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GOBIERNO MUNICIPAL 1 \l~ll~>llO'~OU
COMITÉ EDITORIAL
CUIDADO DE LA EDICIÓN
Héctor Guzn1án Gutiérrez
ISBN 978-970-764-846-3
Presentación .................................................................................................. 9
Mercedes Alejandra Hernández González
Introducción ................................................................................................ 11
Teresa Incháustegui
de actores clave del sistema de justicia penal, por ejemplo ministerios públi-
cos, jueces y otros actores, como legisladores, n1edios de con1unicación y por 1
l. El mantenimiento del orden y la persecución del delincuente han sido, a lo largo de nluchas décadas,
el principal papel de todo el aparato de control social fom1al en México. El sistema penal ha sido la
respuesta fundamental y prácticamente única al delito de todo tipo. De ahí que la persecución del
delincuente haya sido y siga siendo, desde esta perspectiva, el objetivo fundamental de la polida.
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Policías, delito e inseguridad
Joan Scott señala que el género implica "los símbolos culturalmente disponi-
bles que evocan representaciones simbólicas. [... ] En segundo lugar, los con-
ceptos normativos que ponen en evidencia las interpretaciones del sentido de
los símbolos que se esfuerzan por limitar y contener sus posibilidades metafóri-
cas. Estos conceptos están expuestos en las doctrinas religiosas, educativas,
científicas, políticas o jurídicas y toman la forma de una oposición binaria, que
afirma de manera categórica y sin equívocos el sentido de lo masculino y lo
femenino" {Scott, 1996: 23-24). La autora presenta con claridad al género
como una primera manera de articular las relaciones de poder y, lo que es más
importante, lo presenta como una categoría de análisis. Sin embargo, es perti-
nente señalar que cuando se habla de género se habla de una construcción
sociocultural que es diferente y no asimilable de forma lineal al sexo masculino
o femenino. Así por ejemplo, el concepto género masculino puede resultar muy
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Crimen, catisgo y género
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Policías, delito e inseguridad
dades que los han habitado comparten un particular orden de género que ha
"incluido elementos centrales de la concepción dominante de la hombría, así
como ciertos valores y capacidades diferenciadas y diferenciadoras: búsqueda
de honor, riqueza, estatus, capacidad para ejercer viole11cia, para dominar, violar,
1natar (valores que no se entendían como 'femeninos', es deciri que no for1na~
ban parte del dominio simbólico de lo femenino)" (Nm'iez, 2006: 3 79).
Por lo anteriori el universo de análisis de este trabajo es la experiencia de
la doble institucionalidad y desde qué lógica un grupo de ex policías -inves-
tigadores, estatales y federales~ la conectan con su biografía, con su paso por
la institución policial, con las decisiones que han tomado y con los modos de
sobrevivir en prisión con esa experiencia. El acceso se logra a través del relato
de los ex policías durante su estancia en el Reclusorio Preventivo de Puente
Grande, Jalisco, presos por delitos como secuestro, homicidio, portación de
arma prohibida, etc. En ese espacio de pern1a11e11te negociación y tensión con
la doble institucionalidad, las diversas interaccio11es, prácticas y narrativas
van dando cuerpo a un entramado de discursos que configuran no sólo a un
sujeto masculino sino también a uno institucional (Sirimarco, 2004: 63). Inte-
resa detenerse en tres universos: hombres de respeto (a propósito de los mode-
los de masculinidad); cuestiones de valor (a propósito de las demostraciones
de hombría), y las rutas del delito (a propósito del otro honor). Es evidente que
no es posible abordar estos universos sólo desde las cuestiones de género; se
trata de vislun1brar cón10, a través de esos índices genéricos y de masculini~
dad, se va delineando -y avalando-- una cierta forma de ser y de actuar
dentro de la agencia policial (Sirimarco, 2004: 63) y cómo va tomando forma
y fuerza la posibilidad delictiva.
a) Hombres de respeto
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Crimen, catisgo y género
estar matizado en función de los contactos de los sujetos entre lo que ellos
quieren hacer y los agentes con quienes les toca aprender a ser policías, así
como con las opciones que se les van presentando en el camino. Es frecuente
que ingresen con ciertas ideas y conforme pasa el tiempo se vayan enfrentando
con una forma de modelaje de compañeros, de algunos jefes inmediatos; con
un conjunto de oportunidades que los van confrontando con su propia idea de
lo que querían ser y cómo querían ser policías. Sin embargo, hay una figura
predominante en la primera etapa de modela je: la del comandante. iQué inspi-
ra este personaje? iQué encama y cómo alimenta los imaginarios policiales de
los recién llegados? iCómo se forja un vínculo con estos peculiares "jefes" y
con los valores masculinos que representa11?
Vicente, ex policía federal, quien purga una condena por secuestro, re-
cuerda su llegada a la "sala de agentes" de la Procuraduría General de la Repú-
blica, espacio de percepciones, intuiciones y fuerza persuasiva.
Ya cuando por fin entras en el juego te das cuenta que "estar en el juego" es esperar. Y
esperar en primer lugar es estar en la sala de espera. La sala de espera es la "sala de agen-
tes", que es una sala gigante y ahí te sientas a analizar a cada una de las personas. ¿y qué
pasa? Lo que pasa es que llegas y te sientas y tú esperas que inn1ediatan1ente te pongan a
trabajar o algo y te dicen: "No, aquí espéranos".
¿Estds como en la base?
Sí, estás en la base y la clave que nunca vas a olvidar es "uno".
iCó1no?
En espera de órdenes. Sien1pre hay que quedarse en "uno". Estás en una sala donde ves
que el de al lado está leyendo el periódico, el de enfrente lee un libro, otro hace un cruci-
gran1a, otros platican. Ves personas de todas las edades, con diferentes atuendos; n1e refie-
ro personas con botas de avestruz, otros con tenis. lPor qué? Porque por lo general si
estuviste trabajando en una zona de la República adquieres su forma. iY así se va el día y tú
esperando que te llamen!
¿y tú cómo ibas vestido?
Yo de traje. Eso denota que eres nuevo y que estás esperando, vulgarmente dicho, la ac-
ción. iY nada! Te forman, te pasan lista, "váyanse a comer", regresas de comer y sigues en
"uno". En espera de órdenes. Y no sabes hasta cuándo puedes estar ahí. lPor qué? Porque
así es la política ahí. Y por lo general eres la carne de cañón porque te forman y "a ver tres
voluntarios". Los que ya conocen para qué son esos movimientos se esconden y tú "Sí,
aquí estan1os", "Pasen a la dirección". Vas al piso de arriba con la secretaria y "Fulano y
zutano, nos estamos reportando para una co1nisión", "Ah sí, vayan a llevar esto al aero-
puerto, es correspondencia".
lCuánto tiempo estuviste así?
Dos meses. Después tú llegas y pasas lista a las nueve de la mañana y de nueve a tres no
pasa nada, nada, nada.
iPero no hacías nada?
Nada.
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Crimen, catisgo y género
habla de cómo se pone a prueba al policía novato, cómo resiste frente a lo que
está fuera de su control y amenaza su sentido de autonomía, de autocontrol y
por tanto su se11tido de hombría o virilidad. Sin embargo, "estar e11 uno" es
también comprender el trasfondo del lenguaje no verbal del desorden que se
emplea sobre él. Poder de obligar al otro, imponiéndole significados, conmi-
nándolo a que no sólo los comparta sino que también vaya comprendiendo las
posibilidades de escenificarlos en breve.
Si esperar es un primer aprendizaje, mostrarse -al inicio-- diligente u
obediente en el espacio propio de "la espera" es un segundo aprendizaje que
resulta relevante en términos del orden de género. Ciertas posiciones subjeti-
vas de la masculinidad 1 encarnadas en actitudes y accio11es, suelen ser efec~
tivas aunque para los propios policías parezca11 muestras de in1potencia,
1
sumisión o rasgos femeninos. Se trata de acciones con10 servir café, traer los
periódicos o incluso realizar tareas que se considera intrascendentes. SiI1 en1~
bargo, consentir es también asimilar la cuestión de la propia presencia en el
mundo policial y la resona11cia interior de cómo se va aprendiendo a ¡¡torear
las circunstancias".
Por ello, en el relato de Vicente, la figura y la llegada del comandante resul-
tan un punto de inflexión en su larga y corta espera de dos meses. El tiempo le
ha permitido reunir suficientes elementos como para que el comandante se
convierta -sin pretenderlo-- en un lugar donde se proyecta su futuro poli-
cial. El comandante le irradia, con pocas palabras, todas las respuestas posibles
y su imaginación le suministra raudales de energía sin que él tenga necesidad
de pronunciar nada. Poder iI1vasivo 1 presencia, comportan1ientos y recursos
estilísticos de género configuran el mundo de los comandantes. Marcan, con su
imagen y con su manera de ser/ hacer policía, el hilo y el ritmo del aprendizaje.
El ritmo de vida de un policía suele ser muy veloz, caracterizado por la
acción (o así se busca que sea). Pablo, quien fuera policía preventivo estatal,
policía investigador estatal y finalmente madrina' para policías investigadores
federales, hoy preso por secuestro, cuenta las razones por las que siempre quiso
ser "como el jefen:
Había un teniente coronel que lo hicieron los americanos y lo tenían aquí en Guadalajara.
Él fue a Estados Unidos a dar parte al gobierno de cómo estaban aquí las cosas. En ese
2. Asistente de un policía, sin adscripción formal a la institución. Se encarga de tareas sucias aprove-
chando su invisibilidad institucional.
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Policías, delito e inseguridad
entonces andaba mucha gente de Caro Quintero. Bueno, total de que él tenía relación
con ellos por lo 1nisn10.
Estaba con Dios )' con el diablo.
Él sabía dónde iba a estar el retén, a qué hora iba a estar para que ellos (los narcos) se
fueran por otro lado o él hablaba a gente de los retenes para can1biarlos y que su gente
pasara. iCosas por el estilo! Esa persona se hizo suman1ente famosa que hasta un corrido le
hicieron. Ese señor me tuvo mucha confianza. Yo era su diez de oro. Me decía: "Mi diez,
arrín1ese la p,z7 y se va a llevar cinco armados, llega tni esposa en tal vuelo", "Van1os por
la señora al aeropuerto". Estaba bien guapa la señora, ojos de color. Yo estaba bien escuincle,
flaco, fui delgado. Traía n1aletas grandotas, llegaba con cinco, seis, hasta ocho nlaletas. De
ese tipo con rueditas. iEran de gente rica!
No eran tan comunes.
No y nosotros llegábamos armados. Yo traía una M,60. Era lo mejor que había y eran de él
las am1as y los den1ás con su fierro atravesado. Atravesábmnos a un lado de la banda de la
aduana, cuando llegaba el vuelo empezaban a bajar las tnaletas y le decíamos a la señora:
"lCuáles son sefi.ora?", "Pues esa y esa y esa", y así las agarrában1os y váinonos. Y así segui,
do nos mandaba al aeropuerto. Total que me agarró mucha confianza y mucha estin1a. "Mi
diez p'acá y n1i diez p'allá". Entonces yo abusé de su confianza. Me decía: "A tales horas te
vas porque llega n1i señora", "Pues le voy a dar una lavada a mi can1ioneta nü jefe porque
pues se va a subir su señora", "Tienes razón cabrón". Le daba su lavada y me llevaba a
varios armados y también algunos conos anaranjados y un cono blanco. ''Alto, can1paña de
despistolización'', y hacía mis retenes yo solo.
i Bien listo tú!
iNo, pues con seis armados, la camioneta y torreras! iSe paraban los carros! Yo les decía a
los muchachos: "Veinte minutos non1ás aquí y lo que caiga, si no cayó nada nos van1os".
Lo que caía era para robar porque nada lo reportábamos y caían a veces sus pistolitas, a
veces droga y litigábamos: "Háblale a tu pariente a ver si te quiere sacar de la bronca,
ibronconón que traes!" y cosas por el estilo.
iLa típica!
Total de que un día n1e cayó el cliahuistle con toda la raza. Estábamos ahí y se dejó venir.
"¿y esos qué?", "Pues sabe a dónde irán". iNo, pues que llegan directamente con nosotros!
"Qué hubo cabrones. lA poco nluy coroneles haciendo retenes? Van1os todos p'arriba". iA
mí no me hizo nada! Solo me dijo: "Oye cabrón no la chingues", "Nos acabamos de parar
jefe'', "No, no, a mí no me cuente ni 1ne quieran aventar un cuento chino ni novela. No
andes haciendo eso, pa' la otra te voy a chingar", "No, pues está bien". Yo era el único de
su confianza. Me dio una pistola KP a conserva y yo la traía pa' un lado y pa' otro. Total de
que ese señor agarró fama porque daba cursos en la Academia sobre cuestiones de exp\o,
sivos. Y para pararse el cuello era él el único que sabía rapelear. Pues total que un día lo
llaman para desactivar un artefacto y ya voy yo hecho la madre en el carro de él junto con
él. iNo, el entenado muerto de risa! "iAhorita van a ver esos hijos de la chingada! Y saca
su puño de perico (cocaína). iYo me quería parecer a él! Un puftote de perico que sacó y
una navaja de oro y ernpezó a picar. iEra grande el viejo!
¿No renía miedo de nada?
iN'ombre! iBien loco! lQué miedo iba a tener? Bien, pero bien trabado. No era que no
tenía miedo, sino que no sentía nüedo porque no podía sentir de tan drogado. Eso después
yo lo analicé, en el momento no. Yo decía: "Mi jefe". Olvídate. iDios se queda tonto en
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Crimen, catisgo y género
b) Cuestiones de valor
Sin duda, la profesión de policía exige estar capacitado y entrenado para en-
frentar situaciones de riesgo. Sin embargo, lo que ha prevalecido en México es
una noción de "carrera policial" como un mero devenir confiado exclusiva,
mente al transcurso del tiempo dentro del cuerpo policial -la antigüedad--o
a la cooptación no sometida a reglas de capacidad o mérito. Solo en aftos más
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Policías, delito e inseguridad
recientes se ha venido dando una formación policial que intenta revertir esta
cultura, pero todavía presenta carencias significativas y no logra establecerse
del todo un servicio civil policial de carrera que permita producir profesionales
confiables y capaces.
Por ello, en el ámbito policial el vínculo con una identidad masculina que
celebra la vivencia de situaciones de riesgo, el ejercicio de la violencia y el
abuso de las capacidades corporales ha tenido una fuerza simbólica importan-
te. Por ejemplo, la exaltación del mito del héroe como explicación de las razo-
nes que llevan a los policías a exponerse en situaciones que po11e11 en riesgo su
vida como prueba para legitimar su hombría, ha ocasionado muertes que de
manera objetiva pueden ser explicables en términos de falta de previsión poli-
cial. Paradójico mundo de antihéroes. Son los costos de ese mandato social de
la masculinidad dominante que, como analizó Elisabeth Badinter, está sujeto a
que el varón demuestre todo el tiempo que no es mujer, no es bebé, no es gay y
no es vulnerable (1993).
Como ya se sabe, el arma es un signo y un instrumento de autoridad en el
mundo policial. Sin embargo, también sucede que, ante ciertos grados de osa-
día y riesgo con los que comie11za11 a relacionarse los policías, el arma aparece
como un objeto simbólico por excelencia, que hace las veces de extensión del
poder de dominación con el que los sujetos comienzan a resignificar su queha-
cer. A11tonio, ex policía preventivo municipal, quien fue comisionado a lapo~
licía federal y al mismo tiempo realizaba trabajos como madrina, habla y al
hacerlo se erige sobre un discurso atrapado por la urgencia de reaccionar o
participar tácitan1ente en lo que vive:
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Crimen, catisgo y género
envuelven esta cultura policial y permite con1prender la fuerza que tiene ese
trasfondo genérico que la acompaña, donde la temeridad es una forma de iden-
tificarse con una in1agen valorada y trasce11der la condición de desventaja -
a nivel social- que se le impone al saberse policía.
En este sentido, resulta interesa11te la estrecha relación que se teje entre
connivencia y honor viril. Las diversas 111anifestaciones de esta relación van
desde la ausencia de palabras hasta su exaltación extrema, todo dependerá de
lo que dicte el ente11di111iento tácito para los contextos en cuestión. Vicente
nos transporta en su relato a ese alboroto ritual que no deshace el atentado a
las normas sino que produce su plena n1aterialización:
Presencié nada tnás una vez que torturaron a alguien.,. Bueno, no lo presencié, lo escu~
ché. Me puse muy nervioso. Canlinaba de un lado a otro. Subía, bajaba, no sabía qué
hacer. Y le dije a un compatl.ero: "No sé, tal vez nos equivocamos". Porque ellos gritaban
que vendían hamburguesas, no drogas. Y yo le decía: "Oye, tal vez nos equivocan1os". ¿y
qué dijeron? Se burlaron de n1í, me dijeron que me callara, que yo qué iba a saber. Enton~
ces tne di cuenta que estaba n1ostrando debilidad, que estaba demostrando que no sabía.
lEso no se puede?
Sí, no se puede. Todos tratan en una investigación de llevarse las fanfarrias, de llevarse las
tnedallas de gloria.
¿y ser hon1bre?
No, sino 1nás bien de que "yo le saqué la verdad".
¿Pero no habría también 1111 asunto así como de hombría?
Sí, sí, pero esa parte viene después. Eso viene en alguna reunión, cuando te platican. "En
una ocasión yo llevé n1edia tonelada de droga a tal lado. Yo llevé a tal lado con fulano de
tal". Níientras tnás fuerte sea el acto ilegal que haces, n1ás hombre eres. Aquí lo iinportante
son los negocios vinculados al narcotráfico. lPor qué? Porque es lo que más dinero te deja.
Mientras 1nás grande es más poderoso, 1nás fuerte, más hon1bre eres, 1nás valiente eres y
eso te reditúa 1nás dinero. Y al tener dinero te da mujeres, te da poder, te da todo. Yo vi
con1andantcs, agentes con10 yo, tropa que le hablaban de tú a tú al con1andante. lPor qué?
Porque tenían el poder econón1ico. Pero el dinero te da mucho poder. lPor qué? Porque al
tener n1ucho dinero en una corporación policiaca quiere decir que tienes n1uchos contac-
tos. Tener contactos es que tienes poder. El dinero es con10 un imán de las n1ujeres.
iCrees?
Sí, yo creo que sí.
iTe sucedió siendo agente?
La pura placa es un irnán. No n1e pasó a n1í nada 1uás, les pasa a todos. Lugar de que llegas,
no sé, las secretarias te entregan vehículos, instalaciones, anuamento o equipo de cómputo,
todo eso y al parecer las secretarias tan1bién van incluidas porque hacían amoríos con todos.
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Policías, delito e inseguridad
partir de los símbolos, de las tramas que se tejen con ellos. Así pues, en la
medida en que la cultura policial coloca como equivalentes masculinidad y
poder, privilegio y dominio, el código de honor de la identidad del varón con-
siste 110 ta11to en ser fuerte sino el n1ás fuerte, el más valiente, el más guerrero,
como premisas del triunfo sobre la debilidad y el ocultamiento de los senti-
n1ientos considerados femeninos, argu1nento que orie11ta la interpretación de
las expresiones masculinas (Palacio y Valencia, 2001:209). Así, los espacios de
encuentro cotidiano se convierten en un lugar árido, i por donde quiera que se
le mire! Todo está dispuesto para el control de los ilícitos y las ilegalidades y al
n1ismo tiempo lleno de presencias inquisidoras de señala1nientos agobiantes y
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de una sexualidad que no sólo se vuelve rutina sino que se encuentra condi-
cionada por las exigencias de la disponibilidad de un cuerpo femenino que
corresponde a los deseos de una estética mercantil.
Atrapados en el juego de las exigencias en el mundo policial, se sienten sin
derecho a abstenerse de participar. En este escenario, aparecen las narraciones
de la noción de descontrol como la forma de dar cuenta de ese momento de la
vida policial asociado a la desviación de la norma, al riesgo, al desorden, al no
seguimiento de los mandatos de responsabilidad y en general al ámbito de
trasgresión. Manuel, ex militar, comisionado a la policía federal y preso por
dilación en la administración de la justicia, pone en marcha un afán de conser-
vación más o n1enos eficaz 1 aunque arriesgado:
Había compañeros que rne decían: "lSabes qué? Hoy es día de guardia, pode1nos aprove-
char. Ahí están los vehículos, ahí están las annas, va1nos a pegarle a "Roberto". O sea
vmnos a robar. Entonces decía uno: lde qué lado n1e hago? O sea, rne uno o n1e quedo
con10 chivatón y al rato hay represalias o qué. Me acuerdo que en una ocasión sí acompa-
ñé a unos con1pañeros. Pero a n1í no me agradó la forn1a en como ellos se con1portaron.
Fue algo muy ... es con10 luego vulgarn1ente dicen ... es como ir a tun1bar borrachitos. Yo
no soy para eso. Luego me decía: "Oye, vmnos", "No, yo no soy para eso, no me gusta".
¿y qué te decían?
Pues n1uchos 1ne hacían la burla. Me decían cobarde, rnc ofendía, pero yo decía "bueno".
Me acuerdo que nü papá me decía: "n1ás vale que te comas un pan duro pero ganado bien,
a que te comas un pollo robado". Yo n1e acordaba n1ucho de lo que n1i papá me decía. Él
estuvo n1ucho tiernpo en este n1edio y él sabía lo que era estar de un lado y de otro. Todo
esto él lo vivió también y trató de trasn1itirn1e sus valores y pienso que eso es lo que a n1í
me inclinó a decir que no, yo de este lado no juego. Porque sí se puede, tiene uno todo. El
hilo que divide a un delincuente de un policía es algo n1uy n1uy invisible, en cualquier
1no1nento ·se puede ...
¿Te tocaron c01npaiieros n1ilitares que cuando entraron a la comisión pasaron al otro lado?
Sí
¿y eso qué supuso para ti?
Era una situación muy n1olesta para rní. Me acuerdo que en una ocasión estaba un compa-
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Crimen, catisgo y género
ñero y me decía: "vente, vamos a ir a cobrar una renta, es muy fácil, ahí ya están puestos".
Yo le dije que no, "si tú quieres ve, para mí haz de cuenta que no me platicaste nada, yo no
sé nada", "No mira, los dos venin1os de donde mismo, tene1nos que apoyamos, somos
militares", "Yo te apoyo, non1ás en esa situación no te apoyo porque yo sé el problen1a que
me puede ocasionar. Tengo mis hijos y no voy a arriesgar a nü fa1nilia, mis valores por una
tontería. Tengo mucha trayectoria, mucho tiempo en el ejército y no quiero tirar todo a la
basura". Total que discutimos y n1e amenaza ... Fue algo que en realidad a veces no quisie-
ra ni recordar, fueron cosas por las que a n1í no me gustaba la situación en la corporación
ésa. Altercados que tuvimos muchas veces. Me acuerdo que una vez incluso queda1nos los
dos con la pistola apuntándonos, él me apunto y yo le apunté, igual los dos, ''A ver jálale",
"Jálale tú", "Sí, jálale tú a ver quién es el primero", "Si me voy, te vas, así que tú dices". Y
son cosas que muchas veces no lo piensa uno en el momento. Yo llegaba a mi casa desespe-
rado por la situación. Yo decía: "lQué hago?" Quería salirme y no podía. Quería hasta que
se acabara la con1isión de orden del presidente. Fueron dos años bastante difíciles. Me
acuerdo que muchas veces incluso tuvimos altercados con corporaciones uniformadas
porque nos ven armados y se bajaban a querernos detener. Uno en esas situaciones se pone
muy violento. Yo creo que yo n1e volví más violento dentro de la corporación en dos años
que todo el tie1npo que estuve en el ejército.
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Policías, delito e inseguridad
Cuando llegué a Guadalajara estuve en los separas recibiendo detenidos. Ahí estuve cinco
meses.
iCinco meses!
Ahí n1e hice más drogadicto porque yo recibía toda la droga. Todo lo que decon1isaban yo
lo recibía. Todo lo que ahnacenaban, yo lo aln1acenaba. Yo llevaba 1ni registro. Los pocos
bisnes que hacía ahí para sacar dinero era con eso. A mí me entregaban los kilos de cocaína
que decomisaba la Federal de Caminos o las otras policías y los tenía que guardar. Ahí eran
los bisnes que hacía yo. Yo contacté a un ... Más bien él me contactó a mí. .. Un químico
que me dijo: "lSabes qué? De un kilo yo te saco dos y lo vendemos, bien machacado y bien
bueno". Total que hice la prueba.
¿y te funcionó?
iMe funcionó! Yo agarraba un kilo, partía y el químico me entregaba un kilo de cocaína no
tan pura y lo demás lo vendíamos. Ahí me iba manteniendo.
¿A quién la vendías?
Él se encargaba de venderla a los misn1os. Aquí en Guadalajara había Sigmas. Los Sign1as
son policías comisionados. Son achichincles (lacayos) de nosotros. iPero en fin policías,
oficiales o madrinas! A ellos nüsmos se las vendíamos. "Si tienes a quién venderla, si no yo
mismo te la con1pro", n1e decía el quínüco. "¿A cómo me la vas a dar?", "Pues tú sabes, tú
la machacaste, tú sabes cómo está la pureza". Yo me sentía el rey de la cocaína ahí. Les
decía a todos "iQuién quiere un perico?" iTodos querían un perico! "iUn perico, un peri~
co, quiero un perico!" "iAllá está el Loco, él tiene un guaro!" Y llegaban, "Quiero un
perico, Loco, invítame un perico, no seas gacho cabrón con tus compañeros", "Sí, ahí te
va". Les aventaba el bolsononón. Me decían: ''Ah, no tanto". Y yo les decía: "No es todo
para ti, agarra lo que necesites". iN'on1bre! iMe hice una fama de locochón tremenda!
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Crimen, catisgo y género
der su condición de desventaja -en tanto que es un mero "celador 11- para
transitar por los caminos de la violencia, que es la alternativa de identidad
valorizada que por tradición la institución ha venido forjando en tanto que
fon1enta un modelo más reactivo y represivo.
Partiendo de lo anterior, se debe recordar que el poder se expresa no sólo
en el margen de acción y decisión que es posible operar en instituciones poli-
ciales donde la trasgresión de la ley se ha hecho parte de la rutina diaria sino
también en la posibilidad de contar con el recurso de la lealtad y la complici-
dad necesarias para que la trasgresión de la ley no sea explicitada ni se haga
visible. Es decir, la complicidad que permite actuar trasgrediendo la ley con el
uniforme de un protector de la ley requiere de un margen de lealtad enorme.
Así, entre más alianzas y más poder tenga un policía, n1ás amplios serán los
márgenes de protección para operar los propios márgenes de decisión. Resulta
paradójico que esos márgenes de complicidad y lealtad sean profundamente
frágiles. Llegado el momento, ese vínculo depende en gran medida de que
aparezcan otros actores que rompan el equilibrio precario de esa lealtad y lo-
gren que quien protege a alguien lo traicione para salvarse él. Y aunque esa
amenaza es clara, casi sien1pre se le vive en carne propia cuando llegan las
consecuencias de haber optado por el delito. Sin embargo, mientras los poli-
cías están en activo, su comporta1niento táctico suele desplegarse sobre un
horizonte ten1poral imaginario y el riesgo aparece con10 una variable que entra
en juego en la definición de los distintos campos de acción donde circulan.
Daniel se inició con10 policía municipal; después fue co1nisionado a u11a
delegación estatal de la Procuraduría General de la República y en sus tiempos
libres operaba como madrina para la propia corporación policial. En su testi·
monio formula, con un lenguaje coherente e inteligible, ese proceso de asimi-
lación de las correas de transmisión de las prerrogativas que hacen posible la
cooperación policial:
iMira, esto es así! Empiezas a n1eterte en el juego de ellos n1ismos y de la n1isn1a forma.
iEsto es lo que ocasiona que realmente se organicen las grandes bandas! La policía es el
nido de donde salen las grandes bandas. Un con1andante de la Judicial del Estado que de
ahí se va a la policía n1unicipal de Zapopan y de ahí lo mandan a la policía del estado, a la
rural y de la rural lo regresan otra vez a la Judicial del Estado. Y bueno, de la del estado se
lo llevan a la tnunicipal de Guadalajara o a la de Tlaquepaque. ¿Qué es lo que nos da esto?
Simplemente que en1pieza a conocer compañeros. Conoce el nu1nicipio de Zapopan; lue-
go en la rural conoce brecha, carreteras y poblaciones; desde Zapopan cón10 rodearle para
llegar a Tonalá o a Tlaquepaque, no sé. En ese mismo contorno e1npieza a conocer al
policía de Zapopan, al rnás malandro (malandrín), al que 1nás pega el tiro de ahí, en la del
estado conoce a otro dos y a la hora que lo can1bian de la del estado se los jala con él. Y así
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Policías, delito e inseguridad
se empieza a jalar a su gente. No tanto con la intención de hacer una banda, pero sí de
llevarse a su gente que más coopera con él, la gente que n1ás dinerito le da a ganar. Enton-
ces de esa fonna va empezando a agarrar lo mejor de todos los cuerpos donde va recorrien-
do su canüno. Y si en el ínter de todo eso en1piezan a ver que hay bastante dinero y se les
acaba su minita de oro, los corren, pues ya conocieron todo ...
iMe quieres decir que)'ª no necesitan nada?
iPues es que ya conocieron todo! A final de cuentas como comandante va y se le para a
cualquier n1añoso, cualquier vendedor de drogas, cualquier cabrón que roba vehículos o
que los desmantelan. En1piezan a tener buenas relaciones. ¿y qué es lo que hacen? Pues se
dedican a eso.
lPero ha)' algo también de gusto?
Pues sí, la quién no le gusta el dinero? iY n1ás el fácil y el ajeno! Es lo que le digo ... El
poder .... De ser un sin1ple agente y te ponen de con1andante de una corporación ... iTe
dan muchas alas! Es un cambio tnuy rápido de nivel. Te suben tan alto que te en1piezas a
transfonnar. Y se lo digo por experiencia propia. Vas subiendo, vas subiendo con10 la leva-
dura. Llega el momento en que ya te sientes inn1une. Te sientes tan poderoso que haces las
cosas a veces sin pensar. Sin pensar en el daño que a lo n1ejor ocasionas o que puedes
ocasionar o el que te puedes ocasionar a uno 1nisn10. Es tanta la enajenación que llega a
tener uno que no te interesa, porque obviamente cuando ya hay bandas de policías o
donde intervienen policías, pues es porque tienen un respaldo.
lSiemfJre saben los jefes?
No sie1npre, pero lqué ilnporta que lo sepan los jefes? A final de cuentas a lo n1ejor con el
silnple respaldo de las unidades que andan por el área te da más valor, te da más fuerza.
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Crimen, catisgo y género
bién se van modelando las identidades hipcrviriles, aquellas donde las accio-
nes extren1as van anticipando la recreación del terror, la tortura y la violencia 1
Con el tien1po ya se n1e quitó a mí andar golpeando gente ... Pero yo tenía n1uchos agravia-
dos ... Cuando llegamos aquí {al penal) nos ve un cuate y le dice al encargado, al que era
el comanche que estaba encargado de toda la penal y que nos habían encargado con él.
Entonces va esta otra persona y le habla le dice lo que había pasado. Y el con1anche nos
dice. "lQuién tiene proble1nas con él?", "No pues yo no lo conozco", "Yo ta1npoco", pues
resulta que nadie lo conocía. El fulano tenía años aquí, yo no ine acordada y lo dije: "Yo la
verdad no n1e acuerdo si es agraviado porque pues tanto pinche tien1po trabajando en el
gobierno, cabrones que se vinieron, cabrones que se salieron, cabrones que se volvieron a
andar, cabrones que no han salido'', "lEntonces no se acuerda de él?", "No", "¿y usted de
quién se acuerda?", "Pues bien, de ninguno'', "lTodo bien?", "Todo bien'', "Sigán1osla". Al
tercer día nos n1andan llainar otra vez. Nos pasan a la celda y nos dice "Pásense, van1os a
platicar". Pasamos, cierran la celda, se ponen dos afuera y eran como cinco adentro. iY
en1piezan! Pum, pum, pum, con1nigo sobre todo. Sacan los cuchillos. "Te vas a morir". Me
ponen uno aquí en el cuello y otro aquí en la panza, en el piso. iYo no sentía! Yo les decía:
"lDe qué se trata? lA ti cuándo te perjudican1os?", "Tú te pasaste con el ffl.orro. Tu eres
bien manchado, tienes un chingo de perjudicados, rne dijo zutano, rne dijo ffl.engano". iMe
dio toda una lista! "A ver hijos de su pinche n1adre, ustedes tápense porque voy a salpicar
ahorita a este puto porque lo voy a picar». Les avienta una toalla a los otros tres que
estaban sentados en el piso, se tapan y yo tirado alú. Les digo: "No cabrón, si me van a
chingar de una vez", "¿A poco muy león cabrón?". Y me voltean de un chingadazo en la
boca." lPues qué otra cosa?", "Pa' qué me está acá nada más haciendo la cansadora?". Y en
eso me quiero persignar y me quita la mano. "lPa'qué se enco1nienda a Dios cabrón? lPor
qué no se encomendaba a Dios cuando andaba afuera hijo de su puta madre?". Entonces
me e1npieza a patear otra vez. A la hora que vieron que no hubo acción, los otros tres les
dijeron que habláran1os. Y les dijeron: "lDe qué se trata o cuánto les dieron?"," lCómo que
cuánto nos dieron?", "Sí, lqué onda?", "Pues nosotros ni los conocernos, lo que pasa es que
éste es el n1anchado, está recon1endado por todos lados y 1ne están dando cincuenta mil
pesos por matarlos. lUstedes cuánto nos dan por no 1natarlos?", "lCuánto quieres?".
¿Empezó la negociación?
"Veinte 1nil pesos". Total que hay que juntar veinte n1il pesos. "Los quiero tal día a tales
horas y no quiero pedos de que le digan a fulano, zutano o que a la fan1ilia le avisen. Avisen
y no le hace que n1e cargue a 1ní la chingada, yo mando quién los pique, quién los 1nate". Y
sí, tenía uno que soltarle a la fan1ilia. Ya le dije a 1ni vieja. Había dinero, me los trajo y se
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Policías, delito e inseguridad
acabó el proble1na. Te repito, todas esas experiencias lo hacen a uno fftadurar, endurecer
su corazón, su cuerpo, su fonna de pensar y pues si n1e van a tnatar yo pienso que aquí o en
la calle. Me voy a morir yo el día que Dios n1e diga "Ven para acá", no el día que un cabrón
o un pendejo n1e diga ''Ay te van unos piquetes".
Conclusiones
iCómo piensan, sienten y viven los hombres policías los diversos excesos de
masculinidad que aquí se han recreado? iCuáles son las significaciones y los
efectos de este entramado cultural tan impregnado de un orden de género,
abigarrado de "características hipern1asculinas"? Aquí se ha intentado trazar
algunas de esas formas de las identidades donde se observa que hay destruc-
ción y simultáneamente homogenización, pero asimismo ma11eras diversas y
formas complejas de percepción y de reconocimiento que traen ecos de expe-
riencias vivenciales donde esos saberes de la masculinidad se convierten en ejes
ordenadores del ser / hacer hombre / policía.
Como se ha podido constatar, la policía en México es una institución don-
de los imaginarios cognitivos moldean de manera significativa los cuerpos y las
mentes de aquellos que las integran. Al ser una institución altamente patriar-
cal, masculina y machista, los imaginarios sobre la masculinidad hegemónica o
masculinidad normalizada, aquella que históricamente ha justificado la domi-
nación, la superioridad y el privilegio masculino sobre lo femenino, se han
constituido en un referente fundamental mediante el cual se juzga los compor-
tamientos de sus integrantes. Ahí parece que ser un hombre de verdad no es una
denominación que se alcanza sino una tarea que acompaña cada día a la expe-
riencia de la masculinidad (Palacio y Valencia, 2001). Podría decirse que se
trata de un co11texto donde prevalecen fuertes resistencias masculinas al cam~
bio y se escenifican contundentes luch?s masculinas por el mantenimiento, la
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Crimen, catisgo y género
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Policías, delito e inseguridad
policías logran proteger los privilegios y conservar los beneficios que -en
mucho- obtienen de sus posiciones dominantes. Pero, paradójican1ente, lo
que aquí ha quedado claro es que, a pesar de la fuerza de la impronta de la
masculinidad normalizante, las trampas del poder y del privilegio, propias de
una realidad policial teñida de descontrol y desorden, hacen emerger con toda
crudeza la fragilidad y la vulnerabilidad de quienes en el mundo de los "hom-
bresll aparecen como mutilados.
Bibliografía
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