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La etiqueta "criminología crítica" se refiere a un campo muy

vasto y no homogéneo de discursos que, en el campo del pen-


samiento criminológico y sociológico-jurídico contemporáneo,
tienen en común una característica que los distingue de la
cnminología "tradicional": la nueva forma de definir el obje-
to y los términos mismos de la cuestión criminal. La diferen-
cia es también y por sobre todo una consecuencia de aquello
que, utilizando la nomenclatura de una teoría reciente sobre
las "revoluciones científicas", l puede ser definido como un
"cambio de paradigma" producido en la criminología moder-
na. Sobre la base del paradigma etiológico la criminología
se ha convertido en sinónimo de la ciencia de las causas de la
criminalidad. Este paradigma, con el cual nace la criminología
positivista hacia el final del siglo pasado, constituye la base de
toda la criminología "tradicional", aun de sus comentes más
modernas las cuales, a la pregunta sobre las causas de la crimi-
nalidad, otorgan respuestas diferentes a aquellas de orden
antropológico o patológico del primer positivismo, y que han
nacido en parte de la polémica con éste (teorías funcionalis-
tas, teorías ecológicas, teorías multifactoriales, etcétera).
El paradigma etiológico supone una noción ontológica de la
criminalidad entendida como una premisa preconstituida a las
definiciones y por tanto también a la reacción social, institu-
cional o no institucional, que pone en marcha esas definicio-
nes. De esta manera quedan fuera del objeto de la reflexión
criminológica las normas jurídicas o sociales, la acción de las
instancias oficiales, la reacción social respectiva y, más en
general, los mecanismos institucionales y sociales a través de
los cuales se realiza la definición de ciertos comportamientos
calificados como "criminales".
La pretensión de la criminología tradicional, de efectuar
una teoría de las condiciones (o causas) de lá criminalidad,
'vease Th. S . Kuhn [1962].
no está justificada desde el punto de vista epistemológico.
Una investigación de las causas no es procedente respecto
a objetos definidos por normas, convenciones o evaluacio-
nes sociales e instit~cionales.~ Aplicar a objetos de ese tipo
un conocimiento causal-naturalista, produce una "reificación"
de los resultados de esas definiciones normativas, considerán-
dolos como "cosas" existentes independientemente de éstos.
La "criminalidad", "los criminales" son sin duda alguna obje-
tos de este tipo: resultan impensables sin intervención de pro-
cesos institucionales y sociales de definición, sin la aplicación
de la ley penal por parte de las instancias oficiales y por Último
sin las definiciones y las reacciones n o institucionales.3
A este respecto debe subrayarse el carácter fragmentario
de dichas definiciones, que actúan separando fragmentos de
clases de fenómenos sociales homogéneos, reagrupables en
función de la misma negatividad social, es decir del ataque
a los mismos bienes o intereses de importancia ~ o c i a l .En ~
su libro de próxima publicación, Chr. D e b ~ ~ s pone t , ~ de
relieve que contra la presuposición de Durkheim, de la cual
parte la cnminología tradicional, el desigual tratamiento de
situaciones y de sujetos iguales en el proceso social de defini-
ción de la "criminalidad", responde a una lógica de relaciones
asimétricas de la distribución del poder y de los recursos en la
sociedad. La imposibilidad de una investigación causal sobre
un objeto definido de forma tan fragmentaria como lacrimina-
lidad ya fue indicada por D. C h a ~ m a n según
;~ él, paralelamen-
te a todos los comportamientos prohibidos, existen muchos
otros (socialmente) idénticos que son evaluados en forma
neutra o incluso permitidos.
La reificación de la criminalidad producida por la crirni-
nología etiológica comporta, como el reverso de una medalla,
una <graveinconsecuencia: los elementos para construir la teo-
ría de la criminalidad son obtenidos observando solamente

'véase R. M. Maciver [1942], p. 88.


3 ~ o b r ela noción de criminalidad en el sentido común, también en relación
con una investigación sobre "La reacción soaai a la criminalidad con referencia
particular al sector no institucionai" (bajo la dirección de h. Baratta, G. Smaus,
F. Sack), véase la monografía de G. Smaus [1981].
4 ~ é a s eA. Baratta [1983].
vease Chr. Debuyst [1983].
e Chapman 119681, p. 3.
6 ~ é a s D.
una parte de los fenómenos respectivos, y es justamente esta
parte la que es seleccionada por los mecanismos instituciona-
les y sociales de definición, los cuales, según la hipótesis de la
que parte la criminología etiológica, deberían ser indiferentes
para la existencia de su objeto de investigacíón.
La introducción del labelling approach (teoría del etique-
tamiento), debido sobre todo a la influencia de conientes
sociológicas de origen fenomenológico (como el interaccionis-
mo simbólico y etnometodológico), en la sociología de la
desviación y del control social, y de otros desarrollos de la
reflexión sociológica e histórica sobre el fenómeno criminal y
sobre el derecho penal, han determinado, en el interior de la
cnminología contemporánea, un cambio del paradigma me-
diante el cual estos mecanismos de definición y de reacción
social han ido ocupando un lugar cada vez más central en el
objeto de la investigación criminológica Se ha consolidado
así un paradigma alternativo con relación al paradigma etioló-
gico, y que es llamado justamente paradigma de la "reacción
social" o "paradigma de la definición". Sobre la base del
nuevo paradigma la investigación criminológica tiene la ten-
dencia a desplazarse de las causas del comportamiento crimi-
nal hacia las condiciones a partir de las cuales, en una socie-
dad dada, las etiquetas de criminalidad y el estatus de crimi-
nal son atribuidos a ciertos comportamientos y a ciertos
sujetos, así como hacia el funcionamiento de la reacción social
informal e institucional (proceso de criminalización).
Aun en su estructura más elemental, el nuevo paradigma
implica un análisis del proceso de definición y de reacción
social que se extiende a la distribución del poder de defini-
ción y de reacción e n una sociedad, a la desigual distribución
de este poder y a los conflictos de intereses que están en el
origen de este proceso. Cuando, junto a la "dimensión de la
definición", la "dimensión del poder"7 aparece suficiente-
mente desarroiiada e n la construcción de una teoría, estamos
en presencia del mínimo denominador común de toda esta
perspectiva que podemos ordenar bajo la denominación de
"criminología crítica".
La simple introducción del labelling approach en una
teoría de la criminalidad no es suficiente para calificar a esta

7 ~ ~ aW. pp. 2 9 ~ s .
s eKecheiser [1976],
última Las coartadas teóricas y ~rácticasligadas al empleo
del labelling approach en el interior de contextos teóricos
subjetivistas e idealistas (como el interaccionismo sirnbófi-
co y la etnometodología) han sido ampliamente denunciadas
dentro de la crítica "de izquierda",' en parte de inspiración
marxista, que se ha desarrollado, entre otras, a partir de po-
siciones teóricas caracterizadas por una consecución radical
del paradigma de la reacción social. Los principales resultados
de la critica "de izquierda" al labelling approach han sido con
posterioridad acogidos por la crirninología crítica, que los
utilizó para hacerlos objeto de un ulterior desarrollo para un
uso correcto del enfoque mismo.
La crítica "de izquierda" ha denunciado, en particular,
tres efectos mistificantes posibles, propios del empleo del
labelling approach en un contexto idealista
al evaluar la criminalidad y la desviación como resultados
de un proceso de definiciones puede provocar, en ese contexto,
el ocultamiento de situaciones socialmente negativas y de sufri-
mientos reales, que en muchos casos pueden considerarse
como el punto de referencia objetivo de las definiciones;
b] hacer derivar del reconocimiento de efectos estigmati-
zantes de la pena o de otras intervenciones institucionales la
tesis de la "radical no intervención", significa crear una excu-
sa para las intervenciones socialmente adecuadas y justas;
ci concentrar las investigaciones sobre ciertos sectores de
la desviación y la criminalidad, sobre los cuales en efecto se
concentran con su funcionamiento socialmente selectivo los
procesos de etiquetamiento y de crirninalización (las capas
más débiles y marginales del proletariado urbano), puede

'con el término &'dederecha" se puede calificar a las críticas del labelling


approach contenidas en las posiciones orientadas hacia una restauración del mode-
lo tradicional de aiminología y hacia la conservación del actual sistema penal,
comprometidos a defenderse contra la crisis de legitimidad aentífica y política
que los afecta. Se pueden llamar "críticas de izquierda'' aquellas que toman la po-
siaón, por el contrario, de llevar esta crisis hasta sus consecuencias radicaies, en
una perspectiva aentífica y política que adopta el punto de vista del interés de
las clases subalternas. La diferencia entre los dos tipos de cn'tica es grande; la
critica de "derecha" tiene la tendencia de negar el labelling a p p r w c h volviendo
ahás con relaaón a su introducción en la teoría de la desviaaón y de la uimina-
lidad. Una correcta crítica de "izquierda", en mi opinión, es aquella que tiende
a ir m& aüá del labeIling apploach, a través d d hbeliing approach. Para algunos
de los principales ejemplos de esta critica al hbeiiing approach, dase A. Couldner
[1968]; A. Liazos 119721; A. Thio [197S]; W. Keckeisen 119761.
contribuir a la consolidación del estereotipo dominante de la
criminalidad y de la desviación, como comportamiento nor-
mal de estos grupos sociales y desviar así la atención de los
comportamientos socialmente negativos de la delincuencia
de cuello blanco y de los poderosos.
En el interior de la criminología crítica se están produ-
ciendo, desde hace algún tiempo, tentativas para desarrollar
una teoría materialista de las situaciones y de los comporta-
mientos socialmente negativos así como de la criminaliza-
ción. Una teoría materialista de este tipo se caracteriza por el
hecho de relacionar los dos puntos de la cuestión criminal, las
situaciones socialmente negativas y el proceso de criminaliza-
ción, con las relaciones sociales de producción y, en lo que
respecta a nuestra sociedad, con la estructura del proce o de
valoración deJ capital. La discusión que recientemente ha&i-
do lugar también en el interior del marxismo respecto a estos
temas ha mostrado, según mi opinión, que aun una teoría mate-
rialista que se refiere de forma no dogmática a las enseñanzas
de Mam puede operar con una correcta y radical aplicación del
nuevo paradigma criminológico sin caer por ello en las mistifi-
caciones del empleo idealista del labelling approach ;9 ella pue-
de denunciar y superar este uso idealista sin tener por ello que
utilizar una concepción ontológica o naturalista de la crimi-
nalidad o permanecer en el nivel del sentido común.

La "racionalidad", en tanto aproximación para un fundamen-


to teórico de la política criminal y de la reforma penal, puede
significar dos cosas diferentes: puede significar un criterio
tecnológico y pragmático expresado por los términos de
"practicabilidad" y de "eficacia". En este caso me parece que
sería mejor hablar de "racionalización", es decir de ajustes
al sistema que dejen intacta la estructura del conjunto, con el
fin de un mejor funcionamiento. Aquí "racionalidad" indica
el resultado a perseguir. El modelo de ciencia social que co-
rresponde a esta concepción de la racionalidad es un modelo
tecnológico. Es el modelo de la criminología tradicional, es

9 ~ é a s eW. Kcckeisen (19761, pp. 121ss.


decir de la crirninología etiológica, que en este sentido debe
ser considerada coniu una ciencia auxiliar tanto del derecho
como de la política cnminal oficial.
CCuái es, entonces, el concepto de racionalidad coherente
con una estrategia radical de reforma (política cnminal alter-
nativa) y con el modelo de ciencia social correspondiente? A
diferencia de la razón tecnológica que es sobre todo un punto
de llegada de la práctica, la razón crítica es sobre todo un
punto de partida de la teoría Ella no es una norma para la
acción, sino una norma del pensamiento y, al mismo tiempo,
ley y lógica de la realidad. Pero l o real, la realidad social está
en movimiento. Su lógica, es decir el modelo de racionalidad
que nos permite comprenderla, no es la lógica estática que
corresponde al principio de n o contradicción, sino la lógica
dinámica que es la lógica de la contradicción dialéctica Una
de las principales conquistas del pensamiento moderno es
justamente haber formulado esta lógica de la contradicción,
la dialéctica, como ratio essendi al mismo tiempo que ratio
cognoscendi de la realidad. La teoría social de Marx y muchas
otras orientaciones, entre ellas las más fecundas del pensa-
miento histórico y sociológico contemporáneo, tienen su
fundamento en esta lógica
Si llegamos a la conclusión de que los principios estructu-
rales y funcionales necesarios para organizar científicamente
el conocimiento del sistema penal están opuestos a aquellos
que son declarados por el mismo, entonces, partiendo de un
concepto dialéctico de racionalidad, excluiremos que esta con-
tradicción entre los principios declarados y el funcionamiento
real del sistemaseaun caso de azar, un contratiempo emergente
de su realización, imperfecto como todo l o que es humano.
Nosotros no consideraremos la imagen ideal que el sistemapro-
pone de s í mismo únicamente como un error de parte de los
operadores y del público, sino que le atribuiremos el estatus
de una ideología. Esta ideología penal deviene una parte in-
tegrante del objeto de un análisis científico del sistema penal.
El funcionamiento del sistema n o se realiza n o obstante, sino
a través de esta contradicción, la cual es un elemento impor-
tante, como otros elementos del sistema, para asegurar la rea-
lización de las funciones que ella tiene en el interior del con-
junto de la estructura social. o '
" ~ 6 a s c A. Baratta (19821.
El elemento ideológico no es contingente sino inherente
a la estructura y a la forma de funcionamiento del sistema
penal, así como éste, en general, es inherente a la estructura
y al funcionamiento del derecho abstracto moderno. La
forma de la mediación jurídica de las relaciones de produc-
ción y las relaciones sociales en la sociedad capitalista moder-
na (el derecho igual) es ideológica: el funcionamiento del
derecho no sirve en efecto para producir la igualdad, sino
para reproducir y mantener la desigualdad. El derecho contri-
buye a asegurar, reproducir y aun legitimar (esto último es
una función esencial para el mecanismo de reproducción de la
realidad social) las relaciones de desigualdad que caracterizan
a nuestra sociedad, en particular la escala social vertical, es
decir la distnbución diversa de recursos y de poder, la conse-
cuencia visible del modo de producción capitalista1 '
El funcionamiento desigual y fragmentario del sistema
n o refleja solamente la desigual distnbución de los recursos
y del poder en la sociedad y la correspondiente jerarquía de
los intereses en juego, sino que concurre también, y de forma
no desechable, a la reproducción material de las relaciones
de subordinación y de explotación. Es también una parte
integrante del mecanismo a través del cual se opera la legiti-
mación de estas relaciones, es decir la producción de un
consenso real o artificial, y sobre todo la desarticulación del
disenso.
Los diferentes conceptos de racionalidad explican la dife-
rencia entre la perspectiva de reforma propia de un modelo
reformista de la racionalización y aquella que es propia del
modelo "abolicionista" de la transformación radical. La razón
tecnológica encuentra un límite natural en cuanto a su forma
de poder concurrir a la resolución de contradicciones del
sistema; considerando como irracional la contradicción entre
los efectos deseados y no deseados del sistema, ella no se
encuentra en posición sino de estudiar los últimos desde el
punto de vista de los primeros y permanece por ello en el
interior de la ideología penal. La razón tecnológica n o alcanza
a actuar sino sobre aquellas contradicciones del sistema que
parecen susceptibles de ser resueltas en el interior del sistema
''Una consecuencia que por otra parte no deja de producirse, por razones
estructurales y en dimensiones diferentes, también en otras sociedades contempo-
ráneas.
mismo, llevando la ideología penal a los niveles más avanza-
dos y humanitarios e intentando mejorar e integrar las herra-
mientas de la política criminal actual.
La razón crítica descubre la racionalidad funcional de las
contradicciones del sistema, pero no las considera como si
fueran susceptibles de ser resueltas en el interior del sistema a
través de perfeccionamientos ideológicos y mejoramientos
técnicos. Asumiendo la ideología jurídica como objeto de
conocimiento, la razón crítica produce una perspectiva de po-
lítica criminal que se ubica en el exterior de la misma Por
esta razón no constituye una perspectiva de racionalización
sino más bien una perspectiva racional de superación del sis-
tema penal.

A estas dos diferentes perspectivas de política criminal y a


las dos diferentes concepciones de razón que elias implican
corresponden dos modelos diferentes de ciencia social y de
criminología. La criminología tradicional -que adoptan-
do el paradigma etiológico se presenta como ciencia de las
causas de la criminalidad- es la base clásica de toda política
criminal de tipo reformista. Ella no existe sino en la medida
de controlar el funcionamiento del sistema, es decir la efica-
cia de los medios de los cuales se sirve para perseguir sus
propios fines declarados, para proponer mejores instrumen-
tos. Estudiando la criminalidad como eso que el sistema penal
declara combatir, y no la forma por la que éste define aqué-
lla, la criminología tradicional opera como una instancia del
sistema, no como una teoría científica sobre éste.12 Su con-
tribución a la racionalización del sistema es también y sobre
todo una contribución a su legitimación. En efecto, ponien-
do su propio saber causal (la teoría de las causas de la "cnmi-
nalidad") y su saber tecnológico (teoría de las medidas penales
y alternativas) al servicio de los fines declarados por el siste-
ma, la cnminología tradicional acredita desde el punto de

e Baratta [1977b), [1982];M.Pavarini 11981); L. Aniyar de Castro


1 2 ~ b a s A.
[1981].
vista de la ciencia una imagen del sistema que se encuentra
dominada por dichos fines.
La criminología tradicional etiológica aun en sus versio-
nes más actualizadas (a través de la aproximación "multifac-
torial") tiene por su naturaleza una función inmediata y
directamente auxiliar con relación al sistema penal existente
y a la política criminal oficial. Su universo de referencia y
su horizonte de acción le son impuestos siempre por el siste-
ma penal existente. Es por esto por lo que está obligada a dar
en préstamo al sistema penal la definición de su propio objeto
de investigación: la "criminalidad" en tanto definida por las
normas y las estadísticas, los "criminales" como individuos
seleccionados y estigmatizados (y, así, disponibles para la
obsewación clínica) a través de la institución de la prisión.'
Comparada con la criminología tradicional, la crirnino-
logía crítica se ubica en una relación radicalmente diferente
respecto a la práctica Para la criminología tradicional el siste-
ma penal existente y la práctica oficial son los destinatarios
y beneficiarios de su saber, en otras palabras, el príncipe para
el cual es llamada a ser la consejera Para la criminología crí-
tica el sistema positivo y la práctica oficial son ante todo el
objeto de su saber. La relación con el sistema es critica; su
tarea inmediata no es la de realizar las recetas de la política
criminal, sino de examinar de forma científica la génesis del
sistema, su estructura, sus mecanismos de selección, las fun-
ciones que realmente ejerce, sus costos económicos y sociales
y evaluar sin prejuicios el tipo de respuesta que está en condi-
ciones de dar y que efectivamente da a los problemas sociales
reales. Ella se pone al servicio de una construcción alternativa
o antagónica de los problemas sociales ligados a los comporta-
mientos socialmente negativos.
Es natural que a partir de estas premisa5 una criminología
crítica no pueda tener siempre la función inmediata de proyec-
to que tiene lacriminología tradicional. Su influencia sobre una
transformación del sistema penal podría realizarse en tiempo
relativamente breve únicamente bajo dos condiciones: la p n -
mera es que una transformación de las relaciones de hegemo-
nía permita llevar a cabouna reforma del sistema penal donde
el interés de las clases subalternas pudiera devenir realmente

13v6aseA. Baratta [1982l;M. Pavarini 119811.


determinante; la segunda es que el retardo histórico que aún
hoy tiene la cultura oficial de izquierda y el movimiento obre-
ro, subalternos en relación con la cultura y con la ideología
burguesa sobre la forma de construir y resolver los proble-
mas sociales ligados a la "criminalidad", fuera recuperado
mediante el despliegue de una conciencia y de una cultura
alternativa de clases subalternas y de una política autónoma
y antagónica del movimiento obrero en el sector del control
social. Si estas condiciones no se dan, la influencia de la cri-
minología crítica para los proyectos de alternativas n o puede
ser sino indirecta, realizable a mediano y largo plazos.
Esto no constituye sin embargo una debilidad, sino al
contrario la f u e n a de la criminología crítica con la perspec-
tiva de una reforma. Si n o se quiere medir el valor práctico de
la teoría en función del aporte tecnocrático de la racionaliza-
ción de los instrumentos institucionaies y si se le asignapor el
contrario la tarea de preparar una transformación radical del
sistema penal, es decir una politica criminal alternativa que
n o se reduzca a la politica penal, se deberá convenir que la
contribución que la crirninología crítica puede efectuar a esta
reforma por medio del análisis crítico del sistema y de la
reconstrucción de los problemas sociales, n o es menos impor-
tante, a mediano y largo plazos, que las recetas de aplicación
inmediata.
Creo también que, en la medida en que la criminología
crítica persiga sin compromisos su propia función científica
y política, su contribución está destinada a ejercer un papel im-
portante, el cual el legislador y las instancias institucionales
no podrán dejar de tener en cuenta. Para ello se deberá igual-
mente evitar, de parte del movimiento científico y político
para una reforma radical, toda actitud sectaria de oposición
global al Estado y al "poder" como si el Estado y el poder tu-
vieran por una ley natural el monopolio de los movimientos
tradicionales o conservadores. Lacnminología crítica y el mo-
vimiento parala reformaradical deberán por el contrario defen-
derse sin compromisos de las tentativas de delimitación de las
cuales a veces son objeto, y afirmarlalegitimidad de su propio
papel en todos los niveles institucionales, científicos, adminis-
trativos y políticos donde eiias concurren con el mismo dere-
cho que otras formas del pensamiento.14
14v6ase A. Baratta y G.Smaus [1981].
Como ya lo he señalado, la suposición de la que parte la
criminología etiológica, en su función auxiliar y legitimadora
con relación al sistema penal y a la política criminal oficial, es
que existe una cualidad natural de comportamientos y de
sujetos que tienen una característica que los distingue de
todos los otros comportamientos y de todos los otros sujetos:
esa cualidad natural sería la criminalidad. Siendo la criminali-
dad una entidad ontológica, sería posible investigar sus causas
y poner la ciencia de las causas al servicio de la práctica que
debe combatirla. Esta forma de considerar la criminalidad
está de tal modo enraizada en el sentido común, que una con-
cepción que se proponga ponerla en tela de juicio, arriesga ser
considerada como una renuncia a combatir situaciones y
acciones socialmente negativas. Utilizando el paradigma de la
reacción social y considerando por lo tanto a la criminalidad
n o como una cualidad natural de comportamientos o de suje-
tos sino como una cualidad que es atribuida a través de pro-
cesos de definición por parte de las instancias oficiales o de la
opinión pública, la criminología crítica parece desafiar ante
todo al sentido común. Pero en este caso también, como en
tantos otros, la contradicción entre la teoría y el sentido
común n o es sino aparente. Quien confunde estos dos dife-
rentes niveles del discurso, finaliza frecuentemente atribuyén-
dole erróneamente a la teoría consecuencias que parecerían
volverla absurda en el plano del sentido común. No es raro
encontrar este tipo de críticas en teorías que adoptan el para-
digma de la reacción social. Ellas se asemejan entre sí por sos-
tener ciertas argumentaciones extravagantes que pueden resu-
mirse como sicve:
a] Quien sostiene que la cualidad criminal de ciertas
acciones y de ciertos individuos es el resultado de procesos de
definición, sostiene que la criminalidad n o existe.
b] Quien sostiene que, dado el carácter atributivo y por
tanto relativo de las definiciones de criminalidad, n o es posi-
ble efectuar un discurso científico sobre las causas de la cn-
minalidad como si ella fuera una realidad natural, sostiene
que la criminalidad carece de causas.
C ] Quien sostiene las dos tesis arriba enumeradas excluye
que se pueda combatir la criminalidad y sus causas y exclu-
ye en particular una política criminal preventiva.
Es fácil darse cuenta que estas críticas basadas en el sen-
tido común y en un discurso cientz'fico que n o alcanza a tras-
cenderla se pierden en la nada. Un discurso científico sobre la
cuestión criminal nace cuando las definiciones de cnminali-
dad del sentido común así como las definiciones legales de
criminalidad n o son más el postulado del que se parte, sino
que devienen el objeto mismo del discurso. Es justamente
este salto cualitativo el que permite al discurso trascender las
definiciones positivas del sentido común acerca de la crimina-
lidad y de la desviación, y como consecuencia, también el
campo de referencia conceptual al que se encuentra ligado el
sistema existente de control social. En otras palabras esto es
exactamente lo que caracteriza la cnminología crítica frente
a la criminología tradicional. Su capacidad para establecer
un discurso científico diferente y más amplio que el de la
criminología tradicional depende -aunque n o solamente-
del pasaje del paradigma etiológico al paradigma de la reac-
ción social.
Ubicarse en el punto de vista de una criminología que
acepta ese cambio de paradigma no significa negar la exis-
tencia "objetiva" de situaciones y de acciones socialmente
negativas.
Serias dificultades teóricas, que no encuentran una solu-
ción unívoca en una discusión en el interior del "realismo"
marxista, aparecen cuando se quiere dar una significación
precisa al concepto de objetividad aquí mencionado. Afir-
mar la existencia "objetiva" de situaciones o de acciones
socialmente negativas es una operación que admite ser
incluida en el proceso más general por el cual son definidos
o construidos los problemas sociales ante una respuesta posi-
ble, institucional o no. Aceptando, lo que excluyo a la luz de
los desarrollos de la epistemología moderna, un regreso a una
concepción naturalista de la objetividad, quisiera hacer alu-
sión a una hipótesis diferente qiie aproveche la utilización
combinada de construcciones teóricas obtenidas en tres cam-
pos diferentes de investigación: a] una teoría de la comtruc-
ción de los problemas socia le^;'^ b] una teoría de las necesi-

"para una primera onentaaón véase R.K. Merton [1957], p. 19;H. Becker
(ed.) [1966]; R. K. Merton, R. A. Nisbet ( 1 9 7 1 ) ; K. O. Hordrich (ed.) 119751;
M. Spector, J. Kitsuse [19771; F . W . Stalberg (1979j;J.Mattes (ed.) [1980].
dadesf c] una teoría de la "comunicación libre del poder".1 '
Si se utiliza el término "negatividad social" para las situa-
ciones o comportamientos que pueden considerarse como la
negación o la represión de necesidades reales, entendiendo
necesidad real como la facultad de existir y desarrollar la
propia existencia que tienen los individuos en función de la
evolución de las capacidades de producción material y cultural
en una sociedad dada, se podrá entonces tomar en considera-
ción como "objetiva"unaconstrucción delos problemas socia-
les en cuanto resultado de una "comunicación libre del poder"
entre los portadores de estas necesidades. Tal construcción de
los problemas sociales es alternativa o antagónica (según el gra-
do de conflictividad característico de una sociedad en relación
conlas definiciones oficiales o aquellas del sentido común).
Las definiciones oficiales y aquellas del sentido común se
pueden considerar como el resuItado de una comunicación
ideológica, entendida como una comunicación funcional para
la reproducción de las relaciones de poder existentes. En este
sentido, "comunicación libre del poder" no indica una reali-
dad de hecho, sino más bien un principio de emancipación
y de autonomía que guía en el interior de las clases subalter-
nas esos procesos de comunicación entre portadores de nece-
sidades a través de los cuales se desarrolla la conciencia y la
acción política de estas clases con vista a una transforma-
ción de las relaciones de hegemonía en la sociedad. Las cons-
trucciones alternativas son aquellas que adoptan este punto
de vista para la definición de problemas a resolver y para la
elaboración de respuestas alternativas. Estas construcciones
competirían con las construcciones ideológicas donde los pro-
blemas sociales están, por el contrario, construidos en función
de la reproducción de las relaciones sociales y de poder exis-
tentes. Luego "criminalidad" y "desviación" no denotan
cualidades naturales sino culturales, en el sentido de que
resultan de procesos de definición que se desarrollan en el
interior del mecanismo ideológico por el cual tiene lugar la
reproducción de la realidad social.

16para una orientación historicista en la teoría de las necesidades en el inte-


rior de un discurso de inspiración marxista alternativo con relación al "antropolo-
gismo" de la conoadainterpretación de A. Heiier, véase L. Piccioni [1978].
7 ~ a r aeste concepto véase J . Habermas [1975];[1973],pp. 2 2 8 s .
Ko resulta sin embargo posible, desde el punto de vista
e p i ~ t e m o l ó ~ i c oproponer
, una investigación de las causas
(así como una política eficaz para combatirlas) de los com-
portamientos definidos como "criminalidad" y "desviación",
sin aceptar al mismo tiempo sus definiciones y acreditar,
en consecuencia, los mecanismos de comunicación y de poder
a las cuales éstas corresponden. Quien niega, sobre la base de
un análisis histórico y sociológico del sistema penal existente,
que su principal función real coincide conla función declarada
de combatirla criminalidad, e identifica al contrariola función
real del sistema en la reproducción de las relaciones sociales
de desigualdad y de subordinación, n o puede al mismo tiem-
po aceptar participar en una construcción ideológica de los
problemas sociales desde la óptica del sistema penal y del
sentido común que le es complementario.
El sistema penal, utilizando las nociones de criminalidad
y de pena como puntos natdrales de referencia, tiende a redu-
cir en forma fragmentaria y artificial la identificación de las
zonas de negatividad social y de necesidades individuales y
comunitarias que pueden justificar o postular una interven-
ción institucional."
El mero hecho de que estas nociones tengan sus raíces
más primitivas e irracionales en la psique social no justifica
que su utilización sea aceptada como natural para una cons-
trucción "racional" de los problemas sociales y del sistema
de control social. Bien por el contrario, la deformación que
estos dos términos tradicionales de la cuestión criminal han
sufrido al servicio secular del poder, debería al menos sugerir
una gran prudencia en lo que concierne a la posibilidad de
ponerlos al servicio de una construcción alternativa de los
problemas sociales o de una articulación autónoma tanto
de las necesidades como de los intereses de las clases subal-
ternas.
El criterio guía del movimiento de las clases subalternas
en una sociedad en transición no puede consistir simple-
mente en desplazar la fuerza y el impacto del proceso de
criminalización de ciertos tipos de situación a otros. La
historia del socialismo real muestra que el uso exagerado de

''vease, en este sentido, H. Steinert 119801, p. 82; A. Da1 Lago [1981];A.


Baratta [19821; [1983].
las definiciones de desviación y de criminalidad n o es com-
patible con la realización del ideal de una sociedad de indi-
viduos libres e iguales bajo el estandarte que el proletariado
tuvo al asaltar el Palacio de Invierno. El principio cardinal
del modelo de una política criminal alternativa no es la cri-
minalización alternativa, sino la descriminalización, la más
rigurosa reducción posible del sistema penal.
Esto n o significa, resulta útii repetirlo, un desinterés por
los problemas sociales "objetivos", sino una fuerte relativiza-
ción del momento "penal" o "correccional", unaconstrucción
alternativa con vista a intervenciones institucionales y comu-
nitarias más adecuadas a las necesidades y a los intereses im-
portantes en una sociedad en transición. Entre la idea de una
fuerte reducción del sistema penal y de todo el sistema de
control social y el "catecismo de la n o interferencia"19 o el
principio de la "no intervención radical"20 hay, como se ha
visto, una gran distancia. Se debe señalar que la perspectiva de
una construcción alternativa de los problemas sociales que
evite un empleo demasiado extenso de definiciones de crimi-
nalidad y de definiciones negativas de desviación, n o tiene
nada que ver con una concepción de la desviación como algo
enteramente positivo que caracterizó la actitud romántica
frente a la desviación en la "nueva cnminología" inglesa en
sus comienzo^.^ l Tampoco tiene que ver con una actitud de
"simpatía" por los desviados, desmistificada de una vez para
siempre por GouldnerZ2que acompaña frecuentemente aque-
llo que es llamado "criminology of the underdogs", e n f ~ q u e
que se ha preocupado exclusivamente de las subculturas des-
viadas y de los movimientos socialmente subalternos y mar-
ginados. ?

La perspectiva de reforma radical que surge de una criminolo-


gía crítica parte del conocimiento de los mecanismos selecti-

19veaseJ. Young (19751.


"véase E. Schur 119781.
2 1 ~ é a s I.Taylor,
e P. Walton, J. Young (19631.
22
Vease A. W. Gouldner 119681, pp. 37~3.;J. Young [19701.
2 3 ~ d a s eA. W. Gouldner [1970].
vos y de las funciones reales del sistema ligadas a la desigual
distribución del "bien negativo" ~riminalidad;'~parte como
bien lo ha formulado E. Restaz5 de la "conciencia de la de-
sigualdad".
Desigualdad no significa solamente una desigual distribu-
ción de los estatus de criminal entre los individuos. En el
campo de la protección de los "bienes jurídicos" eUa se tra-
duce en un aislamiento extremadamente parcial y fragrnenta-
rio de ámbitos susceptibles de ser ofendidos y de situaciones
de ofensa a intereses o valores importantes. Se trata de un
mecanismo sutil de concretización del "bien jurídico", al cual
concurren todas las instancias operantes en los diversos nive-
les o segmentos del sistema penal, desde el legislador hasta los
organismos de aplicación. Y concurre igualmente el hombre
de la calle y de la clase media Desigualdad quiere decir, en
este caso, respuesta desigual a las situaciones negativas y a los
problemas sociales homólogos. Este carácter desigual (frag-
mentario) de la protección penal es justificado habitualmente
por la mayor o menor disposición de las situaciones de ofensa
destinadas a ser objeto de intervención penal. Esta justifica-
ción es un círculo vicioso. En efecto, argumentando de esta
forma, la intervención penal y sus características técnico-
jurídicas que serán consolidadas en la tradición y en la prác-
tica son consideradas como elementos naturales que corres-
ponden a los ámbitos naturales de la medida penal de los
problemas.
Se debe reconocer, por otra parte, que la forma fragmen-
taria de operar del derecho penal en la definición de los dorni-
nios limitados en e1 interior de zonas más vastas de problemas
sociales homogéneos, es un límite estructural del instrumento
penal; pero este límite no depende de la estructura natural de
los problemas. Éstos son susceptibles de construcciones dife-
rentes y alternativas, de las cuales puede derivar una estructura
interpretativa y una respuesta institucional o social indepen-
diente de la óptica penal.26 Aun una política criminal alter-
nativa encuentra estos límites infranqueables del instrumento
penal en cuanto a su capacidad de proteger los intereses real-
mente importantes.
24~tase
F. Sack 119681, p. 469.
z 5 ~ 6 a s eE. Resta 119811, p. 143.
2 6 ~ 6 a s eA. Baratta (19831.
Los desplazamientos significativos, pero siempre limita-
dos, en el campo efectivo de protección, son posibles y desea-
bles en el marco de tal política. Sobre todo en épocas de ten-
sión y de transiciones que toman inestables los equilibrios
reales del poder, existen continuamente ejemplos de esos
ajustes parciales de los campos selectivos de protección, ajustes
que frecuentemente escapan a la intervención del legislador y
se realizan en otros niveles del sistema como ha sucedido re-
cientemente en Italia en ciertos casos. En una política criminal
alternativa, al momento penal no puede tener sino un papel
relativo y en ciertos casos "provisorio".
La relativización del momento penal como técnica de
construcción y de resolución de problemas sociales significa
ante todo su integración en una perspectiva extrapenal más
compleja de reconstrucción de los problemas en vista a una
respuesta adecuada y orgánica a éstos.
Dicha reconstrucción supone considerar los efectos no-
civos y los costos sociales de la pena evaluados a la luz de
un seno control empírico de su efectividad. Para la exigen-
cia de una política de descriminalización en una perspectiva
- -
más amplias y adecuada sobre los problemas sociales y los
deberes institucionales, D. Pulitano ha encontrado una fór-
mula feliz: "de codificación por zonas de materia y orienta-
ción hacia nuevos modelos integrados, extrapenales, de solu-
ción, las tareas sociales parecen las vías a través de las cuales
el derecho penal también puede encontrar un huevo per-
fd>>9.27
La función natural del sistema penal es conservar y repro-
ducir la realidad social existente. Una política de transforma-
ción de esta realidad, una estrategia alternativa basada en la
afirmación de valores y de garantías constitucionales, un pro-
yecto político alternativo y autónomo de los sectores popula-
res, no puede sin embargo considerar el derecho penal como
un frente avanzado, como un instrumento propulsor. Por el
contrario, el derecho penal queda en un triple sentido redu-
cido a una actitud de defensa
Defensa, ente todo, del derecho penal frente a los ataques
llevados en nuestros días contra las garantías liberales que le
asignan.las constituciones de los estados de derecho. Defensa,

e Pulitano (19811, pp. 119:120.


2 7 ~ é a s D.
en segundo lugar, frente al propio derecho penal, en lo que
signifique contención y reducción de su campo de interven-
ción tradicional y sobre todo de sus efectos negativos y de los
costos sociales que pesan particularmente sobre las capas m&
débiles y marginales del proletariado y que contribuyen de
esta forma a dividirlo y a debilitarlo material y políticamente.
Defensa, finalmente, a través del derecho penal en la medida
en que, por el momento, puede ser aún considerado como
una respuesta legítima ante la falta de alternativas para resoi-
ver los problemas sociales en el marco de un modelo inte-
grado.
De todas formas la idea reguladora de una política cnmi-
nal alternativa implica la superación del sistema penal. Onen-
tar la reforma sobre esta idea reguladorano significa renunciar
a las posibles reformas, sino que significa, debe remarcarse
ello una vez más, elegir y evaluar las reformas sobre la base de
sus posibilidades para transformar radicalmente el sistema en
el interés de las clases subalternas.
En otras ocasiones2' traté de definir, en sus lineamientos
generales, el modelo de una política criminal alternativa que
utiliza como idea reguladora o "utopía concreta" la supera-
ción del derecho penal. Proponer tal perspectiva n o significa
el reenvío de toda reforma posible en el presente para esperar
el futuro de una sociedad que haya superado el uso de la pena,
sino afirmar un criterio según el cual orientarla y mediante el
cual puedan medirse las elecciones de política criminal. En las
teoríí. radicales de la política criminal, como son las teorías
abolicionista^,^ el criterio funciona en el sentido de evaluar
las reformas como si éstas tuvieran la capacidad de superar al
sistema penal tradicional y que dicha superación fuera efecti-
vamente posible. En este sentido, un representante de esta
perspectiva radical propone una táctica basada sobre la distin-
ción estratégica entre reformas positivas (que sirven para con-
servar el sistema en sus funciones reales) y reformas negativas

. .

2 9 ~ eln interior de la actual discusión internacional sobre la descriminaliza-


ción, los costos sociales del sistema penal, los límites de la instituaón de la pri-
sión, etc., surgen los nombres de Louk Hulsmann y Hermann Bianchi en los Países
Bajos, y de Niels Christie en Noruega. Para una ciasificaaón de las teorías sobre
la política criminal bajo los "tipos ideales" de teorías "conservadoras", "reduc-
cionistas" y "abolicionistas" véase P. Landreville (1977). Véase también, en un
marco más amplio de los modelos de política criminal, M.Delmas-Marty [19831.
(que producen reales transformaciones cualitativas del siste-
ma y sirven para superarlo parcialmente).30
Se debe remarcar también que las perspectivas radicales
de reformas de ese tipo pueden ser propuestas y son propues-
tas en relación con las teorías de la sociedad y los modelos
de sociedad futura bastante diferentes uno del otro, y que n o
resulta posible reunir a todos bajo las mismas características
salvo desde un punto de vista estrictamente formal. La pers-
pectiva abolicionista de la reforma penal, ha encontrado en
G. Radbmch una expresión que merece ser citada: ' l a mejor
reforma del derecho pznal no consiste en su sustitución por
un mejor derecho penal, sino su sustitución por una cosa
mejor que el dere~hopenal".~'Desde el punto de vista formal
esta expresión puede semir para calificar todas las teorías que
pertenecen a la perspectiva "abolicionista", todos los proyec-
tos de poIíticas y de prácticas que no vacilan en saltar Ia Iínea
divisoria que separa los sistemas penales alternativos de las
alternativas al derecho penal.

e Mathiesen [ 19741.
3 0 ~ é a s Th.
3 ' ~ 6 a s eG. Dadbruch [1963], p. 269.
EPÍLOGO Y POSIBLE PRÓLOGO DE UNA NUEVA
ETAPA EN LA CRIMINOLOG~ACRÍTICA
LATINOAMERICANA

por EMILIO G A R C ~ AMÉNDEZ

La idea de escribir precisamente un epílogo-prólogo a la edi-


ción castellana del primer libro de Alessandro Baratta, que
reúne el conjunto de sus planteamientos acerca de la cuestión
cnminológica, constituye todo l o opuesto a un hecho fortui-
to. Por el contrario, la expresión epilogo-prólogo me parece
el concepto más adecuado para sintetizar una doble inten-
ción que creo deducir del texto, al mismo tiempo que los
posibles alcances -más allá incluso de la voluntad del autor-
de la presente obra en el contexto latinoamericano.
En primer lugar, y en cuanto a las intenciones, el trabajo
de Baratta cierra una etapa en la crítica del derecho penal
mediante el análisis exhaustivo y desmistificador de cada uno
de los elementos que componen la ideología de la defensa
social. Ideología de la cual más o menos conscientemente, más
o menos refinadamente, son portadores tanto los organismos
de control social institucional cuanto -como una expresión
más de la hegemonía jurídica de los sectores dominantes-
la reacción social cotidiana al comportamiento desviado. En
otras palabras, esta critica profunda constituye -por lo
menos en el plano científico-académico abierto a la discusión-
un epilogo definitivo a las limitaciones n o sólo políticas, sino
también científicas, de los instrumentos conceptuales y metw
dológicos utilizados por la criminología liberal en su empeño
por desentrañar las causas de una criminalidad entendida a
pnori como ahistórica y universal. Me refiero a la imposibili-
dad -luego de la lectura de este trabajo- de seguir mantenien-
do en formacientíficael carácter "técnico" y ''neutral" de los
fundamentos sobre los que descansa la política penal, en el
caso concreto de las llamadas democracias occidentales. Y en
este sentido debe quedar claro que la pérdida de la legitimi-
dad de esta política penal no puede provenir solamente de su
mera confrontación con la realidad, sino que es preciso reco-
ger en forma ordenada y reflexiva cada uno de los elementos
que la conforman como único modo de dar cuenta del carác-
ter globalmente mistificador, que va más allá de toda posible
corrección a sus defectos parciales.
En segundo lugar, y lo que es tal vez más importante para
el desarrollo de futuras investigaciones, el trabajo de crítica
(cuyos resultados permiten sin lugar a dudas enriquecer el
cuerpo teórico de una nueva criminología) es posible en la
medida de la utilización correcta de dos elementos que en
forma aislada sólo nos conducen al panfleto o al dilettantkmo
cientificista: la sustentación del punto de vista de las clases
subalternas y la no disolución de los problemas específicos
del control social en "la crítica política amplia" del Estado
y sus instituciones. Pero el trabajo no finaliza con el epílogo
político- científico a las visiones y formulaciones mis tificantes
de la desviación social; por el contrario lacrítica (sin olvidar el
aspecto de la correlación de fuerzas sociopolíticas en el
área del capitalismo avanzado desde y para el cual el trabajo
ha sido pensado y producido) está hecha en función de cons-
tituir una anticipación teórica que permita trazar los prime-
ros linearnientos de una política criminal alternativa de y
para una sociedad profundamente democrática en todos sus
niveles. Una democracia para la cual también es necesario
contar con una política criminal que prevea abstracta y efec-
tivamente la desaparición y no sólo el castigo de los compor-
tamientos socialmente negativos, que impiden el desarrollo de
las condiciones mínimas para que sea posible una sociedad
más justa
Hasta aquí una breve síntesis de algunas de las vanas pro-
puestas de superación positiva que en el plano teónco-prácti-
co ofrece el trabajo de Baratta Nos corresponde ahora a
nosotros los crirninólogos latinoamericanos empeñados no
solamente en la tarea de descripción del problema de la crirni-
nalidad en todos sus niveles, sino además en la de superación
de las causas que permiten sus existencia, convertir este traba-
jo de reflexión en prólogo de una nueva etapa en el desarrollo
de nuestra disciplina
Esto sólo será posible si no descuidamos ni por un mo-
mento las especificidad& político- estructurales del desarrollo
de nuestras sociedades, logrando articular los elementos teóri-
cos elaborados en otros contextos con la teoría y la praxis
que nuestra conciencia y realidad exigen.
Esta nueva etapa que menciono deberá orientarse a inver-
tir las relaciones de hegemonía que en el plano jurídico po-
seen los sectores dominantes. Relación paradójica -de la que
también somos en buena parte responsabIes mediante la críti-
ca "global" que diluye la especificidad de l o jurídico- en
tanto esta situación de hegemonía n o se verifica en el plano
de lo político, donde por el contrario la dominación por par-
te de las clases en el poder se ejerce en muchos de nuestros
países latinoamericanos despojada casi por completo de los
más elementales requisitos de legitimación y consenso.
Por Último quiero anticiparme a una crítica posible a las
formulaciones de Baratta en lo que se refiere a los probables
contenidos utópicos de sus propuestas de superación en rela-
ción con la cuestión criminal. En realidad me hago desde ya
"solidario" coa esta crítica en la medida en que creo que
estos elementos utópicos existen, pero precisamente en su
dimensión más positiva. Además es la comprobación empíri-
ca de la respuesta teórico-práctica que la criminología tradi-
cional h a dado a la cuestión criminal, n o ofreciendo otra solu-
ción que la violencia en sus distintos matices sobre "el cuerpo
O el alma" de los "delincuentes", lo que me induce a creer
que la existencia de los elementos más realistas en el campo
de la desviación y el control social se encuentran exactamente
en el punto donde "los hombres prácticos" comienzan la
denuncia de la utopía.

Saarbrücken, julio d e 1984

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