherentes a su anterior nacionalidad.
Las personas que efectúen dicho cambio estarán obligadas
a manifestarlo así ante las autoridades competentes de los
respectivos países. En tal caso, se procederá a inscribir el
cambio en los registros que se mencionan en el arto 2 y se
librarán las comunicaciones pertinentes, a los efectos
previstos en el citado artículo.
414 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJ1AN
Art. 8
"privilegios e inmunidades" de que habl~ el arto 8 son los
inherentes al título de ciudadano argentino, no a los de los
legisladores. A la luz del antecedente ya citado del arto 8,
esto es, el arto 10 del Pacto Federal de 1831, el criterio d~
la Corte en el caso Tabanera nos parece erróneo porque SI
una provincia reconoce inmunidades a sus legisladores debe
necesariamente reconocer ese mismo privilegio a lo de las
otras provincias 12 •
Volveré a estudiar más detalladamente el tema de la
extraterritorialidad de las inmunidades de los funcionarios
y magistrados provinciales, al ocuparme de las inmuni-
dades parlamentarias (arts . 68 a 70 de la Constitución
nacional)13.
Algunos autores afirman que en nuestra Constitución no
existe la ciudadanía provincial, a diferencia de la de los
Estados Unidos que sí reconocería este doble nivel de
ciudadanía l1 . Discrepo con este criterio. Como he dicho más
arriba, existen dos y hasta tres niveles de ejercicio de los
derechos políticos. Por tanto, si por ciudadanía enten-
demos la atribución de derechos y deberes políticos, es
obvio que existen por lo menos dos niveles de ciudadanía
distintos.
Art.8
este caso la requirente estaría interviniendo en la autono-
mía de la provincia requerida.
97. Jurisprudencia.
Art. 8 prestados a la Nación (art. 20, Consto nac.; arto 2, ley 8 oct.
1869 )"21.
"La residencia en la República que exigen la Constitu-
ción y la ley de ciudadanía para que los extranjeros puedan
obtener la naturalización, debe ser actual en el momento de
pedirla y constituye una condición sine qua non"22 .
"El hijo de padres argentinos nacido en el extranjero es
ciudada no argentino si prefiere la nacionalidad de origen a
la de nacimiento"23.
"Se reputa ciudadano argentino el nacido en el extran-
jero de padres argentinos durante la expatriación (art. 12,
ley 8 de octubre 1869)"24.
"A los efectos del arto 1, inc. 2, de la ley 346, basta que
uno de los padres sea argentino nativo, con independencia
de la nacionalidad del otro"2G .
"Los hijos de argentinos nacidos en el extranjero pueden
formular su opción por la ciudadanía de origen por medio
de apoderado ante el juez federal del último domicilio real
de sus padres en la República Argentina , pues el arto 1, inc.
2, de la ley 346 no exige que el interesado se halle en el
país"~6 .
"El que ha nacido en país extranjero siendo sus padres
ciudadanos argentinos por naturalización, carece del de-
recho de optar por la ciudadanía argentina, que el arto 1,
inc. 2, de la ley 346 sólo otorga a los hijos de argentinos
nativos"27.
"La persona adoptada como hija por un matrimonio uno
de cuyos cónyuges sea argentino, no puede obtener por
Art. 8
opción la ciudadanía de este último a tenor del arto 1, inc.
2, de la ley 346"28.
"Aunque la ley 346 no determina la edad del optante, el
arto 2, inc. 2, establece que el extranjero sólo puede mani-
festar su deseo de adoptar la ciudadanía argentina a los 18
años, condición que es válida igualmente para el caso de
opción, porque sólo en aquella edad se suponen en el agente
el discernimiento y la responsabilidad necesaria para adop-
tar esa determinación"29.
"La prueba del nacimiento en el extranjero es también
necesaria en el caso de opción por la ciudadanía de origen,,30.
"La demostración legal de la calidad de extranjero, a
falta de las partidas de nacimiento, requiere la información
supletoria que autoriza el arto 85 del Cód. Civil. Esa infor-
mación es primaria y esencial en la materia y se encuentra
comprendida en la expresión del art. 1 de la ley 346, que
alude, no sólo a la gratuidad de las cartas de ciudadanía,
sino también a las actuaciones para obtenerla"31 .
"El requerimiento de infonnes a los organismos de segu-
ridad, a los efectos de decidir las causas sobre ciuda-
danía, se ajusta a las disposiciones de la ley 346 y su regla-
mentación"3:¿ .
"No basta para denegar la concesión de la ciudadanía la
circunstancia ele que se la haya solicitado por un móvil que,
como el de conseguir trabajo con mayor facilidad o alguna
ocupación menos fatigosa , no es incompatible con una recta
disposición para cumplir los deberes que la adopción de ella
impone"33.
Arto 8
juez que no era de su domicilio real, aunque se la hubiere
otorgado con conocimiento del hecho refe~don48o , o,
"Procede la cancelación de la carta de clUdadarua SI esta
fue obtenida con fraude o por razón de la conducta posterior
del ciudadano que justifique su revocación o cuando m~~ia
re renuncia, expresa o tácita, de la nacionalidad adqUlnda
por naturalización"49 o
"Currespunde a lus jueces conocer del pedido de readqui-
sición de la ciudadanía por naturalización formulada por
quien la perdió por causales distintas de las del arto 8 de
la ley 346, sin que sea menester requerir al Congreso na-
cional la disposición legal expresa de rehabilitación determi-
nada por el arto 9 de la misma ley"50 o
"La disposición del arto 8 de la Consto naco se refiere a
los privilegios e inmunidades inherentes al título de ciuda-
dano argentino, únicos que ella reconoce y a quienes otorga
iguales prerrogativas y derechos, cualquiera que sea el punto
de la Nación en que se encuentren"51 o
"La cláusula 2a del arto 8 de la Consto naco no consagra
una reciprocidad convencional supeditada a la observancia
o al cumplimiento de una de las partes, sino una obligación
constitucional preceptiva e ineludible, que importa, en
cierto modo, una limitación a las soberanías locales impues-
tas por intereses superiores de justicia y seguridad social,
y que habrá de cumplirse siempre, aun en los casos a que
alude el juez exhortado, mediante el ejercicio de los recursos
legales correspondientes"52 o
"Es un deber de las autoridades de los diversos Estados
que foor,man la Nación prestarse recíproca ayuda para la
~epreslOn de los delitos, no solamente por ser asunto que
mteresa en sumo grado a la sociedad en su conjunto, sino
Art.9
98. Aduanas.
. . d Buenos Art.9
hermanas subsidiaban los gastos de la provmCUl e ,
Aires, con los derechos que pagaban las mercadenas en
tránsito. . 2
Tal estado de cosas generaba inevitablemente tenslOnes ,
a punto tal que me animo a asegurar que las luchas entre
federales y unitarios que ensangrentaron al país bas~a ya
bien entrada la segunda mitad del siglo XIX., se debleron
principalmente a esta causa.
El gobernador de la provincia de Corrientes, don Pedro
Ferré, pretendió nacionalizar las aduanas, cuando redactó el
proyecto de lo que luego sería aprobado y conocido como
Pacto Federal de 18313 . Rosas no aceptó la tesitura de Ferré
y luego de una áspera discusión entre los plenipotenciarios
de ambas provincias -Buenos Aires y Corrientes-, esta
última no firmó el Pacto en ese momento4, pese a haber sido
una de sus promotoras (ver parágrafo 2, notas 82 y 85).
El Pacto Federal significó un tímido avance sobre tal
estado de cosas. En su arto 9 se limitó a establecer que las
mercaderías que se importen o esparten (sic) de una provin-
cia a otra, pagarán los derechos como si fueran importadas
por los naturales de la provincia a donde o de donde se
exporten o importen.
Lo cierto es que las aduanas provinciales subsistieron
hasta la sanción de la Constitución, constituyendo verdade-
ras fronteras interiores que impedían la creación de un
verdadero sentimiento de la Patria Grande, más allá de
cada provincia. Estas barreras artificiales fueron causa im-
portante del sensible retraso de la unidad nacional. Además
100. Jurisprudencia.
Art.9
importación o exportación fuera de los cobra~os P?r las
aduanas nacionales. Una demanda por cobro mdebldo de
tales derechos constituye un caso regido por la Constitución,
y en ese concepto es de competencia de la justicia nacional"6.
"Las provincias pueden gravar con impuestos las merca-
derías que han introducido de otra y que se encuentran ya
incorporadas a su riqueza general; pero, desde el momento
en que el gravamen se basa en esa procedencia o establece
diferencias en perjuicio de las mismas y en beneficio de las
de origen local, sale de su propia esfera de acción y afecta
al comercio interprovincial, cuya reglamentación ha sido
atribuída al Congreso de la Nación. En consecuencia, es
violaloria de los arts. 9 y 10 de la Const: naco una ley
provincial que grave la venta de determinado producto fa-
bricado en otra provincia con impuesto mayor que el que se
cobra al similar fabricado en la propia"7.
"Una provincia no puede gravar operaciones realizadas
fuera de su territorio, pues en tal caso actuaría más allá de
su potestad jurisdiccional, invadiría otras jurisdicciones, afec-
laría la circulación territorial e impondría reglas al comer-
cio interprovincial. Por ello, el impuesto establecido por una
provincia sobre productos que son objeto de venta o negocio
fuera de la propia jurisdicción es violatorio de los arts. 9,
19, 11, 67, inc. 12, y 108 de la Consto nac. n8 .
"El impuesto de sellos exigido por una provincia sobre
boletos de compraventa celebrados fuera de su territorio,
que instrumentan la adquisición de mercaderías producidas
y localizadas en dicha provincia, pero que deben entregarse
en puertos nacionales para ser exportadas, y cuyo precio se
abona fuera de su jurisdicción, incide directamente en el
comercio exterior y, por tanto, es violatorio de los arts. 9,
10, 11, 67, inc. 12, y 108 de la Consto nacional'>9.
Art. 10
Art. 10
y estaban separadas del resto del país, por verdaderas adua-
nas interiores. . donas
En nuestro país, el antecedente más an~guo e z
francas es la ley 5142 del año 1907, que ~spuso sendas
zonas francas en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe
y Entre Ríos.
El decreto-ley 9924/57, derogado por el decreto-ley 6123/
63 1 , creó una zona franca al sur del paralelo 42° de latitud
sur. .
El ex Territorio Nacional de Tierra del Fuego tuvo vanos
regímenes de zona franca. En 1956, por decreto-ley 7101156
se creó una zona franca que lo abarcaba. Fue modificado por
el decreto-ley 6254/58 y luego por la ley de {acto 16.450 y
fue reaulado finalmente por la ley de (acto 19.640.
Es;a última, destinada a promover al ex Territorio Na-
cional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico
Sur, establecía una área franca y una área aduanera espe-
cial, exceptuando de derechos a las mercaderías que se
importaren a dichas zonas. En mi opinión, los arts. 16 y 18
del texto legal citado, al establecer derechos aduaneros para
las mercaderías "que se importen" al territorio continental,
desde la zona franca o área aduanera especial, son contra-
rios a los arts. 10 y 11 por establecer derechos de tránsito
y aduanas interiores.
Parte de la doctrina es crítica con estos regímenes de
promoción. Así, Spisso expresa que "los abusos originados
en l~ aplicación de los regímenes de promoción) más allá de
io.s dícitos originados en sobrefacturaciones y en otras ma-
nlObr~s, fueron de todo orden, llegando incluso a que las
auton~ades de aplicación, [ ..1 impulsaran el emplazamiento
dese nfrenado de nuevos establecimientos industriales sin ma-
yores justificaciones económicas"2. A ello agréguese Pon el
y estaban separadas del resto del país, por verdaderas adua- Art. 10
nas interiores.
En nuestro país, el antecedente más an~guo de zonas
francas es la ley 5142 del año 1907, que ~spuso sendas
zonas francas en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe
y Entre Ríos.
El decreto-ley 9924/57, derogado por el decreto-ley 6123/
63 1 , creó una zona franca al sur del paralelo 420 de latitud
SUf. .
El ex Territorio Nacional de Tierra del Fuego tuvo vanos
regímenes de zona franca. En 1956, por decreto-ley 7101/56
se creó una zona franca que lo abarcaba. Fue modificado por
el decreto-ley 6254/58 y luego por la ley de {acto 16.450 y
fue regulado finalmente por la ley de {acto 19.6~0 ..
Esta última , destinada a promover al ex TerntorIo Na-
cional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico
Sur, establecía una área franca y una área aduanera espe-
cial, exceptuando de derechos a las mercaderías que se
importaren a dichas zonas. En mi opinión, los arts. 16 y 18
del texto legal citado, al establecer derechos aduaneros para
las mercaderías "que se importen" al territorio continental,
desde la zona franca o área aduanera especial, son contra-
rios a los arts. 10 y 11 por establecer derechos de tránsito
y aduanas interiores.
Parte de la doctrina es crítica con estos regímenes de
promoción. Así, Spisso expresa que "los abusos originados
en la aplicación de los regímenes de promoción, más allá de
los ilícitos uriginados en sobrefacturaciones y en otras ma-
niobras, fueron de todo orden, llegando incluso a que las
autoridades de aplicación, [. ..] impulsaran el emplazamiento
desenfrenado de nuevos establecimientos industriales sin ma-
yores justificaciones económicas"2. A ello agréguese en el
103. Jurisprudencia.
Art. II
. , o fab ica-
Art. 11.- Los artículos de pro d UCClon
. 'roo
ción nacional o extranjera, aSl co los ganados .de
't
toda especie, que pasen por terrl orlO. de una provm-
cia a otr a, serán libres de los dere~hos llamados de
tránsito, siéndolo también los carruajes, buques o bes-
tias en que se trasporten; y ningún otro derecho po-
drá imponérseles en adelante, cualquiera que sea su
denominación, por el hecho de transitar el territorio.
Art. 11
En primer lugar es menester distinguir la "circulación
, 'ca" de los bienes de la territorial o geográfica a. la.
economL '
cual ya he aludido. . 11 im i
Si bien -como hemos visto- los arts. 9, 10 Y. . ., p-
den gravar el tránsito de mercaderías, esta probiblclon no
alcanza al intercambio comercial de ellas. En otras ,pala-
bras, el fisco provincial puede gravar u~a mercadena no
producida en la provincia, cu~ndo ella ~e mcorpora al. mer-
cado local, siendo objeto de mtercamblO, de transaCCIOnes,
de comercio, en suma l .
Para fijar el momento en el cual cesa la circulación
geográfica y comienza la circulación económica, no hay un
criterio jurisprudencial lineal, sino casuístico. Así la Corte
ha dicho en algunos casos que aquél se produce cuando la
mercadería se pone en venta 2 o bien cuando se rompen las
cubiertas o envases originales3 o cuando se fracciona la
mercadería trasportada a granel, etc.
Se ha considerado inconstitucionales a los derechos "di-
ferenciales", que gravaban en forma. más onerosa a las
mercaderías provenientes de otras provincias, por ese solo
hech0 4 .
Un capítulo importante en estos casos dificultosos, 10
constituyen los impuestos provinciales aplicados a la venta
de mercaderías cuyo proceso industrial se realiza en distin-
tas jurisdicciones provinciales. En un primer momento, la
Corte Suprema fulminó con la inconstitucionalidad a los
gravámenes locales que se aplicaban sobre ventas de mer-
caderías elaboradas fuera del territorio de la provincia5 .
Art.ll
. 'bl e es la produc-
sutil distinguir entre el hecho lmp?Ul e qu . uesto no
ción y la venta del producto, sostemendo que el un~ d' del
ava la venta, sino que se limita a tomarla ~o~o l.fi Ice.
gralor de l a mercadería y que, en tales condicIOnes'l no lm-
V . . 1 tanto e grava-
porta violación del orden constltuclOna en 1
men no perturbe la libre ejecución del acto de venta o o
supedite a delerminadas exigencias.
En otras palabras, aunque dialéclicamente se sostenga
lo contrario, se está gravando en realidad la venta de la
mercadería, no su producción.
Respecto al trasporte, la Corte Suprema sostuvo que la
prohibición de los derechos de tránsito (arts. 10 y 11 de la
Constitución nacional) no impide que el contrato de traspor-
te de personas o cosas pueda ser gravado por las p~ovincias
cuando se lo realice dentro de su jurisdicción l0. Estas no
pueden gravar, en cambio, al trasporte interprovincial o
internacionaPl y tampoco a las agencias de viajes y auxilia-
res de dicho trasporte 12 .
Sin embargo, luego cambia su jurisprudencia y a partir
del caso "Trasportes Vidal" citado en el parágrafo 107, afir-
ma que la protección que le brindan los preceptos constitu-
cionales sólo alcanza a preservar el comercio interprovincia1
de los gravámenes discriminatorios, de la superposición de
tributos locales y de aquellos que encarezcan su desenvol-
vimiento, al extremo de dificultar o impedir la libre circu-
lación territorial. A contrario sensu, mientras los tributos
provinciales no sean discriminatorios o no dificulten la libre
circulaeión territorial pueden gravar al trasporte interjuris-
diccional. Se puede apreciar que también en este caso se
relativiza una clara prohibición constitucional (la de los
Art.11
ts 10 Y 11) con construcciones sutiles, que no tiene~ o:ro
~ndamento que consideraciones de tipo político o econOllliCO.
De lo expuesto hasta aquí podemos afirmar q~e ~~s
claras prohibiciones de los arts. 10 y 11 de la ConstltuclOn
nacional han quedado poco menos que en letra muerta, por
la interpretación deformante que ha hecho de ellos la Corte
13
Suprema de Justicia de la Nación .
Esta situación se consolidó a partir de la sanción de la
ley 22.006, de coparticipación federaP\ en la que se incluyó
la facultad provincial de gravar el trasporte interjurisdiccio-
naP5. En el ya citado fallo "Trasportes Vidal S. A,,16, la
Corte Suprema aceptó la validez constitucional de un im-
puesto local que gravaba al trasporte interjurisdiccional, en
tanto éste no esté en situación desventajosa (por superpo-
sición tributaria de varios fiscos locales) con relación al que
se realiza dentro de los límites provinciales.
En un fallo posterior, la Corte Suprema, al juzgar una
infracción del fisco provincial al régimen de coparticipación
federal, creando pretorianamente derecho contrario a la nor-
ma constitucional expresa, aceptó la validez del tributo 10caP7.
Como síntesis final podemos resumir el tema (si ello es
realmente posible) expresando que los impuestos locales son
constitucionalmente válidos en tanto el hecho imponible
Art. 11
(ver parágrafo 58) no se ce~tre en .el tránsi~ de la merca~
dería por el territorio argentmo. El mtercamblO, com~raven
ta de bienes o de servicios, etc., puede ser gravado, ~lempre
que no exista un tratamiento discrimin.atorio ha~Ia es~s
bienes o servicios, por el hecho de proverur de o de Ir haCIa
otra jurisdicción.
En un plenario de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil de la Capital Federal, dicho tribunal expresó que
no es contrario a la Constitución nacional que la Municipa-
lidad de Buenos Aires grave con el impuesto a los ingresos
brutos al trasporte interjurisdiccional. El voto de la mayoría
(en forma impersonal) analiza detalladamente la evolución
de la jurisprudencia sobre el tema 18 .
Sin perjuicio de lo expuesto hasta aquí, es necesario
agregar también que el análisis de este artículo está íntima-
mente ligado al de la cláusula comercial del arto 75, inc. 13,
de la Constitución, a cuyo comentario me remito.
106. P eaje.
Art.11
a sea or el excesivo alargamiento del trayecto, por .el mal
~stado Pde la ruta o puente o por cualquier otro IDl otlVdo, un
t del peaje el cua po emos
porcentaje razona bl e del cos o .' . 1 l' .t
fijO ar -por analogía con la jurisprudencIa que fija e lml e
., . t t'b tos- en el 33 % del costo
de la conuscaclOn en Cler os Ti u .
del peaje. Si la vía alternativa excede de ese porc~n~J~,
estaríamos ante una violación del arto 11 de la Constituclon
nacional, ya que -en tal caso-- se est~a .c~brando un
"por el hecho de transitar el terntono . Tal es el
d erecha d 1 t' 1
caso, en nuestra opinión, de los varios puentes y e une
que cruzan el río Paraná. . . 22
En un reciente fallo de la Corte Suprema de JustIcla . '
se desbaratan estos recaudos, al afirmar que no es necesano
acreditar la existencia de vías alternativas para convalidar
la constitucionalidad del peaje. El voto de la minoría, en
cambio, sostiene que la existencia de vías alternativas es un
elemento a considerar cuando el peaje implica una tasa por
el uso de un servicio, no así en el caso de que se trate de
un impuesto disfrazado, porque en este caso sería inconsti-
tucional, haya o no vía alternativa. Discrepo rotundamente
con los fundamentos de la mayoría, que me parecen abso-
lutamente inconsistentes. Tampoco me satisface totalmente
el planteo de la minoría aunque morigera la violación cons-
titucional que admite la mayoría.
Los considerandos 14 a 18 del voto mayoritario basan su
rechazo del recurso -fundamentalmente-- en que la Cons-
titución no previó el sistema de peaje y, por tanto, tampoco
la cuestión de las vías alternativas. Con este argumento, la
Corte sostiene que todo lo relativo al peaje no afecta el
derecho a transitar el territorio con agrado en el arto 11, ya
que la prohibición de este artículo estaba dirigida a las
provincias.
No me extenderé en un análisis detallado del fallo , que
no corresponde a esta obra. Sin embargo, agregaré que
107. Jurisprudencia.
"Es repugnante al arto 10 y correlativos de la Cons~. n~c.
la ley de una provincia que impide sacar de su ~:nton?,
para otros puntos del país, los productos de su actlV1dad sm
el pago previo del gravamen que establece»25:, .
"El impuesto a la producción o por traslaclOn de hacl~n
das de un punto a otro dentro de los límites de una proV1n-
cia, no lesiona la libre circulación interprovincial de efectos
. . a otr a»26 .
o el trasporte de ellos de una proVlnCla
"No es repugnante a la Consto naco el impuesto a la
producción establecido por las leyes de una provincia, en
tanto y cuanto aquél no se haga efectivo sobre los pro-
24 Sobre el tema del uso y abuso del peaje por parle del gobierno
federal en los últimos años, existe una abundante literatura. Para no
abrumar al lector con extensas citas, sólo mencionaré algunos trabajos:
El peaje: de la ley de concesión de obra pública a la ley de convertibilidad,
ya cit. en nota 20; En torno del peaje, por Armando N. Canosa, publicado
en "El Derecho" del 29 de octubre de 1991; Por falta de legitimación
activa se frustró una acción de inconstitucu,nalidad obre eL peaje, por
Germán J. Bidart Campos, publicado en "El Derecho" del 28 de junio de
1991; El peaje, por el mismo autor, publicado en "El Derecho" del 29 de
octubre de 1991; La con.stitucionaLidad del peaje y su justa medida, por
Rodolfo R. Spisso, publicado en "El Derecho" en la misma fecha ; T.
Hutchinson y otros, La reforma del Estado, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa
Fe, 1990, ps. 341 y ss.
25 C.S.N. , "Fallos", t . 103, p. 430.
26 C.S.N., "Fallos", t. 105, p. 95.
452 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
27 e " N
28r, .::;.
SN ., "Fallos"' t. 105 P 293
, ..
, . ., "Fallu ~ t . 15 P 378
29 e .S.N., "Fallo "' t 106' .
30 e.s N UF 11 .",. , p . 109; l. 107, p . 385; l. 114, p . 287.
31 .. . , a os , t. 157, p. G2; t . 134 401
. e .S.N., "Fallos" t 125 'r ' p. .
32 e N "Fal ,. , p , 333; t , 188 p. 143
". ., los", t . 178, p. 9. ' .
453
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL
Art.ll
"La explicación de los principios constitucionales rela-
tivos a la prohibición de aduanas interiores Y de afectar ~l
comercio interprovincial, debe buscarse en .nuestra propla
tradición. Las aduanas interiores Y los lm~uestos ~:s
pectivos al tránsito, a la extracción ~, a la illtroducclOn,
tenían por objeto defender la producClon local frente a la
competencia de las otras provincias y crear recursos para el
erario"33.
"Los derechos de tránsito prohibidos por el arto 11 de la
Consto naco se refieren a los artículos de producción o fabri-
cación nacional o extranjera y a los ganados de toda especie
que pasen por territorio de una provincia a otra o transiten
por la República, que a ese fin debe ser considerada en su
unidad territorial"34.
"Son violatorias de las normas de los arts. 10 y 11 de la
Consto nac., que expresa y claramente proru'ben imponer de-
rechos de tránsito, las disposiciones provinciales que bajo cual-
quier denominación graven la libre circulación del ganado"35.
"No obsta a esta conclusión la circunslancia de que el
ganado se traslade para venderlo posteriormente en otra
jurisdicción, porque una vez que la hacienda ha salido <.le la
provincia, no corresponde aplicar el gravamen que pretende
imponer la demandada"3G.
"El arto 149 del ordenamiento fiscal de la provincia es
viola torio de los arls. 10 y 11 de la Const. nac., que prohí-
ben aplicar derechos llamados de tránsito o que, bajo otra
denominación, graven la libre circulación de los ganados"37.
"Tampoco pueden gravarse de una manera distinta los
artículos similares que llegan de otra provincia o de las
aduanas exteriores, que a los producidos en e11as":18.
Art. 11
cer un solo país para un solo pueblo, pero no sustraer a la
imposición de las provincias los bienes incorporados .~ su
riqueza imponible, obtenidos en un proceso de producclOn o
fabricación local (doelr. de «Fallos>), 51-349; 171-9 Y 308;
208-521' 280-176' voto de la minoría). Que es principio
pacífico' en la teo~ía constitucional que la circulación terri-
torial de los bienes no es imponible por las provincia , pero
sí la circulación económica cuando se trata de bienes pro-
ducidos o incorporados a la riqueza propia, salvo en cua nLo,
mediante gravámenes diferenciales, se pretendiere favorecer
la industria local en menoscabo de las de otras provincias
o el poder impositivo disfrazare una regulación del comercio.
Que aquell a doctrina es la que con ejemplar simplicidad fijó
la Corte ya en «Fallos}>, 20-304: «La circunstancia de que un
impuesto provincial grave artículos de producción del país
o nacionalizados, que puedan exportarse, o estén destinados
para la exportación, no constituye el derecho o impuesto que
con este nombre puede establecer sólo el Congreso» (tam-
bién «Fallos», 19-36; 171-79). La jurisprudencia posterior
registra soluciones opuestas. Por una parte, se impiue el
poder fisca1 provincial que opere fuera de su jurisdicción, a
veces en opinable interpretación extensiva ("Fallos", 134-
250; 151-92; 174-435; 179-42; 210-791; 230-176 ). Por otra, al
contrario, se confirma su ejercicio no obstante la extracción
de los bienes industrializados de su jurisdicción (<<Fallos»,
51-349; 125-333; 175-9; 186-22), siempre que no trasunte
fines económicos de protección o tarifas diferenciales (<<Fa-
llos», 155-42, 178-308, 199-326). Los precedentes se dividen
también en cuanto a la po ibilidad de tomar en cuenta,
como punto de referencia para la e timación de su riqueza
económica, que es la materia sobre la cual han de ejercer
sus atribuciones impositivas, el resultado de operaciones
que han tenido lugar fuera de us límites, en jurisdicción de
la Nación o de otras provincias, mientra el recurso no
comporte de ningún modo injerencia en el derecho fiscal de
esas otras jurisdicciones, ni en el régimen del comercio
interprovincial, ni menoscabo alguno de orden jurídico para
MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
458
. "ED" Art. 11
. inúa siendo impreCLSa, . , .'
tumo de una doct.r ma que contr de imposición en la Const~-
t. 88, p. 857; SplSSO, El pode 969 y El plenario HoldL-
. 1 "E D" t 103 p. , "L
tución nacw~a '. , . ., . or:e interjurisdiccional rev.. . a
tur y su aplu;acwn al trasp , L .f. ultades imposLtwas
B 830' Bruzzon, as lac
Ley", t. 198~- ,.p. , C ' dad de Buenos Aires frente al
de la Munic~pa.hd~d .de.la l~ " 97 . 609)46.
trasporte inter]unsdtCcwnal, E.D .., t. " ,p . al el pago
"Para caber dentro de la ConstItuclOn. na~lOn ,
del peaje debe constituír una de las con~nbu~~~nes a que se
refiere el arto 4 de la Constitución nacl.ona~ ' .
"El peaje es para el usuario una contnbuclón vmcu~ada ~1
cumplimiento de actividades estatal~~ y para el con~~lO~:[lO
constituirá un medio de remuneraClOn de sus servlCl?S .
"La Corte no ha establecido doctrina en el sentIdo de
considerar obligatoria, en el peaje, la existencia de las «VÍas
alternaLivas» por cuya utilización gratuita pudieran optar
quienes prefiriesen obviar el aprovechamiento de las facul-
tades sujetas al previo pago del derecho de peaje"49
"Nuestra ley fundamental, al consagrar el derecho a la
libre circulación interior, en momento alguno hace alusión
al instituto del peaje, el que no importa literalmente una
violación a las disposiciones contenidas en la Constitución
nacional toda vez que de su texto de ninguna manera puede
colegirse que ella se pronuncie por la prohibición de su
esta blecimiento; nada dice de las VÍas alternativas"5o.
"La libertad de tránsito del arto 14 de la Constitución
nacional sólo puede verse afectada por medidas fiscales o
parafiscales cuando éstas tornen en ilusorio aquel derecho,
51 Íd . que el anlerior
ú2 Íd . que el anterior'
53 Íd. que el anterior:
465
Art. 12
110. Jurisprudencia.
2 Este .
. orga m smo, que nació con el b'
portuana, sólo la complicó a ' . o ~eto de ordenar la anarquía
numerosas existen tes en 1 un mas al agregar otra autoridad a las ya
3 . os puertos.
Ver mI trabajo El decreto-l y 22 .
del concepto amplio del poder d e .. ~4 /91}es la partida de defunción
y S8 . l
e po ¿c¿a., en La Ley", t. 1991-E, ps . 13
467
Art. 13
Art.13
refundi.ci6n (formar una sola de vari~s) ? por división (erec-
ción de varias provincias en el terrltono de una). ,
Estos casos no se han dado nunca en nuestro pals, pero
sí en los Estados Unidos. Pritchett 4 narra el ca o de Ver-
mont, Kentucky, Tennessee, Maine y Virginia Occiden~, ~s.ta
última constituída por los condados occidentales de VJIgIma,
mientras este Estado estaba en guerra contra la Unión.
En estos casos, el consentimiento del Congreso está pre-
visto expresamente en nuestro texto constitucional como
requisito esencial, a diferencia de lo que sucede con la
adición, respecto de la cual dicho consentimiento no está
mencionado en el primer párrafo del arto 13. Pese a ello,
considero que tal consentimiento es igualmente imprescin-
dible en esta situación.
Todos los casos del arto 13 tienen además un recaudo
genérico: el consentimiento de las legislaturas de las provin-
cias interesadas. Esto es una consecuencia de la garantía
federal que el arto 5 otorga a las provincias (ver parágrafo
75), ya que no basta asegurar a éstas el goce y ejercicio de
sus instituciones, sino que es necesario también garantizar-
les su integridad territorial. Es por ello que el arto 13
establece el consentimiento de la legislatura provincial, en
modo similar al requerido por el arto 3 de la Constitución
(ver parágrafo 75).
114. Jurisprudencia.
Art. 13
'to' de las ya
cormación de nuevas provincias con tem. nos 1
l ' • h . t ón para a com-
xistentes. No es necesaria dic a m ervenCl
~ra o cesión de territorios provinciales, .cuan~o .se los des-
tine a objetos de carácter nacional y d~ ?len publico.general.
Tampoco es indispensable la interven~lOn de la leglslat uras
provinciales para que el Con~e~o ejerza el derech~ d.e le-
gislación exclusiva de las provmclas, para el estableCImIento
de fortalezas, arsenales, almacenes u otros establecimientos
de utilidad naciona16 .
"Con arreglo al arto 14 de la ley 14.037 la trasmisión a
favor de la provincia de La Pampa de los inmuebles que
corresponden al dominio de la Nación, comprende también
los pertenecientes a entidades autárquicas sitos en su terri-
torio, con excepción de los que fueron incluídos en la r eserva
que, a favor de la Nación, establece la ley 14.366; sin qu e
a ello olJ~te, en el caso, que el Consejo Nacional de Educa-
ción los recibiera por testamento antes de la provincializa-
ción del territorio"7.
"Si bien por ley 14.408, que dispuso la provincialización
del territorio de Formosa, la provincia es sucesora de la
Nación y, por tanto, titular del dominio de los bienes radicados
dentro de sus límites territoriales que pertenecieron al domi-
nio público o privado de la Nación, la regla no se aplica
respecto de tierras que no pertenecen al dominio público y
que fueron enajenadas válidamente por la Nación"8.
Art. 14
titucionales tienen igual jerarquía. Por ello, quienes sostie-
nen esto afirman que la interpretación de los tri bunale.. ,
debe tratar de "armonizarlos", cuando dos o más de eso
derechos entran en conflicto.
Así, en nuestro país, la Corte Suprema de Justicia de 1
N ación ha expresado "que la jurisprudencia de esta Corte ha
establecido que Los derechos fundados en cualquiera de la
cláusuLas de La Constitución nacionaL tienen igual jerarquía
por lo que la interpretación debe arrnonizarlas, ya sea que
versen sobre los llamados derechos individuales o sobre atri-
buciones estatales «<Fallos», 255-293; 258·267, sus citas
otros)"9. Igual criterio ha mantenido nuestro más a lto tribu-
nal federal en causas posteriores 10.
Discrepo absolutamente con este criterio, al cual con i-
dero erróneo y simplista. Sobre la base de esta discrepanci
surgió mi teoría del orden jerárquico de los derechos indi-
viduales.
Prescindiendo de las diversas definiciones del derech
subjetivo que las distintas escuelas han elaborado, de
concordar que -cualquiera que sea el aspecto que se pre-
tenda enfatizar- cada derecho subjetivo es la cobertw~
jurídica de uno o varios valores. .
En otras palabras, el derecho subjetivo es un medlO d.
brindar protección Uurídica) a un valor, el cual, por defim-
ción es un fi n en Sl" mlsmo 11 . ,
Toda teoría de los valores parte de la ba~e ~e . que est
se hallan ordenados jerárquicamente. Este pnnclplO es acep-
tado pacíficamente por los autores que se han. ocupado '!;
tema. S e di scu te el O rden y la posición relatlVa. que
t .ca d
valor ocupa en la escala jerárquica, pero no la eXlS I'mCla
ella 12. Los valores serían impensables sin estar ubicados en Art. 14
un escalafón jerárquico.
Si admitimos entonces que los derechos individuales son
medios (o sea, accesorios) en relación a los valore , a los que
brindan protección jurídica, y si los valores están ordenados
jerárquicamente, por medio de un simple silogismo se puede
afirmar que los derechos individuales también están orde-
nados jerárquicamente.
Demostrado lo anterior, corresponde intentar ahora un
ordenamiento de los derechos individuales diseñando una
escala jerárquica, en cuya cúspide estarán los derechos (va-
lores) fundamentales, y a medida que se va descendiendo
por ella, los derechos (valores) que se hallan en sus pelda-
ños aparecerán ubicados en orden decreciente.
Por supuesto que esta tarea es asaz dificil, por cuanto
pocas cosas están más teñidas de subjetividad que una
teoría de los valores 13 .
No obstante tales dificultades, estoy tratando de cons-
truÍr un sistema axiomático para esta teoría, para lo cual
he elaborado la siguiente lista de axiomas:
Axiomas generales para todo orden jerárquico de dere-
chos. 1) Los derechos dan cobertura o protección jurídica a
valores éticos. 2) Los valores están estructurados jerárqui-
camente. 3) El orden de prelación o jerarquía de los valores
que se debe tomar es el comúnmente aceptado por una
sociedad en el momento actual. 4) Son derechos del primer
grupo aquellos que sólo son ejercidos por uno o más seres
humanos, individualmente. 5) Son derechos del tercer grupo
Art. 14
lidas en determinadas circunstancias de tiempo y lugar; es
decir, aquí y ahora.
Es menester reiterar enfáticamente que la escala jerár-
quica que he construído no se basa en apreciaciones perso-
n.ales de preferenciar a determinados valores por sobre otros,
SIlla que he tratado de evaluar cuál es la preferencia de la
sociedad, fundamentalmente por medio de sus expresiones
jurídicas y también, a veces, de las no jurídicas (axioma 3).
Si bien la investigación ha sido hecha tomando en cuenta
la realidad argentina, creo que las conclusiones pueden ser
aplicadas -con ciertos matices- en forma genérica; aunque
conviene recordar que los standards axiológicos no son ab-
solutos ni intercambiables.
El criterio fundamental utilizado para merituar la jerar-
quía relativa de cada valor en la sociedad, es el de la mayor
o menor restringibilidad del derecho subjetivo que lo protege
(axioma 8). Este criterio, que no es el único, obviamente,
parte de la afirmación a priori, pero comprobable, de que un
derecho es menos restringible en la medida en que el valor
al cual brinda cobertura sea considerado de mayor jerarquía
por la sociedad. Esta afirmación es válida no sólo en un
contexto jurídico, sino aun más allá de él, por cuanto el
sentido común nos indica que un bien más preciado será
naturalmente más defendido frente a la intervención de
extraños (aun del Estado) que otros a los que se tiene en
menor estima. La sociedad, al darle mayor relevancia a
determinado valor, limita más intensamente la facultad de
restringirlo que tiene el Estado, en ejercicio del poder de
policía.
También he utilizado otros métodos, V.gr., el de las "sus-
tracciones hipotéticas", esto es, imaginar un mundo en el
cual se negara una categoría de derechos (valores) y luego
imaginar otro en el cual se aceptara ésa y se negara otra,
y así sucesivamente para comprobar cuál pérdida es más
significativa.
TRATADO DE DERECHO CO iSTITUCIOXAL 483
:-t. 14
1) derechos personalísimos;
2) los restantes derechos personales;
3) derechos patrimoniales.
La primera categoría, la de los derechos personalísimos,
puede aún ser subdividida nuevamente. Para ello, previa-
mente debemos comparar los valores relativos del derecho
a la dignidad y del derecho a la vida.
Para poder hacer tal comparación y antes de seguir
adelante en el diseño de esa escala, es necesario definir el
concepto de "dignidad hu.mana", ya que ésta será la cate-
goría más alta de aquélla. Bn un sentido amplio es el valor
esencial, fundamento de todos los demás valores y, por
ende, de todos los derechos individ uales. En este sentido es
utilizada muchas veces por los juristas.
En sentido restringido, que es el que utilizo en mi teoría,
es el derecho que tiene todo hombre a ser respetado comu tal,
es decir, como Ser humano y con tudos los atributos de su
humanidad. En este sentido restrictivo, el derecho a la
dignidad puede tamb.ién ser definido como el que tiene todo
hombre a ser considerado como un fin en si mismo, y no
como un m edio o instrumento de los otros hombres 17 •
Se comprende que este concepto, quizá por su obviedad,
pueda aparecer como dificil de limitar e incluír en una
jerarquía. Por ello, la primera reacción del lector será co-
múnmente la de identificar a la dignidad humana con el
criterio amplio. Sin embargo, utilizando el criterio restrin-
gido y más preciso que he descrito, la teoría puede ser
desarrollada coherentemente y es prolífica en resultados
útiles, por lo que solicito todavía algo más de paciencia a
los lectore . Es mu y importante destacar bien esta diferen-
cia de criterios y precisar que en esta obra, cuando me
Art. 14
refiero a la dignidad humana, lo haré siempre en el sent~do
restringido, salvo aclaración especial en sentido contra~lO.
Lo que vengo afirmando se verá más fácilmente s~ se
aprecia que este derecho básico tiene numeroso conterudos
y varios derechos derivado de él· v.gr. el derecho a no ser
sometido a humillaciones, vejámene o torturas, el derecho
a la intimidad, la libertad de conciencia, el derecho a no ser
utilizado como cObayo 18; etc.
Si bien este derecho no está reconocido explícitament e
en la Constitución nacional, sí lo está en los tratado inclui-
dos en el arto 75, inc. 22 y, además, está implícito en el arto
33 de ella. También están consagrados explícitamente algu-
nos de sus contenidos, que ratifican la vigencia plena de
aquél. Así, v.gr., las condiciones dignas de labor (art. 14
bis), la prohibición de la esclavitud y de las servidumbres
personales (art. 15), ciertas garantías individuales (art. 18)
y el derecho a la intimidad (art. 19).
El arto 10, inc. 1, de la Constitución española de 1978,
en cambio, lo establece expresamente al afirmar:
"1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables
que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalida d
L... l, son fundamento del orden político y de la paz social".
En dicho texto se dan contenidos concretos del derecho
a la dignidad, al mencionar algunos de los "derechos invio-
lables que le son inherentes", en diversos artículos. A sí,
v.gr., en el 14 se prohíbe la discriminación, en el arto 15 se
prohíben las torturas y vejámenes, se consagra la libertad
Art. 14
de conciencia en el arto 17 el derecho al honor y a la
intimidad en el arto 18, etc.'
González Pérez entiende que la dignidad de la persona
consagrada como principio rector en el citado arto 10 de l~
Constitución española, no es una pura definición doctrinal
o ideológica, sino que tiene operatividad jurídica directa19.
Retomando ahora el diseño do nuestra escala, si hicié-
ramos una encuesta sobre la relación jerárquica de ambos
-esto es: el derecho a la dignidad y el derecho a la vida-
posiblemente gran parte de las respuestas ubicarían en
primer término al derecho a la vida y sólo más abajo de éste
el derecho a la dignidad . El argumento que aparenta ser
decisivo es el de que sin vida no es posible la dignidad .
Esta afirmación puede parecer impactante, pero es erró-
nea. Implica una trasposición de términos. Desde un punto
de vista biológico, es cierto que no es concebible la dignidad
en un ser inerte, en una piedra, o en un vegetal. Pero los
parámetros biológicos no tienen por qué ser correlativos de
los axiológicos. Así como se afirma que sin vida no hay
dignidad (lo que acepto sólo en el sentido biológico), me
pregunto si la vida sin dignidad merece ser vivida. ¿Qué
vida es ésa? ¿Era vida la de los esclavos tratados como
animales que servían sólo para trabajar y reproducirse,
dándole ganancias al amo, como cuando una vaca tiene
cría? Biológicamente sí, pero axiológicamente no. Cuando
quienes cuestionan mi tesis piensan en la vida, inconcien-
temente le endosan el calificativo de vida digna, con lo cual
la trasposición señalada más arriba es fácil de observaro.
19González Pérez, ob. cit. en nota 17, ps. RO y ss. Ver las notas del
parágrafo n, en donde se exponen las opiniones de distintos autores
sobre el tema, incluyendo una sentencia del Tribunal ConRtitllcional
español. Sobre el tema de la operatividad o progl'amaLicidad de las
cláusulas constitucionales, ver mi libro Tem.as constitucionales, Ed. La
Ley, Bs. As., 1987, ps. 19 y ss., y el Manual, cit., ps. 66 y ~~.
20 En sentido coincidente, González Pérez da una opinión similar en
el primer párrafo del acáp. 3 de la p. 99 de su obra cit. en nota 2, con
citas de Lech Walessa y Andl'é Malraux. En una oportunidad el Mahat-
TRATADO DE DERECHO CO.'STIT CIO. 'AL 487
Art. 14
La demostración de lo que expre o e simple. adie, ni
el criminal más feroz y despreciable, puede er privado de
su dignidad. Sin embargo, la sociedad puede exigirle a una
persona el sacrificio de su vida (v.gr., para defender a la
Patria, en el caso del arto 21 de la Constitución nacional) o
privarle de ella como castigo a un delito grave (ver arts.
559, 560 Y 690 del anterior Cód. Procesal en lo Criminal).
Si bien la pena de muerte ya no rige en la República
Argentina, a partir de la sanción del actual Código Penal,
tuvo vigencia en el anterior. Dicha pena no puede ser reins-
taurada en virtud del arto 4.3 del Pacto de San José de
Costa Rica (en tanto nue tro país continúe adherido a él),
pero en el Código de Justicia Militar e tá legislada y actual-
mente tiene vigencia para cierto delitos militares graves.
Cabe citar también en apoyo de mi tesis, nada menos
que a nuestro Himno Nacional, expresión de la conciencia
social toda. Así, los dos versos finales de su última estrofa
dicen: "curonados de gloria vivamos o juremos con gloria
morir". Esto significa ni más ni menos que una muerte
digna es preferible a una vida sin dignidad.
Como afirmé más arriba, es impensable que un valor de
rango menor tenga más protección jurídica que uno de rango
mayor. Por ello, y pese a las dudas y controversias que este
tema provoca, conforme al axioma 8, debemos reconocer que
el derecho a la dignidad tiene un rango superior al derecho
a la vida.
Nos resta un párrafo sobre el derecho al honor. El de-
recho a la dignidad y el derecho al honor no son sinóni-
mos 21 . El honor es la reputación de que goza una persona.
La dignidad es una categoría absoluta, es patrimonio in a-
Art. 14
lienable de cada persona humana. El honor, en cambio está
relacionado con la circunstancia (en el sentido orteg~iano
del término) de cada persona. Es una categoría relativa. A
una persona puede serIe quitado o restr'ingido su honor (v.gr.,
el honor militar, comercial, académico, etc.). A nadie, como he
expresado más arriba, puede quitársele su dignidad.
Creo también que el derecho a la vida tiene jerarquía
preferente al derecho al honor, ya que es posible vivir, no
obstante tener el honor mancillad0 22 .
Demostrada la diferencia y jerarquía entre dignidad,
vida y honor, podemos volver a subdividir la clasificación
anterior:
1) derecho a la dignidad y sus derivados (conciencia,
intimidad, prohibición de vejámenes y humillaciones , tortu-
ras, mutilaciones, no servir de cobayo, etc.);
2) derecho a la vida y sus derivados (preservación de la
salud, etc.);
3) derecho al honor;
4) los restantes derechos personalísimos;
5) los restantes derechos personales;
6) derechos patrimoniales.
Siguiendo con este método, podemos aun afinar los con-
ceptos y subdividir las categorías 4 y 5, ya que, por ejemplo.
el derecho a la libertad física está por encima de los restan-
tes derechos personalísimos, por cuanto es prerrequisito
indispensable para que los de más abajo puedan fier ejerci-
dos. En similar situación están el derecho a la información
y el derecho de asociación, motores básicos de la vida social.
También hay que discriminar los derechos "fines" (v.gr.
Art. 14
derecho de aprender), en relación a los derech -medios"
V.gr., derecho de enseñar). Obviamente, lo prim están
en un rango superior al de los segundos,
También creo que el derecho a la libertad fisica tiene
uperior jerarquía al derecho al honor; aunque sta afirma-
ción pueda ser discutida, la acepto como válida en la ocie-
dad actual.
Ahora podemos esbozar una clasificación de los derechos
civiles, que en modo alguno pretende ser definitiva, sino
que, al contrario, está ujeta a permanente crítica, compro-
bación y rectificación:
1) derecho a la dignidad humana y sus derivados (liber-
tad de conciencia, intimidad, prohibición de vejámenes y
humillaciones, torturas, mutilaciones, etc.);
2) derecho a la vida y sus derivados (derecho a la preser-
vación de la salud, a la integridad fisica y sicológica, etc.);
3) derecho a la libertad fisica'
4) derecho al honor; ,
5) los restantes derechos personalísimos (propia identi-
dad, nombre, imagen, domicilio, etc.);
6) derecho a la información '
7) derecho de asociación; ,
8) los restantes derechos personales, primero los "dere-
chos fines" y luego los "derechos medios"23.
9) los derechos patrimoniales. '
Cabe preguntarnos ahora para qué sirve esta teoría. La
respuesta es sencilla: Los efectos e implicancias de este orden
jerárquico de los derechos son fecundisimos en la hermenéu-
tica jurídica, como trataré de demostrar a continuación.
Art. 14
" E~ p~I?er l~gar, en materia de poder de policía 24 la
restnn~lbIlldad de los derechos es mínima, para aquellos
que ~stan en la ~úspide de la escala (axioma 9), y se va
amplIando a medIda que se desciende por ella. Más aún.
creo que el derecho a la dignidad es un derecho absoluto,
e~:o :s, que no es reglamentable ni restringible, cualifica-
ClOn esta que puede predicarse de todos los demás derechos
sólo a partir del segundo escalón. '
Así, v.gr., es mucho mayor el "índice de restringibilidad
del derecho de comerciar (categoría 9 en nuestra escala)
que el del derecho a la libertad fisica (categoría 3).
De este postulado cabe deducir dos conclusiones que son
fecundísimas, para tratar de hacer más objetiva la medición
de la razonabilidad de la facultad reglamentaria del Con-
greso, o sea, para establecer límites constitucionales al po-
der de policía, dando un contenido concreto al arto 28 de la
Constitución nacional.
En otras palabras, el principio del Índice de restringibi-
lidad relativo puede dar un contenido t:oncreto a los texto
constitucionales citados, facilitando el t:ontrol de razonabili-
dad. Veamos:
1) Según el axioma 9, una ley no puede restringir a un
derecho de rango superior más intensamente que a uno de
rango inferior. De ello se desprende que -por ejemplo- i
una ley estableciera un gravamen más oneroso para el
aprendizaje que para la enseñanza, o para formar una
asociación que para comerciar, etc., sería contraria al ar
28 de la Constitución nacional.
2) De lo anterior se deduce también que el "índice de
garantización" de un derecho determinado, es el límite mí-
nimo del "margen de garantización" que tiene todo derecho
de rango superior al primero.
Así, v.gr. , si el desapoderamiento de los bienes del deu-
dor requiere orden judicial conforme al arto 17, Constitución
Art. 14
de rango superior, más intensamente que a uno de rango
inferior. Esta afirmación es válida no sólo en un contexto
jurídico, sino aun más allá de él, por cuanto el sentido
común nos indica que un bien más preciado será, natural-
mente, más defendido frente a la intervención de extraños
(aun del Estado) que otros a los que se tiene en menor
estima.
Para tratar de demostrar que este principio no juega en
la Constitución, se confrontan los derechos a la libertad
física y a la vida con el derecho de propiedad.
Creo que el ejemplo usado demuestra justamente lo con-
trario de lo que se pretende probar, esto es, que efectiva-
mente un derecho superior es menos restringible que otro
de rango inferior. Veamos si esto es así realmente.
Se afirma que la libertad física puede sufrir restricciones
tan severas como lo son las penas previstas en el Código
Penal. En comparación, la propiedad no consiente que nadie
pueda ser privado de ella, ni siquiera como pena.
Esto es inexacto, ya que cualquier persona puede ser
privada de su propiedad, "en virtud de sentencia fundada
en ley", según lo establece el arto 17 de la Constitución
nacional.
En efecto, cuando el Estado ejerce su poder impositivo,
está privando a los contribuyentes de una porción de su
propiedad; cuando un juez ordena, previo embargo y secues-
tro el remate de los bienes del deudor, para pagar a sus
ac;eedores, está privando a aquél de una porción de su
propiedad (quizá de casi toda). Ni siquiera el argumento .de
la prohibición de la confiscación es válido, por cuanto vanas
leyes penales (v.gr., aduaneras) admiten el decomiso, es
decir la pérdida de la propiedad de determinados bienes
como' pena, y ésta ha sido declarada válida por la jurispru-
dencia de la Corte Suprema de Justicia.
Lo que la Constitución prohíbe es la privación irrazon,a-
ble (sin causa o sin debido proceso) del derecho de propIe-
dad. En modo alguno ello veda la privación razonable de él,
esto es, cuando ha habido una "sentencia fundada en ley".
TRATADO DE DERECHO CO STITUCIO." 493
Art. 14
Pero esta limitación se presenta con relación a todos los
derechos individuales, no sólo con el derecho de propiedad.
Más aún, la ley 514, que suprimió la prisión por deudas
en todas las causas civiles y comerciales es una clara
demostración de que la libertad fIsica tiene una restringibi-
lidad notoriamente menor a la de los derecho patrimonia-
les, ya que la primera no puede subordinarse a lo segun-
dos, pero sí pueden éstos estar subordinados a aquélla (arts.
1084 a 1090 del Cód. Civil).
Tampoco aceptamos la afirmación puramente dogmática,
de que la propiedad no puede ser allanada durante la
vigencia del estado de sitio (art. 23 de la Constitución
nacional), ya que dicho texto no especifica qué derechos no
pueden ser suspendidos en caso de estado de sitio.
Conforme a la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia, en especial a partir del caso "Mallo, Daniel"26,
durante la vigencia del estado de sitio pueden verse afecta-
dos aquellos derechos individuales (el derecho de propiedad
no está excluído) que estén en relación con las causas que
dieron origen a la declaración de la emergencia.
Más aún, en el arto 27, inc. 2, del Pacto de San José de
Costa Rica se aprecia cuáles son los derechos que no pueden
ser suspendidos durante la vigencia del estado de sitio.
La afirmación apriorística de que todas las normas cons-
titucionales tienen el mismo rango, es decir, que valen lo
mismo, tiene también una larga tradición jurisprudencial y
doctrinal, pero encierra -en mi criterio- un error. Trataré
de demostrarlo brevemente.
En primer lugar hay que distinguir las normas constitu-
cionales relativas a la estructura del Estado, de aquellas
otras que se refieren a las declaraciones, derechos y garan-
tías. En ambos grupos hay normas fundamentales que tie-
nen jerarquía máxima porque definen el modelo de Estado
Art. 14
y de p~s . Otras, en cambio, sin dejar de ser importantes,
no graVItan en tal sentido; otras, en fin, son superfluas27.
En el conocido fallo de la Corte Suprema de Justicia
nacional, in re "Ponzetti de Balbín, Indalia, c. Editorial Atlán-
tida, S.A.", nuestro más alto tribunal federal tuvo oportunidad
de pronunciarse sobre el tema que estoy analizand0 28 .
Así, el considerando 6 del voto de los ministros Belluscio
y Caballero dice: "la protección del ámbito de intimidad de
las personas no cede ante la preeminencia de ésta aa liber-
tad de expresión); máxime cuando el arto 1071 bis del Cód.
Civil es consecuencia de otro derecho inscrito en la propia
Constitución, también fundamental para la existencia de
una sociedad libre, el derecho a la privacidad, consagrado
en el arto 19 de la carta magna" . Vemos entonces que la
propia Corte Suprema de Justicia se aparta de sus afirma-
ciones dogmáticas cuando los hechos concretos demuestran
que ellas son falsas. Así, en el conflicto entre el derecho a
la dignidad y la libertad de prensa, hizo prevalecer al pri-
mero sobre el segundo.
Un tribunal federal de los Estados Unidos 29 , en un im-
portante fallo, afirmó que "en situaciones excepcionales en
las cuales los requerimientos constitucionales están en con-
flicto, los intereses protegidos constitucionalmente deben ser
contrapesados, tal como ellos están implicados en el contexto
particular" .
El orden jerárquico que avizoramos no se limita al ám-
bito de los derechos civiles, sino que -como ya lo adelan-
té- abarca a todos los derechos, tanto de primera, como de
Art. 14
segunda y tercera generaCl'6n. La +~ ~
W1.l ea
debe extenderse
. . . da
. ta
estas categorías. En ese trabajo es ma. . . oSó he lDlCla o
un camino, del cual pienso que -de ser u ~d~. redun-
dará en una mayor protección de lo derechos mdiVlduales.
Art. 14
En lo que al derecho constitucional interesa, la industria
abarca al conjunto de operaciones destinadas a obtener
trasformar o trasportar bienes, es decir, elementos de l~
naturaleza útiles al hombre 3!, y a los recursos y materiales
destinados a tales fines.
El arto 14 reconoce el derecho a realizar esta adividad
el cual -en cierto modo- es redundante porque está incluí~
do en el más genérico concepto de "derecho de trabajar". No
obstante ello, lo analizaré separadamente de aquél, tal como
lo dispone el texto const.iiucional.
El requisito que exige la Constitución para garantizar
tal derecho es la licitud que debe calificar a la actividad
industrial que se pretende ejercer.
Este adjetivo ha sido interpretado desde antigua data
por la jurisprudencia, en el sentido de que es ilícito todo
aquello que sea contrario a la salud, a la moral o al orden
público, o que afecte los derechos de terceros (ver comenta-
rio del arto 19).
Así, en la causa "Empresa Plaza de Toros C. Prov. de
Buenos Aires"32 la Corte Suprema de Justicia dijo que "la
justicia nacional sería incompetente para obligar a una pro-
vincia que ha prohibido las corridas de toros (en ejercicio de
la policía de moralidad) a soportar la construcción de una
plaza para dar al pueblo ese espectáculo, aun cuando pudie
calificarse de establecimiento industrial como se pretende .
Más tarde, en el conocido caso "Saladeristas Santiago
José y Jerónimo Podestá y otros C. Provincia de Buen
Aires"33, la Corte Suprema de Justicia expresó que
"Za autorización de un establecimiento industrial es
siempre fundada en la presunción de su inocuidad, y no
obliga al gobierno que la concedió, cuando esta presunción
ha sido destruída por los hechos, pues en tal caso el
Art. 14
que pesa sobre él de proteger la salud pública, contra la cual
no hay derechos adquiridos, recobra toda su fuerza, y. ~o
solamente puede imponer al establecimient:> nue. uas condLCw-
nes, sino retirar la autorización concedida SI. ellas no se
cumpliesen o fueran ineficaces para hacerlos completamente
inocuos".
Notemos que la moral y la salud públicas condicionan
muy fuertemente todos los derechos civiles. o así el concep-
to ambiguo de "orden público" o "bien común".
Este tema está estrechamente ligado con el alcance y la
medida de la facultad que tiene el Estado de restringir los
derechos individuales por vía de la reglamentación de ellos,
en la consecución de distintos objetivos sociales, conocida
como "poder de policía". Desentrañar la naturaleza jurídica
de tales funciones es un trabajo arduo y dificil. Este tema
será analizado en profundidad al glosar el arto 28 (ver
parágrafos 384 y ss. del tercer tomo) .
La reglamentación de las actividades industriales (poder
de policía de la industria) es compartida por los tres niveles
del gobierno. Así, hay normas de carácter nacional (v.gr.,
Código Alimentario Nacional), provincial (v.gr., leyes 7229,
7982 Y 7983 de la prov. de Buenos Aires) y municipales
(v.gr. , ordenanzas 33.011, 33.808, 34.137, 34.221, 34.610,
35. 753, 36.142, etc., de la Municipalidad de Buenos Aires).
La intervención del Estado en las actividades industria-
les no se limita a reglamentarIas (restringirlas) con miras
a la salubridad, moralidad o el orden públicos, sino que
también les brinda protección especial en ciertos casos fo-
~entando determinadas actividades industriales, ya sea 'm e-
dIante exenciones impositivas, créditos preferenciales privi-
legios temporarios, etc. Tal es el carácter de las leyes20 545
20.636, 21.014, 21.015, 19.831, 20.496, 19.098 Y 21.'608:
entre otras. _
Los sistemas de promoción industrial basados en exen-
ciones u otras franquicias impositivas a las industrias que
se radiquen en determinadas zonas del país, han quedado
desacreditados por la práctica y por los economistas y po-
498 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
n. 14
líti~~s de las escuelas monetaristas, porque se afirma que
facIlItan la. corr~pción en el manejo de tales prebendas, y
producen dlstorslOnes de la carga fiscal entre las distintas
provincias 34 .
Si bien no soy experto en el tema, entiendo que la
corrupción es un riesgo que existe en cualquier actividad en
la cual se manejen importantes intereses, tanto públicos
como incluso privados. La solución no es suprimir la acti-
vidad, sino tratar de establecer controles y sanciones que
desalienten a los corruptos. Por otra parte, no me preocupa
demasiado que se produzca una distorsión de la carga fiscal,
si ello implica ayudar al desarrollo de una zona atrasada
del país. De algún modo, los subsidios previstos en el arto
67, inc. 8, de la Constitución nacional, implican también
una distorsión de la carga fiscal, ya que tales subsidios se
financian con fondos que han tributado otras zonas del país.
El decreto-ley 2284/91 35 , que pretende "desregular" las
actividades económicas, ha suprimido numerosas normas
reglamentarias del derecho a ejercer industria lícita. En tal
sentido, las disposiciones del capítulo III de dicho decreto
dejan sin efecto diversas leyes y decretos de policía indus-
trial, que regulaban actividades de esa naturaleza. El capí-
tulo IV también contiene disposiciones que dejan sin efecto
la promoción de determinadas industrias (v.gr., industria
naval, siderurgia, etc.).
Es prematuro aventurar una opinión sobre la influencia
que tendrá el citado decreto-ley sobre la mayor o menor
amplitud del ejercicio del derecho a ejercer industria lícita.
Art. 14
;:-- mi criterio, creo que él no tendrá una influencia decisiva
tal sentido, en tanto no sea ratificado ~r ley y la
entalidad antirreglamentarista Y antiburocrá ca no se ha-
carne en la población en general.
Para terminar con el análisis de este derecho me resta
mencionar que la reforma constitucional de 19 9 en el arto
6 (el equivalente del 14), había agregado el adje . o útil
la industria , manteniendo sin embargo la palabr "líci-
". Entiendo que tal agregado no modifica los criterios
hasta aquí analizados.
.n. 14
del Con~eso, según 10 dispone el arto 75
comentanos). ' inc. 10 (ver sus
t~l de~echo de navegar, al igual que casi todos los demás
~s tan l~tensamente reglamentado por un haz tan comple~
JO y s?fistlcado de normas de todo tipo, que podemos afir-
mar ~m temor a equivocarnos que tales reglamentos lo han
reducIdo sustancialmente.
Así, exist en leyes nacionales que reglamentan numero-
sos aspectos del derecho de navegar; V.gr., la Ley General
de la Navegación (ley 20.094); el Código Aduanero; la ley
19.170, del Registro Nacional de Buques; la ley 20.447, de
la Marina Mercante; la ley 18.250, de reserva de carg
marítimas; el decreto-ley 19.492/44, denominado "ley de ca-
botaje"; la ley 24.093, de actividades portuarias; numerosa
conferencias de fletes; aprobadas algunas por tratados inter-
nacionales, otras por acuerdos de navieros, numerosos re-
glamentos dictados por las autoridades marítimas (Prefectu-
ra Naval Argentina, Capitanía General de Puertos, etc.)
que llegan a un detallismo absurdo a veces 36 • Toda esta
complejísima trama de normas ahoga y enerva, en la prác-
tica, al derecho de navegar reconocido en este artículo.
Al igual que hice en el parágrafo anterior, es menes
señalar que el decreto-ley 2284/91 37 -que pretende "des
gular" las actividades económicas- ha dejado sin efecto nor-
mas reglamentarias del derecho de navegar. En tal sentido,
arto 27 de dicho decreto deja sin efecto todo el sistema
reserva de cargas y las conferencias de fletes 38 , que crea
severísimas restricciones al derecho de navegar.
Como ya expresé en el parágrafo anterior, considero
es prematuro aventurar una opinión sobre la influencia
tendrá el citado decreto-ley sobre la mayor o menor a
Art. 14
tud del ejercicio del derecho que estamos an do. Pienso
que él no tendrá una influencia decisiva en la 'beración de
la navegación comercial, en tanto la mentalidad antirregla-
mentarista y antiburocrática no se haga carne en la pobla-
ción en general.
Los comentarios que anteceden se aplican también a la
navegación aérea y a sus actividades afines.
Art. 14
consideran directamente un derecho implícito. Estimo que
se halla incluído en el concepto más amplio del derecho de
comerciar, conforme a la extensión que he dado a este
último concepto en el parágrafo anterior42 .
Conforme a la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema
de Justicia, el Estado puede restringir de tres modos distin-
tos el derecho de contratar:
a ) alterando ex post facto los efectos de los contrato
celebrados con anterioridad al dictado de la norma·,
b ) estableciendo un contenido obligatorio para el conjun-
to de derechos y obligaciones emergentes de determinad
contratos. Son los denominados "contratos de adhesión", en
los cuales -por razones de índole económica fundamental-
mente- hay una parte débil que no puede negociar en pie
de igualdad con el otro cocontratante. Esto sucede común-
mente en los servicios públicos, seguros, etc.
e) imponiendo a determinados individuos la celebración
de un contrato, aun contra la voluntad de éstos.
Por razones de sistematización, estudiaré en detalle e
tos aspectos al analizar el tema del poder de policía, en
comentario del arto 28 de la Constitución nacional, al
me remito.
Art. 14
b) Petición a la administración pública: En este caso la
variedad de posibles peticiones es tan extensa, que resulta-
ría imposible efectuar un análisis a fondo de ellas. Bástenos
decir que pueden tener la forma de un simple pedido de
subsidio, de un reclamo administrativo, o bien un recurso en
regla, etc. Casi no hay límites al derecho de peticionar, má-
xime teniendo en cuenta que, a diferencia de lo que sucede en
los ámbitos legislativo y judicial, en el procedimiento adminis-
trativo rige el principio del "informalismo en favor del admi-
nistrado" (art. 1, inc. c, de la ley de (acto 19.549), en virtud
del cual las omisiones de cualquier pedido pueden ser sub-
sanadas, en tanto no violen disposiciones esenciales previs-
tas en las propias normas procesales administrativas.
Además, a lo expuesto se agrega el principio de que en
el procedimiento administrativo todo pedido debe ser contes-
tado. En efecto, la obligación de respuesta a la autoridad es
la contrapartida del derecho de petición 44 .
Esto que afirmo está corroborado por la ya citada ley de
{acto 19.549, que establece una acción de amparo por mora
de la administración en su arto 28. En virtud de ella,
acreditado el silencio o inactividad del organismo adminis-
trativo al cual se dirigió la petición, el juez puede obligarlo
a pronunciarse45 dentro del plazo que éste fije, y bajo a per-
cibimiento de la aplicación de ciertas sanciones.
Art. 14
De lo expresado, queda claro que estoy en total desa-
cuerdo con la opinión de los autores que ven en la expulsión
del extranjero un acto de gobierno, y, como tal, insusceptible
de control judicial47 .
En ese criterio se inspiró la ley 4144, llamada de resi-
dencia, la cual facultaba al Poder Ejecutivo a disponer la
expulsión de extranjeros, sin recurso judicial alguno. Dicha
ley, ya derogada, dejó una secuela: la ley de {acto 18.235,
que tenía por objeto permitir la expulsión de extranjeros
mediante simples actos administrativos irrecurribles.
Las razones que llevaron a la derogación de la ley 4144
son las mismas que motivaron el rechazo a su restauración
mediante la citada ley de (acto 18.235, que también fue
derogada por el arto 2 de la ley 20.509.
Algunas de las objeciones que mereció la ley 18.235
desde un punto de vista constitucional, son las siguientes:
a ) Violaba el arto 14 de la Constitución nacional, en
cu anto éste asegura a todos los habitantes -sin distinguir
entre nacionales y extranjeros- el derecho a permanecer en
el territorio argentino. La Constitución habla de habitantes
y no se puede desconocer el carácter de éstos con el eufe-
mismo de llamarlos "residentes".
b) Violaba el arto 20 de la Constitución (ver su comen-
tario), norma reiterativa de la equiparación de nacionales y
extranjeros en el goce de los derechos civiles. El derecho de
permanecer es un derecho civil; de ninguna manera puede
ser considerado un derecho político ni un atributo de la
ci udadanía .
e) Violaba el arto 18 de la Constitución, por cuanto la
deportación o expulsión es -como expresé más arriba-
una pena, que por ser tal no puede ser aplicada sin juicio
previo, a cargo del juez de la causa. Están en juego las
Art. 14
De igual manera t d .
trab . " o o Impuesto, depósito, recargo o
d'fi al de cualq.Ul.er llldoI~" que tengan por efecto impedir o
1 lCU tar e.l .vIaJe, tambIen es viola torio del derecho que
estoy descrIbIendo.
No se me escapa que ~ales restricciones pretenden, gene-
ralmente, desalentar el tUrIsmo argentino en el exterior, y con
ello obtener un ahorro de divisas importante para el país.
Per~ no se puede pretender tal objetivo al costo de
convertIr al país en una gigantesca cárcel.
A fines d~l año 1989 se presentó un proyecto de ley al
Congreso n~clOnal, pretendiendo crear un impuesto que gra-
var~ la salIda del territorio argentino, con un impuesto
eqUlvalente a 100 unidades de la moneda norteamericana.
Felizmente prevaleció el sentido común y dicho proyecto no
llegó a concretarse4 !1.
Desde un enfoque latinoamericanista, me parece obvio
que -de haberse creado- este tributo hubiera lesionado el
prioritario objetivo de la integración latinoamericana, el
cual --con grandes penurias y pesadamente- se viene ges-
tando desde hace ya varias décadas. Me he referido a este
tema en oportunjdades anteriores50 y no insistiré en él.
Ademá , la validez constitucional del impuesto hubiera
estado viciada, en muchos casos. Seguramente se hubiera
discutido si el gravamen implicaba una legítima restricción
del derecho de salir, o si -al contrario- hubiera supuesto
una alteración de aquel derecho, violatoria del arto 28 de la
Constitución (ver su comentario).
Me parece obvio que en aquellos casos en que la suma
hubiera sido una carga económica grave (aunque no fuera
insalvable) para quien viaja, tal impuesto hubiera implicado
una alteración del derecho a salir del territorio argentino.
No lo hubiera sido ~n cambio- en el caso contrario.
Art. 14
Respecto a los recargos por ausentismo~ pre~stos ~n
distintas leyes impositivas, pueden te~er valIdez ,SI son ra-
zonables, esto es, si no son confiscatonos (ver paragrafo 54).
No 10 son en cambio, las normas que suspenden los bene-
ficios jubiiatorios en caso de que el beneficiario ~esi~a en el
extranjero, porque la jubilación es un seguro soc~al ~rrenun
ciable, y, por tanto, el lugar de residencia del JubIlado no
puede ser óbice para la percepción de su haber.
Art. 14
que la libertad fisica y el derecho de locomoción que no
tienen tal garantía (ver parágrafos 119 y ss.). '
Sánchez Viamonte, refiriéndose a la ley 4144, que es
antecedente de la norma actualmente vigente en materia de
expulsión de extranjeros, decía que la "deportación" prevista
en la leyera inconstitucional porque era aplicada por el
Poder Ejecutivo y porque violaba el trato igualitario que la
Constitución otorga al extranjero, en materia de derechos
civiles 52 .
Por todo ello, considero necesaria la modificación de la
ley en cuestión, para adecuarla a la letra y al espíritu de la
Constitución nacional.
52 Sánchez iamonte, Manual ... , ps. 199 y 200; conf. Bidart Campos,
Manual ... , ps. 114 y ss.
53 Así lo considera la Corte Suprema de Justicia en su fallo de fecha
11/12184, dictado en la causa "Ponzetti de Balbín, Indalia, c. Editorial
Atlántida S.A.", publicado en "La Ley", t . 1985-B, ps. 120 y SS ., Y en "El
Derecho" del 11l12J85. Ver mi libro Derecho a la información, Ed. Depalma,
Buenos Aires, 1992, ps. 1 y ss.
M Jean Fran~oi Revel, El conocimiento inútil, Ed. Planeta, Barce-
lona, 1989, p . 202 y s.
TnATADO DE DERECHO ca STlTUClO AL 517
Art. 14
ponden a los conceptos ue R 1 .
de ideas y "oficio de ini ~~e descr~be como expresión
1 dd armar, respectIvamente Con esa
sa ve a , estoy de acuerdo con los acertados conc·ePtos
expresa ese autor en la obra mencionada. que
La trascendencia de estos derechos me ha llevado a
c?l?carlos en una categoría superior a la de otros derechos
cIVIles (ver parágrafo 119), ya que de su amplitud depende
en gr~n parte, la fisonomía de las relaciones entre el pOde;
y la lIbertad, que existen en cada Estad056 . En los do
no democ:á~icos (ver parágrafo 17) el derecho_a la informa:.
Clan ~s illlrumo o no existe. En los Estados democráticos, en
cambIO, es uno de los 'pilares del sistema constitucional~7, a
punto tal que los gobiernos despóticos apuntan antes que
nada a suprimirlos.
Revel, en su obra citada más arriba, afirma:
"La función que hace a la prensa indispensable en el
sistema democrático es la función de información. Si la
democracia es el régimen en el cual los ciudadanos deciden
las orientaciones generales de la política interior y exterior,
escogiendo con su voto entre los diversos programas de los
Art. 14
candidatos que ellos designan para gobernarl~s, es~ r~imen
no tiene sentido ni puede funcionar en el mteres ~ sus
miembros, más que si los electores están correctament~ mfor-
mados de los asuntos tanto mundiales como nacwnales.
Ésta es la razón par... la c 1I ol lCl-.l1lentira es tan raue en
democracia, régimen que sólo es viable en la v.erdad y ~levc:
lí la catástrofe si los ciudadanos deciden sobre mformacwnes
falsas. En los regímenes totalitarios, los dirigentes y la pren-
Sa del Estado engañan a la sociedad, pero los gobiernos no
conducen su política según sus propias mentiras. Guardan
para sí otros informes. En las democracias, cuando el poder
engaña a la opinión, se ve obligado a hacer concordar sus
actos con los errores que ha inculcado"58.
Por todo eso, podemos afirmar que el dere<;ho a la infor-
maciÓn ti~e -:nral1gp privilegiado en s derechos ci 1esM1 .
- Algunos autores lo clasifican como 'derecho político' , ya
que apunta a influir sobre el sistema político"6o. Creo que
se trata de un derecho civil, ya que la libre expresiÓn de las
ideas no se limita al ámbito político, sino que cubre toda la
extensa gama de las actividades humanas.
Así, en un importante voto del chief justice Black, de la
Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, se puede
leer que "la prensa está para servir a los gobernados, no a
los gobiernos, se la protege para que pueda desnudar los
secretos del gobierno e informar al pueblo. Sólo una prensa
libre y sin restricciones puede exponer las imposturas del
gobierno'>61.
En tal sentido, se ha dicho y se dice, con mucha frecuen-
cia, que la prensa es "el cuarto poder del Estado". Si esto
es cierto, afir~a ~e~n Franc;ois Revel, "el papel de guardián,
de juez y de tnqulsldor del poder que se atribuye la prensa,
Art. 14
sien~o saludable y necesario, consi.c;tiría en una especie de
mag~stratura. Entonces, como todas las magistraturas, debe
estar rodeada de garantías de competencia y de imparciali-
dad", lo que no se da en la realidad 62 .
Esbozaré ahora una clasificación del conjunto de dere-
chos que he agrupado bajo el rótulo de "derecho a la infor-
mación'>62-a.
En primer lugar, podemos distinguirlos según que el
titular de ellos tenga una actitud activa o pasiva frente a
la comunicación de ideas o de noticias.
En el primer caso estamos ante el derecho a informar, e
decir, comunicar a los demás individuos el contenido de ideas,
opiniones o noticias que están en posesión del comunicador.
El derecho a ser informado, en cambio, es pasivo .
supone la obligación correlativa de la publicidad -a cargo
principalmente del Estado, sin perjuicio de la actividad que
en tal sentido puedan ejercer los particulares- de todos lo
actos del gobierno (ver parágrafo 24).
En tercer lugar ubico el derecho a protegerse y a cue -
tionar y discutir públicamente la información recibida. Con-
forme a él, todo ciudadano tiene derecho a ser protegido de
las comunicaciones que reciba sobre ideas, noticias, etc., _'
también tiene derecho a cuestionarlas y a confrontarlas con
ideas o noticias contrarias, dentro de ciertas reglas. Esto e
lo que en doctrina se conoce como derecho de réplica ..
El siguiente cuadro sinóptico aclarará todo lo antedIcho.
62 Revel
62-n Ver:niob.yacit.,citado
p . 209.
libro Derecho a la infurmación, p s. 25 y ss.
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCro AL
Art. 14
A2) Trasmisión pública de noticias.
A2.1. Aspecto negativo: ídem que Al.l.
A.2.2. Aspecto positivo: ídem que A.1.2.
B) Derecho a informarse.
B.1) Libre acceso a las fuentes de información.
B.2) Protección de la confidencialidad de las fuentes de
información.
C) Derecho a la protección co!}-tra la información
disfuncional.
C.1) Acceso a los medios de comunicación para replicar·
C.2) Protección contra las noticias falsas y las opiniones
inj uriosas.
Estos derechos tienen distintas jerarquías, según los fi-
nes que persiguen y - fundamentalmente- los valores que
protegen. La regla general es reconocer la mayor amplitud
de ellos en relación a otros derechos y, consecuentemente,
una menor potestad restrictiva del Estad0 63 .
La Constitución nacional no tiene disposiciones que con-
templen las distintas manifestaciones del derecho a la infor-
mación, salvo en lo que se refiere a uno de sus aspectos: el
derecho a publicar las ideas por la prensa sin censura
previa (ver parágrafo 136). Esto es coherente con el criterio
del constitucionalismo clásico, según el cual las constitucio-
nes son repertorios de obligaciones de "no hacer", a cargo
del Estado (ver parágrafo 15). No obstante ello, los restan-
t-es aspecios no contemplados expresamente en el texto cons-
titucional, surgen implícitamente del arto 33 de nuestra
carta magna (ver su comentario).
Las constituciones modernas han incorporado en su par-
e dogmática el derecho a la informaci6n64 . Así, V.gr., la
Art. 14
Constitución del Reino de España de 1978, en su arto 20, lo
desarrolla in extenso 65 •
!~mbién muchas constituciones provinciales tienen dis-
posIcIOnes expresas en este sentido66 .
El Pacto de San José de Costa Rica, aprobado por ley
23.054, y, por ende, incorporado al orden jurídico argentino67
en sus arts. 13 y 14, consagra el derecho a la información, en
su forma más amplia, prohibiendo la censura previa, salvo en
casos especiales (ver parágrafo 136). También establece que la
ley deberá prohibir la apología de la guerra, el odio racial o
religioso o cualquier forma de discriminación Cart. 13, inc. 5).
Analizaré a continuación el contenido de cada uno de los
derechos incluídos en el cuadro sinóptico que antecede.
Art. 14
tó a imponer prohibiciones -obligacione de non facere"-
al Estado, como correlato del derecho a la expresión de las
ideas.
Por eso el arto 14 de la Constitución prohl1>e la censura
previa a la expresión pública de las ideas.
La censura previa significa el control, el examen o per-
miso a que se solía someter cualquier texto con anterioridad
a su comunicación al público. Tiene carácter preventivo, y su
objeto es acallar las críticas a las diversas manifestaciones
del poder temporal o religioso70 .
La prohibición de censura previa es actualmente un
valor aceptado a nivel universaFl, a punto tal que incluso
en los Estados no democráticos -en los cuales ella existe-
teóricamente se la niega mediante cláusulas constituciona-
les, que son, en esos casos, declaraciones falsas, sin corre-
lato con la realidad.
La prohibición de censura previa no significa que el
derecho a la expresión pública de las ideas sea absoluto,
corno afirman algunos periodistas e incluso cierta doctrina.
En efecto, si bien tal prohibición implica una fuerte limita-
~ión al control estatal, ello no impide que tal derecho pueda
,er restringido, pero nunca a priori de la manifestación
lública. La Corte Suprema de Justicia ha dicho que "si bien
n el régimen republicano la Libertad de expresión tiene un
¡,gar eminente que obliga a particular cautela en cuanto se
-ata de deducir responsabilidades por su desenvolvimiento,
:lede afirmarse sin vacilación que ello no se traduce en el
'opósito de asegurar la impunidad de la prensa... »72.
Así, como es lógico, existen valores superiores que el
;tado debe preservar en caso de producirse un conflicto de
os con este derecho. En tal sentido, la Corte ha afirmado
70 Sánchez Agesta, Sistema ... , cit., ps. 124 y 125; Bidart Campos,
wal, p. 231; J. V. González, Manual ... , p. 170; etc.
71 Ver el citado arto 13, illes. 2 a 5, del Paeto de San José de Costa
70 Sánchez Agesta, Sistema ... , cit., pS. 124 y 125; Bidart Campos,
.\fanual, p. 231; J . V. González, Manual .. ., p. 170; etc.
71 Ver el citado arto 13, incs. 2 a 5, del Pacto de San José de Costa
Rica.
72 e.S.N., "Fallos", t. 308, p. 789, Y t. 310, p. 508.
526 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art. 14
ción permite integrar la laguna normativa, admitiendo c~er
ta censura que no es viable en el caso de la prensa escnta.
Por ello, entienden que es aceptable cierta censura tendien-
te a preservar la moralidad, el orden y la seguridad públi-
COS 76 . Esta postura sería coincidente con el arto 13, inc. 4,
del Pacto de San José de Costa Rica, que admite cierta
censura previa en los espectáculos públicos.
Discrepo absolutamente con tal interpretación restrictiva
de la cláusula del arto 14. Cuando éste se refiere a la
prensa, cabe entender que se refiere a todos los medios de
comunicación social. Es así que -para mÍ- la censura
previa está prohibida en todos los medios 77 • Volveré a ocu-
parme de este tema, con más detalle, en los parágrafos 139
y siguientes.
Únicamente acepto la calificación previa de los espectá-
culos cinematográficos, teatros y televisión, para la protec-
ción de la infancia y adolescencia. En tal sentido, los entes
respectivos pueden calificar una película, obra o programa
televisivo como apto o no apto para menores de determi-
nada edad, pero no pueden sugerir ni imponer cortes o
modificaciones.
En las últimas décadas se abre camino una doctrina
penal que trata de limitar -en todo lo posible- la tipicidad
de las conductas de la prensa, cuando ésta se hace eco de
agravios al honor o la reputación de las personas, prove-
nientes de terceros.
En tal sentido, un proyecto de ley presentado por el
diputado nacional Dr. Antonio M. Hernández, del distrito
Córdoba, elimina del arto 214 del Código Penal la figura del
desacato proferido por medio de la prensa u otro medio de
comunicación masiva. También dicho proyecto modifica el
arto 113 del mismo Código al exceptuar de pena a la publi-
cación de una injuria o calumnia por la prensa o cualquier
76 Bidart Campos, Manual cit., pS. 229 y 230, nOS . 353 y 354.
77 Ver mi Manual cit., p. 90, supra. Sin embargo, ver parágrafo 137.
528 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art. 14
se incurra en censura previa por medio de un pronuncia-
miento judicial, porque éste (civil o .~enal) no suele ser
dictado en forma previa a la publicaclOn. .
Sin embargo, esto puede suceder -y ha s?cedido- cuan-
do el tribunal ordena una medida precautona, generalmen-
;e inaudita parte, disponiendo la prohibición de publicar
determinado material.
Hay por lo menos dos casos recientes en los cuales se ha
producido esta situación.
El primero de ellos fue resuelto por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación8 \ y ha puesto sobre el tapete la
discusión acerca de la posibilidad de que la censura previa
emane del juez de la causa.
El fallo de la Corte fue dictado en un proceso penal en
el cual -anticipadamente a la publicación de una solicita-
da- el juez de la causa prohibió al diario la publicación de
aquélla, presumiendo que de hacerlo se cometería el delito
de "apología del delito". La Cámara de Apelaciones revocó
:.a prohibición de la publicación dispuesta por el juez de
primera instancia, fundándose en que a los jueces les está
\"edado solicitar a los medios de prensa que les sea sometido
el material en proceso de publicación para su control anti-
cipado, ni expedir órdenes de no publicar determinado ma-
¡erial. Afirmó el tribunal que la intervención judicial siem-
pre debe ser ex post {acto.
Sin embargo, la resolución de la Cámara prejuzgó también,
'a que estimó que prima {acie el material en cuestión, de publi-
carse, podría incurrir en la comisión de apología del delito.
Al resolver el recurso extraordinario, la Corte Suprema
en tendió que tal afirmación no era un agravio real y actual
de los recurrentes, razón por la cual lo rechazó.
Barrancos y Vedia, en una nota a dicho fa110 82 , da al
Art. 14
139. Concepto constitucional de ''prensa''.
89 V . F· h
ero ¡se er, El derecho a comunicar Iwy en "Est d· D
m~n~~s de Com.unieación Social~, n° 94, Unesco, París, 198~, 1~~ il
~~~~
opmlOn contraria a este documento se da en la nota Criticas al ;weuo
538 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art. 14
Entender 10 contrario ria 00 O desconocer la
voluntad histórica del co -' en e. Cuando el texto cons-
titucional se refiere a la prensa . o establece expre-
samente. Así sucede -por ejemplo-- en el arto 32 (ver su
comentario). En los arts. 14 72 Y 85 en cambio no se
efectúa tal distinción.
Por eso, dentro de la protección cons 'tucional otorgada
a la "prensa", cabe distinguir do categoría: la prensa es·
crita y la prensa no escrita.
La primera está formada por los periódicos, libros, afi-
ches, volantes, folletos, que se enVÍan a domicilio por correos
o mensajeros, etc.
La segunda agrupa al teatro, radio, cinematógrafo y tele-
visión.
Estos medios son denominados, ahora, "medios de comu-
nicación social" y tienen una enorme influencia en la forma-
ción de la opinión pública. Su repercusión es inconmensu-
rable, y pueden ser tanto un instrumento de la libertad y
de la superación del hombre, como del despotismo y de la
degradación 93.
Esta distinción de los diversos "medios de prensa" es útil
por cuanto no son aplicables a todos ellos las mismas reglas.
Como norma general, se debe tener presente que la
censura previa está prohibida para toda expresión pública
por cualquier medio de comunicación94 • No obstante ello, las
4 del voto de lo:,; Dres. Caballero y Belluscio y cons. 5 del voto del
COllS.
Dr. Petracchi. Sin embargo, en el fallo "Servini de Cubría, María R., s.
amp~ro", los votos de los Dres. Nazareno, Moliné O'Connor, Cavagna
Martmez, Fayt y Barra, afirman que la radio y la televi ión tienen una
protección más atenuada que la prensa. Ver mi trabajo: En torno a la
hbertad de expresión. los programas humorísticos. las censuras previas y
otras yerbas, cit .• capítulo IV .
93 Para el lector interesado en profundizar el tema de los medios de
comunicación social y su impacto en la opinión pública, ver Mario J.
López, Estudios ...• cit .• t . JI, ps. 519 y SS., Y la extensa bibliografía citada
en ps. 563 y 564.
94 Conf. : Jorge Vanossi, La censura ante el derecho constitucional
argentino, publicado en "La Ley", t. 1982·B, p. 1002.
540 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
140. Periódicos.
Art. 14
su al. Asimismo, las dos revistas de máxima tirada que
alcanzaban a 100.000 ejemplare en Capital Federal y Gran
Buenos Aires, redujeron sus ediciones a 15.000 ejemplares
en 1985.
Tales cifras son una elocuente muestra de que la obsce-
nidad y la pornografía mueren por sí solas en un ambiente
de libertad, conforme a la Constitución, el cual se funda en
la confianza que debe tener el gobierno en la madurez del
ciudadano.
Se discute en doctrina si la prohibición de censura pre-
via se extiende o no a las imágenes publicadas en periódicos
y revistas 99 . Me inclino por la tesis que incluye a las imá-
genes si expresan ideas en la prohibición de censura previa,
sin perj uicio de la ulterior responsabilidad penal o contra-
vencional del periodista, en caso de incurrir en pornografia.
141. Libros.
Art. 14
cadora de li~ros y revistas que en ciertos casos puede lle-
gar. a dec~ffils.ar el material. Consideramos que esto último
es InconstItucIOnal, al ser dispuesto por una dependencia
administrativa.
La jurisprudencia admite -sin embargo- la validez de
ese secuestro. En un caso relativo al secuestro de la novela
"Lolita", de V. Nabokov, el entonces ministro de la Corte
Suprema de Justicia Dr. P. Aberastury sostuvo, en su voto,
que "la destrucción de los ejemplares de una ubra cuyos
valores artísticos no se discuten, y más, se ponen de relieve
[. .,j, proyecta la decisión fuera de los límites territoriales
dentro de los cuales esa decisión es válida, anulando así la
posibilidad de acceso al público de otra::; comunidade::; donde
priven otros criterios de valoración o porque los valores
artísticos prevalezcan sobre cualquier calificación del punto
de vista ético"lOO.
Art. 14
La propaganda política, religiosa, etc., no comercial, me-
diante afiches, no está sujeta a autorización previa, pero
debe limitarse a los lugares autorizados, evitando dañar los
inmuebles; lo cual -como es obvio- no se respeta en la
ciudad de Buenos Aires.
Volviendo al tema de los permisos administrativos para
la publicidad en la vía pública, la Corte Suprema. de los
Estados Unidos declaró la inconstitucionalidad de dIversas
normas estaduales y municipales que pretendían exigir per-
misos oficiales para la distribución de folletos y volantes en
la vía pública 101 .
Respecto a la circulación por correo, el arto 24 de la ley
de {acto 20.216, modif. por la ley 23.066, prohfbe la expe-
dición y circulación de literatura impresa que incite a la
comisión de delitos. En caso de peligro grave, claro y actual,
los impresos pueden ser retirados de circulación por la
autoridad postal y remitidos al juez, dentro de las 24 horas.
Si no se da tal inminencia del peligro, se limitará a poner
los hechos en conocimiento del juez 102 •
El arto 2 de la ley 23.697 suspendió todos los subsidios
y subvenciones a cargo del tesoro nacional. En ellos estaban
incluídas las tarifas postales reducidas, para las empresas
periodísticas. El decreto-ley 197/90 excluye de tal suspen-
sión, justamente, a tales tarifas postales reducidas.
En un fallo de primera instancia firme se hizo lugar a
una acción de amparo, interpuesta por el director de una
revista contra Encote!, quien le negaba la aplicación de la
tarifa reducida restablecida por el mencionado decreto-ley
197/90. Entre las diversas consideraciones del fallo, se afir-
ma que en la acción intentada no sólo está en juego un
derecho de contenido patrimonial, sino el derecho a la libre
10,: C.S.E.y., "Lowell vS. Griffin"; "Schneider uso Sta te"; "Jamison vs.
Texas, etc., CItados por Pritchett, ob. cit., pS. 537 y 538.
1.02 ~.: Carlos Tau Anzoátegui, Actualidad normativa en las teleco.
m.un.tcaCLOnes y la radiodifusión nacionaL, "La Ley", t . 1985-B, p . 999.
544 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art. ]4 Debe ser represiva y a cargo del Poder Judicial (ver pará-
grafo 136 ya citado).
No obstante lo expuesto, nuestro país siempre se ha
caracterizado por la proliferación de normas legislativas y
reglamentarias que crean un verdadero tutelaje estatal so-
bre la radio y la T.V., a punto tal de que estos medios están
sometidos a una verdadera maraña de normas, así como de
dependencias administrativas diversas, con competencias mu-
chas veces superpuestas . .
A'3Í, V.gr., tienen injerencia en ellos numerosas depen-
dencias de la Presidencia de la N ación, del Ministerio de
Obras y Servicios Públicos, del Ministerio de Educación, etc.
En cuanto a las leyes que rigen en estos medios, la ley
nacional de telecomunicaciones, que lleva el número 19.798,
fue derogada parcialmente por la ley 22.285 y sus restan Les
títulos nunca fueron aplicados.
La ley de {acto 22.285, denominada "ley de r adiodifu-
sión", define a la radiodifusión como un servicio público
concedido y controlauo por el Poder Ejecutivo nacional, por
medio de diversos organismos; entre otros: el Comité 11 ede-
ral de Radiodifusión (Comfer), la Secretaría de Información
Pública y la Secretaría de Comunicaciones.
Dicha ley fue modificada parcialmente por la ley 23.696,
conocida corno "ley de reforma del Estado". El arto 65 de
esta última derogó el inc. c del arto 43, los incs . a y e del
arto 46 y sustituyó el inc. e del arto 45, todos ellos de la ley
22.285. Estas reformas parciales no modifican nada sustan-
cial de esta última, sino que se refieren a los requisitos y
condiciones que deben tener los licenciatarios de los servi-
cios de radiodifusión, cuyo rigor es atenuado por las refor-
mas de la ley 23.986.
También en el anexo 1 de la mencionada ley 23.696 se
incluye --como entes sujetos a privatización o concesión- a
todos los medios de comunicación administrados por el Es-
tado, con excepción de Canal 7 de Televisión, L.R.A.l Radio
Nacional Buenos Aires, Radio Difusión Argentina al Exte-
TRATADO DE DEHECHO CO STITUCIO AL 549
Art. 14
tados de la ació . t" .
ellos ha obte
.d n por
b .InS ltuclOnes prtvadas. Ninguno de
ru O -O Vlamente- la sanción legislativa.
551
TRATADO DE DERECHO CO. STITUCIO. AL
Art. 14
Así el circuito cerrado de televisión e un auxiliar de
prime; nivel para las ciencias de la educación y para el
entrenamiento profesional lll' .
La injerencia del Estado en esto circuitos debiera limi-
tarse a la posibilidad de comprobar periódicamente la no
comisión de delitos por medio de ellos. El arto 60 de la ley
22.285 requiere autorización especial, incluso a los estable-
cimientos educativos y privado para su utilización. Esto es
algo que considero un claro exceso reglamentario, viola torio
del arto 28 de la Constitución nacional.
En cuanto al aspecto positivo del derecho, pienso que es
aplicable lo expuesto en el parágrafo anterior.
Art. 14
leintar y Startel, licenciatarias del servicio que prestaba la
empresa Entel". Afirma además que Telefónica y Telecom
ejercen un monopolio cobrando cánones especiales por tras-
portar la información, al tiempo que el aprovechamiento del
monopolio por las empresas citadas, para trasportar su pro-
pia información, generaría una desigualdad frente a los
medios periodísticos que son usuarios obligados de las redes
y sistemas 1l2 .
Del tenor de las declaraciones expresadas surge clara-
mente la importancia que tienen las telecomunicaciones y
su manejo -tanto cuando son del Estado, como cuando
están en manos privadas- en el ejercicio de la libertad de
prensa. Lo correcto es -en este tema como en otros- evitar
los monopolios u oligopolios, públicos o privados.
Art. 14
celebrar acuerdos con Estados u otras organizaciones inter-
nacionales (art. IV) y que el gobierno de la entidad está a
cargo de diversos órganos1l 5 .
Si bien la misión más importante de Intelsat es la de
trasmitir comunicaciones con destino a servicio periodísti-
cos, agencias noticiosas, estaciones televisaras etc. en for-
ma privada (aunque sus destinatarios puedan hacerlos públi-
cos), está previsto también -y ya es una realidad- que se
habiliten satélites para retrasmitir programas de televi ión
directamente a los receptores instalados en otros países.
Las telecomunicaciones vía satélite están sometidas a los
principios que vengo analizando en estos párrafos. No pue-
den ser sometidas a censura previa, aunque sí puede existir
responsabilidad penal, a posteriori. Justamente con respecto
a este último supuesto se plantea un caso interesante. Si
~ien él es -hasta donde sé-- teórico, no pasará mucho
tIempo para que se plantee en la práctica . Me refiero al
régimen constitucional y penal de las trasmisiones de tele-
~sión. ;extr~n~era recibidas directamente en nuestro país,
sltuaclOn slmllar a la de las trasmisiones radiofónicas de
onda corta. En relación al arto 14 de la Constitución nacio-
nal, pienso que tiene vigencia también aquí la prohibición
de censura previa.
En el caso de que en tales trasmisiones se violaran las
leyes penales argentinas, correspondería la aplicación del
arto 1, inc. 10, del Código Penal, que prevé su aplicación a
los delitos cometidos en el extranjero, cuando sus efectos
deban producirse en territorio argentino. Claro está que en
estos casos sería necesario requerir la extradición de los
responsables a los gobiernos de los propios países en donde
son emitidas las señales, lo cual demuestra la complejidad
del problema.
Art. 14
De todos modos, pienso que estos temas serán seguramen-
te objeto de un acuerdo especial para evitar lesiones al dere-
cho interno de cada Estado y -sobre tod~ para solucionar
conflictos que de otro modo serían poco meno que insolubles.
En tal sentido, existe ya un tratado sin ratificar en la
nesco, que contiene algunas cláusulas en relación al uso
abusivo del sistema satelitaP18.
Art. 14
regulaba la producción e importación de películas, aplicando
un férreo control ideológico 120 .
Sin efectuar un análisis pormenorizado del tema, cabe
mencionar que los dos tipos de control son: el de la califi-
cación administrativa previa a la exhibición del filme, y el
del control judicial a posteriori.
La calificación previa puede limitarse a la clasificación
de las películas para proteger a los menores, o bien para
satisfacer a otras pautas más genéricas y vagas (v.gr., la
moral y buenas costumbres, la seguridad nacional, etc.). En
este segundo caso, algunos sistemas permiten que el ente
calificador prohíba la exhibición de determinados filmes; o
la supedite a la previa mutilación de algunas escenas.
El control judidal, por su parte, es a posteriori y se
efectúa cuando los productores y exhibidores de un filme
son acusados de haber incurrido, por medio de él, en la
comisión de un delito 121 .
Entiendo que el control administralivo previo es válido
sólo cuando se limita a clasificar las películas en categorías,
atendiendo a la protección de la minoridad. Es inconstitu-
cional, en cambio, cuando el ente calificador puede prohibir
o mutilar la exhibición destinada a mayores de edad, porque
esto implica la censura previa, prohibida por el arto 14 que
estoy analizando 122 .
El control judicial a posteriori, obviamente, es indiscuti-
ble constitucionalmente, aun en los casos en que el filme
hubiera obtenido un certificado administrativo de exhibi-
ción, por cuanto la aplicación de las leyes de la Nación está
a cargo del Poder Judicial (art. 100, Consto nac. ; V. su
comentario) y el nihil obstat administrativo no puede impli-
Art. 14
Considero inválidas todas las normas que pudieran im-
pedir un libre tráfico de éstas, incluyendo las de o hacia
otros países.
Art. 14
a terceros, a quienes caracterizamos genéricamente como
opinión pública. ., . . _
Pero el derecho a la informaclOn tiene tambIén un ~on
tenido reflejo que protege la propia actividad del comumc~
dor sodal (periodista, editor, etc.) destinada a recoger noti-
cias, para luego ser procesadas y comunicadas.
En tal sentido, el derecho a informarse abarca dos aspec-
tos, uno de contenido positivo y otro negativo: el libre acceso
a las fuentes de información y la protección de la confiden-
cialidad de ellas. Los analizaré a continuación.
136 Ver el diario "La Nación" de Buenos Aires, edición del 4 de abril
de 1992 , p. 5.
566 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJ1AN
Art. 14
privilegio caprichoso. Al contrario, tiene un fundamento de
gran peso, como veremos en seguida.
En estos casos los conflictos se plantean en situaciones
en las cuales, al acceder a la información, el periodista ha
tomado conocimiento de un hecho ilícito penal cometido por
la persona que le brindó esa información, o del cual esa
persona ha sido testigo presencial.
En tales circunstancias, cuando la noticia se hace públi-
ca, suele suceder que un juez exija al periodista en cuestión
que revele la identidad del informante, a fin de someter a
éste a proceso penal, o bien para citarlo como testigo en él.
Se presenta entonces un conflicto entre dos principios,
ambos de jerarquía relevante.
El primero es jurídico; según él, nadie puede encubrir la
comisión de un delito con su silencio.
En contraposición con éste, es menester recordar que la
prensa necesita de fuentes para obtener la información que
brinda a la opinión pública. Es lógico suponer que si un
periodista estuviera obligado a informar quién o quiénes le
revelaron ciertas noticias, los informantes se retraerían in-
mediatamente ante el peligro de una posible vindicta públi-
ca o privada. Esto privaría a la prensa -y con ella a la
opinión pública- de uno de sus principales medios para
acceder a las noticias.
La solución del conflicto no es fácil, ya que en él se
contraponen la necesidad de que los delitos no queden im-
punes, con la necesidad de mantener una prensa que man-
tenga informada a la opinión pública, requisito básico del
sistema republicano.
La Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos
tuvo oportunidad de fallar un interesante caso al r espec-
to137 . En él se discutía la constitucionalidad de la citación
137 C.S. E.U., in re "Branzburg vs. Hayes", 400 US 665 . Ver al res-
pecto la bibliografía citada por E. J. Cárdenas, en la nota 14 de su
trabajo Libertad de prensa. Acerca de la confidencialidad de las fuentes
informativas, publicado en "La Ley", t. 1984-B, p. 998.
~ --
Art. 14
Este fallo es trascendente en muchos aspectos. En lo que
nos interesa, afirma que la libertad de prensa radica fun-
damentalmente en el derecho que todos los hombres gozan
,de la facultad de publicar sus ideas por la prensa sin
censura previa, esto es, sin el previo control de la autorida ,
pero no en la subsiguiente impunidad de quien utiliza l a
prensa como un medio para cometer delitos .
Dice también el tribunal que el derecho a la privacidad
e intimidad se fundamenta constitucionalmente en el arto
19 de la ley suprema. En relación directa con la libertad
individual protege juridicamente un ámbito de autonomía
individual constituído por los sentimientos, hábitos y cos-
tumbres, las relaciones familiares, la situación económica,
las creencias religiosas y, en suma, las acciones, hechos o
actos que teniendo en cuenta las formas de vida aceptadas
por la comunidad están reservadas al propio individuo y
cuyo conocimienLo y divulgación por los extraños significa
un peligro real o potencial para la intimidad.
Para mí, uno de los tópicos más trascendentes de este
fallo es que ha reconocido la existencia de un orden jerár-
quico en los derechos fundamentales, y que ha privilegiado
al derecho a la intimidad (derivado del derecho a la digni-
dad), por sobre la libertad de expresión, que -no es sobre-
abundante recordarlo- es uno de los pilares fundamentales
del sistema republicano. Pero, obviamente, no puede haber
una república fundada en un sistema opresivo similar a la
novela de Orwell 1984.
Los extensos considerandos de este fallo debieran ser
repasados prolijamente por muchas personas y entidades
-incluso algunas de éstas representativas de los aboga-
dos- que han declarado públicamente que la libertad de
prensa tiene mayor jerarquía que la dignidad y el honor
Art. 14
de imprenta de gran tamaño, con titulares que denotaran el
propósito .de desacreditar. Dice que el conocimiento público
de los dehtos y de los hechos policiales no debe ser encami-
nado a procurar el escándalo ni la recreación grotesca 149 .
Coincido totalmente con dicho fallo. Más aún, creo que
las connotaciones cuya ausencia en el caso señala el men-
cionado autor, son irrelevantes para configurar el agravio al
honor personal, el cual no se puede dejar al arbitrio de
terceras personas, que de ese modo tendrían total impuni-
dad, por el solo hecho de manejar un medio de comunica-
ción social.
Es del caso reiterar aquí 10 expresado algunas líneas
más arriba, respecto a las declaraciones efectuadas por per-
sonas y entidades que no conocen la teoría del orden jerár-
quico, que pretenden ubicar a la libertad de prensa por
encima del honor personal.
La Sala D de la Cámara N ac. de Ap. en lo Civil de la
Capital, in re "Sánchez Abelenda c. Ediciones de la Urraca",
se refiere nuevamente al conflicto entre el derecho a la
dignidad y la libertad de prensa. En lo sustancial, el fallo
sigue las huellas del caso Campillay, antes citado, estable-
ciendo que en caso de conflicto entre ambos (derecho al honor
y la libertad de prensa) "debe preterirse el amparo del que
tenga un rango menor, en benefICio del de rango mayor. Ello
nos lleva a admitir ~mo lo hace Ekmekdjian- que el
derecho a la dignidad individual de los ciudadanos no puede
ser lesionado por el ejercicio de la libertad de prensa"150.
Con posterioridad, este fallo fue revocado -en mi crite-
rio erróneamente- por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación 151 , por motivos relacionados con la operatividad del
derecho de réplica (ver parágrafo 160), pero pienso que las Art. 14
consideraciones de él sobre el derecho al honor y su relación
con la prensa conservan plenamente su vigencia.
Otro fallo importante en esta reseña doctrinal y juris-
prudencial, relativa a las relaciones entre la intimidad y la
libertad de prensa, es el de la Sala A de la Cámara N ac.
Ap. Civil de la Cap. in re "Medina de Bruschi c. Editorial
Inédita"152.
En este fallo, la Sala -por mayoría- sostuvo que la
divulgación de fotografias de una persona, obtenidas en un
certamen de fisicoculturismo, en una revista erótica, con
comentarios sui géneris, implica un agravio a la intimidad
de aquella persona, provocando la curiosidad malsana de los
lectores de dicha revista. Afirma también dicho voto mayo-
ritario -con remisión a un trabajo mío- que entre el
ejercicio de la libertad de prensa y el derecho a la dignidad
(y uno de sus derivados, el derecho a la intimidad ), debe
prevalecer éste, por cuanto se halla en la cúspide de ese
orden jerárquico.
Un fallo de la Corte Suprema de Justicia, en su nueva
composición, ha adoptado un criterio que -en mi criterio-
lamentablemente implica un retroceso en la protección del
derecho a la intimidad cuando éste es atacado por la pren-
sa. Me refiero al fallo dictado en la causa "Vago, Jorge, c.
Ediciones La Urraca, s. daños y perjuicios"153.
En dicha causa, Jorge Vago inicia juicio contra la Edi-
torial de la Urraca, sosteniendo que una publicación de ésta
había lesionado su derecho a la intimidad. La Cámara de
Apelaciones rechazó la demanda, sosteniendo que Vago es
Art. 14 una figura pública y que por ello 'no podía ampararse en la
intimidad. Recurrido el fallo ante la Corte Suprema de
Justicia, ésta rechazó el recurso, confirmando así la senten-
cia de Cámara. Este fallo fue firmado por seis ministros que
coinciden en el rechazo del recurso del actor, aunque con
diferentes fundamentos. En realidad, el voto que sienta la
doctrina --que considero errónea- de la malicia, es el que
firman los Dres. Fayt y Barra. Los otros dos votos (con dos
firmas cada uno) desestiman la queja por razones que cabe
considerar formales .
El mencionado voto de los Dres. Fayt y Barra admite
que el derecho a expresar las ideas está limitado, entre
otros, por el derecho a la dignidad , a la privacidad, al
honor 154 , a la reputación, etc. En cuanto a la información
inexacta la clasifica en falsa y errónea. La información falsa
es la que tiene intención de engañar y su autor actúa con
dolo o mala fe. La información errónea, en cambio, no tiene
esas características y, por ende, no origina responsabilidad
civil o penal. Este voto inLroduce la doctrina de la "real
malicia" (actual malice), de la Corte Suprema de Justicia de
los Estados Unidos, elaborada a partir del caso "New York
Times uso Sullivan", y otros posteriores, que 10 comple-
mentan.
En relación a la responsabilidad penal o civil por daños
a los periodistas que emitan o firmen noticias inexactas, el
voto invierte la carga de la prueba, obligando a la víctima
de la noticia a demostrar que el periodista tenía conocimien-
to de su falsedad o que al menos actuó con culpa grave en
la investigación de ella. Del considerando 11 del voto, en el
cual se explaya sobre la mencionada doctrina, surge que
ésta se aplica a los funcionarios públicos que son víctimas
de noticias inexactas, o bien a figuras públicas o a cuestio-
Art. 14
cia, que modifica toda la construcción elaborada en nuestra
doctrina y jurisprudencia.
Con posterioridad al fallo dictado en la causa "New York
Times vs. Sullivan", la Corte Suprema de Justicia de los
Estados Unidos precisó el criterio aplicado en él, en la causa
"Gertz VI>. Robert Welch"15G. Allí la Corte afirmó que la
doctrina del caso anterior se aplicaba a los funcionarios
públicos y figuras públicas, para evitar coartar criticas a los
actos de gobierno, pero que no era lícito afectar el derecho
al honor de personas privadas que no participaban en los
debates públicos.
Uno de los fallos más recientes de la Corte norteameri-
cana en esta materia, se dictó en la causa "Time lnc. c.
Firestone"157. En ella, Mary A. Firestone obtuvo una conde-
na por injurias contra la revista "Time", por cien mil dóla-
res, porque esta publicación había informado que se había
decretado el divorcio por adulterio de la nombrada. "Time"
invocó el precedente de "New York Times vs. Sullivan"
alegando que no se había probado la real malicia, aducien-
do además que la Sra. Firestone era una figura pública. La
Corte Suprema rechazó el recurso fundándose en que la
doctrina de la real malicia sólo era aplicable a los funcio-
narios públicos y figuras públicas y que la actora no era
figura pública, porque no había elegido libremente publici-
tar cuestiones de su vida conyugal.
Volviendo al fallo de nuestra Corte Suprema de Justicia,
dictado en la causa "Vago c. Ediciones de la Urraca", algu-
nos autores están de acuerdo con la doctrina sentada en ese
fall0 158 . Yo no la comparto. Coincido totalmente con el voto
analizado en cuanto a la importancia que tiene la libertad
Act. 14
Existen diversos medios para contrarrestar tales abusos.
Las acciones penales (en caso de que se configure algún
delito) a cargo del fiscal o -incluso-- del particular ofen-
dido constituyen una vía para tal ejercicio. También las
acciones civiles por indemnización de daños, en caso de
información falsa o calumniosa, implican una alternativa
importante para el control del derecho que estudiamos. Tam-
bién las acciones derivadas del arto 1071 bis del Código
Civil, que otorga una reparación a la víctima de una acción
de este tipo, que incluye la posibilidad de reclamar no sólo
los daños susceptibles de evaluación económica, sino tam-
bién la reparación mediante la publicación de la sentencia.
Finalmente, otro de los medios para proteger al público
contra tales noticias falsas u opiniones injuriosas, es el
derecho de réplica, que analizaré en el parágrafo siguiente.
En este párrafo contemplamos tres disfunciones de la
libertad de expresión: el engaño, el agravio al honor perso-
nal y la afectación de aspectos fundamentales de la perso-
nalidad, aun cuando no lleguen al agravio personal.
El balance entre los valores en juego debe ser muy
cuidadoso. En principio, la prohibición de censura previa
establecida en el arto 14 de la Constitución, confiere a la
libertad de expresión una protección temporaria, peculiar
dada la forma en que dicho derecho se ejerce, para asegurar
el sistema republicano. Pero ello no puede significar dejar
"tirar a los perros" -si se me permite la truculenta y
común expresión- la intimidad, el honor y las convicciones
de las personas, exigiéndole a los damnificados un sacrificio
de sus valores fundamentales, sacrificio, éste, que no es
compartido por el resto de la sociedad.
Pienso que para que el control social, instrumentado por
los medios enumerados, sea eficaz, es menester que los
criterios de legitimación procesal sean amplios, en cuanto al
engaño y a la afectación de aspectos fundamentales de la
personalidad, reconociéndose personería a las instituciones
intermedias, que tengan por objeto defender determinadas
TRATADO DE DERECHO CONSTlTUCIO AL 585
Art. 14
ideas o creencias (los public interest groups en la termino-
logía norteamericana ).
Distinto debe ser, en cambio, el criterio e legitimación
para responder a la injuria o el agravio nal limitán-
dose en este caso a la víctima o, en
familiares directos.
En cuanto a la amplitud de la re ción, est{)y en
desacuerdo con el criterio de la Corte el caso "Vago c.
Ediciones de la Urraca", estimando q e - debe volver a la
jurisprudencia del caso "Ponzetti de B ' y "Campillay" ,
Medina de Bruschi" y "Sánchez Abe (fallo de segun-
da instancia, no de la Corte), tal co he analizado en
el parágrafo 157, a cuyos término remito.
Cruz (art. 13); La Pampa (art. 8); Catamares (art. 14); Art. 14
Art. 14
~ado por lo solicitada publicada por el periódico (voto del
Juez Brennan). A este fallo me he referido en el parágrafo
157, al cual me remito.
Si bien nuestra Constitución nacional no prevé expresa-
mente el derecho de réplica, éste surge como contenido del
derecho a la información y del arto 33 de la carta magna,
cuya fecundidad permite tener siempre actualizado el reper-
torio de derechos fundamentales (ver su comentario).
Hubo en nuestra historia legislativa diversos proyec-
tos, presentados ante las cámaras del Congreso nacio-
nal 1 71 ) en los cuales se incluía el derecho de réplica, bien
que con el contenido restringido a que hago referencia más
adelante.
En un proyecto de ley de radiodifusión que reemplazaría
a la ley 22.285, remitido oportunamente por el Poder Eje-
cutivo al Congreso, también se reconoció expresamente el
derecho de réplica a toda persona que haya sido afectada en
su honor o reputación, por un medio de radiodifusión.
En relación al derecho de réplico existen tres posiciones
en nuestra doctrina:
La primera, que fue la que había adoptado la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, en dos fallos del año
1989172 , negaba la operatividad del derecho de réplica, no
obstante estar consagrado -como he recordado más arri-
ba- en el arto 14.1 del Pacto de San José de Costa Rica,
aprobado por la ley 23.054. En esta teoría se inscriben
Art. 14
Sustanciada la causa 10 demandad - Op eron la ex-
cepción de falta de acción, steniendo que el derecho de
réplica no existe en nue tro derecho 1 o que -aun
cuando existiera- no es aplicable al sub lile porque no
había sido agraviado en mi honor personal.
La sentencia de primera instancia recogió estos argu-
mentos, rechazando la demanda.
Dicha sentencia fue confirmada por la de 2" instancia.
Interpuesto el recurso extraordinario ante la Corte Suprema
de Justicia, ésta 10 rechazó confirmando la sentencia de las
instancias inferiores. Dicho fallo fue firmado sólo por tres de
los cinco ministros: los Dres. Petracchi, Bacqué y Belluscio
(este último según su voto), sin la firma de los ministros
Dres. Caballeru y Fayt.
Sostuvo la Corte en dicho fallo: a) que el arto 14.1 del
Pacto de San José de Costa Rica no es operativo, por cuanto
no ha sido aún objeto de reglamentación legal, y, por tanto,
no forma parte del derecho positivo interno; b) que no se
puede considerar incluído el derecho de réplica entre los
derechos implícitos reconocidos en el arto 33 de la Constitu-
ción nacional, por cuanto -sostiene- toda restricción a la
libertad de prensa debe estar prevista en una norma jurí-
dica sanciunada por el órgano legislativo 177 .
El Dr. Belluscio, en su voto, agregaba asimismo que el
derecho de réplica -aun en el caso de que se admitiera su
vigencia- protege sólo el honor personal. Afirmó que el
derecho de réplica no es el medio idóneo para un debate
entre personas que sustentan ideas diferentes. Recuerda
que en la especie el actor no fue agraviado 178 •
Las tres sentencias dictadas en autos, con distinta ex-
tensión de fundamentos, recogían las afirmaciones de los
179 Así, algún autor pretende, con una frivolidad asombrosa, desca-
lificar mi tesis con una simple afirmación dogmática, expre::¡ando que mi
posición "nada tien~ que ver con la estructura conceptual de nuestra
Constitución ni con la democracia, que en términos comunicacionales
concretos se funda en la libertad, la independencia y la pluralidad de
medios, y no en oblicuos mecanismos condicionantes de esos valores"
(Jorge Zaffore, La comunicación masiva, Depalma, 1990, p. 184). Ese
autor me critica con argumentos que solidifican, antes que destruyen, mi
posición personal en cuanto al derecho de réplica. Su afirmación demues-
tra que no ha leído mis trabajos sobre esta cuestión, lo que es prudente
en toda persona que escribe una monografía sobre determinado tema.
180 Ed. Depalma, Buenos Aires, 3u edición, 1991, p. 23.
TRATADO DE DEJI:ECEIO co.SS'lnuaa~ 595
Art. 14
32) va más allá del tema penal. Cree que prohíbe al
Congreso ccreglamentar» el derecJw de libertad de prensa [ .. .J,
por lo cual seria inconstitucional. por ejemplo, una ley que
estableciera determinados requisitos para instalar un diario,
o para publicar o prohibir la publicación de determinadas
noticias, o regular el suministro de papel o publicidad ofi-
cial a los diarios".
En otra obra expresé que "la trascendencia de estos
derechos (me refiero al derecho a la información) nos ha
lle vado a colocarlos en otros trabajos anteriores, en una
categoría superior a la de los restantes derechos civiles, ya
que de su amplitud depende, en gran parte, la fisonomía de
las relaciones existentes entre el poder y la libertad en cada
Estado. En los Estados no democráticos el derecho a la
información es mínimo o no existe. En los Estados democrá-
ticos, en cambio, es uno de los pilares del sistema constitu-
cional, a punto tal que los gobiernos despóticos apuntan,
antes que nada, a suprimirlos. Por todo ello, podemos afir-
mar que el derecho a la información tiene un rango privi-
legiado entre los derechos individuales"J8J.
De estos párrafos y de otros que sería sobreabundante
trascribir, se desprende mi gran respeto a la libertad de
prensa y, por ello, estimo que la pretensión de mostrar a mi
tesis sobre el derecho de réplica como un ataque a ella, es
un argumento ad personam, antes que una críticá lógica de
ella y, por tanto, una falacia no formal.
El debate central de este trascendente tema se plantea
en relación a la extensión y contenido que debe tener tal
derecho.
De la manera que lo encaraban las sentencias de la
Corte Suprema de Justicia anteriores al caso "Ekmekdjian,
M. Á., c. Sofovich, G.", y los autores que comparten su
Art. 14
En otras palabras, sin la existencia del derecho de répli-
ca con el contenido amplio que pretendo asignarle, la liber-
tad de prensa para todos es un mito, un mero "catálogo de
ilusiones", una simple afirmación dogmática , sin base en la
realidad.
Se da en este caso una curiosa trasposición de la herme-
néutica constitucional, ya que se interpreta el texto del arto
14 de la Constitución con un criterio alejado de la voluntad
del constituyente. La Corte Suprema de Justicia , en diver-
sos fallos, ha expresado que "la primera regla de interpre-
tación de las leyes es dar pleno efecto a la intención del
legislador, computando sus preceptos de manera que armo-
nicen con el ordenamiento restante y con los principios y
garantías de la Constitución".
En este sentido, creo que la voluntad histórica del cons-
tituyente fue indudablemente la de extender la posibilidad
del ejercicio de la libertad de prensa a la totalidad de los
ciudadanos, no s610 a unos pocos. Juan Francisco Seguí,
mIembro del Soberano Congreso Consbtuyente de Santa Fe
y de la Convención reformadora de 1860, en su famosa
polémica con Bartolomé Mitre, al referirse a una enmienda
propuesta por Buenos Aires (el arto 32), dice: "la libertad ,de
imprenta -la única libertad posible- está consagrada en el
arto 14 de la Constitución de Mayo, que reconoce corno
derecho de todos los habitantes el de publicar sus ideas por
la prensa sin censura previa"192.
José Benjamín Gorostiaga, uno de los padres de la Cons-
titución, siendo legislador nacional, al debatirse el proyecto
de ley de derechos aduaneros .en el cual se imponían dere-
chos a los libros, dice: "Los libros deben estar en las manos
de todos, si fuese posible [. ..]. En un país republicano demo-
Art. 14
nacionales. Ahora bien, dicha teoría no puede ser aplicada
en el específico campo de los derechos humanos.
Est a teoría dualista ha sido abandonada por la 'Corte
Suprema de Justicia, a partir del fallo dictado en la causa
"Ekmekdjian, M. Á., c. Sofovich, G.". En efecto, en los
considerandos 18 y 19 expresamente se afirma que los pre-
cedentes de esa misma Corte ("Fallos", 257-99 y 271-7) no
son ya aplicables frente al arto 27 de la Convención de
Viena sobre derecho de los tratados y que, por tanto, el
tratado internacional tiene primacía frente a cualquier nor-
ma de derecho interno.
La Corte lnteramericana de Derechos Humanos ha sos-
tenido que estos pactos "no son tratados multilaterales del
tipo tradicional, concluídos en {unción de u.n intercambio
recíproco de derechos, para el beneficio mutuo de los Estados
contratante&. Su objeto y fin son la protección de los dere-
chos fundamentales de los seres humanos, independiente-
mente de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado
como a los otros. Al aprobar estos tratados [. .. } los Estados
se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien
común, asumen varias obligaciones, no en relación con otros
Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción"198.
Es interesante recordar también que el citado tribunal
internacional, en su ya citada opinión consultiva del 29 de
agosto de 1986, sostuvo que la teoría dualista en la inter-
pretación del arto 14 del Pacto de San José de Costa Rica,
no se compadece con el sentido corriente de los términos
empleados en la Convención 199 •
Afirma Nikken que "la adopción de un régimen inter-
nacional de tutela a los derechos humanos supone que las
Art. 14
ofensas a los mismos no son ya una cuestión doméstica,
que se resuelve a través de los procedimientos locales refe-
rentes a las relaciones del Estado con sus súbditosn200 • Agre-
ga este autor que "la eficacia del sistema internacional
depende de su aptitud para imponer sus garantías contra
el poder estatal"ZOl.
Luego de explicar las resistencias de 1 gobiernos a
aceptar la injerencia internacional en lo asuntos domésti-
cos, afirma ese au tor que ese panorama quizá explique por
qué se encuentran a menudo expresioJli ambiguas en los
tratados sobre derechos humanos. En "do manifiesta
que "las reglas de interpretación de duechos humanos
ofrecen unas modalidades particula tienden a exten-
der el alcance del sistema, o por lo me optar por la más
amplia entre las posibles interpretac" pueda. motiuar
un determinado texto"Z02.
El segundo argumento en que s u rechazo de la
acción de amparo la sentencia Corte Suprema de
Justicia, en el caso "Ekmekdf _-eustadt", que estoy
comentando, tampoco me parece :enga entidad suficien-
te. En efecto, no se puede negar . plemente al arto 33 de
la Constitución nacional la ca d generadora de dere-
chos implícitos. La citada no ronstit ucional consagra a
todo derecho o garantía que D O te no surgir del texto
expreso de la Constitución, a como nueva realidad
en el plexo de los derechos fun tales, otorgándole, por
ello, vigencia , ya sea, V.gr., creación jurisprudencial
(como ha sucedido en el caso del amparo, o sucederá, a no
dudarlo, en breve tiempo con el hAbeas data) o bien legaJ203.
El argumento de la Corte Suprema de la necesidad de
Art. 14
ción nacional, tratando de rebatir así la posición que niega
aquella operatividad, encabezada por la Corte Suprema de
Justicia anterior al fallo dictado en la causa "Ekmekdjian,
M. Á., c. Sofovich, G.". Creo haberlo conseguido.
Corresponde ahora fundar mi opinión, acerca del alcance
de la protección que otorga el derecho de réplica, campo en
el cual discrepo aun con aquellos autores que aceptan la
vigencia y operatividad restringida del derecho de réplica en
nuestro orden jurídico positivo, que es también la tesitura
del voto separado del ministro de la Corte Suprema de
Justicia, Dr. Belluscio, en la causa citada más arriba.
La doctrina mayoritaria, así como diverso pro 'ectos
legislativos que se hallan en el Congreso nacional mencio-
nad os en el presente parágrafo), se pronuncian limitando el
derecho de réplica a la protección del personal agra-
viados y, a lo sumo, a la intimidad
A poco que se analice el te~ - aprecia lo erróneo de
esta tesitura. En efecto, el honor. honra y la intimidad
de una persona están protegid necesidad de utilizar
el derecho de r éplica.
En primer término, una na que ha sido agraviada
en su honor o su honra, ya con expresiones injuriosas
o bien imputándosele falsam un delito, tiene en sus
manos el ejercicio de la acci " criminal de injurias o calum·
nias, respectivamente.
En estos casos, de haber sentencia condenatoria,
ella puede ordenar su publi 'ón a cargo del condenado, si
es posible en el mismo periódico en el mismo lugar y con
los mismos caracteres del artículo injurioso (art. 114 del
Código Penal). En otras palabras, existe ya un derecho de
réplica específico, legislado en la citada norma del Código
Penal, para los casos de agravios contra el honor ° la honra.
205-a H . Q'
lllroga L ' , nos acompaña en la defensa de la tesis amplia.
aVle
V. nota 175.
608 MIGUEL ÁNGEL EKMEIllJIAN
Art. 14
tucional restricción a la libertad de prensa, afirmándose que
"hasta podría darse el caso de rectificaciones masivas y
orquestadas con el avieso propósito de quebrantar económi-
camente a determinadas publicaciones".
Este argumento es muy efectista pero totalmente irrele-
vante, a poco que se lo analice.
En primer lugar, es necesario efectuar una importante
corrección semiótica: cada vez que quienes utilizan este
argumento se refieren a la libertad de prensa a secas, en
realidad están pensando exclusivamente en la libertad de
prensa de las empresas periodísticas. En otras palabras,
esta línea de pensamiento, sencillamente sacrifica la liber-
tad de prensa del ciudadano común en beneficio de la liber-
tad de prensa de los dueños de los medios de comunicación,
como si esta última fuera la única que goza de protección
constitucional.
Con el mismo derecho de efectuar pronósticos no com-
probados en la realidad, puedo contestar que tales predic-
ciones apocalípticas son improbables, porque la "explosión
cuantitativa" de réplicas no se producirá, por diversas cau-
sas: el hombre común no está en la búsqueda de notorie-
dad; además, no está predispuesto a tomar fácilmente la
pluma, si no ha sufrido un agravio serio (salvo casos ais-
lados, que por ser excepcionales no afectan la validez del
principio).
Sostener lo contrario es tanto como desconfiar de la
madurez intelectual del ciudadano medio y prohibir el uso
lícito de un derecho, por temor a un eventual abuso de éste,
actitud típicamente autoritaria.
Tan cierto es lo expresado en el párrafo anterior que
todos los diarios y revistas del país, casi sin excepciones,
tienen ya una sección dedicada al ejercicio del derecho de
réplica de sus lectores. Nos referimos a las "cartas o correos
de lectores". ¿Acaso no son las cartas publicadas en estas
secciones un ejercicio del derecho de réplica en sentido am-
plio, justamente en el de la tesis que estoy defendiendo?
TItATAoo D DERECHO COIS.S'I1'rt:(m Q..!. 611
Art. 14
vaco y preciso, ya que significa permitido por el derecho,
confonne a la justicia y a la razón. Su opuesto es ilícito, lo
contrario a la moral, al orden público, o lo que afecta
derechos de terceros. El adjetivo útil, en cambio, está rela-
cionado con los conceptos de provecho, de lucro, de utilita-
rismo, en suma. Si bien esto no es moral ni jurídicamente
reprochable, configura un marco demasiado estrecho para el
derecho de asociarse.
Existen asociaciones cuyo objeto no se dirige a proporcio-
nar utilidad a sus miembros. v.gr., las asociaciones de bien
público, para el progreso de una ciencia o arte, para prote-
ger a especies animales, para la meditación, para combatir
determinadas conductas (v.gr., ligas antialcohólicas), etc.
Al contrario, hay fines que podrían ser considerados
"útiles" para los asociados y reprobables moralmente o di-
rectamente ilícitos. Tal es el caso de una asociación para
delinquir, o para beneficiar económicamente a sus miem-
bros por métodos reprochables.
El concepto de "fines útiles" debe ser interpretado no
como sinónimo de utilitarismo, es decir, que produzca pro-
vecho a los asociados, sino en el más amplio posible. La
finalidad de la asociación debe estar dirigida a mejorar, de
alguna manera, al hombre o al mundo que lo circunda. En
otras palabras, es útil todo lo que no es ilícito, lo que no
afecta a la moral, a las buenas costumbres ni a los derechos
de terceros (ver comentarios de los arts. 19 y 28)219.
Un caso muy interesante en relación a este tema, se
resolvió en el fallo de la Corte Suprema de Justicia, que
rechazó el recurso extraordinario interpuesto contra una
sentencia de la Cámara Nac. de Apelaciones en lo Civil de
la Capital, Sala l, que -a su vez- había confirmado la
resolución de la Inspección General de Justicia, denegatoria
219 Sobre la teoría del "i nterés bien entendido", que se relaciona
con este concepto, v. de Tocqueville, ob. cit., segunda parle, capítulo
VIII .
TRATADO DE DERECHO CONSTlTUCIO AL 625
Art. 14
Los votos de los Dres. Cavagna Martínez y Barra apor-
tan --como elemento de interés- la afirmación de que el
derecho de asociarse de los integrantes de la entidad recu-
rrente no se halla afectado por cuanto puede continuar
funcionando como simple asociación, conforme al arto 46 del
Cód. Civil.
Los votos de los Dres. Belluscio y Boggiano hacen una
interpretación del "fin útil" del arto 14 de la Constitución,
remitiéndolo al "bien común" como objetivo principal de la
asociación, exigido por el arto 33 del Código Civil.
Entre otras cosas, dice el Dr. Boggiano en su voto "que
el bregar por que la condición de homosexual no sea discri-
minada con tan amplios alcances como los que contempla el
antes trascrito artículo de los estatutos del recurrente, puede
ser razonablemente considerado como una pública defensa
de aquella condición, en grave conflicto con los principios
familiares, sociales, morales y religiosos del país, y aun
extranjeros {. ..}; toda defensa social de la homosexualidad
ofende a la moral pública y al bien común, cuya tutela la
Constitución impone a los poderes constituídos [. ..] para
garantizar la dignidad de la persona humana creada a
imagen y semejanza de Dios".
La disidencia del Dr. Petracchi, en un extenso y bien
fundado voto, analiza la posible lesión al derecho de asociar-
se que traería aparejada la denegatoria de la personería.
Trascribiré algunos párrafos, que sientan principios genera-
les que trascienden a la cuestión analizada en el presente
caso. Dice el Dr. Petracchi: "frecuentemente en nuestra his-
toria, el triste hábito de recurrir a conceptos tales como el
de «bien común>' para justificar decisiones de gobiernos de
turrw, restrictivas de la libertad, ha sido la noche en que,
funcionarios que declamaban distintas ideologías o adhesio-
nes partidarias, fueron todos, como los gatos, indistinta y
confundiblemente pardos".
En ese mismo orden de ideas, dice más adelante el Dr.
Petracchi en su voto: "los conceptos empleados por la legis-
627
222 esE U ;n
. . . ., .-
re "National Association for the Advancement of
. ' 625 626
Colour People vs. Alabama", citado por Pntchett, ob. Clt., ps. Y .
629
Art. 14
la facultad de seleccionar a los aspirantes que deseen incor-
porarse a ella como nuevos miembros.
~e plantea entonces el interrogante de si el derecho a
aSOCIarse puede ser exigido frente a una asociación ya exis-
tente, por una persona que desea incorporarse como miem-
bro de ella y ante la negativa, expresa o tácita, de sus
órganos directivos 226 .
La respuesta no es fácil y, sobre todo, no puede ser
afirmativa o negativa genéricamente para todo tipo de aso-
ciación, ya que está en juego un principio fundamental del
derecho asociacional: la affectio societatis, que es la argama-
sa que permite unificar las voluntades individuales de los
asociados, para la obtención de la finalidad societaria, alla-
nando las discrepancias de aquéllos.
Es menester distinguir, según cual sea el objeto societa-
rio, la estructura social, el sistema de reclutamiento de los
miembros, etc., para dar respuestas diferentes a ese interro-
gante en cada caso. Es importante, además, analizar las
disposiciones estatutarias de la institución.
Así, en cierto tipo de sociedades comerciales (las socie-
dades por acciones) las características personales del socio
son irrelevantes. En tales casos, los órganos societarios no
pueden negar el acceso a la calidad de socio (que se adquie-
re mediante la compra de acciones) a una persona que
pretende adquirirla, lo que no implica que se pueda obligar
a un accionista a vender una parte de sus acciones.
De la misma manera, ciertas instituciones de carácter
masivo reclutan nuevos socios periódicamente (v.gr., clubes
sociales y deportivos, clubes de servicios, etc.). En estos
casos, y únicamente en el curso de una campaña de cons-
cripción de socios, los órganos societarios no pueden negar
a una persona su admisión. En cualquiera de ellos :.-al
igual que en el de las sociedades por acciones-, los órganos
226 Bidart Campos da por sentado que tal derecho es uno de los
aspectos del derecho a asociarse, aunque no desarrolla sus argumentos.
V. su Manual de derecho constitucional, cit., ps. 252, in fine, y 253.
631
Art. 14
nablemente, tenía derecho a exigir judicialmente su incor-
poración a la institución o una indemnización por daño
moral, que est aba tarifada en el mismo proyecto.
Ambos textos, tanto el de la ley 23.592, como el de su
antecedent e -el proyecto del Poder Ejecutivo-, pretenden
combatir la discriminación irrazonable y más aún estigma-
tizante (ver comentario del arto 16), la cual no sólo es
inmoral e inconstit ucional, sino que también atenta contra
la convivencia civilizada.
Pero, la legislación en esta materia debe ser muy cuida-
dosa en su aplicación al derecho de asociarse, para evitar
menoscabar otros derechos constitucionales, so pretexto de
combatir la discriminación228 •
De otra manera, la ley podría convertirse en un semille-
ro de pleitos, porque -como he dicho al comienzo de este
parágrafo- existen derechos e intereses de los miembros de
la institución que deben ser contemplados.
En mi opinión, la pauta razonable de interpretación debe
ser la de combat ir la exclusión de una persona de lugares
o instituciones privados, pero abiertos al público en general.
Pero esa exclusión debe ser irrazonable o, más aún, estig-
matizante, es decir, sin fundamento racional alguno. Así,
estimo que ciertas instituciones pueden discriminar el in-
greso de sus socios si la discriminación no es estigmatizan-
te, sino que responde a criterios de razonabilidad -v.gr.;
las asociaciones de socorros mutuos correspondientes a las
distintas colectividades extranjeras existentes en nuestro
país, agrupaciones folclóricas, instituciones religiosas o des-
tinadas a la práctica de determinado culto, etc._229 .
En tales casos, a un cuando se restrinja el ingreso en
una asociación en razón de nacionalidad, religión, ideolo-
Art. 14
167. Derecho a no ser asociado compulsivamente.
Art. 14
primero tal contribución estaba a cargo de los ganaderos, en
favor de la Corporación Argentina de Productores de Carne
(CAP)234. En el segundo, eran los viñateros de San Juan
que debía n pagar una contribución a CAVIC235. En ambo
casos, la Corte desechó los agravios constitucionales de los re-
currentes, afirmando que la contribución pecuniaria forzosa
(que llegaba a la compra de acciones en el caso de CAVI
no afectaba ni ponía en peligro la libertad de asociación.
Teniendo en cuenta que tanto la CAP como CAVIC er
asociaciones privadas -ni siquiera se podía alegar que
trataba de "personas públicas no estatales"236-, no se 1
puede dar a las contribuciones pecuniarias establecidas e
las respectivas nonnas de su creación, otro significado que
el de una cuota social. Es aplicable lo expresado más arri
respecto a las formas subrepticias de violación a la libertad
de asociación no compulsiva237 .
También se ha discutido la constitucionalidad de la
liación obligatoria a los colegios o asociaciones profesional
Art. 14
la colegiación obligatoria y el derecho de propiedad y otros
derechos, concluye la Comisión afirmando que la le 23.187,
que crea el Colegio Público de Abogados de la Capital Fede-
ral no es violatoria del arto 16 de la Convención. ericana.
,Esta postura es contraria a la que yo bah' doptado en
mis trabajos mencionados más arriba, en 1 - e anoté los
fanos de la Cámara y de la Corte -res " ente- del
caso "Ferrari".
En efecto, en el primero de ellos e la colegia-
ci6n obligatoria se produce cuando una en 'dad
integrada por todos los que ejercen una :tm::!2~n y se entrega
a ésta el gobierno de la matrícula. La "ón compulsiva
se produce --en cambio-- cuando la pretende :repre-
entar a sus colegiados o integran - - que escapan al
gobierno de la matrícula o de la . , entonces que
4a violación del derecho en cues . - produce (en abs-
tracto) con la creación del colegio podría producirse,
en concreto, con ciertos actos órganos direc-
tivos de aquél (v.gr., una de - "cay,z48.
La discusión --entonces- . ez o invalidez de
la institución en sí, se traslada a nsión y límites
de las competencias de ella, que limitada a los
objetivos colegiales.
En el segundo trabajo fui m' . Decía allí --en
contra de la opinión de los la Corte Supre-
ma de Justicia- que "cuando de nuestra ley
suprema se refiere al derecho de asoc f ..) no lo limita
a l~s entidades regid as por el derecho p . :ad(), sino que lo
extzende a cualquier tipo de sociedad en virtud de la cual
e l hombre se u.ne a otros hornbres l .,
objetivo c:omún, sea aquéll d d para a. consecUCtOn de un
a e erecho prwado O público"249
considerar violatorio del derech d · .
de la Convención. Estas afirm: . e d.e fen.sa del acusado, según el art 8
merecen un muy meditado anál~l?ne¡; dejan mucho p¿¡ño para cortar' y
248 Ver Temas c . . ¡SIS.
249 ~ • 1: onstltuc/.Onales, cit., pt;¡ . 43/44
el emas constitucionales , cit ., ps . v"O y .ss.
642 MIGUEL ÁNGEL EKMEKDJIAN
Art. 14 "Que sobre ese punto esta Corte juzga que es incompatl-
ble con los derechos de trabajar y agremiarse libremente la
exigencia del carnet sindical que otorga un solo sindicato
para que los obreros puedan inscribirse en la Bolsa de
Trabajo y obtener y conservar su empleo. La libertad
agremiación importa el derecho de afiliarse al sindicato que
se prefiera o no afiliarse a ninguno, y no puede admitirse
como congruente con la Constitución un ordenamiento según
el cual el derecho de trabajar queda supeditado a una
afiliación gremial necesaria y a la pertenencia a determina-
do sindicato, mientras dure la ocupación. Que la agremia-
ción coactiva no puede cohonestarse con supuestas razone
de interés sindical y bien común. La organización sindical
útil y justa, prestigiada por la bondad de sus fines y reali-
zaciones, reclama una afiliación lib re y consciente, que atien-
da sólo a la defensa del interés profesional, sin sujeción a
un régimen de aceptación forzosa. La afiliación compulsiva
frustra la libertad de agremiación y puede ser la base de un
odioso sistema de sumisiones y preeminencias ilegítimas.
Que esta doctrina es conforme con la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, que proclama la naturaleza fun-
damental del derecho al trabajo y a la libre agremiación de
los trabajadores para la defensa de sus intereses (art. 23) y
consagra el derecho a un recurso efectivo ante los tribunales
competentes, que ampare a todas las personas contra los
actos que violan sus derechos fundamentales, reconocidos
por la Constitución o por la ley (art . 8). Es también la
doctrina de la Convención Internacional 87 de la Organiza-
ción Internacional del Trabajo (0.1. T.), sobre libertad sindi-
cal, ratificada por la ley 14.932. Es, por último, la doctrina
que mejor se aviene con el arto 14 de la Constitución na-
cional, que garantiza 'una organización sindical libre y
democrática" .
Podemos apreciar que, en este tema de la asociación o
afiliación obligatoria, la jurisprudencia de la Corte distingue
TRATADO DE DERECHO ca STITUCIO AL 645
Art. 14
En febrero de 1825, el Congreso General Constituyente
ratificó el Tratado celebrado con Gran Bretaña, cuyo arto 12
garantizaba a los súbditos británicos el más amplio ejercicio
de su culto r eligioso.
Cuando se trató el arto 14 del proyecto de Constitución,
en el Soberano Congreso Constituyente de Santa Fe de
1853, los únicos debates importantes que se produjeron, se
centraron en el derecho de "profesar libremente su culto".
Tales debates, largos y acalorados, ocuparon toda la sesión
del 24 de abril de 1853 del Soberano Congreso. En ellos
participaron los diputados Gorostiaga (miembro informan-
te), Seguí, Lavaysse, Gutiérrez y Zapata defendiendo la
libertad de cultos; y los diputados Zenteno, Colodrero, Leí-
va, Ferré y Pérez oponiéndose a ella. Los argumentos de los
primeros coincidieron en general con los de Alberdi255, en el
sentido de que era necesario abrir las puertas del país a la
inmigración europea, y brindarle todas las libertades luego,
para eliminar el desierto mediante el progreso. Se invocaba
también el tratado con Inglaterra de 1825, que garantizaba
la libertad religiosa para los súbditos ingleses. Quienes se
oponían, en cambio, se fundaban en argumentos teológicos,
sosteniendo que la religión católica, apostólica y romana es
la verdadera fe, y, por tanto, no podía dársele a los otros
cultos los mismos privilegios256.
El inciso no sólo fue aprobado, sino que tal libertad se
reiteró en el arto 20, con referencia expresa a los extranje-
ros, para dejar índubi tablemente expresada la invitación a
los europeos anglosajones, a radicarse en el país.
El significado del concepto "libertad religiosa" ha susci-
tado, como no podía ser de otro modo, numerosas polémicas.
Esto es así por que el concepto religioso en el hombre -en
sus disímiles manifestaciones- es un sentimiento suma-
mente arraigado, que despierta instintos y emociones de
Art. 14
to~o tipo. La relación con Dios, o con lo sobrenatural, si
qUIere ser más neutro, su destino después de la muerte
una .pre~cupación fundamental del hombre desde que ti~
conCIenCIa de su individualidad, hasta el final de su vida.
Hay 0p'iniones que entienden que la libertad religiosa
~a e.xcl~slOn de todo lo religioso en las manifestacione
lllstltuclOnes públicas. Los agnósticos entienden que cuan
una persona manifiesta en público sus sentimientos religi~
sos, está -de alguna manera- interfiriendo en la libe
religiosa de los demás.
No coincido con esta posición extremista. Entiendo q
los actos religiosos públicos no afectan el sentimiento reli-
gioso de los no creyentes, cuando éstos no estén obligad
a participar en ellos. En tal sentido concuerdo con la op'-
nión de Bustos Lambert, en el sentido de que la "liberta
religiosa" se centra en la prohibición de la coacción257 •
El concepto más preciso y exacto de libertad religiosa
está dado por la Declaración "Dignitatis Humanae" del Con-
cilio Vaticano n, que la ha definido como la facultad de
"estar inmune de coerción, tanto por parte de personas par-
ticulares como de grupos sociales y de cualqu.ier potestad
humana, de manera tal que, en materia religiosa, ni e
obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida
que actúe conforme a ella en privado O en público, sólo o
asociado con otros dentro de los límites debidos".
El autor citado más arriba menciona un caso producido
en la provincia de eatamarca en el año 1982, con motivo de
la implantación de una materia religiosa en los instituto
educativos de la provincia258 . Esa materia fue cuestionada
por la Convención Evangélica Bautista y el Consejo de
Educación Cristiana Evangélica, por considerar trasgredidos
Art. 14
los principios de la libertad religiosa. Por su parte
misión Diocesana para los Medios de Comunica . ón ocial
del Obispado de dicha provincia, emitió una d ción de
apoyo sosteniendo que "e n todo tiempo la Ig
dicado para sí la libertad que le corresponde
misión que le ha sido encomendada por e
el Evangelio a toda criatura". Lo cierto q
no era obligatoria, ya que a pedido de
sustituírse por moral. En tal caso, ante
elección, pienso que no se compromete
Para afinar aún más el análisis clasi-.fic:ré
religiosa en dos especies: la libe y la
libertad de culto!;;.
Trataré a ambas, separadam
principi Art. 14
misión Diocesana para
el Obispado de dicha pro.in .
poyo o teniendo que en todo t~":em1DO
dicado para sí la libertad que le oorre.5POd~
. wn que le ha sido encomendada
Evangelio a toda criatura-. Lo ci
o era obligatoria ya que a pedí o
tituírse por moral. En tal caso
ección, pienso que no e comprome
Para afinar aún más el anális'
ligiosa en dos e pecies: la libertad
ibertad de cultos.
Trataré a ambas, separadamente, a co' "oo.
Art. 14 otro modo estaríamos ante una reedición del "crimen men-
tal" de que hablaba Orwell en su novela de ciencia ficción
1984, en donde se castigaba el mero pensamiento contrario
a las enseñanzas del dictador, denominado eufemísticamen-
te "hermano mayor".
Ésa es la diferencia sustancial que se observa, con res-
pecto a los sistemas en que se castigaban o castigan las
creencias religiosas consideradas heréticas, por el solo hecho
de profesarlas . La historia y --en algunos casos la actuali-
dad- nos han dado y nos dan innumerables ejemplos de
tales intolerancias: las guerras de religión, que no sólo son
atribuíbles a países católicos (España, Francia, Italia), sino
también a los anglicanos (Reino Unido), cristianos reforma-
dos (las "brujas de Salem" en los Estados Unidos), musul-
manes (Turquía con sus genocidios, Irán con su absurda
legitimación del eventual asesinato de Salman Rushdie, Irak
y su autócrata Saddam Hussein convocando a la guerra
santa), y de otras confesiones.
La libertad de conciencia religiosa que hoy nos parece
obvia e indiscutible, al menos en un sector considerable del
planeta, costó muchos siglos de sangre y de dolor a la
humanidad .
Al interferirse en la libertad de conciencia religiosa se
está invadiendo el ámbito de la intimidad del individuo y de
su grupo familiar. El derecho a la intimidad ya ha sido
analizado por mí en el parágrafo 157, a cuyos términos me
remito, por ser totalmente aplicables al presente caso de la
conciencia religiosa.
t. 14
en el país, con excepción de la Iglesia Católica Apostólica
Romana.
La no inscripción en el registro o la cancelación de
aquélla, implican la prohibición de actuar en el territorio
nacional y la pérdida de la personería jurídica.
El decreto 2037/79 establece las funciones del Registro y
los requisitos para la inscripción y reconocimiento de los
cultos no católicos.
Este Registro tiene sus causas materiales en la prolife-
ración inusitada de sectas y movimientos religiosos, que se
ha producido en nuestro país en las últimas décadas. d
En efecto, si bien América Latina está habitada por el S
43 % de los católicos de todo el mund0 2:.g , en los medios l
eclesiásticos existe gran preocupación por un proceso de r
captación de prosélitos hacia otros cultos, provocado por c
una verdadera explosión de sectas y nuevas agrupacione l
religiosa.
No obstante la obligación de inscribirse en el Registro ya
mencionado, existe una proporción bastante considerable de R
sectas y grupos, que actúan en la clandestinidad. Tal es el re
caso de muchos templos de ritos afrobrasilei'ios 26u • re
Otro dato preocupante, brindado por la Fundación SPES le
(Servicio para el Esclarecimiento de las Sectas), entidad so
privada, es que existen sectas que incurren en prácticas en
como contrabando, consumo y tráfico de drogas, prostitu- m
le
ción, corrupción de menores, explotación económica de sus
miembros, reducción a la esclavitud de éstos, estafas, frau-
ap
des fiscales, etc. 261 .
u
cu
259 Dato tomado oc la nota firmada por Juan C. Insiarte, publicada in
por el diario "La Nación" de Buenos Aires, en la edición del 13 de abril
de 1992, secc. 1· , p. 5, primera columna.
260 Ver nota anterior. En dicha nota se informa que la Congregación
Ortodoxa de Religiones Mricanas y Amurindias, tiene in scritos 300 tem-
plos, pero ella afirma que existe n má~ de 3.000 casas clandestinas, donde
se practican ritos umbanda.
261 Ver trabajo mencionado en nota anterior. p
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 653
266 Existe una tan nutrida bibliografia sobre esta secta y los proble-
mas constitucionales provocados por ella, que sería prácticamente impo-
sible dar una lista pormenorizada de todos los autores. Sin embargo, y
para el lector interesado en profundizar en los orígenes y desarrollo de
esta singular secta religiosa, mencionaré a título de ejemplo la siguiente
en idioma castellano: Enrique Biermann, Los Testigos de Jelwvá, Ed.
Franciscanum, Bogotá, 15, n° 44, 1973, pS. 165 y 172; G. Hebert, Los
Testigus de Jehová, Madrid, 1973, Propaganda popular católica; J. García
Hernado, Los Testigos de Jehová en Espaiia, Madrid, "Boletín Informativo
del Comité Episcopal de Relaciones Interconfesionales", n° 21, 1976; B.
Martín Sánchez, Quiénes son los Testigos de Jehová, Madrid, 1976, Fe
Católica; E. Danyans, Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová,
Tanasa, Chile, 1981; etc.
267 En nuestro medio también existe una muy nutrida bibliografia
sobre el tema. Sin pretender ser exhaustivo ni selectivo, sólo mencionaré
algunos trabajos para el lector que pretenda profundizar en él: A. Amo-
resano Los Testigos de Jelwvá y la Constitución nacional, "La Ley", 1976-
D, ps. '787 y ss.; íd., Las sectas: un desafío para la I~lesia y las misiones
y para los Estados y sus instituciones; J. C. Luqw, La .lLbertad y los
Testigos de Jehová., "La Ley", 1978-C, pS. 820 y s~.~ G. Bldart C~m~?~,
La objeción religiosa de conciencia y el deber mllttar de deren~a,. El
D~recho", t . 104, ps. 736 y SS.; íd., La profe~i6n de~ c.~lto y la mttm~dad
l
"El Derecho" t 89 ps 500 Y ss.; Id., Objecum de conaencw al
persona, , . ,. . . 91' F B h La
.t bl 'gatorio "El Derecho" del 23 de Jubo de 19 , . ose, ,
vu o o L , D 1059 ss' J Garcla
objeción de conciencia, "La . LeY:" t. 1979- ,,' ps. Y 79~C . $. 1000
Vizcaíno, Patria, eswela pnmarw. Y secta, La Ley", t. 19 .' P . íd
Y ss.; N. Maas , La logia de Lucifer, "La Ley", t. 1981-D, ps. 966 y ss., .,
656 MIGUEL ÁNGEL EKMF.KDJIAN
Art. 14
"To~e del Vigía", "Asociación de Tratados Bíblicos" y de las
entIdades o grupos vinculados a ellas . En dicha norma
también se ordenaba la clausura de sus sedes y se prohi-
bían las publicaciones periodísticas que difundieran la doc-
trina de esas sectas.
Al resolver el recurso extraordinario, originado en una
acción de amparo presentada por la asociación 272 , la Corte
Suprema de Justicia, no obstante rechazar el amparo por
razones formales, en actitud no usual expresa:
"Que es necesario dejar aquí bien puntualizado que la
conclusión a la que se arriba no implica abrir juicio alguno
sobre la legitimidad, en el caso, de las pretensiones sustancia-
les de la actora en orden a la delensa de los derechos que
entiende le asisten, ni sobre la procedencia de las medidas
adoptadas en el decreto impugnado, que la presentante alega
ser violatorias de aquéllos. No se niega ni cercena aquí a la
adora el amparo judicial, entendido éste como el derecho
inalienable de las personas a reclamar la protección de sus
derechos en los estrados del Poder Judicial y el deber ineludi-
ble de éste de pronunciarse sobre las respectivas pretensiones".
Sobre este tema resta agregar que discrepo con el crite-
rio en que se basó la Corte para confirmar el rechazo de la
acción de amparo (ver comentario del arto 33), aunque coin-
cido con ella en el fondo de la cuestión, sobre el cual -si
bien no se expidió- se trasluce su opinión en los párrafos
trascritos.
También la jurisprudencia registra algunos casos de re-
visión de medidas disciplinarias escolares aplicadas a alum-
nos -menores de edad- por negarse éstos a reverenciar los
símbolos patrios invocando convicciones religiosas. En estos
casos los alumnos fueron sancionados con la expulsión. Ellos
y sus padres pertenecían a la secta de los Testigos de
Jehová.
t. 14
facie, se presenta como contraria al orden legal y aun a la
propia Constitución nacional, cuando entre otras cosas im-
p ide a sus miembros cumplir con el deber «de armarse en
defensa de la patria y esta Constitución», impuesto por el
arto 21 de la carta fundamental. Pero ello no implica negar
resguardo judicial a los derechos que se estima conculcados,
por cuanto se los podrá hacer valer por los interesados sea
por motivos de sanciones que por incumplimiento de las
leyes que regulan el servicio militar o la obligación de reve-
renciar los símbolos patrios se les pueda imponer, sea me-
diante un juicio ordinario ante la negativa de inscripción en
el Registro de Cultos no Católicos y disidentes.
"5) Quiere decir entonces que a través de tales pautas la
asociación allí actora y por extensión sus componentes de
ninguna manera obtuvieron una suerte de indemnidad para
incurrir, so capa de un matiz religioso, en actitudes rerlidas
con el orden y la moral públicas.
"Dentro de este último concepto se halla sin duda la
obligación que para lodos los habitantes de nuestro territorio
supone el respeto de los símbolos patrios".
El razonamiento es impecable por cuanto discrimina ade-
cuadamente entre hbertad de conciencia religiosa (ámbito
interno) y libertad de culto (ámbito externo), cuyas diferen-
cias he analizado en los parágrafos anteriores.
En definitiva, la acción es rechazada también en este
caso por razones formales, invocándose a tal efecto el arto
2, ines. a y e, de la ley 16.986. Considero errónea esa
solución, tal como lo sostuve al comentar el fallo anlerior.
Téngase presente, además, la circunstancia de que la alum-
na Parco era menor de edad, y, por ende, estaba sometida
a la autoridad paterna, quien le había inculcado tal norma
de conducta. Por otra parte, la expulsión del colegio infligía
UD agravio irreparable al derecho de aprender de la niña.
En un caso similar, la Corte Suprema acogió la acción
de amparo, basándose en consideraciones de otra índole,
aunque sin aceptar la legitimidad constitucional de la nega-
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIO AL 661
mérito del ya citado decreto 1867/76, que prohibía las acti- Art. 14
vida des de la secta.
En la resolución de la Dirección acional de Migraciones
se confundían, obviamente, la libertad de conciencia religio-
sa con la libertad de culto, ya que se pretendió expulsar al
actor, no por realizar un acto reñido con el orden público
argentino, en cuyo caso la expulsión hubiera sido proceden-
te, aun cuando se afectara la libertad de culto, sino sólo por
profesar o confesar una creencia, sin otra manifestación
externa, como 10 señala certeramente el procurador general
de la Nación en su dictamen.
El fallo de la Corte 275, hace lugar al amparo, sosteniendo
que las prohibiciones del decreto 1867/76 recaían sobre la
asociación, y no sobre los individuos, máxime cuando el
amparado sólo había declarado profesar esa fe, sin otra
manifestación exterior. En tal sentido, expresa la Corte:
"En este orden de ideas cabe recordar la doctrina de esta
Corte en eL sentido de que las acciones privadas de los
hombres, a que se refiere el arto 19 de la Constitución
naciunal, son aquellas que arraigan y permanecen en la
interioridad de la conciencia de las personas y sólo a eUas
conciernen, sin concretarse en actos exteriores que puedan
incidir en los derechos de otros o que afecten directamente
a La convivencia humana social, al orden y a la moral
pública y a Zas instituciones básicas en que ellas se asientan
y por las cuales, a su vez, son protegidas aquéllas para la
adecuada consecu.ción del bien común temporal, fin último
de la ley dada y aplicada por los hombres en el seno de la
comunidad política.. Las primeras pertenecen al ámbito de la
moral personal y e¡;tán. reservadas sólo al juicio de la propia
conc:iencia y a.l de Dios y escapan, por ende, a la regulación.
de la Ley positiva y a la autoridad de los magistrados. Las
Art. 14
Los objetores de conciencia, cuando son convocados a
prestar servicio militar, se niegan a vestir el uniforme a
~restar juramento de fidelidad a la bandera, a aceptar' la
mstrucción militar, en especial en lo que al manejo de
armas se refiere, etc.
Esta situación ha originado, en nuestro país al igual que
en otros, graves consecuencias: numerosos conscriptos han
sido procesados y condenados por infracciones a las normas
penales militares.
Varios países han dictado normas legales que permiten,
bajo determinadas circustancias, a los ciudadanos que sean
llamados bajo bandera, a eximirse de prestar otros servicios
al Estado, dentro o fuera de instalaciones militares, por un
lapso igual o superior al servicio militar278 •
La Cámara Nacional Electoral He pronunció en un caso
en que una persona solicitó la justificación de la no emisión
del voto en virtud de sus t:reencias religiosas, las cuales le
in.pedían participar en la elección de autoridades , por cuan-
to -según el recurrente- sólo Dios puede csittblecerlas.
Dicho tribunal n-lehazó el recur~o fundándm,e en que la
obligación de sufragar no afecta la lihertad religiosa 279 , sin
analizar la diferencia entre conciencia y culto.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó un
importante fallo en relación a los objetores de conciencia. El
ciudadano Alfredo Portillo fue condenado a recargo de ser-
vicio militar por un año, por no haberse presentado a pres-
tarlo, no obstante haber sido convocado por el distrito mi-
rt. 14
terceros. No es que el gobierno crea que hay un derecho a
hacer lo malo o a actuar incorrectamente, en contravención
con expresas normas estatales, por tener sinceras conviccio-
nes morales, sino que considera que es plausible que en una
sociedad los individuos puedan realizar lo que creen moral-
mente bueno, sin perjudicar a otros y satisfacer sus planes
de vida".
Dicho proyecto no tuvo sanción legislativa.
Como lo he señalado más arriba, discrepo con estos
criterios. Prima facie, el proyecto parece ser un simple caso
de ejercicio del poder reglamentario de la obligación conte-
nida en el primer párrafo del arto 21 de la Constitución
nacional, ampliando el espacio de la libertad individual, por
lo que no podría ser acusado de alterar un derecho indivi-
dual (arg. arto 28 de la Constitución nacional y axioma 2 del
parágrafo III de este volumen).
Pero a poco que se analice, se aprecia que las obligacio-
nes impuestas a todos los ciudadanos argentinos en el arto
21 (denominadas -como ya he dicho- "contribución de
sangre", por oposición a las pecuniarias) implican, por esa
misma generalidad, una distribución equitativa de ellas. Al
exceptuar a algunos de lo que se obliga a otros, se quiebra
ese tratamiento igualitario.
Si el arto 16 de la Constitución nacional establece que la
igualdad es la base de las cargas públicas, este principio
debe ser más celosamente preservado, cuando 10 que se
puede llegar a perder es la propia vida, no el patrimonio.
Las objeciones morales o religiosas no aparecen entonces
como circunstancias distintas, que justifiquen un trato dis-
tinto, no discriminatorio ni estigmatizante. Cuando a algu-
nos se les puede exigir el sacrificio de su vida, no es justo
ni legítimo que otros puedan exceptuarse de él. En otras
palabras, se pretende olvidar que la instrucción militar en
tiempo de paz, sirve para obtener la aptitud bélica de cada
reservista en tiempo de guerra y que si un ciudadano no ha
recibido instrucción militar en tiempo de paz, no puede
TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL 671
Art. 14
La educación, en cambio, es una especie de aquélla y
pretende mucho más que instruír, debe formar al individuo,
ya sea impartiéndole una educación integral y ecuménica, o
bien conocimientos específicos sobre determinada rama del
saber humano. En estos casos, la formación moral, religiosa,
la "socialización", en suma, del educando, va unida en ma-
yor o menor medida, pero inseparablemente, al proceso
educativo.
El proceso de enseñanza y aprendizaje tiene práctica-
mente infinitos aspectos. El Estado no puede ni debe regu-
larlos todos. Existen ámbitos que son inocuos al interés
público. Así, v.gr., a nadie perjudica que alguien enseñe la
técnica de la computación, de reparación de radios y televi-
sores, de automóviles, danza, gimnasia, dibujo, idiomas, etc.
En tales campos la intervención estatal es mínima o incluso
no existe, en tanto no se afecte la moral o el orden público.
También hay ámbitos en los cuales se imparte instruc-
ci6n, aunque dirigida a fines específicos. Así sucede, por
ejemplo, en el hogar, en las comunidades religiosas, en las
empresas, en las instituciones culturales, políticas, económi-
cas, sociales, etc.
Otros ámbitos de enseñanza, ocupados por instituciones
oficiales o privadas, están dirigidos a adquirir conocimientos
en determinada disciplina, arte o técnica, teniendo como
principal objeto el goce ético o estético de los alumnos (v.gr.,
academias de arte, asociaciones musicales, cineclubes, etc.).
Todas estas actividades, de amplio espectro, si bien son
de importancia creciente 285, no justifican la intervención
estatal, al menos en cuanto al tema específico de la ense-
ñanza.
Distinto es el caso de las actividades específicamente
educativas, es decir, aquellas cuyo objeto fundamental
- como he dicho más arriba- es el de formar al individuo,
287 Ley 14.473, que fue modificada por numerosas normas legales
posteriores; V.gr., leyes 17.793, 18.613, 18.645, 19.891, 21.556, 22.318,
etc.
Ley 13.047, que también fue modificada por numerosas normas
posteriores.
289 Ley 19.470.
TRATADO DE DERECHO CONSTrrUCIO AL 677
296 Cám. ?" Apel. La PlaLa, Sala lU, fallo del 7 de noviembre de 1986,
in re inópoli, Osear R. , c. Instituto San Juan Bautista, s. amparo",
publicada en "El Derecho" del 17 de junio de 1987, con nota de Juan p
Ramón de Estrada: Colegios privados y libertad de enseíiaT/za.
681
Art. 14 partir del decreto-ley 6403/55, fue dejada sin efecto desde el
golpe militar de 1966 (ley 17.245) y sólo fue restablecida en
1983, por la ley 23.068, que volvió a poner en vigencia los
estatutos universitarios que regían al 29 de julio de 1966,
derogó la ley de {acto 22.207, y también ratificó al decreto
154/83.
Quiroga Lavié entiende la autonomía universitaria en
un sentido amplísimo. Afirma este autor que corresponde
sólo al Congreso regular la organización de las universida-
des nacionales, y si éste ha establecido la autonomía univer-
sitaria en la respectiva ley, sin establecer el control del
Poder Ejecutivo, éste no tiene facultades para revisar la
legalidad de los actos emanados de los órganos universita-
rios. En tal sentido, niega facultades a la administración
pública para intervenir en los asuntos de las universidades
nacionales 309 . Para llegar a estas conclusiones, este autor da
una definición de autonomía totalmente distinta de la clá-
sica del derecho político. Afirma que la autonomía es el
género y que la soberanía, la autarquía y la libertad indi-
vidual son especies de ese géner0310 .
No comparto esta posición extrema. La definición de
Quiroga Lavié introduce confusión en el tema, ya que deno-
mina -con el mismo término- a conceptos distintos, en
una trasposición semántica. Prefiero seguir usando el voca-
blo en el sentido clásico, esto es, como un grado menor a la
soberanía, y en ese sentido coincido con quienes sostienen
que los únicos entes autónomos son las provincias 311 .
Una variante muy interesante de esta posición se halla
en un voto en disidencia del ministro de la Corte Suprema
Dr. Carlos S. Fayt, en un importante caso en el cual se
Jefe el presidente de 1
o:a
a. ,as autoridades
" dministraclOn de la cual es
t od a ejecución
. de politi a daClon
I ' Esto es pOSl'bl e porq ue no
d 1 cas e Congreso req' 1
e a administración. Esto no im . were e concurso
cal' a las universidades . 1plica en modo alguno colo-
de las leyes, ya que el c~::~~~:Ss~r encima del imperio
:n~Omjenda al Poder Judicial, as! com:~~~e~~o;~~;;;:s;o~~
ro es que. establezca el propio Congreso.
. , La varIante mencionada es menos extrema que la posi-
ClOn antes explicada, pero tampoco me parece viable sus-
traer a. u.n se~cio ~ú~lico del control jerárquico del jefe de
la admlmstraclOn publIca (ver comentario del arto 86, inc. 1,
de la Constitución nacional).
José Luis de Imaz afirma que la universidad soberana
implica la existencia de un Estado dentro de otro Estado, y
es un concepto anacrónico "en un mundo donde todas las
soberanías están recortadas por el interés general"313.
Pero aun así, entiendo que el control que puede realizar
la administración pública sobre los actos emanados de los
órganos universitarios, se limita al control de legalidad, por
medio del recurso de alzada, previsto en los arts. 94 Y 97
del decreto 1759/72 y decreto 9101172314 . En ningún modo el
control puede extenderse a cuestiones de criterio científico
o académico, o incluso de orden interno de la universidad,
en tanto no se violen normas constitucionales o legales.
En los últimos tiempos se ha planteado un serio conflicto
en las universidades nacionales, por el tema de la autono-
~:t!~lRe.pú~liC~,
en
Artur~ ~ndizi, reglamentó a la ley 14.557, Art. 14
. ec: o os reqwslto para el funcionamiento de las
ulllversIdades privadas y creando la In ~"';6 Ge 1d
En - U · . . r~~~ n nera e
. senanza ~versltaria Privada, dependiente del Ministe-
no de EducacIón y Justicia, como organismo administrativo
para ejercer el poder de policía sobre las mencionadas en-
tidades.
No me corresponde emitir juicio obre las bondades de
este sistema. Sin perjuicio de ello, puedo afirmar que -co-
mo regla general- las universidades privadas no proveen
los cargos docentes por concurso, y no existe cogobierno uni-
versitario, como sucede en las estatales. Tampoco --en ge-
neral- los sueldos de su cuerpo docente mejoran a las
magras remuneraciones docentes de las universidades na-
cionales 327 .
180. Jurisprudencia.