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Ahora bien, si analizamos la primera sentencia nos damos cuenta que Heidegger
quiere señalar que la poesía es como algo que uno hace a manera de juego y que
muy probablemente es el poeta dejándose llevar por las palabras que poco a poco
son lanzadas a su imaginación, ya que el poeta es solo un vehículo de la poesía
que permite que el arte salga y se vea plasmado en el mundo, liberándose así
hasta de la más oscura culpabilidad que sus obras generen. Este primer paso aún
no supone una idea clara sobre la esencia de la poesía, pero el autor considera
que señala el camino enfocándolo hacia el dominio de la palabra.
Pero ¿quién es el que realiza esa tarea de detener el tiempo y dar inicio a la
historia? La respuesta es explícita en la sentencia de Hölderlin “Pero lo que
permanece, lo fundan los poetas.”. Con dicha sentencia se vuelve de nuevo a la
cuestión inicial sobre la esencia de la poesía. La poesía, dice Heidegger, es
fundación del ser por la palabra de nuestra boca; esto es, el poeta es el encargado
de dotar al ente de ser y esencia a través del nombramiento inicial, del vocablo
esencial, llamándolo para lo que es y reconociéndolo como ente, sacándolo de la
arrebatada corriente del devenir e instalándolo en la realidad histórica del hombre.