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HÖLDERLIN Y LA ESENCIA DE LA POESÍA

Martin Heidegger. Estética. Jairo Trujillo Jacuinde.

En este texto Heidegger se determina, a partir de cinco sentencias, a descubrir,


cuál es, en sus palabras, la esencia de la poesía; entendiendo por esencia no
aquello que es general y común a toda obra considerada poética, sino lo que
realmente permite tomarse en serio la poesía y meterse de lleno en sus dominios.
En palabras de Heidegger, presentes en el texto que nos acontece, la elección de
Hölderlin para extraer la esencia de la poesía, no es solo azar, en su obra se
encuentra lo que el filósofo alemán llama, “determinación poética”, la cual consiste
en poetizar la propia esencia de la poesía, acto que a voz de nuestro autor,
convierte a Hölderlin en el poeta del poeta. Antes de comentar acerca de dichas
sentencias, las cuales y para ser más precisos, son líneas pertenecientes a
poemas de Hölderlin, es menester hacer mención de ellas:

1.Poetizar: esta ocupación, la más inocente de todas las ocupaciones.

2. Para eso se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el


    lenguaje, para que atestigüe lo que él es.

3. Mucho ha experimentado el hombre,


    A muchos de los celestes ha nombrado
    Desde que somos un diálogo
    Y podemos oír unos de otros.

4. Pero lo que permanece, lo fundan los poetas.

5. Lleno de méritos, sin embargo, poéticamente habita el hombre en esta tierra.

Ahora bien, si analizamos la primera sentencia nos damos cuenta que Heidegger
quiere señalar que la poesía es como algo que uno hace a manera de juego y que
muy probablemente es el poeta dejándose llevar por las palabras que poco a poco
son lanzadas a su imaginación, ya que el poeta es solo un vehículo de la poesía
que permite que el arte salga y se vea plasmado en el mundo, liberándose así
hasta de la más oscura culpabilidad que sus obras generen. Este primer paso aún
no supone una idea clara sobre la esencia de la poesía, pero el autor considera
que señala el camino enfocándolo hacia el dominio de la palabra.

En la siguiente sentencia, “Para eso se le ha dado al hombre el más peligroso de


los bienes, el lenguaje, para que atestigüe lo que él es.” Al parecer, se contradice
con la anterior, pues ¿cómo puede ser que el más peligroso de los bienes sea, al
mismo tiempo, el material de la más inocente de las tareas? Heidegger deja de
lado esta cuestión, por un momento, para preguntarse sólo por la palabra.
“Para que atestigüe lo que él es.”, esto es lo que interpreta Heidegger de la
sentencia mencionada, es, entonces, el testimonio de su realidad lo que hace al
hombre ser lo que es, pero dicho testimonio sólo puede hacerse a través de la
palabra, sobre la cual tiene su advenimiento la historia misma; por eso es la
palabra un bien del hombre, porque sólo a través de ella puede realizarse como
tal. Pero ¿por qué considera Hölderlin a la palabra como el más peligroso de los
bienes? Heidegger afirma que dicha calificación está basada en la consideración
de que, a través de ella, de la palabra, se cae fácilmente en el error y la desilusión,
pues el producto de su poder creador, al verse contrastado con la realidad, puede,
muchas veces, no encontrar correspondencia y, así, el hombre quedar sumido en
una irrealidad. Por otra parte, el peligro de la palabra también consiste en que por
la apariencia de lo dicho se puede confundir lo esencial con lo no esencial,
difuminándose así el genuino decir y poniéndose en peligro la función esencial de
la palabra. A pesar de estos peligros la palabra es para el hombre un bien, no sólo
porque a través de ella pueda comunicar sus pensamientos y vivencias, sino
porque gracias a ella el hombre obtiene y ratifica su lugar en el mundo.
“Únicamente donde haya palabra habrá mundo, esto es: un ámbito, con radio
variable, de decisiones y realizaciones, de actos y responsabilidades, alborotos,
caídas y extravíos. Solamente donde haya mundo habrá historia”.

Heidegger continúa preguntándose ¿cómo viene al ser la palabra? Y pretende


sustentar la respuesta a partir del siguiente fragmento:

Mucho ha experimentado el hombre,


  A muchos de los celestes ha nombrado
  Desde que somos un diálogo
  Y podemos oír unos de otros.

La palabra viene al ser, entonces, en forma de diálogo; el hombre es hombre en el


diálogo, esto es, en el decir y el oír. Pero no siempre el hombre ha sido diálogo, el
diálogo sólo puede darse a partir de la permanencia del referente de las palabras,
esto es, a partir de que el hombre logra detener el tiempo y fundar los conceptos
de pasado, presente y futuro, sólo en ese momento la palabra logra referirse a
algo que es permanente y dar paso a la historia. Es, entonces, cuando el hombre
se hace histórico que nace el diálogo y que el mundo se hace palabra. Cuando la
palabra logra referirse a algo consistente y permanente, es decir, cuando nace el
lenguaje como tal, nace también el mundo.

Pero ¿quién es el que realiza esa tarea de detener el tiempo y dar inicio a la
historia? La respuesta es explícita en la sentencia de Hölderlin “Pero lo que
permanece, lo fundan los poetas.”. Con dicha sentencia se vuelve de nuevo a la
cuestión inicial sobre la esencia de la poesía. La poesía, dice Heidegger, es
fundación del ser por la palabra de nuestra boca; esto es, el poeta es el encargado
de dotar al ente de ser y esencia a través del nombramiento inicial, del vocablo
esencial, llamándolo para lo que es y reconociéndolo como ente, sacándolo de la
arrebatada corriente del devenir e instalándolo en la realidad histórica del hombre.

Lo anterior es la antesala para encontrar, al fin, la esencia de la poesía. Con la


sentencia final, “Lleno de méritos, sin embargo, poéticamente habita el hombre en
esta tierra”, se ratifica lo que ya se intuía, dice Heidegger: “La realidad de verdad
(Dasein) del hombre es, en su fondo, poética”. Con ello quiere decir que al ser la
poesía el fundamento de lo permanente se hace, entonces, fundamento y soporte
de la historia y del mundo que el hombre habita; esa es su esencia, ser creadora
de la verdad del hombre. Pero todavía queda un punto por aclarar, la supuesta
contradicción que se había encontrado al comienzo del texto, acerca de cómo
podía ser la poesía la tarea más inocente y, al mismo tiempo, la más peligrosa.
Heidegger explica, finalmente, que la peligrosidad de la poesía radica en que el
exceso de claridad que tiene el poeta lo sumerge en las tinieblas y que la única
forma de preservar, entonces, dicha tarea, es “eximir” al poeta de las
responsabilidades de la cotidianidad por la apariencia inofensiva de su tarea.

El planteamiento de Heidegger es que el habitar descansa en el poetizar, mientras


el poetizar es un rasgo fundamental del hombre. Pero para reencontrar esa
dimensión esencial hay que abandonar toda representación corriente de lo
poético. Habitar es un rasgo fundamental del ser del hombre; lo más propio que la
esencia de nuestro ser es poético originariamente. Antes la filosofía habitaba en la
tierra, por ello Hölderlin quiere que el hombre vuelva a esa manera de habitar.
Donde la poesía no sea el adorno o aditamento accesorio. Poetizar es para
Hölderlin dejar habitar, esto es, dejar que acontezca el mundo. Con Heidegger, es
hacer del mundo una residencia donde se deje que habite el hombre en la
cuaternidad. Poetizar entonces es construir con las palabras, y ya se ha dicho que
construir es habitar. Es decir, llegar a su esencia.

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