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Crimen, castigo y género

Ensayos teóricos de un debate en construcción

MARÍA EUGENIA SUÁREZ DE ÜARAY


(coordinadora)

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GUADALAJARA Cl>.=~l'i'."'ª'""~"'
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GOBIERNO MUNICIPAL 1 \l~ll~>llO'~OU
COMITÉ EDITORIAL

D1: Nfacedonio Tamez Guajardo


Director General de Seguridad Pública del Ayunta1niento de Guadalajara
Dra. Lourdes del Cannen Angulo Salazar
Directora de CAf..1PO, A.C.
Dr. Marcos Pablo Moloeznik Gruer
Profesor investigador del Departamento de Estudios Políticos del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Hu1nanidades de la Universidad de Guadalajara
Dra. Mercedes Palencia Villa
Profesora investigadora del Departamento de Estudios en Educación del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara

DIRECIORIO DEL IMMG


Mtra. Mercedes Alejandra Hemández González · Directora General
Psic. Linda Angélica Flores Durán • Coordinadora de Salud
Lic. Francisco José Chan1 López · Coordinador de Trabajo
Lic. Pablo Jesús Salinas Osomio · Coordinador de Participación Ciudadana
Lic. Gabriela Karina Cervantes Fuentes · Coordinadora de Educación
L.A.E. Nasbyth Aracely Sandoval Orozco • Coordinadora de Administración
Mtra. Alejandra Delgado Barragán · Jefa de Con1unicación Social
Ing. Pablo Anaya Enciso ·Jefe de Relaciones Públicas
Lic. Oiga Lidia Plascencia Casillas ·Jefa del Área Jurídica
C. Ofelia Susana Josefina Acosta Medina · Encargada del Centro de lnfonnación

CUIDADO DE LA EDICIÓN
Héctor Guzn1án Gutiérrez

Primera edición 2009

© D.R. 2009, Instituto Municipal


de las Mujeres en Guadalajara
Mida 386
Col. Monun1ental
Guadalajara, Jalisco, México

ISBN 978-970-764-846-3

ln1preso y hecho en México


Printed and made in Mexico
,
Indice

Presentación .................................................................................................. 9
Mercedes Alejandra Hernández González

Introducción ................................................................................................ 11
Teresa Incháustegui

La perspectiva de género y la criminología: Una relación prolífica ............ 29


Norma Fuller

Policías, delito e inseguridad


Reflexiones desde el lente del género ................................................... 43
María Eugenia Suárez de Garay

Virginia, la criminología y el control antisocial de las mujeres ................... 65


Pat Carien

Madres bajo custodia


La construcción social de la maternidad en prisión ............................. 85
Cristina Palomar Verea

Madres frágiles: Censura social y castigos penales .................................... 105


Beatriz Kalinsky y Osvaldo Cañete

Las mujeres y la economía comparada de las drogas ................................ 127


Manuela Ivone da Cunha

Aquí no perdonan nada


Mujeres zapotecas: testimonios del tráfico, la cárcel y la justicia ...... 135
Concepción Núñez Miranda

Acerca de las autoras y el autor ................................................................ 153


Policías, delito e inseguridad
Reflexiones desde el lente del género

María Eugenia Suárez de Garay

-La corrupción, General, lo sabemos, se da en todos los estra-


tos. lEs grave en la corporación?
-Pues yo creo que aquí existe en ... 15 por ciento ... Yo no voy a
abaratarme con la policía cogiendo un peso, que ni me lo han
dado. Y eso lo pueden preguntar a cualquiera de allá abajo. Pre-
gúntenle a un policía, al de la esquina, si yo agarro dinero. Ellos
saben quiénes son los que les exigen y saben hasta dónde llegan,
no crean que son tan tontos. lPor qué creen que los corro con la
n1ayor facilidad, a ver, non1ás dígann1e? ... A los policías les digo
con la tnayor sencillez: con ésta te elegí y con ésta te destituyo.
Yo no tengo an1igos ni cotnpadres. Si corrí a nlis cuñados de aquí,
lno voy a correr a fulanito y a zutanito?
Entrevista a Arturo "El Negro" Durazo
Director General de Policía )'
Tránsiw del Departamento del Distrito Federal
Proceso, Núm. 297, 12 de julio de 1982.

La crisis de seguridad que se vive en México y el gran fracaso de los intentos


del Estado por resolverla responden -en parte- a la existencia de un sistema
policial signado por la ineficacia en el cumplimiento de sus funciones. Como
se desprende de la declaración que sirve de epígrafe a este texto, lo usual ha
sido que ni las instituciones policiales ni sus representantes rindan cuentas de
sus actos. Se ha carecido de sistemas disciplinarios internos que operen en
función de estándares profesionales y se ha mantenido a la policía apartada de
todo escrutinio público: por décadas ha manteniendo esquemas sumamente
débiles de rendición de cuentas ante los congresos, el sistema de justicia penal
y las comisiones de derechos humanos. La policía no somete a cuentas a sus
propios miembros pero tampoco permite que lo hagan actores externos. A lo
largo de su historia, ha sido una institución en extremo cerrada y distanciada
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Crimen, catisgo y género

de actores clave del sistema de justicia penal, por ejemplo ministerios públi-
cos, jueces y otros actores, como legisladores, n1edios de con1unicación y por 1

supuesto, los ciudadanos. Encerrada en las reglas y prácticas desviadas que


ella misma crea, la policía no ha logrado definir sus misiones con10 un servicio
al público y a la protección de las libertades democráticas; por lo mismo, tam-
poco ha conducido sus operaciones de acuerdo con estos fines. Esto ha dado
lugar a la institucionalización de prácticas y orientaciones de naturaleza ilegal,
informal y clandestina, altamente difundidas y validadas en el interior de la
propia policía sin que se les haya son1etido a casi ningún tipo de revisión;
1

además, esto ha hecho imposible que se acelere su reconversión por parte de


las diferentes gestiones gubernamentales.
Uno de los rasgos más dramáticos del sistema policial vigente es ese otro
orden subterráneo, caracterizado por un poder punitivo al margen de cualquier
legalidad o control institucional. Esto permite hablar de una doble institucio-
nalidad: legal/ ilegal (Vallespir, 2002: 13): en la policía se cometen delitos y es
fundamental dar cuenta de cómo la misma estructura que se usa para comba-
tir el delito se usa para cometerlo. iEn qué circunstancias se deslizan los poli-
cías hacia un lugar u otro? iCuándo son héroes por cumplir con su deber y
cuándo integran la estructura simultánea? No hay que olvidar que dos carac-
terísticas sobresalientes de la actuación policial en México han sido el predo-
minio del uso de la fuerza y las intervenciones de tipo reactivo y de choque. 1
Se podría aventurar -como hipótesis- que esto ha favorecido el desarrollo
de un tipo de violencia institucional con un claro corte ilegal, ejercida por
algunos integrantes de la institución ya sea de manera individual o concertada
y resultado también de la incompetencia y la falta de preparación entre los
policías. Estas prácticas han incluido: actos de tortura sobre personas deteni-
das o sospechosas; la construcción de versiones falsas de la actuación de la
policía en el desempeño de sus funciones; el ocultamiento, la destrucción o la
fabricación de pruebas y evidencias, ta11to para acusar a personas inoce11tes
como para evitar que se acuse a policías o a personas protegidas por ellos; la
falsificación de testimonios, la presentación de testigos falsos, la intimidación,
el amedrentamiento 1 la amenaza y la represalia sobre perso11as, testigos o víc~
timas; la comisión o el encubrin1iento de actos de corrupción; el homicidio o
la ejecución extrajudicial de personas detenidas, sospechosas o contrarias a

l. El mantenimiento del orden y la persecución del delincuente han sido, a lo largo de nluchas décadas,
el principal papel de todo el aparato de control social fom1al en México. El sistema penal ha sido la
respuesta fundamental y prácticamente única al delito de todo tipo. De ahí que la persecución del
delincuente haya sido y siga siendo, desde esta perspectiva, el objetivo fundamental de la polida.

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Policías, delito e inseguridad

sus ilegalidades; la desaparición de personas o cuerpos, y la participación poli-


cial -directa o indirecta- en las actividades de la delincuencia organizada,
para brindarles protección, encubrirlos o trabajar para ellos de forma regular.
Este catálogo de delitos policiales surge de esa doble institucionalidad que no
sólo ha resultado normal en la policía sino que suele ser transmitida y, a veces,
estimulada desde los primeros contactos que los cadetes tienen en las acade-
mias. Así se va configurando una cultura policial que va dando cuerpo a un
conjunto de saberes, significados, comportamientos, usos y costumbres produ~
ciclos y reproducidos por la propia institución, por fuera de lo que los regla-
mentos y las leyes prescriben, y profundamente teñida por una impronta
simbólica de impunidad, violencia y legitimación de las ilicitudes.
Ahora bien, si detrás de las actitudes individuales de los policías se en-
cuentra esta cultura policial, con su propio lenguaje y sus reglas de conducta
{Suárez, 2006: 14), cabe preguntarse: icómo entran en juego las ideologías de
la masculinidad en las formas de subjetividad e identidad masculina, en sus
interacciones y relaciones? iCuál es el papel de las definiciones de género -in-
cluidas las de la hombría o la masculinidad "adecuada"- en el entramado
donde los policías son construidos e interpelados sin cesar en su capacidad
para moverse en la doble institucionalidad? El propósito de este capítulo es
introducir la dimensión de la masculinidad, condicionada por la perspectiva de
género, como un indicador que permite investigar, comprender y producir una
apertura del campo perceptivo del fenómeno delictivo en el mundo policial.

Género y masculinidad{es). Otra mirada

Joan Scott señala que el género implica "los símbolos culturalmente disponi-
bles que evocan representaciones simbólicas. [... ] En segundo lugar, los con-
ceptos normativos que ponen en evidencia las interpretaciones del sentido de
los símbolos que se esfuerzan por limitar y contener sus posibilidades metafóri-
cas. Estos conceptos están expuestos en las doctrinas religiosas, educativas,
científicas, políticas o jurídicas y toman la forma de una oposición binaria, que
afirma de manera categórica y sin equívocos el sentido de lo masculino y lo
femenino" {Scott, 1996: 23-24). La autora presenta con claridad al género
como una primera manera de articular las relaciones de poder y, lo que es más
importante, lo presenta como una categoría de análisis. Sin embargo, es perti-
nente señalar que cuando se habla de género se habla de una construcción
sociocultural que es diferente y no asimilable de forma lineal al sexo masculino
o femenino. Así por ejemplo, el concepto género masculino puede resultar muy

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Crimen, catisgo y género

ilustrador para desentrañar el con1portamiento de varones y n1ujeres en el


mundo policial, si se toma en cuenta la fuerte in1pronta androcéntrica que
tiñe a la institución.
Los estudios de género y de la masculinidad suponen la comprensión del
"ejercicio del dominio de género, que este don1inio, aun cua11do se presenta
con características peculiares en las diferentes relaciones clasistas es anterior a
ellas y las envuelve por completo; que abarca no sólo la jerarquización entre
los géneros, sil10 entre quienes ejercen en con1plicidad ese dominio; el domi~
nio que unos hombres ejercen sobre otros debe ser identificado y comprendido
diferencialmente de las complicidades entre hombres desiguales, que poseen
estructuras de acción conjunta incluso desde la desigualdad" (Cazés, 1998:
111). Espacios, formas de opresión de género, de desigualdad y de pactos
patriarcales fundados en la virilidad y fundadores de la violencia de género,
que han dado cuerpo a los llamados modelos hegemónicos de la masculinidad.
Cabe preguntarse, cuando hoy se habla de modelos hegemónicos de mas-
culinidad1 ¿a qué se hace referencia? Funda1nentaln1ente a una construcción
sociocultural. Es cierto que estudiar el género contribuye a dar visibilidad a los
hombres y sobre todo al significado de unos privilegios que han sido construi-
dos socialtnente, pero a los que se considera naturales, esenciales a la candi~
ción biológica, al hecho de ser hombre. El privilegio, si bien tiene orígenes
diversos, ta1nbién tiene una característica singular: es un logro de la lucha por
imponerse a su diferente, a su otredad, a las mujeres, a lo femenino y a lo que
de ello se desprende (Ramírez, 2006: 40). Pero no se debe olvidar que, como
señalaba Judith Butler, "considerar al género co1no una forn1a de hacer, una
actividad incesante performada, en parte, sin saberlo y sin la propia voluntad,
no in1plica que sea una actividad automática o n1ecánica. Por el contrario 1es
una práctica de improvisación en un escenario constrictivo" (2006: 14). Esto
obliga a tomar en consideración el momento de complejos cambios que ahora
se vive y la forma en que conviven diferentes modelos hegemónicos: no existe
una hegemonía de un modelo; el hombre de hoy está tomando forma a partir
de una lenta y complicada integración de modelos contradictorios que ponen
en cuestión los patrones patriarcales y sus privilegios.
El análisis de las masculinidades es una vía para comprender la cultura de
las instituciones policiales, atravesadas por ideas que se configuran en lo social
y lo cultural a partir de la diferencia entre lo que se considera valores y prácti-
cas de carácter masculino o femenino. Hay que considerar que a lo largo de su
historia estos espacios han estado ocupados, en lo fundamental, por "hom-
bres"; que las ideologías masculinas han logrado enraizarse y expandirse con
fuerza en su interior y en el complejo de sus interacciones, y que las subjetivi-

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Policías, delito e inseguridad

dades que los han habitado comparten un particular orden de género que ha
"incluido elementos centrales de la concepción dominante de la hombría, así
como ciertos valores y capacidades diferenciadas y diferenciadoras: búsqueda
de honor, riqueza, estatus, capacidad para ejercer viole11cia, para dominar, violar,
1natar (valores que no se entendían como 'femeninos', es deciri que no for1na~
ban parte del dominio simbólico de lo femenino)" (Nm'iez, 2006: 3 79).
Por lo anteriori el universo de análisis de este trabajo es la experiencia de
la doble institucionalidad y desde qué lógica un grupo de ex policías -inves-
tigadores, estatales y federales~ la conectan con su biografía, con su paso por
la institución policial, con las decisiones que han tomado y con los modos de
sobrevivir en prisión con esa experiencia. El acceso se logra a través del relato
de los ex policías durante su estancia en el Reclusorio Preventivo de Puente
Grande, Jalisco, presos por delitos como secuestro, homicidio, portación de
arma prohibida, etc. En ese espacio de pern1a11e11te negociación y tensión con
la doble institucionalidad, las diversas interaccio11es, prácticas y narrativas
van dando cuerpo a un entramado de discursos que configuran no sólo a un
sujeto masculino sino también a uno institucional (Sirimarco, 2004: 63). Inte-
resa detenerse en tres universos: hombres de respeto (a propósito de los mode-
los de masculinidad); cuestiones de valor (a propósito de las demostraciones
de hombría), y las rutas del delito (a propósito del otro honor). Es evidente que
no es posible abordar estos universos sólo desde las cuestiones de género; se
trata de vislun1brar cón10, a través de esos índices genéricos y de masculini~
dad, se va delineando -y avalando-- una cierta forma de ser y de actuar
dentro de la agencia policial (Sirimarco, 2004: 63) y cómo va tomando forma
y fuerza la posibilidad delictiva.

a) Hombres de respeto

Como ya se ha mencionado, a la institución policial en México la han caracte-


rizado esas figuras que, siendo parte de la institución, reinventan las formas de
estar en ella, de habitarla en su frontera, en esos márgenes entre lo que la
institución persigue y lo que tiene que preservar. Habitarla entre lo legal y lo
ilegal. Por eso no es extraño que uno de los principios rectores de la acción
policial haya sido y siga siendo la autonomía, que se traduce en enormes már-
genes de acción, decisión y riesgo de los sujetos, elegidos o asignados por otros.
Esto les permite ir reconociendo cómo se puede ampliar o no un margen de
trasgresión.
Desde esta lógica, es usual que todo sujeto de nuevo ingreso se enfrente a
un proceso de socialización, aprendizaje y trabajo con la institución. Esto suele

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Crimen, catisgo y género

estar matizado en función de los contactos de los sujetos entre lo que ellos
quieren hacer y los agentes con quienes les toca aprender a ser policías, así
como con las opciones que se les van presentando en el camino. Es frecuente
que ingresen con ciertas ideas y conforme pasa el tiempo se vayan enfrentando
con una forma de modelaje de compañeros, de algunos jefes inmediatos; con
un conjunto de oportunidades que los van confrontando con su propia idea de
lo que querían ser y cómo querían ser policías. Sin embargo, hay una figura
predominante en la primera etapa de modela je: la del comandante. iQué inspi-
ra este personaje? iQué encama y cómo alimenta los imaginarios policiales de
los recién llegados? iCómo se forja un vínculo con estos peculiares "jefes" y
con los valores masculinos que representa11?
Vicente, ex policía federal, quien purga una condena por secuestro, re-
cuerda su llegada a la "sala de agentes" de la Procuraduría General de la Repú-
blica, espacio de percepciones, intuiciones y fuerza persuasiva.

Ya cuando por fin entras en el juego te das cuenta que "estar en el juego" es esperar. Y
esperar en primer lugar es estar en la sala de espera. La sala de espera es la "sala de agen-
tes", que es una sala gigante y ahí te sientas a analizar a cada una de las personas. ¿y qué
pasa? Lo que pasa es que llegas y te sientas y tú esperas que inn1ediatan1ente te pongan a
trabajar o algo y te dicen: "No, aquí espéranos".
¿Estds como en la base?
Sí, estás en la base y la clave que nunca vas a olvidar es "uno".
iCó1no?
En espera de órdenes. Sien1pre hay que quedarse en "uno". Estás en una sala donde ves
que el de al lado está leyendo el periódico, el de enfrente lee un libro, otro hace un cruci-
gran1a, otros platican. Ves personas de todas las edades, con diferentes atuendos; n1e refie-
ro personas con botas de avestruz, otros con tenis. lPor qué? Porque por lo general si
estuviste trabajando en una zona de la República adquieres su forma. iY así se va el día y tú
esperando que te llamen!
¿y tú cómo ibas vestido?
Yo de traje. Eso denota que eres nuevo y que estás esperando, vulgarmente dicho, la ac-
ción. iY nada! Te forman, te pasan lista, "váyanse a comer", regresas de comer y sigues en
"uno". En espera de órdenes. Y no sabes hasta cuándo puedes estar ahí. lPor qué? Porque
así es la política ahí. Y por lo general eres la carne de cañón porque te forman y "a ver tres
voluntarios". Los que ya conocen para qué son esos movimientos se esconden y tú "Sí,
aquí estan1os", "Pasen a la dirección". Vas al piso de arriba con la secretaria y "Fulano y
zutano, nos estamos reportando para una co1nisión", "Ah sí, vayan a llevar esto al aero-
puerto, es correspondencia".
lCuánto tiempo estuviste así?
Dos meses. Después tú llegas y pasas lista a las nueve de la mañana y de nueve a tres no
pasa nada, nada, nada.
iPero no hacías nada?
Nada.

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Policías, delito e inseguridad

¿Pero conversabas con la gente?


Sí, sí. O sea, estudias a las personas y dices "bueno, me puedo adaptar al equipo de él''. lPor
qué? Porque te vas dando cuenta cómo es el trabajo ahí. Es decir, un con1andante tiene a
su gente y ese comandante como conoce los movinüentos, tiene contactos, busca cómo
salir a plaza. "Salir a plaza" es ir a un estado de la República. Entonces si tú estás solo se
van a ir y ahí te vas a quedar y ahí vas a seguir. Entonces tienes que empezar a congraciar
con cierta gente. Pero como eres el novato eres utilizado para ir por los cafés, para ir por los
periódicos y dices: "Bueno, algo tengo que hacer para granjéarn1elos".
¿y tú aceptabas eso?
la verdad no. El caso es que un día llegó un comandante y desde que lo veo digo "de aquí soy".
lY por qué? iQué le viste?
Su forn1a de ... Desde que llegó en su camioneta, traía un chofer y una personalidad muy
regia, muy fuerte, muy duro.
¿Te gustó eso?
Sí, sí, sí. Una persona de traje, con porte. Desde que entró al edificio todos se pusieron de
pie. Eso determinaba que era un mando muy importante. Entonces dije "De aquí soy. No
sé qué voy hacer, aunque sea le voy a traer el periódico, pero de aquí soy, tengo que perte~
necer a ese equipo". Y no lo había visto en México, no lo había visto antes en todo el
tiempo que había estado yo en la sala de agentes. Yo sabía que si él estaba en México era
porque estaba castigado, tenía problemas o había sido dado de baja y había regresado. O
sea, México es la congeladora y nosotros que acabábamos de graduarnos pues estábamos
en la congeladora. Dije "Va llegando de algún lado". Y por la manera en que se movía,
entraba a la dirección, se salía, entraba a la subdirección, se n1ovía 1nuy rápido, se veía que
no iba a estar mucho tiempo ahí. Me di cuenta porque le pide una relación de agentes al
secretario y ya en realidad quedábamos puros novatos. Y dice el secretario: "El ochenta
por ciento son nuevos con1andante". Y él dijo algo que me gustó: "Esos son los que quie~
ro". Él solito nos mandó llamar a todos, nos forn1ó y él escogió. Me sentí con10 en una
subasta de ganado. Te miraba a los ojos, te analizaba y te decía: "Pásate para allá, tu pásate
para acá".
¿Te la aplicó a ti también?
Yo sabía que estaba haciendo la selección. Primeramente me vio y vio al de atrás. Después
me escogió. Entonces nos dijo: ''Anótense en esta lista". Nos anotamos y al leer la lista
pronuncia mi nombre y digo "Soy yo''. Entonces dice "¿Quién es Vicente? lTú eres?", "Sí",
"Ok". Después llegó un grupo de cinco agentes viejos, viejos no de edad. Eran su equipo y
dijo: "Éste es mi equipo". Luego se dirigió a nosotros y nos dijo: "Señores, somos la nueva
delegación de Sonora". Déjan1e decirte que en la policía federal, Tamaulipas, Nuevo León,
Chihuahua, Sonora y Baja California ... iLa cumbre! iSonora, Dios mío! No, no, no ...
iQué n1ás quiero[ Nos dijo: ''Así que en ocho días salimos, hagan lo que tengan que hacer,
prepárense". Lo veo salir y todo mundo se pone de pie y se retira. Yo lo vi salir como un
dios. Él siempre usaba traje verde botella, con camisa amarilla y una corbata ...
lEra llamativo?
iExageradamente! Lo que más me llamó la atención fue el Rolex que traía. Un porte de
mucha elegancia. Ese día nos dijo: "No quiero payasos, quiero hon1bres aquí. Somos agen~
tes federales, con1pórtense como tales. Son lo máximo, compórtense como tales, actúen
como tales". Entonces, te alimentaba el cerebro. Ya no caminabas con las manos en la
bolsa, ya caminabas erguido y "quítate que voy a pasar".

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Crimen, catisgo y género

Esperar esperar y esperar se puede ver con10 un primer aprendizaje funda1nen~


1

tal en térn1inos de género. Vicente al recrear su tie1npo en la sala de agentes,


1

habla de cómo se pone a prueba al policía novato, cómo resiste frente a lo que
está fuera de su control y amenaza su sentido de autonomía, de autocontrol y
por tanto su se11tido de hombría o virilidad. Sin embargo, "estar e11 uno" es
también comprender el trasfondo del lenguaje no verbal del desorden que se
emplea sobre él. Poder de obligar al otro, imponiéndole significados, conmi-
nándolo a que no sólo los comparta sino que también vaya comprendiendo las
posibilidades de escenificarlos en breve.
Si esperar es un primer aprendizaje, mostrarse -al inicio-- diligente u
obediente en el espacio propio de "la espera" es un segundo aprendizaje que
resulta relevante en términos del orden de género. Ciertas posiciones subjeti-
vas de la masculinidad 1 encarnadas en actitudes y accio11es, suelen ser efec~
tivas aunque para los propios policías parezca11 muestras de in1potencia,
1

sumisión o rasgos femeninos. Se trata de acciones con10 servir café, traer los
periódicos o incluso realizar tareas que se considera intrascendentes. SiI1 en1~
bargo, consentir es también asimilar la cuestión de la propia presencia en el
mundo policial y la resona11cia interior de cómo se va aprendiendo a ¡¡torear
las circunstancias".
Por ello, en el relato de Vicente, la figura y la llegada del comandante resul-
tan un punto de inflexión en su larga y corta espera de dos meses. El tiempo le
ha permitido reunir suficientes elementos como para que el comandante se
convierta -sin pretenderlo-- en un lugar donde se proyecta su futuro poli-
cial. El comandante le irradia, con pocas palabras, todas las respuestas posibles
y su imaginación le suministra raudales de energía sin que él tenga necesidad
de pronunciar nada. Poder iI1vasivo 1 presencia, comportan1ientos y recursos
estilísticos de género configuran el mundo de los comandantes. Marcan, con su
imagen y con su manera de ser/ hacer policía, el hilo y el ritmo del aprendizaje.
El ritmo de vida de un policía suele ser muy veloz, caracterizado por la
acción (o así se busca que sea). Pablo, quien fuera policía preventivo estatal,
policía investigador estatal y finalmente madrina' para policías investigadores
federales, hoy preso por secuestro, cuenta las razones por las que siempre quiso
ser "como el jefen:

Había un teniente coronel que lo hicieron los americanos y lo tenían aquí en Guadalajara.
Él fue a Estados Unidos a dar parte al gobierno de cómo estaban aquí las cosas. En ese

2. Asistente de un policía, sin adscripción formal a la institución. Se encarga de tareas sucias aprove-
chando su invisibilidad institucional.

50
Policías, delito e inseguridad

entonces andaba mucha gente de Caro Quintero. Bueno, total de que él tenía relación
con ellos por lo 1nisn10.
Estaba con Dios )' con el diablo.
Él sabía dónde iba a estar el retén, a qué hora iba a estar para que ellos (los narcos) se
fueran por otro lado o él hablaba a gente de los retenes para can1biarlos y que su gente
pasara. iCosas por el estilo! Esa persona se hizo suman1ente famosa que hasta un corrido le
hicieron. Ese señor me tuvo mucha confianza. Yo era su diez de oro. Me decía: "Mi diez,
arrín1ese la p,z7 y se va a llevar cinco armados, llega tni esposa en tal vuelo", "Van1os por
la señora al aeropuerto". Estaba bien guapa la señora, ojos de color. Yo estaba bien escuincle,
flaco, fui delgado. Traía n1aletas grandotas, llegaba con cinco, seis, hasta ocho nlaletas. De
ese tipo con rueditas. iEran de gente rica!
No eran tan comunes.
No y nosotros llegábamos armados. Yo traía una M,60. Era lo mejor que había y eran de él
las am1as y los den1ás con su fierro atravesado. Atravesábmnos a un lado de la banda de la
aduana, cuando llegaba el vuelo empezaban a bajar las tnaletas y le decíamos a la señora:
"lCuáles son sefi.ora?", "Pues esa y esa y esa", y así las agarrában1os y váinonos. Y así segui,
do nos mandaba al aeropuerto. Total que me agarró mucha confianza y mucha estin1a. "Mi
diez p'acá y n1i diez p'allá". Entonces yo abusé de su confianza. Me decía: "A tales horas te
vas porque llega n1i señora", "Pues le voy a dar una lavada a mi can1ioneta nü jefe porque
pues se va a subir su señora", "Tienes razón cabrón". Le daba su lavada y me llevaba a
varios armados y también algunos conos anaranjados y un cono blanco. ''Alto, can1paña de
despistolización'', y hacía mis retenes yo solo.
i Bien listo tú!
iNo, pues con seis armados, la camioneta y torreras! iSe paraban los carros! Yo les decía a
los muchachos: "Veinte minutos non1ás aquí y lo que caiga, si no cayó nada nos van1os".
Lo que caía era para robar porque nada lo reportábamos y caían a veces sus pistolitas, a
veces droga y litigábamos: "Háblale a tu pariente a ver si te quiere sacar de la bronca,
ibronconón que traes!" y cosas por el estilo.
iLa típica!
Total de que un día n1e cayó el cliahuistle con toda la raza. Estábamos ahí y se dejó venir.
"¿y esos qué?", "Pues sabe a dónde irán". iNo, pues que llegan directamente con nosotros!
"Qué hubo cabrones. lA poco nluy coroneles haciendo retenes? Van1os todos p'arriba". iA
mí no me hizo nada! Solo me dijo: "Oye cabrón no la chingues", "Nos acabamos de parar
jefe'', "No, no, a mí no me cuente ni 1ne quieran aventar un cuento chino ni novela. No
andes haciendo eso, pa' la otra te voy a chingar", "No, pues está bien". Yo era el único de
su confianza. Me dio una pistola KP a conserva y yo la traía pa' un lado y pa' otro. Total de
que ese señor agarró fama porque daba cursos en la Academia sobre cuestiones de exp\o,
sivos. Y para pararse el cuello era él el único que sabía rapelear. Pues total que un día lo
llaman para desactivar un artefacto y ya voy yo hecho la madre en el carro de él junto con
él. iNo, el entenado muerto de risa! "iAhorita van a ver esos hijos de la chingada! Y saca
su puño de perico (cocaína). iYo me quería parecer a él! Un puftote de perico que sacó y
una navaja de oro y ernpezó a picar. iEra grande el viejo!
¿No renía miedo de nada?
iN'ombre! iBien loco! lQué miedo iba a tener? Bien, pero bien trabado. No era que no
tenía miedo, sino que no sentía nüedo porque no podía sentir de tan drogado. Eso después
yo lo analicé, en el momento no. Yo decía: "Mi jefe". Olvídate. iDios se queda tonto en

51
Crimen, catisgo y género

con1paración! Es grande, es chingón porque no le saca, porque no tiene miedo, él platica


con todo el mundo y todavía se pone y tiene muje.res, lo buscan chorro de mujeres y pues
ya está viejo. lCómo le hace? Ya después al tiempo que n1e tuvo inucha confianza ine hizo
sargento primero. O sea, para llegar a sargento primero ahí estaba tnucho muy difícil por el
hecho de que tenía que pasar uno n1uchas pruebas, tanto psicológicas como de annamen-
to, de trato social. Total que me hizo sargento primero.
¿Sin pasar por nada?
No, a boca de él no1nás.

!Dependencia desobediente? iSustitución idealizada? Como se puede ver en


el relato de Pablo, la personalidad del "jefe" adquiere especial importancia. Se
trata de una persona para quien merece la pena trabajar y que da al trabajo un
significado mucl10 más preciso: ser on1nipotente, influyente, poderoso, fuerte
y deseado.
Las pautas culturales de una sociedad sexista promueven el riesgo como
característica propia de los varones. Por ello, muchas de las experiencias tem-
pranas en contextos policiales, donde la exaltación de la impunidad y la ilega-
lidad son una constante, suelen estar atravesadas por roles de género y por
relaciones jerárquicas que propician dinámicas de conflicto y de violencia, las
que con regularidad dejan marcas en la constitución de las subjetividades. Es
así como la figura y la estatura del jefe moldean la realidad -psicológica y
policial- de sus subalternos: fortaleza física, sin rasgos de debilidades emocio-
nales que puedan poner en entredicho la constitución de la virilidad y la mas-
culinidad; el ejercicio sin límites de la sexualidad y el poder económico, y la
exigencia de demostrar la heterosexualidad en extremo.
En el mundo de los "hombres de respeto", la figura del comandante o jefe es
clave. Ahí, los sentidos del reconocimiento, la obediencia y el acatamiento no
necesariamente pasan por la asunció11 e interiorización de una deontología o
ética profesional policial sino, de manera primordial, por aquellos secretos -
a voces- que poco a poco se van develando a los recién llegados, que les van
enseñando a convertirse en un miembro pleno de la comunidad policial y don-
de cada uno encontrará su sitio según su grado de iniciación.

b) Cuestiones de valor

Sin duda, la profesión de policía exige estar capacitado y entrenado para en-
frentar situaciones de riesgo. Sin embargo, lo que ha prevalecido en México es
una noción de "carrera policial" como un mero devenir confiado exclusiva,
mente al transcurso del tiempo dentro del cuerpo policial -la antigüedad--o
a la cooptación no sometida a reglas de capacidad o mérito. Solo en aftos más

52
Policías, delito e inseguridad

recientes se ha venido dando una formación policial que intenta revertir esta
cultura, pero todavía presenta carencias significativas y no logra establecerse
del todo un servicio civil policial de carrera que permita producir profesionales
confiables y capaces.
Por ello, en el ámbito policial el vínculo con una identidad masculina que
celebra la vivencia de situaciones de riesgo, el ejercicio de la violencia y el
abuso de las capacidades corporales ha tenido una fuerza simbólica importan-
te. Por ejemplo, la exaltación del mito del héroe como explicación de las razo-
nes que llevan a los policías a exponerse en situaciones que po11e11 en riesgo su
vida como prueba para legitimar su hombría, ha ocasionado muertes que de
manera objetiva pueden ser explicables en términos de falta de previsión poli-
cial. Paradójico mundo de antihéroes. Son los costos de ese mandato social de
la masculinidad dominante que, como analizó Elisabeth Badinter, está sujeto a
que el varón demuestre todo el tiempo que no es mujer, no es bebé, no es gay y
no es vulnerable (1993).
Como ya se sabe, el arma es un signo y un instrumento de autoridad en el
mundo policial. Sin embargo, también sucede que, ante ciertos grados de osa-
día y riesgo con los que comie11za11 a relacionarse los policías, el arma aparece
como un objeto simbólico por excelencia, que hace las veces de extensión del
poder de dominación con el que los sujetos comienzan a resignificar su queha-
cer. A11tonio, ex policía preventivo municipal, quien fue comisionado a lapo~
licía federal y al mismo tiempo realizaba trabajos como madrina, habla y al
hacerlo se erige sobre un discurso atrapado por la urgencia de reaccionar o
participar tácitan1ente en lo que vive:

El portar un arn1a, el agarrar un arma de un de repente te da una sensación de poder. Te da


una sensación de poder, te sientes invencible con un anua. La pistola que me comisionaron
en la municipal duré co1uo seis años con ella. Pero cuando pasé a la Federal me dieron una
nuevecita y n1e la llevaba yo a mi casa. Para todos lados andaba con ella. Una vez me la
llevé hasta de vacaciones al mar. iSalí de vacaciones y me la llevé!
lYa no podías andar sin tu arrna?
Ya no podía andar sin arma. lPor qué? Porque ya era n1uy difícil por el terreno que anda
pisando ya allí.

En la apología al arma se exacerba la proclamación de la ampliación de las


facultades discrecionales de la policía, que permiten ir entendiendo cómo se
va dando ese "endurecimiento" de la actuación en el denominado "combate
contra el delito" y que va ocultando los visibles vínculos entre ciertos núcleos
policiales y el delito. La declaración explícita que señala los terrenos que se
pisan brinda una primera idea al respecto. Antonio legitima las palabras que

53
Crimen, catisgo y género

envuelven esta cultura policial y permite con1prender la fuerza que tiene ese
trasfondo genérico que la acompaña, donde la temeridad es una forma de iden-
tificarse con una in1agen valorada y trasce11der la condición de desventaja -
a nivel social- que se le impone al saberse policía.
En este sentido, resulta interesa11te la estrecha relación que se teje entre
connivencia y honor viril. Las diversas 111anifestaciones de esta relación van
desde la ausencia de palabras hasta su exaltación extrema, todo dependerá de
lo que dicte el ente11di111iento tácito para los contextos en cuestión. Vicente
nos transporta en su relato a ese alboroto ritual que no deshace el atentado a
las normas sino que produce su plena n1aterialización:

Presencié nada tnás una vez que torturaron a alguien.,. Bueno, no lo presencié, lo escu~
ché. Me puse muy nervioso. Canlinaba de un lado a otro. Subía, bajaba, no sabía qué
hacer. Y le dije a un compatl.ero: "No sé, tal vez nos equivocamos". Porque ellos gritaban
que vendían hamburguesas, no drogas. Y yo le decía: "Oye, tal vez nos equivocan1os". ¿y
qué dijeron? Se burlaron de n1í, me dijeron que me callara, que yo qué iba a saber. Enton~
ces tne di cuenta que estaba n1ostrando debilidad, que estaba demostrando que no sabía.
lEso no se puede?
Sí, no se puede. Todos tratan en una investigación de llevarse las fanfarrias, de llevarse las
tnedallas de gloria.
¿y ser hon1bre?
No, sino 1nás bien de que "yo le saqué la verdad".
¿Pero no habría también 1111 asunto así como de hombría?
Sí, sí, pero esa parte viene después. Eso viene en alguna reunión, cuando te platican. "En
una ocasión yo llevé n1edia tonelada de droga a tal lado. Yo llevé a tal lado con fulano de
tal". Níientras tnás fuerte sea el acto ilegal que haces, n1ás hombre eres. Aquí lo iinportante
son los negocios vinculados al narcotráfico. lPor qué? Porque es lo que más dinero te deja.
Mientras 1nás grande es más poderoso, 1nás fuerte, más hon1bre eres, 1nás valiente eres y
eso te reditúa 1nás dinero. Y al tener dinero te da mujeres, te da poder, te da todo. Yo vi
con1andantcs, agentes con10 yo, tropa que le hablaban de tú a tú al con1andante. lPor qué?
Porque tenían el poder econón1ico. Pero el dinero te da mucho poder. lPor qué? Porque al
tener n1ucho dinero en una corporación policiaca quiere decir que tienes n1uchos contac-
tos. Tener contactos es que tienes poder. El dinero es con10 un imán de las n1ujeres.
iCrees?
Sí, yo creo que sí.
iTe sucedió siendo agente?
La pura placa es un irnán. No n1e pasó a n1í nada 1uás, les pasa a todos. Lugar de que llegas,
no sé, las secretarias te entregan vehículos, instalaciones, anuamento o equipo de cómputo,
todo eso y al parecer las secretarias tan1bién van incluidas porque hacían amoríos con todos.

Lejos de ser la señal de una sequía de argumentos, lo que muestra el testimo-


nio de Vicente es el poder en escena, el poder del exceso que se construye a

54
Policías, delito e inseguridad

partir de los símbolos, de las tramas que se tejen con ellos. Así pues, en la
medida en que la cultura policial coloca como equivalentes masculinidad y
poder, privilegio y dominio, el código de honor de la identidad del varón con-
siste 110 ta11to en ser fuerte sino el n1ás fuerte, el más valiente, el más guerrero,
como premisas del triunfo sobre la debilidad y el ocultamiento de los senti-
n1ientos considerados femeninos, argu1nento que orie11ta la interpretación de
las expresiones masculinas (Palacio y Valencia, 2001:209). Así, los espacios de
encuentro cotidiano se convierten en un lugar árido, i por donde quiera que se
le mire! Todo está dispuesto para el control de los ilícitos y las ilegalidades y al
n1ismo tiempo lleno de presencias inquisidoras de señala1nientos agobiantes y
1

de una sexualidad que no sólo se vuelve rutina sino que se encuentra condi-
cionada por las exigencias de la disponibilidad de un cuerpo femenino que
corresponde a los deseos de una estética mercantil.
Atrapados en el juego de las exigencias en el mundo policial, se sienten sin
derecho a abstenerse de participar. En este escenario, aparecen las narraciones
de la noción de descontrol como la forma de dar cuenta de ese momento de la
vida policial asociado a la desviación de la norma, al riesgo, al desorden, al no
seguimiento de los mandatos de responsabilidad y en general al ámbito de
trasgresión. Manuel, ex militar, comisionado a la policía federal y preso por
dilación en la administración de la justicia, pone en marcha un afán de conser-
vación más o n1enos eficaz 1 aunque arriesgado:

Había compañeros que rne decían: "lSabes qué? Hoy es día de guardia, pode1nos aprove-
char. Ahí están los vehículos, ahí están las annas, va1nos a pegarle a "Roberto". O sea
vmnos a robar. Entonces decía uno: lde qué lado n1e hago? O sea, rne uno o n1e quedo
con10 chivatón y al rato hay represalias o qué. Me acuerdo que en una ocasión sí acompa-
ñé a unos con1pañeros. Pero a n1í no me agradó la forn1a en como ellos se con1portaron.
Fue algo muy ... es con10 luego vulgarn1ente dicen ... es como ir a tun1bar borrachitos. Yo
no soy para eso. Luego me decía: "Oye, vmnos", "No, yo no soy para eso, no me gusta".
¿y qué te decían?
Pues n1uchos 1ne hacían la burla. Me decían cobarde, rnc ofendía, pero yo decía "bueno".
Me acuerdo que nü papá me decía: "n1ás vale que te comas un pan duro pero ganado bien,
a que te comas un pollo robado". Yo n1e acordaba n1ucho de lo que n1i papá me decía. Él
estuvo n1ucho tiernpo en este n1edio y él sabía lo que era estar de un lado y de otro. Todo
esto él lo vivió también y trató de trasn1itirn1e sus valores y pienso que eso es lo que a n1í
me inclinó a decir que no, yo de este lado no juego. Porque sí se puede, tiene uno todo. El
hilo que divide a un delincuente de un policía es algo n1uy n1uy invisible, en cualquier
1no1nento ·se puede ...
¿Te tocaron c01npaiieros n1ilitares que cuando entraron a la comisión pasaron al otro lado?

¿y eso qué supuso para ti?
Era una situación muy n1olesta para rní. Me acuerdo que en una ocasión estaba un compa-

55
Crimen, catisgo y género

ñero y me decía: "vente, vamos a ir a cobrar una renta, es muy fácil, ahí ya están puestos".
Yo le dije que no, "si tú quieres ve, para mí haz de cuenta que no me platicaste nada, yo no
sé nada", "No mira, los dos venin1os de donde mismo, tene1nos que apoyamos, somos
militares", "Yo te apoyo, non1ás en esa situación no te apoyo porque yo sé el problen1a que
me puede ocasionar. Tengo mis hijos y no voy a arriesgar a nü fa1nilia, mis valores por una
tontería. Tengo mucha trayectoria, mucho tiempo en el ejército y no quiero tirar todo a la
basura". Total que discutimos y n1e amenaza ... Fue algo que en realidad a veces no quisie-
ra ni recordar, fueron cosas por las que a n1í no me gustaba la situación en la corporación
ésa. Altercados que tuvimos muchas veces. Me acuerdo que una vez incluso queda1nos los
dos con la pistola apuntándonos, él me apunto y yo le apunté, igual los dos, ''A ver jálale",
"Jálale tú", "Sí, jálale tú a ver quién es el primero", "Si me voy, te vas, así que tú dices". Y
son cosas que muchas veces no lo piensa uno en el momento. Yo llegaba a mi casa desespe-
rado por la situación. Yo decía: "lQué hago?" Quería salirme y no podía. Quería hasta que
se acabara la con1isión de orden del presidente. Fueron dos años bastante difíciles. Me
acuerdo que muchas veces incluso tuvimos altercados con corporaciones uniformadas
porque nos ven armados y se bajaban a querernos detener. Uno en esas situaciones se pone
muy violento. Yo creo que yo n1e volví más violento dentro de la corporación en dos años
que todo el tie1npo que estuve en el ejército.

No es extraño que Manuel se haya vuelto violento en el mundo policial. Recu-


rrir a la violencia -en sus múltiples expresiones- en la policía es una forma
de mantenerse y legitimarse. En ese sentido, hay que pensar que la violencia es
parte integrante de la cultura policial masculina: algunos de los actos narrados
ni siquiera son considerados realmente violentos, se les ve como respuestas
esperadas ante agresiones o como formas de defenderse y defender a otros que
forman parte del repertorio de modos de relación con que un hombre cuenta.
Sin embargo, pese a su negativa, es claro que los modos de defenderse y sobre-
vivir siendo rudos, haciéndose duros para conseguir el respeto que les da su
lugar, así sea a costa de su propia vida, también están emparentados con toda
esa ética sustentada en la fuerza y la destreza para sortear el riesgo y el peligro,
que parece hundir sus raíces en códigos culturales aún muy fuertes, como el
respeto, la autoridad y el valor (Serrano, 2004).

e) En las rutas del delito

Vivir la policía se transforma en un trabajo que no sólo provee ingresos sino


cuya realización requiere del despliegue de un saber práctico importante, don-
de -como se ha visto-- se asumen las asignaciones de género y se refuerzan
casi a manera de dogma a través de discursos afines, legitimados por los pro-
pios pares. Justo en el dominio de ese saber práctico, lo que va modelando su
ruta dentro de la institución es el manejo de los márgenes de acción y decisión
y la lógica con la que los policías van asumiendo los riesgos; las formas en que

56
Policías, delito e inseguridad

pueden ampliar un margen de trasgresión. El manejo de estos márgenes puede


ser el medio para alcanzar ciertos umbrales de una apreciada identidad mascu-
lina dentro del mundo policial: aquella asociada al artificio del disimulo, al
goce de la trasgresión y al aura de la impunidad y de especialización en ciertas
prácticas que suponen el dominio de grados distintos de complejidad. Así, tras
un periodo de ensayo y error, Alfredo, ex policía federal y preso por privación
ilegal de la libertad, cuenta cómo fue dominando poco a poco ese equilibrio
personal entre los riesgos y los beneficios esperados de la acción:

Cuando llegué a Guadalajara estuve en los separas recibiendo detenidos. Ahí estuve cinco
meses.
iCinco meses!
Ahí n1e hice más drogadicto porque yo recibía toda la droga. Todo lo que decon1isaban yo
lo recibía. Todo lo que ahnacenaban, yo lo aln1acenaba. Yo llevaba 1ni registro. Los pocos
bisnes que hacía ahí para sacar dinero era con eso. A mí me entregaban los kilos de cocaína
que decomisaba la Federal de Caminos o las otras policías y los tenía que guardar. Ahí eran
los bisnes que hacía yo. Yo contacté a un ... Más bien él me contactó a mí. .. Un químico
que me dijo: "lSabes qué? De un kilo yo te saco dos y lo vendemos, bien machacado y bien
bueno". Total que hice la prueba.
¿y te funcionó?
iMe funcionó! Yo agarraba un kilo, partía y el químico me entregaba un kilo de cocaína no
tan pura y lo demás lo vendíamos. Ahí me iba manteniendo.
¿A quién la vendías?
Él se encargaba de venderla a los misn1os. Aquí en Guadalajara había Sigmas. Los Sign1as
son policías comisionados. Son achichincles (lacayos) de nosotros. iPero en fin policías,
oficiales o madrinas! A ellos nüsmos se las vendíamos. "Si tienes a quién venderla, si no yo
mismo te la con1pro", n1e decía el quínüco. "¿A cómo me la vas a dar?", "Pues tú sabes, tú
la machacaste, tú sabes cómo está la pureza". Yo me sentía el rey de la cocaína ahí. Les
decía a todos "iQuién quiere un perico?" iTodos querían un perico! "iUn perico, un peri~
co, quiero un perico!" "iAllá está el Loco, él tiene un guaro!" Y llegaban, "Quiero un
perico, Loco, invítame un perico, no seas gacho cabrón con tus compañeros", "Sí, ahí te
va". Les aventaba el bolsononón. Me decían: ''Ah, no tanto". Y yo les decía: "No es todo
para ti, agarra lo que necesites". iN'on1bre! iMe hice una fama de locochón tremenda!

En su alusión a la fama lograda, Alfredo parece evocar la sensación de domi-


nio de esa percepción de riesgo que parece rodear sus acciones y no hacerlo
sentir obligación moral alguna frente a la ley. Sin duda, no se trata de un
problema de su naturaleza individual sino más bien de uno más complejo, que
tiene que ver con esa ilegitimidad del poder policial y la extensiva capacidad
que brinda para actuar y que requiere -eso sí- construir una armadura per-
sonal para alcanzar ciertos logros financieros. En el escenario descrito por
Alfredo, la demostración de la temeridad es una forma de identificarse preci-
samente con esa armadura, con esa imagen apreciada que le permite trascen . .

57
Crimen, catisgo y género

der su condición de desventaja -en tanto que es un mero "celador 11- para
transitar por los caminos de la violencia, que es la alternativa de identidad
valorizada que por tradición la institución ha venido forjando en tanto que
fon1enta un modelo más reactivo y represivo.
Partiendo de lo anterior, se debe recordar que el poder se expresa no sólo
en el margen de acción y decisión que es posible operar en instituciones poli-
ciales donde la trasgresión de la ley se ha hecho parte de la rutina diaria sino
también en la posibilidad de contar con el recurso de la lealtad y la complici-
dad necesarias para que la trasgresión de la ley no sea explicitada ni se haga
visible. Es decir, la complicidad que permite actuar trasgrediendo la ley con el
uniforme de un protector de la ley requiere de un margen de lealtad enorme.
Así, entre más alianzas y más poder tenga un policía, n1ás amplios serán los
márgenes de protección para operar los propios márgenes de decisión. Resulta
paradójico que esos márgenes de complicidad y lealtad sean profundamente
frágiles. Llegado el momento, ese vínculo depende en gran medida de que
aparezcan otros actores que rompan el equilibrio precario de esa lealtad y lo-
gren que quien protege a alguien lo traicione para salvarse él. Y aunque esa
amenaza es clara, casi sien1pre se le vive en carne propia cuando llegan las
consecuencias de haber optado por el delito. Sin embargo, mientras los poli-
cías están en activo, su comporta1niento táctico suele desplegarse sobre un
horizonte ten1poral imaginario y el riesgo aparece con10 una variable que entra
en juego en la definición de los distintos campos de acción donde circulan.
Daniel se inició con10 policía municipal; después fue co1nisionado a u11a
delegación estatal de la Procuraduría General de la República y en sus tiempos
libres operaba como madrina para la propia corporación policial. En su testi·
monio formula, con un lenguaje coherente e inteligible, ese proceso de asimi-
lación de las correas de transmisión de las prerrogativas que hacen posible la
cooperación policial:

iMira, esto es así! Empiezas a n1eterte en el juego de ellos n1ismos y de la n1isn1a forma.
iEsto es lo que ocasiona que realmente se organicen las grandes bandas! La policía es el
nido de donde salen las grandes bandas. Un con1andante de la Judicial del Estado que de
ahí se va a la policía n1unicipal de Zapopan y de ahí lo mandan a la policía del estado, a la
rural y de la rural lo regresan otra vez a la Judicial del Estado. Y bueno, de la del estado se
lo llevan a la tnunicipal de Guadalajara o a la de Tlaquepaque. ¿Qué es lo que nos da esto?
Simplemente que en1pieza a conocer compañeros. Conoce el nu1nicipio de Zapopan; lue-
go en la rural conoce brecha, carreteras y poblaciones; desde Zapopan cón10 rodearle para
llegar a Tonalá o a Tlaquepaque, no sé. En ese mismo contorno e1npieza a conocer al
policía de Zapopan, al rnás malandro (malandrín), al que 1nás pega el tiro de ahí, en la del
estado conoce a otro dos y a la hora que lo can1bian de la del estado se los jala con él. Y así

58
Policías, delito e inseguridad

se empieza a jalar a su gente. No tanto con la intención de hacer una banda, pero sí de
llevarse a su gente que más coopera con él, la gente que n1ás dinerito le da a ganar. Enton-
ces de esa fonna va empezando a agarrar lo mejor de todos los cuerpos donde va recorrien-
do su canüno. Y si en el ínter de todo eso en1piezan a ver que hay bastante dinero y se les
acaba su minita de oro, los corren, pues ya conocieron todo ...
iMe quieres decir que)'ª no necesitan nada?
iPues es que ya conocieron todo! A final de cuentas como comandante va y se le para a
cualquier n1añoso, cualquier vendedor de drogas, cualquier cabrón que roba vehículos o
que los desmantelan. En1piezan a tener buenas relaciones. ¿y qué es lo que hacen? Pues se
dedican a eso.
lPero ha)' algo también de gusto?
Pues sí, la quién no le gusta el dinero? iY n1ás el fácil y el ajeno! Es lo que le digo ... El
poder .... De ser un sin1ple agente y te ponen de con1andante de una corporación ... iTe
dan muchas alas! Es un cambio tnuy rápido de nivel. Te suben tan alto que te en1piezas a
transfonnar. Y se lo digo por experiencia propia. Vas subiendo, vas subiendo con10 la leva-
dura. Llega el momento en que ya te sientes inn1une. Te sientes tan poderoso que haces las
cosas a veces sin pensar. Sin pensar en el daño que a lo n1ejor ocasionas o que puedes
ocasionar o el que te puedes ocasionar a uno 1nisn10. Es tanta la enajenación que llega a
tener uno que no te interesa, porque obviamente cuando ya hay bandas de policías o
donde intervienen policías, pues es porque tienen un respaldo.
lSiemfJre saben los jefes?
No sie1npre, pero lqué ilnporta que lo sepan los jefes? A final de cuentas a lo n1ejor con el
silnple respaldo de las unidades que andan por el área te da más valor, te da más fuerza.

En este testimonio parece condensarse una ambivalencia: de pronto Daniel


habla como si los policías se enfrentaran con una fuerza exterior que los preexiste
y nu11ca pudieran participar en su creación. Como si todo lo que sucede "debía
suceder como si hubiera un conjunto de causas irresistibles a las que el poli~
11
,

cía no puede negarse. Como si el policía sólo actuara al compás de la inercia


institucional. Pero al misn10 tiempo, en su n1anera de describir un escenario
social teñido por la fuerte presencia de una cultura delictiva, reafirma la creencia
extendida de que el dominio de su lenguaje puede asegurarle a todo policía
que "el porvenir está en sus ma11os", pero deberá hacer los esfuerzos necesarios
para alcanzarlo, aunque ello implique, por ejemplo, redireccionar el "culto a
los jefes,,. Se trata de un testimonio que recrea la teatralización de ese exceso
en el que se convierte el manejo de los márgenes de acción que la propia
institución les permite operar y la lógica con la que los policías van asumiendo
los riesgos de cohabitar/ transitar entre dos submundos (el policial y el delictivo)
altamente competidos y altamente controlados que también requieren de enor-
mes cuotas de alianzas, lealtad y poder, pese a la fragilidad de estos vínculos,
como ya se ha dicho.
Es importante resaltar cómo justo en ese desborde y trasgresión de los
límites, al convertirse en condición de posibilidad en el mundo policial, tam-

59
Crimen, catisgo y género

bién se van modelando las identidades hipcrviriles, aquellas donde las accio-
nes extren1as van anticipando la recreación del terror, la tortura y la violencia 1

con tal familiaridad que su presencia cotidiana en la vida policial anuncia su


rutinización en extren10. En esos "universos policiales,delictivos" habitados
por los policías, complejas tramas de significados, códigos y lenguajes estructuran
el encuentro con "los otros". Ahí, el desapego, el fatalismo y un profundo
escepticismo son ese otro rostro duro del policía que ha sido capaz de resistir
las an1enazas contra su autonomía, su autocontrol y por ende su virilidad.
Pablo habla de su vivencia de ruptura y nos lleva al fondo significativo de las
costumbres policiales:

Con el tien1po ya se n1e quitó a mí andar golpeando gente ... Pero yo tenía n1uchos agravia-
dos ... Cuando llegamos aquí {al penal) nos ve un cuate y le dice al encargado, al que era
el comanche que estaba encargado de toda la penal y que nos habían encargado con él.
Entonces va esta otra persona y le habla le dice lo que había pasado. Y el con1anche nos
dice. "lQuién tiene proble1nas con él?", "No pues yo no lo conozco", "Yo ta1npoco", pues
resulta que nadie lo conocía. El fulano tenía años aquí, yo no ine acordada y lo dije: "Yo la
verdad no n1e acuerdo si es agraviado porque pues tanto pinche tien1po trabajando en el
gobierno, cabrones que se vinieron, cabrones que se salieron, cabrones que se volvieron a
andar, cabrones que no han salido'', "lEntonces no se acuerda de él?", "No", "¿y usted de
quién se acuerda?", "Pues bien, de ninguno'', "lTodo bien?", "Todo bien'', "Sigán1osla". Al
tercer día nos n1andan llainar otra vez. Nos pasan a la celda y nos dice "Pásense, van1os a
platicar". Pasamos, cierran la celda, se ponen dos afuera y eran como cinco adentro. iY
en1piezan! Pum, pum, pum, con1nigo sobre todo. Sacan los cuchillos. "Te vas a morir". Me
ponen uno aquí en el cuello y otro aquí en la panza, en el piso. iYo no sentía! Yo les decía:
"lDe qué se trata? lA ti cuándo te perjudican1os?", "Tú te pasaste con el ffl.orro. Tu eres
bien manchado, tienes un chingo de perjudicados, rne dijo zutano, rne dijo ffl.engano". iMe
dio toda una lista! "A ver hijos de su pinche n1adre, ustedes tápense porque voy a salpicar
ahorita a este puto porque lo voy a picar». Les avienta una toalla a los otros tres que
estaban sentados en el piso, se tapan y yo tirado alú. Les digo: "No cabrón, si me van a
chingar de una vez", "¿A poco muy león cabrón?". Y me voltean de un chingadazo en la
boca." lPues qué otra cosa?", "Pa' qué me está acá nada más haciendo la cansadora?". Y en
eso me quiero persignar y me quita la mano. "lPa'qué se enco1nienda a Dios cabrón? lPor
qué no se encomendaba a Dios cuando andaba afuera hijo de su puta madre?". Entonces
me e1npieza a patear otra vez. A la hora que vieron que no hubo acción, los otros tres les
dijeron que habláran1os. Y les dijeron: "lDe qué se trata o cuánto les dieron?"," lCómo que
cuánto nos dieron?", "Sí, lqué onda?", "Pues nosotros ni los conocernos, lo que pasa es que
éste es el n1anchado, está recon1endado por todos lados y 1ne están dando cincuenta mil
pesos por matarlos. lUstedes cuánto nos dan por no 1natarlos?", "lCuánto quieres?".
¿Empezó la negociación?
"Veinte 1nil pesos". Total que hay que juntar veinte n1il pesos. "Los quiero tal día a tales
horas y no quiero pedos de que le digan a fulano, zutano o que a la fan1ilia le avisen. Avisen
y no le hace que n1e cargue a 1ní la chingada, yo mando quién los pique, quién los 1nate". Y
sí, tenía uno que soltarle a la fan1ilia. Ya le dije a 1ni vieja. Había dinero, me los trajo y se

60
Policías, delito e inseguridad

acabó el proble1na. Te repito, todas esas experiencias lo hacen a uno fftadurar, endurecer
su corazón, su cuerpo, su fonna de pensar y pues si n1e van a tnatar yo pienso que aquí o en
la calle. Me voy a morir yo el día que Dios n1e diga "Ven para acá", no el día que un cabrón
o un pendejo n1e diga ''Ay te van unos piquetes".

Las habituales destrezas violentas de Pablo se le revierten en el espacio carce-


lario. Los terapéuticos rituales religiosos a los que recurre como recurso de
salvación provocan en sus agresores más despecho. Sin en1bargo, cuando la
distorsión parece llegar al límite, justo ahí, en la recreación de esta temible
escena impregnada de violencia y muerte, diversos códigos de homosocialidad
se n1ovilizan e11 extren10, para dar paso a ese acuerdo explícito que marca: "lo
podemos arreglar como hombres" (Nuñez, 2006). Entonces se habilita ese es-
pacio de disponibilidad dado por la razón ilegítima: aquel dado por esos márge-
nes de confluencia entre el mundo policial y el delictivo donde converge el
elogio inequívoco "de la plata de la palabra" en el mundo de los hombres.

Conclusiones

iCómo piensan, sienten y viven los hombres policías los diversos excesos de
masculinidad que aquí se han recreado? iCuáles son las significaciones y los
efectos de este entramado cultural tan impregnado de un orden de género,
abigarrado de "características hipern1asculinas"? Aquí se ha intentado trazar
algunas de esas formas de las identidades donde se observa que hay destruc-
ción y simultáneamente homogenización, pero asimismo ma11eras diversas y
formas complejas de percepción y de reconocimiento que traen ecos de expe-
riencias vivenciales donde esos saberes de la masculinidad se convierten en ejes
ordenadores del ser / hacer hombre / policía.
Como se ha podido constatar, la policía en México es una institución don-
de los imaginarios cognitivos moldean de manera significativa los cuerpos y las
mentes de aquellos que las integran. Al ser una institución altamente patriar-
cal, masculina y machista, los imaginarios sobre la masculinidad hegemónica o
masculinidad normalizada, aquella que históricamente ha justificado la domi-
nación, la superioridad y el privilegio masculino sobre lo femenino, se han
constituido en un referente fundamental mediante el cual se juzga los compor-
tamientos de sus integrantes. Ahí parece que ser un hombre de verdad no es una
denominación que se alcanza sino una tarea que acompaña cada día a la expe-
riencia de la masculinidad (Palacio y Valencia, 2001). Podría decirse que se
trata de un co11texto donde prevalecen fuertes resistencias masculinas al cam~
bio y se escenifican contundentes luch?s masculinas por el mantenimiento, la

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Crimen, catisgo y género

consolidación y la reproducción de esa do1ninación masculina, en tanto está


acompañada de privilegios y de poder, aun cuando la acompañan también
cuotas de dolor y sufrimiento. Se trata de un engranaje perfectamente aceita-
do, en cuyo funcionamiento todos parecen participar. En este mundo policial
los diversos discursos operan como productores y vehiculizadores de manda-
tos sociales e institucionales que, al subordinar el cuerpo individua[ al cuerpo
político-social, ayudan a conformar un cuerpo social (Sirimaco, 2004). A par-
tir de esas marcas de género que aquí se ha revisado, la institución policial
demarca identidades sociales y designa competencias. En el terreno de la prác-
tica, la teatralización de una identidad masculina -como ha quedado consta-
tado- suele estar centrada en el acto performativo de la exaltación de la
sexualidad y la disputa por la condición de hombría.
Los testimonios que acompañaron este capítulo han permitido descubrir
lo sintomático en las narraciones. Esa dimensión perturbada -por decirlo de
alguna manera- donde aparece la sobrexigencia de la virilidad forzada como
mandato policial ineludible, remite al tipo de noción sobre la masculinidad
que se estimula desde la institución policial. Una masculinidad normalizada que
se recrea con estrategias discursivas para configurar a ese "hombre" que la
"función policial" necesita y que, desde ese territorio de ambigüedad en el que se
ha convertido el ejercicio de la función policial en México, termina por conju-
gar en el sujeto policía una serie de rasgos como brutalidad, fuerza en extremo,
rudeza, riesgo, osadía, ten1eridad y1 por supuesto, ejercicio de n1a11do y autori~
dad. Un sujeto activo, prepotente y, en cierta medida, humillador del cuerpo
de los otros. De ahí que el sujeto policial sea un sujeto de poder (Sirimaco,
2004: 68).
Sin embargo, estos rasgos puestos en escena pueden ser vistos como una
amenaza y un peligro doble: por un lado, hay una exigencia hacia los indivi-
duos de ser sujetos siempre e11 enfrentamiento con "otros", propiciadores de la
violencia, victimarios de un poder muchas veces destructivo; lejos de ser pro~
fesionales capaces de garantizar los derechos y las libertades individuales, se
convierten en agentes altamente temidos por ese exceso distorsionado de
hipermasculinidad que los condena a vivir en permanente conflicto o alerta.
Por otro lado, la institución policial, al ser un espacio caracterizado por esa
doble adscripción institucional (la legal / ilegal, la formal / informal), es el
campo donde los policías van negociando con diversas concepciones, valores,
prácticas que se derivan de esta descomposición institucional -como se ha
descrito párrafos arriba-y que les permite también habitar las interfaces del
mundo policial y el delictivo, siendo "hombres", representando con sus unifor-
mes a cuerpos de policía, a la ley y, al mismo tiempo, violentándola. Así, los

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Policías, delito e inseguridad

policías logran proteger los privilegios y conservar los beneficios que -en
mucho- obtienen de sus posiciones dominantes. Pero, paradójican1ente, lo
que aquí ha quedado claro es que, a pesar de la fuerza de la impronta de la
masculinidad normalizante, las trampas del poder y del privilegio, propias de
una realidad policial teñida de descontrol y desorden, hacen emerger con toda
crudeza la fragilidad y la vulnerabilidad de quienes en el mundo de los "hom-
bresll aparecen como mutilados.

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