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Lourdes Ortiz,

j Voces
Voc de mujer, 7 Ed. . introducción
y guía
Í de lectura Nuriaj Morgado, Ed. Iberoamericana,
Madrid 2007.

AA br
RANA
PENÉLOPE!

«Vuélvete a tu habitación. Ocúpate de


las labores que te
son propias, el telar y la rueca, y ordena
a las esclavas que se
apliquen al trabajo... y del arco nos ocuparemo
s los hombres
y principalmente yo, cuyo es el mando
de esta casa»,

: ' Penélope era la hija del rey espartano Icari


us y de la ninfa Periboea.
Su esposo era Odiseo, rey de la isla de
Ítaca y el más sabio de todos los
héroes griegos de la Guerra de Troya. Odis
eo y Penélope tuvieron un
hijo, Telémaco. La guerra de Troya duró
diez años y, una vez finalizada,
Odiseo tardó en regresar a su hogar otros
diez años más. Durante los
veinte años que Odiseo estuvo ausente, Penél
ope dio muestras inequívocas
de su fidelidad: rechazó a todos los prete
ndientes que deseaban casarse
con ella y los engañó prometiendo que elegi
ría a uno de ellos tan pronto
como terminara un sudario que estaba tejie
ndo para su suegro Laertes.
Penélope deshacía de noche lo que tejía
durante el día para que la labor
fuera interminable. Cuando Odiseo fina
lmente regresó a Ítaca bajo el
aspecto de un mendigo, mató a todos los
pretendientes. Penélope no lo
reconoció hasta que él reveló un secreto que
sólo ambos sabían: uno de
los postes de la cama que él mismo había
construido era el tronco de un
olivo que todavía tenía sus raíces en el suelo
. Después de esta reunión
vivieron felizmente.
? Estos mandatos son hechos por Telémaco
, el hijo de Penélope y
Odiseo (Odisea, XX1, vv. 350-354). En
este relato, Lourdes Ortiz utiliza
122 Lourbes ORTIZ PENÉLOPE 123

Son palabras de Telémaco. Ella, Penélope, acata y se deja tentar, mientras tasa con los ojos semi-abiertos y una
repliega: Veinte años permitiendo que Atenea?, la de los ojos sonrisa apenas perceptible de Core, eternamente joven, a los
de lechuza, ponga a sus ojos un plácido sueño. Duerme sin hombres que acuden y compiten por ella. Recatada y triste,
cesar... duerme y teje una tela inacabable de deseos insatis- tejiendo y recordando las palabras, los cuentos del incansable
fechos. Allá, en lo alto de la magnífica casa, contempla cómo narrador, aquel diestro en embustes que rompió su doncellez
se vence su carne mientras se indigna ante la desvergilenza y le hizo un hijo, ese hijo que ahora crece, como imagen del
joven de las esclavas que aprovechan la fiesta y los hombres padre, frente a ella y que vuelve a recordarle una y otra vez
que acuden al panal siempre oferente de un lecho que se quién es el amo:
hurta y se brinda. «Vuélvete a tu habitación. ..».
«Pretendíamos a la esposa de Odiseo —cuenta Anfime-
donte!, al llegar al lugar donde reposan los muertos— y ella Habitación poblada por los hilos tenues de un sudario que
ni rechazaba las odiosas nupcias, ni quería celebrarlas». es sudario de la propia carne; paños mojados de una túnica
Ni rechazaba, ni aceptaba: sólo el sueño sobre ese lecho de precursora que deja huellas como de bronce, cinceladas sobre
olivo labrado por el marido, lecho inamovible, cinturón de una piel que ya ha olvidado las delicias del abrazo, piel guar-
castidad adornado con oro y con marfil, como promesa de dada en alcanfor, bañada en la nostalgia... anhelante, como
un regreso que condena a una espera cubierta de fantasmas. una flor de cardo que apenas desprende aroma y recogida,
Recluida en la noble casa, en aquella hacienda confortable resguardada en un rechazo pertinaz, cabezón e inútil que
que labrara el esposo antes de la partida. Esposa fiel, que se la va convirtiendo en estatua que conserva la calidez sedosa
del mármol más pulido.
Ellos, los pretendientes, llenan la casa con sus gritos, sus
expresiones y diálogos extraídos literalmente de la Odisea de Homero. borracheras y sus modos de hombre. Ella desde su alcoba
3 Una de las más importantes diosas griegas. Diosa de la Guerra, de huele el deseo de los varones, se estremece con sus risotadas,
la Sabiduría y de la Ciencia, nacida de la cabeza de su padre, el dios Zeus.
a presiente el recorrido ávido de sus manos sobre el cuerpo
Dueña de un considerable valor, durante la Guerra de Troya protegía
los griegos, los rescataba y a veces luchaba con ellos. Atenea profesab a limpio y fragante de las esclavas jóvenes. Al anochecer, a la
una simpatía especial por Odiseo. luz de las antorchas, ascienden las voces y la música de agua
4 Uno delos pretendientes de Penélope, muerto por Odiseo a su vuelta que no deja de manar de la cítara, sube el olor caliente del
NISAAAAAIAD ARA

a Ítaca. Estas palabras las pronuncia en el Hades, la morada de los muer- sebo quemado, de la grasa chisporroteante de la carne recién
tos (Odisea XXIV, 125-127), en conversación con Agamenón, también
asada... hay un olor untuoso y turbio de sudor y cuerpos
muerto, rey de Argos y Mecenas, jefe de la expedición griega contra Troya,
asesinado a su vuelta por su esposa Clitemnestra y su amante Egisto.
entremezclados, como en un friso de bruscos ademanes,
124 Lourpes Orriz PENÉLOPE 125

donde centauros lúbricos atenazan a las doncellas no espan- cubriéndole el rostro, disimulando y ocultando las arrugas...
tadas, sino complacientes y, mientras se vacían las cubas y allí, entre las columnas, mientras siente el látigo acuciante
se llenan las cráteras, ella puede escuchar aún la melopea de las miradas y se sabe señora de voluntades, insinuando
lánguida de las canciones. y desmintiendo.
Ha aprendido a distinguir las voces... la voz segura y firme «A todos les da esperanzas —cuenta Antínoo— y a cada
de Antínoo... Conoce bien sus chanzas y sus valentonadas... uno en particular le hace promesas y le envía mensajes».
el más diestro y agudo, el más hermoso de los pretendientes; De tarde en tarde se cruza con cualquiera de ellos y baja
la voz delicada, casi femenina de Eurímaco que regala sus los ojos como si se sonrojara... tal vez tú... y luego se retira
oídos con tiernos elogios que a veces le hacen olvidar que llevándose a la alcoba el roce de esos dedos que por un
el tiempo pasa...; la voz sensata, madura de Anfínomo...? instante... el calor de aquel aliento que... la procacidad
Oye desde lejos sus charlas y siente un temblor que la hace descarada, provocativa de la risa de Antínoo, la broma burda
refugiarse y encogerse entre las pieles de cabra cuando oye del que intentó retenerla contra el muro, aquellos labios que
el relato desvergonzado de las hazañas amorosas. durante un segundo. ...
Les ve jugar al atardecer en el patio, ante el umbral de Al anochecer desciende al calor del hogar y aguarda en
la casa. Y conoce y distingue cada músculo de sus cuerpos, silencio, sintiéndose observada, admirada, presintiendo...
tensos al tirar la jabalina o el disco: la precisión de Antínoo, mientras los hombres escuchan la voz templada del aedo
la dulzura, que es casi debilidad, de Eurímaco, la seguridad que canta las hazañas de aquellos que debieron partir, esa
protectora de Anfínomo... Todos allí, día tras día, sólo por historia oída ya mil veces, donde se narran las aventuras
ella... acechando, esperando el momento en que se presente de los héroes, de aquel Odiseo, su esposo, que marchó un
una vez más en el umbral, enmarcada por sus doncellas, día camino del llión...ó y entonces esas dos lágrimas como
como en una comitiva sacra para la entrega de un peplo, y de ámbar, la representación de una tristeza de coribante,
se coloque ante ellos en silencio, siempre altiva, con el velo expresada con la serenidad del rito, que no puede ocultar la
rebelión y un cierto aburrimiento:
«¡Femio”! Pues que sabes otras muchas hazañas de hom-
? Antínoo, Eurímaco y Anfínomo son algunos de los pretendientes bres y de dioses que recrean a los mortales y son celebradas
de Penélope que se afanaban en tomarla como esposa y de esta manera
hacerse con el poder, aprovechando la ausencia de Odiseo. Empobrecían
l el reino con opíparos banquetes en el palacio. Antínoo fue uno de los 6 Troya.

|
maso

principales pretendientes y el primero en morir, cuando una flecha dis- 7


Femio: es el aedo que cantaba ante los pretendientes
.
de Penélope.
A

parada por Odiseo le atravesó la garganta mientras bebía. Estas palabras las pronuncia Penélope dirigiéndose a Femio en el Canto
126 LourDEs ORTIZ PENÉLOPE 127

por los aedos, canta algunas de esas, sentado ahí en el centro guerrera? —lo mismo que el escultor va haciendo brotar
y óiganlas todos silenciosamente y bebiendo vino; pero deja de la dura piedra los rasgos seguros, sonrientes y serenos
ese canto triste que constantemente me angustia el corazón del adolescente que descolla en el pugilato—, ella acaricia
en el pecho...» con la mente la materia suave del recuerdo con la que va
Y envuelta en su dolor como en un manto sepulcral vuelve modelando, perfilando y corrigiendo los rasgos del esposo
a su alcoba y teje. perdido y él aparece allí de nuevo, como un fantasma que
Veinte años que ella cuenta en los metros de hilo, tela regresa del Hades'* para hablarle y dormir a su lado sobre
de araña que se anuda y se hace densa y en la que puede aquellas pieles sedosas del carnero que ella mantiene limpias
leerse el tejido rechinante del tiempo; la lanzadera en su y oreadas desde que él marchó:
ir y venir, ágil entre sus dedos crea un ritmo de olas, de «Pero a mí me envía algún dios pesadillas funestas. Esta
tempestades y de ausencias mientras ella sueña con barcos misma noche acostóse a mi lado un fantasma, muy seme-
que se enfrentan a mares embravecidos, y con prudentes y jante a él, como era Odiseo cuando partió con el ejército; y
benévolos mensajeros de los dioses que recorren las nubes y se mi corazón se alegraba, figurándose que no era sueño sino
aproximan a su lecho... Intenta recordarle. A veces, cuando veras»!!,
mira a Telémaco cree reconocer los rasgos, ya desdibujados Y en ese momento los brazos duros de Antínoo, la sonrisa
del padre bajo aquellas facciones firmes, en los pómulos, bajo de Eurímaco, la fortaleza de Anfimedonte se convierten
aquellos miembros del varón-niño que se arquean en el aire en bosquejos inacabados, torpes de aquél que se mantiene
y trazan perspectivas y escorzos entre las recias columnas de intacto con el paso del tiempo, divinal y joven para ella a
piedra blanca. Y cuando él, su hijo, se calza las sandalias y través de sus ruegos y ensoñaciones de malcasada. Y luego,
se dobla percibe las piernas duras de Ulises* y vuelve a sen-
tir la presión de aquellos muslos firmes contra los suyos, el
? La diosa guerrera es Atenea, quien protegía y aconsejaba a los griegos
calor de los tendones prietos, la fortaleza de aquellas piernas durante la Guerra de Troya, especialmente a Odiseo.
preparadas para la carrera y curtidas por todos los vientos. !” Hades es el submundo o el Reino de los Muertos. En la mitolo-
Y entonces repara en los otros: ve la gallardía de Antínoo, gía griega el nombre de Hades puede prestarse a confusión, porque los
la complacencia de Eurímaco, la nobleza de Antifonte y en antiguos griegos lo utilizaban indistintamente para denominar al dios
que reinaba en el inframundo y para designar al mundo subterráneo.
el sueño protector que le depara la diosa macho, la diosa
El Reino de los Muertos, buenos o malos, era el lugar donde las almas
eran guiadas por el Dios mensajero Hermes para ser juzgadas y conocer
1 de la Odisea. su destino final.
8 Odiseo era conocido por los romanos como Ulises. 1 Palabras de Penélope (Odisea XX, vv. 87-90).
128 LourDes OrTIZ
PENÉLOPE 129

como si un mal espíritu burlón se introdujera en la alcoba, cree escuchar de pronto los gem
idos entrecortados de Ulises
llega hasta ella nítida, como un crótalo repiqueteante, la que se mezclan, se superpone
n a la risa desatada de la don
risa de Mantinao que se revuelca en el atrio con cualquiera cella yse levanta del lecho y que -
de los pretendientes y siente unos celos que muerden sus rría azotar el cuerpo blanco
de la niña para castigar en aqu
ella piel el deseo enloquecido
entrañas desgarrándola y la hace presentir a todas las Cir- del esposo; huele la semilla del
ces, las Calipsos'?, las posibles mujeres de rasgos exóticos y varón sobre la carne a enas
cubierta por la túnica de alg
odón blanca y gime y scudo
técnicas maduras, infinitamente sabias en el arte del amor, de nuevo al telar, deshace la
labor y recomienza, se ierd
mujeres de cabelleras desatadas de Gorgona!? insaciable y en los hilos cruzados, en el ir
y venir de la lanzadera ,
puede verle, escucha el bramid
o ronco de su garganta las
12 Calipso pertenecía a las ninfas y era hija de Atlante y Pléyone. Otras olas se mezclan con el batir
de los remos y searremolinan
versiones la hacen hija de Helio (el Sol) y Perseis. De esta segunda versión las estrellas haciendo perder
el Norte, mientras él caba] a
deriva la idea de que era hermana de Circe y Eetes. Calipso, llamada por como Tritón'* sobre las olas y la risa argentina
Homero «la que oculta», recibió hospitalariamente a Odiseo cuando su traspasa los muros de piedra y se de Circe
nave naufragó. En la Odisea se cuenta como Calipso, enamorada pro- clava, como aguja del más
fino metal, en su vientre, y mal
fundamente de Odiseo, lo retiene contra su voluntad en la isla durante dice a las brujas incontinente
que retozan en lechos cubiertos s
mucho tiempo mientras él cree que apenas son unos días. Calipso le ofrece con pieles de animales nunca.
a Odiseo la inmortalidad a cambio de que se quede para siempre, pero él antes contem plados y beben de un vino obscuro y
siente la necesidad de regresar a Ítaca. Atenea, quien protegía a Odiseo, se agarra a los labios y deja man fuerte que
chas rojas sobre eltorso del
rogó a Zeus que enviara a Hermes a la isla de Calipso y le ordenara que hombre, y siente la sequedad de su carne que
dejara ir a Odiseo. Aunque a ella le dolió dejar partir a su amado, cumplió se va arrugando
como secan los higos dulces en
la orden del dios de dioses. los almacenes, amarilleando,
y retorciéndose y perdiendo la suavidad
de
Pulppul a de la blanca
12 Según la mitología griega, las Gorgonas eran tres deidades hijas
del mar, tres hermanas monstruosas llamadas Esteno, Euríale y Medusa. savia perfumada y fresca.
CARA

De ellas, Medusa era mortal, las otras dos inmortales. Las tres tenían
el mismo aspecto espantoso: las serpientes se enroscaban por encima IlIIA
de sus cabezas y alrededor de sus cinturas, poseían alas, garras y unos C
en la I Odisea (XL, vv
yv. 636). Tambié¡én es la la ima
i gen que aparece en el
afilados colmillos. Su mítica existencia está estrechamente vinculada
a la del héroe Perseo, hijo de Zeus y Dánae, que dio muerte a Medusa. '“ En la mitologígía
a griegri ga, Trititó ón es
un dios, > mensaj jero de las pro-
Según el poeta griego Hesíodo, habitaban en el lejano occidente, al fundidades marinas. Es el hijo
otro lado del Océano, donde se encontraban los límites de la Noche. de Poseidón, dios del Mar, y
Anficcr
Para Homero, la Gorgona es desconocida como figura mitológica, es
solamente una cabeza fantasmal que vive en el Hades, tal como se dice
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Y entonces convoca a las doncellas y hace que cubran su desgracia. Ella no resistió: se dejó llevar, como cualquier
rostro de arena ocre y perfilen sus ojos, que perfumen de criada, por el primero que alabó sus rubios cabellos y puso
resina su cuerpo y desciende al zaguán y se muestra con un calambres en sus dedos. Helena. Pero ella, Penélope, juró
brillo en la retina que incita y reclama, como la hembra del entonces y ha vuelto a jurar día tras día durante veinte años
cabrito atrae al macho. que habría de lavar la mancha que sobre su pueblo y sobre
Pero allí observándola, censurándola, alerta siempre cual los suyos cayó desde que el adulterio trajera la desdicha a
el cazador que otea la pieza, está Telémaco, ese hijo que habla las tierras de Ítaca. Ella no cederá. Aguarda como un perro
discretas palabras: fiel para desmentir a los viejos cantores que manchan sus
«Vuelve a tu habitación... ocúpate de las labores que te bocas maldiciendo a la mujer que, como Pandora!*, abrió
son propias». la cajita de todos los males... ¡Qué tonto fuiste, Menelao!
Porque Helena, la argiva, fue débil y se dejó seducir por el
Sabe del reproche; conoce la mirada del hijo, pidiendo primer forastero, Ulises tuvo que partir. Por eso Penélope
cuentas: los cuerpos destripados de los cerdos en la continua desprecia a Helena y se ha encerrado en un largo mutismo
matanza, como en unas bacanales perpetuas; las vísceras que la condena a una soledad, atormentada por los desvelos
sangrantes de los bueyes devorados, las ancas del animal tro- y las lágrimas.
ceadas y girando noche tras noche en el asador; la hacienda
de mi padre... mi herencia; los puercos que se alimentan Odiseo (Ulises). La Guerra de Troya duró diez años, Menelao triunfó y
con bellotas son cuidados con esmero para mi mayoría de Helena regresó con su esposo.
edad, mientras tú... ¡Esa puerca de Helena...'*! Hay orgu- 'é En la mitología griega, Pandora fue la primera mujer hecha por
llo y desprecio cuando piensa en aquella a la que debe su orden de Zeus como parte de un castigo a Prometeo por haber robado
a los dioses el secreto del fuego, entregándoselo a la humanidad. Con la
creación de esta bella mujer abastecida de virtudes por diferentes dioses,
15 Helena de Troya es un personaje de la mitología griega. Hija de Zeus quiso engañar a Prometeo ofreciéndole a Pandora como regalo,
Zeus y Leda, mostró ya desde pequeña su gran belleza. Ella y su futuro pero Prometeo la rechazó ante el presentimiento de que se trataba de
esposo reinarían en Esparta. De todos los pretendientes que tuvo para una trampa. Epimeteo, hermano de Prometeo, se enamoró de Pandora
casarse, eligió a Menelao, hermano de Agamenón, rey de Argos, que, a y la tomó como esposa, haciendo caso omiso de las advertencias de su
su vez, se casó con la hermana de Helena, Clitemnestra. Pero Helena hermano. Un día, Pandora sintió curiosidad por saber qué contenía la
se enamoró del príncipe troyano Paris y juntos huyeron de Esparta a caja con los regalos que le ofrecieron los dioses y, al abrirla, liberó todos
Troya. Su esposo Menelao, rey de Esparta, zarpó hacia Troya en busca los males que contenía (la vejez, la enfermedad, la locura, la pasión, el
de su mujer acompañado por los antiguos pretendientes, ahora reyes vicio, etc.), adueñándose de los hombres hasta hoy. Pandora cerró el ánfora
de diferentes estados de Grecia. Entre estos reyes destacaron Aquiles y justo antes de que la Esperanza también saliera.
132 LourDes OrrIz
PENÉLOPE 133
A veces sube al desván donde guarda las arcas que con-
«Ni me entono, ni me tengo en poco, ni me admiro en
tienen los ricos peplos y los delicados mantos y acaricia el
demasía, pues sé muy bien cómo eras cuando partiste de Ítaca
arco de Ulises. Nadie tras él, ninguna mano se ha atrevido
a tocarlo. Era ágil y diestro, y certero con la aguda flecha. Y
en la nave de largos remos»!%,
ella, como el arco, era también flexible y tersa, dócil y mane- Y Ulises habla y describe morosamente el lecho que tan
sólo él podía conocer y Penélope siente un desfallecimiento,
jable, entre las manos suaves y precisas, las manos poderosas
un vértigo y, tras recuperarse, balbucea:
del varón. ¡Aquella extraña mezcla de fortaleza y ternura,
«—No te enojes conmigo... ya que eres en todo el más
de agilidad y brío que condensa la-serenidad imperecedera
circunspecto de los hombres y las deidades nos enviaron la
y grácil del templo... la ligereza de las columnas, la solidez
desgracia y no quisieron que gozáramos juntos de la moce-
del mármol!...
dad, ni que juntos llegáramos al umbral de la vejez»,
Y ahora ha llegado. Dicen que es él, ese hombre anciano
sin fuerza en los músculos que viste como mendigo y trae Porque los años del esposo le han devuelto sus propios
años, esas canas que pintaba y repintaba, esa delgadez de
el polvo de los caminos en las sandalias mal curtidas. Y hay
la piel que comienza a separarse de la carne, como sudario
un momento de espanto, una vacilación que la hace renegar
de aquel tiempo pasado, un miedo... y permanece muda,
prematuro.
sin despegar los labios porque tiene el corazón estupefacto.
Ya no habrá pretendientes que devoren la cosecha y la
Y entonces una vez más Telémaco percibe la vacilación y la
carne de los animales bien cebados, ya no habrá salmodias,
reprime con dureza:
ni canciones al anochecer, ni el juego del eterno ofrecimiento
«Madre mía... descastada madre, ya que tienes ánimo
cruel, ¿por qué te pones tan lejos de mi padre, en vez de
y el rechazo, ni lides en el patio, ni el sudor agrio de los
cuerpos desnudos, ni el delirio de la orgía.
sentarte a su lado y hacerle preguntas y enterarte de todo:
Los pretendientes han muerto por la mano de Ulises...
Ninguna mujer se quedaría así, con ánimo tenaz, apartada
Sierva del hijo fue como sierva del padre... Objeto del
de su esposo, cuando él después de tantos males, vuelve en
el vigésimo año a la patria tierra. Pero tu corazón ha sido deseo que puede ser disputado, poseído y conquistado y es
siempre más duro que una piedra»,
anhelado en la medida en que con su fidelidad establecía la
meditación. Hay un Otro que no estaba y que en su ausen-
Veinte años esperando y ahora aquel anciano...
cia seguía poseyendo... Todos, incluso el hijo, que compite

1” Estas palabras las pronuncia Telémaco, dirigidas a su madre


Penélope (Odisea, Canto XXIIL, vv. 97-104). 18 Palabras de Penélope (Odisea, Canto XXIIL vv. 174-177).
19 Palabras de Penélope (Odisea, Canto XXIIL vv. 209-212).
134 LourDes Orriz PENÉLOPE 135

por ella en el torneo, querían ocupar el lugar de ese de la tierra el rugido denso y quejumbroso de las bacantes”! y
otro...
Y cuando el otro, Ulises, vuelve y se asienta en el hogar la risa dominadora, seca de Atenea que pone lanzas y esculpe
,
Penélope deja de existir y pasa a ser la sombra que sobre los páramos.
trasiega
en el cuarto de las mujeres,
Todos los jóvenes de Ítaca, los más hermosos han muert
o
ya. Ahora, por las noches, cuando Atenea la de los ojos
de
lechuza cierra sus ojos y la incita al sueño, recuerda
el mur-
mullo de las voces, los encuentros furtivos en las esquinas
del patio tras las columnas y acaricia con melancolía
la piel
reseca y fría del esposo que a su vez sueña con los brazo
s
siempre frescos de Circe, con la juventud de Nausica?
o el
encanto hechicero de Calipso.
La divinal Penélope en aquella cama de olivo que fue
su
lazo, contempla a Ulises que ha regresado y llora, él
tiene
tras sí una historia para narrar, y ante él una hacienda
que
reconstruir y un reino que legará a su hijo. Ella, la esposa,
que ya no está en edad de volver a ser madre y renun
ció,
cuando era tiempo, al tacto de los cuerpos jóvenes,
se refugia
en el sueño y deja que los fantasmas de los pretendien
tes le
devuelvan el eco de un goce que ya no puede ser: la
risa de
Eurímaco... la belleza de Antínoo... la fortaleza de Anfí-
nomo. Y como en un lamento percibe desde el fango calien
te * Las bacantes cran mujeres griegas adoradoras del dios Baco, tam-
bién conocido como Dionisos o Bromio. Matronas respetables y ange-
licales doncellas subían en procesión a un monte solitario y, durante
unos días, sin contacto con hombre alguno, se entregaban a todo tipo
2% Nausícaa es un personaje de la Odisea. Hija de Alcíno de excesos, un desenfreno de alcohol, misticismo y alucinógenos. Todo
o, rey de los
Feacios, y de su esposa, la reina Arete, encuentra en la playa ello tenía como objetivo que las mujeres obtuviesen el entusiasmo que
a Odiseo, que
ha naufragado, y lo lleva a presencia de su padre, Odiseo ctimológicamente significaba la «entrada de Dios» en la iniciación. Las
relara a Alcínoo
sus aventuras y éste, al final de su relato, le proporciona mujeres que creyeran que habían hecho el amor con los dioses se consi-
las embarcaciones
que le llevarán finalmente a Ítaca. deraban afortunadas y protegidas.

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